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Fernando Lázaro Carreter, “La comedia amorosa de Lope como puzzle”, Biblioteca Virtual Miguel de
Cervantes, 2000, s.p.
2
En opinión de, este tipo de situaciones son frecuentes en el teatro del Fénix
El erotismo es una seña de identidad del teatro de Lope de Vega. Las escenas eróticas,
insinuadas sobre el tablado o descritas, los roces y apretones de manos, o los besos y
abrazos, son bien abundantes y constituyen el botón de muestra de un erotismo
contenido, necesariamente vedado a mayores explicitaciones, y quizá por ello de
mayor efecto.2
La dificultad para aislar este tipo de situaciones radica principalmente en que a pesar
de ser muy importantes, pues a menudo son indicios que anticipan el enamoramiento del
personaje, dicen muy poco cuando se analizan de forma aislada. Otro problema es que un
análisis de este tipo sólo tendría sentido si se utilizara un corpus amplio que permitiera
establecer una clasificación de los tipos de acciones en que estos contactos suceden. Un
estudio de este tipo me parece deseable, pero fuera de mi alcance.
Debido a esta situación, decidí centrar mi análisis sólo en a una obra en la que,
efectivamente, hay contacto erótico en el texto espectacular, pero en vez de centrarme sólo
en esta acción analizo de forma más general la comedia en función de la manifestación del
deseo del personaje femenino. Me interesan sobre todo los personajes "activos", es decir
aquellos que recurren a su inteligencia e imaginación para satisfacer su necesidad. Me parece
que la dimensión de la imaginación femenina es un campo que podría resultar provechoso
2
Teresa Ferrer Valls, “Damas enamoran damas o el galán fingido en la comedia de Lope de Vega, en Amor y
erotismo en el teatro de Lope de Vega: actas de las XXV Jornadas de teatro clásico de Almagro, Almagro,
Ediciones de la Universidad de Castilla, 2003, p. 195.
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para un estudio del teatro de Lope. Por ello, elegí Los melindres de Belisa (1608) , pues me
parece que es un texto dramático en el que el erotismo es fundamental, tanto dramática como
espectacularmente. La comedia expresa de forma insistente la tensión entre el deseo y el
deber de los personajes. Este aspecto quizá se debe a que se trata de una comedia urbana, la
cual, según Ignacio Arellano, se caracteriza por una excesiva atención en la corporalidad.
Arellano ha estudiado con amplitud la cuestión de los géneros de la comedia nueva. Señala
que la comedia urbana se caracteriza por el tema amoroso, la caracterización de personajes
por medio del ingenio y por situarse en una geografía urbana conocida, como Madrid o
Toledo3. La comedia que analizo se desarrolla en Madrid.
El teatro español del siglo de oro ofrece un inabarcable catálogo de las costumbres de
la época y expone la importancia que la sociedad confería al honor y la honra. Según Lope
de Vega: “Los casos de la honra son mejores, / porque mueven con fuerza a toda gente (vv.
327-328)”.4 En efecto, muchas de las comedias del Fénix desarrollan motivos relacionados
con los problemas del honor y la honra. La sociedad española de la época consideraba que el
honor femenino era bastión de la honra familiar. La mujer debía mantenerse virgen para
conservar su honor y para proteger la honra paterna. La única forma de restaurar la honra
femenina era el matrimonio. Como se sabe, en 1556 el Concilio de Trento dictaminó que la
mujer debería elegir el matrimonio o el convento. Una mujer deshonrada tenía que elegir
entre la vida conventual cuando no pudiera forzar el cumplimiento de la promesa
matrimonial. El teatro de los siglos de oro reflejó esta inequitativa distribución de la honra y
abunda en ejemplos de doncellas burladas que salen del hogar familiar para exigir la
restauración de su honra. Las relaciones de pareja estuvieron sujetas a una serie de códigos
sociales que tanto restringían la elección de pareja cuanto relegaban el sexo al espacio
conyugal. Cuando la mujer pasaba de la tutela de los padres a la del esposo se volvía
depositaria de la honra de éste. Es entonces que la fidelidad femenina sustituye la virginidad.
En este ordenamiento social el cuerpo de la mujer es un bien simbólico: el deseo femenino
no existe discursivamente.
