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Mi amado habló, y me dijo: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y

ven. Cantares 2:10


Cuando recorremos la Biblia encontramos que siempre Dios quiso tener cercanía
con el hombre. Desde el Génesis, cuando paseaba buscando a su amigo Adán,
mientras este se escondía entre los árboles porque había pecado, hasta los
tiempos postreros cuando él volverá a morar con su pueblo (Apocalipsis 21). Lo
vemos hablando y consultando con su amigo Abraham, invitando a todo Israel a
verle aunque ellos no quisieron, por temor y le pidieron a Moisés que fuera solo:

Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios
con nosotros, para que no muramos…. Entonces el pueblo estuvo a lo lejos Éxodo
230:19 y 21
Podemos citar muchos ejemplos del Padre queriendo tener intimidad con sus
hijos, su pueblo, sus amigos, su esposa amada. Con el sacrificio del Cordero
rompe el velo que no nos permitía entrar al lugar santísimo, símbolo de que el
acceso a su presencia quedaba abierto y ahora es la obra del Espíritu Santo
conducirnos hasta allí. Dios mismo abriéndose paso entre las tinieblas de nuestro
pecado porque anhela tener comunión con nosotros. ¿No te parece un acto de
amor infinito? El Perfecto buscando a los imperfectos para perfeccionarlos, el Puro
buscando a los impuros para purificarlos, el Amado buscando a quienes le
rechazamos una y otra vez para mostrarnos el camino más excelente que es el
amor…

Como veíamos, Adán se escondió, por causa de su pecado, el pueblo de Israel no


quiso escucharle por temor, el hombre caído prefiere alejarse de Él, esconderse. Y
en el libro de Cantar de los cantares tenemos al Enamorado que le dice a su
amada: «Ven», ¨levántate y ven». Más adelante le dice:

»Paloma mía, que te escondes en las rocas, en altos y escabrosos escondites,


déjame ver tu rostro, déjame escuchar tu voz. ¡Es tan agradable el verte! ¡Es tan
dulce el escucharte!» Cant.2:14 DHH
El Amado la busca y ella está escondida entre las rocas, Él anhela ver su rostro y
escuchar su voz, pero ella se esconde, ¿De qué teme? ¿Por qué se niega a
entregarse al sublime Amor? Simplemente porque no se reveló ese amor que
acepta; en el capítulo anterior la tenemos mirándose a sí misma: «no miren que
estoy quemada por el sol», ella ve su piel bronceada y tal vez curtida por el
ambiente, mientras Él la ve : » amiga mía, hermosa mía «, ella se mira sin
aceptarse, Él la mira y la acepta tal cual es, sabiendo que cuánto más tiempo
pasen juntos será mejor para ella porque se volverá como Él. El ser humano se
mira a sí mismo y se ve indigno, pero es el amor de Cristo el que lo dignifica.
Muchas veces cantamos o decimos que queremos que Él sonría, queremos darles
felicidad…Su felicidad es que le dejes ver tu rostro, que le dejes oír tu voz.
Hoy es tiempo de salir de entre las rocas de nuestros temores, prejuicios,
autocondenación, o lo que sea que no nos permita mostrarnos ante Él y
complacerle:

«Aquí estoy, Amado, vengo a cara descubierta, con un rostro que no siempre me
agrada, pero que es tu anhelo ver, vengo a que escuches mi voz, como es tu
deseo, aunque no siempre me gusta lo que escucho de ella. Hoy salgo de mi
escondite, no es necesario que me busques, aquí estoy, me siento a tu mesa, esa
que preparaste para mí y me propongo a tener este tiempo de amor contigo»

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