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EL LABERINTO DE LA NECEDAD

Creado: 04/12/2016 - 18:12 por Vianey Lamas Flores

Aquella mujer ya llevaba demasiado tiempo perdida en el Laberinto de la Necedad. Con el


alma desgarrada por el dolor, ya rayaba en la locura. No dejaba de pelearse con su historia
personal, con lo que había sido y consideraba erróneo.

Había confeccionado con sus propias manos un horrible banco de madera podrida con las
patas chuecas y los clavos oxidados. Era el banquillo de los acusados. Su lista de culpables,
era larga.

Comenzó por sentar a su padre, después siguió con su madre, su esposo, sus hijos y todo
aquel que creía responsable de su desgracia. Con su dedo inquisidor los acusaba de no ser
feliz, de no tener lo que necesitaba, los culpaba de sus vacíos interiores, sus fracasos y
¡hasta de sus enfermedades! La mujer en vez de sentirse liberada, se sentía cada vez más
iracunda y desesperada.

Su dolor no era ajeno para Jeshua, el Maestro del Amor quien desde su morada cósmica
seguía restaurando los corazones rotos.

Ese día había enviado un Rayo de Claridad al planeta azul. La poderosa luz se expandió
hasta lo profundo de la tierra. El laberinto de la Necedad también se iluminó.

Aquel rayo, tocó el adusto rostro de Eva quien yacía agotada en el suelo. Abrió los ojos, ya
iba a maldecir aquella luz pero el calor que emanaba el rayo, la confortó. Sin saberlo, la luz
cósmica había cambiado su mirada. Cuando volvió a recordar su historia personal se dio
cuenta de que algo era diferente.

De pronto las voces estridentes se habían callado, no sentía la necesidad de cambiar nada.
Se dirigió al banquillo de los acusados y casi con horror recordó sus juicios y condenas. El
tiempo dejó de ser lineal. La imagen del Crucificado apareció en su mente, sintiendo como
si cada uno de sus juicios hubiera sido un martillazo para clavarlo en esa cruz. “No puede
ser” pensó.

Cayó de rodillas con el orgullo vencido, avergonzada de su actuar y de su ceguera. Lloró


hasta vaciarse. El Maestro del Amor con su infinita paciencia la miraba, sabía que en el
fondo de la desesperanza, los humanos daban “el giro”.

Eva ya había tocado fondo, su dolor era insoportablemente putrefacto, veneno puro para su
alma. -¡Ya ha sido demasiado!- Exclamó con rendición.

- Sólo tú puedes salir de este laberinto.- Dijo un ser alado que apareció de
repente, señalando una puerta.

La mujer comprendió que si no salía por su propia convicción, quedaría atrapada para
siempre. Se arrastró como pudo pues poca fuerza le quedaba. Llegó a la puerta y la empujó
débilmente.
Lo que vio la llenó de Asombro. La Sabiduría Divina siempre recompensa a quienes tienen
el valor de salir de los laberintos.

Su corazón latió con fuerza. Se puso de pie y caminó hacia el futuro donde el Maestro del
Amor la esperaba con los brazos abiertos.

El encuentro era impostergable.


VIANDA Y EL HADA MADRINA
Creado: 19/10/2015 - 15:10 por Vianey Lamas Flores

Había una vez una niña que vivía en el corazón de


una mujer llamada Vianda. El corazón que ambas
compartían era muy sensible, parecía estar bien
pero la verdad es que estaba roto en dos partes. Era
tiempo de sanarlo...

Aquella mañana, sin siquiera sospecharlo


amanecieron en el Valle Desolado. -¿Otra vez
aquí?- Pensó la mujer que ya conocía el lugar. A
diferencia de la última vez que había estado ahí
sabía que nadie las iba a rescatar, que tendrían que salir por sus propios medios aun si los
sentimientos las abrumaban. Armándose de valor, Vianda tomó a la niña de la mano y
comenzó a caminar cuesta arriba, casi sin notarlo, el paisaje iba cambiando. La aridez del
valle se iba transformando en verde hierba y algunos árboles tenían pequeños brotes.

-Estoy cansada y tengo sed.- Dijo la niña después de una larga caminata.

