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SCIO. Revista de Filosofía, n.

º 14, Julio de 2018, 279-285, ISSN: 1887-9853

A. Cortina (2017). Aporofobia, el rechazo del pobre. Barcelo-


na: Paidós, Col. Estado y Sociedad.
Alfredo Esteve Martína

Uno de los grandes retos a los que se La eticidad


enfrentan las sociedades occidentales es
el de poder articular unos valores demo- Esto es a lo que Hegel se refería
cráticos cívicos más allá de lo institucio- cuando hablaba de “eticidad”, de modo
nal, de modo que los móviles sociales que el gran logro de una sociedad sería
no vayan de arriba abajo, o cuanto me- que eticidad y ética coincidieran, y que
nos que no vayan únicamente de arriba no hubiera una brecha entre ellas (tal y
abajo, sino también de abajo arriba; es como Kohlberg pone de manifiesto en
decir, que las voluntades individuales referencia a la situación de las socieda-
no tengan que esperar a que, desde lo des occidentales).
institucional, se les diga lo que tienen Pues bien, una de las manifestacio-
que hacer, sino que desde ellas mismas nes de esta brecha es el motivo de este
se pueda articular una voluntad común, libro de la profesora Adela Cortina, úl-
“desde abajo”. timo trabajo publicado, aunque no por
De este modo, lo ético de una socie- ello una preocupación reciente, todo lo
dad no sería algo prescrito por los po- contrario. Como nos dice ella misma
deres correspondientes, ya que estaría en sus páginas iniciales, hacía ya más
incorporado a sus hábitos, costumbres e de veinte años que, en distintos medios,
instituciones. comenzó a exponer lo que podríamos

a
Profesor de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir.
E-mail: alfredo.esteve@ucv.es
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denominar primeras “semillas” de esta diferente y la acentúan de manera espe-


cuestión (publicaciones en diarios, pá- cífica.
ginas en distintos libros…), las cuales, Este término se refiere a ese senti-
con el paso de los años, fructificaron en miento que de modo generalizado se ha
este libro. despertado en nuestras sociedades como
réplica principalmente a la afluencia de
numerosos grupos de personas y fami-
Aporofobia lias, las cuales, a causa de los grandes
conflictos existentes en diversos terri-
Creo que no se puede negar que el torios fuera de la vieja Europa, senci-
feliz neologismo que da pie al título es llamente huyen de los peligros de sus
uno de sus atractivos más notables, in- lugares de origen, en primera instancia
dependientemente de que el texto abar- para salvar sus vidas, y en segunda para
que una problemática más amplia que la intentar ganarse la vida pacíficamente.
que él mismo delimita, problemática en El sentimiento generalizado hacia
la que se engloba y con la que está ínti- ellos no es exactamente xenofobia, ni
mamente relacionada. racismo, pues no es un rechazo al ex-
Como muy bien nos comenta la au- tranjero por ser extranjero. Basta ob-
tora, para poder hablar de una realidad servar con qué satisfacción es acogido
hay que ponerle nombre, y en el caso el turista, o el futbolista de moda, o el
de las realidades sociales no ocurre algo magnate inversor, de otras razas.
diferente: “estas realidades sociales ne- En realidad de lo que se trata es de
cesitan nombres que nos permitan re- fobia “a este tipo de extranjeros”, ex-
conocerlas para saber de su existencia, tranjeros que no pueden ofrecer nada a
para poder analizarlas y tomar posición cambio, que vienen a remover nuestra
ante ellas”. En caso contrario no es que rutina y nuestra comodidad, que llaman
no existan sino que permanecen en el a nuestra puerta sencillamente pidiendo
anonimato, en el subconsciente social ayuda.
podríamos decir, ejerciendo una influen- Por eso es aporofobia, porque es re-
cia que no por no ser identificada deja chazo al pobre (del griego áporos), al
de ser efectiva. Este sería el caso de la desamparado, al que en definitiva no tie-
“aporofobia”. ne nada que ofrecer, quizá tan solo pro-
En estos años actuales nos encontra- blemas; una figura que no “cabe” en una
mos en una situación que, si bien no po- sociedad economicista, en la que priman
demos afirmar que sea totalmente nueva los contratos del “dar y recibir”, el inter-
echando la vista atrás sobre la historia, cambio mercantilizado (más allá de las
sí que es cierto que adquiere en nues- relaciones económicas o financieras), de
tra época unos caracteres que la hacen manera que quien no entra en esta rueda