3
Ignacio Arellano, “El modelo temprano de la comedia urbana de Lope de Vega”, en Lope de Vega: comedia
urbana y comedia palatina: actas de las XVIII actas de las XXV Jornadas de teatro clásico de Almagro, Felipe
B. Pedraza Jiménez y Rafael González Cañal (eds.), Almagro, Ediciones de la Universidad de Castilla, p. 37.
4
Felix Lope de Vega Carpio, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, Juan Manuel Rosas (ed.), Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes: http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/arte-nuevo-de-hacer-comedias-en-
este-tiempo--0/html/ffb1e6c0-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
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El teatro de los siglos XVI y XVII tocó estos temas, pero quizá fue Lope quien más
los aprovechó. Esta representación de los problemas relacionados con la honra demuestra
Lope fue un observador de las conductas de su tiempo. Ello no significa que su teatro
reproduzca con fidelidad la ideología de su época, pues el arte barroco no es monolítico.
Como refiere Manuel Diago:
No parece lícito, sin más, relacionar mecánicamente lo que sucede en el teatro con lo
que acontece en la vida real, como si el primero no fuera más que un espejo de la
segunda. Lo que hace el teatro de los Siglos de Oro es proponer modelos de conducta,
suasorios y disuasorios; es mostrar lo deseable y lo condenable. Pero nunca como una
cámara fotográfica. No estamos en el reino de lo verdadero, sino, en el mejor de los
casos, en el de lo verosímil.5
Los personajes del teatro de Lope habitan un mundo que se rige bajo un código de honor de
una sociedad organizada en estamentos, pero experimentan un impulso vital de romper con
las ataduras impuestas por este modelo. Los personajes femeninos de Lope de Vega a menudo
desestabilizan el discurso dominante de lo femenino. Las acciones de los personajes
normalmente representaban situaciones que se volvieron tópicos y motivos del teatro
aurisecular. En una sociedad en que la honra recaía en buena parte en la conducta recatada y
la castidad de la mujer, las alusiones, si bien mínimas, al deseo femenino, debieron resultar
liberadoramente inquietantes. El teatro aurisecular ofrece un panorama amplio de la
importancia de la castidad femenina. La experiencia catártica de la representación del deseo
femenino debió de ser mucho más significativa durante una época en la que el discurso de la
psique femenina hacía de ésta un espacio vacío de impulsos sexuales. La comedia aurea se
distingue por desestabilizar el modelo de lo femenino por medio de la inversión o la
relativización de las funciones de sociales de los personajes.
5
Manuel V. Diago, “La mujer en el teatro profesional del Renacimiento: entre la sumisión y la astucia (A
propósito de Las tres Comedias de Joan Timoneda)”, CRITICÓN, 63, 1995, p. 104.
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En Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, el Fénix afirma que la comedia
ofrece un retrato de la vida social. Pero este retrato no tiene que ceñirse a la verdad, sino sólo
a lo posible:
Para Lope las acciones imitadas deben ser del agrado del público. Todos los aspectos
que deberá contemplar el género7 tienen como fin último provocar al receptor: intrigarlo,
divertirlo, sorprenderlo y engañarlo. Darle al púbico aquello que no sospecha implica en
muchos sentidos profanar el mundo verdadero. El Fénix logra este distanciamiento de lo real
al exponer los tabús de la sociedad de la época, al invertir sus normas o al relativizarlas por
medio de recursos irónicos. Sus comedias aluden al mundo real cuando lo muestran “como
podría ser”. Por ello, Luis M. González y González8 considera que el teatro se convierte en
un espacio de liberación en el que los personajes reclaman para sí aquello que la sociedad les
tiene vedado. No resulta extraño que uno de los temas más frecuentes en el teatro de Lope
sea el del deseo sexual femenino, en tanto el cuerpo de la mujer es el espacio por excelencia
del tabú sexual:
6
Arte nuevo…., op. cit.
7
Lope considera a la comedia una técnica que debe responder a los principios básicos de la variedad, el decoro,
la verosimilud, unidad de la trama y división en actos (es decir, acciones).
8
Luis M. González y González, “La mujer en el teatro del Siglo de Oro español”, Teatro. Revista de estudios
teatrales, VI-VII, 1995, p. 70.
