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y pedagoga, fue una de las figuras intelectuales más importantes para la innovación
cual formó a las primeras tres generaciones de maestras normales dominicanas.1 Sus
Herminia y después bajo su propio nombre.2 Su fama como poeta patriótica alcanzó tal
prestigio que, en 1878, le fue otorgada una medalla pagada por suscripción pública en la
Sociedad Amigos del País, de la cual fue socia de Mérito y Honor. También fue
1
Si bien María del Socorro del Rosario Sánchez (1830-1899) y María Nicolasa Billini Hernández (1835-
1903) se distinguieron como predecesoras fundadoras de instituciones educativas, la primera en
Santiago de los Caballeros –como el Colegio de Señoritas Luperón y el Colegio Corazón de María– en
1870, y la segunda en 1867 –con El dominicano, primera escuela primaria para niñas–, la fundación del
Instituto de Señoritas (3 de noviembre de 1881, en la calle 19 de marzo #56, Santo Domingo) constituyó
un hecho sin precedentes en la República Dominicana, pues planteó la educación superior de las
mujeres como condición para la eliminar la discriminación y la opresión de estas en una sociedad
patriarcal.
2
Sus escritos en prosa fueron escasos, solo algunos discursos y cartas.
honorario del Liceo de Puerto Príncipe, Cuba, y de la Sociedad Literaria Alegría, de
Coro, Venezuela.
Salomé Ureña buscó, a través de una apropiación estética a medio camino entre los
clásicos castellanos y el romanticismo,3 dar a luz un ferviente patriotismo, pero con una
las infidelidades de este, las ausencias del marido y el esplendor del pasado colonial, en
período de la segunda mitad del siglo XIX dominicano, momento clave porque sobre
ha señalado que, junto con José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne (1861-1913),
considerada una de las tres poetas principales en la historia literaria nacional, pues fue la
3
Sus influencias fueron desde Fray Luis de León (1527-1591) y otros poetas del Siglo de Oro a los
versificadores más castizos del siglo XVIII, especialmente de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) y
Juan Nicasio Gallego (1777-1853), Manuel José Quintana (1772-1857), hasta la literatura nacional de
Josefa Perdomo Heredia (1834-1896) y Josefa Antonia del Monte.
2
finiseculares, los cuales, a su vez, nutrieron tanto su labor pedagógica como su
concepción literaria. Por esto, en general, dos aspectos de su vida y obra suelen ser
Sociedad Amigos del País. Después de su fallecimiento, sería hasta 1920 que
aparecerían unas Poesías escogidas (Madrid, s.p.i.), con prólogo de su hijo Pedro
habla hispana. Salomé Ureña, junto con sus hijos, se convirtió en una de las figuras
4
Francisco Noel Henríquez Ureña (1882-1961) pasó sus primeros años junto a su padre en París, por
esta razón su concepción del mundo fue completamente diferente a la que su madre había inculcado a
sus hermanos. Con excepción de Camila (1894-1973), quien contaba con tres años a la muerte de
Salomé Ureña, Pedro (1884-1946) y Max (1886-1968) recibieron una educación directa de la poeta y
pedagoga, pues pasaron cuatro años solos con ella, de 1887 a 1891, mientras Francisco Henríquez y
Carvajal realizaba estudios de medicina en París. “Esos años de educación maternal directa, sin la
presencia del padre, iban a determinar la carrera literaria de Pedro y Max. En Camila, la influencia
materna se produce a través de sus hermanos y se traduce en su práctica profesional: consagró toda su
vida a la enseñanza y a la defensa de los derechos de la mujer. Francisco Henríquez y Carvajal, a pesar
de su grande admiración por las Humanidades y las Bellas Artes, se opuso siempre a la inclinación de
Pedro por las letras, como veremos más adelante, sin resultado. En cambio, tuvo una cierta influencia en
el mayor de sus hijos, quien se convirtió en un experto corredor de seguros”. (Guillermo Piña-Contreras,
“El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña, Pedro Henríquez Ureña,
Ensayos, coord. de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, Madrid: ALLCA, 1998, p. 470).
5
Con quien contrajo nupcias el 11 de febrero de 1880.
6
Francisco fue el único que no llegó a alcanzar fama como escritor. Los tres restantes viajaron, ocuparon
importantes posiciones en academias en los Estados Unidos de América, Cuba y la República
Dominicana. El más conocido sería Pedro Henríquez Ureña, quien enseñó en la Universidad de
Minnesota, la Universidad de Harvard, la Escuela de Altos Estudios en la Universidad de México
(actualmente Universidad Nacional Autónoma de México) y en la Universidad de la Plata. Camila
Henríquez Ureña, por su parte, vivió muchos años dividida entre Cuba y los Estados Unidos de América.
Enseñó en Santiago de Cuba. En 1932, viajó a Francia para estudiar en la Sorbona. A principios de 1941,
3
Al fallecer Salomé Ureña, los medios impresos de la época le dedicaron artículos,
versos y discursos. Las mujeres dominicanas desfilaron por primera vez en un acto civil.
Fue enterrada en la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes y a partir de 1972 sus
Bárbara, zona colonial del centro Santo Domingo, República Dominicana, y falleció el
6 de marzo de 1897 en la misma ciudad que la vio nacer. Primera poeta nacional. Sus
elevado y gran cultura, fue poeta, periodista, docente y abogado, abarcando todos los
aspectos de la vida cultural de Santo Domingo. La segunda, hija de Pedro Díaz y Castro
como a su hermana mayor Ramona. Su educación básica fue sobre todo doméstica: su
enseñanza; asistiría a dos pequeñas escuelas de primeras letras para niñas, únicas
permitidas a las mujeres a acudir en aquella época, pero su padre dirigiría sus lecturas y
estudios. Gracias a este ambiente intelectual, Salomé cultivaría desde muy temprano la
poesía: a los 15 años escribía versos y a los 17 publicó bajo el seudónimo Herminia. Sin
ofreció una serie de conferencias en varios países latinoamericanos y, en 1942, obtuvo una posición de
profesora en Vassar College. En 1959, regresó a Cuba para unirse a los esfuerzos de la Revolución para
construir una nueva sociedad. Ahí fundó el Lyceum y el Instituto Hispano-Cubano de Cultura. Sus
trabajos fueron publicados póstumamente a partir de 1980. Maximiliano Henríquez Ureña vivió en
Cuba, México y Puerto Rico. Fue ministro y diplomático durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y
enseñó literatura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y en la Universidad Nacional Pedro
Henríquez Ureña. Dictó conferencias en la Universidad de California y la Universidad de Yale. Fue
escritor, historiador, crítico literario y profesor.