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no es bien recibido. Un rechazo que no por qué estamos acostumbrados a verla


es exclusivo del refugiado sino del que cada día, cada mañana, como si no pu-
también son víctimas los “sin hogar” de diera ser de otra manera.
nuestra sociedad; un rechazo que se tor- Estamos acostumbrados a un paisaje
na violento no pocas veces, como ponen urbano en el que un ingrediente casi in-
de manifiesto ONG y distintas institu- dispensable sea el de compartir nuestra
ciones. jornada con personas sin recursos, ro-
deadas de pobreza y miseria, de soledad
y tristeza. Cuando erradicar la pobreza
De los discursos del odio a los delitos ya ha dejado de ser un acto de caridad
del odio –como nos recordara Nelson Mandela-,
para pasar a ser un acto de justicia.
Efectivamente, la pendiente de los ¿Podemos pensar que habrá paz en
“discursos del odio” a los “delitos del nuestra sociedad, paz de verdad, paz au-
odio” es suave y resbaladiza, y es pre- téntica, mientras haya injusticias y des-
ciso caer en la cuenta para no dejarse equilibrios económicos de tal calibre?
arrastrar por ella; tarea en la que han de No tiene sentido seguir pensando que el
colaborar desde las instituciones públi- devenir del mercado propio de la econo-
cas hasta cualquier individuo integrante mía occidental equilibrará la situación
de la sociedad civil. económica, cuando lo que provoca no
“Por eso, a mi juicio, el camino para es sino que los ricos y poderosos sean
superar los delitos y los discursos del más ricos y poderosos, y que los pobres
odio es la construcción de la igualdad e indefensos sean más pobres e indefen-
desde la educación, formal e informal, y sos. El mercado abandonado a sí mismo
desde la conformación de instituciones acentúa las diferencias, no las reduce.
políticas y económicas que la encarnen.
Sin esa conciencia de la igualdad, que
tiene que ser a la vez racional y sen- Lejos de la utopía
tiente, la dignidad de las personas se ve
inevitablemente violada y es imposible Lejos de utopías idealistas, la profe-
construir una sociedad justa”. sora Cortina es consciente de que una
Uno no puede dejar de preguntarse actividad institucional es necesaria pero
por el hecho de que en las sociedades no suficiente, abogando en consecuen-
occidentales siga habiendo pobreza. cia por una cooperación entre el Estado
¿Seguiría habiéndola si todos fuéramos y la sociedad civil.
como debiéramos ser? No se trata de ha- En este doble ámbito, el derecho
cer reflexiones fáciles ni aseveraciones ocupa un lugar privilegiado: institucio-
grandilocuentes, sino de cuestionarnos nalmente, porque es necesario recurrir a

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él para penalizar estas situaciones; pero tes definidos rigurosamente: pobreza, li-
también civilmente, y ello por un mo- bertad de expresión, sociedad democrá-
tivo muy sugerente: “no solo porque el tica, odio (en este contexto), reputación,
derecho tenga una función punitiva y re- libertad, respeto… páginas que –a mi
habilitadora, sino también porque tiene juicio– la autora aborda con precisión
una función comunicativa”. ¿Cuál? “La desde su vasta formación y experiencia
de dejar constancia de que esa sociedad académica.
no está dispuesta a tolerar determinadas Distintos autores van y vienen con
acciones, porque violan los valores que frecuencia, expuestos de un modo cer-
le dan sentido e identidad”. cano y asequible para los que no nos
En este sentido la colaboración de la movemos con soltura en este ámbito, lo
sociedad civil es indispensable, pues de que facilita la lectura y comprensión.
lo contrario los poderes institucionales El análisis evolutivo de la especie
se encuentran seriamente limitados: “el humana se realiza atendiendo a los estu-
Derecho y el Estado son imprescindi- dios neuroéticos más recientes. El inte-
bles, pero no bastan: es necesario la con- rés radica en el rastreo de hasta qué pun-
tribución de la sociedad civil”. Porque to esta tendencia de rechazo al descono-
no se trata de calcular hasta dónde pue- cido pueda ser algo “grabado” en nues-
do llegar con mis acciones para que es- tras estructuras fisiológicas a causa de
tas no sean punibles, sino de lograr que nuestra necesidad de supervivencia en
mis motivaciones impliquen desde su los primeros tiempos. La configuración
raíz la consideración del reconocimiento actual de nuestros cerebros sería el re-
y respeto por la dignidad del otro, y ello sultado de un modo de comportamiento
incluso desde una actitud activa. adoptado durante muchos miles de años,
en los que ha primado la necesidad de
supervivencia, así como el contacto cer-
Los orígenes del sentimiento de cano con los miembros del grupo. Ello
aversión ha provocado que nuestro carácter esté
fuertemente relacionado con estos dos
A lo largo del libro, la autora analiza aspectos, de manera que prioriza nues-
los orígenes de este sentimiento de aver- tra preocupación por los cercanos (tanto
sión, fundamentados, en su opinión, no a nivel cognitivo como afectivo) y vive
solo en factores sociales o históricos, en clave de mera supervivencia en en-
sino también biológicos y evolutivos, y tornos extraños, frecuentemente hostiles
consecuentemente arraigados en nues- y agresivos, lo que genera la desconfian-
tras estructuras neurales. za y el temor ante lo desconocido.
En el seno de dicho análisis, van apa- Evolutivamente, parece que aquellos
reciendo una serie de términos relevan- grupos en cuyo seno primaban las ac-

