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TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


Una mirada latinoamericana a la geografía
humana contemporánea

CRISTÓBAL MENDOZA
(Director)

Horacio Capel
Adrián Hernández Cordero
Daniel Hiernaux
Alicia Lindón
Eduardo Neve
María Laura Silveira
Óscar Sobarzo

UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA


Casa abierta al tiempo UNIDAD IZTAPALAPA División de Ciencias Sociales y Humanidades
TRAS LAS huellas de Milton Santos : Una mirada latinoamericana a la
geografía humana contemporánea / Cristóbal Mendoza, director. — Rubí
(Barcelona) : Anthropos Editorial ; México : UAM-Iztapalapa. División de
Ciencias Sociales y Humanidades, 2008
000 p. ; 24 cm. — (Obras generales)

Bibliografías
ISBN 978-84-7658-880-2

1. I. Mendoza, Cristóbal, dir. II. Universidad Autónoma Metropolitana-


Iztapalapa. Div. Ciencias Sociales y Humanidades (México) III. Colección

Primera edición: 2008

© Cristóbal Mendoza Pérez et alii, 2008


© UAM - Iztapalapa. División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2008
© Anthropos Editorial, 2008
Edita: Anthropos Editorial. Rubí (Barcelona)
www.anthropos-editorial.com
En coedición con la División de Ciencias Sociales y Humanidades.
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México
ISBN: 978-84-7658-880-2
Depósito legal: B. -2008
Diseño, realización y coordinación: Anthropos Editorial
(Nariño, S.L.), Rubí. Tel.: 93 6972296 / Fax: 93 5872661
Impresión: Novagràfik. Vivaldi, 5. Montcada i Reixac

Impreso en España - Printed in Spain

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético,
electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
PREFACIO

Esta obra colectiva surge a partir del interés de un grupo de profesores de la Licenciatura
en Geografía Humana, del Dpto. de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolita-
na, campus Iztapalapa, de la ciudad de México, que en septiembre de 2006, decidimos
organizar un evento de reconocimiento a la figura del geógrafo brasileño Milton Santos.
En esta reunión académica se animó a participar a los estudiantes de la Licenciatura en
Geografía Humana que, entusiastamente, contribuyeron con algunas ponencias.
De ese septiembre lejano, hasta la actualidad, han pasado prácticamente dos años,
período en que hemos estado trabajando en los diferentes capítulos que integran este
libro. Quisimos que, en este reconocimiento a Milton Santos, participaran también geó-
grafos brasileños, que quizá han estado más cercanos al autor desde el punto de vista
académico y personal. Constituye, en este sentido, una gran satisfacción la incorpora-
ción de colegas de universidades brasileñas a esta empresa colectiva.
Este libro, como se menciona posteriormente, es un homenaje, sí, pero no incondi-
cional. Es un homenaje realizado desde nuestras propuestas e intereses científicos y
académicos, un homenaje crítico y profundamente respetuoso. Es un homenaje necesa-
rio, dado que los libros en torno a la figura de Milton son varios y variados en portugués,
incluso en francés (la obra coordinada por Jacques Lévy y colaboradores, publicada en
2007), pero no en lengua castellana, al margen de los números monográficos de las
revistas Scripta Nova o Anales de Geografía de la Universidad Complutense. Desde el mundo
académico en español, se necesitaba una reflexión sobre un geógrafo que, aunque pro-
fundamente brasileño y latinoamericano, es un científico universal.
Por último, debo agradecer a los diferentes autores su interés y entusiasmo en esta
obra colectiva, así como por haber cumplido fielmente con los tiempos de preparación
del manuscrito, a los dos dictaminadores anónimos por sus comentarios, y finalmente a
la Dirección y al Comité Editorial del Dpto. de Sociología de la Universidad Autónoma
Metropolitana-Iztapalapa por su apoyo académico y financiero.

CRISTÓBAL MENDOZA
Ciudad de México, mayo de 2008

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1
INTRODUCCIÓN.
REFLEXIONES EN TORNO A LA APORTACIÓN DE
MILTON SANTOS AL PENSAMIENTO GEOGRÁFICO

Cristóbal Mendoza

Milton Santos es, sin duda, el geógrafo latinoamericano más reconocido mundialmente.
Su obra académica es muy amplia, de alrededor de 40 libros y 300 artículos o capítulos
de libro, siendo su primera publicación del año 1948 (O poblamento de Bahía: Suas
causas económicas) y la última de 2000 (Por uma outra globalização). Pero, más que el
volumen de su obra, cabe resaltar su aportación original e innovadora al pensamiento
geográfico, desde una posición claramente latinoamericana.
Este aire renovador se concretó en una de sus obras más conocidas Por una nueva
geografía, publicada originalmente en portugués en 1978, donde ya apuntaba su interés
por el espacio y proclamaba la «viudez del espacio» en la geografía. En toda su obra
estará presente un interés ontológico sobre el espacio con fuertes implicaciones episte-
mológicas para la geografía que se materializará en los libros Metamorfoses do espaço
habitado de 1988 y especialmente La naturaleza del espacio, publicado en portugués en
1996. La reflexión metateórica sobre el espacio, sin embargo, no implicó que Milton
abandonara a la «persona» como un elemento central de su pensamiento y abordara
una discusión, en cierta manera, pionera sobre el «espacio banal»; el espacio comparti-
do, el espacio de todos, el espacio de las emociones, anticipándose al que será el eje de la
geografía a principios del siglo XXI, la relación entre el lugar y el espacio.
Pero, Milton Santos, además de un académico brillante, fue un hombre comprome-
tido con su tiempo, lo cual le valió prisión en Brasil, tras el advenimiento del golpe de
estado de 1964, y exilio en Francia. Este compromiso le llevó a abrazar posiciones ideo-
lógicas marxistas; filosofía que se puede rastrear a lo largo de su extensa obra, aunque
matizó muchos aspectos dogmáticos del mismo y, en sus libros de madurez, concreta-
mente en Por otra globalización, reconoció algunos aspectos positivos asociados al pro-
ceso de globalización. El esfuerzo intelectual de Santos por incorporar los conceptos del
marxismo a la geografía económica, en este sentido, quizá no pueda apreciarse actual-
mente con toda la intensidad que esta reflexión implicó en los años sesenta. Sin embar-
go, la realidad que motivó esta concienciación política y personal, la latinoamericana,
difiere, en estos momentos, poco de la vivida por Milton Santos en cuanto a niveles de
desigualdad y pobreza. En este contexto social, aunado a una cierta fragmentación post-
moderna de teorías e ideas en las ciencias sociales, el pensamiento «totalizador» y «con-

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Cristóbal Mendoza

cienciado» de Milton Santos sobre el espacio, el estado, el proceso de globalización,


entre otros, todavía pueden resultar de gran validez para interpretar el mundo actual.
Milton Santos, como geógrafo y persona comprometida, por tanto, significa un
referente ineludible de la geografía iberoamericana. Prueba de ello, han sido sus recono-
cimientos como doctor honoris causa en varias universidades europeas y americanas,
como la Universidad de Toulouse (1980), Buenos Aires (1992), Complutense de Madrid
(1994) o Barcelona (1996), entre otras. Este libro pretende ser, desde una posición mu-
cho más modesta, un reconocimiento a la valía del geógrafo brasileño.
No pretendemos, sin embargo, escribir un libro acrítico sobre algunos conceptos
de Milton desde la visión del propio autor. Por el contrario, pretendemos, a partir de
nuestros propios intereses académicos, que, a veces, no están relacionados, de forma
directa, con los de Milton Santos, reflexionar sobre la validez analítica de sus conceptos
y postulados para la discusión teórica contemporánea. Cabe decir, en este sentido, que
muchas de las ideas de Santos se fraguaron al calor de los debates teóricos de los sesenta
y setenta, con un fuerte contenido ideológico, lo cual, en algunos casos, podría poner en
cuestión su validez actualmente. Sin embargo, más allá del contexto o de la ideología, y
éste es el objetivo del libro, las aportaciones de Milton Santos son innovadoras y renova-
doras de su tiempo y permiten una lectura contemporánea.
En este sentido, nos gustaría subrayar que no reproducimos miméticamente el pen-
samiento de Milton Santos, sino que pretendemos, desde nuestros intereses particulares
y desde perspectivas y enfoques diferentes, plantear una lectura personal del geógrafo
brasileño. Esta lectura puede implicar, en efecto, que los diferentes autores de este libro
tengan eventualmente visiones diferentes, o incluso contrastantes, de algunas ideas, con-
ceptos o postulados de Santos. Por ejemplo, uno de los conceptos que más interés des-
pierta entre los colaboradores de este libro es el de «espacio banal», un concepto que es
considerado desde lo cotidiano, la resistencia a la globalización, la existencia misma o/y
desde la perspectiva del imaginario subjetivo. Esta diversidad de visiones, en realidad,
demuestra la complejidad del pensamiento de Santos y la riqueza de interpretaciones
que comporta una lectura crítica de su obra.

Estructura del libro

Tras esta introducción, el libro continúa con el capítulo «El trabajo del geógrafo del
Tercer Mundo revisited», de Daniel Hiernaux, que analiza los puentes que la obra de
Milton Santos, particularmente el libro Le métier du géographe en pays sous-développés,
teje entre el pensamiento crítico francés de la década de los sesenta y la producción
latinoamericana de ese momento. Además discute cómo esta última se enriquece a par-
tir de la producción de la geografía francesa. En este sentido, el capítulo desgrana la
relevancia teórica, conceptual y epistemológica de uno de los primeros libros de nuestro
autor, Le métier du géographe en pays sous-développés, donde ya se apuntan algunos
intereses de Santos y, en concreto, se pone de manifiesto una preocupación de carácter
epistemológico sobre la geografía que desarrollará y ampliará posteriormente en otros
libros, como La naturaleza del espacio.
Los capítulos posteriores buscan poner en diálogo la obra de Milton Santos con dos
temáticas específicas (las geografías de la vida cotidiana y la migración transnacional)
que son, en cierta manera, ajenas al pensamiento de Santos. Sin embargo, a pesar de ser

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1. Introducción. Reflexiones en torno a la aportación de Milton Santos al pensamiento geográfico

temáticas prácticamente ausentes de la reflexión del geógrafo brasileño, se argumenta


que algunas de las reflexiones o conceptos de su obra son de gran interés analítico a la
hora de abordar estas problemáticas. En concreto, en el texto «Milton Santos al encuen-
tro de las geografías de lo cotidiano», Alicia Lindón hace una revisión de los estudios
sobre las geografías de la vida cotidiana y explora las potencialidades de los conceptos
de lugar y espacio banal en el desarrollo de este tipo de trabajos. Por su parte, en el
artículo «La viudez del espacio en los estudios de migración trasnacional», Cristóbal
Mendoza analiza la relevancia de los conceptos de lugar, red y espacio banal en la discu-
sión sobre espacio transnacional; discusión que, hasta el momento, ha incorporado, de
forma superficial, el estudio de la materialidad de las redes, así como la relación espa-
cio-tiempo en el tratamiento de las migraciones internacionales.
Por el contrario, los capítulos 5 y 6 se centran en temáticas «clásicas» del pensa-
miento de Santos, sus aportes a los análisis urbanos; en concreto, el estudio de los cir-
cuitos de la economía urbana y la función de la ciudad, y, por tanto, son reflexiones más
«fieles» a su legado. En este sentido, en el capítulo «De la geografía de la existencia a los
circuitos de la economía urbana», María Laura Silveira parte de uno de los principales
legados del geógrafo brasilero, su epistemología existencial para articular la idea de
práctico inerte de Sastre con la comprensión del papel del evento como articulador de la
relación entre el mundo y el lugar. Desde aquí, la autora trabaja la configuración de las
ciudades a partir de la relación entre el circuito superior e inferior de la economía, de la
razón técnica-científica con el espacio banal. Por su parte, en el capítulo «Las contribu-
ciones de Milton Santos para la construcción de un concepto de ciudad media», Óscar
Sobarzo discute, en clave latinoamericana, sobre el papel y la función de la ciudad me-
dia en la organización de la sociedad y economía, a partir de la reflexión de Santos sobre
este tema.
Los capítulos 7 y 8 tienen un corte más epistemológico. En el capítulo «De la dialé-
ctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de Milton Santos y
Edward Soja», Adrián Hernández busca establecer las semejanzas y diferencias entre
las fuentes y construcciones teóricas del espacio social y del tercer espacio, destacando
los aportes de Henri Lefebvre como punto de contacto entre la propuesta de base mar-
xista y totalizadora de Santos y la visión más posmoderna y cultural de Edward Soja.
Por su parte, en «Espacio y paisaje en la obra de Milton Santos: exploración teórica de
una diferenciación conceptual», Eduardo Neve trabaja relacionalmente la diferencia
ontológica y cognitiva entre los conceptos de espacio y paisaje elaborados en los libros
De la société au paysage (1978), Metamorfoses do espaço habitado (1988) y La naturaleza
del espacio (1997). Esta propuesta de «conceptualización dual» le permite destacar el
énfasis que Santos coloca en la materialidad y en su carácter de «rugosidad», reservan-
do para la idea de espacio la carga de significación social.
Por último, el libro concluye con el texto «Continuar y superar a Milton Santos» de
Horacio Capel, donde se ofrece la visión de la relación que tuvo este geógrafo español
con la figura y obra del geógrafo latinoamericano en el contexto de las preocupaciones
similares que aproximaron la geografía española y brasileña en la década de los sesenta.
El autor también realiza una lectura crítica y provocativa sobre la visión del subdesarro-
llo, de la situación actual de Brasil y sobre la relación de los geógrafos brasileños con la
obra de Milton Santos.

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Cristóbal Mendoza

Contenido sintético del libro

En el capítulo 2, «El trabajo del geógrafo en el Tercer Mundo revisited», Daniel Hiernaux
reflexiona sobre una de las obras representativas de Milton Santos, desde una perspecti-
va actual. Se destaca que la obra se centra en el debate que se planteó en torno a la
renovación de la geografía desde los años sesenta y se resalta que Le métier du géographe
en pays sous-développés es un libro de gran actualidad, a pesar de que hayan transcurri-
do cuarenta años desde su publicación en su original en francés. Además la reflexión
sobre el oficio del geógrafo que propone el libro se realiza desde América Latina; re-
flexión, como no podía ser de otra manera, imbuida de las corrientes de pensamiento
dominantes en la época en el subcontinente, pero que Santos realiza desde una necesa-
ria distancia intelectual, que no necesariamente ideológica. En todo caso, Hiernaux plan-
tea que esa reflexión epistemológica se da en otras disciplinas también en los sesenta (de
ahí la actualidad del libro y la oportunidad de su publicación en su momento).
En cuanto a los aspectos concretos de la obra, se resalta la idea de Santos sobre la
dificultad del «método» en geografía y, por extensión, en ciencias sociales. Dicha re-
flexión, de acuerdo con la lectura de Hiernaux, «aporta ideas particularmente interesan-
tes, entre las cuales cabe destacar la necesidad de construir modelos explicativos (no
forzosamente modelos cuantitativos), pero cuidando de evitar la aplicación descontro-
lada de los mismos sobre espacios para los cuales no fueron construidos». De forma más
relevante, en esta discusión sobre el «método», se introduce el debate entre la «concreti-
cidad» (en palabras de Milton) y la objetividad, con el empiricismo, dado que, según
Hiernaux, muchos geógrafos no han podido, aún hoy, desprenderse de una «concretici-
dad deformada». Por último, se plantea que si los conceptos y reflexiones presentes en
esta obra hubieran sido mejor difundidos en los sesenta, ciertos conceptos ahora enar-
bolados como propios por sociólogos, economistas y eventualmente geógrafos anglo-
sajones, como el de «ciudad mundial» o «redes de ciudades», hubieran podido ser acu-
ñados como bases fundacionales de una geografía latinoamericana.
Por otro lado, el capítulo 3, «Milton Santos al encuentro de las geografías de lo
cotidiano», revisa el pensamiento de Milton Santos desde un ángulo poco usual: las
geografías de la vida cotidiana. Alicia Lindón argumenta que, al realizar una evaluación
rápida del tema, parecería que no existen muchos puntos que conecten la obra de este
geógrafo con este campo particular de la geografía. Sin embargo, si se hace una lectura
más detallada, ya no a través de los grandes temas que atraviesan la obra del autor, sino
buscando en los resquicios de su pensamiento, explorando lo que esbozó sólo con unas
pocas líneas gruesas, aunque no dibujó detalladamente, aparecen zonas de contacto
entre su pensamiento y las geografías de la vida cotidiana.
En este contexto, Lindón, primero, realiza una rápida presentación de las geogra-
fías de la vida cotidiana. A continuación, en la segunda parte, se identifican los concep-
tos desde los cuales Milton Santos se aproxima al campo en cuestión, en qué obras lo
hace y en qué momento de su trayectoria intelectual se presentan. En la tercera parte se
analiza con cierto detenimiento su concepción acerca de los conceptos de lugar y espa-
cio banal, que vendrían a constituir los núcleos conceptuales con los que nuestro autor
se aproxima al campo en cuestión. Por último, en la cuarta parte, se plantean algunas
reflexiones finales sobre el horizonte que Santos le otorga a estas pistas teóricas, así
como algunos de los desafíos que ella considera se abren a partir de estos acercamientos
de Milton Santos a las geografías de la vida cotidiana.

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1. Introducción. Reflexiones en torno a la aportación de Milton Santos al pensamiento geográfico

Con relación a este último punto, el capítulo plantea que el desafío que pueda impli-
car el uso de los conceptos de lugar y espacio banal, por emplear la terminología de
Milton Santos, no se centra exclusivamente en la discusión metateórica, sino también
consiste en el planteamiento de problemáticas metodológicas concretas que supone la
investigación empírica. Con otras palabras, la dificultad parece perfilarse en cuanto a la
tarea de construcción de los diversos caminos metodológicos para penetrar en la reali-
dad social por las prácticas espaciales en el lugar y los sentidos atribuidos a los lugares,
articulados en las preguntas que el investigador se formule respecto a situaciones parti-
culares. En la construcción de esos caminos metodológicos, los avances de otras cien-
cias sociales (con las cuales la geografía humana no ha tenido demasiado diálogo), opi-
na Alicia Lindón, pueden resultar de ayuda.
De forma parecida, el capítulo 4, «La viudez del espacio en los estudios de migra-
ción transnacional», también reflexiona sobre la obra de Milton Santos desde una pers-
pectiva poco usual en el geógrafo brasileño: la migración transnacional. Realmente,
Milton abordó de forma superficial la cuestión migratoria y además su análisis, de acuerdo
con Cristóbal Mendoza, adolece de un cierto reduccionismo interpretativo del fenóme-
no. Así, de acuerdo con la visión dominante en la época, la migración se entiende como
un desplazamiento campo-ciudad que forzosamente comporta un proceso de adapta-
ción/asimilación en el lugar de destino. Se argumenta también que esta lectura se hizo
desde posiciones teóricas claramente influenciadas por los discursos dominantes en
América Latina en los sesenta y sesenta: la teoría de la modernización y la teoría de la
dependencia.
A pesar de lo anterior, Mendoza plantea que, aunque los conceptos de Milton San-
tos no fueron pensados para la investigación sobre migraciones, resultan de gran interés
analítico para el estudio de los procesos migratorios transnacionales. En particular, este
capítulo retoma cuatro ejes de análisis a partir de la obra de Milton Santos para reflexio-
nar y subrayar la relevancia de los conceptos geográficos para entender los procesos
migratorios de raíz transnacional y, en todo caso, proponer nuevas líneas de discusión
teórica a partir de dichos ejes.
En primer lugar, se reflexiona sobre la globalización y la producción del espacio. En
este apartado, se subraya que el proceso de globalización no es homogéneo, ni neutro, y
que, a pesar de que existen procesos globales a la hora de entender la construcción de la
realidad social, estos se realizan de forma diferenciada en el espacio. En segundo lugar,
y en línea con lo anterior, a partir de una reflexión sobre el «lugar» en los estudios de
migración transnacional, se expone la visión de Milton Santos sobre el «lugar» como
espacio cotidiano; visión, en parte, compartida con otros geógrafos contemporáneos, en
particular de la escuela humanística. En tercer lugar, se retoma el concepto de «espacio
banal» a la luz de la literatura sobre transnacionalismo político. Esta reflexión es de
interés en cuanto el «espacio banal» de Milton Santos propone una «democratización»
del uso y apropiación del espacio, concepción enfrentada al espacio de redes, de acuer-
do con la interpretación de gran parte de la literatura sobre transnacionalismo político
que también subraya el potencial de resistencia de los vínculos transnacionales y el reto
que constituyen estos para la esencia misma del estado. Finalmente, Cristóbal Mendoza
se centra en la discusión que realiza Milton Santos sobre las redes, en el contexto de la
literatura sobre migraciones transnacionales; literatura esta última que considera las
redes un concepto clave para entender la construcción de espacios sociales a través de
fronteras políticas.

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Cristóbal Mendoza

El capítulo 5, «De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urba-


na», propone una reflexión sobre una de las últimas propuestas teóricas de Milton San-
tos que consistió en la formulación de una epistemología existencial o, en otras pala-
bras, el entendimiento de un período histórico como un conjunto de posibilidades reales
que, a través de los eventos, son realizadas como existencias concretas por los diversos
actores sociales. De acuerdo con María Laura Silveira, tal proceso de uso del territorio
es selectivo y desigual, revelando divisiones territoriales del trabajo dispares, sucesivas y
coexistentes. De esta manera, como las existencias son, al mismo tiempo, materiales e
inmateriales, el espacio geográfico, sinónimo de territorio usado, puede ser definido
como un conjunto indisociable de sistemas de objetos y sistemas de acciones.
Esas ideas contribuyen para discutir la propuesta de Milton Santos sobre los circui-
tos de la economía urbana en la globalización. La metrópoli revela, con mayor intensi-
dad, los eventos y su realización como existencias materiales, organizacionales y norma-
tivas diversas, que permiten o limitan las dinámicas de los actores. Así, Silveira plantea
que la gran ciudad no es sólo el reino de las grandes corporaciones en áreas modernas
(el circuito superior), sino que abriga otras formas de existencia, muchas veces conside-
radas residuales, informales o atrasadas. Sin embargo, ese circuito inferior de la econo-
mía urbana es también un resultado indirecto de los procesos de modernización, con
lógicas opuestas y complementares al circuito superior de la economía. De allí la impor-
tancia que adquiere la distinción entre acontecer homólogo, complementar y jerárqui-
co. De esta manera, actualmente, en tiempos de pobreza estructural, la riqueza produci-
da por el circuito superior no puede ser entendida sin la pobreza generada en el circuito
inferior. Retomando varios conceptos de Milton Santos, María Laura Silveira concluye
que el espacio se debe considerar no sólo como económico, sino como espacio banal por
abrigar la totalidad de las existencias.
En esta misma línea, de geografía económica, en el capítulo 6, «Las contribuciones
de Milton Santos para la construcción de un concepto de ciudad media», se aborda
cómo nuestro autor analizaba el tema de las ciudades medias o intermedias y las rela-
ciones entre esas ciudades y el medio rural, y se plantea este debate como base para el
estudio de las ciudades latinoamericanas en la actualidad. En este sentido, Óscar Sobar-
zo propone que la intermediación de las ciudades medias en América Latina no coincide
con el descrito en los modelos de jerarquía urbana que consideran un funcionamiento
gradual y escalonado de los diferentes niveles de la red. Ello es debido a la macrocefalia
característica de muchas redes urbanas latinoamericanas y a las relaciones entre cen-
tros urbanos que no necesariamente se dirigen a sus inmediatamente superiores, sino
que «saltan» a ciudades mayores, especialmente las capitales nacionales, que histórica-
mente han concentrado el poder político y económico en América Latina.
En este sentido, Sobarzo enfatiza dos aspectos de la perspectiva urbana de Santos
útiles a la hora de elaborar una idea de ciudad media. Por un lado, analiza la sustitución
de una visión de la jerarquía de ciudades (con relaciones escalonadas y sucesivas) por la
de cortocircuito y, por el otro, la identificación de ciertas ciudades, no necesariamente
medias (en términos de población) como intermediarias entre procesos globales y loca-
les. En este contexto, se destaca la idea de «geometría variable» para pensar cómo la
ciudad media participa de las relaciones y articulaciones entre lo local y lo global, lo cual
implica una articulación dinámica y simultánea de lo que Santos denominó «horizonta-
lidades» y «verticalidades», es decir, las relaciones que se producen local y globalmente,
que definen áreas y redes, que expresan la subordinación y la hegemonía. Esta geome-

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1. Introducción. Reflexiones en torno a la aportación de Milton Santos al pensamiento geográfico

tría variable, argumenta Óscar Sobarzo, también involucra la dimensión temporal y, en


ese sentido, se trata de relaciones que se transforman y que varían a lo largo del tiempo.
En el capítulo 7, «De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al
pensamiento de Milton Santos y Edward Soja», Adrián Hernández analiza el pensa-
miento de Milton Santos con respecto a la dialéctica del espacio, y contrasta estos postu-
lados con la perspectiva de la trialéctica espacial de Edward Soja. Los ejes analíticos
aquí se hallan en las divergencias y convergencias de la concepción del espacio social de
Santos, entendido como factor y condición integrante de la totalidad social, y la pro-
puesta conceptual, de características posmodernas del «tercer espacio» de Soja, que
pretende romper con el pensamiento diádico propio de la modernidad.
Para ello, el artículo esboza el pensamiento respecto al espacio dialéctico de Santos
y considera las propuestas teóricas en torno al concepto del «terciar como diferencia»
(«thirding-as-othering») y a la trialéctica del espacio elaboradas por Soja. A modo de
conclusión, Adrián Hernández presenta las concordancias entre ambos autores y pone
en evidencia una continuidad de pensamiento, más que una escisión, toda vez que su-
braya la importancia de la obra de Henri Lefebvre en torno a la producción del espacio-
espacialidad para ambos geógrafos.
El capítulo 8, «Espacio y paisaje en la obra de Milton Santos: exploración teórica de
una diferenciación conceptual», de Eduardo Neve, parte de las diferencias entre «espa-
cio» y «paisaje» que establece Milton Santos en los libros La naturaleza del espacio, De la
société au paysage y en Metamorfoses do espaço habitado. A partir de esta diferenciación,
se realiza una reflexión más amplia en la que se plantean dos dimensiones analíticas:
una conceptual y una ontológica, apuntando hacia algunas implicaciones epistemológi-
cas de las diferencias entre esos dos grandes conceptos en geografía. En este sentido, es
de particular interés la búsqueda de los referentes filosóficos que se hace en el capítulo
de los dos conceptos miltonianos. Neve, además, vincula algunas de las posibles conse-
cuencias teóricas de esa distinción con la búsqueda persistente de Milton Santos de
pensar cuidadosamente el objeto de la geografía. Para ilustrar mejor dicha distinción, se
hace referencia a un estudio de caso, centrado en la relación entre un objeto inanimado,
un meteorito, y los visitantes a una exposición permanente de meteoritos, a partir de las
diferencias entre espacio y paisaje propuestas por Milton. A partir de ese ejemplo, se
sugiere que dicha distinción favorece un concepto de espacio que no está delimitado por
sus condiciones materiales sino por la relación que guarda con la sociedad. Sin embar-
go, Eduardo Neve concluye que la primacía conceptual que otorga Milton al espacio
comporta, en cierta manera, que el concepto de paisaje quede excluido y poco proble-
matizado en la reflexión del geógrafo brasileño.
Cierra el libro el artículo «Continuar y superar a Milton Santos», de Horacio Capel
que, en clave personal, relata la influencia de la obra de Milton Santos para su propia
trayectoria académica, toda vez que apunta la necesidad de superar críticamente la obra
del geógrafo brasileño. A modo de conclusión, afirma que «el mejor homenaje que debe-
mos hacer a la obra de Milton Santos es partir de ella, leerla desde posiciones no dogmá-
ticas, cuestionarla y superarla. Sólo de esa manera su trabajo será fructífero y tendrá
incidencia en el futuro [de Brasil]». Estos son, precisamente, los objetivos de este libro,
una lectura respetuosa, crítica y no dogmática, y el tipo de homenaje que pretendemos
hacer a Milton.

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2
EL TRABAJO DEL GEÓGRAFO
EN EL TERCER MUNDO REVISITED

Daniel Hiernaux

En los últimos años se han escrito numerosos artículos que reavivan la memoria de
quien ha sido, con entera seguridad, el mayor geógrafo latinoamericano del siglo XX:
Milton Santos. Su desaparición el 24 de junio del 2001, lo privó de transitar largamente
por este nuevo siglo del cual se esperan muchas mutaciones en todos los campos. A
nosotros, geógrafos y geógrafas, nos dejó, en cierta forma, huérfanos por la pérdida de
quien había asumido, de manera discreta pero efectiva, un liderazgo moral sobre una
geografía humana latinoamericana en plena transformación.
Frente al extraordinario reto que nos deparan los años venideros sin contar la acu-
mulación de deudas hacia la mayor parte de la humanidad y hacia la tierra-naturaleza
misma, es evidente que la tarea de la geografía es enorme. Para ello, no cabe la menor
duda que ésta tiene un papel destacado que jugar en el mundo actual y que, además,
requiere de una revisión constante de sus tradiciones frente a los giros que enfrenta en la
cotidianeidad el trabajo del geógrafo, sea educador, investigador, político, técnico al
servicio del Estado o inserto en sectores productivos.
Revisar permanentemente la obra de Milton Santos no resulta una tarea secunda-
ria. En esta ocasión, he decidido centrar mi reflexión sobre una obra escasamente cono-
cida en el mundo hispánico y que remonta, en su primera edición francesa, a 1971 Le
métier du géographe en pays sous-développés. He analizado la versión portuguesa de 1978,
que resulta de la traducción del original francés (Santos, 1978). La introducción de la
obra, está firmada en Burdeos, con la fecha simbólica de mayo de 1968. Santos tenía
cuarenta y dos años en aquel entonces, y se encontraba en la etapa gala de su largo
periplo nómada, entre América, África y Europa, viviendo lo que fue quizás uno de los
momentos más exaltante de esa época.
Cabe señalar, como primera reflexión sobre esta obra, que resulta muy actual.
Han pasado casi cuarenta años desde su escritura y la mayor parte de la obra no ha
envejecido, signo ineludible de que el pensamiento de Milton Santos es no solo fres-
co y actual, sino que fue muy avanzado para su época. En la obra El trabajo del
geógrafo en el Tercer Mundo, finalmente breve (112 páginas en la versión portugue-
sa), Santos pretende enfrentar dos desafíos mayores que devienen las preguntas cen-
trales de su obra: ¿cuáles son los grandes problemas por resolver en la renovación de

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Daniel Hiernaux

la geografía humana? Y, en segundo lugar, ¿cómo enfrentarlos desde y en el Tercer


Mundo?
Con relación a la primera pregunta, Santos se plantea que, para renovar la geogra-
fía, se tendrán que enfrentar dos tipos de problemas: aquéllos que derivan del campo del
método de la geografía, y las dificultades que provienen de la complejidad puesta en
juego en la comunicación entre la geografía y las demás ciencias sociales. La primera
parte de la obra la constituye una reflexión epistemológica de varios capítulos sobre el
sentido mismo de la geografía, sus conceptos, sus métodos, su aplicación al Tercer Mun-
do y la relación que establece con las demás ciencias sociales. La segunda parte, presen-
ta sus propios planteamientos sobre cómo enfrentar algunos aspectos de la geografía,
entre los cuales el estudio de lo urbano, desde el Tercer Mundo.
A lo largo de las páginas, se hace evidente un doble esfuerzo de Milton Santos. Por
una parte, se trata de ubicarse a sí mismo dentro de las diversas tradiciones geográficas
que se le presentaban en las diversas etapas migratorias de su trayectoria de vida; por la
otra, reescribir esta tradición con un toque personal de innovación enfocado a hacerlo
accesible y apropiable por los latinoamericanos en particular, y los «tercermundistas»
en general (un «tercermundismo» no vergonzante sino enarbolado como bandera de
lucha y de reivindicación identitaria, como se solía plantear en esos años). Es justamen-
te este esfuerzo doble lo que me parece particularmente significativo, y digno de algunas
reflexiones sobre la obra en sí y sobre el sentido que pudiera tener para nosotros, en la
actualidad de este inicio del siglo XXI.
Asimismo, es pertinente subrayar que esta obra, en el contexto francés, es suma-
mente precursora. En 1971, no se había dado aún el gran giro crítico en la geografía
francesa. Cabría recordar, en este sentido, que la obra clave de esos años fue decidida-
mente el libro Geografía Activa dirigido por Pierre George (1962 en francés y 1967 para
la primera versión castellana), donde destacaban ya algunos autores como Yves Lacoste,
cuya aportación a la geografía crítica ha sido invaluable. También habría que tener pre-
sente la obra de Bourdieu, Chamboredon y Passeron (1968) que plantean una reflexión
sobre la profesión del sociólogo. Cabe señalar que, en francés, tanto para la obra estu-
diada de Santos como la que acabamos de mencionar, se usa la palabra «métier», lo que,
en el caso de la obra sociológica, se tradujo como «oficio», mientras que en portugués,
en la traducción de la obra de Santos, el «métier» se volvió «trabajo», palabra menos
significativa del sentido que seguramente Santos le asignó en francés, y que, por otra
parte, hubiera podido traducirse por «oficio» en portugués. No nos cabe duda tampoco
de que Milton Santos no sólo conoció la obra de los mencionados sociólogos, sino que
compartía enteramente sus preocupaciones, en un momento en que el sentido mismo
de todos los «oficios» estaba en vía de ser replanteado en el contexto de la crítica cultural
de la generación del 68.
Por otra parte, no olvidemos un hecho crucial: las obras de George y la de Bourdieu
y sus respectivos coautores, que acabamos de citar, son obras francesas, es decir que
plantean la visión europea de las problemáticas de las ciencias sociales en general. En
particular, en la Geografía Activa, en una parte del texto, se discute la situación del Tercer
Mundo pero una vez más, desde una perspectiva europea aunque es justo reconocer que
muestra una gran apertura frente a las cuestiones de esa parte del mundo. En cierto
sentido, no obstante, es una obra fuertemente marcada por los paradigmas de la geogra-
fía francesa: es decir propuestos por Vidal de la Blache y sus seguidores. La mirada
geográfica de los autores hacia el llamado Tercer Mundo estaba entonces orientada por

18 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


2. El trabajo de geógrafo en el Tercer Mundo revisited

ello. Sin embargo, cabe asumir también que las guerras de descolonización de Indochi-
na y Argel, implicaron que una parte del mundo intelectual francés hiciera un gran
esfuerzo para reducir el carácter imperial de su mirada y tratar, como muestra de aper-
tura, de colocarse en la perspectiva de los «dominados». En la citada obra, se logra en
parte y por ende, representa un parteaguas frente a los discursos geográficos anteriores.
Milton Santos, por su parte, se sitúa en un contexto muy diferente: él constituye la
voz que desde América Latina, voz exiliada por los años de plomo que cubrieron el
subcontinente, se suma y en ocasiones rectifica el nuevo discurso de estos intelectuales
de los países desarrollados, que empiezan a mostrar mayor sensibilidad frente a las
problemáticas del Tercer Mundo. En otras disciplinas pasó algo similar. De esta manera,
destaca la teoría del subdesarrollo, desarrollada por el alemán André Gunder Frank, y
respaldada, aunque en ocasiones precedidas intelectualmente, por destacados «tercer-
mundistas» como el egipcio Samir Amin o los latinoamericanos, Enzo Faletto, Fernan-
do Henrique Cardoso (véase, entre otros, Gunder Frank, 1979; Cardoso y Falleto, 1979).
En este contexto excepcional de la historia de las ciencias sociales, momento en que
las voces centrales y periféricas resonaban al unísono, Milton Santos hizo oír sus re-
flexiones sobre la geografía y el trabajo de los geógrafos del Tercer Mundo, mientras
otras voces críticas, como las de Pierre George, Yves Lacoste, Bernard Raymond Gu-
glielmo o Bernard Kayser, hacían lo propio desde sus «trincheras académicas» más con-
fortables en los países desarrollados.
Con relación a lo anterior, merece también la pena destacar que Milton Santos no
ocupaba esas «trincheras confortables». Si bien su nomadismo forzado fue una fuente
irremplazable de formación y contraste de experiencias geográficas, la vida del exiliado
siempre es dura, llena de dificultades financieras, intelectuales y personales. A veces
parecería que se olvida que una parte sustancial de la obra de Santos se produjo en
condiciones de exilio, tal como la primera versión del «Mediterráneo», que redactó Fer-
nand Braudel en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial (Brau-
del, 1992). Estos apuntes biográficos buscan resaltar un mérito más de la obra y la
valentía personal del entrañable «Milton», y de paso recordar que, toda obra debería ser
comprendida en el contexto de una vida, la del autor.
¿Habrá reparado el lector que en los medios geográficos latinoamericanos (inclusi-
ve entre el alumnado) no hablamos de «Santos» (o sólo a veces y en ocasiones formales)
sino de «Milton»? Es el signo inequívoco de que no sólo es su valor intelectual, que
reconocemos sin duda alguna, sino también su incomparable bondad y sentido huma-
no. Ciertamente, el hecho de haber redactado obras de esa calidad en el exilio confirma
esas cualidades humanas que siempre valoramos quienes tuvimos la oportunidad de
conocerlo y tratarlo personalmente.
De esta manera, dominante es la voz de quien escribe la obra que analizamos y
parecería una tarea imposible distinguir la obra del autor. En este sentido, si bien la
obra analizada consiste en una reflexión de un autor sobre un tema científico frente al
cual pretende mantener cierta distancia, en la práctica, no obstante, el autor aparece en
cada una de las páginas. Por ello hemos optado por seguir un enfoque de análisis que
remite obviamente a la obra, pero que no se distancia forzosamente de la figura del
autor en todo momento. Para justificar este enfoque, seguimos las consideraciones pro-
puestas por el joven filósofo crítico francés Michel Onfray que menciona dos tipos de
filosofía, que podemos también aplicar a la geografía humana: una que supuestamente
«evita» a la propia persona en la obra, y una segunda que opta por un estilo narrativo de

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 19


Daniel Hiernaux

corte intimista. En este sentido, Onfray estima que... «todos los filósofos, sin excepción,
piensan a partir de su propia existencia. La separación [entre obra y autor] pone a des-
cubierto otra lógica [...] la ilusión de una epifanía de la razón creada a pesar de ellos»
(Onfray, 2006: 66). Una opinión similar se encuentra en la obra del filósofo mexicano Gil
Villegas que refuerza también la postura que asumimos en este trabajo (Villegas, 1996).
En un primer apartado, situaremos esta obra de Milton Santos en el contexto de las
corrientes geográficas de su época, que el mismo texto trata de analizar. El segundo
apartado muestra cómo Santos enfrenta lo que considera una necesidad: construir una
geografía para y desde el subdesarrollo. Luego, se retoma la discusión que propone el
autor sobre el tema de la comunicación entre la geografía y las ciencias sociales, tema
que no ha sido todavía resuelto en la geografía actual.

La obra y las corrientes geográficas de su época

Una de los desafíos a los que se enfrenta Santos en su obra El trabajo del geógrafo en el
Tercer Mundo consiste en el debate que se planteó desde los sesenta en torno a la renova-
ción de la geografía. A fines de los años sesenta, como se sabe y como lo expresará
claramente Lacoste unos años más tarde, la geografía francesa era, antes que nada, una
«geografía de profesores» (Lacoste, 1977). Esta situación se desencadenó a partir de la
dominación de Paul Vidal de la Blache sobre la geografía humana, de tal manera que se
puede afirmar que se erigió en el «gran timonel» de una geografía francesa, que se volve-
rá, primero de todo, regional y, como se la calificó posteriormente, posibilista.
Santos era muy consciente de esta situación, por lo que su primer capítulo es una
suerte de posicionamiento personal frente al debate que animó la geografía francesa
entre la necesidad de una geografía regional o bien, de una geografía general; debate
cuyas raíces se encuentran en los inicios de la geografía moderna, entre otros, en la obra
de Carl Ritter. A partir de los sesenta, cuando se hace sentir menos el «yugo» de Vidal y
sus incondicionales —y muertos sus alumnos directos— se presentan algunas discusio-
nes en la misma geografía francesa que, aunque tímidas, prepararon el camino para las
fuertes convulsiones posteriores. Entre otros aspectos, se reforzó la posición de quienes
pensaban que era necesario integrar más análisis y menos descripción en la geografía
humana. Asimismo, surgían inquietudes en cuanto a dar mayor énfasis en los estudios
geográficos, a las problemáticas que fueron dejadas de lado por el propio Vidal, como la
urbanización y la industrialización. Indudablemente, creció la comunicación entre los
geógrafos y los economistas en particular.
Por otra parte, por la fuerza de la ideología comunista tras la Segunda Guerra
Mundial, un grupo de jóvenes geógrafos, reunidos en torno a Pierre George, no dejarán
de elevar voces críticas sobre la necesidad de una geografía más comprometida con los
cambios y sobre todo con las problemáticas mundiales, como el hambre o la descoloni-
zación (Bataillon, 2006).
Finalmente, Santos conoce la transformación radical de la geografía anglosajona, a
partir del famoso debate entre Richard Hartshorne (1939)1 y Friedrich Schaeffer (1977)
y la progresiva avanzada de aquellos jóvenes iconoclastas que creaban progresivamente
la corriente que Ortega Valcárcel, bautizará posteriormente como «teorética-cuantitati-
vista» (Ortega Valcárcel, 2000). En su bibliografía no deja de citar a Haggett (1988), por
ejemplo, uno de los geógrafos anglosajones cuantitativos más reconocidos en aquella

20 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


2. El trabajo de geógrafo en el Tercer Mundo revisited

época.
Frente a este panorama, Santos plantea una pregunta más que pertinente: ¿Cómo
renovar la geografía y cómo enfrentar el dilema entre la geografía regional y la geografía
general? Su interrogante refleja la necesidad de una transformación mucho más de fon-
do de la escuela francesa; cuestión que por cierto no se dará tan fácil ni rápidamente por
el peso todavía aplastante de la vieja guardia vidaliana que defendió la posición de Vidal
a favor de la permanencia de los conceptos y las prácticas de investigación propuestos
desde décadas atrás en el contexto del desarrollo de la geografía regional. Sin entrar a
fondo en la discusión sobre geografía general versus geografía regional, que considero
no es la aportación central del libro, es justo citar que, para el autor, las geografías
regional y general pueden avanzar y desarrollarse en forma paralela, aunque deben
mantenerse en estrecho contacto (Santos, 1978: 8).

La geografía frente al subdesarrollo del Tercer Mundo

En esta obra, Santos manifiesta claramente lo que es su inquietud central: el Tercer


Mundo y el papel de la geografía y los geógrafos en una eventual salida del subdesarro-
llo. Sostiene claramente que, en la transformación del Tercer Mundo, no es posible ex-
plicar la formación territorial sólo a través del estudio de la relación entre los grupos
humanos y el medio geográfico en el contexto de regiones específicas. Para nuestro
autor, la propuesta vidaliana es entonces impracticable porque la influencia de las eco-
nomías desarrolladas es fuerte en la modelación de los territorios y los paisajes, que él
llamará «paisajes derivados» siguiendo a Maximilien Sorre (Santos, 1978: 9).
Santos identifica así, con toda claridad, un problema de método: el enfoque regio-
nal concebido por la geografía francesa es de dudosa aplicación en el contexto tercer-
mundista. En este sentido, su propuesta es más novedosa al afirmar que, «debemos
saber [...] si nos proponemos evolucionar conjuntamente con la mutaciones que sobre-
vienen en la superficie del globo» (Santos, 1978: 1). Para él, este problema es de fondo: la
geografía vidaliana fue construida a inicios del siglo XX y además, ocurrió en un contex-
to que favorecía la explotación de las colonias.2 En la segunda mitad del siglo XX, con las
guerras de descolonización (para Francia fue primero Indochina y luego la sangrienta
lucha de independencia de Argelia), y los otros procesos históricos de las últimas déca-
das del siglo, lo llevan a considerar que el enfoque regional vidaliano ya no es aplicable.
No obstante, es prudente ya que no ataca frontalmente a los vidalianos, como lo harán
posteriormente otros autores, por ejemplo Lacoste (1977). Aun así, su posición no es
menos clara sobre las limitaciones de la geografía regional francesa, por lo menos en su
concepción tradicional.
En este sentido, Santos expone claramente que «...no se puede establecer una geo-
grafía para el subdesarrollo independiente de la del desarrollo por la estrecha relación
de los procesos» (Santos, 1978: 33). En este tipo de afirmaciones encontramos muy
tempranamente el pensamiento que posteriormente fue característico de Santos. Parti-
cularmente, se expresan las primeras ideas que presentan a uno de los primeros geógra-
fos, o «el» primero como lo afirma Jacques Lévy (2006), al interesarse en la globaliza-
ción, tan de moda actualmente. En esa línea, Santos fue defensor de la idea de compren-
der la globalidad de los procesos en sus ramificaciones en los diversos espacios de la
escala planetaria, en oposición de quienes pretendían limitar los problemas a cuestiones

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 21


Daniel Hiernaux

internas del subdesarrollo de algún país o continente (véase Mendoza, en este volumen).