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Lo indecible para una mujer en la época es, precisamente, el deseo erótico. En las
obras de Lope la enunciación del deseo amoroso femenino casi siempre corresponde a un
monólogo en el que la dama se debate entre la razón, su deber ser, y la pasión que la empuja
a querer precisamente aquello que le es vedado. Al no poder declarar abiertamente lo que
sienten y quieren, los personajes recurren a la simulación. Lope recurre a una serie de
estrategias en las que el deseo femenino está fuertemente codificado. Se trata de actos y
gestos que actualmente podrían parecer inocentes, pero que vistos a la luz del orden
discursivo de la época, son auténticas manifestaciones del deseo erótico del personaje. Son
alusiones que abren la posibilidad de imaginar de otra forma el cuerpo y la mente de la mujer.
En ese sentido, me parece relevante observar que en muchos textos los personajes femeninos
poseen algún rasgo caracterizador que, desde la perspectiva de otros personajes, las hace
poco aptas para el matrimonio. Esto, que para los personajes que representantes del orden
social es un defecto, también puede ser entendido como una falta de experiencia, un
desconocimiento del erotismo y el amor. Quizá uno de los ejemplos más emblemáticos al
respecto sea La dama boba, en donde la caracterización de “simple” de la protagonista y la
idea neoplatónica del amor hace más evidente la cuestión de la “transformación” del
personaje. Sin embargo, este rasgo se encuentra en otras obras en las que el tema del
matrimonio se presenta como problema. El repudio o indiferencia de los personajes
femeninos ante el matrimonio con frecuencia es un indicio de próximo enamoramiento de la
dama.
La profundidad de los personajes femeninos de Lope es enigmática. Pienso, por
ejemplo, en Las bizarrías de Belisa, en el cual la caracterización “bizarra” de la protagonista
se expresa en diferentes dimensiones. La bizarría del personaje, analizada en la totalidad de
sus acciones y en lo que otros personajes dicen de ella, pasará de ser un rasgo caracterizador
negativo a uno positivo cuando gracias a él logre empatar sus intereses con el código social.
Aurelio González nos recuerda que la caracterización del personaje en los textos dramáticos,
9
Teresa J. Kirschner, Técnicas de representación en Lope de Vega, Támesis, Londres, 1998, p. 26.
7
al no depender de un narrador, se apoya en las voces de los propios personajes, así como en
las acciones de los personajes:
El contraste de visiones puede generar personajes mucho más complejos, con mayor
profundidad psicológica y desde luego cargados de mayor tensión dramática. Estas
vías de caracterización son la propia visión o definición que da el personaje de sí
mismo en sus parlamentos, la visión que expresan los otros personajes de aquél y,
finalmente, sus acciones, que pueden ser acordes o estar en contradicción con una o
ambas de esas otras visiones.10
10
Aurelio González, "Caracterización dramática de personajes en los entremeses de Cervantes”,
ACTAS DEL IX COLOQUIO INTERNACIONAL, Madrid, Anales Cervantinos, XXXV, 1999, p. 12.
11
Lope de Vega Carpio, Los melindres de Belisa, Francisco Crosas (ed.), Facultad de Humanidades de
Toledo, en línea: http://humanidadestoledo.uclm.es/documentos/lope-melindres.pdf
8
En efecto, la obra irá demostrando que, básicamente, a Belisa ninguno de los hombres
que ha conocido le apetecen, pero cuando esa persona se presenta ante ella mostrará un
apetito exagerado que la motiva a planear un par de atrocidades. Pero antes de eso, la joven
expone las razones de su falta de interés a su tio, quien insiste en saber por qué ha rechazado
a tantos caballeros. Belisa señala que no le gustaban rasgos físicos como bigote, calvicie y la
falta de un ojo. Lo interesante es que aunque la joven califica negativamente los rasgos físicos
de sus pretendientes esta conclusión no viene dada por lo que son en sí, sino por lo que le
provocan imaginar. La lectura atenta de las respuestas de Belisa permite distinguir que sus
juicios parecen responder a un criterio de proporción. Por ejemplo, cuando dice que rechazó
a un caballero por tener grandes los pies, Lisarda pregunta: “¿Esa es falta de importancia?”,
a lo que Belisa contesta:
y posición social, Lisarda cumple su deber ser: administrar ella misma sus bienes, casar a sus
hijos. En ambos casos, los personajes están marcados por la ausencia de la figura de
autoridad. Por un lado, la viuda se encuentra en la posición de tener que asumir
responsabilidades que están destinadas al padre de familia. El abandono del luto es un indicio
dramático de la desaparición de la mirada vigilante del hombre de la casa y, me parece. La
anulación de la figura masculina tiene como consecuencia que el espacio teatral, en su doble
dimensión de signo, se transforme en un lugar gobernado por el deseo.