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embargo, debido a que su seudónimo empezó a ganar renombre, en 1874 alguien más
firmó un artículo en prosa como Herminia. Entonces, Salomé decidió firmar con su
propio nombre: a los veinte años publicaría como Salomé Ureña en el Boletín Oficial de
Santo Domingo.
Bisagra entre dos siglos, Salomé Ureña nació poco después de la fundación de la
7
Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana, Núm. 44, Vol.
XXII, julio-diciembre 1957, p. 345.
8
Roberto Cassá, Heroínas nacionales, Santo Domingo, Archivo General de la Nación, 2007, p. 52.
5
Su infancia y adolescencia de Salomé Ureña se desarrollaría, pues, en un momento
las guerras civiles. Las coyunturas de poder posibilitaron la formación del Estado
Salomé Ureña creció en el seno de una familia patriótica –tanto su padre como su
la madre patria para la minoría blanca y para la mayoría mulata que se identificaba
9
Néstor E. Rodríguez, “El rasero de la raza en la ensayística dominicana, en Revista Iberoamericana,
Núm. 207, Vol. LXX, abril-junio, 2004, p. 474.
10
Fernando Valerio-Holguín, “Salomé Ureña de Henríquez”, Hijas del Muntu: biografías críticas de
mujeres afrodescendientes de América Latina, ed. de Mercedes Jaramillo y Lucía Ortiz, Bogotá,
Panamericana Editorial, 2011, p. 175.
6
hispánico y del catolicismo.11 En consecuencia, la idea de nación tomó como enunciado
colectividad. Necesitó de una historia mítica de los comienzos de la patria por lo que
11
Elementos desarrollados ampliamente en Enriquillo (Santo Domingo, Impresora de García Hermanos,
1882), de Manuel de Jesús Galván. Epopeya dominicana, esta ficción fundacional se insertó “en la
tradición de la épica histórica para articular la visión de una pretendida esencia nacional dominicana
centrada exclusivamente en los valores hispánicos y la herencia taína. La novela narra la historia de
Guarocuya, cacique taíno que encabezó una insurrección en las montañas del suroeste de La Española
contra el ejército de Carlos V. Después de tres años de lucha infructuosa, el emperador concedió
mediante capitulaciones la libertad de Guarocuya y los indígenas bajo su mando en 1519. La novela de
Galván exalta la figura del cacique dotándolo de los atributos físicos y mentales de un héroe de la
mitología clásica. Por ejemplo, Galván confiere a Guarocuya una educación cristiana (en el texto el
apelativo de ‘Enriquillo’ le fue conferido por monjes franciscanos que le criaron de niño) y valores
nobiliarios, atributos que al final de la novela crean la ilusión de una ‘raza’ dominicana producto de la
mezcla positiva de españoles e indígenas. En rigor, la impostura discursiva de Galván en Enriquillo, al
proponer la integración de aborígenes y europeos sin tomar en cuenta en lo más mínimo el componente
africano, tergiversa la composición étnico-racial de La Española del siglo XVI. Uno de los efectos de tal
falsificación se refleja en el nacionalismo que sigue dominando el debate cultural en la República
Dominicana”. (Néstor E. Rodríguez, “El rasero de la raza en la ensayística dominicana, en Revista
Iberoamericana, Núm. 207, Vol. LXX, abril-junio 2004, p. 475).
12
En este poema extenso, Salomé Ureña reivindicó la esencia de la cultura indígena y criticó el impacto
brutal de la conquista y la colonización de la isla de Santo Domingo. Por esto, en Anacaona encontramos
personajes históricos como los caciques de la isla: los bravos Caonabo, Guarién, Bohechío; el traidor
Guacanagarix o Guacanagarí, acusado de ser un aliado de los conquistadores y traidor de sus hermanos
de raza; las bellas Anacaona y su hija Higuanamota o Higuenamota; Vanahí y Vaganiona, etc. Así como
toda la exuberancia de una naturaleza vista en todo su esplendor, con sus montañas y valles tapizados
por una vegetación paradisíaca, ríos, arroyos y fuentes. A la manera de locus amoenus y beatus ille,
ofreció una visión idealista de los indígenas y de su hábitat. Como resultado de esta caracterización, la
voz poética de Anacaona describió al indígena como un ser valiente, firme, leal, discreto, candoroso y
magnánimo. En contraposición a esta visión romántica del indígena, los conquistadores fueron
presentados como crueles, ambiciosos, pérfidos y carentes de todo escrúpulo. Fue el mito del buen
salvaje, el cual describió a los nativos como seres pacíficos, generosos, leales, sin jerarquías sociales y
siempre dispuestos a actuar a favor del bien común, en contraste con los hombres y mujeres
provenientes del mundo “civilizado”, ambiciosos, egoístas, crueles y violentos. Hombre primitivo bien
situado en su edén, vivía en perfecta armonía con la naturaleza. Por extensión, la indígena también sería
descrita como poseedora de hermosos atributos: mujer casta, de nobles sentimientos, pura como las
flores silvestres que embellecían los campos de la isla; poseedora de gracia y encanto. De la valoración
negativa que se hizo de los conquistadores en esta lucha entre la dualidad bien/mal, donde los indígenas
encarnaron el bien y los europeos el mal que acabó sepultando el bien, Cristóbal Colón sería el único
europeo por el cual la voz poética dejaría filtrar una sutil admiración y respeto. Mediante una tácita
defensa, el almirante genovés, oponiendo sus virtudes al personaje de Roldán, sería caracterizado como
7
A la par de ese indigenismo romántico,13 la cultura en general se vio influida por el
nuevo ambiente cultural en Santo Domingo, al mismo tiempo que la literatura, aun de
soñó con el bien de su patria y dedicó sus versos a encaminarla hacia la paz y el
progreso; después creyó que esto no bastaba, y se dedicó a la educación de la
mujer. Hay dos momentos culminantes en su vida: el día en que se le entrega
una medalla costeada por suscripción pública, como homenaje la cantora del
ideal de una patria mejor; el día en que se gradúan sus primeras discípulas,
prenda de algo que ayudaría a hacer mejor el destino de la patria.14
humanidades –filosofía, historia, mitología y religión–, por ello, a su casa –vivió con su
madre, su hermana Ramona y sus tías Ana y Teresa desde 1860 hasta 1880 debido a la
separación de sus padres cuando ella tenía apenas dos años– acudieron figuras
importantes tanto nacionales como extranjeras para conocerla, entre ellos el poeta
Salomé visitó la casa de su padre diariamente, quien poseía una de las bibliotecas más
eran las veladas, donde se leían poemas y creaciones literarias, Salomé Ureña participó
con sus versos en esos debates que se desarrollaban en los círculos de la intelectualidad
rebelde y conflictivo debido a que enfrentó al Almirante en la recién establecida colonia de Santo
Domingo por un conflicto de intereses.
