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Autoras Compiladoras:
Editores:
Emilio Gautier C.
Berenice Ojeda J.
Diseño y Diagramación:
Sandra Gaete Z.
Maestría en Educación
Universidad ARCIS
Programa Certificado por CPEIP
Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas
Of. Registro Público Nacional de Perfeccionamiento
República de Chile
Ministerio de Educación
Universidad ARCIS
Libertad 53 / Santiago de Chile
www.uarcis.cl
Programa Académico 7
Objetivos generales del curso 7
Objetivos específicos por capítulo 7
Objetivos del primer capítulo 7
Objetivos del segundo capítulo 7
Objetivos del tercer capítulo 8
Objetivos del cuarto capítulo 8
Contenidos 8
Bibliografía obligatoria 9
Bibliografía complementaria 11
Presentación 13
Introducción 15
Capítulo I
El Proyecto Moderno: Contenidos, Legitimación y Crítica 19
1.1. La modernidad como promesa 23
1.2. La modernidad como experiencia 26
1.3. La modernidad como modernización 28
1.4. La modernidad como crítica de la razón 29
1.4.1. Friedrich Nietzsche 30
1.4.2. Sigmund Freud 35
1.4.3. Max Weber 35
Capítulo II
Modernidad e Identidad en América Latina 39
2.1. La identidad latinoamericana como problema 39
2.2. Interpretaciones teóricas de la identidad latinoamericana 42
Capítulo III
La Educación en su Concepción Moderna 49
3.1. El proyecto educativo de la modernidad 49
3.1.1. La escolarización de la enseñanza 50
3.1.2. La estatalización de la enseñanza y la construcción
de sistemas nacionales de educación 53
3.1.3. La pedagogía moderna y la pedagogización de la
infancia 54
Capítulo IV
Modernidad y Educación en América Latina 57
4.1. El proyecto liberal del siglo XIX 58
4.2. El proyecto positivista de finales del siglo XIX y comienzos
del siglo XX 59
4.3. El proyecto populista-industrialista de la primera mitad
del siglo XX 60
4.4. El proyecto desarrollista cepaliano de los años sesenta 61
4.5. El proyecto socialista 62
4.6. El proyecto neoliberal 62
4.7. El proyecto cepaliano de crecimiento con equidad 63
Lecturas Obligatorias
Lecturas Capítulo I
El Proyecto Moderno: Contenidos, Legitimación y Crítica 65
Lectura Nº 1:
Kant, Immanuel. “Respuesta a la Pregunta por la Ilustración”,
en ¿Qué es la Ilustración? 65
Lectura Nº 2:
Marx, Carlos y Engels, Federico. “Burgueses y Proletarios” y
“Conclusión: Actitud de los Comunistas ante los
otros Partidos de Oposición” (fragmento) Manifiesto del Partido
Comunista, en: Ponce, Aníbal, Biografía del Manifiesto Comunista 77
Lectura Nº 3:
Nietzsche, Friedrich. “Nuestro Asombro” (46), “Procedencia de
lo Lógico” (111), “Instinto de Rebaño” (116), “El Hombre
Frenético” (125), en La Ciencia Jovial: La Gaya Scienza 93
Lectura Nº 4:
Nietzsche, Friedrich. “Del Amor al Prójimo” y “De la
Superación de sí Mismo”, en Así hablaba Zaratustra 101
Lectura Nº 5:
Nietzsche, Friedrich. “Sobre el Porvenir de Nuestras
Escuelas”, 1ª Conferencia, en Savater, Fernando. El Valor de Educar 107
Lectura Nº 6:
Freud, Sigmund. “Prólogo a la Edición en Hebreo”, en Totem y
Tabú y Otras Obras (1913-1914) 109
Lectura Nº 7:
Weber, Max. “El Político como Vocación”, en El Político y el Científico 117
Lectura Nº 8:
Berman, Marshall. “Brindis por la Modernidad”, en Casullo, Nicolás
(compilador), El Debate Modernidad - Pos Modernidad 137
Lectura Nº 9:
Habermas, Jürgen. “La Modernidad: un Proyecto Incompleto”, en
Casullo, Nicolás (compilador). El Debate Modernidad -
Pos Modernidad 161
Lecturas Capítulo II
Modernidad e Identidad en América Latina 177
Lectura Nº 1:
Morandé, Pedro. “Cultura y Modernización en América Latina” 177
Lectura Nº 2:
Paz, Octavio. El Laberinto de la Soledad 183
Lectura Nº 3:
Sarlo, Beatriz. Una Modernidad Periférica: Buenos Aires
1920 y 1930 203
Lectura N°4:
Larraín, Jorge. Modernidad, Razón e Identidad en América Latina 235
Lectura N°5:
García Canclini, Néstor. Culturas Híbridas. Estrategias para
Entrar y Salir de la Modernidad 259
Lectura N°6:
Brunner, José Joaquín. “América Latina en la Encrucijada de la
Modernidad”, en Cartografía de la Modernidad 275
Lecturas Capítulo III
La Educación en su Concepción Moderna 305
Lectura Nº 1:
Pineau, Pablo. La Escuela como Máquina de Educar 305
Lectura Nº 2:
Norodowsky, Mariano. Pedagogía 333
Lecturas Capítulo IV
Modernidad y Educación en América Latina 381
Lectura Nº 1:
Casassus Juan. La Escuela y la (des)Igualdad 381
Lectura Nº 2:
Rama, Germán. Educación, Participación y Estilos de Desarrollo.
Participación y Estilos de Desarrollo en América Latina 401
Programa Académico
Contenidos
1 Para ver el detalle de cada El contenido del curso se organiza en cuatro capítulos: 1
capítulo, examinar índice del
1. El Proyecto Moderno: Contenidos, Legitimación y Crítica
presente texto.
2. Modernidad e Identidad en América Latina
3. La Educación en su Concepción Moderna
4. Modernidad y Educación en América Latina
Modernidad y Educación
Bibliografía Obligatoria
Sarlo, Beatriz. Una modernidad periférica: Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos
Aires, Argentina, Ediciones Nueva Visión, 1988, pp. 95- 121; 207-215; 221-
228; 242-246.
10 Modernidad y Educación
Weber, Max. “El político como vocación”, en El Político y el Científico. Madrid,
España, Editorial Alianza, 1998, pp. 161-180.
Bibliografía Complementaria
Brunner, José Joaquín. “Un espejo trizado”, en Un espejo trizado. Ensayo sobre
cultura y políticas culturales. Santiago de Chile, Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales, FLACSO, 1998.
Carr, Wilfred. Una teoría para la Educación. Hacia una Investigación Educativa
Crítica. Madrid, España, Ediciones Morata, 1999.
Correa, Soledad et. al. “Chile 1939-1965: El Estado proveedor”, en Historia del
Siglo XX chileno. Santiago de Chile, Editorial Sudamericana, 2001.
12 Modernidad y Educación
Presentación
14 Modernidad y Educación
Introducción
16 Modernidad y Educación
• La perspectiva latinoamericana del análisis de la modernidad.
Aunque el proyecto moderno está inspirado en una matriz universa-
lista, su despliegue se concreta en diferentes tipos de modernidad,
en función de las circunstancias históricas en las cuales se desarrolla
este proceso. La modernidad latinoamericana se configura a través
de un complejo entrecruzamiento de temporalidades históricas, que
explican su multiculturalidad, y por una forma de producción capita-
lista periférica, en función de la cual se estructuran sus aparatos ins-
titucionales.3 La perspectiva latinoamericana de análisis que adop- 3 Brunner, José Joaquín.
“América Latina en una
tamos en este curso no es una actitud impuesta por la exacerbación encrucijada de la modernidad”,
posmoderna de las diferencias, o por la moda pasajera de algún movi- en Cartografía de la
Modernidad. Santiago de Chile,
miento indigenista, sino un enfoque teórico que busca identificar las Ediciones Dolmen, 1992,
dimensiones socio-culturales de la forma latinoamericana de estar en p. 144.
la modernidad.
Lo anterior significa demarcar la lógica de un estilo específico de pen-
sar el mundo actual, identificar con rigor las condiciones peculiares
bajo las cuales se configura el concepto de racionalidad en América
Latina: las relaciones entre el individuo y la institucionalidad; entre el
espacio público y privado; entre la cultura, educación, mercado y los
poderes hegemónicos, en el contexto de los procesos moderniza-
dores. Este enfoque significa también explorar el campo discursivo
que articula las diferencias entre la modernidad latinoamericana y la
“matriz original europea”, 4 revelando la universalidad, pero también 4 Las comillas son de las
autoras de este texto.
reconfirmando las particularidades.
18 Modernidad y Educación
Capítulo I
El Proyecto Moderno: Contenidos,
Legitimación y Crítica
20 Modernidad y Educación
laica”; en la moral universal; en las artes autónomas y en el proceso infini-
to del conocimiento que, en su conjunto, podrían garantizar el dominio de
la naturaleza, el progreso moral, la justicia social y la felicidad del hombre.
Es decir, la racionalidad moderna se define como un nuevo principio unifi-
cador de la existencia humana, como un nuevo parámetro de orientación,
como una nueva dimensión epistemológica, política, valórica y estética.8 8 Habermas, Jürgen. “La
modernidad: un proyecto
Esta nueva concepción moderna marca una ruptura radical con la cos-
incompleto”, en El debate
movisión cristiana medieval. La mentalidad medieval se caracteriza por la modernidad post-modernidad.
Buenos Aires, Argentina,
inestabilidad de los sentimientos, por la inclinación a presagios, alucinacio-
Editorial Punto Sur, 1989,
nes y supersticiones. Es una cosmovisión mítica, basada en el fatalismo y p. 142.
22 Modernidad y Educación
Se presentan cuatro perspectivas analíticas: la modernidad como pro-
mesa, como experiencia, como modernización y como crisis de la razón. A
partir de estas perspectivas se trata de reconstruir el discurso filosófico de
la modernidad y el debate actual. Las líneas interpretativas señaladas son
relativamente autónomas, no obstante, consideramos que solamente en
la síntesis entre estos enfoques se logra el grosor argumentativo del con-
cepto, sin que esto agote la riqueza del debate sobre el tema. Esta explo-
ración teórica lleva a otros conceptos: racionalidad instrumental, sujeto
descentrado, dispositivos de poder, modernidad desencantada, crisis de la
subjetividad moderna, desgajamiento entre modernización y cultura, que
apuntan a otras preguntas: ¿El proyecto moderno es una causa perdida?,
¿La modernidad ha agotado sus contenidos básicos? ¿Retomar los ideales
del proyecto inicial de la modernidad o buscar otras causas que podrían
dar sentido al mundo moderno?
Las cuatro perspectivas de análisis de la modernidad que presenta-
mos no constituyen una panorámica completa del debate filosófico sobre
el tema. Se trata, apenas, de una de las tantas formas posibles de estructu-
rar didácticamente las polémicas acerca de la modernidad.
24 Modernidad y Educación
las futuras generaciones, transformando la teoría marxista en una de las
ideologías dominantes del siglo XX.
La vida moderna, según Marx, es radicalmente contradictoria en sus
fundamentos. La expansión capitalista de las fuerzas productivas, sin pre-
cedentes en la historia, reduce la energía creativa del hombre apenas a un
valor de cambio, los sentimientos más nobles son dominados y profana-
dos por el frío cálculo egoísta, todo lo estamental y estable se desvanece,
todo lo santo se desacraliza. No obstante, esta aceleración y movilidad his-
tórica impuestas por la lógica del desarrollo de las fuerzas productivas por
sí misma no pueden producir cambios. Solamente un movimiento revolu-
cionario autoorganizado es capaz de destruir el estado burgués que se ha
alienado de la sociedad civil transformándose en un instrumento funcio-
nal en la reproducción del sistema capitalista, y conducir a una sociedad
comunista que puede reestablecer la totalidad fragmentada del hombre.
Esta tesis constituye una de las diferencias fundamentales entre la filosofía
de la reflexión de Kant y Hegel, centrada en la relación del sujeto consigo
mismo y la filosofía de praxis que proclama un sujeto activo, que se auto-
genera y autoconstruye en el proceso de la práctica social, en el trabajo.
En estricta relación con lo anterior dos conceptos de la teoría marxis-
ta merecen particular atención: praxis y alienación. El concepto de praxis
define la actividad transformadora del hombre a través del trabajo donde
se exterioriza, objetiviza y desobjetiviza su energía creadora que poten-
cia la racionalidad moderna con arreglo a fines en la esfera productiva y
determina los fenómenos supraestructurales.17 La alineación, como cate- 17 Los fenómenos
supraestructurales que se
goría teórica, revela la transformación objetiva de la actividad humana y
fundamentan sobre la base
sus resultados en una fuerza autónoma y hostil que las domina; es decir, productiva, contienen la
conciencia filosófica, religiosa,
el hombre de sujeto de la historia se transforma en objeto de los procesos
política y estética.
sociales. Su fuerza creativa es objetivada y alienada en mercancías que no
le pertenecen, tampoco le pertenecen los medios de producción; su tra-
bajo se reduce a magnitudes cuantitativas, en capital, que adquiere una
existencia autónoma de sus creadores. La alienación como forma del ser
social despersonifica y convierte al hombre en una unidad funcional del
sistema social. El sistema capitalista por su esencia no tiene recursos para
autohumanizarse. Solamente una nueva categoría de “hombres nuevos”,
verdaderamente modernos, organizados y concientes de su misión, estará
26 Modernidad y Educación
la humanidad, liberando con ello a los hombres de su arraigo a la tierra,
a valores, costumbres, trabajo, herramientas del pasado. En este sentido,
las posibilidades de libertad y creatividad se han multiplicado de mane-
ra geométrica. Por otro lado, todas las jerarquías se han derrumbado en la
conciencia de los habitantes del mundo. Hoy, el respeto y la obediencia no
provienen más de la creencia en el origen divino de los gobernantes, sino
de lo que se ha dado en llamar la legitimidad y también de la fuerza que se
impone a la mayoría.
Al mismo tiempo, la vertiginosa carrera hacia adelante arrastra todo a
su paso, lo bueno y lo malo. Los hombres se ven envueltos en un torbelli-
no del que no saben cuándo saldrán o si quieren hacerlo. En muchas cir-
cunstancias no están conscientes hacia dónde van, pero se ven compeli-
dos a seguir adelante. El desarrollo y la modernización son movimientos
de fondo que arrastran hasta quienes se les oponen. En una sociedad así
es inevitable que todo lo sólido se desvanezca en el aire.
El proceso de la modernidad aparece como ambiguo ya que, a la vez
que libera fuerzas y hace de los hombres individuos que deben buscar por
sí mismos su lugar en la sociedad, destruye a su paso todo lo que encuen-
tra. Para crecer y expandirse, el capitalismo tiene que lograr la desaparición
de lo existente. Una vez que construye algo inicia inmediatamente el pro-
ceso inverso. Su labor destructiva es tan necesaria que sin ella no podría
seguir su curso. Pareciera como si la historia social fuese a mucha mayor
velocidad que la historia individual. Entonces, los hombres se ven atrope-
llados por un tren que corre a una velocidad superior a la que ellos poseen
para comprender y adaptarse.
El supuesto teórico sobre el cual se apoya Berman es que la moder-
nidad es un proceso dialéctico que consiste en que “todo está preñado de
su contrario”. La modernidad es un estado que trasciende a los países, las
clases y los géneros y que “siempre ha prosperado en el conflicto”, 19 en una 19Casullo, Nicolás. 1989.
Op. Cit.
atmósfera de incertidumbre y agitación permanentes.
Todo el mundo está viviendo los vaivenes propios de la modernidad, sin
embargo, dentro de su unicidad también tiene historia y ha pasado por tres
fases distintas. La primera se remonta a comienzos del siglo XVI y se extien-
de hasta fines del XVIII; la segunda comienza con la gran ola revolucionaria
de la década de 1790 y la última comprende el siglo XX. Aunque en su fase
28 Modernidad y Educación
mite identificar con más nitidez los desfases entre la modernidad y la
modernización. La modernización que lleva al extremo la racionalidad
instrumental se desprende de sus orígenes, del horizonte conceptual del
racionalismo occidental, se autonomiza como un proceso autorregulado,
produciéndose una brecha entre la modernización y la cultura. Una socie-
dad puede lograr altos niveles de desarrollo tecnológico manteniendo
prácticas culturales premodernas. En este desfase de perspectivas y des-
gajamiento de los elementos que constituyen la modernidad, el propio
concepto de crecimiento se reduce exclusivamente a avances tecnoló-
gicos, organizativos e institucionales desprendidos de criterios cultura-
les. En la educación la introducción de nuevas tecnologías no se traduce
automáticamente en desarrollo educativo si no está acompañada por una
cultura educativa.
