Sei sulla pagina 1di 4

CONTRATAPA

26 de agosto de 2018

En defensa de la
universidad
Por José Pablo Feinmann

CONTRATAPA
26 de agosto de 2018
En defensa de la universidad
Por José Pablo Feinmann

La Universidad sufre un nuevo ataque a manos de un gobierno


nacional. Me formé en la Universidad de Buenos Aires de la década
del sesenta. Esa Universidad fue tronchada por el golpe militar de
1966. Violando con alevosía la autonomía universitaria, la policía
entró a palazos en los claustros. Me había inscripto en esa
universidad en 1962, La inscripción era libre y gratuita. Me inscribí
en la Facultad de Filosofía y Letras de la calle Viamonte 430.
Ernesto Laclau dedica su valioso libro Crítica de la razón populista
a esa facultad. “Donde (dice) empezó todo”. Se respiraba un aire
de libertad que estaba presente en todos los emprendimientos.
Empecé cursando Introducción a la filosofía con Eugenio
Pucciarelli e Introducción a la historia con Tulio Halperin Donghi.
Había una gran biblioteca donde uno podía estudiar a la luz de unas
lámparas que daban una clara solemnidad. Uno podía ir con sus
propios libros o pedir los que necesitara. El Aula Magna era amplia
y ese espacio cobijaba las mejores clases. En general, ahí se
dictaban las materias introductorias. Las más avanzadas (que tenían
menos alumnos) se dictaban en aulas más pequeñas. La Facultad
había originado su propio entorno. Se prolongaba en bares y
librerías. El Florida y el Coto (los dos en la calle Viamonte) eran
los principales bares. Las librerías eran Letras, Verbum y Galatea.
En la Avda. Córdoba, cerca del Bajo, estaba Quartier Latin. Ahí
comprábamos los libros en francés. Ahí, en 1965, compré la gran
novedad que era el estructuralismo de Louis Althusser. Pour Marx
y Lire le Capital fueron devorados por los alumnos que ya
queríamos salir del sujeto e ir más allá del existencialismo
sartreano. Con los años yo volvería al sujeto (pero situado en la
periferia) y revaloraría a Sartre.

En el subsuelo había una librería que tenía los principales libros del
marxismo. Durante esos años era necesario viajar a Montevideo
para comprar las obras del materialismo marxista. Conrado
EggersLan dictó un cuatrimestre de Filosofía de la Historia y lo
dedicó al pensamiento de Marx. En el examen final todos exponían
fielmente la Ideología Alemana y el Manifiesto. Sólo uno se atrevió
a ser terriblemente original: “La historia no es otra cosa que la
aventura del difícil diálogo entre el hombre y Dios”. Más tarde,
cenando en El Genovés de la calle Resistencia, a la vuelta de la
Facultad, Víctor Massuh, que había tomado exámenes junto a
Eggers, le dijo: “El único que puso una bomba fue el muchacho
que dijo que la historia era el difícil diálogo entre el hombre y
Dios”. Lástima que todos estos creyentes en la trascendencia de lo
sagrado terminaron siendo funcionarios de Onganía y hasta (en el
caso de Massuh) de Videla.
En 1965, la Facultad se mudó a la calle Independencia. Su espíritu
siguió siendo el mismo. Se juntaron firmas para conseguir una
cátedra paralela de Historia de la literatura argentina. Se consiguió
y el profesor titular fue Noé Jitrik. Todos cursamos esa materia,
como inscriptos o como oyentes. El curso de Jitrik fue brillante y
profundo. Ahí leímos o, más bien, releímos a Cambaceres,
Lugones, Arlt y Borges. Este último era parte del paisaje de la calle
Viamonte. Solía andar del brazo de María Kodama y se apoyaba en
su bastón. También andaba solo. O acompañado por alguna de sus
alumnas. Cierta vez, entro por la puerta de la calle Viamonte y
viene Borges charlando con una alumna. Con voz alarmada, le
escucho decir: “Pero ese concurso lo organizan los comunistas”.
Me resultó una frase patética, lamentable. No le resta su grandeza
literaria. Tal vez se la reste su viaje a Chile de 1976, su encuentro
con Pinochet, su apretón de manos y su frase: “Le agradezco que
haya enseñado a mi país cómo se lucha contra el comunismo”. Ahí
perdió el Nobel.

Como dije, esa Universidad libre y gratuita, creadora, verdadera


heredera de la Reforma de 1918, fue abatida por el golpe de
Onganía. Se violó la autonomía universitaria. La policía entró con
sus palos y golpeó brutalmente a alumnos y profesores. Fue un
asalto nocturno. Los policías formaron una doble fila y había que
pasar en medio de ella para salir de la facultad. La más castigada
fue la de economía. Pero en filo nos ligamos unos buenos palos.
Cursábamos Historia de la filosofía moderna y nos preguntábamos
con Descartes por la existencia de la realidad externa (la res
extensa). Ahí estaba: repartía palos y era de derecha. De la
Universidad del golpe del ‘66 salió la de las Cátedras Nacionales.
Pero esa es otra historia.

Hay distintas formas de desatar la barbarie contra los claustros: los


palos del ‘66 y los recortes de presupuesto del gobierno neoliberal
del 2018. Justamente cuando se cumplen cien años de la Reforma,
el gobierno de la ceopolitik le quita recursos a la enseñanza
superior de la Argentina y a sus centros de investigación. Habrá
que retomar el espíritu de la Reforma, su fuerza contestataria, el
espíritu rebelde y autónomo de las Cátedras Nacionales, el gesto
nacional y popular de su estudiantado, habrá que profundizar aún
más la garra movilizadora de estos tiempos, habrá que erguirse
frente a un gobierno que provoca el hambre de los trabajadores, de
los jubilados, de los docentes, y decir que no, que no pasarán los
recortes de presupuesto, ese nuevo rostro de la noche de los
bastones largos.

PÁGINA12

Potrebbero piacerti anche