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Devocional #1

Leer Juan 19:31-37


¿ESTÁS SEGURO QUE ESTÁ MUERTO?
… uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua.
(Juan 19:34)

Querían estar seguros que estuviera muerto. Así que uno de los soldados tomó una lanza y se la clavó a
Jesús en el costado, de donde brotó sangre y agua. Eso era una buena prueba de que estaba muerto, porque la
sangre no se separa en glóbulos rojos y plasma claro hasta que el cuerpo no deja de vivir. Los soldados estaban
satisfechos y Pilato dejó que bajaran el cuerpo de Jesús.

En realidad, se esforzaron mucho para asegurarse que Jesús estuviera muerto y para mantenerlo muerto
(por decirlo de alguna manera). Primero, la crucifixión pública. Luego, la lanza en el costado, que Juan
presenció. Finalmente, el oficial sellando la tumba para asegurarse que nadie pudiera robar el cuerpo y luego
decir que estaba vivo otra vez. Y, como si eso fuera poco, un soldado haciendo guardia permanente ante la
entrada de la misma.
Sin embargo, ni siquiera todo eso fue efectivo. Nada fue suficiente para mantener a Jesús en la tumba.
¿Los clavos en las manos y la lanza en el costado? Jesús usó sus marcas como prueba de su identidad cuando se
encontró con sus asustados discípulos luego de su resurrección. ¿El sello en la tumba? No necesitó sacar la
piedra que la cerraba para poder salir, por lo que el sello bien pudo haber estado intacto todo el tiempo, al
menos hasta el terremoto, cuando el ángel la movió y se sentó sobre ella.
Es que es imposible evitar que Jesús haga lo que debe hacer, incluso todavía hoy. Un par de clavos y una
lanza no lo lograron. Una tumba sellada y vigilada no pudo mantenerlo dentro de ella. Tampoco puede hacerlo
ni tu pecado ni el mío.
Cristo no está muerto, ni nunca más volverá a estarlo. Él viene y va según le place, perdonando y dando
vida nueva a todos quienes creen en él. Tu pecado no le va a impedir amarte. Con su propia vida pagó el precio
exigido para que seas perdonado. Confía en él.
Haga una oración: Querido Dios, qué bueno es saber que nada ni nadie puede controlarte.
Guárdame siempre en la seguridad de tu amparo. Amén.

Escriba aquí lo que Dios hablo a su corazón:

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Devocional #2 Lea el capítulo 2 de Colosenses
TU DEUDA FUE PAGADA
“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio
y clavándola en la cruz” (Colosenses 2:14).

Cierta noche, un general del ejército hacía un recorrido en el campamento de soldados en la guerra y encontró un
hombre que se había dormido mientras escribía una carta para su mujer. El soldado contaba sobre la dureza del trabajo atrás de
las trincheras y decía que aquello no era nada comparado a sus muchas deudas. “¿Quién pagará mis deudas” escribió él.

Fue en ese momento, llorando, que él se durmió. El General, espió sobre los hombros del soldado y leyó lo que estaba
escrito en el papel. Entonces, él escribió debajo la pregunta: “Yo pagaré — Alexander”.

Cuando el oficial despertó, no conseguía creer en lo que veía delante de sus ojos. Su corazón saltaba de alegría. Y
nuestro corazón, ¿ha saltado de alegría por saber que nuestras mayores deudas ya fueron pagadas

¿Hemos mostrado una sonrisa constante por poder descansar en la certeza de que las deudas que nos podrían llevar a la
perdición ya fueron finiquitadas

La mayor de todas nuestras deudas era con Dios. La rebeldía del hombre, la desobediencia a la voluntad del Padre
celestial, los intereses personales y el desaire con relación a todo cuanto hemos recibido, para nuestra alegría y dicha, nos
hicieron grandes deudores delante del Señor. ¿Cómo podríamos pagar tan gran deuda? ¿Habría salvación para nosotros?

Sí, hubo una grande salvación. Alguien escribió, con sangre, en nuestra ficha celestial: “Yo pagaré la deuda”. Alguien
que nos amó sin que lo mereciésemos. Alguien que, con mucho amor, resolvió abrazarnos y proteger. Alguien que rogó al Padre
que nos perdonase.

Alguien que pidió permiso para darnos un lugar para estar con Él por toda la eternidad. No fue el pago de una simple
deuda de dinero, pero si el pago de nuestra deuda espiritual, por nuestros pecados, por nuestra miseria, por nuestro egoísmo, por
nuestras mentiras, por nuestro odio, por nuestra constante ingratitud.

Diga en voz alta: Jesús pagó el precio. No tenemos más deudas. El pago todas mis deudas
Estamos libres.!!
- Libres para vivir,
- para cantar,
- para danzar,
- para correr y apreciar,
- sin preocupaciones,
- la belleza de la naturaleza.

Jesús pagó el precio con Su vida. Murió por nosotros. Pero no está más muerto — ¡Él resucitó!! ¡Aleluya!!

Pagó el precio. ¡Qué maravilla! Que grande bendición. ¡Estamos salvos!

Escriba aquí lo que Dios hablo a su corazón:


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