El análisis de la diferencia semántica entre estos conceptos plantea el
tema de la relación entre los fundamentos filosóficos de la modernidad,
sus principios pragmáticos, y su dimensión valórica. La propia constatación
del desfase no es una conclusión teóricamente neutral, ya que presupo-
ne un “deber ser” implícito, una unidad entre la cultura y la modernización.
Este desfase entre el proyecto de la modernidad y la modernización es, a
la vez, desfase entre el modelo ético de una sociedad deseable, preferible,
verdaderamente humana que planteamos como horizonte histórico, y los
medios para concretar este modelo.
30 Modernidad y Educación
sos en el contexto de la lógica de la narrativa nietzscheana. Segundo, su
obra puede ser entendida solamente en el contexto de la tradición filosó-
fica. La crítica de la cultura occidental traspasa toda su obra, es una condi-
ción y una especie de “trabajo preliminar” para el desarrollo de la filosofía
positiva de la voluntad de poder. Tercero, en el presente curso los textos
seleccionados no reflejan ni agotan la totalidad del pensamiento nietzs-
cheano, lo que hace imprescindible analizarlos a partir de los comentarios
propuestos.
Nietzsche identifica una de las características esenciales de la racio-
nalidad moderna: la disociación entre el mundo sensible de la vida y el
mundo trascendental suprasensible. La racionalidad moderna no está en
condiciones de pensar el mundo en su totalidad o por lo menos, según
Nietzsche, los intentos de establecer tal unidad han fracasado. Se trata de
intentos teológicos, de reemplazar el mito cristiano de Dios por un nuevo
mito, sea éste razón, espíritu objetivo, verdad, moral, arte o cualquier otra
divinidad. En este contexto la filosofía alemana es “cristiana”, Kant y Hegel
son apenas “obreros de la filosofía”. La crítica de Kant, según Nietzsche, es
una crítica de la razón realizada por la propia razón, donde la razón es juez
y acusado a la vez, es una política conciliadora de compromiso.
La preocupación teórica de Kant, según Nietzsche, no es eliminar
la distancia entre el mundo sensorial de los fenómenos y el mundo tras-
cendental de los principios a priori, sino garantizar la unidad del sujeto en
su permanencia en estos dos mundos. Kant, según Nietzsche, llega a una
conclusión inaceptable: ser racional es hacer un buen uso de las facultades
cognitivas, lo que significa reconocer los valores establecidos: el verdade-
ro conocimiento, la auténtica moral y la verdadera religión convierten al
hombre en “funcionario de los valores establecidos”. “Entre alemanes se me
entendería enseguida, si dijera que la filosofía está corrupta por la sangre de
los teólogos. El pastor protestante es el abuelo de la filosofía alemana, el pro-
pio protestantismo su peccatum originale... el éxito de Kant no es más que
un éxito teológico”. 21 21Habermas, Jürgen. 1991.
Op. Cit., p.126.
Niestzsche con el mismo radicalismo critica el concepto de trabajo
intelectual que instala la tradición metafísica centrado en un metodismo
sistemático y analítico como actividad ficticia cercana al “ideal ascético”. En
Genealogía de la moral reniega el estoicismo temerario del intelectual, la
24
el nihilismo es reacción contra el mundo suprasensible, disociado de la vida
Deleuze, Gilles. 1986.
Op. Cit., pp. 207-214. a la cual se le niega validez; es negación de cualquier voluntad. 24
32 Modernidad y Educación
El nihilismo como dominación de lo negativo es reino de bestias
poderosas, de la Iglesia y Estado que nos encadenan en sus propios fines.
La “muerte de Dios” en la obra de Nietzsche, tema al cual recurre frecuen-
temente, es una dramatización perfecta del nihilismo como pura negati-
vidad. El Dios de Nietzsche no es el Dios cristiano, sino una figura metafó-
rica que sintetiza el espíritu de la cultura europea. Nietzsche desarrolla su
tesis acerca de la relación entre el mundo terrenal y el mundo del más allá,
entre lo humano y lo divino, formulando tres preguntas: ¿qué es Dios? y
su respuesta es: la idea de Dios inventada por el hombre expresa la volun-
tad de nada, expresa la negación y hostilidad a la vida. A la vida real se
le niega validez y se le opone una vida de más allá, una vida “verdadera”.
Dios es piadoso ya que tolera y ama una vida cercana a cero. Su amor es
amor a lo débil, su piedad justificada por la culpabilidad del hombre le
permite instalar sus templos. Otra pregunta es: ¿de qué ha muerto Dios?
Nietzsche da dos respuestas que no se excluyen: Dios, fatigado de tanto
amor, cansado de su piedad simplemente se ha muerto; otra variante es
que su muerte fue un accidente violento. La tercera pregunta ¿quién ha
dado muerte a Dios? sintetiza las dos anteriores. El hombre dominado
por el nihilismo ha dado muerte a Dios. Dios, que ha vivido tanto y lo ha
visto todo, es un testigo intolerable de las limitaciones humanas. El hom-
bre no quiere ni un solo testigo, quiere ser Dios. La usurpación del lugar
divino no es un acto, es un largo proceso. El hombre nihilista ha desa-
rrollado otros valores que le permiten aspirar a la divinidad: adaptación,
progreso, evolución, felicidad para todos, bien de la comunidad. Estos son
los nuevos valores que el hombre instala en el altar de la vida que no son
menos limitantes que la fe destituida. El nihilismo según Nietzsche no es
un acontecimiento, sino esencia y motor de la historia. El judaísmo, el cris-
tianismo, la reforma, la ilustración, el socialismo repiten esta reinstalación
de nuevos mitos.25 25 Ibidem, p. 212.
34 Modernidad y Educación
Nietzsche establece un nuevo parámetro: en vez de metodismo analítico y
racionalidad divinizada que lleva al nihilismo, un nuevo sentir y pensar; en
vez de Sócrates, Dionisio.
36 Modernidad y Educación
tió y que lo alineó con los republicanos por la razón, pero alcanzó a redac-
tar dos textos donde se explayó sobre la racionalidad y la modernidad: El
político como vocación y Parlamento y Sociedad en la Nueva Alemania. En
aquellos textos este autor analizaba la racionalidad de fines, basada en el
cálculo, que se superpondría progresivamente a la racionalidad con valor.
Esta racionalidad del cálculo podría imponer una dictadura de la burocra-
cia que anticipaba que ese mundo desencantado conducía directamente,
si no a Auschwitz, sí a la tragedia.29 29 Desde la racionalidad
de fines, nadie puede decir
que Auschwitz haya sido
irracional. Todo lo contrario, el
exterminio llevado a cabo con
paciencia, sistemáticamente
y sin pasión, es un ejemplo
perfecto de eficiencia. Es por
eso que Theodor Adorno
señala que después de
Auschwitz la educación
no puede ser la misma. Sin
embargo, la racionalidad
llevada al extremo de los
regímenes nazifascistas o
stalinistas no puede llevar a
una desconfianza total de la
racionalidad y la modernidad.
40 Modernidad y Educación
El tema de las identidades revela la tensión inmanente entre el univer-
salismo logocentrista del proyecto moderno, que trasciende los individuos
y las naciones, y el carácter particular de las identidades. La modernidad
lleva al extremo el principio del individualismo y la autodeterminación
del individuo, no obstante, el rasgo distintivo del hombre moderno es su
identificación como ciudadano. El ejercicio de la ciudadanía se realiza en
condiciones históricas concretas y se define culturalmente en términos de
pertenencia. Es una relación tirante entre un “yo como ciudadano abstrac-
to del mundo de la razón” y un “yo cargado de historia y tradición”. 34 34 Las comillas son de las
autoras de este texto.
Las diferentes interpretaciones de la identidad latinoamericana de una
u otra manera enfrentan y buscan solución al problema del estatuto conti-
nental de la modernidad. La modernidad en América Latina adquiere reali-
dad en forma dispareja y conflictiva. Se puede hablar de diferentes moder-
nidades, de diferentes modalidades de ser moderno, de diferentes procesos
de modernización, inspiradas en el mismo esquema emancipatorio.
Desde el punto de vista sociológico, la inserción de América Latina
en la modernidad significa la configuración de la escuela, la empresa, los
mercados y los poderes hegemónicos como núcleos organizativos del
mundo moderno.35 Solamente a partir de este argumento se puede hablar 35 Brunner, José Joaquín. Op.
Cit., p. 125.
de identidad latinoamericana como concepto genérico, considerando el
variado mosaico de experiencias y códigos culturales particulares. Desde
la perspectiva cultural, se trata de un complejo cruzamiento de temporali-
dades históricas y tradiciones culturales. En el crisol cultural convergen las
culturas precolombinas, el absolutismo católico español, las culturas africa-
nas, la emigración europea, y esta hibridez multicultural asociada a la asi-
metría del poder, determinan las encrucijadas y los desafíos de la moderni-
dad continental.
Las interpretaciones teóricas de la identidad latinoamericana crista-
lizan las diferentes formas de situarse en la modernidad y de definir las
“diferencias culturales”. En este campo encontramos un amplio espectro
de posturas teóricas que van desde discursos fundacionales que esen-
cializan la unicidad cultural, negando la modernidad como alternativa;
argumentaciones que presentan las deformaciones y las carencias de la
modernidad latinoamericana; puntos de vista que defienden la homoge-
nización de la diversidad cultural bajo la ideología de la identidad nacio-
42 Modernidad y Educación
La “traición” de las elites independentistas que renegaron sus orí-
genes mestizos explica el fracaso de las modernizaciones y los modelos
burocráticos que expresan la racionalidad instrumental. La religiosidad
popular es la verdadera reserva cultural de identidad que permite su
continuidad y solidez. Esta verdadera esencia identitaria sometida a la
erosión de los tiempos puede ser olvidada o despreciada, no obstante,
permanece vital.
Octavio Paz tensiona hasta el extremo la oposición entre la autenti-
cidad del carácter mexicano y el modelo original europeo. La autenticidad
es apenas una máscara, “el mexicano no es una esencia, es una historia”. 36 36 Paz, Octavio. El laberinto de
la soledad. Santiago de Chile,
Paz presenta un México en dramática búsqueda de sentido, crucificado
Fondo de Cultura Económica,
entre una poderosa tradición precolombina y una modernidad universa- 1994, p. 235.
p. 134.
La independencia proclama un hombre abstracto, ni indio, ni mesti-
zo, ni criollo; el liberalismo oculta una realidad de oligarquías feudales que
emplean un lenguaje liberal en servicio de los intereses del capital extranjero.
El liberalismo no es una religión, sino una “ideología utópica”, “igno-
ra una mitad del hombre: ésa que se expresa en los mitos”, sus ideas son
de “una hermosura precisa, estéril”, “la geometría no sustituye los mitos”. El
racionalismo liberal reemplaza la igualdad de los hombres como hijos de
Dios, por la igualdad ante la ley, por un postulado abstracto.38 Latinoamé- 38 Ibidem, p. 140.
44 Modernidad y Educación
zación; Segunda: las independencias nacionales, las ideas de la ilustra-
ción y la construcción de los estados nacionales; Tercera: decadencia de
la dominación oligárquica, consolidación de la clase media, surgimien-
to de movimientos masivos contra el poder económico. Cuarta: fracaso
del populismo, estancamiento industrial, radicalización de los conflictos,
establecimiento de regímenes militares. Estos momentos cruciales en la
historia de Latinoamérica, como también las influencias ideológicas y
teóricas externas y la salida a escena de nuevos protagonistas sociales,
generan diferentes interpretaciones de la identidad latinoamericana: teo-
rías universalistas, esencialistas, histórico-estructurales, historicistas, inte-
gradoras, constructivistas, las concepciones hispanistas e indigenistas.
El argumento que permite una tal articulación es la conflictiva relación
entre la identidad latinoamericana y la modernidad, la forma de situar la
particularidad y la ambivalencia del modelo cultural latinoamericano en
la modernidad europea, la oposición a un “otro” absoluto y ajeno, no lati-
noamericano, sobre todo el anglosajón.
Larraín realiza una lectura crítica de las teorías universalistas y esencia-
listas y sus fundamentos ideológico-teóricos, constatando una particulari-
dad común: la intolerancia llevada al extremo a los modelos culturales dis-
tintos. Se verifica que el modelo emancipador moderno ni es tan universal
ni es tan humanista. El universalismo eurocentrista diluye las diferencias
culturales en esquemas totalizadores donde lo local adquiere significado
sólo como instancia de lo general, reduciendo “la complejidad de la razón a
su dimensión cognitivo-instrumental”. 42 El esencialismo en su variante his- 42 Larraín, Jorge. Modernidad,
razón e identidad en América
panista, indigenista y neoindigenista se encierra en la unicidad de los valo-
Latina. Santiago de Chile,
res hispano-cristianos, en las tradiciones indígenas olvidadas y oprimidas o Editorial Andrés Bello, 2000,
p. 67.
en una modernidad barroca alternativa. Creemos que el propio Larraín se
identifica con las postulaciones que consideran las identidades como un
proyecto en permanente construcción y reconstrucción, que pertenecen
al futuro tanto como al pasado y que no se construyen exclusivamente
desde los discursos públicos. Son una “interrelación dinámica del polo públi-
co y del polo privado”, no se dan al azar, sino “dentro de las relaciones prácticas
43
disponibles y de los símbolos e ideas existentes”. 43 Ibidem, pp. 218-220.
46 Modernidad y Educación
con las múltiples ofertas multiculturales desde posiciones propias? Las res-
puestas a estas y muchas otras preguntas, según Canclini, son tarea de una
reflexión multidisciplinaria y colectiva para el futuro.
Desde una perspectiva sociológica José Joaquín Brunner examina las
condiciones que permiten definir una sociedad como moderna y la presen-
cia de estas condiciones en las sociedades latinoamericanas. En un polémi-
co diálogo con diferentes autores, Brunner presenta contra-argumentos a
las visiones que interpretan la modernidad latinoamericana como pseudo-
modernidad o como “racionalidad alternativa” para Occidente, a las postu-
laciones sobre una presumible esencia mágico-misteriosa o autenticidad
“silenciada” del ser latinoamericano, cuestiona las razones teóricas de los
que obstinadamente niegan la modernidad o denuncian sus carencias
intelectuales. Cuatro núcleos organizacionales, según Brunner, caracterizan
las sociedades modernas: la escuela, la empresa, los mercados y las hege-
monías. La relación entre estos elementos estructurales se manifiesta en un
entramado institucional que configura un conjunto de rasgos distintivos de
las sociedades modernas: el sistema de producción capitalista, la cultura de
masas, las diferentes formas de control social o hegemonías mediadas por
consensos políticos.
Dos conceptos en este enfoque teórico, estructurado bajo influjo
gramsciano, merecen especial atención: la cultura de masas y las hege-
monías. En la cultura de masas —entendida como forma de apropiación
de la cultura, sistema de socialización y de producción simbólica masi-
va del imaginario social, espacio de difusión de ideologías y posibilidad
de acceder a ciertos códigos culturales— es donde se articulan las dife-
rentes identidades. Es una esfera simbólica, relativamente autónoma de
los procesos productivos, que penetra todas las dimensiones de la vida
social y posibilita la construcción social de la realidad. 47 47Brunner, José Joaquín.
Op. Cit., p. 130.
La lógica de la interacción entre la organización capitalista de pro-
ducción y la cultura de masas que cristaliza en tradiciones, en modos de
vida y distribución de bienes simbólicos, genera formas de control social,
indispensables para la reproducción de la sociedad moderna. El equilibrio
social se mantiene a través de complejos procesos de consenso demo-
crático entre los diferentes poderes hegemónicos (estado, ejército, iglesia,
movimientos intelectuales y clasistas, etc.). Las sociedades latinoameri-
48 Modernidad y Educación
Capítulo III
La Educación en su Concepción Moderna
50 Modernidad y Educación
Su objetivo político consistió en incorporar a la “masa analfabeta” y
generalmente indisciplinada a un nuevo sistema de orden social y econó-
mico, la estatización de la enseñanza escolarizada, se transformó en uno
de los mayores desafíos de los Estados Americanos, “enseñar todo a todos”
ilustración general, lo que por un lado generaba las condiciones para el
desarrollo político y económico, pero de paso ponía una importante corta-
pisa al poder de la Iglesia.51 51 Las comillas de este párrafo
son de las autoras de este
En la modernidad la escuela representó, tanto para el imaginario social
texto.
como para los pedagogos y los teóricos del liberalismo político, la institu-
ción capaz de efectivizar el ideal de la igualdad a través de la actualización
de las potencialidades individuales, la articulación de las individualidades
en un espacio común y la regulación de sus conductas por medio de la
socialización con los valores sancionados.
