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Pensamiento de san agustin y santo tomas en la edad media

Maria claudia calonge


Aurelio Agustín nació el día 13 de noviembre del año 354 d.C. en la ciudad de Tagaste
(hoy la ciudad argelina de Souk Ahras), situada en la provincia romana de Numidia. De
padre pagano y madre cristiana, tuvo dos hermanos, Navigio, contertulio suyo en algunos
diálogos, y Perpetua. Su padre, Patricio, al que Agustín dedica escasa atención en las
Confesiones, era un funcionario municipal de carácter violento y aficionado a la bebida.
Poco antes de morir se convirtió al cristianismo por influencia de su mujer, Mónica, una
devota cristiana que ejerció un gran influjo sobre su hijo y hubo de soportar las
preocupaciones provocadas por el comportamiento de éste en sus años de juventud. Por el
estilo de vida licencioso y disoluto que llevó en esta época- en las Confesiones afirma que
llegó a ser "el más vil esclavo de las bajas pasiones"- le deja insatisfecho e inicia una
búsqueda intelectual para descubrir la verdad acerca de sí mismo. Comenzaba, así, a los 19
años, su larga evolución interior que le llevaría a recibir el bautismo cristiano.

Descubrió la filosofía gracias a la lectura de un libro hoy perdido de Cicerón, el


Hortensius. Se trataba de una exhortación a la filosofía y Agustín se sintió, en seguida,
atraído por ella. Sin embargo, Cicerón no ofrecía soluciones ni explicaciones a sus
problemas morales. Agustín se acercó entonces al maniqueísmo y entró en un grupo de
Cartago. Abrazó durante nueve años esta secta dualista, muy extendida, por entonces, en el
norte de África. Según la doctrina maniquea, no somos nosotros quienes pecamos, sino otra
naturaleza más tenebrosa que se apodera de nuestras almas. El maniqueísmo, por tanto,
ofrecía indudables atractivos a un espíritu como el suyo, atormentado por la lucha moral.
Le daba una respuesta al problema del mal, acuciante para san Agustín a lo largo de toda su
vida.

San Agustín sentó las bases filosóficas de la Edad Media. Gracias a su obra, y a la profunda
influencia que ésta ejerció sobre pensadores como san Anselmo o San Buenaventura, el
neoplatonismo, y con él, la filosofía, en general, sobrevivió en el pensamiento medieval y
en la escolástica.Algunos de los temas fundamentales que aborda San Agustín de Hipona en
su obra son los siguientes:

Fe y razón

Uno de las principales ideas que transmitió a los pensadores de la Edad Media fue la
identificación entre Fe y Razón, entre Religión y Filosofía. Una y otra tienen la misma
finalidad: conocer la verdad indispensable para la salvación del alma y, por ello se las
identifica. El hombre busca alcanzar la verdad porque sólo ella le dará la felicidad, núcleo
de todo el pensamiento agustiniano. Buscar la felicidad se revela como la única causa y el
único fin de la filosofía. La religión y la filosofía son dos medios de que dispone el hombre
para lograr su bien. Ambas tienen un mismo fin la sabiduría, que es verdad y, por tanto,
felicidad.
Agustín busca la verdad absoluta, inmutable y eterna, la cual no puede ser facilitada por los
objetos sensibles, que siempre están cambiando, aparecen y desaparecen; tampoco por el
alma que es contingente y mudable. Sólo Dios es la verdad. La verdad es Dios y de su
iluminación procede el conocimiento de toda la verdad parcial. De ello se comprende que
para San Agustín no pueda establecerse una distinción muy neta entre la razón y la fe. La
iluminación del alma por Dios permite explicar la existencia de ideas innatas sin necesidad
de recurrir a la preexistencia y reencarnación del alma. Hay que creer lo que Dios revela
para llegar a comprender. Pero también la razón puede preceder a la fe, no para demostrar
las verdades reveladas, sino demostrando que es razonable creer. Esta mutua colaboración
entre razón y fe recibe una formulación famosa: Intellige ut credas, Crede ut intelligas
(Sermón 43). La fe ya no es, pues, algo irracional. Para buscarla hay que buscar en el
interior del alma, lo cual culmina en un movimiento hacia lo superior: el transcendimiento
del alma hacia Dios y la superación de lo meramente terreno.