-Creo que por aquí hay un arroyo, espérame. Iré a buscar agua.-

La niña estaba tan agotada que aceptó quedarse sola; se acomodó en un montículo de tierra
y se quedó dormida.

-Despierta, he traído tu agua.- Dijo una voz femenina.

La niña despertó pero para su sorpresa no era ella misma, sino una hermosa hada madrina
con unas alas amarillas.

-Bebe.- Le dijo ofreciéndole agua en un cuenco de madera.

-Gracias.-

-He venido a ayudarte. Acompáñame.-

-Pero mi yo mujer, no tarda en volver.- Alegó.

-No te preocupes, ella está ocupada. Los maestros le pidieron que escribiera algo, era muy
urgente, por eso me mandaron a cuidarte.-

Ambas caminaron entre flores hasta toparse con un río. Se descalzaron y se sentaron en la
orilla.

 Sé del vacío que existe en tu corazón niña hermosa.- Confesó el hada.

La niña se tocó el pecho, en verdad le dolía.


 Y también sé que has tratado de llenarlo con una imagen idealizada que no existe.-

-Claro que existe.-

-No pequeña, el padre ideal no existe. Y tu padre nunca va a encajar con lo que tú
imaginaste, es como si le hubieras hecho un traje demasiado grande. Él es como es. Y ya te
ha dado dos grandes regalos: la vida y tu sensibilidad para escribir. Eso es lo que tenía que
entregarte y ya lo hizo.-

La niña comenzó a llorar, había tanta verdad en las palabras del hada y además siempre
había creído en la magia.

-Te propongo algo. Saca de tu corazón esa imagen idealizada y echémosla al río.-

La niña metió la mano a su corazón y sacó la cajita de madera donde por tantos años había
guardado celosamente la imagen de su padre ideal.

-Si no la sueltas, siempre te va doler.- Aseguró el hada madrina.

-¿Y cómo voy a llenar mi vacío?-

-Hay vacíos que nunca se llenan, pero éstos permiten que siempre llegue lo nuevo.-

La niña tenía sus dudas por lo que el hada le propuso algo:

-Si la sueltas, te prometo que el río la disolverá y te devolverá algo más grande. ¿Confías en
mí?-

-Claro, las hadas son mis personajes favoritos, me encantan que tengan polvo mágico en
sus alas.-

El hada se puso de pie y sacudió sus alas para que cayera polvo en la pequeña. Aquel polvo
hizo que su carita brillara como el sol. La niña se levantó y cuando estaba a punto de lanzar
la cajita al río otra mano se lo impidió. Era otra niña que parecía haber salido de ella misma
pero ésta era oscura, parecía una sombra.

-¡De ninguna manera! No permitiré que hagas esa estupidez. Así sea en el último día de su
vida, él se tiene que convertir en lo que tanto hemos deseado y esperado.- Dijo con un tono
de voz irritante.

Por unos instantes la niña sintió miedo, esa voz le era tan familiar pero nunca había visto a
quien pertenecía, ahora por primera vez podía verla, era una imagen distorsionada de ella
misma. Con gran valentía la niña dijo:

-¡Ya nos ha dolido demasiado! Ha pasado demasiado tiempo, eso no sucederá jamás.-

-Podemos seguir esperando.-

-No, no podemos.-
-Sí, ya falta poco, acuérdate lo enfermo que está.-

Las niñas comenzaron a discutir jaloneándose la cajita de madera. El hada madrina sólo las
observaba.

-Te he buscado por todos lados ¿dónde estabas?- Dijo Vianda apareciendo en la escena.

El hada madrina le hizo una seña con su dedo en la boca para insinuarle que guardara
silencio. Vianda comenzó a ser testigo de la discusión. Le costaba trabajo creer lo que veía,
siempre había sabido que llevaba una niña interior pero ahora eran dos niñas y además eran
tan opuestas; sin embargo le hacía tanto sentido verlas al mismo tiempo. También
reconoció esa irritante voz que tantas veces había escuchado, que incluso la había
atormentado.

-Esa es la parte de mí que no me deja amar a mi padre, es ella.- Pensó.

