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Cuando, al seguir el texto, las palabras van hacia otro sitio, no exactamente al
que uno creía adecuado, las palabras, generalmente, son las que tienen razón.
Jorge Aulicino
1. Literatura
2.Lectores
Lo cual nos lleva al problema de la lectura del poema. Desde luego, existe una manera
particular de leer la poesía. Uno lee sin mediaciones, sin apelar a recursos ajenos a la
palabra misma, sin cánones discursivos. Pero aclaro que, a mi entender, en la
experiencia de la lectura, importan poco la tradición, la forma, el género, el ismo. Si
importasen, si la comprensión de un texto dependiese del conocimiento previo de
parámetros históricos o literarios, entonces aquello que en un momento dado fue un
poema ha dejado de serlo, al menos para nosotros. En tanto poema que fue, ya no está
vivo. Será otra cosa, un documento histórico, un "hecho de lenguaje", un tema de
enseñanza en un curso de literatura, pero no un poema. Será sólo literatura,
probablemente. Algo similar ocurre con la música. No hay cánones para acceder al
sentido profundo de A Love Supreme de John Coltrane o de los últimos cuartetos de
Beethoven. Los cursos de apreciación (poética o musical) no llegan muy lejos. Por ello
decía Roberto Juarroz:
La poesía es siempre una aventura a la intemperie, aquella "intemperie sin fin" de que
nos habla Juan L. Ortiz, y que se vuelve más significativa y paradójica si consideramos que el
hombre no es un "sin fin". Esa intemperie significa un gradual despojamiento a medida que el
poeta se acerca a los límites, a su desnudez de todo allí. Para llegar a lo que el poeta logra
configurar se necesita la misma actitud: para la creación no hay más acceso que la
recreación, que es otra forma de la creación. De modo que no hay reglas de análisis o
normas didácticas para entrar en la poesía, llámense estilística, estructuralismo, método
simbólico o crítica impresionista. Son pretendidos sistemas para lo que no admite sistema.
No hay resortes fáciles: estamos en el antisistema. Hay una única forma de entrar en la
poesía: estar adentro. (Juarroz, 1980: 91-92.)
3.Escritura
Tal vez la narrativa, el ensayo o el teatro admitan ser escritos de acuerdo con planes
formulados de antemano, pero no creo que con la poesía ocurra algo semejante. El
origen de ciertas imágenes, líneas o palabras que de pronto se reúnen y adquieren una
coherencia que les otorga sentido me parece absolutamente misterioso: de pronto están
ahí, convocadas por experiencias cotidianas a veces muy sencillas, como puede ser,
incluso, otro texto poético. Al ser colocadas en un papel, esas palabras parecen reclamar
otras palabras, y de pronto se ha generado un texto. ¿Cuánto más puede decirse,
discursivamente, acerca de esto? No hay modo de planificar la ocurrencia de tales
episodios. Lo demás es artesanía, quitar palabras, reemplazar otras, proponerse diez o
quince versiones, escoger una y abandonarla (Valéry dixit). Y así se han ido al canasto
muchas noches de insomnio.
