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Autor: Carmen Codoñer

La Hispania Visigótica
El siglo V en Hispania significa el comienzo de un nuevo período al que se da el nombre de
Hispania visigótica y se extiende desde el año 409, hasta la entrada de los árabes en el 711.
Aunque no es aceptable la denominación de Hispania visigótica para el siglo V, se acepta como
un factor determinante el desprendimiento de la Península hacia Roma debido a los visigodos.

Los visigodos al servicio de Roma

Los comienzos del siglo V constituyen un momento difícil en casi todas las partes del
Imperio romano. El desplazamiento de pueblos bárbaros en dirección a Occidente llega a
afectar incluso a Hispania. En el 409 suevos, vándalos, asdingos y silingos, y alanos irrumpen
por los Pirineos.

Durante dos años los habitantes de Hispania sufren saqueos, asesinatos y pillajes por parte
de los bárbaros. Ya en el 411, gracias a un acuerdo entre los pueblos invasores, se reparten la
Península ocupando cada uno de ellos una zona. La falta de intervención del Imperio a lo largo
de este período se justifica en los problemas que Roma tiene con la entrada de Alarico.

Con el asentamiento de estos, Hispania disfruta de una relativa tranquilidad, hasta el 415,
con la aparición de un nuevo pueblo: el visigodo. La ocupación de la región por Ataúlfo, al
frente del pueblo visigodo, es repetida inmediatamente por Constancio. Obligado a abandonar
el territorio, Ataúlfo entra en Hispania en el 415 y es asesinado ese mismo año; elegido el
nuevo sucesor, se pone de nuevo en marcha el plan de llegar al África.

La situación de los visigodos en el sur de la Península ofrecía a Roma ciertas ventajas a la


hora de ofrecer una alianza (foedus), y el tratado se firma por ambas partes: Valia (el sucesor)
se compromete a librar la provincia de los pueblos bárbaros. Durante dos años, los visigodos se
dedican a luchar contra los bárbaros, acaban prácticamente con los alanos y vándalos silingos.
Finalizado su compromiso, los visigodos se retiran de Hispania en el año 418, para establecerse
en una zona de Galia. Escogen como capital a Tolosa. Los años subsiguientes significan para los
visigodos de la Galia un paulatino aumento del poder, al iniciarse con Teodorico (418-451) la
dinastía que había de durar en el trono a lo largo de un siglo, hasta la muerte de Amalarico en
el año 531.

En la Península, la presencia de los bárbaros se reduce a los suevos que se instalan en la


Bética (419), lo que acarrea inestabilidad a los habitantes de esa provincia. La ayuda imperial
del 422, fracasa y recién en el 429 debido al agotamiento de los recursos de esta zona, los
vándalos pasan a África. Los suevos a partir de la desaparición de los vándalos de la Bética,
comienzan un proceso de expansión (446). La expansión de tropas militares imperiales fijas
facilita las victorias de los suevos.

La fecha del 451, es de gran trascendencia para el futuro de Hispania. Los visigodos y el
Gobierno de Roma, se ven libres de la agobiante preocupación planteada por los hunos, y se
encuentran en condiciones de intervenir enérgicamente en Hispania con la llegada de
Teodorico II al poder en el año 453. La intervención de los visigodos en la Península Ibérica
como foederati del Imperio, va a poner fin a una situación no deseada, la ocupación sueva y los
ataques de los bagaudas. En el 456, el propio Teodorico II derrota a Requiario y acaba
momentáneamente con el poder suevo. Teodorico II no se retira inmediatamente, sino que
después de tomar Mérida, deja un asentamiento visigodo en la ciudad. La finalidad perseguida
es colocar a la población hispanorromana en un status anterior al de la entrada de los
bárbaros.

El reino visigodo de Tolosa

Se produce un afianzamiento entre la población de Hispania y los visigodos de la Galia. La


figura del monarca visigodo adquiere mayor relevancia para los pueblos de la Península
Ibérica. Los visigodos han ampliado el territorio concedido por el Imperio con Eurico (466-484).
La Corte de Tolosa se ha convertido en un centro de atracción incluso para la nobleza
galorromana. El reinado de Alarico II (484-507) introduce un nuevo factor de acercamiento; la
tolerancia religiosa frente a los católicos.

Está registrada una penetración masiva de visigodos en el año 494, con la finalidad de
establecerse definitivamente en la Península y cuya localización no es segura; tal vez esta
última fuera provocada por la acentuada presión de los francos sobre los territorios atlánticos
ocupados por los visigodos en la Galia.