Geografía y método

Otra dimensión que interesa a nuestro autor es referente al método, o a la dificultad del
método como la denomina, entendido como el debate entre lo abstracto y lo concreto.
Santos aporta ideas particularmente interesantes, entre las cuales cabe destacar la nece-
sidad de construir modelos explicativos (no forzosamente modelos cuantitativos), pero
cuidando de evitar la aplicación descontrolada de los mismos sobre espacios para los
cuales no fueron construidos. Por otra parte, no puedo dejar de recoger una expresión
que hubiera tenido que ser mucho más meditada por los colegas geógrafos, particular-
mente por aquellos que desde los criterios racionalistas tradicionales o incluso por los
críticos que se sintieron durante tanto tiempo los dueños de la verdad geográfica: «lo
“concreto” y la “verdad” no son más que lo concreto y la verdad de cada uno» (Santos,
1978: 12). Expresión certera que, desde nuestra opinión, no encontró el eco merecido.
Ciertamente, Santos tocó una fibra sensible en un momento en que apenas empezaban
a presentarse, aunque de manera creciente, los nuevos «integristas» de la geografía, de
diferentes signos y compromisos políticos. Así las interpretaciones personales y diversas
tendieron a transmutarse en verdades universales, de tal suerte que algunos autores
consideraron que podrían enseñar el verdadero rumbo, el camino decisivo para cam-
biar el mundo.
Para Milton Santos, el tema del método es aun más complejo por otras dimensio-
nes que considera centrales. La primera es el tabú, todavía profundamente anclada en la
geografía actual, que confunde la «concreticidad» (el término es del autor) y la objetivi-
dad, con el empiricismo. Hoy en día, no faltan los geógrafos que siguen pensando que
para ser concreto se precisan datos estadísticos, aunque ello signifique un análisis su-
perficial de estadísticas oficiales de escaso valor acompañadas eventualmente de mapas.
Esta concepción, que implica riesgos evidentes, ha contribuido a que los geógrafos no
hayan podido, aún hoy, desprenderse de una «concreticidad deformada»; es decir, liga-
da a instrumentos que muy probablemente han sido sobrevalorados.
Este tabú no es el único defecto de los enfoques geográficos tradicionales que en-
cuentra Milton Santos como un problema metodológico de fondo. Santos demuestra,
una vez más, su brillante erudición en ciencias sociales, cuando afirma que «no se debe
dejar de lado el uso de la imaginación» (Santos, 1971: 1). La fuente de estas ideas indu-
dablemente se halla en Charles Wright Mills (1959), de quien cita la obra clave, La ima-
ginación sociológica. Seguramente, este hecho constituyó una suerte de digresión poco
apreciada en su época, momento en que a los autores se les ubicaba dentro de la propia
disciplina y particularmente dentro de la escuela de pensamiento en la que cada autor se
encontraba anclado.
La bibliografía usada por Santos en el libro, por otro lado, es ciertamente relevante
ya que introduce sistemáticamente autores que no son geógrafos, sino intelectuales que
irán adquiriendo un enorme prestigio posteriormente. En esa época, muchos de ellos
solo eran intelectuales que iniciaban una trayectoria y contaban con una sola obra, pero
que nuestro autor identifica tempranamente como aportes relevantes. En este sentido,
se puede mencionar el caso del sociólogo belga Jean Remy (1964), con su conocida y
reeditada obra, La ciudad fenómeno económico, o Gunnar Myrdal (1974) con su teoría

22 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


2. El trabajo de geógrafo en el Tercer Mundo revisited

económica de la causación acumulada y el subdesarrollo, entre muchos otros. En otros


casos, se refiere a autores clásicos, como Émile Durkheim, que no fue muy aceptado
entre los geógrafos franceses por sus diferencias con Vidal de la Blache. Santos demues-
tra no sólo una gran erudición, un sentido muy especial para elegir obras que en los años
posteriores terminarán siendo decisivas para el pensamiento social, sino también algo
que lo caracterizará toda su vida: sus referencias bibliográficas expresan una gran inde-
pendencia frente a las limitaciones intelectuales y las restricciones y tabúes instituidos
sobre ciertos autores. De esta manera, cita, de manera sistemática, a sociólogos, demó-
grafos, economistas o antropólogos, en ocasiones anglosajones, lo cual se debe conside-
rar como una gran manifestación de apertura intelectual, que indudablemente le atrajo
tantos amigos como enemigos.
Para Santos, la geografía no puede estar aislada de las demás ciencias sociales. Esta
afirmación, todavía difícil de admitir por no pocos geógrafos actuales, es un elemento
central de su concepción de una geografía para el Tercer Mundo y una geografía desa-
rrollada en el Tercer Mundo. Por ello, todas sus obras centrales presentan referencias
que pueden extrañar a no pocos, no sólo por la erudición, sino por la variedad de enfo-
ques disciplinarios que Santos trata pacientemente de articular, sistematizar y compagi-
nar como fundamentos de una «geografía nueva» (Santos, 1990). Finalmente, en La
naturaleza del espacio, toca un tema esencial, fundacional para la geografía —el espa-
cio— y persiste en esa visión transdisciplinar que ya proponía desde los sesenta, lo que
no deja de ser uno de los grandes atractivos de esa obra (Santos, 2000).

La geografía, ¿una o varias?

Santos también se interroga sobre los problemas de comunicación que sostiene la geo-
grafía en su relación con las demás ciencias sociales, en el marco de la compleja relación
de nuestra disciplina con las ciencias afines. Él fue un ardiente defensor de la idea de
construir puentes entre las disciplinas. Sin embargo, no estamos acá tratando de las tan
trilladas ideas de multi-disciplinariedad o propuestas similares. Santos ve el desarrollo
de la geografía a partir de un diálogo con las disciplinas afines que pueda provocar
«indirectamente, una especie de fragmentación de nuestra disciplina en una multiplici-
dad de “geografías”» (Santos, 1978: 41).
Actualmente son muchos los geógrafos que conciben un sacrilegio el negar la unidad
de la geografía (la «física» y la «humana»), especialmente si tiene implicaciones en una
enseñanza de la disciplina orientada a lo físico o a lo humano exclusivamente. Santos hace
cuarenta años, no obstante, afirmaba la posible fragmentación de la disciplina. El tema no
es secundario. De esta manera, la necesaria especialización del conocimiento ha afectado
a la mayor parte de las disciplinas sin forzosamente provocar rupturas, la geografía conti-
nua sintiéndose heredera del holismo y de la universalidad heredada de la Ilustración,
signo inequívoco de que el «polvo» cubre buena parte de sus planteamientos.
Es evidente que la geografía debe mantener cierto carácter integral porque estudia
procesos en los cuales la humanidad se encuentra involucrada como un todo, frente a un
espacio que debe ser visto como una unidad y no fragmentado en parcialidades o peor
aún, en «variables» como se ha difundido a través de los enfoques cuantitativos. Pero, al
mismo tiempo, es inconcebible que, con los avances científicos actuales, se pueda soste-
ner una formación o una investigación que sea holista, en el sentido tradicional que los

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 23


Daniel Hiernaux

geógrafos le dieron a esta expresión. Hace cuarenta años observó Santos esta circuns-
tancia. Así se han enseñado y reiterado muchos de sus aportes, pero quizá se han olvida-
do, o aún peor, ocultado otras nociones y concepciones, que hoy resultaría difícil contra-
decir, como es el caso de la «ilusión de la unidad de la geografía».
Para concluir esta discusión, incorporo un aspecto central de la obra, a través de las
palabras del propio Milton Santos; palabras de amplio calado y que no requieren exten-
sas aclaraciones: «Los progresos ocurridos en las disciplinas conexas imponen la utiliza-
ción en geografía, de sus instrumentos y también de su vocabulario particular». ¿Habrá
sido su condición étnica y las discriminaciones que ello le implicó, lo que indujo a Mil-
ton Santos a plantear ideas que anticipaban la hibridación y el mestizaje intelectual,
como mezclas que produzcan un pensamiento más complejo que el resultante de la
pureza disciplinaria?

Construir otra geografía para el Tercer Mundo

La segunda parte de la obra es, sin lugar a dudas, la más interesante desde la perspectiva
de la construcción de una geografía diferente para el Tercer Mundo. Sin embargo, con
todo lo que el autor escribió posteriormente y que se ha difundido mucho más amplia-
mente que este opúsculo, las propuestas no resultan tan atractivas y, en ciertos casos,
algo superadas por el mismo autor en textos posteriores. Merecen, a pesar de todo,
algunos comentarios.
Como acabamos de afirmar, la segunda parte quizá no sea realmente innovadora
vista desde nuestra perspectiva de inicios del siglo XXI, pero, en alguna forma, lo fue en
su tiempo. Se podrían dar algunos ejemplos de ello. En primer lugar, Santos dedica un
amplio espacio a las explicaciones económicas, lo que no dejará de hacer en ningún
momento de toda su historia intelectual. Su maridaje intelectual con los economistas no
será bien visto por la geografía tradicional, pero no dejaba de representar una corriente
que tomará un gran vigor, expresando así la «economización» de la explicación del mun-
do que dominó hasta los años ochenta. Santos reconoce los trabajos de François Pe-
rroux, o Jacques Boudeville (por ejemplo, Perroux, 1955; Boudeville, 1965) así como
otros más que pusieron a la geografía en unos rieles que algunos percibimos hoy a veces
como una vía sin salida, pero que fue enormemente influyente en su época.3 Algunos
temas que aborda son todavía sumamente importantes en la geografía económica ac-
tual, como la cuestión de las redes de ciudades (visto desde la economía, y no desde la
demografía aplicada como se suele dar en México por ejemplo), la presencia de ciuda-
des con un papel más mundial (habla de «red mundial»), lo que hoy llamaríamos «ciu-
dades globales», o la existencia de flujos que se dan entre ciudades y espacios en general.
Todos estos temas son apenas esbozados en esta obra y será en obras posteriores donde
Santos dedicará mayor atención a los mismos, reconstruyéndolos en formulaciones
mucho más finas e inclusive elegantes. Un ejemplo de ello es su concepto posterior de
«medio científico y tecnológico» que se constituirá en una parte significativa de su he-
rencia intelectual.
Quizá algunas de estas aportaciones no fueron debidamente asimiladas por la geo-
grafía latinoamericana, básicamente por dos motivos. El primero es la más tardía e
insuficiente difusión en nuestros países de sus primeras obras. La segunda razón es que
la geografía latinoamericana se centró en demasía en enfrentamientos entre ciertas orien-

24 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


2. El trabajo de geógrafo en el Tercer Mundo revisited

taciones críticas (esencialmente «marxistas estructuralistas») y la geografía tradicional,


por lo demás extremadamente pobre conceptualmente.
En este sentido, me atrevo a plantear que si el tipo de ideas presentes en esta obra
hubieran sido mejor difundidos en la época oportuna, ciertos conceptos ahora enarbo-
lados por sociólogos, economistas y eventualmente geógrafos anglosajones como sus
máximas creaciones recientes, como el de «ciudad mundial» (Sassen, 1992) o «redes de
ciudades» (Taylor, 2003), hubieran podido ser acuñados como bases fundacionales de
una geografía latinoamericana. No debemos olvidar, en este sentido, que los años seten-
ta y parte de los ochenta fueron los años más oscuros de las represiones dictatoriales en
América Latina, por lo que no sólo la geografía apenas pudo sobrevivir (dominada por la
geografía de los militares o sea la geografía de la defensa de las fronteras en un contexto
de nacionalismo exacerbado; del control urbano frente a los posibles movimientos polí-
ticos; y de construcción de espacios de represión en América del Sur), sino que las pocas
visiones críticas eran, forzosamente y en su amplia mayoría, marxistas.
Por último, nos gustaría resaltar, al finalizar este artículo, la adjetivación muy par-
ticular que Santos atribuye al espacio en los países subdesarrollados en los últimos desa-
rrollos de su obra. El autor se refiere a que el espacio latinoamericano es periférico,
derivado, inestable, incompletamente organizado, no integrado, y también abierto, se-
lectivo, fraccionado y diferenciado. Cada uno de estos adjetivos recalca una de las carac-
terísticas más notorias, todavía hoy, del espacio latinoamericano, y pudiera ser objeto de
un análisis particular. Quizás habría que subrayar que es sólo varios años después que
Henri Lefebvre escribirá su magna obra La producción del espacio (Lefebvre, 1974),
donde encontramos muchos de estos adjetivos propuestos anteriormente por Milton
Santos. En ocasiones, algunas palabras, que en este caso son verdaderas imágenes, ha-
blan por sí mismas mucho más que un largo discurso. Milton Santos expresó, hace
cuarenta años, una serie de conceptos sobre los cuales construimos hoy, en este siglo
nuevo que empieza, nuestro discurso geográfico sobre el espacio latinoamericano. Es
posible seguir las huellas de cada uno de ellos en el pensamiento latinoamericano e
internacional. Santos, sin duda, acertó en proclamar la especificidad del espacio latino-
americano, que conocía tan bien, desde su estancia en Burdeos. Una nueva gran lección
que emerge de esta apasionante obra.

Comentarios finales

Habría que repasar, pacientemente, una por una, con toda dedicación, las obras inicia-
les de Milton Santos. Como en casos similares, no dudo que encontraríamos ideas poco
desarrolladas, así como algunas que abandonó posteriormente. Pero no hay posibilidad
alguna de que no encontremos ideas aplicadas o generales que no sean hoy en día de
gran actualidad, como se trató de demostrar previamente.
Considero que las ideas de Milton Santos con respecto a la relación de la geografía
con las demás ciencias sociales y la apuesta que tenía respecto a la tendencia de la
disciplina a fraccionarse al tomar contacto con otras ciencias afines constituyen un cla-
ro avance en la construcción de esa «nueva geografía». Al inscribirme personalmente en
esta forma de concebir la geografía, tengo que admitir que, en ocasiones, me asaltan
dudas sobre si esta dirección es la correcta. ¿Debemos enseñar la geografía humana
como disciplina per se? ¿Es correcto buscar en las otras ciencias sociales, compartiendo

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 25


Daniel Hiernaux

con ellas los múltiples «giros», lingüístico, humanista, cultural y espacial, nuevos rum-
bos para la geografía? A la luz de lo que expresa nuestro bien querido Milton, la respues-
ta es claramente positiva.
Por otra parte, me gustaría también resaltar la idea de que la geografía latinoame-
ricana no podrá desarrollarse adecuadamente, si no sigue la tarea emprendida por nues-
tro autor, de rechazar las fronteras lingüísticas y nacionales que separan las escuelas de
pensamiento y las aíslan entre sí, en aras de construir una geografía más abierta. Milton
Santos propagó abiertamente esta idea, pero siempre pensando que esta apertura po-
dría jugar el papel de una suerte de transfusión sanguínea a la geografía latinoamerica-
na, hacia un desarrollo autónomo, creativo y atento a las demandas de sus poblaciones.
Éste es, sin lugar a dudas, el reto que nos espera, aunque ahora esta tarea sea más
compleja, al tenerlo que enfrentar sin Milton Santos.

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REMY, Jean (1964), La Ville: Phénomène Économique, Les Éditions Ouvrières, Bruselas.

26 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


2. El trabajo de geógrafo en el Tercer Mundo revisited

SANTOS, Milton (1971), Le Métier du Géographe en Pays Sous-développés, Ophrys, París.


— (1990), Por una Geografía Nueva, Espasa Calpe, Madrid.
— (1996), De la Totalidad al Lugar, Oikos Tau, Barcelona.
— (2000), La Naturaleza del Espacio: Técnica y Tiempo. Razón y Emoción, Ariel Geografía,
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ments d’Anàlisi Geogràfica, núm. 40, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona,
pp. 205-219.

1. En todos los casos citamos la versión que consultamos, no forzosamente la primera. De esta
manera, las fechas no coinciden forzosamente con la trayectoria biográfica de Milton Santos.
2. Tanto Paul Vidal de la Blache como Eliseo Reclus eran defensores de la colonización francesa.
3. No es el momento para discutir si las perspectivas geográficas que se asocian a la economía son
o no una vía que merece seguir transitando. Lo que se puede afirmar es que desde perspectivas cultu-
rales, se ha claramente criticado esta vía, en aras de reencontrar un análisis quizá más complejo de la
relación entre el hombre y su espacio.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 27


3
MILTON SANTOS AL ENCUENTRO
DE LAS GEOGRAFÍAS DE LO COTIDIANO

Alicia Lindón

La Geografía no está hecha, hay que seguir haciéndo-


la constantemente.
SANTOS, 1990

La Geografía debe participar en la producción de la


Teoría Social.
SANTOS, 1996a

Vida intelectual y rechazo a asumir ideas, no combi-


nan [...] El intelectual verdadero es el que busca, in-
cansablemente, la verdad, no sólo para disfrutarla ín-
timamente, sino para decirla, escribirla y sostenerla
públicamente.
SANTOS, 2000a

Este trabajo revisa el pensamiento de Milton Santos desde un ángulo poco usual con
relación al autor: las geografías de la vida cotidiana (GVC). Si se realiza una evaluación
rápida y somera del tema, parecería que no existen muchos puntos que conecten la obra
de este geógrafo con este campo particular de la geografía. Sin embargo, si se hace una
lectura más detallada, que no se limite a los grandes temas que atraviesan la obra de
Santos, sino indagando en los resquicios de su pensamiento, o bien explorando lo que
esbozó solo con unas pocas líneas gruesas, aunque no dibujó detalladamente, aparecen
zonas de contacto entre su pensamiento y las GVC, aún cuando sean limitadas en exten-
sión, en desarrollo y tardías.
Una lectura y búsqueda de este tipo, para muchos, podría resultar ociosa. Por lo
mismo, podría esperarse que un objetivo de esta naturaleza fuera interpelado con el
interrogante evidente: ¿para qué explorar en un autor prolífico, un tema poco tratado
por él; es decir un tema casi marginal en una obra que, en sí misma, es extensa? Sin
embargo, consideramos enriquecedor ubicar nuestra búsqueda en un horizonte de rup-
turas, de «estados nacientes» del pensamiento geográfico,1 de búsquedas de las innova-
ciones en la teoría geográfica que permitan comprender mejor un mundo en constante
cambio e indagar en los resquicios, en lo sólo bosquejado o en el reverso de lo dicho por
una figura señera, más que hacerlo en las grandes letras del autor.
En este contexto y con esta perspectiva, primero se realiza una rápida presentación
de lo que se está denominando geografías de la vida cotidiana independientemente de la

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 29


Alicia Lindón

obra de Milton Santos. Luego, en la segunda parte, se identifican los conceptos con los
cuales Milton Santos se aproxima al campo en cuestión, en qué obras lo hace y en qué
momento de su extensa trayectoria intelectual se presentan. En la tercera parte se anali-
za con cierto detenimiento su concepción acerca de los conceptos de lugar y espacio
banal, ya que serán éstos los que vinieron a constituir los núcleos conceptuales con los
que nuestro autor se aproxima al campo en cuestión. En la cuarta parte, se plantean
algunas reflexiones sobre los horizontes en los cuales se puede ubicar y proyectar el
interés de Santos por lo cotidiano. Por último, se dibujan algunas ideas sobre lo que
puede implicar la inclusión de lo cotidiano en la geografía; es decir, los desafíos que esta
innovación supone.

Las geografías de la vida cotidiana

Antes de iniciar el ejercicio de inmersión y navegación en el pensamiento de Milton


Santos, es necesario esclarecer, en cierta medida, la temática central de este trabajo,
para así marcar un «norte» que nos oriente en la exploración dentro de una obra tan
extensa, como es la de Santos.
La expresión «geografías de la vida cotidiana» (GVC) requiere varias aclaraciones
iniciales, pero, al menos, nos interesa destacar una en particular: estamos planteando el
tema como geografías «de» la vida cotidiana y no como geografías «en» la vida cotidia-
na. Esto implica que nos referimos a una mirada particular, una «mirada geográfica»,
para comprender la vida cotidiana, es decir el mundo de la vida cotidiana o Lebenswelt.
Actualmente, en este sentido, no es posible demarcar un campo enteramente configura-
do y reconocido como tal en la comunidad geográfica, un campo que pueda llamarse
«geografías de la vida cotidiana». Aunque de manera cada vez más frecuente, emergen,
en diversos contextos, fragmentos, elementos y piezas sueltas de ese campo en ciernes.
Parecería que estas piezas sueltas, más que anunciar un futuro campo de la geografía
bien delimitado, dibujan un futuro campo disciplinario de límites porosos.
También es innegable que este campo —o cuasi campo— se está escribiendo en
plural. La pluralidad se relaciona con que la vida cotidiana es transversal a todos los
campos que ha cultivado largamente la geografía humana, tan transversal como lo es la
espacialidad misma. La pluralidad también se asocia con el hecho de que las geografías
de la vida cotidiana se reatroalimentan de los avances sobre la cotidianidad realizados
en otras disciplinas, como la sociología o la psicología social, la lingüística y la misma
filosofía, aunque no se confunden con ellas ya que para las GVC el foco de estudio no se
limita a la cotidianidad, de ser así se perdería el sello disciplinario. Antes bien, las GVC
tratan de la cotidianidad a la luz de la espacialidad.
Así llegamos a que, a pesar de la larga ausencia de la vida cotidiana como materia
de estudio de nuestra disciplina, hoy se presenta como un horizonte relevante para la
geografía del siglo XXI. El interés creciente por las GVC, aunque todavía disperso, se
articula con movimientos que van más allá de nuestra disciplina; movimientos que es-
tán involucrando a las ciencias sociales y las humanidades en conjunto y a los que la
geografía no puede ser ajena. Dentro de esos movimientos está la creciente centralidad
de lo cultural y el sujeto.
La relevancia de las GVC, en parte, radica en que representan la puerta de entrada
de la geografía humana a las grandes discusiones y aproximaciones actuales de las cien-

30 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

cias sociales. De manera más concreta, las GVC se han incorporado en tres líneas y
debates fuertes de las ciencias sociales actuales, como son el tema del sujeto y el conse-
cuente interés por las biografías, los relatos y las narrativas de vida. El segundo debate
es el que se despliega en torno al subjetivismo y los procesos de simbolización. Y el
tercero es el construido alrededor del desarrollo de procedimientos matemáticos y esta-
dísticos sofisticados para estudiar la espacio-temporalidad de las prácticas del sujeto.
El primero de estos frentes de discusión actual, el tema del individuo, el sujeto y la
biografía, realmente ha sido algo ajeno a la geografía humana hasta tiempos recientes,
en que las GVC redescubren la importancia del sujeto, aun cuando la geografía humana
siempre se definió desde el «ser humano», pero como una categoría universal y sin
plantearse el problema de los puntos de vista y las posiciones de los seres humanos en la
trama social (Berdoulay y Entrikin, 1998; Berdoulay, 2002; Debarbieux, 1997; Gumu-
chian et al., 2003).
A lo largo de la conformación del pensamiento geográfico contemporáneo, la disci-
plina, por un lado fue refinando su concepto de espacio, desde las visiones iniciales del
medio geográfico muy apegadas a lo físico-natural, hacia las miradas actuales del espa-
cio y el lugar. Pero al mismo tiempo, también gradualmente fue transitando de la noción
del «ser humano» en su relación con el medio y el medio geográfico, a la incorporación
de la categoría «sociedad», también en su relación con el espacio. En suma, al mismo
tiempo que la disciplina refina durante el siglo XX su concepción de espacio, hace un
proceso semejante en cuanto a la noción de ser humano. Así, si un primer tránsito fue el
de la categoría de «ser humano» a la de «sociedad», actualmente las GVC parecen cum-
plir un papel motor en un segundo tránsito, que trasciende a las GVC y afecta a toda la
disciplina: este segundo tránsito de la geografía humana con respecto a su concepción
de social es el que va desde la categoría de «sociedad» a la de «sujeto».
En este devenir en el que el sujeto se ha tornado cada vez más relevante, las GVC
han redescubierto y profundizado la perspectiva dardeliana del «sujeto-habitante» (Dar-
del, 1990). El mayor desafío en este sentido no es simplemente repetir la concepción
dardeliana, sino ponerla en movimiento en diversas investigaciones empíricas: retomar
esa concepción para constituirla en el pivote para la producción de nuevo conocimiento
a partir de lo que emerge y se replantea en las distintas situaciones empíricas.
La segunda de estas líneas actuales que surgen desde las GVC y conectan con los
movimientos de las ciencias sociales en general, es la del subjetivismo y los procesos de
simbolización. En un primer momento, el reconocimiento de estos temas en la geogra-
fía humana significó un desplazamiento hacia las dimensiones no materiales, lo no tan-
gible. Luego, las GVC, al igual que las otras ciencias sociales interesadas en la subjetivi-
dad social, comienzan a buscar vías que articulen lo material y lo no material. En este
sentido, las alternativas constructivistas que pretenden evitar las aproximaciones ente-
ramente idealistas, procurando caminos que imbriquen lo material con lo no material
de la espacialidad de la vida social, también confluyen en la geografía humana. Así,
dentro de la geografía humana, las GVC inician las propuestas de la «construcción so-
cial de los lugares» (Ley, 1981 y 1989; Di Meo, 1991a; 1991b; 2000; Hiernaux, 2007;
Lindón, 2007).
Por último, cabe destacar una tercera línea que se abre desde las GVC y que genera
un fuerte acercamiento con las ciencias sociales y las discusiones más actuales. Se trata
del desarrollo de procedimientos matemáticos y estadísticos complejos para dar cuenta
de la espacio-temporalidad de las prácticas del individuo. En estos casos, se trata de la

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 31


Alicia Lindón

espacio-temporalidad medible. En esta línea cabe recordar que las visiones pioneras se
deben al geógrafo sueco Hägerstrand y la escuela de Lund. Actualmente, dentro de esta
perspectiva, no sólo se ubican los herederos de la escuela de Lund, sino también enfo-
ques más recientes, como los de la geógrafa Mei-Po Kwan, en los cuales las GVC tam-
bién se acercan a la tecnología de la comunicación e informacional. Por ejemplo, Mei-Po
Kwan (2000a; 2000b; 2001 y 2002), del Departamento de Geografía de la Universidad
del Estado de Ohio, estudia el impacto de las tecnologías de comunicación e informacio-
nales en la vida cotidiana de las personas, en las redes sociales y en las relaciones de
género dentro de los hogares. Al mismo tiempo, esta autora ha explorado metodológica-
mente con instrumentos complejos distintas posibilidades de representación de los pa-
trones de actividades cotidianas, utilizando sistemas de información geográfica que in-
corporan la tercera dimensión.
Las GVC han traído consigo fuertes innovaciones en cuanto a las escalas de trabajo
ya que han comenzado a estudiar distintos fenómenos espaciales en escalas que ante-
riormente eran de poco interés en la disciplina e, incluso, en las que antes nunca se
había incursionado: escalas de gran aproximación al fenómeno, lo que usualmente se
conoce como las escalas vivenciales o escalas grandes. Éstas permiten focalizar el análi-
sis en un fenómeno de reducida extensión, pero, por su gran acercamiento, permiten
observarlo con gran nivel de detalle. Una expresión particular del nuevo interés por este
tipo de escalas se halla en el estudio de los espacios domésticos. Un ejemplo del interés
creciente de la geografía por los espacios domésticos —pero también del acercamiento y
diálogo con otras disciplinas sociales, que resultaron de la apertura a estas escalas— se
presenta en la obra colectiva coordinada por Béatrice Collignon y Jean-François Staszak
(2003), así como en numerosos trabajos individuales de cada uno de estos autores (Co-
llignon, 1996; 2001; Staszak, 2001).
Indudablemente, este deslizamiento en las escalas priorizadas no es ajeno a la cen-
tralidad del sujeto y su Lebenswelt. Resultaría sumamente complejo pretender estudiar
por ejemplo, los espacios domésticos a escala nacional porque en esencia un espacio
doméstico solo adquiere existencia cuando es observado con fuerte aproximación.
El deslizamiento hacia las escalas que observan al fenómeno de manera cercana,2
tiene una dimensión más o menos técnica, relacionado sobre el hecho de cómo estudiar
ciertos fenómenos de forma próxima a lo que se pretende conocer. También tiene otra
dimensión, vinculado a la evidencia de que al aproximarnos cobran visibilidad ciertos
fenómenos, ciertos espacios, que observados desde otra escala no eran visibles y en
consecuencia no tenían existencia para el análisis geográfico tradicional, no eran pro-
blematizados ni mucho menos, analizados ni interpretados.
Las GVC también han comportado una notoria apertura y diversificación temática,
ya que precisamente no implican un recorte temático, sino que su especificidad deriva
del tipo de aproximación, de la perspectiva del sujeto y su espacio. Así podemos tener
GVC dedicadas al estudio de fenómenos urbanos y también rurales, podemos encontrar
GVC dedicadas al análisis de espacios domésticos y familiares, como también espacios
laborales, espacios del consumo, espacios educativos, espacios del ocio, la recreación y
el tiempo libre. De igual forma, cobran nuevo interés los espacios religiosos y lugares
festivos, los espacios relacionados con la enfermedad y la discapacidad, los espacios
públicos, los espacios del ejercicio del poder, espacios apropiados diferencialmente se-
gún la condición de género, la experiencia espacial de personas de la tercera edad, pero
también de los jóvenes o de grupos sociales definidos por su condición étnica. Otras

32 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

GVC se plantean desde los ciclos temporales, así por ejemplo se han desarrollado inves-
tigaciones sobre la experiencia espacial diurna y nocturna. Esta diversificación temática
está adquiriendo tal magnitud que plantea la casi imposibilidad de hacer una revisión
del abanico de temas que se abren actualmente para el campo de las GVC.
Con las aclaraciones anteriores, con todas las potencialidades y también con todo
lo indefinido o en proceso de esclarecer, asumimos que:

Las GVC encuentran su razón de ser en el conocimiento de la relación espacio/sociedad a


partir de la persona, del sujeto, del individuo. Si se retoman ciertos avances sobre la coti-
dianidad, provenientes de la sociología y la psicología social y se traen a la geografía, es
posible especificar más lo anterior: las GVC estudian la relación espacio/sociedad de las
situaciones de interacción. La interacción refiere a las personas situadas espacio-tempo-
ralmente en un contexto intersubjetivo desde el cual le dan sentido al espacio y al otro, en
un proceso constante de interpretación (resignificación) y de construcción de los espacios
de vida. Por ello, para las GVC cuestiones aparentemente banales expresan dimensiones
de la vida social que ameritan un análisis geográfico profundo [Lindón, 2006a: 356-357].

Lo cotidiano en la obra de Milton Santos

La obra de Milton Santos es extensa. Su primera publicación fue de 1948 (O poblamento


de Bahía: Suas causas económicas), en tanto que la última está fechada en el año 2000
(Por uma outra globalização). En este extenso recorrido se integran unos 40 libros y
alrededor de 300 artículos y capítulos de libros. Sin embargo, desde el objetivo de nues-
tro trabajo, es imposible dejar de observar que en el contexto de una obra intelectual
extensa y pionera en diversos aspectos, la vida cotidiana sólo emerge en los últimos
cuatro años y lo hace como un tema entre otros; es decir, nunca se presenta como el
tema exclusivo, central o el hilo conductor de alguna de estas obras, aunque le otorga
importancia y potencialidad como un horizonte para la disciplina.
De manera más específica, la vida cotidiana se presenta en Milton Santos sobre
todo en tres libros y dos disertaciones/conferencias presentadas en eventos académicos.
Asimismo, es necesario observar que estos cinco trabajos corresponden a la segunda
mitad de los años noventa. Cronológicamente son los siguientes: el discurso pronuncia-
do el 13 de noviembre de 1996, en la Universidad de Barcelona, al ser investido doctor
honoris causa. Luego aparece nuevamente la vida cotidiana en el libro publicado en
1996, y que lleva por título De la totalidad al lugar. Como tercera ocasión se puede men-
cionar uno de sus libros más relevantes, nos referimos al que fue publicado inicialmente
en portugués en 1996 y traducida al español en 2000 bajo el título de La naturaleza del
espacio. En ese texto, el tema se aborda en el capítulo 14. También se puede citar la
conferencia titulada «O papel ativo de la geografía: um manifesto», pronunciada en
Florianópolis en julio del año 2000, en el contexto del XI Encontro Nacional de Geogra-
fia. Por último, regresa sobre el tema de lo cotidiano en su último libro, publicado en
portugués en el año 2000, Por uma outra globalização: Do pensamiento único à consciên-
cia universal y traducido al español, como obra póstuma, con el título de Por otra globa-
lización: Del pensamiento único a la conciencia universal en 2004.
La reconstrucción de estas referencias que balizan el último tramo de su obra, nos
permite plantear que, dentro de su propio trabajo, el interés por la vida cotidiana para
Milton Santos fue tardío. Si se lo considera dentro del pensamiento geográfico contem-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 33


Alicia Lindón

poráneo, y no ya en su propia producción, también resulta tardío, ya que los anteceden-


tes del interés de los geógrafos por lo cotidiano se pueden hallar hacia mediados del
siglo XX: John K. Wright (1947), Eric Dardel (1952), David Lowenthal (1961) y Renée
Rochefort (1961). En tanto que el inicio del desarrollo teórico del campo propiamente
dicho, se ubica en los años setenta-ochenta, con autores clave como Yi Fu Tuan (1977,
1990), Torsten Hägerstrand (1970, 1978), Anne Buttimer (1976), David Seamon (1979),
Buttimer y Seamon (1980), Edward Relph (1976), Guy Di Meo (1991a, 1991b, 1996,
1999, 2000), Allan Pred (1981, 1984). Sin embargo, no por tardío, su aporte fue irrele-
vante o menos valioso. Más bien esa condición tardía adquiere mayor profundidad y
sentido dentro del contexto dado por el desarrollo de su propio pensamiento geográfico.
Así, dentro de su pensamiento podría asumirse que no es ni tardío ni temprano, porque
su pensamiento no ha sido lineal, sino más bien el resultado de un permanente reflexión
a partir de la abertura a distintos puntos de vista. Por otra parte, si se considera su
llamado de atención sobre lo cotidiano dentro de la geografía latinoamericana, induda-
blemente es temprano, porque en América Latina la vida cotidiana ha estado ausente
del pensamiento geográfico hasta muy recientemente. En todas estas ocasiones, Milton
Santos se introduce al campo de las GVC a través de dos conceptos nodales, como son el
de «lugar» y «espacio banal», tratados más o menos como sinónimos. Sorprendente-
mente, Milton Santos toma el concepto de «espacio banal» de una fuente inesperada
desde la perspectiva de las GVC. Nos referimos a François Perroux.
En este ejercicio de ubicar el tema en la obra de nuestro autor también es necesario
advertir que Milton Santos llega al concepto de lugar y a la vida cotidiana desde un
particular camino. Llega a lo cotidiano desde las escalas macro y desde la globalización;
tema que en sus últimos años concentró gran parte de su interés por comprender un
mundo en constante transformación. Sin lugar a dudas, el encuentro con lo cotidiano
desde esta trayectoria implicó ciertos sesgos en cuanto al tratamiento que le confiere.
Pero también resulta subrayable observar que esta forma de desembarco en lo cotidiano
lo acerca a las concepciones de otros autores que teorizan lo cotidiano desde la filosofía.
Más específicamente, este recorrido lo pone en sintonía con la concepción de la vida
cotidiana de Henri Lefebvre, con quien también compartió las bases mismas de su pen-
samiento sobre el mundo contemporáneo. En este sentido, igual que Lefebvre, Milton
Santos entiende lo cotidiano desde la capacidad de resistencia del ser humano frente a
las tendencias homogeneizadoras de la modernidad, de las modernas sociedades capita-
listas y/o de la globalización. Desde esta perspectiva, cabe recordar que Lefebvre conci-
bió a lo cotidiano como «riqueza», en tanto liberación, resistencia e invención. También
encontró que muy fácilmente lo cotidiano transita hacia la miseria, en tanto domina-
ción o alienación, y allí se instala reproduciéndose. Santos vislumbra un potencial revo-
lucionario en lo cotidiano (véase también Mendoza en esta obra), por eso es muy próxi-
mo a la riqueza de lo cotidiano de Lefebvre. Ve en lo cotidiano un modo de «insurrec-
ción» respecto a la homogeneización que trae la globalización (Santos, 2004: 93).

El lugar y el espacio banal de Milton Santos: hacia lo cotidiano

Ubicado el tema en la obra del autor, en tiempo y perspectiva, hacemos ahora un ejerci-
cio de observación con más detalle respecto al sentido que Santos le otorga a los concep-
tos de lugar y espacio banal, ya que serán éstos los núcleos teóricos con los que nuestro

34 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

autor se aproxima al campo de la vida cotidiana.


François Perroux fue quien, a inicios de los años sesenta, distinguió el espacio eco-
nómico o espacio de los flujos, del espacio geográfico, que también denominaba «espa-
cio banal». Siguiendo a François Perroux (1961), Milton Santos concibe al espacio banal
como el «espacio de todos los individuos independientemente de sus cualidades, el espa-
cio de todas las empresas independientemente de su fuerza y, el espacio de todas las
instituciones independientemente de su poder normativo» (Santos, 2004: 89). No es
difícil detectar en esta concepción las huellas del enfoque estructuralista del sistema
económico, que a fines de los años sesenta difundieron en América Latina, Castro y
Lessa (1974) entre otros, sobre todo por la referencia a la trilogía de los individuos, las
empresas y las instituciones.
Sin embargo, esta concepción sobre el espacio banal también podría interpretarse
desde la centralidad que cobran los individuos, lo que dicho sea de paso es la clave de
casi todas las aproximaciones teóricas sobre la vida cotidiana. Aun así, la centralidad del
individuo requeriría de algunas reflexiones. En primer lugar, a pesar de que la expresión
«individuo» puede parecer transparente, posiblemente habría que preguntarse, con un
cierto sesgo sociológico, a qué se está refiriendo Milton Santos al hablar de los «indivi-
duos». Tal vez para aclarar esto pueda resultar adecuado recordar que en varias ocasio-
nes trató de diferenciar el espacio, como concepto discutible incluso filosóficamente; es
decir, el espacio como parte del pensamiento abstracto, del lugar, entendido como reali-
dad insoslayable de cualquier persona en su experiencia práctica (Santos, 2004: 93).
Considerando estas observaciones, tal vez cuando Milton Santos asume al espacio banal
como espacio de todos los individuos, está subrayando la realidad cotidiana del ser
humano y no tanto a una propuesta teórico-metodológica con la cual abordar esa reali-
dad desde nuestra disciplina. Así, se podría comprender su concepción del espacio ba-
nal como un reconocimiento de esa realidad eminente en la cual el individuo opera,
interactúa con los otros y con los objetos. Por ello, Santos también advierte que el espa-
cio banal es el «espacio concreto de los individuos».
Esta realidad eminente del individuo no ha sido registrada en estos términos por
buena parte de los enfoques geográficos tradicionales para los cuales existe un mundo
materialmente construido (aunque haya sido construido por las personas), que se toma
como algo dado y observable en sí mismo, aun reconociendo que no es dado en estricto
sentido sino producido socialmente. En suma, esa componente material casi siempre ha
llevado a observar el espacio desde afuera de la realidad eminente del individuo y desde
un supuesto punto alto.3 Para esa mirada, el espacio del individuo no existe como tal, ni
es posible diferenciarlo del espacio de otro individuo. No es difícil reconocer esta obser-
vación si recordamos aquellas geografías tradicionales que, aun en el siglo XX, se asu-
mían como la descripción de la superficie terrestre en sus distintas variantes. En todo
caso, la geografía clásica que estuvo más próxima a esta noción del «espacio de todos los
individuos» fue la regionalista francesa.
Para Milton Santos, «el espacio banal está constituido por los lugares y las regiones,
mientras que el territorio es el agregado de esos espacios banales, por intermedio del
cual el Mundo y el País, se realizan geográficamente». Es notorio que en su visión del
espacio banal en cierta forma recupera e integra la visión regionalista francesa clásica,
al subrayar que el espacio banal integra «lugares y regiones» (Santos, 1996: 145).
Todo lo anterior le permite a Milton Santos avanzar sobre un rasgo característico
del lugar, es decir, del espacio banal de la geografía (Santos, 1996: 146): el lugar no puede

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 35


Alicia Lindón

ser considerado «pasivo» debido a la dinámica misma que implica el individuo, en ac-
ción permanentemente. Al respecto habrá que recordar que Anne Buttimer, quien a
mediados de los años setenta escribió un artículo muy reconocido y también pionero en
el tema (Buttimer, 1976) en el cual una de las principales ideas fue precisamente el
carácter activo del concepto de lugar y la inclusión de la «experiencia» como parte in-
trínseca del lugar.
La concepción del lugar como el espacio de los individuos, lo lleva a Milton Santos
al problema de la escala: el lugar requiere de las micro-escalas.4 Y así, la micro-escala, lo
lleva a incorporar una segunda característica propia del lugar, como es la co-presencia
de unos individuos y otros. En este sentido, retoma la teorización sobre la co-presencia
desarrollada por los interaccionistas, y más concretamente por Erving Goffman (1981;
1979), indudablemente el sociólogo clave en el tema. La co-presencia, o vecindad entre
los individuos (Duvignaud, 1977), lo lleva a destacar la socialización (en tanto intercam-
bio recíproco de códigos sociales) entre los individuos que comparten un lugar, así como
la proximidad y la densidad social que trae consigo la co-presencia. Así, destaca la com-
plejidad de temporalidades que pueden co-existir en un mismo lugar (Santos, 1996:
146): cada individuo supone distintos tiempos vividos, diferentes horizontes tempora-
les, pero todos ellos interactúan a partir de la co-presencia (la dimensión interaccional)
que construye el lugar. Incluso, Milton Santos destaca que estas heterogeneidades tem-
porales del lugar pueden implicar el conflicto entre los actores que comparten el lugar.
Tal vez una de las expresiones más claras de conflicto en co-presencia por las diferentes
temporalidades de cada individuo se puede apreciar en las diferentes memorias que
pueden tener los individuos sobre el lugar en el que están en situación de co-presencia
en un instante dado.
Al incluir el tema de la temporalidad desde el individuo en el lugar, se podría agre-
gar lo que las geografías humanistas habían planteado desde los años setenta: el proble-
ma de la temporalidad para las geografías humanistas es el de un «presente tenso»
(Daniels, 1985), ya que para cada individuo el presente contiene diversos pasados a
través de la memoria individual y social. En otras palabras, para las GVC la co-presencia
no solo implica distintos tiempos interactuando en cada uno de los distintos actores del
encuentro, sino que en cada uno de los sujetos también se alojan diversos tiempos.
Así como las sociologías y la filosofía contemporáneas interesadas en la vida coti-
diana y de filiación fenomenológica, van complementando la co-presencia entre los in-
dividuos en el mundo de la vida cotidiana con la intersubjetividad, de la misma manera
procede Milton Santos. De esta forma, nuestro autor se hace cargo de la tradición feno-
menológica mostrando que el problema de las relaciones cara a cara no se limita a lo
presencial, sino que involucra los significados compartidos, o los flujos de significados
como diría Alfred Schutz (1974). En esta perspectiva Milton Santos se apoya en los
principales filósofos del siglo XX adscriptos a la fenomenología y el existencialismo: no
solo Alfred Schutz, también su antecesor Edmund Husserl al igual que otros autores
contemporáneos como Maurice Merleau-Ponty y Jean-Paul Sartre (Santos, 1996: 146;
2000: 271).
Estas referencias reiteran una vez más la perspectiva y el interés explícito de Milton
Santos de construir una geografía abierta y retroalimentada sobre la filosofía y las otras
ciencias sociales, antes que aquellas geografías replegadas sobre sí mismas o con diálo-
go limitado a la historia. A pesar de ello es innegable que los geógrafos anónimos, en su
ejercicio de la disciplina se han ubicado en posturas muy lejanas a estas filosofías, tan

36 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

lejanas como si fueran mundos diferentes, y evidentemente lenguajes diferentes. En


cierta forma esto puede interpretarse como una expresión más de que la construcción
de una geografía fenomenológica o existencialista no puede resultar solo de la apropia-
ción de las grandes ideas inspiradoras de los filósofos y pensadores más destacados en el
campo, requiere de un trabajo de anclaje denso en lo metodológico, sin por ello descui-
dar lo teórico.
En cierta forma, no podemos dejar de advertir algo que podría comprenderse como
el reverso de la apertura de Santos hacia la filosofía y las otras ciencias sociales: resulta
significativo el peso reducido e incluso la ausencia en el discurso de Milton Santos, de la
obra de los geógrafos humanistas anglosajones que desde los años setenta venían cons-
truyendo una geografía existencialista, fenomenológica o simplemente humanista. En
algunos casos, aparecen citados, pero esto ocurre de manera casi colateral, como sucede
con Anne Buttimer (Santos, 2000: 268), o bien con David Seamon o Edward Relph. En
otros casos resulta más significativa, la ausencia. Esta última situación se observa muy
particularmente en el caso de Yi Fu Tuan.

