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FRAGMENTOS DE ENTREVISTAS, DISCURSOS Y ENSAYOS DE ROBERTO BOLAÑO

Autorretrato

Nací en 1953, el año en que murió Stalin y Dylan Thomas. En 1973 estuve ocho días detenido por los
militares golpistas de mi país y en el gimnasio en donde tenían a los presos políticos encontré una revista
inglesa con un reportaje fotográfico de la casa de Dylan Thomas en Gales. Yo creía que Dylan Thomas había
muerto pobre y la casa me pareció magnífica, casi como una casa encantada en medio del bosque. No había
ningún reportaje sobre Stalin. Pero esa noche soñé con Stalin y Dylan Thomas; ambos estaban en un bar de
Ciudad de México, sentados a una mesa pequeña y redonda, una mesa para echar un pulso, pero ellos no
echaban un pulso sino que competían para ver quién de los dos aguantaba más bebiendo. El poeta galés bebía
whisky y el dictador soviético vodka. A medida que el sueño transcurría, sin embargo, el único que
parecía cada vez más mareado, cada vez más al borde de la náusea, era yo. Eso por lo que respecta a mi
nacimiento. Por lo que respecta a mis libros debo decir que he publicado cinco poemarios, un volumen de
cuentos y siete novelas. Mis poemas casi no los conoce nadie, lo que probablemente esté bien. Mis libros de
prosa tienen algunos lectores fieles, lo que probablemente sea inmerecido. En Consejos de un discípulo de
Morrison a un fanático de Joyce (1984), escrita en colaboración con Antoni García Porta), hablo de la violencia.
En La pista de hielo (1993), hablo de la belleza, que dura poco y cuyo final suele ser desastroso. En La
literatura nazi en América (1996), hablo de la miseria y de la soberanía de la práctica literaria. En Estrella
distante (1996), intento una aproximación, muy modesta, al mal absoluto. En Los detectives salvajes (1998),
hablo de la aventura, que siempre es inesperada. En Amuleto (1999), procuro entregar al lector la voz
arrebatada de una uruguaya con vocación de griega. Omito mi tercera novela, Monsieur Pain, cuyo argumento
es indescifrable. Aunque vivo desde hace más de veinte años en Europa, mi única nacionalidad es la chilena, lo
que no es ningún obstáculo para que me sienta profundamente español y latinoamericano. En mi vida he
vivido en tres países: Chile, México y España. He ejercido casi todos los oficios del mundo, salvo los tres o
cuatro que alguien con cierto decoro se negará siempre a ejercer. Mi mujer se llama Carolina López y mi hijo
Lautaro Bolaño. Ambos son catalanes. En Cataluña, también, aprendí el difícil arte de la tolerancia. Soy mucho
más feliz leyendo que escribiendo.
Entre paréntesis (2004)
"Déjenlo todo, nuevamente". Primer Manifiesto Infrarrealista- México D. F., 1976

“Hasta los confines del sistema solar hay cuatro horas-luz; hasta la estrella más cercana, cuatro años-luz. Un
desmedido océano de vacío. Pero ¿estamos realmente seguros de que sólo haya un vacío? Únicamente
sabemos que en este espacio no hay estrellas luminosas; de existir, ¿serían visibles? ¿Y si existiesen cuerpos
no luminosos, u oscuros? ¿No podría suceder en los mapas celestes, al igual que en los de la tierra, que estén
indicadas las estrellas-ciudades y omitidas las estrellas-pueblos?”.
(…)
¿Quién ha atravesado la ciudad y por única música sólo ha tenido los silbidos de sus semejantes, sus propias
palabras de asombro y rabia?