La institución escolar en su acepción más amplia es muy anterior a
la modernidad; sin embargo, con su advenimiento, cobra un nuevo senti-
do consolidándose como forma educativa hegemónica porque fue capaz
de hacerse cargo de la definición moderna de educación. Para ello debió
reordenar el campo pedagógico y entrar en una compleja trama de nego-
ciaciones, transposiciones y transferencias, que le permitieran finalmen-
te imponer “nuevas reglas del juego”. La escuela encarnó el pensamiento
pedagógico moderno; sin embargo, debió soportar una serie de rupturas
y acomodaciones en su devenir y ensamblar un conjunto de piezas que
le permitieran transformarse en uno de los más eficientes dispositivos de
control y promoción social, y en donde pudiera representar el binomio
derecho y deber; la potenciación de la razón individual y la promoción de
la racionalidad pública y ciudadana. Para ello homologó la escolarización
con otros procesos formativos. La escuela se impuso mediante complejas
operaciones de negociación y oposición, con otras formas educativas pre-
sentes, como la alfabetización familiar, los ritos de iniciación o la cateque-
sis, subordinándolas a prácticas formales y escolarizadas. Lo anterior indica
que el “edificio escolar” se instaló sobre formas educativas dadas, amalga-
mando una “experiencia educativa” nueva. Una de las matrices más pode-
rosas con la que debió enfrentarse la escuela fue la forma eclesiástica de
enseñanza: “El mismo sistema de relevos y transformaciones que une la maz- 52 Pineau, Pablo. 2001. Op. Cit.,
52
morra con la cárcel moderna une al monasterio con la escuela”. p. 30.
52 Modernidad y Educación
vadas de Marshall McLuhan—, pero también es ‘algo más’. La escuela es un
dispositivo de generación de ciudadanos —sostienen algunos liberales—, o
de proletarios —según algunos marxistas— pero ‘no sólo eso’: La escuela es, a
la vez, una conquista social y un aparato de inculcación ideológica, que impli-
có tanto la dependencia como la alfabetización masiva, la expansión de los
derechos y la entronización de la meritocracia, la construcción de las naciones
53
y la imposición de la cultura occidental”. 53 Ibidem, p. 29.
54 Modernidad y Educación
desarrollo del programa de transformación social. Sin embargo, habrá ele-
mentos comunes en todos ellos: la idea de la plasticidad prácticamente
infinita del ser humano, que puede ser pedagógicamente moldeado para
encajar perfectamente en el proyecto social; y otra idea, corolario de la pri-
mera, de que los cambios en el sistema educativo producen, de manera
casi automática, cambios en el ordenamiento social.
Se constituyó un campo pedagógico reducido a lo escolar; la ruptu-
ra con la escolástica condujo a diferenciar las “formas del saber” con “las
formas de aprender”, por lo que el cómo enseñar se vuelve el centro de la
pedagogía. Se implementó una “racionalidad técnica” con la que se formó
un cuerpo de especialistas dotados de tecnologías específicas para la
enseñanza”. 56 56 Pineau, Pablo. 2001. Op. Cit,
p. 32
Por otro lado, la escuela descontextualizó los contenidos académicos
y rompió la cadena dialéctica de producción de conocimientos y socializa-
ción de éstos, generando y normalizando un currículun prescrito y norma-
lizado, el que selecciona y recorta de aquellos saberes de la cultura consi-
derados necesarios (como cuerpo básico de conocimiento) fragmentos o
contenidos que “deben” ser enseñados en la escuela.
El método de enseñanza fue la principal preocupación de pedagogos
y maestros, la discusión sobre la implementación del método de enseñan-
za mutua —lancasteriano— o el método simultáneo, se constituyó en un
tópico de debate pedagógico de finales del siglo XIX y principios del XX
en América Latina. Sin embargo, la articulación de lo pedagógico también
había quedado bajo la influencia y control del Estado, las cuestiones de la
educación fueron concebidas como políticas públicas y organizadas desde
el Estado. En pos de la generalización de la educación muchos países opta-
ron por el método de enseñanza simultánea, en el que un solo maestro
frente a un grupo homogéneo de alumnos, enseñaba lo mismo y al mismo
tiempo que otros maestros.
Los educadores de oficio, también debieron asistir a la escuela para
que otros maestros, los pedagogos, los instruyeran en las formas precisas
de aplicación de los métodos de enseñanza. Tanto en Europa como en
algunos países de América Latina, a medida que el proyecto educativo de
la modernidad se va desplegando, la homogeneización y el control buro-
crático toman mayor protagonismo; durante el siglo XIX se formaron las
56 Modernidad y Educación
Capítulo IV
Modernidad y Educación en América Latina
58 Modernidad y Educación
4.2. El proyecto positivista de finales del siglo XIX y comien-
zos del siglo XX
Este proyecto ha sido interpretado como una continuación del proyec-
to liberal, revolucionario a mediados del siglo, autoritario en los noventa,
cuando los liberales ya habían alcanzado el poder y se habían transformado
en una oligarquía.59 Promulgaba hacer de la sociedad latinoamericana una 59 En este punto se
“sociedad científica”, regida por el método de la ciencia, basada económica- recomienda la lectura del
libro de Leopoldo Zea: El
mente en la industria y con una estructura social excluyente, que se justifi-
positivismo en México.
caba por el hecho de que la elite era la poseedora del saber que había que
distribuir. Se proponía transformar el sistema educativo en un instrumen-
to de esta política para erradicar todo vestigio de superstición o de “atraso
mental”. 60 60 Las comillas son de las
En el caso mexicano, se había generado un vínculo entre el positivis- autoras de este texto.
mo y el porfiriato. Los nuevos movimientos sociales expresaron un recha-
zo hacia la vinculación entre la racionalidad científica y el poder político,
encarnado primero en Porfirio Díaz y sus “científicos” y posteriormente en
otros intentos de ordenamiento de la sociedad mexicana.
En este periodo se constató una corriente expansiva de la revolución
industrial que alcanzó al continente americano, lo que acentuó una con-
fianza absoluta en la ciencia y en el progreso ilimitado de las sociedades
humanas; el positivismo comptiano fue representado en el terreno peda-
gógico por el norteamericano John Dewey. Ciencia y democracia eran las
dos grandes conquistas de la modernidad que debían ser acrisoladas en la
educación. Las ideas de Dewey penetraron con fuerza la débil teorización
endógena sobre educación en el continente, y los pedagogos americanos
concentraron sus esfuerzos en la afinación de la tecnología educativa, lo
que implicaba repensar la organización de las escuelas y los métodos de
enseñanza, pero por sobre todo la cientifización de lo educativo. Es por ello
que cientos de escuelas experimentales, donde “se probaban” las apuestas
metodológicas, repoblaron el paisaje educativo del continente.
Por otro lado, se consolidó la diferencia entre maestros o educadores
de oficio y los pedagogos, aquellos que formaban a los maestros en las
escuelas normales y que, por lo general, pasaron a formar parte del apara-
to burocrático del Estado.
Las propuestas educativas de carácter positivista, así como el conduc-
60 Modernidad y Educación
común tanto a los países centrales como a los de América Latina, e insta-
ló un giro en la política educativa continental, lo que se ha venido deno-
minando Política Educacional Economicista. Estos factores de reorganiza-
ción educacional deben ser entendidos, según nos advierte Tedesco, en
un contexto donde la propuesta educativa liberal tuvo una vigencia y una
penetración muy desigual en el continente, en muy pocos países: Argen-
tina, Uruguay, Costa Rica y parcialmente en Chile. La vigencia teórica del
liberalismo estuvo acompañada de una incorporación importante de la
población a los sistemas escolarizados, por lo tanto, la propuesta educativa
de carácter economicista, que cambió la consigna de formación de ciuda-
danos por la de formación de capital humano debía, antes que todo, efec-
tivizar los procesos de alfabetización y escolarización de la educación. Es
importante señalar que los aspectos centrales del liberalismo fueron man-
tenidos, pero el vínculo entre educación y sociedad fue centralizada en su
aporte al desarrollo económico de las naciones.
Los estudios educacionales del periodo estuvieron orientados a esta-
blecer análisis de relación entre: capacidad productiva de las personas,
ingreso y años de escolaridad. Como se puede observar se produce un
reflujo en la reflexión didáctico-pedagógico.
62 Modernidad y Educación
trabajo, la tecnología, son factores móviles que deben poseer las menores
restricciones posibles. Adicionalmente, se sostiene que todos los proble-
mas sociales, públicos o privados, siempre deben privilegiar la solución pri-
vada, por ser ésta más eficiente, razón por la cual preconiza la privatización
casi total de las esferas de la sociedad, suponiendo que de este modo se
dará mayor y mejor solución a los grandes problemas.
En el campo de la educación, esto se traduce en amplios procesos de
privatización de la educación y del financiamiento privado de la califica-
ción de la fuerza de trabajo con un énfasis en la dimensión instructiva.
Este escenario va paulatinamente desconfigurando el sistema edu-
cativo moderno y sus principales promesas de construcción ciudadana y
promoción social, pues existe una continua y clara señal (aunque de irre-
gular dimensión, en los espacios interregionales) de desestatalización de
los sistemas educativos en el continente.
Immanuel Kant
Filósofo alemán, considerado por muchos como el pensador más
influyente de la era moderna. Nació en 1724 y murió en 1804.
Kant se educó en el Collegium Fredericianum y en la Universidad
de Königsberg. En la escuela estudió sobre todo a los clásicos y
en la universidad, física y matemáticas. En 1755, ayudado por un
amigo, reanudó sus estudios y obtuvo el doctorado. Después,
enseñó en la universidad durante 15 años y dio conferencias, pri-
mero de ciencia y matemáticas, para llegar de forma paulatina a
disertar sobre casi todas las ramas de la filosofía.
Las enseñanzas nada ortodoxas de Kant, que se basaban más en
el racionalismo que en la revelación divina, le crearon problemas
con el Gobierno de Prusia y en 1792 Federico Guillermo II, rey de
esa nación, le prohibió impartir clases o escribir sobre asuntos
religiosos. Kant obedeció esta orden durante cinco años, hasta la
muerte del rey y entonces se sintió liberado de su obligación. En
1798, ya retirado de la docencia universitaria, publicó un epíto-
me que contenía una expresión de sus ideas de materia religio-
sa. Murió el 12 de febrero de 1804. La piedra angular de la filoso-
66 Modernidad y Educación
Respuesta a la pregunta:
¿Qué es la Ilustración?
La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de
edad.1 La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio 1 El término Unmündigkeit se
entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría presta a varias traducciones
en castellano, pero todas
de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimien- ellas hacen referencia a una
to, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la cierta “inmadurez” de quien
predica tal término. Lo hemos
guía de otro. Sapere aude ¡en valor de servirte de tu propio entendimiento!, traducido por “minoría de
he aquí el lema de la ilustración. edad”, conservando así,
según nuestra opinión, toda
La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los la carga semántica que
hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de tiene el término en alemán.
Sin embargo, en otros
la vida, a pesar de que hace tiempo la naturaleza los liberó de dirección contextos hemos preferido
ajena (naturaliter majorennes),2 y por eso es tan fácil para otros el erigirse las palabras “dependencia”
o “no-emancipación”. Por
en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que el contrario, el término
piensa por mí, un director espiritual que reemplaza mi conciencia moral, Mündigkeit, que traducimos
por “mayoría de edad” por
un médico que me prescribe la dieta, etc., entonces no necesito esforzar- seguir con la metáfora
me. Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros asumirán por mí kantiana, podría traducirse
en todos los casos por
tan fastidiosa tarea. Aquellos tutores que tan bondadosamente han toma- “emancipación”.
do sobre sí la tarea de supervisión se encargan ya de que el paso hacia la
2 Del latín, mayor de
mayoría de edad, además de ser difícil, sea considerado peligroso por la edad por naturaleza
gran mayoría de los hombres (y entre ellos todo el bello sexo). Después (físicamente), mientras que
intelectualmente continúa
de haber entontecido a sus animales domésticos, y procurar cuidadosa- siendo menor de edad.
mente que estas pacíficas criaturas no puedan atreverse a dar un paso sin
las andaderas en que han sido encerrados, les muestran el peligro que les
amenaza si intentan caminar solos. Lo cierto es que este peligro no es tan
grande, pues ellos aprenderían a caminar solos después de unas cuantas
caídas; sin embargo, un ejemplo de tal naturaleza les asusta y, por lo gene-
ral, les hace desistir de todo posterior intento.
Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de
edad, casi convertida ya en naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y
se siente realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento, porque
nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo. Principios, fórmulas, instrumen-
tos mecánicos de uso racional —o más abuso— de sus dotes naturales, son
los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien se desprendiera
de ellos apenas daría un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja,
68 Modernidad y Educación
ante el gran público del mundo de los lectores. Llamo uso privado de la
misma a la utilización que le es permitido hacer en un determinado pues-
to civil o función pública. Ahora bien, en algunos asuntos que transcurren
en favor del interés público se necesita un cierto mecanismo, léase una-
nimidad artificial, en virtud del cual algunos miembros del Estado tienen
que comportarse pasivamente, para que el gobierno los guíe hacia fines
públicos o, al menos, que impida la destrucción de estos fines. En tal caso,
no está permitido razonar, sino que se tiene que obedecer. En tanto que
esta parte de la máquina es considerada como miembro de la totalidad
de un Estado o, incluso, de la sociedad cosmopolita y, al mismo tiempo, en
calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un público usando ver-
daderamente su entendimiento, puede razonar, por supuesto, sin que por
ello se vean afectados los asuntos en los que es utilizado, en parte, como
miembro pasivo. Así, por ejemplo, sería muy perturbador si un oficial que
recibe una orden de sus superiores quisiere argumentar en voz alta duran-
te el servicio acerca de la pertinencia o utilidad de tal orden; él tiene que
obedecer. Sin embargo, no se le puede prohibir con justicia hacer observa-
ciones, en cuanto docto, acerca de los defectos del servicio militar y expo-
nerlos ante el juicio de su público. El ciudadano no se puede negar a pagar
los impuestos que le son asignados; incluso una mínima crítica a tal carga,
en el momento en que debe pagarla, puede ser castigada como escánda-
lo (pues podría dar ocasión a desacatos generalizados). Por el contrario, él
mismo no actuará en contra del deber del ciudadano si, como docto, mani-
fiesta públicamente su pensamiento contra la inconveniencia o injusticia
de tales impuestos. Del mismo modo, un sacerdote está obligado a ense-
ñar a sus catecúmenos y a su comunidad según el símbolo de la iglesia a
la que sirve, puesto que ha sido admitido en ella bajo esa condición. Pero,
como docto, tiene plena libertad e, incluso, el deber de comunicar al públi-
co sus bienintencionados pensamientos, cuidadosamente examinados,
acerca de los defectos de ese símbolo, así como hacer propuestas para el
mejoramiento de las instituciones de la religión y de la iglesia. Tampoco
aquí hay nada que pudiera ser un cargo de conciencia, pues lo que enseña
en virtud de su puesto como encargado de los asuntos de la iglesia lo pre-
senta como algo que no puede enseñar según su propio juicio, sino que
él está en su puesto para exponer según prescripciones y en nombre de
70 Modernidad y Educación
un pueblo imponerse a sí mismo semejante ley? Esto sería posible si tuvie-
se la esperanza de alcanzar, en corto y determinado tiempo, una ley mejor
para introducir un nuevo orden que, al mismo tiempo, dejara libre a todo
ciudadano, especialmente a los sacerdotes, para, en cuanto doctos, hacer
observaciones públicamente, es decir, por escrito, acerca de las deficien-
cias de dicho orden. Mientras tanto, el orden establecido tiene que perdu-
rar, hasta que la comprensión de la cualidad de estos asuntos se hubiese
extendido y confirmado públicamente, de modo que mediante un acuer-
do logrado por votos (aunque no de todos) se pudiese elevar al trono una
propuesta para proteger aquellas comunidades que se han unido para una
reforma religiosa, conforme a los conceptos propios de una comprensión
más ilustrada, sin impedir que los que quieran permanecer fieles a la anti-
gua lo hagan así. Pero es absolutamente ilícito ponerse de acuerdo sobre
una constitución religiosa inconmovible, que públicamente no debería ser
puesta en duda por nadie, ni tan siquiera por el plazo de duración de una
vida humana, ya que con ello se destruiría un período en la marcha de la
humanidad hacia su mejoramiento y, con ello, lo haría estéril y nocivo. En lo
que concierne a su propia persona, un hombre puede eludir la Ilustración,
pero sólo por un cierto tiempo en aquellas materias que está obligado a
saber, pues renunciar a ella, aunque sea en pro de su persona, y con mayor
razón todavía para la posterioridad, significa violar y pisotear los sagrados
derechos de la humanidad. Pero, si a un pueblo no le está permitido decidir
por y para sí mismo, menos aún lo podrá hacer un monarca en nombre de
aquél, pues su autoridad legisladora descansa, precisamente, en que reúne
la voluntad de todo el pueblo en la suya propia. Si no pretende otra cosa
que no sea que toda real o presunta mejora sea compatible con el orden
ciudadano, no podrá menos que permitir a sus súbditos que actúen por
sí mismos en lo que consideran necesario para la salvación de sus almas.
