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C O N C ILIUM

Revista internacional de Teología

58
DERECHO CANÓNICO
ESTRUCTURAS DE LA PRESENCIA
DE LA IGLESIA EN EL MUNDO ACTUAL

MADRID
1970
CONCILIUM
Revista internacional de Teología

Diez números al año, dedicados cada uno de ellos


a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO

K. A. Fink: En torno a la historia de la orga-


nización eclesiástica 153
A. Greeley: Sociología y estructura de la
Iglesia 166
Th. O'Dea: La Iglesia como «sacramentum
mundt» 176
R. McBrien: La Iglesia, signo e instrumento
de unidad 186
R. Rodes: Estructuras de la presencia de la
Iglesia en el mundo actual a través de las
mismas instituciones de la Iglesia 195
P. Ciprotti: Santa Sede: su junción, figura y
valor en el Derecho Internacional 207
H. de Riedmatten: Presencia de la Santa Sede
en los organismos internacionales 218
I. Martín: Presencia de la Iglesia cerca de los
Estados 233
A. de Jong: Los Concordatos y el Derecho In-
ternacional: valor e influjo 242
J. Calvo Otero: Relaciones modernas entre la
Iglesia y el Estado 251
BOLETINES
P. Huizing: Iglesia y Estado en el Derecho pú-
blico eclesiástico 263
C. Corral: La libertad religiosa en las Consti-
tuciones de los Estados 271
DOCUMENTACIÓN CONCILIUM: La cuestión penal. Til

Traductores de este número:

Un grupo de profesores del


Estudio Teológico de Madrid

Director y editor de la edición española:


P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO
No podrá reproducirse ningún artículo de
esta revista, o extracto del mismo, en nin- COMITÉ DE DIRECCIÓN
gún procedimiento de impresión (fotocopia,
microfilm, etc.), sin previa autorización de Directores de sección:
la Fundación Concilium, Nimega, Holanda. Edward Schillebeeckx OP Nimega-Holanda
Hermán Schmidt sj Roma-Italia
Alois Müller Friburgo-Suiza
Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Franz Bockle RSttgen-Alemania Occ.
Johannes Baptist Metz Münster-Alemania Occ.
Roger Aubett Lovaina-Bélgica
Teodoro Jiménez Urresti Madrid-España
Christian Duquoc OP Lyon-Francia
Pierre Benoit OP Jerusalén-Israel
Roland Murphy o. CAR Washington-Estados Unidos

Consejeros:
Juan Alfaro sj Roma-Italia
Marie-Dominique Chenu OP París-Francia
Yves Congar OP Le Saulchoir-Francia
Andrew Greeley Chicago-Estados Unidos
Rene Laurentin París-Francia
Jorge Mejía Buenos Aires-Argentina
Karl Rahner sj Münster-Alemania Occ.
Roberto Tucci sj Roma-Italia

Secretario general:
Jan Micklinghoff OP Nimega-Holanda

Secretario-adjunto:
Juan Peters OCD Smakt-Holanda

Secretariado General:

Arksteestraat, 3-5, Nimega (Holanda)


Depósito legal: M. 1.399.—1965
COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO PRESENTACIÓN

Director: En el Vaticano II destaca sobremanera su carácter eclesiológi-


co. En torno al tema central de la Iglesia giraron todo su interés
Teodoro Jiménez Urresti Madrid-España y todos sus trabajos y documentos.
En una visión integral, el Concilio había de expresar su doc-
Director adjunto: trina sobre la Iglesia, considerada en sus propios valores y dimen-
siones, y proyectarla sobre su misión salvífica para con el mundo.
Peter Huizing sj Nimega-Holanda Y el Vaticano II lo hizo no sólo en el plano de los principios teo-
lógicos, sino también proyectándose en el plano pastoral hacia el
Miembros: mundo actual, que, abierto a una nueva era, plantea realidades y
problemas nuevos. De ahí la constitución conciliar pastoral de La
Manuel Bonet Muixi Roma-Italia Iglesia en el mundo actual.
Michael Breydy Trípoli-Líbano El Vaticano II ha dado así no pocos, grandes y nuevos crite-
Albertus Eysink Huis ter Heide-Holanda
Salamanca-España
rios sobre esa proyección pastoral. Pero se impone, como tarea
Tomás García Barberena
Antonio García y García Salamanca-España posconciliar, revisar y ahondar más en concreto las estructuras de
Jean Gaudemet París-Francia la Iglesia en esa ¡unción o relación con el mundo. Es tarea que el
Johannes Gerhartz sj Frankfurt/Main-Alemania Occ. mismo Concilio ha encomendado en modo singular a los teólogos,
Cornelis de Jong Breda-Holanda cuando les pide que «ausculten, disciernan e interpreten las diversas
Gustav Leclerc SDB Roma-Italia
González Martínez Diez Madrid-España voces de nuestro tiempo y las valoren a la luz de la palabra divina»
Paul Mikat Dusseldorf-Alemania Occ. no sólo «para conocer, entender y proponer mejor la verdad reve-
Charles Munier Estrasburgo-Francia lada» en adecuadas formulaciones pedagógicas, sino también «para
Johannes Neumann Hirschau/Tubinga-Alemania Occ. conocer, expresar y acomodar mejor la estructura social visible de
Ladislas Ürsy Brounx/N. Y.—U.S.A.
Buenos Aires-Argentina
la Iglesia» en realidades estructurales e instrumentales concretas
Juan Radrizzani
Giovanni Rezac sj Roma-Italia adecuadas a nuestros tiempos (Gaudium et spes, 44, b-c).
Robert Soullard op Lyon-Francia Deseando contribuir a tal tarea, este número de CONCILIUM se
Luis Vela Sánchez sj Madrid-España adentra en el tema de las Estructuras de la presencia de la Iglesia
en el mundo actual, dividiendo su trabajo en dos partes: una en
el plano de los principios en juego, la otra en el de estructuras
concretas.
Reconociendo, con el Vaticano II, precisamente que «la estruc-
tura social visible de la Iglesia se enriquece también con la evolu-
ción de la vida social humana en orden a configurarse mejor y a
150 Presentación Presentación 151

adecuarse más eficazmente» a cada tiempo (Gaudium et spes, 44, aunque somera, de la presencia visible institucionalizada de la Igle-
c), se concluye que las formas estructurales concretas y los funcio- sia en el mundo de hoy, presencia que se abre a nuevos horizontes
namientos históricos concretos en que se realiza y funciona la mi- y que quiere y debe ser siempre eficaz en cumplimiento histórico de
sión histórico-salvífica inviolable de la Iglesia, encierran una gran su misión histórico-salvífica. Tales estructuras, muy diversas y cam-
relatividad histórica. Pertenecen a la instrumentación histórica de biantes, pertenecen a la historia de la salvación.
la Iglesia. Por ello, la Iglesia puede y debe ir abandonando o re-
formando estructuras y funcionamientos que se le quedan pesados T. I. JIMÉNEZ URRESTI
o cortos, para adoptar otras más eficaces en cada momento histó- P. HUIZING
rico. Es importante, pues, reflexionar sobre el sentido y la relativi-
dad históricos de esas formas concretas y descubrir en ellas su
funcionalidad salvífica (Fink) a la vez que ponderar la imperativi-
dad de las realidades sociales de cada momento para la necesaria
adecuación pastoral de las estructuras eclesiales (Greeley).
Pero tales planteamientos quedarían mancos si no se tuviera
la visión integral del valor de la Iglesia en cuanto es y se expresa
ante el mundo como una sociedad muy singular, o sea, en términos
teológicos, como sacramento universal de la salvación del mundo
en todos y cada uno de los tiempos (O'Dea), y si no se completase
esa visión del valor permanente de su sacramentalidad con la visión
de la misma como signo e instrumento integrador de las diversi-
dades temporales en su propia unidad-universalidad (McBrien).
Con esa visión de conjunto de los principales datos y valores se
puede descender —en una segunda parte— a algunas de las más
destacadas estructuras concretas de la presencia de la Iglesia en el
mundo de hoy, bien sea en instituciones configuradas por y en la
comunidad de la Iglesia (Rodes), bien por la jerarquía que la re-
presenta.
Y teniendo en cuenta que el mundo se institucionaliza en Es-
tados y en el Derecho internacional, no podía omitirse la configu-
ración que toma la Iglesia en ese mundo así institucionalizado. Por
ello, la Santa Sede como figura internacional (Ciprotti) y en su
presencia en organismos internacionales (Riedmatten), así como
sus actividades y funciones ante los Estados por la vía diplomática
(Martín), por los concordatos (Jong) y por sus nuevos estilos de
relaciones (Calvo), merecían atención singular.
Dos boletines bibliográficos sobre Iglesia-Estado (Huizing) y
sobre Religión-Estado (Corral) completan la visión del conjunto,
EN TORNO A LA HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN
ECLESIÁSTICA

De acuerdo con la conocida frase de que, en materias de reli-


gión, la historia no tiene la última palabra, sino la primera, vamos
a referirnos aquí a la evolución de la organización eclesiástica. Ha-
blar de organización en los orígenes del cristianismo es una cues-
tión que el historiador puede ceder a la teología sistemática y a los
numerosos intentos de explicación surgidos con ocasión del Con-
cilio Vaticano II. El ordenamiento de las comunidades cristianas
correspondió, en muchos aspectos, al modo corriente de asociación
religiosa, y algunas denominaciones, como obispo o presbítero, no
tenían todavía el significado específico que luego alcanzarían. Tras
consolidarse la Iglesia del Imperio, tuvo lugar una fuerte asimila-
ción a las formas jurídicas y administrativas del Estado, sobre todo
en Occidente y en Roma. Junto con las prescripciones de los gran-
des concilios del Imperio y los edictos de los emperadores, surgió
una multitud de colecciones de cánones territoriales en Oriente,
Italia, Galia, España, África y Bretaña. Por su amplia difusión,
ocuparon una posición especial las colecciones y los capitúlanos de
la época franca.
Generalizando un poco, se puede decir que a fines del primer
milenio no existía una base jurídica que obligara a toda la Iglesia'.
Pero a comienzos del siglo xi se efectuó un cambio. Si bien las
colecciones de cánones tenían aún una orientación preferentemente
sinodal, desde mediados del siglo se consolidó la tendencia a un
derecho eclesiástico más centralizado y romano. Se ha aludido con
razón a los esfuerzos de Gregorio VII por justificar sus revolucio-
narias innovaciones apelando a tradiciones jurídicas; pero la base

f 1
H. Fuhrmann, Pseudoisidor in Rom- «Zeitschrift für Kirchengeschichte»,
68 (1967), 62: «No había aún un auténtico código ni juristas, y había por
delante todavía un buen camino para llegar al teorema de que en el pecho del
papa están a salvo todos los derechos.»
154 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 155

de las mismas se encontraba esencialmente en el nuevo derecho tate - iudex ordinarius omnium - decretorum domni et conditores)
pontificio y en el Pseudo-Isidoro 2 . Todo el derecho anterior lo se lleva sin miramientos a la práctica, especialmente mediante las re-
compiló luego Graciano, a mediados del siglo xn, en su Concordan- servas pontificias y la orientación política de éstas 7 . Una vez más,
tia discordantium canonum, lo cual le hace acreedor al título de fun- el Estado pontificio o de la Iglesia era la gran tentación de poder
dador de la canonística 3. El siglo x m trajo una gran consolidación en que cayeron la mayoría de los papas. Los mismos papas, y sub-
y ampliación con los papas juristas y los conocidos complementos siguientemente los canonistas, expresaron estas enormes aspiracio-
del decreto en las Decretales y la reunión de las mismas en el Liber nes en la fórmula de la plenitudo potestatis, «que antes había teni-
Extra de Gregorio IX. Con ello se había recorrido un camino que, do un sentido realmente distinto» 8 . Pero tal fórmula y su contenido
mediante el predominio de la curia, apartó del ordenamiento hasta se apoyan principalmente en textos inauténticos.
entonces vigente en la Iglesia, anuló la estructura metropolitana Aun cuando los contemporáneos no reconocieran la falsifica-
y creó un nuevo tipo de autoridad que sustituyó a la estructura más ción o no la tuvieran en cuenta, el hecho de que se falsificara la
corporativa. La nueva forma de estructura se hizo patente, sobre tradición anterior pone en tela de juicio el sistema edificado en
todo, en el ámbito de la administración eclesiástica, en la organiza- tales circunstancias. A este respecto hay que recordar que entre los
ción beneficial4. A la configuración del nuevo estilo contribuyeron decretistas y decretalistas no existe una línea concorde en la inter-
también las numerosas apelaciones que, procedentes de fuera, lle- pretación de la plenitudo potestatis, que en un mismo autor aparecen
gaban a la curia romana, pero la absorción del gobierno central por distintas posturas y que todavía hay muchísimo que recoger en el
parte de los papas se impuso sin tener en cuenta el derecho anterior. material no impreso. Es posible que de aquí se deriven concepcio-
En la Iglesia entraron ciertas ideas del derecho romano de dominio nes nuevas o diversas, pero lo cierto es que, en este momento y en
y la idea del papa como princeps5. el siglo siguiente, hay una pluralidad de opiniones 9 . Sin embargo,
El derecho del papado a legislar sin una auténtica cooperación en medio de esa diversidad se registró una consciente restricción
sinodal fue algo nuevo, decisivamente nuevo 6 . Las grandes deci- de los derechos corporativos y colegiales. Los sínodos legislativos
siones tuvieron lugar en los pontificados de Inocencio I I I a Ino-
cencio IV. El patriarca de Occidente se convierte en el único señor: 7
K. Ganzer, Papsttum und Bistumsbesetzungen in der Zeit von Gregor IX.
con Inocencio III la cuestión se mueve en el ámbito de la teoría y bis Bonifaz VIII. (Forschungen zur kirchlichen Rechtsgeschichte und Kirchen-
la conciencia clerical, pero con Inocencio IV la teoría (sola volun- recht, 9), Colonia-Graz, 1968, 67: «En todo caso, su praxis de provisión tiene
como fundamento jurídico la idea de que el papa sola volúntate puede pasar
2
J. Gilchrist, Gregory VII and the Jurislic Sources of his Ideology: por alto todo el ordenamiento jurídico existente en la Iglesia.» Buisson, op. cit.,
«Studia Gratiana», 12 (1967), 3-37. 117: «Según la opinión de los entendidos en derecho eclesiástico, el punto
3
L. Buisson, Potestas und Caritas (Forschungen zur kirchlichen Rechts- culminante del poder jurídico absoluto en la Ecclesia Dei no es Bonifacio VIII,
geschichte und Kirchenrecht, 2), Colonia-Graz, 1958, 17-57. sino Inocencio IV, cuyo agudo comentario sobre la plenitudo potestatis pare-
* G. Olsen, The Definition of the Ecclesiastical Benefice in the Twelfth cía dejar paso libre a la posibilidad de disponer sola volúntate de todo el de-
Century: The Canonists' Discussion of Spiritualia: «Studia Gratiana», 11 recho positivo de la Iglesia.»
1
(1967), 433-446. La mejor exposición general del problema, en Buisson, op. cit., 74-269;
5
Buisson, op. cit., 84: «Es imposible que se tomaran ciertos aspectos for- la nueva bibliografía, en Ganzer, op. cit., 53, nota 1; R. L. Benson, Plenitudo
males de un derecho tan acabado como el romano, a menos que se tomase potestatis: Evolution of a Formula from Gregory TV to Gratian: «Studia
también algo de lo que caracteriza su espíritu, pues Inocencio IV, valiéndose Gratiana», 14 (1967), 193-217; J. A. Watt, The Theory of Papal Monarchy in
de esos aspectos jurídicos, introdujo una nueva concepción de la naturaleza the Thirteenth Century. The Contribution of the Canonists, Londres, 1965.
del derecho de la Ecclesia Dei.» ' G. Post, Copyists' errors and the problem of papal dispensations contra
4
St. Gagner, Studien zur Ideengeschichte der Gesetzgebung (Acta Uni- statutum genérale ecclesiae or contra statum generalem ecclesiae according to
versitatis Upsalensis, Studia Iuridica Upsalensia, 1), Estocolmo-Upsala-Gote- the decretists and decretalists ca. 1150-1234: «Studia Gratiana», 9 (1966),
borg, 1960. 359-405.
156 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 157

son sustituidos ahora por los concilios generales, asambleas convo- ella y al empleo desconsiderado de las penas eclesiásticas en cosas
cadas exclusivamente por el papa que reúnen a las Iglesias locales, muy terrenas.
a los señores y a los estamentos de la Iglesia. El derecho de cano- A esta evolución, intensificada por el destierro avifionense,
nización pasa de los obispos al papa, quien en lo sucesivo es el correspondió un cambio en el mando supremo de la Iglesia, es decir,
único que puede ejercerlo. En especial, el derecho más importante en la participación del colegio cardenalicio en el gobierno y la ad-
de los capítulos catedralicios, la elección de obispos, queda socava- ministración. Y esta participación no era una colaboración solicitada
do en virtud de las reservas y provisiones pontificias, de manera por los papas a título de consejo, sino que obligaba al papado a
que después ya no será restablecido en toda su plenitud. Asimismo, obtener el consentimiento del sagrado colegio en todos los asuntos
pierde su contenido la estructura metropolitana. Aquí tiene sus importantes, sobre todo en la creación de nuevos miembros. Para
raíces la evolución unilateral que llega hasta el Vaticano I. ésta, como para todas las demás concepciones, se disponía del co-
Si hasta mediados del siglo xin el papado fue ascendiendo in- rrespondiente fundamento bíblico, como lo demuestra la teoría,
interrumpidamente y casi sin estorbos al rango de gran potencia defendida durante mucho tiempo, de que los cardenales son los
política y adquirió un poder absoluto sobre la Iglesia en consonan- auténticos sucesores de los apóstoles, y no los obispos, por lo cual
cia con una embrionaria diferenciación de las ideas, la baja Edad aquéllos tendrían una peculiar colegialidad ".
Media trajo consigo un cambio. Ante todo, con la marcada delimi- lín el siglo xv son muy significativas las frecuentes capitulacio-
tación de la plenitudo potestatis mediante los conceptos esclarece- nes para la elección pontificia. En principio, debían garantizar los
dores de la iustitia y la caritas 10. Como resultado de la reflexión derechos del colegio y, consiguientemente, una estructura más
sociológica, en muchas disertaciones y discusiones críticas fueron colegial de la organización eclesiástica, pero de hecho ejercieron
propuestas múltiples soluciones para explicar la organización ecle- también durante todo el siglo una función de control que vino a
siástica. Aquí sólo podemos interesarnos por las cuestiones estric- limitar la absoluta potestad de régimen del papa12. Si en el paso
tamente relativas a la historia de la Iglesia, pero es de notar que de la alta a la baja Edad Media se recordó reiteradamente la idea
tales cuestiones se hallan en estrecha relación con los problemas de del concilio general, ahora esta idea alcanzaba una rápida difusión 13.
la teoría social y la política. Entonces, como en la época moderna, Baste aludir a Durando el Joven, quien consideraba necesaria la ce-
la organización de la Iglesia no funcionaba al margen del desarrollo lebración de un concilio cada diez años. Y en el gran cisma de Occi-
de la época. dente se llegó a considerar el concilio como el medio definitivo para
la unión de la cristiandad.
Al desmesurado aumento de los derechos papales siguieron va- 11
rios siglos de clara repulsa de tales derechos. Aquí no es preciso J. Lecler, Pars corporis papae... Le sacre collége dans l'ecclésiologie
médiévale, en L'homme devant Dieu. Mélanges offerts au Pére Henri de
explicar el más importante fundamento de la infraestructura del Lubac (Théologie, 57), 1964; Ch. Moeller, La collegialité au concite de Cons-
poder papal: la exigencia de la ecclesia spiritualis. Interesan más tance, en La collegialité épiscopale. Histoire et théologie, París, 1965, 131-149.
12
los cambios en el ámbito de la organización eclesiástica. El aforis- J. Lulvés, Papstliche Wahlkapitulationen. Ein Beitrag zur Entwicklungs-
mo, corriente desde la alta Edad Media, «Quod omnes tangit, ab geschichte des Kardinalats: «Quellen und Forsch. aus ital. Arch. und Bibl.»,
12 (1909), 212-235; id., Die Machtbestrebungen des Kardinalkollegiums gegen-
ómnibus approbari debet» encuentra ahora también una aplicación über dem Papsttum: «Mitt. des Inst. für oster. Gesch.», 35 (1914), 455-483;
más frecuente a la estructura eclesiástica. Y en especial a la acción W. Ullmann, The Validity Legal of the Papal Electorial Pacts: «Eph. iuris
legislativa de los papas y a su repercusión en la praxis beneficial, can.», 12 (1956), 246-278.
13
fuente de gran descontento, al fiscalismo curial relacionado con B. Tierney, Foundations of the Conciliar Theory (Cambridge studies on
medieval life and thought, new series 4), Cambridge, 1965; K. A. Fink, Die
komiliare Idee im spdten Mittelalter (Vortrage und Forschungen, 9: Die
Buisson, op. cit. Welt zur Zeit des Konstanzer Konzils), Constanza-Stuttgart, 1965, 119-134.
158 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 159

Hasta hace poco, la idea conciliar había sido vista o atacada en especial énfasis, a los extensos movimientos de reforma registrados
las correspondientes discusiones como una revolución en la orga- en Inglaterra y Bohemia. Las universidades y su nuevo estamento,
nización eclesiástica querida por Dios; pero después de las nuevas los eruditos, sobre todo los doctores en teología y derecho canóni-
investigaciones habrá que juzgarla de otra manera. Los numerosos co, exigen enérgicamente el derecho al diálogo y apelan a su propia
tratados de la baja Edad Media le conceden gran espacio y la pre- cultura, que a menudo supera a la de los obispos.
sentan como una recuperación y un retorno a las anteriores concep- La reforma de la Iglesia y de su organización es el deseo funda-
ciones sinodales de la organización eclesiástica, concepciones que mental de todos los tratados de reforma antes, durante y después
habían quedado soterradas por la plenitudo potestatis. Como con- de estos concilios. Resulta imposible exponer aquí por extenso las
gregatio fidelium y potestas habitualis, «maior est auctoritas totius amplias discusiones de reforma. Baste mencionar las peticiones de
orbis quam urbis alicuius». Los conceptos de potestas y exercitium abolición o de una limitación más fuerte en lo referente a las re-
designan la forma normal de gobierno a través del papa y la curia, servas y provisiones pontificias, incluida la libre elección de obispos
pero también el ejercicio del poder superior de la Iglesia universal y altos prelados. Se debería terminar de una vez con las acusaciones
para casos extraordinarios (nisi a fide devius). Así, se comprende de insuficiencia contra la obra de los Concilios de Constanza y Ba-
que, en amplios círculos, Ockham y Marsilio de Padua fueran consi-
silea, y habrá que decir cuál fue el verdadero motivo de la opo-
derados como archiherejes, porque sus preguntas dirigidas al pasado
sición.
habían mostrado nítida y despiadadamente la enorme distancia
existente entre el pensamiento escatológico de la Iglesia primitiva Entre los decretos de reforma del Concilio de Constanza, el
y las reivindicaciones de poder por parte de la curia romana. más importante a largo plazo es el Frequens, concluido en la se-
De acuerdo con las nuevas investigaciones (en parte no conclui- sión 39: el próximo concilio será convocado en el término de cin-
das aún), es indudable que en los siglos xiv y xv hubo numerosas co años; el siguiente, siete años después, y en lo sucesivo se cele-
apelaciones del papa al concilio, y no sólo en la lucha entre Luis brará un sínodo cada diez años. Este importante y decisivo decreto
de Baviera y Juan XXII. Tales apelaciones aparecen ya en el si- sólo fue observado por Martín V. A partir de entonces, ocupó siem-
glo XIII y aumentan constantemente en la baja Edad Media. Se pre un lugar destacado en todas las capitulaciones electorales del
apoyan también en el derecho canónico y en los Padres de la Iglesia; siglo xv, y los juraron todos los asistentes a los cónclaves, si bien
por tanto, no son mera política, sino que tienen un fundamento no lo cumplió ninguno de los elegidos, por más que algunos papas
teológico u. La idea de representación halló en los sínodos de re- del siglo xv fueran conscientes de la obligación de celebrar perió-
forma, desde Vienne hasta Constanza y Basilea, una fuerte expre- dicamente concilios generales. Todavía en tiempos del autocrático
sión que no había hallado en el concilio general. La tan citada crisis Julio II, su datario defendía los decretos de Constanza como fun-
social se manifestó en el levantamiento contra el feudalismo de la damentales para la organización eclesiástica. El decreto Frequens
Iglesia, contra el orden social eclesiástico vigente hasta entonces era la gran ocasión para volver a una organización más sinodal; pero
y contra las aparentemente fuertes instituciones de la Iglesia. Una el fracaso de la reforma de la Iglesia demuestra que no se le prestó
consideración sociológica debería atender más detalladamente a la ninguna atención. Debido a la enérgica política del papa Colorína,
«reformatio Sigismundi», al revolucionario del alto Rhin y, con tras el traslado de la curia de Constanza a Roma, se tuvo de nuevo
un Estado pontificio. Con ello, el gobierno de la Iglesia quedaba
14
H.-J. Becker, Zwei unbekannte kanomstische Schriften des Bonagratia nuevamente vinculado a Italia, pero también asegurado y, sobre
von Bergamo in Cod. vat. lat. 4009: «Quellen und Forsch. aus ital. Arch. und todo, la Iglesia contaba con una base financiera. De este modo, el
Bíbl.», 46 (1966), 219-276; A. Maier, Zwei unbekannte Streitschriften gegen
Johann XXII. aus dem Kreis der Münchener Minoríten: «Arch. Hist. Pont.»,
grandioso programa de reforma elaborado en Constanza y Basilea
5 (1967), 41-78. se vio casi reducido a mera teoría, porque apenas si se le podía urgir
160 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 161
políticamente. La reforma práctica sucumbió en la nueva corte de tóricos. Una gran parte de los obispos presentes en este Concilio
los papas del Renacimiento. no estaban en condiciones de abordar las exigencias que masiva-
El fracaso de la reforma constituye un corte decisivo; por ello, mente se les planteaban, sobre todo en lo referente al conocimiento
para la historia de la Iglesia la frontera entre la Edad Media y la de la tradición eclesiástica. La definición del primado de jurisdicción
Edad Moderna puede ponerse a mediados del siglo xv. La reforma y de la plenitudo administrationis en el Concilio Vaticano I resulta
de la baja Edad Media quedó sepultada por los papas del Renaci- a los ojos de la historia —es decir, teniendo en cuenta la tradición—
miento y la irrupción de la reforma protestante. Ahora se trataba muy unilateral, si no inexacta. Los gritos de alerta de los historia-
de defender las posiciones en litigio; por ello, el Concilio de Trento dores se perdieron en el vacío. El «ex sese, non autem ex consensu
fue definido, con razón, como un concilio de contrarreforma. A par- ecclesiae» no tiene suficiente base en el pasado de la Iglesia. En este
tir de esta finalidad, hay que entenderlo y delimitar su significado. punto, los nuevos intentos de interpretación no pueden cambiar
Si esto autoriza a hablar de un «adiós a Trento» es ya otro proble- nada ,é. Aquí tiene especial aplicación la frase del gran estudioso
ma 15. En los siglos de la Edad Moderna es innegable la creciente de los sínodos de la Iglesia antigua, Eduard Schwartz: «uno de los
restricción y fosilización de la organización eclesiástica, particular- innumerables pecados de la dogmática consiste en pavonearse, más
mente visible en las luchas romanas contra los movimientos de re- que con inmodestia, en la mesa de la historia de la Iglesia».
forma contenidos en los característicos sistemas del jansenismo, ga- Pero no terminó así esta evolución unilateral. La consecuencia
licanismo, febronianismo y josefinismo; visible también en el debi- práctica de las infaustas definiciones del Concilio Vaticano I es el
litamiento definitivo del colegio cardenalicio y en la supresión del Codex luris Canonici de 1917-18. Es cierto que se le puede admirar
consistorio como autoridad colegial mediante la erección de las como una obra de arte en el campo jurídico, especialmente por lo
congregaciones romanas. El paso de la teoría a la realidad en ma- que se refiere a la codificación, realmente refinada, del derecho
teria de organización sólo fue posible gracias a la menor solidez de matrimonial, que antes se hallaba más fuera de la competencia de
los Estados de la Iglesia y a la falta general de interés por los asun- la Iglesia. Pero ahí reside precisamente la fatalidad, y algunos gran-
tos intraeclesiásticos en los Estados modernos. Una hábil auto- des canonistas, a principios de nuestro siglo, decían amargamente
propaganda, abandonada a sentimientos románticos, admiró la as- que, una vez publicado este reglamento de la Iglesia, ya no cabe un
censión del papado, particularmente en el siglo xix, de manera que auténtico pensamiento jurídico: se cuenta con una especie de Có-
incluso después de la pérdida de los Estados pontificios fue enca- digo civil para el gobierno de las almas. El CIC es, por otra parte,
recida la «autoridad moral». el primer código oficial después de casi mil novecientos años de
historia de la Iglesia; antes sólo había compilaciones, para cuya
El resultado de la propaganda general cristalizó en el Vatica-
interpretación se requería una formación en historia del derecho
no I con su «culminación de la pirámide», precisamente cuando la y de la teología. Resulta, pues, sumamente curioso que se quiera
situación política de las viejas monarquías parecía exigir un forta- deducir del CIC, como de una especie de ley fundamental, la orga-
lecimiento de las autoridades. El hecho de que la organización de nización de la Iglesia católica y sacar de él incluso respuestas dog-
la Iglesia fuera y siga siendo algo relativo —entendiendo la relati- máticas. De este reglamento, por más que apele al ius divinum
vidad en el sentido de una referencia a cada época histórica— no —a menudo muy discutible "—, no se puede inferir cuál es la
impidió al Concilio absolutizar una determinada dirección y poner
un supuesto punto final, dejando de lado todos los escrúpulos his-
" H. Fries, Ex sese, non ex consensu ecclesiae, en Volk Gottes (Festgabe
15 für Josef Hbfer), Friburgo de Brisgovia, 1967, 480-500.
Abschied von Trient. Theologie am Ende des kirchlichen Mittelallers, " K. Rahner, Über den Begriff des «Jus divinum» im katholischen Ver-
ed. por J. Bielmeier, Ratisbona, 1969. standnis: «Schriften zur Theologie», 5 (1962), 249-277; J. Neumann, Das
11
262 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 163

naturaleza de la Iglesia, sobre todo si se dirige una mirada crítica inequívocamente expresado en el hábil motu proprio sobre el sí-
a ciertas formulaciones —por ejemplo, sobre los deberes sacerdota- nodo de los obispos 21 . También aquí tienen los intérpretes siste-
les— que son unilaterales, están condicionadas por las nociones de máticos un difícil problema, que ellos suelen explicar apelando al
escuela y por una determinada época y carecen de todo dina- carácter misterioso, singular y exclusivo de la Iglesia, cuando no
mismo 18. echan mano del Espíritu Santo para el recto funcionamiento de la
Si se ha dicho que no hay ningún concilio parecido a otro, esto colegialidad. Todo esto es innecesario, pues tanto el motu proprio
no se aplica al Vaticano I y al II. Y no es de extrañar. El estilo y como el documento referente a las nunciaturas n muestran clara-
las formas externas eran ciertamente más abiertas en el Vaticano II. mente que en la soberanía del papa no ha de cambiar nada.
Pero la tan celebrada renuncia a emplear cánones y anatemas, así Los anteriores argumentos indican suficientemente la relativi-
como la configuración parenética y prolija de los textos, es más bien dad de la organización eclesiástica; ahora se trata de sacar las con-
un signo de inseguridad. En materia de organización eclesiástica, el secuencias de los datos históricos. Se comprenderá que formulemos
Concilio Vaticano II no ha cambiado nada 19; sobre todo, al hacer estas conclusiones con toda claridad. En términos generales, era
suyo el «ex sese, et non ex consensu ecclesiae», no ha evitado los necesario un replanteamiento y un empalme con el punto de rup-
tropiezos históricos del Vaticano I. Las afirmaciones, verbosas y a tura del siglo xv; era necesario volver a la verdadera estructura
menudo ambiguas, carecen generalmente de fundamentación histó- colegial. El desarrollo de la venerable institución de los sínodos
rica. Y por lo que hace a la dirección del concilio —dejando aparte y concilios —tal como lo desea el Vaticano II en el decreto sobre
al Espíritu Santo—, el papa y la curia tuvieron firmemente en su el ministerio pastoral de los obispos— se refiere exclusivamente
mano al sínodo, como lo pueden demostrar las repetidas y pesadas al aspecto territorial y no contribuye, por tanto, a la reducción de
intromisiones en la independencia de los padres conciliares. Aun los derechos primaciales23. La redescubierta colegialidad, al ser una
cuando la tristemente célebre Nota explicativa praevia, de hecho, «conciliaridad permanente», podría interpretarse también como una
no cambió mucho en la Constitución sobre la Iglesia, pues se limita consulta normal de los obispos. Sin embargo, Congar formula contra
a dar al contenido un lenguaje más matizado, hay que preguntarse ella —y con razón— importantes reparos M. Va, en efecto, una
qué quiere decir la «autoridad superior» a la suprema autoridad del gran diferencia de que los obispos sean consultados individualmente
concilio20. Los muchos comentarios, demasiados en número y de- a que se reúnan, ellos o una representación suya, en un concilio y
masiado situados en un primer plano, no pueden tratar a fondo la puedan hablar con cierta libertad. En el caso de una consulta indi-
reivindicación del carácter absoluto del romano pontífice. Y dígase vidual, los temores a adoptar una postura independiente son de-
lo mismo de la nueva y célebre adquisición que es la colegiatidad. masiado grandes y las respuestas no suelen ser comprobables. El
Lo que querían decir con ella el papa y la curia aparece pulcra e restablecimiento de la organización colegial de la Iglesia se haría

21
«Jus divinum» im Kirchenrecht. Kritische Überlegungen: «Orientierang», 31 Apostólica sollicitudo, de 15 de septiembre de 1965. Sobre este punto,
(1967), 5-8; P. Huizing, «Gottliches Recht» und Kirchenverfassung: «Stimmen cf. J. Neumann, Die Bischofssynode: «Theologische Quartalschrift», 147
der Zeit», 183 (1969), 162-173. (1967), 1-27; U. Betti, Die Beziehungen zwischen dem Papst und den ubrigen
18
P. Huizing, La reforma del Derecho Canónico: «Concilium», 8 (1965), Gliedern des Bischofskollegiums, en G. Baraúna, De Ecclesia, II (1966), 71-83.
71
101-129. Sollicitudo omnium ecclesiarum, de 24 de junio de 1969.
19 23
R. Weigand, Ánderung der Kirchenverfassung durch das Vat. Konzil?: K. Morsdorf, Das synodale Element der Kirchenverfassung im Licbte
«Arch. für kath. Kirchenrecht», 135 (1966), 391-414. des zweiten Vat. Konzils, en Volk Gottes (Festgabe für J. Hofer), Friburgo
20
J. Ratzinger, Das zweite Vat. Konzil I: LThK (1966), 350-359; M. Stein- de Brisgovia, 1967, 568-584.
heimer, Die hóchste Gewalt des Konzils über die Gesamtkirche: «Wissen- " Y. Congar, Konzil ais Versammlung und grundsátzliche Konziliaritat
schaft und Weisheit», 27 (1964), 59-69. der Kirche, en Gott in Welt (Festgabe für Karl Rahner), II, 1964, 135-165.
264 K. A. Fink Historia de la organización eclesiástica 165

visible en el sínodo de los obispos o en el colegio cardenalicio si el derse de la «explosión de la Iglesia», ocasionada —quizá incons-
consistorio recuperase su antigua importancia25. En otras palabras: cientemente— por Juan XXIII, júnior. Puesto que una revolución
por encima del papa como patriarca de Occidente debería haber suele destruir más que construir, es preciso llevar a cabo una pro-
—de acuerdo con el decreto Frequens, todavía vigente— un conci- funda reforma en el sentido de la pluriforme tradición de la organi-
lio de máxima autoridad como representación de la Iglesia universal zación eclesiástica —no de una democratización en el sentido mo-
y de sus distintos estamentos, que se celebrara periódicamente y derno— a fin de evitar una catástrofe que rompa todos los diques.
fuera realmente libre, y que también pudiera relevar a un «papa
inutilis» 26 . Con esto se plantea, naturalmente, el problema de la K. A. FINK
elección del papa.
Como puntos importantes en la reforma de la Iglesia habría
que mencionar, además, la supresión del CIC en su forma actual,
pues una simple revisión o nueva redacción del «Código» con su
casi medio siglo de existencia contradice a la prolongada y diversi-
ficada tradición de la organización eclesiástica; la restauración de la
libre elección de obispos; la supresión de las absurdas sedes titula-
res; la reducción de las congregaciones romanas; la eliminación de
las nunciaturas y de las representaciones diplomáticas ante la Santa
Sede; una auténtica reforma de la curia romana27, no un velado
fortalecimiento como se da en el Regolamento genérale della Curia
Romana (1968).
Los grandes sínodos de reforma de la baja Edad Media exigían
siempre en primer lugar la «reformatio capitis et cutiae Romanae».
Muchas personas se escandalizan hoy de la forma bizantina del ce-
remonial de la curia, del tono servil de L'Osservatore Romano y del
estilo cortesano del Annuario Pontificio y de las Acta Apostolicae
Sedis. Todo esto podría seguir como está: el historiador celebraría
la pervivencia de la corte romano-pontificia como uno de los pocos
objetos de contemplación que todavía quedan. Pero habría que
cambiar la base de monarquía absoluta, la raíz de la enfermedad, de
manera semejante —digo «semejante»— a las monarquías consti-
tucionales de la época moderna. Dada la negativa del Concilio Vati-
cano II a reformar la organización eclesiástica, no hay que sorpren-

25
G. Lercaro, en Die Autorít'át der Freiheit, ed. por J. Ch. Hampe, II,
Munich, 1967, 353s.
26
K. A. Fink, Zum Thema: Vapstabsetzungen im Mittelalter: «Theo-
iogische Quartalschrift», 149 (1969), 185-188.
2
' K. A. Fink, Refortn der Kurie? Eine alte, nie geloste Frage: «Kontexte»,
2 (1966), 98-105.
Sociología y estructura de la Iglesia 167

siquiera que sea viable una sociedad carente de esos esquemas ru-
tinarios de comportamiento. Los teóricos que invocan una Iglesia
sin estructuras caen en una ingenuidad sociológica y teológica.
2. El estilo concreto que haya de presidir la organización de
las estructuras dependerá, hasta cierto punto, de la cultura en que
SOCIOLOGÍA Y ESTRUCTURA DE LA IGLESIA se encuentre situada la organización y los dilemas a que haya de res-
ponder. La estructura de la Iglesia católica ha cambiado sustancial-
La Iglesia católica es una organización humana; no meramente mente desde los tiempos de San Pedro, Gregorio I o Inocencio I I I ,
humana, por supuesto, pero humana de todos modos. Sus objetivos e incluso, desde el punto de vista que nos interesa, desde Pío IX.
trascienden la humana condición terrena y al mismo tiempo cree Hay en la Iglesia determinadas relaciones inmutables, por supuesto
que se mantiene unida por unas relaciones más que humanas. Pero (y será tarea de los teólogos determinar cuáles son éstas); pero el
ello no quita para que esté trabada por relaciones humanas, consti- gran problema con que se enfrenta la Iglesia como organización es
tuida por miembros que son seres humanos y los problemas deri- la tentación tan humana de canonizar como esenciales unos esque-
vados de su organización son, en gran parte, semejantes a los que mas de relaciones que se desarrollaron para hacer frente a las nece-
plantea la organización de cualquiera otra estructura corporativa sidades de una época, pero que ya no responden a las que plantea
humana. En este artículo nos proponemos ofrecer algunas reflexio- el tiempo actual. Recientemente hemos oído decir, por ejemplo, que
nes acerca de la estructura del catolicismo desde el punto de vista la elección del papa por los cardenales es parte de la estructura
de la sociología de las organizaciones humanas. esencial de la Iglesia, siendo así que se trata de algo muy dudoso.
Hemos de hacer tres observaciones preliminares: 3. Si bien la sociología no puede determinar qué modificacio-
1. La Iglesia, al igual que todas las organizaciones humanas, nes de la estructura de la Iglesia serían teológicamente aceptables,
tendrá siempre una estructura, ya que ésta no es otra cosa que un al menos pueden hacer determinadas observaciones relativas a las
conjunto de esquemas establecidos de relaciones. Los hombres crean organizaciones humanas que resultarían de gran interés tanto para
estructuras precisamente porque quieren dar un cauce normalizado el teólogo como para los responsables de la política eclesiástica. En
a su conducta en los aspectos más rutinarios, de forma que puedan este artículo tenemos la intención de proponer algunas de estas
luego concentrar la atención en las cuestiones verdaderamente im- observaciones:
portantes. Toda comunidad humana, por pequeña que sea, tiene 1) En las corporaciones de gran extensión que son caracterís-
que establecer determinados esquemas rutinarios de conducta. Una ticas de la sociedad moderna, la función de gobierno es muy distinta
comunidad sin estructuras sería algo tan contradictorio como un de la que se atribuía al jefe en los tiempos pasados. En la tribu
océano sin agua. La cuestión crítica que se plantea a toda comuni- teutónica o en el dominio feudal, el jefe era un individuo que, en
dad humana no es la de saber si podrá sobrevivir sin estructuras virtud de una sabiduría superior, o una fuerza excepcional, o por
institucionales, sino la de encontrar tales estructuras que no pasen ambas cosas a la vez, se suponía que era capaz de encontrar una res-
a convertirse de simples medios en fines. Pues la finalidad de todas puesta a todos los problemas con que pudiera enfrentarse la comu-
las estructuras institucionales consiste en mantenerse al servicio nidad. Sus seguidores no tenían por qué entender ni los problemas
de las personas que a ellas pertenecen. Desgraciadamente, las es- ni las respuestas; bastaba con aceptar la sabiduría y la fuerza del
tructuras pueden convertirse en fines en sí mismas, haciendo de las jefe, limitándose a seguir las instrucciones de éste. En las socieda-
personas medios a su servicio. Con todo, los abusos que se produ- des elementales, en que las tareas no son muy complicadas y resulta
cen como resultado de la inclinación de los seres humanos a crear relativamente sencillo el disponer de información suficiente, todo
estructuras no suprimen la necesidad de éstas ni puede pensarse lo que se necesita es un jefe «capaz de responder».
168 A. Greeley Sociología y estructura de la Iglesia 169