En el 507, los visigodos son derrotados por los francos y muere su rey Alarico II. Esto induce
a intervenir a Teodorico el Grande, el rey ostrogodo de Italia, en un intento de proteger los
derechos de su nieto Amalarico y de unir esfuerzos con los visigodos contra la presión franca. A
partir del 511, comienza un período de la historia visigoda altamente curioso con la regencia
de Teodorico el Grande, que se prolonga a lo largo de 15 años, hasta el 526.

La regencia de Teodorico el Grande

La derrota infligida por los francos a los visigodos traslada el centro de gravedad del poder
de estos últimos al noroeste de Hispania. Evidentemente los seniores Gothurum ocuparían los
puntos estratégicos de la Península, desempeñando en las ciudades puestos de
responsabilidad militar. Parece que Teodorico intentó aplicar en Hispania el mismo sistema
que funcionaba en Italia, restaurando la administración romana, lo cual suponía una estrecha
colaboración con la aristocracia romana del país. El poder militar del reino va a ser confiado a
un ostrogodo. Esta política va acompañada de intentos de conciliación en materia religiosa y
de abundantes matrimonios mixtos, factores ambos que ayudan a sentar las bases entre
ambas aristocracia: la visigoda y la hispanorromana.

La muerte de Teodorico (525) plantea la necesidad de resolver ciertos problemas. Las tropas
ostrogodas vuelven a Italia e Hispania queda liberada de la obligación de proporcionar trigo a
Italia. La subida de Amalarico al trono de los visigodos supone la independización política de
los mismos y la creación de un praefectus Hispaniarum. Parece que la creación de tal
institución responde al propósito de continuar una política semejante a la de Teodorico el
Grande. Esta política de independización va acompañada de una aproximación fallida a los
francos, que termina con la derrota y muerte de Amalarico. Las tropas visigodas proclaman rey
a Teudis (531-548) de origen ostrogodo. Con él desaparece la praefectus Hispaniarum, creada
por Amalarico. Dicha supresión podría interpretarse como el resultado de la tendencia a
eliminar el esquema dualista impuesto por Teodorico, que comportaba la separación de
poderes administrativo y militar. La política de fusión de intereses está apoyada por la actitud
defensiva ante cualquier posible injerencia del exterior. Teudis es asesinado en el 540,
Teudiselo, también ostrogodo, le sucede por poco tiempo, es asesinado en el 549.

Bizantinos y suevos

El siguiente lapso de tiempo ocupado por los reinados de Agila y Atanagildo constituye una
de las fases más caóticas de la España visigoda (549-567). La provincia de la Bética es la región
que menos ha sufrido la invasión bárbara de 409. Los hispanorromanos de ese territorio,
habían adquirido ciertos hábitos de independencia en cada una de las ciudades, y las
dificultades ofrecidas por las ciudades a su integración efectiva en el reino visigodo no eran
fácilmente superables.

La elección de Agila (549) estuvo apoyada por una facción de la nobleza. Agila se ve
obligado a emprender una campaña para tomar Córdoba, pero es vencido (551), y en el 552 la
propia Sevilla se rebela en favor de Atanagildo. Éste pide ayuda a los bizantinos, y juntos
derrotan a Agila. Se produce la ocupación bizantina en el sureste (555). La existencia de un
pacto entre Atanagildo y Justiniano para eliminar a los bizantinos se logra a medias, se
recuperan algunos sectores pero no logran echarlos en su totalidad. Constituyen una provincia
en el sur.

Desplazados del norte, los visigodos fijan la residencia regia en Toledo: su situación y
excelentes comunicaciones permiten dominar todo el territorio peninsular. Hasta el final de la
monarquía visigoda, Toledo se mantendrá como sede central del reino.

La excesiva atención concedida a la España meridional, favoreció la expansión de los suevos


por las zonas limítrofes que ocupaban. Sin embargo, la parte noroeste permaneció en calma
gracias por las buenas relaciones de los visigodos con los merovingios. Se hacían alianzas
matrimoniales para unir fuerzas.

A la muerte de Atanagildo, en el año 568, los asentamientos visigodos se mantenían sin


problemas y existían varias provincias independientes del poder visigodo.

Unificación territorial

El siguiente rey visigodo es Liuva y asocia al poder a su hermano Leovigildo en la Hispania


Citerior, con capital aún es Toledo. Ambos van a actuar juntos en el poder. Leovigildo se casa
con la viuda de Atanagildo, y con esto ejerce su influencia al sur de los Pirineos. Va a tener dos
problemas importantes: relaciones internas (necesidad de fortalecer unidad central) y
situación con los pueblos vecinos (acabar con ellos ya que impiden la unidad territorial). Puede
decirse que los reinados de Leovigildo, Recaredo y Liuva III, que abarcan desde los años 569-
603 forman una unidad.

