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de Colombia
TOMO I
Tomo I
SEGUNDA EDICION
PROCULTURA S. A.
Director Científico
Jaime Jaramillo Uribe
Coordinación
Jorge Eliécer Ruiz
Darío Jaramillo Agudelo
Editores
Juan Gustavo Cobo Borda
Santiago Mutis Duran
Portada
Vásquez Ceballos Judith y Holofernes
Fotografía
Sergio Trujillo Dávila
Págs.
■TatME JaRAMILLO Uribe
introducción ........................... .................................................................... ..................... 15
Gerardo Reichel-Dolmatoff
Germán Colmenares
/ III. LA ECONOMIA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
Introducción ............................................................... 225
I. A la búsqueda de un marco de interpretación ............................. 228
II. Fundamentos económicos de una periodización para la época
colonial ...................................................... 235
m. La economía colonial ...................................................................... 241
A. Minería del oro .......................................................................... 241
1. Fronteras y yacimientos....................................................... 241
2. Minas, técnicas y mineros .............................. 246
3. El trabajo .................................. 249
4. La producción y las crisis ................................................... 254
B. La agricultura ............................................................................ 257
1. La apropiación de la tierra .................................................. 257
2. Configuración de las unidades productivas ..................... 261
C. El comercio .................................. 268
1. Los comerciantes ................................ 268
2. Las mercancías: “Ropas de Castilla’* y “Ropas de la
tierra”; el contrabando ............... 271
Págs.
IV. La sociedad .......................................................... 279
A. Conceptos históricos sobre diferenciación y conflicto social 279
B. La preeminencia de los encomenderos y las comunidades
indígenas ...................................... .................. <......................... 286
C. Terratenientes, mineros y comerciantes ................................ 292
D. Las castas ................................................................................... 294
Bibliografía .......................................................................................298
TL
III
GERARDO REICHEL-DOLMATOFF
Introducción
Agustín, sin saber que la arqueología ya nos permite trazar a grandes rasgoy
los desarrollos culturales de muchas otras culturas indígenas, a través d¿'¿
etapas sucesivas que nos muestran un panorama tan variado como intelec-J
tualmente estimulante. Así, la vida de los grupos de recolectores de moluscos^
el desarrollo de la agricultura del maíz en las faldas de las cordilleras, o la;
adaptación de los primeros habitantes a los altiplanos andinos, forman todo¿?
capítulos de un proceso dinámico que abarca problemas de profundo interés!
para el lector moderno, y en las páginas que siguen trataré de sintetizar la«$
principales etapas de estos desarrollos.
Esta tarea, sin embargo, es difícil. Desafortunadamente, se carece aún
de investigaciones sistemáticas en extensas zonas del país, y sobre muchos
períodos y etapas culturales no se dispone sino de escasísimos datos. Resul-
ta difícil organizar las informaciones, por lo disparejo de su alcance y su.
calidad. El hecho más limitante es que la arqueología colombiana se ha ocu¿
pado de sitios y no de contextos. En general, contamos con gran número de
estudios sobre la cerámica, la orfebrería, la escultura y otros aspectos tec-?
nológicos o estéticos, pero faltan estudios que analicen los problemas de
estratigrafía, de asociaciones y conjuntos culturales, o de la adaptación eco-,
lógica a este mosaico de medio-ambientes que es el país. En otras palabras^
son aún muy pocos los estudios que traten de reconstruir los sistemas dentro;
de los cuales se originaron y se usaron los objetos que llenan las vitrinas de?
los museos y, en estas condiciones, el lector comprenderá que aún es difícil
lograr consistencia interpretativa.
En lugar de organizar: los datos disponibles según áreas culturales o ar^
queológicas, me he propuesto en el presente trabajo tratar de la arqueología’
colombiana en términos de-grandes etapas históricamente significativas, ya
que las implicaciones de procesos culturales me parecen ser más importantes
para adquirir una perspectiva teórica, que la simple enumeración de sitios.
ubicados en ciertas regiones sobre cuyas secuencias locales se carece aún-
de datos.
Iniciaré mi exposición con el planteamiento acerca de los primeros po¿
taladores, lo que, necesariamente, implica adoptar una visión muy amplia7
que abarca una extensa región del noroeste de América del Sur, para ubicar
luego en ella los hallazgos colombianos que corresponden a esta etapa fun-,
damental. Ya que en este capítulo se trata de ofrecer una dimensión tempo-í
ral de gran alcance, he citado en el texto algunos nombres de investigadores
que se han ocupado de la definición de períodos o de categorías de mani
festaciones culturales específicas. En cambio, para los capítulos que siguen,
el lector encontrará al final una bibliografía anotada que le permitirá con
sultar una serie de fuentes que contienen datos detalládos sobre la etapa
cultural en cuestión.
Una síntesis como la presente no debe consistir en ideas que repitan las
mismas proposiciones que se han hecho en el pasado. Como ocurre en todos
MANUAL DE HISTORIA I 35
1
Oá etapa paleoindia: los cazadores
y .recolectores tempranos
Los primeros hombres que poblaron a América del Sur, sin duda
pasaron inicialmente por suelo colombiano, debido a la situación
geográfica del país en el Continente. Sin embargo, los datos ar
queológicos acerca de esta etapa aún son muy deficientes. La es
casez de investigaciones sistemáticas y, ante todo, de resultados
significativos y comprobados, hace muy difícil obtener una visión
histórica de los grupos humanos más antiguos del país. Es obvio
que la extraordinaria variedad geográfica de Colombia haya consti
tuido siempre un escenario muy estimulante durante el milenario
proceso de la evolución de las sociedades indígenas, y es por esta
razón por la que, no obstante la actual escasez de datos, debemos
iniciar nuestra introducción a la prehistoria colombiana con un
breve esbozo general, que luego permita apreciar la posición que el
país ocupaba en los albores de la Etapa Paleoindia, así como su
importancia para los futuros estudios científicos, sobre las prime
ras grandes etapas de desarrollo cultural en el Contiente americano.
B. INDUSTRIAS LiTICAS
*
B.-2:..COMIENZOS DE LA CERAMICA
del territorio, sobre todo siguiendo los valles del Magdalena y del
Cauca, y condujo así luego a un contacto con otras culturas de las
selvas húmedas tropicales que, probablemente, estaban aún bas
tante relacionados con los desarrollos en las hoyas del Amazonas y
del Orinoco.
Ejemplos para esta etapa cultural lacustre ,y ribereña, en la
Llanura del Caribe, son abundantes y se encuentran nuevamente
desde el Golfo de Ürabá hasta la Guajira y las hoyas de los ríos
Ranchería y Cesar. Un yacimiento arqueológico de especial impor
tancia es Momil, ubicado en la orilla nororiental de la Ciénaga
Grande, en el bajo río Sinú. La densa y muy profunda acumulación
de desperdicios constituidas de cerámica, piedra, hueso y concha,
atestigua un largo período de ocupación humana en el perímetro de
una antigua aldea, situada en una zona plana entre el borde de la
laguna y una cadena de leves colinas. El análisis de los abundantes
vestigios culturales (se excavaron más de 300.000 fragmentos de
cerámica) no deja duda alguna acerca del notable nivel de eficien
cia que los habitantes aborígenes habían logrado en aquella época.
Durante la primera mitad de la secuencia de Momil, fechada para
sus comienzos en unos 170 años a. de C., se cuenta con cantidad de
fragmentos de grandes platos, que indican el cultivo de la yuca;
una prueba adicional al respecto consiste en la multitud de peque
ñas esquirlas o astillas puntiagudas de piedra muy dura, que pro
bablemente estaban incrustadas en tablas que servían de rallos,
instrumentos que aún hoy en día se pueden observar entre muchos
indígenas tribales del Guainía y Vaupés, y que son esenciales en la
preparación de las raíces.
Junto con estos indicios de agricultura se encontraron huesos
dé mamíferos, aves acuáticas y reptiles, notablemente miles de
fragmentos del carapacho de tortugas de agua dulce, todo lo cual
índica que la principal fuente de proteínas fue la laguna y sus alre
dedores. Durante este período se observa una cerámica muy variada
en formas, motivos decorativos y técnicas de manufactura, como lo
son las vasijas de silueta compuesta, los recipientes de base anular
y una multitud de otras formas. Predomina la decoración incisa, y
60 COLOMBIA INDÍGENA
III t . . , , .
El advenimiento de.los cacicazgos
* "
En el milenio que precede el comienzo de la era cristiana —en
algunas zonas tal vez ya antes— se operó en Colombia un paso
fundamental en el desarrollo cultural de muchas agrupaciones in
dígenas. Se trata de la transición de la sociedad igualitaria tribal a
la sociedad jerárquica señorial. Designamos estas nuevas formas
sociales con el término de cacicazgos y observamos en sus diversas
manifestaciones un fenómeno cultural que se prolongó a través de
varios miles de años, hasta la conquista española. Los cacicazgos
forman un tipo de organización que perduró hasta la época histórica
y así es posible combinar, para su definición y análisis, los datos
arqueológicos con los relatos de los cronistas de los siglos xvi y xvn.
4
u
A. CONCEPTO DE CACICAZGO }
B. COLONIZACIÓN MAICERA
dimos el gran valle del río Magdalena que se abre hacia el norte,
se puede apreciar que San Agustín está ubicado en la encrucijada
de grandes vías de comunicación, de migraciones y de influencias
culturales. La zona arqueológica constituye pues un importante
punto de articulación que, por un lado, recibió estímulos de otras
regiones y, por el otro, ejerció su influencia sobre las culturas de,
sus alrededores.
La zona arqueológica de San Agustín está formada por más
de treinta extensas agrupaciones de rasgos culturales, y hasta hoy
día no hay. una evidencia que-permita hablar de un centro o de
alguna aldea principal. Ha sido costumbre designar estos parajes
con sus nombres vernáculos; por ello se mencionan Las Mesitas,
Alto de Lavapatas, Alto de los ídolos, Alto de las Piedras, etc., y estas
mismas designaciones-nos indican ya la pauta de asentamiento,
pues, evidentemente, los restos arqueológicos, los monumentos Uti
cos y otros rasgos culturales se encuentran ubicados ante todo en
las partes elevadas de las lomas que se extienden por toda la región
entre una red de arroyos y pequeños ríos.
, San Agustín es indudablemente el sitio arqueológico más espec
tacular del país, ya que tradicionalmente está caracterizado por
varios centenares de grandes estatuas de piedra y por un crecido
número de túmulos o montículos de tierra que cubren los más
diversos templos y entierros. Las investigaciones arqueológicas se
han ocupado ante todo en la excavación de estas estatuas y en otros
rasgos monumentales, y también se han excavado muchos entierros
y se ha podido observar que éstos varían muy notablemente en su
forma y composición. Se han encontrado tumbas en profundos
pozos, en cuyo fondo hay una cámara lateral que contiene la sepul
tura propiamente dicha;’ otros ha habido donde el cadáver yacía
estirado en un sarcófago tallado de un solo bloque de piedra; otros
aun compuestos por una serie de lajas que forman una especie de
cajón, y aun simples enterramientos en que el esqueleto se encon
tró como acurrucado en una’ pequeña depresión superficial. Iz»
ajuares funerarios asimismo varían y, mientras que algunos entie
rros. están acompañados por pequeños objetos de oro y por- Cerámi
MANUAL DE HISTORIA I 75
IV
Las federaciones de aldeas: los Tairona y los Muisca
' rado hasta los períodos históricos: los Tairona de la Sierra Nevada
de Santa Marta, y los Muisca de las tierras altas de Cundinamarca
y Boyacá. En ambos casos se trata de grandes agrupaciones indí
genas de habla chibcha, cuyo avance cultural fue notable y se
acerca a una etapa de desarrollo que señala el nivel de una inci
piente organización estatal. Mientras que en los cacicazgos la cohe
sión política se limitaba por lo general a una hoya'hidrográfica rela
tivamente restringida, en donde una aldea principal coordinaba y
dominaba algunas poblaciones satélites, situadas en diferentes fa
cetas ecológicas, entre los Tairona y Muisca se trataba más bien
de dos grandes federaciones de aldeas que estaban sometidas bajo la
autoridad de jefes, los cuales combinaban en su persona funciones
políticas, administrativas y aun religiosas. Culturalmente, estas dos
federaciones tenían muchos rasgos fundamentales en común, pero
se diferenciaban en detalles de énfasis y calidad y, desde luego, en
muchos aspectos, de su particular adaptación ecológica, ya que las
faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta y los altiplanos de la
Cordillera Oriental ofrecen condiciones fisiográficas y bióticas muy
diferentes.
Sobre un nivel de una federación de aldeas, la estratificación
social evolucionó hacia un sistema de clases, exi que los factores
económicos adquirían más importancia que los factores de rango
individual, como había ocurrido en los cacicazgos. Los grandes jefes
pertenecían ahora a los mismos linajes dé la alta jerarquía sacer
dotal o militar, lo que, en un caso dado, podía llevar a la constitu
ción de un "gobierno” claramente definido, apartándose así de la
autoridad difusa de las cabecillas y jefes guerreros de los cacicaz
gos. Además, se formaba ahora una clase importante de artesanos
y Comerciantes que,, por sus amplias relaciones intertribales, se
constituían en agentes muy activos del cambio cultural. La agri
cultura se intensificó, en parte por obras públicas de control hi
dráulico y de tierras, tales como terrazas de cultivo y sistemas de
riego, y en parte por especializarse en ciertas plantas cultivadas de
alto valor nutricional, tales como la papa, o razas de maíz de alto
rendimiento.
92 COLOMBIA INDÍGENA
• f
Para ambas federaciones —los Tairona y los Muisca— dispo
nemos de datos históricos contenidos en las crónicas de los siglos
xvi y xvn que, en combinación con los resultados de las investiga
ciones arqueológicas, nos ofrecen una visión somera de los respec
tivos desarrollos culturales. Trataremos en primer lugar de la
Cultura Tairona.
A. PAUTAS ASENTAMIENTO
B. CONTACTOS CULTURALES
A.
según los cuatro puntos marcados por las salidas y puestas del sol
en los solsticios, completándose el quincunce con un punto central,
fijado por la posición meridional del sol en los equinoccios. Estas
“esquinas” del mundo, así como el “centro”, están bajo el dominio
de cinco “Señores”, y además están asociadas con animales, plantas,
vientos, colores y una serie de conceptos abstractos. Este cosmos y
sus componentes fue creado por una divinidad femenina de carác
ter reptil, cuyos hijos son héroes culturales y fundadores de linajes
sacerdotales y señoriales. El Sol y la Luna son divinidades que fue
ron creadas por la Magna Mater para establecer y mantener un
orden cíclico en el mundo, según el cual la humanidad debe vivir.
