Sei sulla pagina 1di 3

Facultad de Teología

Diócesis de Vitoria
Tema 1: Espiritualidad sacerdotal hoy – Tema 2: La configuración con Cristo.
Profesor: D. Juan Carlos Elizalde Espinal
Alumno: Marcos Eduard Camayo Campo

Considerando la cultura y costumbres del hombre contemporáneo, se evidencian diferentes


manifestaciones que denotan una experiencia si bien no de fe, sí de apertura a la
trascendencia, principalmente de tradición cristiana, el esfuerzo evangelizador de la iglesia ha
impregnado el imaginario cultural con una estética, moral y doctrina religiosa; para tal
consecuencia han sido de capital importancia el ejercicio sacerdotal a lo largo de la historia,
una tarea que toma su impulso en el anuncio misionero de Jesús a los Apóstoles (Cfr. Mt 28,
16-20; Mc16,15-16; Lc 24,47; Hch 2, 38ss) y que ha sido continuado por la Iglesia con gran
esfuerzo delante de las asechanzas del mal, cada siglo de historia del cristianismo ha tenido
su motivo para elevar una súplica a Dios como remitente de la Buena noticia del Evangelio.
Los sacerdotes, de la mano de sus obispos, son los continuadores de la tarea de
evangelización hoy, en medio de colectivos ambivalentes, erotizados y eclécticos

Es por esto que, la identidad sacerdotal, resulta un tema vigente e imperante en la teología
espiritual contemporánea; no solo es una apología del sacerdocio, si no una oportunidad de
rodear y proteger al colectivo social y concretamente al pueblo de Dios de aquello que lo
pueda llevar a la destrucción. Partiendo de las líneas compartidas en clase de J. M. Uriarte, se
pueden extraer algunas ideas, expuestas a continuación.

Dentro de la introducción elaborada por el autor, se describen algunos “rasgos culturales”


que matizan la espiritualidad del sacerdote hoy. En primer lugar se identifica Una cultura
impregnada de narcisismo, en los últimos dos siglos se pueden apreciar cuatro tipos de
personalidad: la histérica, la autoritarista, la depresiva y la narcisista, este último con
elementos positivos para la constitución del carácter de una persona y más aún de un
presbítero cuando se ve inmerso en realidades colectivas propias de su oficio, denominado
por las ciencias humanas como autoestima, no obstante se debe reconocer la presencia de un
grupo de sacerdotes afectado por desviaciones que aquejan su sensibilidad y definición del
“yo”, se caracterizan por: tolerar “con mucho dolor las tensiones inevitables en la vida
pastoral, las desatenciones o indelicadezas de los sacerdotes, el olvido de los responsables
diocesanos, las dificultades evangelizadoras. Sufren intensamente cuando alguna iniciática
pastoral no ha tenido el eco que esperaban. Echan de menos los gestos de aprecio, confianza
y valoración de sus superiores. En el fondo su autoestima es baja.”1

En segundo lugar se encuentra el individualismo, como manifestación desequilibrada de la


persona humana, su singularidad subjetiva hiere y debilita la solidaridad, en términos teóricos
solo puede ser contrarrestada por la cultura del vínculo, llama la atención, por ejemplo, que en
Gran Bretaña se instituyera el Ministerio de la soledad a raíz de la preocupación, ahora
incluso, del estado2. En el ámbito eclesial esta realidad no solo afecta a los laicos, sino cada
vez con mayor contundencia a los presbíteros quienes rechazan todo aquello que no tiene
valor para él, no que no le sirve o simplemente no le gusta, evade los compromisos, aborrece
la fidelidad, no hay apertura con los superiores, si se dan, son diálogos calculados y

1 J. M. URIARTE, Ser sacerdote en la cultura actual, Pag. 22.


2 La soledad, un mal contemporáneo mundial que en Reino Unido ahora es asunto de Estado, 18.01.2018 -
https://www.bbc.com/mundo/noticias-42723066
pretenciosos, rechaza los órganos de control de las instituciones, en síntesis se encuentra con
sacerdotes que operan balo el lema “yo, mi, me y con mi ego”.