Pero en el mundo moderno no es de esperar que un solo indivi- proporcionar información y asesoramiento. En asuntos de menor
duo posea la capacidad o la información necesarias para tomar deci- importancia, las decisiones serán tomadas por la jefatura de la or-
siones. No tiene más remedio que contar con la colaboración tanto de ganización, y es de suponer que lo serán por toda la organización
unos expertos como de los representantes de la comunidad de cuan- cuando se trate de cuestiones de mayor envergadura. Pero no es de
tos integran la organización que le proporcionarán la información esperar que la jefatura o el conjunto de los subditos posean el cono-
y los medios adecuados para elaborar sus decisiones. Tomar deci- cimiento o los medios para evaluar las alternativas que se ofrecen
siones en el mundo moderno, por tanto, es esencialmente un pro- a su decisión, o siquiera para explicitar las diferentes perspectivas
ceso colegial, y el papel del jefe se reduce con mucha frecuencia a desde las que es preciso considerar las distintas alternativas. John
ratificar las decisiones que han sido elaboradas conjuntamente por Kenneth Galbraith ha sugerido que, una vez elegido su estado mayor
sus seguidores y sus consejeros técnicos. Por consiguiente, la posi- por el jefe de una organización corporativa de gran extensión, ya
ción del jefe es ahora muy distinta. Al revés de lo que ocurría con se ha determinado en gran parte el que su gestión sea un éxito o
el dirigente en la sociedad elemental, el jefe de una organización un fracaso, pues es precisamente la capacidad de esa plana mayor
dentro de una sociedad compleja más que dar respuestas lo que para captar las alternativas y para recoger información sobre las
habrá de hacer es plantear preguntas. Ha sido elegido jefe precisa- posibles repercusiones de las distintas alternativas lo que determi-
mente porque se le supone dotado de una mayor capacidad para nará el contexto en que habrán de tomarse las decisiones. El estado
discernir los valores en cuya prosecución está empeñada su orga- mayor, por consiguiente, habrá de procurar que la organización
nización, así como para plantear agudas cuestiones acerca de si la cuente con todos los datos importantes, resistiendo enérgicamente
organización tiene realmente éxito en su propósito de promover a la tentación de comunicar al jefe o a los subditos únicamente
tales valores. El jefe es un individuo capaz de «abarcar el panora- aquello que le conviene al estado mayor. Al jefe acecha una tenta-
ma», dotado de una «visión» de las metas que corresponden a su ción muy seria, la de aislarse para defenderse de las críticas y quitar
organización, una visión que le sirve de apoyo para incitar a sus importancia a quienes no le dicen exactamente lo que él quisiera
seguidores a fin de que miren más allá de sus objetivos individuales oír de ellos, a pesar de que es absolutamente imprescindible en el
y cotidianos, atendiendo a los objetivos comunes. Será, por tanto, proceso que lleva a la toma de decisiones en una organización de
tarea del jefe profetizar, desafiar, plantear cuestiones, negarse a grandes proporciones el escuchar las opiniones divergentes. Cuando
sentirse satisfecho cuando hay complacencia, mediocridad o torpeza. la crisis de los cohetes rusos en Cuba, por ejemplo, el presidente
En su propia visión y en su entusiasmo encarnará los ideales de la
Kennedy no quiso asistir a algunas conferencias del comité ejecu-
organización y simbolizará sus valores. Es fácil responder a las pre-
tivo del Consejo Nacional de Seguridad, precisamente porque temía
guntas. Pero plantear cuestiones y presidir la elaboración de res-
que su presencia influyera en algunos miembros de la minoría im-
puestas hasta llegar a un acuerdo comunitario sobre tales cuestiones
pidiéndoles manifestar libremente sus opiniones. Por otra parte,
resulta ya mucho más difícil. Paradójicamente, el jefe que plantea
una de las razones de que los Estados Unidos se encuentren tan
cuestiones y preside la búsqueda de un acuerdo en las respuestas
profundamente implicados en la guerra del Vietnam parece que
goza de mucho más poder dentro de la organización que quien se
está en el hecho de que el presidente Johnson se mostró muy im-
contenta simplemente con dar respuesta a las cuestiones, pues este
último muy probablemente corre el riesgo de creer que quienes paciente con los consejeros que tuvieron la temeridad de estar en
plantean cuestiones lo hacen porque en realidad no toman muy en desacuerdo con él.
serio sus respuestas. Por consiguiente, un estado mayor deberá estar integrado por
hombres bien informados, bien preparados, desapasionados y lo
2) La función más importante que compete a la plana mayor bastante animosos como para discrepar. Más aún: habrá de tener
en una organización corporativa de grandes dimensiones es la de la suficiente habilidad para no interponerse entre el jefe y el resto
170 A. Greeley Sociología y estructura de la Iglesia 171

de la organización. Los técnicos son individuos de gran importancia cuando tienen el sentimiento de haber participado de algún modo
dentro del estado mayor, pero en la mayoría de los casos no deberán en la toma de esa misma decisión; cuando así ha ocurrido, ya no se
ser al mismo tiempo empleados fijos de segundo orden, pues es trata de la decisión que alguien ha tomado, sino de su propia deci-
muy fácil que un empleado fijo llegue a poner interés personal en sión, y por ello mismo es de esperar que se sientan más ligados por
el tipo de política a cuyo servicio está, y en este caso le resultará ella que si les hubiera sido simplemente impuesta desde arriba. El
muy difícil conservar la necesaria perspectiva para juzgar impar- dicho de que la autoridad del gobierno descansa sobre el consenti-
cialmente esta política. miento del gobernado constituye un principio pragmático más que
3) Los subditos de la organización deberán tener «toda la filosófico; en el mundo moderno no puede darse un gobierno efec-
participación que sea posible» en ella, o como señala el famoso tivo sin el consentimiento de los gobernados. Los datos recogidos
axioma sobre la gestión fundada en unas relaciones humanas, «todo a través de investigaciones realizadas en todo el mundo sugieren
aquel cuya colaboración es necesaria para el cumplimiento eficaz que el vigor de la resistencia opuesta, por ejemplo, a la Humanae
de una decisión debe ser consultado a la hora de tomar esa deci- vitae, se fundaba, al menos en parte, en el hecho de que el clero
sión». San Benito planteaba esta misma cuestión en términos pa- bajo y el laicado tenían el sentimiento de no haber tomado parte
recidos cuando aconseja a sus abades que consulten con todos los alguna en tal decisión.
miembros del monasterio antes de tomar una decisión importante, La necesidad de asegurar una consulta y una participación de
contando incluso con los más jóvenes, dice él, porque también los subditos da origen a uno de los más serios problemas de comu-
éstos pueden ser instrumento de Dios para revelarnos cuál es su nicación con que ha de enfrentarse la organización corporativa mo-
santa voluntad. Podríamos señalar de paso que si se hubiera seguido derna. A cada nivel de la red de comunicación surge el riesgo de
el consejo de San Benito en la curia papal, en las cancillerías dio- que el mensaje recibido de otro nivel sea mal entendido o distor-
cesanas, en los seminarios, universidades y comunidades religiosas sionado, de tal manera que el mensaje que circula arriba o abajo
durante los últimos mil quinientos años, hoy no existiría la mayor por la red de comunicación suene, a quienes finalmente lo reciben,
parte de los problemas con que tiene que enfrentarse actualmente de manera muy distinta a como fue inicialmente pronunciado. Pue-
la Iglesia. Y se hubiera hecho posible la vuelta del Señor Jesús. de ocurrir así que la jefatura de una organización entienda del todo
Hay dos razones que hacen deseable la máxima participación erróneamente lo que están diciendo los subditos, y que éstos se
posible de los miembros de una organización en la toma de deci- sientan completamente confundidos acerca de cuanto trata de hacer
siones. Ante todo, es de suponer que los subditos están más cerca la jefatura. Para los problemas de la comunicación no existen solu-
de los problemas y que, por consiguiente, son quienes mejor cono- ciones simples, mágicas, aunque muy bien puede afirmarse como
cen en concreto lo que tales problemas significan. Acerca de las un primer principio absoluto que la jefatura de una organización
cuestiones relacionadas con el control de nacimientos, por ejemplo, debe cargar con la mayor responsabilidad en cuanto a mantener
parece que puede darse tranquilamente por supuesto que las per- abiertos los cauces de la información. A ella corresponde ante todo
sonas casadas conocen mejor que nadie las dificultades prácticas la responsabilidad de procurar entender lo que realmente están
que presentan los diferentes métodos para la limitación de la prole. diciendo los miembros. Los dirigentes y sus asesores deben des-
El teórico puede asegurar que el método rítmico es satisfactorio, echar con toda la energía que les sea posible la tentación de hacer
pero la experiencia de muchos matrimonios sugiere que no es así. que los mensajes que les llegan de abajo encajen en la trama de sus
Esta experiencia no debería pasarse por alto a la hora de tomar una propias categorías preconcebidas. Ocurre a veces que estos men-
decisión. sajes son duros, hirientes y desconsiderados, y entonces la jefatura
En segundo lugar, es muy verosímil que los miembros de una de la organización debería preguntarse: «¿Qué tipo de mensaje,
organización se sientan mejor dispuestos a aceptar una decisión que no hemos escuchado, pero que nos importa mucho entender,
172 A. Greeley Sociologta y estructura de la Iglesia 173

se esconde bajo esta capa de dureza? Las gentes están disgustadas, rentes voces que oye a fin de entender cuál de ellas le está hablando
y por ello hablan oscuramente. Pero ¿qué están tratando de decir?» con la voz del Espíritu Santo. Es un peligroso engaño el creer que
Si la jefatura responde con ira a la ira, a las protestas con denuncias, el Espíritu no puede decirnos nada a través de los disconformes.
a las peticiones con negativas categóricas a discutir, hay peligro de Por el contrario, las estructuras de nuestra organización pueden
que se rompan los cauces de comunicación y la organización quede llegar a tal punto de osificación y volverse tan rígidas que el Espí-
expuesta a problemas muy serios, cuando no catastróficos. ritu sólo pueda hablarnos a través de los discrepantes.
4) Por consiguiente, en las grandes sociedades corporativas En el mundo moderno, la prensa y las universidades son insti-
se hace necesario facilitar la divergencia de opiniones en vez de re- tuciones cuya principal función consiste en prestar voz a la crítica
primirla. La república americana, por ejemplo, ha sobrevivido a la y al desacuerdo. Además, hay ya organizaciones que tratan de ins-
crisis vietnamita y no ha sido totalmente deshecha precisamente titucionalizar un mecanismo del desacuerdo dentro de su propia
porque sus instituciones hacen posible el desacuerdo, si bien no estructura, a fin de evitar el que un día pudieran encontrarse des-
resulta fácil del todo. De no haberse prestado oídos a la voz de los conectadas de esas voces discrepantes. Por este motivo, la Adminis-
disconformes, la guerra del Vietnam hubiera resultado desastrosa, tradición Nixon, en los Estados Unidos, ha designado a Mr. Daniel
hasta la destrucción, para esta república. Las sociedades más auto- Patrick Moynihan, un distinguido liberal demócrata, para ocupar
ritarias que en modo alguno están dispuestas a tolerar la divergen- un puesto de elevado rango, precisamente porque se pensó que era
cia de opiniones se encuentran a veces con la revolución que acaba absolutamente necesario escuchar su voz en los más altos consejos
con ellas en vez de la disensión. La función de ésta consiste en de un gobierno republicano conservador.
prestar voz a los grupos minoritarios que no tienen acceso a la Más aún: los elementos encargados de la investigación, el des-
autoridad a través de los cauces ordinarios de comunicación, asegu- arrollo y la planificación de la política en las grandes organizaciones
rando al mismo tiempo que la autoridad no se comprometa en unas tienen por misión principalísima la de transmitir, clara y sistemá-
decisiones o en unos procedimientos administrativos que tales gru- ticamente, las críticas que se hacen contra los esfuerzos de la orga-
pos minoritarios encontrarían intolerables desde el punto de vista nización.
de sus intereses, su dignidad o sus derechos. El desacuerdo es la
5) En la mayor parte de las grandes organizaciones, los pues-
válvula de escape que permite a la organización dejar que salga el
tos críticos cada vez más van siendo ocupados no por individuos,
vapor acumulado antes de que la olla explote; es el semáforo rojo
sino por equipos responsables con capacidad decisoria, es decir, por
que advierte la proximidad del peligro. Reprimir las opiniones
grupos de expertos bien capacitados que colaboran unos con otros,
divergentes podrá traer consigo una apariencia de tranquilidad y
en vez de enfrentarse entre sí en la lucha por conquistar el poder.
orden, pero de hecho es una franca invitación al desastre y a la
Es necesario que estos equipos responsables posean un alto nivel
revolución. En una sociedad elemental, presidida por un jefe en-
profesional, seguridad en su empleo y el derecho a expresar con
cargado de hallar respuestas, el desacuerdo es contraproducente,
toda claridad sus opiniones, puntos de vista y descubrimientos. El
pues en una tal sociedad la obediencia es absolutamente necesaria
comité ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad se comportó
para la supervivencia de la comunidad. Pero en otra sociedad en
como un modelo de esta clase de equipos durante la crisis cubana
que la misión del jefe consista en plantear cuestiones en vez de dar
de los proyectiles rusos. En toda organización es necesaria la pre-
respuestas, será esencialísimo que el jefe preste oídos a la voz de los
sencia de estos equipos a todos los niveles, y puede decirse que casi
disconformes, pues esa voz le está diciendo que hay algunas cues-
siempre la comunicación se mantiene abierta dentro de una organi-
tiones importantes que él no ha planteado. Como señala la Consti-
zación cuando va pasando de un equipo a otro. En cualquier nivel
tución sobre la Iglesia, del Vaticano II, el obispo debe adivinar
de la organización, los individuos aislados corren el riesgo de co-
qué carismas posee la comunidad cristiana; debe discernir las dife-
meter errores críticos; dicho de otro modo: en el mundo moderno
174 A. Greeley Sociología y estructura de la Iglesia 175

es muy difícil que un hombre solo asuma toda la responsabilidad toda la información y de que están dotados de la capacidad de tomar
de tomar decisiones, lo mismo si se halla situado en la cumbre o en decisiones por sí mismos, creyendo que su tarea consiste esencial-
el nivel más bajo de la organización. mente en dirigir una pequeña comunidad en una sociedad elemental.
6) Es de suponer que si se observan los otros cinco principios, Más aún: quienes ocupan posiciones de responsabilidad en muchas
una organÍ2ación moderna resultará flexible, tanto hacia dentro ocasiones no tienen ni la información ni la competencia que serían
como hacia fuera. Si el jefe acepta que su función consiste en ser necesarias para asesorar adecuadamente, y sienten miedo ante la
hombre de visión clara y en plantear cuestiones; si la plana mayor idea de sugerir alternativas diferentes a una jefatura que temen
se muestra competente a la hora de recoger información y hacer haya tomado ya una resolución. Ha aumentado la participación de
preguntas; si los subditos son consultados y se sienten comprome- los subditos en las tareas encaminadas a tomar decisiones dentro
tidos hasta donde ello sea posible en las consultas y en la toma de de la Iglesia, pero los órganos de consulta —por los que abogó el
decisiones; si se facilita la tarea de los órganos de crítica y discre- Concilio Vaticano I I — apenas podría asegurarse que han empezado
pancia, dándoles alientos para ello; si la red de comunicación se a existir. Resumiendo, se puede decir, con tristeza, que la red de
mantiene en actividad por obra de una jerarquía de equipos respon- comunicación de la Iglesia católica se encuentra lamentablemente
sables de la toma de decisiones, entonces será muy difícil que la desorganizada. Hasta cierto punto, es más fácil que la voz del des-
organización se vuelva tan rígida en su estructura como para resultar acuerdo y la disensión se haga escuchar. Ya no se prohibe a los
incapaz de responder a los cambios que se produzcan en torno a ella autores que den publicidad a sus ideas, como en el caso de Teilhard
o a las presiones diversas que se den en su interior. Evidentemente de Chardin, ni son removidos de sus cátedras, como ocurrió con
es deseable que toda organización humana comprenda lo que está Henri de Lubac, pero quienes se atreven a hablar a la jefatura ins-
ocurriendo en el mundo fuera de ella y lo que está pasando entre pirados por el Espíritu corren el riesgo de ver puesta en duda su
sus propios miembros, en el interior. Pero es un error pensar que sinceridad, honradez, lealtad e, incluso, su ortodoxia. Los indivi-
la información acerca del mundo exterior y de los miembros, en el duos que toman decisiones aún no han sido sustituidos por equipos
interior, es fácil de obtener, y es más que un error dar por supuesto encargados de esa responsabilidad, y la Iglesia demuestra tener es-
que una situación cualquiera, dentro o fuera, es la misma hoy que casa flexibilidad para responder tanto a sus problemas internos
el año pasado, o incluso que la semana pasada. Una jefatura inteli- como a los signos de los tiempos, tal como éstos se manifiestan en
gente se muestra siempre muy sensible a la necesidad de establecer el mundo exterior.
contacto con la opinión pública y con los avances culturales, y fre- Desde el Vaticano II se han ido haciendo progresos en todos
cuentemente sitúa en cargos importantes a quienes tienen como estos asuntos, pero los sociólogos dedicados a estudiar las organiza-
tarea propia el mantenerse atentos a las situaciones en curso de ciones humanas están en condiciones de afirmar que tales progresos
rápida mutación. Podríamos repetirlo utilizando un vocabulario no son suficientes. Si el sociólogo es un hombre de fe, sabe que la
eclesiástico y entonces diríamos que es esencial para una organiza- Iglesia católica sobrevivirá a la mediocridad y la incompetencia de
ción corporativa el poder leer los signos de los tiempos. sus estructuras y de sus dirigentes, pero no verá ningún mérito
Es de suponer que, teniendo en cuenta estos seis criterios, nadie especial en hacer que la tarea del Espíritu Santo resulte más difícil.
estará dispuesto a defender que existe una organización humana
perfecta. También es de suponer que, de acuerdo con estos seis A. GREELEY
criterios, nadie se atreverá a decir que apenas hay nada que mejorar
en la Iglesia católica. Frecuentemente, el mando da todavía res-
puestas, y a veces a preguntas que no le han sido formuladas. A di-
ferentes niveles hay todavía dirigentes convencidos de que poseen
La Iglesia como «sacramentum mundi» 177

siglos, de los que, sin embargo, recibió su orientación fundamental,


debiendo constituir siempre la necesidad, la exigencia y hasta el
desafío a que habrá de responder siempre la Iglesia. Esto significa
que en teología habrá que replantear cuestiones; en la organización
de la Iglesia, introducir modificaciones y reformas; en la acción,
LA IGLESIA COMO «SACRAMENTUM MUNDI» descubrir nuevas urgencias y enfrentarse con nuevos problemas.
En teología ello ha significado en todo tiempo someter a revisión
El Concilio Vaticano II declaró que la Iglesia es una «especie las ideas maestras de cada época, y en esta tarea se han empeñado
de sacramento o signo de la íntima unión con Dios y de la unidad los mejores teólogos de todas las edades. Este proceso de «traduc-
de toda la humanidad», al mismo tiempo que «un instrumento para ción» —que afecta no sólo a las ideas, sino también a las formas
la realización de aquella unión y unidad» (art. 1). Se dice que en institucionales y a las prácticas— tendió a retrasarse conforme la
esta Iglesia el reinado de Cristo está «presente ya en misterio» Iglesia fue adquiriendo una posición más segura y estable con el
(art. 2), así como que la restauración de todas las cosas, de que paso del tiempo. A finales de la Edad Media, la Iglesia ya estaba
habla la Escritura (Act 3,21), y que consiste en la reestructuración rígidamente estructurada en ideas y en organización, con un laicado
del mundo originalmente establecido mediante la obra humana a reducido a una posición de tutela. Hacia 1500, todos en general
partir de los materiales afrontados por la creación (Col 1,20), ya admitían la necesidad de una reforma, pero apenas se estaba de
ha comenzado «en Cristo», y se declara que ahora prosigue «en la acuerdo acerca del tipo de reforma que las circunstancias exigían.
Iglesia» (art. 48), de cuya vida se dice que prefigura «unos nuevos En el período que siguió a la Reforma, la Iglesia se mantuvo
cielos y una nueva tierra» (art. 35; Ap 21,1). Más aún: en esta separada y a la defensiva frente a la modernidad en avance, tratando
Iglesia se dice que todos están llamados a la santidad y a la perfec- de defender su vida interior manteniéndola a cubierto de los ata-
ción de la vida cristiana (art. 40), estando los laicos especialmente ques devastadores de aquélla. Ante los dos grandes desafíos de la
«llamados a hacer que la Iglesia esté presente y actúe en aquellos época, su postura con respecto al mundo adoptó una forma muy
lugares y circunstancias en que sólo a través de ellos puede consti- clara: Contrarreforma y Contrarrevolución fueron sus modos de
tuirse en sal de la tierra» (art. 33). El Concilio vio en la Iglesia un relacionarse con el mundo moderno. Bajo otros aspectos, intentó
signo de presencia, una llamada a la relación y un medio para lograr defender las posiciones filosóficas y la visión del mundo que había
ambas cosas. Pero también señaló el Concilio la iniciación de un venido elaborando desde mucho tiempo atrás, aceptando con mu-
gran esfuerzo para repensar todo lo que esta definición implica en cha cautela y a modo de ensayo aquello que consideraba aportacio-
términos de estructuras y actividades apropiadas al mundo de hoy. nes auténticas de la ciencia y de la vida intelectual secularizada.
Este replanteamiento y esta reestructuración constituyen el reto a La Lumen gentium o Constitución dogmática sobre la Iglesia se
que debe responder la Iglesia católica de cara a la próxima centuria. aparta del fixismo que caracterizaba la estructura y la definición
«Puede entenderse el desarrollo histórico de la religión cris- eclesiológica del período moderno, iniciando el difícil proceso de
tiana durante los primeros siglos como un proceso de continua reestructuración y redefinición que ocupará la mejor parte de la
'traducción' de sus fuentes, cuyo objeto era proporcionar al mundo próxima centuria. Apunta hacia una nueva posición con respecto
un conocimiento más exacto y una puesta en práctica de su conte- a la Reforma, reconociendo como «unidos en Cristo» por el bautis-
nido» 1. Esta traducción no debía detenerse en aquellos primeros mo a los miembros de las Iglesias nacidas de la Reforma (art. 15).
En otro documento conciliar, la Gaudium et spes o Constitución
' W. Jaeger, Early Christianity and Greek Paideia, Londres (Oxford)- pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, vemos cómo la
Nueva York, 1969, 36.
12
178 Th. O'Dea La Iglesia como «sacramentum mundi» 179

Iglesia invierte su posición, largo tiempo mantenida, de defensa y blos no occidentales una base para su desarrollo tecnológico y su
aislamiento frente al mundo secular. autogobierno político, que hubieran servido como preparación para
Si el Concilio Vaticano inició la época de redefinición y reestruc- llegar en su día a una evolución auténtica que los sacara del colo-
turación en la Iglesia —planteando la cuestión de cómo puede ser nialismo y el subdesarrollo. En su propia esfera interna, el mundo
hoy la Iglesia signo externo de una presencia interior, vocación vi- occidental esperaba poder superar la crisis actual provocada por su
sible a la interrelación y medio e instrumento para realizarla—, el fracaso para captar y asimilar espiritualmente las implicaciones de
mundo en que dio comienzo a este proceso, con el que tiene que la ciencia y la investigación crítica, de forma que pudieran revalo-
entrar en relación conforme lo va desarrollando, es un mundo que rizarse auténticamente los valores tradicionales, traduciéndolos en
experimenta actualmente las dolorosas punzadas de la disolución formas capaces de despertar el interés en las circunstancias de una
y el renacimiento. Es un mundo en que, a partir de la primera gue- vida occidental en pleno desarrollo; fracaso al no acertar a evitar
rra mundial, se está llevando a cabo un proceso de «desinstituciona- lo que Paul Tillich llamó la pérdida de sustancia de la cultura por
lización» en gran escala, lo que significa que los viejos sistemas de obra del proceso de secularización. Estos tres fracasos resultaron
ideas y valoraciones, así como las antiguas organizaciones institu- tener tanta mayor importancia histórica cuando más espléndido
cionales, están en trance de disolución. Todo está cambiando pro- fue el éxito del mundo occidental en la empresa de desarrollar una
fundamente, desde los sistemas de gobierno a las relaciones per- capacidad tecnológica que le proporcionó un control de largo al-
sonales. La Gaudium et spes caracterizaba nuestra actual crisis es- cance y sin precedentes en cuanto a la base material de su vida.
piritual como una «crisis de crecimiento», afirmando que «hoy la «La tecnología está cambiando la faz de la tierra —como se afirma
raza humana está atravesando una nueva etapa de su historia» en la Gaudium et spes— imponiendo cambios rápidos y profun-
(art. 4). La Iglesia, ciertamente, reconoce «la nobleza y la justicia dos» que actualmente «se están extendiendo paso a paso por todo
que asiste a estos esfuerzos humanos» para asegurar el dominio el mundo» (arts. 4 y 5). Más aún: parte de todo ello es la revolución
del mundo. «También reconoce, sin embargo, que el proceso de operada en las comunicaciones, que ha decretado la muerte de todas
dominio exterior, la consecución del control racional, ha disuelto las sociedades tradicionales y que no sólo difunde un «conocimiento
los antiguos contextos culturales y ha destruido las antiguas estruc- de los sucesos», sino que además proporciona «la más rápida y
turas sociales en que los hombres encontraban seguridad, sentido amplia circulación a los estilos de pensar y sentir» (art. 6).
y autoidentificación» 2.
Esta revolución tecnológica tiene dos consecuencias fundamen-
Cómo nació a la existencia este mundo es una historia larga y tales. Ha suscitado problemas sociales que los hombres no han
complicada que habrá de ser estudiada y entendida por teólogos procurado resolver mientras atendían a la provisión de unos medios
y hombres de Iglesia. Resumiendo, podríamos afirmar que es el tecnológicos tendentes a asegurar la abundancia. Esta situación está
resultado de tres grandes fallos y un magnífico logro. Es, ante todo clamando por una reestructuración de las formas institucionales
y evidentemente, producto del fallo de las naciones occidentales del trabajo y la libertad de acción hasta conseguir una organización
que, en la cumbre de su poderío y de sus éxitos, resultaron incapa- que nosotros sólo vagamente podemos entrever. Al mismo tiempo,
ces de controlar y suprimir la guerra como instrumento de política está exigiendo un nuevo estilo en la cooperación humana en todo
nacional y no lograron instaurar un marco para las relaciones inter- el mundo. Como consecuencia de todo ello, «el género humano
nacionales más amplio que la alianza entre estados nacionales. Es corre ya una misma suerte» (art. 5). Más aún: exige que el mundo
al mismo tiempo producto de su fracaso en proporcionar a los pue- secular descubra de nuevo la dimensión espiritual del hombre. «La
que hoy corresponde llevar a cabo no es la misma que en el siglo de
2
T. F. O'Dea, The Cathohc Crisis, Boston, 1968, 128. Galileo. Entonces imperaba la oscuridad; hoy tenemos la luz; pero
180 Tb. O'Dea La Iglesia como «sacramentum mundi» 181

ocurre también que donde entonces había luz, hoy tenemos oscu- En nuestros días, estas posibilidades y responsabilidades afloran
ridad. La moderna heroicidad habrá de consistir en procurar sacar en las conciencias de una manera nueva. La teología ha empezado
nuevamente a la luz la Atlántida perdida de un espíritu bien co- a explorar el significado de esta nueva situación, el precipitado del
ordinado» 3. experimento moderno, con vistas al encuentro del hombre con Dios.
Como consecuencia de esta profunda crisis, la Iglesia da co- Esta nueva situación exige un nuevo concepto de ley y una nueva
mienzo a su propio proceso de reestructuración coincidiendo con idea acerca de las relaciones entre ley y conciencia. El derecho ca-
una destrucción universal de las formas tradicionales y la búsqueda, nónico habrá de atender a salvaguardar la comunidad cristiana y
frecuentemente caótica, de nuevas formas y estructuras del pensa- la persona bajo las nuevas circunstancias de fragilidad y problema-
miento y de la relación. La Iglesia, apartada y a la defensiva duran- ticidad que caracterizan a nuestra época. Pero al mismo tiempo
te varios siglos, forma ahora junto a los hombres que andan bus- habrá de proteger la nueva apertura y las posibilidades para el bien
cando, y como «Iglesia peregrina» se integra en las filas de una que son igualmente características de nuestra situación.
humanidad en evolución. ¿Cómo podrá constituirse en signo sacra- La Iglesia, en el período de la Antigüedad tardía, desarrolló su
mental y en medio que facilite las cosas en estas circunstancias? enseñanza según el modelo de la paideia griega, que tanto cargaba
La Iglesia se encuentra ahora ante la necesidad de llevar a cabo
el acento en la educación de toda la persona. Mientras tanto, su
una «traducción» mucho más profunda y de más largo alcance de
estructura de autoridad se desarrollaba dentro de un esquema ro-
lo que jamás se viera obligada a hacer a partir del siglo ir, puesto
mano, profundamente influida por las ideas romanas acerca de la
que aquello a que debe «traducir» su antigua sustancia aún no ha
tradición y su carácter sacral, lo que trajo consigo que la autoridad
comenzado a existir. Tiene que preservar su propia verdad, trans-
eclesiástica pusiera la racionalidad como rasgo central de su cons-
ferirla a los hombres, traducirla al lenguaje de la nueva cultura en
titución y estableciese una vinculación racional explícita entre el
evolución del mundo posmoderno y tomar parte e influir al mismo
derecho y el dogma, que cada vez se hizo característica más acusada
tiempo en la evolución de esta cultura. La Iglesia está embarcada
de sus definiciones. En las obras de Platón se prefigura ya este tipo
en un proceso amplío, profundo y de larga duración, que excede
incluso a la evolución que se produjo desde los apologetas a San de autoridad con todos sus problemas. En la República, la autori-
Agustín y de mucho mayor alcance en sus consecuencias. Su curso dad ha de apoyarse finalmente en la experiencia religiosa y filosófica
y sus resultados no nos es dado preverlos en modo alguno por del rey filósofo; las otras clases de la sociedad, dotadas de una ra-
el momento. Sin embargo, sabemos que los avances que habrán cionalidad secundaria, por participación, han de ser capaces de com-
de producirse en la época que ahora se abre tendrán un trasfondo partir los frutos de aquella experiencia, aunque no pueden poseerla
social y cultural mucho más dinámico y más abierto hacia las nuevas por sí mismas. La racionalidad les dirige su llamada y ellas han de
posibilidades favorables a la humanidad de cuanto pudo ofrecerle darle su respuesta. Platón cayó en la cuenta de que esto quedaba
la época antigua que ya ha caducado. La gran mutación histórica muy lejos de la realidad, reconociendo que era precisa una «recta»
que se ha producido en nuestra época ha revelado que el hombre educación para asegurar la respuesta. Previo que además de esta
es una creatura cuya entelequia se mantiene abierta en muchos educación sería preciso recurrir a una cierta coerción, como se ve
aspectos cargados de sentido, aunque apenas comprendidos por en las amenazas de condenación eterna de la República y en el
ahora; un ser dotado al mismo tiempo de la libertad y la respon- Consejo Nocturno de las Leyes. La autoridad racional termina, más
sabilidad de construirse a sí mismo y de edificar su propia sociedad. pronto o más tarde, por respaldar e imponer por métodos no ra-
cionales y muchas veces coercitivos aquello que, según sus concep-
3
J. Campbell, The Hero with a Thousand Faces, Cleveland-Nueva York, ciones explícitas, se supone que posee una rectitud autoevidente a
1956, 388. la luz de la razón. En la historia de la Iglesia vemos este esquema
182 Th. O'Dea La Iglesia como «sacramentum mundi» 183

encarnado en la represión de la herejía por obra de los primeros la etapa antigua, y siguió funcionando a lo largo de toda la historia
emperadores cristianos de la Antigüedad tardía, tratando de alcan- del judaismo, el recurso de takkanah que se utilizó para evitar que
zar así la estabilidad social al mismo tiempo que la uniformidad las prescripciones legales alcanzaron una excesiva dureza y sirvió
religiosa. También en la Edad Media la uniformidad religiosa esta- también para el desarrollo de una ley oral que diera respuesta a los
ba tan estrechamente relacionada con la estabilidad de la comunidad dilemas que planteaban las nuevas condiciones ambientales. La de-
social en su totalidad, que cualquier debilidad en cuanto a la prime- cisión de Hillel concerniente a la cancelación de las deudas en el
ra parecía traer consigo una amenaza a la segunda. Mientras que los año jubilar ofrece un ejemplo primario de este principio de aper-
primeros Padres aprobaban el castigo de la herejía mediante la ex- tura y adaptación.
comunión, no estaban, sin embargo, de acuerdo en que a los herejes Se ha dicho que «hemos de rechazar la tentación de hacer un
se les infligieran penas corporales. Hasta el siglo XII, la actitud nuevo código de derecho canónico, precipitándonos así a 'fijar' la
general respondía al axioma de San Bernardo: Vides suadenda, non situación y ordenando los resultados del Concilio de manera que
imponenda. El Concilio Lateranense de 1215 promulgó una pro- cada cual pueda saber exactamente lo que tiene que hacer, pues con
fesión de fe e hizo suyo un primer decreto Ad abolendam, en que ello 'congelaríamos' todo a la espera de una nueva revisión» 4. En
se tomaban medidas para la supresión de la herejía. Sobre esta base un comentario al estudio realizado por los jesuítas sobre la situación
fue establecida la Inquisición en 1232, cuando el papa Gregorio IX, de su propia orden, uno de los participantes dice: «Por consiguien-
adoptando una resolución del emperador Federico II, la implantó te, habida cuenta del carácter revolucionario de los cambios que
como un órgano de la Iglesia. En el caso cristiano (en contraste con actualmente se producen en todos los sectores de nuestro sistema
el caso hipotético racional de Platón), la situación resultaba mucho cultural, puede ocurrir que nosotros también, como jesuítas, caiga-
más complicada, pues ya no se trataba simplemente de respaldar mos en la cuenta de que mantenemos puntos de vista divergentes,
lo racional con métodos no racionales, sino que era la misma fe lo debido a que tenemos mentalidades diferentes, actuamos sobre la
que se imponía mediante unas sanciones externas. Traemos aquí a base de presupuestos fundados en distintas valoraciones, y desarro-
colación esta complicada y poco feliz historia únicamente para re- llamos lógicamente como consecuencia de todo ello unas actitudes
cordar que la autoridad, en lo referente a estas materias, siempre y unos programas de acción diferentes» 5 . La nueva situación exige
ha sido un asunto complicado y que con demasiada frecuencia dejó que, para ser el signo de la presencia, la llamada a la relación y el
de actuar correctamente, cayendo en la más desdichada paradoja instrumento de ambas en medio de la grande y problemática crisis
al poner la coerción en lugar de la conversión. Una autoridad calca- de nuestra Era, la Iglesia sea capaz de combinar continuidad con
da en el modelo de aquella otra que en una época anterior, más apertura, tradición con espontaneidad e innovación, unidad con
estable y culturalmente menos heterogénea, no acertó a actuar discrepancia legítima y plenamente consciente. Sólo así podrá la
adecuadamente no será la más idónea para la nueva época que Iglesia preservar las riquezas de su antigua tradición; sólo así podrá
irrumpe. Más bien convendrá buscar un tipo de autoridad eclesiás- llevar a cabo la «traducción» de su llamada y las consecuencias de
tica que acierte a combinar la salvaguarda de la continuidad en la ésta en términos de la nueva cultura en desarrollo de la modernidad;
tradición con una gran apertura a las nuevas posibilidades que nos sólo así podrá actuar como elemento catalizador para que el hom-
ofrece esta gran transición. bre posmoderno descubra su dimensión espiritual.
A propósito de todo ello, es interesante recordar las luchas del
apóstol Pablo en torno a la cuestión de la ley judaica, y su adver-
tencia, tan oportuna también en nuestros tiempos, de que «la letra ' F. Houtatt, The Eleventh Hour, Nueva York, 1968, 104.
' J. L. Thomas, Afterword, en General Survey of the Society of Jesús,
mata, pero el Espíritu da vida» (2 Cor 3,6). La verdad es que en North American Assislancy, ed. por B. F. Biever, SJ, y T. M. Ganon, SJ,
el sistema de la misma ley judaica se había desarrollado ya durante Nmional Office of Pastoral Research, Chicago, 1969, 296.
184 Ih. O'Dea La Iglesia como «sacramentum mundi» 185

Los hombres de Iglesia —teólogos y canonistas— no deberían desacuerdo, unidad sin uniformidad impuesta en ideas y organiza-
olvidar nunca las lecciones que la historia de la Iglesia encierra con ción. Solamente si se cumplen estas condiciones podrá conseguir la
vistas a la desestructuración y reestructuración de ésta. La institu- Iglesia la organización y la estructura ideológica que le son nece-
cionalización de unas formas eclesiásticas concretas en la Antigüe- sarias para hacer frente al gran reto sociológico que significa para
dad y su posterior desarrollo en la Edad Media representan una ella este período de transición.
«traducción» de la religión cristiana en fórmulas europeas, cuyos TH. O'DEA
resultados sufrieron fuertemente la influencia del nuevo ambiente
cultural europeo y de la nueva situación social y política, histórica-
mente tan caracterizada. La estructura de la Iglesia se desarrolló
en parte, y quizá en gran parte, como una acomodación empírica
que trataba de responder a unas condiciones concretas. Al solidifi-
carse rígidamente estas formas frente a las amenazas y peligros de
los cuatro últimos siglos nos encontramos con una nueva respuesta
empírica tal como correspondía a una Iglesia ya muy estructurada
en cuanto a sus formas de organización y sus definiciones doctri-
nales. La adaptación adecuada al período en curso de iniciación
deberá ser tal que capacite a la Iglesia para llevar adelante su fun-
ción como signo de la presencia de Dios y de una humanidad unida,
al mismo tiempo que actúa como instrumento de su realización, es
decir, como sacramento en el mundo: signo e instrumento de las
relaciones entre Dios y el hombre, prefigurando un nuevo cielo y
una nueva tierra. Esta adaptación no podrá ser planeada por anti-
cipado, ni «manejada» desde arriba, sino que habrá de desarrollarse
a base de respuestas vivas e inteligentes a todos los niveles y res-
petando los numerosos aspectos que entraña la vida de la Iglesia,
a la expectativa de los encuentros significativos cuya oportunidad
brindará indudablemente la historia. El derecho canónico habrá de
reestructurarse con vistas a hacer posible la necesaria flexibilidad,
sin por ello descuidar la unidad igualmente necesaria. Pues es ab-
solutamente preciso, como condición para la gran tarea sociológica,
mantener la unidad de las diferentes posiciones y de las diversas
experiencias. El derecho canónico habrá de constituirse en marco
donde puedan encajar a un mismo tiempo la posibilidad de aceptar
una prueba y equivocarse, en que se admita la legitimidad de la
experimentación, el contexto en que la Iglesia pueda vivir los difí-
ciles pero necesarios procesos de un aprendizaje en que quepan
éxitos y fracasos. Habrá de sentar las bases para una caridad frater-
na en la que deberán convivir unidad y diversidad, unidad en el
La Iglesia, signo e instrumento de unidad 187

manera que se pueda lograr la verdadera unidad sin sacrificar las


legítimas diferencias que existen entre los hombres? Concretamen-
te, ¿estará obligada la Iglesia, en virtud de su misión propia, a fo-
mentar el pluralismo, a través del diálogo y la legítima diversidad,
mediante la reforma estructural? Hay razones suficientes para res-
LA IGLESIA, SIGNO E INSTRUMENTO DE UNIDAD ponder afirmativamente a todas estas preguntas y sobre todo a la
última.
I. INTRODUCCIÓN: UNIDAD, PLURALISMO Y DIALOGO