La observación de este orden, es decir, el ciclo de los solsticios , y
equinoccios, junto con la formulación de un calendario agrícola
y ceremonial, quedaba a cargo de los sacerdotes, que construían
sus templos y centros ceremoniales en función de estos fenómenos
astronómicos y meteorológicos. El Sol y la Luna eran upa pareja
sobrenatural y tanto ellos como sus respectivos linajes sacerdotales
tenían asociaciones felinas, de manera que el jaguar y^'el puma
llegaron a simbolizar tanto la energía solar como la lluvia fertili-
zadora. Fue dentro de este contexto de ideas donde se desarrolló
la. Qultura Tairona y en donde viven en la actualidad sus descen
dientes, los Kogi.
Vista en el amplio conjunto de los desarrollos prehistóricos co
lombianos, la Cultura Tairona se destaca ante todo por haber logra
do un incipiente nivel urbano, sostenido por grandes obras públicas,
como lo son las terrazas de cultivo, sistemas de irrigación y una
red de caminos enlosados. En ninguna otra parte del territorio
colombiano encontramos este grado de eficiencia económica y admi
nistrativa, y sólo la tan débil cohesión política y la poca extensión
territorial de los Tairona, los colocan algo bajo el nivel cultural
de los Muisca.
.Volvamos entonces otra vez al interior del país, a los altiplanos
y valles de la Cordillera Oriental donde se desarrolló la Cultura
Muisca o Chibcha.
A la llegada de los españoles estos indios, en un número de
aproximadamente medio millón, ocupaban las tierras altas y las
98 COLOMBIA INDÍGENA
•1
faldas templadas, entre el macizo del Sumapaz, en el suroeste, y. el j
Nevado del Cocuy, en el noreste, extensión de unos 25.000 kilóme- ■
tros cuadrados. Las tierras más fértiles eran las de los antiguos .
lechos de los lagos pleistocenos, tales como la Sabana de Bogotá, ;
así como las regiones irrigadas por los cursos altos de los ríos
Bogotá, Suárez, Chicamocha y algunos de los afluentes del alto río;
Meta. La población estaba organizada en dos grandes federaciones
de aldeas, cada una bajo el mando de un jefe supremo: la zona
suroccidental formaba el dominio del Zipa, con su centro en la
región del actual Bogotá (Bacatá, Mequetá), mientras que la zona
nororiental constituía el dominio del Zaque, con su centro en la
región de Tunja (Huma). Pero mientras que los Tairona habían
desarrollado grandes aldeas y aun ciudades, fundadas sobre una
arquitectura lítica de carácter duradero, la población Muisca era;
aparentemente mucho más dispersa y ocupaba innumerables pe-;
quenas aldeas y caseríos, pero sin concentrarse en grandes centros
nucleados que puedan considerarse ciudades. La arquitectura lítica
de carácter doméstico falta casi por completo entre los Muisca, y
aunque los españoles encontraron algunas aldeas bien construidas
y fortificadas, los Muisca no dejaban de ser un pueblo eminente^
mente campesino, a diferencia de la orientación tan manifiestamen
te urbana de los Tairona.
C. ESTADOS INCIPIENTES
♦ • ♦
Al terminar nuestro largo recorrido por las etapas de la pre
historia del territorio nacional, cabe una observación. Es cierto que
ni los Muisca ni los Tairona lograron el nivel de “civilización”, de
una verdadera estructura estatal. Su organización social permane-
■ MANUAL DE HISTORIA I 105
Bibliografía
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112 COLOMBIA INDÍGENA
JUAN FRIEDE
I
Los antecedentes
II
Los viajes descubridores
III
La gobernación de Santa Marta
IV
La gobernación de Cartagena
• V..
A la búsqueda del Perú
VI
La conquista de la meseta chibcha
VII
El reparto del botín
este último valorado en siete pesos por uno de buen oro. Asimismo
resultaron 1.815 esmeraldas de toda suerte, para repartir. De este
“montón” se entregó a los oficiales reales el “quinto” (20%) per
teneciente a la Corona, a saber: 38.259 pesos de oro fino, 7.257
pesos de oro bajo, 3.690 pesos de chafalonía y 363 esmeraldas de
diferentes tamaños. Se pagaron luego los gastos a cargo del “co
mún” con el oro de chafalonía y el bajo: las “mejoras” a quienes
más se distinguieron durante la expedición, el valor de los caballos
muertos durante la jornada, el valor de las medicinas gastadas
durante ella y el de las herramientas y objetos inutilizados en las
acciones de provecho para el común.
Pagados estos gastos a los respectivos dueños, quedaron luego
para repartir 148.000 pesos de oro fino, 16.964 pesos de oro bajo y
1.455 esmeraldas.
Se suman luego las “partes” señaladas en la instrucción de
Fernández de Lugo, mas algunas no previstas por el gobernador,
como para macheteros, trompetero, etc. Resultaron 290 “partes”.
El botín se divide por este número, resultando cada parte de 510
pesos de oro fino, 57 pesos de oro bajo y 5 piedras esmeraldas de
distinta calidad y procurando que cada grupo fuera de igual valor.
Luego a cada participante se entregaron las partes a que tenía
derecho, dando un fiador —generalmente un compañero— para
que respondiera ante la justicia en caso de que se presentaren
reclamos por parte de quienes habían quedado en las riberas del
Magdalena.
En la lista de los presentes figuran 179 participantes (y no
160 o 166 como declaran los cronistas y aparece en ciertos docu
mentos), incluyendo un soldado que murió después de llegar al
altiplano.
Es interesante insistir sobre el carácter comunitario de estas
expediciones conquistadoras y en el hecho de que se trataba de
una acción conjunta de todos los participantes. Si bien el riesgo
era para todos igual, no era igual la participación en el botín. Así,
los 15 más aventajados —el gobernador y los capitanes—, que en
conjunto constituían sólo el 5,2% del total de los participantes,
MANUAL DE HISTORIA I 149
VIH
La fundación de Bogotá
2 Diciembre 1538.
3 Agosto 1537.
MANUAL DE HISTORIA I 153
IX
La anarquía
XI
La primera Audiencia
XII
La segunda Audiencia
XIII
Gobierno de los oidores
■ paña, por orden del Rey, para que fueran confirmadas. El recio
carácter del obispo poco ayudó a sus tareas. Crecieron su divergen
cias con los oidores de la Audiencia por asuntos de jurisdicción, e
incluso con las órdenes religiosas que se consideraban a sí mismas
como “un estado dentro del estado”, sometido exclusivamente a sus
generales en Roma o España -»
El resultado de la controversia fue el viaje casi clandestino
del obispo a Cartagena en 1562 para embarcarse a España que ya
hemos mencionado. Al año siguiente se produjeron algunos cam
bios en la organización eclesiástica. Santa Marta fue separada del
obispado de Santa Fe, convirtiéndose en abadía, mientras que
Santa Fe se elevó al arzobispado, siendo nombrado para tal dig
nidad Juan de Barrios, primer arzobispo, con mando sobre Cuenca,
Quito y Popayán, al sur, y Santa Marta, Cartagena y Panamá al
norte. Riohacha siguió por lo pronto integrada al obispado de
Santo Domingo hasta que posteriormente Santa Marta se erige
una vez más en obispado que incluye Riohacha y Ocaña.
I
Investido de la nueva dignidad, Juan de Barrios proseguía la
lucha por afianzar su autoridad con mayores bríos. A los frailes
señalaba como “escoria y heces que trajo el mar muerto a estas
partes”, y fueron continuas sus virulentas quejas contra los oidores
de la Real Audiencia. Si desplegaba su ira contra los dominicos
por su mundano vivir y por la suntuosidad de la iglesia que
estaban construyendo, no faltaban tampoco críticas contra su pro
pia Orden. Las quejas que continuamente llegaban contra Barrios
al Consejo de Indias, acusándolo de maltrato de los religiosos, de
excomuniones inmerecidas, de derechos excesivos que cobraba, 'de
maltrato de los miembros del propio cabildo eclesiástico, no ame
drentaban nuestro arzobispo. Ni la avanzada edad ni la proximidad
de la muerte (febrero de 1569), lograron apaciguar a ese luchador
por los fueros de la Iglesia.
Mientras tanto afluían graves quejas contra Montaño por
parte de la Audiencia, del cabildo, de los oficiales reales y de los
más prestantes miembros de la sociedad santafereña. Aún antes
de comenzar el oidor Grajeda el juicio de residencia que le fue
176 LA CONQUISTA DEL TERRITORIO Y EL POBLAMTENTO
XIV
Gobierno de Venero de Leyva
• l’T
cios a los indígenas, etc. Pero era “letra muerta” para los frailes
que consideraban poco menos que su feudo las tierras de América.
Lo sucedido a fray Francisco de Olea, enviado desde España
como visitador de la orden franciscana, ilustra el ambiente que
reinaba entre los frailes. Fray Francisco llegó a la diócesis y es
cribe: “Castigué y reformé, poniendo a Dios delante mis ojos”. Los
frailes, proseguía, “sabían mejor el camino de las minas que el de
las buenas conciencias”. Intentó expulsar a algunos para España.
Pero se rebelaron los frailes, lo depusieron violentamente y nom
braron a otro en su lugar. Era fray Juan de Belmes quien a su vez
se quejaba al Consejo de Indias de Venero de Leyva y de las auto
ridades civiles, acusándolos de impedir la obra de la conversión, de
obstruir la labor de los frailes negándoles vino y aceite para cele
brar, de no brindarles apoyo en la construcción de sus monasterios,
en la apertura de los caminos rurales y favoreciendo arbitraria
mente a unos y perjudicando a otros.
La noticia de haber sido nombrado (1571) fray Luis Zapata
para el arzobispado de Santa Fe, indujo a los oidores de la Audien
cia a dirigirle una larga carta en que pedían que antes de su par
tida definiera en el Consejo de Indias sus prerrogativas como arzo
bispo, el alcance de su jurisdicción en asuntos civiles y eclesiásticos,
para dominar “la libertad y soltura de los frailes”, pedían se defi
niera a quién, correspondía la elección de los doctrineros para los
pueblos, a quién incumbía el derecho de visitarlos. ¿Tenía el arzo
bispo derecho de expulsar a frailes díscolos? ¿Cuáles artículos eran
libres del pago del diezmo? etc. Por su parte, el cabildo eclesiástico
de Santa Fe instaba a fray Luis Zapata lograse del Consejo de
Indias una disposición para que los provinciales de las órdenes
religiosas delegasen al arzobispo el derecho de nombrar doctrineros
para los pueblos indígenas, como sucedía, declaraban, en el Perú.
Y ciertamente, pese a la ocupación de las tierras americanas que
ya duraba más de ochenta años, España continuaba frente a sus
colonias una política casuista, improvisada, mediante leyes y pro
visiones sueltas, casuales, variables y no pocas veces contradicto
rias, sin ofrecer un cuerpo legislativo definitivo que abarcase todos
los problemas que exigía' la obra colonizadora.
• MANUAL. DE HISTORIA I 187
* * ♦
. La diversificación de la economía del Nuevo Reino minera y
agrícola tuvo como consecuencia la separación poiítico-adminis-'
trativa de la parte central del Nuevo Reino, rica en minas, de la
gobernación de Popayán, de la cual aquella formaba parte. Ya en.
1562 la pidieron los pueblos mineros de Santa Fe de Antioquia,
Caramanta, Anserma y Cartago. Tal separación fue concedida.
MANUAL DE HISTORIA I 189
XV
El ocaso de Santa Marta
**?
de la . Corona de la iglesia y un préstamo de mil pesos. Luego se
rebajaron a los vecinos los derechos de importación al dos y . medio
por ciento y se les concedió la libertad de derechos sobre los artícu-
los de consumo. Asimismo se rebajó al veinteavo el impuesto sobre
oro de minas (en vez del quinto) y una prórroga de las condena
ciones en que habían incurrido en el pasado. Para favorecer el
repoblamiento tanto de Santa Marta como de Riohacha se les otor-
garon otras franquicias: un transporte gratuito desde España de
cien familias, cifra luego aumentada a 150; libertad de almojari--
fazgo por 20 años de todo lo que introdujeran de efectos de uso
personal, los dos novenos por diez años y un préstamo de 10.000
pesos para los inmigrantes. • |
, ó
En octubre del mismo año, Santa Marta y Riohacha sufren
nuevamente un ataque de los indios de la región. Se informa al
Consejo que ambas ciudades están “alteradas con guerras con los
naturales”, que están casi despobladas y cesó la pesquería de las
perlas. Un nuevo gobernador, el licenciado Manzo de Contreraa,
tuvo un éxito pasajero contra los indios, y los dominicos pidieron
apoyo financiero de la Corona para erigir nuevamente su convento
que había sido destruido por los piratas. A Manzo de Contreras
siguió en 1599 como gobernador Juan Giral, con la orden de tomar
residencia al gobernador pasado. La gobernación de Santa Marta
no logró recuperar la posición clave que jugó en las primeras déca
das de la conquista
XVI
El puerto de Cartagena
. * * *
En octubre de 1575 había llegado como gobernador, Pedro Fer
nández de Busto, después de haber residenciado a Pedro de Agreda,
gobernador de Popayán. La residencia de que fue encargado contra
Bahamonde de Lugo, gobernador anterior, se vio frustrada, porque
éste murió en el mismo año.
Bajo el gobierno de Busto, Cartagena y su puerto progresaron
notablemente. Fray Pedro Mártir, de paso por la ciudad en 1580,
consideraba que el puerto de Cartagena y no el de Panamá debería
ser él punto final de las flotas anuales, debido a su privilegiada
Situación. Asimismo abogaba ante el Consejo de Indias qué fuera
202 LA CONQUISTA DEL TERRITORIO Y EL POBLAMIENTO
XVII
El ocaso de la 'conquista
*■«
<. * ‘ ' '"'A1’
quejas que fue expedida la orden Real que sin licencia especial, ni
frailes ni clérigos pudiesen viajar a España. .
r» * ¿i.’.
jue el colegio estaba endeudado y sólo, una vez pagadas las deudas,
H maestro Francisco de Porras emprendió diligencias para abrirlo
le nuevo, con cátedras de gramática, latinidad y teología, aprove
chando los jesuítas que llegaron en aquel entonces. Fue este colegio
origen del actual Colegio de San Bartolomé en Bogotá reinsta-
ado en regla en el tiempo del arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero.
