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Hechos1:1-11
Introducción
Aunque la segunda venida de Jesucristo es segura, no puede ser predicha con exactitud. Jesucristo
mismo ha afirmado que no lo sabe, pues ese conocimiento es potestad del Padre de manera exclusiva.
En consecuencia, cualquiera distinto al Padre queda en la condición de no saber el dato preciso. Sin
embargo, esa realidad no disminuye la vitalidad de la Iglesia para cumplir con su tarea profética, ni la
responsabilidad que esto implica, entre tanto que el retorno de Jesucristo se cumpla.
“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”: comunicación del
Espíritu; “para que seáis mis testigos”: establecimiento de una relación sagrada y designación para el
oficio.
Ser ungido por el Espíritu Santo como profeta de Jesucristo trasfiere una responsabilidad sagrada a
cada creyente; de modo que este ya no puede sino decir: “ay de mí si no anunciare el evangelio” (1ra
de Corintios 9:16 b), “no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:20), y “Señor,
dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (San Lucas 22:33).
La iglesia está designada a ser testigo de Jesucristo, a través del ministerio profético y de las
buenas obras, como Juan el bautista que, tuvo el martirio como punto culminante de su carrera
profética. Por eso, ser testigos de Jesucristo no solo implica tener poder para anunciar su evangelio;
sino tener poder para establecer una estrecha relación con su martirio.
Además, debemos recordar que toda palabra profética es dada por encima de las designaciones
reales y sacerdotales, pues ¿Puede un rey, o un sacerdote, tener dirección para su oficio sin la palabra
del profeta que habla en nombre de Dios?; esto añade mayor responsabilidad a nuestra vocación.
La esperanza en tal evento debe mantener a la iglesia con fidelidad, aunque de este no se pueda predecir
su día con exactitud.
La confianza en sus promesas no debe incitarnos a saber más allá de lo que él ha querido revelarnos;
Dios sabe perfectamente el día y modo en que Jesús volverá, no necesita de nuestra instrucción para
cumplir su promesa.
Conclusión
La Iglesia ha de entender que sin el Espíritu Santo no vive, y que si no cumple su labor profética muere.
Por eso, Iglesia + El Espíritu Santo + Profetismo es la fórmula de la iglesia viva que espera a Cristo.
Nuestra designación profética demanda esto: “adorar solo a Dios” y “juzgar si es justo delante de Dios
obedecer a los hombres antes que a Dios”