II. EL TESTIMONIO DE LA «ECCLESIAM SUAM»


El Concilio Vaticano II afirma que la Iglesia es un signo de
unidad de todos los hombres consigo mismos y con Dios 1. Es claro, Y DEL CONCILIO VATICANO II
sin embargo, que la unidad no presupone la uniformidad ni está
amenazada por el hecho del pluralismo. Hasta podría uno atreverse El principio del diálogo ha recibido uno de sus más firmes res-
a sugerir que el pluralismo es uno de esos «signos de los tiempos» paldos durante los últimos años con la encíclica de Pablo VI Eccle-
a que la Iglesia debe responder positiva y eficazmente2. siam suam {6 de agosto de 1964). Si la Iglesia espera que el mundo
El pluralismo es un valor en la medida en que signifique dina- preste oídos al Evangelio —sugiere la encíclica—, la Iglesia debe
mismo y apertura, es decir, en cuanto que es producto de un diálogo también dar pruebas de que está dispuesta a encontrarse con el
genuino entre una diversidad de interlocutores. Cada día está más mundo y entablar diálogo con él. Sin embargo, la base de seme-
de moda echar un vistazo al futuro e imaginarse cómo serán la jante diálogo no es sólo pragmática, sino además teológica. Dios
Iglesia y el mundo en el año 2000 3. A finales de nuestro siglo, la elige hablar con nosotros a la manera de un amigo con sus amigos 5.
situación será mucho mejor si los hombres, cristianos y no cristia- La revelación misma es fundamentalmente dialógica.
nos, religiosos y no religiosos, dialogan y cooperan más con vistas La Iglesia debe organizar su propia proclamación y su minis-
a la puesta en marcha de una auténtica hermandad y comunidad terio siguiendo el modelo de la divina revelación. La Iglesia no
humanas. tiene por qué ser atraída con halagos a una comunicación con el
¿Es posible sustraerse a la actual situación para pronosticar que mundo. Ha de sentirse impulsada únicamente por la caridad y por
esa esperanza es ciertamente realizable? ¿Es cierto, de hecho, que la esperanza de que todos los valores humanos terminen siendo
la actual situación se caracteriza por un nuevo sentimiento de la instaurados en Cristo. Nunca debe recurrir la Iglesia a presiones
solidaridad y la hermandad humanas de una parte y por una nueva externas de ningún género, pero puede servirse de los recursos
apertura a la verdad de otra? 4. ¿Es posible reformar y reestructu- legítimos de la educación humana, la persuasión interior y la con-
rar las instituciones políticas y aun religiosas de la humanidad de versión ordinaria. Siempre habrá de mostrarse respetuosa con la
libertad personal y cívica. En consecuencia, el diálogo se caracteri-
' Cf. Lumen gentium, n. 1. zará por la consideración, la actitud comprensiva y la bondad por
2
Cf. Gaudium et spes, nn. 4-10. parte de la Iglesia. Se desecharán las condenaciones estridentes y
3
Cf., por ejemplo, H. Kahn y A. Wiener, The Year 2000: A Framework las polémicas inútiles. El objetivo a conseguir será que el Evangelio
for Speculation on the Next Thirty-three Years, Nueva York-Londres, 1967, entre de nuevo en la corriente del discurso humano y que llegue a
así como The Church in the Year 2000: «Commonweal Paper», 4 (31 de oc-
tubre de 1969).
4 5
Cf. G. Baum, Faith and Doctrine: A Contemporary View, Nueva York Cf. Dei Verbum, n. 2. Cf. también G. Baum, Vatican II's Constitution
1969, 2-5. on Revelation: «Theological Studies», 28 (1967), 58-61.
188 R. P. McBrien La Iglesia, signo e instrumento de unidad 189
superar las barreras de la raza, la nacionalidad, la ideología, la insiste en que la promoción de la unidad pertenece a la naturaleza
costumbre, la tradición, el lenguaje o cualquier otra. Así mismo,
íntima de la Iglesia, afirmando al mismo tiempo que la auténtica
el diálogo habrá de ser universal, es decir, abierto a todos y capaz
de abarcar a todos. unidad brota de la fe y la caridad que tienen sus raíces en el Espí-
ritu Santo. Por consiguiente, si la Iglesia ha de promover la unidad
«Se adapta a las necesidades de una situación concreta, elige entre los hombres, incluso frente a las diferencias políticas, cultu-
los medios adecuados, no se confína dentro de teorías ineficaces rales, religiosas, sociales y geográficas, tendrá que infundir en la
ni se aferra a fórmulas fijas y rígidas cuando éstas han perdido ya
sociedad humana una fe y una caridad prácticas y reales. La Iglesia
el poder de hablar y mover a los hombres... El espíritu del diálogo
no deberá comprometerse con ninguna forma concreta de cultura
es la amistad, y mucho más aún, el servicio», declara la encíclica6.
humana ni con sistema político, económico y social alguno. Por su
En consecuencia, no se invocarán privilegios ni se intentará ocul-
tar nada detrás de un lenguaje ininteligible o poco honrado. El misma naturaleza, la Iglesia es universal, y en virtud de su misma
contenido del diálogo habrá de consistir en la verdad, la justicia, universalidad está en condiciones de establecer lazos de unión entre
la libertad, el progreso, la concordia, la paz y la civilización. Cier- las diferentes comunidades del mundo. En la medida en que las
tamente, «todas las cosas humanas son objeto de nuestra preocu- diferentes instituciones y grupos humanos hacen progresar, cada
pación... Dondequiera que los hombres traten de entenderse a sí cual a su modo, la unidad entre todos los hombres, la Iglesia está
mismos y al mundo, nosotros podremos entrar en comunicación obligada a promover su existencia y a apoyar su obra 8 . «Pues cual-
con ellos» 7. quier beneficio que el pueblo de Dios durante su peregrinación
terrena pueda ofrecer a la familia humana brota del hecho de que
No sólo dentro de la Iglesia católica, sino dentro de todo el la Iglesia es el 'sacramento universal de salvación', que simultánea-
Cuerpo de Cristo ha de mantenerse este diálogo. Y mucho más mente manifiesta y realiza el misterio del amor de Dios a los
aún, dentro de todo el marco de las creencias y las tradiciones re- hombres» 9.
ligiosas; y yendo todavía más lejos, en el contexto de toda la si- La Lumen gentium, al aplicar a la Iglesia la imagen bíblica del
tuación humana. El pluralismo y la diversidad se dan a todos los
«pueblo de Dios» 10, nos viene a recordar que el Cuerpo de Cristo
niveles de contacto y el encuentro humanos. Únicamente a través
incluye ciudadanos de toda raza y que su universalidad es un don
de la comunicación puede aflorar la fuente y el cimiento de la
recibido del mismo Señor. Pero la Constitución dogmática sobre la
unidad como un factor valioso dentro de la situación pluralista. Su
Iglesia insiste también en que tal universalidad no debe entenderse
punto focal es la convicción cristiana de que el Señor resucitado
con menoscabo del mantenimiento de unas tradiciones locales den-
es el centro no sólo de la unidad eclesial, sino de la unidad de todos
los hombres. Sólo viviendo su Evangelio, explícita o implícita-
8
mente, podrán llegar los hombres a la experiencia auténtica de Cf. Gaudium et spes, n. 42. También n. 58: «... la Iglesia, enviada a
aquella comunidad genuina que todos ellos andan buscando. todos los pueblos sin distinción de épocas y regiones, no está ligada de una
manera exclusiva e indisoluble a ninguna raza o nación, a ningún género de
Los documentos del Vaticano II, y especialmente tres textos: vida particular, a ninguna costumbre antigua o reciente. Fiel siempre a su pro-
la Gaudium et spes, la Lumen gentium y la Unitatis redintegratio, pia tradición, puede entrar en comunión con las diversas civilizaciones; de
ahí el enriquecimiento que resulta así para ella como para cada cultura.»
presentan una visión más clara y una defensa más cargada de auto-
' Ibíd., n. 45.
ridad de la vida y la actuación de la Iglesia en pro de la unidad. 10
Dicho sea sin prejuicio alguno contra la opinión de K. Rahner y otros
La Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual autores en el sentido de que la expresión «pueblo de Dios» tiene un campo
de aplicación más amplio que sola la Iglesia. Lo cierto es que personalmente
6
Cf. III parte: «El diálogo», par. 75. me inclino más a la opinión de K. Rahner que a la de Y. Congar sobre este
7
Ibíd., par. 85. punto. (Cf. Vatican II: An Interfaith Appraisal, ed. por J. H. Miller, Nueva
York (Notre Dame)-Londres, 1966, 204-205.
190 R. P. McBrien La Iglesia, signo e instrumento de unidad 191

tro de las comunidades locales. Por el contrario, «esas diferencias punto de referencia absoluto y el modelo único y definitivo de toda
no estorbarán a la unidad, sino que más bien contribuirán a ella» n . vida e historia humanas. Cualquier ambigüedad sobre el puesto
Finalmente, el Decreto sobre el ecumenismo sienta un impor- central que corresponde al Señor equivaldría a poner en duda tam-
tante principio teológico y pastoral, cuya principal aplicación se bién la importancia del testimonio y la existencia cristiana. La pri-
realiza en el ámbito de la diversidad dogmática, pero cuyas impli- mitiva comunidad en nada se diferenciaba de los demás sino en que
caciones alcanzan mucho más lejos de lo que se circunscribe a esta confesaba que «Jesús es el Señor» w. La Iglesia está convencida de
sola cuestión: «En orden a restaurar la comunión y la unidad o que facilita el camino hacia la unidad de todos los hombres por
bien para mantenerlas, no se deben 'imponer cargas más allá de lo diferentes caminos, y uno de ellos consiste en proclamar la palabra
indispensable' (Act 15,28)» 12. Hay una jerarquía de verdades 13, de reconciliación. Al final de la historia, los hombres comprenderán
una legítima pluralidad de desarrollos doctrinales 14 y una diferencia que la predicación del Evangelio —en palabra y sacramento— ha
en cuanto al método teológico (es decir, entre Oriente y Occidente) tenido un efecto decisivo en la venida final del reino.
que lleva incluso a formulaciones más complementarias que opues- La Iglesia, desde luego, se encontrará siempre frente a la tenta-
tas 15. Si la Iglesia está resuelta a adoptar una postura menos rígida ción de pretender apropiarse lo que en realidad corresponde sólo al
en relación con sus propios pronunciamientos doctrinales, no hay Señor. Puede que llegue a considerarse como una especie de unidad
razón para suponer que haya de ser más cautelosa e inflexible cuan- preexistente, como un fin en sí. Por consiguiente, el hombre que
do aborda la cuestión de la reforma estructural. No ha de imponerse buscase la unidad tendría que descubrirla en la Iglesia. En este
ninguna carga estructural «más allá de lo que sea indispensable». caso, la Iglesia sacaría una conclusión falsa, pretendiendo ser algo
La violación de este principio socava todo el esfuerzo de la Iglesia más que simple heraldo del reinado de Dios sobre la tierra, identi-
en pro de la unidad en la pluralidad y a favor del genuino plura- ficándose con el mismo reino de Dios. En consecuencia, el hombre
lismo a través del diálogo. habría de buscar su unión con Dios a través del ingreso en la Igle-
sia, que sería el reino de Dios. Presuposiciones de este estilo han
sido corrientes en un momento u otro dentro de la Iglesia, pero
hoy es difícil entender cómo podrían justificarse a la luz de los
III. CONCLUSIONES TEOLÓGICAS
estudios bíblicos, la eclesiología contemporánea y los documentos
del Concilio Vaticano II.
A) Unidad a través del kerigma y la diakon'ta
La misión de la Iglesia no se agota, por supuesto, con la predi-
Sean las que fueren las formas estructurales que haya de adop- cación y el culto. Aquélla ha de tener siempre en cuenta su respon-
tar la Iglesia, la comunidad cristiana habrá de distinguirse siempre sabilidad de trabajar y esforzarse, a todos los niveles y con todos
como un conjunto de hombres y mujeres que confiesan el señorío los recursos disponibles, en pro del reino de Dios sobre la tierra.
de Jesús de Nazaret, que ratifican sacramentalmente esta fe y que se Habrá de comprender que el reino es un acontecimiento que viene
la mayor parte de las veces por caminos seculares más que religio-
entregan a esta hermandad y a esta misión por amor del reino de
sos: los ciegos reciben luz, los sordos oyen, los cojos son curados,
Dios. La Iglesia como tal habría dejado de existir si llegara un mo-
los pobres alcanzan esperanza, etc. (cf. Mt 25,31-46). La Iglesia
mento en que Jesús de Nazaret ya no fuese reconocido como el
ha de ser una comunidad plenamente entregada a las tareas de la
11
Lumen gentium, n. 13. diakon'ta no como si se tratase de una táctica con vistas a futuras
12
13
Unitalis redintegratio, n. 18.
Ibíd., n. 13. 16
14
Ibíd., n. 14. Cf., por ejemplo, O. Cullmann, The Christology of the New Testament
15
Ibíd., n. 17. (ET), Filadelfia-Londres, 21963, cap. 7, pp. 195-237.
192 R. P. McBrien La Iglesia, signo e instrumento de unidad 193

conversiones o simplemente para dar buen ejemplo (como implica da por sus discípulos. Esto quiere decir, sencillamente, que la Igle-
el concepto de «preevangelización»), sino porque ello forma parte sia debe estar dispuesta a practicar todo lo que predica y que debe
esencial de la tarea de la Iglesia y es un aspecto integrante de su estar reformándose continuamente a sí misma, en su vida y en sus
labor misionera. A través de su apostolado del servicio en y a favor estructuras, en la fidelidad y la disposición a acoger el reinado de
del mundo, la Iglesia consigue acelerar realmente la llegada del día Dios que se acerca. «Como hermandad del Cristo de Dios, ella es
en que todos los hombres se congreguen en la unidad n . la vanguardia de un mundo liberado de la impiedad y de la inhuma-
nidad, y, a la inversa, únicamente donde algo de esto sucede puede
B) Unidad a través de la koinonía decirse que está la comunidad mesiánica de Cristo. La comunidad
cristiana es sacramento de la esperanza radicada en Dios para el
Más aún: la comunidad cristiana debe estar siempre fundamen- mundo sólo cuando decide libremente hacer suyo el gemido de toda
tada sobre su memoria y su tradición, como cimiento de su actividad la creación esclavizada» 19.
presente y de su esperanza en la futura venida del reino. La Iglesia La Iglesia pierde sus garantías de credibilidad cuando deja de
habrá de reconocer siempre que su afirmación del señorío de Jesús ser una comunidad marcada por la fe, la esperanza, el amor y la
es, en primera instancia, una afirmación históricamente condicio- búsqueda sin trabas de la verdad. Y a propósito de esto es como
nada, puesto que es de carácter histórico 18. La fe cristiana es esen- Charles Dawis lanzó su ataque contra la Iglesia católica contempo-
cialmente comunitaria y la comunidad cristiana es esencialmente ránea 20. Si la Iglesia no es capaz de hacer evidente en sí misma el
histórica. Siempre estará empeñada en un proceso de autocompren- poder transformante de la palabra de Dios, no podrá seguirla pre-
sión, en un esfuerzo por entenderse mejor a sí misma a fin de pro- dicando con una actitud realista. Y si no puede ofrecer ahora a la
yectarse más eficazmente y con mayores garantías de credibilidad humanidad un vislumbre del reino final de Dios, de un reino de
como comunidad de esperanza, instrumento de reconciliación y sig- reconciliación, paz y nueva vida, no podrá permitirse a sí misma el
no eminente de la actividad unificadora de Dios en la historia, que seguirse haciendo ilusiones acerca del futuro.
salva los abismos y echa por tierra las barreras. Esto significa que la cuestión de las formas y estructuras siempre
La Iglesia, como comunidad estructurada, y no únicamente es importante, si bien es verdad que aquéllas pueden cambiar de un
como grupo de personas que han llegado a compartir una misma siglo para otro, de una década a otra, incluso cada año que pasa.
actitud con respecto a Jesús de Nazaret y su Evangelio, tiene la Los problemas que hoy suscitan mayores preocupaciones —auto-
responsabilidad de mantenerse tan abierta a esta presencia trans- ridad y obediencia, experimentación litúrgica, el estilo de la vida
formante de Dios que en realidad se convierta en signo inequívoca- religiosa, celibato sacerdotal, procedimientos equitativos, constitu-
mente claro de su presencia en la historia. La Iglesia debe ser una cionalismo, complicidad institucional en el racismo— puede que
comunidad marcada por la fe, la esperanza, el amor y la veracidad mañana ya no figuren en la agenda como tales problemas. La cues-
no sólo en su proclamación o en sus declaraciones oficiales, sino en tión básica, sin embargo, siempre será la misma: ¿cómo puede
su mismo estilo de vida y en sus instituciones. La Iglesia no podrá expresar la Iglesia, en formas y estructuras, la realidad interna que
ser sacramento de Cristo y de la unidad que él ofrece a menos que encarna de una manera sacramental? ¿Cómo puede servir la Igle-
en algún sentido el reino irrumpa a través de la comunidad forma- sia, comunidad religiosa singular, de elemento integrador de las
17
legítimas divergencias seculares en la cultura, la raza, el nivel social
Cf. Unitatis redintegratio, n. 12. de clases, las maneras y costumbres? La Iglesia se verá obligada a
18
Cf., por ejemplo, A. Dulles, Dogma as an Ecumenical Problem: «Theo-
logical Studies», 29 (1968), 397-416; E. Schillebeeckx, Towards a Catholic Use
of Hermeneutics, en God the Future of Man, Nueva York, 1968, 1-49; " J. Moltmann, Hope and History: «Theology Today», 25 (1968), 382.
W. Kasper, Dogma unter dem Wortes Gottes, Maguncia, 1965. 20
Cf. A Question of Conscience, Nueva York, 1967.
13
194 R. P. McBrien

establecer un cierto equilibrio entre su afirmación, esencialmente


positiva, del pluralismo y su permanente fidelidad a la palabra de
Dios en Jesucristo. Si no logra hacerlo, habrá perdido el derecho
a ser tomada en serio, independientemente de los éxitos que logre
en los campos del kerygma y la diakonía21.
El problema de la reforma estructural, por consiguiente, nunca ESTRUCTURAS DE LA PRESENCIA DE LA IGLESIA
será cuestión de interés puramente canónico. En él va implicada la EN EL MUNDO ACTUAL A TRAVÉS DE LAS MISMAS
misión de la Iglesia como heraldo, signo e instrumento del reino INSTITUCIONES DE LA IGLESIA
de Dios.
R. P. MCBRIEN Las instituciones que nosotros suponemos eclesiásticas no son
todas ellas consecuencia lógica de una societas perfecta que les ha-
bría dado origen, como muchas veces se supone. En su creación han
intervenido toda clase de fuerzas históricas y sociales. Algunas de
ellas, a buen seguro, respondían, en una u otra época, a la opinión
de alguien en relación con la mejor manera de predicar el Evangelio
y facilitar el acceso a los sacramentos. Pero otras sólo pueden lla-
marse eclesiásticas porque en un determinado momento de la his-
toria romana o medieval únicamente los eclesiásticos tenían el di-
nero, los hombres o simplemente el deseo necesarios para llevar a
cabo una tarea determinada. Otras se establecieron a fin de dar una
cohesión secular a los grupos católicos minoritarios en medio de
las sociedades pluralistas del siglo xix. La Iglesia hace hoy visible
su presencia en el mundo a través de este conjunto, complicado y
a veces confuso, de instituciones.

I. TENSIONES EN LA IGLESIA

El análisis canónico de estas instituciones, en mi opinión, ha


ido cayendo con excesiva facilidad en una serie de dualismos sim-
plistas: clero y laicado, libertad y autoridad, Iglesia y Estado. La
auténtica vida de estas instituciones no queda definida por esas ta-
jantes distinciones, sino mediante un conjunto de tensiones dialéc-
ticas que irradian, por decirlo así, de la paradoja central que es la
Encarnación. Si es que tratamos de desarrollar unos esquemas ca-
nónicos que estén vredaderamente referidos a una realidad que
a
He desarrollado más ampliamente estas mismas ideas en Church: the intentan gobernar, habremos de considerar estas tensiones en todo
tontinuing quest, Nueva York, 1970. su valor.
196 R. Rodes Presencia de la Iglesia en el mundo actual 197
La más importante de todas ellas se sitúa en el interior de la que plantea el pluralismo. Se da entre las concepciones de la Iglesia
misma Iglesia, y es la que se da entre la Ecclesia docens, la Iglesia en cuanto que ésta existe por voluntad de su divino fundador y en
entendida como heraldo e intérprete de la palabra de Dios, y la cuanto que se forma mediante el ejercicio de una libertad civil por
Ecclesia discens, la Iglesia entendida como receptora que además obra de aquellos ciudadanos que deciden pertenecer a ella. En mu-
responde a la palabra de Dios. Esta tensión tiene mucho que ver chos lugares esto da origen a una afirmación, confusa y oscura,
con las dificultades que los sacerdotes encuentran actualmente para acerca de lo que la Iglesia y sus instituciones pretenden ser o sobre
definir su propia función. Reviste un aspecto litúrgico en la deter- las restricciones que están dispuestas a aceptar por el bien común
minación del lugar que debe ocupar el sacerdote durante la misa. de un Estado pluralista o secular.
Pero lo más importante para nuestro propósito es que se halla de- El pensamiento jurídico más elaborado no tiende a suprimir las
trás de todas las perturbaciones, los problemas legales y canónicos tensiones de este tipo, sino a desarrollar unas fórmulas capaces de
conectados de alguna manera con la cuestión de saber hasta qué mantener el equilibrio entre las distintas fuerzas que entran en
punto los beneficiarios de un ministerio han de tener cierto control juego. Su objetivo consiste más en lograr una armonía y eficacia
sobre los ministros: cuestión de la investidura y el patronato en la prácticas que un hermoso conjunto teorético. El derecho canónico
Edad Media; consejos pastorales o juntas económicas en nuestras ha fallado muchas veces en dar respuesta, mediante este tipo de
parroquias. posiciones muy elaboradas, a las situaciones que pretendía gober-
La segunda tensión se da entre la Iglesia como corporación nar. De ahí que, en muchos casos, para manejar actualmente las ins-
unida para la consecución de unos fines «espirituales» y esa misma tituciones eclesiásticas sea preciso olvidarse de los cánones cuya
Iglesia en cuanto que es un pueblo unido para alcanzar unos fines aplicación sería del caso. El resultado es que surge una nueva ten-
«temporales» mediante una actuación cristiana. Esta tensión se re- sión dialéctica diferente de aquellas otras que hemos venido consi-
flejaba en las dificultades surgidas durante la Edad Media entre la derando, y que esta vez resulta ser una tensión innecesaria, la que
Iglesia y el Estado cristiano. Actualmente se manifiesta en las dis- surge entre estultificación y anarquía.
cusiones acerca de si es correcto que los obispos y los sacerdotes Para llegar a una posición realista con respecto a las institucio-
se ocupen de cuestiones políticas y sociales del momento o que los nes de la Iglesia se requiere, además de una mayor elaboración
laicos actúen bajo los auspicios de la Iglesia con fines políticos o jurídica, una buena dosis de paciente y detallado estudio de las
sociales. mismas instituciones. Uno de los males que trae consigo el refina-
Pero en nuestros tiempos nos preocupa más un tercer género miento conceptual excesivo es que proporciona una vía de escape
de tensiones, las que se producen entre la Iglesia como comunidad que permite eludir la necesidad de considerar atentamente cuanto
de cristianos y la otra comunidad más amplia en que se incluyen sucede a nuestro alrededor. Cuando en vez de adoptar esa postura
muchos individuos que también son cristianos, pero integrados a nos preocupamos por dar con una armonía y un equilibrio, nos
su vez en comunidades distintas, así como muchas otras personas encontramos conque son muchas las cosas, y muy distintas entre sí,
que nos son cristianas. Esta es la situación que tratamos de descri- a que hemos de estar atentos.
bir cuando hablamos de una Iglesia en medio de la comunidad plu- En el resto de este artículo no haré otra cosa que señalar breve-
ralista. Todos estamos ya familiarizados con los problemas que se mente las clases de instituciones de que será preciso que nos ocu-
plantean cuando intentamos dar una eficacia práctica a los valores pemos, así como los tipos de problemas con que nos encontraremos
que estimamos, sin menoscabo alguno de la libertad que Dios ha cuando tratemos de hacer tal cosa. Lo que sigue, por consiguiente,
conferido a todos los hombres. es una presentación muy esquemática de las diferentes instituciones
La cuarta y última de estas tensiones dialécticas, tal como yo que hoy consideramos eclesiásticas, con unas cuantas reflexiones
las entiendo, es una especie de proyección teorética del problema acerca del trabajo que realizan en favor de la Iglesia y del testimonio
198 R. Rodes Presencia de la Iglesia en el mundo actual 199

que dan de ella. También veremos qué se puede esperar de ellas si agraria medieval, y más tarde a la vecindad coherente de la urbe,
es que se lleva a cabo una revisión, con sentido realista, del lugar tal como ha existido casi hasta nuestros días. Los nuevos esquemas
y función que les corresponden. políticos y sociales, las nuevas formas de comunicación y transporte
\están haciendo que estos tipos tradicionales de comunidad tengan
cada vez menos importancia en la vida de un número creciente de
II. INSTITUCIONES ECLESIÁSTICAS personas.
\ Como consecuencia de todo ello, los intentos que se realizan para
1. Ministerio y culto reVitalizar la comunidad parroquial resultan artificiales en el mejor
de los casos, y en el peor, sólo sirven para aumentar la desastrosa
Las más fundamentales, entre las instituciones cristianas, son, fragmentación que caracteriza la vida urbana en tantos lugares. Ya
desde luego, aquellas que están consagradas a la predicación del es cosa bastante lamentable el que un habitante de un barrio resi-
Evangelio, la administración de los sacramentos y el culto divino. dencial, hombre de clase media, viva sin contacto alguno con sus
Se han desarrollado según una doble orientación ya desde los tiem- hermanos menos afortunados, habitantes de otro distrito de la
pos antiguos. Hay, en primer lugar, un ministerio ordinario orga- misma ciudad, como para que nosotros, además, intentemos per-
nizado sobre una base territorial muy uniforme: diócesis y parro- suadirle de que el grupo de personas bien situadas que son sus ve-
quias. Luego hay un ministerio complementario que actúa a reque- cinos forman la comunidad cristiana esencial a la que él pertenece.
rimiento y sostenido por individuos o grupos deseosos de contar Creo que hay mucho que decir a favor de un avance en la direc-
con sus servicios. Los sacerdotes encargados de fundaciones, los ción del antiguo esquema romano, considerando toda la ciudad
capellanes domésticos y los predicadores itinerantes fueron ejemplos junto con sus alrededores como la base territorial de la comunidad
de este ministerio secundario en la Edad Media; hoy lo serían las cristiana, como lo es ya de la comunidad secular. Las iglesias parro-
casas de ejercicios, los clubs y la llamada Iglesia subterránea. Este quiales se considerarían entonces como estaciones para el ejercicio
ministerio suplementario se origina en cierta demanda de la comu- de un ministerio diocesano centrado en la catedral, y la gente podría
nidad, si bien luego queda bajo el control de la autoridad superior asistir a misa donde mejor le conviniera, como, de hecho, está ocu-
de la Iglesia. El ministerio ordinario es impuesto, en teoría, de rriendo ya. Las restantes actividades —cofradías, grupos de estu-
arriba abajo; en la práctica, sin embargo, su distribución territorial dio, servicios caritativos, etc.— podrían organizarse de manera que
ha correspondido siempre casi exactamente a la división territorial abarcasen toda la ciudad sobre la base que mejor pudiera responder
de la comunidad secular en que actuaba. En la base de ambas for- a tales exigencias concretas.
mas, según creo, siempre se ocultaba el sentimiento de que quienes Esta manera de organización serviría para alentar y normalizar
están unidos en una determinada forma de comunidad secular tienen al mismo tiempo la actual tendencia a ampliar el ministerio suple-
derecho a permanecer también unidos en el culto divino y en la torio para responder a nuevas demandas o necesidades. Este minis-
recepción de la Palabra de Dios. terio siempre ha precisado una regulación que asegurase su orto-
Este esquema me ha hecho pensar que la parroquia territorial doxia y su identificación constante con la comunidad cristiana más
ya ha completado su ciclo; me siento escéptico ante las actuales amplia. Pero si la comunidad total importante fuese la diócesis en
medidas para realzar su importancia. En la civilización urbana del vez de la parroquia, sería mucho más fácil considerar los ministe-
Imperio romano, la unidad eclesiástica fundamental era toda la rios supletorios concretos como ampliaciones más que como rivales
ciudad, en la que el obispo y su clero ejercían un ministerio unifi- del ministerio ordinario y los esquemas reguladores serían mirados
cado que tenía por centro la iglesia catedral. La parroquia, tal como con mayor simpatía que en el pasado. Podríamos esperar entonces
nosotros la conocemos, corresponde ante todo a la comunidad que cada proyecto social o religioso desarrollado por un grupo
200 R. Rodes Presencia de la Iglesia en el mundo actual 201

concreto dentro de la comunidad tuviera su correspondiente com- ejercicio profesional de la medicina o de la abogacía. Lo que sí es
plemento pastoral y litúrgico, sin detrimento alguno ni para la necesario es dar una definición de la profesión clerical, más amplia
autoridad del obispo, ni para el orden de la diócesis, ni para de lo que exige la estricta teología, de forma que quienes la eligen
autonomía del mismo proyecto en cuestión. puedan dedicarse plenamente a ella. De hecho así ha ocurrido en
todos los períodos de la historia, mediante acuerdos tomados en la
comunidad cristiana, y actualmente se está en proceso de llevar a
2. Instituciones de especial dedicación
cabo algo parecido. No cabe duda que esto se realizará siguiendo
La vida clerical y las diferentes formas de vida religiosa/se la orientación más adecuada, probablemente dando mayor impor-
viven al amparo de fórmulas institucionales peculiares, debido a tancia al servicio social y a la acción política. Cuando este proceso
que se trata de vocaciones también especiales. La Iglesia sienipre se haya completado y sus resultados cuenten con la aceptación de
ha procurado regular la organización y el estilo de vida del clero, la comunidad, es de esperar que cesen las dudas de los sacerdotes
a fin de asegurar unos niveles personales y profesionales adecuados. que actualmente se encuentran desorientados acerca de lo que deben
También ha regulado la vida religiosa con vistas a asegurar que hacer y que los obispos estarán más al corriente de cuándo deben
quienes la profesan estén genuinamente llamados a ella y que tengan y cuándo no deben intervenir.
a su disposición todos los medios necesarios para cumplir con sus El problema de los religiosos activos es parecido, pero de mayor
exigencias. En estos principios básicos, la tradición ha enquistado hondura. Sus reglas deben modificarse para facilitar la tarea en que
ciertas normas que tienden a una asimilación del clero a los religio- se hayan empleado, pero la verdad es que en el corazón de esas
sos, así como otras que facilitan a los religiosos «activos» el des- reglas se mantiene aún una orientación hacia la vida contemplativa.
arrollo de ciertas tareas útiles (enseñanza, educación, ministerio Como consecuencia de ello se encuentran sometidos a una serie de
parroquial, etc.) dentro de la comunidad. observancias ascéticas y litúrgicas que interfieren en la atención
En cuanto a los religiosos «contemplativos», cuyo objetivo es requerida por su trabajo, así como a unas exigencias de obediencia
la santificación personal, y que sirven a la comunidad mediante el incondicional que también chocan con el ejercicio personal y res-
ejemplo y la intercesión, así como por lo que respecta a los sacer- ponsable del propio juicio, como exigiría su labor.
dotes que no hacen más que celebrar la misa, oír confesiones y La cuestión está en que la esencia misma de la vida contempla-
enseñar el catecismo, estas formas institucionales y las regulaciones tiva consiste en el sacrificio de todas aquellas cosas que la pruden-
de ellas derivadas se diría que no suscitan problema alguno. Sin cia humana juzga necesarias para el éxito temporal. Se trata de una
embargo, lo cierto es que son muy pocos los religiosos llamados a especial vocación a confiar excepcionalmente en Dios. Pero invocar
un nivel tal de contemplación que les permita estar plenamente esta clase de confianza a la hora de manejar los asuntos seculares
ocupados en las cosas del espíritu, y son pocos también los sacer- de otras personas sería la forma más cruda de angelismo. Todo
dotes a quienes se pueda responsabilizar de tantas actividades pas- aquel que acepta unas responsabilidades seculares debe poner en
torales como para exigirles una plena dedicación a tareas puramente juego la prudencia secular a la hora de desempeñarlas. Esta anoma-
sacerdotales. De ahí que tanto los religiosos como los sacerdotes lía que se da en su posición ha traído consigo la decepción y el aban-
hayan tendido siempre a encargarse de tareas que no son teológica- dono por parte de muchos religiosos activos en los últimos años.
mente esenciales para su vocación: trabajo académico y burocrático Primero se los animó y hasta se los obligó a aceptar importantes
en la Edad Media, educación y servicios sociales en la actualidad. responsabilidades, para después prohibirles que las desempeñaran
Por lo que respecta al clero, se suscita así la cuestión de cómo como ellos creían en conciencia que debían hacerlo.
mantener ciertos niveles profesionales. Una dedicación parcial a las Algunos religiosos han decidido enfrentarse directamente con
tareas pastorales no es más deseable que una dedicación parcial al este problema y para ello han tratado de redefinir su vocación. Con-
202 R. Rodes Presencia de la Iglesia en el mundo actual 203

sideran que la renuncia al matrimonio y a la propiedad privada los Pienso que todas las instancias enumeradas a continuación tienen
libera no con vistas a la unión personal con Dios, sino para una derecho a ejercer algún tipo de control:
más completa entrega al servicio del prójimo. Piensan que su obe- a) El magisterio de la Iglesia, por lo que se refiere al conte-
diencia a la autoridad se limita a aquellas medidas que exige el bien nido de la fe.
común de la organización a que pertenecen y que está supeditada, b) La comunidad de los elementos docentes, por lo que se
por consiguiente, a las tareas que emprende esa misma organización. refiere al contenido de las distintas disciplinas intelectuales.
Todo esto viene apoyado por razones de mucho peso, pero no c) La comunidad cristiana, con respecto a la formación moral
puede entenderse como una interpretación legítima de la vida reli- y espiritual con vistas a la vida dentro de la misma comunidad.
giosa, tal como ésta se ha vivido siempre. Se parecería mucho más d) La comunidad secular, por lo que se refiere a la formación
a aquellas corporaciones de canónigos seculares que surgieron en intelectual y moral desde un punto de vista genérico.
determinados puntos durante la Edad Media. En cualquier caso,
Parece ser que en tiempos pasados se tendía a pasar por alto
parece que se trataría de una vocación distinta y complementaria
todas estas exigencias, excepto la primera. Los resultados fueron
con respecto a la vocación religiosa de tipo tradicional. Un recono-
precisamente los que se podía esperar. La educación dada era
cimiento inequívoco del puesto peculiar que le corresponde daría
impecablemente ortodoxa, pero su contenido intelectual dejaba
a la Iglesia una firme base institucional para abrir un nuevo campo
mucho que desear. Aquellos mismos individuos que iban asimilando
de servicios a la comunidad secular.
correctamente las doctrinas fallaban a la hora de acreditarse, por
el valor de su conducta, como cristianos plenamente comprometidos
3. Instituciones docentes o como ciudadanos auténticamente responsables.
En los últimos años se ha roto el equilibrio precisamente en
La preocupación de la Iglesia con respecto a la educación en sentido contrario. Las universidades católicas han aceptado el con-
general viene desde la Edad Media. Las escuelas, colegios y univer- trol facultativo. Los colegios parroquiales también han aceptado que
sidades católicas de la actualidad son, en parte, herencia de aquellos los maestros sean licenciados estatales, ampliando cada vez más las
tiempos; también fueron creadas estas instituciones en épocas poste- funciones de las asociaciones de padres. Las publicaciones católicas
riores como una forma de servicio social o con la finalidad de con- también proclaman audazmente su adhesión a las normas del perio-
trarrestar la influencia de las instituciones docentes protestantes y dismo profesional y su independencia con respecto a la autoridad
seculares. Sus objetivos primarios, según creo, se centran en la eclesiástica.
formación intelectual de los fieles, así como en la exploración del La jerarquía, representante de' magisterio de la Iglesia, me da
sentido y consecuencias de la fe. Sea por tradición o conveniencia, la impresión de haberse inhibido con demasiada frecuencia, en vez
sea porque hay una efectiva dificultad para desvincular la enseñan- de buscar un cierto equilibrio con estas nuevas fuerzas. Una vez más,
za religiosa de la secular, también tienen como finalidad secundaria los resultados han sido los que era de esperar. Nos hallamos ahora
la enseñanza y la investigación seculares en general. La llamada en peligro de dar una formación espiritual desprovista de todo con-
prensa católica, con un trasfondo histórico diferente, está hoy al tenido doctrinal y embarcados en unas preocupaciones intelectuales
servicio de unos objetivos muy similares y plantea también proble- en que la fe no desempeñe papel alguno.
mas muy parecidos. La situación es, como vengo diciendo, complicada. No es cosa
Los problemas más serios que ofrecen todas estas instituciones fácil desarrollar unas fórmulas institucionales capaces de orientar
se refieren al establecimiento de los controles, internos y externos, legítimamente tantas y tan diferentes aspiraciones. Quizá haya lle-
apropiados a la compleja función que les incumbe en la comunidad. gado el momento en que el magisterio vuelva a reafirmarse insis-
204 R. Rodes Presencia de la Iglesia en el mundo actual 205

tiendo en que también a él corresponde desempeñar un cometido sidera más adecuadas para que las ejerzan sacerdotes y religiosos.
en todo este asunto, si bien se trate de un papel con ciertas limi- Estos sacerdotes y religiosos cumplirán mejor las exigencias de su
taciones. vocación si tienen cierto control sobre las formas institucionales en
que se encuadra su trabajo. Finalmente, y quizá sea lo más impor-
tante, la preocupación general de la comunidad hacia el servicio
4. Instituciones de servicio social
social se desenvolverá con mayor flexibilidad y eficacia con una
Atender a los enfermos y ayudar a los pobres fueron considera- verdadera descentralización. De ahí la convicción que hoy existe
dos deberes de caridad cristiana mucho antes de que se pensara en de que las instituciones privadas (es decir, no gubernamentales)
hacer de estas tareas cuestión de justicia o política social. Cuando católicas, protestantes, judías o no confesionales deben fomentarse
el estado empezó a interesarse en estos cometidos, la Iglesia ya con vistas a enriquecer la variedad de instituciones sobre el terreno.
llevaba empleados buena parte de su personal y muchos de sus re- Estas razones vienen en apoyo de una presencia católica perma-
cursos en la labor de darles cumplimiento. Las instituciones secu- nente en el campo del servicio social, pero no debe verse en ellas
lares fueron surgiendo únicamente en la medida en que el aparato una justificación de un sistema de rigurosos controles canónicos.
eclesial existente para atender a estas necesidades resultó inadecua- Las instituciones afectadas deben quedar fundamentalmente bajo
do para hacer frente a las que iban surgiendo en número cada vez control autónomo de los ciudadanos cristianos implicados en su
mayor. Hoy nos encontramos con una mezcolanza de instituciones funcionamiento. El elemento canónico debería limitarse a propor-
en que intervienen la Iglesia católica, las restantes Iglesias, las cor- cionar una respuesta pastoral y litúrgica a las motivaciones religio-
poraciones seculares privadas y el Estado. sas que respaldan aquellas obras, así como a apoyar las vocaciones
Tal como hoy entendemos las responsabilidades de la comuni- de los sacerdotes y religiosos a ellas consagrados.
dad secular, no se ve que haya más razones para la existencia de un
hospital católico que para la creación de una brigada católica con- 5. Instituciones supervisoras
tra incendios, ni que la Iglesia esté más obligada a organizar la asis-
tencia a los necesitados que a pavimentar las calles. Es obligación No debe imaginarse que los obispos y las demás instancias de la
de la comunidad secular el atender a todos estos servicios. Si la «autoridad eclesiástica» ocuparían el pináculo de la estructura mo-
Iglesia toma parte en esa tarea ello es debido únicamente a que nolítica formada por el conjunto de estas otras instituciones. Más
también forma parte de la comunidad secular. Así se ha venido re- bien hemos de figurárnoslos asegurando a las instituciones de di-
conociendo cada vez con mayor claridad durante estos últimos años verso origen aquel tipo de supervisión que cada una de ellas requie-
a propósito de la concesión de fondos públicos a las instituciones re con vistas a mantenerse en el lugar que le corresponde dentro
sociales dependientes de la Iglesia. de la obra y el testimonio de toda la Iglesia. Su tarea consistirá en
Creo que hay tres razones fundamentales que justifican el que situar personal y recursos para el ministerio de la palabra y los
la Iglesia se siga preocupando de tales instituciones. La primera es sacramentos de acuerdo con las necesidades y deseos de los fieles.
que los principios de justicia social que han llevado a la comunidad Apoyarán los diferentes apostolados personales con un testimonio
secular a cargar con responsabilidades de este tipo son parte de la colectivo del contenido de la fe. Ayudarán a quienes han elegido
enseñanza moral de la Iglesia. Esta podrá seguir dando un testimo- una vida de especial dedicación para que puedan cumplir las exi-
nio más elocuente de aquellos principios si al mismo tiempo con- gencias de esa vocación. En un número limitado de casos, concre-
tinúa desempeñando cierto papel en la tarea de ponerlos por obra. tamente en lo referente al matrimonio, tomarán determinaciones
En segundo lugar, estas obras de servicio social son precisamente legislativas y judiciales acerca de la vida de los cristianos individual-
las que encabezan la lista de actividades que nuestra sociedad con- mente considerados.
206 R. Rodes

Nada de esto debe llevarse a cabo mediante un ejercicio incon-


trolado de la «jurisdicción» o la «autoridad». Todo debe realizarse
a través del diálogo, lo mismo si se trata de la actuación espontánea
de los fieles bajo la guía del Espíritu que en el caso de las demandas
planteadas por las comunidades laicas y seculares. He intentado
mostrar brevemente a lo largo de este artículo cuáles serían los SANTA SEDE: SU FUNCIÓN, FIGURA Y VALOR
esquemas generales, y también algunos de carácter más particular, EN EL DERECHO INTERNACIONAL
que debería seguir el diálogo a que nos referimos. Partiendo de
estos esquemas no es posible delimitar un terreno claro de «com- La expresión «Santa Sede» tiene dos significados distintos: en
petencia» en que la autoridad eclesiástica podría abordar a su pro- sentido estricto, se entiende por Santa Sede el oficio del sumo pon-
pio modo la cuestión de ciertas instituciones. Más bien corresponde tífice; en sentido lato, se incluye también todo el conjunto de con-
a la autoridad eclesiástica mantener ante cada institución en par- gregaciones, tribunales, oficinas, comisiones, etc., mediante los
ticular una actitud de plena confianza en cuanto a la validez de sus cuales el Sumo Pontífice atiende al gobierno de la Iglesia católica
objetivos, así como un respeto no menor hacia la autonomía de todos (cf. can. 7 del Código de derecho canónico).
los intereses implicados. Sólo así podrá surgir un sistema canónico En el primero de ambos significados podemos decir que si la
capaz de reconocer la verdadera libertad de los hijos de Dios, ha- Iglesia católica es una societas perfecta1, la Santa Sede debe consi-
ciendo que la presencia de la Iglesia en el mundo de los hombres derarse como una institución soberana por ser el órgano supremo
alcance la plenitud de sus posibilidades de expresión. de la misma (ahora no nos interesa explicar la posición respectiva
que tienen en la Iglesia el Sumo Pontífice y el concilio ecuménico);
R. RODES en el ordenamiento jurídico de la Iglesia (derecho canónico) —or-
denamiento que ciertamente no es el aspecto principal de la Iglesia,
pero que constituye un instrumento necesario para su vida social—^,
la Santa Sede, entendida en sentido estricto, es considerada como
persona jurídica por derecho divino (cf. can. 100, § 1, del CIC).
Pero esto vale para el derecho canónico y es enseñado desde
hace siglos por la mayor parte de los teólogos y canonistas católi-
cos 2. Lo que aquí queremos examinar es la posición de la Santa
Sede en el ordenamiento jurídico internacional, sobre todo según la
doctrina y la praxis.
Sin embargo, antes de afrontar el problema en el derecho in-
ternacional debemos ver otro aspecto de la Santa Sede que es indis-
pensable tener presente para comprender cómo se puede plantear
el problema de la posición de la Santa Sede en el derecho interna-