13
La literatura de tema indígena en hispanoamérica tuvo su auge a mediados del siglo XIX, si bien
Alejandro Magariños Cervantes (1825-1893) escribió Caramuru (1850), cuyo antecedente de igual
nombre fue escrito por Fray José de Santa Rita Durão (1722-1784) en el siglo XVIII. A obras como la
Lautaro, de Camilo Enríquez (1769-1825); Profecía de Guatimoc (1839), de Ignacio Rodríguez Galván
(1816-1842); Guatimozín (1846), de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873); El Charrúa (1852), de
Pedro P. Bermúdez (1816-1861); Atahualpa (1854), de Carlos Augusto Salaverry (1830-1891); Iguaniona
(1867), de Francisco Javier Angulo Guridi (1816-1884); Guarocuya (1924), de Federico Henríquez y
Carvajal; se sumarían Fantasías indígenas, de José Joaquín Pérez, y Anacaona, de Salomé Ureña.
14
Silveria R. de Rodríguez Demorizi, Salomé Ureña de Henríquez, Buenos Aires, Imprenta López, 1944, p.
37.
8
dominicana decimonónica. Ahí, leyó composiciones inéditas como “La Fe en el
1878, durante una velada de la Sociedad Literaria Amigos del País, se le confirió una
medalla costeada por suscripción popular. Sería gracias a una de aquellas veladas en la
Sociedad Amigos del País, donde Salomé leyese una de sus composiciones, que
organizar la Escuela Normal de Santo Domingo y “trajo consigo las semillas que serían
ideal de Hostos, fue apoyada e influida por este y, siguiendo la labor pedagógica
antecedente de mujeres como María del Socorro del Rosario Sánchez y María Nicolasa
al magisterio.16 “Pensando en las capacidades más altas del espíritu femenino […], se
15
Daisy Cocco de Filippis, “Las mujeres en el ensayo del Caribe hispano”, Desde la Orilla: hacia una
nacionalidad sin desalojos, ed. de Silvio Torres-Saillant, Ramona Hernández y Blas R. Jiménez, Santo
Domingo, Manatí, 2004, p. 294.
16
“Ese instituto fue el inicio de una verdadera cruzada por la cultura de la mujer, y fue a la vez el
complemento de la labor del maestro puertorriqueño Eugenio María Hostos, que reformó la enseñanza
en Santo Domingo” (Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista
Iberoamericana, Núm. 44, Vol. XXII, julio-diciembre 1957, p. 347.
9
posible influencia en los destinos del país”.17 Sin embargo, el Instituto solo pudo
complicada salud de su fundadora. Sería hasta 1896 que, gracias a Luisa Ozema y Eva
Cuando República Dominicana apenas comenzaba a tener una cierta estabilidad política
Una vez más, el país se encontró en bancarrota, provocando una fuerte inestabilidad
política. Asesinado el general Heureaux, sería sustituido por Francisco Gregorio Billini,
el cual fue presionado para dejar el cargo al año siguiente y dejar en la presidencia a
Alejandro Woss y Gil. Con todo, la familia Henríquez Ureña vivió mas no padeció
como otros esas turbulencias políticas. En 1884, Salomé y Francisco eran dos de las
figuras intelectuales más importantes de la vida cultural dominicana. Desde 1881, ella
17
Camila Henríquez Ureña, “Palabras sobre Salomé Ureña de Henríquez”, Mujeres ensayistas del Caribe
hispano: hilvanando el silencio. Antología, ed. de Anne Freire Ashbaugh, Lourdes Rojas y Raquel Romeu,
Madrid, 2007, p. 208.
18
En sus doce años de trabajo bajo la dirección de Salomé Ureña, “el Instituto graduó catorce maestras
normales que irían, como lo hizo Anacaona Moscoso, a fundar y dirigir otras escuelas en el país y
eventualmente educar cientos de mujeres para principios” del siglo XX. (Daisy Cocco de Filippis, “Las
mujeres en el ensayo del Caribe hispano”, Desde la Orilla: hacia una nacionalidad sin desalojos, ed. de
Silvio Torres-Saillant, Ramona Hernández y Blas R. Jiménez, Santo Domingo, Manatí, 2004, p. 294).
19
De 1879 a 1880, el general Gregorio Luperón lidereó el gobierno y su Partido Liberal Nacional, Partido
Azul, había ofrecido las garantías necesarias para implantar la industria azucarera en el país; esta
industria transformaría por completo la vida sociopolítica dominicana.