También alcanzó a ver el profundo dolor que habitaba en ella, su oscuridad venía de un
duelo no trascendido. Como buena madre, decidió intervenir. Se acercó a las niñas y les
dijo:

-Lo haremos las tres juntas, tiraremos la caja de la idealización de nuestro padre.-

Una de las niñas sonrió iluminándose, la otra se enojó oscureciéndose aún más. Vianda se
dio cuenta de que tendría que ser más firme con la niña oscura, era muy mal criada. Intentó
tomarla del brazo para hablarle con más firmeza pero sus manos no pudieron tocarla, era
como de humo. Vianda retrocedió unos pasos y sin querer tropezó cayendo a la tierra
húmeda. La niña oscura esbozó una perversa sonrisa pues se había quedado con la cajita.
La niña luminosa volteó a ver al hada madrina como pidiéndole ayuda.

-No puedo intervenir si están tan divididas, sus voluntades son opuestas.- Confesó.

-Invoco la presencia del Espíritu Santo y de todo ser luminoso que quiera ayudarnos.- Pidió
Vianda como una plegaria.

De pronto, el paisaje se nubló. Los troncos de los árboles se tornaron negros y sus hojas
moradas. Como una figura fosforescente, la niña oscura brilló. Una paloma llegó volando y
se posó en una rama. Acto seguido, se sintió un poco de aire en el ambiente, pero no era
viento, era como un soplido...y en un susurro se escuchó:

-No eres real, no tienes sustancia, intégrate.-

Al escuchar estas palabras la niña oscura soltó la cajita de madera. La niña luminosa la
recogió.

-No eres real, no tienes sustancia, intégrate. - Se volvió a escuchar.

La niña oscura comenzó a contorsionarse.

-No eres real, no tienes sustancia, intégrate.-


Después de que se escucharon estas palabras tres veces, la niña oscura se había convertido
en humo. El soplo divino se sintió de nuevo y el humo se disolvió. Los árboles tomaron su
color. Vianda se puso de pie y corrió a abrazar a la niña pero ésta ya estaba a la orilla del
río. Se puso atrás de ella y permitió que hiciera lo que tenía que hacer.

-Gracias por haber estado tanto tiempo conmigo, me ayudaste a cultivar el don de la
paciencia pero ya no te necesito.- Dijo al tiempo que lanzaba la cajita al río.

Al contacto con el agua, la cajita se rompió y salió humo de color azul que se perdió en el
horizonte. La niña volteó a ver a Vianda y ambas se abrazaron. El hada aleteó para que les
cayera polvo dorado de sus alas. Con el efecto mágico del polvo, Vianda recordó todo el
dolor que había sentido durante su vida por su padre ausente pero al mismo tiempo
reconocía que ese dolor la había hecho compasiva.

¿Cómo podría escribir de sanación sin haber conocido el dolor? ¿Cómo habría
profundizado su escritura si no hubiera sido por todas las veces que cayó en el inframundo?
¿Cómo podría ser una guía sin haber antes estado tan perdida en sus propios laberintos?
¿Cómo podría haber descubierto el Mundo de los Símbolos si el dolor no la hubiera hecho
llegar ahí?

Todo tenía sentido. Ahora sí podía tomar las monedas. Ahora sí podía honrar a sus padres y
agradecerles el regalo de la VIDA.

-Siempre voy a cuidar de ti, tienes un buen lugar en mi corazón. – Le dijo Vianda a la niña.

El hada madrina les mostró un espejo mágico donde podían ver su corazón. Aquel corazón
que estaba partido en dos, comenzó a unirse, latiendo con fuerza. Era un corazón completo
y muy vivo.

-¿Puedo quedarme a jugar más tiempo aquí?- Preguntó la niña a Vianda.

-Está bien, yo debo volver al mundo real. Tengo mucho que escribir. Volveré por ti.-

Vianda cruzó el puente que unía el mundo real con el mundo de la fantasía. . Algo en lo
profundo de su ser había cambiado aunque le dolía el cuerpo.

-No cambiaría nada porque gracias a todo lo vivido, tengo este maravilloso don para
escribir.- Dijo con una sonrisa en el corazón.