1
Sobre este concepto, cf. A. Ottaviani, Institutiones iuris publici ecclesias-
tici, I, Ciudad del Vaticano, "1958, 150ss.
2
Exposición y bibliografía en A. Piola, Introduzione al diritto concorda-
tario compáralo, Milán, 1937, 29-41; cf. también A. Ottaviani, op. cit., 357ss.
208 P. Ciprotti La Santa Sede en el Derecho Internacional 209

cional. Y este otro aspecto es el título que corresponde a la Santa a las relaciones entre la Iglesia católica y el Estado pontificio. Se
Sede por el hecho de que el papa, además de ser jefe supremo visi- han dado otras definiciones de la relación existente entre los dos
ble de la Iglesia católica, es —desde 1929— el soberano del Estado organismos, pero la verdad es que, aun tratándose de una unión
de la Ciudad del Vaticano, como durante siglos había sido soberano orgánica, se presenta distinta de las varias especies de unión orgá-
de otro Estado que se denominaba Estado pontificio, o Estados de nica entre los Estados conocidas por el derecho internacional5.
la Iglesia, o Patrimonio de San Pedro. De acuerdo con la naturaleza especial de tal Estado —aun cuan-
La Ciudad del Vaticano tiene en derecho internacional la misma do jurídicamente no sea una consecuencia necesaria—, encontramos
posición jurídica característica de todo Estado 3 , pero tiene notables el título de Estado neutral (art. 24, § 2.°, del Tratado Lateranense)
peculiaridades, algunas de las cuales inciden más o menos profun- que él mismo ha asumido. Aunque tal título, o más bien status in-
damente en su condición jurídica. ternacional, sólo es reconocido —en el citado art. 24— por Italia,
Ante todo, en efecto, el Estado de la Ciudad del Vaticano «ha lo reconocen también, al menos implícitamente, la generalidad de
sido constituido no para permitir una ordenada convivencia de hom- los Estados. Por lo demás, la declaración de la Santa Sede de querer
bres en un territorio dado, sino para asegurar la libertad y la inde- permanecer ajena a las contiendas territoriales entre los distintos
pendencia de la Santa Sede en el gobierno espiritual de la diócesis Estados, aunque contenida en el Tratado Lateranense, va dirigida
de Roma y de la Iglesia católica en todo el mundo y constituir un a la generalidad de los Estados o, mejor dicho, a todos los miembros
signo visible de tal libertad e independencia» 4. Dada esta natura- de la comunidad internacional (art. 24, § 1.°, del Tratado), y esta
leza de Estado-medio, que exige una especial conexión con la Santa declaración tiene como consecuencia la neutralización del Estado
Sede, el soberano del Estado es necesariamente la misma persona de la Ciudad del Vaticano 6 .
que el jefe visible de la Iglesia católica, el cual personifica a la Santa Todo el territorio del Estado de la Ciudad del Vaticano está
Sede, es decir, el Sumo Pontífice. Esta particular forma de conexión inscrito entre los centros monumentales en el registro, que lleva
ha sido comparada por algunos estudiosos con la unión real entre la UNESCO, de los bienes culturales susceptibles de protección
dos Estados, mientras que otros la comparan con la unión personal especial a los efectos del artículo 9 de la Convención para la pro-
(se trata de conceptos elaborados por la doctrina internacionalista),
cosa que antes habían sostenido otros autores por lo que se refería 5
Así, G. Balladore Pallieri, J7 rapporto fra Cbiesa Cattolica e Stato Vati-
cano secondo il diritto ecclesiastico ed il diritto internazionale: «Rivista inter-
3
Por lo que se refiere a la bibliografía, cf. también V. Del Giudice, Ma- nazionale di scienze sociali e discipline ausiliari» (1930), 220; P. A. D'Avack,
nuale di diritto ecclesiastico, Milán, '1959, 175 y 180-182. Santa Sede, n. 29, en Novissimo Digesto Italiano, XVI, Turín, 1969. Los
4
P. Ciprotti, Diritto ecclesiastico, Padua, 21964, 83s. Algunos autores es- autores no plantean el problema de manera uniforme; hablan, en general, de
timan que la Ciudad del Vaticano no es un verdadero Estado porque le faltan unión de la Santa Sede con el Estado de la Ciudad del Vaticano, de subordi-
algunos caracteres, que otros autores consideran no esenciales; amplias indica- nación del Estado de la Ciudad del Vaticano a la Iglesia católica, de persona-
ciones, también bibliográficas, en H. Wagnon, Concordáis et droit internatio- lidad internacional de la Santa Sede entendida en el sentido lato que indica el
nal, Gembloux, 1935, 56-63; cf. también L. Oppenheim y H. Lauterpacht, canon 7 del Código de derecho canónico, etc.
International Law, I, Londres, 81955, 254. Es notable la postura de J. Puente 6
Cf. también R. Ago, Occupazione bellica dell'Italia e Trattato Lateranen-
Egido, quien no sólo piensa que la Ciudad del Vaticano no es un verdadero se, en Communicazioni e studi, II, Milán, 1946, 132 (con bibliografía). Un
Estado, sino un sujeto de derecho internacional territorial con capacidad jurí- mensaje de Roosevelt a Pío XII, que hablaba de estado de neutralidad («neu-
dica internacional limitada, creado al servicio de otro sujeto (la Santa Sede). tral status») de la Ciudad del Vaticano y de los dominios pontificios, y una
Sostiene además que, si hoy está garantizada la independencia de la Santa Sede, nota diplomática de la Santa Sede de 7 de junio de 1944, que prometía el
es precisamente porque la Ciudad del Vaticano no es un verdadero Estado, mantenimiento de la actitud de neutralidad sea cual fuere la autoridad militar
mientras que un verdadero Estado no sería capaz de garantizar tal indepen- que tenga de hecho el control de la ciudad de Roma, son citados por J. Puente
dencia (Personalidad internacional de la Ciudad del Vaticano, Madrid, 1965, Egido, op. cit., 82-83. Sobre el alcance del artículo 24 del Tratado Lateranense,
12, 99, 103). cf. también I. Cardinale, Le Saint-Siége et la diplomatie, París, 1962, 75-78.
14
220 P. Ciprotti La Santa Sede en el Derecho Internacional 211
tección de los bienes culturales en caso de conflicto armado, firmada decir, prescindiendo del hecho de que el Sumo Pontífice sea sobe-
en La Haya el 14 de mayo de 1954 (la inscripción fue hecha el rano de la Ciudad del Vaticano y, en consecuencia, por el solo hecho
18 de enero de 1960) 7 . de que él representa la suprema institución de la Iglesia católica
Por último, ha habido escritores que han creído hallar una se- y de un ordenamiento jurídico primario, pero no estatal 9 .
mejanza más o menos completa entre el Estado de la Ciudad del Desde esta perspectiva, el problema fue muy discutido obvia-
Vaticano (que en tal caso no sería un verdadero Estado) y las sedes mente en el período que va de 1870 a 1929, es decir, cuando la
de las organizaciones internacionales: el Vaticano tendría para la Santa Sede permaneció privada —al menos de hecho y, según mu-
Santa Sede la misma función que para cada organización internacio- chos internacionalistas, también de derecho —de soberanía terri-
nal tiene su respectiva sede. Y se ha llegado incluso a defender un torial 10, si bien no faltaron autores para quienes la soberanía terri-
paralelismo entre la posición del Estado de la Ciudad del Vaticano torial de la Santa Sede continuaba, tanto de ture como de jacto, en
con respecto a Italia y la posición de la sede de las Naciones Unidas los edificios vaticanos n.
con respecto a los Estados Unidos de América. Pero, aparte cual-
Ahora bien: en aquel período algunos autores negaron que la
quier otra consideración, es innegable una diferencia sustancial, al
Santa Sede debiera considerarse todavía, en derecho internacional,
menos por el hecho de que Italia no tiene soberanía sobre el terri-
como un organismo soberano o que la Iglesia católica tuviera toda-
torio del Estado de la Ciudad del Vaticano 8 .
vía una propia personalidad jurídica internacional. Pero otros sos-
Tras estas indicaciones sobre la Santa Sede y el Estado de la tuvieron la tesis contraria (y algunos de éstos estimaban que tal
Ciudad del Vaticano, veamos cómo se configura la posición de la tesis estaba de acuerdo con la voluntad manifestada por el Estado
Santa Sede en el derecho internacional. italiano) fundándose principalmente en dos argumentos:
Es obvio que la soberanía del Sumo Pontífice sobre el Estado a) El llamado derecho de legación activo y pasivo, esto es,
de la Ciudad del Vaticano (soberanía territorial) es tal, que si se el derecho de enviar y recibir representantes diplomáticos, derecho
formula en términos generales el problema de la soberanía de la reconocido a la Santa Sede, incluso en aquel período, por muchos
Santa Sede en el campo internacional, la solución es relativamente Estados, incluida Italia (art. 11 de la ley de garantías), por más
fácil. No hay duda, en efecto, de que, por ser la Santa Sede el oficio
del Sumo Pontífice, es decir, la institución a que va aneja la sobe- 9
Sobre las oscilaciones de la doctrina entre personalidad internacional de
ranía del Estado de la Ciudad del Vaticano, debe definirse como
la Santa Sede y personalidad internacional de la Iglesia católica, y, por tanto,
soberana también en el derecho internacional, no sólo en el ordena- entre la definición de la Santa Sede como sujeto de derecho internacional o
miento jurídico canónico y en el del Estado de la Ciudad del Va- como órgano supremo de un sujeto de derecho internacional, cf. referencias
ticano. en R. Quadri, op. cit., 508-509; cf. también supra, nota 5, y además I. Pas-
quazi, lus internationale publicum, I, Roma, 1935, 80ss; G. Balladore Pallieri,
Pero con esto no se agota el examen del problema. Debemos, Diritto internazionale ecclesiastico, op. cit., 17ss.
en efecto, ver cuál es la posición de la Santa Sede en el derecho 10
Cf., además de los escritos citados en la nota siguiente, V. Del Giudice,
internacional independientemente de su soberanía territorial, es La Questione Romana e i rapporti fra Stato e Chiesa fino alia Conciliazione,
Roma, 1948, 102-107.
11
7 G. Balladore Pallieri, La sovranita temporale della Santa Sede e i trattati
Una colección completa de los documentos (incluidos los anteriormente del Laterano, en Chiesa e Stato, Studi storici e giuridici per il decennale della
inéditos) en A. Malintoppi, La protezione dei beni culturali in caso di conflitto Conciliazione tra la Santa Sede e Vitalia, II, Milán, 1938, 3-11, estima que
armato (Universitá degli Studi di Camerino, Istituto Giuridico, Testi per con el Tratado Italia reconoció que, entre 1870 y 1929, la Santa Sede tenía
esercitazioni, Sez. VIII, n. 2), Milán, 1966, esp. pp. 47ss. soberanía temporal sobre el Vaticano (también otros autores, antes de 1929,
8
Cf. bibliografía y documentos en J. Puente Egido, op. cit., 98-99; ahora se hallaban en posiciones semejantes o las han sostenido después). Cf. asimis-
también en R. Quadri, Diritto internazionale pubblico, Ñapóles, 51968, 515. mo G. Balladore Pallieri, Diritto internazionale ecclesiastico, Padua, 1940, 58ss„
La Santa Sede en el Derecho Internacional 213
212 P. Ciprotti
c) Las funciones de arbitraje o mediación entre varios Esta-
que no mantuviera relaciones diplomáticas con la Santa Sede 12; dos, repetidamente llevadas a cabo por la Santa Sede a petición de
además, la particular precedencia reconocida por muchos Estados los Estados interesados o, en todo caso, sin que se haya objetado
al nuncio pontificio, considerado como decano del cuerpo diplo- nada contra tales intervenciones por el hecho de que la Santa Sede
mático, indicaba, ya antes de 1870 (lo mismo que ahora, después no tuviera soberanía temporal 15 .
de 1929), que en las relaciones diplomáticas la Santa Sede, aunque Se podría añadir como confirmación el hecho de las visitas he-
tiene una soberanía territorial, actúa principalmente en su condición chas por jefes de Estado, incluso no católicos, al Sumo Pontífice
de órgano supremo de la Iglesia católica, ya que el Estado pontificio como a soberano, también en el período de 1870 a 1929 lé.
(como ahora el Estado de la Ciudad del Vaticano) no tiene tal im- Pero también después de la creación del Estado de la Ciudad
portancia temporal que justifique ese privilegio. del Vaticano el problema es tratado por la teoría jurídica. El punto
b) La praxis internacional de considerar como convenciones de partida está en el mismo Tratado Lateranense. Este, en efecto,
internacionales (o de otro ordenamiento jurídico intersoberano pa- que es sin duda un tratado internacional (y como tal se le considera
ralelo al internacional) los concordatos estipulados por la Santa casi unánimemente), fue estipulado por la Santa Sede en su calidad
Sede con los distintos Estados 13, algunos de los cuales fueron tam- de órgano supremo de la Iglesia católica, y no de órgano supremo
bién registrados y publicados por el Secretariado de la Sociedad de del Estado de la Ciudad del Vaticano. Además, en él se dice (art. 2)
Naciones 14, y es claro que, para considerar los concordatos como que «Italia reconoce la soberanía de la Santa Sede en el campo
convenciones de derecho internacional, se debe suponer que las internacional como atributo inherente a su naturaleza, en confor-
dos partes contrayentes son sujetos de derecho internacional. midad con su tradición y las exigencias de su misión en el mundo».
Esta disposición, en virtud de la cual la soberanía de la Santa Sede
12
La misma ley (art. 3) establecía: «El Gobierno italiano rinde al sumo en el campo internacional, independientemente de la posesión de un
pontífice, en el territorio del reino, honores soberanos.» El hecho de que las territorio, queda implícitamente afirmada por la Santa Sede y ex-
representaciones diplomáticas de los distintos Estados ante la Santa Sede tu-
vieran sede en Italia (esto se preveía en el artículo 11 de la ley de garantías, plícitamente reconocida por el Estado italiano, se contrapone clara-
como está ahora previsto en el artículo 12 del Tratado Lateranense) no cons- mente a los dos artículos inmediatamente siguientes, que reconocen
tituía obstáculo alguno para que el derecho de legación activo y pasivo de la la soberanía territorial de la misma Santa Sede.
Santa Sede se considerara como una manifestación de su soberanía; actual- Por lo demás, si ya en el siglo pasado una parte de la doctrina
mente sucede algo parecido con las misiones de los distintos Estados ante las
organizaciones internacionales: estas misiones no tienen su sede en un territo-
reconocía a la Santa Sede la soberanía en el campo internacional
rio sujeto a la soberanía de la organización ante la cual están acreditadas, independientemente de la posesión de un territorio, ello es tanto
sino en un territorio sujeto a la soberanía de un Estado (es decir, del Estado más posible ahora, dado que el moderno derecho internacional nos
que da hospitalidad a la organización). ofrece numerosos y muy distintos ejemplos de sujetos de carácter
13
Sobre este punto de la doctrina de los concordatos (sobre el cual no to- no territorial ni estatal, como son las grandes organizaciones inter-
dos los autores han estado de acuerdo), cf. H. Wagnon, op. cit., 86-110;
G. Balladore Pallieri, Diritto internazionale ecclesiastico, op. cit., 37ss; G. Ca- nacionales
sona, Concordan e ordinamento giuridico internazionale, Roma, 1953, 59ss; En la actualidad, la doctrina preponderante reconoce a la Santa
A. Piola, op. cit., 47-98; V. Del Giudice, La Questione Romana, op. cit., Sede la soberanía en el campo internacional y considera personifi-
107-115; L. Oppenheim y H. Lauterpacht, op. cit., 252, nota 2; A. Ottaviani, cada en la Santa Sede la subjetividad internacional de la Iglesia
op. cit., II, Ciudad del Vaticano, 41960, 317ss; P. A. d'Avack, Concordato
ecclesiastico, en Enciclopedia del diritto, VIII, Milán, 1961, 456ss; H. Wagnon, ls
Se ofrece una relación de los hechos en I. Cardinale, op. cit., 46 (para
Le caractére spirituel des concordáis: «L'Année canonique», 7 (1962), 95ss; los últimos años, cf. R. Bosch, La société internationale et l'Eglise, II, París,
A. C. Jemolo, Premesse ai rapporti tra Chiesa e Stato, Milán, 1965, 45ss. 1968, 132-137).
14
Cf. H. Wagnon, Concordáis, op. cit., 90 (pero la indicación que allí se " Una relación desde 1922, en I. Cardinale, op. cit., 322ss.
da no es completa).
214 P. Ciprotti La Santa Sede en el Derecho Internacional 215

católica independientemente de la soberanía territorial que tiene aparece simplemente como el soporte, desde el punto de vista de!
la Santa Sede sobre el territorio de la Ciudad del Vaticano 17. derecho positivo, de una soberanía de otro orden, de acuerdo con
De aquí se debe concluir que la Santa Sede —entendida en sen- la naturaleza de la Santa Sede y con sus atribuciones normales» w .
tido estricto, es decir, como el oficio del Sumo Pontífice— posee Naturalmente, será una averiguación de hecho —aun cuando
en el derecho internacional la soberanía por dos títulos, cada uno a menudo los principios jurídicos ayudarán a resolverla— el ver
de los cuales sería de por sí suficiente para asegurarle tal soberanía: en cada caso si la Santa Sede, cuando realiza una actividad concreta
en cuanto órgano supremo de la Iglesia católica y en cuanto órgano en el ámbito del derecho internacional, actúa como órgano de la
supremo del Estado de la Ciudad del Vaticano. Es verdad, por otra Iglesia católica, o como órgano del Estado de la Ciudad del Vati-
parte, que no faltan autores —entre los que, como nosotros, admi- cano, o bajo ambos títulos.
ten el doble título de soberanía internacional— para quienes no se Así, por ejemplo, es claro que, cuando la Santa Sede estipula
trata sólo de un doble título, sino de una doble personalidad de la un concordato, actúa como órgano de la Iglesia católica20. Cuando
Santa Sede. Pero tal afirmación debe rechazarse, porque es fruto ha estipulado con Italia diversos acuerdos relativos a materias me-
de una confusión entre Santa Sede e Iglesia católica. Dos organis- ramente temporales (correos, moneda, sanidad, etc.) o ha pedido
mos distintos y dos sujetos de derecho internacional pueden serlo a la UNESCO la protección especial de la Ciudad del Vaticano
la Iglesia católica y el Estado de la Ciudad del Vaticano, pero la como conjunto de «bienes culturales», ha actuado como órgano del
Santa Sede no puede ser considerada como dos organismos porque Estado de la Ciudad del Vaticano, si bien con ello ha tutelado tam-
represente a la Iglesia católica y a la Ciudad del Vaticano 1S. bién, más o menos directamente, algunos intereses de la Iglesia
Dada esta duplicidad de título y de función, la soberanía de la católica21. Cuando reconoce a nuevos Estados o envía o recibe re-
Santa Sede es de una naturaleza totalmente particular, tanto más presentantes diplomáticos, actúa bajo uno y otro título, aun cuando
cuanto que el aspecto predominante con mucho y el único esencial ciertamente la función preferente de esos representantes diplomá-
es el espiritual, y no el temporal y territorial, que podría incluso ticos es la relativa a los asuntos eclesiásticos22. Por último, cuando
faltar. Este existe, y fue puesto nuevamente de relieve en 1929, participa en organizaciones o conferencias internacionales, a veces
sobre todo —como observó acertadamente un ilustre jurista fran- actúa bajo un título, a veces bajo el otro y a veces bajo ambos, si
cés— «para terminar con la objeción de algunos juristas y hombres bien esto no aparece siempre claro por el objeto o por las expre-
de Estado de que no puede haber soberanía fuera de la territorial; siones empleadas en los actos oficiales B .
pero es claro que, para la Santa Sede, esta soberanía territorial, tan
reducida que sólo tiene en cierto modo una existencia simbólica, " L. Le Fur, Précis de droit intemational public, París, 31937, 139.
20
Cf. también los cánones 3, 255, 1471 del Código de derecho canónico.
21
17
Cf. H. Wagnon, Concordáis, op. cit., 61-62.
Aludimos simplemente, peto aquí no podemos insistir en ella, a la dis- 11
Cf. G. Morelli, II trattato tra Vitalia e la Santa Sede: «Rivista di diritto
tinción, hecha por algunos internacionalistas, entre persona de derecho inter- internazionale» (1929), 223; G. Balladore Pallieri, Diritto internazionale ecle-
nacional y sujeto de derecho internacional. siástico, op. cit., 42-49; J. Puente Egido, op. cit., 70-78; I. Cardinale, op. cit.,
18
Cf. una exposición exacta de los distintos textos, con amplias indicacio- 83ss; canon 267 del Código de derecho canónico; carta apostólica Sollicitudo
nes bibliográficas, en P. A. d'Avack, Santa Sede, nn. 19-21, en Novissimo omnium ecclesiarum, de 24 de junio de 1969.
Digesto Italiano, op. cit., 516ss. Ningún elemento decisivo para resolver el ~ Sobre esta última actividad de la Santa Sede, cf. R. Bosch, op. cit., I,
problema se puede sacar de los tres concordatos, subsiguientes al italiano, en París, 1960, 273ss; I. Cardinale, op. cit., 78-81; A. Martini, Studi sulla Questio-
los que se da por parte del Estado el reconocimiento de la «personalidad jurí- ne Romana e la Conciliazione, Roma, 1963, 5-76 (relativo al período 1870-
dica internacional de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano» 1899); J. Puente Egido, op. cit., 86-93; E. Gallina, Le organizzazioni inter-
(concordato con España, 27 de agosto de 1953, artículo 3; con la República nazionali e la Chiesa Cattolica, Roma, 1967, 65-97; id., La Chiesa Cattolica
Dominicana, 16 de junio de 1954, artículo 2; con Venezuela, 6 de marzo de con le organizazioni internazionali per i diritti umani, Roma, 1968, passim,
1964, artículo 3). c/spec. pp. 340-346. El artículo 24 del Tratado Lateranense, antes citado, limita
216 P. Ciprottt La Santa Sede en el Derecho Internacional 217

Fuera de la Iglesia católica no existe ninguna otra confesión de las funciones propias del Consejo Ecuménico de las Iglesias, si
religiosa que presente como ella esta doble característica: a) tener bien no son incompatibles con él (por eso no se puede excluir que,
una organización jerárquica que no se limita al territorio de un solo en una futura evolución del derecho internacional positivo o en una
Estado (es decir, ser «supranacional»); b) afirmar su independen- futura transformación del Consejo, se puedan examinar problemas
cia frente a los distintos Estados, porque tiene por derecho divino referentes a su subjetividad internacional o a su soberanía en el
un fin sobrenatural sobre el que no tienen competencia las auto- campo internacional). Si queremos emplear una definición apropia-
ridades civiles. da para expresar la posición del Consejo Ecuménico de las Iglesias
Por ello, el problema de la personalidad internacional y del re- en el ámbito del derecho internacional, deberemos decir que puede
conocimiento internacional de la soberanía no se ha planteado para ser considerado —aun con las peculiaridades que se derivan de sus
ninguna otra confesión religiosa, y mucho menos se plantea en los fines y funciones especiales— como una organización internacional
tiempos modernos. Podía plantearse en el pasado a propósito del no gubernativa.
islamismo; pero, por distintas causas, aun siendo su jefe religioso Esta diversidad de posición en el derecho internacional no pue-
jefe de un Estado, no surgieron nunca problemas de derecho inter- de ser obstáculo para una colaboración entre la Santa Sede —y, en
nacional semejantes a los que hemos mencionado con referencia a general, la Iglesia católica— y el Consejo Ecuménico de las Iglesias
la Santa Sede 24. en el campo del ecumenismo y de la actividad pastoral, como no lo
Tampoco pueden surgir problemas semejantes con respecto al ha sido hasta ahora, salvo para la Santa Sede, la necesidad de con-
Consejo Ecuménico de las Iglesias. Este —nacido en la Asamblea formarse a las reglas del derecho internacional en el ejercicio de su
Constitutiva, celebrada en Amsterdam en 1948, aunque su creación actividad diplomática.
fuera decidida ya en 1938— es una especie de gran comisión coor- P. CIPROTTI
dinadora, constituida sobre bases en cierto modo democráticas, que
reúne a representantes de casi doscientas confesiones religiosas cris-
tianas. La Iglesia católica no forma parte del mismo; sin embargo,
la Santa Sede ha enviado observadores a las asambleas de Nueva
Delhi (1961) y Upsala (1968), y en los últimos años se han desarro-
llado varias formas de colaboración.
Por limitarse sus funciones a la coordinación y a una actividad
que no es, ni siquiera accesoriamente, de gobierno de una sociedad
supranacional, no se plantea el problema de su soberanía en el cam-
po internacional o de su personalidad jurídica internacional. En el
estado actual, tales cualidades no son necesarias para el desarrollo

a la Santa Sede la posibilidad de tomar parte en congresos internacionales que


tengan por objeto litigios temporales entre Estados. Es conocido, a este propó-
sito, el célebre artículo 15 del Pacto de Londres, de 26 de abril de 1915, sobre
el cual puede verse R. Mosca, La mancata reviúone dell'art. 15 del Patío di
Londra, en Benedetto XV, i caltolici e la guerra mondiale, Roma, 1963, 401ss.
24
Cf. Z. Zielewilcz, La situation internationale du Saint-Siége, Lausana,
1917, 29ss; C. Jannacone, í fondamenti del diritto ecclesiastico internazionale,
Milán, 1936, lOss, 54ss; L. Le Fur, op. cit., 139ss.
Santa Sede y organismos internacionales 219