20
Guillermo Piña-Contreras, “El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña,
Pedro Henríquez Ureña, Ensayos, coord. de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, Madrid: ALLCA,
1998, p. 471.
10
quien había hecho sus primeras armas en la política como secretario particular
del presidente Meriño, se había relacionado con el general Heureaux a tal grado
que había aceptado ser el padrino de su hijo. Esta relación, además del prestigio
del entonces joven intelectual Francisco Henríquez y Carvajal, fue la que le
permitió salir de Santo Domingo y realizar estudios de medicina en París. Sin
cargo diplomático, pero con la misión de servir de preceptor del hijo del
Presidente, Henríquez y Carvajal llegó a París acompañado de su ahijado y de su
hijo mayor en 1887. En esa época el presidente Heureaux se mantenía fiel a
ciertos principios liberales del Partido Azul.21
Para Salomé, poner en práctica sus ideas pedagógicas tanto con sus hijos como con sus
alumnas fue una tarea posible gracias a que laboraba en su propio hogar y el Instituto de
y a otras una enseñanza acorde con los principios positivistas. La educación doméstica
que recibieron Max, Pedro y Camila fue un proyecto deliberado de Salomé Ureña y su
América Latina; el orden, la paz y el progreso sustentados por los positivistas serían los
acicates del proyecto de nación que abogaba por la educación del género femenino.22
Gracias a esta revolución educativa y cultural, Salomé pudo lograr la hazaña de fundar
un centro de estudios superiores para la mujer en Santo Domingo, obra que marcaría un
Dominicana.
21
Guillermo Piña-Contreras, “El universo familiar en la formación intelectual de Pedro Henríquez Ureña,
Pedro Henríquez Ureña, Ensayos, coord. de José Luis Abellán y Ana María Barrenechea, Madrid: ALLCA,
1998, p. 472.
22
“En un siglo sólo estas mujeres, de las que aprendieron a leer y escribir en casa, empuñaron la pluma:
Ana Osorio, Manuela Aybar, María Natividad Garay, Amelia Francisca Marchena Sánchez de Leyba,
Francisca Cleofás Valdez de Mota, Rosa Duarte, Ana Josefa Perdomo Heredia, Salomé Ureña y Virginia
Elena Ortea”. (Diógenes Céspedes, “Cultura popular y discurso sobre la dominicanidad”, Desde la Orilla:
hacia una nacionalidad sin desalojos, ed. de Silvio Torres-Saillant, Ramona Hernández y Blas R. Jiménez,
Santo Domingo, Manatí, 2004, p. 208).
11
maestras, Hostos pronunció un discurso conceptual acerca de la educación de la
mujer y Salomé Ureña leyó el poema “Mi ofrenda a la Patria”, en el que traduce
plena de ternura su obsesión patriótica, esta vez canalizada en la educación de la
mujer. En las investiduras celebradas entre 1887 y 1893, la educadora asume
posiciones más definidas en el plano político, cuestiona el despotismo del
régimen de Ulises Heureaux, la intolerancia religiosa y el autoritarismo; se hace
eco de las voces que denuncian la intransigencia de algunos de los sectores que
hicieron imposible la permanencia de Hostos en el país.23
entierro de la poeta fue un evento cívico al que acudieron figuras como Arturo Pellerano
Alfau (1864-1935), César Nicolás Penson, José Joaquín Pérez24 y Manuel de Jesús
Galván. También Gastón Fernando Deligne dedicó a la poeta, quien dejara honda
23
Carmen Durán, “Salomé Ureña (1850-1897): una mujer del siglo XIX vista en el siglo XXI. Una
aproximación a su legado”, en Ministerio de la Mujer, disponible en
https://mujer.gob.do/index.php/noticias/item/495-salome-urena-1850-1897-una-mujer-del-siglo-xix-
vista-en-el-siglo-xxi-una-aproximacion-a-su-legado
24
Leyó una “Elegía” dedicada a la poetisa en el acto de inhumación de su cadáver. Y años más tarde, en
1897, publicó en el Listín Diario “Una Flor. En la tumba de Salomé Ureña”, bajo el seudónimo de Flor de
Palma.
25
Gastón F. Deligne, Galaripsos, Santo Domingo, Librería Dominicana, 1963, p. 110.
12
Internacional del Libro de Santo Domingo le fue dedicada y, en su honor, el 21 de
octubre fue designado como el Día Nacional del Poeta en República Dominicana.
El discurrir de la vida fecunda de Salomé Ureña fue breve en el tiempo, pero perenne:
Camila, fue “una vida breve si se la mide por el número de años; pero hay pocas vidas
que puedan dar ejemplo semejante […] Se apartó de los moldes trillados de la limitada
solía reducirse a su rol como madre y cónyuge, “se elevó por encima de las pasiones
políticas que dominaban la sociedad en que vivía, entró por caminos inexplorados y
patrocinada por hombres: en principio, por su propio padre, Nicolás Ureña; después, por
Carvajal;28 y más adelante, uno de sus hijos, Pedro Henríquez Ureña. Entre otros
Joaquín Pérez,29 Manuel de Jesús Galván, Arturo Pellerano Alfau, César Nicolás
26
Camila Henríquez Ureña, “Palabras sobre Salomé Ureña de Henríquez”, Mujeres ensayistas del Caribe
hispano: hilvanando el silencio. Antología, ed. de Anne Freire Ashbaugh, Lourdes Rojas y Raquel Romeu,
Madrid, 2007, p. 207.
27
Idem.
28
Fue su principal animador, tan fue así que le dedicó en 1874 el poema “Gratitud”.