Esta metamorfosis comienza cuando Lisarda acepta como pago de una deuda a una
pareja de esclavos, sin sospechar que la esclavitud es un disfraz que protege la identidad de
Felisardo y Celia, nobles amantes que huyen de la justicia debido a un pleito en el que
Felisardo hirió a un caballero. El personaje que esconde la. Identidad de Celia es una mora
llamada Zara. Felisardo se hace pasar por Pedro, un moro converso. El disfraz el en teatro es
un recurso que propone una suspensión del orden social por medio de la inversión. En este
caso el traje connota negativamente la identidad de los personajes, quienes se convierten en
aquello que ideológicamente rechazan. La entrada de estos personajes a la casa familiar
supone también un desorden, pues los personajes se enamoran de ellos. Es decir, que los
personajes vivirán el conflicto de desear aquello que les es vedado. Esto tiene consecuencias
tanto en la pareja disfrazada como en los miembros de la casa.
Los personajes disfrazados tienen una doble caracterización, pues son unos para sí y
otros para el resto de las personas. Hay un interesante juego de espejos que espero poder
explicar. Cuando Felisardo y Celia entran al espacio familiar de Belisa se convierten en un
bien del hogar debido a su condición de esclavos. Sin embargo, su belleza inaudita y extraña,
que los personajes no dejan de señalar, los convierte en el objeto del deseo de los que,
transitoriamente, se han convertido en sus amos. La obvia imposibilidad de una relación
correcta desde el punto de vista institucional es parcialmente resuelta cuando Lisarda y sus
hijos, pero particularmente Fenisa, se valen del derecho de propiedad para maltratar a los
esclavos y así aliviar un poco sus ansias y celos.
Debido a que Zara y Pedro son moros es comprensible que haya una expresión directa
de odio en el trato que reciben de los otros. Esto, sobre todo, con la constante alusión al
tocino, por ejemplo, pero de forma más contundente con el uso de la voz “perro” como
insulto. Este odio racial, sin embargo, a menudo sólo será un disfraz de las verdaderas
11
Los falsos esclavos también tienen que lidiar con los celos que le provoca ver a la
persona amada al servicio de alguien que se considera su propietario. Ejemplo de ello es la
escena en la que don Juan conoce a Zara y, deseoso de tenerla más cerca, le pide que lo ayude
con el cuello y el peinado, a lo que ella no puede negarse. Es una escena cargada de tensión
13
Elsa Graciela Fiadino, “Melindres y amor en una comedia de Lope De Vega”, Actas XIII, Congreso AIH, I,
p. 515.
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dramática pues el caballero ordenó a otra criada que se retirara para quedarse a solas con la
joven. Cuando la joven quiere ir por un espejo para mostrar a don Juan cómo quedó el cuello
éste se lo prohíbe, pues desea que sean los ojos de Zara los que sirvan de espejo:
Zara está prestando sus ojos a don Juan cuando Pedro aparece. Al encontrar en esta
situación comprometedora a su dama, el joven se enfurece, pero su condición lo obliga a
callar lo que piensa. Así, tiene que soportar que don Juan diga que el precio de Zara ha sido
pagado y, por lo tanto, él es su dueño. He evitado referirme a Juan porque mi análisis se
concentra en el deseo femenino, sin embargo su caracterización puede dar alguna luz sobre
el deseo femenino si lo usamos como contraejemplo. Juan ha sido caracterizado por su madre
como un joven un tanto disoluto, pero debido a que es hombre no se le imponen límites en
su conducta sexual. Por ello, no experimenta ninguna crisis cuando se descubre deseando a
Zara: sabe que puede poseerla por la fuerza. El verdadero problema surge cuando Tiberio,
quien recibe el mandato de errar el rostro de la joven, finge con un dibujo los clavos en el
rostro de la esclava. El atentado a la angelical belleza de Zara enloquece a Juan, quien
confronta a su madre y le dice que planea casarse con la esclava, aun cuando eso implique
perderlo todo. La posibilidad de un matrimonio tan desigual alerta a la madre, quien no está
dispuesta a soportar esa mancha en su familia.