Sin siquiera notarlo estas fueron como unas palabras mágicas, que potencializarían su
escritura. Ahora tendría no sólo el don de la sanación sino muchos más. Ya había
comprendido que las palabras que escribía tenían poder, pero ese poder no provenía de ella,
sólo era un instrumento de la vida; sólo era una pequeña pieza en el gran rompecabezas
cósmico pero era única e irremplazable.

Recibiría nuevas tintas y en su nuevo camino encontraría a personas que como ella, ya
habían sido transformadas por la luz de la conciencia para servir al Divino Propósito del
Amor.
Lo mejor estaba por venir...
AQUEL DÍA EN EL LABERINTO
Creado: 09/07/2014 - 10:07 por Vianey Lamas Flores

Me encontraba en aquel laberinto, una vez más mi necedad me había metido en él y aunque
era un lugar conocido, cada vez me mostraba nuevos recovecos y puertas sin salida.

Me sentía tan cansada, como si la fuerza vital me estuviese abandonando; entré a la parte
más oscura, las paredes olían a humedad y el frío calaba los huesos. Lo único que había
eran espejos rotos, de todas formas, colores y tamaños. El ambiente estaba enrarecido, se
escuchaban risas grotescas y los reflejos estaban distorsionados, por donde quiera que
miraba sólo había espejos rotos.

El aire comenzó a faltarme. Giré y giré hasta caer rendida pues si seguía mirando
enloquecería. Cuando abrí los ojos, tuve la visión más hermosa:

Caminaba descalza, vestida con una túnica semi-transparente, mi pelo suelto era
acariciado por el viento, subí los escalones aterciopelados que se postraron ante mí y
encontré un espejo que parecía llamarme, era un llamado del corazón. Me acerqué y el
latido de mi corazón se aceleró como si aquel objeto tuviera un poder mágico, lo tomé por
el mango y asomé mi rostro, vi una copa, un cáliz que centelló y luego desapareció y
después quedé extasiada cuando apareció el divino rostro de mi amado Jeshua, era la
mirada más amorosa y la sonrisa más compasiva que jamás había visto. Era el rostro
humano de Dios que me miraba. Su infinita mirada me reconocía como una parte de su
Creación, al tiempo que me reafirmaba como niña, doncella y mujer para que no volviera
a buscar una mirada en el mundo exterior. Cada célula de mi cuerpo se regocijó. Sus ojos
me devolvieron algo. Su mirada me sanó. Me sentí contenida, amada y mirada por
siempre. Y entonces me habló: “Deja que mi Voluntad te encuentre, ya no te resistas, has
llegado a la Zona de Milagros”.

Volví a mí pero ya era otra. Fui tocada en el corazón por el misterio crístico y eso era algo
que nadie podría arrebatarme. Desde aquel día en el laberinto, todo cambió, mi mirada
finita se hizo infinita y ya no miré más espejos rotos porque ahí estaba Él, en los espejos de
los otros, restaurándolos como un escultor restaura su obra amada. Y entonces me convertí
en una sierva, como María dije “Sí” y en mi reino hubo Paz.

Mi pluma se conmovió y la tinta se tiñó de misticismo y mi escritura se hizo plegaria.


LOS LENTES MÁGICOS
Creado: 26/03/2014 - 21:03 por Vianey Lamas Flores

Esa mañana Lavi se despertó muy confundida por un extraño sueño, así que se apresuró
para ir a ver a su amigo, el mago. El hombre de larga cabellera la recibió amablemente y
ella le contó sobre los acontecimientos más recientes en su vida que la tenían tan ofuscada.
El hombre sabio se dio cuenta de que era tiempo de entregarle algo. Así que le pidió lo
disculpara un momento y volvió con unos extraños lentes que le entregó sin ninguna
explicación. La mujer los tomó sorprendida, en verdad eran raros, el armazón estaba hecho
de excremento seco, sin embargo tenía unas pequeñas piedras preciosas incrustadas en él.
Los cristales eran como caleidoscopios que no dejaban de girar.

 Póntelos y sígueme contando.- Pidió el hombre con su voz apacible.

