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Un país con autoestima alta

Por Nicolás Torres Ressa, Prof. de Filosofía (UNLP)

- ¡Nico! ¿Cómo andas?

Soy despistado. Mis amigos ya me conocen, así que a esta altura ya están curados
de espanto. Puedo pasar por delante de ellos y no darme cuenta. Fue eso lo que me sucedió
el martes pasado, en la facu. Paro un segundito acá: en la facultad había muy poca gente,
lo cual me pareció rarísimo… aunque, en realidad, no era para sorprenderse tanto:
muchos estudiantes, que no son de La Plata, se habían vuelto a sus pagos para votar el
domingo. Normalmente se dice que esas personas, que vienen de otro lado a estudiar acá,
son “del Interior”. A mí no me gusta mucho la palabra Interior: se me hace como que es
meter en la misma bolsa un montón de ciudades y provincias que son muy distintas.
Además, si nos ponemos a hilar fino, La Plata también formaría parte del Interior:
después de todo, ese término se usa para nombrar todo lo que no es ni Capital Federal ni
Conurbano bonaerense. ¡Pero bueno, no me quiero ir de tema! Lectores, disculpenme el
divague; lo mismo que acabo de escribir unas líneas más arriba (lo de Buenos Aires, La
Plata y el Interior) era lo que estaba pensando mientras subía por la escalera de la planta
baja, que conduce hasta fotocopiadora. Alguna vez, en una charla con amigos, había
salido el tema. ¡Ahora sí, volvamos a lo nuestro! La cuestión es que la facultad estaba
semi vacía, y yo estaba demasiado distraído pensando. Cuando estaba a punto de irme, de
repente escuché esa voz conocida, de mi amigo.

- ¿Qué hacés, Emi? ¿Todo bien? – le respondí.

- ¡Acá andamos! Con unos nervios tremendos, por el superclásico. ¿Vos, amigo?

- Yo todo tranqui. ¡Uh, me imagino! Como yo no soy ni de Boca, ni de River, lo vivo


como un espectáculo más. ¡Si fuera de uno de esos dos cuadros, estaría con una ansiedad
bárbara! Che, eso me hace acordar: ¿al final te venís hoy a la noche a verlo con nosotros,
en lo de Gonzalo?

- Al final no, amigo: me voy a la Bombonera. Voy con mi primo, Francisco, que se vino
desde Mar del Plata. Va a estar salado el asunto: tenemos que remontar un 0-2. No va a
ser fácil, ni ahí. Igual, Nico, voy a ser políticamente incorrecto. Hay algo que me preocupa
más: que se genere algún disturbio.

- ¿Vos decís, Emi?

- Me da miedo que mucha gente no se banque perder… y que, por ese motivo, se armen
desmanes. Lamentablemente, pasa en todos los equipos, en todas las hinchadas, cuando
se sufre una derrota dolorosa. Es algo muy de nosotros, de los argentinos: no soportamos
el fracaso, nos ponemos violentos. ¡Y a veces se arma bardo antes de los partidos!
Acordate de lo que pasó el año pasado, cuando los hinchas de River le tiraron piedras al
micro que transportaba a los jugadores de Boca. ¡O nosotros, en 2015! Cuando les tiramos
gas pimienta: ahí los hinchas xeneizes nos debemos una auto-crítica. ¡Los argentinos
tenemos que cortar con tanta violencia! ¡Así no vamos a progresar nunca como sociedad!

- No sé si es tan así como decís, amigo. Pero coincido con vos en una cosa: cuesta
muchísimo aceptar la derrota. Es un problema grave, pero no creo que lo tengamos
solamente nosotros, los argentinos.

- Yo siempre quiero ganar, Nico. Quiero ganar este partido, y después quiero pasar a la
final y salir campeón. Siempre voy a tener ese objetivo: en todos los torneos y en todas
las copas. A veces se va a dar… y a veces no. Te la voy a pelear hasta el último minuto;
voy a seguir alentando hasta que el partido termine. Mientras haya alguna chance, no voy
a arrugar. ¡Pero si se pierde, se pierde y punto! Parece que estoy diciendo algo obvio,
pero a muchísima gente le cuesta horrores entenderlo.

- Vivimos en una sociedad donde, si no sos un ganador, no sos nadie. ¡Y no sólo en el


fútbol! En todos los ámbitos de la vida. Si sos estudiante universitario, te tiene que ir
joya… y te tenés que recibir en 5 años. Si te recibís, tenés que encontrar laburo ya, rápido.
Si tenés laburo, tiene que ser un muy buen laburo: uno donde estés ganando un sueldo
alto. ¡Te tiene que alcanzar para salir todos los fines de semana, a bares y a restaurants!
¡Y para irte de viaje, de tanto en tanto! ¡No hay crisis económica que valga! Por más que
el dólar se vaya a 80, tiene que alcanzarte la guita.

- ¡Y no te olvides de publicar foto de todo en Instagram, Nico! Sino, no vale.

- ¡Obviamente! Aunque, en realidad, ese no es tanto el problema. Para mí, todos


deberíamos tener oportunidades para acceder a la universidad y terminar una carrera; para
encontrar trabajo de inmediato; y para ganar lo suficiente como para poder hacer todas
las cosas que enumeré recién… y más, todavía. Cuando era pibe, estaba totalmente en
contra del capitalismo y del consumo. Ahora no: quiero que la gente consuma y que haya
mucho mercado interno. También quiero que las empresas argentinas crezcan y se
conviertan en actores importantes en el mercado capitalista mundial. El problema no es
ese, pasa por otro lado. Lo que me preocupa es esto: la sociedad te dice que en la vida
tenés que ganar… y que si perdés, es por tu culpa; que la situación del país no tiene un
rábano que ver.