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ciones de reciprocidad frente a las del las estructuras fisiológicas evolutiva-


máximo beneficio salían triunfantes, y mente adquiridas no tienen la última
alcanzaban mayores posibilidades de palabra.
supervivencia que los segundos. Es la En efecto, el condicionamiento bio-
victoria del homo reciprocans frente al lógico, si bien es significativo, no es
homo oeconomicus. determinante pues, independientemente
Consecuencia de todo ello es el he- de que poseamos unas estructuras así
cho de que en entornos cercanos posea- configuradas en nuestra fisiología para
mos un comportamiento más “cálido” salvaguardar la supervivencia evolutiva,
que en principio nos cuesta mantener en gracias a la plasticidad de nuestro cere-
entornos más amplios (característicos, bro pueden ser modificadas… pero eso
por otra parte, de nuestra situación glo- sí: para bien o para mal. En este caso
balizada actual). sería para mal, ya que ese “aprendizaje”
Y es aquí donde cabría situar el ori- que nos lleva del recelo al odio estaría
gen de la aporofobia: el rechazo al des- causado por un desafortunado marco
conocido encajaría en este esquema de social, egoísta y violento. Sin embargo,
temor a lo que excede el entorno grupal, con esto no está todo dicho.
al poner en peligro la seguridad del clan. Y no lo está porque, desde la consi-
deración de que lo específicamente hu-
mano es esa combinación misteriosa de
Alternativas lo biológico y de lo cultural, lo cultural
también puede dirigirnos hacia el otro
Desde este punto de partida, legiti- sentido (la segunda alternativa a la que
mado según el cuadro que nos ha dibu- me refería), hacia la búsqueda de otras
jado la autora, cabrían dos posibles al- categorías veladas, íntimamente huma-
ternativas, opuestas entre sí. nas, tales como dignidad o compasión,
La primera tiene que ver con el he- “que rompen barreras y se extienden
cho de que la situación que hoy en día universalmente”.
podemos reconocer en buena parte de Es aquí hacia donde apunta la profe-
nuestra sociedad –motivo del presente sora Cortina. Porque el caso es que hay
libro– no es tanto de recelo o temor ante un “algo” en la especie humana que,
lo extraño como de odio o fobia: no es lo incluso en los contextos sociales más
mismo “recelo ante lo desconocido” que adversos, no nos deja satisfechos. Más
“fobia ante lo desconocido”. bien al contrario, genera en nosotros
Quizá este tránsito pueda compren- un profundo desasosiego, una radical
derse aludiendo a un segundo factor que insatisfacción. Para poner esto de ma-
la profesora Cortina pone sobre el tape- nifiesto, la autora apela al gran valor y
te: el de las estructuras sociales; porque alto reconocimiento que ha tenido desde

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siempre el ejemplo de la hospitalidad, un punto de obligación incondicionada