Esto no le concierne al monarca; sí, en cambio, el evitar que unos y otros
se entorpezcan violentamente en el trabajo para su promoción y destino
según todas sus capacidades. El monarca agravia su propia majestad si se
mezcla en estas cosas, en tanto que somete a su inspección gubernamen-
tal los escritos con que los súbditos intentan poner en claro sus opiniones,
a no ser que lo hiciera convencido de que su opinión es superior, en cuyo
caso se expone al reproche Caesar no est supra Grammaticos, o bien que
72 Modernidad y Educación
nadores no tienen ningún interés en ejercer de tutores sobre sus súbdi-
tos. Además, la minoría de edad en cuestiones religiosas es, entre todas, la
más perjudicial y humillante. Pero el modo de pensar de un jefe de Estado
que favorece esta libertad va todavía más lejos y comprende que, incluso
en lo que se refiere a su legislación, no es peligroso permitir que sus súb-
ditos hagan uso público de su propia razón y expongan públicamente al
mundo sus pensamientos sobre una mejor concepción de aquélla, aunque
contenga una franca crítica de la existente. También en esto disponemos
de un brillante ejemplo, pues ningún monarca se anticipó al que nosotros
honramos. Pero sólo quien por ilustrado no teme a las sombras y, al mismo
tiempo, dispone de un numeroso y disciplinado ejército, que garantiza a
los ciudadanos una tranquilidad pública, puede decir lo que ningún Esta-
do libre se atreve a decir: ¡Razonad todo lo que queráis y sobre lo que queráis,
pero obedeced! Se muestra aquí un extraño e inesperado curso de las cosas
humanas, pues sucede que, si lo consideramos con detenimiento y en
general, entonces casi todo en él es paradójico. Un mayor grado de liber-
tad ciudadana parece ser ventajosa para la libertad del espíritu del pueblo
y, sin embargo, le fija barreras infranqueables. En cambio, un grado menor
de libertad le procura el ámbito necesario para desarrollarse con arreglo a
todas sus facultades.
Una vez que la naturaleza, bajo esta dura cáscara, ha desarrollado la
5 Alusión a J.O. Lamettrie y su
semilla que cuida con extrema ternura, es decir, la inclinación y vocación
escrito L’homme - machine,
al libre pensar; este hecho repercute gradualmente sobre el sentir del 1748.
pueblo (con lo cual éste se va haciendo cada vez más capaz de la libertad 6 Al final de su artículo
de actuar) y, finalmente, hasta llegar a invadir a los principios del gobier- Kant coloca esta nota: “En el
Semanario de Büsching del
no, que encuentra ya posible tratar al hombre, que es algo más que una
13 de Septiembre leo hoy [30
máquina,5 conforme a su dignidad.6 del mismo mes] el anuncio de
la Berlinische Monatsschrift,
correspondiente a este mes,
que publica la respuesta
Del Sensus Communis, del señor Mendelssohn a la
misma cuestión. Todavía no ha
A la capacidad de “Juicio” llegado a mis manos; de otro
modo hubiese retrasado mi
Por sensus communis tiene que entenderse la idea de un sentido que
actual respuesta, que ahora
es común a todos, es decir, de un “juicio” (Beurteilung) que, en su reflexión, sólo puede ser considerada
como una prueba de hasta
toma en cuenta merced al pensamiento (a priori) el modo de representa-
qué punto el acuerdo de las
ción de los demás para considerar (atener) su juicio (Urteil) a la razón total ideas se debe a la casualidad”.
74 Modernidad y Educación
uso conforme a fin; aunque sean muy pequeños el grado y la extensión
donde alcance el dote natural del hombre, muestra, sin embargo, un hom-
bre amplio en el modo de pensar, siempre y cuando pueda apartarse de
las condiciones privadas subjetivas del juicio, dentro de las cuales muchos
otros están como encerrados, y reflexiona sobre su propio juicio desde un
punto de vista universal (que sólo puede ser determinado poniéndose en el
punto de vista de los demás). La tercera máxima, la que se refiere al modo
de pensar consecuente, es la más difícil de alcanzar, sólo puede alcanzarse
a través de la unión de las dos primeras, y después de una frecuente apli-
cación de las mismas, convertido ya en destreza. Puede decirse: la primera
de esas máximas es la máxima del entendimiento; la segunda, la del juicio;
la tercera, la de la razón.
76 Modernidad y Educación
Lectura Obligatoria Nº 2
Marx, Carlos y Engels, Federico. “Burgueses y Proletarios” y “Conclu-
sión: Actitud de los Comunistas ante los otros Partidos de Oposición”
(fragmento), en Ponce, Aníbal. Biografía del Manifiesto Comunista,
Santiago de Chile, Editorial Quimantú, 1972, pp. 15-23 y 80-82.
Capítulo 1º
Burgueses y proletarios
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de
las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron
siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras fran-
ca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucio-
naria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases en pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas par-
tes una completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos,
una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma
hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, seño-
res feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos, y, además, en casi todas
estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de
la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente
ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas
formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por
haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va divi-
diéndose, cada vez más, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes
clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
78 Modernidad y Educación
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las pri-
meras ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elemen-
tos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecie-
ron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados
de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las
colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en
general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impul-
so hasta entonces desconocido, y aceleraron con ello el desarrollo del ele-
mento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía
satisfacer la demanda, que crecía con la apertura de nuevos mercados.
Vino a ocupar su puesto la manufactura. El estamento medio industrial
suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las
diferentes corporaciones desapareció ante la división del trabajo en el
seno del mismo taller.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en
aumento. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquina-
ria revolucionaron entonces la producción industrial. La gran industria
moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento medio indus-
trial vinieron a ocuparlo los industriales millonarios —jefes de verdaderos
ejércitos industriales—, los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el
descubrimiento de América. El mercado mundial aceleró prodigiosamente
el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte
por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a
medida que se iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y
los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía, multiplicando sus capitales y
relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.
La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo
proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el modo de produc-
ción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acom-
pañada del correspondiente progreso político. Estamento bajo la domi-
nación de los señores feudales; asociación armada y autónoma en la
80 Modernidad y Educación
góticas, y ha realizado campañas muy distintas de las migraciones de los
pueblos y de las Cruzadas.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar ince-
santemente los instrumentos de producción, y con ello todas las relacio-
nes sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el
contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industria-
les precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante
conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movi-
miento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores.
Quedan rotas todas las relaciones estancadas y enmohecidas —con su
cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos—; hácense añejas
las nuevas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado de
esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados
a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones
recíprocas.
Espoleada por la necesidad de dar a sus productos una salida cada vez
mayor, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas par-
tes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado
un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los paí-
ses. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria
su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y
están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas indus-
trias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las nacio-
nes civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indíge-
nas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo,
y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las
partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con pro-
ductos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satis-
facción productos de los países más apartados y de los climas más diversos.
En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones,
se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de
las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la inte-
lectual. La producción intelectual de una nación se convierte en patrimonio
común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día
82 Modernidad y Educación
los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas pro-
ductivas dormitasen en el seno del trabajo social?
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre
cuya base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feu-
dal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción
y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambia-
ba, la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera,
en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corres-
ponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción
en lugar de impulsarla. Transformáronse en otras tantas trabas. Era preciso
romper esas trabas, y se rompieron.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución
social y política adecuada a ella y con la dominación económica y política
de la clase burguesa.
Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las
relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas
de propiedad, toda esa sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir
como por encanto tan potentes medios de producción y de cambio, se
asemeja al mago que ya no es capaz de dominar las potencias infernales
que ha desencadenado con sus conjuros. Desde hace algunas décadas, las
historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebe-
lión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de
producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la exis-
tencia de la burguesía y su dominación. Basta mencionar las crisis comer-
ciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma cada vez más
amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad burguesa.
Durante cada crisis comercial se destruye sistemáticamente, no sólo una
parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas
fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que
en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre
la sociedad: la epidemia de la superproducción. La sociedad se encuentra
súbitamente retrotraída a un estado de barbarie momentánea: diríase que
el hambre, que una guerra devastadora mundial la han privado de todos
sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen aniquilados.
Y todo eso, ¿por qué?, porque la sociedad posee demasiada civilización,
84 Modernidad y Educación
aumenta la cantidad de trabajo, ya sea mediante la prolongación de la jor-
nada, ya sea por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la ace-
leración del movimiento de las máquinas, etc.
La industria moderna ha transformado el pequeño taller del maestro
patriarcal en la gran fábrica del capitalista industrial. Masas de obreros,
hacinados en la fábrica, son organizados en forma militar. Como soldados
rasos de la industria, están colocados bajo la vigilancia de una jerarquía de
oficiales y suboficiales. No son solamente esclavos de la clase burguesa,
del Estado burgués, sino diariamente, a todas horas, esclavos de la máqui-
na, del capataz y, sobre todo, del burgués individual, patrón de la fábrica.
Y este despotismo es tanto más mezquino, odioso y exasperante, cuanto
mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro.
Cuanto menos habilidad y fuerza requiere el trabajo manual, es decir,
cuanto mayor es el desarrollo de la industria moderna, mayor es la propor-
ción en que el trabajo de los hombres es suplantado por el de las mujeres
y los niños. Por lo que respecta a la clase obrera, las diferencias de edad
y sexo pierden toda significación social. No hay más que instrumentos de
trabajo, cuyo coste varía según la edad y el sexo.
Una vez que el obrero ha sufrido la explotación del fabricante y ha
recibido su salario en metálico, se convierte en víctima de otros elementos
de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc.
Pequeños industriales, pequeños comerciantes y rentistas, artesanos
y campesinos, toda la escala inferior de las clases medias de otro tiempo,
caen en las filas del proletariado; unos, porque sus pequeños capitales no
les alcanzan para acometer grandes empresas industriales y sucumben en
la competencia con los capitalistas más fuertes; otros, porque su habilidad
profesional se ve despreciada ante los nuevos métodos de producción. De
tal suerte, el proletariado se recluta entre todas las clases de la población.
El proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo. Su lucha con-
tra la burguesía comienza con su surgimiento.
Al principio, la lucha es entablada por obreros aislados; después, por
los obreros de una misma fábrica; más tarde, por los obreros del mismo
oficio de la localidad contra el burgués individual que los explota directa-
mente. No se contentan con dirigir sus ataques contra las relaciones bur-
guesas de producción, y los dirigen contra los mismos instrumentos de
86 Modernidad y Educación
carácter, se centralicen en una lucha nacional, en una lucha de clases. Mas
toda lucha de clases es una lucha política. Y la unión que los habitantes de
las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, tardaron siglos
en establecer, los proletarios modernos, con los ferrocarriles, la llevan a
cabo en unos pocos años.
Esta organización del proletariado en clase y, por tanto, en partido
político, vuelve sin cesar a ser socavada por la competencia entre los pro-
pios obreros, pero resurge, y siempre más fuerte, más firme, más potente.
Aprovecha las disensiones intestinas de los burgueses para obligarlos a
reconocer por ley algunos intereses de la clase obrera; por ejemplo, la ley
de la jornada de diez horas en Inglaterra.
En general, las colisiones en la vieja sociedad favorecen de diversas
maneras el proceso de desarrollo del proletariado. La burguesía vive en
lucha permanente; al principio, contra la aristocracia; después, contra aque-
llas facciones de la misma burguesía cuyos intereses entran en contradic-
ción con los progresos de la industria; y siempre, en fin, contra la burguesía
de todos los demás países. En todas estas luchas se ve forzada a apelar al
proletariado, a reclamar su ayuda y a arrastrarlo así al movimiento político.
De tal manera, la burguesía proporciona a los proletarios los elementos de
su propia educación, es decir, armas contra ella misma.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a
las filas del proletariado a capas enteras de la clase dominante o, al menos,
las amenaza en sus condiciones de existencia. También ellas aportan al
proletariado numerosos elementos de educación.
Finalmente, en los períodos en que la lucha de clases se acerca a su
desenlace, el proceso de desintegración de la clase dominante, de toda
la vieja sociedad, adquiere un carácter tan violento y tan agudo que una
pequeña fracción de esa clase reniega de ella y se adhiere a la clase revo-
lucionaria, a la clase en cuyas manos está el porvenir. Y así como antes una
parte de la nobleza se pasó a la burguesía, en nuestros días un sector de la
burguesía se pasa al proletariado, particularmente ese sector de los ideó-
logos burgueses que se han elevado hasta la comprensión teórica del con-
junto del movimiento histórico.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el pro-
letariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases
88 Modernidad y Educación
pio de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proleta-
riado, capa inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede
enderezarse, sin hacer saltar toda la superestructura formada por las capas
de la sociedad oficial.
Por su forma, aunque no por su contenido, la lucha del proletariado
contra la burguesía es primeramente una lucha nacional. Es natural que el
proletariado de cada país deba acabar en primer lugar con su propia bur-
guesía.
Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado,
hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se
desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que
se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando
por la violencia a la burguesía, implanta su dominación.
Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado
en el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para poder
oprimir a una clase, es preciso asegurarle unas condiciones que le permi-
tan, por lo menos, arrastrar su existencia de esclavitud. El siervo, en pleno
régimen de servidumbre, llegó a miembro de la comuna, lo mismo que el
pequeño burgués llegó a elevarse a la categoría de burgués bajo el yugo
del absolutismo feudal. El obrero moderno, por el contrario, lejos de elevar-
se con el progreso de la industria, desciende cada vez más por debajo de
las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria;
la pobreza crece más rápidamente todavía que la población y que la rique-
za. Es, pues, evidente que la burguesía ya no es capaz de seguir desempe-
ñando el papel de clase dominante de la sociedad ni de imponer a ésta,
como ley reguladora, las condiciones de existencia de su clase. No es capaz
de dominar, porque no es capaz de asegurar a su esclavo la existencia ni
siquiera dentro del marco de la esclavitud, porque se ve obligada a dejarle
decaer hasta el punto de tener que mantenerlo, en lugar de ser mantenida
por él. La sociedad ya no puede vivir bajo su dominación; lo que equivale a
decir que la existencia de la burguesía es, en lo sucesivo, incompatible con
la de la sociedad.
La condición esencial de la existencia y de la dominación de la clase
burguesa es la acumulación de la riqueza en manos de particulares, la
formación y el acrecentamiento del capital. La condición de existencia
90 Modernidad y Educación
Los proletarios no tienen con ella nada que perder más que sus cade-
nas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!
94 Modernidad y Educación
Nuestro Asombro
Es una profunda y radical buena suerte que la ciencia descubra cosas
que se mantienen firmes, y que una y otra vez ofrezca razones para nuevos
descubrimientos —¡bien pudiera ser diferente! Sí, estamos tan convenci-
dos de toda la inseguridad y fantasía de nuestros juicios y del eterno cam-
bio de todas las leyes y conceptos humanos, que realmente nos asombra
¡cuán bien se mantienen firmes los resultados de la ciencia! Antiguamente
nada se sabía acerca de toda esta mudabilidad de lo humano, la costum-
bre de la eticidad 1 mantenía en pie la creencia de que toda la vida íntima
del hombre estaba clavada con grapas eternas a la férrea necesidad —tal
vez en aquel entonces se sentía una voluptuosidad del asombro semejan-
te a la que surgía cuando alguien escuchaba cuentos e historias de hadas.
Era tanto el bienestar que lo maravilloso les causaba a aquellos hombres,
que pueden haberse sentido cansados a veces de la regla y de la eterni-
dad. ¡Perder el suelo firme alguna vez! ¡Flotar! ¡Errar! ¡Estar locos! —eso for-
maba parte del paraíso y de la orgía de los tiempos primigenios: mientras
que nuestra felicidad2 se parece a la del náufrago que ha alcanzado la tie-
rra, y se para con ambos pies sobre la vieja tierra firme —sorprendido de
que ella no se balancee.
Procedencia de lo Lógico
¿De dónde surgió la lógica en las cabezas humanas? Seguramen-
te desde lo ilógico, cuyo reino debe haber sido enorme originariamente.