Lavi obedeció y mientras hablaba podía observar las cosas de distintas maneras
dependiendo del color que tuviera enfrente.

 ¡Es increíble!

Con el negro vio cómo la historia se teñía de drama; con el gris las escenas eran borrosas y
pocos claras; con el amarillo la perspectiva era infantil; con el rosa se convertía en un
cuento de hadas; con el naranja se buscaba un culpable; con el azul se distorsionaban los
demás personajes; con el morado observó los procesos; con el verde pudo ver su historia
sanada; con el rojo todo se tiñó de amor y comprensión. Llegó un punto donde vio la
situación que le estaba planteando a su interlocutor de una manera total. Pudo ver el origen;
el pasado, el presente y el futuro, todo en un mismo momento.

 ¡Ahora entiendo!- Exclamó.

El mago sonrió complacido. La mujer se quitó las gafas mágicas y se talló un poco los ojos.

 ¿Por qué nunca antes me habías prestado estos lentes?- Inquirió en un tono de reproche.
 Porque no estabas preparada para ver a través de ellos. Estos lentes sólo se entregan a los
que se atreven a regresar al Gran Laberinto.

Lavi recordó todo el miedo y la tristeza que había sentido en ese lugar lleno de sombras.
Todas las veces que esperó a que alguien llegara a rescatarla; la soledad y la duda; la falta
de fe y el vacío. Las voces que la ensordecían con sentencias y juicios y el silencio de su
respiración. La imagen de la virgen herida y moribunda vino a su mente una vez más, el
ritual en el mar; todas las lágrimas derramadas y el dolor de tener el alma expuesta y
vulnerable.

 ¿En verdad creías que no ibas a encontrar el tesoro escondido en el laberinto?- Preguntó el
hombre amorosamente.

Lavi se quedó mirando al mago conmovida por lo que acababa de vivir. Ahora sabía que
cualquier situación que se le presentara en su vida podría ser vista a través de los lentes
mágicos y eso era un verdadero regalo.

 ¿De dónde has sacado esos anteojos?- Preguntó.


 Me los entregó el Maestro.
 Lo sabía.
 Ahora son tuyos
 Mil gracias, mago. Hasta pronto.

La mujer salió rumbo a su morada, debía guardar los lentes en un lugar especial.
EL MENSAJE DEL ÁNGEL
Creado: 26/03/2014 - 21:03 por Vianey Lamas Flores

El divino Maestro necesitaba enviarle un mensaje a la escribana del alma, por lo que pidió a
uno de sus ángeles que fuera el portador. Sabiendo que la mujer tomaría muy en cuenta el
mensaje escrito en un libro, el ángel bajó e hizo los arreglos pertinentes. Mientras tanto, la
escribana se debatía en su interior con sus partes rotas. Viejas emociones aparecían en la
sombra de la cotidianidad. Los mismos conflictos, dando vueltas alrededor de ella. Era una
gran trampa, fácil de caer pues tocaba sus heridas más añejas. Abrió el libro seleccionado
por el ángel y comenzó a leer:

¿en serio vas a regresar a los viejos laberintos?

El mensaje era claro y contundente. La mujer recordó todo el tiempo que pasó perdida en
los laberintos reclamando su pasado, su origen y su historia. Ya había peleado, gritado,
llorado; ya había dolido demasiado, ya lo había visto y abrazado, todo aquello parecía estar
acomodado y ahora las emociones se arremolinaban de nuevo. “Eso la distraerá de su
proyecto”. Pensó una mujer que la observaba por el espejo cósmico.

¡Qué fácil hubiera sido ponerse el disfraz de víctima como lo hacía antes! Pero la escribana
sabía que ese traje ya no lo quedaba.
¡Qué fácil hubiera sido volver a despreciar a sus padres, reprocharles sus errores! Pero ya
los había honrado y se había reconciliado en su corazón.

¡Qué fácil hubiera sido tratar de chantajear y manipular! Pero ya había aprendido a ser
profundamente respetuosa de la voluntad ajena.

