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Liderazgo Transformacional
A. Buscamos desarrollar líderes a través de un modelo de semejanza a Cristo. Jesús es
nuestro ejemplo. Por lo tanto, un líder transformacional es un líder a la semejanza de Cristo.
B. Los líderes transformacionales son sumisos y humildes.
C. Los líderes transformacionales son siervos.
D. Los líderes transformacionales son visionarios.
E. Los líderes transformacionales piensan estratégicamente.
F. Los líderes transformacionales son creadores de equipos.
G. Los líderes transformacionales son compasivamente asertivos.
H. Los líderes transformacionales se comunican con claridad.
I. Los líderes transformacionales facultan a otros a fin de levantar una próxima generación
que dirija el Reino.
Por siglos, los cristianos evangélicos y protestantes hemos estado divididos en dos grandes
grupos en lo que respecta a las doctrinas de salvación. Aunque rtodos coincidimos en que la
salvación es únicamente a través de la fe en Jesucristo como único y suficiente Salvador,
existen unas diferencias inmportantes. Esto proviene de las luchas teológicas que surgieron
entre los diversios grupos cristianos en Europa tras la Reforma Protestante. De un lado
están aquellos que siguen la posición calvinista o reformada; y los que siguen el sistema
teológico de Jacobo Arminio, llamado también arminianismo. Nuestra iglesia entiende que
la posición reformada es la que más expresa con fidelidad las doctrinas bíblicas sobre la
elección, el llamamiento del Espíritu Santo y la seguridad de la salvación. A continuación
tenemos una tabla comparativa que nos muestra las diferencias entre ambos sistemas.
Sistema Arminiano
1. Libre albedrío o habilidad humana
Aunque la naturaleza humana fue seriamente afectada por la caída, el ser humano no ha
quedado en un estado de total incapacidad espiritual. Dios le brinda a todo pecador la
capacidad de creer y arrepentirse, pero lo hace de tal manera que no interfiere con su
libertad individual. Cada pecador posee libre albedrío y su destino eterno dependerá de
cómo lo utilice. La libertad del hombre consiste en su capacidad para escoger el bien sobre
el mal en materia espiritual; su voluntad no es esclava de su naturaleza pecaminosa. Todo
pecador tiene el poder de cooperar con el Espíritu de Dios y ser regenerado, o resistir la
gracia de Dios y perecer. El perdido necesita la ayuda del Espíritu Santo, pero no tiene que
ser regenerado por el Espíritu de Dios antes de que pueda creer ya que la fe es producto del
hombre y precede al nuevo nacimiento. La fe es el regalo del hombre a Dios y su
contribución para ser salvo.
2. Elección condicional
El acto de Dios de escoger a ciertos individuos desde antes de la fundación del mundo se
basa en su preconocimiento de que iban a responder a su llamado. Dios eligió a aquellos
que sabía de antemano que libremente aceptarían el evangelio. La elección, por lo tanto, fue
determinada por la decisión del hombre, previamente conocida por Dios. La fe salvadora no
es dada al pecador por voluntad de Dios, sino que surge de la sola voluntad del hombre.
Dios escogió a aquellos que por su libre albedrío escogieron a Cristo. Por ende, la causa
final de la salvación es la decisión del pecador por Cristo, y no la decisión de Dios hacia el
pecador.
3. Redención o sacrificio Universal
La obra redentora de Cristo hace posible la salvación de toda la raza humana, pero no
garantiza la salvación de nadie. Si bien Cristo murió por toda la humanidad, solamente
aquellos que creen en él serán salvos. Su muerte hizo posible el perdón divino a todos los
pecadores, con la condición de que crean en él. La expiación de Cristo se hace efectiva
únicamente si el ser humano decide aceptarlo.