29
Cabe destacar que Salomé Ureña y José Joaquín Pérez fueron contemporáneos y amigos que
compartieron no solo la misma ciudad de residencia –Santo Domingo en la segunda mitad del siglo XIX–,
sino, sobre todo, una visión social y política muy afín. Cuando el segundo publicó Fantasías (Santo
Domingo, Impresora de García Hermanos, 1877), la primera escribió un poema, un quinteto elogioso
para felicitarlo. Ese poema encabezaría la edición de la obra de José Joaquín Pérez realizada por la
Biblioteca de Clásicos Dominicanos en 1989. Finalmente, como el libro de José Joaquín Pérez fue
publicado tres años antes que Anacaona de Salomé Ureña, puede deducirse que ejerció una influencia
sobre aquel.
13
Penson, Gastón Fernando Deligne, Rafael Alfredo Deligne (1863-1902) y Alejandro
mediados del siglo XIX en República Dominicana “una nota de elegante y casta
belleza”,32 a veces con acentos de íntimo lirismo y otras veces con sentimiento hacia la
vertiente patriótica pertenecieron poemas como “Mi ofrenda a la patria”, “Ruinas”, “La
fe en el porvenir” y “Gloria del progreso”. En la vertiente íntima, “Mi Pedro”, “En horas
Anacaona (1880), poema que, junto con Enriquillo (1882), de Manuel de Jesús Galván,
gran tema del amor como en Delmira Agustini (1886-1914) o Alfonsina Storni (1892-
expresó amor a la tierra donde nació, “celo e interés por el decoro del hombre, por su
30
“Los escritores de este periodo también se vieron en la necesidad de construir el rol social de las
mujeres en relación con la nación y la ciudadanía propuesta [...] estos intelectuales construyeron
ideologías particulares sobre las mujeres de la pequeña burguesía que oscilaban entre el binario de
buenas esposas y madres o el de la mujer fatal vista como ser irracional. Para pertenecer a la nación
estas mujeres tenían que mostrar su virtud sólo si se asociaban a los llamados ciudadanos respetables,
es decir a través de sus esposos o padres. Su función era la de apoyo incondicional hacia el esposo o
padre y también la de educar y cuidar la moral de la familia [...] vehículo de difusión de todos los
elementos que constituían al buen ciudadano”. (Danny Méndez, “Reseña a Teresita Martínez-Vergne,
Nation and Citizen in the Dominican Republic, 1880-1916, Chapel Hill, The University of North Carolina
Press, 2005”, en Revista Iberoamericana, Núm. 218-219, Vol. LXXIII, enero-junio 2007, p. 332.
31
Néstor E. Rodríguez, “El rasero de la raza en la ensayística dominicana, en Revista Iberoamericana,
Núm. 207, Vol. LXX, abril-junio, 2004, pp. 474-475.
32
Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana, Núm. 44, Vol.
XXII, julio-diciembre 1957, p. 351.
14
perfección, por su libertad”,33 motivos importantes que signaron su obra. La también
pedagoga vivió los dolores y las esperanzas de su patria; exaltó sus glorias y sus
triunfos, quiso impulsar a la nación por la senda de la paz, el decoro y el progreso. Por
le dio fama su poesía civil (1873-1880), con que “voló a combatir contra la
guerra” y levantó el espíritu de la nación hacia los ideales de paz y progreso: en
“contagio sublime, muchedumbre de almas adolescentes la seguía”. Cuando se
convenció de que había pocas esperanzas de que mejorara pronto la vida pública,
escribió la mejor de sus odas: “Sombras” (1881), y se dedicó a organizar la
enseñanza superior de la mujer, bajo la orientación de Hostos. Al graduarse de
maestras normales sus primeras discípulas –acontecimiento de gran resonancia
en el país–, compuso otra de sus mejores odas: “Mi ofrenda a la Patria” (1887).
Escribió, además, el poema “Anacaona”, de asunto indígena (1880), y versos de
hogar que tituló “Páginas íntimas”.34
Salomé Ureña compuso siguiendo las reglas tradicionales, prefirió la silva al soneto y
caracterizó, en otras palabras, por su “tendencia a no dar lugar en su verso más que a
normas consagradas. Hay en sus poesías muchos versos, sobre todo de endecasílabos,
33
Ruth S. Lamb, Idem.
34
Pedro Henríquez Ureña, La utopía de América, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1989, pp. 230-231.
35
Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana, Núm. 44, Vol.
XXII, julio-diciembre 1957, p. 351.
36
Dividido en treinta y nueve partes, señalizadas en números romanos y sin título, Anacaona “narra la
historia de la reina indígena del mismo nombre asesinada por el gobernador español Nicolás de Ovando
en 1513 junto a todos sus súbditos en el cacicazgo de Jaragua o Xaraguá, el ‘meollo o médula o como la
corte de toda aquella isla’, según lo describe fray Bartolomé de las Casas en la Brevísima relación de la
destrucción de Indias”. (Néstor. E. Rodríguez, “El rasero de la raza en la ensayística dominicana, en
Revista Iberoamericana, Núm. 207, Vol. LXX, abril-junio 2004, p. 476). En sentido general, los recursos
estilísticos empleados con mayor profusión en Anacaona serían el símil, la metáfora, la antítesis, la
reduplicación, la prosopopeya y, sobre todo, el hipérbaton, influencia de los clásicos del Siglo de Oro y
15
Meriño y una biografía de la poeta elaborada por José Lamarche. Sus Poesías escogidas
(Madrid, s.p.i., 1920), con prólogo de su hijo Pedro Henríquez Ureña, omitirían
Anacaona y otras nueve composiciones –entre estas “Amor y anhelo”– que figuraban en
completas y Poesías escogidas hasta llegar al 2016 con una reedición de la preparada
Isael Pérez.
Limpia, pulcra y nítida, sin detalle alguno que mostrase que fue prolijamente cincelada.
“La nota cívica de Quintana […] y el clasicismo sereno de Gallego es también una parte
esencial de la poesía de Salomé Ureña. A veces, sin embargo, ella revela una emisión
composiciones de Salomé Ureña ofrecieron una calidad inédita, hasta entonces, muy
pocos poetas dominicanos habían logrado tal maestría en el dominio de las formas y tal
de los autores neoclásicos. Con predominancia de versos de rima consonante, aunque también
aparecerían formas asonantes como el romance. Entre las estrofas de versos consonantes se usarían
con frecuencia la octava italiana, la octavilla y el serventesio; además del uso de estrofas de diez versos
de rima asonante los pares, que siempre terminan en palabra aguda.