Hemos de añadir, para el lector del Annuario, que la designación de «dele-


gado» u «observador» depende de la pertenencia o no pertenencia formal de
la Santa Sede al organismo en cuestión. Aparte de algunas otras instituciones
más especializadas en sus objetivos, que no son miembros de la «Familia de
las Naciones Unidas», la Santa Sede es también miembro de la AIEA; el
PRESENCIA DE LA SANTA SEDE Estado de la Ciudad del Vaticano es miembro de la U I T , de la UPU (Unión
EN LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES Postal Universal, con sede en Berna). Por el hecho de pertenecer a la Familia
de las Naciones Unidas, la Santa Sede es automáticamente miembro de la
CNUCED (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarro-
El Annuario Pontificio, anuario oficial de la Santa Sede, en la parte que
llo, más conocida por la sigla inglesa UNCTAD), de la ONUDI (Organización
dedica a las «Representaciones de la Santa Sede», incluye una sección titulada
de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial) y, por razones que ex-
«Representaciones de la Santa Sede ante las Organizaciones Internacionales
pondremos en seguida, del Consejo Ejecutivo del Programa del Alto Comisa-
Gubernamentales». El Annuario de 1969 enumera diez de ellas'; en realidad,
riado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Fuera de las Naciones Uni-
son trece, ya que la representación de Ginebra actúa ante cuatro organismos
das, ha de destacarse la pertenencia de la Santa Sede a los BIRPI (Oficinas
que tienen su sede en esta ciudad. Estas representaciones cubren unas veces
Internacionales Reunidas de la Propiedad Industrial), que darán paso muy
organismos con fines muy determinados y otras trabajan cerca de las Naciones
pronto a la OPMI. Cuantos conozcan de cerca los trabajos de la Políglota y de
Unidas o de instituciones dependientes de lo que se ha venido en llamar téc-
los talleres del Vaticano comprenderán la importancia de pertenecer a la or-
nicamente la «Familia de las Naciones Unidas». Se trata, efectivamente, de la
ganización internacional competente para la reglamentación de todos los pro-
sede de las Naciones Unidas, en Nueva York, o de su oficina en Ginebra, de
blemas pertinentes a la protección de los derechos de autor, de las reproduc-
la O I T (Organización Internacional del Trabajo), de la FAO (Organización
ciones y de las obras impresas.
para la Alimentación y la Agricultura, cuya sigla francesa, poco empleada, es
OAA), de la UIT (Unión Internacional de las Telecomunicaciones), de la Es preciso completar los datos del Annuario con los que aporta el volumen
UNESCO, de la OMS (Organización Mundial de la Salud; sigla inglesa, W H O ) , anual publicado por la Santa Sede sobre la «Attivitá della Santa Sede». La
de la AIEA (Agencia Internacional para la Energía Atómica) 2 . Esto significa lectura de este repertorio amplía sensiblemente el campo de los organismos con
que la Santa Sede está oficialmente representada ante las Naciones Unidas y los que la Santa Sede trabaja regularmente 4 ; así, en Ginebra, sus representan-
los principales miembros de la «Familia», excepción hecha del «Grupo de la tes participan en los trabajos tanto del CIME (Comisión Intergubernamental
Banca» y del Fondo Monetario Internacional. Pero hay que añadir a renglón para las Migraciones Europeas) como de la Conferencia Internacional de la
seguido que, habida cuenta de la posición eficiente y singular de la BIRD Instrucción Pública, cuyas reuniones, por lo demás, se tienen cada dos años s .
(Banca Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo), la comisión Y ya que hablamos de la participación activa de la Santa Sede en la vida
pontificia «Justitia et Pax» mantiene con este organismo unas relaciones de de los organismos intergubernamentales, hemos de referirnos también, para
trabajo muy cordiales y fructíferas 3 . Quizá hayamos dado la impresión de pa- completar este panorama, a las respuestas que su santidad Pablo VI dio a las
sar por alto, a la ligera, aquellas organizaciones que no son miembros de la invitaciones del Secretariado de las Naciones Unidas y a la dirección de la O I T
«Familia de las Naciones Unidas»; para señalar su importancia, baste decir para visitar en persona y dirigir la palabra a las sesiones plenarias de estas
que el nuncio apostólico en Bruselas representa permanentemente a la Santa organizaciones.
Sede ante el «Consejo de la Cooperación Cultural» del Consejo de Europa, Permítasenos evocar unas palabras pronunciadas por Dag Hammarskjold
organismo del que la Santa Sede es miembro desde hace algunos años. pocas semanas antes de su muerte, a propósito de las relaciones de la Santa
Sede con los organismos internacionales: «Son de aquellas que merecen el ca-
lificativo de buenas y sólidas, sin dificultad alguna de carácter dramático.»
' «Annuario Pontificio» (1969), 1062-1063. Una vez señalados los hechos, miremos ahora a su génesis. Esta es doble,
' La AIEA no es, estrictamente hablando, una institución especializada. pues entraña un aspecto derivado de la doctrina y otro que depende de la his-
Da cuenta de sus actividades a la Asamblea General de las Naciones Unidas;
sin embargo, las resoluciones en que se enumeran los «Miembros de las Ins- toria diplomática. No me corresponde, habida cuenta de los restantes artículos
tituciones especializadas» añaden, desde la creación de la AIEA: «y de la'
Agencia Internacional de la Energía Atómica». * En el volumen dedicado al año 1968, cap. V, sección 10, Solennitá e
3
La BIRD se hizo representar en la Conferencia de Beirut sobre el des- Congressi Civili Internazionali, pp. 1488-1498, se anotan más de 70 sesiones
arrollo en 1968; el secretario general de la Comisión «Justitia et Pax» ha de carácter intergubernamental en las que ha participado este año la Santa
•sido invitado, a título de observador, a algunas reuniones de la Banca. Por Sede.
otra parte, este era el caso, desde hace mucho tiempo, del delegado ante la ' Estas sesiones tuvieron lugar en Ginebra el año 1968, del 1 al 10 de julio
Sección extraordinaria de la Administración del Patrimonio de la Sede Apos- y del 25 al 29 de noviembre. Monseñor Pasquinelli, consejero de la Nunciatura
tólica. Apostólica en Berna, representó en ellas a la Santa Sede.
220 H. de Riedmatten Santa Sede y organismos internacionales 221
incluidos en este número, extenderme mucho sobre el primer aspecto, pero no
¿Palabras para disimular la falta de realidades? ¿Demagogia? «La crítica es
podría tampoco contentarme con aludir a él de pasada, ya que es esencial para
fácil...» Mucho más acertada parece esta observación de hace ya diez años:
la comprensión del proceso que me toca historiar. Efectivamente, el magisterio
«Negar la ONU sería tanto como romper el espejo en que se refleja el mundo
y los teólogos no han cesado, a partir de los años que siguieron a la segunda
de hoy..., este mundo en que, como los proletarios en la vida pública de hace
guerra mundial, de profundizar en su reflexión y en sus enseñanzas sobre la
un siglo, las 'naciones proletarias' se levantan hambrientas, y en el que necesa-
actitud de la Iglesia frente a este vasto sistema que no solamente se va esbo-
riamente hemos de vivir» 6.
zando, sino que se impone ya como fruto de una aspiración a organizar, de
Pío XII dijo en el mensaje de Navidad del año 1943: «La verdadera paz
manera estable y orgánica, las relaciones entre los diferentes países y la coope-
no es el resultado aritmético, por decirlo así, de una proporción de fuerzas,
ración internacional; que trata de conseguir una cierta unificación del mundo
sino, en su significación última y más profunda, una acción moral y jurídica.»
o de las distintas regiones a través del establecimiento de una verdadera auto-
Siguiendo el hilo de sus enseñanzas sobre la vida internacional surgida de la
ridad supraestatal. Es claro que una profundización doctrinal en este tema iba
segunda guerra, no resulta difícil convencerse de que Pío XII albergaba una
necesariamente ligada a las realizaciones concretas que tendían a multiplicarse
profunda certeza, que continuamente se le imponía, acerca de las enormes
ya antes del Tratado de Versalles. Esta condición necesaria para una labor
condiciones requeridas para instaurar una paz auténtica, y que ello le llevó a
realista no ha dejado de tener muchas veces un efecto retardatario en el es-
elaborar un corpus doctrinal coherente sobre la significación positiva de los
fuerzo por aproximarse al mundo internacional en gestación, ya que no dejaron
organismos internacionales, sobre la forma de colaboración y apoyo que se
de ponerse en evidencia ciertas actitudes hostiles, orientaciones inaceptables
les habría de prestar, si es que se trataba sincera y eficazmente de trabajar en
por diversos motivos, sin olvidar la elemental necesidad de proceder con re-
favor de la paz, de salvar esa paz en momentos de grave crisis y de establecer
serva y prudencia. La actitud de la Santa Sede con respecto a la SDN (Socie-
sus bases profundas y duraderas. Nos contentaremos, a título de ilustración,
dad de Naciones) y, más aún, los principios en que aquélla hubo de inspirarse,
con mencionar el discurso del 6 de diciembre de 1953 a los juristas católicos
ostentan la marca de tales reticencias, que, ciertamente y a causa de poderosos
italianos y el del 25 de abril de 1957 a Pax Romana. Estos textos, así como
motivos, aún no se habían disipado del todo cuando, hacia finales de la segun-
muchos otros, influyeron decisivamente en la elaboración de la constitución
da guerra mundial, se empezó a esbozar el plan para una nueva organización
Gaudium et spes. Ya antes de que se emprendiera esta última tarea, la encícli-
internacional.
ca Pacem in tenis significó un avance sobre las afirmaciones de Pío XII debido
Pero resultó que cuando se puso manos a la obra con vistas a esta nueva a sus directrices sobre la paz, sobre la colaboración con los no cristianos, sobre
realización no se pensó únicamente en dar nuevo impulso a la agonizante la Declaración de los Derechos Humanos, sobre la función de las Naciones
SDN, sino que se ambicionaba algo de mayor envergadura. La catástrofe que Unidas y de las instituciones especializadas. Pablo VI, finalmente, tanto a
aún se estaba viviendo obligó a que gobiernos y naciones cayeran en la cuenta, través de sus textos como de sus iniciativas, pero muy especialmente mediante
por fin, de que la paz no puede mantenerse a base de condicionamientos está- sus discursos, el 4 de octubre de 1965 ante la Asamblea General de las Na-
ticos, mediante un orden garantizado por la vigilancia policial concertada de ciones Unidas y el 10 de junio de 1969 ante la Conferencia Internacional del
los grandes del momento. El preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, Trabajo; en la encíclica Populorum progressio; en la creación de la comisión
entre otros muchos textos paralelos, expresa claramente la convicción de que pontificia «Justitia et Pax» señalaba inequívocamente, aportando desarrollos
la paz es una obra dinámica y compleja; la misma vida de las Naciones Unidas doctrinales cada vez más amplios, que la Iglesia católica, en la persona de su
constituye un sorprendente testimonio de esta convicción. Lo cierto es que autoridad más alta y más competente para aceptar este compromiso, no aspi-
sus mejores esfuerzos han estado dedicados a la promoción económica, social raba a mantener con respecto al sistema internacional institucional otra poli-
y cultural de la humanidad, reconociendo como su objetivo peculiar la promo- tica que ésta: «Poder servirle en aquello que es de su competencia, con des-
ción de todos, fundada en una proclamación consciente de los derechos funda- interés, humildad y amor» \
mentales y Jas libertades inalienables de cada cual. Las grandes etapas de esta Como hemos advertido, este breve repaso doctrinal era necesario para
evolución tienen por título: creación del Sistema de las Instituciones Especia- nuestra exposición. El mundo de las organizaciones internacionales todavía se
lizadas; redacción y adopción de la Declaración Universal de los Derechos encuentra en la etapa de búsqueda. Los más competentes juristas discuten aún
Humanos; puesta en marcha de los programas de asistencia técnica bajo dife- acerca de numerosos puntos cuya solución afectará gravemente a aquéllas en su
rentes formas; revelación de los secretos militares referentes a la energía ató- futuro8; las ambiciones nacionales, y muchas veces las regionales, hacen tem-
mica con vistas a su utilización pacífica; creación y madurez, pese a una difícil blar este edificio y algunas veces amenazan con derribarlo; llueven las críticas,
adolescencia, de la CNUCED; los esfuerzos del primer e, inminentemente, del
segundo Decenio del Desarrollo. Y todo ello sin olvidar en modo alguno los
* Jean Lacouture, en «Le Monde», del 18 de octubre de 1960.
pactos regionales, fuera del marco de las Naciones Unidas, que quizá sean un Cf. Discurso a la ONU: «Documentation Gatholique», 62 (1965), col. 1731.
1
presagio de lo que será el mundo futuro. ¿Palabrería? ¿Esfuerzos inútiles? Nada más instructivo al respecto que los trabajos de la Comisión del
Derecho Internacional y los del 6.° Comité de la Asamblea General.
222 H. de Kiedmatten Santa Sede y organismos internacionales 223
y no siempre carecen de fundamento; los males inherentes a la organización difíciles conversaciones que desembocaron, en noviembre de 1947, en la adop-
administrativa interna no son precisamente quiméricos'. No es indiferente el ción por las Naciones Unidas de una resolución que constituía los Santos Lu-
hecho de que la Santa Sede, cuya personalidad jurídica y cuyas funciones son gares de Palestina en «corpus separatum». En otro terreno habría de revelarse
tan singulares, que presencia en el seno mismo del pueblo de Dios unas muta- más eficiente y duradera la colaboración entre la Santa Sede y la ONU. Desde
ciones tan grávidas de consecuencias, pero cuyo prestigio en la afirmación de los primeros días de su existencia, la ONU tendría que hacer frente a un pro-
la ética internacional y de sus exigencias crece incesantemente, considere como blema de dimensiones inauditas, herencia directa de la guerra: el de los refu-
una tarea propia de la máxima importancia la de hacer que su pensamiento giados. La amplitud de las actividades caritativas dependientes de la Santa
sobre las instituciones internacionales madure y se afirme en la actualidad. Sede, especialmente en favor de esta clase de desdichados, llevaba con toda
Más aún: actúa en función de esta misma doctrina y no cesa de intensificar naturalidad a establecer contactos en primer lugar y después a una estrecha
su participación activa en la vida de tales instituciones, operando en favor de colaboración con la O Í R (Organización Internacional para los Refugiados),
las mismas, o en comunión con sus objetivos, poniendo en marcha una serie encargada por las Naciones Unidas de abordar este problema desde 1946-47
de iniciativas que ahora nos toca describir. a 1952. La O Í R cayó inmediatamente en la cuenta de los servicios excepcio-
Nos contentaremos con aludir al deseo manifestado por algunos represen- nales que únicamente la Santa Sede estaba en condiciones de prestarle y pidió
tantes de América latina en la Conferencia de San Francisco acerca de la opor- en seguida al secretario de Estado que interviniera para resolver numerosos
tunidad de que la nueva organización internacional pudiera contar con el casos de emigración. En 1947, un delegado de la Santa Sede visitaba América
apoyo, cuando no con la participación plena de la Santa Sede. De hecho, desde latina con la misión concreta de «tomar contacto con los gobiernos y los co-
el momento en que comenzó a existir la «Familia de las Naciones Unidas», la mités católicos a fin de obtener de ellos un pleno apoyo en favor de los planes
Santa Sede, a través del Estado de la Ciudad del Vaticano, ya se encontraba de la O Í R para la acogida de refugiados». En Ginebra, sede de la OÍR, actuó
implicada en ella por el hecho de pertenecer anteriormente a la UPU y a la como representante acreditado del Vatican Migration Bureau el padre Killian,
UIT, que fueron reconocidas inmediatamente como instituciones especializa- desempeñando un papel valiosísimo como enlace 12.
das, miembros del sistema. Este título jurídico reviste la máxima importancia. Esta presencia de la Santa Sede cerca de la OÍR habría de tener conse-
Las Naciones Unidas, en general, convocaron a las Conferencias que decidie- cuencias capitales para todas las futuras relaciones de la Santa Sede con la
ron celebrar, a los miembros de las instituciones especializadas, a los de la ONU. En primer lugar, y en virtud de su misma actividad, la Santa Sede
AIEA, y a ellos únicamente ,0. Por otra parte, si bien no existen a propósito participó plenamente en la famosa conferencia de plenipotenciarios habida en
de esta cuestión unos textos convencionales formales, prácticamente ha sido Ginebra para tratar del estatuto de los refugiados y apatridas, entre el 2 y el
el hecho de pertenecer a la «Familia de las Naciones Unidas» lo que hasta 25 de julio de 1951. Pero, sobre todo, al terminar sus actividades la O Í R , se
ahora ha servido de criterio para el reconocimiento por las Naciones Unidas llegó a la creación del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Re-
del establecimiento de misiones permanentes dirigidas por unos observadores fugiados, cuyo primer jefe entraría en funciones el 1 de enero de 1951. Inme-
de parte de los estados no miembros, tanto ante la sede de Nueva York como diatamente después, el alto comisario quedó asistido por un comité de go-
ante la oficina de Ginebra ". biernos encargado de aconsejarle y, en determinadas épocas, decidir las opera-
Históricamente, la Santa Sede se encontró en seguida obligada a entender- ciones a realizar. Los gobiernos interesados son designados por la ECOSOC, y
se con las mismas Naciones Unidas. Su actividad, aunque esencialmente de si bien no es éste el lugar adecuado para narrar las diversas fases de la historia
carácter oficioso, resultó muy intensa, como es natural, con ocasión de las del comité, preciso es señalar que desde el primer momento la ECOSOC y,
por consiguiente, las Naciones Unidas, designó a la Santa Sede como uno de
los miembros del nuevo cuerpo así instituido. Desde un punto de vista jurí-
' Por lo que se refiere a su política de desarrollo, acaba de proceder a su dico, ello constituía un acontecimiento capital, pues aquélla era la primera vez
propia autocrítica en A Study of the Capacity of the United Nations Develop-
rnent System, de Sir Robert Jackson, noviembre de 1969, United Nations que las Naciones Unidas llamaban a la Santa Sede para que ocupara un puesto
Publications DP/5. de pleno derecho en uno de sus organismos, puesto que la confianza de los
" Contra esta limitación se hace cada vez más fuerte la presión soviética, miembros de la organización internacional no ha cesado de conceder a la Santa
ya que aquélla está destinada a descartar a la «República Democrática Ale-
mana», cuya admisión implicaría su reconocimiento por la Comunidad Inter- Sede en lo sucesivo. Hemos de añadir que las tareas del Alto Comisariado no
nacional. Pero la fórmula lanzada no intenta ser restrictiva; por el contrario, han dejado de irse ampliando continuamente; en la actualidad es responsable
en adelante serían convocados «todos los Estados». de los refugiados africanos; hace poco desempeñó un papel decisivo en la re-
" La posición de los observadores varía por lo que respecta a la posición
del país que acoge. Así, los Estados Unidos sólo los reconocen como colabo-
radores de las misiones de los respectivos países en Washington; por el " Véase, a propósito de todo este tema de las relaciones entre la Santa
contrario, Suiza les reconoce el mismo estatuto que a los representantes de Sede y la OÍR, L'Organisation Internationale pour les Refugies, Agence spé-
lo países miembros. El proyecto de Convención actualmente en estudio sobre cialisée des Nations Unies, 1946-1952, adaptación francesa de la obra del doc-
el estatuto de las misiones permanentes resolverá, en principio, esta cuestión. tor Louise W. Holborn, Presses Universitaires de France, 1955.
Santa Sede y organismos internacionales 225
224 H. de Riedmatten
ron una relación constante con la Secretaría de Estado ". Sin embargo, a ren-
patriación de los refugiados argelinos; por otra parte, la delegación de la Santa glón segudo de la Conferencia atómica de 1955, se establecieron unas conver-
Sede cuenta como un tanto a su favor el haber defendido, desde que empezó saciones sumamente amistosas que desembocaron en la decesión por parte de
a funcionar el comité, que todos los refugiados, estén donde estén y procedan la Santa Sede de hacerse representar, a partir del verano de 1956, por un obser-
de donde procedan, tienen derecho a la protección de la comunidad inter- vador en los trabajos de la ECOSOC, la más alta instancia internacional en
nacional. los terrenos susceptibles de interesar a la Santa Sede '\
Una circunstancia imprevista provocó cuatro años más tarde el que las La representación regular en la ECOSOC forzó la solución de una vez
Naciones Unidas dirigieran una nueva invitación a la Santa Sede, esta vez por por todas, de una cuestión grávida de implicaciones políticas y, más aún, de
menos tiempos, pero no menos importante por sus consecuencias, para que significación moral para la Santa Sede. Ya lo hemos dicho antes: el título
ésta se hiciera presente en una de sus manifestaciones. Como resultado del jurídico que otorgaba una representación en las Naciones Unidas dimanaba,
histórico discurso pronunciado por el presidente Eisenhower el 8 de diciembre en definitiva, de la pertenencia del Estado de la Ciudad del Vaticano a la UIT
de 1953, la Asamblea General decidió convocar en Ginebra una conferencia y a la UPU. De ahí surgía la cuestión: ¿Era únicamente la Ciudad del Vatica-
sobre la utilización pacífica de la energía atómica. En realidad, se trataba ni no o era la Santa Sede, es decir, el gobierno de la Iglesia católica, en tanto que
más ni menos que de renunciar al secreto militar que pesaba sobre todos los dotado de una personalidad de derecho internacional, quien participaba en
avances realizados en la ciencia atómica y sobre toda posibilidad de utilizar determinadas manifestaciones de la vida de las Naciones Unidas y mantenía
para otros fines sus conclusiones. Como miembro de la «Familia de las Nacio- ciertas relaciones con ellas? Todo lo cual llevaba a plantearse un dilema: ¿quién
nes Unidas», la Santa Sede, sin más, se encontró con la invitación a participar dialogaba, actuaba y hacía sentir su presencia en los ambientes de las Naciones
en la conferencia prevista para el verano de 1955. Pero ¿no se perdería así el Unidas, el Estado más minúsculo del mundo o aquella autoridad de tan sin-
carácter apolítico del gobierno de la Iglesia? ¿No equivaldría ello a implicarla gular carácter que Pablo VI definía el 4 de octubre de 1965 en la misma tri-
en una operación equívoca que terminaría por comprometerla? Dándose cuenta buna de las Naciones Unidas? Sobre este tema se abrió una negociación du-
de esta reticencia, Dag Hammarskjold recurrió, a través de Ralph Bunche, al rante el verano de 1957, franca y que resultaría mucho más fácil gracias a la
cardenal Spellmann. Se trataba de poner en conocimiento del Vaticano que el presencia de Dag Hammarskjold en Ginebra. Merece la pena recordar una
secretario general de las Naciones Unidas apreciaba en sumo grado la partici- frase que éste pronunció en aquella ocasión: «Cuando yo solicito una audien-
pación de la Santa Sede en aquella conferencia, pues veía en esta participación cia en el Vaticano, no voy a visitar al rey de la Ciudad del Vaticano, sino al
la prueba irrefutable de los fines puramente pacíficos de tal iniciativa. La jefe de la Iglesia católica.» La cuestión quedaría definitivamente zanjada me-
Santa Sede cedió a la fuerza de estos argumentos y envió una delegación a diante un intercambio de notas fechadas, respectivamente, el 16 y el 28 de
Ginebra, compuesta por el profesor Medi, antiguo alumno y amigo de Fermi, octubre. En ellas quedaba establecido, por parte del Secretariado de las Na-
y el autor de estas líneas13. La participación masiva del Secretariado y de las ciones Unidas, que «en vista de ciertas ambigüedades que se han puesto de
restantes delegaciones, incluidas las de los países del Este, en el oficio religioso manifiesto a propósito de las relaciones que el Secretariado de las Naciones
organizado por la delegación, demostró que a los ojos de los gobernantes, la Unidas mantiene con la Secretaría de Estado, aquél desea precisar que estas
presencia entre ellos de una potencia eminentemente espiritual estaba plena- relaciones se entienden establecidas entre las Naciones Unidas y la Santa Sede.
mente justificada. A continuación de esta conferencia, otra iniciativa análoga Del mismo modo, las delegaciones que la Secretaría de Estado acredita ante
del secretario general dio por resultado la participación de la Santa Sede en la las diversas sesiones de los diferentes organismos de las Naciones Unidas, se
conferencia de plenipotenciarios que el 26 de octubre de 1956 creó en Nueva entiende que representan a la Santa Sede» 16. Esta posición ha quedado indis-
York la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), a la que se ad- cutiblemente reforzada por la nota del 7 de enero de 1960, del director general
hirió la Santa Sede en calidad de miembro de pleno derecho. de la AIEA, en que se hacía saber oficialmente a todos los miembros de la
Este es el momento de decir que la Santa Sede no había esperado a que agencia que era precisamente la Santa Sede quien se consideraba miembro de
llegaran estas ocasiones para interesarse en la vida de las instituciones inter- la misma ".
nacionales. Pero había estimado más sensato que el mundo católico «no guber-
namental», haciendo uso de las facilidades que ofrecía el Estatuto Consultivo, 14
ejerciese desde un principio su acción en este mundo nuevo. Tanto el Centro Después de la muerte de Mlle. de Romer, prosiguió esta labor Mr.
T. Szmitkowski.
que actuaba en Nueva York bajo el patrocinio de los obispos americanos con " El primero en asistir a la ECOSOC en calidad de delegado fue monseñor
Miss Catherine Schaffer, como el que, finalmente asesorado por la OIC, bajo Mario Brini, actual secretario de la Congregación Oriental.
los auspicios de Mlle. Jadwiga de Romer, tenía su sede en Ginebra, asegura- " Véase texto íntegro de las notas en la obra de monseñor E. Gallina,
Le Organizzazioni ínternazionali e la Chiesa Cattolica, ed. Studium, 1967,
73-74; ef. también R. A. Graham, Vatican Diplomacy, Princeton University
" Se encontrará el relato de este acontecimiento en Robert J. Gannon. Press, 1959, 346, n. 11.
The Cardinal Spellman Story, Doubleday and Company, Nueva York, 1962, " Cf. texto de esta carta en Gallina, op. cit., 76-77.
358.
15
226 H. de Riedmatten Santa Sede y organismos internacionales 227
Una vez adoptado este acuerdo, del que se sobreentendía hacer sido tomado
La primera de éstas, creada en el ambiente de la segunda guerra mundial
en la línea protocolaria, la Santa Sede tuvo diversas oportunidades de mani-
que tocaba ya a su fin, la FAO, cuya puesta en marcha quedó acordada en la
festar su vivo interés por las actividades de las Naciones Unidas. Estas acen-
conferencia de Hot Springs, en mayo de 1943, comenzó su existencia jurídica
tuaban cada vez más su orientación hacia la promoción y el desarrollo econó-
el 16 de octubre de 1945; su sede fue transferida de Washington a Roma en
mico y social de los pueblos menos favorecidos. Una importantísima delega-
1951. Su fin es claro: «elevar las normas de nutrición y el nivel de vida»;
ción de la Santa Sede, presidida por el famoso e infatigable padre Lebret,
«conseguir una producción y una distribución de los productos agrícolas más
participaba en la Conferencia de las Naciones Unidas del año 1963 sobre la
satisfactorias»; «mejorar la condición de las poblaciones rurales». Pronto se
aplicación de la ciencia y la técnica al desarrollo 18 . El mismo padre Lebret,
haría evidente, a la Secretaría de Estado y a algunos católicos perspicaces, que
jefe adjunto de la delegación de la Santa Sede en la primera conferencia de
semejante Organización tenía ante sí un gran porvenir, del que la Iglesia en
las Naciones Unidas sobre el comercio y el desarrollo, en 1964, pronunció con
modo alguno podría desinteresarse. Se encontró el hombre indispensable para
tal ocasión un discurso que tuvo gran repercusión internacional. Los asisten-
establecer las necesarias relaciones, monseñor Ligutti, que poseía la doble na-
tes no olvidarán la salva de aplausos que siguió a la peroración del padre Lebret
cionalidad italiana y estadounidense, pastor de almas y experto conocedor de
cuando éste se dirigía a ocupar su asiento, a donde acudieron más de cuarenta
los ambientes rurales. Rápidamente quedaron establecidos los contactos con
jefes de delegación, entre ellos el presidente de la conferencia, para felicitarle
la naciente organización y, por una decisión del 23 de noviembre de 1948, la
y darle las gracias por haber expresado, con rara elocuencia, lo que cada uno
FAO concedía un estatuto constitucional especial a la Santa Sede, aceptando
de ellos pensaba para sus adentros.
que ésta designara una representación de observadores permanentes. No es
Este acontecimiento vino a coincidir con una importante decisión de la
preciso insistir en que el traslado de la Organización a Roma trajo consigo
Santa Sede. El 21 de marzo de 1964 ésta ponía en conocimiento de U Thant
el establecimiento de relaciones intensas y regulares a diferentes niveles: los
que, deseosa de establecer contactos más permanentes con la sede de las Na-
miembros de las conferencias y de las diferentes sesiones de la FAO fueron
ciones Unidas, había decidido enviar como observador permanente a monseñor
recibidos, sucesivamente, por Pío X I I , Juan X X I I I y Pablo VI, quienes, en
Alberto Giovannetti, quien se encontraba precisamente como jefe de la dele-
diferentes discursos, sentaron los fundamentos doctrinales de las relaciones
gación con sede en Ginebra ante la primera CNUCED. Al tomar nota de esta
entre la Iglesia y esta organización. Cuando las circunstancias así lo exigieron,
decisión, U Thant respondió que «demostraba una vez más el interés que la
esta enseñanza fue acompañada de compromisos bien definidos, como se ha
Santa Sede se tomaba por las actividades de la Organización» y que «no podía
visto claro cuando la FAO lanzó su «Campaña contra el Hambre».
por menos que alegrarse de ello» ".
El «mecanismo» quedó completo el 1 de febrero de 1967 al establecerse Si claras eran las razones para establecer unas relaciones regulares entre
un observador ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra M. la Santa Sede y la FAO, es evidente que eran las mismas, cuando no más, las
Esta parte de la historia de las relaciones entre la Santa Sede y el Secre- que pedían un entendimiento con la UNESCO. Todo el mundo conoce esta
tariado de las Naciones Unidas en modo alguno puede relegar a un segundo organización, pero no estará de más recordar cuáles son sus objetivos, de
plano la instauración, en época anterior, y con una cierta independencia, de acuerdo con su Acta Constitucional: «Contribuir al mantenimiento de la paz
relaciones con determinadas instituciones especializadas. y de la seguridad estrechando la colaboración entre las naciones mediante la
educación, la ciencia y la cultura, a fin de asegurar el respeto universal de la
" Señalaremos con este motivo la importancia de las delegaciones de la justicia, de la ley, de los derechos humanos y de las libertades fundamentales
Santa Sede. En general, se integran en ellas personalidades de alto rango
competentes en los asuntos tratados por la conferencia (eclesiásticos o laicos), en beneficio de todos.» El Consejo ejecutivo de la UNESCO dedicó la máxima
además de los diversos representantes u observadores. La creación de la atención durante la XXVI sesión, en mayo de 1951, al «estatuto de los obser-
Comisión «Justitia et Pax» ha traído consigo una mayor posibilidad de elec- vadores permanentes que algunos estados no miembros deseaban nombrar
ción por parte de la Santa Sede. En algunos casos raros han tomado parte
en las conferencias altos funcionarios de la Curia; asi, S. E. Mons. Casaroli, cerca de la UNESCO». El documento presentado en aquella ocasión constituye
que en 1961 hizo constar en la Conferencia de Viena el reconocimiento del la base del estatuto de tales observadores; la Santa Sede, muy interesada en
Decanato de los Nuncios Apostólicos. su formulación, hizo rápidamente uso de él. Su primer observador fue el
" Cf. el intercambio de notas en Gallina, op. cit., 75-76. Se habla previsto nuncio apostólico en París, monseñor Roncalli. Este, con su agudo sentido de
que el Bureau de los Observadores en Nueva York estaría dirigido, como
titular, por monseñor James Griffith, obispo auxiliar del cardenal Spellman, las circunstancias, pronunció una homilía famosa durante la misa celebrada
justa recompensa a la admirable labor desarrollada por aquél en el Secreta- con motivo de la apertura de la Sexta Conferencia General, el 18 de junio de
riado de las Naciones Unidas para las relaciones con la Santa Sede. Monseñor 1951. En mayo de 1953, la Santa Sede disoció la representación ante la
Griffith murió antes del intercambio definitivo de notas; era, por consi-
guiente, más que normal que monseñor A. Giovannetti, que desde un prin- UNESCO de las funciones propias de la Nunciatura Apostólica en París y,
cipio había sido designado para llevar adelante las tareas afectivas de la en consecuencia, designó un observador permanente en la persona de monseñor
Misión, fuese nombrado también observador titular. Sensi. Definidas por el documento antes citado, las tareas del observador (que
" Cf. Gallina, op. cit., 88 y 89 en nota. dispone de un despacho, como todos los demás agentes diplomáticos en la
228 H. de Riedmatten Santa Sede y organismos internacionales 229
UNESCO, en los anexos de la Sede), exigen una intensa dedicación personal la OMS, la campaña contra el paludismo. En 1966, con ocasión de inaugurarse
t>or parte del titular del puesto. Con la ayuda del Centro Católico de Coordina- la nueva sede de la Organización en Ginebra, se pudo admirar el gran para-
ción ante la UNESCO, en que trabajan Jean Larneud y el padre Russo, el mento en bronce, regalo de la Santa Sede, que representaba en tres paneles
observador ha podido desarrollar una notable labor. Cuatro personalidades que de Enrico Manfredi la historia de la lucha mantenida por el hombre contra la
ocuparon este puesto son actualmente brillantes jefes de misión de la Santa enfermedad. El Santo Padre se preocupó personalmente por la buena realiza-
Sede, mientras que el quinto no es otro que su excelencia monseñor Benelli. ción de esta obra, y ha hecho meditar a muchos con los textos latinos que él
Las relaciones entre la OIT y la Iglesia católica vienen de antiguo, apenas mismo puso a punto, entre los cuales el más importante tiene una rara densi-
unos años después de la fundación del BIT. Con motivo de la visita del Santo dad: Habet sua balsama chantas. El doctor Candau, director general de la
Padre a Ginebra el pasado año se habló tanto de este asunto que podemos OMS, dio personalmente las gracias al Santo Padre por este regalo, y a su vez,
ahora dar por sabido lo esencial. Albert Thomas, el genial iniciador de las con ocasión del XX aniversario de la OMS, el Papa dirigió al mismo doctor
tareas de la Organización, jamás ocultó la importancia que atribuía a la colabo- Candau un mensaje que es una verdadera suma del pensamiento cristiano
ración con la Iglesia católica y a propósito de ello se explicó con la abierta y sobre la salud pública internacional. Se comprende que no surgiera problema
ruda franqueza que le caracterizaba, y ello numerosas veces, ante las asam- alguno cuando, en 1967, el observador de la Santa Sede en Ginebra presentó
bleas plenarias de su Organización. Fue él quien estimó indispensable, para a la OMS una carta del secretario de Estado indicando que sus competencias
la buena información del Bureau, la presencia de un teólogo entre los miem- se extendían a las relaciones entre la Santa Sede y la Organización.
bros de su personal. El Grupo de la «Acción Popular» (actualmente CERAS) No nos extenderemos a propósito de las relaciones permanentes estable-
supo proporcionarle el hombre valioso que él andaba buscando, y que sus cidas con las organizaciones de que la Santa Sede es miembro de pleno dere-
sucesores han procurado designar con el mismo cuidado e idéntica confianza. cho, pero no omitiremos aludir a la cordialidad recíproca que caracteriza las
Las numerosas audiencias concedidas por Pío XII a diversas representaciones relaciones con cada una de ellas, especialmente con la UIT y la AIEA. Seña-
de la OIT; la mención expresa que de esta organización hizo Juan XXIII en lemos, sin embargo, las consecuencias, quizá inesperadas, pero no por ello
sus encíclicas, fueron pruebas constantes del interés que la Santa Sede con- menos bien recibidas, de los textos constitutivos de la CNUCED y la UNODI.
cede a esta Organización. Así se explica que ni sombra de dificultad surgiera Algo ya hemos dicho a propósito. Estos nuevos organismos de las Naciones
cuando en 1967 el actual director general, Mr. David Morse, recibido en audien- Unidas no se constituyen mediante la adhesión reiterada o individual. Todos
cia por el Papa Pablo VI, expresó el deseo de que la competencia del obser- los miembros de la «Familia de las Naciones Unidas» pertenecen a ellas ipso
vador de la Santa Sede, recientemente acreditado en Ginebra, se ampliara al jacto. No hay ni cláusula de ingreso ni cláusula de retirada. Ello ha valido
plano diplomático en la OIT, sin que ello significara, por supuesto, restricción a la Santa Sede el ser miembro pleno de la CNUCED, es decir, de la organiza-
alguna en las tareas del teólogo, miembro del Secretariado. Menos de dos años ción que, por el momento, cuenta con el bagaje más pesado de realizaciones,
después de este acuerdo, la voz suprema de la autoridad aseguraba, en sesión pero que es, sin discusión, el punto en que se centran las esperanzas de los
formal de la Conferencia, la preocupación de la Iglesia por apoyar la obra de países en vías de desarrollo, más que en ninguno otro. La CNUCED, directa-
la OIT. mente dependiente del Secretariado de las Naciones Unidas, se encuentra, de
La OMS, en la época de su fundación, no estableció relaciones con la Santa hecho, en relación ofcial formal con el representante de la Santa Sede en Gi-
Sede, pero como su constitución preveía la participación de estados no miem- nebra. Esto significa que el representante asume la pesada responsabilidad, en
bros en sus reuniones anuales, el Secretariado aprovechó la ocasión de cele- el punto más neurálgico de las relaciones entre pueblos desarrollados y sub-
brarse en Roma la Asamblea mundial de la Salud, de 1949, para invitar a la desarrollados, de actuar y hablar en nombre de una moral superior que, sobre
Santa Sede a que ésta enviara sus observadores. El 27 de junio, Pío XII reci- toda otra consideración, se niega a admitir el pecado de omisión.
bió la Asamblea y le dirigió unas palabras que después serían recordadas mu- «Bien —dirán los espíritus malévolos—, pero esta presencia de la Santa
chas veces en el recinto de la OMS. Algunos problemas delicados, como el Sede ¿tiene, en definitiva, alguna eficacia? ¿Para qué sirve?» Con ello abor-
•de la concesión del estatuto consultivo a las enfermeras católicas o el del birth- damos el último tema que se insinuaba en el título de este artículo. Nuestra
•control, dieron lugar a que algunos espíritus timoratos juzgaran que la OMS respuesta, en principio, desconcertará a quienes no estén familiarizados —ven-
jamás estaría en condiciones de entablar una colaboración franca y fácil con la taja que tienen— con la vida internacional. Esta se desarrolla esencialmente en
Iglesia. De hecho, a partir de 1952, la Santa Sede ha estado representada en función de un mundo intergubernamental. Otras aportaciones de este mismo
todas las Asambleas mundiales de la Salud. Los problemas insolubles en apa- número exponen en qué consiste, bajo diferentes aspectos, la «soberanía» de
riencia se han revelado fáciles de tratar con unos hombres imbuidos de verdad la Santa Sede. Aquí indicaremos únicamente que esta «soberanía», esta situa-
científica y de respeto hacia una deontología indispensable para el ejercicio ción recibida de la tradición, de la historia y también del respeto hacia una
de su arte. De esta forma, la Santa Sede no tuvo inconveniente en asociarse, corporación espiritual cuya coherencia no tiene par, valen a la Santa Sede la
mediante aportaciones de diversa índole, a una de las grandes operaciones de posibilidad de hablar, de intervenir y de actuar en el único nivel realmente
230 H. de Riedmatten Santa Sede y organismos internacionales 231
dotado de eficacia. Quiérase o no, una de las características más notorias del y religiosamente interese a los cristianos. Es cierto que los representantes de
sistema de las organizaciones internacionales es que los debates y las decisio- la Santa Sede no tienen por qué intervenir a propósito de todo, pero por otra
nes que en ellas se producen se dan en el plano gubernamental. La OIT, debido parte es indispensable, si han de hacer honor a su mandato, que trabajen
al sistema tripartito, sería la excepción, aunque no del todo. Que en todo ello activamente —me gustaría decir «duramente»— en favor de la promoción
hay mucho que discutir y mejorar, concretamente a través de una mejor dis- global de todas las iniciativas de la Organización Internacional. Más de dieci-
posición del Estatuto consultivo acordado a las organizaciones no guberna- siete años de trabajo por cuenta de la Santa Sede nos autorizan a decirlo: los
mentales, nadie estará más dispuesto a reconocerlo que el autor de estas líneas. católicos, los cristianos no católicos, los creyentes y los ateos esperan que así
Pero, lo cierto, y por razones firmemente relacionadas con una evolución que sea la función ejercida por un representante de la Santa Sede. Todo el mundo
no se puede rechazar a la ligera por ser solidaria de toda nuestra civilización, lo sabe: el representante de la Santa Sede no agota todas las posibilidades del
es que son los gobiernos quienes ejercen esta función decisiva. Queda superado, Pueblo de Dios. El mismo conoce perfectamente la importancia que tiene
con mucho, el simple arbitraje político, y de lo que se trata es de promover aplicar cordial y lúcidamente, en este ambiente preciso, el «principo de subsi-
el bienestar integral del hombre, y ello a través del establecimiento formal de diaridad». Quien ha trabajado, lo mismo en Ginebra que en París, con los
unos derechos fundamentales. Centros de las IOC (Organizaciones Internacionales Católicas) sabe perfecta-
La presencia de la Santa Sede en los organismos intergubernamentales no mente que en ello no hay una dura exigencia, sino una gran satisfacción. Sería
es, por consiguiente, de orden eminentemente «político», cosa que para muchos de desear que el Pueblo de Dios, a todos sus niveles, tuviera conciencia de
sería criticable en la Iglesia de Cristo. Las tareas de estos organismos, que vie- que está presente, aparte del nivel gubernamental propio de la Santa Sede, que
nen a recaer en última instancia sobre los diferentes gobiernos, desbordan lo también le pertenece, a través de unos Centros, unos observadores, unos segla-
«político». El encontrarse con los gobiernos por este medio y tratar con ellos res que dedican su tiempo y su esfuerzo, en las grandes reuniones interna-
de igual a igual gracias a la posición que el derecho de gentes reconoce a la cionales.
Santa Sede, significa para ésta la posibilidad de asociarse a una empresa en que Seríamos los últimos en ponerlo en duda: aquí se trata de una forma noví-
la Iglesia, por su misma naturaleza, tiene un mensaje, una «Buena Nueva» que sima de la diplomacia internacional, y todo diplomático, de cualquier país que
aportar. El hombre, y «todo el hombre», según aquella fórmula que se ha proceda, lo sabe o lo aprende en seguida. El hecho de que muchos países
hecho inolvidable, se ha convertido en objeto inmediato de preocupación para hayan incluido sencillamente los cargos de delegado permanente en el escala-
las instituciones internacionales. ¿Quién pretenderá que la Iglesia de Cristo fón normal de sus carreras diplomáticas no altera para nada lo esencial de esta
tiene derecho a desentenderse de semejante empresa? ¿Habrá que recurrir cuestión. Un representante permanente ejerce una actividad muy distinta de
al «angelismo» para recusar su colaboración? Lo cierto es que la Iglesia, muy la que compete a uno de sus colegas empleado en la diplomacia bilateral. (En-
al contrario, tiene la obligación de asumir la parte que le corresponde, una tiéndasenos bien y no se piense que estas palabras encierran un sentido des-
parte muy importante. El Sumo Pontífice acaba de recordarlo en su impor- pectivo a propósito de la diplomacia que por ahora sigue siendo la forma
tantísimo documento sobre las representaciones de la Santa Sede. «El deseo habitual de ejercer la carrera.) Sin mencionar determinados aspectos jurídicos
de todos los hombres de buena voluntad de que las relaciones entre las nacio- propios de la diplomacia multilateral, las misiones que están dedicadas a ellas
nes se desenvuelvan pacíficamente, y que se favorezca el desarrollo de los se hallan constantemente orientadas hacia un tipo de acuerdos y hacia la defi-
pueblos se expresa también en nuestros días a través de las Organizaciones nición de unas acciones comunes cuyo lugar propio, su marco adecuado es el
Internacionales que ponen a disposición de todos su ciencia, su experiencia mundo en su totalidad. El problema jurídico, tan delicado, de saber si las
y su prestigio, y que no perdonan ningún esfuerzo a fin de que estén plena- misiones permanentes están acreditadas, después de todo, ante unas organiza-
mente asegurados la paz y el desarrollo de los pueblos. Las relaciones entre ciones que son «cosa» de sus países respectivos, ilustra, mucho mejor que otros
la Santa Sede y las Organizaciones Internacionales son múltiples y revisten a que podríamos aludir, la originalidad de la diplomacia multilateral. Pero
formas jurídicas diversas. Cerca de alguna de ellas hemos enviado represen- este aspecto, un tanto negativo, no agota el tema. Obligados a un contacto
tantes permanentes para demostrar a todos la solicitud con que la Iglesia continuo con los representantes de otros Estados, muchos de los cuales, con
católica prosigue los objetivos generales de la sociedad civil y les aporta de frecuencia, no mantienen relaciones diplomáticas con el Gobierno a que ellos
buena gana su concurso decidido.» representan; compartiendo con ellos las mismas preocupaciones en un diario
La función se acredita en la práctica. Quizá piensen algunos que junto a contacto, los representes permanentes viven a un ritmo cuyas dimensiones
la indispensable función informativa, los representantes de la Santa Sede o bien —empleando una expresión que ya está pasada de moda— son realmente «pla-
tienen un papel negativo, o bien se limitan mucho en cuanto a sus objetivos. netarias». Por citar sólo el mejor ejemplo, la suerte del «Tercer Mundo» es
En este caso se orientarían únicamente y sobre todo a impedir a cualquier para ellos motivo constante de estímulo, de confrontación y de reflexión. Es
precio que ocurra lo que no debe ocurrir. O bien su cometido consistiría en indudable que en los intercambios internacionales la palabra tiene un puesto
seleccionar, de entre los documentos y órdenes del día, aquello que específica privilegiado; el representante de la Santa Sede ha de saber recurrir a ella para
232 H. de Riedmatten

elevar las miras de un debate, recordar los principios, apoyar la causa de los
desamparados, los olvidados, los pobres entre los que se contó Jesús. La con-
versación en los «pasillos»; el diálogo durante las refecciones tomadas en co-
mún no resultan menos importantes en este nuevo tipo de diplomacia, cuyas
reglas se han simplificado mucho y cuyo estilo responde cada día más a la
necesidad de mantener unas relaciones más personales que formales.
Las organizaciones internacionales, finalmente, constituyen un campo ex- PRESENCIA DE LA IGLESIA CERCA DE LOS ESTADOS
cepcional de prospección. Se ha hecho tópico el denunciar su ineficacia, pero
lo cierto es que siguen siendo el lugar privilegiado para observar el mundo
que se va construyendo. <>Se tiene suficientemente en cuenta este dato? Se les
I. LA REPRESENTACIÓN DIPLOMÁTICA DE LA IGLESIA
lanza la crítica de haber favorecido imprudentemente la descolonización. Pero,
¿se ha estudiado suficientemente, desde dentro de ellas, la formación de un
mundo en devenir que será el marco de toda futura política? No hay en todo La presencia de la Iglesia ante los Estados es un hecho secular
el mundo otro punto donde sea posible captar al vivo las grandes mutaciones que posee hoy gran amplitud. La Iglesia, mediante Nunciaturas y
de la humanidad contemporánea; ¡tanto peor para quienes se empeñan en Delegaciones Apostólicas, mantiene relación con casi cien países de
ignorar este hecho! La Santa Sede, al crear sus representaciones permanentes,
permanece fiel a su misión: saber hacia dónde van los hombres y qué es lo todo el orbe y numerosos organismos internacionales. Estados de
que necesitan. muy diverso régimen político y actitud religiosa; Estados confesio-
Para terminar, quisiéramos insistir en una cuestión capital y muchas veces nales —católicos, cristianos, musulmanes— y aconfesionales, inclu-
mal comprendida. Nuestra colaboración personal, en el Concilio y en otras so opuestos a la religión. En 1956, al cumplir Pío XII ochenta años,
ocasiones, con seglares será la mejor garantía del espíritu con que escribimos se escribió: «Hay en Roma más misiones diplomáticas extraordina-
estas líneas. El mundo internacional es, a la vez, muy abierto y muy cerrado.
rias que en la coronación de la reina de Inglaterra», y al inaugurarse
A sus ojos, la presencia de unos representantes oficiales de una autoridad espi-
ritual, responsable de transmitir el Mensaje siempre actual de Cristo, no plantea el Concilio Vaticano II hubo 79 misiones estatales y 7 de organis-
dificultad alguna. (En vísperas de escribir estas líneas, el autor tenía sentada mos internacionales, además del presidente italiano y el gran maestre
a su mesa una representación del Grupo de los países «comunistas».) Pero lo de la Orden de Malta.
cierto es que este mundo internacional, si bien acepta de buena gana la pre-
sencia de unos consejeros laicos junto al representante de la Santa Sede; si Antes de poseer poder temporal, la Santa Sede mantuvo ante
bien es verdad que le viene muy bien palpar la riqueza y la complejidad del las iglesias de regiones lejanas Vicarii apostolici, obispos residen-
«Pueblo de Dios», lo que espera ante todo de la Santa Sede es que la repre- ciales con facultades especiales, y mediado el siglo v envió aprocri-
sentación de ésta se componga, al menos parcialmente, pero a un nivel res- sarii o responsales ante los emperadores de Bizancio, para conocer
ponsable dentro de la delegación, de sacerdotes. ¿Por qué? Porque todos saben
que la naturaleza de la Santa Sede hace que ésta sea un gobierno totalmente el estado de aquellas iglesias. A fines del siglo ix hubo legad
distinto de todos los demás allí representados. Esperan de los delegados de missi en diversos lugares con misiones concretas. Gregorio VII
la Santa Sede una presencia y una actuación que trasciendan, sea cual fuere (1073-85) les encomendó tareas importantes ante el emperador
la indispensable competencia de los hombres que forman la delegación, los y los reyes. A los arzobispos de algunas sedes se les consideró
horizontes de sus restantes colegas. Si la participación de los laicos en las dele- luego legatus natus en su territorio. Las Nunciaturas permanen-
gaciones de la Santa Sede resulta frecuentemente beneficiosa, no es menos
cierto que nunca se insistirá bastante en la importancia que reviste la presencia tes comenzaron a fines del siglo xv, se configuraron en el xvi, bajo
del sacerdote en estas delegaciones. Una veintena de años de experiencia nos Gregorio X I I I (1572-85), y su desarrollo estuvo unido al poder
obliga a repetir algo que ya dijimos con ocasión de nuestra primera audiencia, temporal de los papas'. «Porque si es verdad que la diplomacia
cuando la Santa Sede nos hizo el honor de encomendarnos este empleo: «Lo pontificia ha tenido a través de los siglos, desde los primeros tiem-
que nuestros colegas esperan de nosotros es que seamos auténticos sacerdotes.»
pos, manifestaciones absolutamente independientes del poder tem-
H. PE RIEDMATTEN
1
Cf. I. Cardinale, Le Saint-Siege et la diplomatie, París, 1962, 21-34.
234 I. Martín / Presencia de la Iglesia cerca de los Estados 235

poral, es también cierto que del poder temporal ha recibido sus siderable, los nuncios trataban cuestiones políticas, comerciales y
formas estables. Fueron los asuntos temporales de la Iglesia los que militares relativas al territorio pontificio. Pero querer afirmar que
aconsejaron la institución de las primeras Nunciaturas permanen- entonces eran sólo ministros del soberano de los Estados de la Igle-
tes» 2. Pero sería erróneo creer que el derecho de legación lo posee sia significa no haber leído las instrucciones de la Secretaría de
el Pontífice sólo en cuanto jefe de Estado. Desde 1870 a 1929 la Estado... ni ninguno de los documentos sobre el carácter de su
Santa Sede careció de poder temporal y, no obstante, continuó ac- misión» 4 . La representación pontificia se basa, más que en la sobe-
tuando como persona internacional, permanecieron Nunciaturas y ranía territorial del Pontífice, en su soberanía espiritual como ca-
Embajadas, se firmaron concordatos y, a petición de las potencias, beza de la Iglesia, cuya misión —como recuerda la constitución
los papas dirimieron conflictos internacionales. El Código canónico conciliar Gaudium et spes, 43— «no es de orden político, económi-
reguló la legación pontificia (can. 265-270), pero el Concilio Vati- co o social», sino «de orden religioso». La personalidad internacio-
cano II ha decidido que «se determine estrictamente la función de nal o, mejor, supranacional de la Iglesia responde a la misión que
los legados del Romano Pontífice» y que éstos «se tomen en lo ha de cumplir en el mundo, recibida de su divino fundador. «La
posible, en mayor medida, de las diversas regiones de la Iglesia, de Iglesia católica y la Sede Apostólica —afirma el canon 100 del
forma que... presenten carácter verdaderamente universal» (decreto Codex— tienen la condición de persona moral por la misma orde-
Christus Dominus, 9 y 10). Respondiendo a estos deseos, Pablo VI nación divina.» La Iglesia, como corporación de los fieles, Pueblo
ha reordenado la representación pontificia mediante el tnotu proprio de Dios; la Santa Sede, como órgano que encarna la suprema auto-
Sollicitudo omnuim Ecclesiarum, de 24 de junio de 1969 3. ridad de la Iglesia. Por eso, «al Sumo Pontífice le compete el dere-
cho nativo e independiente de nombrar, enviar, trasladar y retirar
libremente a sus representantes, en conformidad con las normas del
II. FUNDAMENTO DE LA REPRESENTACIÓN PONTIFICIA
Derecho internacional, en cuanto concierne al envío y retirada de
los agentes diplomáticos» 5. En efecto, la misión del papa exige
Los legados del Sumo Pontífice pueden ofrecer un doble aspec- su presencia en todo el mundo. Su potestad sobre pastores y fieles
to: enviados de la suprema autoridad de la Iglesia y del soberano le obliga a procurar la unidad de unos y otros. Debe confirmar a
de un Estado íntimamente unido a ésta, pero distinto de ella. Am- sus hermanos, guiándolos y manteniéndolos unidos en nombre de
bos aspectos pudieron confundirse mientras existió el Estado Pon- Cristo. Debe procurar «un solo rebaño y un solo pastor» y anunciar
tificio, pero era imposible al desaparecer éste en 1870. Hoy cabe a todos constantemente a Cristo.
cierta vacilación al crearse por el Tratado de Letrán de 1929 el Es- Esto impone intensas relaciones entre el papa y el episcopado
tado de la Ciudad del Vaticano. «Es indudable que los nuncios re- de todas las iglesias y no basta la correspondencia epistolar, la vi-
presentan al papa también como soberano temporal y nadie niega sita de los obispo a Roma, la presencia en la Curia romana de obis-
crue durante el tiempo que gobernaba un Estado relativamente con- pos, sacerdotes y seglares de las más diversas naciones y la reunión
del Sínodo episcopal con obispos de todo el orbe. Además de esta
2
Monseñor J. B. Montini, discurso del 25-IX-1951, en «La Pontificia
comunicación periférica con el centro se necesita la presencia del
Accademia Ecclesiastica», Cittá del Vaticano, 1951, XXII-XXIX. Amplio re- pastor supremo en las iglesias locales, para confortarlas y aunarlas.
sumen en Cardinale, op. cit., 183-187; íntegro, en C. Calderón, Montini, papa, El progreso actual ha permitido que, en poco tiempo, el papa haya
Salamanca, 1963, 109-121. visitado lugares muy distantes y diversos, hecho que no cabe repe-
3
ASS 61, 1969, 473-484. Cf. F. Cavalli, II tnotu proprio «Sollicitudo
omnium Ecclesiarum»: «La Civiltá Cattolica» (1969), 34-43, y L. de Eche- 4
verría, Funciones de los legados del Romano Pontífice: «Revista Española P. Blet, Le antiche Nunziature: «L'Osservatore Romano», 2, VII, 1969.
5
de Derecho Canónico», vol. 24. 573-636. Motu proprio «Sollicitudo omnium Ecclesiarum», art. III.
236 I. Martín Presencia de la Iglesia cerca de los Estados 237

tir con frecuencia y duración. Es preciso, pues, que por sus repre- Si la diplomacia se estima el arte de triunfar por cualquier me-
sentantes en los países participe de la vida de los fieles insertándose dio —la astucia afortunada de Maquiavelo—, resulta impropia de
en ella y conozca de modo expedito y seguro sus necesidades y la Iglesia. Pero la diplomacia ha de ser el arte de crear y mantener
aspiraciones. Por ese mismo derecho inherente a su misión espi- el orden internacional y la paz, no por la fuerza o el equilibrio de
ritual, favorecido por acontecimientos históricos seculares, el papa intereses, sino por una responsable regulación. Va liberándose de
envía legados a la autoridad suprema de los Estados donde la Igle- formas caducas, y la mejor diplomacia es la que propone planes y
sia está presente. Porque Iglesia y Estado, sociedades soberanas e fórmulas más beneficiosas para el bien común y con valor universal.
independientes, han de servir a un sujeto común —el hombre— en Es, pues, institución más necesaria cuanto más inestable sea el orden
su fin sobrenatural y temporal, respectivamente, y por eso algunas internacional, para no caer bajo el imperio de fuerzas brutales cien-
de sus actividades son complementarias. tíficamente aptas para la destrucción. Así responde al espíritu de la
El bien de los individuos y de la comunidad internacional pos- Iglesia. Supone la representación de la autoridad soberana y ningu-
tulan un sincero entendimiento entre ambas potestades, para su na tan elevada como la del Sumo Pontífice, tan universal, tan capaz
mutua colaboración y evitar diferencias, en favor de la paz interna- de planes unitarios, de infundir generosidad de servicio, experiencia
cional, el orden interno y el progreso de los países. Ello implica y altura de fines. Puede servir de modelo por el ideal en que se basa
también la colaboración de la Iglesia con los organismos internacio- y al que aspira: la fraternidad universal. Los diplomáticos pontifi-
nales al servicio de la paz y al progreso. Resulta, pues, muy exacto cios deben defender los derechos de la Iglesia y también los dere-
el Tratado de Letrán cuando, en su artículo 2°, dice que Italia re- chos y necesidades del país al que van; no representan intereses
conoce la soberanía de la Santa Sede en el campo internacional opuestos, sino coincidentes, y han de servirlos sacrificadamente,
«como un atributo inherente a su naturaleza, en conformidad con conscientes de que representan a Cristo.
su tradición y con las exigencias de su misión en el mundo». Per- Piensan algunos que esta representación debiera ostentarla la
sonalidad y presencia internacional de la Iglesia por su misión y, jerarquía local o incluso seglares. Un enviado extraño, de ordinario
también, personalidad internacional de la Ciudad del Vaticano, na- italiano, desconocerá la idiosincrasia local y puede interferir la labor
cida de aquel Tratado como Estado bajo la soberanía del Romano del episcopado. Aunque la preparación técnica y espiritual recibida
Pontífice para garantizar su libertad en el gobierno de la Iglesia, en la Pontificia Academia Eclesiástica de Roma sea excelente, la
con derecho de legación activa y pasiva y un territorio neutral e in- pastoral es escasa y el boato diplomático incide en los representantes
violable como quedó bien patente durante la segunda guerra pontificios, que deben dar testimonio de pobreza, sobre todo en
mundial. países pobres.
No falta algo de razón. Mas para representar la misión espiri-
tual y pastoral del Sumo Pontífice ante las iglesias no cabe emplear
III. CARÁCTER DE LA REPRESENTACIÓN PONTIFICIA
seglares; éstos actúan como técnicos en los organismos internaciona-
La diplomacia pontificia responde al fin de la Iglesia. No ha de les donde la Iglesia colabora. Tampoco es prudente que eclesiásticos
gestionar intereses políticos, económicos o sociales, sino religiosos, representen al Estado ante la Santa Sede, ya que podrían suscitar
aunque a veces éstos pueden incidir sobre aquéllos. sospechas de deslealtad o de enfeudamiento político. La armonía
Quienes ven en ella una actividad ligada al poder temporal de entre la representación pontificia y la jerarquía local se dará al deli-
los papas han de considerarla anacrónica y ya innecesaria. Pero al mitar competencias y funciones, como ha hecho Pablo VI, según
distinguir Iglesia y Estado sus funciones, la Iglesia se reduce a de- deseo del Vaticano II. La diplomacia pontificia, como la Curia Ro-
fender los intereses religiosos ante el Estado y los medios para mana, se universaliza. No representando al Pontífice un eclesiástico
cumplir su misión espiritual con libertad. local, tanto la Iglesia del país como el Estado ven más viva la pre-
238 I. Martín Presencia de la Iglesia cerca de los Estados 239