4.Temas
Se pregunta, a veces, cuáles son los temas de la poesía. Una poesía que tuviese temas
(en el sentido en que, me parece, se formula esa pregunta) sería fragmentaria, y la
poesía es precisamente un requerimiento de unidad de ese ser inacabado, acosado por la
muerte, la soledad y la inmanencia que somos. La poesía surge de una experiencia que la
necesidad convierte en palabras, y las formas verbales del poema concurren a su vez en
otra experiencia (de escritura o lectura) de carácter re-ligante, totalizador, en la cual a
veces creemos hallar un sentido de la existencia y el mundo. Pero, ¿cuáles serán las
circunstancias particulares de esa experiencia? ¿Se tratará del sentimiento de la muerte,
del tiempo, de la fugacidad del amor, de la incompletitud del hombre? ¿Será su rebelión
ante la ignominia, la crueldad, las muestras de extrema inhumanidad que arrumban en el
desván de los trastos inútiles las nociones más elementales de lo que llamábamos ética o
justicia? ¿Será el dolor, la alegría, la plenitud, el olvido? Será cualquiera de esas
experiencias a condición de que la palabra que resulte de ellas ilumine los parámetros
que sitúan al hombre con relación a sus límites y no mero discurso, lamento, alegato,
efusión sentimental, vaguedad elegíaca o narración de circunstancias externas o
inmediatas. No hay "poemas de amor", sino poemas que revelan una visión del mundo tal
como la vislumbra un hombre enamorado. ¿Qué amor es solo amor, a secas, sin desamor,
dolor y goce, vida y muerte, amor con otros, sin otros, en otros, por otros? El tema del
poeta es único, o bien todo es tema. Entonces: no hay temas en poesía. Si es así, el
poeta es un hombre abierto a todas las dimensiones que le otorgan identidad con relación
al contexto ontológico, histórico, cultural o social en el que le toca vivir. No creo, sin
embargo, que sea ése el entorno al que atienden muchos escritores, sino al que resulta
de una suerte de fetichismo que convierte al arte y la literatura en espectáculo,
promoción mediática, complicidad con las reglas de juego de una sociedad que es la
negación misma de la poesía. No existe relación alguna entre calidad, éxito de público y
ese siniestro malentendido llamado consagración. Pues, ¿quiénes pueden volver sagrado a
un hombre? **
5.Límites
Señalaba Juarroz que no hay poesía si el poeta no se instala en los límites de todo orden
que sirven de frontera a la condición humana. Y que ellos no son necesariamente
metafísicos sino que pueden estar originados en ciertas urgencias y desigualdades
sociales, en injusticias, en ignominias, en formas de inhumanidad: a la poesía nada le es
ajeno, si tiene que ver con el hombre. Pero que es necesario renunciar a lo que
podríamos llamar formas de un "pragmatismo sociopoético", que consistiría en la
búsqueda de efectos semejantes a soluciones concretas a necesidades, desniveles o
privaciones de carácter social, soluciones que requieren, por caso, la acción política.
(Juarroz, 1980, 124.) Me parece que, en algunos casos, la llamada "poesía social" ha
confundido la capacidad de iluminación y rebelión de la poesía con una facultad que la
poesía no tiene, cual es la de ofrecer soluciones pragmáticas a problemas inmediatos que
derivan, por caso, de un orden social injusto.
6.Crítica
Por ello importa la crítica capaz de acompañar al lector hasta el borde del poema (para
lo cual, como pedía Machado, no teme "contaminarse de poesía") y sabe callar allí donde
se agotan las posibilidades del discurso lógico, es decir, en el momento preciso en que el
lector ha de jugar sin intermediación alguna su diálogo con el poeta. Es, esencialmente,
la reflexión crítica de autor: Eliot, Valéry, Machado, Octavio Paz. En ella subyace la
certeza de que el canto que escuchamos detrás de lo que dicen las palabras no admite
partitura y por tanto análisis conceptual. A lo sumo (y no es poco) este género de crítica
nos ayudará a escucharlo con mayor intensidad.
7. Pertenencias
Nadie escribe en el vacío, es cierto, sino formando parte de una trama de interacciones
culturales e históricas. Pero me importa más la poesía al aire libre que los
encasillamientos habituales de la crítica, la historia o la sociología literarias. Además, me
parece sospechosa esa curiosa necesidad de algunos escritores que dicen escribir desde el
sostén que les presta una presunta continuidad o discontinuidad histórica o estética:
herederos o herejes, asumen al mismo tiempo una cierta limitación, lo cual es mortal
para el poeta. Debería bastarles el estar vivos, amar la vida, saber cómo impedir que las
palabras mueran cuando lo abandonan para configurar un texto. Juan de Mairena lo decía
de modo similar: un poeta es un pescador de pescados vivos, es decir, de peces que no
mueren fuera del agua. El resto viene por añadidura: esa palabra viva será necesaria y
podrá intensificar la vida, propia y ajena. En particular, ese escritor podrá reconocer sus
propios límites y sabrá callar a tiempo o empezar de nuevo cuando advierta que solo
pronuncia palabras muertas. En un mundo gobernado por la necrofilia, dar vida a las
palabras es la función más importante de un escritor. Si lo logra, podrá escapar del gran
cementerio de la literatura y convertirse en un contemporáneo de todos los hombres. Un
ejemplo: César Vallejo, que cada día nos escribe sus poemas nuevamente.
