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© Miguel García, Giovanni Seabra (Org.), 2016
Derechos Reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede reproducirse sin previa autorización de Ediciones Universidad
Central.
Coordinación Editorial
María Javiera Errázuriz Contreras y María José Solis Pérez
Asistente Compilación
Macarena Fuenzalida Aravena
ISBN
978-956-330-054-3
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TURISMO Y PATRIMONIO TERRITORIAL. ENTRE LA PRODUCCIÓN, EL
CONFLICTO Y LA NEGOCIACIÓN.
RESUMEN
ABSTRACT
Tourism is an activity that be inscribe in a geographic space, is a builder of territory and territoriality,
which is linked to processes of appropriation of the territory, which define and recreate the patrimony
assets. Thus, tourism produces spaces, from a tangible and intangible perspective, and give a value to
the territorial heritage in such spaces. In this article, we seek to discuss the relationship between
tourism and heritage, reinforcing the idea that heritage along with being something inherited, is also a
place of conflict and negotiation, where tourism is increasingly fulfilling an essential role in the
selection and valuation the heritage.
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INTRODUCCIÓN
El territorio ha ocupado un punto de central en las interrogantes que respecto del desenvolvimiento de
las sociedades y su vinculación al turismo ha sido creciente en la investigación desde las ciencias
sociales. Sin embargo, se ha asociado el territorio tradicionalmente al Estado-nación, no obstante éste
es resultado de las acciones por controlar recursos, personas y relaciones en un área determinada a
diferentes escalas temporales (Benedetti, 2007). En este sentido se comportan como entidades
históricas en constante transformación por una red de actores sociales e institucionales. Son asimismo
realidades complejas, donde se entretejen procesos económicos, socioculturales, institucionales,
articulados a diferentes escalas espaciales.
Así, es innegable que el control del territorio por parte de las comunidades a lo largo de la historia sea
una problemática vital en ellas, ya que este espacio cultural no sólo es contendor de las acciones de las
respectivas sociedades que habitan en él, sino que además posee la importancia de moldear a su vez los
elementos culturales que están en interacción con los procesos presentes en él.
Para poder entender el concepto de territorio y aprehenderlo dentro de los marcos de la dinámica del
turismo, en primer lugar se debe considerar que el territorio en sí, no es algo neutro, sin movimiento,
desprovisto de algún tipo de contenido, un concepto absoluto, pues al contrario se trata de un concepto
que es dinámico, móvil que es una expresión de la espacialización del poder (Montañez y Delgado,
1998), donde la naturaleza y la sociedad son parte de un sistema de configuraciones de objetos
materiales y sociales, mediados por relaciones sociales que comprenden un cierto grado de apropiación,
ejercicio del dominio y control de una porción de la superficie terrestre, pero también contiene las ideas
de pertenencia y de proyectos que una sociedad desarrolla en un espacio dado, que es a la vez jurídica,
social, cultural y afectiva (Fernández, y Gurevich, 2007).
En este sentido el turismo juega un rol fundamental al momento de entregar un peso valórico a la
estructura del territorio pues plasma en él una serie de imágenes, en base a la dinámica de los actores
que hacen uso de este espacio y además de lo que buscan o lo que quieren lograr dentro del mismo.
Además hay que tener en cuenta también la carga de preconceptualizaciones, percepciones y valores de
significado cultural que de manera mutua se proyectan tanto hacia el forastero como a quién toma el
territorio como dentro de su acontecer diario (Cammarata, 2006).
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En este sentido, el turismo más que un simple desplazamiento físico entre dos lugares (emisor y
receptor), es ante todo una práctica social, con implicancias territoriales específicas (Urry, 1990). Visto
así, se debe concebir la práctica turística ligada a los contextos sociales concretos en los cuales se lleva
a cabo y, al mismo tiempo, donde se define sus especificidades. Lo anterior, implica considerar a los
habitantes del lugar como factor esencial en la definición de modelos de desarrollo turístico. En efecto,
no sólo ellos son los potenciales beneficiarios de algún emprendimiento, sino que también son los
custodios de una información única que es necesario rescatar y poner en valor. Bertoncello (2002)
sostiene que la práctica turística supone, la valorización de la diferenciación de lugares: de origen,
destino y de traslado; aunque este autor agrega que, si bien se trata de lugares diferentes, éstos están
articulados entre sí de formas específicas; la cual tienen implicancias sociales y dimensiones materiales
y subjetivas.
Resulta relevante entonces, posicionarse en el debate sobre la producción del patrimonio territorial y
por cierto, el rol que ocupa el turismo en dicho proceso, planteando que el turismo, en sus diferentes
modalidades es un “productor” de espacios, patrimonios y territorios, en una vertiente material e
inmaterial y que configura relaciones de poder, desde una óptica de desposesión, pero también como
una estrategia de cooperación entre actores con diferentes capacidades de agencia social en el territorio.