Ahora bien, perecieron muchos e incontables seres que hacían inferen-
cias de una manera distinta a como nosotros lo hacemos hoy: ¡esto puede
haber sido muy verdadero una y otra vez! Por ejemplo, quien no sabía
encontrar suficientemente a menudo lo “igual” a propósito de los alimen-
tos o de los animales que le eran hostiles; por consiguiente, quien inducía
muy lentamente, quien era muy cuidadoso en la inducción, tenía muchas
menos probabilidades de seguir viviendo, comparado con aquel que ante
cualquier semejanza conjeturaba inmediatamente la igualdad. Pero la ten-
dencia predominante a manejar lo semejante como lo igual —una ten-
dencia ilógica, pues en sí mismo no existe nada igual—, creó inicialmente
todo el fundamento de la lógica.3 Igualmente, para que surgiera el con-
Instinto de Rebaño
Allí en donde tropezamos con una moral, encontramos una valora-
ción y jerarquía de instintos y acciones humanas. Estas estimaciones y
jerarquías son siempre la expresión de lo que una comunidad y un rebaño
han menester: aquello que para ellos es de provecho en primer lugar —y
en segundo y en tercer lugar—, eso es también el más alto criterio para el
valor de todos los individuos. Mediante la moral, cada individuo es aleccio-
nado para ser una función del rebaño y a asignarse un valor sólo como tal
función. Puesto que las condiciones de conservación de una comunidad
han sido muy diferentes con respecto a las de otra comunidad, ha habido
morales muy diferentes; y en relación con próximas y esenciales transfor-
maciones de rebaños y comunidades, Estados y sociedades, se puede pro-
fetizar que aún habrá morales muy divergentes. La moralidad es el instinto
de rebaño en el individuo.5
96 Modernidad y Educación
El Hombre Frenético
¿No habéis oído hablar de aquel hombre frenético6 que en la claridad
del mediodía prendió una lámpara, corrió al mercado y gritaba sin cesar:
“¡Busco a Dios, busco a Dios!”? Puesto que allí estaban reunidos muchos
que precisamente no creían en Dios, provocó una gran carcajada. “¿Es que
se ha perdido?”, dijo uno. “¿Se ha extraviado como un niño?”, dijo otro. “¿O
es que se mantiene escondido? ¿Tiene temor de nosotros? ¿Se ha embar-
cado en un navío? ¿Ha emigrado?” —así gritaban y reían confusamente.
El hombre frenético saltó en medio de ellos y los traspasó con su mira-
da. “¿A dónde ha ido Dios?”, gritó, “¡yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos
matado —vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo
hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de beber el mar? ¿Quién nos
dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando des-
encadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia
dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos
continuamente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia adelante, hacia todos
los lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No erramos como a través de
una nada infinita? ¿No nos sofoca el espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo
más frío? ¿No llega continuamente la noche y más noche? ¿No habrán
de ser encendidas lámparas a mediodía? ¿No escuchamos aún nada del
ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No olemos aún nada
de la descomposición divina? —también los dioses se descomponen.
¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros lo hemos mata-
do! 7 ¿Cómo nos consolamos los asesinos de todos los asesinos? Lo más
sagrado y lo más poderoso que hasta ahora poseía el mundo, sangra bajo
nuestros cuchillos —¿quién nos lavará esta sangre? ¿Con qué agua podre-
mos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos
que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para
nosotros? ¿No hemos de convertirnos nosotros mismos en dioses, sólo
para aparecer dignos ante ellos? ¡Nunca hubo un hecho más grande —
y quienquiera nazca después de nosotros, pertenece por la voluntad de
este hecho a una historia más allá que todas las historias habidas hasta
ahora!” 8
Aquí calla el hombre frenético y miró nuevamente a sus oyentes: tam-
bién éstos callaron y lo miraron extrañados. Finalmente lanzó él su lám-
Notas
1. Aquí Nietzsche invierte los términos con que refiere en el § 43 a la eticidad de la cos-
tumbre (ver nota 56), para destacar el hecho de que la eticidad también puede conver-
tirse en una costumbre y recibir la valoración propia a ésta.
2. Ver CJ., prólogo § 3, 302; AC., § 1.
3. Las consideraciones de Nietzsche acerca de la lógica cabe verlas en conexión con el
replanteamiento del problema del conocimiento, como se señaló en la nota 98. Ver A., §
30, 31, 32; HdH., II, v.s., § 12; frag. póst. VP., § 512, 516, 521.
4. La revalorización del cuerpo como centro de gravedad del hombre implica tener que
repensar la presencia y participación en él de los instintos, como fuerzas a partir de
cuyas relaciones se constituye y se ha de intentar comprender el quehacer del hombre,
a través de diferentes procesos de transformación y creación. El proceso de socializa-
ción y moralización de los instintos es el punto de partida para su posterior diferencia-
ción en algo propiamente humano e individual. Ver A., § 38, 119, 560; MBM., § 3, 6, 36;
frag, post. VP., § 311.
5. En G.M., especialmente en los tratados I y II, Nietzsche desarrolla este planteamiento
mediante un análisis del carácter creador de valores que puede adoptar el resentimien-
to del hombre de rebaño, de los esclavos, por ejemplo, tal como sucedería en el caso de
la moral cristiana.
6. En uno de los borradores más extensos escritos por Nietzsche para la versión final de
este parágrafo, daba el nombre de Zaratustra al personaje que finalmente aquí deno-
mina como el hombre frenético.
7. Si bien la crítica de Nietzsche al concepto de Dios se encuentra a lo largo de práctica-
mente toda su obra, el tema de la muerte de Dios es central en su Así habló Zaratustra,
en la medida misma en que, junto a esa muerte —que acontece de muchas maneras,
pero que es también un asesinato—, Nietzsche inicia, a través de la figura de Zaratustra,
la enseñanza del superhombre. Frente a las formas de decadencia y nihilismo que sig-
nifican para los hombres, por un aparte, la doctrina religiosa de Dios y, por otra, la crítica
y destrucción de esa doctrina, con la enseñanza del superhombre —como replantea-
miento del sentido del hombre y de la tierra— se escenifica y despliega el tipo de pen-
samiento ascendente, afirmador de la vida, con que Nietzsche busca transformar esa
muerte de Dios. Sobre este último tema, ver Z., “De la virtud que hace regalos” § 3, “En
las islas afortunadas”, “de los compasivos”, “De los apóstatas”, “de las tablas viejas y nue-
98 Modernidad y Educación
vas” § 11, “Jubilado”, “Del hombre superior” § 1, 2, “La canción de la melancolía” § 2, “La
fiesta del asno” § 1.
8. Dada la interpretación de Nietzsche de que la historia de Occidente ha quedado deter-
minada por la moral cristiana —que prolonga el pensamiento de Platón en cuanto lo
convierte en ecuménico—, la muerte de Dios ha de traer consigo la paulatina desapa-
rición de aquélla, y de ese modo abrirse una nueva manera, más alta, de entender y
hacer la historia. Es esta división de la historia en dos partes decisivamente diferentes la
que Nietzsche considera como su mayor descubrimiento, y la que le lleva a llamarse a sí
mismo como un “destino”. Ver EH., “Por qué soy un destino” § 8.
9. No sólo los hombres a quienes habla Zaratustra necesitan tiempo para hacerse cuer-
po con los nuevos hechos e ideas. También el retiro de Zaratustra a las montañas, sus
diversos viajes, la relación con su sombra, la búsqueda de su hogar, las series de discur-
sos que dirigió a los hombres y los silencios que los rodean, muestran que él —es decir,
también Nietzsche— necesitó de tiempo para pensar sus pensamientos y aprender a
comunicarlos con un lenguaje y un estilo que, separándose de los tradicionalmente en
uso en la filosofía, fuesen sin embargo apropiados para lo que se tenía que decir y el
tiempo en que se lo hacía. Aquí queda aludido el carácter de unzaitgemäs: intempesti-
vo, que tiene para Nietzsche el pensar de la filosofía. Ver Z., “La más silenciosa de todas
las horas”,“la ofrenda de la miel”; MBM., § EH., prólogo § 4.
De la superación de sí mismo
¿“Voluntad de verdad” llamáis vosotros, sapientísimos, a lo que os
impulsa y os pone ardorosos?
Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡así llamo yo a vuestra
voluntad!
Ante todo queréis hacer pensable todo lo que existe: pues dudáis, con
justificada desconfianza, de que sea ya pensable.
¡Pero debe amoldarse y plegarse a vosotros! Así lo quiere vuestra
El horror al incesto
De los estados de desarrollo por los cuales atravesó el hombre de la
prehistoria tenemos noticia merced a los monumentos y útiles inanima-
dos que nos legó, a los conocimientos que sobre su arte, su religión y su
concepción de la vida hemos recibido de manera directa o mediante la
tradición contenida en sagas, mitos y cuentos tradicionales, y a los relic-
tos que de su modo de pensar perduran en nuestros propios usos y cos-
tumbres. Pero, además, él es todavía en cierto sentido nuestro contem-
poráneo; viven seres humanos que, según creemos, están todavía muy
próximos, mucho más que nosotros, a los primitivos, y en quienes vemos
entonces los retoños directos y los representantes de los hombres tem-
pranos. Tal es el juicio que formulamos acerca de los pueblos llamados
salvajes y semisalvajes, cuya vida anímica cobra particular interés si nos
Max Weber
Nació en Alemania, en la ciudad de Erfurt en 1864. Estudia dere-
cho e Historia. Funda junto a Werener Sombart la revista Archiv
für Sozialwissenschaft. En ella se genera un pensamiento en cierta
medida opuesto al marxismo.
Si en Marx y Engels son las condiciones históricas las que deter-
minan la evolución de la historia, en Weber se destaca el papel del
individuo, de sus ideas y de la racionalidad. Weber otorgaba gran
importancia a la economía en la interpretación de los hechos his-
tóricos. Sin embargo, junto a preguntarse por qué los hechos se
habían desenvuelto de tal o cual forma, Weber se interesaba en
saber por qué no se habían desarrollado de otro modo. Por eso se
interesaba en la ética, es decir, en el impulso detrás de las accio-
nes concretas. Estudiar la racionalidad, es decir, la manera en que
los individuos le dan sentido a sus acciones, era central.
Weber no terminó de publicar su trabajo “Economía y Sociedad”,
que es un compendio de sus investigaciones y fue publicado por
su esposa Marianne en 1922. Junto a “La ética...”, se destacan las
Conferencias publicadas como textos apartes: “La política como
vocación”, y “El político y el científico”.
Pero las cosas no son así. Lo que tenemos ante nosotros no es la albo-
rada del estío, sino una noche polar de una dureza y una oscuridad hela-
das, cualesquiera que sean los grupos que ahora triunfen. Allí en donde
nada hay, en efecto, no es sólo el emperador quien pierde sus derechos
sino también el proletario. Cuando esta noche se disipe poco a poco,
¿quién de aquellos vivirá cuya primavera florece hoy aparentemente con
tanta opulencia? ¿Y qué habrá sido entonces internamente de todos ellos?
Habrán caído en la amargura o en la grandilocuencia vacía, o habrán acep-
tado simplemente el mundo y su profesión, o habrán seguido un tercer
camino, que no es el más infrecuente, el de la huida mística del mundo
para aquellos que tienen dotes para ello o que (y esto es lo más común y
lo peor) adoptan este camino para seguir la moda. En cualquiera de estos
casos sacaré la consecuencia de que no han estado a la altura de sus pro-
pios actos, de que no han estado a la altura del mundo como realmente
es, y a la altura de su cotidianeidad. Objetiva y verdaderamente, no han
tenido, en sentido profundo, la vocación política que creían tener. Habrían
hecho mejor ocupándose lisa y llanamente de la fraternidad de hombre a
hombre y dedicándose simplemente a su trabajo cotidiano.
La política consiste en una dura y prolongada penetración a través
de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión
y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este
mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una
Marshall Berman
Es profesor de ciencias políticas en las universidades de Stanford
y Columbia. Su brillante libro “Todo lo sólido se desvanece en el
aire”, escrito en los comienzos del confuso debate sobre moder-
nidad-posmodernidad, es una de sus pocas obras traducidas al
castellano. También se explaya sobre estos asuntos en “Brindis
por la modernidad”, un artículo importante en el que se enfrenta
a Perry Anderson. En esos textos, Berman celebra la experiencia
de la modernidad, el modernismo y la modernización y expresa
su deseo de despertar nuevamente esos modernismos dialécticos
y dinámicos que fueron patrimonio de Occidente. Para Berman,
la imaginación, la grandeza y la esperanza de vivir mejor fueron
aspiraciones propias de la década del sesenta.
En cambio, considera que el eclipse del entusiasmo por el proble-
ma de la modernidad en los años setenta significó la destrucción
de un espacio público vital. En sus ensayos, afirma que todas las
formas sociales fueron, son y serán efímeras, que toda forma de
vida se evaporará tarde o temprano en el aire.
Jürgen Habermas
Nace en Dusseldorf Alemania, en 1929. Su educación discurre en
las universidades de Gotinga, Zurich y Bonn, realizando su doc-
torado en Marburgo. Imparte clases de filosofía y sociología en la
Universidad de Heidelberg y Frankfurt y a partir de la década de
los años setenta fue Director del Instituto Max Planck, cargo en
que permaneció hasta 1980. En la década de los años cincuenta
colaboró con Theodor Adorno. Su pensamiento está directamen-
te relacionado con la escuela de Frankfurt. En su obra “Ciencia y
Técnica como Ideología” cuestiona la convivencia entre la socie-
dad industrial y la democracia. De su producción también cabe
destacar “Teoría de la Acción Comunicativa”, donde aplica sus
conocimientos de filosofía social, del lenguaje y sociología. Su
filosofía está influida por el pensamiento de Hegel, Marx, Husserl
y Heidegger.
Lectura Obligatoria Nº 1
Morandé, Pedro. “Cultura y Modernización en América Latina”. Cuader-
nos del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica de
Chile. Santiago de Chile, 1984, pp. 144-146.
Pedro Morandé
Pedro Morandé Court, se tituló de Sociólogo en la Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile en el año 1971. Ese mismo año dio ini-
cio a su carrera académica en dicha universidad como profesor
auxiliar en el Instituto de Sociología. Entre 1976 y 1979 realizó
estudios de postgrado en Alemania Federal, obteniendo en 1979
el grado de Doctor (Dr. Phil) en Sociología de la Universidad de
Erlangen-Nürnberg.
En 1981 es nombrado Profesor Titular de Sociología de la Pontifi-
cia Universidad Católica de Chile. Su área de especialización es la
Sociología de la Cultura y de la Religión, y ha realizado numerosos
trabajos de investigación sobre estas materias en el ámbito de la
realidad latinoamericana.
Desde 1995 es Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad, además de ser miembro de la Academia Pontificia
de Ciencias Sociales y miembro del Comité Editorial de la Revista
Humanitas. En 1997 se incorpora como miembro de número a la
Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de
Chile.
Entre sus publicaciones destacan: “Synkretismus und offizielles
Christentum in Lateinamerika. Ein Beitrag zur Analyse der Bezie-
hung zwischen Wort und Ritus in der nachkolonialen SEIT”. (1982);
“Cultura y Modernización en América Latina” (1984); “Iglesia y Cul-
Octavio Paz
Octavio Paz es el poeta mexicano más prestigiado y controvertido
de la segunda mitad del siglo XX. Nace en la ciudad de México en
1914, cuando el país se encuentra en plena lucha revolucionaria.
Pasa parte de su niñez en los Estados Unidos y en su vida adulta vive
en Francia y la India debido a su actividad como diplomático mexi-
cano. Es galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1990.
Muere en la ciudad de México en abril de 1998. Su vida familiar se
polariza entre dos figuras: su abuelo Irineo Paz, escritor, intelectual y
allegado al gobierno de Porfirio Díaz y, su padre, Octavio Irineo Paz,
simpatizante de la Revolución Mexicana y cercano a Emiliano Zapa-
ta. La vida y la obra de Paz fueron y son motivo de atención y crítica.
En sus primeros años, los libros de Octavio Paz fueron alabados en
forma casi unánime. Aún hoy, el llamado “Primer Paz” es considerado
por algunos críticos como el mejor. En contraste, para otros autores
la obra de su madurez es la que lo define como gran poeta y ensa-
yista. La crítica, en general, se ha centrado en algunos de sus libros
como los ensayos El laberinto de la soledad y El arco y lira y los libros
poéticos Libertad bajo palabra, Ladera Este, y El mono gramático. Aún
está por realizarse el estudio sistemático de su obra conjunta. Salvo
excepciones como El laberinto de la soledad y Libertad bajo palabra,
es pobre la difusión de sus libros. Todavía hoy no es posible contar
con la edición total de sus Obras Completas.
Para Rubén Darío, como para todos los grandes poetas, la mujer no es
solamente un instrumento de conocimiento, sino el conocimiento mismo.
El conocimiento que no poseeremos nunca, la suma de nuestra definitiva
ignorancia: el misterio supremo.