8.Lecturas
Como puedo verlo ahora, una anárquica variedad de lecturas juveniles (de Bradbury
y Sin novedad en el frente a Oesterheld-Pratt, de la revistas Más Allá y Minotauro a ese
maestro de la divulgación científica que fue Bertand Russell) me permitió después, pese
a recibir una educación formal en ciencias físicas, evitar esa mutilación de la experiencia
que se origina en una férrea jerarquización de los valores y conlleva el menosprecio por
ciertas disciplinas y actividades. (Por ejemplo: la poesía por el cientificista o el
pensamiento científico y tecnológico por el humanista.) Dicho de otro modo: se puede
ser a la vez físico y poeta porque en las teorías científicas hay una dimensión estética y
en la poesía (tal como la concibo) el rigor del pensamiento científico. Hoy creo que tal
mutilación está en el centro de una problemática capital de nuestra época: la existencia
de una cultura mutante y escindida que no ha podido hallar todavía su identidad ética. Y
si haber desarrollado esa actitud configura alguna clase de mérito, siento que se ha ido
gestando a pesar de la educación sistemática, aquella que Einstein describió como una
máquina destinada a matar la santa curiosidad de los niños. Pruebas al canto. En una
publicación de la UNESCO (2005) se pide a 50 "poetas notables" (ninguno es argentino)
recomendaciones para mejorar la enseñanza de la poesía en establecimientos de nivel
medio. Algunos juicios de estos "notables" son los siguientes: "Como todo producto
artístico, la poesía ofrece diversión y relajamiento del trabajo y demás fuentes de
tensión"; "La poesía no existe, así como tampoco existe la música. Lo que sí existe son los
géneros, los estilos y los gustos."; "Hay que hacerles ver [a los alumnos] que [leer poesía]
es divertido". Y así vamos. Compárense estas ridículas afirmaciones con la siguiente
reflexión de George Steiner:
En esa gran polémica con los muertos vivos que llamamos lectura, nuestro papel no es
pasivo. Cuando es algo más que fantaseo o un apetito indiferente emanado del tedio, la
lectura es un modo de acción. Conjuramos la presencia, la voz del libro. Le permitimos la
entrada, aunque no sin cautela, a nuestra más honda intimidad. Un gran poema, una novela
clásica nos asedian: asaltan y ocupan las fortalezas de nuestra conciencia. Ejercen un
extraño, contundente señorío sobre nuestra imaginación y nuestros deseos, sobre nuestras
ambiciones y nuestros sueños más secretos. Los hombres que queman libros saben lo que
hacen. (Steiner, 2000: 26.)
9. Ciberespacio
Guillermo Boido (Buenos Aires, 1941), ¿Quién habla en el poema?, Del Dock, 2013
Notas
* Si tuviese que remitirme a tradiciones poéticas diría que ésta, a la que adhiero,
pertenece a lo que Santiago Sylvester llama "poesía de pensamiento", cuyo origen, en la
Argentina, radicaría en el vanguardismo de Güiraldes, Macedonio Fernández y Borges
(Sylvester, 2006: 68). Sin embargo, no es mi intención desempeñar en este trabajo el
papel de crítico, teórico o historiador de la poesía, sencillamente porque no estoy
capacitado para ello.
** Me gustaría destacar aquí la caracterización que hace Juarroz acerca de dos peligros
que asechan a todo escritor: la enfermedad literaria, que remite a la obsesión por "lo
que se dice" acerca de lo que se escribe, y la paraliteratura, que consiste en "dar
vueltas" (sic) alrededor de la literatura. Los enfermos literarios y los paraliteratos pueden
vivir de la literatura o del periodismo literario y obtener de sus actividades buenos
dividendos, pero en ningún caso serán auténticos escritores. Véase Juarroz, 1980: 111-
112.
Bibliografía
Bordelois, I., La palabra amenazada, Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003.
Juarroz, R., Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido, Buenos Aires, Ediciones
Carlos Lohlé, 1980.
Sylvester, S., "Poesía de pensamiento", en J. Fondebrider (comp.), Tres décadas de
poesía argentina 1976-2006, Buenos Aires, Libros del Rojas, Universidad de Buenos Aires,
2006: 65-73.
Steiner, G., Lenguaje y silencio, Barcelona, Gedisa, 2000.
UNESCO, Leer y escribir la poesía: las recomendaciones de poetas notables, procedentes
de diversos horizontes, sobre la enseñanza de la poesía en establecimientos de nivel
secundario, París, 2005. Disponible en
http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001395/139551s.pdf