El Espíritu Santo llama internamente a todos los que son llamados mediante la invitación
del evangelio. Hace todo lo posible para que el pecador sea salvo, pero ya que el ser
humano tiene libre albedrío, el hombre puede resistir el llamamiento del Espíritu. El
Espíritu Santo no puede regenerar al pecador hasta que éste decida creer (fe). Por
consiguiente, el libre albedrío del hombre limita al Espíritu en la aplicación de la obra
salvadora de Cristo. El Espíritu sólo puede atraer a Cristo a quienes lepermiten obrar en su
interior. Hasta que el pecador no responda, el Espíritu no puede vivificarle. La gracia de
Dios, por ende, no es invencible y puede ser efectivamente resistida por el individuo.
5. Caer de la Gracia
Aquellos que creen y son salvos pueden perder su salvación si fallan en mantener su fe. Ya
que la fe es resultado de la voluntad libre del individuo, este puede dejar de creer y perder
su posición de redimido.
2. Elección incondicional
La elección de Dios de ciertos individuos desde antes de la fundación del mundo, para
salvación depende solamente de su voluntad soberana. Su elección no se basa en ninguna
respuesta prevista, ya sea la fe o el arrepentimiento. Al contrario, Dios otorga fe y
arrepentimiento en aquellos a quienes él ha elegido. Estos actos son el resultado, no la
causa de la elección de Dios. Por ende, la elección no está determinada ni condicionada por
ninguna cualidad ni virtud que Dios haya visto de antemano en el individuo. Aquellos a
quienes Dios soberanamente ha escogido, vendrán voluntariamente a Cristo por medio del
poder del Espíritu Santo. Por lo tanto la causa de la salvación es la voluntad de Dios hacia
el pecador, y no la voluntad del pecador hacia Dios.
La obra expiatoria de Cristo fue ofrecida para salvar a los escogidos, y efectivamente
asegura la salvación de ellos. Su muerte fue el pago efectivo por los pecados de los
escogidos. Además de pagar por los pecados de su pueblo, la expiación de Cristo provee
todo lo necesario para la salvación incluyendo el don de la fe salvadora. El regalo de la fe
es infaliblemente aplicado por el Espíritu a todos por quienes Cristo murió, garantizando así
su salvación.
Además del llamado universal al arrepentimiento, dado a todos los que oyen el evangelio,
el Espíritu Santo opera un llamamiento interno especial sobre los elegidos, el cual les
conducirá efectivamente a la salvación. El llamamiento externo puede ser y a menudo es
resistido, pero el llamamiento interno, que opera solamente en los elegidos, no puede ser
resistido y conduce infaliblemente a los pecadores a Cristo. El Espíritu Santo, por medio de
la regeneración, hace que el pecador elegido coopere, crea, se arrepienta y acuda libre y
voluntariamente a Cristo. La gracia de Dios, por ende, es invencible y jamás falla en hacer
que los escogidos sean salvos.
Aquellos que han sido escogidos por Dios, redimidos por Cristo y que han recibido el don
de la fe salvadora por medio del Espíritu Santo, serán salvos eternamente. Son guardados
en la fe por el poder del Todopoderoso quien les preservará hasta el fin.
SESION Nº8
2º OBRA DE GRACIA O ENTERA SANTIFICACION
“Juan Wesley declaró que la propagación del mensaje de la entera santificación era la
razón principal por la que Dios había levantado el movimiento metodista”. En forma
similar, el Preámbulo a la Constitución de la Iglesia del Nazareno afirma que la iglesia
existe “especialmente” para “que mantengamos...la doctrina y experiencia de la entera
santificación como segunda obra de gracia”.
No poseo ninguna aptitud especial para evaluar la declaración de Wesley respecto a su
conocimiento de los propósitos providenciales de Dios en la historia. Pero puedo afirmar,
sin temor a contradecir, que la doctrina de la “perfección cristiana” o “amor perfecto”,
como Wesley llamó también a la entera santificación, “claramente llegó a ser el centro de
los más vigorosos debates del metodismo, tanto con oponentes del movimiento como
dentro de él”. Durante los últimos 25 años, en las denominaciones de santidad que señalan
a Wesley como su mentor teológico, esta doctrina ha sido el tema central de un acalorado
debate erudito. Mientras que los profesores en las universidades y seminarios de santidad
debaten los puntos conflictivos de la doctrina, la predicación de este tema distintivo —que
una vez fue la razón de ser de algunas iglesias— ha permanecido en silencio en muchas
esferas.