Si ya había probado la Paz, ese hilo invisible que subyace bajo todo el tejido humano. ¿Qué
caso tendría entonces volver a los antiguos comportamientos? ¿A quién beneficiaría
semejante actitud? La mujer siguió leyendo:

¡Subid al nuevo nivel! ¡Por favor!

Aquellas palabras eran una súplica que venía de lo Alto. ¿Por qué la petición tendría ese
tono? La escribana del alma había estado tiempo atrás jaloneándose con los caprichos de su
ego y había salido muy lastimada, después aprendió a escuchar en el Silencio y a seguir los
dictados de su Alma. Parecía que lentamente su ego, se doblegaba y se alineaba con la Gran
Voluntad. Eso no convenía de ninguna manera a los planes de la Guerrera Herida que
comandaba el ejército de lo Femenino Herido. Era fácil desconectar a las mujeres de su
feminidad sagrada con sólo tocar sus heridas. Era más práctico mantener a las mujeres
cautivas de sus propias heridas pero la escribana recordó aquel día en que asomándose al
espejo roto que representaba su vida, vio el rostro del Divino Maestro y eso la había
sanado. Ahora era capaz de hacer una recapitulación luminosa de su pasado. Dio un gran
suspiro y cerrando el libro exclamó:

 Vivo el presente porque estoy en paz con mi pasado.-

Y allá en el Mundo de los Símbolos la Guerrera Herida hacía un gran berrinche mientras el
ángel fiel volvía a su lugar esperando seguir sirviendo al Divino Maestro.

Ahora era la escribana quien suplicaba al ángel.

 ¿Cuánto me falta para ser como tú? Yo también quiero servirle. - El ángel no podía
revelarle la respuesta, sin embargo pronto recibiría señales inequívocas.
Ed y la dragona
por Vianey Lamas Flores

A quel hombre llamado Ed, lo había


intentado varias veces, su manera de
beber lo había metido en demasiados
problemas además de provocarle un gran dolor,
no sólo a él sino a sus seres queridos. Había incluso terminado en el Lugar de
Encierro. De verdad lo intentaba, pero su ansia por la bebida era más fuerte
que él.

Esa noche, estaba inquieto, trataba de dormir en su litera, se sentía


sudoroso; dormitó un poco. Sus sueños eran una mezcla de alucinaciones y
recuerdos. De pronto vio que bajaba los escalones de un estrecho pasillo en
forma espiral, las paredes eran de ladrillo. Bajó hasta lo que parecían unos
calabozos. Era como estar en el sótano de un viejo castillo. Ahí vio a un
hombre que estaba encadenado a una dragona. ¡Si! Era una verdadera
dragona que lo tenía atado a no sólo a su voluntad sino a todos sus
movimientos, por lo que al moverse lo azotaba. El hombre parecía un
auténtico guiñapo, un títere. En la pared se veía colgada una llave. Ed pensó
que no era tan difícil alcanzar la llave y no comprendía porqué el hombre no
hacía un esfuerzo para alcanzarla, parecía tan simple, tomar la llave y abrir el
candado para poder escapar, o al menos intentarlo. La dragona se quedó
dormida y el hombre encadenado tuvo un poco de descanso.

-¡Hey!- Dijo Ed tratando de llamar su atención.

El hombre volteó la mirada y grande fue su sorpresa al ver que era él


mismo. Tenía su misma cara, era como estarse viendo en un espejo.

-Pero ¿qué locura es esta?- Preguntó Ed.

-Ambos estamos en este calabozo, la dragona nos tiene encadenados a


sus pies.- Dijo el otro hombre.

-Pero ¿cómo es posible?-

-Yo soy esa parte oscura que no quieres ver. Has evitado tanto tiempo
tu dolor que yo me he alimentado de él. Yo soy quien sabotea tus intentos de
sobriedad, de prosperar, o continuar.-

Ed sintió en su corazón todo ese dolor del que hablaba el otro hombre.
Se daba cuenta de que para evitarlo, bebía. El alcohol de alguna manera
dormía sus sentimientos.
-Salir de aquí no depende de mí, sino de ti. Te has aferrado al pasado y
has querido permanecer en un territorio cómodo, no te gusta correr riesgos;
le tienes miedo a la vida.-

Aquellas palabras sacudieron a Ed. Recordó cuando y porqué había


comenzado a beber.