37
Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana, Núm. 44, Vol.
XXII, julio-diciembre 1957, p. 348.
38
Joaquín Balaguer, Literatura dominicana, Buenos Aires, Editorial Américalee, 1950, p. 306.
16
Símbolo de liberación femenina
Desde muy joven, Salomé Ureña fue reconocida en el medio cultural dominicano de la
época. La primera ocasión que sus versos serían recogidos en un libro fue en 1874 como
notas biográficas de los autores. Las composiciones de Salomé Ureña que formaron
una lágrima”.
“sacerdotisa del verdadero patriotismo [caracterizado por un] lenguaje severo, tono
musa no desciende a ciertas trivialidades, ni se deja llevar por las corrientes que
arrastran siempre a los talentos mediocres. Viril y llena de grandeza es su poesía, como
El crítico español Marcelino Menéndez y Pelayo afirmó en 1893 que, para encontrar en
aquellos años “verdadera poesía en Santo Domingo”, además de a José Joaquín Pérez,
habría que considerar a Salomé Ureña de Henríquez “egregia poetisa, que sostiene con
robustos sones en loor de la patria y la civilización, que no excluyen más suaves tonos
39
Eugenio María de Hostos, Obras completas, Tomo XI, Crítica, San Juan de Puerto Rico, Instituto de
Cultura Puertorriqueña, 1969, pp. 242-244.
40
Apud. Salomé Ureña y el Instituto de Señoritas, comp. de Emilio Rodríguez Demorizi, Ciudad Trujillo,
Impresora Dominicana, 1960, p. 99.
17
para cantar deliciosamente la llegada del invierno o vaticinar sobre la cuna de su hijo
primogénito”.41
Para Luis A. Bermúdez, “Salomé Ureña era poeta de nervio; en su pecho de mujer
jamás tuvo cabida esa sensiblería que hace en ciertas ocasiones algo repugnante el canto
de algunas poetisas”.42
A principios del siglo XX, Mariano Riera Palmer la calificó como “fecunda y varonil
poetisa”.43
También Rubén Darío la reconoció en 1911: “Una musa es justamente famosa, Salomé
Desde 1916, Máximo Coiscou Henríquez vendría intentando una biografía de la poeta y
ese periodo, Máximo Coiscou publicó por fin, en 1934, una biografía de Salomé Ureña
De las pocas críticas no tan halagüeñas hacia la obra de Salomé Ureña, destacó la de
Pedro René Contín Aybar, para quien “Los temas por ella tratados, –el hogar, la patria,
41
Marcelino Menéndez y Pelayo, Antología de los poetas hispanoamericanos, Tomo II, Madrid, Real
Academia Española, 1893, p. LXXXI.
42
Apud. Salomé Ureña y el Instituto de Señoritas: para la historia de la espiritualidad dominicana, p. 264.
43
Mariano Riera Palmer, “Salomé Ureña”, en La cuna de América 1, Núm. 14, 1903, p. 112.
44
Rubén Darío, Letras, París: Garnier Hermanos, 1911, p. 73.
45
Máximo Coiscou Henríquez, “Doña Salomé Ureña de Henríquez, fragmentos de un ensayo”, en
Renacimiento, septiembre-octubre 1916.
46
Al respecto, recomendamos consultar Lauren Derby, The Dictator’s Seduction: Politics and the Popular
Imagination in the Era of Trujillo, Durham, Duke University Press, 2009.
47
Máximo Coiscou Henríquez, “Biografía de doña Salomé Ureña de Henríquez”, en Alma Dominicana,
septiembre-octubre 1934.
18
tradicionalismo hispánico la sitúa entre los poetas peninsulares del ochocientos, sin
ningún intento de dominicanización, como realizaba José Joaquín Pérez, por ejemplo”.48
No obstante, para César Nicolás Penson, en los cantos épicos de Salomé Ureña
alientos de titán. Vidente como los grandes vates de las revoluciones del espíritu,
Demorizi bajo el cuidado de Pedro Henríquez Ureña. Un año después, Max Henríquez
establecería que la obra de su madre fue gloria del progreso y fe en el porvenir, poesía
Años después, en 1953, Camila Henríquez Ureña, hija también de la poeta y pedagoga,
Así la obra de Salomé Ureña en pro de la elevación del nivel cultural y social de
la mujer –labor que hoy puede considerarse feminista, aunque ella jamás usara
esa expresión– se enlaza en unión perfecta con su propósito de servir a la patria
y al mundo. Hacia ese propósito marchó ella por todos los caminos que tomó su
existencia. No se presentó nunca a su espíritu el conflicto –tan marcado en la
existencia de tantas mujeres de épocas posteriores– entre la vida profesional y la
vida doméstica.51
48
Pedro René Contín Aybar, Antología poética dominicana, Santiago, Editorial El Diario, 1943, p. 15.
49
Apud. Silveria R. de Rodríguez Demorizi, Salomé Ureña de Henríquez, Buenos Aires, Imprenta López,
1944, p. 15.
50
Max Henríquez Ureña, Panorama histórico de la literatura dominicana, Río de Janeiro, Companhía
Brasileira de Artes Gráficas, 1945, pp. 142-143.
51
Camila Henríquez Ureña, “Palabras sobre Salomé Ureña de Henríquez”, Mujeres ensayistas del Caribe
hispano: hilvanando el silencio. Antología, ed. de Anne Freire Ashbaugh, Lourdes Rojas y Raquel Romeu,
Madrid, 2007, p. 208.