En el presente documento se busca establecer una relación entre territorio, turismo y patrimonio. En el
primer punto abordaremos el concepto de patrimonio territorial, en el segundo punto nos enfocaremos
en la relación entre patrimonio territorial y turismo, desde la óptica de la producción, el conflictos y la
negociación, para finalmente observar cómo se desarrollan estos procesos en el contexto de la comuna
Curarrehue, Región de la Araucanía, Chile.
EL PATRIMONIO TERRITORIAL
Por su parte, la UNESCO (1996) define el patrimonio como el conjunto de formas de cultura
tradicional y popular o folclórica, es decir, las obras colectivas que emanan de una cultura y se basan en
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la tradición. Estas tradiciones se transiten oralmente o mediante gestos y se modifican con el transcurso
del tiempo a través de un proceso de recreación colectiva. Se incluyen en ellas las tradiciones orales,
las costumbres, las lenguas, la música, los bailes, los rituales, las fiestas, la medicina tradicional y la
farmacopea, las artes culinarias y todas las habilidades especiales relacionadas con los aspectos
materiales de la cultura, tales como las herramientas y el hábitat.
En consecuencia, dentro del patrimonio, la cultura constituye uno de los elementos referenciales, que
como menciona Lebrum (2007), permite conocer la vida e idiosincrasia de personas de diferentes
realidades geográficas y educativas, en tanto que puede ser un medio de formación personal e
intelectual.
Sin embargo, el patrimonio no es sólo aquello que se hereda del pasado, sino también aquello que se
crea y se construye en el presente en un proceso social de selección, lo que significa que es
interpretable y recreable, transformándose de esta manera en un espacio de conflicto, lucha y
negociación entre sectores sociales inmersos en relaciones de poder (Troncoso y Almirón, 2005).
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La producción del patrimonio territorial es un complejo proceso cruzado por intereses, relaciones de
poder, prácticas materiales y espaciales, representaciones espaciales (Aliste, 2010), donde la condición
del lugar y sus formas de uso están mediatizadas por la capacidad de agencia social de los actores
involucrados en turistificación de dicho espacio geográfico.
Se postula que la territorialidad pasa a ser el proceso configurador de y constructor de los territorios. La
territorialidad es vista, por lo tanto, desde el sujeto y la experiencia asociada a él. Siguiendo esta línea
de pensamiento debemos tomar en cuenta que la territorialidad es una conjunto de relaciones tejidas
por el individuo (tanto individual como en colectivo) con su entorno (Lindón, 2006). Otros autores
añaden que el concepto no sólo se compone de un vínculo entre los grupos sociales y su entorno,
además trata de una articulación que incluye lo emocional entre el sujeto y el espacio (Lindón, 2006).
La apropiación utilitaria y funcional, se presenta cuando se considera al territorio como una mercancía
generadora de utilidades, fuente de recursos, área geopolítica, que enfatiza en el uso utilitario del
territorio, en tanto la apropiación simbólico-cultural del territorio se asocia a la inscripción histórica de
una tradición, al repertorio de geosímbolos, un bien ambiental o reserva ecológica que hacen referencia
a la identidad de una comunidad, pero también a los imaginarios que de ella se tienen. (Giménez, G:
1996,2001).
En relación a la primera, se puede hacer una vinculación con la dinámica capitalista, en tanto el turismo
como una actividad capitalista tiende a producir patrimonios como una forma de ampliar sus
posibilidades circulación y anclaje de capital. En efecto, arvey señala: “el capitalismo no se desarrolla
sobre una superficie plana dotada por todas partes de materias primas y de fuerza de trabajo
homogénea, con vías y medios de transporte en todas direcciones, sino que crece y se extiende dentro
de un ambiente geográfico sumamente variado que abarca una gran diversidad en la munificencia de la
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naturaleza y en la productividad de la fuerza de trabajo" (Harvey, D. 1990:418). Siguiendo este
argumento, David Harvey propone que el capitalismo se expande geográficamente como una solución a
las crisis de acumulación, a través de reorganización espacial de un territorio y la exportación de capital
y trabajo. En este contexto, la producción de espacios turísticos, mediante su patrimonio, es una forma
de “solución espacial” a dichas crisis, por lo tanto, se entiende al turismo dentro de los marcos de la
compresión espacio-temporal en la transición del fordismo a la acumulación flexible (Harvey, D. 1990;
2004; 2007).
En consecuencia, el turismo es un vehículo para la ampliación de las fronteras geográficas del capital.
En efecto, en los espacios turísticos, “las autoridades políticas ‘locales’ priorizan la ejecución de las
actividades empresariales ‘globales’, por ejemplo modificando la legislación urbanística, financiando la
construcción de infraestructuras o tolerando la expansión de amplios sectores de economía informal
(González, R. y Mantecón, A. 2014:688).
