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Necesidad de afiliación

La necesidad de afiliación es el motivo básico para buscar y mantener relaciones


interpersonales. Ya que el ser humano tiene la necesidad de relacionarse
emocionalmente con sus semajantes (amistad, amor, comunicación…) Y es por esa
misma causa que dedicamos una buena parte de nuestras vidas a interactuar con otras
personas y esta tendencia a afiliarnos parece tener una base neurobiológica. Se piensa
que la necesidad de afiliarse con otros y de ser aceptado por ellos es tan básica para
nuestra estructura psicológica como el hambre y la sed lo son para nuestra estructura
física.
Cabe mencionar que las personas difieren en la intensidad de su necesidad de afiliación
y esas diferencias constituyen un rasgo relativamente estable. Las personas aprenden a
buscar la cantidad de contacto social que es óptimo para ellas, prefiriendo estar solas
parte del tiempo y en situaciones sociales otra parte del tiempo. Además de estas
diferencias individuales, situaciones específicas pueden activar estados temporales de
necesidad de afiliación. Por esa misma causa los profesionales han estudiado las
diferencias conductuales entre aquellos con un nivel alto y un nivel bajo en la necesidad
de afiliación.
Las personas con alta necesidad de afiliación, son más dadas a establecer y mantener
relaciones interpersonales, y son más hábiles tratando con la gente.
No obstante, estando sometidos a circunstancias inusuales como desastres naturales, es
más probable que las personas se afilien con otros. Parece que la comparación social es
la fuerza motivadora que está detrás de esta conducta, porque las personas desean
interactuar con el fin de reducir la ansiedad, clarificando lo que está ocurriendo y sus
propias reacciones emocionales. Una explicación diferente se apoya en la utilidad
adaptativa, que representaba para nuestros ancestros reaccionar ante extraños disímiles
y potencialmente peligrosos, con miedo o con ira.
Igualmente nos agradan aquellas personas que muestran con palabras o con hechos que
les agradamos y que nos evalúan positivamente, y nos desagradan aquellas a quienes no
les agradamos y que nos evalúan negativamente (valga la redundancia)
La reacción de agrado o desagrado que tenemos cuando vemos a una persona por
primera vez indica que algo acerca de esa persona genera un afecto positivo o negativo.
Se presume que estas reacciones se basan en experiencias pasadas, estereotipos y
atribuciones que pueden o no, ser acertadas o relevantes. Por ejemplo, existe una
tendencia a que te agraden los extraños que te recuerdan a alguien que te agrada, o si ese
extraño pertenece a un subgrupo hacia el cual ya tienes una actitud previa.
Las reacciones hacia características superficiales ocurren muy a menudo, sin importar lo
poco razonables que puedan ser. La mayoría de las personas responden a un factor de
gran influencia que es el grado de atractivo físico, que se refiere a aquellos aspectos de
la apariencia de una persona que son considerados visualmente atractivos o no
atractivos.
Aunque digamos que “la belleza no lo es todo”, las personas tienden a responder
positivamente hacia aquellos que son atractivos y negativamente hacia aquellos que no
son atractivos. La apariencia física influye sobre muchos tipos de evaluaciones
interpersonales, incluyendo el agrado, los juicios de culpabilidad o inocencia en un
tribunal, e incluso la calificación dada a un trabajo.
Algunas personas de ambos sexos responden con una ansiedad sobre la apariencia, que
es una preocupación indebida acerca de cómo nos vemos, problema que es más
acentuado en el caso de las mujeres. Aquellos con el mayor nivel de ansiedad, están de
acuerdo con frases como “siento que todo mundo es más guapo que yo” y están en
desacuerdo con frases como “me encanta tomarme selfies, y verme al espejo”

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