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Las sandalias del mensajero

Hace siglos vivió un joven que trabajaba como mensajero al servicio de un gobernador en las
lejanas tierras de Perú.

Hualachi, que así se llamaba el muchacho, era veloz en la carrera, inteligente y valiente, y tenía
un gran corazón.

El gobernador sentía por él un gran aprecio; pero estaba cansado de Hualachi, que por ayudar a
los demás, no entregara los mensajes a tiempo. Así que un día prescindió de sus servicios.

Aunque el joven se quedó muy apenado, durante mucho tiempo siguió vagando por los
caminos y auxiliando a las personas necesitadas.

Una tarde, hambriento y agotado, se sentó a las puertas de un silencioso palacio. Hualachi
comenzó a lamentarse de su suerte y, de repente, una luz cegadora apareció ante él.

–No llores –le dijo una figura fantasmagórica–. Yo premiaré tu bondad. A tu lado tienes unas
sandalias con las que podrás correr a la velocidad de un relámpago. Preséntate ante el
gobernador y ruégale que te dé otra oportunidad.

Cuando la misteriosa figura desapareció, Hualachi se calzó aquellas sandalias y se presentó ante
el gobernador.

–Señor, quiero ofrecerle de nuevo mis servicios. Puede estar seguro de que ahora no le fallaré.

–Me has defraudado muchas veces. ¿Cómo quieres que confíe en ti? –respondió el gobernador.

–Póngame a prueba. Verá que no miento.

–Está bien –aceptó el gobernador–. Correrás con mis tres mensajeros más rápidos. Haréis un
largo recorrido para llevar un mensaje. Tendréis que pasar por muchos pueblos y será fácil que
encuentres a personas necesitadas. ¡Veremos si te entretienes o no!

Al día siguiente, los mensajeros tomaron la salida. Unos segundos después, los compañeros de
Hualachi vieron una sombra que, como una centella, pasó ante sus ojos. Era Hualachi, a quien
las sandalias transportaban hasta la meta del viaje.

El muchacho entregó el mensaje, recogió la respuesta y regresó, en menos que canta un gallo,
ante el gobernador. Éste quedó convencido de que Hualachi era su mensajero más rápido, y
volvió a confiar en él.

Y así, gracias a sus sandalias mágicas, Hualachi llevaba mensajes con sorprendente rapidez a los
lugares más alejados. ¡Y todavía disponía de tiempo para ayudar a las personas necesitadas!

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