Lino de sus profesores sería luego, a principios' del siglo xvii, el
célebre cronista, fray Pedro Simón.
i En las cartas de Zapata no faltaron denuncias contra los in
lias. Se quejaba de que pese a los cuarenta años de la ocupación
apañóla los indios estaban “peor que en el tiempo de su barbaris-
Tomaron los vicios de españoles y los suyos no han dejado”.
Generalizando, los denunciaba por “incestos gravísimos de herma-
ios con hermanas, padres con hijas y otros pecados muy graves”,
informaba sobre las “carnicerías públicas” entre los indios (se re
fere indudablemente a los pijaos) y abogaba porque tales se entre
gasen a los cristianos como esclavos. Insistía en las ventajas de las
encomiendas perpetuas y no ovidaba de exponer al Rey el acrecen
tamiento de sus rentas en este caso, por las donaciones que recibi
da de los favorecidos. Varias veces, pese a la vigencia de la Real
Cédula de 1576 que prohibía terminantemente ordenar mestizos
Jomo curas, insistía sobre su conveniencia, pidiendo se logre un
üspenso papal para el caso, porque tales sacerdotes conocían las
enguas del país y no abandonaban las doctrinas, como lo hacían los
frailes españoles apenas enriquecidos; lo cual rechazaban los frailes
wnsiderando a tales mestizos “ser monos, porque ellos no saben
rastro de cristiandad, ni tienen virtud alguna”. Al referirse a la
fundación de nuevas poblaciones el arzobispo insistía en que debía
jstar presente para defender los fueros de la Iglesia.
Por lo demás Zapata no dejaba de insistir sobre el permiso de
rolver a España, “porque ni tengo fuerzas para sufrir estos en
dientaros ni con qué poderme sustentar en esta tierra, ni con qué
pagar las deudas que debo”. Informaba que al principio, cuando
fue destinado al obispado de Cartagena, pidió prestado mil pesos
7 que no pudiéndolos pagar, sus bienes y la parte de los diezmos
}ue le correspondía le fueron embargados. Pero distintos informes
210 LA CONQUISTA DEL TERRITORIO Y EL POBLAMIENTO
iMPOX-15*40
FERNAN 00 — 1579
•LA PALXA
tSCUAND
1600
1600
*♦ *<
PRINCIPALES FUNDACIONES EN 1600
312 LA CONQUISTA DEL TERRITORIO Y EL POBLAMIENTO
que pudiera recoger el oro que los indios ofrecían a sus dioses y a
sus muertos, que calculaba en 600.000 pesos. Pero la Audiencia
rechazó tal petición y negó el envío de un oficial, “porque en cuanto
al abrir sepulturas, santuarios, ídolos... no conviene con color de
la conversión escandalizar a los indios”.. Y así, el problema indí
gena se utiliza como pretexto, como arma política en la brega entre
grupos sociales opuestos por sus intereses económicos y políticos.
Quienes se aprovecharon del despojo de los indios de Bogotá, se
convierten en “indigenistas”; y quien en equella ocasión fustigaba
a los “robadores”, erigiéndose en protector de los indios, invitaba
al despojo de sus protegidos. Es un caso entre muchos que obliga al
historiador pasar por el “cedazo de la crítica” la documentación
conservada y escudriñar la realidad de lo que pasaba en aquella
controvertida sociedad americana.
El fracaso del concilio que trató reunir nuestro arzobispo fue
otro motivo de críticas levantadas contra Zapata. El obispo de
Popayán negó su asistencia, considerando que su diócesis pertene^
cía al arzobispado de Lima. El de Santa Marta sostuvo que, según
sus títulos el obispado no pertenecía al arzobispado de Santa Fe
sino al de Santo Domingo. Sólo se trasladó a Santa Fe y el obispo
de Cartagena, Juan Méndez, quien luego se querelló contra Zapata
por los gastos que hiciera en su inútil viaje.
Fueron las continuas críticas del arzobispo y las no menos
numerosas acusaciones contra él, las que indujeron al Consejo de'
Indias a enviar al Nuevo Reino un juez visitador con amplios pode-,
res. Lo fue el oidor y fiscal de la Audiencia de Lima, Juan Bautista
Monzón. Por vía de Panamá y Cartagena llegó a Santa Fe a fines
de enero de 1580. ■iJ
3
* * ♦
1A la muerte del presidente Lope Diez de Armendáriz, la Audien
cia quedó acéfala durante varios años. En 1588, a la llegada del
ioctor. Antonio González, miembro: del Consejo de Indias come
presidente, se produjeron reformas significativas. González pro
movió nuevas y definitivas ordenanzas .en la extracción mineral,
habiendo sido ya aceptada de hecho la labor de los indios en la
minería, bien si fueran de tierra fría o tierra caliente, siendo rempla
zados por esclavos negros importados. La importancia de los últi-
; mos como fuerza de trabajo ya había crecido tanto que en 1594
Antonio González propuso al Consejo se estableciera su importa-
' ción por cuenta de la Corona como un monopolio, afirmando que
su precio en Cartagena podía fácilmente alcanzar cien pesos la
“pieza”. Por lo demás el Nuevo Reino gozaba de la paz social, salvo
en Tunja cuando se ordenó cobrar el impuesto de alcabala, del
cual estaban eximidos hasta entonces las colonias españolas. Esto
produjo una reacción de la vecindad, lo cual obligó en 1596 a enviar
al oidor, Luis Tello de Erazo a aquella ciudad.
* ♦ *
En las últimas décadas del siglo xvi, el otorgamiento de permi
sos para nuevas expediciones ya no precisaban licencias del Consejo
218 LA CONQUISTA DEL TERRITORIO Y EL POBLAMIENTO
la
---------------------- : Vida y luchas de Juan del Valle, primer obispo de. Popas
yán y protector de indios, Popayán, 1961.
---------------------- : El indio en lucha por la tierra, 3^ edición, Bogotá, 1574,
------------- ---------: Fuentes documentales para la historia del Nuevo Reino
de Granada, tomos I-VIII, Bogotá, 1975.
---------------------- : los quimbayas bajo la dominación española, 2? edición,
Bogotá, 1978 (en prensaj.
-------------------- —: Los chibchas bajo la dominación española, 2a edición, Bo
gotá, 1978.
Jijón y Caamaño, J.: Sebastián de Belálcazar, tomos I-II, Quito, 1936.
López, Pedro: Ruta de Cartagena de Indias a Buenos Aires y las suNesocto
*
nes de Pizarro, Castilla y Hernández Girón, Madrid, 1970.
Oviedo Fernández, Gonzalo: Historia general de las conquistas de TUrra
Firme, tomos I-IV, Madrid, 1851-1854.
Ots CapdeQuí, José: España en América. Instituciones coloniales, Bogotá
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1952.
Robledo, Emilio: Vida del mariscal Jorge Robledo, Bogotá, 1945.
Romero, Mario Germán : Fray Juan de Barrios y la evangelización del Nuevo
Reino de Granada, Bogotá, 1960.
Simón, fray Pedro: Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en
las Indias Occidentales, Bogotá, 1978 (en prensa).
Zavala, Silvio: ¿as instituciones jurídicas en la Conquista de América,
Madrid, 1935.
III
LA ECONOMIA
Y LA
SOCIEDAD COLONIALES
1550 - 1800
GERMAN COLMENARES
Introducción
V.
les determinadas, y por tanto es arbitrarlo disociar de ella. Ante todo, una
división profesional (u horizontal) no siempre demasiado neta entre mine
ros, terratenientes y comerciantes. Luego, una división vertical entre pro
pietarios (mineros, terratenientes) y mano de obra sujeta a varias formas
de explotación (indígenas encomendados, esclavos negros, peones precaria
mente asalariados, dependientes que debían prestaciones en trabajo, etc.).
En términos económicos, ha resultado más fácil hasta ahora para los his
toriadores hacerse a una idea diferenciada de las actividades profesionales
(de su volumen, su rentabilidad, etc., es decir, de su participación en el
producto total) que de las oposiciones verticales. Esta no ha sido siempre
una opción ideológica, sino que se ha visto forzada por la escasez o la abun
dancia de materiales. Es obvia la necesidad de que esta tendencia se Invierta.
Sólo que deberán aportarse no meras generalizaciones teóricas tomadas de .
otros contextos, sino investigaciones reales sobre la participación de las
clases explotadas en todo el proceso.
Estas cuestiones deberán enmarcarse dentro de una cronología, puesto
que ni la economía ni la sociedad presentan un aspecto absolutamente ho
mogéneo o estático a lo largo de¡J periodo estudiado. Se dieron momentos
de expansión y de contracción económicas y se conocieron lo que los econo
mistas designan como crisis. Estas crisis no afectaron a todos los sectores
de la actividad económica de manera similar. Ni, por lo tanto, a los distintos
sectores profesionales. Además, cuando una crisis afectaba a un deter
minado sector sé operaban cambios también en las formas de subordi
nación del trabajo. Debe agregarse que en muchos casos era precisa
mente el trabajo (su disponibilidad, su organización, su base demográfica)
el que se encontraba en el origen de la crisis. En el trabajo agrícola, por '
ejemplo, se sucedieron institucionalmente la encomienda y el concierto'
cuando todavía se disponía de mano de obra indígena. En el momento que,
ésta faltó, se introdujeron arreglos no institucionales destinados a subordi
nar la creciente población mestiza. Este es el origen del peonaje y de diver-t
sas formas de colonato, es decir, de .prestación de servicios dentro de un *
sistema de clientela, no remunerada por un salario. En las minas y en
las construcciones urbanas trabajaron también inicialmente indígenas en-,
comendados como parte de su obligación de satisfacer un tributo, mediante
alquiler a través del sistema de la mita. La crisis de la población indígena
condujo a buscar un aprovisionamiento regular de esclavos negros para el¿
trabajo en las minas. A pesar de lo que representaba esta forma de trabajo
como inversión, tampoco el tamaño de las cuadrillas pudo mantenerse y la
producción minera se vio afectada por la mortalidad de los esclavos. Otras’
complejidades surgen cuando se considera que la división vertical de la so-¿
ciedad tuvo como base una sujeción de origen racial. Con todo, las polarida
des iniciales muy bien definidas no podían durar indefinidamente. Indígenas
> v y negros africanos alcanzaron en generaciones sucesivas grados diversos de
« - mestizaje. Aun cuando la actitud hacia las llamadas castas se percibe clara
MANUAL DE HISTORIA I 227
' B. La agricultura
1. La apropiación de la tierra
f *
1 2. Configuración regional de las unidades productivas
- a El Nuevo Reino !■
C. El comercio
1. Los comerciantes fe
2. Las mercancías.
j ♦
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MANUAL DE HISTORIA I 233
I
NUEVA GRANADA Y GOBERNACION DE POPAYAN - PRODUCCION DE ORO I555-I0OO
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238 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
111
La economía colonial
-W
alientos extraordinarios. En ellos se asentaron reales de minas, a
veces con una capilla como único núcleo de un poblamiento dispa
ratado y bajo la jurisdicción de una ciudad de españoles. Durante
el primer ciclo minero la mayoría de los reales de minas aprovecha
ron el sistema de encomiendas como fuente de mano de obra, y sólo
los yacimientos antioqueños, explotados a partir de 1580, emplea
ron masivamente mano de obra esclava, lo mismo que las explota
ciones del siglo xviu en Nóvita, Citará y el Raposo. Este hecho, como
vamos a verlo, influyó decisivamente en el nivel y en el repertorio
de las técnicas empleadas.
Las ordenanzas de minería más antiguas (de Antioquia y de
Pamplona, que datan del siglo xvi) establecían no sólo una regla
mentación sobre los derechos a los yacimientos propiamente dichos,
sino también sobre las aguas aledañas. Tales regulaciones revelan
no sólo las modalidades de apropiación de un recurso en lo jurídico,
en lo social y en lo económico, sino también lo esencial'de una
tecnología. Sobre esta última, las investigaciones del geógrafo nor
teamericano Robert C. West han mostrado cómo se trataba de una
adaptación por parte de los españoles de procedimientos utilizados
desde antiguo por los indígenas. Los indígenas ya estaban familia
rizados con la extracción del oro de terrazas de las corrientes, de
depósitos altos de gravas y del lecho mismo de los ríos. West des
cribe en detalle una de las técnicas más usadas, la del canalón,
que consistía en hacer pasar una corriente de agua por un canal
paralelo al depósito aurífero, al cual se habían arrojado arenas y
gravas auríferas. La fuerza del agua, combinaba con el trabajo
manual de extraer los materiales más pesados del canal, dejaba en
el fondo los residuos de polvo de oro.
Las ordenanzas antioqueñas de Gaspar de Rodas se ocupaban
en detalle de regular los derechos de agua, elemento esencial en
todas las técnicas empleadas en los lavaderos. West señala cómo
la escasez de agua en Antioquia obligaba a conducirla por kiló
metros hasta las terrazas auríferas del Nechí. Por eso las ordenanzas
preveían privilegios excepcionales en las otorgaciones para quienes
abrieran canales o acequias de una cierta extensión. El agua tam
bién se conducía mediante sistemas dé mampostería elevada en
248 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
El trabajo
El problema del trabajo en la minería del oro se ha encarado
-■ usualmente con la noción un poco vaga de que en algún momento
el trabajo indígena fue remplazado por el de esclavos negros traídos
del Africa. Esta sustitución súbita habría obedecido a la voluntad de
la Corona española de proteger a los indígenas de un trabajo agota
dor. De:btro lado, se alega, el trabajo indígena daba pobres rendi-
í mientos'y los esclavos negros resultaban más aptos y más resistentes
^alas duras jomadas de. la explotación minera.
Hemos visto, sin embargo, cómo las técnicas mismas de la
explotación del oro dependieron de la experiencia acumulada por
los indígenas en muchas regiones. No eran pues motivos de idonei
dad para este trabajo lo que inducía a remplazarlos. Ni la sustitu-
'ción se operó de un momento a otro. Durante mucho tiempo la
institución de la encomienda, mediante la exigencia del pago de
los tributos en oro, sirvió para servirse de cuadrillas de indígenas
en la explotación de los yacimientos. A Pamplona, por ejemplo,
después de 1551 fueron conducidas cuadrillas de más de cien indios
sacados de las encomiendas de la provincia de Tunja. En la gober
250 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
Otros cargaron con la ruina y con las dificultades cada vez mayores
de remplazar los brazos que iban faltando. En ausencia de condicio
nes favorables, la posibilidad de reproducción de los esclavos, y con
ello una menor dependencia del abastecimiento de esclavos adultosj
costosos, quedaba excluida.