Este no es el momento ni el lugar para desenterrar los debates o criticar a los
combatientes. Como profesor de Biblia, mi interés es recalcar que ni Wesley ni una iglesia
en particular inventó esta doctrina de la nada. No podemos ignorar el tema de la
santificación, porque sus raíces no son tan superficiales como para remontarse sólo al siglo
XVIII. No es una “doctrina de los últimos días”; la Escritura nos llama a tomar en serio el
llamado a vivir en santidad.
En la sesión final de la conferencia sobre “La Vida Santa en la era Poscristiana”,
organizada por Northwest Nazarene College en el Centro Wesley de Teología Aplicada, en
febrero de 1995, Keith Drury dijo: “El tema de la santidad se extiende a través de toda la
Biblia. Dios llamó para sí una nación santa, apartó un sacerdocio santo, estableció un día de
reposo santo, prescribió sólo sacrificios santos que debían llevarse a cabo en un monte
santo, en un templo santo que tenía un lugar santo y hasta un lugar santísimo. Dios mismo
es un Dios santo. Y somos ‘llamados a santidad’. Sin santidad nadie verá al Señor [Hebreos
12:14]”.
Dios dice: “Seréis, pues, santos porque yo soy santo” (Levítico 11:45). La Biblia,
constante y repetidamente, pide que nos rindamos a Dios en consagración absoluta, que nos
sometamos completamente a su voluntad, que obedezcamos en forma absoluta su Palabra, y
que nos separemos de la contaminación del pecado de este mundo. La santidad no es sólo la
característica esencial de la naturaleza de Dios, sino también el énfasis central de su
Palabra. Dios es santo; nosotros también debemos ser santos.
La santidad es una verdad bíblica, no un distintivo denominacional o la doctrina
favorita de los nazarenos, wesleyanos o metodistas libres. No se inventó para establecer una
diferencia en el círculo eclesiástico.
Las llamadas iglesias de santidad no tienen el monopolio respecto a la santidad. De
hecho, algunas de las llamadas iglesias de santidad parecieran interesarse menos en la vida
santa que otras tradiciones. Karl P. Donfried, erudito luterano en Nuevo Testamento, dice:
Una razón por la que la iglesia de hoy es tan ineficaz en
algunas partes del mundo es porque ya no ofrece a la
sociedad pagana una opción ética o intelectual diferente. La
iglesia rara vez existe como una comunidad que se opone a
las costumbres de la sociedad, pero además, a menudo da
otro nombre a conductas evidentemente contrarias a la vida
santificada en Cristo Jesús y las incorpora a su existencia...Si
la conducta de una persona es tan escandalosa como la de
aquellos que adoran ídolos, o aún más, difícilmente puede
testificar del poder del evangelio que da vida.
Los pastores y maestros cristianos nos encontramos más y más en la situación de los
apóstoles del primer siglo. Nuestra tarea no es sólo convertir a los paganos o discipular a
los convertidos. Es cristianizar a la iglesia. Para los que tomamos seriamente nuestra
herencia wesleyana de santidad, la ortodoxia no es suficiente. No podemos justificar
nuestra existencia teológica a menos que promovamos activamente la “santidad de corazón
y vida”.
