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En el mundo contemporáneo, las mejoras en los ámbitos de los que habla Nietzche
han sido posibles gracias a una revolución tecnológica que llegó de sorpresa a todos los
ámbitos imaginados por el hombre y creó más: medicina, biotecnología, comunicación,
periodismo digital, etc. Es evidente que el “progreso” y su posibilidad no pueden negarse.
Al igual que decía Kant, ahora tenemos los medios para convertirnos en una
sociedad ilustrada. El acceso a la información es cada vez más fácil, al menos en
Occidente, haciendo que el ser humano pueda investigar y adquirir conocimiento con un
par de “clics”. La gran importancia de internet se puede notar incluso al hablar de
derechos humanos. En un evento nombrado: “¿Quién debería gobernar el Internet?”,
Laura DeNardis, profesora de la Universidad Americana, dijo: “ahora, tener ciertas
herramientas tecnológicas es esencial para tener libertad de expresión” (Marks, 2011).
Las redes sociales se han convertido en una plataforma importante para la
comunicación global y sus diversos colectivos sociales. Y aquí es donde entra otro factor
importante para la redefinición de una nueva época ilustrada.
La actualización de la semilla liberadora de la Ilustración exige hacerse
cargo del sufrimiento de las víctimas del pasado, avasalladas por una realidad que
ha acabado imponiéndose como la única posible. Los proyectos y movimientos en
los que puede rastrearse hoy una continuación del núcleo normativo de
la Ilustración consiguen impulsar su crítica y
su acción transformadora concibiéndolas en el marco de una
peculiar constelación con proyectos análogos del pasado que fueron derrotados y
con cuyo anhelo y pretensión de emancipación tratan de engarzar su propia
actividad en el presente (Romero Cuevas, 2008, p. 165).
Esas víctimas de las que habla Romero Cuevas son aquellas que, aunque la
Ilustración buscaba igualdad y fraternidad, fueron dejadas de lado en la declaración de
derechos. Irónicamente, es el espíritu de la ilustración, el que los ha movido a buscar esa
“emancipación” del sistema, impulsando movimientos que buscan transformar al mundo
contemporáneo.
Hay algunos movimientos más antiguos que otros, sin embargo, todos son
herencia, directa o indirecta, de la ilustración: los colectivos feministas, LGBTIQ+ e
incluso los ecologistas. Si, como decía Ernst Cassirer (1995), “la ilustración no quiere
detenerse en la mera consideración del derecho histórico, sino que vuelve, con
insistencia, al derecho que ha nacido con nosotros” (p. 132), entonces, en el mundo
contemporáneo solo basta con mirar a un lado para ver a todas esas personas que buscan
establecer verdaderamente en la actualidad lo promulgado por la ilustración hace siglos.
Otro punto ciego de la primera ilustración fue la naturaleza. La Ilustración pareció
considerar a la naturaleza como un simple instrumento para el hombre, en lugar de un
ente en sí mismo (Romero Cuevas, 2008). En la contemporaneidad nos encontramos ante
una gran problemática: para que la humanidad siga existiendo y pueda siquiera
proponerse ser ilustrada, se necesita que “los ecosistemas naturales que se conservan
mantengan su existencia del modo menos dañado posible” (Romero Cuevas, 2008, p.
166)
Los movimientos ecologistas han hecho un gran trabajo en intentar concientizar a
la comunidad global sobre este nuevo problema del mundo contemporáneo, el cambio
climático. Hay personas como Wangari Maathai o Greta Thunberg que han tomado
conciencia y trabajan día a día por encontrar soluciones. Incluso hay Estados, como el
ecuatoriano, que han reconocido a la naturaleza como un ente y le han otorgado derechos.
No obstante, muchos actores de la sociedad, desde líderes mundiales hasta civiles, no son
conscientes de la problemática actual.
Estos son solo algunos de los elementos a tomar en cuenta al hablar del rumbo
que debe tomar la ilustración, se podría hablar también de la necesidad de una ilustración
multicultural y descentralizada, verdaderamente universal. Es necesario plantear que,
aunque con incoherencias, la primera ilustración abrió un camino del que no volveremos,
por lo que es justo repensarla desde su esencia, pues “las Luces solo se curan con más
Luces” (Amorós, 2004, p. 67).
En conclusión, la ilustración debe ser autocrítica y redefinirse en función de los
avances de la humanidad como sociedad, haciendo justicia a su esencia. Entonces no solo
hablamos de una redefinición actual de lo que es la ilustración, sino también de una
multiplicidad de ilustraciones a lo largo del tiempo. Y esto nos lleva a preguntarnos, ¿es
posible llegar a convertirnos en una sociedad ilustrada? ¿O es algo en lo que la humanidad
estará en infinita búsqueda?
Bibliografía
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