sencia del papa, es más fácil el trato intersoberano y más difícil el 8. Encargado de negocios «ad interim». Sustituye al jefe de
riesgo de iglesias nacionales. La inexperiencia pastoral puede pa- misión ante la Iglesia local o el Gobierno, cuando aquél falta o se
liarse con formación adecuada, y el testimonio de pobreza, como ausenta temporalmente.
el sacrificio personal, tan comprobado, nacen también de la for- 9. Delegado. Jefe o miembro de misión cerca de un organis-
mación. mo internacional al que pertenece la Santa Sede o participante con
voto en una conferencia o congreso internacional.
10. Observador. Jefe o miembro de misión en organismo
IV. ORGANIZACIÓN ACTUAL DE LA REPRESENTACIÓN internacional al que no pertenece la Santa Sede o participante sin
PONTIFICIA derecho a voto en una conferencia o congreso.
El Sumo Pontífice nombra, envía, traslada y retira libremente
Al Sumo Pontífice le representan de manera estable en las di- a sus representantes según el derecho internacional. Cesan por cum-
versas naciones eclesiásticos, de ordinario, con dignidad episcopal. plimiento o revocación del mandato, renuncia aceptada por el pon-
La representación se ejerce sólo ante las iglesias locales o, a la vez, tífice, y, salvo disposición de éste, al cumplir setenta y cinco años,
ante éstas y los estados. También se confiere a eclesiásticos o se- pero no censan al quedar vacante la Sede Apostólica.
glares ante organismos internacionales, conferencias y congresos.
Veamos sus actuales clases y denominaciones.
V. MISIÓN Y ACTIVIDAD DE LA REPRESENTACIÓN PONTIFICIA
1. Delegado apostólico. Su legación, de naturaleza religiosa
y eclesial, se ejerce sólo ante la Iglesia local. De hecho, es muy con-
siderado por el Estado donde reside y sirve para iniciar la repre- a) Finalidad general
sentación diplomática ante éste. Así ocurrió durante la guerra civil Fin primario y específico de la misión del representante ponti-
española de 1936 ante el gobierno nacional. ficio es hacer más íntima y operante la relación entre la Santa Sede
2. Nuncio. A la legación anterior añade la diplomática ante y las iglesias locales. Debe interpretar la solicitud del papa por el
el Estado con el grado de embajador y el decanato del cuerpo diplo- bien del país y procurar celosamente la paz, el progreso y la colabo-
mático, según la norma del Congreso de Viena de 1815, renovada ación internacional, para el bien espiritual, moral y material de los
por la Conferencia de la ONU de 1961 en Viena. pueblos. Unido a los obispos locales, debe tutelar la misión de la
3. Pronuncio. Tiene igual representación que el nuncio, pero Iglesia y la Santa Sede ante el Estado. Así, los delegados apostólicos
sin el decanato del cuerpo diplomático. —sin representación diplomática— procurarán mantener amistosas
4. Internuncio. Representante igual que los dos anteriores, relaciones con éste. Según las instrucciones de la Santa Sede, siem-
pero de menor rango diplomático, equivalente a «enviado extraor- pre unido a los obispos locales y especialmente a los patriarcas
dinario y ministro plenipotenciario». orientales, procurará contactos con las comunidades cristianas y
5. Delegado apostólico y enviado de la Santa Sede cerca de un cordialidad con las no cristianas. Informará objetivamente a la San-
Gobierno. Representante propiamente dicho, que por especiales ta Sede de cuanto afecte a la Iglesia y al bien de las almas, del pen-
circunstancias se denomina así. Es el caso de la representación ante samiento de los obispos, clero, religiosos y fieles, sus propuestas
la República Socialista de Yugoslavia desde 1966. y peticiones, y trasladará a quien incumba las normas de la Santa
6. Regente. Representante estable, pero supletorio, sin rango Sede. Ejerce su misión guiado por el Cardenal Secretario de Estado
civil equivalente. Se dio con Yugoslavia desde 1945 a 1950. y ante él responde del mandato recibido del Sumo Pontífice.
7. Encargado de negocios con carta. Tiene, como el regente,
carácter estable, pero supletorio y de menor rango diplomático.
Presencia de la Iglesia cerca de los Estados 241

b) Actividades concretas 6. Organismos internacionales. Seguirá con cuidado los pro-


gramas de los organismos internacionales cuando no haya delegado
La misión del representante pontificio se especifica en las si- u observador permanente de la Santa Sede. Además debe: a) in-
guientes actividades: formar regularmente de la actividad de tales organismos; b) faci-
1. Nombramiento de obispos. Instruye el oportuno proceso litar, de acuerdo con el episcopado local, la colaboración entre los
canónico, comunica los candidatos a la Santa Sede y da su parecer institutos asistenciales y educativos de la Iglesia y las instituciones
coram Domino, valiéndose del juicio de personas prudentes, que análogas intergubernativas o no estatales; c) favorecer la actividad
guardarán secreto, respetando la competencia de las conferencias de las organizaciones católicas internacionales. Los delegados y ob-
episcopales, legítimos privilegios y régimen especial reconocido por servadores de la Santa Sede obrarán de acuerdo con el representante
la Santa Sede, en particular respecto a las Iglesias orientales y países pontificio del país.
de misión. 7. Jurisdicción y precedencia. La sede del representante pon-
2. Circunscripción eclesiásticas. Respetando la competen- tificio está exenta de la jurisdicción local. En su oratorio puede el
cia de las conferencias episcopales y la disciplina oriental, promoverá representante conceder facultad para confesar, ejercer sus propias
el estudio de la erección, división o supresión de circunscripciones facultades y celebrar el culto, respetando las disposiciones del
eclesiásticas y enviará a la Santa Sede las propuestas de las confe- territorio, e informando, si conviene, a la autoridad eclesiástica
rencias episcopales y su parecer personal. interesada. Con previo aviso al ordinario local, cuando sea posi-
3. Relaciones con los obispos. Ayudará y aconsejará frater- ble, puede bendecir al pueblo y oficiar, incluso pontificales, en
nalmente a los obispos locales, respetando siempre su jurisdicción. todas las iglesias del territorio de su legación. En éste precede a los
Considerando la suma importancia de las conferencias episcopales arzobispos y obispos, pero no a los cardenales y patriarcas orienta-
mantendrá con ellas relaciones íntimas, para ayudarlas. Asistirá a les. Sus derechos y privilegios se le conceden para que, usando pru-
la inauguración de sus reuniones y a cuantas sea invitado o mande dentemente de ellos, se manifieste mejor el carácter de su legación
la Santa Sede. Será informado del orden del día y recibirá copia de y resulte más fácil su servicio.
las actas, para conocerlas y enviarlas a la Santa Sede. Aparece claro que en la representación pontificia prevalece la
4. Relaciones con los religiosos. Aconsejará y asistirá a los finalidad espiritual de la Iglesia sobre toda otra consideración, para
superiores mayores del territorio, para promover y consolidar las el bien de las almas en todos los pueblos.
conferencias de religiosos y religiosas y coordinar su acción apostó- I. MARTÍN
lica, educativa, asistencial y social, según las normas de la Santa
Sede y de las conferencias episcopales locales. Lo mismo hará con
los Institutos seculares en cuanto les sea aplicable.
5. Relaciones con el Estado. Normalmente cultiva las rela-
ciones entre la Iglesia y el Estado teniendo como encargo propio y
peculiar obrar en nombre de la Santa Sede, para: a) fomentar las
relaciones con el Gobierno del país; b) tratar lo concerniente a las
relaciones entre Iglesia y Estado; c) ocuparse de la estipulación de
acuerdos referentes a la esfera del derecho público. Según lo per-
mitan las circunstancias, pedirá el parecer de los obispos locales a
los que mantendrá informados.

16
Los Concordatos y el Derecho Internacional 243

llevado a cabo bajo toda clase de formas, pero el Concordato es


quizá una de las más importantes.
El Concordato se hacía realmente con una finalidad determina-
da, como ya lo dijo Pío XII: «La Iglesia busca en los Concordatos
la garantía jurídica y la independencia necesaria para su misión» 2 .
LOS CONCORDATOS Y EL DERECHO INTERNACIONAL:
Esta aspiración aparece claramente en los artículos introductorios
VALOR E INFLUJO
de los Concordatos. Así, en la mayoría de los anteriores a 1929 se
acentúa el derecho de que la religión católica podrá ser profesada
Quizá sea una empresa arriesgada escribir sobre los Concordatos libremente en el país concordatario. En el Tratado de Letrán se
en el momento actual. Está desarrollándose una nueva visión de la reconoce, a plano internacional, la soberanía tanto del Estado Vati-
Iglesia y de la sociedad. Esto lleva consigo también consecuencias cano como de la Santa Sede. Lo cual se repetirá en más Concorda-
en relación con determinadas estructuras e instituciones, entre las tos. En el firmado con Polonia (1940) se reconoce además la per-
cuales los Concordatos no constituyen ninguna excepción. Algo de sonalidad jurídica de la Iglesia sin ulterior determinación, lo cual
esto podemos descubrir en lo que se dice y escribe en torno a una debe entenderse como teniendo fuerza internacional. En el Concor-
posible revisión de los Concordatos en España y en Italia. dato firmado con España (1953) y en el de la República Dominica-
na (1954) se habla de la Iglesia católica como societas perfecta, lo
La finalidad del presente artículo no es, sin embargo, emitir
cual significa que tanto la Iglesia como el Estado son soberanos en
un juicio sobre los Concordatos. Queremos sencillamente reflexio-
su propio terreno; con otras palabras: significa el reconocimiento
nar sobre la pregunta: ¿qué lugar ocupan los Concordatos en las
de la plena independencia de la Iglesia tanto dentro del Estado como
relaciones jurídicas internacionales partiendo del lugar que ocupan
a nivel internacional. En el Convenio con Venezuela (1964) se
en el país concordatario? Para responder a esta pregunta pensamos
reconoce a la Iglesia como persona jurídica de carácter público,
hablar de un punto concreto, a saber, del matrimonio. A través
mientras que en el modus vivendi establecido con Túnez (1964)
de esto podremos ver el influjo de los Concordatos en la legislación
se dice que la Iglesia posee allí personalidad jurídica en el derecho
civil y en el ordenamiento público, dentro y fuera del país concor-
privado.
datario. Al mismo tiempo señalaremos algunas tendencias que pue-
den determinar, en nuestros días, el valor de los Concordatos. Estos y otros textos nos muestran cómo, de diferentes mane-
ras, la Iglesia se ha esforzado en buscar un reconocimiento de su
independencia y cómo ha querido sancionar ésta en un tratado ofi-
cial. En razón del reconocimiento de la Iglesia en este nivel debe
EL CONCORDATO: UN TRATADO INTERNACIONAL
colocarse al Concordato en paridad con un tratado internacional.
Lo cual viene corroborado todavía por el hecho de que en el Con-
La definición de un Concordato, según ha sido dada por el pro- cordato se remite al Derecho Canónico como a un orden jurídico
fesor H. Wagnon, dice así: «Un convenio firmado entre la autori- propio. Y cuando en él se señala que determinados «asuntos» se
dad eclesiástica y la civil para regular las relaciones mutuas en los regirán solamente por el Derecho Canónico, entonces este derecho,
diversos 'asuntos' en los cuales ambas se encuentran mutuamente» 1. en cuanto tal, se acepta en el Derecho privado internacional del
Ha existido siempre un empezó de parte de la Iglesia y de diferen- país concordatario, ya que, como dice Mr. I. H. Hijmans: «El De-
tes Estados en regular los puntos de contacto común. Esto ha sido
2
1 Pío XII, en su discurso pronunciado ante los juristas italianos el 6 de
H. Wagnon, Concordáis et droit International, Gembloux, 1935, p. 23. diciembre de 1953; incluido en AAS 45 (1953), 802.
Los Concordatos y el Derecho Internacional 245
244 A. de Jong

recho privado internacional es una parte del Derecho privado, y cordatario se da una conexión de elementos canónicos y civiles, pero
ciertamente, más en concreto, del Derecho privado nacional. ellos quieren poner de relieve, ante todo, que es el Estado quien,
Prescindiendo de la fuente jurídica de la que provenga —pro- en definitiva, determina esta forma de matrimonio. De un modo
ceda o no de un tratado—, forma siempre en cada Estado una parte especial Grisostomi Marini pone el acento en esto. En consecuen-
del Derecho del mismo.» 3 Además, debemos tener bien presente cia, ve el matrimonio concordatario como «una institución unitaria
que en todos los Concordatos se trata del mismo Derecho Canó- y homogénea en cuanto ésta ha sido sancionada en la ley civil» 4 .
nico. Derecho que procede del orden jurídico soberano de la Iglesia, Y así la ley italiana, según él, incluso después del Concordato, cono-
ya se trate actualmente de España ya de Italia. Y tampoco podemos ce en realidad una única forma de matrimonio como institución
olvidar la definición de Concordato dada anteriormente: se trata jurídica: el matrimonio civil, regulado por el Estado. Lo más llama-
de la regulación de «asuntos» en el país concordatario. Así que no tivo de esta corriente es, tal vez, que estos autores prácticamente
es cosa de extender a toda la Iglesia aquello que se determina en alegan solamente el texto de la ley civil. Así M. Spatafora escribe,
el Concordato, si bien es cierto que estas determinaciones, en virtud por ejemplo: «Con la ley del Concordato no se ha otorgado al ma-
del Derecho privado internacional, pueden tener fuerza también trimonio, regido por el Derecho Canónico, la posibilidad de produ-
fuera del país con quien se realiza. cir efectos civiles, sino a un determinado tipo de matrimonio que
está señalado en el artículo 5.° de la ley del 27 de marzo de 1929» 5 .
Algo totalmente distinto escuchamos de autores como P. D'A-
EL «MATRIMONIO CONCORDATARIO» * vack, G. Badii y Schiappolo. Estos dicen: el matrimonio concor-
datario es el matrimonio canónico que ha sido incluido en la nueva
Esto último nos lleva a la consideración del «matrimonio con- ley del Concordato y el Estado regula solamente los efectos mere
cordatario», ya que se trata aquí de una regulación, en el país del civiles. Por tanto, rechazan expresamente también el matrimonio
Concordato, que tiene consecuencias que sobrepasan las fronteras concordatario como una institución propia.
del mismo. En la mayoría de estos autores aparece de nuevo la opinión de
La primera pregunta que debemos plantearnos es: ¿qué es en Desjardin: «El Estado considera el matrimonio canónico como un
realidad el «matrimonio concordatario»? Al tratar de buscar una hecho que existe independientemente del Estado. Este hecho ha
respuesta nos encontramos con un enmarañado conjunto de opi- sido declarado por la Iglesia al Estado y éste le adjudica los efectos
niones, sobre todo en Italia. Esta mezcla de opiniones es caracterís- civiles» 6. Y Colella escribe lo siguiente: «Tanto del artículo 34 del
tica del valor atribuido al Concordato y, al mismo tiempo, del in- Concordato como de las normas de la ley matrimonial se sigue que
flujo que el mismo tiene en estos países. el Estado y la Iglesia no han querido crear ninguna forma nueva
Así encontramos en Italia una doble corriente: algunos autores de matrimonio, sino que, al fijar una determinada forma, han esta-
dicen que con el Concordato ha surgido una institución matrimo- bilizado el matrimonio canónico que, dado que ha sido incluido en
nial totalmente nueva, y la mayoría de ellos afirman que esto ha nuestro ordenamiento jurídico, puede causar efectos civiles»7.
sido querido por el Estado. Otros lo niegan. 4
A. Grisostomi Marini, II diritto matrimonióle nelle recenti dispozizioni
Entre los primeros se destaca ante todo el lugar predominante legislative, Roma, 1929, p. 32.
5
que tiene el Estado. Es cierto, dicen, que en el matrimonio con- M. Spatafora, Sulla pretesa extraterritorialitá della disciplina concorda-
taria del matrimonio: «Democrazia e Diritto», 2 (1960), 96.
6
3
I. H. Hijmans, Algetnene Problemen van Internationaal Privaatrecht, R. Desjardins, Le mariage en Italie depuis les Accords de Letran, París,
Zwolle, 1937, p. 12. 1933, p. 58.
7
* Con este término designamos aquí el matrimonio celebrado según las P. Colella, Considerazioni in tema di trascrizione del matrimonio canó-
disposiciones existentes en un país de Concordato. (N. del T.) nico: «II Monitore dei Tribunali» (1960), 277.
246 A. de Jong Los Concordatos y el Derecho Internacional 247

Tampoco en los Concordatos de España, Portugal y la Repúbli- corresponde a la Iglesia cuando se refiere a un matrimonio con-
ca Dominicana, para limitarnos a éstos, encontramos ninguna huella cordatario.
del reconocimiento de una nueva institución de matrimonio. Con- Esto implica, concretamente, lo siguiente: es evidente que
tinuamente se remite al matrimonio que ha sido contraído según todos los habitantes católicos de un país en donde existe un Con-
las leyes del Derecho Canónico y ha sido transcrito según las de- cordato pueden contraer allí libremente matrimonio concordatario.
terminaciones dadas. En España, no obstante, están obligados a ello, dado que en el
En España hay unanimidad evidente sobre este punto. Pero artículo 34 del Código de Derecho Civil se dice: «El matrimonio
aquí existe otro problema, a saber, que los bautizados católicos debe ser contraído canónicamente cuando por lo menos uno de los
están obligados acontraer matrimonio canónico, a no ser que de- contrayentes profesa la religión católica.» Cuando ninguno de los
muestren que han roto con la Iglesia católica. Esta obligación no contrayentes profesa la fe católica se permite el matrimonio civil.
dimana del texto del Concordato mismo, sino de la legislación civil. En los restantes países se puede escoger.
Aunque es cierto que el influjo del Concordato en la legislación Esta elección es también para los «extranjeros» que se encuen-
civil y el orden público es claramente visible en España. tran en un país concordatario, y ello en virtud del principio locus
Partiendo de todos estos datos creemos poder responder a la regit actum que se encuentra en el Derecho privado internacional,
pregunta ¿qué es en realidad el matrimonio concordatario? de la con la condición de que no existan impedimentos según la ley na-
siguiente manera: «Es el matrimonio canónico o eclesiástico, regido cional de los contrayentes. Lo mismo vale también para los italia-
por las leyes canónicas y rodeado de determinados requisitos que nos, los portugueses y los españoles que quieran contraer matri-
han sido fijados por la Iglesia y el Estado en el país del Concordato, monio concordatario en un país que no sea el del Concordato.
y en virtud de los cuales dicho matrimonio causa efectos civiles al Ahora bien: ¿qué pasa cuando ellos quieren contraer matrimo-
igual que el matrimonio civil.» nio en un país no concordatario en el cual es obligatorio el matri-
Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿cuál es la validez o el monio civil? En la Embajada o en el Consulado de ese país pueden
alcance de este matrimonio dentro y fuera del país concordatario? contraer matrimonio concordatario, pero ¿fuera de esos lugares?
Anteriormente hemos visto que los Estados concordatarios no Para los italianos la única posibilidad será el matrimonio civil. Los
sólo garantizan el libre ejercicio de la religión, sino también que la portugueses, según su Derecho privado internacional, pueden tam-
Iglesia, tanto legal como jurisdiccionalmente, puede ejercitar libre- bién contraer matrimonio canónico en un país no concordatario con
mente su poder espiritual con relación a sus miembros. Y, cierta- transcripción al Consulado. Este matrimonio se reconoce en su país,
mente, con su orden jurídico y legislación propios, puesto que, como incluso cuando no lo reconozca el país en donde se ha celebrado,
dice el profesor H. Wagnen, «todos los países concordatarios con- pero además pueden escoger la forma del matrimonio según la lex
sideran el Derecho Canónico que dimana de la soberanía de la loci. Los españoles no tienen esta última libertad si profesan la fe
Iglesia católica como un orden jurídico especial e independiente» 8 . católica. Para ellos sigue valiendo, incluso en el extranjero —según
De esta manera, las palabras «regido por el Derecho Canónico» el artículo 9.° del Código de Derecho Civil—, el que tienen que
tienen un significado especial, pues aplicadas al matrimonio con- contraer matrimonio canónico. Un matrimonio civil, según la lex
cordatario significan que este matrimonio no sólo está regido por loci, no les es posible, a no ser que abjuren de su fe. Aquí vemos
las leyes canónicas en cuanto a la forma de celebración del mismo, un conflicto entre los diferentes órdenes jurídicos.
sino también que la competencia jurídica, en virtud de estas leyes, La segunda consecuencia que se deriva del reconocimiento de
la jurisdicción propia de la Iglesia en el Concordato lleva consigo,
!
H. Wagnon, Le caracíére spirituel des concordáis: «L'Année Canonique»,
sin embargo, más conflictos en las relaciones jurídicas internacio-
VII (1962), 103. nales. Y ello porque en la mayoría de los Concordatos se determina
248 A. de Jong Los Concordatos y el Derecho Internacional 249

que solamente los tribunales eclesiásticos están capacitados para civiles relativas a los matrimonios concordatarios, porque —según
juzgar sobre la invalidez o la nulidad de un matrimonio concorda- estos países— en virtud del Concordato, de la ley civil correspon-
tario, por consiguiente, con exclusión de los tribunales civiles don- diente y de Derecho privado internacional, tales matrimonios con-
dequiera que sea. Esto se declara explícitamente en los textos de cordatarios no pueden ser disueltos nunca por el divorcio. La com-
los Concordatos y en las leyes civiles de Italia, España y Portugal. petencia jurídica sobre los mismos pertenece exclusivamente a los
Es evidente, con todo, que no se reconoce siempre este princi- tribunales eclesiásticos, donde quiera que estos se encuentren. Ade-
pio en los países no concordatarios. En Francia, por ejemplo, existe más, porque este matrimonio está regido por las leyes canónicas.
una fuerte tendencia a declarar la lex fori competente en todos los
casos si los cónyuges tienen su residencia en el país. En este caso,
por tanto, se concederá el divorcio a un matrimonio concordatario VALOR, INFLUJO Y ALGUNAS TENDENCIAS
de dos talianos. Hay también, sin embargo, tribunales que se decla-
rarán incompetentes en cuanto al matrimonio de dos extranjeros, Esta reflexión sobre el matrimonio concordatario nos ha llevado
y si se refiere a un matrimonio concordatario respetarán las leyes ya a señalar frecuentemente que los Concordatos han tenido un
canónicas. En Bélgica, según el artículo 1.° de la ley del 27 de influjo importante en el orden jurídico del país en cuestión, en
junio de 1960, dos casados subditos de un país concordatario no especial en lo que atañe al matrimonio. Lo han tenido también en
podrán obtener el divorcio; el juez se deberá declarar incompetente, las relaciones jurídicas internacionales por el hecho de que deter-
incluso cuando se trate de separación de tálamo y mesa, ya que esta minadas decisiones han sido recogidas en el Derecho privado inter-
declaración —según su ley nacional— está reservada a los tribuna- nacional del país concordatario. Esto se ve muy claro en el caso de
les eclesiásticos. En Holanda, finalmente, según los Tratados de La España, en donde la ley civil fue revisada después de haberse fir-
Haya de 1902, vale esto mismo para los italianos y portugueses mado el Concordato y en forma que el matrimonio civil fue subor-
que han contraído matrimonio concordatario. En cuanto a los espa- dinado al matrimonio canónico. También en Italia se observa algo
ñoles, sin embargo, el juez holandés podrá declararse competente, parecido, incluso en nuestros días.
a no ser que tenga en cuenta el artículo 6.° del Proyecto Unifor-
Este influjo no se puede negar y tiene además un cierto valor
me de ley de 1951.
en sí mismo, ya que la finalidad de los Concordatos ha sido siempre
A pesar de todo, cuando los cónyuges posean diferente nacio-
crear una garantía para la predicación y la vivencia libre de la fe.
nalidad, en Francia y Bélgica se aplicará siempre la lex fori con
Esta libertad interesa también en nuestros días. Así, en el Concilio
relación a aquellos que estén en posesión de la nacionalidad fran-
Vaticano II se dijo: «La libertad de la Iglesia es un principio fun-
cesa o belga respectivamente, prescindiendo de que sean deman-
damental en las relaciones entre la Iglesia y los poderes públicos
dantes o demandados. En Holanda, con razón, parece que va a valer
y todo el orden civil.» Y esta libertad «debe reconocerse como un
más la nacionalidad efectiva como punto de contacto y, por tanto,
derecho y sancionarse en el ordenamiento jurídico» 9 .
no será, por ejemplo, la nacionalidad holandesa de la mujer la que
decida la cuestión en todos los casos. En los tres países nombrados Evidentemente, se nos presenta la pregunta: ¿debe esto reali-
no se tiene en cuenta, sin embargo, el carácter específico del ma- zarse actualmente por medio de Concordatos? ¿No debe regularse
trimonio concordatario, cuando éste ha sido contraído por dos más bien la relación entre Iglesia y Estado dentro del país mismo
subditos de estos países en un país concordatario. y ciertamente entre la Conferencia episcopal y el Gobierno corres-
De esta forma, por consiguiente, pueden surgir conflictos entre
el orden jurídico de los países concordatarios y el de los que no lo 9
Vaticano II, Declaración sobre la libertad religiosa, Edic. esp., Con-
son, ya que aquéllos no reconocen las sentencias de los tribunales cilio Vaticano II, Constituciones, Decretos, Declaraciones: BAC, pp. 697-98.
250 A. de Jong

pondiente? Para un estudio más detenido de esta cuestión remiti-


mos al artículo del profesor Alexander Hollerbach 10.
Además, en nuestro tiempo, el valor de un Concordato se pone
un tanto en duda debido a una visión distinta de la Iglesia y del
Estado, visión que difiere bastante de la que se tenía en el tiempo
en que fueron firmados los diferentes Concordatos. Por eso es com- RELACIONES MODERNAS ENTRE LA IGLESIA Y EL
prensible que tanto en la Iglesia como en los diversos Estados se ESTADO: SÍNTESIS DE LAS NUEVAS PLANIFICACIONES
alcen voces pidiendo una revisión de los Concordatos, voces que A LA LUZ DEL VATICANO II Y LOS TIEMPOS ACTUALES.
llegan sobre todo de la Iglesia, en donde se desea una revisión CRITICA DE ESTAS PLANIFICACIONES
según el espíritu del Concilio Vaticano. Esto traerá consigo conse-
cuencias que llegarán muy lejos si pensamos solamente en los ac- En realidad, las relaciones entre la Iglesia y el Estado sólo pue-
tuales artículos introductorios de los Concordatos y en un texto del den ser estudiadas con cierta seriedad en el período histórico que
Concilio Vaticano II: «Si, en atención a las peculiares circunstan- llamamos Edad Moderna. Esto se fundamenta, a mi entender, en
cias de los pueblos, una comunidad religiosa es especialmente re- dos razones: 1) El Estado es una concreción jurídico-política mo-
conocida en la ordenación jurídica de la sociedad, es necesario que derna, y el sentido de relatividad propio de las concepciones esta-
al mismo tiempo se reconozca y respete el derecho a la libertad en tales, sujetas muy intensamente a la dinámica histórica, rompe nece-
materia religiosa de todos los ciudadanos y comunidades religio- sariamente las concepciones abstractas que nos ofrecían las doc-
sas» M. trinas clásicas (insertas también en no pocos «Manuales» de nuestra
Queremos concluir dando, una vez más, la definición de Con- época). 2) Por otra parte, también en la época moderna la Iglesia
cordato: «Un convenio firmado entre la autoridad eclesiástica y la tiene que aceptar un problema de «relaciones» que no se basan en
civil para regular las relaciones mutuas en los diversos 'asuntos' en la única fe de los componentes de la comunidad política. En el
los cuales ambas se encuentran mutuamente.» Esto suena un tanto fondo, la concepción clásica era tanto una fictio de política histó-
«cosificado», como asunto de negocios, pero quien tenga los ojos rica como una pervivencia en la sociedad cristiana de antiguas con-
abiertos a la realidad —teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, cepciones religioso-políticas.
a pesar de los diferentes conflictos y de la posible revisión en pers-
pectiva— no podrá negar el valor y el influjo de un Concordato
dentro y fuera del país concordatario. «NACIONALIZACIÓN» DEL FENÓMENO RELIGIOSO
A. DE JONG
Este último punto requiere una somera reflexión. El fenómeno
religioso, de un modo u otro, ha tenido siempre expresiones socia-
les. Y estas manifestaciones quedaban ligadas al sentido conviven-
cia! de un determinado pueblo. El carácter territorial o étnico de
una religión servía también como lazo de cohesión de un pueblo.
En términos modernos se podría hablar de «nacionalización» de las
10 manifestaciones religiosas. Además, otro rasgo genérico y de espe-
Profesor doctor A. Hollerbach, Die neue Entwicklung des Konkordats-
recbis: «Jahrbuch des bffentlichen Rechts der Gegenwart», N. F. 17 (1968), cial relevancia consistía en la falta de claridad en la distinción de lo
118-163. típicamente temporal o político y lo religioso. Ahora bien: el uni-
" Vaticano II, cf. supra, p. 688. versalismo de la Iglesia, así como su radical unidad, se enfrentan
252 ]. Calvo Otero Relaciones entre la Iglesia y el Estado 253
en una primera época con tal problema y tratan de separar lo po- concreto ya había sido objeto de intensos debates por parte de la
lítico de lo religioso —en el plano de las formulaciones de poder- Comisión teológica, sobre todo por su confrontación con las líneas
obendiencia— uniendo ambas esferas en la conciencia de los cris- fundamentales de la doctrina presentada para el documento acerca
tianos. Esto significó notables dificultades, tanto doctrinales como de la libertad religiosa. El problema surgía hiriente al mantener
prácticas. —implícitamente— la tesis de la tolerancia en un documento y la
Sin embargo, en el desarrollo de la Iglesia en el mundo se en- de la libertad genérica en otro. Es bien conocido el hecho de la
cuentran siempre rasgos de aquella natural nacionalización del fe- exclusión total de este capítulo en la redacción final de la Consti-
nómeno religioso en tensión con la universalidad propia de la Re- tución De Ecclesia. Quedaría, a lo sumo, una ligera indicación en
dención. Hasta tal punto, que se llegó a fundir en el ideal de un el n. 36, que no hace más que una referencia a la necesidad de que
doble universalismo —político y religioso— de carácter cristiano, los cristianos armonicen en su conducta el complimiento de los
que era en cierto modo una superación de las concepciones primi- derechos y obligaciones que le corresponden por su pertenencia a
tivas, al mismo tiempo que una radicalización de las mismas. Es elo- la Iglesia y a la sociedad humana, distinguiendo bien ambas esferas.
cuente señalar que al romperse definitivamente el ideal de unidad Pero de la Iglesia como institución referible a la sociedad humana
político-religiosa, surgen los antiguos criterios con expresiones ta- organizada no se ha dejado ninguna huella en la Constitución
jantes o tecnificadas: cuius regio, eius et religio. Lumen gentium, al menos de un modo explícito.
La evolución posterior de las ideas —y de la vida práctica— ha Sin embargo, no por ello el Concilio omitió en forma absoluta
derivado en una interesante presentación del tema en el momento tal cuestión. Al contrario, afronta el tema en la Constitución Gau-
actual. De una parte, se debe señalar el influjo global del libera- dium et spes de modo directo: «Communitas política et Ecclesia»
lismo, con su núcleo tan positivo (aunque no lo hayan sido todas (n. 76). Es notable destacar el cambio en la utilización del término
sus consecuencias) de respeto al individuo, y de otra parte, las ex- «comunidad política» en lugar del más usual «Estado». No es ajena
presiones de carácter colectivista en sus múltiples manifestaciones. la marginación de la palabra «Estado» a una concepción de la vida
De algún modo se ha logrado una síntesis a través de la persona pública de los hombres más dinámica y fundamental y menos orga-
humana como centro de atribución de ambas vertientes (individua- nicista o tecnificada por las diversas tendencias político-constitu-
lidad y colectividad) del hombre. Y lo que es más importante: esta cionales. (Sin embargo, sustantivamente es lo mismo lo que se pro-
tendencia es justamente la que configura las planificaciones sociales pone la doctrina del Concilio, puesto que la realidad política está
de nuestro tiempo y lo que se trata de reflejar en las modernas configurada de modo prevalente por «Estados».) En este texto se
Constituciones. Este relevante dato ha sido tenido en cuenta por la expresan principios generales: la independencia y autonomía de la
Iglesia en el momento actual, a la vez que sirve para orientar el Iglesia y de la Comunidad política; servicio de ambas a la vocación
inmediato futuro. personal y social de la persona humana; eficacia de una sana coope-
ración entre ambas, atendiendo a las circunstancias de lugares y
tiempos.
EL TEMA IGLESIA-ESTADO EN EL VATICANO II Finalmente, está recogida en la Declaración Dignitatis humanae
una rica doctrina, hasta cierto punto innovadora al menos en su
En el esquema propuesto inicialmente para la discusión con- formulación. La referencia más directa se encuentra en el n. 13:
ciliar en torno a la Constitución De Ecclesia, que tras muchas «La libertad de la Iglesia es el principio fundamental en las rela-
vicisitudes y radicales cambios derivó en la Constitución Lumen ciones entre la Iglesia y los poderes públicos y todo el orden civil.»
gentium, se incluía un capítulo (el IX) titulado «De relationibus Como argumentos de legitimidad se aduce tanto la autoridad espi-
inter Ecclesiam et Statum». La fijación del esquema en este punto ritual que la Iglesia posee a Christo Domino constituía, como el
254 J. Calvo Otero Relaciones entre la Iglesia y el Estado 255

hecho de ser una societas hominum con el derecho de actuar según presentaría ningún obstáculo que atentase contra la libertad de
los principios cristianos. En el plano práctico, alcanza la Iglesia la opción y actuación del individuo, con el respeto, siempre latente,
libertad necesaria —y una condición estable de derecho y de he- debido al orden público.
cho— allí donde rige la libertad religiosa, por lo que se indica que b) Un reconocimiento explícito, que sólo puede realizarse en
existe una «concordia entre la libertad de la Iglesia y la libertad situaciones concretas. Es decir: una toma de posición de diverso
religiosa que debe reconocerse como un derecho de todos los hom- rango (acuerdo bilateral, inclusión de cláusula constitucional, de-
bres y comunidades y sancionarse en el ordenamiento jurídico» claración de principios, reconocimiento peculiar, etc.), ya no por
{n. 13). Esto reporta bienes no sólo para la Iglesia, sino que también la comunidad política en general, sino por la expresión organizativa
es valioso ad bonum ipsius terrenae civitatis. y jurídica de la misma. Esto plantea inexorablemente la inclusión
De esta esquemática presentación de los documentos del Con- de circunstancias de lugar y tiempo —como coordenadas de la vida
cilio, se puede entresacar un doble criterio de gran importancia para humana— a las que alude el Vaticano II. En este caso, se puede
las modernas planificaciones de relación Iglesia-Estado. De una dar lugar a objeciones por parte de algún sector de ciudadanos que
parte, se afirma en el orden individual una distinción de esferas no participen de esos criterios religiosos de contenido personali-
—temporal y trascendente o eclesial—, que deben ser armonizadas zado^ o bien a una objeción más radical de quien no acepte como
en cada cristiano. Por otra parte, se indica también una separación pertinente al Estado una legitimación positiva de una confesión
en el nivel institucional, a la par que una llamada a una eficaz cola- religiosa si conlleva una adhesión del Estado mismo. Así, pues,
boración. Estos dos planos —personal e institucional— son puestos caben dos posiciones en tal reconocimiento: el de positivizar la
de relieve aisladamente; y será clarificador el interrogante siguien- legitimidad de la Iglesia y sus manifestaciones publicistas o tam-
te: ¿son paralelos, o tienen algún punto de convergencia, sobre todo bién verificar una adhesión oficial a la misma (este aspecto será
al intentar una formulación más exacta o jurídica? analizado más adelante).
2. La otra dificultad se apoya en el hecho de la existencia
reconocida formalmente del pluralismo en la sociedad actual. Plu-
ÁMBITO PERSONAL E INSTITUCIONAL ralismo que, en nuestro caso, afecta a la vertiente religiosa del hom-
bre; pero que tiene multitud de expresiones. El paso de este dato
La relatio relationum cristiano-comunidad política e Iglesia- externo de pura verificación sociológica a un plano de fundamenta-
comunidad política alberga una doble dificultad en el momento ción filosófico-jurídica y de valoración ética o teológica es muy
presente: importante. En el orden de la sensibilidad peculiar del hombre de
1. La libertad y responsabilidad de la persona humana puede hoy para enjuiciar este hecho es preciso señalar la impronta de res-
observarse como vulnerada si se ofrecen unas relaciones a nivel ins- peto a la conciencia individual, que puede resaltarse como carac-
titucional y positivo (o jurídicamente realizadas) entre la Iglesia y terística. No obstante, esto exige una profundización: no parece
la comunidad política, que podrían ser de dos tipos (no excluyentes adecuado hacer derivar de aquí una tutela al error, ni siquiera al
el uno del otro, pero sí aislables): a) un planteamiento genérico, hombre que está equivocado (con personal rectitud, sin embargo).
prácticamente según está expresado en el n. 76 de la Constitución Más bien es defendible el derecho de la misma verdad a ser admi-
Gaudium et spes. Lo fundamental no excedería de la acción libre tida sin reparos y sin más «coacción» que la representada por su
de las realidades temporales —logradas a través de la comunidad íntima fuerza. La justificación del equivocado está más allá de él
política— y de las realidades sobrenaturales —radicadas en la Igle- mismo; es la verdad misma la portadora del derecho, no para que
sia—, con un reconocimiento tácito de su interdependencia en se tolere al equivocado, sino para que ella pueda ser rectamente
orden al servicio a la persona humana. Bajo esta formulación, no se entendida y acogida. Desde este punto de vista, el pluralismo reli-
256 J. Calvo Otero Relaciones entre la Iglesia y el Estado 257

gioso viene reconocido por la Iglesia con un profundo sentido his- nidad religiosa es especialmente reconocida en la ordenación jurí-
tórico y como parte o forma manifestativa de su verdad. Sería exce- dica de la sociedad, es necesario que al mismo tiempo se reconozca
sivamente acomodaticia e insuficiente una razón de oportunismo, y respete el derecho a la libertad en materia religiosa de todos los
que contrastase con una posición teológica y jurídica distintas. La ciudadanos y comunidades religiosas.» Esta ruptura con el prin-
famosa cuestión de la tesis rígida y la hipótesis circunstanciada de cipio genérico del puro y simple reconocimiento de la libertad re-
los tratados tradicionales de Derecho Público Eclesiástico ha sido ligiosa es tan sólo aparente. Entra en juego la situación histórica
siempre objeto de crítica, sobre todo por la inadecuación de lo concreta de una determinada sociedad, que se debe tener en cuenta
realmente observable y lo que se ofrece como solución. Y no parece para —sin pugnar con lo esencial— mantener un equilibrio entre
poder aplicársele simplemente la tensión entre el deber ser y el ser, lo que se legisla y lo que se vive en cada sociedad. Las leyes tienen
que nos obligaría a continuar en el plano de la teoría, al menos, la —deben tener— padre y madre: legislador y vivencias sociales.
validez de aquella distinción. La unicidad de enfoque fundamental Pero esto no trunca el principio general, sino que da simplemente
es más coherente, y es el cambio que hoy se debe ofrecer. entrada a otro, más propio de los intereses políticos —legítima-
mente tutelables— que de una presentación doctrinal paralela a
la anterior. Además, este segundo aspecto es condicional, mas no
SÍNTESIS DE LAS PLANIFICACIONES adversativo; debe quedar sujeto a la dinámica histórica y a la pru-
dencia legislativa.
A tenor de la doctrina del Vaticano II, son aceptadas como C) Situaciones anormales:
normales las siguientes relaciones Iglesia-Estado: 1. El no reconocimiento de la connaturalidad de las expre-
A) Reconocimiento genérico: bajo el principio de libertad siones religiosas de la vida personal y social de los hombres y su
religiosa, positivizado en la legislación civil, la Iglesia puede man- tutela jurídica.
tener el nivel de autonomía que reclama para sí por divina constitu- 2. El silencio acerca de este tema por parte del legislador.
ción y por la misma estructura personal y social de su manifesta- Aunque no sea esencial la garantía positivizada en la legislación,
ción histórica. En este aspecto, en el plano civil, coexiste —real o no parece ser un criterio político aceptable el absentismo en un
posiblemente— con otras confesiones religiosas. Al Estado no le tema de tanta repercusión social.
corresponde más que tutelar esa libertad de sus ciudadanos y sub- 3. La persecución declarada o tácita. Tiene una explicación
vencionar —en todo caso, atendiendo a la justicia distributiva— en ciertas concepciones de la vida humana que, en base a un pre-
en los varios órdenes de consecución de finalidades de interés públi- juicio o a un verdadero juicio acerca del progreso social, consideran
co que le proporciona cada grupo religioso. Al mismo tiempo, se a la religión como fenómeno contrario o paralizante del necesario
debe afirmar un derecho por parte del Estado a tutelarse también esfuerzo humano en orden al progreso. Esto ofrece —con un ca-
a sí mismo, cuidando que el núcleo de influencia social del fenómeno rácter más grave y menos justificable— la misma dificultad que la
religioso no pugne con el recto orden público, ni rompa la legítima declaración estatal de la confesionalidad legislativa, no por criterios
autonomía (en el plano de las realizaciones, no de su fundamenta- de concepción de la vida pública de una sociedad concreta, sino
ción y última finalidad) del orden temporal. Esto no debe impedir por erigirse en juez de la verdad del destino del hombre.
que se exprese la doctrina sobre la ordenación de la sociedad que 4. La aceptación o adhesión jurídica a una confesión religio-
puedan tener las comunidades religiosas. sa, en detrimento de la legitimidad de las expresiones privadas y
B) Reconocimiento peculiar: es bien conocido el párrafo con- públicas de las demás. Es más hiriente cuando se realiza con el fin
dicional del n. 6 de la Declaración Dignitatis humanae: «Si, en de utilizar la fuerza social de tal confesión religiosa para intereses
atención a las peculiares circunstancias de los pueblos, una comu- políticos, al menos discutibles u opinables en sí mismos. A la larga,
17
258 J. Calvo Otero Relaciones entre la Iglesia y el Estado 259
es la sociedad quien padece esta anormalidad: malo es para la po- manifestaciones, el por qué de su existencia. Sintéticamente, sugie-
lítica, ¡y no digamos para la religión! ro el siguiente análisis:
5. La adhesión estatal a una determinada confesión religiosa Por la implicación necesaria del hecho cristiano institucional
con carácter permanente e irreformable. De una parte, esto se pue- con las realidades temporales, es preciso señalar ciertas fronteras:
de tildar de ahistórico; por otra, se violaría el hecho social del po- la autonomía de la organización civil ad intra y también la inde-
sible o existente pluralismo, y sería ocasión de rencillas y de difi- pendencia y autonomía de la Iglesia ad intra. Este es el principio
cultades en nuevas y legítimas reformas legislativas. clave. Ahora bien: en sus manifestaciones ad extra —partiendo
cada cual de su propia organización— pueden rozar intereses de
la otra institución social. Así, la jerarquía de la Iglesia tiene normal-
VALORACIÓN CRITICA mente una influencia que traspasa los límites de un puro enjui-
ciamiento eclesiástico de su misión; y, en tal circunstancia, entra
a) Una doctrina «histórica» por parte de la comunidad política un interés que debe ser legítima-
mente protegido, bien por vía de convenio, bien aceptando las res-
En la doctrina del Vaticano II existe un principio general —el ponsabilidades civiles o penales de la repercusión de tal fuerza
de libertad religiosa— con todas las características de permanente social en el ámbito del orden público. Por otra parte, las decisiones
validez. Pero existe también un amplio campo reconocido de las del poder político, unilateralmente consideradas, pueden lesionar
variedades que produzca el discurrir histórico de los pueblos, lo intereses de los grupos religiosos o afectar radicalmente a aspectos
que da entrada a la opinión doctrinal y a diversas modalidades sustantivos de la doctrina de la Iglesia (o de otra confesión). En
jurídicas, cuyo agrupamiento en teorías conjuntas violaría casi con
este caso, un tratamiento bilateral puede venir reclamado por la
seguridad lo que de más real existe en cada una de ellas: la cons-
prudencia jurídica del Estado y de la Iglesia. Al menos, se evitan
tante dialéctica (el estar frente a otro). Es ya un pensar común que
o atenúan las «resistencias» y, sin abdicar de sus propios principios,
sólo atendiendo a algunos elementos se puede configurar una va-
utilizan la técnica jurídica para plantear la adecuación de la doctrina
riedad de sistemas. Y esto con el apoyo de textos legislativos o de
religiosa con la vida real de sus miembros en una determinada co-
manifestaciones históricas más resonantes. Sin embargo, en la
munidad política. El Estado no dictaminará acerca de la verdad
honda realidad de las personas y de los grupos sociales, la dialéc-
religiosa, sino acerca de su prudencia jurídica, al orientar y juzgar
tica es compleja y cambiable, y las similitudes, en este nivel, son
mayores en todos los pueblos. las actividades de los ciudadanos. La Iglesia, por su parte, encuen-
tra su fundamento en los principios teológicos y jurídicos propios;
pero los proyecta como intereses sociales de protección de la dig-
b) Anécdota y realidad jurídica nidad de las personas concretas y de la convivencia. Esto equivale
Es observable en nuestra época la tendencia a conceder un valor al reconocimiento expreso y práctico de su dinamismo histórico.
predominante a ciertos hechos por su presentación periférica. Así Así considero que la era de los «convenios» particulares entre la
se agitan temas como el «derecho de presentación» de dignatarios Iglesia y los Estados se puede abrir con un vigor muy superior al
eclesiásticos por parte de un Estado; los sistemas de tributación o de épocas pasadas, prescindiendo de ampulosas fórmulas genéricas.
subvención; interferencias en cierto tipo de exposición de la doc-
trina religiosa en un momento determinado; privilegio del fuero: c) ¿Actividad institucional o personal?
reconocido, inexistente o vulnerado, etc. Pero esto postula un exa- A mi modo de ver, se está generalizando excesivamente la co-
men más radical: valorar los intereses que están latiendo en esas rriente de pensamiento en favor de una única manifestación o
260 J. Calvo Otero Relaciones entre la Iglesia y el Estado 261