LA TERMINOLOGÍA DE SANTIDAD
¿Cómo podemos producir una vida verdaderamente cristiana —por no hablar de un
nivel superior (o más profundo) de “vida santa”— cuando no hay preparación y existen
pocos o inadecuados precedentes? ¿Dónde comenzamos? ¿Qué podemos aprender del
ejemplo de los apóstoles? ¿Cómo cuidó Pablo a los convertidos para que llegaran a ser
cristianos maduros? La Primera Epístola a los Tesalonicenses, la carta más antigua de Pablo
que tenemos a nuestra disposición, y probablemente la obra de literatura cristiana más
antigua en existencia, parece ser un lugar apropiado para comenzar nuestra investigación.
Para entender lo que la Biblia enseña de la santidad, es fundamental reconocer que sólo
Dios es santo en sentido no derivado. De hecho, afirmar que Dios es santo es casi lo mismo
que decir que El es Dios, que es único, que es el Totalmente Otro y el Creador. Cualquier
santidad que poseen los humanos —u otras criaturas, cosas, lugares o días—, existe sólo
por virtud de su relación especial con Dios. Por lo tanto, el día de reposo era un “día santo”
porque Dios lo apartó para descansar, adorar y realizar actividades dedicadas a Dios y los
intereses divinos. El templo lo llamaron “santuario” —lugar santo— porque estaba
dedicado a la adoración a Dios. E Israel fue llamado “pueblo santo” porque era el pueblo de
Dios, comisionado para representarlo a El y darlo a conocer.
Esto debe explicar por qué Dios tiene especial interés en vindicar su santidad cuando su
pueblo no lo representa bien. No es sólo porque daña la merecida reputación de Dios.
Cuando el pueblo de Dios no vive como pueblo santo, da a entender que El no es realmente
Dios, que El no existe.
EL PODER SANTIFICADOR DEL AMOR SANTO
Si Dios existe, ¿qué clase de Dios es El? Dios actúa para redimir, restaurar, reclamar y
renovar a su pueblo indigno. Esto demuestra que su carácter es “amor santo” —un amor tan
extraordinario, tan único, tan poderoso, que sobrepasa a la comprensión humana.
La santidad contagiosa de la que hablo es la vida completamente entregada al Santo a
favor de un mundo impuro. Es la vida de Jesucristo manifestada en las vidas de personas
comunes y corrientes, que han sido limpiadas completamente de la preocupación por su
propia reputación y, en forma extraordinaria, han recibido poder por medio del Espíritu
santificador, para reflejar bien el carácter del Dios de amor santo. Tal santidad es
contagiosa.
Según Wesley, cuando sé que Dios me ama de manera absoluta y sin reserva; cuando
sé que Cristo murió por mis pecados, aun los míos; cuando el Espíritu Santo me asegura
que soy hijo de Dios, soy candidato para la entera santificación. Puesto que sé que Dios me
ama, vivo como hijo: con la gratitud de un hijo, no el deber de un esclavo. Y, puesto que
Dios me ama, no sólo lo amo a El sin reserva, sino que aprendo a amar a mi prójimo como
a mí mismo. Y me doy cuenta, para mi sorpresa, de que mi carácter está siendo recreado
progresivamente a la semejanza de mi Creador. Me veo a mí mismo transformado para
reflejar más y más el carácter de Cristo. Descubro que estoy libre de mi adicción a la
rebeldía. Ansío vivir en obediencia incondicional a Dios. Y me asombra darme cuenta de
que puedo hacerlo. Me deleito al descubrir que mi actitud, mis palabras, mis obras, mis
hábitos están siendo completamente renovados, dando lugar a una persona justa que antes
no conocía.