Lo cotidiano como horizonte geográfico ampliado

La centralidad que Milton Santos le otorga a lo cotidiano —el espacio banal y el lugar—
se podría descifrar desde las tres citas del epígrafe: la inclusión de lo cotidiano es parte
de una geografía que se está rehaciendo constantemente y en ese proceso descubre nue-
vas formas de entender el mundo. Esta postura solo se torna posible si quienes hacen a
la geografía como disciplina científica, como pensamiento especializado, asumen una
búsqueda intelectual incansable de nuevas ideas (como se trasluce en la segunda cita del
epígrafe). Asimismo, esa nueva centralidad que Milton Santos le reconoce a lo cotidiano
para la geografía del tercer milenio es parte de la decisión explícita de la geografía de
participar en producción de la Teoría Social, como se expresa en las últimas palabras del
epígrafe.
Si recordamos aquel planteamiento seminal de William James (1989)5 de la existen-
cia de «realidades múltiples», retomado casi medio siglo después por Alfred Schutz
(1945), podríamos preguntarnos entonces por la relevancia del alegato por lo cotidiano
en el pensamiento de Milton Santos en dos de esas realidades múltiples: el mundo de la
ciencia (del conocimiento geográfico en nuestro caso),6 y el mundo de la vida cotidiana.7
Respecto al mundo de la geografía: la relevancia de que nuestra disciplina incluya lo
cotidiano es mayúscula. Le representa uno de los horizontes más fértiles para participar
activamente en la producción de la Teoría Social. Este aspecto ha sido de mucha impor-
tancia para Milton Santos, que siempre concibió a la geografía al mismo nivel que las
otras ciencias sociales, y en consecuencia con un enorme potencial para participar acti-
vamente en la producción de la Teoría Social desde su ángulo de observación del mun-
do, el espacio, el territorio, los lugares y las regiones. Dentro de la Teoría Social, las GVC
tienen mucho que aportar desde la perspectiva de la «reproducción social», o bien de la
«producción/reproducción social».8 Habrá que recordar que la reproducción/produc-
ción social es uno de los niveles más complejos de la Teoría Social y en el cual se ha
desarrollado el pensamiento de los principales sociólogos del siglo XX. Pero aun así, es
altamente significativo que el pensamiento geográfico haya penetrado y lo hizo precisa-
mente de la mano de aquellos geógrafos que se atrevieron a concebir el «espacio del

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 37


Alicia Lindón

individuo», el espacio banal o cotidiano, pero quienes también se atrevieron a pensar


desde el espacio de los individuos uno de los núcleos más fuertes de la Teoría Social,
como es la «reproducción social».
Si bien Milton Santos no fue quien realizara esta tarea de manera directa, ve este
horizonte como uno de los más relevantes para construir otra geografía, y en parte su
alegato a favor de lo cotidiano encuentra en esta circunstancia una de sus razones de ser.
Los geógrafos que hicieron posible este avance sustancial fueron aquellos identificados
como la escuela de Lund, primero el propio Hägerstrand, y luego quienes en los años
setenta y ochenta constituyeron su entorno, muy particularmente Allan Pred (1981; 1984)
y Nigel Thrift (1977; 1981). En este sentido, los geógrafos han incursionado en la Teoría
Social replanteando el viejo problema de la reproducción social, como la «reproducción
socio-espacial» y en este camino han abierto un extenso debate con algunos de los más
relevantes sociólogos del siglo XX, como es el caso de Anthony Giddens (1977; 1995). En
este mismo sentido se puede mencionar un esfuerzo colectivo muy meritorio realizado
desde la geografía francesa actual, nos referimos al trabajo coordinado por Jacques
Lévy y Michel Lussault (2000).
Otro horizonte que se abre a partir de la inclusión de lo cotidiano en nuestra
disciplina entendida como un mundo del conocimiento, es la teorización a partir de lo
empírico. En otras palabras, como la investigación geográfica sobre lo cotidiano —
por la misma naturaleza concreta del espacio banal— requiere de una geografía que
opere como las otras ciencias sociales, esto sería una vía adecuada para promover una
geografía que produzca el nuevo conocimiento geográfico a partir de la confrontación
de ciertos fragmentos de la realidad aprehendidos-observados-registrados, con inte-
rrogantes teóricos. Así, la geografía está en el camino de producir nuevas interpreta-
ciones teóricas, o bien para hallar la persistencia y vigencia de ciertas otras interpreta-
ciones teóricas.
Respecto al mundo de la vida cotidiana o Lebenswelt: la relevancia de que la geo-
grafía estudie el espacio banal como ámbito del mundo, está —para Milton Santos—
que éste tiene la capacidad de resistencia, y por lo tanto de constituirse en el territorio
del ejercicio de la negociación, en territorio en el cual se pueden recrear otras raciona-
lidades, diferentes a las hegemónicas propias del espacio de los flujos (el espacio eco-
nómico) (Santos, 2004: 90). El espacio banal sería aquel que puede eludir a los actores
hegemónicos y sus lógicas (Santos, 2004: 91). En esta perspectiva, el espacio banal de
Milton Santos sería cercano a lo local, que se opone y se articula con lo global en la
perspectiva de la globalización: «El orden local funda la escala de lo cotidiano» (San-
tos, 1996: 156). A diferencia del orden global, que desterritorializa en tanto define la
lógica de una acción en un lugar, y la plasma en una acción realizada en otro lugar. El
orden local es el espacio banal que reúne en un mismo territorio las lógicas que defi-
nen la acción, pero también es donde se concreta la acción, es el lugar de las personas
y las formas espaciales.
Por lo anterior, es decir si el espacio banal es el caldo de cultivo para contrarrestar
las fuerzas de la dominación porque «une» en vez de fragmentar (Santos, 1996: 157),
entonces la geografía no puede seguir construyendo su lectura del mundo de manera
independiente a esos espacios del individuo, los lugares. Evidentemente, lo que Milton
Santos concibe como «unir», es lo que la Teoría Social, y más específicamente las Socio-
logías de la Vida Cotidiana, llamarían la «acción y su sentido» en el más puro sentido
weberiano de la expresión.

38 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

Esta visión de lo cotidiano desde la unión entre la acción y el sentido, lo conduce a


Milton Santos a interpretar el espacio banal a partir de lo que él denomina las «horizon-
talidades», expresión que adquiere todo su sentido desde su opuesto: las verticalidades
son el eje de los espacios económicos y siempre implican la aceptación de la dominación
y lo hegemónico (Santos, 2004: 87-89). Las verticalidades representarían la separación
entre el lugar desde el cual se define la lógica y el territorio en el cual se plasma la acción
movida por dicha lógica. Así, las horizontalidades son asociadas a la solidaridad, a los
espacios de la contra-racionalidad, a las formas de convivencia y regulación creadas a
partir del propio territorio. En suma, el espacio banal propicia una contra-racionalidad
y se opone a las lógicas hegemónicas de la globalización (Santos, 2004: 90). Esta concep-
ción lo lleva a concretar su visión del espacio banal, como el espacio de los de abajo
(Santos, 2004: 108).
Posiblemente, la lectura santosiana de los espacios cotidianos parece aproximarse
a dos asociaciones duales que, como tales corren el riesgo de la reducción. Una es la que
separa los espacios económicos de los espacios cotidianos. A diferencia de ello asumi-
mos que en los espacios cotidianos también está presente —o puede estarlo— lo econó-
mico y también su inverso, en el ámbito económico —por ejemplo, de la producción
capitalista— también se presentan los espacios cotidianos. Un ejemplo bastante estudia-
do desde otras disciplinas es el de los espacios cotidianos dentro de una planta indus-
trial, o más recientemente un caso que ha merecido la atención de diversas investigacio-
nes es el de las maquiladoras (o plantas de ensamble) —por ejemplo, en la frontera
México-Estados Unidos— como espacios de la producción capitalista y al mismo tiem-
po, como espacios cotidianos.
La segunda asociación que peligrosamente parece reducir lo que está en juego, es la
que construye un par conceptual entre los espacios económicos y las escalas macro, y
por otro lado un segundo par entre los espacios cotidianos y las escalas micro (Santos,
1996: 156). Es ampliamente aceptado que lo cotidiano se presenta como micro-espa-
cios, se asocia con la escala micro. Pero, desde las otras ciencias sociales interesadas en
lo cotidiano y en particular, desde las sociologías de la vida cotidiana, se ha señalado que
lo macro emerge en lo micro, o que lo macro reside en lo micro (por ejemplo, Goffman).
Por eso, actualmente no parece un camino promisorio la disociación entre lo macro y lo
micro. En ese sentido más bien apostamos por la propuesta de que las lógicas macro y
propias de la racionalidad económica, emergen en los espacios cotidianos, aunque lo
hacen bajo distintas configuraciones, según las situaciones.
Aún cuando Milton Santos parece acercarse a estos caminos muy discutidos y rela-
tivamente superados, de las dicotomías, es necesario reconocer que matiza lo dicotómi-
co con las horizontalidades. Así, señala que las «horizontalidades suelen estar atravesa-
das por verticalidades». En el mismo sentido, plantea: «El lugar es objeto de una razón
global y de una razón local, que conviven dialécticamente» (Santos, 1996: 157). Aun así,
en su discurso pareciera que toman más fuerza las expresiones del espacio local, como
opuesto al global.
Siguiendo nuestra línea argumental acerca de la importancia de no construir una
GVC a partir de la separación de lo micro y lo macro, cabe recordar que en diversas
investigaciones empíricas se ha constatado que existen espacios cotidianos de la domi-
nación,9 y que las lógicas hegemónicas también emergen en lo cotidiano de diversas
formas, muchas veces a través de los patrones de consumo. En nuestras propias investi-
gaciones hemos puesto de manifiesto reiteradamente que muchos rasgos propios de los

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 39


Alicia Lindón

espacios cotidianos de las clases medias son reproducidos en los espacios cotidianos de
la exclusión, movido todo no solo por los medios de comunicación sino también por las
diversas formas de colonización de las aspiraciones y los deseos de los excluidos.10 En
este sentido, por ejemplo hemos analizado en otros trabajos la «migración de imagina-
rios dominantes», y el resultado último de ello ha constatado que lo cotidiano suele estar
regido por las lógicas hegemónicas, aunque el sujeto lo viva como un sueño o quimera,
que en esencia lo lleva a reproducir, imitar. El ejemplo más claro que hemos analizado es
el «mito de la casa propia» (Lindón, 2005; 2006b; 2006c).
Todo lo anterior muestra la relevancia de que la geografía también se atreva a pene-
trar en el mundo de la vida cotidiana, como lo han hecho otras ciencias sociales con
cierta antelación. Sin embargo, la llegada posterior al tema debería de colocarnos en la
situación ventajosa de no tener que repetir caminos ya transitados por otros y reconoci-
dos como riesgosos: así como la Teoría Social de corte marxista después de haber consi-
derado a lo cotidiano como el ámbito de la alienación (Heller, 1977), se enfrentó a las
voces que mostraron que lo cotidiano también puede ser invención y creatividad (De
Certeau, 1990); así como Lefebvre después de haber construido su gran apuesta teórica
sobre la vida cotidiana como la riqueza, en tanto liberación, tuvo que reconocer que la
sociedad burocrática de consumo dirigido también llega a colonizar la vida cotidiana y
transforma su riqueza en miseria, por alienación y reproducción rutinaria (Lefebvre,
1958; 1961; 1981; Lindón, 2004), de igual forma la geografía que se abre a lo cotidiano
más tardíamente no debería caer en visiones ya superadas en otros campos del conoci-
miento, superadas precisamente por el sesgo que implica observar una sola cara del
problema o bien, dicotomizar.

El reverso del espacio banal santosiano

La defensa de Milton Santos por las geografías de la Vida Cotidiana también puede
leerse, interpretarse, e incluso proyectarse, en el reverso de lo dicho por el autor, o como
dirían los lingüistas, en «lo no dicho» que acompaña a «lo dicho». En este camino se
vislumbran algunas cuestiones: la primera es que más allá del conocimiento específico
que puedan aportar las GVC, es relevante que éstas le representen a la geografía humana
la entrada por la puerta principal en la Teoría Social, más específicamente en la discu-
sión sobre la reproducción social o bien sobre la reproducción socio-espacial. La repro-
ducción social es el núcleo de la Teoría Social, de modo que la posibilidad de espaciali-
zarlo e incluir allí a la geografía humana, indudablemente representa un reposiciona-
miento disciplinario notorio, más aun si consideramos que nuestra disciplina más bien
ha estado fuera de esos grandes debates de las ciencias sociales. El aporte de las GVC a
la Teoría Social, y a la reproducción social, viene dado por el análisis de las prácticas
espacio-temporales y rutinizadas. Aunque, como el mismo Guy Di Meo reconoce, ac-
tualmente son los sociólogos y antropólogos quienes han teorizado más acerca de las
prácticas espaciales y la territorialidad (Di Meo, 1999: 79).
No obstante, este camino tiene algunas dificultades, o por lo menos ciertos desa-
fíos: la geografía humana que se abre a este horizonte no debería limitarse a la discusión
meta-teórica sobre el concepto de lugar. La posibilidad de aportar al debate sobre la
reproducción socio-espacial, e incluso profundizar la teorización en torno al lugar, re-
quiere de la investigación empírica pero iluminada teóricamente y con aspiraciones de

40 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

nueva teorización desde lo observado empíricamente. En ese sentido, planteamos que el


desafío no es seguir discutiendo el concepto de lugar en sí mismo, sino ponerlo en movi-
miento, como un disparador para la producción de nuevo conocimiento.
El desafío que pueda implicar poner en movimiento los conceptos de lugar y espa-
cio banal, para emplear la terminología de Milton Santos, no solo es desplazarnos del
nivel meta-teórico, sino también el de penetrar en las problemáticas metodológicas que
supone la investigación empírica en el mejor sentido de las ciencias sociales. En otras
palabras, la dificultad parece perfilarse en cuanto a la tarea de construcción de los diver-
sos caminos metodológicos para penetrar en la realidad social por las prácticas espacia-
les en el lugar y los sentidos atribuidos a los lugares, articulados en las preguntas que el
investigador se formule respecto a situaciones particulares. En la construcción de esos
caminos metodológicos, los avances de otras ciencias sociales (con las cuales la geogra-
fía humana no ha tenido demasiado diálogo) pueden resultar de ayuda. Pero, como han
advertido algunos geógrafos respecto a estos temas, muchas veces el geógrafo se en-
cuentra incapacitado para penetrar en esos otros discursos. Esta problemática la ha
subrayado claramente Constancio De Castro (1999) con respecto a la casi imposibilidad
del geógrafo tradicional de penetrar el discurso de la psicología ambiental, por nombrar
un campo de la psicología que ha producido conocimiento sobre la espacialidad muy
afín a una GVC.
Los planteamientos de Milton Santos sobre el tema resultan sumamente estimulan-
tes en tanto caminos para construir otra geografía humana. Sin embargo, nuestro autor
no esboza un aterrizaje de esa perspectiva. Su discurso es un alegato a favor de una
geografía que estudie el espacio banal y el lugar, pero no nos dice cómo hacerlo. Por ello
puede interpretarse como doblemente alentador: por abrir un nuevo ámbito para el
despliegue de la geografía, pero también con toda la potencialidad de lo no construido
ni definido previamente.
Por último, cabe subrayar un fenómeno significativo: cuando la geografía pone en
movimiento esta orientación se abre un campo extenso en el que caben una infinidad de
temáticas. Esto también es importante para la disciplina porque las GVC podrían asu-
mirse como una mirada geográfica sobre la complejidad, tan subrayada y reiterada por
buena parte de la Teoría Social contemporánea. En otras palabras, se podría imaginar a
las GVC como un campo idóneo para asumir la bandera de la «complejidad» dentro de
nuestra disciplina. Sólo como algunas referencias sueltas a las temáticas diversas que se
presentan como un terreno fértil para las GVC, se pueden mencionar las topofobias, la
agorafobia, los espacios del miedo, los «espacios de vida de los delincuentes» (EVD), los
espacios de vida de los «sin domicilio fijo» o homelessness, la apropiación de los espa-
cios públicos y privados, las topofilias y los apegos por los lugares, ya sea de manera
efímera o profunda, la memoria de los lugares, el consumo de los lugares y los lugares de
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44 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano

1. Hablamos de «estados nacientes» en el sentido que le otorga a esta expresión Francesco Alberoni
(1984). Alberoni no propuso el concepto de «estado naciente» (en su obra Movimiento e Institución)
con referencia a la teoría sino con respecto a la sociedad (que la teoría social estudia). Pero considera-
mos pertinente retomar la idea con relación a la producción del conocimiento científico, precisamen-
te para destacar que nuestra reflexión es parte de la búsqueda de teoría —o indicios— que responda a
«estados nacientes» del pensamiento social —es decir teorías creativas, innovadoras, en ebullición...),
antes que revisar aquel otro tipo de teoría que discurre por lo instituido, por lo consensuado dentro de
las diversas comunidades científicas.
2. La cercanía implica tanto una reducción en la distancia física desde la cual se observa el fenó-
meno (lo que supone aumentar los detalles y reducir la extensión), como también una cercanía cognitiva
que supone intentar ponernos en el lugar del otro o en el lugar observado.
3. Esta visión podría concebirse casi como el reverso del Panóptico ya que en él, cada uno es
observado por todos los demás. Dicho geográficamente, esto podría replantearse como «cada lugar es
observado por muchos observadores». Para la geografía tradicional se ha tratado de «una mirada que
observa el todo». La expresión más clara de ese panóptico inverso se podría constatar en el instrumen-
to predilecto de la geografía: la cartografía.
4. Es necesario observar que hablamos de «micro-escalas», e incluso el propio Milton Santos
también lo hace así, en el sentido sociológico de la expresión y no en el sentido geográfico estricto. En
otras palabras, la micro escala se refiere a los espacios de reducida extensión, que el estudioso observa
con mucho detalle y de manera próxima. Aclaramos que no es así en el estricto sentido geográfico,
porque, para la geografía, una escala pequeña hace referencia a un territorio amplio; al revés de lo que
ocurre con una escala grande que observa un territorio pequeño.
5. Cabe recordar que esta magna obra fue publicada por primera vez en 1890, y este tema es
abordado en el capítulo XXI del segundo volumen.
6. Sin lugar a dudas, en este caso hablamos de conocimiento geográfico como un conocimiento
especializado. Aunque, también reconocemos el otro conocimiento geográfico —las geografías perso-
nales de David Lowenthal (1961)— es decir el conocimiento de los distintos lugares que poseen las
personas y que emplean en su vida práctica constantemente.
7. Cabe aclarar que para la fenomenología social que reconoce las «realidades múltiples», sobre
todo en la perspectiva schutziana, el mundo de la ciencia y el mundo de la vida cotidiana (al igual que
los «otros mundos», el de la fantasía, los sueños, la religión, el arte...), se caracterizan por formas
particulares de conocer. En el de la vida cotidiana el conocimiento resulta de la experiencia, de lo
vivido. En el de la ciencia el conocimiento resulta de la ruptura con la actitud natural y el cuestionamiento
explícito respecto al mundo.
8. Recordemos que en la Teoría Social, cuando se plantea el problema en términos de «reproduc-
ción social» el énfasis se coloca en la repetición, el mantenimiento del orden social. En tanto que,
cuando se replantea el problema desde la «producción social» se destaca la posibilidad de cambio
social, o de construir diferentes órdenes sociales.
9. Son muy conocidas numerosas investigaciones geográficas planteadas desde la condición de
género en las cuales se ha puesto de manifiesto que el espacio cotidiano y particularmente doméstico,
suele constituirse en un espacio de la dominación, incluso un espacio del ejercicio de la violencia
(Sabaté et al., 1995).
10. Finalmente, las enseñanzas de Lefebvre y de la Escuela de Frankfurt siguen vigentes en cuanto
a las ideas de fondo: la colonización no se da desde lo económico, sino desde lo cultural que por
ejemplo, lleva a «transformar los deseos en necesidades» (Lefebvre, 1972), o que nos hace concebir al
«consumo como promesa de felicidad» (Marcuse, 1964).

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 45


4
«LA VIUDEZ DEL ESPACIO» EN LOS ESTUDIOS DE
MIGRACIÓN TRANSNACIONAL

Cristóbal Mendoza

Los procesos migratorios, un fenómeno implícito y poco desarrollado en la obra


de Milton Santos

Las referencias explícitas a los procesos migratorios fueron escasas en la obra de Milton
Santos. Más que una reflexión sobre estos procesos, Milton Santos se limitó, a partir de
la observación y análisis de las experiencias latinoamericanas, a explicar la migración en
ese espacio geográfico a finales de los sesenta y setenta. En ese contexto geográfico, la
migración se reduce, de acuerdo con la visión de nuestro autor, al flujo campo-ciudad y
se entiende como resultado de procesos económicos que comportan el desplazamiento
de zonas más atrasadas, en términos de niveles de ingreso y bienestar, a más desarrolla-
das. De esta manera, en De la Totalidad al Lugar, Santos (1996) menciona la migración
como un fenómeno que se da en paralelo al proceso de urbanización y de organización
de la producción. Este proceso se ubica en el circuito inferior de la economía; aquel que
se establece entre las diferentes ciudades del país, y subraya que la relevancia de este
circuito económico es «el resultado combinado del dinamismo de las migraciones rural-
urbanas, del ritmo del proceso de urbanización y la organización de la producción»
(Santos, 1996: 100).
Esta forma de entender la migración está fuertemente influenciada por las corrien-
tes teóricas dominantes en América Latina en los sesenta, setenta y ochenta; en concre-
to, la teoría de la modernización y la teoría de la dependencia. A pesar de ser teorías
antagónicas en cuanto a sus postulados ideológicos, las dos concuerdan en vislumbrar
la realidad en términos bipolares en cuanto al nivel de desarrollo, y diferencia entre una
sociedad «tradicional» y una «moderna», o entre el «centro» y la «periferia». En el caso
de la teoría de la modernización, los individuos más arriesgados e inteligentes de las
sociedades tradicionales optan por migrar, en busca de los beneficios del polo moderno
de la sociedad. El hecho de migrar es, al mismo tiempo, una contribución al proceso de
cambio y a la estabilidad social (Ariza, 2000). Esta visión dual también se encuentra en
la obra de Milton Santos. Concretamente, en L’Espace Partagé, Santos (1975) subraya
que, a través de la modernización, se deben observar las implicaciones temporales de la
organización del espacio, especialmente en el Tercer Mundo. Por modernización, en-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 47


Cristóbal Mendoza

tiende la generalización de una innovación procedente de un período o fase inmediata-


mente anteriores. Dado que cada período está caracterizado por la existencia de un
conjunto coherente de elementos de orden económico, social, político o moral, que cons-
tituyen un verdadero sistema, se sugiere que debemos realizar una división del tiempo
en períodos para reconocer la existencia de una sucesión de modernizaciones.
De forma más interesante, posteriormente, en La naturaleza del espacio, Santos
(2000) reflexiona de forma más extensa sobre la migración en el capítulo «La fuerza del
lugar». Aquí menciona que la «movilidad se ha convertido en una regla [...] Todo vuela.
De ahí la idea de desterritorialización. Desterritorialización es, a menudo, otra palabra
para significar extrañeza, que es también desculturización» (Santos, 2000: 279). Poste-
riormente, hace referencia a la residencia y al lugar de trabajo como «marcos de vida»
con peso específico en la producción del hombre y, tomando en cuenta este marco,
expone que las experiencias vividas quedaron atrás y que la nueva residencia obliga a
nuevas experiencias. «Se trata de una lucha entre el tiempo de la acción y el tiempo de la
memoria» (Santos, 2000: 280). Esa memoria o especie de conciencia congelada procede
de otro lugar. De esta manera, el nuevo habitante se relaciona con el nuevo medio en una
relación dialéctica, en lo que sería una territorialidad y cultura nuevas, «que interfieren
recíprocamente, cambiándose paralelamente territorialidad y cultura, y cambiando al
hombre. Cuando esa síntesis es percibida, el proceso de alienación va cediendo lugar al
proceso de integración y de comprensión, y el individuo recupera la parte de su ser que
parecía perdida» (Santos, 2000: 280). «El lugar nuevo le obliga a un nuevo aprendizaje y
a una nueva formulación» (Santos, 2000: 281).
La migración, por tanto, se entiende en términos bipolares, entre un lugar de ori-
gen y otro de destino. El emigrante abandona paulatinamente las «memorias» o «con-
ciencia congelada» asociada a su lugar de origen, a partir de un proceso de alienación,
que comportará, a la larga, la integración en el lugar «nuevo». Este proceso, por tanto,
conduce a la asimilación en el destino y a la pérdida de referentes asociados al origen.
Probablemente sin ser conciente, Milton Santos comparte una visión asimilacionista,
clásica, por otro lado, en los estudios de migración, que arranca con la escuela de Chica-
go y se desarrolla dentro del enfoque estructuralista norteamericano (Ribas Mateos,
2004). Esta visión ha sido duramente rebatida en los estudios de migración desde los
sesenta y ha sido definitivamente abandonada por los teóricos del transnacionalismo
que afirman que la migración es un fenómeno complejo que implica mucho más que un
cambio permanente de residencia entre dos polos, y una asimilación irremediable en el
destino (Rouse, 1991; 1992; Goldin, 1999). Cabría mencionar, no obstante, que algunos
autores han defendido recientemente la utilidad de algunos conceptos asociados con las
corrientes asimilacionistas, desprovistos del bagaje histórico e ideológico que los carac-
terizó en sus orígenes (DeWind y Kasinitz, 1997). Por otro lado, el planteamiento de la
migración en términos de conflicto y adaptación de Milton Santos está basado amplia-
mente en la constatación de que los desplazamientos en América Latina en los setenta y
ochenta se produjeron desde el campo a la ciudad. Por último, y a pesar de plantear la
dialéctica entre territorio y cultura, y su retroalimentación en un contexto de cambio, se
incluyen varios elementos estáticos, «residencia y trabajo como marcos de vida» y «me-
moria, conciencia congelada» y, más importante, no se explica cómo se articulan estos
elementos estáticos con los dinámicos que, en principio, configuran al propio proceso
migratorio que significa, entre otros aspectos, un cambio de residencia.
A pesar de lo anterior, este capítulo plantea que, aunque algunos conceptos de Mil-

48 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


4. «La viudez del espacio» en los estudios de migración transnacional

ton Santos no fueron pensados para el estudio de las migraciones, resultan de gran
interés analítico para el análisis de los procesos migratorios transnacionales.1 En parti-
cular, se retoman cuatro ejes de análisis a partir de la obra de nuestro autor para re-
flexionar y subrayar la relevancia analítica de los conceptos geográficos para entender
los procesos migratorios de raíz transnacional y, en todo caso, proponer nuevas líneas
de discusión teórica a partir de dichos ejes. En primer lugar, el capítulo reflexiona sobre
la globalización y la producción del espacio. En este apartado, se subraya que el proceso
de globalización no es homogéneo, ni neutro, y que, a pesar de que existen procesos
globales a la hora de entender la construcción de la realidad social, estos se realizan de
forma diferenciada en el espacio. En segundo lugar, y en línea con lo anterior, a partir de
una reflexión sobre el «lugar» en los estudios de migración transnacional, se expone la
visión de Milton Santos sobre el «lugar» como espacio cotidiano; visión, en parte, com-
partida con otros geógrafos contemporáneos, en particular la escuela humanística. En
tercer lugar, se retoma el concepto de «espacio banal» a la luz de la literatura sobre
transnacionalismo político. Esta reflexión es de interés en cuanto el «espacio banal» de
Milton Santos propone una «democratización» del uso y apropiación del espacio, con-
cepción enfrentada al espacio de redes. Parte de la literatura sobre transnacionalismo
político también subraya el potencial de resistencia de los vínculos transnacionales y el
reto que constituye para la esencia misma del estado. Finalmente, nos centramos en la
discusión que realiza Milton Santos sobre las redes, en el contexto de la literatura sobre
migraciones transnacionales; literatura que considera las redes un concepto clave para
entender la construcción de espacios sociales a través de fronteras políticas.

Globalización y transnacionalismo

Milton Santos reflexionó extensamente sobre el proceso de globalización y sus conse-


cuencias. En general, como menciona Capel (en esta obra), Milton Santos siempre tuvo
una visión negativa de este proceso, aunque se dio una evolución entre sus primeros
escritos y los últimos donde abogaba «por otra globalización». De esta manera, en De la
Totalidad al Lugar, afirma que las formas concretas que se desprenden de la globaliza-
ción son el vicio, la violencia, el empobrecimiento material, cultural y moral, promovi-
dos por la competitividad y que, a través de ésta, se ha pasado a una mayor enajenación
del hombre y al debilitamiento de su sentimiento de identidad nacional y de pertenencia
al lugar (Santos, 1996). Posteriormente, en Por Otra Globalización, a pesar de insistir en
estos aspectos alienantes del proceso de globalización, Santos (2004) subraya que la
historia es movimiento y cambio y, en ese contexto, las clases populares de los países
subdesarrollados, a los que se unirá una clase media progresivamente empobrecida,
tomarán conciencia de los efectos excluyentes del modelo asociado a la globalización
(«la historia apenas comienza», Santos, 2004: 137).

1. El transnacionalismo es un enfoque que se difunde en los estudios de migración internacional


en los años noventa. Básicamente expone que los conceptos rígidos usados para el estudio de la migra-
ción internacional (por ejemplo, «lugar de origen», «lugar de destino», «fronteras nacionales») son de
escaso interés para el estudio del fenómeno en la actualidad, dado que los migrantes establecen víncu-
los sociales, económicos, culturales, afectivos, o de otro tipo, entre la comunidad de origen y el desti-
no, que rompen la lógica asimilacionalista en el destino y promueven espacios sociales transnacionales
que transcienden las fronteras nacionales.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 49


Cristóbal Mendoza

El proceso de globalización no es homogéneo ni alcanza a todos los actores, ni las


innovaciones tecnológicas se utilizan de modo uniforme o universal. Así, Milton Santos
menciona que «cada fracción de territorio es llamado a tener características precisas en
función de los actores hegemónicos, cuya eficacia depende, en gran medida, de la pro-
ductividad espacial» (Santos, 1993: 70). Siguiendo esta línea de pensamiento, el territo-
rio se valoriza en función del acceso que tienen sus pobladores al medio técnico, cientí-
fico e informacional. De esta manera, a partir de la densidad de dicho medio técnico,
podemos dividir los territorios en «zonas luminosas», «zonas opacas» y una infinidad de
situaciones intermedias (Caravaca Barroso, 1998). En esta misma línea, y en una apor-
tación que podría ser considerada continuadora del pensamiento de Santos, Pradilla
(1997) anuncia que los territorios y las personas, ineficientes y poco competitivos para el
capital, son excluidos de los procesos capitalistas o mantenidos como reserva de mano
de obra barata o depósitos de sus desechos peligrosos. Estos territorios son los que
llama Santos «ejército de reserva de lugares», en una clara alusión al «ejército de reser-
va» marxista (Santos, 1993). Estas imágenes de inclusión y exclusión, de luces y som-
bras, a partir de la globalización han sido constantes en la literatura de geografía econó-
mica, por ejemplo, las regiones que ganan y pierden (Benko y Lipietz, 1994) o la metáfo-
ra del archipiélago, donde los flujos económicos se concentran en una red de grandes
polos que conforman el archipiélago y los ámbitos que no se integran en estas redes
quedan excluidos, sumergidos en el fondo marino (Veltz, 1999).
Esta discusión sobre el territorio ha estado ausente de la literatura sobre migración
transnacional que ha visto el espacio geográfico, en cierta manera, uniforme y, retoman-
do, el concepto de Santos, sin «rugosidades» que, grosso modo, se refiere a las inercias
de las formas materiales heredadas de otro tiempo. De hecho, el enfoque transnacional
ha implicado un cambio radical en el uso de los conceptos tradicionales de carácter
geográfico para el estudio de las migraciones, como lugar de origen, distancia o barre-
ras, que han sido sustituidos por conceptos más ambiguos, pero analíticamente más
sugerentes, como «espacios sociales transnacionales». En estos, se conectan dos o más
sociedades de forma simultánea, los transmigrantes realizan acciones, toman decisio-
nes, sienten y desarrollan identidades (Glick Shiller, Basch y Blanc-Szanton, 1992; Faist,
1999). La migración, desde esta perspectiva, se da en espacios globales con dimensiones
múltiples compuestas por subespacios interconectados que no cuentan con límites pre-
cisos y que ocasionalmente son discontinuos (Kearney, 1995). Los espacios creados por
los inmigrantes serían fluidos, y se definirían como un espacio social que reflejaría la
biculturalidad de los inmigrantes y como una realidad geográfica fragmentada y difusa
(Rouse, 1991).

La producción social del espacio o el espacio en la construcción


de la realidad social

La literatura de corte antropológico y sociológico sobre migración transnacional parte,


en general de dos supuestos sobre el «espacio». En primer lugar, las comunidades trans-
nacionales no cuentan con límites geográficos precisos, sino que se construyen en «esta-
dos-nación desterritorializados» (Basch, Glick Schiller y Szanton Blanc, 1994), «transla-
ciones deslocalizadas» (Appadurai, 2003), «hiperespacios» (Gupta y Ferguson, 1992),
«terceros espacios» (Bhabha, 1994) o «ethnoscapes» (Appadurai, 1991). En segundo lu-

50 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


4. «La viudez del espacio» en los estudios de migración transnacional

gar, las comunidades transnacionales son constructos sociales y culturales, cuya base
territorial es, en gran medida, ignorada (véase, por ejemplo, Rouse, 1992; Goldring,
1996). Las comunidades en cuanto construcciones sociales se han descrito como «ima-
ginadas» (Chavez, 1994), compuestas por familias transnacionales (Chavez, 1992; Pa-
lerm, 2002), o en términos de movimientos circulares (Rouse, 1991; Goldring, 1992a),
entre otras definiciones.
Es en ese punto donde la obra de Milton Santos puede ser de gran interés al reivin-
dicar precisamente que la geografía debe abandonar la «viudez del espacio» (Santos,
2002: 118, 1.ª edición, 1978). Nuestro autor subrayó, en todo momento, el protagonismo
del espacio en la construcción de la realidad social y su articulación con la historia, y
enfatizó que la conceptualización del espacio se debe situar en el proceso de producción
del mismo, en el momento en que la sociedad se apropia de la naturaleza; proceso que
adquiere un carácter global y, al mismo tiempo, diferenciado en los distintos lugares del
planeta (Zusman, 2002). En esta diferenciación, se subraya que la compresión espacio-
tiempo sólo acerca a algunas personas y que el empleo de los medios está en relación
directa con el poder de cada actor. Desde esta perspectiva, las desigualdades sociales
son, ante todo, desigualdades territoriales porque derivan del lugar donde se encuentran
las personas (Bosque Maurel, Estébanez Álvarez y García Ballesteros, 1996). Con otras
palabras, el espacio de la globalización no es neutro, es producto de la tecnología, y
necesita producirse y reproducirse. La producción social del espacio se realiza forzosa-
mente desde una perspectiva histórica y desde la posición de los lugares con respecto al
medio técnico, científico e informacional.

El «lugar» en la migración transnacional

El «lugar», concepto clave en la geografía humanística, ha sido reconocido sólo de for-


ma parcial, y en estudios empíricos, que se han realizado desde la perspectiva transna-
cional. De hecho, este reconocimiento se ha limitado a ubicar dichos estudios en locali-
dades concretas en Estados Unidos y en el país de origen. De esta manera, aunque el
concepto de «comunidad» se defina en función de las relaciones y vínculos sociales, al
margen del lugar donde se establecen, la mayoría de los estudios se centra en localida-
des concretas, ya sean municipios o ciudades (por ejemplo, Rouse, 1991; Goldring, 1992a,
Smith, 2003). Estas dos entidades geográficas, una en el país de origen y la segunda en
los Estados Unidos, están interconectadas por vínculos sociales, económicos e incluso
políticos que tienen una translación directa en la circulación de personas, remesas, bie-
nes o ideas, que ocurren en espacios «neutros» y fluyen en ambas direcciones.
A pesar de que, en general los estudios teóricos sobre transnacionalismo realizados
en los Estados Unidos han reducido el lugar a un mero contenedor, un sitio donde ocu-
rren los procesos territoriales asociados a procesos sociales, algunas investigaciones de
corte empírico han hecho mención a aspectos territoriales asociados a los procesos mi-
gratorios. En este sentido, a mediados de los ochenta, en una investigación que puede
considerarse pionera, Mines y Massey (1985) apuntaban que la manera cómo se organi-
zan los circuitos migratorios depende, de forma notable, de las características de las
localidades que conforman el circuito. Concretamente, estos autores analizan cómo las
diferencias en la construcción de redes sociales en estas comunidades repercuten en el
tipo de migración. De esta manera, respondiendo a historias migratorias diferentes, que

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 51


Cristóbal Mendoza

implican construcciones de redes distintas, los originarios a Las Ánimas (Zacatecas)


acaban por construir comunidades de inmigrantes en los Estados Unidos, mientras que
el pueblo en México languidece tanto económica como demográficamente. El flujo de
Guadalupe, en el mismo estado, por el contrario, está compuesto por inmigrantes lega-
les que se trasladan periódicamente a los Estados Unidos pero mantienen su residencia
en México (Mines y Massey, 1985).
De forma parecida, Goldring (1992b) compara dos circuitos migratorios (Las Áni-
mas y Gómez Farías) y concluye que los circuitos migratorios transnacionales son luga-
res de experiencia social, y pueden ser unidades de análisis útiles para realizar estudios
migratorios comparados. La construcción social de una comunidad dentro de los circui-
tos migratorios implica que, a pesar de las diferencias en el acceso a los recursos, la
salud, en estatus, u otros indicadores socioeconómicos, las personas que se encuentran
dentro de un circuito transnacional generalmente comparten muchas características,
restricciones y valores debido a su pertenencia a dicho circuito. Bajo el paraguas del
concepto «circuito migratorio transnacional», según Goldring (1992b), interaccionan
diferentes niveles de análisis: localidades y regiones con diferentes historias, formas de
organización social, instituciones que regulan el acceso a los recursos y patrones de
acceso a recursos como la tierra.

Del lugar al espacio cotidiano: la aportación de Santos

En este contexto, retomando la idea de los circuitos como lugares de experiencia social,
resulta pertinente recobrar el pensamiento de Milton Santos que plantea que, a través
del entendimiento del contenido geográfico de lo cotidiano, podremos contribuir a la
comprensión del vínculo entre espacio y movimientos sociales. En sus propias palabras:

En el lugar —un orden cotidiano compartido entre las más diversas personas, empresas e
instituciones—, cooperación y conflicto son la base de la vida en común. [...] la contigüi-
dad es creadora de comunión, la política se territorializa, con la confrontación entre orga-
nización y espontaneidad. El lugar es el marco de una referencia pragmática del mundo
[...] pero es también el escenario insustituible de las pasiones humanas, responsables, a
través de la acción comunicativa, por las más diversas manifestaciones de la espontanei-
dad y de la creatividad [Santos, 2000: 274].

Esta concepción del lugar como «espacio cotidiano» en tanto «orden compartido»
y «escenario de las pasiones humanas» contempla varios puntos en común con la discu-
sión sobre el lugar en la geografía humanística. En este sentido, y de acuerdo con Ortega
Valcárcel (2000), el «espacio vivido» implica una nueva concepción del espacio, que no
sólo toma en cuenta la materialidad, sino también la experiencia subjetiva de los sujetos
y, por ello, considera las emociones, sentimientos, recuerdos, motivaciones, gustos, sue-
ños, miedos o deseos. El concepto de espacio vivido considera que las representaciones
del espacio están influidas por el lugar de residencia y las áreas frecuentadas, así como
por la educación, los valores culturales y la experiencia de los individuos. Desde esta
perspectiva, la materialidad del espacio es inseparable de las diversas representaciones
que se construyen para interpretarlo (Ortega Valcárcel, 2000).
Ciertamente, desde este enfoque, y al igual que plantea Santos, el concepto «espacio
vivido» está relacionado con el de «lugar». De esta manera, los lugares no existen sólo

52 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


4. «La viudez del espacio» en los estudios de migración transnacional

como entidades físicas, sino también como resultado de las diferentes experiencias de
las personas. Los lugares, por tanto, están llenos de significados y cuentan con una
dimensión existencial, una vinculación emocional con el ser humano y se relacionan en
un espacio concreto y con unos atributos bien definidos (Tuan, 2003). «Para hacerse
espacio, el Mundo depende de las potencialidades del Lugar» (Santos, 2000: 289).
En un mundo global (y también más desigual), concebido de forma creciente como
un espacio de flujos (de capital, mercancías, personas), más que un espacio de territo-
rios, los lugares se revalorizan, adquieren mayor protagonismo y proporcionan mayor
seguridad y estabilidad identitaria. Ante esta nueva realidad global, Massey (1994) pro-
pone evitar acotar el concepto a fin de evitar posiciones identitarias de carácter exclu-
yente. La autora propone superar la concepción de los lugares como espacios delimita-
dos por fronteras y con unos límites con connotaciones particulares, fijas y estáticas,
para imaginarlos como el producto de una intersección compleja de procesos, relacio-
nes sociales y conocimientos que se integran a diferentes escalas, desde la local a la
global. Desde esta perspectiva, los lugares no son estáticos, sino, más bien, fluidos y
dinámicos y, en consecuencia, las identidades se encuentran en proceso continuo de
formación.
Con relación a este proceso de construcción de identidades, el concepto «sentido de
lugar» concibe la noción de lugar como una construcción social o una subjetivación.
Este concepto permite analizar la manera cómo el «espacio», entendido como una abs-
tracción genérica, se transforma en «lugar» gracias a la experiencia y la acción de los
individuos (Massey, 1995). El sentido de lugar, construido a partir de la experiencia
cotidiana y de los sentimientos subjetivos, puede ser de tal intensidad que se convierta
en un aspecto central de la construcción de la identidad individual (Rose, 1995). El
lugar, de esta manera, dispone de una temporalidad personal, una historia (Crang, 1998).
La relación entre el sentido de pertenencia y el lugar, sin embargo, no se aborda en
la obra de Milton Santos, aunque está implícita en su visión del lugar como marco de lo
cotidiano, de las vivencias y las relaciones, el lugar de las pasiones. La epistemología de
Milton Santos contempla el lugar desde una perspectiva humanística, anclado en el
territorio y en la historia, un «sitio de resistencia» contrapuesto al espacio de redes, el
espacio del poder.