Empecemos por lo que se refiere a la sumisión de los pueblos coexistentes en Hispania con
los visigodos a mediados del siglo VI. La conversión de los suevos al catolicismo explicaría la
influencia de bizantinos y francos en la conversión al catolicismo, interesados en apoyar a los
suevos frente a los visigodos en estos momentos.

Los primeros años del reinado de Leovigildo, asociado a su hermano Liuva, están dedicados
a la sumisión de los habitantes de la Bética. A partir del 573, el poder queda unificado en
Leovigildo. Inmediatamente hace consortes del reino a sus hijos: Hermenegildo y Recaredo, y
es justo cuando Leovigildo se dirige contra los suevos, que parecen haber iniciado una política
expansionista. El contraataque de Leovigildo consiste en cortar toda posible expansión por el
este, conquista la Cantabria y otras regiones, quedando el reino suevo dividido en dos. El rey
suevo pide una tregua y ya sin ofensiva se dirige al sur contra los bizantinos. Desaparece el
dominio de bizantinos y suevos.

Entrega a su hijo Hermenegildo la provincia de la Bética en el 579. Las razones que llevaron
a Leovigildo no son claras, una de las más habituales es la mala relación que llevaban las
mujeres de estos, una pertenecía al catolicismo (Hermenegildo) y la otra al arrianismo
(Leovigildo). Hermenegildo se asienta en Sevilla como gobernador y declara a Bética como
ciudad capital. Se convierte al catolicismo y toma el título de rey, lo cual supone la
independencia con respecto de Toledo. La rebelión continúa hasta que decide actuar
Leovigildo. En el 582 sitia a Sevilla, y Hermenegildo es tomado prisionero donde luego es
asesinado.

La última fase del proceso de unificación es inmediata, con la muerte del rey suevo,
Leovigildo anexiona el dominio de estos (585). Durante los últimos años del reinado de
Leovigildo se producen enfrentamientos con los francos; es Recaredo el encargado de cortar
los intentos de penetración en territorio visigodo.

Unidad interna

Los visigodos se habían asentado en la Península Ibérica sobre la población existente y ello
comportaba una elección, que fue la fusión con la población hispanorromana. Dos indicios de
la adopción de esta última medida por Leovigildo son perceptibles en su actividad legisladora y
en su política religiosa. Una de las leyes derogadas por Leovigildo es precisamente la que
prohíbe los matrimonios mixtos entre visigodos e hispanorromanos.

Uno de los mayores obstáculos que podía haber encontrado la política de fusión entre
hispanorromanos y visigodos lo constituía la diferente religión profesada por cada uno de los
dos grupos. Leovigildo concibe la unificación religiosa bajo el signo del arrianismo. La
convocatoria de un concilio de Toledo (580) tiene como finalidad tomar medidas para facilitar
el paso de los católicos al arrianismo.

Existía una estrecha semejanza en la estructura social de ambas que demostró ser el mayor
riesgo para la conservación del poder real, es la existencia de una nobleza fundiaria y
eclesiástica. La práctica común en el Bajo Imperio de dar acogida a hombres armados como
séquito privado a cambio de su manutención, coincide con instituciones visigodas como la
clientela. Ambas instituciones evidentemente favorecían las tendencias independistas. La
preocupación primordial de los reyes visigodos a lo largo de la Historia será la necesidad de
reforzar el poder real. Leovigildo será el primero en adoptar una serie de medidas de acuerdo
a ello: vestimenta, moneda propia y la sucesión.

A la muerte de Leovigildo le sucede su hijo Recaredo (586-601). En el 587 se convierte al


cristianismo y convoca a un concilio arriano que parece tener por finalidad discutir los puntos
de divergencia fundamentales entre arrianismo y catolicismo y, de manera indirecta, tal vez la
persuasión de los obispos arrianos. El proceso iniciado con la conversión de Recaredo culmina
con la convocatoria y celebración del Concilio III de Toledo (589), que por su alcance sobrepasa
el terreno puramente religioso para incidir en cuestiones de carácter político. En este concilio
se le concede la facultad de poseer un carácter administrativo. Se produce, por consiguiente,
una interacción entre las dos esferas: la civil y la eclesiástica, concediéndose la nobleza
eclesiástica atribuciones de tipo civil y a la persona del monarca competencias sobre aspectos
eclesiásticos. Uno de los primeros actos, después de la conversión oficial al catolicismo,
consiste en devolver a la Iglesia católica los bienes confiscados por Leovigildo, con la intención
de encontrar apoyo en la jerarquía eclesiástica católica muy influyente.