Wesley se refirió a esta obra completa de gracia en la vida de los creyentes como “entera
santificación” o “santidad de corazón y vida”. No es tan superficial como para ser sólo una
actuación frente al público. Tampoco es tan privada como para que sólo Dios lo sepa. La vida
santa es la expresión visible de una realidad invisible. Surge de la fuente oculta de lo que
Wesley denominó nuestros “afectos”. Con este término, él no se refería únicamente a
nuestros “sentimientos”. Se refería a la cualidad personal indefinible que a veces llamamos
“carácter”. El carácter es la forma de ser del alma, la que nos motiva a actuar como actuamos
cuando pensamos que nadie nos ve, cuando sencillamente somos nosotros mismos. Las
“inclinaciones motivadoras” que definen nuestro carácter involucran la integración de la
razón y la emoción, cultivadas por una “práctica disciplinada”
Las actitudes que han sido infundidas de gracia tienen el poder para transformar nuestra
conducta. El carácter cristiano no se forma como la planta de calabaza, que alcanza la
madurez en un verano. Es más bien como un árbol de roble, que requiere toda una vida. El
carácter cristiano no se desarrolla de un día para otro, ni sin esfuerzo de nuestra parte. La
vida santa tiene origen “sobrenatural”. Sin embargo, cuando se cultiva, llega a ser cada vez
más “natural”. Los “afectos habituales” de las personas enteramente santificadas no las
convierten en robots, manipulados por Dios sin que puedan razonar. La “práctica
disciplinada” nos da la libertad para hacer casi espontáneamente lo que desea nuestro
carácter transformado.
Dios nos ama tanto que nos acepta tal como somos. Pero, nos ama demasiado como
para dejamos tal como somos. La gracia no consiste en que Dios pase por alto nuestras
faltas. Consiste en que Dios nos capacita para que seamos más de lo que podríamos ser si
sólo dependiéramos de nuestros recursos. Dios nos ama demasiado como para forzamos a
obedecerle. Por lo tanto, nos deja en libertad para hacer decisiones contrarias a su voluntad
y vivir irresponsablemente.
No podemos ser santos a solas. La santidad se cultiva en el contexto de la comunidad
santa: personas renovadas, unidas por un pacto de gracia, que dan cuenta de sus actos unas
a otras, y que están comprometidas para crecer juntas en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo. La vida en comunidad hace posible y pone a prueba nuestro
crecimiento en santificación.
Wesley “valoró los medios de gracia, tanto como formas con las que Dios imparte la
Presencia de gracia que nos permite, en respuesta, crecer en santidad, así como ‘ejercicios’
por los cuales responsablemente cultivamos esa santidad”. Randy Maddox afirma que la
mejor manera de captar el punto de vista afectivo de la entera santificación que enseñó
Wesley...es decir que él estaba convencido de que la vida cristiana no tenía que seguir
siendo una vida de lucha perpetua. El creía que la Escritura y la tradición cristiana daban
testimonio de que la gracia amorosa de Dios puede transformar vidas humanas
pecaminosas, al punto de que nuestro amor por Dios y por otros llega a ser una respuesta
libre. Los cristianos podemos aspirar a tener la actitud de Cristo, y manifestar esa actitud
dentro de los límites de nuestras debilidades humanas. Negar tal posibilidad sería negar la
suficiencia de la gracia de Dios que da poder, dando a entender que el poder del pecado es
mayor que el de la gracia.
La santidad a la que Pablo dirigió a los tesalonicenses involucraba actitudes y conducta
que estuvieran de acuerdo con el carácter de Dios. Si los cristianos son llamados a vivir
como es digno de un Dios santo, la teología no es un lujo sino una necesidad. Comprender
quién es Dios es esencial para proclamar la santidad en forma inteligente. Sin embargo, las
primeras lecciones que debemos aprender sobre el carácter de Dios las encontramos en las
vidas de santidad contagiosa del pueblo de Dios, no en las páginas de la Biblia o un
catecismo, mucho menos en un tomo de teología, un comentario o el Manual de la iglesia.
La moral cristiana no puede reducirse a una lista de reglas. Es el aplauso que damos a
Dios con nuestras vidas cuando nos cautivan el amor que El demostró en el pasado, su
continua fidelidad en el presente, y sus esperanzas para nuestro futuro. El carácter de los
cristianos es fundamentalmente diferente del de los paganos debido al carácter de nuestro
Dios. Los paganos se comportan como lo hacen porque “no conocen a Dios” (4:5; cf. 2
Tesalonicenses 1:8; Gálatas 4:9). La moral cristiana es sencillamente vivir “como es digno
de Dios”, quien nos amó lo suficiente como para morir por nosotros en Jesucristo.