Un tercer punto de reflexión: la liberación sexual. Citando a A. Berge, se refiere a la misma


como “la única revolución que ha triunfado”, sus etapas se pueden identificar con la ruptura
de la sexualidad con el matrimonio, la procreación y el amor; constantemente el hombre y el
presbítero de hoy, recibe estímulos eróticos que crean una permanente “alerta sexual” que
conduce a una excitabilidad sexual desmedida. Con todo, en esta esfera erótica se crea una
“fijación erótica” que en la historia remonta a estados arcaicos de la evolución sexual,
facilitando conductas compulsivas que propician la violencia en las relaciones sexuales. Es
una acto de soberbia del mundo de hoy, donde la conducta moral no viene iluminada por la
enseñanza de la fe, sino que es fruto de la subjetividad del hombre, donde no cabe la razón
ni la fe, un escenario que solo da lugar a lo consensuable. Contrario a la enseñanza de algunos
de lo contranatura que resulta la práctica de la castidad en el celibato, la iglesia continúa su
enseñanza y práctica, reclama una reflexión cada vez más profunda y acertada puesto que
cada vez se asiste más tempranamente a ambientes eróticos como personas y colectivos
sociales, con todo, recuerda Jon Sobrino que “No se puede ser célibe sin vivir con pasión el
ministerio”.

Como cuarto tema de reflexión se encuentra el debilitamiento del sentido de pertenencia. Es


necesario para gozar de favorable salud psíquica debe haber claridad en las cinco pertenencias
básicas. La familia, la comunidad humana próxima, el ámbito sociocultural al cual se forma
parte, la comunidad eclesial eucarística local y universal, la humanidad, Dios; de tal manera
que se conlleve a los cuatro verbos generadores del sentido de pertenencia: Convivir,
concelebrar, colaborar y compartir. En contraste con la facilidad del hombre de hoy a
adherirse con mayor facilidad a microgrupos humanos próximos, como iglesia universal, los
presbíteros y el pueblo de Dios, ve el cuerpo eclesiástico y la figura del Sumo pontífice como
patrimonio sólido. No obstante, resulta urgente una promoción en este sentido en las
diócesis y presbiterios cuando se encuentran polarizaciones en las comunidades parroquiales,
diocesanas y religiosas, así como crecimiento de distancias psíquicas.

Por otra parte se identifica una cultura que acentúa la satisfacción de los deseos, es decir, un
desmesurado anhelo de consumir y acumular, pasando por modelos de producción que
destruyen incluso la casa común. Genera un círculo vicioso que conlleva al hombre a sentirse
como el “eternamente decepcionado” (Eric Fromm). En la vida presbiteral tal ideología
contrasta con los principios evangélicos de pobreza y distancian al sacerdote de su
predilección por los más pobres, imposibilita la solidaridad y la promoción de una sociedad
más justa, el presbítero de hoy solo encuentra la realización de su ministerio y de su ser
individual abrazando estilos de vida que produzcan libertad y alegría, es necesario suprimir
muchas necesidades que son innecesarias. Sucede como la parábola del Señor denominada
por el rico Epulón y el pobre Lázaro (Cfr. Lc 16, 19-31), es el encuentro de dos pobres, uno
material y el segundo de fe; el Papa Francisco insiste constantemente en la no mundanización
de la fe, palabras que encajan perfectamente en este anhelo de justicia, incluso dentro de la
iglesia.