El tipo hermoso que no sabía


que el orgasmo de las chavas es clitoral

(Busquen, no solamente en los museos hay mierda). (Un proceso de museificación individual). (Certeza de que
todo está nombrado, develado). (Miedo a descubrir). (Miedo a los desequilibrios no previstos).
*
Nuestros parientes más cercanos:
los francotiradores, los llaneros solitarios que asolan los cafés de chinos de latinoamérica, los destazados en
supermarkets, en sus tremendas disyuntivas individuo-colectividad; la impotencia de la acción y la búsqueda
(a niveles individuales o bien enfangados en contradicciones estéticas) de la acción poética.
(…)
Nos anteceden las MIL VANGUARDIAS DESCUARTIZADAS EN LOS SESENTAS.
(…)
La verdadera imaginación es aquella que dinamita, elucida, inyecta microbios esmeraldas en otras
imaginaciones. En poesía y en lo que sea, la entrada en materia tiene que ser ya la entrada en aventura. Crear
las herramientas para la subversión cotidiana. Las estaciones subjetivas del ser humano, con sus bellos árboles
gigantescos y obscenos, como laboratorios de experimentación. Fijar, entrever situaciones paralelas y tan
desgarradoras como un gran arañazo en el pecho, en el rostro. Analogía sin fin de los gestos. Son tantos que
cuando aparecen los nuevos ni nos damos cuenta, aunque los estamos haciendo / mirando frente a un espejo.
Noches de tormenta. La percepción se abre mediante una ética-estética llevada hasta lo último.
(…)

Hacer aparecer las nuevas sensaciones -Subvertir la cotidianeidad

O.K.
DÉJENLO TODO, NUEVAMENTE
LÁNCENSE A LOS CAMINOS
Bolaño por sí mismo. Entrevistas escogidas. Compilación de Andrés Braithwaite (2006)
“El territorio que marca a mi generación es el de la ruptura. Es una generación muy rupturista, es una
generación que quiere dejar atrás no solo el boom sino lo que genera el boom, que es una generación de
escritores muy comerciales. Es el territorio del parricidio por un lado. Y por otro lado es el territorio de lo
borgeano. Hay que investigar todos los flecos, todos los caminos que ha dejado Borges” (2003).

“Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay
escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder
e casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo ¿quiénes son
los herederos oficiales de García Márquez? Pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A
mí García Márquez me resulta cada vez más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones.
¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como
lectores hemos llegado a un punto en donde aparentemente no hay salidas. Como escritores hemos llegado
literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar, pero hay que cruzarlo y ése es nuestro trabajo,
encontrar la manera de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos
abuelos) no sirve para nada; al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos despeñarnos en el
precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que tampoco garantiza nada” (2001).

“El único deber de los escritores es escribir bien y, si puede ser, algo mejor que bien: intentar la excelencia. (…)
Los temas siempre son los mismos, desde la Biblia y desde Homero. Según Borges, no son más de cinco. En las
estructuras, por el contrario, las variantes son infinitas. Podemos construir obras de mil maneras diferentes y
aun así estaríamos solo en el principio. Por descontado, no creo que la literatura esté agotada” (2002).

“Chile es hoy un país en donde ser escritor y ser cursi es casi lo mismo. Los escritores chilenos actuales que
están en el hit parade son muy malos y todo el mundo sabe que son muy malos (y además de malos, trepas,
plagiarios, tipos capaces de todo por conseguir un trozo de respetabilidad), pero nadie lo dice. Yo espero que
los jóvenes que tomen el relevo cambien este panorama tan pacato y provinciano” (2003).

“Los escritores chilenos, con alguna excepción, no quieren tener ningún problema. Solo quieren que se les
quiera, que de ser posible un día se les vea instalados en una agregaduría cultural, que hablen bien de ellos.
Escalar, escalar siempre, buscar y conseguir el éxito, aunque el éxito sea tan pequeño como Chile mismo. En
esta feria de vanidades, en este baile de salón entre los siúticos y los cuicos, brilla todo, menos la literatura”
(2000).
Entre paréntesis (2004)
“Discurso de Caracas”
Discurso leído en ocasión de recibir el premio Rómulo Gallegos en 1998.

(…) Lo cierto es que soy chileno y también soy muchas otras cosas. Y llegado a este punto tengo que
abandonar a Jarry y a Bolívar e intentar recordar a aquel escritor que dijo que la patria de un escritor es su
lengua. No recuerdo su nombre. Tal vez fue un escritor que escribía en español. Tal vez fue un escritor que
escribía en inglés o francés. La patria de un escritor, dijo, es su lengua. Suena más bien demagógico, pero
coincido plenamente con él, y sé que a veces no nos queda más remedio que ponernos demagógicos, así como
a veces no nos queda más remedio que bailar un bolero a la luz de unos faroles o de una luna roja. Aunque
también es verdad que la patria de un escritor no es su lengua o no es sólo su lengua sino la gente que quiere.
Y a veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria. Y otras veces la única patria de un
escritor es su lealtad y su valor. En realidad muchas pueden ser las patrias de un escritor, a veces la identidad
de esta patria depende en grado sumo de aquello que en ese momento está escribiendo. Muchas pueden ser
las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad
de la escritura. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir
maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer
cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en
lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde
del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que
uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la
losa que cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una folclórica andaluza, es
un peligro.