La forma en que vivimos refleja quiénes somos y de quién somos. Vivir como es digno
de nuestro llamado es llegar a ser lo que la gracia de Dios hace posible que seamos. Vivir
de otra manera es profanar su santo nombre.
Pablo estaba convencido de que no era necesario que alguien enseñara a los
tesalonicenses a amarse unos a otros, porque lo habían “aprendido de Dios” (4:9). Sin
embargo, esto no le impidió orar: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para
con otros y para con todos” (3:12). La expresión de su amor no era sólo “un sentimiento
cálido y agradable”, sino el ánimo, la edificación, la paciencia y el respeto mutuos por los
que siempre procuraban hacer lo bueno “unos para con otros y para con todos” (5:11-15).
Pablo estaba persuadido de que la forma en que los tesalonicenses vivían ya agradaba a
Dios. Sin embargo, los instó a abundar en ello “más y más” (4:1). Además, oró: “Que él
afirme vuestros corazones, que os haga irreprochables en santidad delante de Dios nuestro
Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (3:13). En un mundo
en donde el sexo era adorado como dios, Pablo declaró: “La voluntad de Dios es vuestra
santificación: que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia
esposa en santidad y honor, no en pasión desordenada, como los gentiles que no conocen a
Dios” (4:3-5).
SESION Nº 9
HISTORIA DE LA IGLESIA DEL NAZARENO EN BOLIVIA
La Misión Nazarena llego a Bolivia al finalizar el año 1945 para realizar sus primeros
contactos. El Rev. Nelson R. Briles y su esposa Eula, sus hijos David y Susana Briles,
alquilaron una casa en la Calle Tarija (Una Zona céntrica de la ciudad de La Paz). El año
1946 se realizo una reunión especial para organizar y oficializar el funcionamiento de la
Iglesia del Nazareno , llamada la “Asamblea de la Iglesia” (la primera que vino a ser parte
de la Historia en Bolivia). En esa primera reunión se organizaron, las llamadas Avanzadas
Pioneras según el número de creyentes. Para esta fecha se alquilo un local en la calle Santa
Cruz. Los primeros Pastores Ordenados fueron el misionero N.R. Briles y Juan Ayllón.
Los Pastores encargados eran: Juan Mamani, Pascual Aruquipa, Jorge Choque, Lorenzo
Quispe, Raúl Villarreal y Senobio Llanque. Se nombro la primera “Junta Consultora”
formados por el Superintendente de Distrito Rev. N.R. Briles y los miembros Juan Ayllón,
Pascual Aruquipa, Secretario del Distrito Raúl Villarreal y la Tesorera Tomasa de Ayllón.
La Iglesia del Nazareno es una denominación cristiana evangélica, que existe con el
propósito de servir como instrumento para el engrandecimiento del reino de Dios, mediante
la predicación y la enseñanza del evangelio en todo el mundo.
Cada iglesia tiene sus distintivos – prácticas o creencias que los distingue de otros grupos.
Esto puede ser confuso para algunas personas. Dicen, “Si la Biblia es verdad y Jesús es
quien reclamó ser, por qué hay tantas iglesias con tantas diferentes creencias
2. ¿Qué es identidad?
Toda las personas adquieren una identidad que comienza con la genética, crece con la
influencia familiar, país, etc.
Es lo que lo hace diferente , totalmente distinto a otro y por lo cual se le reconoce. Las
Organizaciones también tienen identidad., es decir tienen valores, creencias, formas de
comportamiento, esta identidad la fortalecen quienes pertenecen a ella.
Una persona, hereda, se modela, forma y fortalece su identidad durante tota la vida. Es muy
importante.