Es notable que nuestras representaciones de la clase obrera no estén
teñidas de sentimientos parecidos, a pesar de que también vive alejada
del centro de la sociedad —inclusive físicamente, recluida en barrios y ciu-
dades especiales. Cuando un novelista contemporáneo introduce un per-
sonaje que simboliza la salud o la destrucción, la fertilidad o la muerte, no
escoge, como podría esperarse, a un obrero —que encierra en su figura la
muerte de la vieja sociedad y el nacimiento de otra. D. H. Lawrence, que es
uno de los críticos más violentos y profundos del mundo moderno, des-
cribe en casi todas sus obras las virtudes que harían del hombre fragmen-
tario de nuestros días un hombre de verdad, dueño de una visión total
del mundo. Para encarnar esas virtudes crea personajes de razas antiguas
y no-europeas. O inventa la figura de Mellors, un guardabosque, un hijo
de la tierra. Es posible que la infancia de Lawrence, transcurrida entre las
minas de carbón inglesas, explique esta deliberada ausencia. Es sabido que
detestaba a los obreros tanto como a los burgueses. Pero ¿cómo explicar
que en todas las grandes novelas revolucionarias tampoco aparezcan los
proletarios como héroes, sino como fondo? En todas ellas el héroe es siem-
pre el aventurero, el intelectual o el revolucionario profesional. El hombre
aparte, que ha renunciado a su clase, a su origen o a su patria. Herencia del
romanticismo, sin duda, que hace del héroe un ser antisocial. Además, el
obrero es demasiado reciente. Y se parece a sus señores: todos son hijos de
la máquina.
El obrero moderno carece de individualidad. La clase es más fuerte
que el individuo y la persona se disuelve en lo genérico. Porque esa es la
primera y más grave mutilación que sufre el hombre al convertirse en asa-
lariado industrial. El capitalismo lo despoja de su naturaleza humana —lo
que no ocurrió con el siervo— puesto que reduce todo su ser a fuerza de
trabajo, transformándolo por este solo hecho en objeto. Y como a todos
Beatriz Sarlo
Profesora de letras, se destacó por su labor de investigación en las
áreas de literatura argentina y teoría literaria. Ha editado numero-
sos trabajos, entre los que figuran “Escenas de la vida posmoder-
na”; “Instantáneas”; “Borges, un escritor en las orillas”. Ha publicado
en colaboración con Carlos Altamirano “Conceptos de Sociología
Literaria” y diversos trabajos sobre la Argentina del Centenario,
Sarmiento, las vanguardias, etc. En la actualidad forma parte del
Consejo de Dirección de la revista Punto de Vista y desde 1972 a
1976 de la revista Los Libros.
Capítulo IV
Vanguardia y utopía
“Yo llamo por eso culinaria a todo arte que se aproveche de lo sensorial,
por su agrado en sí, no como signo de emoción a suscitar. Así es culinaria
toda versificación, en el ritmo, en la consonancia, en las onomatopeyas y
en las sonoridades de vocablos y ritmo de sus acentos”. 6 6 En Poesía, nº 1-2, 1933, p. 43.
16 “Anatomía de mi Ultra”, “El estado de belleza artística no debe tener, l. Ninguna instructividad o
texto de 1921, reproducido información; 2. Ninguna sensorialidad, y 3. Ninguna otra finalidad que sí
en César Fernández Moreno,
mismo”. 17
La realidad y los papeles,
Aguilar, Madrid, 1967, p. 493.
“La poesía lírica no ha hecho otra cosa hasta ahora que bambolearse
entre la cacería de efectos auditivos o visuales, y el prurito de querer
expresar la personalidad de su hacedor. El primero de ambos empeños
atañe a la pintura o a la música, y el segundo se asienta en un error psi-
cológico, ya que la personalidad, el yo, es sólo una ancha denominación
colectiva que abarca la pluralidad de todos los estados de conciencia.
Cualquier estado nuevo que se agregue a los otros llega a formar parte
esencial del yo, y a expresarle: lo mismo lo individual que lo ajeno. Cual-
Arcaísmo e historia
“La patriada (que no se debe confundir con el cuartelazo, prudente ope-
ración comercial de éxito seguro) es uno de los pocos rasgos decentes
de la odiosa historia de América (...) En la patriada actual, cabe decir que
está descontado el fracaso: un fracaso amargado por la irrisión. Sus hom-
bres corren el albur de la muerte, de una muerte que será decretada
insignificante. La muerte, siéndolo todo, es nada: también los amenazan
el destierro, la escasez, la caricatura y el régimen carcelario. Afrontarlos
demanda un coraje particular”.
“Los terrenos baldíos de ayer son las casas de un piso ahora. Al principio
se construía sobre la tierra, a la izquierda o a la derecha, esporádicamen-
te; hoy se utiliza el primer piso como terreno, y las casas de un piso ya
son los terrenos baldíos de las casas de dos o más. Por eso Buenos Aires
tiene la estructura de la pampa; la llanura sobre la que va superponién-
41 Ibid., p. 203. dose como la arena y el loess otra llanura; y después otra.” 41
42
fiere su superficialidad a los tipos urbanos. En su caracterización del gua-
Se trata de un
‘carnavalesco’ despojado de rango, Martínez Estrada alcanza el punto más crítico de la caracterización
los rasgos de resistencia que
de lo argentino como simulacro. El guarango es una máscara definida por
hoy, después de Bachtin, se le
adjudican. la falsedad de lo carnavalesco:42
Más que volver a subrayar lo que ya se ha reiterado44 sobre la impo- 44 Véanse los trabajos de
David e Ismael Viñas en
sibilidad de captar una dimensión fundamental de la sociedad argentina, Contorno; Juan José Sebreti,
la popular moderna, queda la pregunta acerca de cómo esta ‘epistemolo- Martínez Estrada: una
rebelión inútil, Jorge Álvarez,
gía radiográfica’ se maneja con figuras (el simulacro y la máscara) que se Buenos Aires, 1967; Juan
convierten en clave explicativa del ser argentino y sus manifestaciones. José Hernández Arregui,
Imperialismo y cultura, Plus
La sociedad pampeana es paródica. Si la realidad profunda, razona Martí- Ultra, Buenos Aires, 1973, 3a.
nez Estrada, es hostil a la cultura, una ‘cultura ficticia’ ocupa el espacio que ed.
otras sociedades colmarían con una densidad que ni siquiera los procesos
de modernización y de mezcla pudieron afectar. Radiografía iguala catas-
tróficamente las producciones de elite y las populares, las prácticas socia-
les y las políticas de estado, en un movimiento globalizante donde ni los
intelectuales ni los artistas se salvan de las marcas indelebles producidas
por la mestización española-criolla-inmigratoria:
Capítulo 2
Razón y reducción de la diferencia
Una importante característica de las teorías universales propias de
la modernidad es su proposición que ninguna nación puede escapar del
camino de desarrollo general que ellas postulan, siempre que los obstácu-
los más importantes al desarrollo se eliminen. Sin embargo, cuando estas
teorías, especialmente las del siglo XIX, tratan casos especialmente difíciles
que parecen desviarse de la norma universal, terminan por excluirlos o por
construir explicaciones de sus peculiaridades que lindan con el racismo.
Por eso es instructivo mostrar lo que algunas de estas teorías pensaron
acerca de las naciones que llamaron “atrasadas” o “que no mejoran”. 1 En el
curso de estos análisis puede detectarse una manera especial de construir
al “otro”.
De acuerdo a la mayoría de los economistas políticos clásicos, el colo-
nialismo era necesario para ayudar a las naciones atrasadas a romper con
su antiguo patrón de estancamiento e introducir el progreso. J. B. Say, por
Hispanismo
En la opinión de Pike puede decirse que el hispanismo, como corrien-
te de pensamiento que valora el carácter distintivo del estilo de vida, las
tradiciones y la cultura hispánicas, ha existido en América Latina desde la
época de la independencia.17 De algún modo esto puede ser cierto, pero
la fuerza de tal movimiento fue inicialmente muy pequeña, sobre todo
mientras las guerras de la independencia y sus secuelas estuvieron cerca.
Una cierta forma de hispanismo gana fuerza a comienzos del siglo XX con
los trabajos de Rodó, Blanco Fombona, Vasconcelos y otros autores que
tratan de oponer la raza latina a la raza sajona y que luchan contra el impe-
rialismo norteamericano. Vasconcelos, por ejemplo, argumentaba que “no-
sotros no seremos grandes mientras el español de la América no se sienta
tan español como los hijos de España”. 18 Pero el hispanismo de estos auto-
res era muy moderado por un sentimiento americanista y de valoración
del mestizaje. En otros casos, el intento de oponerse al indigenismo ali-
mentó a la corriente hispanista y allí ésta asumió caracteres más radicales.
El caso más típico es el de José de la Riva Agüero, historiador peruano que
afirmaba, en 1905, contra la corriente indigenista de González Prada:
Notas
Capítulo 2
1. La expresión inglesa típica, utilizada por la economía política clásica para referirse a
estas naciones, era “unimproving nations”.
2. Véase J. B. Say, Cours Complet d’Economie Politique Pratique (Roma, Edizioni Bizarri, 1968)
Parte 4, capítulo XXVI, p. 311, citado en J. P. Platteau, Les Economistes Classiques et le sous-
Développement (Namur, Presses Universitaires de Namur, 1978), vol. 1, p.192: “‘En interés
de la especie humana’, las naciones europeas avanzadas deben mantener y aun incre-
mentar su influencia en Asia... es evidente que ‘con sus déspotas y supersticiones, Asia
no tiene ninguna buena institución que perder’ pero ‘puede recibir muchas muy bue-
nas de los europeos’”.
3. T. R. Malthus, An Essay on Population (Londres, J. M. Dent, 1952), vol. 2, libro III, capítulo IV,
p.30.
4. T. R. Malthus, Principles of Political Economy (Londres International Economic Circle,
Tokyo and the London School of Economics and Political Science, 1936), libro II, sección
IV, pp.337-341.
5. J. Mill, The History of British India (Londres, Baldwin, Cradock and Joy, 1820), vol. II, libro II,
capítulo X, p.195.
6. D. Ricardo, carta a J. Mill. 6 enero 1818, en P. Sraffa (ed.), The Works and Correspondence
of David Ricardo (Londres, Cambridge University Press, 1951), vol. VII, p. 243.
7. G. W. F. Hegel, Lectures on the Philosophy of World History (Cambridge, Cambridge Univer-
sity Press, 1986), pp. 162-171.
8. Citado por A. Gerbi, The Dispute of the New World: the History of a Polemic 1750-1900
(Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1973), p. 429-430.
9. G. W. F. Hegel, Lectures on the Philosophy of World History, p.167.
10. K. Marx, carta a F. Engels, 2 diciembre 1854, en K. Marx, Materiales para la Historia en Amé-
rica Latina (México, Cuadernos de Pasado y Presente, 1980), pp.203-204.
11. F. Engels, “Democratic Pan-Slavism”, Neue Rheinische Zeitung, 15 febrero 1849, en K. Marx,
The Revolutions of 1848, ed. D. Fernbach (Harmondsworth, Penguin, 1973), p. 230.
12. F. Engels, “Die Bewegungen von 1847”, Deutsche Brüsseler Zeitung, 23 enero 1848, en K
Marx and F. Engels, Materiales para la Historia de América Latina, p. 183.
13. Véase K. Marx, “The Future Results of the British Rule in India”, en K Marx, Surveys from
Exile, ed. D. Fernbach (Harmondsworth, Penguin, 1973).
14. Ibíd., p. 324.
15. K. Marx, “Bolívar y Ponte”, The New American Cyclopedia, vol. III, 1858, en K. Marx and F.
Engels, Materiales para la Historia de América Latina, pp. 76-93.
Capítulo 4
* Dos fuentes han sido fundamentales en la reconstrucción histórica y de ellas he toma-
do varias ideas para este capítulo: T. Todorov, La Conquista de América, el Problema del
Otro (México, siglo XXI, 1989) y J.L. de Imaz, Sobre la Identidad Iberoamericana (Buenos
Aires, Editorial Sudamericana, 1984).
17. F.B. Pike, Hispanismo, 1898–1936 (Notre Dame, University of Notre Dame, 1971), p. 1.
18. J. Vasconcelos, La Raza Cósmica, p. 7.
19. Citado por M. T, Martínez Blanco, Identidad Cultural de Hispanoamérica (Madrid, Editorial
de la Universidad Complutense, 1987), p. 124. Tomado de J. de la Riva Agüero, Carácter
de la Literatura del Perú Independiente (Lima, 1962), p. 267.
20. J. Eyzaguirre, Hispanoamérica del Dolor (Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1947), pp.
17-18.
21. Ibíd., p. 39.
22. J. Eyzaguirre, “Por la Fidelidad a la Esperanza” en Hispanoamérica del Dolor (Santiago,
Editorial Universitaria, 1969), pp. 21–22.
23. J. Eyzaguirre, Hispanoamérica del Dolor; p. 42.
24. J. Eyzaguirre, “Por la Fidelidad a la Esperanza”, p. 21.
25. J. Eyzaguirre, Hispanoamérica del Dolor, p. 79.
26. J. Eyzaguirre, “Por la Fidelidad a la Esperanza”, pp. 23–21.
27. O. Lira, Hispanidad y Mestizaje (Santiago, Editorial Covadonga, 1985), pp. 13 y 60.
28. Ibíd., p. 40.
29. Ibíd., p. 41.
30. Ibíd., p. 42.
31. Ibíd., p. 55.
32. Ibíd., pp. 91-92.
la armonía de los indios con su entorno significó que ellos tenían mucho
que enseñar a los inmigrantes europeos acerca de la utilización de la tie-
rra, sus ríos y sus productos, entre otras cosas. Ellos dejaron un legado
formidable a las nuevas naciones, a menudo olvidado, descuidado y des-
preciado por una elite determinada a europeizar sus naciones.10
Los europeos después de llegar al Nuevo Mundo observaron técnicas
que juzgaron atrasadas y en necesidad de ser cambiadas, sólo para des-
cubrir más tarde —a un gran costo para ellos, la ecología y la economía
latinoamericana— que lo que a primera vista aparecía ridículo al extran-
jero aseguraba en el largo plazo el mejor uso de los recursos locales. La
mayor parte de la agricultura tradicional era ecológicamente sana.11
Notas:
2. Tomo esta terminología de G. Sunkel, Representations of the People in the Chilean Popular
Press, Ph. D. thesis, University of Birmingham, 1988, p. 42. También la he encontrado en C.
Parker, Otra Lógica en América Latina: Religión Popular y Modernización Capitalista (San-
tiago, Fondo de Cultura Económica, 1993), 370.
3. Parker enumera seis características de la religión popular. Véase Otra Lógica en América
Latina, pp.194-198.
4. Véase C. Cousiño, Razón y Ofrenda. Ensayo en Torno a los Límites y Perspectivas de la
Sociología en América Latina (Santiago, Cuadernos del Instituto de Sociología, Pontificia
Universidad Católica de Chile, 1990), especialmente capítulo 5.
5. Ibíd., p.115.
6. E. Galeano “The Blue Tiger and the Promised Land”, Report on the Americas, Nueva York:
Nacla, February 1991, vol. XXIV, Nº5, p.13.
7. Ibíd., p.14.
8. L.G. Lumbreras, “Misgguided Development”, Report on the Americas, Nueva York, Nacla,
frebuary 1991, vol. XXIV, Nº5, p.18.
9. Ibíd., p.22.
10. E. Bradford Burns, The Poverty of Progress: Latin America in the Nineteenth Century (Ber-
keley, University of California Press, 1980), p. 64.
11. Ibíd., pp. 134-135.
Capítulo 2
“Cultura y crisis de
Modernización con expansión restringida del mercado, democratiza-
hegemonías”, en J. J. Brunner
ción para minorías, renovación de las ideas pero con baja eficacia en los y G. Catalán, Cinco estudios
sobre cultura y sociedad,
procesos sociales. Los desajustes entre modernismo y modernización son
FLACSO, Santiago de Chile,
útiles a las clases dominantes para preservar su hegemonía, y a veces no 1985, p. 32.
tener que preocuparse por justificarla, para ser simplemente clases domi-
nantes. En la cultura escrita, lo consiguieron limitando la escolarización y el
consumo de libros y revistas. En la cultura visual, mediante tres operacio-
nes que hicieron posible a las elites restablecer una y otra vez, ante cada
cambio modernizador, su concepción aristocrática: a) espiritualizar la pro-
ducción cultural bajo el aspecto de “creación” artística, con la consecuen-
te división entre arte y artesanías; b) congelar la circulación de los bienes
simbólicos en colecciones, concentrándolos en museos, palacios y otros
centros exclusivos; c) proponer como única forma legítima de consumo de
estos bienes esa modalidad también espiritualidad hierática, de recepción
que consiste en contemplarlos.