El lugar, sitio de resistencia: el espacio banal

Milton Santos propone que, en los lugares, también se construye una discurso contra-
hegemónico; el espacio banal, el lugar de todos, de lo cotidiano, un lugar de resistencia
(véase Lindón, en esta misma obra), que se contrapone al espacio de los flujos, espacio
global regido por una lógica y un contenido ideológico distante (Santos, 1996). En sus
propias palabras:

Existe un conflicto, que se agrava, entre un espacio local vivido por todos los vecinos y un
espacio global regido por un proceso racionalizador y un contenido ideológico de origen
distante, que llega a cada lugar con los objetos y las normas establecidas para servirlos. De
ahí el interés de recuperar la noción de espacio banal, es decir el territorio de todos [...] y
de contraponer esa noción de redes, o sea, el territorio de aquellas formas y normas al
servicio de algunos [Santos, 1996: 128].

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 53


Cristóbal Mendoza

El espacio banal se contrapone al espacio de redes, que está basado en la multipli-


cación de flujos entre nodos, en los que se ejercen las principales funciones que rigen los
comportamientos de la economía y la sociedad a escala mundial, convirtiéndose, por lo
tanto en la forma espacial dominante de la articulación de poder (Caravaca Barroso,
1998). De esta manera, junto al espacio de flujos, sigue presente el espacio de lugares,
aquel en el que se desarrolla la vida cotidiana de la gente y en el que se establecen las
principales relaciones entre la gente.
Las ideas apuntadas anteriores, que se encuentran en el libro De la Totalidad al
Lugar, constituyen la base a partir de las cuales Santos (2004) reflexionará posterior-
mente en Por Otra Globalización sobre la construcción de la ciudadanía y la ética en un
mundo global. Nuestro autor plantea que, desde una cultura popular que nace en el
territorio y en lo cotidiano, se pueden sentar las bases de una nueva globalización.
Sin embargo, tanto en el pensamiento de Milton Santos como en la literatura sobre
transnacionalismo, el potencial de cambio se articula en los lugares, que se erigen en
sitios de resistencia, ignorando, de este modo, el potencial «revolucionario» de las redes.
Este hecho se contrapone precisamente con la capacidad de movilización de las redes en
el momento histórico actual. Un ejemplo de ello es el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional que, incluso, ha sido catalogado como el primer movimiento global y cuyo uso
de Internet ha sido básico para el conocimiento y extensión de sus ideas.
Por otro lado, los estudios sobre transnacionalismo postulan que las redes y víncu-
los transnacionales que se construyen a partir de los movimientos migratorios son un
reto al estado mismo, a su naturaleza. Por lo mismo, algunos autores entienden al trans-
nacionalismo, especialmente el de carácter político, como un espacio de oposición al
estado. Los lugares en torno a los cuales se organizan estos espacios configuran «sitios
de resistencia», en los que ocurren procesos de hibridación, se dan prácticas transnacio-
nales y se solapan identidades; en definitiva, prácticas y discursos contra-hegemónicos
(por ejemplo, Kearney, 1991; Smith y Guarnizo, 1998). Esta visión del estado, hasta
cierto punto simplista, ignora la capacidad de reacción del mismo y lo reduce a visiones
monolíticas de clase.

Las redes en la epistemología de Milton Santos

Dejando a un lado la reflexión sobre el espacio de redes, la epistemología de Milton


Santos comprende una visión interesante sobre la conceptualización y evolución
histórica de la formación de las redes. De esta manera, en La naturaleza del espacio,
Santos (2000) plantea que se debe distinguir entre la materialidad de la red y sus
aspectos sociales y políticos, hasta el punto que «a despecho de la materialidad con
que se impone a nuestros sentidos, la red es, en verdad, una mera abstracción» (San-
tos, 2000: 222).
Esta dualidad del concepto de red, en que se diferencia sus aspectos materiales de
los sociales o políticos podría ser de gran interés para los estudios de migración transna-
cional que se han centrado exclusivamente en los aspectos sociales de la construcción de
las redes migratorias. Sin embargo, la materialidad de la red es fundamental para enten-
der la articulación de los espacios transnacionales que, aunque vivamos en una era de
compresión espacio-temporal, no todos los lugares son nodos perfectamente conecta-
dos a redes que facilitan el flujo de información, bienes o personas («No todo es red», en

54 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


4. «La viudez del espacio» en los estudios de migración transnacional

palabras de Milton Santos, 2000: 227). Por poner un ejemplo sencillo, el envío de reme-
sas a México desde los Estados Unidos es, sin duda, más rápido, fácil y económico en
Los Ángeles que en una comunidad rural de Georgia (Mendoza, 2006a).
Una segunda idea relevante del pensamiento de Milton Santos que también se
desarrolla en La Naturaleza del Espacio está relacionada con lo que el autor denomina
«enfoque genético» y que implica forzosamente un estudio diacrónico de la formación
de las redes.

Las redes están formadas por trozos, instalados en diversos momentos, diferentemente
fechados, muchos de los cuales ya no están presentes en la configuración actual y su sus-
titución en el territorio también se realiza en momentos diversos. Pero esa sucesión no es
aleatoria. Cada movimiento tiene lugar en la fecha adecuada, es decir, cuando el movi-
miento social exige un cambio morfológico y técnico. La reconstrucción de esa historia es,
pues, compleja, pero es fundamental si queremos entender como una totalidad la evolu-
ción de un lugar [Santos, 2000: 222-223].

Esta visión histórica, en línea con el pensamiento marxista de Santos, plantea


que, en estos momentos, nos encontramos en la tercera etapa de la evolución de las
redes (después del periodo premecánico y del periodo mecánico intermedio), en la
denominada posmodernidad, periodo técnico-científico-informacional. Los soportes
de la red se encuentran ahora sólo parcialmente en el territorio y parcialmente en las
fuerzas recientemente elaboradas por la inteligencia y contenidas en los objetos técni-
cos (por ejemplo, la computadora). Las redes pierden, por tanto, espontaneidad en su
elaboración y, a medida que avanza la tecnología, el propio montaje de las redes supo-
ne una previsión de las funciones que podrán ejercer y una serie de reglamentación y
normas para su gestión que se ubica fuera del control de los territorios. «Tales redes
constituyen los más eficaces transmisores del proceso de globalización al que asisti-
mos» (Santos, 2000: 225).
A modo de resumen de las principales ideas, a partir de esta visión histórica y del
momento de globalización en que nos encontramos insertos, Santos (2000) plantea que:

• Las redes no son uniformes. Se registran desigualdades en el uso y es diverso el


papel de los agentes en el proceso de control y regulación de su funcionamiento.
• La existencia de las redes es inseparable del poder. Se consolida la dialéctica del
territorio, mediante un control «local» de la parte técnica de la producción y un control
remoto de la parte política de la producción.
• Las redes no prescinden de fijos, que constituyen su base técnica. Se crean, por
tanto, objetos y lugares destinados a favorecer la fluidez de las redes: canales, gasoduc-
tos, autopistas, etc.
• Las redes son simultáneamente concentradoras y dispersadoras de fuerzas centrí-
petas y centrífugas (Santos, 2000).

Estas ideas, de gran potencial analítico, están ausentes de los estudios de migración
transnacional, en los que, como veremos más adelante, las redes se observan desde una
perspectiva sincrónica (o incluso ahistórica), sin base material, constituidas en espacios
neutros y a los que todas las personas parecen tener acceso.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 55


Cristóbal Mendoza

Las redes en la literatura sobre migración transnacional

La relevancia de las redes sociales a la hora de entender la construcción de espacios


sociales transnacionales ha sido ampliamente vista en la literatura (véase a este respec-
to, Mines y Massey, 1985; Goldring, 1992a; Faist, 1999; Levitt y Glick Schiller, 2004). La
literatura sociodemográfica, por su parte, ha tratado de cuantificar tanto la cantidad
(número de familiares y amigos) como la calidad (a partir de la ayuda obtenida en el
proceso migratorio) de las redes a la hora de estimar su importancia para realizar un
desplazamiento migratorio por parte de los individuos. Por ejemplo, Mendoza (2004), a
partir de los datos de la EMIF, destaca que, a la hora de permanecer en las ciudades
fronterizas del norte de México o dirigirse a los Estados Unidos, la cantidad, y especial-
mente la calidad, de las redes es el elemento clave. Los migrantes que carecen de este
tipo de apoyo son más proclives o bien a seguir su camino hacia los Estados Unidos o
bien a regresar a sus lugares de origen. Como argumento de fondo, este autor subraya
que no es tanto una desviación del flujo, dependiendo de la cantidad y calidad de redes,
sino de la construcción de espacios migratorios transnacionales que incluyen ambas
geografías y que están articuladas en torno a una densa red de relaciones familiares y
personales.
Sin embargo, queda mucho todavía por explorar en cuanto al funcionamiento de
las redes sociales de los migrantes, cómo se crean, se sostienen y se destruyen (la pers-
pectiva diacrónica del enfoque genético que menciona Milton Santos). En este sentido,
Menjívar (2000), a partir de un extenso trabajo etnográfico, complementado con datos
de una encuesta en San Francisco, apunta que la ausencia de reciprocidad entre los
inmigrantes salvadoreños, en los Estados Unidos, debido en parte a la situación de pre-
cariedad laboral y económica en la que viven estas personas, comportó la debilitación e
incluso extinción de estas redes de apoyo de este grupo migrante en San Francisco.
Siguiendo esta línea de análisis, Faist (1999) propone una tipología de los espacios
sociales transnacionales a partir de dos indicadores relacionados con las redes (la inten-
sidad de las mismas, ya sea débil o fuerte, su tiempo de funcionamiento, ya sea corto o
largo).

AQUÍ CUADRO 1

Dejando a un lado el reduccionismo y las relaciones mecánicas entre variables de


toda tipología, la ventaja de la clasificación de Faist (1999) radica en la interrelación del
tiempo con la intensidad de las redes; interrelación que conduce a situaciones diversas,
desde la asimilación en las sociedades de destino a la construcción de comunidades
transnacionales como opuestos. Resulta también subrayable, de esta clasificación, el
elemento histórico (corta versus larga duración), que implica que la formación de con-
tactos y vínculos sociales es dinámica. Precisamente es éste uno de los problemas de los
enfoques sociodemográficos que observan el papel de las redes en momentos concretos,
ya sea en el momento de levantamiento de la encuesta, en el momento de realizar la
migración.
A pesar de incorporar algunos elementos históricos, la literatura extensa sobre re-
des en la literatura antropológica y sociológica, en general, no toma en cuenta los aspec-
tos materiales que conforman la construcción misma de la red. Cabría mencionar, no
obstante, que la escuela británica incorpora una definición más amplia del concepto de

56 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


4. «La viudez del espacio» en los estudios de migración transnacional

red y de vínculo transnacional a la discusión sobre el transnacionalismo (Levitt y Glick


Schiller, 2004). Según esta escuela, los migrantes están insertos en redes que van más
allá de las fronteras de varios países y las identidades de los inmigrantes así como la
producción cultural reflejan estas ubicaciones múltiples. Dentro de esta línea de pensa-
miento, se subraya la necesidad de distinguir entre patrones de conexión en el terreno y
las condiciones que producen ideologías de conexión y comunidad (Østergaard-Nielsen,
2003).

Reflexiones finales

En este capítulo, se ha planteado el interés de algunos conceptos del pensamiento de


Milton Santos para profundizar en la problemática que constituye la migración transna-
cional. El enfoque transnacional en la migración internacional es relativamente recien-
te, data de principios de los años noventa en la sociología y antropología estadouniden-
se, pero se ha extendido de forma notoria en los estudios de migración. La renovación
conceptual e incluso epistemológica del enfoque transnacional implicó la defunción
definitiva del paradigma asimilacionista para el estudio de la incorporación de los inmi-
grantes a las sociedades de destino y planteó el abandono de conceptos considerados
rígidos y poco adecuados para el análisis de las migraciones en el momento de globaliza-
ción actual (por ejemplo, lugar de origen, barreras, e incluso fronteras). En esta renova-
ción, sin embargo, el transnacionalismo como marco de análisis ha optado, dentro de
una lectura quizá excesivamente posmoderna, por conceptos demasiado vagos y con
límites difusos (por ejemplo, espacios sociales transnacionales, hibridez, transnacio-
nes).
También se ha planteado la necesidad de incorporar la geografía al enfoque trans-
nacional y se han sugerido diferentes avenidas teóricas para una mayor profundización
del fenómeno. En concreto, a partir de una discusión sobre la globalización, tema prio-
ritario para Milton Santos, se subraya que el proceso de globalización no es homogéneo,
ni neutro y que, a pesar de que existen procesos globales a la hora de entender la cons-
trucción de la realidad social, estos se realizan de forma diferenciada en el espacio. Esta
reflexión paradójicamente está prácticamente ausente de la literatura sobre migración
transnacional, que subraya los aspectos positivos del fenómeno y no sus contradiccio-
nes o las «rugosidades» en estos procesos globales.
En segundo lugar, y en línea con lo anterior, se expone la visión de Milton Santos del
«lugar» como espacio cotidiano; visión en parte compartido, con otros geógrafos con-
temporáneos, en particular de la escuela humanística. Este punto es fundamental, dado
que el «lugar» está, en cierto modo, ausente en la reflexión teórica sobre el transnaciona-
lismo (Mendoza, 2006b). En este sentido, el capítulo retoma el concepto de «espacio
banal» de Milton Santos a la luz de la literatura sobre trasnacionalismo político. Esta
reflexión es de interés porque tanto el transnacionalismo político como el concepto «es-
pacio banal», subrayan el potencial de resistencia de los vínculos transnacionales y el
reto que constituye para la esencia del mismo estado. Más que la visión del estado, que
en cierta manera, es estática y reduccionista, cabría resaltar la reflexión que realiza
Milton sobre la ciudadanía y cómo estos movimientos ciudadanos se organizan en los
lugares, erigidos en sitios de resistencia, frente al poder que se articula en redes. Milton
Santos no plantea esta resistencia desde identidades excluyentes, sino dentro de una

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 57


Cristóbal Mendoza

serie de valores compartidos en torno al «espacio banal», el espacio de todos.


Finalmente, hemos contrastado la reflexión sobre las redes de Milton Santos con la
literatura sobre migraciones trasnacionales. En esta literatura, las redes se consideran
un concepto clave para entender la construcción de espacios sociales a través de fronte-
ras políticas, pero se ignora, en general, el soporte material y técnico de las redes o la
falta de uniformidad de las mismas en el territorio. Estos dos hechos pueden incidir en
una diferenciación creciente entre territorios en cuanto al acceso a las redes y la profu-
sión de «áreas oscuras», o áreas poco eficientes y, hasta cierto punto, desconectadas del
espacio de redes y, por tanto, excluidas de los procesos de globalización («el ejército de
reserva de lugares»).

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60 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5
DE LA GEOGRAFÍA DE LA EXISTENCIA
A LOS CIRCUITOS DE LA ECONOMÍA URBANA

María Laura Silveira

En este trabajo buscamos discutir algunos aspectos de la teoría de los circuitos de la


economía urbana, que fue formulada por Milton Santos en los años setenta, a la luz de
las premisas de su más reciente epistemología existencial (Santos, 1996a; 1996b). Para
ello, abordamos, en el primer apartado, las ideas de período, eventos y existencias nocio-
nes de la propuesta existencial en geografía del autor. Un período es, al mismo tiempo,
un sistema de eventos y de existencias, cuya heterogeneidad revela la disparidad de los
actores al usar el territorio. En este camino, hemos privilegiado el diálogo con algunos
filósofos, pero especialmente con Sartre en virtud de los postulados del existencialismo.
No obstante, al tiempo que observamos las existencias, es necesario discutir la naturale-
za de los eventos contemporáneos, que pueden ser entendidos como un acontecer ho-
mólogo, un acontecer complementar y un acontecer jerárquico.
En el apartado siguiente, buscamos abordar cómo la actual interdependencia de
eventos y existencias permite hablar de la universalidad empírica. Los usos del territorio
nacional son hoy condicionados por la presencia de una base material, informacional y
política planetarizada, una división territorial del trabajo que se instala en el país y
subordina en su movimiento a las demás divisiones territoriales del trabajo. Por lo tanto
pensamos que la división territorial del trabajo es un concepto plural y el territorio
usado es, de ese modo, el conjunto de todas las existencias.
De ahí que afirmemos que la gran ciudad es el espacio banal por excelencia. En ella
podemos reconocer el circuito superior y el circuito inferior de la economía. En otro
apartado, presentamos algunas ideas sobre ambos. El primero puede ser reconocido en
las porciones modernas del medio construido urbano y en los aconteceres que modelan
la división territorial del trabajo hegemónica. El segundo resulta indirectamente del
primero y está formado por el conjunto heterogéneo de las demás divisiones territoria-
les del trabajo, existencias heredadas o nuevas pero dotadas de menores grados de tec-
nología, capital y organización. Finalmente, proponemos que una epistemología exis-
tencial busca aprehender todas las formas de existencia y del acontecer, permitiendo
desvendar la fuerza del mercado concreto que es una manifestación del existencialismo
territorial.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 61


María Laura Silveira

Nociones de una epistemología existencial: período, eventos y existencias

Comencemos por considerar un período histórico no como tiempo abstracto y cronoló-


gico sino como un conjunto de posibilidades reales a disposición de los actores que
viven ese momento. Para Milton Santos (1996b), el mundo —el período— es una laten-
cia, un conjunto de esencias, un universo de medios todavía no realizados, un conjunto
de posibilidades que se realizan a través de los eventos. Por ello, la idea de evento es
fundamental en el pensamiento de Santos. En su obra The concept of nature, Whitehead
(1919, 1994: 95) asevera que existe un evento donde quiera y cuando quiera que algo esté
sucediendo. Y agrega el autor (Whitehead, 1919, 1994: 93) que la continuidad de la
naturaleza es la continuidad de los eventos. Lo mismo podría ser dicho de la historia, sin
dejar de recordar que la continuidad no suprime el conflicto.
En una lectura diacrónica, la idea de totalización de Sartre (1979) es particular-
mente fértil, pues permite comprender ese movimiento en que una totalidad haciéndo-
se, que es el período, se transforma en una totalidad hecha, que es el espacio. Y el evento
es visto aquí como la cristalización de un momento de la totalidad en proceso de totali-
zación (Santos, 1996a: 131).
Los eventos son unidades significativas del tiempo y, por esa razón, su duración no
es regida por el reloj o el calendario sino por su significado social, por su sentido y
capacidad de cambiar la trama de la historia. Transforman las posibilidades en cualida-
des y cantidades o, en otras palabras, producen la extensión. «Los eventos son, simultá-
neamente, la matriz del tiempo y del espacio» (Santos, 1996a: 115). En ese sentido, se
puede afirmar que el período histórico es un absoluto irrealizado al tiempo que los
lugares son relativos realizados o existencias concretas de un haz de posibilidades. Por
ello cuando analizamos un lugar, una ciudad o una parte de ella, por ejemplo, sabemos
que es una facticidad realizada, una porción de lo real total, mientras que el período es
la posibilidad irrealizada, un conjunto siempre mayor.
Sin embargo, como tal facticidad o, en otras palabras, la base material, la organiza-
ción política, normativa y cultural puede abrigar o rechazar los eventos, éstos tienen
consecuencias diversas en los lugares, en los países. Ese conjunto de existencias mate-
riales e inmateriales es el medio geográfico, al cual podemos también denominar terri-
torio usado o espacio geográfico. Se trata de herencias materiales y normativas, es decir,
un medio ya transformado, que no deja de ser una condición para el ejercicio de las
acciones en el presente o, en otros términos, para los eventos, para la sociedad en acción
o para el modo en que el territorio está siendo usado en el momento actual. Es la socie-
dad en acción o un proceso de uso del territorio que es selectivo y desigual, revelando
divisiones territoriales del trabajo dispares, sucesivas y coexistentes. Y, como las existen-
cias son, al mismo tiempo, materiales e inmateriales, el espacio geográfico, sinónimo de
territorio usado, puede ser definido como un conjunto indisociable de sistemas de obje-
tos y sistemas de acciones (Santos, 1996a).
Aquí la idea de práctico-inerte de Sartre (1979) nos ayuda a comprender la dialécti-
ca entre existencia y evento. El práctico-inerte es el reflejo puramente objetivo del hom-
bre, esto es, la acción depositada en las cosas, algo que es más o menos externo al hom-
bre, pero que le pertenece. Es la acción cristalizada en las formas materiales, jurídicas,
culturales, morales. La actividad del hombre retornada, como dice el propio filósofo,
quien agrega:

62 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

[...] no hay praxis que no sea superación unificante y develante de la materia, que no
cristalice en la materialidad como superación significante de las antiguas acciones ya
materializadas, no hay materia que no condicione a la praxis humana a través de la unidad
pasiva de significaciones prefabricadas; no hay objetos materiales que no se comuniquen
entre ellos por la mediación de los hombres, no hay hombre que no surja en el interior de
un mundo de materialidades humanizadas, de instituciones materializadas y que no se
vea prescribir un porvenir general en el seno del movimiento histórico [Sartre, 1979: 304].

Esas premisas no nos invitan a un determinismo de nueva naturaleza, sino a reco-


nocer el papel verdaderamente activo de la facticidad. La acción es capaz de transfor-
mar ese práctico-inerte, pero ninguna acción es ajena a él. Por lo tanto, el práctico-
inerte, la objetivación de la acción, la práctica depositada en las cosas forman parte de la
situación en la que existimos y en la que los eventos se realizan. Cuando llegamos al
mundo, pasamos a integrar un medio material, un contexto cultural, religioso, moral,
económico que podemos transformar hasta cierto punto, pero es a partir de esa misma
situación que vemos el mundo y evaluamos nuestra capacidad de acción. En tal situa-
ción es que encontramos los motivos para emprender nuestras acciones, aunque éstos
no sean necesariamente, como defiende Ricoeur (1988), las causas que las explican. No
hay existencia que se defina sin considerar ese práctico-inerte, ni situación concreta que
se produzca sin la mediación de esa acción cristalizada. Es una circularidad dialéctica
(Sartre, 1979: 221), en la cual los hombres están mediados por las cosas y éstas por los
hombres. No hay división del trabajo en proceso de realización que no se enfrente con
los límites y posibilidades de las divisiones territoriales del trabajo que persisten. No hay
totalidad que se realice sin depararse con las existencias en los lugares, éstos también
capaces de generar eventos. Es el modo como el territorio va siendo usado, cuyo papel
activo queda de manifiesto cuando observamos que:
Si consideramos el mundo como un conjunto de posibilidades, el evento es un
vehículo de una o alguna de esas posibilidades existentes en el mundo. Pero el evento
también puede ser el vector de las posibilidades existentes en una formación social, es
decir, en un país, o en una región, o en un lugar, considerados ese país, esa región, ese
lugar como un conjunto circunscrito y más limitado que el mundo [Santos, 1996a: 115].
De ese modo, en esta propuesta epistemológica partimos de las existencias concre-
tas y construimos interpretaciones buscando sus relaciones sistémicas y sus nexos con
lo que es posible en ese momento de la historia. ¿Cuáles eran las posibilidades técnicas
y políticas en el siglo XV? No todas fueron historizadas. ¿Cuáles fueron las invenciones
relativas a la navegación? ¿Cuáles eran los conocimientos de cartografía y cómo se com-
binaban con las técnicas de navegación? Son cosas que realmente existieron y que se
combinaron de forma diferente en los lugares, haciendo posible una nueva división
territorial del trabajo. De posesión de nuevos objetos técnicos, las potencias europeas
pudieron repartir el trabajo en nuevos horizontes. La circulación se ampliaba en conse-
cuencia de las nuevas existencias en tierras lejanas.
Por lo tanto, nunca estamos partiendo de un mundo de seres ideales sino de lo que
existe. Y es un análisis existencial porque parte del espacio. Como dice Milton Santos
(1996b), el espacio es el existir, la sociedad es el ser. Si aceptamos el consejo de Simmel
(1971, 2002), para quien la sociedad sólo existe donde hay varios individuos que entran
en acción recíproca por determinados fines y que ese proceso no se da, como quiere
Sartre (1979), sin la mediación de las cosas, lo que de allí resulta es una profunda inter-
dependencia entre cosas y acciones. Esa es la definición de espacio geográfico para

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 63


María Laura Silveira

Milton Santos (1996a): un conjunto solidario y contradictorio de sistemas de objetos y


sistemas de acciones.
La sociedad sólo se realiza en el espacio o, en otras palabras, el período produce un
medio geográfico y el medio geográfico lo es de un determinado período. La acción, en
sistemas, es posible a través de los sistemas de objetos. Y si consideramos, en este senti-
do, la acción como sinónimo de evento, podemos decir, una vez más, que no hay evento
sin objeto y no hay evento sin actor. El evento surge del casamiento entre lo que es
posible y lo que existe. Por eso, no todas las posibilidades del período existen en todos
los lugares y producen las mismas extensiones: no todas las técnicas ni todas las infor-
maciones llegan, en sus múltiples manifestaciones, a todos los lugares. Son los eventos
que operan la metamorfosis entre posibilidad y existencia. Pero, delante de las existen-
cias, la pregunta por las posibilidades es igualmente necesaria, pues garantiza la crítica:
la facticidad es sólo una combinación posible y no es ineluctable. Hubo otras posibilida-
des en el pasado, las hay en el presente y las habrá en el futuro.
El desafío en el análisis es comprender el sistema temporal como una unidad, aun-
que vista en su heterogeneidad, pues no podemos ignorar las diferencias y «proyectar
una idea del período histórico como una homogeneidad compacta» (Jameson, 1992:
15). Es importante, como admite Latour (1991: 99), ver el período histórico como un
gran bricolage y sustituir la idea de un flujo laminar por la imagen de un flujo turbulento.
Sin embargo, esa turbulencia no nos exime del necesario ejercicio de identificar las
variables-clave que definen el período. Podemos conceptualizar el tiempo, la historia
concreta, las posibilidades de la época que resultan de las variables-clave como lo son
hoy la tecnociencia y la información. El análisis del modo en que cada grupo de agentes
usa esas posibilidades indica las temporalidades o, dicho de otro modo, la interpreta-
ción que los agentes hacen de ellas, así como las determinaciones en el acceso y uso de
las variables de la época. Por diferencias de poder económico y político, de localización,
de cultura, de conciencia, en síntesis por diferencias de situación de existencia (Sartre,
1990), los actores no tienen igual fuerza en la realización de tales posibilidades.
No obstante, la profunda interrelación de los eventos que caracteriza el período
actual permite pensar el devenir como un acontecer solidario, es decir, como la «realiza-
ción compulsiva de tareas comunes, aunque el proyecto no sea común» (Santos, 1996a:
132). Este sería el contrapunto a una globalización que muchos, deliberada o ingenua-
mente, asocian a la idea de un tiempo único, de una división territorial del trabajo in-
eluctable, de un conjunto inexorable de modernas existencias materiales e inmateriales.
El acontecer solidario es un tiempo universal que se hace empírico, pero ello no signifi-
ca la supresión de las temporalidades o, en otras palabras, los tiempos dentro del tiem-
po. Emerge la conciencia de ese tiempo universal que dicta la compulsividad de las
tareas comunes, pero muy lejos está de desvanecer las temporalidades, de igualar las
velocidades y de imponer un proyecto común.
Como un período es un movimiento de impactos selectivos, los eventos revelan
manifestaciones diversas. Por ello podemos diferenciar un acontecer homólogo, un acon-
tecer complementar y un acontecer jerárquico (Santos, 1996a). Tales formas represen-
tan modos diversos de realización de la existencia o, en otras palabras, las cosas y sus
relaciones, los objetos y las acciones.
El acontecer homólogo es la base de la construcción de áreas modernizadas, gene-
rando contigüidades que dan contornos a un área, como una región agrícola, un distrito
industrial específico o cualquier otro tipo de especialización territorial productiva, in-

64 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

clusive urbana (Santos, 1996; Santos y Silveira, 2001). La modernización del campo, de
la energía, de la minería o inclusive la ocupación de lugares hasta ahora vacíos o com-
pletamente remodelados resultan de ese tipo de acontecer. Las existencias vinculadas a
tal acontecer dejan ver la primacía de las formas y la relevancia de la técnica, incluidos
aquí no sólo los objetos sino también las técnicas de la acción o formas de trabajar. Son
lugares del hacer y no del mandar, es decir, la política globalizada o corporativa se hace
presente aunque no sea allí elaborada.
Ya el acontecer complementar crea nuevas relaciones entre ciudad y campo y ciertas
relaciones interurbanas e intraurbanas, orientadas por las demandas de una producción y
circulación modernas y territorialmente próximas. Es la modernidad de la ciudad inter-
media y del trabajo, incluyendo el transporte, las finanzas, los servicios técnicos en defini-
tiva las actividades ligadas a las variables-clave del período. Esto explica, entre otros as-
pectos, que las ciudades intermedias y metrópolis regionales crezcan, tengan más flujos,
aumente el consumo e inclusive el empleo, dando una sensación de modernidad y de
elevación del nivel de vida, tantas veces mayor que en las metrópolis nacionales. Se densi-
fica la división del trabajo y, en consecuencia, la cooperación, representada por todo tipo
de flujos. De allí el frenesí del movimiento tanto material como inmaterial. También aquí
las formas y las técnicas son las existencias más visibles que resultan de este tipo de even-
tos, al tiempo que las políticas y normas son alienígenas como en el acontecer homólogo.
Pero las acciones, tanto en el acontecer homólogo como en el acontecer complementar,
nacen o resultan de la co-presencia, tal como explicada por Giddens (1987).
Por fin, identificamos el acontecer jerárquico, hecho de órdenes e información que
provienen de un lugar y se realizan en otro como trabajo. Estos eventos alimentan la
racionalidad de los demás aconteceres, cuya especialización territorial es intensa y cuyo
comando es concentrado en virtud de las posibilidades contemporáneas de la técnica
informacional. Son los eventos productores de información-secreto, la cual opera como
una norma para organizar el resto del territorio con grandes redes y extensiones subor-
dinadas a esa lógica. En consecuencia y a diferencia de los aconteceres ya citados donde
la acción resulta de la co-presencia, aquí es la acción a distancia que domina, como en el
concepto de teleacción propuesto por Moles (1974). La primacía de las normas y la
relevancia de la política son centrales, aunque esta última sea cada vez más una política
de las empresas con el papel activo pero subalterno del poder público. De allí la aliena-
ción de los lugares, la mimetización de las divisiones territoriales del trabajo corporati-
vas como división territorial del trabajo de la nación y la internacionalización de los
circuitos espaciales de producción que abarcan el planeta, en fin, el crecimiento econó-
mico contemporáneo que está directamente relacionado a la producción de la pobreza.
Una verdadera esquizofrenia del territorio (Santos, 2000; Santos y Silveira, 2001).

Universalidad empírica y territorio usado

El período actual puede ser definido, entre otros aspectos, por la universalidad de los
eventos que lo constituyen. Como mencionado, hoy algunos agentes producen eventos
técnicos y políticos que abarcan la totalidad del planeta y que, entrelazados, crean un
conjunto de existencias planetarias. Es la producción de una totalidad empírica porque,
como vimos, el tiempo universal se volvió empírico permitiendo la interrelación de las
existencias.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 65


María Laura Silveira

Así, técnica y política, los dos elementos constitutivos del espacio, adquieren, en el
período actual, una dimensión universal. Se trata de una técnica planetaria, porque
directa o indirectamente está presente en todos los lugares, y una política planetaria —
un acontecer jerárquico— que unifica, por medio de acciones precisas y pragmáticas,
esos macrosistemas de objetos. Tal política revela una división internacional del trabajo
que se instaura como división nacional del trabajo o, aún, como división territorial del
trabajo dominante en la ciudad. Son técnicas normatizadas que se casan con la norma-
tización técnica y política, pergeñando las tres unicidades que son la base de la globali-
zación: la unicidad del sistema técnico, la convergencia de los momentos y la unicidad
del motor (Santos, 1996).
Imponiendo una forma normatizada de hacer y de mandar, un sistema técnico
único busca invadir los lugares y, gracias a las técnicas de la información, asegura la
simultaneidad de las acciones creando la convergencia de los momentos. En otras pala-
bras, esa base técnica universal permite la difusión de un discurso único sobre el perío-
do actual que se esparce como una filigrana sobre las diversas regiones y, al mismo
tiempo, legitima un modo de producción científico-técnico, basado en la apropiación de
los lucros por un puñado de empresas globales. Esa es la unicidad del motor. Esas mis-
mas corporaciones comandan la producción de los grandes sistemas técnicos y de difu-
sión de la información, por medio de agencias globales, aumentando la vocación por esa
modernización y la producción y acumulación de plusvalía a partir de la lógica de los
agentes hegemónicos.
A ese retrato del mundo contemporáneo Milton Santos (1984) denomina universa-
lidad empírica, pues la totalidad ya no es sólo filosófica, como en los antiguos sistemas
de ideas, sino histórica. La técnica y la política se vuelven omnipresentes como existen-
cia material o ideológica, transformando el mundo en una única esfera movida por un
sistema de objetos y por la lógica de competitividad de las grandes firmas.
Sin embargo, como dicho anteriormente, la división del trabajo asociada a ese or-
den global coexiste con otras divisiones sociales y territoriales del trabajo. Y aquí, para-
fraseando a Meschonnic (1988: 59) cuando escribía sobre modernidad, diríamos que «el
plural es de rigor» también para el concepto de división territorial del trabajo. Aún
cuando analizados sincrónicamente, un país o una ciudad no revelan un único conjunto
de existencias funcionales a los aconteceres jerárquicos, sino una superposición de exis-
tencias pertenecientes a diversas divisiones territoriales del trabajo.
Como resultado del proceso histórico, un país es un conjunto de existencias políti-
cas, económicas, culturales, jurídicas, lingüísticas, territoriales, en permanente movi-
miento. Cada elemento se relaciona con los demás en ese funcionamiento sincrónico y
diacrónico pero, en virtud de la especialización técnica, científica e informacional del
trabajo, aumenta el número y la complejidad de los eventos y, por esa razón, se vuelve
más difícil reconocer ese sistema complejo y dinámico de estructuras. Las infraestructu-
ras o sistemas de ingeniería, los movimientos de la población, la distribución de la agri-
cultura, de la industria y de los servicios, las estructuras normativas, incluyendo la legis-
lación civil, fiscal y financiera, y el alcance y la extensión de la ciudadanía son los ele-
mentos que definen el uso del territorio nacional.
En cada porción del territorio nacional, la cantidad y calidad de las infraestructu-
ras y políticas posibilitan el ejercicio, más o menos exitoso, de un tipo de trabajo valori-
zado en el mundo contemporáneo. Por eso decimos que las existencias permiten, en
mayor o menor grado, la implantación de lo nuevo y que éste cambia los contenidos de

66 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

las existencias pretéritas y realiza otras. Así, las regiones dan valor al trabajo que en ellas
se desarrolla y, recíprocamente, la llegada de nuevas existencias crea valor en las regio-
nes. Son en general formas del acontecer homólogo y complementar, producto de la
técnica moderna y de la información científica, y ritmadas por la fuerza de un acontecer
jerárquico, con normas alienígenas.
Hoy, el mercado externo y los respectivos mandamientos de la exportación y la
competitividad tienen el papel de orientar el dinero público a la construcción de infraes-
tructuras, servicios y formas de organización del trabajo. Exigentes de un territorio
fluido en sus bases materiales y en sus regulaciones, los proyectos de las grandes corpo-
raciones se instalan violentamente como proyecto de la Nación e, inclusive, como pro-
yecto de la ciudad.
Ese es el nuevo destino de las naciones, en el cual las preocupaciones sectoriales y
pragmáticas de un espacio reticular toman el lugar de las preocupaciones totalizadoras
del espacio banal. Empresas, instituciones, individuos o lugares que no reaccionan favo-
rablemente a su aplicación deben ser rechazados en virtud de su inviabilidad. Pero el
territorio en sus porciones concretas —los lugares— evidencia que las recetas generales,
de naturaleza macroeconómica y reproducidas de forma casi idéntica, profundizan las
crisis por no tener en cuenta ese espacio banal.
Un análisis de las variables determinantes es posible y necesario. Podemos, a partir
de aquí, por ejemplo, trabajar el espacio de las redes, descubriendo su lógica y la historia
de su producción. Retratos del sistema bancario, de corporaciones globales, de empre-
sas productoras de información, del centro empresarial de una metrópoli son, entretan-
to, sólo una parte del espacio, un espacio de existencias dominantes, es decir, resultado
de los eventos productores de una solidaridad organizacional. Constituyen, por lo tanto,
un espacio de eventos jerárquicos y verticales. Un holding se instala allí donde la ciudad
o el territorio tengan el ingreso per capita más alto, o donde hubiera una dotación vial y
de telecomunicaciones importante porque esa es su política. El resto es un conjunto de
«áreas sin interés». No obstante, esa topología no constituye el espacio real.
El territorio de un país o de una ciudad es utilizado por todos los actores, indepen-
dientemente de su fuerza, y constituye un conjunto heterogéneo de existencias, que
recibe diferencialmente los eventos. Ese espacio banal, que es usado por todos los acto-
res con sus diferentes temporalidades, configura un mosaico de divisiones territoriales
del trabajo. Como afirma el geógrafo brasileño:

Pensamos que la simultaneidad de las diversas temporalidades sobre una porción de la


corteza terrestre es lo que constituye el dominio propiamente dicho de la Geografía [...] El
espacio es el que reúne a todos, con sus múltiples posibilidades, que son posibilidades
diferentes de uso del espacio (del territorio) relacionadas con posibilidades diferentes de
uso del tiempo [Santos, 1996a: 127].

Es a partir de una epistemología atenta a las demás existencias que podremos com-
prender los dinamismos del territorio nacional y de la ciudad y no sólo la velocidad de
los hegemónicos.

La gran ciudad: espacio banal y circuitos de la economía urbana

En el período actual el mundo y los lugares albergan mayor cantidad y frecuencia de

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 67


María Laura Silveira

eventos. De allí la aceleración y complejidad del presente y la agudizada diferenciación


de los lugares. Asevera Milton Santos (1996: 162), «el espacio se hace más espeso, más
denso, más complejo». Pero es sobre todo la metrópoli quien revela, con mayor intensi-
dad, los eventos y su realización como existencias materiales, organizacionales y norma-
tivas diversas, que permiten o limitan las dinámicas de los actores.
Las crecientes disparidades del ingreso en las formaciones socioespaciales subde-
sarrolladas explican la coexistencia, en las ciudades, de actividades de la misma natura-
leza, aunque ejecutadas por actores de poder incomparable. La ciudad grande no es sólo
el lugar de existencias y eventos modernos, el reino de las grandes corporaciones o del
circuito superior, sino que abriga formas de existencia pasadas y presentes, muchas
veces consideradas residuales, informales o atrasadas. Sin embargo, ese circuito infe-
rior de la economía urbana es también un resultado indirecto de los procesos de moder-
nización, con lógicas opuestas y complementares al circuito superior de la economía.
Hoy, en tiempos de pobreza estructural, la riqueza producida por el circuito superior no
puede ser entendida sin la pobreza generada en el circuito inferior. El espacio es así
considerado no sólo como económico, sino como espacio banal por abrigar la totalidad
de las existencias.
Paralelamente, la posibilidad de consumo es también fuertemente segmentada y,
así como el ingreso, depende de la localización del individuo en las enormes manchas
urbanas. Buena parte de los bienes y servicios que ha sido de distribución universal en
varios países desarrollados es, en los países del Tercer Mundo, de acceso mercantil. De
allí que la localización geográfica y la posición socioeconómica se hayan vuelto determi-
nantes en la expansión del mercado y en la consecuente producción de escasez.
Como las existencias consideradas modernas cambian su naturaleza y localización
al sabor de los eventos que son cada vez más numerosos, los rostros y las extensiones de
la modernidad y de la pobreza varían en el tiempo. Grandes bancos, fondos de inversión
y pensión, empresas de consultoría, información y comercio internacional, industrias
de alta tecnología, cuya presencia en los países subdesarrollados es cada vez más fre-
cuente, constituyen el circuito superior y coexisten con el circuito inferior, reconocido
en formas de fabricación sin uso intensivo de capital y en las modalidades de comercio
y servicios no modernos. Incapaces de acompañar el paso del proceso de moderniza-
ción, ciertas porciones de la ciudad y ciertas personas son excluidas de los bienes del
período sin, no obstante, dejar de ser su resultado. Sin embargo, el circuito superior no
es completamente puro, pues abriga una porción marginal conformada por actividades
heredadas de divisiones territoriales del trabajo pretéritas y por actividades emergentes
y modernas. En un período en el cual la tecnificación, la normatización y la circulación
material e inmaterial se agudizan, esas formas mixtas se desarrollan crecientemente.
En ese proceso se observan eventos que son capaces de producir solidaridad orgá-
nica y otros, más visibles, que producen solidaridad organizacional. En este último caso
se trata del acontecer jerárquico, es decir, de la imposición de una cohesión organizacio-
nal fundada en una racionalidad distante (Santos, 1996: 226) que acomete la vida del
lugar. Entretanto, y quizás porque buena parte de los aconteceres homólogo y comple-
mentar se efectúa con acciones nacidas en la co-presencia a pesar de las órdenes exóge-
nas, es que algunas existencias terminan por reforzar la solidaridad orgánica. Créanse
nexos locales y, de ese modo, el lugar abriga, con deformaciones, el tiempo universal.
Al observar una gran ciudad podremos descubrir, tal vez, eventos portadores de
una solidaridad organizacional, como por ejemplo la implantación de un banco global

68 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

que cambia la circulación del dinero local y regional. Pero habría que observar también,
en esa ciudad, otro conjunto de eventos, cuya cuna es aquel pedazo del territorio, como
por ejemplo, la acción de una asociación de pequeños comerciantes buscando formas
más endógenas de circulación del dinero. Se trata de un evento capaz de producir una
solidaridad orgánica, y eso existe concomitantemente con los productores de solidari-
dad organizacional. Por ello hablamos de acontecer solidario, en el cual la simultanei-
dad e interrelación abriga, como nunca antes, una oposición.
De ese modo, entre los dos circuitos hay una oposición dialéctica, pues uno no se
explica sin el otro y ninguno de ellos puede tener autonomía de significado porque no
tiene autonomía de existencia. Ambos son opuestos y complementarios pero, para el
circuito inferior, la complementariedad adquiere la forma de dominación. Resultado
indirecto de la solidaridad organizacional, ese circuito se entiende, también, por la pro-
pia producción de solidaridad orgánica.
En el libro Pobreza urbana podemos leer:

[...] comparando las características de las mismas variables en cada uno de los dos circui-
tos, se nota, entre ellas, una contradicción. Pero, dentro de cada circuito, las variables
propias, esto es, la tecnología, la organización, la importancia de la actividad, las relacio-
nes de trabajo, el número de empleos, etc., constituyen un verdadero sistema dotado de
una lógica interna [Santos, 1978: 43].

