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4/10/2019 Jericó, José Emilio Pacheco (1939-2014)

¡Buenos días! Hoy es v iernes, octubre 4, 2019 y son las 10:49 am

José Emilio Pacheco


(Ciudad de Méx ico, 1 939-201 4)

J
El viento distante
(Méx ico, D.F.: Ediciones Era, 1 969, 2. ed., rev . y ampliada, 1 38 págs.)

A Pedro Lastra

H un camino del otoño. El mediodía parece arder, las nubes se


forman y se deshacen. En un claro del bosque encuentra un sitio no alcanzado
por la sequía. Observa el cielo, se tiende en ese manto de frescura, prende un
cigarro y escucha resonar el viento en las frondas.
Nada interrumpe la serenidad, el orden se ha adueñado del mundo. H baja
la vista y descubre entre la hierba una caravana de hormigas que transportan
los restos de una araña. Otras conducen briznas, fragmentos de hojas o
semillas minúsculas, se acercan a las demás y entrechocan sus antenas en algo
que parece trasmisión de órdenes o intercambio de noticias. La mayoría
acopia miligramos de arena para levantar tenues murallas a la entrada de la
ciudad subterránea.
H admira la disciplina, la unidad del esfuerzo, la energía solidaria. Quizá las
esclavas comenzaron su viaje en tiempos inmemoriales, tal vez acaban de
emprenderlo. Absortas en su afán, las hormigas no tratan de causarle el
menor daño. Pero H no resiste el impulso de tomar una y triturarla entre los
dedos. Luego, con la brasa del cigarro provoca la desbandada.

Las hormigas sueltan su presa y rompen filas. H calcina a las que intentan
ocultarse. Hay un sombrío placer en exterminar a quienes no oponen
resistencia. H se vuelve omipotente. Un pueblo entero sucumbe al frenesí de
la destrucción.
Cuando no queda hormiga viva en la superficie, H excava en pos de
galerías secretas, salas, talleres, bodegas, prisiones. Es inútil hurgar la tierra
mancillada: los pasadizos se han disuelto, H jamás profanará los misterios de
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4/10/2019 Jericó, José Emilio Pacheco (1939-2014)

las hormigas. Antes de levantarse, junta la hierba seca y prende fuego a las
ruinas. El aire se impregna de un olor extraño.
Media hora después H llega a las montañas que dominan la capital. De pie
en los acantilados ve por un instante el terror, el caos, las llamas que arrasan
la ciudad, los edificios desplomados, el aire letal que todo lo devora mientras el
hongo de humo y escombros se eleva hacia el sol fijo en el espacio.

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