Si esta era la cultura visual que reproducían las escuelas y los museos,
¿qué podían hacer las vanguardias? ¿Cómo representar de otro modo —en
el doble sentido de convertir la realidad en imágenes y ser representativos
de ella— a sociedades heterogéneas, con tradiciones culturales que convi-
ven y se contradicen todo el tiempo, con racionalidades distintas, asumidas
desigualmente por diferentes sectores? ¿Es posible impulsar la modernidad
cultural cuando la modernización socioeconómica es tan desigual? Algunos
historiadores del arte concluyen que los movimientos innovadores fueron
“trasplantes”, “injertos”, desconectados de nuestra realidad. En Europa:
europeo tuvo su momento alto en las tres primeras décadas del siglo XX, y and Revolution”, citado.
luego persistió como “culto” de esa ideología estética, sin obras ni artistas
del mismo vigor. La transferencia posterior de la vitalidad creativa a nues-
tro continente se explicaría porque
[...] en el tercer mundo, de modo general, existe hoy una especie de con-
figuración que, como una sombra, reproduce algo de lo que antes preva-
lecía en el primer mundo. Oligarquías precapitalistas de los más variados
tipos, sobre todo las de carácter fundiario, son allí abundantes; en esas
regiones, donde existe desarrollo capitalista, es, de modo típico, mucho
más rápido y dinámico que en las zonas metropolitanas, pero por otro
lado está infinitamente menos estabilizado o consolidado; la revolución
socialista ronda esas sociedades como permanente posibilidad, ya de
hecho realizada en países vecinos —Cuba o Nicaragua, Angola o Viet-
nam. Fueron estas condiciones las que produjeron las verdaderas obras
maestras de los años recientes que se adecuan a las categorías de Ber-
man: novelas como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, o
Midnights Children, de Salman Rushdie, en Colombia o la India, o pelícu-
las como Yol, de Yilmiz Güney, en Turquía.
[...] el único sector de la nación que hace del problema artístico nacional
un caso de preocupación casi exclusiva. A pesar de esto, no representa
nada de la realidad brasileña. Está fuera de nuestro ritmo social, fuera
de nuestra inconstancia económica, fuera de la preocupación brasileña.
Si esta minoría está aclimatada dentro de la realidad brasileña y vive en
intimidad con el Brasil, la realidad brasileña, en cambio, no se acostum-
bró a vivir en intimidad con ella.10 10 Citado por A. A. Amaral en
Debo ofrecer una doble excusa. Primero, por hablar esta mañana en
castellano a falta, siquiera, de un modesto “portuñol”. En seguida, por usar
los próximos 40 minutos para desarrollar un conjunto de argumentos que,
en el mejor de los casos, me adelanto a señalar, no son más que conjetu-
ras, juicios probables, exploratorios, formados con datos incompletos, por
indicios y señales, en confrontación con autores que, a su vez, reflexionan
y hacen conjeturas. ¿Qué me propongo, entonces, hacer? Casi me atrevería
a decir —si no sonara un poco pretencioso— que me propongo discurrir
Consequences of Modernity,
Heller introducen todavía mayores restricciones al concepto, pero arriban
Stanford University Press,
a la misma definición. Entienden por modernidad “el período y la región en 1990, p. l.
el cual capitalismo, industrialización y democracia aparecen simultáneamen-
te, reaccionando uno al otro, reforzándose, complementándose y restringién-
dose mutuamente”. 3 En fin, “la modernidad es la época en la que el hecho de 3 Feher, Ferenc y Heller, Agnes,
p.29.
A su vez, el inicio de la subjetividad estaría posibilitado, en el terreno
histórico, por la confluencia de tres acontecimientos: la Reforma Religiosa,
la Ilustración y la Revolución Francesa. Esos tres acontecimientos de época
harían posible el arranque de los procesos en torno a los cuales se articu-
lan los núcleos organizativos de la modernidad: capitalismo, industrializa-
ción y democracia.
pp.63-64.
Otro intelectual mexicano, Carlos Fuentes, ha retomado recientemente
—aunque con una aproximación y con resultados distintos— esta misma
preocupación. “Somos un continente en búsqueda desesperada de su moder-
nidad —ha escrito. Pero demasiadas veces hemos reaccionado violentamen-
te contra semejante búsqueda, prefiriendo preservar el lastre de sociedades
anacrónicas, ‘patrimonialistas’, (...) en las que la voluntad del jefe, los intereses
de su clan y las recompensas debidas a sus ejércitos de parásitos y pistoleros,
crean un mundo irracional de capricho político y de ‘violencia impune’ (...) Una
racionalización reviste esta realidad —agrega—: somos hijos de la Contra-
rreforma española, muralla levantada contra la expansión de la modernidad.
¿Cómo podemos entonces ser modernos?” 11 11 Fuentes, Carlos, Valiente
p.108.
que reúne los factores de producción y los moviliza coordinando los ingre-
dientes de actividad humana, capital, tecnologías y materias. Significa que,
en algún momento de la década de 1780, al decir de Eric Hobsbawm, “y
por primera vez en la historia, se levantaron los grilletes del potencial produc-
tivo de las sociedades, el cual desde ese momento se volvió capaz de sustentar
la constante, rápida y hasta aquí ilimitada multiplicación de los hombres, los
bienes y los servicios. (...) Ninguna sociedad había logrado previamente supe-
rar el techo que una estructura social preindustrial, una ciencia y tecnología
6. Globalización de la modernidad
Junto con cerrar aquí este largo paréntesis, volvamos ahora al hilo
central de esta exposición. Nos habíamos preguntado si era posible, o no,
hablar de la modernidad en América Latina. ¿O vivimos, en cambio, nada
más que la ilusión de una pseudomodernidad, “viajando, como dice Carlos
“Literatura y Subdesarrollo”, en
El mismo argumento suele generalizarse para toda la esfera cultural: no
C. Fernández Moreno (coord.),
existiría modernidad allí donde los públicos consumidores no alcanzan un América Latina en su Literatura,
Siglo XXI, México, 1977, p.339.
cierto grado de sofistificación, y dónde los productores, a su vez, no gozan
de un cierto grado de autonomía local. Esta segunda cláusula se agrega
como condición de una cultura nacional capaz de expresar la modernidad.
Pero, en realidad, como hemos tratado de mostrar aquí, la modernidad no
supone lo uno ni lo otro sino cosas bien distintas, como son: que los pro-
cesos de comunicación se masifiquen a través del mercado; que el consu-
mo simbólico esté articulado a procesos formativos organizados para toda
la población; y que el uso de conocimientos e información vincule de un
modo cada vez más central las distintas esferas separadas de la sociedad: la
producción económica con la política y a ésta, como vehículo de hegemo-
nías, con el mercado. Aunque en grados diversos, todo eso es, precisamente,
lo que ha venido ocurriendo en nuestras sociedades. La escuela se univer-
saliza hasta el punto que la educación alcanza proporciones variables de
masificación, incluso en el nivel superior; la comunicación social adquiere
base industrial y se orienta hacia el mercado; y el empleo del conocimiento
se mueve lentamente hacia los centros vitales, como lo muestran la emer-
gente tecnificación del poder y la producción y los procesos selectivos que
ocurren en el mercado ocupacional. Por su lado, todos esos fenómenos se
ven impulsados y acelerados por la globalización de los mercados cultura-
les que, de hecho, se mueven por delante de la globalización de los merca-
dos económicos y de la política.
De modo tal que ahora cualquier contra-argumento necesita despla-
zarse, como de hecho parece estar ocurriendo hacia la crítica de la organi-
zación y alcances de la propia cultura de masas; por ejemplo, en términos
de las desigualdades de la calidad educacional, o de las insuficientes capa-
cidades de producción de conocimientos y su aprovechamiento en las
esferas de la economía y la política, o de los efectos de la globalización de
los mercados de producción y consumo simbólicos. Pero todos ésos son
temas ya propiamente modernos, en el sentido que buscan ajustar, rees-
Epílogo
Termino con una breve reflexión. Quizá como nunca antes, los hom-
bres y mujeres contemporáneos viven —en proporciones crecientes y de
manera cada vez más intensa— en un constante proceso de ampliación
de sus expectativas personales y de sus capacidades de imaginar socieda-
8. Macondo I
Quizá la mayor interrogante de la cultura contemporánea a nivel
mundial consista en plantearse si somos todavía modernos, o si hemos ya
entrado de plano en una época que —como antaño América— carece aún
de nombre y es llamada, por eso, con referencia a su punto de origen: la
Nueva España, o sea, la posmodernidad.
En cambio, para nosotros, la pregunta es si acaso son modernas las
actuales sociedades latinoamericanas, al menos consideradas según la con-
formación de sus culturas.
Hay una manera de responder negativamente a esta pregunta que se
10. Negaciones
Diferente es la visión que —fragmento a fragmento— estamos propo-
niendo aquí a propósito de la modernidad en la cultura —suma de cultu-
ras— de América Latina. Nos movemos en un terreno de exploración. Mas
10.2. Diferencias II
• La “tesis de las diferencias específicas” o “de las carencias” es usada,
en cambio, para revelar de otro modo nuestra perdida identidad. Bajo las
máscaras impuestas por las sucesivas y prematuras modernizaciones se
ocultaría, intocado o, en cualquier caso, incomprendido, el fondo barroco,
mestizo y cristiano de nuestra alma hecha de sedimentaciones históricas.
• Por el contrario, la historia de las modernizaciones criollas se habría
hecho de espaldas a ésa, la verdadera síntesis cultural latinoamericana que,
40 Para un desarrollo a pesar de todo, volvería a reaparecer, con resistente, constancia, por ejem-
argumental de esta tesis ver
plo, en las culturas religiosas populares, a través de los ritos anteriores a la
Morandé, Pedro, Cultura y
Modernización en América escritura.40 O en nuestros dictadores-caudillos, figura que ha fascinado a la
Latina, Pontificia Universidad
literatura del continente.41
Católica de Chile, Santiago,
1984. • De allí que, a los ojos de quienes defienden la “tesis de las carencias”,
Lectura Obligatoria Nº 1
Pineau, Pablo; Dussel, Inés y Caruso, Marcelo. “¿Por qué Triunfó la
Escuela? o la Modernidad dijo: ‘Esto es Educación’, y la Escuela Res-
pondió: ‘Yo me Ocupo’”, en La Escuela como Máquina de Educar. Tres
Escritos Sobre un Proyecto de la Modernidad. Buenos Aires, Argentina,
Editorial Paidós, 2001, pp. 27-33.
Pablo Pineau
Dr. En Educación (UBA), Master en Ciencias Sociales con Mención
en Educación (FLACSO), Licenciado en Ciencias de la Educación
(UBA) y Profesor de Enseñanza Primaria. Ha sido becario de inves-
tigación del Programa de Intercambio entre Terceros Países del
Departamento Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y de
la UBA. Es profesor de la Universidad Nacional de Luján y la UBA.
Se viene desempeñando como investigador y docente en el Área
Educación y Sociedad de FLACSO desde 1992. Ha publicado La
Escolarización de la Provincia de Buenos Aires: una versión posible
(1875-1930), Oficina de Publicaciones del CBC-UBA, Bs. As. 1997, y
La Escuela como Máquina de Educar. Tres Escritos sobre un Proyecto
de la Modernidad (En coautoría con Inés Dussel y Marcelo Caru-
so) Ed. Paidós, Bs. As., 2000. También es autor de diversos trabajos
publicados en revistas y libros nacionales e internacionales.
Y compárese ese párrafo con el que abre el trabajo de Jones (1994: 57):
No es poca cosa lograr que una joven se pare frente a una galería
de 55 niños mal nutridos y los conduzca a través de una serie de
ejercicios mecánicos. [...] ¿Con qué estrategias e imágenes, a veces
distorsionadas y contradictorias, se reguló la figura del maestro de
escuela?
Nótese cómo, cien años más tarde, se vuelven a hacer, con fines de
análisis, las mismas preguntas que enfrentaron los constructores de los sis-
temas. Esto no hace más que volver a demostrarnos que su condición de
“naturalidad” es también una construcción históricamente determinada
que debe ser desarmada y desarticulada.
A partir de estas críticas, queremos ensayar en este trabajo otros abor-
dajes que permitan comprender ese “plus” de significación que encierra
el triunfo de la escuela y que escapa a la enumeración de sus finalidades.
Plantearemos como hipótesis que la consolidación de la escuela como forma
Nótese las operaciones que el autor realiza aquí. En primer lugar, des-
pega la educación de cualquier definición trascendental, y la limita a la
esfera de lo social: la moral es la moral social, volviendo a coser, en clave
moderna, las distintas esferas. De fenómeno esencialmente humano en
Kant, la educación se vuelve un fenómeno esencialmente social en Dur-
kheim.
12 Reflexiones similares
Por otra parte, determina muy fuertemente el “lugar” del educador (las
pueden hacerse sobre otros
generaciones adultas) y del educando (quien no está todavía maduro para grupos “educables”. Véase,
para sumar otros casos, las
la vida social). Estos lugares son prioritariamente tomados por los adultos
consideraciones sobre las
y los infantes respectivamente. Continuando los planteos de Kant, la edu- similitudes en los planteos
históricos de los niños
cación es un proceso de “completud” del infante como sujeto inacabado, al
respecto a las mujeres, los
que Durkheim sumó su comprensión como sujeto social.12 Más adelante esclavos, el proletariado,
los negros y los pueblos
sostiene dicho autor:
colonizados, en Snyders
(1982).
3. A modo de cierre,
o repensando la travesía
A fines del siglo XX vivimos una crisis —según algunos, terminal— de
la forma educativa escolar. Probablemente, arribar a una solución no será
fácil. Nuestro aporte en este trabajo ha sido pensar la escuela no como un
fenómeno natural y evolutivo, sino histórico y contradictorio, como una
de las tantas, y no la única, opción posible. Sin duda, en el contexto actual
tiene sentido continuar con algunas de estas viejas prácticas y conceptua-
lizaciones, pero no porque las entendemos como las únicas posibles —lec-
tura derivada de la naturalización de la escuela—, sino porque las segui-
mos considerando las más eficaces para lograr los fines propuestos. O, en
otras palabras, seguimos optando por el camello porque hasta ahora es el
mejor animal, y no el único, que nos permite atravesar el desierto.
Benavot, Aaron et al. (1990): “El conocimiento para las masas. Modelos
mundiales y curricula nacionales”, Revista de Educación, n° 297, Madrid,
Ministerio de Educación y Ciencia.
Bourdieu Pierre (1987): “Los tres estados del capital cultural”, Sociológica, nº
5, México, UAM-A.
Dussel, Inés y Caruso, Marcelo (1999): La invención del aula. Una genealogía
de las formas de enseñar, Buenos Aires, Santillana.
Jones, David (1994): “La genealogía de maestro urbano”, en Ball (ed.), op. cit.
Morgade, Graciela (1997): “La docencia para las mujeres: una alternati-
va contradictoria en el camino hacia los saberes ‘legítimos’”, en Morgade,
Graciela (comp.), Mujeres en la educación. Género y docencia en la Argentina
(1870-1930), Buenos Aires, Miño y Dávila.
Mariano Narodowski
Doctor en Educación con mención en filosofía e historia. Inició su
carrera profesional como maestro de escuela primaria y cubrió
todos los pasos de la carrera académica. Actualmente es Profe-
sor Titular-Investigador y Director de la Diplomatura en Ciencias
Sociales de la Universidad de Quilmes.
Sus principales áreas de interés son la historia de la educación y
el estudio teórico y las consecuencias políticas del declive de la
institución escolar moderna.
En lo que respecta a sus trabajos escritos, ha publicado más de
ochenta artículos en revistas académicas nacionales e internacio-
nales, en revistas de divulgación especializadas en educación y en
diarios de circulación nacional. Es Editor del Boletín de Historia de
la Educación y es miembro del Comité Editorial de varias revistas
científicas nacionales e internacionales.
2. Utopías
“...No requiere otra cosa el arte de enseñar que una ingeniosa dis-
posición del tiempo, los objetos y el método. Si podemos conse-
guirla, no será difícil enseñar todo a la juventud escolar, cualquiera
que sea su número...”
3. Infancia y pedagogía
“La infancia tiene maneras de ver; de pensar; de sentir que le son pro-
pias”. (Ibid, pág. 108).
“¿El pobre niño que no sabe nada, que no puede nada ni nada cono-
ce, no está a vuestra merced? (...) Sin duda, él debe hacer sólo lo que
debe pero él debe querer sólo lo que vosotros queréis que él haga”.
(Ibid., pág. 150).
“Hay que ayudarlos y suplir lo que les falta, sea en inteligencia, sea en
fuerza, en todo lo que implique necesidad física”. (Ibid., pág. 78)
“Si consideramos qué es lo que hace que el Universo con todas las
cosas singulares que encierra, se mantenga en su propio ser, nota-
remos que no hay otra cosa sino orden, que es la disposición de las
cosas anteriores y posteriores, superiores e inferiores, mayores y
menores, semejantes y diferentes en el lugar, tiempo, número, medi-
da, y peso a cada una de ellas debido y adecuado. De aquí que algu-
no, con acierto y elegancia, haya llamado al orden el alma de las
cosas”. (Didáctica Magna: pág. 101, el subrayado es del texto).