El paso del arrianismo al catolicismo no supone el cese de las hostilidades con los francos.
La derrota de los francos en la Galia Narbonense hay que considerarla como el final de los
intentos francos por recuperar esa zona. Y con respecto a los bizantinos establecidos en la
zona costera sur, las intervenciones fueron escasas desde el punto de vista militar. Al reinado
de Recaredo, se lo considera pacífico.

La sucesión al trono

La sucesión al trono se realizó bajo el signo de la rebelión interna y del derrocamiento. Los
sucesores no duraban mucho tiempo: Liuva (602-603), Viterico (603-610) y Gundemaro (610-
612). La figura de Sisebuto se destaca por su intervencionismo en los asuntos eclesiásticos,
participando en el nombramiento de obispos. Por otra parte, en los primeros años de su
reinado se impone una política religiosa ferozmente antijudía. A la primera parte de su reinado
corresponden campañas contra los bizantinos y contra los pueblos del norte: vascones y
rucones.

Al nombramiento del nuevo Suintila (621-631) se procedió por elección. Siguiendo la


política de Sisebuto pretende conseguir la unidad territorial. Apunta a los mismos frentes que
su antecesor: los vascones y los bizantinos. Suintila es el primer rey visigodo que logra imponer
teóricamente su poder sobre la Península entera, al expulsar definitivamente a los bizantinos
del sur de la misma. En cuanto a la campaña contra los vascones, son también favorables a los
visigodos. Toda esta actividad militar hay que situarla en los primeros años de su reinado.

Cabe aceptar dos etapas en su reinado: la inicial, favorable a la aristocracia, y la siguiente,


que podríamos llamar autoritaria si damos al término valor de refuerzo del poder real; esta
última postura llevaba a un enfrentamiento con la nobleza de modo inevitable. Las
consecuencias de adoptar medidas contrarias a la nobleza no se hicieron esperar mucho. En el
631, en la Galia Narbonense se produce un levantamiento encabezado por Sisenando, apoyado
por los francos.
La proclamación de Sisenando como monarca (631-636), necesitaba un apoyo, que no
adquirirá hasta la celebración del Concilio IV de Toledo (633). La inestabilidad del poder real
era bien conocida por Sisenando, era urgente la creación de una normativa y su aceptación por
la nobleza. Estas dos finalidades cumple el Concilio IV de Toledo. El rey debe ser elegido por los
obispos y la aristocracia laica, y deben jurarla fidelidad. La participación de los obispos en la
elección conduce a tal vez a un progresivo intervencionismo del rey en los nombramientos
episcopales. Al mismo tiempo se adoptan una serie de medidas restrictivas del poder real. Es
evidente el contenido político del concilio.

Feudalización visigoda

El clima de inseguridad perceptible a través de las disposiciones tomadas en el Concilio IV


de Toledo no es exclusivo del reinado de Sisenando. Hay que achacarlo a la estructuración
misma de la sociedad, que evoluciona en el sentido de la feudalización. Chintila (636-639)
busca en la celebración de un nuevo concilio un apoyo a su poder personal. El V Concilio de
Toledo (636) sigue legislando sobre cuestiones políticas. Una de las decisiones tomadas es la
de prohibir la confiscación de las donaciones hechas por un rey a sus fideles. En el 638 se
reiteran las medidas en el VI Concilio de Toledo y trata el punto de que la elección del rey
insiste en que sea de estirpe gótica. También se tratará sobre los derrocamientos del poder
real, pero tanto en esto como en los siguientes concilios no surtirán efectos.

Los años que van desde la coronación de Recaredo (586) hasta la toma del poder por
Chindasvinto (642) significa un proceso de predominio de la nobleza sobre el poder real. Los
reyes buscan el apoyo de los Concilios, pero cada vez que intentan imponer el poder contra de
los intereses de los nobles, éstos advertirán bien claro que el rey puede dejar de serlo en
cuanto lo nobleza le retire su apoyo. Chindasvinto se propone fortalecer la institución
monárquica y el centralismo del poder. Atendiendo a esta realidad, los fines perseguidos por
este monarca no pueden lograrse salvo en algunos campos: control de la nobleza, eliminando
a los incontrolables, confiscación de bienes en provecho del rey, creación de un cuerpo de
nobles adictos a la persona del monarca, exaltación de la institución monárquica. Con esa idea,
la primera medida tomada por Chindasvinto es deshacerse de aquellos otros nobles que no
son partidarios.