De allí la idea de que la ciudad no puede ser vista sólo a partir de la economía
moderna, de una única división territorial del trabajo, del circuito superior. La ciudad,
sobre todo la metrópoli, es una yuxtaposición de divisiones territoriales del trabajo, de
técnicas y normas, de áreas construidas modernas y deterioradas, de circuitos económi-
cos. El medio construido (Harvey, 1975) y los instrumentos técnicos utilizados constitu-
yen manifestaciones urbanas del actual sistema técnico, pero también de sistemas técni-
cos heredados. Una mirada sobre las formas de trabajo y sus relaciones con el medio
construido permite reflexionar sobre los contenidos existenciales del espacio, es decir, la
vida y las técnicas, que indican cómo el territorio es utilizado. Las formas de trabajo que
componen el circuito inferior y el circuito superior marginal en el período actual pue-
den ser vistas como divisiones del trabajo espontáneas que nacen en los intersticios del
circuito superior (Silveira, 2004).
Allí las existencias pretéritas, como los objetos técnicos y las normas, son presenti-
ficadas por la acción, sea ésta vinculada a la división del trabajo hegemónica o a las
divisiones del trabajo no hegemónicas. Y como las existencias, sean cuales fueren, sólo
adquieren su valor histórico en relación con las demás, no estamos autorizados a anali-
zarlas aisladamente.
Es en la acción presente y en la presentificación del práctico-inerte que debemos
reconocer las tendencias definidoras del período. Es el caso del valor explicativo que hoy
adquieren las finanzas. En virtud de la extrema capilaridad, la premisa de la dificultad
de acceso al crédito por parte del circuito inferior, que caracterizó el período entre la
segunda guerra mundial y los años 1980 aproximadamente, no siempre se cumple en las
ciudades del mundo pobre en este inicio del siglo XXI. Se discute bastante la demanda
insatisfecha, cuando lo que parece definir nuestra época es exactamente su contrario,
una sobre-oferta de crédito y de préstamos. Y la distinción entre sector financiero for-
mal e informal parece complicar aún más el entendimiento del papel del dinero vivo en
las economías urbanas del mundo pobre. Cuando las tasas de intereses cobradas por los

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 69


María Laura Silveira

bancos, instituciones financieras y usureros sobrepasan el 10 % mensual, la cuestión


central es, quizás, descubrir los mecanismos que permiten semejante aceleración arras-
trando a todos los estratos sociales en ese movimiento. En el momento en que el circuito
inferior recurre a créditos y préstamos a ese costo leonino del dinero, vemos, una vez
más, que tal circuito es un resultado indirecto de la modernización. Las situaciones de
morosidad se multiplican, aunque se trate muchas veces de una morosidad ideológica,
pues a ese costo, el dinero ya fue voluminosamente devuelto. De ese modo, las finanzas,
como variable determinante, se vuelven dominantes porque invaden todas las formas de
actividad y los diferentes estratos de población. Sin embargo, ese uso coexiste, a menu-
do, con otros usos más horizontales como el mutualismo de un modo general y las
tontinas de un modo particular. Podría decirse que la liquidez, una necesidad de la
época, se alcanza por otras vías.
La racionalización creciente del territorio resulta de la intensidad y velocidad del
acontecer jerárquico. Las variables determinantes y dominantes del período revelan las
posibilidades actuales e impregnan los objetos modernos y el medio construido, las
técnicas de la acción y la ideología de la modernización. Es el circuito superior de la
economía, donde el acontecer jerárquico predomina y donde el acontecer complemen-
tar y homólogo se realizan por medio de existencias más puras. De ese modo se estable-
cen nexos extraños, cuyo papel es determinante, aunque esa racionalidad, que no cesa
de producir manifestaciones contrarias pero interligadas como el circuito inferior, tam-
poco se completa sin una racionalidad subordinada, como la porción marginal del cir-
cuito superior, tantas veces asociada a un acontecer complementar.
Sin embargo, como tales eventos no se realizan sin la generalización de la informa-
ción, pueden terminar creando también horizontalidades. Por ejemplo, la tendencia
contemporánea a la omnipresencia de la información, aunque no sea hegemónica, per-
mite a los pobres utilizar variables de la época como algunas técnicas modernas, refor-
zando la realización compulsiva de tareas comunes. El entendimiento de ese fenómeno
pareciera exorcizar el riesgo de ver la pobreza como un conjunto de existencias «ahistó-
ricas» o pretéritas, como resultado del «atraso» o, inclusive, como dicotómica en rela-
ción a la riqueza. Si la red de transportes en una ciudad parece responder más a una
división territorial del trabajo pasada, desasistiendo a las periferias pobres, el consumo
de objetos técnicos modernos en esas mismas áreas revela la contemporaneidad del
fenómeno social o, en otras palabras, la participación de los pobres en los eventos con-
temporáneos e interrelacionados, aunque los proyectos hegemónicos sean excluyentes.
Por ello, la pobreza actual es estructural, científicamente producida por la falta de acce-
so a bienes universales, aunque los pobres consuman y dispongan, como nunca antes,
de algunos objetos técnicos modernos, frecuentemente utilizados en relaciones horizon-
tales. Es la nueva realidad del circuito inferior de la economía urbana y sus renovadas
formas de interdependencia con el circuito superior.
Así, podríamos decir que el circuito superior obedece a los designios de la globali-
zación, a la modernización y al pensamiento único, el cual defiende que la única riqueza
creada en la ciudad adviene de tal circuito. Medio construido y técnicas, normas y polí-
ticas deben ser modernos y calcados en el denominado mercado global. Pero la gran
ciudad revela, con más fuerza a cada día, que la mayor parte de sus existencias materia-
les, normativas y políticas no es resultado directo de una contabilidad globalizada ni del
mercado global, sino de la exclusión y disconformidad y, sobre todo, de la producción de
una economía de bajo grado de capital, tecnología y organización. Es el circuito inferior

70 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

que permite la supervivencia de la mayor parte de la población.


Pareciera que las ciudades intermedias y pequeñas no revelan, con tanta evidencia,
tales contradicciones. De un lado, los aconteceres complementares y homólogos termi-
nan siendo más puros en esas localidades y, al provocar una acelerada circulación mate-
rial y financiera, intensifican la vida de relaciones y proporcionan una sensación de
prosperidad urbana y regional. Y, de otro lado, en esas aglomeraciones no suele haber
una superposición de divisiones territoriales del trabajo tan espesa. No es que en ellas no
exista el circuito inferior, pues éste no para de crecer, sino que buena parte de su dinámi-
ca urbana más visible puede estar dada, particularmente en regiones modernas, por la
porción marginal del circuito superior. La insatisfacción con los resultados de la racio-
nalidad dominante parece ser menos expresiva o menos visible.
Al contrario, la ciudad grande muestra con evidencia una superposición de divisio-
nes territoriales del trabajo, donde las formas hegemónicas deben coexistir con las here-
dadas y con otras formas nuevas aunque subordinadas. Es en ese enmarañado de obje-
tos, normas y formas de trabajo que la vida se desarrolla. Y cuando la política sólo se
preocupa con la división territorial del trabajo hegemónica, está identificando la repar-
tición del trabajo de una corporación o de un puñado de ellas con la división social y
territorial del trabajo de la nación. En la ciudad, se confunden, deliberada o ingenua-
mente, las necesidades del circuito superior con las de todas las demás formas de econo-
mía. De allí que se fustigue toda otra forma de supervivencia por su lentitud, falta de
modernidad y desempeño o, aún, por su dicha ilegalidad, acusando a las víctimas de
responsables de su propio drama y del atraso de la nación. El problema es imaginar que
esa economía de abajo, que corresponde a la mayoría de la nación y del territorio, no
crea riqueza, empleo ni es productiva. En realidad, el circuito inferior y, tantas veces, el
circuito superior marginal crean riqueza más lentamente y, por esa razón, menos des-
igualmente. Con respecto al empleo, un buen número de investigaciones serias ya de-
mostró, en diversos países, que esa economía pobre lo crea con velocidad y eficiencia.
Tal vez la velocidad y eficiencia que demuestra creando empleos es inversamente pro-
porcional a la velocidad y eficiencia con que la economía superior los elimina.
Sin pretender entrar aquí en la extensa discusión sobre el sector informal y su
dudosa sinonimia con el circuito inferior de la economía urbana, podemos afirmar que,
ya en la década de 1970, vinculada a la noción de baja productividad, la idea de inefi-
ciencia del llamado «sector informal» fue criticada por McGee (1977) y Santos (1978). A
partir de sus investigaciones en Asia, McGee (1977) defiende que esas actividades son
eficientes, incluyendo los vendedores ambulantes que consiguen distribuir las mercade-
rías baratas entre la población más pobre. Santos (1978) rechaza la irracionalidad como
modo de adjetivar a las denominadas actividades informales y afirma:

[...] cada civilización o clase se reserva la palabra [racionalidad] como característica supe-
rior de sus propias acciones. Pero la actividad económica de los pobres también funciona
de acuerdo a una lógica y por lo tanto es racional [Santos, 1978: 54].

Y aún antes, en su obra L’espace partagé (1975) Milton Santos ya aseveraba que el
funcionamiento del circuito inferior es dotado de perfecta racionalidad, pues:

El circuito inferior constituye, por lo tanto, un mecanismo de integración permanente,


que interesa en primer lugar a toda una masa de inmigrantes insolventes y no calificados.
Proporciona una cantidad de empleos máxima para una inmobilización mínima de capi-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 71


María Laura Silveira

tal. Responde, al mismo tiempo, a las necesidades de consumo y a la situación general del
empleo y del capital [Santos, 1975, 2002: 261].

Considerando todas las formas de existencia y racionalidad, el abordaje de los cir-


cuitos de la economía urbana revela el énfasis dado al territorio y al trabajo y no a los
sectores, éstos siendo una abstracción de la economía. El trabajo, vivo y muerto, puede
ser operacionalizado a partir de las técnicas, de la forma de organización, de la capaci-
dad de las empresas, entre otros aspectos, reconociendo las diferencias de los agentes en
el uso del territorio, sus temporalidades, el uso de las posibilidades del período. Al con-
trario, las perspectivas sectoriales proponen considerar los agentes como si el hecho de
ejercer actividades semejantes igualase su fuerza en el territorio. En realidad, cuanto
más moderno pretende ser un país, una región, una ciudad, más se crean excluidos, más
se eleva el umbral que separa un grupo de otro, dependiendo de las técnicas y formas de
organización, unas vistas como modernas y eficientes, otras como atrasadas e ilegales.
El extremo fraccionamiento de tareas es la energía que mueve la división del trabajo en
el circuito inferior, asegurando un buen número de empleos o, por lo menos, de trabajos
temporarios. Pero generalmente esa manifestación de uso intensivo de trabajo es vista
como parasitismo, deseconomía de escala, exceso de mano de obra, en fin, formas de
irracionalidad en una economía urbana que lucha para ser moderna.
En los países del Tercer Mundo, el medio construido metropolitano revela grandes
extensiones deterioradas, cuyo papel es central para viabilizar la existencia de activida-
des menos capaces de conferir valor a los bienes y servicios allí producidos. Nace un
mercado urbano, grande y segmentado, desigual, que permite el florecimiento de una
producción menos rentable, un profuso circuito inferior. Podría afirmarse que:

[...] la forma-contenido no puede ser considerada solamente como forma, ni solamente


como contenido. Significa que el evento, para realizarse, se engarza en la forma disponible
más adecuada para que se realicen las funciones de que es portador [Santos, 1996a: 83].

¿Por qué se crea un espacio banal que es el espacio de todos y no solamente el


espacio de puntos, de verticalidades, de la razón tecno-científica? Porque los eventos
productores de la existencia no son todos de la misma naturaleza. Ni todos los eventos
son productores de racionalidad, ni todos los eventos son productores de espacios de
puntos. El espacio banal es el lugar del acontecer solidario (Santos, 1996a: 205). En
otras palabras, cuando las posibilidades se encuentran con lo que ya existe, con ese
práctico-inerte, con esa extensión, se tornan nuevas existencias, cambian las formas-
contenido, crean especializaciones. Sólo que el mundo no es solamente un escenario de
especializaciones productivas, sino es sobre todo el mundo del espacio banal. Éste es el
espacio donde las acciones y los objetos modernos y perfectos coexisten con los objetos
imperfectos, envejecidos, «atrasados».

A modo de conclusión: el existencialismo territorial

La fuerza del mercado concreto, en el circuito inferior, contrasta con el poder del merca-
do abstracto del circuito superior, aunque este último comande la vida social. Mientras
que el fundamento del primero es el trabajo y sus productos, el fundamento del segundo
es el dinero en estado puro. Los mercados concretos son territorializados, la arena de

72 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana

actores con existencias concretas. Es el existencialismo territorial del que nos habla
Milton Santos (2000), esto es, un pragmatismo mezclado con la emoción a partir de los
lugares y de las personas juntos.
Una epistemología existencial busca captar la vida en las formas. Es la totalidad de
la existencia lo que interesa a esa geografía. Y, para ello, el mundo no puede ser escindi-
do a partir de enfoques incuestionables como los sectores de la economía, las redes, las
regiones pétreas, sino a partir de nuestro concreto pensado: la existencia en situación en
su respectivo período histórico (Silveira, 2006).
No es suficiente, sin embargo, retratar el funcionamiento de ese mundo de la globa-
lización perversa. Es necesario comprender que el distanciamiento creciente entre el
circuito superior y el circuito inferior no es un proceso ineluctable. Otras posibilidades
del período podrían tornarse existencias en la ciudad. Para ello parece importante ana-
lizar la vida sistémica de esos otros modos de trabajo y existencia, que no son vislumbra-
dos por una epistemología hegemónica fundada en el pasado, ni contabilizados por las
estadísticas —que ven otras maneras de vida como «residuales» o «problemas».
De allí la necesidad de reconsiderar el papel de la intuición y no sólo la racionali-
dad. Si la razón y la emoción están presentes en la vida del territorio, ambas tienen que
participar de la teoría. Entendida como la desobediencia de los hombres juntos a las
reglas pragmáticas del orden mundial, la emoción podría ser vista, en el camino del
método, como la desobediencia a los principios rígidos de una epistemología dominante
basada, muchas veces, en la lógica calculadora de la macroeconomía y ajena a nuestra
realidad. Ese sería uno de los fundamentos de la epistemología existencial.

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74 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6
LA CONTRIBUCIÓN DE MILTON SANTOS EN
LA CONSTRUCCIÓN DE UN CONCEPTO DE CIUDAD MEDIA

Óscar Sobarzo

Este capítulo pretende reflexionar sobre la contribución de Milton Santos a la hora de


pensar en la construcción de un concepto de ciudad media. Esta reflexión se plantea
como una exploración de elementos e ideas de la obra de nuestro autor que ayuden a la
construcción de una posible conceptualización. No se encontrará, por tanto, necesaria-
mente, en estas páginas el pensamiento de Milton Santos sobre las ciudades medias,
sino más bien una lectura e interpretación de sus ideas como una base para continuar
reflexionando sobre la construcción de un concepto de ciudad media, especialmente
desde la realidad brasileña.
Aunque la temática urbana siempre estuvo presente en la obra de Milton Santos y
sus aportaciones ofrecen un campo amplio para la interpretación de esta realidad, no es
posible identificar una obra específica sobre el tema de las ciudades medias. Esa disper-
sión de sus reflexiones, más que un problema, es una posibilidad analítica, ya que nos
obliga e invita a una lectura más extensa y una reflexión de más amplio calado para
alcanzar el objetivo propuesto en este texto.
El presente capítulo se estructura en cuatro partes. La primera discute la necesi-
dad de construir un concepto de ciudad media que supere una simple definición ope-
rativa. En la segunda parte, se presentan las reflexiones de Milton Santos sobre las
ciudades medias, distinguiendo, por un lado, las décadas de los sesenta y sesenta,
donde sus preocupaciones estaban más centradas en la realidad de los países subdesa-
rrollados y, por el otro, las década de los ochenta y noventa, momento en que la discu-
sión teórica-metodológica de la geografía acaparó, principalmente, su pensamiento.
La tercera parte del texto expone los aportes de algunos geógrafos brasileños que com-
plementan las ideas de Milton Santos y ayudan a pensar un concepto de ciudad media.
Finalmente, en las consideraciones finales, destacamos los principales puntos analiza-
dos e identificamos algunos desafíos para una eventual reflexión posterior sobre las
ciudades medias.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 75


Óscar Sobarzo

Ciudades medias: ¿buscar una definición o construir un concepto?

La expresión «ciudades medias» no está libre de controversias. Tal vez uno de los pocos
consensos con respecto a las ciudades medias se refiera a la dificultad de su definición,
ya sea por la variedad de criterios escogidos o por las situaciones diversas que existen o
puedan existir entre las realidades urbanas y los procesos de urbanización de diferentes
países o entre regiones de un mismo país.
La definición de un criterio estadístico (por ejemplo, un intervalo de población)
para la identificación de las ciudades medias resulta, muchas veces, la forma más sim-
ple y, al mismo tiempo, más problemática de aproximación al tema. Como señalan
Amorim y Serra (2001), el criterio del tamaño demográfico es simple y cómodo, pero
debe entenderse como una primera aproximación. La población de una ciudad puede
ser un indicador del tamaño del mercado local, de la infraestructura urbana o del grado
de concentración de actividades. Sin embargo, dependiendo de la realidad de cada país
o región y del período histórico analizado, los indicadores demográficos identificados
pueden representar distorsiones al momento de usarse como criterios para el análisis de
la realidad urbana. A modo de ejemplo, en la década de 1970, en Brasil, a pesar de las
diferencias entre autores, es posible definir una ciudad media como aquella comprendi-
da en un rango de población de 50.000 a 250.000 habitantes (Amorim y Serra, 2001). En
la primera década del siglo XXI, este intervalo varió para un mínimo de 100.000 y un
máximo de 500.000 habitantes.
Una definición en estos términos es ventajosa por ser operativa, pero requiere de
otros indicadores que la complementen para evitar una generalización y para solventar
situaciones complejas, como es el caso de los municipios conurbados que, si bien indivi-
dualmente pueden encuadrarse en el intervalo definido, analizados en conjunto forman
una unidad mayor que sobrepasa la idea de ciudad media. También es posible que ciu-
dades con población por debajo del intervalo, localizadas en regiones menos densamen-
te pobladas (como la Amazonia, por ejemplo), tengan funciones de ciudades medias o el
caso contrario, de ciudades con población mayor a los 500.000 habitantes y que ejercen
un papel de ciudad media en la jerarquía urbana.
En este plano operativo, podemos destacar el estudio del IPEA (2002) que buscó
caracterizar la red urbana brasileña desde la perspectiva del desarrollo regional a partir
de criterios estadísticos. De este trabajo, resulta interesante que, al enfrentar la tarea de
definir una morfología del sistema urbano y sus especificidades regionales, define una
matriz metodológica para el análisis de los diferentes tipos de ciudades que incorpora
variables demográficas, económicas, de infraestructura, centralidad y finanzas. En la
misma línea, Castello Branco (2006) elabora la idea de las ciudades medias como nodos
de articulación entre las grandes metrópolis y las ciudades menores, considerando el
tamaño poblacional, el volumen de actividades económicas, el grado de urbanización, la
centralidad y la calidad de vida. Sin embargo, a pesar de lo anterior, subyace un criterio
fundamentalmente estadístico, ya que las ciudades seleccionadas son definidas por un
intervalo poblacional entre 100.000 y 350.000 habitantes.
Aunque se reconoce el valor y la utilidad de una definición operativa, especialmente
como una manera de aproximación al estudio de la jerarquía urbana, pretendemos iden-
tificar, en el pensamiento de Milton Santos, algunas ideas que nos auxilien en la cons-
trucción de un concepto de ciudad media que pueda servir para la comprensión de la
realidad urbana actual. No se pretende, de todas formas, concluir de forma aseverativa

76 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

qué es una ciudad media, sino evidenciar aspectos para un debate y un proceso de
construcción (o incluso de superación) de un concepto.1

Milton Santos y las ciudades medias: análisis de dos momentos

A partir de la división en diferentes períodos de la obra de Milton Santos propuesta por


Sposito (1999), nuestro análisis se divide en dos momentos: décadas de 1960-1970 y de
1980-1990. Esta división sólo pretende facilitar la exposición de las ideas, puesto que la
construcción del pensamiento se da lógicamente en un proceso continuo, aunque no
lineal y, en todo caso, ajeno a cortes temporales rígidos.

Momento 1: décadas de 1960-1970

Según Sposito (1999), entre 1964 y 1977, período en que Milton Santos trabajó fuera de
Brasil, sus reflexiones urbanas se centraron en las preocupaciones por entender la reali-
dad de los países subdesarrollados. En este sentido, el punto de partida para nuestras
reflexiones es el fuerte cuestionamiento y la crítica a la imposición de modelos y teorías
elaboradas en países desarrollados para el entendimiento de una realidad diferente en
los países subdesarrollados del autor (Santos, 1980a, 1980b, 1982a, 2004). En este senti-
do, y desde esta perspectiva latinoamericana, la idea de la existencia de una red urbana
jerarquizada y articulada en niveles consecutivos es reemplazada por una red macroce-
fálica, con ciudades de niveles inferiores que no necesariamente «dependen» de las in-
mediatamente superiores, sino que se dirigen directamente a las ciudades más impor-
tantes, en una especie de «cortocircuito» de la red.
Esa constatación cuestiona la efectividad de los análisis y las políticas públicas que,
basadas en teorías que pensaban la red urbana como un sistema articulado, con proce-
sos graduales y diferenciados entre los tipos de ciudades, defendían que era necesaria
con la definición de acciones específicas a cada nivel jerárquico de cara a combatir
desigualdades regionales y acelerar procesos de desarrollo. En Brasil, podemos ejempli-
ficar esta forma de pensar la red urbana a partir de las políticas implementadas en la
década de 1970 con relación a las ciudades medias que, entre otras expectativas no
cumplidas, esperaban contener los flujos migratorios hacia las metrópolis, como si la
migración fuese gradual entre los diferentes tipos y niveles de ciudades (Véase Mendo-
za, en este mismo libro).
Junto con destacar la idea del «cortocircuito» en la red (que será retomada en la
década de los noventa en otro contexto), nos interesa destacar la tipología de ciudades
que Milton Santos definió en este primer momento. La clasificación propuesta en su
libro Les villes du Tiers Monde de 1971 consideraba indicadores capaces de evidenciar el
nivel funcional de la ciudad y su capacidad de organizar el espacio, toda vez que se

1. Esa tarea actualmente representa uno de los objetivos de dos proyectos de investigación Rede de
Pesquisadores sobre Cidades Médias (ReCiMe) y Cidades médias brasileiras: agentes econômicos,
reestruturação urbana e regional, coordenados por las profesoras Dra. Maria Encarnação Sposito
(UNESP) y Dra. Denise de Souza Elias (UECE), respectivamente, y donde participa el autor de este
capítulo. Ambos proyectos poseen financiamiento de CNPq-Brasil.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 77


Óscar Sobarzo

definían metrópolis completas, metrópolis incompletas, ciudades regionales y ciudades


locales (Santos, 1982a: 56-57).
En el contexto de los países subdesarrollados, las metrópolis completas represen-
tan los polos económicos de las naciones que iniciaron el proceso de industrialización.
Por su parte, las metrópolis incompletas resultan del atraso en la industrialización o de
características inherentes a este proceso, que comporta una transformación cualitativa
y cuantitativa de las grandes ciudades existentes. Las diferencias entre ambos tipos de
metrópolis se refiere a su capacidad de organización del territorio, de tal manera que las
metrópolis incompletas no poseen todos los medios necesarios para dominarlo (Santos,
1982a). Las ciudades regionales, como indica su nombre, corresponden a aquellas que
organizan un territorio regional. En el nivel menor de la tipología de ciudades de Milton
Santos para los países subdesarrollados, encontramos, por último, las ciudades locales,
orientadas a atender las necesidades primarias e inmediatas de las poblaciones locales.
Esta categoría incluye entidades de diversos tamaños demográficos, dependiendo de la
época y del lugar en que se localizan (Santos, 1980a).
Para Santos (2004, 1.ª edición 1979), la evolución en los sistemas de transporte y la
tendencia a la concentración industrial metropolitana comporta que la ciudad regional
se transforme en ciudad media o intermediaria, ya que su poder de organización y su
influencia sobre la región disminuyen, quedando, cada vez más, en una situación de
subordinación con relación a la metrópoli. En ese contexto, podríamos interpretar que
la ciudad media simplemente estaría obedeciendo a las directrices de la metrópoli. La
ciudad media sería, por tanto, una especie de ciudad regional que ha perdido su capaci-
dad de atracción y ha pasado a ser un simple punto o nodo de transmisión de las órde-
nes metropolitanas.
Desde otro punto de vista, que nos interesa de forma especial para los intereses de
este capítulo, debemos rescatar, por lo menos, dos elementos de ese análisis. En primer
lugar, la necesaria consideración de la variable temporal para el análisis de la red urba-
na, ya que una ciudad que se caracterice a partir de una tipología en un momento dado,
puede variar o transitar entre los tipos definidos en función de las transformaciones de
la red, pudiendo incluso la propia tipología definida resultar inadecuada en otro contex-
to temporal. De esta manera, la ciudad media como transformación de la otrora ciudad
regional no significa, necesariamente, una pérdida de importancia, pero sí una redefini-
ción de los papeles ejercidos por los diferentes centros urbanos. El segundo punto que
merece destacarse del análisis de Milton Santos es la condición de la ciudad media
como intermediaria, o sea, la función de intermediación entre una ciudad mayor (metro-
politana) y un espacio regional o local y sus respectivos centros urbanos permitiría con-
siderar una ciudad como media. (profundizaremos en este aspecto en el apartado si-
guiente).
A modo de resumen de lo anterior, las ciudades medias se podrían interpretar, si-
guiendo literalmente, y de manera miope, las palabras de Milton Santos, como exclusi-
vamente ciudades regionales. Sin embargo, si consideramos que una característica fun-
damental de la ciudad media es su capacidad de intermediación en la red urbana, tanto
las ciudades regionales como las locales se podrían entender como ciudades medias,
diferenciándose, en todo caso, por su área de influencia, mayor en el caso de las ciuda-
des regionales y menor en el caso de las locales o considerando que las primeras inter-
median en los flujos de la metrópoli y las segundas en los flujos de las propias ciudades
regionales. Por último, al incorporar la idea de red urbana no totalmente jerarquizada

78 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

en los países menos desarrollados (la idea del «cortocircuito») con relaciones no escalo-
nadas entre los diferentes niveles de la red, se refuerza la idea de que la intermediación
que propone Santos no se restringe necesariamente a un tipo de ciudad, ya que las
ciudades locales, regionales y las metrópolis incompletas tienen relaciones directas con
la metrópoli completa; es decir, la intermediación puede «diluirse» entre los diferentes
niveles de la red y no ser exclusiva de un tipo de ciudad.
Obviamente, un análisis de ese tipo precisa de una clara operacionalización, ya que
una definición tan amplia de ciudad media, que incluya diferentes tipos de ciudad, pue-
de dificultar una aproximación empírica o práctica de acercamiento al fenómeno. En
este sentido, aunque las metrópolis incompletas y las ciudades locales puedan ejercer
funciones de intermediación, de acuerdo a nuestra interpretación del esquema propues-
to por Milton Santos, no sería válido equipararlas a ciudades medias en el primer caso
por tratarse de espacios metropolitanos que implican dinámicas diferenciadas y, en el
segundo caso, porque la condición de ciudad local remite a la satisfacción de necesida-
des primarias e inmediatas.
Así, podemos pensar que la (otrora) ciudad regional, efectivamente, es la ciudad
media, pero con una salvedad derivada del hecho de enfatizar la idea de la intermedia-
ción como una dimensión importante para entender la ciudad media. De esta manera,
se podría solucionar el problema que puede generarse de una definición basada en un
intervalo rígido de población, ya que el papel de intermediación puede observarse en
varios tipos de ciudades. De esta manera, sería pertinente el análisis de ciudades con
población por encima o debajo de un rango establecido, que pueden ejercer ese rol de
intermediación y ser, por tanto, consideradas como ciudades medias, aunque se encuen-
tren fuera del intervalo. En los términos de la clasificación propuesta por Milton Santos
en la década de los setenta, por tanto, las ciudades medias serían o bien ciudades regio-
nales, o bien ciudades locales o grandes ciudades que, dependiendo de sus realidades
específicas, también ejercen funciones de intermediación.

Momento 2: décadas de 1980-1990

En este segundo momento, que se inaugura, en cierto modo, con la publicación del libro
Por uma Geografia Nova en 1978, las preocupaciones de Milton Santos se centran más
en la discusión teórica-metodológica del pensamiento geográfico, contribuyendo, de
esta manera, «de forma significativa no sólo a la comprensión de la realidad, sino espe-
cialmente a la construcción de una teoría del espacio» (Sposito, 1999: 29).
De acuerdo con los objetivos propuestos para este texto, nos interesa destacar el
concepto «medio técnico-científico-informacional» y sus alcances para el entendimien-
to de la realidad urbana y la relación de esta última con el medio rural. Ya podemos
percibir que este concepto comporta un avance en nuestras reflexiones, porque incorpo-
ra mayor complejidad para el entendimiento de las ciudades medias, que no sólo se
entienden en sus relaciones con otros centros urbanos de su red próxima, sino también
con relación al espacio rural y a las ciudades distantes.
El medio técnico-científico-informacional es el nombre del momento histórico en
que vivimos. Como afirma Milton Santos (1996), una división burda de la historia del
medio geográfico permite identificar tres etapas: el medio natural, el medio técnico y el
medio técnico-científico-informacional. En el período natural eran las condiciones na-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 79


Óscar Sobarzo

turales que constituían la base material de la existencia de los grupos humanos. El perío-
do o medio técnico supone un espacio mecanizado, que combina lo natural y lo artifi-
cial, con la intencionalidad de imponer la técnica a la naturaleza. Finalmente, el medio
técnico-científico-informacional supone la interdependencia entre la técnica y la cien-
cia, que amparadas y amparando el mercado, permitirán la consolidación de un merca-
do global, donde la energía principal de funcionamiento es la información.
El carácter global del período actual marca una diferencia fundamental con el perio-
do anterior, que debe considerarse en nuestras reflexiones. Si en el período técnico «eran
apenas las grandes ciudades que se presentaban como el imperio de la técnica, objeto de
modificaciones, supresiones, aumentos, cada vez más sofisticados y cargados de artificio»
(Santos, 1996: 190), actualmente ese mundo artificial incluye al medio rural.

Con la globalización, la especialización agrícola fundamentada en la ciencia y en la técnica


incluye el campo modernizado en una lógica competitiva que acelera la entrada de la
racionalidad en todos los aspectos de la actividad productiva, desde la reorganización del
territorio a los modelos de intercambio, invadiendo incluso las relaciones interpersonales
[Santos, 1996: 242].

Este medio rural deja de considerar totalmente las condiciones naturales y, ampa-
rado en la ciencia, la técnica y el conocimiento, pasa a tener otras relaciones con el
tiempo, los ciclos, la racionalidad, la productividad y la sociabilidad. De igual manera,
es un espacio que demanda nuevos productos y servicios, tecnologías, información y
profesionales. Es aquí que encontramos el nexo con la red urbana y con las ciudades
medias.
En su libro Metamorfoses do espaço habitado de 1988, Milton Santos se refirió bre-
vemente a esas nuevas relaciones ciudad-campo, retomando para ello el esquema de la
red urbana dividida entre metrópolis completas, incompletas, ciudades regionales, loca-
les y centros menores (vilas), destacando la idea de «cortocircuito» entre los niveles de
ciudades que no necesariamente significaba relaciones escalonadas y sucesivas. De igual
manera, utiliza la idea de «cortocircuito» para las nuevas relaciones campo-ciudad, ya
que las actividades agrícolas «modernizadas», de acuerdo con la expresión de Santos,
no necesariamente restringen sus relaciones a la ciudad próxima, estableciendo nexos
con áreas y ciudades lejanas. Con esta constatación nuevamente se cuestiona la validez
del esquema jerárquico, ahora no simplemente porque no refleja la realidad urbana de
los países subdesarrollados, sino también porque, en el contexto actual, especialmente
en función de las transformaciones en los medios de transporte y comunicación, las
relaciones entre centros urbanos y entre el campo y la ciudad no «respetan» la jerarquía
que anunciaban los modelos clásicos.
En este momento de la reflexión, resulta pertinente preguntarse cómo pensar las
ciudades medias en este medio técnico-científico-informacional. Para encontrar algu-
nas respuestas, debemos retomar el proceso de modernización del campo brasileño.
Milton Santos muestra cómo, en el proceso de reproducción capitalista, el campo surge
como un espacio atractivo porque «la sustitución de una composición orgánica de capi-
tal por otra composición orgánica de capital es más fácil que en la ciudad» (Santos,
1992: 19). En los espacios urbanos las existencias de «capital viejo» dificultan y encare-
cen su substitución. «Es mucho más caro arrasar una cuadra, hacer una nueva avenida,
un túnel, un viaducto, que sustituir, con incentivos financieros y fiscales, máquinas,
semillas y productos químicos» (Santos, 1992: 19).

80 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

El surgimiento de este campo «modernizado», con nuevas demandas y patrones de


consumo es fundamental para entender las ciudades medias. En este sentido, la conso-
lidación del consumo asociado a las demandas de las actividades productivas de la agri-
cultura moderna tiene un impacto directo en las ciudades, especialmente en las medias,
que pasan a ofrecer nuevos productos, equipamientos, servicios y profesionales. Milton
Santos denomina este consumo como «consumo productivo», diferenciándolo del «con-
sumo consuntivo» (Santos, 1992, 1994). El consumo productivo se relaciona, entre otros,
con el «consumo de ciencia embutida en semillas, clones, fertilizantes, etc., en el consu-
mo de servicios de consultoría y el consumo del dinero adelantado como crédito», mien-
tras el «consumo consuntivo» está más relacionado con el consumo de las familias res-
pecto a la «educación, salud, recreación, religión, información general o especializada y
el consumo político en la forma del ejercicio de la ciudadanía» (Santos y Silveira, 2001:
280).
Las ciudades responden a estos dos tipos de consumo. En el caso del consumo
productivo rural no es la ciudad que determina el consumo, sino es el campo que define
las demandas. En otras palabras, «el consumo productivo rural no se adapta a las ciuda-
des, por el contrario, las adapta» (Santos, 1994: 50). Aquí encontramos la relación con
las ciudades medias, porque estas dinámicas fortalecen los centros urbanos desde el
punto de vista demográfico y económico, de tal manera que se necesita un nuevo míni-
mo estadístico, de 100.000 habitantes, para la definición de las ciudades medias que
pasan a responder ante estos nuevos patrones de consumo (Santos, 1994: 51).
Sin embargo, las transformaciones no sólo se manifiestan por un cambio del límite
demográfico. Los cambios que más nos interesan suceden en el plano de los «conteni-
dos», retomando la terminología de Santos. En sus propias palabras:

Las ciudades locales cambian de contenido. Antes eran las ciudades de los notables, hoy se
transforman en ciudades económicas. La ciudad de los notables, donde las personalidades
notables eran el sacerdote, el notario, la profesora primaria, el juez, el promotor de justi-
cia, el telegrafista, cede lugar a la ciudad económica, donde son imprescindibles el agróno-
mo (que antes vivía en las capitales), el veterinario, el agente del banco, el piloto agrícola,
el especialista en fertilizantes, los responsables por los comercios especializados [Santos,
1994: 51].

Esta dinámica, en que la ciudad proporciona productos y servicios como respuesta


a las demandas del campo en vías de modernización, que incluso altera su configura-
ción, fue puesta en evidencia por Milton Santos al afirmar que «la ciudad se torna el
locus de la regulación de lo que se hace en el campo», ante lo cual «la ciudad local deja de
ser la ciudad en el campo y se transforma en la ciudad del campo» (Santos, 1994: 52),
destacando, de esta forma, la importancia de las interrelaciones entre los espacios urba-
no y agrícola.
Anteriormente habíamos apuntado, preliminarmente, que las ciudades medias co-
rresponden a las ciudades regionales en la tipología de Milton Santos de la década de
1970, si bien señalamos que las ciudades locales también podrían considerarse como tal
en función de su papel de intermediación. En este sentido, pensamos que, en este nuevo
contexto (medio técnico-científico-informacional), esta última idea es aún más válida,
ya que el aumento de la urbanización, con el respectivo crecimiento demográfico de los
centros urbanos, consolida las ciudades locales —o parte de ellas— como ciudades me-
dias. Por otro lado, la condición de intermediación en el período actual parece más

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 81


Óscar Sobarzo

relevante, especialmente si tenemos en cuenta la forma cómo se produce la articulación


de esos espacios de agricultura moderna con sus ciudades próximas, a nivel local, y con
espacios y ciudades distantes, a nivel global. Aquí Milton Santos y Maria Laura Silveira
(2001) realizan un aporte fundamental, al proponer que los sistemas de ciudades se
observen como una especie de geometría variable, que tome en cuenta «la manera como
las diferentes aglomeraciones participan del juego entre lo local y lo global» (Santos y
Silveira, 2001: 281).
En este punto de las reflexiones, cabría destacar que realmente poco importa si son
las ciudades regionales o las locales las que representan las ciudades medias, ya que
éstas serán, más allá de una denominación específica, las ciudades que intermedien
entre los flujos del ámbito de lo local y de lo global, especialmente en un contexto de
agricultura moderna y global. En este sentido,

[...] las ciudades medias tienen como papel el suministro inmediato y próximo de la infor-
mación requerida por las actividades agrícolas y de este modo se constituyen en intérpre-
tes de la técnica y del mundo. En muchos casos, la actividad urbana acaba siendo clara-
mente especializada, gracias a sus relaciones próximas y necesarias con la producción
regional [Santos y Silveira, 2001: 281].

La información es fundamental para las actividades del campo «modernizado» y es


la ciudad media que realiza la intermediación de este insumo. En algunos casos, la
información o parte de ella es producida en la propia ciudad, en otros casos la informa-
ción proviene de otros centros y la ciudad media transfiere (intermedia) los flujos de
informaciones especializadas necesarias para el mundo agrícola (Santos y Silveira, 2001).
Esta intermediación, no obstante, no se limita a la información, también incluye
productos esenciales para las actividades agrícolas (fertilizantes, agro-tóxicos, maqui-
narias, semillas genéticamente modificadas, sistemas automáticos de regadío, entre otros),
además de servicios especializados (por ejemplo, veterinarios, ingenieros y técnicos agrí-
colas, gerentes de bancos, comerciantes de ramos específicos). Esta dinámica impacta
la propia configuración de la ciudad, que se torna un punto atractivo para nuevos habi-
tantes que encuentran oportunidades en función de la dinámica económica.

De manera general, en la ciudad del campo la producción regional acaba por influir sobre
las iniciativas de los agentes urbanos. Las actividades industriales y de servicios son, en
general, tributarias de la actividad regional y, de ese modo, relativamente especializadas a
partir de esa inspiración. [...] La población urbana resultante es formada, de un lado, por
agrícolas que son urbano-residentes y por personas empeñadas en permitir la vida de
relación. De modo general, tales localidades reúnen actividades y profesiones tradiciona-
les y nuevas, abrigando también formas de burguesía y de clases medias tradicionales y
modernas [Santos y Silveira, 2001: 282].

La demanda de trabajadores calificados en estos centros urbanos comporta, en este


sentido, una redistribución de las clases medias en el territorio, que se trasladan a las
ciudades medias que necesitan de «un número creciente de letrados, indispensables
para la producción material, industrial y agrícola, que se intelectualiza» (Santos, 1994:
55), mientras que los pobres continúan dirigiéndose, principalmente, a las ciudades
grandes y metropolitanas. Esta atracción diferenciada de la clase media por las ciuda-
des medias puede ser identificada en los procesos de transformación del espacio urba-
no. En efecto, las clases medias demandarán vivienda, educación, salud y comercio

82 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

específicos para sus necesidades y el mercado, en consecuencia, responderá a estas de-


mandas. Así podemos entender la proliferación de condominios, colegios y universida-
des privadas, centros de salud especializados, grandes centros comerciales, hoteles de
redes internacionales, entre otros, que se constituyen actualmente en indicadores del
dinamismo de un territorio y que pasan a ser parte intrínseca de las ciudades medias.
Estos procesos también nos remiten a la idea de intermediación y geometría varia-
ble, ya que en la materialización de estos nuevos espacios de residencia y servicios está
presente la relación local/global. Se tratan, en este sentido, de demandas locales que
obtienen respuestas globales, que pueden ser entendidas en el sentido que la proceden-
cia de los capitales es, en general, externa (metropolitana o incluso internacional) y que,
a veces, se asocian con capitales locales para las inversiones. También se da una progre-
siva homogenización de productos inmobiliarios y servicios, lo cual puede observarse
en los paisajes repetitivos de condominios y urbanizaciones cerradas, en la monotonía
de los shopping centers o en la estandarización de las cadenas hoteleras.
La relación local/global, en último término, apunta a que el proceso global de repro-
ducción capitalista encuentra, en los niveles locales del campo modernizado y en sus
ciudades medias tributarias, espacios propicios para continuar su expansión, lo cual
implica, en muchas ocasiones, una alianza próxima entre capitales externos, capitales
locales y poderes públicos.
Finalmente, nos interesa destacar que la intermediación no significa relaciones si-
métricas entre lo local y lo global. En este sentido, Milton Santos destaca la subordina-
ción de las zonas de agricultura moderna y los núcleos urbanos complementarios a
factores y agentes externos. Pensemos en las influencias de los mercados lejanos sobre
decisiones relativas a la producción o al consumo. Pensemos en las nuevas formas de
residencia y consumo, ya mencionadas, repetitivas y homogéneas que se imponen en
cualquier lugar como formas hegemónicas de las clases altas y medias y que pasan a
alimentar el imaginario de las clases más bajas. En este sentido,

Las ciudades medias comandan lo esencial de los aspectos técnicos de la producción re-
gional, dejando lo esencial de los aspectos políticos para aglomeraciones mayores, en el
país o en el extranjero, en virtud del papel de esas metrópolis en la conducción directa o
indirecta del llamado mercado global [Santos y Silveira, 2001: 282].

En el plano político, esta subordinación también se manifiesta y, de esta forma, las


ciudades medias se debaten entre los intereses políticos locales, que muchas veces se
restringen al plano inmediato político-electoral, y los intereses políticos externos nacio-
nales o regionales más amplios. La intermediación en este caso significa, en el plano
local, la administración de la política bajo la óptica de lo inmediato, favoreciendo prác-
ticas electorales y clientelistas, adaptando políticas superiores para estos fines.
Retomando las ideas vistas anteriormente, destacamos los siguientes aspectos como
fundamentales para realizar una conceptuación de las ciudades medias: la condición de
intermediación en un contexto de geometría variable, las articulaciones y relaciones
entre lo local y lo global, y la subordinación o la asimetría de esas relaciones.

Avanzando en la construcción de un concepto

En este apartado, analizaremos los aportes de algunos geógrafos brasileños que se cen-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 83


Óscar Sobarzo

tran en las consideraciones ya expuestas y que nos permiten avanzar en las reflexiones
para construir un concepto de ciudad media. Esta revisión no es exhaustiva, ya que
nuestro interés consiste en destacar puntos de contacto con las ideas de Milton Santos
vistas anteriormente.
En primer lugar, destacamos los aportes de Sposito (2006a) que sintetiza, en pocas
palabras, las ideas que hemos venido exponiendo en este texto y que significan, según
nuestra opinión, un marco para iniciar la construcción de un concepto de ciudad media.
Esta autora distingue las «ciudades de tamaño medio» de las ciudades medias y expone
que en Brasil el intervalo entre 50.000 y 500.000 se acepta como criterio de definición de
las ciudades de tamaño medio. Sin embargo, destaca que no todos los núcleos urbanos
que se sitúan en este rango pueden ser considerados ciudades medias, puesto que este
concepto no se restringe a aspectos poblacionales, sino que debe incluir necesariamente
el papel de cada ciudad en el conjunto de la red urbana, según su magnitud y diversidad.
Esta autora resalta la idea de la intermediación como factor determinante para la defini-
ción de las ciudades medias y el hecho de que se resalte el contexto actual de relaciones
que no se limitan al plano de lo local y que se articulan a escalas mayores (nacional e
internacional). En sus propias palabras,

Así, se atribuye la denominación «ciudades medias» a aquellas que desempeñan papeles


regionales o de intermediación en el ámbito de una red urbana, considerándose, en el
período actual, las relaciones internacionales y nacionales que tienen influencia en la con-
formación de un sistema urbano [Sposito, 2006a: 175].

En el plano del entendimiento de las ciudades medias, Sposito (2001) también con-
tribuye a la reflexión sobre cómo la intermediación se manifiesta en el espacio al anali-
zar las relaciones en términos de continuidad y discontinuidad territorial, áreas, redes,
ejes y flujos. En este sentido, la ciudad media ofrece bienes y servicios a ciudades meno-
res y áreas rurales de su entorno y, por tanto, desempeña funciones de intermediación
inmediata en su área próxima. En función de la proximidad y de la distancia de esta
intermediación, se generan flujos regionales «que marcan y son marcados por la exis-
tencia de un espacio de continuidad territorial, cuya configuración es la de un área»
(Sposito, 2001: 637).
En este sentido, se podría pensar que la intermediación de la ciudad media en el
ámbito local define un área de influencia que no se aleja de los postulados de los análisis
clásicos de red urbana, aunque cabe destacar que, en este caso, la autora no limita estas
relaciones a las áreas contiguas. Desde esta perspectiva, Sposito (2001) analiza que los
flujos que implica el consumo de bienes y servicios a grandes distancias amplían el
papel de intermediación de las ciudades medias, de tal suerte que se genera un espacio
que no se constituye como un área continua, sino que se configura como una red o
múltiples redes que caracterizan una discontinuidad territorial.
En línea con lo anterior, y profundizando en la idea de intermediación de las ciuda-
des medias en términos de la articulación entre lo local y otras escalas mayores, encon-
tramos la idea del territorio en red; «la configuración que se organiza no es la del área
con continuidad territorial, sino que la de una fluidez territorial definida a lo largo de los
ejes de circulación» (Sposito, 2001: 638). Retomando, por último, la idea del «cortocir-
cuito» en la red de Milton Santos, se hace necesario destacar que esta red no significa
relaciones organizadas jerárquicamente, ya que «las relaciones de competencia y com-
plementariedad pueden darse entre ciudades de la misma importancia» (Sposito, 2001:

84 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

637).
Tenemos, entonces, un panorama compuesto por relaciones locales, nacionales y
globales que se combinan y definen, a partir de la ciudad media, áreas y ejes, con conti-
nuidad y discontinuidad territorial, articulando una red compleja. Es en este sentido
que Santos y Silveira (2001) nos hablan de las ciudades medias en la encrucijada entre
las verticalidades y las horizontalidades.
La idea de la articulación en redes también es destacada por Elias (2006). Esta
autora, siguiendo la línea del pensamiento de Milton Santos, trabaja con el concepto de
«agricultura científica» para referirse a la agricultura modernizada abordada en el apar-
tado anterior. La agricultura científica necesita la interdependencia con los demás secto-
res económicos y del funcionamiento de la economía como un todo, lo cual se traduce
en «un proceso continuo de fusión con capitales de los demás sectores, formando verda-
deras redes de producción agropecuaria» (Elias, 2006: 286).