19
Para José Lamarche, Salomé Ureña, junto con José Joaquín Pérez, representó “toda la
euritmia social. Son los poetas. El primero entre nosotros fue como un preludio
porque lejos de recluirse en la intimidad de quien la escribe, para recoger sólo el eco de
sus propias angustias, se levanta para dominar el espectáculo entero de la vida y tiende a
humana”.53 Y a finales del siglo XX incluso reafirmó que junto a José Joaquín Pérez,
Salomé Ureña fue una de los poetas “más excelsos del parnaso dominicano”.54
Ruth S. Lamb, en su breve pero preciso estudio “La poesía de Salomé Ureña de
inteligencia humana, pero con la fuerza de una mujer creyente también en las virtudes
del espíritu. Vertió en sus versos el vocabulario en que se expresan los poetas civiles, y
a la vez supo llevar a ellos una parte de su alma invadida por inquietudes patrióticas e
instintos maternales”.55
José Alcántara Almánzar reconoció en 1979 que si bien Salomé Ureña “dejó una obra
que sigue siendo modelo de cuidado formal y búsqueda de una definición poética de la
52
Apud. Max Henríquez Ureña, Panorama histórico de la literatura dominicana, Río de Janeiro,
Companhía Brasileira de Artes Gráficas, 1945, p. 142.
53
Joaquín Balaguer, Historia de la literatura dominicana, Santo Domingo, J.D. Postigo, 1968, p. 120.
54
Joaquín Balaguer, Historia de la literatura dominicana, Santo Domingo, Editora Corripio, 1997, p. 105.
55
Ruth S. Lamb, “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana, Núm. 44, Vol.
XXII, julio-diciembre 1957, p. 348.
20
lengua española decimonónica, pero ese desfase no un defecto únicamente suyo, sino de
A comienzos del siglo XXI, Diógenes Céspedes, en su libro Salomé Ureña y Hostos
(Santo Domingo, Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, 2002) intentó construir
una poética de la obra de Salomé Ureña, pero el aporte que permitiría abrir nuevos
Artes y Cultos, 1996). Dicho epistolario evidenció, entre otros asuntos, aspectos nodales
de la vida de Salomé Ureña que tanto biógrafos como especialistas no habían tomado en
expensas de su intensa y riquísima vida íntima”.57 Ese mismo año, Manuel Rueda indicó
en sus Dos siglos de literatura dominicana (Santo Domingo, Editora Corripio, 1996)
vena patriótica, poemas al magisterio, y poemas al hogar [...] Su gran acierto fue
Poesía: Homenaje a Salomé Ureña en 1999, donde participaron expertos como Carmen
Durán, Pedro Mir, Mora Serrano, Lupo Hernández Rueda, Tony Raful, Nacidit
Perdomo, Julio Cuevas y Odalís Pérez. En ese mismo año, Franklin Gutiérrez advertiría
que el poema menos estudiado de Salomé Ureña hasta ese momento era Anacaona,
crítica literaria y la cultura dominicanas que plantean que Salomé Ureña escribió
56
José Alcántara Almánzar, Estudios de poesía dominicana, Santo Domingo, Alfa & Omega, p. 52.
57
Sherezada Vicioso, Salomé U: cartas a una ausencia, Santo Domingo, Ediciones Libreri ́a La Trinitaria,
2001, p. 6.
58
Manuel Rueda, Dos siglos de literatura dominicana, Santo Domingo, Editora Corripio, 1996, pp. 205-
206.
21
"Anacaona" con el propósito de aprovecharse del apogeo del movimiento indianista en
En los 2000, el artista plástico Fernando Ureña Rib opinó a propósito de las
Ureña prefiere aquellas que llevan en sí ese torrente de imágenes, táctiles, tangibles,
imaginación del lector y le transportan sutilmente a otros parajes, los del sentimiento
A partir del segundo milenio, la obra de Salomé Ureña comenzaría a ser estudiada desde
diversas ópticas como las teorías de género y los estudios culturales. Dos antecedentes
marcarían el comienzo de esta nueva ola. La tesis de doctorado Race, Culture, and
afrodescendiente, así como del sujeto amante y deseante de la poeta en versos como
“Amor y anhelo”.
En la misma línea, Sherezada “Chiqui” Vicioso escribió las obras de teatro Salomé U:
Desvelos (diálogo entre Emily Dickinson y Salomé Ureña) (2001), así como el ensayo
59
Franklin Gutiérrez, Enriquillo: radiografía de un héroe galvaniano, Santo Domingo, Editora Búho, 1999,
p. 67.
60
Fernando Ureña Rib, en https://latinartmuseum.com/artists/salome-urena/
22
crítico Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897): a cien años de un magisterio (Santo
de Salomé (New York, Plume, 2001), publicada en inglés en los Estados Unidos de
América.
todavía a Salomé Ureña como “la más importante poetisa dominicana de todos los
tiempos”.61
Carmen Durán, por otro lado, declaró: “A esta mujer ilustre debemos aproximarnos
desde diferentes ópticas. Una visión integral de la obra de Salomé Ureña se refiere a sus
61
Manuel Núñez, Entrevista “Manuel Núñez: me defino como un intelectual comprometido con la
continuidad histórica de RD”, por Néstor Medrano, en Listín Diario, 2015, disponible en
https://listindiario.com/la-republica/2015/09/26/389713/manuel-nunez-me-defino-como-un-
intelectual-comprometido-con-la-continuidad-historica-de-rd
62
Silvio Torres-Saillant, “La traición de Calibán: hacia una nueva indagación de la cultura caribeña”,
Roberto Fernández Retamar y los estudios latinoamericanos, ed. de Elzbieta Sklodowska y Ben A. Heller,
Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2000, p. 46.