encuentro de la Iglesia con las realidades políticas: a nivel de la des con un «contrato de seguro» que el Estado hace con una entidad
actividad de los cristianos. Es cierto que esto es una exigencia y un que no le está subordinada, y que tiene más posibilidades que él
notable valor de la libertad y responsabilidad personal, sobre todo mismo o que las capacidades a nivel inferior de su comunidad. Así
de los laicos, con su peculiar —aunque no exclusiva— misión de no sería ilógica una relación con cualquier tipo de Estado. Incluso
tratar y ordenar, según Dios, los asuntos temporales (Lumen fluye de aquí el deber de subvencionar —no sólo de reconocer—
gentium, n. 31). Esto significa, indudablemente, una forma de con- a esa entidad paraestatal, cuyos servicios, en el nivel captable por
frontación de la Iglesia con las organizaciones seculares. Y los fe- el Estado, son valiosos. No parecen tener razonable justificación los
nómenos de dialéctica —tanto de influencia activa como de resis- recelos de ciertos Estados, al entender por esto, falsamente, un
tencia, en orden a la plasmación de los principios cristianos en los «confesionalismo» que les impide unas normales relaciones en bene-
temas relacionables con la comunidad temporal —están más sen- ficio de la nación cuyos intereses tutelan (por ejemplo, U.S.A.).
sibilizados hoy a esta presentación. Ahora bien: ¿significa esto una violación del ser de la Iglesia?
A mi entender, no. La razón fundamental estriba en que no se
No obstante, ni la doctrina de la Iglesia, ni tampoco las reali-
entra en la valoración de la esencia de la Iglesia, para lo que la
dades políticas actuales (Estados, organizaciones supra-, inter- o
incompetencia del Estado es manifiesta, así como todo tipo de es-
pdra-estatales) parecen abocadas a admitir este planteamiento uni-
fuerzos racionales. No se trata de racionalizar a la Iglesia, convir-
lateral. En efecto, la expresión institucional de la Iglesia —esencial
tiéndola en una Asociación con las características apuntadas. Más
a la misma— ofrece como necesarias unas vertientes públicas di-
bien se intenta razonar su posición histórica y hacerla asequible,
manantes de su única misión: realizar en el mundo histórico la
en una de sus manifestaciones, a las demás confesiones religiosas
obra de la Redención, como Esposa de Cristo y Lumen gentium.
Por ello tiene en cuenta a los hombres y a sus instituciones convi- y a las comunidades humanas políticas, culturales, etc. Sugiero que
venciales concretas. No se determina exclusivamente por unas rela- se encuentra aquí —sin prescindir ad intra de la fundamentación
ciones con el poder político, sino por una general y necesaria rela- teológica— la base de legitimidad de la participación de la Iglesia
ción con el mundo, de la cual las relaciones Iglesia-Estado no son en las entidades de actividad no puramente estatal, para la promo-
más que una concreción, sujeta a modificaciones históricas. Ade- ción de bienes a la comunidad humana. Y también un apoyo ase-
más, en el momento actual del influjo de las entidades de orden quible para las modernas relaciones con los Estados, que van ad-
supranacional o paraestatales, serán los mismos Estados y organi- quiriendo un sentido más dinámico y perdiendo el carácter auto-
zaciones de nivel internacional los interesados en aceptar una mi- suficiente que era el distintivo clásico de la soberanía, para dar
sión de la Iglesia como tuteladora de valores espirituales y con todas lugar a expresiones más abiertas que favorecen la acogida de la
las características para ser reconocida positivamente por los Dere- Iglesia. Por otra parte, la libertad religiosa, que el Vaticano II ha
chos internos y por la comunidad internacional en sus diversas propugnado como un deber político, en base a criterios más pro-
manifestaciones. fundos, se adecúa mejor con este planteamiento.
Un tema colateral, que exige un análisis más directo, puede ser
también clarificado desde esta perspectiva: el Estado de la Ciudad
d) ¿Acepta la Iglesia este planteamiento? del Vaticano. Bajo los anteriores criterios no se ve la necesidad de
Es obvio que por parte de los Estados, prescindiendo de los mantener tal figura de «Estado», pues lo que pretende —la inmu-
que adoptan una posición contraria al hecho religioso en sí mismo, nidad del Romano Pontífice y de los organismos centrales de la
tiene valor reconocible la fuerza de los hechos, que avalan conside- Iglesia— se puede conseguir de forma más coherente con el desarro-
rablemente a la Iglesia, como la forma de solucionar un problema llo histórico, sin esa ficción estatal que precisa siempre aclaraciones,
•que plantean los mismos ciudadanos. En este caso, tiene similitu- sustituibles por una nueva fórmula, tal vez derivada de ese carácter
262 J. Calvo Otero

universal y paraestatal que a la Iglesia se le reconoce por los mo-


tivos aducidos.

e) El tema laicidad-confesionalidad
Si bien puede permanecer esta temática conciliable con las pla- Boletines
nificaciones del Vaticano II, la he marginado intencionadamente,
pues me parece rebasada en una perspectiva de futuro. Será supe- IGLESIA Y ESTADO EN EL DERECHO PUBLICO ECLESIÁSTICO
rada, a mi modo de ver, como el tema de la potestad indirecta, por
unas realidades alumbradas por la moderna Eclesiología y por el Quiero prestar atención a algunas publicaciones recientes en las que se
avance doctrinal y técnico del Derecho —secular y canónico—. ha investigado —de forma crítica— el lugar concedido a la problemática que
Es preciso someter esa dualidad a una reflexión desde las autono- las relaciones jurídicas entre «Iglesia» y «Estado» tienen dentro del conjunto
mías propias de los ordenamientos políticos y del ordenamiento de la ciencia del Derecho Canónico.
Haciéndolo así veremos que la cuestión de las relaciones jurídicas entre
canónico, valorando desde la persona humana los servicios que
Iglesia y Estado depende, en definitiva, del contenido que se dé a la noción
aportan los diversos entes organizados y los planos de colabora- «Iglesia». El desarrollo de tales relaciones viene determinado por el de la
ción entre ellos, para mejor adaptarse a los servicios que los jus- doctrina sobre la Iglesia'.
tifican. El lugar propio para tratar esta problemática, dentro de la ciencia del
Derecho Canónico era, y es oficialmente todavía, la asignatura llamada «De-
Los cauces aptos de los convenios, de las relaciones diplomáti-
recho público eclesiástico» —lus publicum ecclesiasticum—. Este nombre
cas, del reconocimiento de la actividad de los cristianos y de la sólo se explica históricamente, pues en realidad reproduce mal el contenido
Iglesia-institución, no exigen la toma de opciones estatales en pro de la asignatura. Más bien produce confusión, ya que no existe ninguna codi-
de la laicidad o de la confesionalidad. Lo que se postula es más ficación de esta subdivisión del Derecho Canónico. El Código no conoce ningún
grave: una adecuación a lo que cada uno —Iglesia y Estado— libro, sección o título con el epígrafe «Derecho Público Eclesiástico». Incluso
—de propio intento—, y principalmente por razones políticas, no se ha que-
representa en la vida social y el respeto y garantías mutuas, con
jido codificar esta materia, es decir, el tema referente a cómo deberían ser
las responsabilidades —morales, sociales, jurídicas— a que den las relaciones jurídicas entre Iglesia y Estado, según las concepciones ecle-
lugar sus violaciones. siásticas de la época. Solamente examinando el contenido de los manuales de
J. CALVO OTERO Derecho público eclesiástico se puede determinar la materia agrupada bajo
este nombre.
1. La historia de esta asignatura —concretamente su trama y contenido—
fue descrita por De la Hera y Munier 2 . Data de mediados del siglo x v i u y
cuenta, por tanto, algo más de doscientos años. El profesor J. A. Von Ickstadt,
de Würzburgo publicó en 1731 su obra Reflexiones sobre el estudio del De-
recho jurídico y método científico que se debe establecer3.
En 1751 siguió su colega J. N. Endres con una obra: Sobre la conexión
necesaria de la jurisprudencia natural con la eclesiástica*. El primero que
1
Juan Calvo, Teoría general del Derecho público eclesiástico, Santiago
de Compostela, 1968; P. Lombardía, Le droit publique ecclésiastique selon
Vatican 11: «ApolUnaris», 40 (1967), 59-112.
' A. De la Hera y Ch. Munier, Le droit publique ecclésiastique a travers
ses déjinitions- «Rev. de Droit Can.», 10 (1962) 32-63.
* Meditationes de studio iuris ordine atque methodo scientifica instituendo,
Würzburgo, 1731.
* De necessario iurisprudentiae naturalis cum ecclesiastica nexu, Würz-
burgo, 1751.
264 P. Huizing Iglesia y Estado en el Derecho eclesiástico 265

emprendió el asunto con éxito, en frase del cardenal Alfredo Ottaviani, fue exponen los principios fundamentales del «Derecho público divino eclesiás-
el profesor Ph. A. Schmidt S. J., de Heildelberg, en cuyo Manual de Derecho tico», donde la Iglesia es considerada como sujeto o como poseedora de pode-
eclesiástico acomodado a Alemania, aparecido en 1771, se había insertado un res que le han sido concedidos por Cristo, y otra parte especial, en la cual
tratado sobre el lus publicum ecclesiasticum5. aquellos principios fundamentales se aplican a la relación Iglesia-Estado y a
El Derecho político natural, o Derecho común público, elevado a la cate- los problemas particulares de la competencia eclesiástica. El manual del cardenal
goría de ciencia por Hugo de Groot y sus discípulos, se basaba —según la Alfredo Ottaviani, que ha marcado la pauta en el siglo xx —más inspirado
escuela de Derecho natural, floreciente sobre todo en Alemania— en la natu- en sus predecesores del siglo xix Soglia y, sobre todo, en Tarquini—, ofrece en
raleza y en la razón humanas como último fundamento y único criterio para primer lugar los principios generales sobre la «sociedad perfecta» y los po-
la jurisprudencia. Proporcionaba, de esta forma, argumentos contra la «ape- deres a ella correspondientes. Estos se aplican después a la Iglesia en una
lación» católica a un ordenamiento jurídico sobrenatural y supranatural. Ar- serie de proposiciones sobre la autoridad en la Iglesia y en sus subditos y
gumentación dirigida tanto contra la parte protestante con su crítica de la sobre los derechos de la Iglesia frente al Estado'.
jerarquía católica y del Derecho Canónico como contra los príncipes absolutos El profesor del Athenaeum Salesianum de Roma —conocido especialista
por su intervención en los asuntos eclesiásticos. en este terreno— E. Fogliasso, que desde 1944 publica regularmente en la
En contra de esta escuela de Derecho público natural, el lus publicum revista «Salesianum», aboga por una parte general introductoria sobre la Igle-
ecclesiasticum se proponía defender la posición jurídica de la Iglesia, funda- sia como «sociedad perfecta», seguida de dos partes especiales: una sobre el
mentarla científicamente y exponerla sistemáticamente. El punto de partida Derecho público eclesiástico interno o acerca de las relaciones jurídicas fun-
era la justificación científica del orden eclesiástico mismo para, partiendo damentales intraeclesiales, y la otra sobre el Derecho público eclesiástico exter-
de ahí, legitimar a la vez los derechos de la Iglesia frente al Estado. Al mismo no o acerca de las relaciones jurídicas entre Iglesia y Estado.
tiempo se hacía con eso una especie de introducción al estudio del Derecho Por este breve resumen se ve ya lo desconcertante que resulta el nombre
Canónico. En 1824 prescribió León X I I I , para las facultades del Estado Pon- «Derecho público eclesiástico». Derecho público no se contrapone aquí, como
tificio de Roma y Bolonia, clases de Derecho público eclesiástico junto a las es normal en jurisprudencia, a Derecho privado. Se discute mucho si tal
clásicas Institutiones canonicae6. distinción es aplicable al Derecho Canónico. La mayor parte de los canonistas
Bien pronto fueron éstas introducidas en otras Universidades eclesiásticas creen que sí; otros muchos que no, y no faltan quienes opinan que todo el
y en los Seminarios. Según la disposición del Ordinamento dei Seminari para Derecho Canónico debe ser calificado de Derecho público. Sea de esto lo que
Italia, del 26 de marzo de 1920, al estudio del Derecho eclesiástico debe pre- fuere, si se admite tal distinción se tendrá que calificar como Derecho público
ceder un «tratado de Derecho público eclesiástico, corto pero sustancioso, en el Derecho penal, el Derecho procesal, el Derecho administrativo, etc. Ninguna
el que claramente se expliquen los poderes de la Iglesia y su posición jurídica de estas cuestiones es tratada en el Derecho público eclesiástico.
con respecto al Estado» 7 . Derecho eclesiástico se emplea en algunos idiomas como término técnico
En las Ordinationes de la Congregación de seminarios y universidades de para designar el derecho establecido por el legislador civil con respecto a las
12 de junio de 1931, destinadas a poner en práctica la constitución Deus comunidades eclesiales existentes en su territorio -—diritto eeclesiastico, droit
scientiarum Dominus se prescribía el Derecho público eclesiástico como asig- ecclésiastique—. El derecho concordatario, entendido a veces —si bien injus-
natura principal para las Facultades de Derecho Canónico junto a la intro- tamente— como Derecho público eclesiástico, no es un derecho exclusivamente
ducción en la jurisprudencia (Derecho natural, Filosofía del Derecho) y los eclesiástico 10.
textus scholae o comentarios a los libros del Código de Derecho Canónico. Finalmente, el nombre Derecho no es aplicable a grandes partes del Dere-
2. El contenido de la asignatura de Derecho público eclesiástico adqui- cho eclesiástico público. Concretamente no es aplicable a aquellas partes en
rió una forma estable en los manuales clásicos del siglo xix 8 . El más citado las cuales no se tratan cuestiones de ordenamiento jurídico, sino cuestiones
de ellos, el del cardenal Cavagnis, comprende una parte general en la cual se teológicas que pertenecen a la eclesiología y anteriormente a la teología fun-
damental. Estos problemas deberán ser tratados ahora —en una Facultad de
* Institutiones iuris ecclesiastici Germaniae accomodatae, Heilderberg, Derecho eclesiástico—, más bien, en clases sobre la teología del Derecho ecle-
1771. siástico o sobre los presupuestos teológicos del mismo. Además, los manua-
* Const. Quod divina Saptentia, 28 agosto 1824. les clásicos, sin exceptuar los más recientes, prestaban poca o ninguna atención
' «Un breve ma suceoso trattato di Diritto pubblieo eeclesiastico, dove si a las relaciones jurídicas reales y concretas existentes entre Iglesia y Estado.
espongano nettamente i poteri della Chiesa e la posizione giuridica di essa
di fronte alio Stato».
' Los más conocidos son los de los cardenales J. Soglia, Institutiones iuris * Institutiones iuris publici ecclesiastici, Typis Polyglottis Vaticanis,
publici ecclesiastici, Loreto, 1841; C. Tarquini, S. J., Iuris ecclesiastici publici '1954.
institutiones, Roma, 1860, y F. Cavagnis, Institutiones iuris publici ecclesias- " A. De la Hera, La autonomía didáctica y científica del derecho concor-
tici, 3 vols., Roma, 1882-1883. datario: «lus Canonicum», 3 (1963), 9-63.
266 P. Huizing Iglesia y Estado en el Derecho eclesiástico 267
En cambio, planteaban unos postulados abstractos e irreales sobre derechos sobrenatural, dotada por Cristo de todas las potestades y derechos en el terreno
casi en ninguna parte existentes, deducidos de una noción de Iglesia anticua- de la religión cristiana. Derechos que van desde la autoridad magisterial en
da. Lo cual tiene muy poco que ver con un orden jurídico real. Por eso es todos los asuntos de fe y costumbres hasta el derecho sobre los bienes ecle-
muy problemático el que esta asignatura deba ser mantenida todavía en la siásticos independiente de toda competencia humana. Desde Tarquini este
forma histórica desarrollada. En cualquier caso, es necesario que las Facultades concepto de societas perfecta se convirtió en la noción fundamental de todo
de Derecho eclesiástico no sigan estando ligadas a unas disposiciones, sino el Derecho público eclesiástico, a partir de la cual se deducían también las
que se las deje libres en la búsqueda de nuevas formas para tratar los pro- relaciones jurídicas dentro de la Iglesia.
blemas que hasta ahora estaban clasificados bajo el Derecho público ecle- En este sistema, la relación jurídica entre la Iglesia y el Estado significa
siástico. la relación de la jerarquía eclesiástica, concretamente de la «Santa Sede» (como
3. El carácter apologético del Derecho público eclesiástico es evidente la única competente, de derecho, para representar a la Iglesia), con los Go-
desde sus orígenes. El Derecho público eclesiástico interno —como reflejo biernos de los Estados soberanos. El pueblo fiel aparece aquí solamente como
del tratado teológico sobre la Iglesia, en uso desde el siglo xv— es la acen- subdito de la jerarquía y, respectivamente, de los Gobiernos.
tuación antirreformista de lo que se ha dado en llamar «aspectos jurídicos» A la jerarquía le corresponden todos los derechos en aquello que se con-
de la Iglesia, pero que más exactamente habría que designar como acentua- sidera que es terreno puramente eclesiástico. A los Gobiernos les pertenece la
ción unilateral de algunos aspectos jurídicos de la Iglesia. Se mantenía cierta- potestad autónoma de gobernar en todos los asuntos temporales; es cierto
mente la descripción de la Iglesia dada por Belarmino como la comunidad de que ligados «indirectamente» a la autoridad eclesiástica. En la zona intermedia
personas unidas por la confesión de la fe cristiana y la comunidad de los se encuentran los llamados asuntos mixtos, que deben ser regulados por ambas
mismos sacramentos bajo la dirección de los pastores legítimos y sobre todo instancias según un Concordato, o al menos por medio de un acuerdo común.
del único representante de Cristo sobre la tierra, el papa de Roma: «Una comu- Determinados aspectos del matrimonio, de la educación y de la enseñanza,
nidad de personas tan visible y tan palpable como la comunidad del Pueblo entre otras cosas, caen bajo esta denominación.
romano, del Reino francés o de la República de Venecia.» 4. Una ruptura radical de los esquemas clásicos del Derecho público ecle-
Pero resulta que, frente a la acentuación unilateral reformista de la comu- siástico se ha hecho una necesidad apremiante —en teoría y en la práctica—
nidad como comunidad en confesión de fe y sacramento, la teología católica después del Vaticano II.
sobre la Iglesia y los tratados de Derecho público eclesiástico presentaban, de Está en marcha —todavía en desarrollo— una noción de Iglesia que ofrece
su parte, una acentuación asimismo unilateral de la jerarquía rectora como una base nueva para el desarrollo del ordenamiento jurídico canónico interno
factor constitutivo de comunidad. Junto a esta acentuación unilateral, las con- y, con ello también, para determinar el lugar de éste en relación con las dis-
secuencias de la Iglesia como comunidad de fe y comunidad sacramental eran posiciones jurídicas seculares.
descuidadas prácticamente. En lo que atañe al Derecho Canónico interno, la Iglesia, como comunidad
El Derecho público eclesiástico interno ponía como idea central la jerar- de fe sacramental, será la idea central desde la cual se enfoque el estudio de
quía rectora establecida por Cristo a la cual le había sido concedida por El esta materia ".
toda autoridad en las formas de potestad legislativa, judicial y ejecutiva, según La unidad de la comunidad eclesial está basada fundamentalmente en la
la conocida teoría tripartita tomada de Montesquieu. En esta división la po- unión (vinculación) con el Señor. Unión establecida por El mismo con todos
testad ejecutiva se sustituía, a veces, por la potestad jurídica penal, coactiva y a la vez con cada uno mediante el bautismo y la eucaristía. En la unión con
y administrativa, o se la proveía de diferentes subdivisiones. el Señor es aceptada necesariamente la unión mutua, su mandato de unidad y
la exigencia mutua —de todos— de guardar aquella unidad y de realizarla
En el Derecho público eclesiástico externo, de tipo apologético, había que
más radicalmente cada vez. La teología de la Iglesia como pueblo de Dios
defender este orden jurídico eclesiástico interno frente a las diversas formas
implica la exigencia jurídica obligatoria de aceptar juntos la llamada y la
de absolutismo jurídico estatal. En el siglo xix tuvo que hacerlo frente al misión del Señor y llevarla a cabo conjuntamente.
liberalismo que negaba toda pretensión jurídica de la Iglesia, confinando la
religión a la conciencia y a la vida privada, y más tarde frente a los diferentes Es inadmisible —por derecho propio— una «disposición libre» en el sen-
sistemas de totalitarismo estatal. tido de que se acepta el bautismo y se celebra la eucaristía en unidad con
aquellos que uno mismo elige y no en unidad con todos, partiendo de la unión
En esta apología, el concepto central vino a ser la noción de «sociedad
dada de antemano en Cristo. También el «sacerdocio común de los fieles»
perfecta» —societas perfecta—, siguiendo la definición de Ottaviani. Es decir,
aquella sociedad que —en su propio orden— tiene como fin el bienestar total
y posee, de derecho, todos los medios para alcanzar aquel fin, es, por consi- " P. Huizing, Teología pastorale del Diritto canónico: «Gregorianum»,
guiente —en su propio orden—, autosuficiente y autónoma. Frente al Estado 51 (1970); P. Rodríguez, Carisma e institución en la Iglesia: «Studium», 6
(1966), 479-495, y J. L. Santos Diez, Jerarquía y carisma en el gobierno de
como sociedad perfecta natural se coloca a la Iglesia como sociedad perfecta la Iglesia: «Ius Canonicum», 7 (1967), 332-340.
268 P. Huizing
Iglesia y Estado en el Derecho eclesiástico 269
—por derecho propio asimismo— es un sacerdocio colegial. Esto plantea de
manera permanente e ineluctable la exigencia de que, incluso en las situacio- los principios espirituales que inspiran la construcción cristiana de la socie-
nes de conflicto, la unidad y la vinculación fundamentales deben ser recono- dad. Ella puede hacer valer su autoridad moral, dentro del orden político, allá
cidas como obligatorias y como exigencia jurídica para la solución del con- donde crea que así lo exigen la defensa de los derechos fundamentales o la
flicto. salud espiritual de los hombres. Pero en ese punto no tiene ella ninguna com-
Es evidente que esta exigencia jurídica solamente puede existir y funcio- petencia directora.
nar dentro de una comunidad de fe libremente aceptada. Pero, dentro de ella, Una segunda consecuencia es que el derecho de la Iglesia a llevar a cabo
es una exigencia jurídica y no una elección sin compromiso. su misión en el mundo no se basa ya en las exigencias de la jerarquía —como
Cae fuera de nuestro proyecto el desarrollar detalladamente las consecuen- representación de una sociedad perfecta—, sino en los derechos de la persona
cias que de esto se derivan para el ecumenismo y, en particular, para las rela- humana y, en particular, en el derecho fundamental de la libertad religiosa.
ciones jurídicas entre la Iglesia católica y las otras Iglesias cristianas ". Derecho que, en la declaración sobre la libertad religiosa, es concedido a cada
Justamente dentro de esta comunidad de fe puede existir y funcionar tam- individuo y a todas las comunidades religiosas. Allí donde en el Derecho
bién el sacerdocio ministerial jerárquico. Una de las funciones fundamentales público eclesiástico clásico los derechos al libre ejercicio de la religión, a la
de este sacerdocio —asimismo colegial, por derecho propio— es la de conser- libre organización eclesiástica interna, a la libre comunicación con las autori-
var e intensificar la unidad y la vinculación de las diversas iglesias locales. Mi- dades eclesiásticas, a la educación y enseñanzas cristianes, etc., se exigían como
sión que halla su punto culminante en la función de unidad universal del derechos de la sociedad perfecta, se ven ahora tales exigencias como derechos
presidente del colegio episcopal. fundamentales que corresponden a los cristianos en cuanto miembros de la
Un desarrollo ulterior de esto con relación a los problemas tratados en comunidad humana.
el Derecho público eclesiástico queda fuera de nuestro tema. La vieja teoría de la potestad indirecta —potestas indirecta— de la Iglesia,
5. Las consecuencias en orden a la problemática Iglesia-Estado son tan prácticamente del papa, en los asuntos temporales y políticos, considerada como
profundas que toda la problemática —en su viejo contenido— de las relacio- un derecho jurídico a intervenir en el ordenamiento jurídico estatal, debe ser
nes jurídicas entre la Santa Sede y los Gobiernos de los Estados soberanos ha sustituida por una teoría sobre el derecho del cristiano —individualmente u
pasado a ser de un interés secundario. organizado— a ejercer una función crítica con respecto a la ordenación jurí-
El Vaticano II no ha tocado este viejo problema apenas o nada. Allí dica y política. Evidentemente, hay que distinguir entre lo que los creyentes
vemos que el campo de visión se ha ampliado a la relación de toda la comu- hacen como ciudadanos y lo que hacen en nombre de la Iglesia junto con la
nidad eclesial con la sociedad mundial en todas sus partes. La comunidad de jerarquía ". Hay una distinción entre la actuación «oficial» y la «no oficial»
los cristianos posee la consagración y la misión de llevar la salvación de Cristo de la Iglesia. Pero también en el caso de una actuación oficial el derecho a la
a los hombres. La comunidad eclesial no es vista ya como «sociedad perfecta», crítica está basado en los derechos fundamentales de la persona y no en una
cerrada en sí misma y autosuficiente, separada del mundo profano no salvado, exigencia eclesiástica, de derecho, a poder intervenir en el ordenamiento ju-
sino como «sacramento del mundo», signo eficaz de la salvación de toda la rídico político.
sociedad humana y de su destino a ser incorporada en la cruz y en la resurrec-
ción del Señor. El Derecho concordatario exige también una nueva revisión. Prescindien-
do de la situación especial de la ciudad del Vaticano en Italia, se puede con-
Una primera consecuencia de esto, en el terreno de las relaciones jurídicas, siderar que un Concordato solamente tiene sentido en aquellos casos en los
es que esta misión corresponde al cristiano como tal, en virtud de su vincu- que el Estado desee garantías frente a la intervención de la Iglesia en sus
lación sacramental con el Señor y con su Espíritu y no en virtud de un poder asuntos, o viceversa, o allá donde se deseen garantías mutuas. Sería, natural-
o de una autorización de la jerarquía. Allí donde los cristianos, individual o mente, inconcebible que la Iglesia firmase un Concordato con los Estados
colectivamente, trabajen en la construcción de la sociedad (en el terreno del Unidos de Norteamérica, sencillamente porque allí no hay ninguna materia
ordenamiento económico, social, político y jurídico) partiendo de sus prin- a regular.
cipios cristianos, inspirados por ellos —un trabajo que el decreto sobre el
apostolado de los seglares califica expresamente como misión eclesial y como Y no se puede establecer mediante una lista de «asuntos mixtos», hecha
apostolado—, allí son ellos autónomos y la jerarquía eclesiástica, en cuanto a priori, cuáles son las cuestiones que eventualmente deban ser reguladas, sino
tal, no tiene ninguna competencia. La jerarquía posee, dentro del orden ecle- que esto depende de las circunstancias concretas. Existen además otros cami-
siástico, el ministerio docente y la autoridad ligada al mismo con relación a nos a través de los cuales pueden regularse tales cuestiones, como la delibera-
ción de la jerarquía local con el Gobierno, influjo normal político en el terreno

" P. Gismondi, Iglesias y comunidades eclesiales acatólicas en los recien-


tes decretos conciliares: «Ius Canonicum», 5 (1965), 385-400. " Const. Gaudium et spes, 76, y A. De la Hera, Posibilidades actuales de la
teoría de la potestad indirecta: «Iglesia y Derechos, Salamanca, 1965, 245-270.
270 P. Huizing

concerniente y otros semejantes. También aquí habrá que tener en cuenta el


principio de subsidiariedad ".
En general, puede señalarse, finalmente, que las relaciones jurídicas jerár-
quicas y «oficiales» entre «Iglesia» y «Estado» —y por lo demás, también
entre la «Iglesia» y otras organizaciones nacionales o internacionales— están
en función de la misión de toda la cristiandad en el mundo y no al contrario.
Una vez más vale aquí una expresión del Vaticano I I , a saber, que la LA LIBERTAD RELIGIOSA EN LAS
«Iglesia oficial» está dispuesta a renunciar a «derechos adquiridos» allá donde CONSTITUCIONES DE LOS ESTADOS
éstos perjudicasen o incluso donde solamente aparentasen perjudicar a la mi-
sión de la comunidad eclesiástica. En la mayoría de las Constituciones se reconoce hoy el derecho a la liber-
P. HUIZING tad religiosa. Todos los Estados, al menos cuando ingresan como miembros
de la O.N.U., se comprometen a respetar las libertades fundamentales, procla-
madas en la Declaración Universal de los Derechos del hombre.
Desde el punto de pista de la libertad religiosa podrían clasificarse los
regímenes estatales en dos: los que la observan en la realidad y los que de
hecho la niegan.
A nuestro entender, pueden clasificarse los diversos sistemas de relaciones
Iglesia-Estado de la siguiente manera:
1. Sistema de reconocimiento oficial de una o más religiones o iglesias.
Puede clasificarse ulteriormente bajo dos puntos de vista.
Bajo el punto de vista de la observancia de la libertad religiosa se subdi-
vidiría en dos sistemas de reconocimiento oficial: con libertad religiosa, o
sin ella.
Bajo el punto de vista de las concepciones religiosas subyacentes se des-
glosan en: Sistema confesional musulmán, budista, cristiano (protestante,
ortodoxo y católico).
2. Sistema de separación de Iglesia y Estado con auténtica libertad reli-
giosa. Este, atendiendo a la Iglesia católica, puede subsistir: a) con cooperación
concordada, y b) sin cooperación concordada.
3. Sistema de separación de Iglesia y Estado fácticamente hostil.

1. SISTEMA POLÍTICO-RELIGIOSO DE
RECONOCIMIENTO OFICIAL DE UNA RELIGIÓN

Lo denominaremos con el término confesional o confesionalidad, a sa-


biendas de su ambigüedad cambiante conforme a los diversos momentos his-
tóricos y a las diversas concepciones en que se basa. Mientras típico de toda
confesionalidad no católica es el monismo de sociedades y poderes, de la
católica es el dualismo. Expondremos los distintos sistemas confesionales,
partiendo del monismo más agudo al dualismo más recto'.

' Para una visión panorámica de conjunto con la indicación detallada de


fuentes constitucionales y sus colecciones, consúltese C. Corral, J. M. Diez
Alegría, J. M. Fondevilla, M. García, J. L. De Prado y L. Vela, Vaticano II,
IM libertad religiosa, Análisis de la Declaración «Dignitatis humanaes, Ma-
" J. M. Setién, Relación dialéctica entre la Iglesia y el Estada: (Iglesia drid, Ed. Razón y Re, 1966, pp. XLIII-645, especialmente nuestro artículo
y Derecho», Salamanca, 1965, 275-283. pp. 571-634. Recoge y sistematiza ampliamente las Constituciones bajo el
La libertad religiosa y los Estados 273
Estados de confesionaltdad musulmana No menos importante es la consecuencia de la confesionalidad musulmana
En la concepción islámica del derecho, del Estado y de la religión rige el en la educación la obligatoriedad de la enseñanza de la religión islámica en
monismo más absoluto «La ley no es más que el aspecto práctico de la doc- las escuelas primarias y secundarias
trina religiosa y social predicada por Mahoma», dice el jurista Jaid Ramadan Así la imponen Afganistán (art. 21), Arabia Saudita (art 23), Irán (art 18),
«El Islam reconoce la religión como el campo donde los imperativos de la Somalia (arts 35 y 86) Este país la impone expresamente en las escuelas tanto
conciencia deben ser buscados y establecidos Esto es perfectamente lógico, públicas como privadas Además se encuentra totalmente controlada la ense
porque una fe real implica una aceptación, de principio, de su voluntad en ñanza bajo el régimen en todos los países musulmanes, como consecuencia
todos los campos de la vida 'Dar a Dios lo que es de Dios y a César lo que también de la confesionalidad musulmana del Estado, la pertenencia a la relí
es de César", es tan extraño al pensamiento musulmán, como decir ' 'la obe gión islámica es exigida para los altos cargos políticos Para ser rey la exigen
diencia a Dios está sometida a las órdenes de César " Esta concepción tota Afganistán (art 1 °), Arabia Saudita (art 23), Jordania (arts 1 ° y 2 °), Marrue
litaría es el resultado inevitable de la fe en Dios» 2 eos s e Irán (art 1 °), que añade el deber de propagarla
Se niega todo proselitismo a cualquier otra religión, mientras el Islam es Para ser presidente de la República requieren la cualidad de musulmán,
intensamente proselitista 3 expresamente Malaya (art 3 °, n 2 ) 6 , Mauritania (art 10), Siria (art 3 °,
De ahí el intento de los representantes de la Arabia Saudita y del Yemen n 1), Somalia (art 71), Túnez (art 37), e implícitamente Argelia (art 40)
de que el artículo 18 de la Declaración de la O N U no comprendiera el y Egipto (art 123)
cambio de religión 4 El régimen de las religiones no oficiales y de sus adherentes queda suma
Son Estados muhumanes, en África Argelia, Marruecos, Túnez (que mente afectado, tanto jurídica como prácticamente sobre todo
forman el Magreb), Egipto, Mauritania, Somalia, también debe contarse Su- Nacidos después de la fundación de las Naciones Unidas, la mayoría de los
dán, en Asia Afganistán, Arabia Saudita, Irak, Irán, Jordania, Malasia, Pa Estados musulmanes no pueden menos de garantizar la libertad de concien-
Justan, Siria y Yemen cia, culto y religión Así, en África Argelia (art 4 °), Egipto (arts 43 y 44),
En todos ellos, el Islam es la religión del Estado, alcanzando su máximo Mauritania (arts 1 ° y 2 °), Marruecos (art 5 °), Somalia (art 29), Sudán y
grado en Afganistán, Arabia Saudita y el Yemen, en que se da una teocracia Túnez (art 5 o ) Y en Asia Afganistán, Arabia e Irak (arts 12, 13 y 16),
Las consecuencias de la confesionahdad se harán sentir en la legislación, Irán y Jordania (art 14), Malasia, Pakistán y Siria (art 3 °, n 3)
en la enseñanza, en el acceso a la Jefatura del Estado y de los demás cargos Por la convivencia con los judíos y cristianos, pacífica unas veces, turbu
políticos lenta otras, se les garantiza hoy de manera especial su culto en varios países,
Lo fundamental es que «el Derecho musulmán —son palabras de la Cons como Afganistán (arts 1 ° y 22), Irak (arts 37, 75, 78, 79 y 80), Jordania
titución de Siria (art 2 °)— es la fuente principal de la legislación» Análoga (arts 104, 108, 109 y 110) y Siria (preámbulo, art 3 °, nn 3 y 4)
mente se expresan Afganistán (arts 5 o, 10 y 13), Arabia Saudita (arts 6 ' Destacan por su acción gubernamental en favor de los cristianos Irán 7 ,
y 9 o, nn 1 y 10), Persia (arts 20, 21 y 27), Somalia (art 50) Marruecos * y Pakistán'
¿Es así la realidad, o se da una antinomia con los derechos tan solemne
punto de vista de la religión J Funk, Die Religión m den Verfassungen der mente proclamados 5
Erde, Siegburgo, 1961 Las disposiciones constitucionales referentes a la relí
gión están recogidas alfabéticamente dentro de cada continente por P Pavan Con relación a la Iglesia católica todos ellos mantienen relaciones diplo
Liberta religiosa e Pubbhci Poten, Milán, 1965, pp 5 148 Las disposiciones máticas 10 Pero en el Sudán han sufrido persecución los católicos (unos
constitucionales deben ser completadas por el ordenamiento internacional 1 300 000) al igual que los demás cristianos ¿Causa? La tendencia del Gobier
en materia religiosa Destacamos a P Lanares, La liberte religieuse dans les
conventwns Internationales et dans le droit pubhc general, París, 1965 y no, en manos de los del Norte, en su mayoría musulmanes, de islamizar a los
A Bugan, La comunita mternazionale e la liberta religiosa, Roma, 1965 Algu del Sur, en su mayoría paganos negros "
nos datos, habida cuenta del año de la edición, pueden completarse en M Sear
le Bates, Religious Liberty, Londres, International Missionary Council, 1945 " Véase art 19 del proyecto de Constitución «Boletín Especial del Minis
esp caps I, II, n 3 V, y VI n 1 Una ulterior bibliografía véase en C Co t e ñ o de Asuntos Exteriores», Embajada de Madrid n 108 (26 nov 1962)
rral, op cit, pp XXXIIIXLIII y 633 634 Una exposición bien sintetizada de • «Ademas el presidente de la Federación y los gobernadores son los je
cada país puede verse especialmente en Enciclopedia Cattolica, vol 12, Ciudad fes de la religión musulmana» (Funk, p 147)
del Vaticano, 1948 54 Staatslexikon, vol 8, Friburgo, 6 • ed , 1957 1963 ' «Ecclesia», 634 (1953), p 22, en particular a la Iglesia católica «Eccle
Bilan du Monde, t II, Tournai, 1964 sia» (1960), p 1543
' Said Ramadan, Islamic Law, Londres, 1961 pp 4 y 39, citado por Lana ' «Informat Cathol Internat », 183 (1963), p 15, discurso de Hassan II
res, La liberté religieuse, p 210 * «Orbis Catholicus», 2 (1962), p 420
' Rachid Amed, Islam et Droit de gens Rec 1937, II pp 446 448, citado *• «Anuario Pontificio», Ciudad del Vaticano 1966, pp 975-1000
por Lanares, p 211 " Funk, pp 224 234 En el Norte viven 6 300 000, de los que 2 000 000 son
* Y lo pretendía justificar el representante de Afganistán Lanares, La medio paganos En el Sur, 2 500 000 Las escuelas católicas y protestantes han
liberte religieuse, p 212 sido nacionalizadas y los misioneros expulsados
18
274 C. Corral
En Afganistán sólo son reconocidos el judaismo y el hinduismo, pero con
menores derechos. No así el cristianismo. De ahí la imposibilidad de abrir 2. SISTEMA POLÍTICO-RELIGIOSO DE SEPARACIÓN DE LA IGLESIA
escuelas, además de la estrecha prohibición de propaganda religiosa no musul- Y ESTADO CON VERDADERA LIBERTAD RELIGIOSA
mana. La apostasía del Islam está penada con la muerte I 2 .
En Siria los niños han de ser educados en la religión a que pertenecían al Es adoptado por todos aquellos Estados que, de una parte, no tienen re-
tiempo de su nacimiento. conocida una religión como la oficial del Estado, proclaman o no expresamente
Del Irak desaparece la discriminación respecto a la ocupación de los cargos el principio político-religioso de separación de la Iglesia, y de otra, garantizan
políticos; sin embargo, se mantiene la prohibición de propaganda religiosa. efectivamente la libertad religiosa de sus ciudadanos y de las comunidades
Goza, en cambio, la Iglesia de libertad en Irán, Jordania y Pakistán". religiosas por ellos formadas.
Al igual que el sistema de reconocimiento oficial de una religión, el sistema
Estados de confesionalidad budista de separación de Iglesia y Estado admite también diversos grados de intensi-
dad en la separación y correlativa colaboración.
Tres Estados de Asia reconocen en sus Constituciones al budismo como
Así, por ejemplo, desde el punto de vista de religación del Estado para
la religión oficial o como la fe del pueblo: Birmania (art. 2 1 , n. 1), Camboya
con Dios, hay una serie de Estados que se reconocen dependientes o exigen,
y Laos (art. 8.°).
siquiera facultativo, el juramento religioso a los altos cargos políticos. Tales
Respecto a las demás religiones, se recogen de las Naciones Unidas dos
son en África: Camerún (preámbulo), Guinea (art. 13, n. 1), Madagascar
principios: el de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, sin discrimi-
(preámbulo, cf. art. 9.°), Togo (cf. art. 34), Unión Sudafricana (arts. 1.°, cf. 51),
nación, y el de libertad de pensamiento, conciencia y religión ". Un especial
Indonesia (art. 29, n. 1), Líbano (arts. 9.°, cf. 13) y Vietnam del Sur (cf. ar-
reconocimiento proclama Birmania «al islam, al cristianismo, al hinduismo y al
tículo 45).
animismo», como religiones existentes en la Unión, al momento de entrar
Mantienen sencillamente la separación de Iglesia y Estado (sin profesar
en vigor esta Constitución (art. 21, n. 1). Al tiempo, prohibe el abuso de la
una religación para con Dios): en Asia: Buthan y China Nacionalista (arts. 7."
religión para fines políticos (art. 21, n. 4). Con todo, se nota el esfuerzo de
y 13), Corea (art. 12), India (arts. 15, 16 y 25), Israel y Japón (arts. 20, 14
los jefes budistas por hacer del budismo la religión del Estado 15.
y 19), Turquía (arts. 70, 75 y 80); en África: Guinea (arts. 1." y 41) y Tan-
Sin ser constitucionalmente budista, Ceilán conoció del 1956 al 1959 un ganyka (preámbulo)".
período gubernamental de fuerte presión budista contra los cristianos. Se pre-
tendía establecer el budismo como la religión del Estado, nacionalizar las
escuelas y expulsar de los hospitales públicos a las religiosas ". 3. SISTEMA POLÍTICO-RELIGIOSO DE SEPARACIÓN
Quizá como Estado confesional hindú podía haberse contado el Nepal, HOSTIL DE LA IGLESIA Y ESTADO
en cuanto que prohibe a todos convertir a otros a su religión (art. 5.°). Pre-
cepto constitucional prácticamente encaminado contra el cristianismo ". A diferencia de los Estados anteriores, que instauran un régimen de se-
paración de Iglesia y Estado, que, de una parte, asegure al Estado la auto-
nomía e nsu propia esfera y, de otra, gaiantice una auténtica libertad religio-
sa a los ciudadanos y a las comunidades religiosas por ellos fundadas, se alzan
los Estados, inspirados por el comunismo, que, bajo la apariencia jurídica de
separación, pretenden la implantación del materialismo dialéctico y el some-
timiento de todas las personas al mismo. Lejos de un sistema separacionista,
" Funk, p. 227. se establece el reverso del Estado confesional, es decir, el Estado antirreli-
" Funk, pp. 229-230. gioso.
" Birmania, art. 21, n. 3; Camboya, arts. 8 y 9; Laos, art. 8.
" Pablo VI, alocución 24 junio 1966: «Como consecuencia de recientes ór- Conforme a estos principios, filosóficos y jurídicos, se ordenan y obran
denes gubernamentales, numerosos misioneros católicos se han visto obliga- los países comunistas. El modelo cumbre es la Constitución de la Unión So-
dos a abandonar la noble nación birmana, donde durante tantos años hablan viética reproducida por Rusia Blanca, Ucrania y la República Popular de
contribuido con su celo y sacrificio al progreso cívico y social de aquellas Mongolia (art. 8 1 ) " .
generosas y hospitalarias poblaciones [...]. Pero la esperanza no ha sido con-
fortada con un feliz resultado, y las noticias que nos van llegando llenan cada A ellos deben añadirse Corea del Norte, China Roja y Vietnam del Norte.
vez más de profunda amargura nuestro espíritu» («L'Osservatore Romano»,
25 junio 1966). " Funk, pp. 153-166. Quien en p. 165 cuenta 27 o 28 Estados. Nosotros
" Funk, p. 152. excluimos la R. A. U., por clasificarla entre los confesionales.
" Funk, p. 152; cf. 103. " Funk, pp. 172-176.
CONCLUSIÓN

Es evidente que «la libertad religiosa se declara como Derecho civil en


muchas Constituciones»20, pero su efectiva observancia no se cumple igual-
mente en todos los Estados por todos los Gobiernos. Mirando a la Iglesia Documentación Concilium *
católica, en sus relaciones con los Estados, observamos que goza de una situa-
ción estable dentro de un plano de igualdad con las demás religiones y comu- LA CUESTIÓN PENAL
nidades religiosas en los Estados de sistema político-religioso con verdadera
libertad religiosa (grupo 2.°). De ésta carece en los Estados de sistema separa-
cionista hostil (grupo 3.°) y en los de confesionalidad musulmana o budista INTRODUCCIÓN
(grupo 1.°). «Quiera el Dios de todos que la familia humana... sea conducida
a la sublime e indefectible libertad de los hijos de Dios» a. Cuando el 19 de marzo de 1904 se introdujo la codificación del Derecho
eclesiástico mediante el motu propio «Arduum sane munus» se llevó a cabo en
C. CORRAL el mayor silencio. Ahora, en cambio, cuando la reforma del Derecho eclesiás-
tico se encuentra rodeada totalmente de andamiajes se realiza esto a toda pu-
blicidad. El 25 de mayo de 1968 invitó el cardenal Pericles Felici a todos los
peritos —de cualquier parte del mundo— a que prestasen su colaboración
científica para ayudar a la comisión especial nombrada para la reforma del
Derecho eclesiástico, de modo que ésta pudiera acabar su tarea con éxito.
Esto no debe extrañar, ya que también fuera de la Iglesia la jurisprudencia
está pasando por una revisión científica. Sobre todo en el terreno del Derecho
penal se pregunta de nuevo por el sentido de la pena dentro del mismo. En
el Derecho eclesiástico vigente las penas ocupan los cánones 2.195-2.414. Se
han presentado proposiciones para que en un eventual nuevo Código de Dere-
cho eclesiástico la parte penal y procesal sean colocadas al final de todo'.
MSsdorf no solamente aboga por un nuevo lugar para el Derecho penal
dentro de un código reformado, sino también por una revisión básica y funda-
mental. De hecho, el actual Derecho penal eclesiástico vige solamente con
relación a los clérigos y religiosos, pero está prácticamente muerto con respecto
a los laicos. El cambio básico en la relación Iglesia-Estado es aquí, natural-
mente, en primer lugar, un débito, pero también al hecho de que las penas
han sido desplazadas del alcance jurídico al terreno de la conciencia. La mez-
colanza histórica de la práctica penitencial y del Derecho penal ha hecho de
éste un todo híbrido que, metodológicamente, casi no se puede calcular. El
sentido de la pena, para no hablar de su efectividad, queda de este modo en
la sombra. Actualmente existe, en todos los estados de derecho, una discusión
sobre el sentido de la pena. Por eso hemos creído oportuno invitar a un perito
para que nos ofrezca un resumen de la tendencia y amplitud de esta dis-
cusión.

