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La iglesia en el último siglo

Hechos1:1-11

Introducción
Aunque la segunda venida de Jesucristo es segura, no puede ser predicha con exactitud. Jesucristo
mismo ha afirmado que no lo sabe, pues ese conocimiento es potestad del Padre de manera exclusiva.
En consecuencia, cualquiera distinto al Padre queda en la condición de no saber el dato preciso. Sin
embargo, esa realidad no disminuye la vitalidad de la Iglesia para cumplir con su tarea profética, ni la
responsabilidad que esto implica, entre tanto que el retorno de Jesucristo se cumpla.

I. La fuerza de vida de la iglesia. El poder del Espíritu Santo. V.8


La declaración de Jesucristo en este versículo tiene mucha relación con lo que significaba la unción
en el periodo del A.T. Ungir a alguien era signo visible de la designación a un oficio; del
establecimiento de una relación sagrada y de santidad, y el don del poder del Espíritu para cumplir con
poder la tarea encomendada.

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”: comunicación del
Espíritu; “para que seáis mis testigos”: establecimiento de una relación sagrada y designación para el
oficio.

Ser ungido por el Espíritu Santo como profeta de Jesucristo trasfiere una responsabilidad sagrada a
cada creyente; de modo que este ya no puede sino decir: “ay de mí si no anunciare el evangelio” (1ra
de Corintios 9:16 b), “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20), y “Señor,
dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (San Lucas 22:33).

II. La razón de vida de la iglesia, predicar a Cristo. V. 8


Sabemos con claridad que la iglesia da continuidad a los tres oficios de Jesucristo, sin embargo
aquí se enfatiza el oficio de profeta, pero no como vaticinio, sino como predicación o anuncio del
evangelio del Reino (Hechos 8.4).

La iglesia está designada a ser testigo de Jesucristo, a través del ministerio profético y de las
buenas obras, como Juan el bautista que, tuvo el martirio como punto culminante de su carrera
profética. Por eso, ser testigos de Jesucristo no solo implica tener poder para anunciar su evangelio;
sino tener poder para establecer una estrecha relación con su martirio.

Además, debemos recordar que toda palabra profética es dada por encima de las designaciones
reales y sacerdotales, pues ¿Puede un rey, o un sacerdote, tener dirección para su oficio sin la palabra
del profeta que habla en nombre de Dios?; esto añade mayor responsabilidad a nuestra vocación.

III. La esperanza de vida de la iglesia, la Parusía. V 11


Fluctuar de la esperanza del retorno de Jesucristo es dudar de la fidelidad de su promesa; por
lo cual, el cristiano de hoy no puede abandonar la esperanza de su regreso. Los ángeles hablan para
dar crédito a la seguridad de su retorno, para alentar a corazones que posiblemente contemplan a Cristo
marchándose para siempre; estos ángeles no están afirmando que los discípulos vivirán hasta el día
final, sino que la segunda venida de Cristo será visible, que el retorno de Cristo es seguro, y que es
seguro que le veremos cuando regrese.

La esperanza en tal evento debe mantener a la iglesia con fidelidad, aunque de este no se pueda predecir
su día con exactitud.
La confianza en sus promesas no debe incitarnos a saber más allá de lo que él ha querido revelarnos;
Dios sabe perfectamente el día y modo en que Jesús volverá, no necesita de nuestra instrucción para
cumplir su promesa.

Conclusión
La Iglesia ha de entender que sin el Espíritu Santo no vive, y que si no cumple su labor profética muere.
Por eso, Iglesia + El Espíritu Santo + Profetismo es la fórmula de la iglesia viva que espera a Cristo.

Nuestra designación profética demanda esto: “adorar solo a Dios” y “juzgar si es justo delante de Dios
obedecer a los hombres antes que a Dios”

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