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Seminario Conciliar de Yucatán

Libros Proféticos del AT


Pbro. Rodrigo Santos
Tomás Eduardo Kú Pech
Comentario

«Tres preguntas para nuestro tiempo»

El artículo de José Luis Sicre responde a tres preguntas, las cuales son: ¿Sirvió de algo la crítica profética? ¿Qué
debe distinguir a la denuncia profética? ¿Corrige el NT (Jesús) a los profetas?

Respondiendo a la primera pregunta, Sicre menciona que a primera vista se puede tener una respuesta pesimista,
pero que el mensaje profético trasciende momentos y tiempos con la siguiente afirmación: “no promovieron el
levantamiento del pueblo… ni hicieron planes concretos de reforma, pero llevaron a cabo una revolución muy
importante: la revolución de las ideas”. Un texto profético causa más impacto social que uno sapiencial, y aquí
radica la “utilidad” de la profecía, es un movimiento de ideales destinadas a realizarse, algo así como en el método
prospectivo: se parte de un ideal realizable, que paulatinamente se irá concretizando.

Partiendo de la segunda pregunta, el autor muestra 7 puntos que deben caracterizar la denuncia profética las cuales
son: partir del amor a las personas oprimidas, de un compromiso con los pobres de la tierra; mostrar preocupación
por los débiles; vincular la exigencia de justicia con la voluntad de Dios; conversión del corazón y no sólo de las
estructuras; la cuestión social no es lo único absoluto; amor a los enemigos, dándoles una oportunidad de
conversión; mantener la esperanza en Dios, exigiendo un compromiso concreto con ese Reino de Dios.

Para responder la última pregunta, Sicre desarrolla dos puntos: las semejanzas y desemejanzas de Jesús con los
profetas, señalando algunas ideas sobre el mensaje de Jesús y la forma de interpretarlo de la Iglesia primitiva. Son
tres las semejanzas que encuentra: la sensibilidad, siendo inclusive más radical que la de los profetas, bastaba con
ser insensible para ser “denunciado” por Jesús, como se muestra en la parábola del rico Lázaro; ponerse de parte
de los débiles, Jesús escoge y prefiere lo pobre y humilde, siendo más claro en su postura que la de los profetas;
condenar de forma tajante la riqueza (idolátrica) como gran rival de Dios. Vemos como Jesús asume el ideal
profético del AT y lo lleva a su radicalidad y plenitud en sus opciones de vida por los pobres. En cuanto a las
diferencias podemos indicar lo siguiente: da más importancia a la exhortación que a la denuncia; es un animador
y concejero con dos directrices: la renuncia radical y la actitud de servicio. Para Jesús y la Iglesia primitiva, los
bienes terrenales sólo tienen sentido si se ponen al servicio de los demás (pobres), por lo que son una
responsabilidad, “convirtiéndonos” en la providencia (manos) de Dios para con los necesitados. Otro punto de
diferencia son los destinatarios del mensaje: Jesús se dirige preferentemente a los pobres. Además, el Reino o el
reinado del que habla no es exclusivamente futurista, sino que comienza en esta tierra y en esta realidad que va
creciendo y con la que debemos colaborar (el ya pero todavía no). Pudiéramos señalar dos objetivos que se
complementan: uno a largo y otro a corto plazo, mientras tendamos y no olvidemos el objetivo a largo plazo
(Reinado de Dios en un mundo de justicia, de paz y de igualdad: la vida eterna) el objetivo a corto plazo (comida
y el vestido, cf. Mt 6,25) tendrá sentido.

Como conclusión podemos decir junto con Sicre, que Jesús no vino a eliminar el mensaje de los profetas, ya que
no se enajena de los problemas terrenales, pero es más realista, al pretender cambiar la sociedad comenzando con
una semilla, que luego dé paso a un árbol futuro, con una pequeña comunidad (Iglesia) que sea como levadura en
la masa; es necesario por tanto recuperar el ideal del Reino en nuestro mensaje cristiano contemporáneo, mirando
hacia el cielo pero con los pies bien puestos en la tierra, siendo exigentes y radicales para compartir nuestra vida
y nuestros bienes con los demás. Es tiempo de asumir y tomar postura: no vamos a cambiar la sociedad actual y
resolver todos sus problemas de un día para otro, pero sí podemos ayudar a cambiar al hombre (conversión del
corazón) y de aquí partir hacia las estructuras; nos toca poner los primeros cimientos, o más bien continuar lo que
ya otros “profetas” o santos de hoy, han ido poniendo en la sociedad. Es tiempo de ser cristianos profetas con
anhelos de esperanza en cada fibra del cuerpo y de las acciones o planes pastorales que llevemos a cabo.

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