Estas [redes] incluyen desde la producción agropecuaria propiamente tal, así como distri-
buidores de máquinas e insumos; prestadores de servicios; agroindustrias; empresas de
distribución comercial; empresas de pesquisa agropecuaria; empresas de marketing; em-
presas de fast food; supermercados, etc. (Elias, 2006: 286).

De este modo, las relaciones de la producción agropecuaria no sólo se limitan al


propio sector económico, sino que necesita, de forma creciente, de estrechos vínculos
con los otros sectores de la economía, que exceden el espacio local en que están insertas.
En otras palabras, para pensar las articulaciones e intermediaciones que pasan por la
ciudad media, necesitamos pensar cómo los «circuitos espaciales de producción» se
articulan y «extrapolan, de forma cada vez más intensa, los límites de un lugar, de un
municipio, de una región o de un país, reforzando así su presencia en el circuito supe-
rior de la economía» (Elias, 2006: 286).
De la misma manera, la ciudad media, por su estrecha relación con esta agricultura
científica, en la medida que se erige en suministradora de productos, servicios, conoci-
miento, información y mano de obra y, al mismo tiempo, es modificada por la dinámica
y demandas del medio agrícola moderno, nos permite reflexionar de forma más comple-
ja las interrelaciones y diferencias entre campo y ciudad. Éstas no se deben interpretar
como una simple dicotomía entre espacios diferentes, sino como espacios que se inva-
den, diluyen, sobreponen y complementan entre sí, tanto en sus aspectos formales como
en sus contenidos (Sposito, 2006b; Sobarzo, 2006).
Elias (2006) también destaca la subordinación de las ciudades medias. En este
sentido, en las áreas de agricultura científica, las ciudades medias se constituirían en
«ciudades de ejecución» y no en «ciudades de mando», usando la terminología de Mil-
ton Santos, y estarían bajo la influencia de un orden exógeno, «dirigidos por agentes
económicos extra-regionales» que imponen sus intereses económicos, imposibilitando,
de esta manera, a la población y los poderes locales «conducir la regulación de la pro-
ducción y del territorio locales. Solamente ejecutan, son obedientes a las imposiciones
que vienen desde afuera, no tienen poder de decisión» (Elias, 2006: 301).
Este último punto parece entrar en contradicción, en parte, con uno de los aspectos
que plantea Roberto Lobato Corrêa (2006) en su análisis sobre el papel de las ciudades
medias. Este autor identifica la existencia de una «élite emprendedora» como una con-
dición necesaria para considerar una «ciudad de tamaño medio» como «ciudad media».
Esta élite local debe ser activa en el plano de la toma de decisiones y en el proceso de

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 85


Óscar Sobarzo

acumulación de capital, lo cual comporta una relativa autonomía económica y política


en el plano local, de tal forma que se puede competir en algunas actividades económicas
y sectores con los agentes exógenos.
Nuestra lectura, más que una contradicción, destaca una complementariedad entre
los análisis de Elias y Corrêa. Pensamos que la élite emprendedora local es fundamental
para entender la ciudad media, sin olvidar las articulaciones con escalas superiores y el
poder de decisión de los agentes nacionales y globales. En este sentido, reconocemos la
incapacidad de esa élite local para dirigir los procesos de toma de decisiones económi-
cas y políticas, aunque su capacidad de adaptación y asociación con los intereses exóge-
nos es fundamental para entender su dinamismo y su poder de comando en ámbitos
locales. Pensemos, a modo de ejemplo, en los poderes locales que, asociados a intereses
nacionales y globales, controlan, en las ciudades medias, presidencias municipales, ga-
binetes de prensa, medios de comunicación, establecimientos comerciales o incluso ac-
tividades económicas.
Corrêa (2006) también caracteriza la ciudad media en función de su «localización
relativa», que se refiere a la condición de constituir un «foco de vías de vías de circula-
ción y efectivo nodo de tránsito, incluyendo personas, capitales, informaciones y expre-
siva variedad y cantidad de mercancías y servicios» (Corrêa, 2006: 7). Otra característica
de la ciudad media está relacionada con la presencia de «interacciones espaciales» en
múltiples escalas, que conectan a la ciudad media con la red global de ciudades e inte-
racciones y que conectan esta red global con la ciudad media; es decir, interacciones
desde y para la ciudad media.
En su conjunto, los autores analizados en este apartado refuerzan el camino de las
reflexiones propuestas por Milton Santos, con un particular énfasis en la diferenciación
entre ciudades de tamaño medio y ciudades medias, al atribuir a este último concepto
una idea de funcionalidad clara en el conjunto de la red urbana. El momento actual
exige que este papel de la ciudad media sea analizado a partir de la relación entre lo local
y lo global, haciendo referencia tanto a la intermediación próxima como a la distante,
que configuran áreas y redes, a la continuidad y discontinuidad territorial, en una diná-
mica en que la fluidez desde y para las ciudades medias implica mayores ventajas y
competitividad. También es necesario, por último, considerar que las relaciones son
desiguales y que los actores hegemónicos necesitan asociarse a actores locales, de tal
forma que los primeros conservan el mando y los segundos la ejecución.

Consideraciones finales

Las reflexiones inspiradas a partir de la lectura de parte de la obra del profesor Milton
Santos nos permiten avanzar en la conceptuación de las ciudades medias, especialmen-
te si consideramos la condición de intermediación que estos centros realizan en el con-
junto de la red urbana y entre las áreas agrícolas y otras ciudades y regiones. Demues-
tran que esa intermediación no es la misma que la proclamada en los modelos de jerar-
quía urbana que consideraban un funcionamiento gradual y escalonado de los diferentes
niveles de la red. De hecho, las características particulares, asociadas al menor grado de
desarrollo, de las ciudades brasileñas, y por extensión las latinoamericanas, revelan un
funcionamiento diferente de la red urbana, marcada por la macrocefalia y por relacio-
nes entre centros urbanos que no necesariamente se dirigen a sus inmediatamente supe-

86 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad media

riores, sino que «saltan» hacia las mayores ciudades, especialmente las capitales nacio-
nales, que históricamente han concentrado el poder político y económico en América
Latina.
En la actualidad, las condiciones del «medio técnico-científico-informacional», si-
guiendo a Santos, también articulan esas relaciones e intermediaciones entre ciudades
próximas, ciudades distantes y espacios agrícolas de manera más compleja, definiendo
áreas, ejes o flujos, y combinando continuidad y discontinuidad territorial. En este sen-
tido, los avances en las tecnologías de transporte y telecomunicación comportan, en
cierta manera, que estas relaciones más directas entre espacios y actividades no se en-
cuentren próximas y que no necesiten necesariamente de la intermediación de ciudades
jerárquicamente mayores para su funcionamiento.
Por ello, rescatamos el concepto de geometría variable de Milton Santos para pensar
cómo la ciudad media participa de las relaciones y articulaciones entre lo local y lo
global. Este concepto implica la articulación dinámica y simultánea de horizontalidades
y verticalidades; es decir, relaciones que se producen local y globalmente, que definen
áreas y redes, que expresan subordinación y hegemonía. La geometría variable, por
último, también involucra la dimensión temporal y, en ese sentido, las relaciones se
transforman y varían a lo largo del tiempo. Esta condición de geometría variable consti-
tuye, en este sentido, un reto epistemológico ya que plantea la necesidad de repensar
constantemente el concepto de ciudad media.
Finalmente, me gustaría, a modo de reflexión última, a partir de la obra de Milton
Santos, apuntar dos ideas de cara a profundizar en el estudio sobre el papel de las ciuda-
des medias en la jerarquía urbana:

• Necesidad de trabajo empírico: se necesitan más trabajos empíricos que, a partir


de definiciones operativas de «ciudad media», permitan retroalimentar reflexiones y
construcciones teóricas.
• Contra el congelamiento de los conceptos: es imperiosa una reflexión continuada
sobre la construcción de un concepto de ciudad media, lo cual puede comportar el aban-
dono de una definición en un momento dado y su superación por otro, reflexión que
siempre se debe dar a partir del análisis empírico (Santos, 1982b).

A modo de conclusión, y volviendo a un punto inicial, podemos decir que uno de los
pocos consensos en torno a las ciudades medias se refiere a la dificultad para establecer
una definición. La dificultad para llegar a un concepto «definitivo» no se debe conside-
rar, sin embargo, un problema, más bien, constituye un desafío epistemológico que ha
sido el objetivo de este capítulo.

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88 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7
DE LA DIALÉCTICA A LA TRIALÉCTICA
DEL ESPACIO: APROXIMACIONES AL PENSAMIENTO
DE MILTON SANTOS Y EDWARD SOJA

Adrián Hernández Cordero

La base misma de la geografía es que el mundo está


siempre redistribuyéndose, regeografizándose. En cada
momento, la unidad del mundo produce la diversidad
de los lugares.
MILTON SANTOS (2001: 13)

Este capítulo analiza el pensamiento de Milton Santos con respecto a la dialéctica del
espacio y contrasta los postulados de este autor con el trabajo de Edward Soja, en parti-
cular sus reflexiones en torno a la perspectiva de la trialéctica espacial. La intención
esencial de nuestra reflexión es, de esta manera, contrastar el tránsito de la díada a la
tríada espacial, así como las filosofías y contextos de ambos autores. A pesar de que
consideramos que parten de planteamientos contradictorios en el nivel epistemológico,
al menos a primera vista, en este texto abordaremos la posibilidad de complementarie-
dad de ambos autores, ya que, de acuerdo a nuestra opinión, comparten algunos puntos
en común e influencias que se irán exponiendo a lo largo del capítulo.
Santos fue un geógrafo marxista y Soja, aunque retoma el pensamiento de Lefeb-
vre, es uno de los geógrafos posmodernos por antonomasia. Los autores pueden ser
comparados en su adversa concepción del espacio y en la escala de análisis utilizada por
cada uno. El primero se sitúa en una perspectiva global-estructuralista que examina la
producción del espacio en el sistema capitalista, a partir de dimensiones políticas, eco-
nómicas y tecnológicas. Por otro lado, Soja considera la producción del espacio desde
una postura cultural, a una escala meso. Sin embargo, Santos y Soja se aproximan en el
momento que propugnan la reivindicación del espacio en la teoría social, aunque lo
plantean en épocas diferentes, sus ideas marchan en ejes paralelos. Un segundo nivel de
acercamiento surge cuando se argumenta que la postura trialéctica no suprime la ideo-
logía dialéctica, sino que esta última se retoma para construir un concepto de espacio
integrador, a través de dimensiones culturales y subjetivas. Los autores también coinci-
den en señalar que la geografía debe ser una disciplina con un alto grado de compromi-
so político, capaz de denunciar los sistemas de dominación imperantes y, al mismo
tiempo, brindar visibilidad a minorías y grupos marginales. Los puntos anteriores son
herencias del marxismo heterodoxo que ambos practicaron y que recuperaron de la
obra de Henri Lefebvre. Santos en la década de los sesenta del siglo XX retomó el mate-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 89


Adrián Hernández Cordero

rialismo histórico como forma de reacción ante la «nueva geografía». Años más tarde,
Soja recurre al materialismo histórico-geográfico en la segunda mitad de los años ochenta,
cuando comenzaba a gestarse el cambio de paradigma geográfico. Los autores compar-
ten una matriz ideológica común, no obstante, sus planteamientos se enfilaron en vías
desiguales, dicha filiación al marxismo admite la comparación entre estos autores tan
disímiles.
Debe tenerse en consideración también que los planteamientos de ambos autores
parten del análisis de realidades geográficas diferentes y se realizan en momentos dis-
tintos. Santos planteó sus razonamientos desde el tercer mundo, mientras que las re-
flexiones de Soja parten del análisis de los países industrializados. Por tanto, es comple-
ja la confrontación de la realidad social interpretada por cada uno. Pero, a pesar de las
diferencias empíricas y de contexto, consideramos que la comparación es posible, al
menos, en el sustrato teórico.
Con relación al pensamiento de Milton Santos, examinaremos algunos aportes de
su obra; en particular aquellas relativas al espacio y a la ciencia geográfica. Cabe aclarar
que, a lo largo de su vida profesional, Santos tuvo diferentes formas de entender el
objeto de estudio de la geografía. Siguiendo la clasificación de Zusman (2005) nos cen-
traremos en la tercera y última perspectiva trabajada por el autor: el espacio social,
entendido «...como la interacción entre un sistema de objetos y un sistema de acciones
[...] donde la realidad social no está constituida sólo por la estructura, sino también por
la acción de los sujetos...» (Zusman, 2005: 211). Es relevante centrarnos en esta perspec-
tiva porque permite abordar el estudio socio-espacial desde diferentes ángulos. Inicial-
mente el espacio se considera un elemento sustancial en la vida social, en contraposi-
ción con las visiones de éste como soporte posibilitador de existencia. Igualmente, desde
dicha óptica, el espacio es condición vital de la producción y reproducción del capitalis-
mo y, por ende, ámbito de ejercicio y de acumulación de poder. Pero también Milton
Santos se refiere al espacio como espacio cotidiano (re)edificado por los sujetos en un
momento dado con las dinámicas contemporáneas y las herencias del pasado; por lo
tanto, el espacio social se puede abordar desde perspectivas macro y micro.
De forma sintética, diremos que las reflexiones de Milton Santos son innovadoras
en los años sesenta, momento en que se gestan, por otro lado, afanosos movimientos
antisistema en algunos países de Europa y en los Estados Unidos, que se difundieron
también en el Tercer Mundo. Dentro de la geografía, en este ambiente, emergió con
fuerza la escuela marxista-crítica que reaccionó a la hegemonía de la geografía neoposi-
tivista. Como punta de lanza, la obra de Santos aquí estudiada, sostiene dos preocupa-
ciones centrales: acreditar la dimensión espacial como totalidad social y su carácter
dialéctico, y la configuración socio-espacial a través del tiempo (Santos, 1978; 1986;
1996). Uno de los legados miltonianos a la geografía latinoamericana, en este sentido,
consiste en reintegrar la preocupación de la relación espacio-sociedad en las ciencias
sociales.
Por otro lado, Edward Soja es uno de los líderes, en el mundo anglófono, de lo que
se ha dado a llamar geografías posmodernas, y sobresale por sus investigaciones urba-
nas en la denominada escuela de Los Ángeles. Igualmente son sustanciales sus reflexio-
nes teóricas y epistemológicas de la geografía. En este sentido Clua y Zusman (2002)
señalan que el trabajo de Soja realiza aportaciones relevantes en tres directrices: a) el
compromiso político en y desde la academia; b) la interrelación de elementos simbólicos
y materiales en la configuración territorial, ya que paralelamente introduce el análisis

90 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de M. Santos y E. Soja

de la diferencia desde diversas escalas; c) la recuperación de la importancia del espacio


para la teoría social coetánea. El eje de su obra, estudiada en el presente capítulo, está
relacionado con la posmodernidad y sus implicaciones desafiantes al binarismo dialéc-
tico ampliamente difundido en la geografía moderna. Soja propugna superar la dialécti-
ca del espacio formulando una holística trialéctica espacial, que tiene como nodo articu-
lador su propuesta conceptual sobre el tercer espacio («thirdspace»).
Para la geografía y para las ciencias sociales en general, la posmodernidad compor-
ta una transformación fundamental. En concreto, respecto a la geografía, se plantea la
apertura del espacio como una paradoja y no como una tautología. Aunque el vocablo
«spatium» remita etimológicamente a amplitud, específicamente estos autores se refie-
ren a la idea de abertura que renuncia a pensar al espacio como una realidad cerrada.
Sería inconcebible tal propuesta sin hacer referencia al conocido «giro cultural» o «cul-
tural turn» y su complemento el «giro espacial» o «spatial turn» (Da Costa, 2004; Philo,
1999). El primer giro involucra una atención progresiva hacia las dimensiones inmate-
riales, la subjetividad, los imaginarios y las emociones. Por otro lado, el «giro espacial»
busca repensar el significado del espacio-espacialidad en lo social, de tal forma que se
restituya el espacio en el trabajo académico. De tal suerte, ambos giros abren a la geo-
grafía humana hacia superficies no suficientemente exploradas (si bien es cierto que la
geografía humanista estaba consolidada, sin embargo ocupaba un lugar secundario en
la geografía). Desde entonces ya no resulta absurdo, por ejemplo, reflexionar sobre suje-
tos y espacios marginales, y/o alteritarios largamente ignorados por la universalidad de
algunos paradigmas científicos.
Con relación a lo anterior organizamos el capítulo en cuatro partes. La primera
analiza la noción espacial de Santos, y resaltamos su pensamiento dialéctico y sus impli-
caciones para la geografía. En la revisión de la conceptualización del espacio destacare-
mos una de las características y/o limitantes de la obra de Milton Santos: la materialidad
y objetividad espacial, que es tomada como el sitio de partida de la crítica de Soja a la
postura dialéctica. Para Santos, la geografía contemporánea deberá superar la relación
binaria entre el espacio material y el espacio mental. Así introducimos el segundo apar-
tado del escrito enmarcado en la posmodernidad. También en esta sección presentamos
dos de las interpretaciones que se pueden hacer de la propuesta teórica de Soja, y nos
enfocamos en puntualizar la «trialéctica del espacio». En tercer lugar, abordamos las
concordancias de ambos autores, entre las que irrumpe la sombra de Henri Lefebvre y,
en este sentido, nos cuestionamos hasta qué punto se da una ruptura de corrientes de
pensamiento geográfico o, si en realidad, estamos ante un punto de continuidad en
ambas perspectivas. En las conclusiones planteamos la complementariedad los enfo-
ques teóricos analizados.

Milton Santos y el pensamiento dialéctico del espacio

El geógrafo brasileño Milton Santos (1926-2001) fue uno de los científicos espaciales
más preocupados por la ontología de la geografía, más aún, consagró gran parte de su
dedicación profesional al estudio del espacio. Argumentaba que si la geografía conti-
nuaba en su empeño narcisista por definirse a sí misma, olvidando la concreción y
construcción de su materia prima, el espacio, le resultaría complicado concebir a éste
como una realidad objetiva dinámica, y continuarían las delimitaciones parciales y pasi-

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 91


Adrián Hernández Cordero

vas subordinantes de éste.


Esta concepción concreta y construida del espacio se enfrenta a la postura «idealis-
ta», fundada en los postulados hegelianos, que concibe al espacio como un pensamiento
animador de la naturaleza, sin poner en tela de juicio su existencia objetiva. A la par,
Santos arremete también contra la conceptualización del «espacio contenedor», que
entiende a éste como soporte y/o receptáculo de las relaciones entre sujetos y objetos. La
última posición cuestionada por el autor es la referente al «espacio reflejo», que defien-
de que los hechos de la vida social se reflejarán en el nivel espacial de manera unidirec-
cional.

La geografía crítica y el concepto del espacio social

Santos lideró, en América Latina, la corriente de pensamiento conocida como geografía


crítica, que, entre sus postulados destaca por ser una escuela comprometida con la gene-
ración de un saber crítico, en favor de los cambios revolucionarios que la sociedad nece-
sitaba para redimirse. De esta manera, cuestiona el academicismo de la geografía clási-
ca, el pragmatismo capitalista de la geografía teorética, y las idealizaciones de la geogra-
fía humanista. Su vocación activista es el principal centro de acometidas. Los
disconformes con la geografía crítica argumentaban que era una alternativa sin mayo-
res aspiraciones para revitalizar la geografía y la definen como una respuesta ideológica
a un cierto momento histórico (Ortega Valcárcel, 2000).
Mas allá de estas discusiones, sin embargo, uno de los grandes legados de Milton
Santos fue avanzar en el dialogo interdisciplinario —aprovechando la reinserción en la
teoría social de la categoría espacio, sobre todo en la década de los años sesenta— con la
intención de presentar una propuesta que entendía al espacio como un producto social.
Éste es el común denominador de los supuestos de los geógrafos críticos, que además,
piensan el espacio como una estructura «integrante de la totalidad social» (Hiernaux y
Lindón, 1993: 92). Dicha estructura está acompañada por categorías económicas, cultu-
rales e ideológicas. De tal suerte, el espacio asume un rol activo y no se considera que sea
un contenedor de procesos sociales, sino una condición de estos. Análogamente, el espa-
cio cuenta con la particularidad de cruzar a las demás instancias sociales —políticas y
culturales, por mencionar algunas— porque la vida social se espacializa. Por tanto, las
formas espaciales perduran mayormente en las sociedades influyéndoles más no de-
terminándolas; asimismo el espacio no está subordinado a las otras estructuras sociales
—por ejemplo la económica. El espacio es, por tanto, al mismo tiempo, continente y
contenido.
Con relación a lo anterior, Santos propone una noción de espacio visto como un
campo de fuerzas bidireccionales, que además se edifica a través del tiempo. En sus
propias palabras:

El espacio se define como un conjunto de formas representativas de las relaciones sociales


del pasado y del presente, y por una estructura representada por las relaciones sociales
que ocurren ante nuestros ojos y que se manifiestan por medio de los procesos y las fun-
ciones [Santos, 1990: 138].

De esta manera, se nos presenta al espacio multidimensionalmente, con tres ele-


mentos claves que son: 1) las formas espaciales, 2) las relaciones sociales, y 3) las estruc-

92 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de M. Santos y E. Soja

turas sociales. Las primeras se refieren a la morfología y organización del espacio y, son
la materialización de la espacialidad; es el primer grado de análisis donde aparecen los
hechos, lo visible y tangible, mientras que las relaciones sociales se presentan en diferen-
tes escalas y grados de interacción. Pueden ser visibles, mas no a primera vista, aunque
las relaciones sociales marcan y son marcadas en el espacio mediante formas espaciales.
El último nivel, la estructura social se refiere al sustrato de la vida social. Éstas son
latentes y en la realidad se presentan como un orden inconsciente, que subyacen la
cotidianeidad. Todos los elementos imbricados originan la «configuración espacial»,
entendida como «el conjunto de elementos naturales y artificiales que físicamente ca-
racterizan un área» (Santos, 2001: 86).

La dialéctica del espacio

En el pensamiento miltoniano, el espacio como estructura social dinámica, remite a la


relación dialéctica entre el espacio y la sociedad. Inicialmente es considerado un pro-
ductor social y, paralelamente, es producto de relaciones sociales (Santos, 1990). El
movimiento entre dichas fuerzas sociales genera que el espacio, por un lado, sea catego-
ría, sustrato, posibilitador de existencia humana, en resumen, algo real; mientras que
las sociedades e individuos lo transforman, lo construyen apropiándoselo y fijándole
valores en el momento actual. Santos (2001: 89) se refiere, en este sentido, a las formas-
contenido, entendidas como las formas espaciales animadas por la sociedad, es decir,
los sujetos le atribuyen contenido llenándolas de significado; ése valor es asignado siem-
pre desde el presente. De este modo, el espacio no solamente refleja relaciones sociales,
incide directamente en ellas. Es una relación de ida y vuelta, por eso hablamos de una
perspectiva dialéctica, no se acentúa el peso de la producción del espacio a un sólo factor
sino a múltiples variables de la relación entre espacio y sociedad. Como diría Santos el
«movimiento dialéctico entre forma y contenido que preside al espacio, es igualmente el
movimiento dialéctico del todo social...» (Santos, 1986: 4).
En este sentido, es subrayable que ya en Por una Geografía Nueva, Santos (1978)
cuestiona el carácter ontológico y epistemológico del quehacer geográfico y, además,
esboza lo que él considera el futuro de la geografía. En esta misma obra Santos dedica
una pequeña sección para mostrar la clave de su visión dialéctica, hablamos del «princi-
pio de la dialéctica del espacio» (Santos, 1990: 188). Dicho principio está sustentado en
la filosofía clásica alemana de Spinoza, y se refiere, a grosso modo, a sus dos componen-
tes principales la «natura naturans» (naturaleza que crea todo lo que existe) y la «natura
naturata» (naturaleza creada). La primera engloba a la sustancia o las ideas, que, si
deseáramos introducir la componente temporal, se podría entender como la naturaleza
en el momento actual. Por otra parte, en la última figuran las formas físicas, la naturale-
za en la temporalidad inmediata (Spinoza citado en Santos, 1990). De tal manera, se teje
una relación entre ambas, dado que siempre la primera se transformará en la segunda,
y ésta no puede existir sin el sustento del estado inicial del espacio.
El principio dialéctico es tan sólo una pieza del pensamiento de Milton Santos,
aunque es fundamental para entender el conjunto de su obra académica, ya que la dialé-
ctica y el materialismo —temática analizada posteriormente— cimientan la epistemolo-
gía de las geografías marxistas, que pretenden dar respuesta a las «relaciones entre suje-
to y objeto, entre sociedad y naturaleza» (Ortega Valcárcel, 2000: 207).

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 93


Adrián Hernández Cordero

La fuerza del pasado: la dimensión histórica de la dialéctica espacial

La definición del espacio de Santos nos sitúa también ante una perspectiva histórica, lo
cual se podría relacionar con su formación marxista, y pone un especial acento en la
historicidad de la configuración espacial. En La Naturaleza del Espacio (2001) Santos
hizo patente la noción histórica del espacio, que está compuesta:

[...] por el resultado material acumulado de acciones humanas a través del tiempo y...por
las acciones actuales que la animan y que hoy le atribuyen un dinamismo y una funciona-
lidad [Santos, 2001: 89].

El espacio es, por tanto, resultado del pasado y del presente, exclusivamente puede
existir en el ahora porque las «formas-contenido» tienen un valor otorgado al espacio
haciéndolo funcional y llenándolo de significados, de lo contrario, de ser exclusivamente
formas espaciales no se asumiría a manera de espacio, sino como paisaje compuesto de
«formas-objeto». Éstas son un conjunto de objetos reales-concretos, representan los con-
dicionamientos pretéritos de la relación sociedad-medio.
La naturaleza del espacio es, siguiendo el pensamiento de Santos (2001), una reali-
dad histórica, que existe plasmada en y sobre el espacio. Evidencía ideologías, prácticas
y los sueños de un futuro cristalizado en el presente. De esta manera, si bien el paisaje es
un mosaico de temporalidades en retrospectiva, el espacio es dinámico y mutable pero
con una base social y territorial preexistente (véase Neve en este volumen). El espacio es:

[...] un testimonio; atestigua sobre un momento [...] no se deshace paralelamente al cam-


bio de los procesos; al contrario, algunos procesos se adaptan a las formas preexistentes
mientras que otros crean nuevas formas para integrarse en ellas [Santos, 1990: 154].

La acumulación de momentos vueltos espacio en formas materiales son resultados


de los diversos modos de producción. Así, Santos invita a pensar al espacio geológica-
mente y, se refiere a la yuxtaposición de capas que configuran el espacio actual, es «...una
especie de palimpsesto donde, mediante acumulaciones y sustituciones, la acción de las
diferentes generaciones se superpone» (Santos, 2001: 87). El palimpsesto espacial nos
hace pensar en un mosaico de temporalidades. De esta manera, el espacio no es una
tabla rasa en la cual se borra y escribe de nuevo, sino que coexisten fragmentos pretéri-
tos donde se escriben segundos y terceros textos, que están influidos por «inercias histó-
ricas» (Santos, 1990); en otros términos, las fuerzas localistas del pasado que patentizan
la prolongación del tiempo y la reproducción de patrones socio-espaciales y, además,
son condición para los procesos sociales presentes.
Por lo anterior, la dialéctica del espacio no exclusivamente radica en un campo de
fuerzas de relacionales verticales entre sociedad y espacio, sino que además puede pen-
sarse de manera horizontal, donde la fuerza del pasado y el dinamismo del presente
están una tensión permanente.

Materialidad y objetividad espacial

Santos dedica gran parte de su análisis a las relaciones y estructuras sociales y, aunque
son fenómenos intangibles, se entienden en cuanto son formas espaciales, materializa-

94 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de M. Santos y E. Soja

ción del espacio o, en sus propias palabras, objetividad espacial. Dicha objetividad está
relacionada con la capacidad de comprobar que el espacio y la realidad misma se defi-
nen más por posibilidades económicas y políticas que por condiciones individuales. Así,
las geografías que se ocupan de dicha dimensión «objetivada» terminan reificando e
ideologizando la realidad. No obstante, el autor señala enfáticamente que el nivel de la
materialidad es una primera escala de análisis, una puerta que nos mostrará el camino
a las dimensiones difusas del espacio, invitando a escudriñar más allá de las formas
(Santos, 1990).
El trabajo académico de Milton Santos, a pesar de sus aportes, puede inscribirse en
la tendencia materialista, como muestra Zusman:

[...] la visión del espacio como una construcción social no pone en duda su carácter mate-
rial y evidente [...] Es supuesto ontológico de su materialidad; la base a partir de la cual
Santos construye su reflexión en relación con las formas y la influencia de ésta en las
acciones sociales [Zusman, 2005: 210].

En las reflexiones anteriores, se puede entrever tanto la formación marxista de


Santos, su materialismo, que considera sintéticamente la existencia de un mundo obje-
tivo-físico independiente al sujeto, como la tradición que proviene de los sedimentos de
la geografía moderna, interesada en los sucesos materiales. Como bien señaló Philo
(1999), la arquitectura del pensamiento marxista se erige en las estructuras sociales que
son etéreas, pero materializadas en los modos de producción capitalistas impuestos en
la vida cotidiana de las distintas sociedades y géneros de vida. Para las geografías pos-
modernas tal situación es, en realidad, una de las limitantes de dicho enfoque porque:

Lo real [...] es reducido a lo material [...] lo imaginado es no visto, no es medible, y por lo


tanto no es conocido. Para los marxistas, quienes son proclives a esta ilusión de opacidad
[...] [reducen] lo real a objetos materiales, a cosas en sí mismas [Soja, 1996: 64].

Al hacer énfasis quizá excesivo en la objetividad, se podría argumentar que el autor,


en cierta manera, excluye la dimensión subjetiva socio-geográfica. De hecho, de forma
categórica, Santos defiende que en el espacio no hay lugar para las percepciones. Como
él mismo expresa: «una cosa es la percepción individual del espacio, otra es su objetivi-
dad [...] La base del conocimiento y de la interpretación de la realidad espacial, no puede
[...] encontrarse en las sensaciones o en la percepción» (Santos, 1990: 144). Sin embar-
go, la obra de Milton Santos al final de su carrera se aproximó a una geografía más
existencial, con una reflexión, por ejemplo, sobre el lugar y lo cotidiano, así como el
espacio banal (véase Lindón en este volumen).

Edward Soja y la trialéctica del espacio

La posmodernidad puede ser vista como «[...] la nueva dimensión de la cultura occi-
dental, caracterizada por la reacción frente a la modernidad, identificada ésta con la
cultura racionalista.» (Ortega Valcárcel, 2000: 236). La posmodernidad irrumpe al
cuestionar el quehacer científico, reprocha los cimientos construidos desde la Ilustra-
ción que no se habían cuestionado y que se habían erigido incluso en dogmas acadé-
micos. Para el caso de la geografía, según Minca (2002), algunas nociones no se han

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 95


Adrián Hernández Cordero

superado y actúan como conceptos obstáculos, ya que son más las situaciones ignora-
das que las que permiten dilucidar. Las detracciones y las contrapropuestas de los
teóricos posestructuralistas y posmodernos frente a la hegemonía moderna toman
cuerpo en el concepto posmoderno por excelencia, la deconstrucción, de amplio uso
en las ciencias sociales. La deconstrucción «desarma» los conceptos, no con vistas a
destruirlos, sino para comprender la estructura interna, para volver a edificarlos des-
de una visión crítica (Derrida, 1989).
Edward Soja reflexiona sobre la subordinación de la dimensión espacial por la
modernidad y de su reificación. Como reacción a esta sumisión plantea, «[...] la elabora-
ción de un materialismo histórico-geográfico...» (Rosales, 2006: 75), que incorpore al
espacio en la arcaica dialéctica historia-sociedad. Él retoma los postulados de Henri
Lefebvre (1974) y sus discrepancias con el marxismo rígido. En este sentido, Soja centró
sus esfuerzos intelectuales sobre todo en la crítica del filósofo francés de lo que se ha
considerado como una «doble ilusión espacial», que padecería de miopía e hipermetro-
pía. La primera deformación visual es relacionada con la postura objetivista-materialis-
ta (de corta distancia); mientras, la última representa los posicionamientos subjetivis-
tas-idealistas (alejados del sujeto), que dentro de su visión, conforman un el reduccionis-
mo epistemológico en la geografía.
Rosales (2006) señala la forma en que la posmodernidad cuestiona la lógica racio-
nal de la modernidad incentivada por el pensamiento dialéctico de corte marxista. Di-
cha ideología es el principal punto de discrepancia con el marxismo «reformista» de
Lefebvre. Soja recupera esta crítica y lanza sus ataques contra un marxismo de corte
dialéctico, que difícilmente llegaba a distinguir más allá de la oposición binaria. Para
romper la tensión dialéctica que en ocasiones nubla las tonalidades y encasilla la reali-
dad, busca «[...] introducir un tercer término. El tercer término es lo “otro”, con todo lo
que este término implica (alteridad, la relación entre lo otro presente/ausente, altera-
ción-alineación)» (Soja citando a Lefebvre 1996: 53).
La práctica del «terciar» y el número tres no es algo privativo de la sobremoderni-
dad, George Simmel (1986), a finales del siglo XIX y albores del XX examinaba el sentido
de los números en la sociedad, y destacaba que el número dos y el dualismo son de tal
rigidez que actúan de manera conservadora o destructora de los elementos individuales
que configuran esta asociación dual. La introducción del tercero espontáneo y/o busca-
do viene a reacomodar las relaciones de fuerza puestas en juego entre dos términos, con
la introducción del tercero pueden separarse o unirse todos los elementos.
Para romper con el caparazón del pensamiento del espacio dialéctico, Soja pro-
pone introducir el tercer término, deconstructor del conocimiento académico moder-
no, al que denomina «terciar-como-diferenciar» (Thirding-as-Othering). Con sus pro-
pias palabras, terciar «es el primero y el más importante paso para transformar la
lógica categórica y cerrada del y/o a la lógica dialéctica abierta del ambas/y también...»
(Soja, 1996: 60).
La propuesta del tercer espacio de Soja se inscribe en la «segunda alma de la
arqueología de la posmodernidad», según la tipología de Minca (2002: 53). Dicha línea
de trabajo se caracteriza por la influencia posestructuralista sobre los autores posmo-
dernos y muestra gran interés en la relación de poder ejercida por los geógrafos. Pero,
además, sus seguidores trabajan temas como la subjetividad, las identidades, la dife-
rencia y la resistencia cultural. En este grupo de estudio se inscribe la aproximación
hecha por Soja respecto al «tercer espacio». El resto de su producción académica se

96 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de M. Santos y E. Soja

enfoca en la ciudad posmoderna y aquí destacan sus trabajos: Exopolis (2004) y Post-
metropolis (2000).1

El Tercer Espacio

La ideología trialéctica de Soja puede reinterpretarse de maneras distintas al «tercer


espacio». Primero nos referiremos a la trialécta del ser, surgida a partir de postulados
heideggerianos del «ser en el mundo» (Heidegger, 1991). Este supuesto quebranta la
bidimensión prevaleciente entre historicidad y socialidad que relegaron a la espaciali-
dad. Soja aboga por restituir ésta en la tarea científica, ya que cada individuo se enfrenta
a las tres dimensiones posibilitadoras de existencia. «Somos primero y siempre seres
histórico-social-espaciales [participan] en la producción de —lo adecuado— de las his-
torias, geografías y sociedades» (Soja, 1996: 73).
La siguiente interpretación del pensamiento trialéctico, o bien, de las dialécticas de
triplicidad radica en la visión de un espacio en niveles, semejante a la noción miltoniana
aunque con sutiles e importantes diferencias como es la inclusión de la dimensión sub-
jetiva. Aunque no descarta la objetividad del espacio y las formas de producción del
capital, la dimensión subjetiva tiene una influencia decisiva en la conformación territo-
rial. De esta manera, la diferencia central con el pensamiento de Milton Santos es consi-
derar al «tercer espacio» como un «aleph», es decir, «el espacio donde todos los lugares
están, capaz de verse por todos los ángulos» (Soja, 1996: 56). El tercer espacio integra
dimensiones socio-simbólicas, además envuelve e integra a los dos primeros (físico y
mental). «El tercero es propiamente el que cierra el círculo, ligándose entre sí los otros
dos» (Simmel, 1986: 116).
De este modo, el autor, intenta superar la visión del «espacio real» o la materialidad
del espacio (primer espacio), pero incluyendo también el «espacio imaginario» (segun-
do espacio). A continuación sintetizaremos las características de cada «nivel espacial»:

I. Prácticas espaciales, entendido como el espacio de las formas materiales y las


prácticas espaciales. En este nivel ocurre la producción y reproducción de la vida social.
II. Representaciones del espacio. Es el espacio conceptuado por los planificadores,
urbanistas, tecnócratas y tomadores de decisiones que fragmentan la realidad. Este es
un espacio del diseño donde se busca la regulación y el orden socio-espacial.
III. Espacios de la representación. El tercer espacio, aquel que marca la diferencia y
rompe la tensión dialéctica. De la misma forma, es el espacio abarcativo de los primeros,
los envuelve en la experiencia espacial más intima: el espacio vivido.

Aunque exista una división, Soja (1996) recalca que los espacios están llenos de
productos de la imaginación, de proyectos y prácticas políticas, de sueños utópicos, y
realidades perceptuales y simbólicas. Esquematizamos la explicación anterior en el Cua-
dro 1, donde se presentan los rasgos definitorios de la «trialéctica espacial», según Soja
(1996). Por ejemplo, en el nivel de las prácticas espaciales, contempla las rutinas de la

1. Dichos trabajos de Soja están sustentados en un marxismo no rígido. El autor propone una
nueva etapa histórica con un particular orden urbano que genera intensas repercusiones políticas,
económicas y culturales en la ciudad posmoderna.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 97


Adrián Hernández Cordero

vida cotidiana que se desarrollan en el espacio objetivado. Aquí el actor principal es el


usuario que responde a razones de orden pragmático. Es un espacio descriptible y medi-
ble, por tal razón es definido como espacio concebido. Si el primer espacio se caracteri-
zó por su empirismo, las representaciones del espacio se delimitan por su racionalidad.
Aunque tampoco el segundo espacio escapa a la relaciones de producción, ya que aquí
se impone el orden y diseño de los planificadores a través de reglar el discurso. Final-
mente, el espacio de las representaciones es el directamente vivido y, por ende, los acto-
res primordiales son los habitantes, aunque también tal característica llena de motiva-
ciones y símbolos resulta atractiva para personas o colectivos sensibles a éstas, como
son los artistas. Sin embargo, en este nivel espacial operan las representaciones espacia-
les del poder, pero igualmente existe una apropiación simbólica del espacio por parte de
los sujetos, que puede ser a través de la lucha por la alteridad y, así hacerlos espacios de
resistencia en amplio sentido.

AQUÍ Cuadro 1

Milton Santos y Edward Soja: la reivindicación del espacio

Los aportes de Milton Santos son de gran relevancia para la geografía contemporánea.
Ciertamente sus contribuciones favorecieron a reterritorializar la geografía en las cien-
cias sociales. Planteó que la disciplina geográfica tenia la capacidad de «participar [...]
de la necesaria reconstrucción de la teoría social» (Santos citado por Bosque y García,
2003: 12). Sus ideas reaccionan contra posturas que consideraban al espacio a manera
de contenedor, de reflejo de la sociedad o incluso como una categoría subordinada de las
otras componentes de la realidad social. Tales cuestiones lo llevan a construir una visión
del espacio como totalidad social, asumiendo un papel fundamental del mismo en el
entramado social.
Creemos una limitación de la obra de Santos su visión materialista y objetivista del
espacio, porque comportó que, en cierta manera, el autor se centrará exclusivamente en
las formas espaciales y las relaciones sociales sin considerar cuestiones situacionales,
perceptivas y simbólicas que han resultado ser claves para la geografía contemporánea.
Para Lindón (s/f) en la actualidad existen múltiples intentos por vincular lo no material
con lo material, igualmente las nuevas aproximaciones se atreven a explorar la espacia-
lidad de la vida social colocando su interés en los sujetos.
En cuanto a los planteamientos de Edward Soja, es importante destacar la inten-
ción de restituir el espacio a las discusiones académicas sobre la realidad social. Además
se ocupa de una escala grande, sobre todo en el «tercer espacio» aunque propiamente no
sea una geografía humanista, se puede definir como una geografía humana digna de la
posmodernidad. Sus aportes tienen sustento en la obra de Lefebvre, al igual que otros
autores como Derek Gregory, Peter Jackson, Virginia Blue o Heidi Nast (Philo, 1999).
Estos autores (re)trabajan y (re)descubren los pilares analíticos de la obra de Lefebvre
—un marginal en su tiempo—, cuyos planteamientos son recuperados desde la óptica y
el contexto posmoderno como se ha visto a lo largo del capítulo.
Santos y Soja conciben el espacio de diferente manera, a pesar de referentes comu-
nes. A continuación se resumen las principales divergencias entre ambas propuestas
teóricas en el Cuadro 2. En el esquema se aprecia cómo las ideas de Milton Santos se

98 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento de M. Santos y E. Soja

ocupan en mayor medida de una dimensión que podríamos calificar de global-estructu-


ralista, que tiene como fundamento la producción de las formas espaciales estimuladas
por el sistema capitalista, valorizadas y cargadas de significados por la sociedad, en
estrecha relación con la dimensión pretérita de los diferentes modos de producción, que
son, en cierta manera, condicionantes para los nuevos procesos. La escala de análisis
privilegiada por Santos es la macro. Para él, la interpretación de los fenómenos y proce-
sos socio-espaciales sólo puede darse a través de las meta-estructuras sociales que domi-
nan a los ámbitos de acción individual. Asimismo reconoce que existe una relación di-
recta entre lo global y lo local, si bien en la mayoría de ocasiones se impone lo primero.