63
Carmen Durán, “Salomé Ureña (1850-1897): una mujer del siglo XIX vista en el siglo XXI. Una
aproximación a su legado”, en Ministerio de la Mujer, disponible en
23
En ese sentido, Teresita Martínez-Vergne dedicó un capítulo de su libro Nation and
Citizen in the Dominican Republic, 1880-1916 (Chapel Hill, The University of North
Carolina Press, 2005) a analizar, entre otras autoras, la figura de Salomé Ureña en el
Roberto Cassá, por otro lado, destacó en sus libros Salomé Ureña, mujer total (Santo
magisterial de la poeta.
feminista caribeño durante el siglo XIX y principios del XX, presentada por Ivelisse
Collazo, donde dedicó una parte de su estudio a analizar dos discursos “ensayísticos” –
ambos titulados “Palabras”– de Salomé Ureña desde la teoría feminista, con el objetivo
la política y la educación, dentro del contexto histórico de los siglos XIX y principios del
XX en el Caribe”.65
En 2011, una tercera biografía, elaborada por Fernando Valerio-Holguín como parte del
https://mujer.gob.do/index.php/noticias/item/495-salome-urena-1850-1897-una-mujer-del-siglo-xix-
vista-en-el-siglo-xxi-una-aproximacion-a-su-legado
64
Apud. Carmen Durán, Historia e ideología: mujeres dominicanas, 1880-1950, Santo Domingo, Archivo
General de la Nación, 2010, p. 37.
65
Ivelisse Collazo, Develando memorias olvidadas: El ensayo feminista caribeño durante el siglo XIX y
principios del XX, Tallahassee, Florida, Florida State University, 2010, p. VI.
24
Latina (Bogotá, Panamericana Editorial, 2001), sacó del baúl la afrodescendencia de la
Igualmente, en 2015, Dixa Ramírez analizó en “Salomé Ureña’s Blurred Edges” el rol
the paradox of a country whose first “national poet” was a mixed-race woman,
but whose official celebrations of this poet evince its Eurocentric, patriarchal
ideals. Recognizing that what Dominicans perceive as blackness or whiteness
may not coincide with non-Dominicans’ interpretations, I argue that Ureña’s
canonization in the late nineteenth century and throughout most of the twentieth
century entailed her phenotypical whitening in imagery and sculpture, as well as
a simultaneous overemphasis on the aspects of her work and life that supported
the idea of Ureña as a respectable –that is, asexual, religious, and motherly–
woman.66
y formales entre los poemas indigenistas de Salomé Ureña y José Joaquín Pérez”
respectivamente.
Ante este panorama de acercamientos tanto a la obra como a la vida de Salomé Ureña
sería imposible no advertir dos cosas: el importante rol que jugó la poeta y maestra en el
como pocas mujeres de su época, pudo extender su papel doméstico a la esfera literaria
66
“La paradoja de un país cuya primera "poeta nacional" fue una mujer mestiza, pero cuyas
celebraciones oficiales de esta poeta demuestran ideales eurocéntricos y patriarcales. Reconociendo
que lo que los dominicanos perciben como negrura o blancura puede no coincidir con las
interpretaciones no dominicanas, sostengo que la canonización de Ureña a finales del siglo XIX y durante
la mayor parte del siglo XX implicó su blanqueamiento fenotípico en imágenes y esculturas, así como un
énfasis excesivo y simultáneo en los aspectos de su trabajo y vida que respaldaron la idea de Ureña
como una mujer respetable, es decir, asexual, religiosa y maternal”. (Dixa Ramírez, “Salomé Ureña’s
Blurred Edges”, en The Black Scholar, Núm. 2, Vol. 45, 2015, p. 45).
25
y sociopolítica, obteniendo de este modo reconocimiento como poetisa y pedagoga
nacional.
Resulta de gran interés apreciarla como pionera de la labor intelectual femenina, desde
del siglo XIX que impactó en la conformación de la idea de patria y del ciudadano
Bibliografía
Alcántara Almánzar, José, Estudios de poesía dominicana, Santo Domingo, Alfa &
Omega, 1979.
26
Collazo, Ivelisse, Develando memorias olvidadas: El ensayo feminista caribeño durante
el siglo XIX y principios del XX, Tallahassee, Florida, Florida State University,
2010.
Contín Aybar, Pedro René, Antología poética dominicana, Santiago, Editorial El Diario,
1943.
Durán, Carmen, “Salomé Ureña (1850-1897): una mujer del siglo XIX vista en el siglo
XXI. Una aproximación a su legado”, en Ministerio de la Mujer, disponible en
https://mujer.gob.do/index.php/noticias/item/495-salome-urena-1850-1897-una-
mujer-del-siglo-xix-vista-en-el-siglo-xxi-una-aproximacion-a-su-legado
Filippis, Daisy Cocco de, “Las mujeres en el ensayo del Caribe hispano”, Desde la
Orilla: hacia una nacionalidad sin desalojos, ed. de Silvio Torres-Saillant,
Ramona Hernández y Blas R. Jiménez, Santo Domingo, Manatí, 2004.
27
Henríquez Ureña, Pedro, La utopía de América, pról. de Rafael Gutiérrez Girardot,
comp. y cron. de Ángel Rama y Rafael Gutiérrez Girardot, Caracas, Biblioteca
Ayacucho, 1989.
Hostos, Eugenio María de, Obras completas, Tomo XI, Crítica, San Juan de Puerto Rico,
Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1969.
Lamb, Ruth S., “La poesía de Salomé Ureña de Henríquez”, en Revista Iberoamericana,
Núm. 44, Vol. XXII, julio-diciembre 1957, pp. 345-351.
Ramírez, Dixa, “Salomé Ureña’s Blurred Edges”, en The Black Scholar, Núm. 2, Vol.
45, 2015, pp. 45-56.
Riera Palmer, Mariano, “Salomé Ureña”, en La cuna de América 1, Núm. 14, 1903, p.
112.
28
Rodríguez Demorizi, Silveria R. de, Salomé Ureña de Henríquez, Buenos Aires,
Imprenta López, 1944.
Rueda, Manuel, Dos siglos de literatura dominicana, Santo Domingo, Editora Corripio,
1996.
Enlaces externos
disponible en http://eladd.org/otras-autoras/salome-urena-diaz/
29
Daniel Mendoza Bolaños, “Salomé Ureña Díaz en el día del poeta”, en Acento, 21 de
salome-urena-diaz-dia-del-poeta/
30