“Es un principio admitido por todos que el hombre nace con aptitud
para adquirir el conocimiento de las cosas”. (Didáctica Magna: pág,
42, el subrayado es del original).
“...(las actividades del hombre) cuyo cerebro (...) está húmedo y blan-
do en la edad pueril, dispuesto a recoger todas las impresiones; y
poco a poco se reseca y endurece hasta el punto de que la experien-
cia testifica que de un modo más difícil se impriman en ellas cosas”.
(Didáctica Magna: pág. 63).
“Así se forman poco a poco en el espíritu del niño las ideas de rela-
ciones sociales, incluso antes que él pueda ser miembro activo de la
sociedad”. (Emile, pág. 251)
“Así habrá una escuela materna en cada casa; una escuela pública
en cada población, plaza o aldea; un Gimnasio en cada ciudad y una
Academia en cada Reino o provincia mayor”. (Didáctica Magna: pág.
273, el subrayado es del texto).
“Hay que hacer una escrupulosa distribución del tiempo para que
cada año, mes, día y hora tenga su particular ocupación”. (Didáctica
Magna: pág. 134).
El ideal pansófico y todo programa de extensión escolar estipulado
“No dedicar a los estudios públicos más que cuatro horas que se
“No reparéis en gasto alguno: dadlo al señor y él lo devolverá con creces (...)
si pensamos que esto está sabiamente dicho lo de que no hay que perdonar
gasto alguno para educar rectamente a un adolescente...” (Didáctica Magna:
pág. 324-325; el subrayado en la obra).
Comenius es altamente consciente del hecho de que coordinar las
Nótese que hasta ahora han sido descriptos los dos requerimientos
indispensables efectuados en favor de la acción estatal que garantiza la
universalidad: primero, el respaldo financiero; segundo, el respaldo políti-
co de la “autoridad y liberalidad” del máximo representante del estado. Es
claro que se está efectuando un llamado al poder unificador de un esta-
do central. El estado representará finalmente el interés general, por lo que
no habrá nadie “que intente mover la voluntad en contra; antes bien, todos
anhelen ser agentes de la divina bondad...” (Ibid)
Un dispositivo de alianza entre la escuela y la familia que garantiza
el flujo de la infancia de un ámbito al otro constituye el primer engranaje.
Un sistema de simultaneidad que homogeiniza la actividad propiamente
escolar, conforma el segundo engranaje. Un ente coordinador e integrador
es el estado, que dispone los elementos políticos y financieros indispensa-
bles para el buen funcionamiento de la maquinaria. Un ideal pansófico en
el horizonte, a donde dirigir los esfuerzos.
Comenius reconoce que “el enseñar todo a todos” no supone que:
Lectura Obligatoria Nº 1
Casassus, Juan. La Escuela y la (des) Igualdad. Santiago de Chile, Lom
Ediciones Ltda., Colección Escafandra, 2003, pp. 23-59.
Juan Casassus
Especialista regional de UNESCO para América Latina y el Caribe
en Política, Gestión y Evaluación Educativas, Chile. Licenciado en
Sociología de la Univ. Católica de Santiago de Chile, Magister/DEA
en Psicología de la Sorbonne de París. Obtuvo un Doctorado en
Economía de la Educación en la Ecole des Hautes Etudes en Scien-
ces Sociales, París. Es Especialista regional de UNESCO para Améri-
ca Latina y el Caribe en Política, Gestión y Evaluación Educativas.
Ha escrito varios artículos y capítulos en libros sobre su especia-
lidad y entre las publicaciones más destacadas se encuentran:
Tareas de la Educación, Ed. Norma/Kapelusz, Buenos Aires, 1995 y
Claves para una Educación de Calidad, Ed Norma/Kapelusz Buenos
Aires, 1996.
Capítulo I
Constitucional de 1811 requería la educación de todos los ciudadanos María. “Los sentimientos de
la nación”, citado por Álvarez,
para “hacerles comprender la íntima unión que tienen con los demás ciu- Isaías, y otros en “Currículo
dadanos”;4 en Argentina, en 1810, se buscaba por intermedio de la edu- y Descentralización en la
Educación Básica Mexicana”
cación popular, la creación de un nuevo país, para “echar los fundamentos (Borrador) UNESCO/OREALC.
de la prosperidad perpetua”. 5 Todos ellos llaman a constituir nuevos países Santiago, Chile, Nov. 1993.
como Estados herederos, emancipados de la cultura occidental, donde en 4 Fermín, Manuel, Momentos
cada uno de ellos prevalezca una religión común, una lengua común y un históricos de la educación
venezolana, págs. 67-68,
contenido político antifeudal y emancipador, inspirado en los principios de Imprenta de la República,
la Ilustración. Caracas, Venezuela, 1973.
dedor de la dirigencia política, grupos terratenientes, iglesia católica y Correo de Comercio del 21
de julio de 1810, citado
ejército, los que configuraban la cúspide de la pirámide social de carácter por Gregorio Weinberg en
feudal heredada de los imperios español y portugués al momento de la Modelos educativos en la
historia de América Latina,
conquista de América. Esto no quiere decir que no hubo conflictos entre págs. 88-89, Ed. Kapelusz-
las élites de poder. Más allá del acuerdo básico de enseñar a las poblacio- UNESCO/CEPAU/PNUD,
Buenos Aires, Argentina, 1984.
nes los rudimentos de la lectura y las matemáticas, los conflictos se dieron
en torno a las formas culturales de construcción de la identidad nacional
que iban desde los ejes del republicanismo trasnacional hasta la ubica-
ción del nacionalismo católico como foco de identidad. 6 6 Braslavsky Cecilia, “La
Op. Cit.
educativo de entonces a los procesos culturales, políticos y sociales de la
región. Efectivamente, la estabilidad de la alianza fue mayor, más dinámi-
ca y más productiva en aquellos países donde se dio mayor pluralismo y
apertura. En esos países, por una parte, el sistema logró generar una fuerza
de trabajo conveniente a los intereses de los grupos dominantes, pero al
mismo tiempo formó ciudadanos que luego compitieron con ellos por la
hegemonía política en la sociedad.
La competencia por el poder no puso en riesgo la gestación del sis-
tema. Ella no fue en contra o a favor del sistema, sino que lo utilizó como
un referente para determinar quién lo controlaría y quién podría estar en
posición de imponer visiones del mundo dentro de él. En sí, la competen-
cia fue una fuente de inestabilidad; sin embargo, ella se dio dentro de un
sistema que fue capaz de absorber —mediante negociaciones, ajustes,
y, en más de un caso, imposiciones— las diferencias de carácter cultural,
religioso o étnico de los distintos grupos. Los acuerdos básicos en torno al
establecimiento del sistema educativo hicieron que la lucha por el poder
se tradujera en una competencia dentro del marco de lo que puede ser
denominado un conflicto crecientemente controlado.
Cuadro Nº 1
Matrícula por nivel en América Latina (en millones)
determinants of scholastic
la escuela no tiene efectos en la movilidad social. Bowles y Levin (1968)16 achievement: a critical
afirman que son los factores externos los que afectan el desempeño esco- appraisal of some recent
evidence”. Journal of Human
lar, mientras que en Francia, Bourdieu y Passeron (1970)17 enfatizan que Ressources, 3-24, 1968, USA.
la educación es un acto de reproducción social. En 1971, Illich18 desde
17 Bourdieu, Pierre y Passeron,
México llamaba a desescolarizar la sociedad. Por su parte, Jencks y otros J.C., Reproduction dans
19
(1972) apuntaban hacia la influencia de la familia en los logros escolares, l’éducation, la société et la
culture. Editions du Minuit,
y Bowles y Gintis (1973)20 ponían el énfasis en las inequidades sociales y París, 1970.
en la manera como ellas se articulan con el sistema. Finalmente, Carnoy en
18 Illich Iván, De la nécessité
197421 presenta a la educación no como un acto de liberación sino como de descolarizer la société, Série
un acto de sumisión cultural. Opinions, UNESCO, París, 1971.
Es importante observar que el trabajo provenía, en general, de secto- 19 Jencks et al. Inequality: A
res “progresistas” que buscaban mediante la crítica mejorar la condición reassessment of the effect of
family and schooling. Basic
de la educación. Sin embargo, el impacto de esta literatura en América Books, 1972, New York.
Latina tuvo como efecto la anulación de la visión optimista de la educa-
20 Bowles, S. and Gintis, H.
ción, marcándola como una institución de resistencia al cambio y dando “IQ in he U.S. class structure”,
un fundamento teórico en favor de usos alternativos de los recursos Social Policy (Jan/Feb) 1973.
Desde el punto de vista social, el impacto de estos análisis fue negati- cultural imperialism, Longman
Inc., New York, 1974.
vo en la percepción de los efectos de la educación. Ellos mostraban que
la educación pública, si bien fue nacional en la idea de incorporar a las
22 Para el caso argentino ver:
poblaciones al sistema, lo hizo diferenciadamente, y si bien podía ser vista -Braslavsky, C. y Filmus, D.
como un canal de movilidad social, también podía ser percibida como “Último año de colegio
secundario y discriminación
freno social. Se puso en evidencia que la forma de operar de los sistemas educativa”, FLACSO, Serie
educativos podía también ser interpretada como filtro para fomentar una Documentos e Informes de
investigación. N° 50. Buenos
incorporación selectiva en el mundo laboral e inequidad en el desempe- Aires, 1987.
ño personal y social. Bajo este prisma, la educación aparece como instan- -Braslavsky, C. “Conceptos
centrales de política
cia de selección, de integración diferenciada, de reproducción de inequi- educativa”, Seminario-Taller
dad social y hasta como factor limitante a la movilidad social.22 Desde regional de formación de
formadores en planificación
este punto de vista, la educación pública aparece, por una parte, como un y administración educativas,
mecanismo que opaca las diferencias sociales y al hacerlo, las hace sopor- UNESCO/REPLAD, Santiago,
Chile, 1989.
tables.23 Sin embargo, por otra parte, las hace aparecer como un factor de
23 Para el concepto de
rigidez de la estructura social, que diferencia al interior de ella sin generar
“opacidad ligado al Estado”
movilidad. Esta situación se exacerba en un contexto de aumento de las Ver: Atria, R. “Hacia la
demandas sociales insatisfechas. Aparecen así los temas de la marginación reconceptualización
elaboradas a partir de
carencia financiera, irrelevancia económica, desprestigio social y desmora-
estadísticas de UNESCO. Ver
lización de su personal. también, Reimers, Fernando.
“Educación para todos en
América Latina en el siglo
XXI. Los desafíos de la
El peso de la crisis recae en los maestros estabilización. el ajuste y los
mandatos de Jomtien”, En
La trayectoria del sistema educativo durante el período de crisis fue de Boletín del Proyecto Principal
de Educación Nº 23, diciembre
todas maneras sorprendente en la medida en que, a pesar de las dramáti-
1990.
cas pérdidas de financiamiento, el sistema continuó creciendo. Aumentó
la cobertura y mejoró la relación profesor/alumno, es decir, hubo menos
alumnos por profesor, lo cual es normalmente interpretado como indica-
Germán Rama
Sociólogo Uruguayo. Profesor en universidades del Uruguay y
Colombia. Coordinó el proyecto de la UNESCI, la CEPAL y el PNUD:
“Desarrollo y Educación en América y el Caribe”. Se desempeñó
como Director de la División de Desarrollo Social de la CEPAL.
Graciarena, Tecnocratización
La concepción tecnocrática del estado está implícita en buena parte
de la universidad y posgrado
de la literatura del desarrollismo educativo en América Latina. Dentro de en ciencias sociales en países
capitalistas dependientes:
este marco, se responsabilizó a la educación de alentar la supervivencia de
el caso de América Latina,
los valores tradicionales e impedir la aparición de los valores tecnocráticos CLACSO, Maracaibo, 25-27
de marzo de 1974 (versión
al asignar importancia al educando como ser intelectual, científico, políti-
mimeografiada).
camente crítico de las alternativas de cambio social y éticamente respon-
sable del mantenimiento de un régimen que pretendía el esclarecimiento
de los supuestos incluidos en las opciones técnicas.
Invocándose la obra de José E. Rodó, se subrayó la vigencia en la edu-
cación latinoamericana del mensaje de Ariel, que supuestamente servía
para refrendar cierto tipo de valores aristocratizantes contrarios al trabajo
y a ciertas virtudes burguesas, como la acumulación del capital y la aus-
teridad. Asimismo, se afirmó que perduraban los valores caballerescos de
la España tradicionalista, que diferenciaban y despreciaban el quehacer
manual frente al quehacer intelectual, y se utilizaron las categorías de Par-
sons de “difusión” y “especificidad” para expresar que una manifestación
del subdesarrollo era la formación educativa de los individuos para roles
tipificados como difusos y con supuesta baja eficacia en la producción y en
la ciencia. Finalmente, se hizo notar la falta de “orientaciones hacia el logro”
de los actores de la sociedad latinoamericana, y la responsabilidad que al
respecto le cabría al sistema educativo, por haberlos formado en esa orien-
5 Florestán Fernándes,
tación. “Problemas de
Sin subestimar los elementos reales que pudieran existir en estas crí- conceptualización de las
clases sociales en América
ticas, es interesante señalar que “se pierde de vista lo esencial: cómo el Latina”, en Raúl Benítez
surgimiento de nuevas realidades económicas, sociales y políticas, vincula- Centeno (coordinador), Las
clases sociales en América
das a la expropiación capitalista, permitieron la revitalización de actitudes, Latina, Siglo XXI Editores,
valores y comportamientos estamentales”. 5 Lo que se proponía era que la México, 1973, p. 196.
Surgieron valores de evidente ascetismo, que han resultado ser no sólo 11 Las asignaciones de
específicos del capitalismo europeo occidental, sino propios de un pro- recursos a la educación
fueron enormes; en efecto,
ceso de cambio con un objetivo de crecimiento acelerado ya sea dentro en 1942 el gasto del servicio
de un proyecto capitalista o socialista. Paralelamente, emergió un tipo de llegó a constituir más del 10%
de todos los salarios pagos
poder autoritario como consecuencia de la desproporción entre la estruc- por un estado cuya actividad
tura socioeconómica de origen y la resultante de los planes quinquenales comprendía toda la economía
con excepción de ciertos
y del brevísimo plazo en que se realizó la transformación.10 sectores agrícolas.
En el campo específico de la educación, el modelo de desarrollo socia-
12 Los métodos de formación
lista estableció tres orientaciones fundamentales; la primera de ellas fue y reclutamiento de la
11
la educación masiva, como dimensión cultural de la ideología socialista; mano de obra, a través del
aprendizaje y la educación
la segunda consistió en la integración política de las nuevas generaciones institucionalizada, variaron
y la resocialización de las generaciones adultas en los valores del grupo en los primeros planes
quinquenales según las
dominante que había conquistado el poder, pero que se enfrentaba a etapas de ejecución y el
valores opuestos remanentes del sistema anterior. Para integrar la pobla- tipo de recurso humano
comprometido en los mismos.
ción a esos nuevos valores se realizaron a través de la educación y la difu- La formación profesional y de
sión cultural esfuerzos notorios y logrados de educación masiva; la tercera adiestramiento estuvo sujeta
a incorporaciones masivas
orientación tuvo por objetivo la formación sistemática de recursos huma- de educandos y se aplicaron
nos, proyectada de acuerdo con las necesidades que surgían del avance de sistemas compulsivos, como
por ejemplo, el decreto
los distintos subsectores incluidos en los proyectos de desarrollo del Plan. del 2 de octubre de 1940
La Unión Soviética fue el primer estado que se propuso como objetivo de sobre la reserva estatal de
trabajo, que introdujo la
la educación formar determinados recursos humanos necesarios para un conscripción obligatoria de
proyecto de desarrollo económico y social de acuerdo con una planifica- hasta un millón de jóvenes de
catorce y quince años para su
ción sistemática.12 adiestramiento en escuelas
El esquema educativo en su conjunto implica una formación básica profesionales. La enseñanza
superior, tanto por las carreras
con finalidades de socialización que abarca a toda la población en edad que ofrecía, como por su
escolar y posteriores ramificaciones o formaciones acordes con las deman- duración y la alternancia
estudio-trabajo, al igual que
das y de cantidad, localización y calidad de los recursos humanos que con- la orientación obligatoria de
sideran los planes. los estudiantes hacia ciertas
formaciones y su posterior
La construcción del socialismo fue encarada de acuerdo con dos gran- empleo en determinadas
des objetivos: el crecimiento económico y la obtención del máximo de empresas, dependía del
Consejo Supremo de la
igualdad para todos los habitantes. No obstante, ambos objetivos reclama- Economía Nacional, a
ron políticas que a menudo resultaron contradictorias. Algunas de estas excepción de las facultades