. El segundo ciclo productivo, que arranca con la conquista del
Chocó, presenta rasgos diferentes en cuanto al trabajo. En primer
.término, la permanencia de cuadrillas de esclavos más amplias,
gracias a un abastecimiento regular. Luego, un equilibrio real entre
producción minera y abastecimientos agrícolas. Finalmente, la posi
bilidad de reproducción de la mano de obra en virtud de condicio
nes favorables creadas por una alternativa de empleo y de perma
nencia en explotaciones agrícolas.
Dentro del sistema defensivo del Imperio y la ruta de la Carre
ra de Indias, Cartagena gozó de una situación estratégica que favo
recía no sólo la introducción lícita de esclavos y mercancías, sino
que invitaba a su comercio ilícito por parte de holandeses, franceses
• e ingleses. Aunque se trataba de un centro distribuidor de la trata
negrera desde el siglo xvi, el número de esclavos internados en la
Nueva Granada, legalmente o de contrabando, no. parece haber sido
excesiva En 1598 el presidente Sande calculaba la presencia de unos
seis mil esclavos para todos los yacimientos antioqueños. Todavía,
durante los dos-decenios del siglo siguiente, entraron por Carta
gena (además del contrabando) unos 17 mil esclavos (12 mil por
'cuenta del Asiento de Baez Cutinho, entre 1603 y 1611, y otros 5 mil
de Antonio Fernández D’Elvas, entre 1615 y 1621), pero es muy
improbable, dados los preludios de una crisis en los yacimientos
más importantes, que una parte significativa de estos esclavos haya
sido internada para la producción minera o que el número de los
seis mil esclavos indicado por Sande se haya incrementado.
Para el segundo ciclo, centrado en la gobernación de Popayán,
los datos que se posee hasta ahora sugieren una mayor conexión
entre la trata negrera desarrollada por Cartagena y la demanda de ’
haciendas y minas. De tres grandes asientos que se sucedieron entre
1696 y 1743: el de los portugueses, el de la Compañía francesa de
MANUAL DE HISTORIA I 253
las cifras del oro declaradas en las cajas reales con la inversión
total de capital y con los costos de producción, la tasa de ganancia
para la actividad minera sería negativa a partir de 1759. Este resul
tado no se compadece con el auge de la producción. Para plantear
esta hipótesis el autor se vale de un modelo en el que reconstruye
*
todas aquellas variables (ingresos declarados, depreciación de aóí
tivos'—incluidos los esclavos—, costos de manutención de las cua
drillas, valor total de los esclavos, etc.) que determinan la tasa de
ganancia. De esta manera llega a la conclusión de que para que la
tasa de ganancia fuera positiva, se requería que la producción re-;
presentara el doble o un tercio más de lo que fue declarado.
Otros resultados de la investigación resultan igualmente su
gestivos. t, .
El autor los formula así:' •; .
1. Se dio un período de auge de la minería del oro en el Chocó
entre 1725 y 1785.
2. En el curso de la primera mitad del siglo los propietarios'
de cuadrillas obtenían grandes provechos con pocos escla-'
vos. Esto los incitó a aumentar su inversión en esclavos.
3. Aunque el número de esclavos se duplicó entre 1759 y 1782¿’
. w la explotación fue tomándose menos provechosa.
’ v 4. Con una tasa de ganancia declinante los propietarios red?
' jeron sus cuadrillas y con ello los costos de su mantenimiettj-
to. En algunos casos los mismos propietarios estimularon/
" un proceso de manumisión por compra.
5. Lo anterior tiende a mostrar que, en el Chocó, un límite’
. óptimo de rentabilidad se alcanzó cuando el número dú
esclavos llegó a 5 mil.
6. Aunque entre 1782 y 1804 el número de esclavos disminuyó?
en más de dos mil, la producción se mantuvo e inclusiva’
aumentó. r> ’
Las hipótesis y conclusiones de Sharp abren nuevas perspev-
ti vas a la investigación. Mucho se ha discutido sobre la pertinencia
■ MANUAL DE HISTORIA I 257
ÉJ LX AGRICULTURA
1, La apropiación de la tierra
a. El Nuevo Reino
-y
bírse tanto por las relaciones de producción que generan como por
su radio de acción con respecto a un mercado. Así, la hacienda se
caracteriza por mantener relaciones de peonaje para asegurar una
mano de obra indispensable y por estar vinculada a un mercado
local. La plantación, en cambio, posee una inversión considerable
en mano de obra (esclavos) y sus productos están-orientados hacia
un mercado internacional. Además, a lo menos en las plantaciones
inglesas de las Antillas, las cantidades tanto de tierras como de
' mano de obra tendían a alcanzar un límite óptimo, por debajo o por
encima del cual la plantación dejaba de ser rentable.
Ahora bien, las explotaciones del valle del Cauca combinaban
más o menos arbitrariamente aspectos de uno y otro modelo. Como
las plantaciones, empleaban mano de obra esclava (aunque en
cantidades mucho más modestas) pero sus productos estaban des
tinados a un mercado local. El empleo de esclavos en las haciendas
era una consecuencia del predominio de los mineros. Éstos podían
hacerse a tierras baratas y asegurarse una fuente de abastecimiento
regular, para sus empresas mineras, empleando una mana de obra
que de otro modo hubiera estado desocupada o producido rendi
mientos muy bajos en las minas. Es probable también que la resi
dencia de los esclavos en las haciendas haya sido más favorable a
su reproducción que en las minas y que por lo tanto las haciendas
hayan sido también una fuente de abastecimiento de mano de obra.
¿Haciendas o plantaciones? Los rasgos más peculiares dé estas explo
taciones agrícolas de tipo colonial eran apenas subsidiarios de una
economía minera no sólo en cuanto al mercado para sus productos,
sino también respecto al tipo de mano de obra empleado. Su evolu
ción posterior estuvo condicionada por los avatares de las explota
ciones mineras hasta el punto de estancarse en el momento en que
la minería del oro entró en decadencia. A fines del siglo xvin comen
zó a insinuarse la presencia de sistemas de colonato (asociados a la
explotación del tabaco), los cuales se generalizaron en el siglo xix,
particularmente después de la abolición de la esclavitud.
Si estas haciendas contrastan con el modelo tradicional en el
tipo de mano de obra empleado inicialmente, su evolución posterior
pudo mostrar un parentesco mayor que con las plantaciones. Ade-
268 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
C. EL COMERCIO
^■•TTfí A11 lwa Ltgoio e63 o 66^ CMtaAJrfo, lvjojo i ¥ 1 Promedio^ ovily.
278 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
IV
La sociedad
A. CONCEPTOS HISTÓRICOS SOBRE DIFERENCIACIÓN
Y CONFLICTO SOCIAL
J
D. LAS CASTAS
sociales, sino que más bien tendía a hacer extensiva la actitud nega
tiva de una élite, que se se identificaba fácilmente entre sí, hacia
los blancos pobres.
, Con todas las complejidades que pueden resultar de un examen
somero de las designaciones raciales que proceden de los documen
tos de la época, el problema resulta incomparablemente mayor si
se trata de establecer las actitudes y la valoración social que
acompañaba a cada una. Evidentemente, muchos prejuicios prove
nían de la minoría blanca dominante y ella poseía de manera na
tural el monopolio de las valoraciones. El indio era perezoso en el
siglo ;Xvi y s-' había embrutecido en el siglo xviii. Los mestizos,
fuente inagotable de conflictos, y los pardos, pendencieros y borra
chos.- Los estereotipos sobre las castas tuvieron una larga vida en
la época colonial y, al parecer, una aceptación universal.
Pero si estos estereotipos manipulados por la población blanca
eran negativos para la generalidad de las castas e iban acompaña
dos de toda clase de limitaciones sociales, la ubicación de éáda una
en el aparato productivo podía prestarle condiciones de ascenso o
de consideración social. Los mestizos, por ejemplo, sobre quienes
recaía una buena dosis de desprecio, estaban sin embargo amplia
mente distribuidos en muchos intersticios sociales. Eran gañanes
en el campo, arrieros, pequeños tratantes o pulperos, artesanos o
dueños de parcelas. Algunos, inclusive, se hicieron a una fortuna
considerable en el comercio o en las minas, aun cuando este hecho
no les haya traído inmediatamente el reconocimiento social.
¿"Tí En las minas del Choco algunos pardos y negros libres poseían
Uiípó dos esclavos durante el siglo xviii. Los arrieros, mestizos o
pardos, podían acumular también una fortuna en muías y contra
tar los servicios de muleros. Excepto en algunos casos, cuando la
mano de obra era muy competida, no había cortapisas para que
un miembro de las castas explotara el trabajo ajeno. Gran parte del
descrédito de los mestizos provenía sencillamente en que lo hacían,
aunque en mucho menor escala que españoles y criollos, como
ealpixques, mayordomos o tratantes y pulperos. Las limitaciones
económicas de las castas se derivaban más bien del hecho de que
298 LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD COLONIALES, 1550-1800
GENERAL
ECONOMÍA
¿SpU’e^el. oro y la minería, la obra clásica de Vicente Restrepo, Estudio sobre
¿•los minas de oro y plata en Colombia (Bogotá, 1952). También Robert
¿.C^.West, La Minería de aluvión en Colombia durante el período colo
quial (Bogotá, 1972) y William F. Sharp, “The Profitability of Slavery in
the Colombian Choco”, 1680-1810 (en The Hispanic American Historical
Review, vol. 55, núm. 3, August, 1975, págs. 469, ss.). Sobre las minas de
plata de Mariquita, Julián B. Ruiz Rivera, “La plata de Mariquita en
el siglo xvni: mita y producción” (en Anuario de Estudios Americanos,
vol. XXIX, 1972, págs. 121-169. Jorge O. Meló ha dado a conocer las
cifras del oro producido en la Nueva Granada durante el siglo xvm en
una ponencia presentada al seminario de Historia de Colombia de la
Universidad Nacional ‘ (septiembre de 1977) y cuya publicación está
anunciada en la Revista de la Universidad del Valle, núm. 3. Sobre la
^ moneda y la amonedación, A. M. Barriga Villalba, Historia de la casa
4 de moneda, 3 .vols., Bogotá, 1969.
Sobre la tierra, particularmente los resguardos indígenas, Orlando Fals Bor-
’ da, El hombre y la tierra en Boyacá, Bogotá, 1957, y Margarita González,
El resguardo en el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, 1970. Las haciendas
* han sido objeto de trabajos regionales o monográficos. Las de la Sabana
de Bogotá, por ejemplo, en Juan A. Villamarín, Encomenderos and
Indians in the Formation of Colonial Society in the Sabana de Bogotá,
Colombia 1530 to 1740 (2 vols. Tesis de doctorado, 1972. Reproducida en
xerox por Úniversity Microfilms International. Ann Arbor Mich.), uno
de los trabajos más consistentes escritos hasta ahora sobre este tema.
Las haciendas de la Compañía dé Jesús, en G. Colmenares, Las hacien
das de los jesuítas en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1969).
SOCIEDAD
Vida y luchas de Don Juan del Valle, primer obispo de Popayán y pro
tector de indios (Popayán, 1961), y Los Quimbayas bajo la dominación
española (Bogotá, 1963), Darío Fajardo, El régimen de la encomienda
en la provincia de Vélez (Bogotá, 1969) y dos trabajos recientes de la es
cuela que orienta en Sevilla Luis Navarro García: Julián B. Ruiz Rivera,
Encomienda y mita en Nueva Granada (Sevilla, 1975), y Silva Padilla,
M. L. López Arellano y A. González, La encomienda en Popayán, tres
estudios (Sevilla, 1977),
Otros aspectos de la cuestión indígena han sido tratados por Magnus
Mórner en La Corona española y los foráneos en los pueblos de indios
de América (Estocolmo, 1970) y Ulises Rojas, El cacique de Tunnequé
su época (Tunja, 1965).
Sobre los esclavos africanos la bibliografía es todavía escasa. Jorge Palacios
P. se ocupa de La trata de negros por Cartagena de Indias (Tunja, 1973),
con énfasis especial en los asientos de finales del siglo xvii y comienzos
del siglo xviii. Jaime King, Negro Slavery in Neto Granada (Berketey,
1945) y Aqueles Escalante, El negro en Colombia (Bogotá, 1964).
IV
LA ESCLAVITUD
Y LA SOCIEDAD
ESCLAVISTA
' í Obsérvense los datos y curvas demográficas establecidas por los investigadores
Jaime Jaramillo Uribe, Hermes Tovar, Darío Fajardo, Juan Friede y Germán Col
menares. Sobre la producción de metales, el trabajo de Colmenares: Historia econó
mica y social de Colombia, Bogotá, 1973.
304 LA ESCLAVITUD Y LA SOCIEDAD ESCLAVISTA
Parece seguro que desde la última década del siglo xvi el esclavo negro
sustituyó al indígena en el trabajo de las minas, siendo entonces destinad
*
la poca población nativa a la producción agraria y a labo res de abastecimien^;
to. En efecto, la Corona, ante el proceso de extinción del indígena, había-
dispuesto una legislación más rigurosa respecto del empleo de los aborí
genes en el trabajo minero, y si bien es cierto que tales normas sólo fueron
observadas parcialmente, el grave problema de la mano de obra quedaba
resuelto, a lo menos en parte, con la provisión de esclavos africanos al regw¿
lari2arse el tráfico mediante la concertación de grandes asientos, así comí
por el continuo y numeroso contrabando. jg
A partir de la segunda mitad del siglo xvi —punto crítico de la catase
trofe demográfica—, la participación del elemento nativo en la explotación
de los minerales necesariamente tuvo que ser reducida, pues si bien es cierto
que la mita y las conducciones sustituyeron la rapiña inicial de la fuerza de7
trabajo indígena por parte de mineros y encomenderos, para entonces las
parcialidades se hallaban diezmadas. De otra parte, la recuperación demo-;
gráfica indígena, de haberse dado efectivamente, no pudo ser factor deter
minante de cierta reactivación de la economía minera *7. Por lo demás, para,
entender esta recuperación económica, así como las crisis de la economía
minera, habría que considerar en primer término la masiva introducción
de esclavos africanos, el agotamiento y hallazgo de nuevos yacimientos mi
neros, los conflictos entre comerciantes, mineros y hacendados, la política
económica de la metrópoli, las innovaciones tecnológicas, los sistemas de
abastecimiento, el auge del contrabando de mercancías, las nuevas vías
de comunicación, el mayor control burocrático de la producción y en general
la reorganización de la explotación, los cuales, como factores interactuantes
y Junto con el demográfico, incidieron en el sensible aumento registrado en
la extracción de metales a partir de 1580.