AQUÍ Cuadro 2

En contraste, los supuestos de Soja propugnan por un acercamiento a dimensiones


de corte cultural en estrecha relación con elementos económicos y políticos. Soja anali-
za a la sociedad desde una escala mayor que Santos. Particularmente, repropone la
escala «meso», definida como una: «síntesis creativa de lo macro y lo micro» (Soja,
2004a). Esta aproximación marca diferencias con respecto a Santos, al incluir en su
noción de espacio fenómenos identitatrios y/o de resistencia cultural que implican, de
algún modo, la subjetividad. El autor no considera exclusivamente lo global. De hecho,
para Soja la región —como síntesis geográfica— ofrece la comprensión de las transfor-
maciones contemporáneas del mundo.
A pesar de lo anterior, consideramos que privan las convergencias entre los plantea-
mientos examinados. A lo largo del trabajo se concatenan y muestran continuidades,
sobre todo la manera en la cual el pensamiento trialéctico no suprime la ideología dialé-
ctica, sino que la recompone en lo que Lefebvre denomina «dialécticas de triplicidad»
(Soja, 1996: 70). Éstas pueden ser entendidas en el sentido atribuido por Hegel (1974) a
la dialéctica. El filósofo alemán pensaba que la evolución de las ideas se produce a través
de un proceso dialéctico, es decir, un concepto se enfrenta a su opuesto y como resultado
surge un tercero.
Lo precedente nos introduce al más importante nexo, a nuestro criterio, entre am-
bas posturas: la influencia y recuperación del pensamiento de Henri Lefebvre. Hemos
mencionado la presencia de dicho intelectual en la obra de Soja. Sin embargo, Milton
Santos también encamina a su trabajo la premisa de entender al espacio como una
«totalidad» y no «un producto como cualquier otro», o bien, «de tal o cual cosa en el
espacio» (Lefebvre, 1976: 25, 34, 119). Dicha totalidad converge con las otras instancias
conformantes de la realidad social. También existen pautas concomitantes entre ambos
autores en «[...] la observación de Lefebvre acerca de [...] lo efímero y lo estable, con lo
que se podría hacer un paralelismo con las inercias dinámicas y las rugosidades...» (Hier-
naux y Lindón, 1993: 106).
Creemos que el mayor aporte y correspondencia de esta tríada intelectual está en
considerar al espacio como una instancia social, indispensable para comprender los
fenómenos sociales y a la sociedad misma, ya no es posible fraccionarlos como lo hizo la
modernidad. Los autores piensan el espacio a manera de una estructura subordinada-
subordinante. La médula del trabajo en Santos es la integración de la teoría social con
relación al espacio, por eso cree «que la esencia del espacio es social» (1986: 3). Parale-
lamente, Soja busca la recuperación del materialismo histórico-geográfico como forma
de integración de la espacialidad. Ésta es la piedra angular de la valiosa contribución de

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 99


Adrián Hernández Cordero

las corrientes geográficas examinadas.

A modo de conclusión

La reflexión que hemos realizado, a partir del trabajo de Edward Soja y Milton Santos
planteaba, como objetivo, la contrastación de ambas posturas teóricas. Sin embargo, en
el desarrollo del capítulo, se patentizó la continuidad del pensamiento entre los dos
autores. Creemos que se dio un paso adelante en la geografía al complejizar e integrar,
dimensiones hasta el momento apartadas del espacio dialéctico, como es la subjetividad
e inmaterialidad de la vida social. Incluso proponemos que la dialéctica y la trialéctica
del espacio puedan utilizarse en conjunto y, así producir trabajos y visiones integradoras
que articulen elementos materiales, simbólicos e imaginarios, que también podrían li-
gar diversas escalas de análisis dentro de la concepción del espacio social.
No obstante, común a estas posturas teóricas, se encuentra una falta notoria de
metodologías que pudieran traducir estos postulados en trabajo empírico. De tal modo,
aún queda pendiente, para la geografía, repensar y trabajar los aportes y debilidades de
ambas posturas académicas para terminar de llevarlas a la práctica. Asimismo, siguien-
do los preceptos de Santos y Soja, es posible construir alternativas teóricas-metodológi-
cas que respondan a los desafíos del mundo contemporáneo, que entiendan el espacio
como una construcción social y, que además, funge como un elemento activo de la tota-
lidad social.
Finalmente, en estos intentos de aplicación y de reinterpretación de la obra de Mil-
ton Santos y Edward Soja no debe olvidarse el profundo grado de compromiso social y
político que asumen ambos autores. Desde diferentes posiciones, propugnan que la geo-
grafía se ocupe de las formas de dominación hacia los desposeídos y excluidos. El pri-
mer autor apuesta porque la relación cotidiana existente entre el lugar, así como el espa-
cio banal y los pobres generará, a través de la toma de conciencia, una realidad más
equitativa social y territorialmente (véase Mendoza, en esta obra). Por otra parte, Soja
mediante el «Tercer espacio» brinda visibilidad a prácticas de sujetos y grupos margina-
dos, largamente ignorados por la visión lineal-universal del tiempo y del espacio. De tal
suerte este espacio será de resistencia y de reivindicación de la diferencia.
Como reflexión ultima, sirvan ambas propuestas para que la geografía le otorgue
centralidad a la subjetividad. Igualmente, el quehacer de la ciencia geográfica, siguiendo
a Santos y Soja, deberá figurar como una herramienta eficaz para lograr sociedades
más democráticas, sin que esto implique una militancia trasnochada.

Referencias bibliográficas

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100 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


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TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 101


8
ESPACIO Y PAISAJE EN LA OBRA DE MILTON SANTOS:
EXPLORACIÓN TEÓRICA DE
UNA DIFERENCIACIÓN CONCEPTUAL

Eduardo Neve

A lo largo de su obra, Milton Santos exhortó a reflexionar cuidadosamente en torno al


espacio, objeto de estudio prioritario de la geografía y, de hecho, procuró hacer del
espacio un aspecto central de sus investigaciones. Además se preocupó, como lo planteó
en Por una nueva geografía, por acometer un trabajo de conceptualización desde la dis-
ciplina, una «elaboración de un conjunto de principios básicos, que pueda servir como
guía para la formulación teórica, el trabajo empírico y, también, para la acción» (Santos,
1990: 20).
Una de las maneras de abordar la especificidad de ciertos conceptos geográficos
clave fue a través de la contrastación y diferenciación conceptual. Para este geógrafo, la
diferenciación lingüística y conceptual de los términos geográficos no era una tarea
meramente «aclaratoria» o «elucidatoria», sino una necesidad epistemológica (Santos,
2000). Siguiendo la lógica interpretativa de nuestro autor, el uso indistinto de ciertos
términos geográficos puede comportar confusiones conceptuales que, en última instan-
cia, terminen por obstaculizar la reflexión en torno a las mismas dimensiones ontológi-
cas del espacio. De hecho, en varios de sus textos, sugirió evitar el uso indistinto de
términos geográficos y se propuso aclarar ciertas diferencias entre algunos conceptos
cercanos como espacio, paisaje, región, territorio o configuración territorial.
En aras de dicha clarificación terminológica, Milton Santos siguió una aproximación
que se podría considerar como «conceptualización dual», que, sin embargo, no es dicotó-
mica, y que consiste en contrastar dos conceptos cercanos, dilucidar sus diferencias y
analizar sus interconexiones. Esta vía exploratoria-argumentativa dialéctica ha sido utili-
zada en otros ámbitos de las ciencias sociales con fructíferos resultados, como, por ejem-
plo, en el debate no dicotómico entre sistema y mundo de vida o entre agencia y estructura
y, que ha dado lugar, hasta cierto punto, a una renovación de la teoría social contemporá-
nea, y que incluso puede verse como un medio heurístico y explicativo (Habermas, 1981;
Giddens, 1984). Milton Santos utiliza esta «conceptualización dual» para reflexionar en
torno a los conceptos de espacio y paisaje, espacio y región, local y global, circuito supe-
rior e inferior de la economía, entre otros (Santos, 1988, 1990, 1996, 2000). Como se ha
mencionado anteriormente, en ningún caso, estos conceptos se ven como polos opuestos
e independientes, sino interconectados y frecuentemente con un origen común.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 103


Eduardo Neve

La conceptualización dual en geografía no se encuentra únicamente en la obra de


Milton Santos, sino que está presente en muchos trabajos de corte geográfico. El estudio
de la relación entre hombre y naturaleza, entre espacio y sociedad, implica contrastar
mundos distintos, por lo cual la geografía como ciencia de síntesis ha elaborado a lo
largo de su historia oposiciones dialécticas para explicar el desarrollo y la configuración
del material geográfico: los espacios, los paisajes, los lugares (Tricart, 1977; Gourou,
1984; Soja, 1986, 1989; Debarbieux y Fourny, 2004). Las preocupaciones por la dualidad
ser humano-naturaleza que tienen su origen en la filosofía de la naturaleza de Hegel,
Nietzche y Heidegger, han sido retomadas por la geografía (Peet, 1997; Gunzel, 2003).
En la literatura anglófona, Paul Cloke y Ron Johnston (2005) han sugerido que muchos
de los conceptos de la geografía se han elaborado a partir de oposiciones binarias que
frecuentemente se asumen sin ser cuestionadas, por lo que deben ser reinterpretarlas y
deconstruidas desde la sociedad contemporánea. Si bien Milton Santos no tuvo un pro-
yecto deconstruccionista, en su pensamiento dialéctico se expresó en contra de dualis-
mos dicotómicos (Santos, 1996).
En este contexto, este artículo presenta una reflexión en torno a la diferencia que
Santos establece entre espacio y paisaje. Insistiré en la articulación de ambos conceptos
en la obra del autor y algunas implicaciones epistemológicas que pueden extraerse de
estos dos conceptos, tal como los desarrolla Milton Santos. Para ilustrar mejor dicha
distinción, haré referencia a un estudio de caso, donde se analiza el uso material y sim-
bólico de unos objetos expuestos en una muestra permanente. Sugiero que dicha distin-
ción favorece una reflexión amplia sobre el espacio que, proponemos, no está delimita-
do exclusivamente por sus condiciones materiales sino también por su relación con la
sociedad. En este sentido, sostengo también que la primacía conceptual que otorga Mil-
ton Santos al espacio comporta que el paisaje quede reducido, en parte, a una concep-
ción materialista que no aborda toda la posible complejidad del concepto. Antes de
acometer propiamente la discusión del espacio y paisaje en la obra de Milton Santos, el
capítulo reflexionará sobre los antecedentes filosóficos del autor, mismos que se remon-
tan a la filosofía clásica, pasando por el idealismo hegeliano y las corrientes de inspira-
ción marxista del siglo XX.

Influencias filosóficas en el pensamiento de Milton Santos

Milton Santos desarrolló los conceptos de espacio y paisaje desde el diálogo entre distin-
tas tradiciones geográficas y otras disciplinas. Las tradiciones geográficas que más inci-
den en la distinción que propone entre ambos conceptos son la geografía regional fran-
cesa, con la particular influencia de Max Sorre y Pierre Gourou; la geografía de inspira-
ción neomarxista y sus reflexiones desde la geografía latinoamericana. Las reflexiones
de Bruno Latour (1991) y de Jean Baudrillard (1968) incidieron en la formulación de la
asociación del paisaje a un «sistema de objetos» y la asociación del espacio a un «siste-
ma de acciones». Para el concepto de paisaje no aportó definiciones sustancialmente
nuevas, sino que sigue una propuesta similar a la de Carl Sauer, otorgando primacía
conceptual a la materialidad. No obstante, para el concepto de espacio, Milton Santos
aportó nuevas ideas que invitan a pensar sobre el carácter social del espacio, como
producto y productor de sociedades (Santos, 1988, 1990, 2000).
Milton Santos tomó de los geógrafos regionales franceses la idea del paisaje como

104 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


8. Espacio y paisaje en la obra de M. Santos: exploración teórica de una diferenciación conceptual

la expresión material del fenómeno geográfico a través de la técnica humana, transfor-


madora de la naturaleza (Santos, 1988). Aunque para el autor el paisaje era muestra de
objetos culturales de los modos de producción de otros tiempos, y en esto es continua-
dor de las ideas de Sauer (2005, 1.ª edición, 1925), Milton Santos no parece ahondar en
la reflexión sobre cómo esos objetos técnico-culturales pueden datar de géneros de vida
(modos en que las personas se relacionan con su medio) de otros tiempos.
Sin embargo, las influencias filosóficas en el pensamiento de Milton Santos sobre el
paisaje pueden rastrearse más atrás en el tiempo, hasta el idealismo alemán. En la filo-
sofía de la historia y de la naturaleza de Hegel, el paisaje se concibe como una subjetivi-
dad objetivizándose a través del trabajo, una interioridad exteriorizándose en el paisaje
para buscar reconocerse en él, lo cual le da al paisaje cualidades estéticas que no podrían
comprenderse sin tomar en cuenta el diálogo entre materialidad y subjetividad. Sin
embargo, la subjetividad que forma parte de la configuración del paisaje no es algo que
recupere Milton Santos de manera específica. A Milton Santos parece interesarle de
manera más particular la lectura que hace Marx de Hegel (1990: 140). La objetivación
del espíritu en la naturaleza se da, para Marx, a través del trabajo humano que transfor-
ma la naturaleza. Es por ello que un paisaje, donde se ha cristalizado el trabajo humano,
muestra los modos de producción que lo han caracterizado a lo largo del tiempo (San-
tos, 2000: 88).
Las ideas hegelianas sobre la naturaleza como síntesis de una interioridad exterio-
rizándose tuvieron una importante influencia en el desarrollo del concepto de paisaje
desde la geografía alemana, pasando por la geografía de Vidal de la Blache y llegando a
la geografía cultural de Carl Sauer. El término original en alemán: landschaft significa
modelado de la tierra, y hace referencia a cómo los procesos históricos mediante los
cuales los pueblos modifican su entorno quedan grabados en el terreno (Fernández Chris-
tlieb, 2006: 223).
Otra influencia importante en la distinción entre espacio y paisaje son las nociones
de El sistema de los objetos de Baudrillard, para quien los objetos contienen un impor-
tante contenido simbólico. Milton Santos hace referencia incluso al poder simbólico del
automóvil sobre el que reflexiona Baudrillard, como un «dato psicológico (que) se vuel-
ve un dato de la realidad vivida» y «su papel en la producción de lo imaginario [...] tiene
una profunda repercusión sobre el conjunto de la vida del hombre, incluyendo la redefi-
nición de la sociedad y del espacio» (Santos, 2000: 57). Pero este aspecto más simbólico
del sistema de objetos lo articula Milton Santos con el espacio y no con el paisaje. Lo que
Milton Santos recupera de Baudrillard para la conceptualización del paisaje es sus no-
ciones de objetos como materia tecnificada, pero no toma en cuenta cómo esos objetos
dan pauta a la significación del tiempo:

La historialidad del objeto antiguo no deja de ejercer una función sistemática de signo, ya
no hay incidencia práctica, está ahí únicamente para significar. [...] Sin embargo, no es
afuncional, ni simplemente decorativo, sino que cumple con una función muy específica
en el marco del sistema: significa el tiempo [Baudrillard, 1990: 83-84].

Aunque Baudrillard planteó una dimensión simbólica importante para el sistema


de objetos, Milton Santos no la asocia al paisaje sino al espacio, el cual es para el autor,
además de un sistema de objetos, un sistema de acciones que significan y dan funciones
a los objetos. Así, el paisaje en tanto sistema de objetos, puede convertirse en espacio
conforme sea valorado y articulado dentro de un sistema de acciones sociales.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 105


Eduardo Neve

En este sentido, Milton Santos retoma la idea de acto y potencia de Aristóteles y


piensa a la totalidad como un «todo de esencias», objetos en potencia de ser acto (2000:
43). Todas las parcelas de la realidad son potencialmente espacio geográfico, en tanto
que en cuanto el ser humano entre en contacto con una de esas parcelas (lo cual puede
estar dado desde el contacto visual) puede hablarse de que se trata también de un espa-
cio geográfico. El acto que convierte algo en espacio geográfico es la acción humana. La
parte de la totalidad que no es espacio geográfico, es aquella con la que el ser humano no
ha entrado en contacto.
Para Milton Santos, no obstante, los objetos y las acciones no pueden pensarse por
separado, y es por ello que piensa al espacio como un híbrido que los une (Santos, 2000:
84). Recupera de autores que han contribuido al debate sobre la acción social dentro de
las ciencias sociales, como Alfred Schutz y Anthony Giddens, la idea de que entre la
sociedad y el objeto materializado hay una trama de intencionalidad, por lo que la inten-
cionalidad hace inseparables a los objetos de las acciones (Santos, 2000: 75).

Distinción entre espacio y paisaje: niveles ontológico y cognitivo

Milton Santos buscó, mediante la distinción entre espacio y paisaje, romper con ciertas
inercias lingüísticas para evitar confusiones innecesarias a nivel conceptual. De esta
manera, la distinción entre estos dos conceptos ocupó un particular interés en los últi-
mos treinta años de la obra de Milton Santos.
En el artículo de Milton Santos de 1978 en Herodote, De la société au paysage: La
signification de l’espace humain, se sientan algunas bases para la futura discusión con-
ceptual sobre el paisaje, y su relación con el espacio. Posteriormente, la distinción entre
paisaje y espacio se enmarca dentro de una reflexión más amplia del espacio. Así, de
manera sistemática, dicha distinción se puede encontrar en Metamorfoses do espaço
habitado (1988) y La naturaleza del espacio (1997).1
En la reflexión teórica que realiza Milton Santos a partir de la diferenciación entre
esos dos conceptos, utiliza, sin advertirlo explícitamente, distintos niveles de distinción:
uno cognitivo y un nivel ontológico. Por un lado, y de manera importante, Milton Santos
buscaba reflexionar sobre las propiedades más intrínsecas del espacio, y en menor me-
dida sobre las del paisaje, a lo que corresponde su distinción ontológica de los concep-
tos. Por otro lado, el autor se plantea de qué manera el ser humano se relaciona cogniti-
vamente con el espacio y el paisaje, a lo que corresponde el nivel cognitivo de la distin-
ción que propone.
En este sentido, la principal diferencia entre espacio y paisaje que establecerá Mil-
ton Santos es que mientras el paisaje es un producto material, resultado del impacto de
la técnica humana en la naturaleza, el espacio es un proceso de producción social (San-
tos, 1988: 73). El paisaje podría verse incluso como el resultado material del proceso

1. En el primer libro, la diferenciación la encontramos en el capítulo cinco, que está especialmente


dedicado a esta diferenciación (y que está seguido de un capítulo dedicado a la diferenciación entre
espacio y configuración territorial) y en el segundo esta idea es retomada en la primera parte del libro,
consagrada a «una ontología del espacio». La diferencia entre paisaje y espacio parece ser clave en
Milton Santos para aproximarse a una ontología del espacio que desde hace varias décadas atrae la
atención de la teoría geográfica.

106 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


8. Espacio y paisaje en la obra de M. Santos: exploración teórica de una diferenciación conceptual

social que es el espacio. La materialidad que conforma al paisaje también es parte del
proceso espacial, pero no es lo único. Además, hay elementos sociales que otorgan signi-
ficación y funcionalidad a las formas materiales; y ese ingrediente social en un momen-
to actual es clave para que pueda hablarse de espacio. Conforme el ser humano le asigne
valores y significados a las formas materiales que componen un paisaje, las irá espacia-
lizando o geografizando (Santos, 2000: 66-70). Al ser significadas y valoradas, las for-
mas materiales adquieren también una función social. Por lo tanto, el espacio tiene una
función social, en el momento actual (Santos, 2000: 87). Según la función social que se
construya para un conjunto de formas, se aplican diferentes tipos de técnicas en la trans-
formación y modelado de esas formas, rehaciendo el espacio en un proceso constante.
El paisaje es un conjunto de formas creadas en momentos históricos diferentes que
coexisten en el momento actual (2000: 87) y es relativamente permanente (1988: 73)
mientras que el espacio, además de estar formado por «el resultado material acumulado
de las acciones humanas a través del tiempo» está formado «por las acciones actuales
que le animan y que hoy le atribuyen un dinamismo y una funcionalidad» (2000: 89).
En suma, Milton Santos identifica al paisaje con formas-objeto, probablemente
tecnificadas, que sin embargo, a nivel ontológico no se les dota de significado en el
momento actual; mientras que identifica al espacio con formas-contenido, un contenido
socialmente construido y continuamente reconstruido conforme se reconfigura el con-
texto sociohistórico.

Espacio, construcción social, y paisaje, materialidad construida

Una noción importante es que lo que hace que algo sea espacio no es la materialidad
construida por la sociedad, sino la relación que el conjunto de formas mantienen con la
sociedad. «Solamente por su presencia, los objetos técnicos no tienen otro significado
sino el paisajístico. [...] Una casa vacía o un terreno baldío, un lago, una selva, una
montaña no participan del proceso dialéctico, sino porque les son atribuidos determina-
dos valores, es decir, cuando son transformados en espacio» (Santos, 2000: 88).
Esta idea de que un paisaje puede ser transformado en espacio por la acción de la
sociedad es una noción importante referente a la ontología del espacio en la que piensa
Milton Santos. Simultáneamente un mismo lugar no sería, a nivel ontológico, tanto
paisaje como espacio, pues en cuanto es espacio, es porque participa de un proceso
social y ya es algo más que paisaje. Aunque habría que insistir que esta relación no es
dicotómica sino en todo caso gradual. Según Santos (2000: 86), a medida de que un
paisaje es valorizado y se le atribuye significado, va transformándose en espacio, de
manera que podemos pensar en varios grados de espacialidad de un conjunto de for-
mas-contenido, donde el grado de espacialidad está dado por la intensidad del conteni-
do que socialmente se le ha ido dando a esas formas.
Al adquirir un valor en constante renovación por las sociedades, las formas-objeto
se transforman en formas-contenido (Santos, 2000: 91). Al ser valorada funcionalmente,
la materialidad puede comenzar a configurar un espacio geográfico. En las reflexiones
de Heidegger sobre la técnica puede encontrarse un pensamiento similar sobre cómo la
materialidad es revalorada por el ser humano según sus necesidades: «El bosque es
parque forestal, la montaña cantera, el río fuerza hidráulica, el viento es viento en las
velas» (Heidegger, 1927: 84). El espacio incluye los elementos del sistema material del

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 107


Eduardo Neve

paisaje pero esos elementos están en relación con un sistema de valores y de relaciones.
De esta manera, el espacio se concibe con mayor complejidad que el paisaje, como una
intrusión de la sociedad en el paisaje, y por lo tanto el paisaje es potencialmente espacial
(Santos, 2000: 87, 100).
Milton Santos no expone explícitamente una «ontología del paisaje», pero lo que
escribe del paisaje de carácter ontológico está relacionado con la dimensión temporal de
los acontecimientos humanos. El paisaje viene a ser como un eje articulador entre el
tiempo y el espacio en geografía. La concepción ontológica del paisaje tiene una matiz
eminentemente hegeliana, que ve los objetos del paisaje como la conjunción entre la
herencia de la historia natural más el resultado de la acción humana que se objetivó
(Ibíd.: 62, 1990: 141). La influencia de las ideas sauerianas del paisaje es clara sobretodo
en Metamorfoses do espaço habitado, donde retoma de él la idea de paisaje natural y
paisaje artificial para después referirse a una suerte de artificialización del paisaje a lo
largo de la historia de la humanidad. En el paisaje se concretizan objetos culturales, se
vuelve una marca de la historia del trabajo, «trabajo corporificado en objetos culturales»
(1988: 68) donde la técnica es el principal instrumento de cristalización material de la
acción humana, por lo que piensa en la técnica como cortes geológicos (2000: 49), una
noción muy cercana a la de identificar capas y formas culturales en el paisaje así como
se pueden identificar capas geomorfológicas (Sauer, 1925: 25-28).
No obstante, la idea del paisaje en Milton Santos no toma en cuenta ningún proceso
activo de significación respecto al paisaje, sino, al igual que Sauer, piensa en el resultado
material y perceptible de la producción, no en el proceso significativo de conformación
de esas formas materiales. Presta atención a lo cristalizado, pero no al proceso de crista-
lización, pues todo lo procesual se lo atribuye al espacio y no al paisaje. El paisaje se ve
como lo producido y el espacio se ve como lo que está en producción (Farinós, 2006).
Milton Santos llega incluso a tomar en cuenta los objetos de arte como parte del
paisaje, sin embargo, en tanto paisaje, los considera únicamente como productos cultu-
rales cristalizados y no como procesos de interpretación y significación constante. Ob-
serva que como «medios de acción cristalizada» las costumbres, la música, las obras de
arte son objetos culturales que modifican la configuración territorial y el paisaje (2000:
64). Es relevante que mencione a la música, pues la música es menos visible y menos
permanente que otras categorías tradicionales de paisaje. Sin embargo, considera sólo
el aspecto material de esas formas culturales, como paisaje, pues al considerarlas en su
funcionamiento y significación presentes se estaría tratando de espacio.

Espacio y paisaje: lecciones de un estudio de caso

En este contexto, resulta relevante recordar un ejemplo que Milton Santos (2000: 89)
considera particularmente ilustrativo:

Durante la guerra fría, los laboratorios del Pentágono llegaron a pensar en la producción
de un invento, la bomba de neutrones, capaz de aniquilar la vida humana en un área
determinada, pero preservando todas las construcciones. El presidente Kennedy final-
mente renunció a llevar a cabo ese proyecto, de otro modo aquello que en la víspera sería
todavía el espacio, después de la temida explosión sería sólo paisaje.

Con este ejemplo vemos que la concepción ontológica que Milton Santos tiene so-

108 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


8. Espacio y paisaje en la obra de M. Santos: exploración teórica de una diferenciación conceptual

bre el paisaje es eminentemente materialista: el vestigio, lo que queda, pero que no es


socialmente valorado, como una suerte de materialidad sin sociabilidad. Como veremos
más adelante, ver al paisaje como algo desprovisto de todo contenido social es una aproxi-
mación algo simplista que no es necesaria para distinguir entre espacio y paisaje.
Otro ejemplo que puedo dar para entender esta concepción del espacio y del paisaje
se basa en un trabajo que realicé en el Palacio de Minería, de la Ciudad de México, en
una muestra permanente de meteoritos que se encuentra a la entrada del edificio. El
objetivo fue estudiar las relaciones espaciales entre los visitantes y los meteoritos para
problematizar la conceptualización de espacio y paisaje en Milton Santos. Aquí me limi-
taré a mencionar que la mayoría de las personas que visitaban esta sección tocaban a los
meteoritos y que en general, los meteoritos despertaron interés e incluso fascinación
entre los visitantes. Éste me parece un ejemplo ilustrativo de un proceso de significación
y valoración de una forma material que anteriormente no estaba en el domino de lo
social, pero que entró en contacto con el ser humano comenzando a espacializarse, a
llenarse de contenido social.
Una de las personas que tocaba los meteoritos me comentó que le gusta tocarlos
porque piensa que tienen una «energía especial» al venir de un lugar tan lejano. Enton-
ces, para el señor, el meteorito le transfiere una energía especial, pero también el señor le
transfiere algo al meteorito, le atribuye un significado y una valoración, que finalmente
influye en el acuerdo colectivo sobre la función social del meteorito. Varios de los meteo-
ritos presentes en el edificio han sido llevados a exhibiciones internacionales en otras
ciudades y países, reconfigurando los espacios a los que llegan y constantemente trans-
formando su contenido social. Sin el ingrediente de la fascinación por el meteorito, que
representa el acto de tocarlo, los significados atribuidos al meteorito, su función y su
contenido social serían probablemente distintos.
Milton Santos también establece una relación cognitiva entre el ser humano y el
paisaje diferente a la que se da entre el ser humano y el espacio. Para conocer un paisaje
basta con percibirlo, el paisaje se ve, se huele y se oye (Santos, 1988: 61), mientras que
para conocer cognitivamente al espacio geográfico no basta con percibirlo, sino que
además hay que interpretarlo, lo cual requiere indagar la función y significación social
que se le ha atribuido, analizar su dinamismo y su constante interacción indisoluble con
la sociedad. Efectivamente, un lugar que ontológicamente tiene las propiedades del es-
pacio geográfico (por estar socialmente significado) puede ser cognitivamente visto como
paisaje cuando la persona atiende exclusivamente a sus impresiones perceptivas.
De hecho, en un contexto humanizado, «considerado en sí mismo, el paisaje es sólo
una abstracción» (Santos, 2000: 90) y puede servir como un «recurso analítico» (1988:
71). El espacio del presente puede estudiarse en su dimensión paisajística, y así acceder
al espacio del pasado. Siguiendo a Marc Bloch, señala Milton Santos respecto al paisaje
que su carácter de palimpsesto, memoria viva de un pasado ya muerto, transforma el
paisaje en precioso instrumento de trabajo, pues «esa imagen inmovilizada de una vez
por todas, permite ver las etapas del pasado con una perspectiva del conjunto» (2000:
89). El paisaje como «la materialización de un instante de la sociedad», como «pedazos
de tiempos históricos representativos de diversas maneras de producir las cosas», como
cristalización del sistema de valores de una sociedad (1988: 70-72) resulta como espacio
humano en perspectiva (2000: 88), una ventana al tiempo empirizado en el espacio, una
ventana al pasado. El paisaje del pasado puede estudiarse en su dimensión espacial, si
indagamos las valoraciones y la manera en la que se le asignaba contenido y función a

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 109


Eduardo Neve

esas formas materiales que aún perduran. Milton Santos, de esta manera, destaca, por
un lado, las propiedades ontológicas del espacio y, por el otro, las propiedades concep-
tuales del paisaje.
Para el autor «la dimensión del paisaje es la de la percepción» (Santos, 1988: 62), el
paisaje es aquella parte de la configuración territorial que es perceptible (Ibíd.: 77). Y si
tomamos en cuanta que la percepción está mediada por procesos de significación (Whorf,
1976) resulta difícil mantener la idea de paisaje como un sistema de objetos sin valorar,
sin significar y sin una función actual (Santos, 2000). Esta aparente disyuntiva se resuel-
ve al considerar que esta concepción sobre el paisaje desde un nivel cognitivo se encuen-
tra en un plano de análisis distinto al del nivel ontológico que ha sido abordado anterior-
mente. Por ejemplo, desde un punto de vista ontológico, una ciudad habitada no puede
ser exclusivamente un sistema de objetos materiales, pues además de ese sistema de
objetos hay un sistema de acciones y relaciones sociales, y en ese sentido la ciudad no
sería paisaje sino espacio. Sin embargo, el carácter paisajístico de una ciudad habitada
está dado por nuestra aproximación cognitiva-perceptual a la misma. Es así como el
paisaje aparece como un instrumento analítico para Milton Santos. Al atender a las
formas materiales de otros tiempos que aún perduran en el espacio actual podríamos
indagar sobre la función y significación que esas formas tenían en el pasado. El concep-
to de paisaje cobra mayor interés desde el nivel cognitivo del análisis. Mientras en el
plano ontológico el paisaje aparece como materialidad desprovista de contenido social,
desde el plano cognitivo el paisaje puede ser una herramienta de trabajo, particularmen-
te para el estudio histórico. El espacio del presente contiene paisajes del pasado, que
han ido cristalizando instantes de otras sociedades anteriores. No obstante, si se le diera
mayor complejidad al concepto de paisaje y se admitiera que el paisaje tiene cierto nivel
de valoración y funcionalidad simbólica, podría pensarse en una misma parcela del
mundo que presenta una simultaneidad espacial y paisajística incluso en un plano onto-
lógico. Desde nuestro punto de vista, en la Naturaleza del Espacio Milton Santos presen-
ta en general una concepción subordinada del paisaje al espacio. Es en Metamorfoses do
espaço habitado donde Milton Santos aporta una concepción más positiva del paisaje (lo
que sí es el paisaje, más que lo que no es el espacio) y es relevante la distinción que
plantea entre configuración territorial y paisaje. La configuración territorial es una mez-
cla de formas y objetos naturales y artificiales de distintas temporalidades, el paisaje es
aquella parte de la configuración territorial cognitivamente accesible al ser humano
(Santos, 1988: 75-77). El paisaje implica ya una mediación entre materialidad y ser
humano, una relación al menos perceptual o sensorial. En La naturaleza del espacio,
cuando Milton Santos habla de un paisaje no valorizado se está refiriendo más bien a la
configuración territorial, pues el paisaje implicaría una relación entre los objetos y las
personas. Milton Santos reconoce que la percepción del paisaje es selectiva y que por
ejemplo lo que ve un artista o un arquitecto es distinto a lo que otros ven (Ibíd.: 62). Así
visto el paisaje, tiene una mayor complejidad social. La definición negativa del espacio,
como aquello que no tiene contenido social, se asimilaría entonces de mejor manera al
concepto de configuración territorial que al concepto de paisaje. Un planeta desconoci-
do no sería un paisaje, pues ni es percibido por alguna persona. En todo caso podríamos
plantear que es una configuración territorial de una parte del universo. Sería un paisaje
en cambio, unas montañas en el horizonte que ven unos campesinos, un concierto calle-
jero que escuchan unos caminantes, un complejo de edificios que ve un turista. Así, en el
trabajo empírico que realizamos en el Palacio de Minería podemos pensar en una tran-

110 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


8. Espacio y paisaje en la obra de M. Santos: exploración teórica de una diferenciación conceptual

sición de los meteoritos de tener meramente propiedades de configuración territorial,


meramente materiales, pasaron a tener propiedades paisajísticas, como objetos percibi-
dos que desatan un proceso de simbolización, y propiedades espaciales, como objetos
valorados y funcionalizados por la sociedad actual.

Consideraciones finales

A través de la distinción entre espacio y paisaje, Milton Santos consigue comprender


una ontología del espacio, una naturaleza propia del espacio que podría comportar in-
cluso un replanteamiento epistemológico de la geografía humana. Siguiendo la concep-
tualización que desarrolla Milton Santos, el espacio geográfico, objeto de estudio de la
geografía, no está forzosamente localizado, sino surge ontológicamente a partir de la
interacción entre las formas materiales y el ser humano. El espacio geográfico no está
limitado materialmente, sino socialmente. Es dinámico, cambia junto con la sociedad y
con la valoración que la sociedad le da a las formas materiales en las que habita; aunque
cambie la sociedad y las formas materiales, el objeto de estudio geográfico no se agota.
En tanto que haya alguna interacción entre el ser humano y las formas materiales que
habita, habrá vigencia del objeto de estudio de la geografía.
La totalidad y el espacio geográfico llegan a confundirse, porque llega un momento
en el que parece que todo es espacio (otro tema que le interesó mucho a Milton Santos,
aunque cuando habla de totalidad, suele referirse a totalidad de los fenómenos sociales:
por ejemplo en De la Totalidad al Lugar, o en La naturaleza del espacio y no a la «totali-
dad» en el sentido más amplio). Con las distinciones entre paisaje y espacio que ofrece
Milton Santos, se puede establecer que la parte de la realidad total que no es espacio
geográfico es aquella con la que el ser humano no ha entrado en contacto o que ha
perdido cualquier relación con la sociedad.
Reflexionando en torno a la distinción entre espacio y paisaje que presenta Milton
Santos en su obra, podemos tener una mejor idea de las características de esos dos
conceptos. Vemos que la articulación entre ambos conceptos está estrechamente rela-
cionada con la dimensión temporal de las cosas. En el presente la sociedad valora y
significa las formas materiales con las que habita, produciendo así espacio, que a su vez
produce sociedades y formas materiales. Las formas materiales dejan ver la relación
entre el espacio y la sociedad en un momento dado, y forman la materia prima del
paisaje. Lo que quedará del espacio de hoy será paisaje mañana.
A través de la contrastación o conceptualización dual que en este capítulo hemos
analizado, Milton Santos consigue destacar varias propiedades ontológicas del espacio
geográfico que sirven como enfoques para el estudio geográfico. Sin embargo, la ontolo-
gía del paisaje que deriva de esta distinción es más bien una reducción hacia una con-
cepción materialista del paisaje que no toma en cuenta ciertos elementos que parecen
ser importantes.
En la concepción de espacio, Santos comienza a tomar en cuenta el papel de la
subjetividad humana en la valoración, significación y asignación de función al espacio
(sobre todo en La Naturaleza del Espacio). Sin embargo, no incluye el tema de la subjeti-
vidad en el paisaje que se plantea desprovisto de valoraciones. Aunque reconoce aspec-
tos simbólicos y significativos de los objetos, siguiendo algunos trabajos de Hegel sobre
la objetivación humana en la naturaleza, de Baudrillard sobre el sistema de los objetos y

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 111


Eduardo Neve

de Latour sobre la indisociabilidad entre objetos y significaciones, estos aspectos los


vincula al concepto de espacio y no los desarrolla para el caso del paisaje,
Cuando observa que Raffestin también aboga por distinguir el espacio del paisaje
no advierte el contenido simbólico y de hecho semiológico que Raffestin le da al paisaje
(Raffestin: 1978: 94; Santos, 2000: 88). Y cuando hace referencia a la noción de Hägers-
trand de la articulación entre paisaje y acción a través de la intencionalidad prefiere
sustituir la palabra «paisaje» por «espacio» (Santos, 2000: 78).
En este punto, es conveniente plantearse por qué la insistencia de Milton Santos en
pensar el paisaje como simple materialidad (Santos, 2000: 89), sin tomar en cuenta sus
posibles dimensiones simbólicas. Desde mi perspectiva, Milton Santos, hace la distin-
ción entre espacio y paisaje, desde una búsqueda de una ontología del espacio. Cuando
plantea qué es el espacio, la definición del concepto se realiza de una manera positiva,
pero en cuanto a paisaje, no se apuesta por una definición de lo que es el paisaje, sino
sencillamente por una definición negativa del espacio. En su interés por el espacio, el
paisaje queda relegado. Para conceptuar el espacio y el gran dinamismo que encuentra
en él desprovee al paisaje de todo contenido social, de toda vinculación simbólica con las
personas, de toda significación.
Sin embargo, la distinción entre paisaje y espacio podría mantenerse aún cuando
se otorgue al paisaje mayor complejidad social. Nociones del paisaje como «simple ma-
terialidad» a la espera de un contenido social (Santos, 2000: 88-89) y su ejemplo de la
bomba de neutrones que aniquilando la vida humana transforma el espacio en paisaje
resultan más bien desafortunados, puesto que una mayor consideración del contenido
social del paisaje no invalidaría sus valiosas consideraciones sobre el paisaje como tem-
poralidad materializada en formas-objeto.
Las nociones de Milton Santos sobre el paisaje como empirización del tiempo son
muy valiosas y sintetizan un gran trabajo conceptual que lo define de manera positiva.
El paisaje como cristalización de la producción humana y como marca de la historia del
trabajo (Santos, 1988: 66-68) es una importante componente del valioso concepto de
«rugosidades» que desarrolló Santos, que, a grandes rasgos, se refiere a la inercia diná-
mica y social de formas materiales heredadas de otro tiempo, que se transforman en
paisaje, en «el testigo de un momento del mundo [...] la memoria de un presente que
fue» (Santos, 1990: 154). El paisaje como «la materialización de un instante» en «peda-
zos de tiempos históricos representativos de diversas maneras de producir las cosas»
(Santos, 1988: 70-72) puede surgir como un texto histórico a interpretar. Tomar en cuen-
ta dimensiones más simbólicas que reconocen la construcción social de los paisajes a
través de la experiencia (Berque, 1995; Nogué, 2007) pueden ayudar a hacer una inter-
pretación más completa de ese texto histórico, ese tiempo escrito en el paisaje. Los
tiempos del paisaje que considera Santos son, por lo general, de duración larga y sería
interesante llevar el análisis de la empirización del tiempo y la objetivación de la acción
humana a temporalidades más cortas, pensando en paisajes efímeros y fugaces (Hiern-
aux, 2006) que caracterizan a las ciudades contemporáneas. Milton Santos parece estar
de acuerdo con dimensiones más simbólicas de los objetos, y de ahí sus consideraciones
de algunos autores que ya hemos mencionado y que abordan esos temas. Sin embargo,
no desarrolló ampliamente estas consideraciones para el concepto de paisaje en su pre-
ocupación por una ontología del espacio más que por una ontología del paisaje.
La ontología del espacio a la que llega Milton Santos es sin duda amplia, compleja
y sugerente, y es finalmente el objeto de estudio de la geografía. Lo que faltaría, como en

112 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


8. Espacio y paisaje en la obra de M. Santos: exploración teórica de una diferenciación conceptual

otros aspectos de la obra de Milton Santos sería contrastar esta amplia teoría con el
ejercicio práctico que hace a la geografía en la investigación empírica.
Las características conceptuales y ontológicas del espacio geográfico aquí aborda-
das cambian con el tiempo, por lo que no podemos pensar que lo aquí presentado puede
quedarse como una teoría fija y sin renovación. Siguiendo el espíritu de Milton Santos,
tal como lo expresa en su introducción a Por una nueva geografía:

Cada vez que las condiciones generales para la vida sobre la tierra se modifican, o cuando
la interpretación de unos datos particulares, relativos a la existencia del ser humano y de
las cosas, sufre una evolución importante, todas las disciplinas científicas se deben reajus-
tar para poder expresar, en términos del presente y no del pasado, esa parcela de la reali-
dad total que les toca explicar [1990: 20,21].

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TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 113


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114 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9
EPÍLOGO
CONTINUAR Y SUPERAR A MILTON SANTOS

Horacio Capel

Quiero unirme al homenaje que desde este libro rendimos al profesor Milton Santos,
una de las grandes figuras de la geografía brasileña y mundial.1 Los textos que se han
reunido para este homenaje, así como las obras que recientemente se han dedicado a su
figura y a sus trabajos, permiten tener una idea completa de la trayectoria de un geógra-
fo comprometido con su tiempo, que ha ido construyendo lenta e incansablemente un
cuerpo teórico de gran importancia para comprender el mundo contemporáneo y los
problemas de los países iberoamericanos, y especialmente Brasil. El impacto de su obra
ha sido inmenso y se ha extendido a los científicos sociales de diversos países, siendo
hoy reconocido como uno de los maestros de la geografía contemporánea. A partir de su
obra los geógrafos disponen de teorías, ideas y materiales que pueden servir de punto de
partida para nuevas investigaciones, las cuales deben realizarse prescindiendo de cual-
quier actitud de reverencia beata hacia él, revisando y reformulando una y otra vez sus
ideas, tal como él haría si viviese, para lograr una mejor compresión de la realidad. El
objetivo debe ser seguir su obra, interpretarla, completarla y superarla.

Mi contacto con Milton Santos

Mi primer contacto con la obra de Milton Santos se realizó cuando yo realizaba mis
estudios de geografía en la Universidad de Murcia. Puede ser de interés aludir a ello
como un dato más que contribuya a mostrar la difusión de la obra del gran geógrafo
brasileño. Tres temas me hicieron conocer su obra, y la de otros geógrafos y pensadores
brasileños; en el orden cronológico de su conocimiento fueron: los problemas de la ari-
dez, el del subdesarrollo, y el de las redes urbanas.
Cuando yo empecé a estudiar en la Universidad de Murcia, en octubre de 1958, el
tema de la aridez interesaba mucho en esa región de escasas lluvias. Se estaban realizan-

1. Publicado originalmente en Scripta Nova: Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.


El texto se ha modificado de acuerdo con la línea editorial del libro y se reproduce con autorización
del autor.