La convocatoria de un Concilio en el 646, el VII, parece haber tenido como finalidad primaria
obligar a jurar la ley a magnates y obispos y a hacerla ratificar con sanciones eclesiásticas para
quien no la cumpla. Resulta difícil de explicar que en el año 649 le rueguen a Chindasvinto que
asocie a su hijo Recesvinto al trono, es extraño si se admite que la asociación al trono era una
de las medidas peor vistas por la nobleza visigoda y que el IV Concilio de Toledo había
sancionado el procedimiento electoral. Chindasvinto aceptó, asoció a su hijo al trono en el año
649 y juntos gobernaron hasta el 653.

Recesvinto comienza a reinar solo en el año 653, y con él cambia la política emprendida por
su padre. Inmediatamente se reúne el Concilio VIII de Toledo (653). Recesvinto ha tenido que
pactar y transigir en algunos aspectos. Uno de los fundamentales es el referente al
fortalecimiento económico personal del rey. En otros aspectos, Recesvinto da la sensación de
haber hecho concesiones. Los funcionarios militares se hacen cargo de los asuntos
desempeñados por los funcionarios civiles, medida que resulta paralela a la ampliación de
poder de los duces provinciae. Esta inclinación a favor de las atribuciones de los funcionarios
militares no es más que la expresión visible del avanzado estado de feudalización.

Los actos más visibles del reinado de Recesvinto: la convocatoria del Concilio VIII de Toledo
y la promulgación del Liber Iudicum (único texto válido frente a los tribunales) pertenecen a los
dos primeros años tras su subida al poder. La celebración del Concilio X de Toledo no da
entrada a cuestiones de carácter político. La presencia de dos grandes bloques: nobleza laica y
eclesiástica es una cuestión de hecho, aceptada. A partir de ese momento ninguno de los reyes
que vengan a continuación.

Anarquía y destrucción del reino

El período entre 672 y 711 suele designarse supervivencia. El carácter independentista de la


nobleza lleva a una fragmentación cada vez mayor: cada dux provinciae cuenta con sus propios
medios de imponerse sobre la zona y, a su vez, cada uno de los nobles que dependen de él
cuenta con posibilidades de actuar independientemente.

Vamba es elegido en el 672 y por primera vez tenemos el testimonio de la unción del
monarca. Ante la rebelión de la Galia Narbonense, envía a pacificar y probablemente dux, se
rebela con el fin de derrocar a Vamba. Ante la peligrosa situación, acaba con la rebelión y
restituyó los bienes robados a la iglesia, renovó los cargos administrativos de la Narbonense y
expulsó a los judíos de la zona para asegurar la pacificación del territorio. Ahora bien, se
promulgó una ley militar, la cual disponía de que en caso de guerra, los jefes militares debían
acudir al llamamiento con sus tropas. Muchos nobles se negaron a prestar servicio,
evidenciándose de ese modo un signo de independencia; al desaparecer hombres libres para
el combate, introdujeron a los esclavos. En el Concilio XII de Toledo (681), puede deducirse una
política de Vamba poco favorable a la nobleza eclesiástica.

Ervigio (680-687) parece haberse apoyado en las jerarquías eclesiásticas, y tal vez en
respuesta a la colaboración ofrecida en el derrocamiento del mismo. El Concilio XIII (683)
vuelve a ocuparse de cuestiones civiles, y eso se deduce como síntomas de un retroceso en las
atribuciones del rey. En el año 687, Ervigio abdica a su yerno Egica (687-702), su política fue
dura con los nobles, ya que se habla de exilios y de renovación de cargos palatinos (una de las
cuestiones civiles del Concillio XIII). A ésta época debe corresponder el más intenso grado de
malestar, que culmina en la rebelión de un grupo de nobles. La debilidad interna del reino
visigodo no repercute todavía en la política exterior.

Con el reinado de Witiza (702-710) se suavizó la postura de su padre; hizo volver del exilio a
todos los nobles expulsados por Egica, les devolvió los bienes confiscados y les restauró en sus
cargos. Nada más sabemos de su reinado, que coincide con la progresiva expansión del Islam
por el norte de África. La sucesión debió enfrentar a la familia de Witiza y la de Rodrigo.
Nombrado Rodrigo, la invasión de los árabes se produce en el momento en que está
empeñado en una campaña contra los pueblos del norte. Después de ser derrotado Rodrigo,
las tropas musulmanas avanzan hacia el norte hasta ocupar Toledo; esta ocupación supone al
final de toda resistencia ante el invasor. Las luchas internas facilitaron en gran medida la
ocupación de la Península por los árabes.

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