-El día que comenzaste a dormir tu dolor con el alcohol, entregaste tu


voluntad y tu honor. Quedaste desposeído de toda fuerza. Ahora no vengas
a reclamarme. Soy el guiñapo que no quieres ver.-

De pronto apareció en la escena una dama de largos cabellos rojizos.


Ambos se quedaron mudos ante su belleza. Se acercó a ellos, los miró directo
a los ojos y comenzó a llorar. Los hombres quedaron sorprendidos, no
comprendían el llanto de la mujer, ni siquiera sabían que estaba haciendo ahí.
La mujer lloró con un llanto profundo, viejo e inconsolable.

-¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras bella dama?- Se atrevió a preguntar Ed.

-Estoy llorando en su lugar, estoy llorando todo lo que ustedes se han


contenido.-

Los hombres se quedaron mudos ante tal confesión. Avergonzados,


buscaron un pañuelo que ofrecerle pero ninguno de los dos traía uno. La
mujer se limpió las lágrimas con la manga de su vestido y les dijo:

-El mundo necesita de valientes caballeros que se batan en las batallas


de la vida diaria. Todo hombre está llamado a ser héroe en el viaje que
representa su vida.-

Los hombres escuchaban con atención aquellas palabras llenas de


sabiduría.

-Les he traído algo que perdieron hace mucho tiempo: su voluntad y su


honor.-

La mujer sacó dos pequeñas bolsas de terciopelo y se las entregó a Ed.

-Debo irme, si quieren verme, los espero allá afuera del lado de la luz.-

Al alejarse la mujer dejó su aroma a flores frescas. Por primera vez en


mucho tiempo, se sintieron inspirados a hacer algo. La dragona despertó.

- Yo la distraeré mientras tú tomas la llave.- Dijo Ed.

La dragona intentó comerse a Ed pero éste era muy hábil con su cuerpo
y daba grandes saltos para escapar. De pronto vio una espada colgada en la
pared y sin pensarlo la tomó y se la enterró a la dragona en el centro del
pecho. El monstruo murió al instante, mientras que el otro hombre ya traía la
llave, abrió el candado y se liberó. Ambos corrieron subiendo las escaleras y
cuando llegaron a lo alto de la torre, volvieron a encontrarse con la mujer de
largo cabello.

-Me alegro que hayan escapado. Cada vez que un hombre derrota a
una dragona, recupera sus dones de fortaleza, esfuerzo, valor, orden,
disciplina y razón.-

-¿Cómo salimos del castillo?-

-Sólo uno de ustedes puede salir.- Dijo una bruja que apareció de la
nada.

-¿Qué estás diciendo? ¿Quién eres tú?-

-Sólo uno de ustedes puede salir porque el otro no es real.-

Se acercó a tocar a Ed y sintió la musculatura de su brazo pero cuando


tocó al hombre que había estado encadenado se le escapó como humo. La
bruja sacó su varita mágica y le dijo:

-No eres real, no tienes sustancia, intégrate a la luz.-

El hombre se hizo humo y salió por una pequeña rendija por donde
entraba un rayo de sol. Ed se quedó mudo.

-Ya puedes irte. Has sido muy valiente al bajar al calabozo.-

La bruja buscó algo entre sus ropajes y luego se lo entregó a Ed.

-Toma, es un pañuelo para que se lo ofrezcas a una dama en apuros.


¡Sal al mundo! Y recupera tu heroísmo, aún es tiempo.-

Ed se sintió lleno de una fuerza que venía desde su corazón. Volteó a


ver a la dama quien le sopló un beso. Guardó el pañuelo en su pantalón y
salió de la torre volando como si de un águila se tratara. Ahora era libre.

El ruido lo despertó. ¿Qué había sido todo eso? Estaba sudoroso por lo
que metió la mano a su pantalón y encontró un pañuelo. ¡Sí! Era el mismo
que le había regalado la bruja.

Ahora sabía que sí era capaz de derrotar sus dragones y de reconstruir


su vida. Era tiempo de que comenzara a ser un verdadero héroe.

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