- Meritocracia, le dicen. Se les olvida un pequeño detalle: no tenemos todos las mismas
oportunidades.

- ¡Totalmente, Emi! Entonces, no hay atenuantes: las derrotas son nuestras, nuestras… y
nada más que nuestras. ¡Y a eso, súmale otra cosa más! Socialmente, no hay nada peor
que ser un perdedor. Es la peor vergüenza que hay. ¡La peor vergüenza… y todo culpa
tuya! Me parece que es demasiado. Lo suficiente como para que cualquier persona se
sienta recontra frustrada.

- Y a veces, Nico, ni siquiera es la derrota lo que a uno lo amarga. Pasa incluso si las
cosas salen bien, pero no tan bien como esperabas. Te lo llevo de vuelta al plano del
fútbol: si salimos segundos, lo sentimos como un fracaso rotundo. Si sos subcampeón,
sos un cebollita, se te burlan. Está bien: a nadie le gusta perder. Ya te dije: yo soy el
primero que quiere ganar siempre. ¡Pero podríamos empezar a desdramatizar! Un
segundo puesto también es un logro. ¿Me entendés?

- Te entiendo el punto, Emi. En la Superliga juegan 26 equipos; en la Libertadores, 47;


en un Mundial, 32. ¡Mirá si no es un logro estar entre los 2 o entre los 3 mejores!
Obviamente: no hay nada mejor que ser primero, pero en el podio también figuran el
segundo y el tercer premio.

- Obvio, Nico. Igual, quiero aclarar una cosa que dije recién: no estoy en contra de las
burlas en el fútbol. Creo que son folklore y que son sanas. Los de River van a gastarnos
por habernos ganado la Libertadores el año pasado, y nosotros los vamos a gastar por
haberse ido a la B en 2011. Es parte del juego. Sin cargadas, la cultura futbolera no sería
lo mismo. El tema es no tomarlas tan en serio, sino tomarlas como de quien viene. Un
subcampeonato o un descenso son resultados deportivos, no tragedias. El fútbol siempre
da revancha. Suena a frase cliché, pero es así.

- ¡Cien por ciento de acuerdo en todo, amigo! Igual, me quedé pensando: qué distinto
sería todo, si como pueblo tuviéramos la misma actitud que en el fútbol.

- ¿Cómo es eso, Nico?

- El hincha ama incondicionalmente a su club. Sea del equipo que sea. Podés perder 90 a
0, pero nunca vas a dejar de ir a la cancha a alentar. Podés perder 40 partidos seguidos,
pero siempre vas a estar convencido de que el próximo lo vas a ganar: borrón y cuenta
nueva. Ninguna hinchada va a renunciar al sueño de ser campeón. Cualquier hincha te va
a decir que su cuadro es lo mejor que hay. Si tuviéramos la misma actitud con nuestro
país, ahí sí que sería todo muy distinto.

- Creo que ya sé para dónde vas…

- Ya estoy cansado de escuchar gente repitiendo frases como “este país de m…”. No me
imagino a un yankee diciendo lo mismo de su patria. O a un chino, o a un ruso. Creo que,
como país, nos hace falta autoestima. Muchas veces nos auto-denigramos, nos creemos
que somos los peores. ¡Como esa pavada de que los argentinos somos super violentos!
A fines del año pasado se repitió mucho esa cantinela: que, por no ser lo suficientemente
“civilizados”, la final de la Libertadores tenía que mudarse a Madrid. No fue “la
violencia”: fue el mamarracho de la CONMEBOL. No fue una horda incontrolable de
argentinos violentos y sedientos de sangre: fueron cuatro o cinco gatos locos tirando
piedras. ¿En Alemania no hay disturbios? ¡Acordate cuando nos ganaron la final del 2014,
lo que fue Berlín! Y preguntale a los ingleses por los hooligans. Son cosas que
tranquilamente pueden pasar en cualquier lado. No podemos creernos que somos los
peores, así como así. Un país con autoestima baja no logra nada.

- Puede ser, nunca lo había pensado así…

- Me parece que ese es el principal obstáculo que tenemos los argentinos. Creo que
tenemos las materias primas, y tenemos los recursos humanos como para convertirnos
algún día en una potencia; para tener una industria pesada fuerte; para desarrollar la
industria farmaceútica… y también, la industria robótica y la biotecnológica. Para eso,
necesitamos un Estado que implemente políticas industrialistas. Solamente con industria
se va a resolver, de una vez y para siempre, el problema del desempleo. ¡Y con políticas
sociales, que contemplen los derechos de los trabajadores! ¿Pero sabés qué pasa? Los
argentinos a veces tenemos bajones de autoestima, y nos creemos que la inversión social
del Estado es plata gastada al divino botón, que es déficit, que es pérdida. En esos
momentos, estamos profundamente convencidos de que lo nuestro no tiene arreglo. ¡Así
no es posible salir adelante! Como dice Fito, es una cuestión de actitud: quiero que mi
país esté en la cima del mundo del fútbol... y también quiero que sea una potencia que la
rompa en el mundo capitalista.

- Creo que la próxima voy a pensarlo dos veces antes de auto-bardearnos como país.
Cuando hacemos eso, nos estamos metiendo varios goles en contra.

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