La población esclava en' el siglo xvi ya debió de ser apreciable, pues fue
creciente el temor a sublevaciones y rebeliones 18, puesto de manifiesto en-
las medidas coercitivas y en las disposiciones y ordenanzas de cabildo rela
tivas a los negros, asi como en la dureza de la represión contra el cimarro-
nismo w. De otra parte, los conflictos con la población de color fueron cons-1719
18
17 Colmenares, ob. cit., tablas de producción, págs. 228 y ss. Compárense las tablas
de las págs. 228, 232 y ss., así como las figuras de las págs. 236 y 237.
18 En 1556, por ejemplo, se produjQ una importante rebellón de los esclavos en
Popayán. A.G.I., Patronato 162, ramo 9.
19 En 1542 se ordenó a los cabildos la elaboración de ordenanzas para evitar que
los negros deambularan en las horas nocturnas. Leyes de Indias, lib. VII, t V, ley
XII. En 1551 se prohibió el porte de armas a los esclavos. Desde 1540 se legisló en
torno a los negros cimarrones, estableciendo severos castigos que iban desde los
azotes hasta la pena de muerte. Respecto de Cartagena, véanse las ordenanzas de
cabildo de 1552 en José Urueta, Documentos para la historia de Cartagena, vol. I,
■x Cartagena, 1887, Doc. 65, págs. 184 y ss.
MANUAL DE HISTORIA I 309
tantea: y desde muy pronto se prohibió el “que los esclavos negros, cada vez
más frecuentes en la Nueva Granada” 2o, viviesen entre los indios, todo lo
cual es indicio del volumen en ascenso de la población esclava.
* participación del elemento negro en el proceso productivo y en la
La
econoriiia minera del Nuevo Reino fue aún más decisiva durante los siglos '
xvn y xviii> pues el empleo de la mano de obra esclava se intensificó en los
distritos mineros de Antioquia y especialmente en las nuevos del Chocó;
asimismo, otros segmentos de la economía colonial fueron atendidos por la
población africana. En efecto, aparte las numerosas cuadrillas de mineros,
muchos esclavos fueron destinados a otras actividades como la agricultura,
Ú ganadería y a una amplia gama de oficios artesanales y de servicio
5 doméstico 21.
El número de esclavos de una cuadrilla oscilaba entre 10 y 40, pero por
lo general una mina tenía varias cuadrillas, las cuales estaban integradas
por hombres y mujeres, si bien éstas laboraban preferentemente las minas
de aluvión y aquéllos las de veta. Por su parte, los ancianos y los niños eran
dedicados a trabajos agrícolas y funciones domésticas.
La distribución y abastecimiento de la mano de obra esclaya corría
por cuenta de los comerciantes, quienes despachaban desde ^Cartagena
grupos de 10 y 20 negros. Los precios en los centros-de trabajo eran altos,
pues por lo general duplicaban los registros en el puerto y el sistema de
ventas a crédito, hipotecando la mano de obra ya existente, no sólo incre
mentaba los costos, sino que daba origen a numerosos enfrentaftiientos y
pleitos entre mineros y comerciantes.
“...los mercaderes que bajan de este Nuevo Reino a emplear en es
clavos negros para vender a los mineros de minas de oro particular
mente a los de Zaragoza, Cáceres, San Gerónimo del Monte* y los
Remedios que ’ se. labran con ellos, los compran en Cartagena en par
tidas a los precios referidos, algo más o menos, de contado, conforme
a los tiempos, de haber más o menos esclavos y más o menos compra-,
dores y los venden los dichos mercaderes a los. dichos mineros común-
- mente puestos en sus casas pagados el tercio de contado y lo restante
a pagar en dos años por mitad. Los de ley 340 y 350 pesos de oro de 2ü
quilates y los ardás, angolés y congos a 250 pesos del dicho oro.. .”22.
«
•
20 Magntts Morner, “Las comunidades indígenas y la legislación segregacionista
en el Nuevo Reino de Granada”, en ACHSC, voL I, pág. 6r nota 6.
21 El gobernador de Santa Marta,-por ejemplo, solicitaba esclavos para la gana
dería y trabajo de haciendas así como para la manufactura de queso, manteca,
jabón, velas, etc. A.G.I., Santa Fe, 1181. Sobre la participación del esclavo en las
haciendas véase, entre otros, Germán Colmenares, Las haciendas de los jesuítas en
el Nuevo Reino de Granada, Bogotá, 1969; Orlando Fals Sorda, Historia de la cues
tión agraria en Colombia, Bogotá, 1975.
22 A.G.I. Santa Fe, 52, Ramo 5, Doc. 178.
310 la ESCLAVITUD y la sociedad esclavista
23 A.G.I. Santa Fe, 454. Carta de oficiales reales, Santa Fe, 47Z. cuentas ae w
■
* ;-.d$
-----------------
I
La trata de negros
29 Para fines del siglo xvn, por ejemplo, el precio de un negro bozal era de oche
pesos, pero allí mismo podrían llegar a los 150 y 200 pesos. A.G.I., Indiferente Ge
neral 2841. Voto singular del consejero Lope de Sierra, sin fecha.
MANUAL DE HISTORIA I 315
;-30 West, ob. cit., pág. 83. Germán Colmenares, Cali, terratenientes, mineros y co
merciantes siglo xvm, Cali, 1975, pág. 92; Palacios P., ob, cit., pág. 142.
31 Georges Scelle, La traite negriere aux Indes de Castille. Contrats et traítés
■^Asiento, París, 1906, pág. 210.
•Á -
316 LA ESCLAVITUD Y LA SOCIEDAD ESCLAVISTA
interés por los hombres que por las riquezas, lo que ha sido señalado -
por Marx como característico del feudalismo32, pese a considerarse
como inversión de capital variable la realizada en fuerza de trabajo
esclava, inversión considerada por el propio Marx como de capital
fijo, pero dentro de un régimen esclavista3334 .
De acuerdo con lo dispuesto en las licencias, contratas y asien,
tos, la mercancía humana debía trasladarse de las costas africana^
a los puertos de permisión, y sólo con la debida autorización se'
podrían habilitar puertas de refresco o sitios de escala como San
Tomé, Jamaica, Barbados, etc. Legalizada la mercancía mediante
el pago de impuestas, examen médico e imposición de la coronilla’
real o marca —operaciones conocidas como de Palmeo y Carimbar
se procedía a la subasta pública por lotes o por “piezas de indias”»
y posteriormente a su distribución e internación a las distintas sitios
de trabajo. En el caso de la Nueva Granada, las esclavos eran con
ducidas en pequeñas grupos por los ríos Magdalena y Cauca hacia
Santa Fe, Antioquia, Cali, Popayán, Chocó y demás centros y zonas
de actividad y explotación económicas.
Las precias de las esclavos en las puertos de arribada, por lo
general no sufrieron bruscas fluctuaciones durante el desarrollo
de un asiento, pero sí se dieron marcadas diferencias entre los dé
uno y otro contrato. Así, por ejemplo, en el gran mercado de Carta
gena, el precio promedio de los esclavos adultos vendidos por la
Compañía de Portugal fue de 270 pesos3536 y durante el asiento da
la Compañía de Inglaterra oscilaron entre los 200 y 240 pesos cada
uno38. La relativa estabilidad que se dio a pesar de las continuas
interrupciones de los asientos y de la irregularidad en el envío legal
de los esclavos fue el resultado del contrabando en gran escala
Ahora bien, las variaciones de precios que se daban en los remates,
37 IcL, pág. 156. Véase tabla de reducción de la Cía. de Francia. Se aprecian al
gunas diferencias con el tipo de reducción empleada en el asiento de Grillo de
1669. A.G.I. Contaduría, 263.
318 LA ESCLAVITUD Y LA SOCIEDAD ESCLAVISTA
38 Ibidem.
•’9 Jaime Jaramillo Uribe. ob. cit., pág. 10, nota 3.
40 Rolando Mellafe, La esclavitud en Hispanoamérica, Buenos Aires, 1972, píff/M
•H J. Griguievich, “La esclavitud y la Iglesia en la América Hispano-portuguestf
■( lencias Sociales, Academia de la. URSS, núm. 4, 1977, págs. 142-161-
MANUAL DE HISTORIA I *319
miehzos del siglo xix la población negra y mulata, así esclava como
libré, sería de 210.000 50. Según algunos cálculos recientes, la pobla
ción de origen africano negra y mulata en la actual República de
Colombia alcanza a ser el 30% de la población total5152 .
B. ÓRÍGENES TRIBALES , /
•XT-
50 Jaime Jaramillo Uribe, ob. cit., págs. 11 y ss.
51 Aquiles Escalante, El negro en Colombia, Bogotá, 1964, pág. 5. Roger Bastide,
Las Américas negras, Madrid, 1969, pág. 22.
52 Para algunas regiones de América existen algunos trabajos rigurosos e impor
tantes sobre este aspecto, como los de Gonzalo Aguirre Beltrán, Arturo Ramos,
Robert Foguel, Philip Curtin, etc.
53 Por ejemplo, Rogerio Velásquez, José Arboleda, Aquiles Escalante, etc.
322 LA ESCLAVITUD Y LA SOCIEDAD ESCLAVISTA
C. ETAPAS DE LA TRATA
: •
1. Permisos y licencias
2, Los asientos
3. Libre comercio
Como consecuencia de las medidas económicas de los Borbones
respecto a las colonias americanas y en atención a circunstancias
políticas europeas, el bloqueo de los traficantes y la desesperada
demanda de los colonos, se optó por la libertad de comercio de la
mano de obra esclava en 1789.
La libertad del tráfico negrero no sólo supuso la ruptura con
un sistema de monopolio y el sacrificio de los derechos que pesaban
sobre la trata, sino que simultáneamente pretendió acelerar el
desarrollo de la gran hacienda tabacalera y cacaotera, así como
el de los grandes ingenios azucareros sobre la base de la introduc
ción masiva de esclavos.
La trata en este período tuvo ciertas oscilaciones y los comer
ciantes españoles intentaron controlarla directamente desde las
propias costas africanas; pero, de un lado, la opinión adversa que
paradójicamente estaba surgiendo, precisamente en Inglaterra, y
en segundo lugar los movimientos americanos de independencia
política, así como otros factores, la debilitaron y en algunos casos
la extinguieron.
El desarrollo de la trata de negros siguió, en términos genera
les, las etapas de evolución del comercio colonial, pues fue realmente
la rama más lucrativa de esta actividad.II
II
La sociedad colonial y la esclavitud
A. AMOS Y ESCLAVOS
B. LA LEGISLACIÓN
C. LA CRISTIANIZACIÓN
D. MEZCLA DE RAZAS
E. SUBLEVACIÓN Y CIMARRONISIMO
■
■ Uno de los problemas más difíciles y persistentes que debió
afrontar la sociedad esclavista prácticamente desde la primera mi
tad del siglo xvi, fue la huida de los esclavos. En 1530, por ejemplo,
los negros fugitivos incendiaron a Santa Marta; hacia 1533, un buen
número de esclavos traídos por el fundador de Cartagena huyó a
las zonas montañosas de la provincia; en 1556 se produjo una
importante rebelión de esclavos en Popayán79; en 1598 se presentó
una sublevación de esclavos en las minas de Zaragoza, matando a
Principales Palenques •
✓
342 LA ESCLAVITUD Y LA SOCIEDAD ESCLAVISTA
'.•v
ción y destrucción de esta comunidad, pero los palenqueros resis
tieron los ataques y en no pocas ocasiones pusieron en serio peligro
la seguridad del puerto. Las relaciones con este palenque y algunos-
otros fueron, sin embargo, desde la franca hostilidad y la guerra
abierta hasta la solidaridad y entendimiento 84. Así, por ejemplo^
en algunas ocasiones a lo largo del siglo xvn, como en 1619, fueron’
declarados libres algunos grupos de negros cimarrones y se les fací-;
litó tierras para laborar, mientras que en otras, especialmente a
fines del siglo, se ordenó el exterminio total de los palenqueroste.
Estas comunidades, relativamente libres, dentro de la sociedad
esclavista, se convirtieron en una amenaza permanente para las
autoridades coloniales y despertaron una gran inquietud entre la.
población blanca. De una parte, las autoridades y funcionarios
vivían bajo el constante temor de una sublevación general del ele
mento negro, encabezados por los cimarrones, o la alianza con gru
pos de extranjeros y piratas; de otra parte, los particulares y dueños
corrían el peligro de perder el capital invertido en los esclavos o
ser víctimas de asaltos en caminos y haciendas, revueltas en las
minas, sufrir robos de bienes de consumo y raptos, especialmente,
del elemento femenino de color. :
Al parecer, los amplios movimientos de esclavos, particular
mente los del siglo xvni, tenían como objetivo provocar una insu-
rrección general de la población de color con la posible participa
ción de algunos grupos indígenas 86 en contra de la esclavitud y de
las autoridades coloniales. Hacia 1721, don Juan de Herrera expre
saba el temor a una sublevación en Cartagena, pues “...la canti
dad grande de negros que hay en esta ciudad si se levantan (como
en otra ocasión la tuvieron intentando, convocándose con la de}
palenque que está medio día del camino de esta ciudad) pueden’
I
LTANUAL DE HISTORIA I'- 349
I
La administración colonial
y rapiña que poco tenía que ver con una organización institucional.
El segundo se inicia con la fundación de las primeras audiencias
y la promulgación de las primeras Leyes de Indias, particularmente
con las de 1542, expedidas por Carlos V, en la ciudad de Burgos. En
este momento es la monarquía, el Estado español, el que asume el
control y ejercita sus plenos derechos soberanos sobre los nuevos
territorios. Los siglos subsiguientes xvii y xvm, verán surgir la
imponente y compleja organización burocrática, jurídica, social y
política del Estado español de las Indias, tal como se configuró
durante el reinado de los Austrias. Las reformas introducidas por
los reyes Borbones, a partir de Felipe V, en los comienzos del siglo
xvm, constituyen la. tercera etapa que se prolonga hasta la eman
cipación de los territorios americanos. La obra de Carlos III, repre
senta el momento culminante y más significativo de tales reforman
Las tres etapas pueden seguirse en la historia de la administración
española en el Nuevo Reino de Granada2.