Belisa, en cambio, no puede gozar los privilegios sexuales de su hermano. La joven,
quien se caracterizaba por la ausencia de deseo, en el segundo acto se declara enferma de
amor por Pedro, el esclavo. y ofrece una actualización dramática de alrededor de 200 versos
en la que explica que los mimos y riquezas que sus padres le prodigaron desde niña la hicieron
tenerse en tan alta estima que no supo ver más allá de sí y sus caprichos. Belisa confiesa que
ama a Pedro, lo cual le parece un castigo por sus melindres pasados. Incapaz de controlar la
pasión, desea destruir la fuente de este sentimiento: la belleza de Pedro. Por ello convence a
su madre de herrar el rostro del esclavo, pero lejos de mermar su deseo aumenta:
13
Belisa finge desmayos para que Pedro la tome en sus brazos y la lleve a su habitación.
Asume así el derecho a experimentar el placer físico fuera de la visión institucionalizada que
restringe este derecho al matrimonio. La joven recurrirá a su fama de melindrosa para
convencer a su madre de que tocar la mano del esclavo alivia sus malestares físicos. El
personaje de Pedro es entonces descrito por otros como un “médico”. La necesidad erótica
de Belisa es así connotada como una enfermedad, es decir como una manifestación de
ausencia de salud del cuerpo y no como una necesidad del alma. Sus melindres, que en otro
momento habían sido expresiones de un rechazo casi patológico del sexo opuesto, sirven
ahora para persuadir a todos de que necesita tocar la mano del esclavo, pues contemplar sus
uñas le da paz.
Al final de la comedia se restablece el orden, que en la comedia se expresa mediante
el matrimonio de los personajes. En este caso, una vez que se resuelve el enredo, los falsos
esclavos recuperan su identidad y realizan su boda. Belisa, por su parte, acepta sin melindres
un matrimonio concertado por su madre.
Aunque Lope no rompe con el orden ideológico, sí advierte de su frágil configuración.
Podemos apreciar, por ejemplo, que el mundo invertido que presenta por medio de los falsos
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esclavos permite una reflexión sobre las restricciones que el discurso hegemónico impone al
cuerpo. El cuerpo en la comedia connota aquello que la sociedad significa como indeseable
y malo. Sin embargo, el deseo se manifiesta precisamente por la imposibilidad de un
matrimonio que violaría dos de los principios más importantes del código (pureza de sangre
y mismo nivel social). Al permitir la suspensión de las normas sociales por medio de la
carnavalización del espacio, Lope en cierto modo cuestiona la viabilidad del modelo. Aunque
también es cierto que lo hace con mucha prudencia, pues debido a que no se trata de una
situación real sino de un disfraz en realidad los personajes se enamoraron de un igual. Pero,
como se sabe, el teatro barroco se caracteriza por ofrecer interpretaciones tensionales y
ambiguas. Es en la multiplicidad de alternativas donde podemos apreciar su apertura. Como
señala B. Wardropper:
14
B. Wardropper, “La comedia española del Siglo de Oro”, en Teoría de la comedia, ed. E. Olson, Barcelona,
Ariel, 1978, p.235.
15
BIBLIOGRAFÍA
DIAGO, MANUEL, “La mujer en el teatro profesional del Renacimiento: entre la sumisión
y la astucia (A propósito de Las tres Comedias de Joan Timoneda)”, CRITICÓN, 63,
1995.
FIADINO, ELSA GRACIELA, “Melindres y amor en una comedia de Lope De Vega”, Actas
XIII, Congreso AIH, I, p. 515.
GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ, LUIS, “La mujer en el teatro del Siglo de Oro español”,
Teatro. Revista de estudios teatrales, VI-VII, 1995.
Lope de Vega Carpio, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, Juan Manuel Rosas
(ed.), Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.