“Literatura y exilio” (2000)

(…) Literatura y exilio son, creo, las dos caras de la misma moneda, nuestro destino puesto en manos del
azar. Sin salir de mi casa conozco el mundo, dice el Tao Te King, e incluso así, sin salir uno de su propia casa, el
exilio y el destierro se hacen presentes desde el primer momento. La literatura de Kafka, la más esclarecedora
y terrible (y también la más humilde) del siglo XX, así lo demuestra hasta la saciedad. Por supuesto, por el aire
de Europa suena una cantinela y es la cantinela del dolor de los exiliados, una música hecha de quejas y
lamentaciones y una nostalgia difícilmente inteligible. ¿Se puede tener nostalgia por la tierra en donde uno
estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la
injusticia? La cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras zonas depauperadas
o traumatizadas insiste en la nostalgia, en el regreso al país natal y a mí eso siempre me ha sonado a mentira.
Para el escritor de verdad su única patria es su biblioteca, una biblioteca que puede estar en estanterías o
dentro de su memoria. El político puede y debe sentir nostalgia, es difícil para un político medrar en el
extranjero. El trabajador no puede ni debe sentir nostalgia: sus manos son su patria. (…)
“Un narrador en la intimidad” (2001)
Mucho más importante que la cocina literaria es la biblioteca literaria (valga la redundancia). Una
biblioteca es mucho más cómoda que una cocina. Una biblioteca se asemeja a una iglesia mientras que una
cocina cada día se asemeja más a una morgue. Leer, lo dijo Gil de Biedma, es más natural que escribir. Yo
añadiría, pese a la redundancia, que también es mucho más sano, digan lo que digan los oftalmólogos. De
hecho, la literatura es una larga lucha de redundancia en redundancia, hasta la redundancia final.

“Consejos sobre el arte de escribir cuentos” (1998)


Como ya tengo cuarentaicinco años, voy a dar algunos consejos sobre el arte de escribir cuentos:

1) Nunca aborde los cuentos de uno en uno. Si uno aborda los cuentos de uno en uno, honestamente, uno
puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte.

2) Lo mejor es escribir los cuentos de tres en tres, o de cinco en cinco. Si se ve con energía suficiente,
escríbalos de nueve en nueve o de quince en quince.

3) Cuidado: la tentación de escribirlos de dos en dos es tan peligrosa como dedicarse a escribirlos de uno en
uno, y además lleva en su interior el juego más bien pegajoso de los espejos amantes: una doble imagen que
produce melancolía.

4) Hay que leer a Quiroga, hay que leer a Felisberto Hernández, y hay que leer a Borges. Hay que leer a Rulfo y
a Monterroso. Un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Sí
que leerá a Cortázar y a Bioy Casares, pero en modo alguno a Cela y a Umbral.

5) Lo repito una vez más por si no ha quedado claro: a Cela y a Umbral, ni en pintura.

6) Un cuentista debe ser valiente. Es triste reconocerlo, pero es así.

7) Los cuentistas suelen jactarse de haber leído a Petrus Borel. De hecho, es notorio que muchos cuentistas
intentan imitar a Petrus Borel. Gran error: ¡deberían imitar a Petrus Borel en el vestir! ¡Pero la verdad es que
de Petrus Borel apenas saben nada! ¡Ni de Gautier, ni de Nerval!

8) Lleguemos a un acuerdo. Lean a Petrus Borel, vístanse como Petrus Borel, pero lean también a Jules Renard
y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges.

9) La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra.

10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe pensar en el
nueve. De ser posible: de rodillas.

11) Libros y autores altamente recomendables: De lo sublime, el Seudo Longino; los sonetos del desdichado y
valiente Philip Sidney, cuya biografía escribió Lord Brooke; La antología de Spoon River, de Edgar Lee
Masters; Suicidios ejemplares, de Enrique Vila-Matas, y Mientras ellas duermen, de Javier Marías.

12) Lean estos libros y lean también a Chéjov y a Raymond Carver, uno de los dos es el mejor cuentista que ha
dado este siglo.

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