1.Centralismo
Ja *
2. Reglamentarismo
3. Intervencionismo
4. 'Uniformidad
necesidad de controlar y administrar un vasto territorio
como el Imperio Colonial de América, condujo a los administrado
res españoles a introducir una amplia estructura de normas e insti
tuciones comunes y uniformes. La administración colonial española
de América fue una de las primeras en aplicar en .amplia escala los
conceptos de administración racional y burocratizada que caracte
riza a los estados modernos. Un elemento de dicha racionalidad era
la uniformidad. Sin unas normas y unas instituciones comunes
=era imposible el control y explotación de los territorios imperiales.
Por eso fueron comunes instituciones como la Audiencia y el ca
bildo, y comunes la designación y funciones de la burocracia polí
tica y administrativa: virreyes, presidentes, gobernadores, capita
nes generales, alcaldes, corregidores. De ahí también el Corpus
legislativo representado por las leyes y cedularios que constituyen
el contenido del derecho indiano.
5. C'asuismo - .
Sin embargo, uri alto grado de uniformidad no fue incompa-
tible con un marcado casuismo. La diversidad de los territorios
americanos se hizo patente desde los comienzos de la colonización.
Diversas culturas, diversas densidades de población, diferentes te
rritorios geográficos, disímiles riquezas fueron imponiendo normas
legales y procedimientos administrativos diferentes. Aún dentro
de una misma Audiencia o virreinato la diversidad regional fue
obligando a diferenciar la legislación y la gestión administrativa.
También el tiempo impuso sus cambios y adaptaciones sucesivos.
Esa variación se hace evidente en la legislación sobre encomiendas,
minas, poblamiento, jurisdicciones, etc., que fue una en el siglo xvi,
otra en el xvn y otra en el xvm. El se obedece pero no se cumple
con que respondían las autoridades coloniales en ciertas ocasiones
al recibir una nueva disposición legal procedente de Madrid, era
un principio de realismo político que evitó en muchas oportunida
des desaciertos y conflictos. Interpretado a veces como expresión de
354 ESTADO, ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLITICA
6. Burocratismo
4 C. H. Habing, The Spanish Empire in America, Ed. cit, págs. 113, 114; Oís
Capdeqbí, Instituciones de gobierno del Nuevo Reino de Granada en el siglo xvin,
pág. 21. Citaremos esta obra como Instituciones de gobierno o simplemente coma
Instituciones.
5 Relaciones de mando, ed. cit.; Ots Capdequí, Instituciones de gobierno, págs. SD,
61, 87 y ss.
MANUAL DE HISTORIA I 355
- 7;!jfcóncentractón de poderes
£. i' •
conoció la administración colonial el principio de la sepa
No
ración de poderes que caracteriza a los estados modernos, tal como
estos se organizaron después de la Revolución Francesa. El concepto
de soberanía, radicado en el Rey y por extensión en sus agentes, se
tomaba como el poder de legislar, juzgar y hacer ejecutar las deci
siones estatales. De manera que los diferentes órganos y funcio
narios del Estado podían, y de hecho ejercían conjuntamente las
funciones de juzgar, legislar y ejecutar. Así ocurría, por ejemplo,
en el caso de los virreyes, presidentes y audiencias y aún en los
funcionarios de menor categoría como corregidores, gobernadores
y alcaldes que pudieron, simultáneamente, dictar providencias de
carácter legal, servir de instancia de apelación en los litigios civiles
y criminales y ordenar el cumplimiento de las leyes.
8; - Control recíproco
♦ i-
.i.- Desde comienzos del. siglo xvi hasta las administraciones bor
bónicas que redujeron considerablemente sus funciones en el siglo
xvm, el Consejo de Indias, constituido en forma definitiva en 1518,.
fue el órgano supremo de la administración colonial española. En su
seno fue donde se elaboró la enorme y complicada legislación de
Indias y por su conducto se realizó la política colonizadora. El Con
sejo ejercía simultáneamente las funciones de órgano de consulta
para todos los asuntos referentes a las Indias, supremo cuerpo legis
lativo y máximo tribunal de apelación en asuntos contenciosos
civiles, administrativos y criminales 8.
En su época de mayor importancia, es decir, durante los rei
nados de Carlos V y Felipe II, el Consejo estaba compuesto de varios
consejeros, hacia 1600, generalmente juristas o teólogos, un secre
tario, un fiscal de la Corona, varios procuradores, entre ellos uno
de pobres, varios notarios y numerosos oficiales como relatores, con
serjes, alguaciles, etc. Durante el reinado de Felipe II, se agregaron
un cronista mayor, cargo que desempeñó Antonio de Herrera, autor
de la Historia General de Indias (Décadas) y un cosmógrafo, fun
ción ejercida por primera vez por Juan López de Velasco, redactor
de la famosa Descripción de las Indias Occidentales.
7 Ots, Instituciones de gobierno, págs. 126 y ss. Sobre este aspecto también se
encuentran abundantes referencias en Relaciones de mando,
8 La obra clásica sobre el Consejo de Indias sigue siendo la de Ernest Schaefer,
ed. cit. Para la primera época, Sánchez Bella, op. cit.; Haring, op. cit., capitulo VI,
págs. 94 y ss.
MANUAL DE HISTORIA I 357
3. Las Audiencias
9 Hahing, op. cit., págs. 94 y ss.; Eugenia Lahmeyer Lobo, op. cit, págs. 144 y ss.
MANUAL DE HISTORIA I 359
10 Haring, págs. 280 y ss.; Ors, Instituciones de gobierno, cap. H, págs. 63 y ss.
^11* Sobre la residencia, ver Mariluz Urquuo, op. cit. También Hamng, op. cit.,
págs. 138 y ss. Ambos autores están de acuerdo sobre la dudosa efectividad de la
residencia sobre todo cuando se refería a funcionarios de alta categoría. La primera
inspección hecha por nosotros en el Fondo Residencias del Archivo Histórico Nació-
360 ESTADO, ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLÍTICA
nal (AHN), confirma esta opinión, en los juicios del virrey Villalonga y de Messía
de la Zerda, t III, ff. 628 y ss. La residencia del virrey Solís, estudiada por Ots
Capdequí, parece que fue más severa y efectiva. Se le condenó a reintegrar algunas
sumas gastadas y a las costas del juicio que ascendieron a 6.585 pesos. Ots, Insti
tuciones de gobierno, pégs. 288 y ss.
12 Citado por Haring, op. dt, pág. 141.
. MANUAL DE HISTORIA I 361
13 Hartng, op. cit., págs. 138 y ss. En la residencia de Messia de la Zerda, 12 tes
tigos de Popayán, todos notables de la ciudad y la mayoría españoles, responden
generalmente que “no saben nada” que “no les consta”, que “no han oido decir”.
AHN. Residencias, t. III, íí. 628 y ss.
14 La edición más conocida de las Relaciones de Mando, de Posada e Ibáñez, pu
blicada en la Biblioteca de Historia Nacional de la Academia Colombiana de His
toria, Bogotá, 1910, es deficiente por varios aspectos. Contiene transcripciones con
fusas y en la relación de Caballero y Góngora, omite los cuadros estadísticos anexos.
Para este último caso la mejor publicación es la incluida por José Manuel Pérez
Sarmiento, en su Biografía del arzobispo virrey, Bogotá, 1951. El Banco de la Repú
blica, publicó en 1952 una selección dirigida por Gabriel Giraldo Jaramillo, que
incluyelos temas económicos y agrega la relación del virrey Gil y Lemos (1789), que
362 ESTADO. ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLÍTICA
2. La visita
15 Ver José Mojica Silva, Relaciones de visitas coloniales, Tunja, 1948. Util para
recuentos de población indígena, pero de poca utilidad para cuestiones administra
tivas. En el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Departamento
de Historia de la Universidad Nacional, núm. 1, Bogotá, 1963, se publicó la visita
de Verdugo y Oquéñdo, al oriente del virreinato en 1755. En el Resguardo en el
Nuevo Reino de Granada, de Margarita González, Bogotá, 1970, se publicó la de
'.Moreno y Escandón, al corregimiento de Tunja, en 1778.
16 AHN. Visitas de Boyacá, t. IV y t. IX. Visitas de Cundinamarca, t. VII. Visitas
de Santander, t. II.
364 ESTADO, ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLÍTICA
E. COMPETENCIAS DE JURISDICCIÓN
L Lentitud e ineficiencia
19 AHN, Reales cédulas, t. X, ff. 673 ss.; Ots, Instituciones, págs. 129 y ss. ,
366 ESTADO, ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLÍTICA
“Yo soy de parecer, decía el virrey Solís, que siempre que con
reflexión de distancias, comercio y otros antecedentes, ocurra
-luz para poner este género de cajas y oficiales reales, con el
sueldo de seis por ciento de lo que ingrese, no se excuse el ha-
*cerlo; porque se empeñan en su cuidado y mayor aumento por
;el mayor que les cabe, y se corta el descuido que pueda haber
’ en territorios tan dilatados con otras cajas,’ y de lo mucho que
a ellas ocurre, y el que siempre han tenido los alcaldes ordina
rios que han manejado la Hacienda en estos lugares retirados,
,como que lo hacen por un año, sin sueldo y entre sus compa
triotas. Pero es menester sostener a los puestos y a los que se
pusieren; porque es mucho lo que los hacen padecer los vecinos
y habitantes del país, eclesiásticos y seculares, como acostum
brados a vivir con fraude de los derechos reales” 23.
^Sobre las dificultades para reclutar funcionarios debido a los
bajos salarios y sobre la corrupción y el fraude que esta situación
CUADRO No. 2
INGRESOS DEL FISCO (1796-1800) * ”’
1791/95 1796/1800
régimen de intendencias
39 Sobre las intendencias en general, Lynch, op. cit.» págs. 51 y ss. Hahing, op. clt., •
págs. 134 y ss.; 260 y ss.
40 Oís, Instituciones, pág. 76.
41 Las capitulaciones de Zipaqutrá, núms. 16, 35, así lo declaran directamente.
42 Restrepo, Sáenz, op. clt, págs. 509 y ss.
376 ESTADO, ADMINISTRACIÓN Y VIDA POLÍTICA
GRAFICO No. H 1
ADMINISTRACION LOCAL
OFICIOS CONCEJILES
VENOI0L6S
II
Factores de la vida política colonial: el nuevo
Reino de Granada en el siglo XVIII (1713-1740)
GERMÁN COLMENARES
A. CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS
D. CONFLICTOS A TRAVÉS
DE UN TEXTO COLONIAL
£ POLÍTICA Y SOCIEDAD:
LA DEPOSICIÓN DE MENESES
20 A.G.L, Santa Fe, Leg. 326. Carta del cabildo de Cartagena de 24 de julio de 1720.
MANUAL DE HISTORIA I 405
'.v?El matrimonio, que tuvo lugar en 1730, dio origen a una serie
de intrigas que condujeron a la suspensión del oidor Lozano. Hay
que decir, en honor del oidor, que el desenlace que tuvo su empleo
estaba lejos de sus cálculos. Su carácter era el de un funcionario
puntilloso, capaz de acabar con la paciencia de un viejo militar
como el presidente Manso, quien confesaba a menudo su ignorancia
en asuntos administrativos. Según el presidente, Lozano era
“.. .hombre de naturaleza rígido y desigual al ministerio, que
propasando su condición los límites de la altivez que suele
infundir la toga cuando se viste tan distante de la real pre
sencia, incurre en una tan altanera soberbia que, pasando
del vilipendio de los súbditos al menosprecio de los compa
ñeros, quiere que sus resoluciones sean la ley de los dictáme
nes de los demás oidores..2a.
El matrimonio del hijo del oidor fue una oportunidad para
ponerse al abrigo de sus denuncias. Apenas un año antes del es
cándalo de la boda, Lozano había escrito al Consejo de Indias sobre
los manejos de los oidores José Martínez Malo y José Quintana.
Estos oidores no sólo se ocupaban abiertamente en asuntos comer
ciales sino que habían logrado convertirse en intermediarios entre
algunos mineros del Chocó y la Casa de Moneda de Santa Fe26 27. El
presidente mismo, don Antonio Manso Maldonado, no se sentía al
abrigo de las acusaciones de Lozano y probablemente tenía sus
razones: desde el primer año de su gobierno se había quejado del
sueldo que ni siquiera le alcanzaba para traer a su familia y más
tarde, en su residencia, hubo acusaciones de que varios plateros
habían recibido numerosos encargos para labrar piezas de plata
del presidente. Manso salió en defensa de los oidores obligando a
Lozano, si no a retractarse, al menos a no hacer públicas sus acusa
ciones. El oidor se contentó con emplazar a sus colegas “... para
el justo y tremendo tribunal de Dios”. A su vez, Martínez Malo pudo
justificar más adelante al presidente cuando se le encargó su resi
I. CONCLUSIÓN
Mariluz Urquijo, José María: Ensayos sobre los juicios de Residencia, Se
villa, 1952,
Schaefer, Ernest: El Consejo Real y Supremo de Indias, 2 vols., Sevilla,
1935, 1947.
Sánchez Bella, Ismael: La organización financiera de las Indias, siglo xvi,
Sevilla, 1968.
Ots Capdequí, José María: El Estado español en las Indias, México, 1941.
-----------------------: Instituciones de gobierno del Nuevo Reino de Granada en
siglo xvni, Bogotá, 1956.
; Nuevos aspectos del siglo xvm en América, Bogotá, 1945.
MANUAL DE HISTORIA I 415
OTROS
✓
Colmenares, Germán: Historia económica de Colombia (1536-1717), Cali, 1973.
Pus Borda, Orlando: El hombre y la tierra en Boyacá, Bogotá, 1957.
Fpjede, Juan: La invasión al país de los chibchas y la Conquista del Nuevo
Reino de Granada, Bogotá, 1946.
Jaramillo Uribe, Jaime: Ensayos de historia social colombiana, Bogotá, 1966.
Liévano Aguirre, Indalecio: Los grandes conflictos sociales y económicos de
nuestra historia, Bogotá, 1960.