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 115


Horacio Capel

do en aquel momento estudios sobre el aumento de dotación de aguas a la región, y en


concreto sobre la viabilidad del trasvase Tajo-Segura, y se había creado un organismo el
SEMZASE (Servicio de Experimentación y Mejora de las Zonas Áridas del Sureste) que
trataba de abordar de forma integrada los problemas del desarrollo de una región de
fuerte emigración. En ese contexto los estudios del profesor Juan Vilá Valentí, que llegó
a la cátedra de Geografía de Murcia en 1958, delimitaron una región del Sureste con
unos claros rasgos de aridez, a la vez que permitían tener un panorama de conjunto de
los problemas que planteaban las políticas de desarrollo en medios áridos.
Las experiencias de las políticas de desarrollo regional que se intentaban aplicar en
el Mezzogiorno italiano y la actuación de SUDENE a partir de 1955 en el Nordeste de
Brasil eran ejemplos que se esgrimían a comienzos de los sesenta en Murcia, ya que se
trataba de regiones que tenían rasgos que se consideraban semejantes a esa región espa-
ñola y, de forma más general, a lo que entonces se consideraba el Sureste. No ha de
extrañar que en ese contexto tuviéramos conocimiento de las experiencias de SUDENE
y, en relación con ello, de la obra de algunos geógrafos brasileños, entre los cuales Milton
Santos que desde mediados de los años 1950 se dedicaba a estudiar los problemas agra-
rios de Bahia y en el Recóncavo. Vilá Valentí había asistido al XVIII Congreso Interna-
cional de Geografía celebrado en Río de Janeiro (1956), y eso nos permitió tener infor-
mación de primera mano de los trabajos que allí se realizaban.
En todo caso, recuerdo bien que las iniciativas de SUDENE eran conocidas, y a
través de ellas nos pusimos en contacto con las investigaciones geográficas económicas
y sociales sobre Brasil y el Nordeste de Brasil (por ejemplo, el libro de Josué de Castro
sobre Una zona explosiva: El Nordeste de Brasil, que sería publicado también en español
en 1965, y el de Celso Furtado sobre La formación económica del Brasil). De hecho,
también en España estuvo a punto de ocurrir algo parecido a lo que luego escribió
Milton sobre el Nordeste, donde gracias a SUDENE el Nordeste de ser una región-pro-
grama se había convertido «en una región para los habitantes» (Santos 1968, cit. en
Capel, 1969). También en el Sureste de España el programa de SEMZASE y de la Confe-
deración Hidrográfica del Segura —así como la actividad de una caja de ahorros inter-
provincial con sede en Alicante (la Caja de Ahorros del Sureste de España)— estuvo a
punto de crear una región del Sureste. Casi treinta años más tarde, cuando en 1988 tuve
ocasión de tratar a Milton Santos más ampliamente —con ocasión de su visita a Barce-
lona invitado por Lía Osorio Machado, que estaba realizando su doctorado en esta uni-
versidad—, y luego durante visitas mías a São Paulo, volví a hablar con él de esas expe-
riencias de desarrollo y sobre algunos parecidos que encontrábamos entre el Nordeste
de Brasil y Murcia y esas conversaciones nos hicieron coincidir en muchas cosas; el
Nordeste y el Sureste casi nos hicieron paisanos y, desde luego, facilitaron mucho nues-
tra relación personal
A través de Annales de Géographie, de L’Information Géographique y de Cahiers d’Outre
Mer conocí también algunos trabajos de Milton Santos, sobre otros dos temas que asi-
mismo me interesaron cuando yo realizaba los años de la especialidad de Geografía e
Historia en la Universidad de Murcia, entre 1960 y 1963, y durante los dos años siguien-
tes en que, acabada la licenciatura, fui nombrado profesor ayudante y encargado de
curso en dicha universidad —esencialmente debido al hecho de que el número de estu-
diantes empezaba a crecer y se necesitaban nuevos profesores. Me refiero a los temas
del subdesarrollo y el de las redes urbanas.
Las redes urbanas, como entonces se denominaba a la jerarquía de las ciudades,

116 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9. Epílogo. Continuar y superar a Milton

sus áreas de influencia y el papel de ellas en la organización regional, fue el tema elegido
por mí para mi Tesis Doctoral cuando acabé la licenciatura en Murcia. Además del libro
de Dickinson sobre Ciudad, región y regionalismo (del que había una edición española de
1961) la bibliografía que utilicé en un primer momento estuvo constituida esencialmen-
te por trabajos dirigidos por Pierre George, y en especial los que realizaba Michel Ro-
chefort, que publicó su tesis sobre L’organisation urbaine de l’Alsace (1960), y luego la
tesis de Raymond Dugrand sobre Villes et Campagnes dans le Bas-Languedoc (1963).
Milton Santos, que había pasado a trabajar sobre cuestiones urbanas conocía muy bien
esa línea de investigación desde sus años de estancia en Estrasburgo, donde coincidió
con Rochefort. Recuerdo bien que algunos de los artículos que Santos publicó en revis-
tas francesas sobre el papel de Salvador en la red urbana de Bahía fueron leídos en
aquellos años por mí, aunque soy ahora incapaz de decir en qué año y en qué orden
exactamente.
De todas formas, el problema del subdesarrollo fue el fundamental, tanto para mi
dedicación a la geografía como para el conocimiento de Milton Santos. He hablado ya
de ello en un artículo sobre el magisterio del profesor Vilá Valentí en aquellos años en la
Universidad de Murcia (Capel 1999). Mi aproximación al tema tiene que ver esencial-
mente con un seminario del profesor Vilá Valentí en el año 1961, cuando yo realizaba la
especialidad de Historia y Geografía. Para ese seminario y las conferencias que impartió
en un Colegio Mayor, Vilá nos pidió a tres estudiantes de su curso de geografía (Francis-
co Calvo, Francisco Lara y yo mismo) que elaboráramos unos datos estadísticos y docu-
mentales. En lo que a mí respecta recuerdo que preparé unos sobre la pobreza en Espa-
ña y en otros países, y leí en aquel momento el libro que Yves Lacoste había publicado en
1960 con el título Les pays sous-développés así como los de Josué de Castro sobre La
alimentación en los trópicos (de la que existía una edición mexicana en español de 1946)
y Géopolitique de la faim (ed. francesa 1952), la Geografía del hambre (ed. francesa de
Hachette, 1949), El libro negro del hambre (1957, con traducción en España, 1962).
En el campo de las ciencias sociales el tema del subdesarrollo fue uno de los real-
mente innovadores en la década de 1950 y 1960. Un buen número de libros de econo-
mistas, antropólogos y sociólogos fueron traducidos en aquellos años en España y esta-
ban disponibles. Recuerdo los de Ragnar Nurske, Gunnar Myrdal, Pierre Moussa, Paul
A. Baran y otros —todos ellos traducidos al castellano por el Fondo de Cultura Econó-
mica o Editorial Aguilar— que yo leí con pasión y que abordaban un problema intelec-
tual apasionante y de gran trascendencia social. En lo que se refiere a la geografía, el
tema del subdesarrollo fue introducido en Estados Unidos por Norton Ginsburg y en
Francia por Yves Lacoste en el libro citado y, sobre todo, en un artículo especialmente
importante publicado en Annales de Géographie (1961) en el que presentaba de manera
general la bibliografía básica existente sobre el subdesarrollo y que fue una utilísima
guía de lectura para mí y otros estudiantes de mi generación.
Por aquellos mismos años, Milton Santos empezó a interesarse por los problemas
del subdesarrollo. Examinado ahora su bibliografía he visto que el primer trabajo en
que habla explícitamente de desarrollo económico es de 1960. Hasta ese momento él
había tenido la formación típica de un geógrafo que, influido por la concepción francesa
—dominante en Brasil desde la estancia de Pierre Mombeig y Pierre Deffontaines, y
reafirmada durante su estancia en Estrasburgo—, y se preparaba para hacer una Tesis
doctoral sobre su región de origen, la cual se convirtió —como también ocurrió a otros
geógrafos de la época— en un estudio más especializado. Como ya he dicho, había ido

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 117


Horacio Capel

publicando trabajos sobre la estructura agraria de algunos municipios bahianos, sobre


el hábitat rural, el cultivo del cacao, la geografía urbana, el puerto ferroviario de Nazaré,
la población, las características de la Baixa dos Sapateiros, la industria, los climas del
estado de Bahía, los cambios en el centro de Salvador...; estaba adquiriendo y practican-
do, en fin, toda esa amplia formación que se exigía a un geógrafo de la época que debía
prepararse para realizar una buena tesis regional, que era la capacitación esencial que
debía mostrar el especialista en esta ciencia.
De todas maneras, Milton Santos empezó a tener desde mediados de la década de
1950 una creciente inclinación hacia los temas urbanos y, especialmente, hacia el estu-
dio de Salvador, que sería el tema de su tesis doctoral, presentada en Estrasburgo en
1958. Su artículo «Geografia e desenvolvimento económico» publicado en 1960 fue se-
guido poco después por el que dedicó a «Quelques problèmes des grandes villes dans les
pays sous-developpés» (1961). Sin duda buscaba un marco teórico que le permitiera dar
nuevos vuelos al estudio de la ciudad de Salvador. Esa evolución explica que su primera
obra de importancia fuera A cidade nos países subdesenvolvidos (1965), al que seguirían
otras varias aportaciones sobre el mismo tema, cada vez más amplias. En 1973, por
iniciativa de Enric Lluch, fue traducido al castellano su libro Geografía y economía urba-
na de los países subdesarrollados, una obra en la que muestra las amplias lecturas geo-
gráficas, económicas y sociológicas que había ido realizando.
Las teorías sobre el subdesarrollo y luego sobre el intercambio desigual y el impe-
rialismo fueron en los años 1960 profundamente renovadoras en el campo de las cien-
cias sociales. Permitían disponer de un marco general que explicaba los problemas del
desarrollo y subdesarrollo, los desequilibrios a escala internacional e incluso en el inte-
rior de un mismo Estado. Es cierto que desde la perspectiva de un país como España y
en cierto número de países iberoamericanos (como Argentina o Chile) no todos los ras-
gos del subdesarrollo encajaban. Otros países eran mucho más subdesarrollados o más
pobres. Pero había un rasgo —el que se refiere a la existencia de una economía dual—
que se incluía siempre en las caracterizaciones del subdesarrollo y era especialmente
oportuno, ya que hacía aplicable ese marco teórico también en nuestros países.
Yo mismo utilicé la expresión región subdesarrollada con referencia a la región de
Murcia cuando realicé mi tesis de licenciatura sobre «La población y los movimientos
migratorios en el municipio de Lorca, Murcia», presentada en la Universidad de Murcia
en 1964, y luego en algún artículo que aprovechaba los materiales de esa tesina. El
término economía dual, que fue utilizado también por determinados historiadores, me
parecía entonces apropiado para caracterizar a la economía española que se fue desa-
rrollando en el siglo XIX, y parecía dar argumentos para afirmar que España, y mucho
más ciertas regiones como las del sur de España, eran subdesarrolladas.
Con referencia al estudio de los países, el marco teórico del subdesarrollo permitía
también una interpretación de las diferencias a escala mundial y de los desequilibrios
regionales en un momento en que el mismo concepto regional estaba en crisis y se
trataba de complementar añadiendo al estudio geográfico de la región un hilo argumen-
tal con la incorporación de una «dominante» que permitía organizar el estudio (Reyn-
aud, 1976). Recuerdo bien que cuando ya en la Universidad de Barcelona tuve que dar
un curso sobre «Geografía de los países iberoamericanos», utilicé ese marco teórico
como hilo conductor y titulé el curso «Iberoamérica, un continente subdesarrollado»; se
ha referido a ello un alumno de aquel curso y hoy profesor en la Universidad de Barce-
lona, Joan Mateu, en un artículo en el que alude al programa del mismo durante sus

118 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9. Epílogo. Continuar y superar a Milton

estudios en la licenciatura de Geografía.


El subdesarrollo proporcionaba en aquel momento un marco general explicativo
de gran eficacia. Facilitaba, además, una denominación muy expresiva para designar a
los países que no estaban desarrollados, a la que se unieron luego otras, como la de
Tercer Mundo, que muchos países no alineados habían adoptado como suyo poco des-
pués de la conferencia de Bandung para significar que no formaban parte ni del bloque
capitalista occidental ni del bloque comunista. A todo ello se unieron luego cronológica-
mente (al menos en el caso español) las teorías sobre el intercambio desigual, el imperia-
lismo y la dependencia. Obras como las de A. Gunder Frank, Samir Amin y otros fueron
de gran importancia en la formación de muchos estudiantes de mi generación. Y entre
ellas las obras de Milton Santos ocupaban también un lugar destacado.
Pero el subdesarrollo tuvo también, a la larga, consecuencias negativas, de las que
sólo fui consciente algo más tarde. Simplificaba situaciones que eran muy diversas y
muy complejas: todos los países de África, de Asia y de América del Sur se unificaban en
esas teorías, fueran cuales fueran sus características específicas. Lo cual tuvo implica-
ciones políticas muy negativas, ya que precisamente por esa unificación que se hacía de
los países subdesarrollados algunos llegaron a pensar que las soluciones políticas de-
bían ser las mismas en todos ellos; y eso en el contexto de la guerra fría dio lugar a
movimientos revolucionarios que, en el caso de los países iberoamericanos, contribuye-
ron a crear un enfrentamiento radical y una grave fractura social, cuyas negativas conse-
cuencias todavía se sufren.

La región y la ciudad de los países subdesarrollados

En 1968 e invitado por el profesor Pierre Deffontaines tuve ocasión de asistir al coloquio
sobre la regionalización del espacio en Brasil, que se organizó en Burdeos con motivo de
la inauguración del Centro de Estudios de Geografía Tropical. El Coloquio fue dirigido
por los profesores Guy Laserre y Milton Santos y constituyó un encuentro de gran im-
portancia para la discusión del concepto de región en los países desarrollados y subdesa-
rrollados, en un momento en que este concepto estaba siendo ya claramente impugna-
do. Regiones históricas, regiones homogéneas, regiones polarizadas, y regiones opera-
cionales se enfrentaban como posibilidades de definición y sistematización del estudio
regional. La imposibilidad de definir regiones homogéneas que lo fueran a la vez desde
los puntos de vista físico y humano representaba una dificultad apreciable que había
intentado ser superada con el concepto de región funcional o polarizada. Trabajos sobre
las redes urbanas, como los que antes he citado, ofrecían una alternativa muy sugestiva,
y podían apoyarse en los que había realizado Etienne Juillard en Estrasburgo sobre el
tema. Se discutía también la validez de estos conceptos en países como Brasil, con espa-
cios geográficos tan diferenciados como los de la Amazonia y el área centro sur polariza-
da por São Paulo. El tema de las ciudades en la organización de la región era en aquel
momento de gran actualidad y Milton Santos tenía ya una larga experiencia investiga-
dora sobre ello, por lo que no extraña el protagonismo que tuvo en el Coloquio de Bur-
deos.
El libro Geografía y economía urbana en los países subdesarrollados fue, sin duda,
un hito importante en la bibliografía sobre el tema. Un científico de un «país subdesa-
rrollado» abordaba sin complejos un tema de interés general, apoyado en sus propios

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 119


Horacio Capel

trabajos sobre ciudades de esos países y en una bibliografía general amplia y relevante.
Los trabajos que años más tarde realizó Milton Santos sobre otras metrópolis, y espe-
cialmente sobre São Paulo le permitirían matizar y profundizar todo lo que entonces
decía en aquel libro.
Milton Santos nunca ha abandonado la idea de que Brasil es un país subdesarrolla-
do y que las metrópolis de ese país son características de esa situación de subdesarrollo.
Es indudable que eso, y su decisión de contribuir a cambiar las situaciones injustas, le
ha permitido encontrar vías interesantes de reflexión, de gran influencia entre los cien-
tíficos brasileños y de otros países.
De todas maneras, es posible que la utilización sistemática de ese marco concep-
tual, si por un lado permite descubrir rasgos interesantes, por otro impida ver otros
también significativos. Creo que a partir de cierto momento la insistencia en que las
ciudades brasileñas son ciudades subdesarrolladas impide entender la realidad de las
mismas. Discutiendo una y otra vez en Buenos Aires, en México o en São Paulo con
geógrafos de esos países he tenido muchas veces la impresión de que la aceptación del
concepto de subdesarrollo les lleva a ver sesgadamente su propia realidad desde esa
perspectiva, lo que tal vez les vela la comprensión de otros rasgos muy importantes.
Muchas veces he pensado que sería más útil la utilización de otros marcos conceptuales,
y en concreto la aproximación a su realidad con los mismos presupuestos que se utilizan
para estudiar las ciudades de los países llamados desarrollados.
Tengo la impresión de que muchos rasgos que Milton Santos y otros geógrafos
iberoamericanos consideran típicos de las metrópolis brasileñas, o del llamado Tercer
Mundo en general, se dan también en las de los países desarrollados. La «moderniza-
ción incompleta y selectiva», la «yuxtaposición de trazos de opulencia y carencias pro-
fundas» la segregación o la exclusión social, y otros muchos rasgos se dan también de
una u otra forma en las grandes ciudades de los países desarrollados. No hay más que
leer las descripciones de Engels sobre las ciudades británicas del siglo XIX o las que hoy
se realizan sobre la situación social de Atlanta, Nueva York o Chicago para darse cuenta
de que la pobreza, la infravivienda, la exclusión social y la fragmentación han estado y
siguen estando también presentes en ellas. Estoy firmemente convencido de que la com-
prensión de la realidad urbana y no urbana de Brasil sería más profunda si en el estadio
actual se abandonaran los esquemas tradicionales del subdesarrollo y se adoptaran otros,
semejantes a los que se emplean para estudiar las ciudades de los países desarrollados.
De la misma manera, estimo que la aplicación de los esquemas centro-periferia
parece insostenible y ha de modificarse. Creo que una perspectiva diferente, la de consi-
derar a Brasil como un territorio y una sociedad que va formando progresivamente
parte de la nueva Europa ultramarina desde el siglo XVI y lo es plenamente desde el siglo
XVIII o XIX, permitiría entender mucho mejor aspectos esenciales de la evolución de este
país así como de otros países iberoamericanos. Es un verdadero contrasentido aceptar
ese carácter europeo y occidental en el caso de Estados Unidos (que también conoció la
esclavitud hasta el siglo XIX) y negárselo a Brasil y a los países hispanoamericanos.

Una obra ambiciosa y coherente

Lo que más impresiona de la obra de Milton Santos es su búsqueda continuada y siste-


mática de una teoría coherente de la geografía, una teoría que trata de utilizar catego-

120 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9. Epílogo. Continuar y superar a Milton

rías generales pero que se construye a partir del conocimiento directo de la realidad de
los países llamados subdesarrollados. Muchos conceptos han sido elaborados por el
autor lentamente, en un itinerario intelectual seguido desde los años 1950 hasta al mo-
mento de su muerte, en un proceso incansable de enriquecimiento continuado y una
fértil integración de numerosas aportaciones intelectuales, tratando siempre de interve-
nir en la realidad brasileña con vistas a su transformación. La convicción que ha dado
fuerza a su trabajo intelectual es la de que la ciencia geográfica puede servir para trans-
formar Brasil y para transformar el mundo.
Su gran conocimiento de la realidad brasileña y su paso por instituciones educati-
vas, académicas y de desarrollo de diversos países de Europa, América y África, le per-
mitió ser consciente de la gran cantidad de estereotipos e ideas equivocadas que existían
sobre la realidad iberoamericana. Por eso insistió tanto en la necesidad de partir de la
propia realidad, sobre la necesidad de construir (o reconstruir) marcos teóricos especí-
ficamente latinoamericanos para estudiar la realidad de esos países, un aspecto esencial
en el que siempre coincidí con él.
Su trayectoria intelectual fue enriqueciéndose continuamente e incorporando nue-
vas ideas de procedencias diversas, integradas en un todo coherente, con énfasis siem-
pre en el espacio. En los años 1970 y 80 —paralelamente y de forma independiente a lo
que hacían en Estados Unidos David Harvey y otros— Milton Santos realizó un gran
esfuerzo para incorporar a la geografía la concepción marxista (modo de producción,
formación social, etc.) con el fin de fundamentar una nueva teoría de la geografía. Arma-
do con ello abordó el estudio del proceso de globalización, y de las transformaciones del
mundo contemporáneo en las dos últimas décadas del siglo XX y su impacto en Brasil.
Mostró siempre también un gran interés por las herencias del pasado, por las per-
manencias históricas de las formas pasadas y su influencia en la acción humana. Esas
formas pasadas incorporan la dimensión temporal al espacio y le dan su especificidad y
sus «rugosidades». Sin duda en ello han influido rasgos básicos de su formación intelec-
tual inicial, los cuales han persistido durante toda su vida. Las relecturas que continua-
mente fue haciendo de obras clásicas, como la de Max Sorre y otras le han permitido
obtener ideas válidas en su intento de fundamentación de la geografía.
Al mismo tiempo, realizó un enorme esfuerzo por conocer lo que se hacía en otras
disciplinas. Sus lecturas en este sentido fueron muy amplias, y aparecen bien reflejadas
en la bibliografía que utilizó y citó en sus trabajos científicos, en sus conferencias e
incluso en sus artículos periodísticos publicados en Folha de São Paulo. De todas mane-
ras, no dejó de criticar, cuando hizo falta, las exageraciones de un cierto sociologismo
barato o de un ecologismo bisoño que utiliza caminos fáciles favorecidos por la moda
(en «Relações do territorio globalizado», incluido en O país distorcido, p. 99). Conocien-
do su talante abierto y comprensivo, es posible que haya que cargar dichas llamadas de
atención no sólo al miedo de los excesos que denunciaba, sino también al temor de que
los geógrafos perdieran sus propias señas de identidad.

La globalización

Milton Santos tuvo siempre una visión negativa de ciertos rasgos de la evolución con-
temporánea y en especial del proceso de globalización, al que se refirió en numerosas
ocasiones. Tengo la impresión, de todas maneras, que en los últimos años había ido

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 121


Horacio Capel

matizando sus propias posiciones. Así de unas iniciales en las que la globalización apa-
recía como la expresión de todos los males pasó a otra más suave en la que reconocía
aspectos positivos de este proceso y se concentraba en denunciar ciertas formas de glo-
balización al tiempo que abogaba por «otra globalización».
No estoy seguro de que todos sus juicios pesimistas hayan sido siempre correctos.
Por ejemplo, los que se refieren al papel de la información en esta fase científico-técnica-
informacional. No cabe duda de que tiene razón al insistir en la manipulación y la vio-
lencia de la información que se difunde. Es cierto que en el momento actual no sabemos
con mucha frecuencia si la información que se nos presenta está manipulada o no. El
ejemplo de aquellas imágenes de la fauna afectada por la Guerra del Golfo y que luego
supimos que correspondían al vertido del Exxon Valdez es una prueba de ello, particu-
larmente impactante y significativa. Y desde los sucesos del 11 de septiembre del 2001 la
manipulación se ha convertido en una estrategia sistemática cada vez más consciente-
mente utilizada. A ello podríamos añadir otros muchos datos sobre la manipulación
informativa y de las conciencias, de lo que la propaganda religiosa, tan influyente en el
Brasil antiguo y contemporáneo, facilita muchos ejemplos.
Pero existe otra dimensión que nos permite complementar lo anterior, y que es
necesario dar también. Nunca ha habido tanta población absoluta y relativa de personas
alfabetizadas, nunca tantas personas con estudios secundarios y universitarios como
hoy. Ni tampoco nunca ha habido tantas fuentes de información. A lo largo de los siglos
XIX y XX, la prensa se diversificó y los lectores han tenido numerosas opciones para
elegir. Luego, la radio supuso una nueva fuente de información, que llegaba a cualquier
rincón del mundo, y a las sociedades iletradas, permitiendo también elegir entre nume-
rosas emisoras con un simple movimiento del dial. A partir de los años 1950 se fue
difundiendo la televisión. Es cierto que al principio cada país tenía sólo un canal, pero a
partir de los años 1970 éstos se han ido diversificando de forma asombrosa. Hoy en
cualquier país existe al menos media docena de canales de acceso gratuito, a lo que hay
que añadir los canales de pago, que pueden ser de todo el mundo, y los canales locales
que se van multiplicando. Finalmente Internet ha supuesto otro aumento de la posibili-
dad de acceso a la información todavía más revolucionario.
No puede decirse que no haya información disponible. Todo eso es una diferencia
esencial respecto al pasado y no puede desconocerse y desvalorarizarse. Podría argu-
mentarse que el exceso de información también es una estrategia de dominación, pero
no estoy de acuerdo con esa interpretación. En este campo siempre es preferible el
exceso que la falta.
Es indudable que en numerosos aspectos está justificada la imagen negativa que a
veces se tiene de la industria de los medios de comunicación y de la industria cultural
actual. La dictadura del consumo, la fusión entre publicidad y diversión industrializada
producida por las grandes empresas, la manipulación de la información es una realidad
bastante evidente. Es desde luego útil la crítica que autores como Habermas han hecho
a las dificultades de elección racional de los consumidores a partir de la publicidad, y la
denuncia de la alienación que todo ello produce.
Pero dicho eso, confieso que muchas veces tengo dificultades para aceptar ciertas
visiones negativas de la modernidad que insisten en la incapacidad de las personas para
elegir y discriminar, y que me cuesta admitir las tesis que presentan a los ciudadanos
actuales como totalmente sometidos a la insidiosa y ubicua acción del poder disciplina-
rio. Eso es así porque tengo confianza en la capacidad de los ciudadanos para elegir y

122 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9. Epílogo. Continuar y superar a Milton

discriminar. Creo que la gente discrimina más de lo que piensan los políticos y los inte-
lectuales. Incluso los que ven programas basura de la televisión saben bien lo que ven y
eligen verlo por razones diversas (distracción, curiosidad, necesidad de evasión...).
En relación con todo ello resulta muy útil una adecuada perspectiva histórica de lo
que ha ocurrido en otras épocas anteriores, donde la opresión, el disciplinamiento y el
peso del poder eran más inmediatos, opresivos y determinantes, donde la segregación y la
exclusión tenían unos rasgos mucho más decisivos y sin posibilidad alguna de mejora
social, de aumento del bienestar, de emancipación y libertad individual. La perspectiva
histórica corta, la incorporación de una dimensión temporal que tiene en cuenta lo que ha
sido el mundo no ya desde hace tres o cuatro mil años o desde la misma fundación histó-
rica del Brasil sino incluso desde el siglo XIX, permite tener una visión menos negativa.
Es cierto que los espíritus sensibles y que poseen conciencia ética se inquietan y
desearían acelerar dichos cambios. Pero a veces hay que evaluar el coste social que eso
representa y las posibilidades de éxito para conseguirlo. En todo caso, la idea de que el
pasado fue mejor, de que el tiempo ha ido decayendo desde una edad de oro anterior,
impiden ver los cambios positivos que se están produciendo y dificulta disponer del
optimismo y la prudencia necesarios para acometer los cambios que se necesitan.

Criticar a Milton Santos

La influencia de Milton Santos ha sido sin duda extraordinariamente positiva. En nu-


merosas disciplinas sociales, y especialmente, en el mundo iberoamericano su obra ha
permitido el desarrollo y consolidación de una poderosa corriente de geografía crítica. Y
también para otros especialistas su voz ha sido muy influyente, como muestran las dis-
tinciones y los premios que le han otorgado diversos grupos de científicos sociales, los
arquitectos y algunos movimientos comprometidos con la lucha contra la injusticia. No
hace falta insistir en ello, y en este número se dan muchos ejemplos. Milton ha tenido la
enorme fortuna de ver también como se le reconocía su esfuerzo por conseguir una
geografía brasileña autónoma de las escuelas de los países dominantes. En suma, ha
contribuido de forma destacada a popularizar la geografía en los ambientes intelectua-
les y entre el gran público.
Pero tan importante como valorar su figura y su obra es huir de una actitud beata y
reverencial hacia ella. A él que tanto le gustaba la irreverencia y la búsqueda de nuevos
caminos, que estaba dispuesto a discutir con pasión sus puntos de vista, estoy seguro de
que no le gustarían las citas reverenciales y acríticas que a veces se hacen de su pensa-
miento, especialmente por intelectuales de origen marxista que parecen haber sustitui-
do las citas canónicas de los clásicos del marxismo (los que tocaban en cada momento,
según la fracción y las tendencias) por la cita reverencial del pensamiento del maestro.
Creo que es fácil ponerse de acuerdo en que es probable que no todo lo que ha escrito
una persona que ha vivido largo tiempo y en circunstancias tan diversas ha de ser nece-
sariamente bueno.
Tal como decía al principio, la obra de Milton Santos ha de ser seguida, interpreta-
da, completada y superada. Seguida porque tenemos en él un ejemplo de vida y de
compromiso intelectual y social que debe ser imitado; y porque hay en su obra ideas
muy valiosas que nos ayudan a entender los cambios del mundo contemporáneo. Inter-
pretada, porque en una obra que se ha desarrollado durante medio siglo es posible que

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 123


Horacio Capel

existan contradicciones, incoherencias y oscuridades. Completada, porque su pensa-


miento puede ser el punto de partida para nuevas interpretaciones. Y superada, porque
es una ley esencial de la ciencia el que las teorías cambien y las obras, incluso de los
grandes maestros, sean superadas y den lugar a nuevos desarrollos.
La obra de Milton Santos, con sus grandezas y sus carencias, ha de ser interpretada
históricamente. Y es urgente pasar de la hagiografía a las investigaciones rigurosas so-
bre su pensamiento y su evolución, ahora que quedan muchos testigos que lo han cono-
cido y que pueden facilitar testimonios de primera mano. Se han de tener en cuenta sus
estudios iniciales de derecho, las razones de su conversión a la geografía, su formación
geográfica en el marco del paradigma regional e historicista dominante en la geografía
francesa cuando él estudió, su conocimiento de los nuevos caminos que emprendían los
geógrafos franceses a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando
se elaboraban nuevos marcos de estudio regional y se realizaban las investigaciones
sobre redes urbanas y sobre su papel en la organización regional. Su vinculación a la
geografía francesa le hizo tener las mismas reticencias que otros geógrafos de esa nacio-
nalidad respecto a la revolución cuantitativa que se desarrollaba desde los años 1950 en
el mundo anglosajón. Hemos de recordar que en Francia, a pesar del sentimiento cre-
ciente de crisis de la concepción regional, durante toda la década de 1960 —y por tanto
cuando Milton Santos permaneció en las universidades de Toulouse, Burdeos y París
después de 1964— la geografía historicista y antipositivista dominó con gran fuerza y
que solamente después de mayo de 1968 y en relación con la crisis de la universidad
algunos se atrevieron a introducir decididamente las ideas de la geografía teorética y
cuantitativa.
Sin duda, el espectacular desarrollo de la geografía cuantitativa en un país como
Estados Unidos, que había apoyado la Dictadura militar, y la utilización del utillaje téc-
nico y pretendidamente objetivo y neutro de estas técnicas por los gobiernos de dicho
periodo hizo a Milton Santos reticente a esa corriente. Luego en los años 1970 la crítica
de la geografía neopositivista por los geógrafos radicales, y el desarrollo de la geografía
crítica le afirmó en una vía que seguían también otros geógrafos anglosajones en su
cuestionamiento del paradigma anterior cuantitativo. En esa geografía marxista encon-
tró conceptos válidos para interpretar la situación de Brasil y otros países del llamado
Tercer Mundo, y no cabe duda de que el resultado de su esfuerzo ha sido muy rico y
fructífero.
Pero es evidente que su evolución podría haber sido otra en un contexto diferente.
Una obra como la de Milton Santos debe ser interpretada y situada históricamente.
Estuvo sometido a muchas influencias, y su historia personal explica ciertas reticencias
y ciertas actitudes. A partir de ahí se entiende, por ejemplo, su posición contra la geogra-
fía cuantitativa en el contexto del debate antipositivista de los años 1970, sus denuncias
contra las pretensiones de neutralidad de los cuantitativos.
Pero no hay que olvidar que no todos los cuantitativos eran reaccionarios, y que
algunos señalaron —como hizo Morril en las páginas iniciales de Antipode— que los
métodos cuantitativos se convierten en radicales cuando se aplican a problemas radica-
les. No es seguro que en ese sentido la influencia de Milton Santos en la geografía brasi-
leña haya sido totalmente positiva, aunque resulte explicable. El rechazo de todo lo que
suponga cuantificación o aproximaciones teoréticas en la actual geografía brasileña, tal
como he podido ver, por ejemplo en el XIII Encontro de Geografía de la AGB, celebrado
en Joâo Pessoa en el año 2002, y la reducción del aparato matemático simplemente a los

124 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


9. Epílogo. Continuar y superar a Milton

aspectos técnicos del uso de SIG, creo que es algo claramente negativo. Una buena for-
mación teorética y cuantitativa sería de gran utilidad a los estudiantes de geografía para
abordar los problemas a que han de enfrentarse profesionalmente.
Es posible que otro aspecto negativo de la influencia de Milton haya sido su insis-
tencia en la teoría geográfica, que puede dar a los geógrafos un carácter aislado y solip-
sista. Sin duda tiene que ver con su voluntad de prestigiar la geografía brasileña, y es
indudable que ese esfuerzo ha tenido resultados notables. Pero tal vez los jóvenes debe-
rían tener con Milton Santos la misma actitud que los hijos tienen con los padres. Lo
importante muchas veces no es lo que éstos dicen, sino lo que hacen. Y es indudable que
Milton siempre tuvo una actitud abierta hacia otras ciencias, lo que hizo que su trabajo
intelectual resultara particularmente fructífero.
Finalmente, tampoco estoy de acuerdo con la visión un tanto pesimista sobre Bra-
sil, que Milton comparte con tantos geógrafos brasileños. Aunque en este sentido es
posible que, si se leen bien sus textos, es posible que el maestro tenga una visión menos
pesimista que muchos de sus lectores e intérpretes. Milton ha mostrado muchas veces
su confianza en las grandes metrópolis, en las posibilidades de Brasil. En todo caso, la
visión un tanto pesimista que encuentra a veces uno en Brasil creo que tiene que ver,
ante todo, con un talante ético de lucha contra la injusticia, y en ese sentido es admira-
ble. Pero también tiene que ver con el hipernacionalismo y la conciencia de ser una
superpotencia incompleta, con la falta de una visión verdaderamente mundial de los
problemas, con la aceptación de marcos conceptuales como el del subdesarrollo, que
impiden ver la propia realidad.
Siempre que voy a Brasil me hablan de la pobreza y de los numerosos problemas
que, evidentemente, existen. No me hablan tanto de la segregación racial, que también
existe, como el mismo Milton comentó muchas veces y señaló en alguno de sus escritos
en Folha de São Paulo, o se observa simplemente utilizando los aeropuertos. Y no se
habla casi nunca de la riqueza, del dinamismo de la vitalidad y la creatividad de ese
nuevo Brasil que puede superar crisis coyunturales como la que está en estos momentos
padeciendo.
Desde hace veinte años vengo oyendo a muchos amigos brasileños repetir que las
cosas van cada vez peor en su país. Lo que es manifiestamente falso y tal vez refleja la
incapacidad que a veces tenemos los intelectuales para juzgar correctamente la realidad.
Yo creo que en estos últimos veinte años Brasil ha mejorado de forma clara, y he sido
testigo de esas mejoras. Lo impresionante es darse cuenta de que existen intelectuales que
vienen repitiendo la misma cantinela desde los años 1930, aunque algunos de ellos más
tarde se den cuenta de su error y hayan reconocido que se equivocaron, como hizo Rangel
en una entrevista memorable que le hicieron en la revista Geo Sul hace ya unos años.
Lo que yo creo que ocurre es que entre las clases medias y altas, a las que pertene-
cen en general los profesores universitarios, son cada vez mayores las aspiraciones y las
expectativas de mejora, y cada vez mayores también las desviaciones entre ellas y las
posibilidades reales de conseguirlas. De ahí nace una frustración que produce esa visión
negativa de la realidad.

Un verdadero maestro

Sin duda, Milton Santos fue un ciudadano y un científico ejemplar. Preocupado por los

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 125


Horacio Capel

problemas de su tiempo, interviniendo activamente en la sociedad, en un intento de


transformarla. Es eso esencialmente lo que nos ha de quedar de él.
Como escribió Jorge Luis Borges, «maestro es quien enseña con el ejemplo a tratar
con las cosas, un estilo genérico de enfrentarse con el incesante y vario universo». Sin
duda Milton fue en toda su acepción un verdadero maestro y es ese ejemplo el que
hemos de seguir. Sus teorías, sus libros, sus conceptos y sus datos servirán mientras
sirvan, mientras podamos utilizarlos para entender mejor la realidad. Cuando eso no
ocurra deberán ser superados, y esa es la tarea que tienen los jóvenes geógrafos y cientí-
ficos sociales brasileños. Estoy convencido de que el mejor homenaje que debemos ha-
cer a la obra de Milton Santos es partir de ella, leerla desde posiciones no dogmáticas,
cuestionarla y superarla. Sólo de esa manera su trabajo será fructífero y tendrá inciden-
cia en el futuro de Brasil.

Referencias bibliográficas

BORGES, Jorge Luis (1997), «Pedro Henríquez Ureña», en: Prólogos con un Prólogo de Prólo-
gos. Obras Completas, vol. IV 1975-1988, Emecé Editores, Barcelona.
CAPEL, Horacio (1969), «La regionalización de los países en vías de desarrollo: El caso de
Brasil», Revista de Geografía, vol. III, núms. 1-2, pp. 108-129.
— (1999), «Los años murcianos de Juan Vilá Valentí», en: Professor Joan Vilá Valentí: El seu
Mestratge en la Geografia Universitària, Universidad de Barcelona, Barcelona, pp. 89-
102.
CARLOS, Ana Fani Alessandri (2001), Ensaios de Geografía Contemporánea: Milton Santos.
Obra Revisitada, Editora Universidade de São Paulo/Editora Hucitec, São Paulo.
REYNAUD, Alain (1976), «El mito de la unidad de la geografía», Geo Crítica: Cuadernos Críti-
cos de Geografía Humana, núm. 2.
SANTOS, Milton (1973), Geografía y Economía Urbana en los Países Subdesarrollados, Oikos-
Tau, Barcelona.
— (1986), «Espacio y método», Geo Crítica: Cuadernos Críticos de Geografía Humana, núm.
65.
— (2001), O País Distorcido: O Brasil, A Globalizaçâo e a Cidadanía, Publifolha, São Paulo.

126 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


AUTORES

CRISTÓBAL MENDOZA es doctor en Geografía por la Universidad King’s College de Lon-


dres. Es máster en Geografía Humana y licenciado en Geografía por la Universidad
Autónoma de Barcelona. Cuenta asimismo con un posgrado en Demografía por el Cen-
tro de Estudios Demográficos de la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente
es profesor-investigador titular del Departamento de Sociología de la Universidad Autó-
noma Metropolitana, campus Iztapalapa, donde forma parte del área de investigación
«Espacio y Sociedad» y docente en la Licenciatura en Geografía Humana y en el posgra-
do de Estudios Sociales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I.
Entre sus publicaciones recientes, destaca el libro Labour Immigration in Southern Europe.
Sus líneas de investigación son: capital social, redes y espacios migratorios transnacio-
nales, sentido de lugar y procesos migratorios, y migración cualificada en México. Co-
rreo electrónico: cmp@xanum.uam.mx
HORACIO CAPEL es catedrático de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona y
doctor honoris causa por la Universidad Nacional de San Juan, Argentina (1999) y por la
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina (2002). Asimismo ha recibido la
Distinción a la Actividad Investigadora de la Generalitat de Catalunya (2003), y el Pres-
ton James Eminent Latin Americanist Career Award, por la Conference of Latin Ameri-
can Geographers de la Asociation of American Geographers (2006). Entre sus numero-
sas publicaciones, destacan los libros Capitalismo y morfología urbana en España, Filo-
sofía y ciencia en la geografía contemporánea y La morfología de las ciudades. Sociedad,
cultura y espacio urbano. Actualmente sus líneas de investigación se centran en temas
relacionados con la ciudad y la innovación técnica. Finalmente, es director de las revis-
tas Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana y de Scripta Nova. Revista Elec-
trónica de Geografía y Ciencias Sociales. Correo electrónico: hcapel@ub.edu
ADRIÁN HERNÁNDEZ CORDERO es licenciado en Geografía Humana por la Universidad
Autónoma Metropolitana (UAM), campus Iztapalapa, de la ciudad de México. Su tesis
de licenciatura «La Alameda Central en domingo: Fiesta, laberinto y mosaico espacio-
temporal» recibió el premio a la mejor tesis de ciencias sociales de la UAM en 2007.
Actualmente cursa la Maestría en Estudios Regionales en el Instituto de Investigación

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 127


Autores

Dr. José María Luis Mora, de la ciudad de México. Su línea de investigación se enfoca en
el proceso de gentrificación y/o renovación urbana en el Centro Histórico de la ciudad
de México. Correo electrónico: ian.geographe@gmail.com
DANIEL HIERNAUX es doctor en Geografía por la Universidad de París III, La Sorbona
Nueva, Instituto de Altos Estudios de América Latina. Es maestro en Ciencias Urbano-
Regionales por la Universidad de Lovaina, Bélgica e ingeniero-civil arquitecto por la
misma universidad. Asimismo tiene una Especialización en Asentamientos Humanos,
por Naciones Unidas, Ginebra. Actualmente es profesor-investigador titular de la Uni-
versidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa, en el Departamento de Sociolo-
gía, donde está integrado al área de investigación «Espacio y Sociedad». En la docencia
forma parte del cuerpo de profesores de la licenciatura en Geografía Humana, así como
del Posgrado de Estudios Sociales, línea de Estudios Laborales. Asimismo, es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 3. Sus líneas de investigación actuales son:
«Geografías del ocio, el tiempo libre y el turismo», «Epistemología de la geografía, el
pensamiento anarquista sobre el espacio», «Periferia metropolitana y centralidad urba-
na», «Imaginarios urbanos y gentrificación». Entre sus publicaciones recientes se en-
cuentra el Tratado de Geografía Humana, que dirige conjuntamente con Alicia Lindón.
Correo electrónico:danielhiernaux@gmail.com
ALICIA LINDÓN es doctora en Sociología y maestra en Desarrollo Urbano, por el Centro
de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Es licenciada en Geografía por la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Asimismo, tiene una
Especialización en Geografía Urbana por el CEPIGE-IPGH de Quito, Ecuador. Actual-
mente es profesora-investigadora titular de la Universidad Autónoma Metropolitana,
campus Iztapalapa, en el Departamento de Sociología, donde forma parte del área de
investigación «Espacio y Sociedad». En docencia integra el cuerpo de profesores de la
licenciatura en Geografía Humana, así como del Posgrado de Estudios Sociales, línea de
Estudios Laborales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 2, y coor-
dinadora de la Licenciatura en Geografía Humana. Sus líneas de investigación actuales
son: «La subjetividad social, la construcción social del lugar y el enfoque biográfico»,
«Modos de vida urbanos, vida cotidiana y espacios vividos», «Topofilias, topofobias y
espacios del miedo» y «El giro geográfico: El humanismo geográfico». Entre sus publi-
caciones recientes se encuentra el Tratado de Geografía Humana, que dirige conjunta-
mente con Daniel Hiernaux. Correo electrónico: alicia.lindon@gmail.com
EDUARDO NEVE es licenciado de Geografía Humana por la Universidad Autónoma Me-
tropolitana (UAM), campus Iztapalapa. Actualmente está realizando una estancia en la
Universidad de Macquarie, Sydney, Australia. Su línea de investigación se centra en los
paisajes musicales y la espacialidad de la música callejera. Correo electrónico:
eduardoneve@gmail.com
MARÍA LAURA SILVEIRA es licenciada en Geografía por la Universidad Nacional del Co-
mahue (Argentina) y doctora en Geografía Humana por la Universidade de São Paulo
(Brasil). Actualmente es profesora de la Universidade de São Paulo (licenciatura y doc-
torado) e investigadora del Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnoló-
gico brasileño. Entre sus obras, se encuentra O Brasil: Território e sociedade no início do
século XXI (coautora con Milton Santos) y Continente em chamas: Globalização e territó-
rio na América Latina. Sus líneas de investigación son: epistemología de la geografía,

128 TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS


Autores

geografía de América Latina y uso corporativo del territorio, metrópolis y circuitos de la


economía urbana en Brasil. Correo electrónico: laurasil@usp.br
ÓSCAR SOBARZO es licenciado en Geografía por la Pontificia Universidad Católica de
Chile, y maestro y doctor en Geografía por la Universidade Estadual Paulista (campus
de Presidente Prudente, São Paulo). Actualmente es profesor adjunto del Departamento
de Geografía de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS), en Porto Ale-
gre (Brasil), donde imparte cursos en la licenciatura y doctorado en Geografía. Entre
sus publicaciones recientes se encuentra Cidades médias: produção do espaço urbano e
regional (con Eliseu Savério Sposito y Maria Encarnação Beltrão Sposito). Sus líneas de
investigación se centran en la producción del espacio urbano, ciudades medias, espacio
público y fraccionamientos cerrados. Correo electrónico: oscar.sobarzo@ufrgs.br

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 129


ÍNDICE

Prefacio, por Cristóbal Mendoza .................................................................................. 7

1. Introducción. Reflexiones en torno a la aportación de Milton Santos


al pensamiento geográfico, por Cristóbal Mendoza ............................................. 000
2. El trabajo del geógrafo en el Tercer Mundo revisited, por Daniel Hiernaux ........... 000
3. Milton Santos al encuentro de las geografías de lo cotidiano, por Alicia Lindón ... 000
4. La viudez del espacio en los estudios de migración transnacional,
por Cristóbal Mendoza .......................................................................................... 000
5. De la geografía de la existencia a los circuitos de la economía urbana,
por María Laura Silveira ...................................................................................... 000
6. La contribución de Milton Santos en la construcción de un concepto de ciudad
media, por Óscar Sobarzo .................................................................................... 000
7. De la dialéctica a la trialéctica del espacio: aproximaciones al pensamiento
de Milton Santos y Edward Soja, por Adrián Hernández Cordero ....................... 000
8. Espacio y paisaje en la obra de Milton Santos: exploración teórica
de una diferenciación conceptual, por Eduardo Neve ......................................... 000
9. Epílogo. Continuar y superar a Milton Santos, por Horacio Capel ......................... 000

Autores ......................................................................................................................... 000

TRAS LAS HUELLAS DE MILTON SANTOS 131

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