Un sexto punto de reflexión es una cultura que no consolida la “confianza básica”, el hombre
contemporáneo, hijo de las etapas precedentes, lleva en su patrimonio cultural altas metas
logradas como humanidad que le han llevado a suficiencia en conocimientos y dominio del
mundo, lleva un sentimiento colectivo de autosuficiencia pero que contrasta con un “déficit
de confianza básica” o en palabras más divulgativas: inseguridad radical, caracterizado por
una mezcla de intensa ambición y grandes fantasías, sentimientos de inferioridad,
dependencia de aprobación e insatisfacción subjetiva. Desconfía de sí, de los otros y del
Otro. Podría encontrarse una causal de este fenómeno en la disfuncional relación de los
niños con sus padres, verbi gratia, paternalismo, autoritarismo, abandono, etc. “Los niños que
gozan de estabilidad familiar tienen una seguridad vital mayor”.3 En la realidad de los
presbíteros se materializa esta problemática en clérigos con cuadros de ansiedad, prisa
inmotivada; hiper-responsabilidad, incapacidad de desconectarse del activismo, incapacidad
de escuchar a la gente… y a Dios. Esta carencia solo la puede llenar la experiencia de la
cercanía de Dios.

Por último Una cultura con Dios al margen. En síntesis es la experiencia de la indiferencia delante
de Dios, como fruto de la modernidad, se ha enquistado en el corazón y en la mente del
hombre la duda que ha mutado en ser indiferente de cara a Dios, la forma no intermedia
entre el creyente y el ateo, sino la manera más radical del alejamiento de Dios. No obstante,
se evidencia un crecimiento de experiencias del trascendente, contrario a la profecía de A.
Comte, el hombre contemporáneo se ha apartado de experiencias de espiritualidad a
prácticas espiritualizadas que sacian su sed de trascendencia. El autor se interroga si la
humanidad y la realidad cristiana asiste a una época post-religiosa, a muchos presbíteros les
cuesta aceptar que al atardecer de su vida, luego de tantos esfuerzos se encuentran con una
realidad religiosa muy etérea. Frente a este déficit religioso son oportunas las palabras de la
Conferencia episcopal española al invitar a los formandos al sacerdocio a una configuración
permanente con Cristo: Sacerdote, Cabeza, Siervo, Pastor y Esposo.4

Conclusión personal

Señor, os agradezco que me hayáis atado así. A veces he encontrado penosos vuestros mandamientos. Mi
voluntad, en presencia de vuestra regla, perpleja, reacia. Pero hoy no hay manera de estar más apretado con
vos que lo estoy, y por más que examine cada uno de mis miembros, no hay ni uno solo que de vos sea capaz
de separarse. Verdad es que estoy atado a la cruz, pero la cruz no está atada a soporte alguno. Flota en el
mar

Con esta oración, Paul Claudel, en su obra El zapato de raso, citado por el Cardenal Ratzinger
en su libro Introducción al Cristianismo, se puede contemplar el clamor del hombre creyente y
por tanto del presbítero con relación a la experiencia de la fe, una fe que se encuentra entre
el rechazo, la decisión y pasando por la permanente duda de si ha depositado su esperanza,
sentido y existencia en piso firme sobre el cual pueda desarrollarse. El fenómeno de la
modernidad ha desembocado en un sin número de realidades, reseñadas someramente en
este artículo, el hombre contemporáneo asiste a un mundo ya mucho más que globalizado.
Luego de la descripción y reflexión leída me parece que el sacerdote de la actualidad deberá
esforzarse por encontrar la voz de Dios en su vida personal, permanecer y perseverar en la
confianza que ofrece la fe, tener el grado sumo y divino de quien nos hemos confiado (Cfr.
2 Tm 1,12). Resultan siempre vigentes los consejos evangélicos del Señor y que reclaman la
configuración personal del sacerdote con el Sacerdocio de Cristo: Obediente, Célibe y Pobre.

3 J. M. URIARTE, Ser sacerdote en la cultura actual, Pag. 44.


4 Cfr. CEC, Plan de formación para los seminarios mayores de España, P 39.

Potrebbero piacerti anche