Santo Tomás de Aquino fue uno de los autores más prolíficos de la Edad Media y, desde
luego, el autor del que más trabajos se conservan. Su ingente obra puede dividirse en cinco
clases de escritos: comentarios bíblicos, comentarios filosóficos o teológicos (sobre
Aristóteles, Boecio, etc.), cuestiones disputadas, opúsculos sobre temas diversos y las dos
sumas, Suma contra los gentiles y Suma teológica.

Su obra y su legado, que se ha denominado tomismo, es esencialmente aristotélico aunque


aparecen también muchos elementos agustinianos y, por tanto, platónicos. En ella están
presentes casi todas las principales preocupaciones del pensamiento filosófico y teológico
medieval:

La relación entre razón y fe

La postura de Tomás de Aquino es un intento de encontrar una conciliación entre ambas.


En primer lugar, establece una clara distinción entre ellas: la razón solo puede conocer de
abajo arriba a partir de los datos de los sentidos; en cambio, la fe conoce de arriba abajo, a
partir de la revelación divina. A continuación establece la idea de no contradicción entre fe
y razón: las verdades racionales y las verdades de fe no pueden estar en contradicción pues
la verdad es una sola. No obstante, distingue dos tipos de verdades: las naturales o
racionales, que son proporcionadas por la razón humana, y las sobrenaturales, que son
reveladas por la fe. Santo Tomas cree que hay ciertas verdades que sobrepasan la capacidad
de la razón humana y que solo se alcanzan mediante la fe, como es, por ejemplo, que Dios
es uno y trino. Pero hay otras que sí pueden ser alcanzadas por la razón natural, como es la
existencia de Dios. Dios ha revelado algunas de esas verdades que la razón puede conocer
por sí sola. Estas verdades son llamadas preámbulos de la fe, que sólo pueden ser conocidas
por unos pocos hombres, y no sin errores y dudas, para distinguirlas de los artículos de la
fe, aquéllos que no son cognoscibles por la razón natural.

También distingue un doble orden de conocimiento, el filosófico y el teológico que difieren


por sus objetos: lo alcanzable por la razón natural y los misterios escondidos de Dios,
respectivamente. La coincidencia entre la fe y la ciencia, la teología y la filosofía, está en la
certeza. La distinción y la primacía de la fe sobre la razón no implica un conflicto entre
ambas, porque hay una única verdad. La fe está por encima de la razón y, sin embargo, no
es posible una verdadera disensión entre ellas. Admitirla supondría atentar contra la unidad
de la verdad. Por tanto, santo Tomás, a diferencia del averroísmo, establecía una relación
armónica entre razón y fe, adaptando así el aristotelismo al pensamiento cristiano. La
filosofía y la teología deben colaborar en su común búsqueda de la verdad, aunque por
caminos distintos. Por tanto, para él, no era posible la absoluta independencia de la teología
y la filosofía que se postulaba en el averroísmo.

La existencia de Dios.

Para santo Tomás, por tanto, la existencia de Dios no es un artículo de fe sino un preámbulo
de la fe que se puede demostrar mediante el empleo de la razón. Así, demuestra la
existencia de Dios a partir de la existencia real de cosas cuya propia existencia solo se
explica como efecto de una única causa. Se trata de una demostración a posteriori, es decir,
lo anterior se explica por lo posterior, la causa se explica por sus efectos. Formuló, de este
modo, cinco vías para demostrar la existencia de Dios a partir del principio de que todo lo
que sucede tiene una causa. Se trata del principio aristotélico de causalidad: todo lo que se
mueve es movido por otro pero tiene que haber una primera causa que no es causada: Dios.
Las cinco vías que utilizó santo Tomás para explicar la existencia de Dios son las
siguientes:

 Desde el movimiento del mundo, hasta el motor inmóvil, es decir, el movimiento


del mundo exige un primer motor.
 Desde las causas subordinadas a su vez causadas, hasta la causa primera incausada,
es decir, la causalidad en el mundo exige una causa primera.
 Desde la contingencia del mundo hasta el ser necesario, es decir, la contingencia de
los seres exige un ser necesario.
 Desde los grados de perfección de las criaturas, hasta el ser infinitamente perfecto.
Toma ahora elementos platónicos y neoplatónicos como los principios de los grados
del ser y la perfección. Según éste último, Dios es el modelo supremo al que imitan
imperfectamente las criaturas. Así, si Dios es la perfección misma, las criaturas
participan e imitan esa perfección.
 Desde el orden del mundo en el que todas las criaturas actúan por un fin, hasta la
inteligencia suprema ordenadora.

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