Meló Jorge Orlando: Historia de Colombia, El establecimiento de la domina
ción española, Bogotá, 1977.
Los libros de Luis Ospina Vásquez y William McGreevey, contienen una
buena síntesis de la economía colonial de la segunda mitad del siglo xvni.
VI
LA ARQUITECTURA
COLONIAL
I
El urbanismo y la arquitectura en el siglo XVI
A. LA VIVIENDA
B. ARQUITECTURA RELIGIOSA
1- CAPILLA DOMINGUEZ
CAMARGO.
2- CAPILLA DE LOS MANOPE
3- SACRISTIA.
4- CAPILLA HERMANDAD
DEL CLERO.
Os 10 16 20
ESC. 1J9OO
IGLESIA SAN LAUREANO
TUNJA SIGLO XVI
426 LA ARQUITECTURA COLONIAL
IGLESIA de chivata
428 LA ARQUITECTURA COLONIAL
Arehhzn Nacional - Bogotá (ANB), Colonia, Visitas de Boyacá, t. V, fls. 853 y sai
10 Alberto Corradine Angulo. “Documentos sobre la historia del templo de Santo
Domingo de Tunja”, en Apuntes, núm. 12, Instituto de Investigaciones Estéticas,
Universidad Javeriana, Bogotá, abril, 1976.
estado actual
IGLESIA DE SAN FRANCISCO. TUNJA
C. ARQUITECTURA MILITAR
II
Bi siglo XVII: el urbanismo y la planificación
territorial
is Idem. .
MANUAL DE HISTORIA I 435
A. LA VIVIENDA
SACHICA (i6oo)
MANUAL DE HISTORIA I «1
C. ARQUITECTURA MILITAR
ESC. 1'500 O 5 10 15 20
ÓtÁíwJxzwJ
CONVENTO DE SANTO DOMINGO
CARTAGENA
I - CORO
2- ALJIBE
3- SACRISTIA
2- TORRE
3- SACRISTIA 4-OSARIO
. MANUAL DE HISTORIA I 447
para los barcos, si bien su defensa por tierra era casi imposible, y la
tercera en razón de la explotación perlífera, que alcanzó a tentar
fuertemente a algún obispo de Santa Marta, a punto tal de causar
desvelos al gobernador, también requirió de algunas defensas, aun
cuando su topografía no se prestara para ello. Otros lugares como
Tolú, también poseyeron algunas defensas. La Costa Pacífica con
una menor importancia portuaria, por lo difícil deí camino de Bue
naventura a Cali, no jugó papel significativo por no interesar a Es
paña su desarrollo ni a los piratas su ataque, que comúnmente
solo llegó hasta los puertos del extremo sur de América.
La defensa de Cartagena implicó el tanteo de varias alterna
tivas, método que condujo a desechar fórmulas adoptadas en cier
tos momentos cuando su efectividad no quedaba demostrada luego
de algún ataque, hasta llegarse a configurar un plan complejo pero
efectivo en cuya ejecución se empleó casi todo él' siglo xvii y tres
cuartas partes del siguiente. Por tales razones aparecen y desapa
recen fuertes, o se abre o cierra la bahía por Bocagrande, se crean
escolleras y se levanta el muro que, por etapas, irá encerrando la
ciudad con miras a hacerla inexpugnable. Todo ello complemen
tado con el llamado Castillo de San Felipe de Barajas concebido
para la defensa de la ciudad de los ataques provenientes de tierra
y control de los canales que la separaban de tierra firme, lo mismo
que al arrabal de Getsemaní. Buena razón de estos pasos nos pre
senta el profesor español Enrique Marco, en su excelente obra
Cartagena de Indias, Plaza Fuerte.
III
El siglo XVIII y los albores del XIX: nuevas fases
del urbanismo. Cambios sociales, políticos y económicos
ESC, 1.500
IGLESIA DE GUAPOTA
24 Sobre las casas de haciendas que aún existen en el país, publicó hace pocos
años un estudio el Banco Cafetero, en su serie Herencia Colonial, que, sin ser una
obra exhaustiva, recoge gran cantidad de información útil, así haya pecado de
ligereza en su valoración arquitectónica e histórica.
MANUAL DE HISTORIA I 455
B. ARQUITECTURA CIVIL
c. arquitectura religiosa
D. ARQUITECTURA MILITAR
Bibliografía
I
Mezcolanza y atemperamiento
de los estilos importados
Desde que en la primera mitad del siglo xvi los españoles comen
zaron a fundar misiones y poblaciones en los territorios de la actual
Colombia, se inició una intensa recepción de obras que hablaban
las lenguajes estéticos del goticismo, el renacentismo y el manie
rismo europeos. Pinturas y tallas policromas embarcadas en Sevi
lla, llegaban en cantidades muy apreciables a Cartagena de Indias,
puerto de América del Sur, en Colombia, a medida en que las órde
nes religiosas —franciscanos, dominicos y, más tarde, jesuítas— en
sanchaban su actividad misionera y requerían de las imágenes como
instrumento eficaz de evangelización.
Los pueblos conquistados se identificaban con el conquistador
al menos en una cosa: en la necesidad de visualizar lo sagrado y, por
tanto, en la de conceder importancia suma a la imaginería. Así, la
conversión al cristianismo de todo un continente se fue operando
más con ella como instrumento que con la fuerza de la palabra: a
unas imágenes hieráticas e impresionantes esculpidas en piedra
sustituyeron otras más realistas y “vivas”, no menos impresionan
tes, talladas en madera y policromadas, que aportaban un reper
torio de signos culturales completamente distinto.
Así, pues, el arte occidental llegó a Colombia, como a toda
América, de la mano de la Iglesia y como medio evangelizador sobre
todo. Casi toda la pintura, la escultura, la talla decorativa y la orfe
brería de los tres siglos que comprende el período (xvi, xvn y xvni)
tuvieron por clientes a la Iglesia, a los devotos fundadores de capi
llas y a los donantes de imágenes. Ello explica fácilmente el temario,
religioso con pocas excepciones, de las artes figurativas de la época,
466 LAS ARTES PLASTICAS DURANTE EL PERÍODO COLONIAL
II
La actitud hispánica y criolla
través de las cuales, como ya hemos dicho, llegaron las nuevas for
mas y se acentuó la penetración cultural española junto a la reli
gión cristiana.
Conviene, pues, tener una noción sobre el carácter del arte
sevillano que así había de influir sobre el neogranadino de la época.
Sevilla recuperada para los cristianos por el rey Femando III “El
Santo”, en 1248 y transformada en la primera ciudad del sur de
España, encabezaba la tendencia andaluza en el arte español. Sus
pintores y escultores, como todos los de la Península, encajaban la
influencia de los dos grandes focos del europeo durante el Rena
cimiento y el Barroco: Italia y Flandes; pero eran los andaluces,
por su carácter, más receptivos de lo italiano que de lo flamenco
y, en consecuencia, sus imagineros imprimían un cierto sentido fa
miliar unido a una buena dosis de idealización a las figuras que
pintaban o tallaban. A la tendencia castellana hacia el realismo
dramático oponían su idealización de la figura humana, y al hondo
y crudo espíritu que impregnaba las producciones del norte oponían
unas formas algo más clásicas, serenas, suaves y graciosas y un
colorido menos austero. En cuanto a sus imágenes, en general, te
nían un sentido que hoy llamaríamos más “populista”, aumentado
por las recomendaciones de la Iglesia después del Concilio de Tren-
to, celebrado entre 1545 y 1563.
Dicho Concilio reafirmó la importancia de las imágenes como
instrumento eficaz de propaganda y de instrucción y “porque se
exponen a los ojos de los fieles los saludables ejemplos de los santos
y los milagros que Dios ha obrado por ellos”. Semejante precepto
conciliar, que data de 1563, bien puede considerarse decisivo para la
historia del arte colonial iberoamericano, pues buena parte de sus
características fueron derivando del profuso sentido de imaginería
popular, de acuerdo con las devociones impuestas en cada región
por las órdenes religiosas misioneras y por los principios que tácita
o expresamente defendía cada una de estas, en relación con los
aspectos visuales de la liturgia.
Trento había abierto puertas al estilo barroco, de contenido
católico, pomposo exaltador de la naturaleza y del espíritu, culti-
470 LAS ARTES PLASTICAS DURANTE EL PERÍODO COLONIAL
B. IMAGINERÍA ESCULTÓRICA
E. LA PINTURA VIRREINAL
F. EL MESTIZAJE ARTÍSTICO
La tendencia mestiza en arte fue el resultado o, al menos, el
equivalente estético del mestizaje racial, muy notable en el país,
que hoy presenta más de la mitad de su población como hija del
MANUAL DE HISTORIA I 483
G. LA EXPRESIÓN POPULAR
Como es normal, simultáneamente a las formas de expresión
que pueden llamarse cultas, obedientes a un pensamiento y a unas
fórmulas propias de grupos sociales más educados y producto de la
labor de pintores, escultores y decoradores profesionales con talle
res organizados, se manifestaban, siempre vivas pero casi nunca
cambiantes, las corrientes populares de la expresión muchas veces
impregnadas por el mestizaje. Las expresiones de la plástica popu
lar reflejaban el continuo fluir de ideales, sentimientos, creencias
y modos de ver y trabajar de gentes desconocidas, no profesionales
de las artes que, en labores espontáneas y sencillas reflejaban los
gustos del pueblo mismo. Durante la etapa colonial, estas obras
giraron aún más que las cultas en torno de un solo temario: las
devociones religiosas. Trátese pues, de un arte popular piadoso.
Tosca, ingenua, de marcado sabor rural, fuertemente descrip
tiva, plena de sinceridad, ayuna de conocimientos técnicos y rica
en contenidos y mensajes, esta corriente artística produjo, como las
demás, desde retablos hasta casullas pasando por imágenes pin
tadas y de bulto. Son obras cargadas de expresividad primitiva, que
con frecuencia recuerdan las del románico español o los iconos bi
zantinos, y que por lo general tratan de imitar ingenuamente las
imágenes europeas o criollas conocidas.
486 LAS ARTES PLASTICAS DURANTE EL PERÍODO COLONIAL
H. ARTESANIA COLONIAL
Aunque el arte popular no es la artesanía, de función utilita
ria, sus formas se nutren muchas veces de ésta, pues son arrancadas
de la tradición de las comunidades, hecho en los talleres o habita
ciones donde producen su trabajo los artesanos, elaborado con los
mismos materiales del país que dan cuerpo al trabajo de éstos, o
son fuertemente influidos por el medio social. A veces es el mismo
artesano el que, abandonando por el momento su rutinaria labor
repetidora del mismo mueble, el mismo muñeco o la misma figura
de barro, se entrega a crear por una sola vez la figura original con
la que día a día tal vez ha soñado. También, a veces, y como ya
hemos dicho, la artesanía no delimita sus fronteras respecto de lo
que llamamos arte o la obra de arte se carga de labores simple
mente mecánicas o manuales, al punto de adquirir un fuerte valor
artesanal que vuelve a incidir en la confusión. Ello justifica sobra
damente una referencia a la artesanía colonial como final de esta
breve reseña de las artes plásticas del período. Es la materia prima,
generalmente de origen local, la que determina, aún más que la
clase del trabajo según procedimientos, la clasificación de la arte
sanía. Y con arreglo a aquella haremos esta referencia, comenzando
por la más elemental, antigua e infaltable: la tierra, base de la
alfarería.
Desde luego la alfarería sufrió durante el período colonial una
indudable decadencia en relación con la del período prehistórico,
pues todas las culturas primitivas están marcadas por la impor
MANU AL DE HISTORIA I 487
go, Gil Tovar y L. A. Acuña, Bogotá, Ed. Menorah, 1963, 205 págs.,
100 láms.
Herencia colonial en las iglesias de Santa Fe de Bogotá. Comentarios de
Bernardo Sanz de Santamaría. Fotografías de Carlos U. Salamanca,
Bogotá, Banco Cafetero, Col. Herencia Colonial, I, 1967, 214 lams.
Herencia colonial en la imaginería religiosa de Santa Fe de Bogotá. Comen
tarios de Alvaro Gómez Hurtado. Fotografías de Enrique Alvarez Díaz,
Bogotá, Banco Cafetero, Col. Herencia Colonial, II, 1970, 227 láms.
Hernández de Alba, Guillermo : Teatro del arte colonial. Primera jornada en
Santa Fe de Bogotá. Ministerio de Educación Nacional, 1938, 164 págs.
100 ilusts.
—.------ —------ : Arte hispánico en Colombia, Bogotá, Información y Pro
paganda del Estado, 1955, 51 págs., 71 láms.
Herrera, Neve E.: Historia y factores de la artesanía, Bogotá, Ed. mimeogra-
fiada, 1976.
Historia del Arte Colombiano, Barcelona, Salvat, 1977, 7 vols. (“Arte colonial”,
en vols., IV y V, por Francisco Gil Tovar).
Historia del Arte Hispanoamericano. Dirigida por Diego Angulo Iñíguez,
Barcelona, Salvat, 1950, 3 tomos. (“Arte de la Nueva Granada”, en tomo
* II, por Marco Dorta).
Historia Extensa de Colombia, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia,
Ed. Lerner, 1967. (“Las artes en Colombia: La escultura”, en tomo IH, por
Luis Alberto Acuña).
Los dibujos de Gregorio Vázquez Ceballos. (Catálogo). Exposición Museo de
Arte Colonial, Bogotá, 1977, 16 págs.
Marco Dorta, Enrique: Viaje a Colombia y Venezuela. Impresiones históri-
co-artísticas, Madrid, Fundación Conde de Cartagena, 1948.
Mendoza Varela, Eduardo : Dos siglos de pintura colonial colombiana, Bogotá,
Sol y Luna, 1966, 129 págs., 100 ilusts.
Ortega Ricaurte, Carmen: Diccionario de artistas en Colombia, Bogotá, Ter
cer Mundo, 1965, 447 págs.
Pizano Restrepo, Roberto: Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos, París, Ca
milo Bloch, 1926, 186 págs., 20 láms.
Popayán. Texto de Aurelio Caicedo Ayerbe. Fotografías de Abdú Eljaiek, Bo
gotá, Banco Cafetero, Col. Herencia Colonial, m, 1972, 16 págs., 177 láms.
Sebastián, Santiago: Album de arte colonial de Santiago de Cali, Cali, El
Mundo, 1964, 36 págs., LXXX láms.