1
* Bajo la responsabilidad del Secretariado General.
K. Mórsdorf, Zur neuordnung der Systematik des Codex Inris Canonici:
«Archiv für katholisehes Kirchenrecht», 1968, 3-38; M. A. Rouco-Varela, Der
Internationale Kanomstenkongrez in, Rom, ibíd., 314-320.
*• Declarac. Lib. Reí., n. 15.
" Ibíd.
La cuestión penal 279
su origen entre los creyentes-rigoristas cuáqueros. Estos veían al malhechor
LA PENA EN TIEMPOS ANTIGUOS ante todo como alguien que se ha apartado de Dios. Este extraviado debía
llegar al arrepentimiento en el hospicio-penal, y la mejor manera para alcanzar
El fenómeno pena es tan antiguo como la humanidad misma. Aunque la este arrepentimiento era la meditación en un aislamiento total con la Biblia
historia de la pena y del Derecho penal nos muestran cambios penetrantes y como única guía. Aquí se encuentra el origen de la celda en la prisión.
desplazamientos tanto en relación con los hechos a los que se aplica como en
el modo de castigar, sin embargo, valía a lo largo de los siglos como una evi-
dencia que no necesitaba ulterior prueba el que ante determinados delitos ALEGATO PARA LA ABOLICIÓN DE LA PENA: FERRI
se reaccionase con pena.
En el Medioevo las penas eran con frecuencia crueles y a nuestros ojos Hasta este momento fueron los motivos humanitarios y religiosos sobre
inhumanas. Se conocía la pena de muerte bajo todos los estilos: ahorcamiento, todo los que llevaron a reformas, más o menos, afortunadas (y no pocas veces
decapitación, descuartizamiento, ahogamiento, estrangulación, quema. Junto a de nuevo a un callejón sin salida) del sistema penal. En el transcurso del
esto, el azotamiento (con preferencia en público) y otras penas de mutilación siglo xix, cuando apareció la criminología como campo científico, se presen-
corporal, las cuales formaban, a menudo, un reflejo del delito cometido: al taron también consideraciones de tipo científico en lugar de los motivos an-
blasfemo se le arrancaba la lengua; al ladrón se le cortaba la mano. Por lo teriores. Sobre la base de nuevas opiniones adquiridas, según las cuales la
demás, y junto a esto, las multas pecuniarias ocupaban un gran lugar. actitud criminal no tenía su origen en la maldad del autor que escogió el mal
Las finalidades perseguidas con la pena eran, de una parte, demostrar, de en libertad, sino en toda clase de factores determinantes (endógenos y exó-
un modo que no dejase lugar a mal entendidos, la inadmisibilidad del hecho genos), surgió el convencimiento de que la pena debía estar dirigida precisa-
cometido, y de otra, intimidar a los demás para que no cometiesen hechos mente a la eliminación de esos factores.
semejantes. Un nombre que debe mencionarse aquí en primer lugar es el del especia-
lista en Derecho penal Enrico Ferri. Era discípulo de Lombroso, el «padre de
APARICIÓN DE LA PENA DE RECLUSIÓN la crimonología». En contraposición a Lombroso veía Ferri el delito anclado
no solamente en condiciones biológicas, sino igualmente en factores de tipo
Cuando en el siglo xvn junto (o en lugar de) a las penas nombradas hizo social y económico. Gimo jurista tuvo Ferri el arte de dar una adecuada formu-
su entrada, poco a poco, la pena de reclusión, apareció también con ella una lación jurídica a sus ideas y de crear las nociones jurídicas acomodadas a ellas,
sueva finalidad, a saber, la enmienda del condenado. Partiendo del conven- de modo que el mundo jurídico pudo empezar con ello. Ferri rechazó de plano
cimiento de que el trabajo es una dura obligación para el hombre y de que el ya viejo adagio: «ninguna pena sin culpa.» El tachó de la lista tanto la
precisamente ese trabajo le puede llevar a la autodisciplina2, aparecieron, en culpa como la pena. A ninguna de estas dos nociones responde, según él, una
los Países Bajos Unidos, y después también en otras partes, cárceles en las realidad y, por consiguiente, no tienen su lugar en el ordenamiento jurídico.
que el trabajo duro y continuo tenía un lugar central3. A causa de sobre- El que un realizador sea «espiritualmente» sano o enfermo no viene al caso
ocupación y de una explotación mala (a veces incluso corrompida) llegaron en principio. Tampoco el que se trate de una transgresión leve o de un delito
estas «casas de disciplina», poco a poco, a un total desmoronamiento. grave necesita ser algo decisivo para la reacción subsiguiente de la autoridad
Al final del siglo xvm recibió nuevos impulsos la reforma de las cárceles sobre el delito. En lugar de la culpa introduce Ferri la peligrosidad del autor,
en su intrínseca manera de ser. En Europa fueron concretamente el italiano mientras que él quería ver sustituida la pena por la medida de defensa (sin
Beccaria y los ingleses Bentham y Howard4 quienes criticaron duramente el colorido moral).
ejercicio del Derecho penal y la aplicación de las penas que se imponían, de- Ferri razonaba de la siguiente manera: Cuando uno —culpable o incul-
fendiendo con énfasis la necesidad de una reforma profunda del Derecho pablemente— pone en peligro a la sociedad, debe contentarse con la reac-
penal y del sistema de sanción. Se dejaban guiar principalmente por razones ción estatal subsiguiente. En este aspecto la gravedad o pequenez de su desmán
humanitarias y de justicia, concretamente, según se encontraban éstas expresa- no carece, evidentemente, de todo sentido, pero el punto decisivo es, ante
das en las ideas de la Revolución francesa. Por la misma época surgió en Amé- todo, la medida de la peligrosidad del autor. La moderación de juicio no es,
rica un movimiento de reforma con un tinte claramente religioso, que tuvo por consiguiente, ninguna distinción entre sanciones contra delincuentes y me-
didas preventivas contra dementes comunes peligrosos, alcohólicos o muchachos
' G. Th. Kempe, Inleiding tot de Criminologie, Haarlem, 1967, 267. abandonados. Es imposible determinar, a priori, el contenido, la clase y la
' Las llamadas casas de pulir y corrección respectivamente para hombres duración de la sanción, puesto que ellas deben estar sintonizadas con la peli-
y mujeres, señalando hacia la clase de trabajo que allí se realizaba.
4
Sobre este y otros criminólogos y reformadores de prisiones, cf. Pionlers grosidad concreta de cada delincuente en particular. Tratándose de un autor
in Criminology, Londres, 1960. «enfermo» deberán ir dirigidas a la curación, si se trata de uno corregible
280 W. Jonkers La cuestión penal 281

a la resocialización, y en el caso de un incorregible a la eliminación. Toda que para los segundos no quedaba más que la innocuidad, es decir, hacer
sanción debe ser puesta, por de pronto, para una duración indeterminada y que fueran innocuos separándolos de la sociedad para siempre o al menos para
puede acabar cuando la peligrosidad haya desaparecido. largo tiempo. Por lo demás, esto último —en opinión de von Liszt— no debería
En 1919 tuvo Ferri la ocasión de su vida para poner en práctica su teoría. aplicarse solamente a los malhechores incorregibles, sino también a aquellos
Como presidente de una comisión real recibió el encargo de redactar un criminales que se caracterizasen por «rasgos neuropatológicos». Con otras
anteproyecto de un nuevo Código de Derecho penal. Al cabo de dos años palabras, debería ser aplicado a sicópatas criminales.
tenía ya preparado su encargo y entregó una proposición que, evidentemente, En relación con el grupo señalado como propio de la pena de enmienda,
no dejaba nada que desear a un espíritu que anhela una renovación radical. quedan todavía dos observaciones por hacer. Ante todo, von Liszt veía el
El anteproyecto de Ferri no alcanzó nunca ni siquiera la forma de proyecto habituamiento al trabajo como la única terapia penal posible. Y esto era así
de ley, no sólo por la discutibilidad de los principios fundamentales en los porque él creía que una inclinación a la criminalidad solamente es posible
que se basaba, sino también a causa del fascismo que se afirmaba precisamen- de cambiar cuando proviene de (o va en unión de) una cierta timidez al tra-
te en aquel tiempo y cuyo principio de autoridad difícilmente se dejaba aso- bajo. Además, von Liszt opinaba —dejando de lado las excepciones— que
ciar con el principio de socialidad de Ferri. esta inclinación a la criminalidad, que descansa en una timidez al trabajo, sola-
La propuesta de Ferri, no obstante, sí ha servido de modelo para los Códi- mente era capaz de ser extirpada cuando el delincuente no ha pasado todavía
gos penales de varios países latinoamericanos y ejerció gran influjo en el primer los veinte años de edad. Con otras palabras: la pena de enmienda tenía sola-
—entre tanto de nuevo alcanzado— Código de Derecho penal soviético. Pero mente sentido si era aplicada a delincuentes menores de veintiún años y tími-
también en Europa occidental perviven todavía plenamente las ideas de Ferri, dos ante el trabajo.
en concreto en el movimiento de la llamada défense sociale nouvelle. Von Liszt era sufiicientemente realista para ver que la privación de liber-
tad —se la etiquete de pena de enmienda o de pena de intimidación— no era
un remedio tan efectivo para combatir la criminalidad como él sugería en teo-
PENA Y EFICACIA: VON LISZT ría. Un daño inevitable de la pena de reclusión se encontraba ya en el estigma
de la detención que va unido a ella (el sello de «haber estado en la cárcel»).
En el aspecto político-criminal, emparentado de cerca con Ferri, se hallaba Todavía peor era la infección criminal por el contacto del castigado con otros
el jurista austriaco-alemán von Liszt. Como determinista consecuente rechazaba malhechores, quizá peores que él todavía. Esta última objeción la consideraba
von Liszt, por principio, todo derecho penal de la culpa y, a fortiori, toda von Liszt extraordinariamente grande cuando se trataba de penas de reclusión
teoría de recompensa. El veía el delito sencillamente como el producto nece- cortas. Por eso se oponía, por principio, a las penas de reclusión de poca
sario e inevitable de condiciones dadas. Solamente una invstigación básica de duración. En su opinión debían durar por lo menos seis semanas. En susti-
las causas determinantes del delito sería capaz, según él, de ofrecer un funda- tución de las penas de reclusión cortas indicaba él la posibilidad de una apli-
mento real para una política criminal sana y para un ejercicio eficaz del Dere- cación más amplia de las multas pecuniarias. Y si éstas no eran pagadas no
cho penal. Al igual que Bentham y Ferri, von Liszt veía la pena solamente como debería seguir un arresto sustituyente, sino trabajo forzado.
un instituto de defensa exigido y normatizado por la eficacia social. Von Liszt fue también uno de los primeros que atisbo la gran importancia
Más en concreto, atribuía a la pena tres funciones: intimidación, enmienda de la condena condicional que, en su opinión, no solamente debía aplicarse
e innocuidad. Según eso, dividía a los delincuentes en tres grupos: autores de en los casos de reclusión breve, sino en todos los casos (excluida la pena de
ocasión, corregibles e incorregibles. una casa disciplinar intentada para los incorregibles).
El desmán cometido o mala conducta de los malhechores de ocasión lo Además de una reforma, extravagante para su tiempo, de las penas y de la
veía von Liszt más bien como consecuencia de circunstancias, más o menos aplicación de las mismas, von Liszt abogó también por una transformación
casuales y extraordinarias, que como una actitud antisocial profundamente radical del procedimiento penal. En su opinión el juez debería tener compe-
arraigada. Por tanto, estos malhechores ocasionales recibirían mediante el dolor tencia solamente en orden a la declaración de las pruebas del hecho y del
de la pena una inyección suficiente de intimidación. carácter de ilegitimidad del mismo. Concretamente, en lo sucesivo, el juez
De otra forma lo planteaba al tratarse de los delincuentes que von Liszt debería callar sobre la calidad y la duración de la pena. Además, sobre esto
designaba como «Hangtáter». Su conducta no era consecuencia de una situa- solamente podría decidirse por peritos en la materia y precisamente después
ción casual momentánea, sino el fruto de una disposición antisocial habitual de un determinado período de observación. Antes de ese período no se podía
y de una hostilidad o indiferencia arraigada frente a la sociedad y su orde- disponer siquiera de un conocimiento adecuado acerca de la persona del
namiento jurídico. Sin embargo, von Liszt no medía a todos estos «Hangtáter» autor y sobre sus posibilidades futuras. Por consiguiente, el proceso penal no
por el mismo rasero. Dentro de esta categoría distinguía los corregibles y los terminaría con la sesión en la sala del juicio, sino más bien con la libertad
incorregibles. Los primeros deberían sufrir una pena de enmienda, mientras o fin de la detención. Esta libertad concedida al prisionero podría tener lugar
282 W. Jonkers La cuestión penal 283
cuando —considerando racionalmente— se hubiera alcanzado el resultado de del delito y la pesadez de la pena es casi siempre una ficción. Por otra parte
la resocialización en el sentido de que la reincidencia pudiera considerarse —así afirma esta tendencia—, en el Derecho no se trata de bienes jurídicos,
imposible. La consecuencia de lo anterior sería un fallo jurídico indeterminado. sino de la defensa y perfeccionamiento del individuo. Por tanto: desaparición
Sin embargo, von Liszt, por consideraciones práctico-políticas, no sacó nunca de las penas recompensatorias y en su lugar tratamiento rehabilitador. «Nos-
esta consecuencia. Propuso atribuir al juez la competencia para determinar la otros concebimos la misión del juez como la de un 'médico social'. El juez
duración máxima o mínima de la pena (por tanto, un fallo relativamente in- debe prescribir el remedio curativo más adecuado para eliminar la causa del
determinado, por ejemplo: de seis semanas a un año, de cinco a diez años, mal y debe él mismo interesarse activamente en la aplicación de ese remedio
de diez a quince años, etc.). Durante la ejecución de la pena un colegio pro- para controlar los efectos del mismo.» «Opinamos que el juez tiene que ser
fesional determinaría y concretaría más de cerca la duración de la misma. un amigo del enfermo...» Estas citas de Vérsele hablan por sí solas.
La mayor objeción, de principio, que es dirigida contra la pena por el
ala extrema (y en esto sigue evidentemente las huellas de Ferri) es que la pena
LA «DEFENSE SOCIALE NOUVELLE» es una noción metafísica, al menos ético-filosófica, y como tal se encuentra fuera
del terreno del conocimiento físico y de lo asequible. La ética y la filosofía,
Las ideas jurídico-penales y criminal-políticas de Ferri y von Liszt encuen- de una parte, y el Derecho de la otra —según esta tendencia— son terrenos
tran una continuación moderna en el movimiento llamado déjense sociale. totalmente separados entre sí. Al juez no le está permitido, ni puede, por
Esta denominación es ambigua en realidad. Se podría deducir de ella que, consiguiente, juzgar sobre el mérito o demérito, sobre el bien o el mal, sino
entre los partidarios de este movimiento, se trata, en primer lugar, de la de- solamente sobre la adaptación o inadaptación social del individuo. Adaptación
fensa y seguridad de la sociedad frente a elementos hostiles y peligrosos. En o inadaptación social en el fondo libres de juicios de valor. En lugar de no-
su origen, la tendencia y pretensión de la défense sociale se dirigía ciertamente ciones ligadas a valores como ilegitimidad y culpa debe introducirse la idea
a eso. Progresivamente, sin embargo, penetró la convicción de que a la segu- ético-neutral de la no conformidad fáctico-social.
ridad social se servía de la mejor manera con la nueva adaptación social del No se deduzca de todo esto el que esta dirección no atribuyera ningún
malhechor. Por tanto, el movimiento se fue dirigiendo conscientemente hacia sentido a cosas como libertad interna y responsabilidad personal. Anterior-
la persona del delincuente y hacia su resocialización. Tratando de dar una mente pudo ser diferente; desde los años cuarenta consiguieron estas ideas
expresión a este modificado modo de ver las cosas, Marc Ancel calificó el un lugar central, pero de un modo totalmente diferente a lo que reconocía
movimiento en lo sucesivo como défense sociale nouvelle. la teoría clásica del Derecho penal donde la libertad y la culpa formaban el
El pabellón de la défense sociale cubre, por lo menos, una mercancía propio fundamento penal. Quizá la mejor manera de formular esto sería la
homogénea. Solamente se puede hacer justicia a este movimiento si se distingue siguiente: la noción de responsabilidad personal del autor forma un punto de
entre las diferentes tendencias existentes. Concretamente, entre la tendencia partida importante para una afortunada terapia de resocialización. Por tanto,
extrema (llamada también genovesa) y la más moderada o tendencia parisina. aunque esta responsabilidad no constituye, en parte alguna, un fundamento
Téngase en cuenta también aquí que se dan además varias tendencias de firme para no imponer ya una medida, ofrece, sin embargo, al juez, las más
transición e intermedias5. de las veces, una indicación para tomar una medida determinada. Pues algunas
medidas presuponen que aquel a quien se aplican puede presentar ya, en
cierto modo, el sentido de responsabilidad; otras van dirigidas, en todo caso,
LA TENDENCIA GENOVESA a despertar y activar esa noción de responsabilidad.
Una cuestión extremadamente importante tanto para la teoría como para
La tendencia extrema —con Gramática, Mendoza, Mergen y Vérsele como la práctica de la defensa social es ¿cuándo puede o debe intervenir la autoridad
principales exponentes— dirige sus esfuerzos a la abolición total de la pena. «normatizando»? El punto de apoyo para responder a esta pregunta está en
Al hacer esto son muy consecuentes. Incluso los términos: pena, culpa, mal- la noción de «antisocialidad». Sobre una más detallada explicación de esta
hechor deben desaparecer. En lugar del Derecho penal debe darse entrada a antisocialidad dominan, incluso dentro del mismo grupo genovés, opiniones
unas disposiciones jurídicas terapéuticamente orientadas y totalmente acomo- dispares.
dadas a la subjetividad del autor. Con una dureza fulminante se oponen a la Según Dublineau, una institución antisocial es ya suficiente. Concretamente,
pena de recompensa. Porque ¿de dónde le viene a la autoridad esa competen- no necesita la antisocialidad haberse manifestado objetivamente en una con-
cia de recompensa? Además de esto la llamada proporción entre la gravedad ducta antisocial externa. Mergen, por el contrario, opina que una institución
antisocial, por sí misma, no es todavía un motivo suficiente para intervenir.
1
Cf. para lo siguiente Marc Ancel, La défense sociale nouvelle, París, Debe juntarse un elemento objetivo, es decir, un hecho externo antisocial.
Editions Cujas. Este hecho no constituye quizá el fundamento propio para la imposición de
284 W. Jotikers

una medida, ya que el fundamento es, en efecto, la institución antisocial, pero


tal institución se conoce solamente cuando se manifiesta al exterior en una
actitud antisocial. LA TENDENCIA PARISINA
Una pregunta que va unida a esto es la siguiente: ¿qué actitudes deben
calificarse como antisociales y cuáles no? También aquí hay diversidad de Después de haber hablado de la tendencia extrema o genovesa permítase-
opiniones. Según demuestra Gramática, la antisocialidad solamente se puede nos unas palabras sobre la más moderada tendencia parisina, entre cuyos por-
determinar en virtud de leyes válidas. Mergen, sin embargo, señala que exis- tavoces principales debemos nombrar a Ancel, Levasseur, Pinatel, Bouzat. Es
ten también conductas antisociales extralegales. Por tanto, las descripciones un ala mucho menos radical. En un punto importante, no obstante, está de
de delitos dadas de antemano (propiamente: descripciones de antisocialidad) acuerdo con la tendencia genovesa: la total repulsa del principio de recom-
las considera él injustas. El pretende determinar las conductas antisociales de pensa. Sin embargo, la consecuencia de eliminar la noción de pena junto con
manera puramente empírica investigando cuáles son los modos de conducta la noción de recompensa no ha tenido entrada en el grupo parisino. Por eso
que en una determinada sociedad deben seguirse realmente. Lo que entonces no intenta tampoco sustituir, sin más, el Derecho penal por un Derecho nor-
se oponga a esos modos de conducta es antisocial. ¡En una sociedad de antro- mativo. La pena sea, no obstante —en formulación de Levasseur—, no retri-
pófagos —así la ilustración misma de Mergen— los no antropófagos se com- butiva, sino aflictiva. Con ello se pretende que la pena no se debe comprender
portan antisocialmente! como una especie de antipolo o como un equivalente negativo de la conducta
No es de extrañar que la interpretabilidad y la elasticidad, evidentemente delictiva (piénsese en el malum passionis propter malum actionis de Groot
amplias, de la noción de antisocialidad (también como hecho externo) haya o en la negación de la negación de Hegel), sino como una «valoración» de la
hecho surgir entre los partidarios de la defensa social el temor fundado de autoridad de gobierno atacada. «Valoración» deseada por la conciencia colec-
que bajo el epígrafe de antisocialidad todo 'justiciable' en cualquier momento tiva. Existen también otros modos de ver las cosas dentro del grupo parisino.
podría ser entregado al aparato legislativo de una higiene social estatal omni- Ancel quiere mantener la pena, porque ella, en determinados casos, sería
potente. Para evitar este peligro quieren, aun los más «de derechas», mante- el medio de resocialización por excelencia. Así considerada la pena, en el fondo,
ner, cueste lo que cueste, lo que von Liszt llamó la charla magna del mal- se convierte de nuevo en una norma.
hechor: núlla poena sitie previa lege. Además desean —asimismo como ga- Otro punto en el que la tendencia parisina se distingue de la genovesa es
rantía de los derechos del autor antisocial— que todo el procedimiento legis- que la primera no defiende fallos absolutamente indeterminados, sino relativa-
lativo continúe discurriendo bajo la dirección y el control judiciales. mente indeterminados, es decir, dentro de los máxima y mínima ya deter-
Uno y otro incluyen el que todas las formas de conducta antisocial, en minados.
contra de las cuales se pueda intervenir «normatizando», deban, de antemano, En cuanto al procedimiento penal, la tendencia parisina manifiesta opinio-
ser descritas detallada y exactamente por el legislador. La determinación real nes semejantes a las de la tendencia genovesa. Ambas coinciden en lo que
acerca de si la actitud concreta de uno cae dentro de estos «síntomas de anti- atañe a la división bipartita del procedimiento penal y en la no publicidad del
socialidad» legalmente descritos debe ser hecha por el juez. Este tiene que tratamiento.
decidir también —evidentemente acompañado de los peritos— sobre qué
medida debe ser tomada. De esta forma, sin lugar a dudas, se pone un freno EL SENTIDO MEDULAR DE LA PENA
a las intervenciones desenfrenadas de la autoridad. Sin embargo, a nuestro
modo de ver, continúa existiendo un peligro mortal. Incluso si se permite Al principio de nuestro trabajo decíamos que, a través de los siglos, había
determinar de antemano por medio de síntomas antisociales legalmente con- valido como una evidencia el que a determinados malos comportamientos se
torneados tanto los casos en los que la autoridad puede intervenir como el reaccionase con una pena. Lo dicho anteriormente muestra que esta evidencia
modo formal de hacerlo, la medida de la intervención y el tiempo durante el no puede considerarse en nuestro tiempo un bien común. La llamada hecha
cual puede hacerse no dependen de la conducta antisocial descrita en la ley (la desde finales del siglo pasado pidiendo la abolición del Derecho penal y la
conducta es solamente un síntoma), sino de las posibilidades de resocialízación sustitución del mismo por un Derecho normativo sigue ocupando los ánimos.
del delincuente. Teóricamente, tras un grave delito podría tomarse solamente El principal argumento en contra de la pena es que ésta sería una noción
una medida leve o ninguna, mientras que, por el contrario, una transgresión metafísica privada de todo valor real. La cuestión que se plantea es si tal
leve podría dar lugar a un tratamiento muy profundo y de larga duración. La argumento es exacto y si la pena, en efecto, puede llamarse una magnitud
vía medía abogada por von Liszt de una duración máxima-mínima legal, metafísica.
jurídicamente determinada, la ve el ala extrema de la defensa social como una En la vida social (prescindiendo todavía totalmente del Derecho penal) la
indecisión que apenas merece consideración. pena —la sanción negativa— ha jugado un papel importante. Dentro de un
determinado grupo valen unas normas determinadas. De los miembros del
grupo se espera que se ajusten a dichas normas. Cuando esto no sucede entra
286 W. Jonkers La cuestión penal 287
en acción el llamado control social del que las sanciones (negativas) forman pero hay que seguir manteniendo la pena incluso para bien del castigado mismo.
una parte importante. Estas sanciones sociales pueden ser muy diversas: desde Las legislaciones modernas conocen —prescindiendo de excepciones— sola-
poner mala cara frunciendo el entrecejo hasta la expulsión del grupo. Las san- mente dos penas principales: la multa pecuniaria y la pena de reclusión. Y es
ciones sociales (no formalizadas muchas veces) no son consideradas sin sentido precisamente esta última la que más graves preocupaciones despierta. Inten-
por nadie. Al contrario, ellas cumplen una función útil. De esta manera, inclu- tada para delinear la vituperabilidad del delito cometido, la pena de reclusión
so se hace patente lo injusto de la actitud vituperada tanto para el interesado- tiene no pocas veces en su formación concreta un efecto estimulante del delito.
mismo como para los restantes compañeros del grupo. Esto no tiene nada que Por tanto, la reclusión como pena se ha convertido para muchos en un pro-
ver con la metafísica. Es sencillamente una realidad social. No se pretende blema casi indigesto8.
ninguna otra cosa con la sanción penal jurídica. En realidad, cumple la misma Son conocidas las graves objeciones lanzadas contra la pena de encare-
función que la sanción social, a saber: llamar la atención del desmán. La pena lamiento': enajenación profunda de la sociedad, regresión hacia un nivel de
es una desaprobación y el Derecho penal un derecho de desaprobación. En reacciones infantiles, pérdida de toda responsabilidad con un crecimiento tor-
relación a determinados delitos (en general, más graves), la competencia sancio- cido e irrestaurable de la personalidad y, finalmente, una infección criminal
nadora —que originariamente descansaba directamente sobre el grupo— se que dentro de semejante grupo, negativamente seleccionado, en breve es in-
traslada a la autoridad y esto tanto para evitar una aplicación de la sanción evitable. ¿Cómo escapar de este callejón sin salida?
desenfrenada y sin reglamentación como para asegurar —a pesar de su mal Una primera posibilidad es aplicar la reclusión lo menos posible. Esta ten-
paso—• los derechos del delincuente en cuanto sea posible. El fallo penal tiene dencia se manifiesta evidentemente en el ejercicio del Derecho penal moderno.
entonces una función declaratoria en la que es determinada in foro la censura- Si consideramos la totalidad de los delitos juzgados vemos que solamente en
bilidad de la actuación incriminada 6. un número de casos, relativamente pequeño, se aplica la pena de reclusión,
Una segunda cuestión es qué forma debe darse a esta desaprobación jurí- mientras que la superior a un año (al menos en Holanda) no supera el 3 por
dica de la pena. No se trata aquí ya del significado propio de la pena, sino del 100. Sin embargo, hay un número de casos en los cuales, de momento, no hay
contenido de la misma. Este contenido llevará siempre consigo un dolor para una alternativa más que la pena de reclusión.
el castigado, pues esto es peculiar a toda sanción negativa. De una parte, este Esta reclusión debe, por tanto, ser realizada de modo que las posibilidades
dolor no deberá ser nunca mayor que la gravedad del delito en virtud del de acomodación social del castigado sean activadas por ella, que no resulta
cual se aplica. De otra parte, puede ser menor de lo que justificaría la gravedad sencillo. El castigo debe aprender a acomodarse él mismo a las normas de la
del delito. Con otras palabras: la gravedad del delito forma el límite superior sociedad, pero esto precisamente en un ambiente en el que prácticamente está
del dolor punitivo tolerable, mientras que el límite inferior debe ser deter- cortado todo contacto normal con aquella sociedad. Para escapar a esta difi-
minado por reflexiones que tengan en cuenta la eficacia. cultad se han implantado los últimos decenios las llamadas cárceles abiertas
Hulsman7 señala en este aspecto la subsidiariedad de la pena: ninguna donde los detenidos trabajan por el día fuera (sin vigilancia) y solamente por
pena cuando la «desaprobación» perseguida por ella ha sido ya conseguida de la noche regresan al establecimiento. ¡No todo detenido puede, sin embargo,
otro modo (no jurídico-penal) o puede conseguirse. Y cuando esta desaproba- soportar el lujo de una cárcel abierta!
ción deba tomar necesariamente una forma jurídico-penal, entonces las penas Con todo, y sea como sea, cuando en un caso concreto es inevitable la
más leves deben tener la preferencia frente a las más graves: reprimenda aplicación de una determinada pena de reclusión entonces deberemos procurar
verbal antes que multa pecuniaria; multa pecuniaria antes que reclusión; re- que esta pena, en cuanto sea posible, sirva para la readaptación del castigado.
clusión condicionada antes que incondicionada, etc. Para conseguir esto no puede haber sacrificios demasiado grandes ni esfuerzos
La objeción principal de un derecho puramente normativo nos parece que excesivamente pesados. Piénsese que el nivel cultural de un pueblo se mide
está en que con ello se rompería el lazo de unión íntimo entre el desmán come- por el modo en que esa sociedad castiga a sus malhechores.
tido y la reacción de la autoridad. La medida, esto es, la asistencia coercitiva
(no pocas veces intramural) no es limitada ya por la gravedad del hecho come- W. JONKERS
tido, sino por la necesidad de tratamiento del autor. Esto abre el camino para
la sanción sin medida y con esto se inflige al delincuente un daño mayor de
lo que él ha «merecido». La práctica señala, por lo demás, que una norma de
'poner a disposición' (pretendida para los síquicamente tarados y también
para los delincuentes peligrosos) es experimentada por los interesados como
una pena mucho más grave que un encarcelamiento. Esto suena paradójico,
• A. Heyder, Bewakers en bewaakten, Mepel, 1963, 48. • G. Th. Kempe, Inleiding tot de Criminologie, Haarlem, 1967, 277.
' Straf, Baarn., 1969, 109. • G. Th. Kempe, ibid., 278.
Colaboradores de este número 289
tro en Artes y doctor en Teología (1965). es profesor de Teología fundamental
y sacramental en el Seminario Nacional Juan XXIII de Weston, U.S.A. Ha
publicado The Church in the Thought of Bishop John Robinson, Londres,
1966, y Do tve need the Church? (¿Tenemos necesidad de la Iglesia?), Nueva
York, 1968.

COLABORADORES DE ESTE NUMERO ROBERT RODES

Nació el 29 de mayo de 1927 en Nueva York. Pertenece a la Iglesia cató-


KARL FINK lica. Estudió en la Universidad de Brown y en la Harvard Law School. Licen-
ciado en Derecho, enseña esa asignatura en Notre Dame Schol Law de Indiana
Nació el 10 de mayo de 1904 en Constanza, Alemania. Fue ordenado sacer- desde 1954. Mencionamos entre sus publicaciones A sugestión for the renewal
dote en 1928. Estudió en las Universidades de Friburgo de Brisgovia y Münster. of de Canon Law (Sugestión para la renovación del Derecho Canónico), 1966.
Doctor en Teología (1929), enseña Historia de la Iglesia en la Universidad de
Tubinga. Entre sus obras hay que mencionar Spátmittelalter (Baja Edad Me-
dia), en el Manual de Historia de la Iglesia, editado por H. Jedin (1968), y PÍO CIPROTTI
Konzilien-Geschichts-Scheibung im Wandel (El concepto de Historia de los
Concilios en cambio), 1967. Nació en Roma el 2 de enero de 1914. Estudió en la Universidad de Roma
y en la Lateranense. Doctor en Derecho y en Derecho Canónico, es profesor
de Derecho privado comparado y eclesiástico en la Universidad de Letrán y
ANDREW GREELEY
en la de Camerino y presidente del Tribunal de la Ciudad del Vaticano. Ha
publicado Diritto ecclesiastico, Padua, 19642.
Nació el 5 de febrero de 1928 en Oak Park (Illinois, U.S.A.). Estudió
en el Seminario de St. Mary of the Lake y en la Universidad de Chicago.
Maestro en Artes, licenciado en Teología, doctor en Sociología (1962), enseña HENRI DE RIEDMATTEN OP
en el Departamento de Sociología de la Universidad de Chicago desde 1963
y es «Sénior Study Director» del «National Opinión Research Center» de la
Nació el 19 de marzo de 1919 en Sion (Suiza). Fue ordenado sacerdote en
misma Universidad. Mencionamos entre sus obras The Hesitant Pilgrim:
1945. Estudió en las Universidades Gregoriana (Roma), Friburgo (Suiza) y
American Catholicism after the Council (Los cambios en el catolicismo ame-
Oxford. Doctor en Filosofía y Teología, es observador permanente de la Santa
ricano después del Concilio), Nueva York, 1966, y A Future to hope in (El
Sede en las Naciones Unidas. Ha colaborado con notables contribuciones en
futuro que se espera), Nueva York, 1969.
numerosas obras sobre la Constitución Gaudium et spes.

THOMAS O'DEA
ISIDORO MARTIN
Nació el 1 de diciembre de 1915 en Amesbury (Mass., U.S.A.). Pertenece
a la Iglesia católica. Estudió en la Universidad de Harvard. Es maestro en Nació en Albacete (España) el 24 de septiembre de 1909. Estudió en las
Artes y doctor en Filosofía (1953). Enseña sociología y religión en la Univer- Universidades de Murcia, Salamanca, Madrid y Bolonia. Doctor en Derecho
sidad Californiana de Santa Bárbara. Ha publicado Allienation, Atheism and y licenciado en Ciencias Políticas, es profesor de Derecho Canónico en la Uni-
the religious Crisis (Alienación, ateísmo y crisis religiosa), Nueva York, 1969, versidad de Madrid. Mencionamos entre sus obras, Seglares en la historia del
y Sociology and the Study of Religión (Sociología y estudio de la religión), catolicismo español, Madrid, 1968.
Nueva York, 1970.
ADRIANUS DE JONG
RICHARD MACBRIEN
Nació el 22 de agosto de 1935 en Blaricum (Países Bajos). Fue ordenado
Nació el 19 de agosto de 1936 en Hartford (Conn., U.S.A.). Fue ordena- sacerdote en 1961. Estudió en el Theologicum de Warmond (Holanda) y en
do sacerdote en 1962. Estudió en St. John Seminary (Brighton, U.S.A.), en la Universidad de Lovaina. Doctor en Derecho Canónico, es co-rector del
la Universidad Gregoriana y en el Instituto Pontificio Bíblico de Roma. Maes-
19
290 Colaboradores de este número
hospital «Maria-Stichting» de Haarlem y miembro del Vicariato para la orga-
nización eclesiástica del Obispado de Haarlem. Su tesis de doctorado (1966)
versa sobre el matrimonio en relación con el Concordato.

JUAN CALVO OTERO

Nació en Santiago de Compostela (España) el 25 de julio de 1933. Fue


ordenado sacerdote en 1960. Estudió en las Universidades de Santiago de
Compostela y en la de Navarra. Diplomado en Derecho Civil y Canónico,
enseña Derecho público de la Iglesia en la Universidad de Navarra. Mencio-
nemos entre sus publicaciones Teoría General del Derecho público eclesiás-
tico, Santiago de Compostela, 1968, y Movilidad de los cargos pastorales,
Madrid, 1969.

PETER HUIZING SJ

Nació el 22 de febrero de 1911 en Haarlem (Holanda). Fue ordenado


sacerdote en 1942. Estudió en las Universidades de Amsterdam, Nimega,
Lovaina, Munich y Gregoriana. Licenciado en Filosofía y Teología y doctor
en Derecho Civil y Canónico, es profesor de Derecho Canónico y de su historia
en la Universidad de Nimega desde 1965. Es consultor de la comisión romana
para la revisión del Derecho Canónico. Mencionemos entre sus obras, De
Trentsee huwelijksvorm (La forma matrimonial tridentina), Hilversum-Am-
beres, 1966.

CARLOS CORRAL SJ

Nació en Herrera de Pisuerga (España). Fue ordenado sacerdote en 1953.


Estudió en las Universidades de Madrid, Comillas y Gregoriana. Licenciado
en Filosofía, Teología y Derecho Civil, y doctor en Derecho Canónico (1960),
enseña Derecho Canónico en las tres Universidades mencionadas y es vice-
decano de la Facultad de Derecho Canónico de la de Comillas. Entre sus pu-
blicaciones hay que mencionar La libertad religiosa. Análisis de la declaración
«Dignitatis humanae», Madrid, 1966 (obra en colaboración), y Salvación en
la Iglesia. Principios teológico-jurídicos, Madrid, 1968.

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