patrimonio de todas las culturas anti- que no se somete al juego de la reputa-
guas frente a las diferencias y el enfren- ción?”. O, dicho de otro modo: ¿no hay
tamiento. algo incondicionado en nuestra concien-
Consecuentemente, en los grupos cia que nos impulse a actuar más allá de
reducidos primaría el vertido respectivo toda norma e interés personal, o más
de cada individuo al resto de su propio allá de todo reconocimiento social?
clan, su consideración del otro, su com- El ser humano es social, pero no es
pasión hacia el otro. Y en círculos más solo social; es biológico, pero no es solo
amplios, partiendo de ese recelo o temor biológico: es un ser biocultural. Es por
que nos ha explicado la autora, podría ello que el individuo nunca será escla-
derivarse bien hacia un rechazo explíci- vo de sus determinaciones fisiológicas,
to, bien hacia una consideración integra- pero tampoco de la presión social. Siem-
dora del otro. Y el motivo de este segun- pre habrá un resquicio mayor o menor al
do paso habría que ir a buscarlo no tanto que solo tendrá acceso él mismo, y que
en la naturaleza biológica humana sino “sigue siendo indispensable para que no
en su comportamiento social y cultural, se extinga la vida moral”.
y por ende aprendido, que se ha “mon- El reconocimiento social tiene mu-
tado” sobre la estructura básica (propia cho peso, también nuestra herencia evo-
del homo reciprocans), y que depende lutivamente adquirida, pero asimismo lo
en última instancia de la libertad respon- tiene nuestra conciencia, una conciencia
sable del individuo. que está posibilitada –como digo– por
Si esto es factible es porque efectiva- nuestras estructuras constitutivas.
mente nuestras estructuras constitutivas Y el hecho es que, cuando se ape-
así lo posibilitan. la a la conciencia, aparecen formas de
El ser humano está habilitado consti- vinculación ajenas al contractualismo
tutivamente para el reconocimiento del y al interés egoísta, de manera que se
otro, para el trato digno, para la com- descubren en la base de las relaciones
pasión. De hecho, cuando el ambiente humanas “un vínculo no establecido vo-
social no acompaña, siempre hay indi- luntariamente, sino que ya existe previa-
viduos capaces de sobreponerse a ese mente, y únicamente es posible intentar
injusto orden establecido, porque son romper o reforzar”. Es un vínculo de
capaces de atender otras instancias, que reciprocidad que “nos constituye bási-
no vienen tanto de fuera como de den- camente como seres humanos”.
tro. Y en estos casos en los que el orden Como explica la profesora Corti-
establecido invita a la desconsideración na, sí que es cierto que estos vínculos
y a la injusticia –se pregunta la profeso- son más fuertes entre los individuos
ra–, “¿no queda en la conciencia moral cercanos que los lejanos. Seguramente

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el desarrollo de la historia ha ido más revisión de lo que debe ser una socie-
rápido que nuestra evolución adaptati- dad democrática, en la que el peso de
va, y nuestras capacidades morales no lo institucional no mengüe ni un ápice
han podido seguirla. Pero lo que sería la responsabilidad cívica en la construc-
preciso hacer entonces es nivelar ese ción de una sociedad digna del siglo xxi;
desequilibrio, desarrollando lo que la un siglo en el que el planeta “se ha en-
autora denomina “virtudes cordiales”, cogido”, y en el que la solidaridad y la
elemento fundamental de su conocida justicia deben ir adquiriendo un papel
razón cordial. Y desarrollarlas con todos paulatinamente más relevante, ya no
los medios posibles: educación (formal únicamente en el ámbito institucional
e informal), instituciones públicas y cí- (nacional e internacional), sino también
vicas, etc., único modo de crear un caldo en el individual, lejos de emotivismos
de cultivo que también influiría “en la y posverdades, para no quedarse en un
conformación del cerebro y del carácter mero deseo bienintencionado.
personal y social”. Son dos dimensiones que deben ir de
En este sentido, las nuevas tecno- la mano. Por un lado, la institucional:
logías nos ayudarían a sensibilizarnos “Efectivamente, para no quedar en
frente a problemas humanos ajenos a utopía esta exigencia ha de encarnarse
nuestro entorno cercano; si bien la so- en leyes, y ése es el momento de la res-
ciedad de la (des)información tiene ponsabilidad ética y política, que media
muchos inconvenientes, esta puede ser entre el principio ético de la hospitali-
una virtud: la de acercarnos a situacio- dad compasiva y las condiciones que lo
nes de injusticia radical o de flagrante concretan en los países, en las uniones
dramatismo, y hacer que ya no sean tan supranacionales y en el marco global”.
lejanas, y activar así nuestros resortes Y, por el otro, la personal. Pues este
morales más allá de un reconocimiento reconocimiento no ha de ser únicamente
puramente racional y sin mayor impli- patrimonio de las instituciones, sino que
cación personal inconsecuente. Actitud es preciso también “el reconocimiento
sin duda más cercana a la de la sociedad cordial de que nuestras vidas están ori-
cosmopolita soñada por Kant. ginariamente vinculadas y por eso im-
Como se puede comprobar, se trata porta hacerlas desde la compasión”.
de un libro mucho más ambicioso de lo Un libro, en fin, que da para pensar, y
que en primera instancia pudiera pare- mucho; y sobre todo para actuar.
cer. “Educar para nuestro tiempo exige
Partiendo de una realidad tristemente formar ciudadanos compasivos, capaces
extendida en nuestra sociedad, la autora de asumir la perspectiva de los que su-
ha realizado un análisis exhaustivo de la fren, pero sobre todo de comprometerse
misma, de manera que se extiende a una con ellos”.

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