492 LAS ARTES PLASTICAS DURANTE EL PERÍODO COLONIAL
I
La literatura en la conquista
güés burlado por su india bienamada, vena que este crítico lamenta
que el autor no haya cultivado con mayor frecuencia 8.
, Las mejores cualidades de Castellanos son narrativas. Sabe
estructurar los episodios, graduar con destreza los pasos que llevan
hacia el clímax y el desenlace, sabe crear tensión y distensión dra
máticas, sabe introducir el discurso directo en el'momento opor
tuno; es buen observador, hábil en la elección del detalle y en la
descripción. Estas cualidades pueden verse en uno de los pasajes
mejor logrados, el de la expedición de Jiménez de Quesada en el
que, como señala Eduardo. Camacho ®, Castellanos exhibe gran pe-
: ricia literaria al dosificar y acumular a través de varias estrofas
tos elementos de la realidad que van creando un ambiente dramá
tico: naturaleza, fieras, clima, hambre, hasta llevar el episodio a
sú punto culminante en la protesta colectiva ante Quesada, para
luego ir haciendo desaparecer las dificultades y preparar el desen
lace. Tras la extenuante travesía llega al campamento de La Tora
la buena nueva del hallazgo de señales de vida civilizada y de tierra
fértil que hace brotar la exclamación colectiva de alegría en “versos
entre los más hermosos con que se haya cantado a América” 9 10.
.. .“¡Tierra buena, tierra buena!
Tierra que pone fin a nuestra pena.
"Tierra de oro, tierra bastecida,
tierra para hacer perpetua casa,
tierra con abundancia de comida,
tierra de grandes pueblos, tierra rasa,
tierra donde se ve gente vestida,
y a sus tiempos no sabe mal la brasa;
tierra de bendición, clara y serena,
tierra que pone fin a nuestra pena!” (t. II, pág. 483).
1. El papel de la Iglesia
2. La educación
ft
4. La élite intelectual
-■> Sólo hacia finales del siglo xvni, con las primeras influencias
de la ilustración y con la modificación en las condiciones económi
cas y sociales, comenzará a aparecer la figura del intelectual laico
y la literatura comenzará , a apartarse de la temática casi exclusiva
mente religiosa.
B. TENDENCIAS LITERARIAS
31 Las composiciones de este poeta pueden verse en: Jorge Pacheco Quintero,
Antología de la poesía colombiana, tomo I, Época colonial, Períodos renacentista y
barroco, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1970, págs. 461-483.
522 LA LITERATURA EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA
lingüístico los cuales dan origen a un nuevo ser, a la vez único y múl
tiple, que es síntesis de la experiencia corriente del objeto y de su
representación poética deliberadamente sorprendente. De este haz
de connotaciones y de percepciones surge el nuevo objeto poético,
la nueva unidad semántica de la metáfora.
Domínguez Camargo, poeta más descriptivo que narrativo, es
el gran artista de los banquetes y bodegones; son estos fragmentos
los que han hecho famoso el poema y han merecido mayor atención
desde Gerardo Diego y Carilla. El primero, en su perceptivo análisis
estilístico de los bodegones, sitúa a este poeta entre los mejores
maestros del género y le reconoce la primacía aún con respecto a
su modelo: “El maestro es Góngora, pero esta vez, casi nos atre
vemos a decir que el maestro queda superado por el alumno”S8.
Estos convites de viandas especializadas según las circunstan
cias, suntuosos como el del bautismo del infante surtido de toda
clase de suculentos y refinados manjares, o pretendidamente rús
ticos como el del albergue campesino (IV, 111-117) o el de mariscos
en la cabaña de pescadores de Gaeta (III, 64-70), el poeta los
convierte en opulentos festines de los cinco sentidos y de la pala
bra. Sibaritismo ideal, ya que escasas debían de ser para el doctri
nero de Tocancipá o Turmequé las posibilidades de satisfacer la gula
con opíparos manjares, y aun para el beneficiado de Tunja, a juz
gar por la precariedad de su batería de cocina que queda consig
nada en el minuciosísimo inventario de sus bienes hecho en el
testamento: ¡“un perol grande maltratado. Otro perol pequeño,
ambos de cobre de la Palma... una sartén y dos asadores de
hierro”! 59.
Por tratarse del más grande poeta neogranadino que represen
ta además, junto con sor Juana, una de las dos figuras excelsas de
la literatura barroca de América, ha surgido con cierta insisten
cia la pregunta acerca del americanismo de Domínguez Camargo
3, El Desierto prodigioso
62 El Desierto fue dado a conocer en 1963 por el padre Baltasar Cuartero y Huerta,
en un artículo luego publicado en Thesaurus, XXI, 1966, págs. 30-75. De esta obra
se conservan dos manuscritos que presentan dos redacciones diferentes: el de Ma
drid, que consta de veintidós Mansiones o capítulos y el de Yerbabuena, descubierto
en Medellín en 1970, que contiene una versión posterior de las tres primeras man
siones, con varias poesías y una comedia no contenidas en la anterior versión. El
Instituto Caro y Cuervo de Bogotá está realizando la edición crítica de esta obra,
en tres tomos, el primero de los cuales acaba de aparecer. Agradezco la generosa
colaboración del profesor Jorge Páramo Pomareda, quien me proporcionó valiosa
Información acerca del contenido global de El Desierto y me permitió la lectura de
las pruebas del primer tomo.
63 Las piezas dramáticas son las siguientes: la comedia El hostal (Mansión X),
arrancada del manuscrito; no hay alusión a su autor; un auto sacramental (Man
sión XXI), que en El Desierto se atribuye a fray Juan del Rosario; La estrella
ie Monserrate, comedia en dos partes del español Cristóbal de Morales.
552 LA LITERATURA EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA
' ®8 Ver Antonio Curcio Altamar, “La ausencia de la novela en el Nuevo Reino”,
op- clt., pags. 23-31. En contra de la opinión general de la crítica se ha pronun
ciado J. J. Arrom, quien califica decididamente como novelas de tipo pastoril el
fSiglo de oro en las selvas de Erifile, de Bernardo de Balbuena, (publicada en 1608
pero escrita unos veinte años antes), y Los sirgueros de la virgen (1620), del meji-
Prancísc0 Bramón, "novela pastoril a lo divino”, según Arrom, Esquema...
l|
I
556 LA LITERATURA EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA
Su meliflua palabra
corta como rocío,
y en ella florece
el corazón marchito.
Tan suave se introduce
su delicado silbo,
que duda el corazón
si es el corazón mismo.
Según el concepto de Jorge Pacheco Quintero,
Como poetisa es sor Francisca, después de Domínguez
Camargo, la más alta voz lírica conocida durante el periodo
colonial colombiano. Sus poesías son pocas; pero de primera
calidad... son suficientes para acreditarla como una de las
más ilustres figuras de la poesía mística del idioma, digna de
figurar al lado de Santa Teresa y San Juan de la Cruz80. .
Aunque podemos estar de acuerdo con Pacheco en lo que se
refiere a la primera parte de su juicio, su elogio nos parece exce
sivamente encomioso al compararla con los grandes poetas místicos
españoles.
III
La ilustración
a. reorientación intelectual
90 Ver Antonio Cacua Prada, Historia del periodismo colombiano, capítulos I a III,
págs. 5-95, Bogotá, 1968,
MANUAL DE HISTORIA I 575
i
MANUAL DE HISTORIA I 579
105 Sobre las tertulias españolas, ver, Juan Luis Alborg, op. cit., págs. 39-4G.
106 Vergara y Vergara, op. cit.» II, págs. 37-38.
688 LA LITERATURA EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA
Bibliografía
A. Bibliografías
Benso, Silvia: “La técnica narrativa de Juan Rodríguez Freyle”, en The- '
saurus, XXXII, núm. 1, 1977, págs. 95-165.
Primer estudio sobre este aspecto de El Carnero, Analiza la estructura de
las “historíelas” que lo componen.
Cu artero y Huerta, Baltasar: “Una obra inédita del padre don Bruña de
Solís y Valenzuela, monje profeso de la cartuja de Santa María del
Paular”, en Thesaurus, XXI, núm. 1, 1966, págs. 30-75.
Este ensayo da a conocer por primera vez el Desierto prodigioso; pero
su descubridor atribuye erróneamente la obra a Bruno, cuando ella, per
tenece en realidad a su hermano Pedro de Solís y Valenzuela.
Curcio Altamar, Antonio: Evolución de la novela en Colombia, Bogotá, Ins
tituto Caro y Cuervo, 1957, 255 págs. (2^ ed., Bogotá, Instituto Colom
biano de Cultura, 1975).
De^ especial interés, la primera parte: época colonial, en donde él autor
señala algunas explicaciones acerca de la ausencia de la novela en la
Colonia y señala los elementos novelescos en Rodríguez Freyle y en
Juan de Castellanos. - *
Chan-Rodríguez, Raquel: “El ‘Prólogo al lector’ de El Carnero. Guía: para
su lectura”, en Thesaurus, XXIX, núm. 1, 1974, págs. 177-181.
Diego, Gerardo:, “La poesía de Hernando Domínguez Camargo, en nuevas
vísperas”, en Thesaurus, XVI, núm. 2, 1961, págs. 281-310. *
Excelente análisis estilístico 'de fragmentos de los banquete^ del Poema
heroico.
Escallón Torres, María Clara: Tertulias literarias de Santafé:A1790-1810),
Bogotá, 1958, 116 págs. Copia mecanografiada. Tesis de Gr&do, Univer
sidad Javeriana, Facultad de Filosofía’ y Letras. ’”5L
Sitúa las tertulias en el ambiente histórico y cultural de la época. El
trabajo consiste principalmente en breves capítulos que tratan de la
biografía de los principales miembros de las tertulias.
Gómez Restrepo, Antonio: Historia de la literatura colombiana, 2» ed., Bo
gotá, Imprenta Nacional, 1945-1946, 4 v.
Es la mejor historia de la literatura colombiana. Tres de los cuatro volú
menes están dedicados al período colonial. Contiene una antología de
textos de varios escritores.
Latchman, Ricardo A.: “Hernando Domínguez Camargo y el tema ignacia-
no”, en Mito, I, 6, 1956, págs. 457-467.
Sitúa al poeta dentro del contexto histórico religioso de la época y en
el horizonte cultural de la contrarreforma.
Laverde Amaya, Isidoro: Ojeada histórico-crítica sobre los orígenes de la lite
ratura colombiana, Bogotá, Banco de la República, 1963, 201 págs.
Recopilación de artículos originalmente publicados en ía Revista Litera
ria (1890-1894), fundada por Laverde. Contiene abundantes datos sobre
las primeras representaciones teatrales en el Coliseo.
590 LA LITERATURA EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA
Lyday, León F.: “The Colomblan theatre before 1800”, en Latín American
Theater Review (La wr ence, Kansas), Fall, 1970, págs. 35-50,
Buena síntesis de la información que se tiene sobre el teatro de ese
período.
Martinengo, Alessandro: “La cultura literaria de Juan Rodríguez Freyle”
en Thesaurus, XIX, núm. 2, 1964, págs. 274-299.
Subraya el carácter medieval de la cultura de R. F, y analiza los prin
cipales motivos éticos, religiosos y culturales de El Carnero.
Menéndez y Pela yo Marcelino: Historia de la poesía hispanoamericana, II,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1958.
Don Marcelino emite Juicios muy negativos acerca de Castellanos y de
Domínguez Camargo.
Meo Zilio, Giovanni: Estudio sobre Hernando Domínguez Camargo y su
'San Ignacio de Loyola’. Poema Heroyco, Unlversltá degll Studi di Firenze,
Facoltá di Maglstero, Istituto Ispanlco. Firenze, Casa Edltrlce ¿G.
D’Anna, 1967.
Contiene: cap. I, “Fuentes biográficas del Poema heroico”; cap. II,
“Vida, obra y fortuna”; cap. III, “Estructura ideológica del poema”;
cap. IV, “La crítica sobre Camargo”; cap. V, “La épica hispánica y el
Poema heroico de Camargo”; apéndice, “El gongorismo de D. C.”
Primer estudio de conjunto sobre el autor y la obra.
-----------------------: Estudio sobre Juan de Castellanos, Firenze, Valmartlna,
1972, 419 págs.
Primer tomo de un estudio proyectado en dos. Contiene: cap. I, “Vida
y obra”; cap. II, “Lectura analítica y sintomática de las dos primeras
Elegías”; cap. IH, “La crítica”.
Morales Borrero, María Teresa, Sch., P.: La madre Castillo: su espirituali
dad y su estilo, Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1966, 493 págs.
Estudia la experiencia mística, los temas y el lenguaje de la monja.
Otero Muñoz, Gustavo: La literatura colonial de Colombia, seguida de un
cancionerillo popular, La Paz, Bollvia, 1928.
Reseña de autores y obras. Tiene más valor como repertorio bibliográ
fico que como historia de la literatura.
Pacheco Quintero, Jorge: Antología de la poesía en Colombia, 2 vols., Bo
gotá, Instituto Caro y Cuervo, 1970.
Obra valiosísima para el conocimiento de la poesía colonial, que más
que antología es una recopilación de lo que se conoce de este período.
MANUAL DE HISTORIA I 591
Pardo, Isaac J.: Juan de Castellanos. Estudio de las Elegías de varones ilus
tres de Indias, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1961.
Estudio de la vida, aspectos literarios de la obra y de la sociedad indiana.
Incluye fragmentos de las Elegías. '
Tomo II
Siglo XIX
Javier Ocampo López EL PROCESO POLITICO, MILITAR Y
SOCIAL DE LA INDEPENDENCIA
Jorge Orlando Meló LA EVOLUCION ECONOMICA DE
COLOMBIA 1830-1900
Salomón Kalmanovitz EL REGIMEN AGRARIO DURANTE EL
SIGLO XIX EN COLOMBIA
Alvaro Tirado Mejía EL ESTADO Y LA POLITICA EN EL
SIGLO XIX
Margarita González LAS RENTAS DEL ESTADO
Fernando Díaz Díaz ESTADO. IGLESIA Y DESAMORTIZACION
Germán Téllez LA ARQUITECTURA Y EL URBANISMO EN
LA EPOCA REPUBLICANA
Eugenio Barney Cabrera LA ACTIVIDAD ARTISTA EN EL SIGLO
i, XIX
Eduardo Camacho Guizado LITERATURA COLOMBIANA, ENTRE 1820
Y 1900
Tomo III
. Siglo XX