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imaginario turístico, junto con estar presente las expectativas, intereses y experiencias de los turistas,
también se configuran a partir de los discursos que sobre ellos se despliegan por agentes con diversas
capacidad de agencia (Martínez, P. 2014). Por lo tanto, los imaginarios se modelan de manera
individual y colectiva y en ella, el imaginario turístico “es entonces aquella porción del imaginario
social referido al hecho turístico, es decir a las numerosas manifestaciones del proceso societario de
viajar” ( iernaux, . :8).
Por su parte, la negociación la podemos considerar como resultado del conflicto, es decir, no puede
haber negociación sin conflicto. Gómez ( 4) señala que “ a idea de “negociación”, siguiendo a
Nogués (1999), no hay que tomarla en el sentido restringido de interlocución directa entre los distintos
agentes sociales, sino en un sentido amplio. a “negociación” es un proceso dialéctico de
confrontación, donde dos o más partes generan estrategias de defensa de sus puntos de vista y sus
intereses, utilizando distintos recursos” (Gómez, 4:7 ).
Los procesos de patrimonialización del territorio son espacios de conflicto, pero también de
negociación. En efecto, la relación de la Reserva Nacional Villarrica con las comunidades aledañas ha
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girado en torno a tomas de terrenos al interior de la unidad por representantes de las comunidades
indígenas, que entre en los años 1998 y 1999 iniciaron una movilización para demandar “el derecho al
uso de los recursos naturales de la reserva y a la paricipación en la gestión de la misma.” (Aylwin y
Cuadra, 2011:18)
Este circuito turístico va desde la localidad de Maite Bajo, continuando por el sector Rilul, en el cual se
ingresa a la Reserva Nacional Villarrica, sector Hualalafquén, y se llega hasta la laguna del mismo
nombre (cuya superficie total es de 73,0 ha.) y el terreno que la rodea. El circuito continúa por el borde
sur de la laguna, hacia el oeste hasta el sector Huincapalihue, empalmando con el camino Curarrehue-
Reigolil.
Maite Bajo corresponde a la parte baja del cordón montañoso Las Peinetas, poblada por comunidades
Mapuche, cuyo límite nor-oeste corresponde al río Maichín y su límite nor-este está flanqueado por el
río Quiñenahuin.
Destaca, desde el punto de vista cultural la presencia mapuche en el circuito, lo que le da una impronta
al territorio a través de la articulación invernada- veranada, la primera ubicada a orillas del río Maichin
y las segundas, en las partes altas de la cordillera, una de ellas es posible observarla en las
proximidades de la Laguna Hualalafquén. También la existencia de pasos cordilleranos que permitía la
articulación del ngulumapu con el puelmapu posibilitando un importante tráfico ganadero entre ambos
espacios, sin duda, estos pasos tenían un sentido en la ritualidad mapuche constituyendo “puertas
rituales” hacia las pampas.
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amino a la laguna ualalafquén, (en mapudungún, “laguna o lago de hualas”, una especie del tipo de
ave acuática que existe a lo largo de todo el sur de Chile, e incluso, también está presente en
Argentina), se pueden observar - por el camino de la Reserva Nacional Villarrica- sitios culturales
diversos entre los cuales se encuentran los chenques, correspondiente a un tipo de cuevas que eran
utilizados como protección frente a las inclemencias del tiempo, tipo habitación semi-temporal, lugar
de preparación de alimentos, fabricación de herramientas de caza, faenamiento o lugar para pasar la
noche. Al mismo tiempo, los chenques eran lugares donde se realizaron ofrendas y/o rituales sagrados
(FONDEF D09R1004, 2011). Estos sitios son reconocidos por la comunidad y utilizados
ocasionalmente las personas de la comunidad en actividades de veranadas. Cuentan algunas personas
de las comunidades que antes existían personas que vivían en estos lugares, aislados de las otras
poblaciones y que sobrevivían en base a los alimentos que proporcionaba el bosque, y que en ocasiones
es posible sentir sus espíritus alrededor de ellos.
En la comunidad de Maite Bajo está la comunidad mapuche Juan de Dios Huiquifil, cuyo título de
merced data del año 1908, en donde se localiza la población mapuche que reside permanentemente en
este espacio de 660 ha, donde es factible conocer parte de la cultura y modos de vida, como así también
la visita a dos eltún o cementerios, uno de ellos está en desuso y corresponde a restos de un antiguo
cementerio indígena desde antes del período de reducción, en donde estarían los antiguos linajes de las
familias mapuches.
PALABRAS FINALES
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territorios locales, a través de la valorización y promoción sustentable del patrimonio territorial,
basados en estrategias de desarrollo con identidad, que apunten a una relación de la biodiversidad y los
saberes, tradiciones y prácticas socio-culturales propias que se expresan en los territorios.
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