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Cipriano Vagaggini

«El sentido teológico de la liturgia»

Alfonso Berlanga Gaona


Universidad de Navarra
Facultad de Teología
(Pamplona)

RESUMEN: En el 50º aniversario del Concilio Vaticano II, la figura y la obra de C.


Vagaggini cobran un relieve especial, como precursor y promotor de una reforma
litúrgica, cuyas raíces se hunden en los anhelos y logros del Movimiento litúrgico. Su obra
El sentido teológico de la liturgia aporta elementos clave: la liturgia como lugar teologal,
dentro de la historia de la salvación, donde Cristo glorioso se hace presente y posibilita un
encuentro de fe en acto.

PALABRAS CLAVE: Liturgia, Fe, Vagaggini, Concilio Vaticano II, Teología litúrgica.

***

1.- Perfil biográfico.

Entre las figuras insignes del Movimiento litúrgico, Cipriano Vagaggini ocupa un
lugar eminente y crucial. Fue un testigo y promotor de un Concilio ecuménico que ha
profundizado como pocos en la naturaleza y la misión de la Iglesia, y ha traducido en la
práctica sus mejores resultados. Como reconocía uno de sus colegas, Achille Maria Triacca,
«en parte lo mejor del pensamiento de Vagaggini ha entrado en el interior de la primera
parte de Sacrosanctum concilium y de Optatam totius»1. No es difícil constatar el
paralelismo entre la estructura y los principios de la Constitución sobre la liturgia y su obra
de 1957, El sentido teológico de la liturgia2. En este contexto renovador del Vaticano II se
sitúa la liturgia, de la que nuestro autor fue un cultor apasionado y un investigador
profundo3. Pasamos ahora a reseñar algunos datos biográficos.

Cipriano Vagaggini nació en Piencastagnaio (Siena, 1909). Con pocos años ingresó
en la abadía benedictina de Saint-André (Bélgica), donde hizo la profesión monástica el 5
de octubre de 1928. Cursó los estudios de Filosofía y Teología en el Pontificio Ateneo San
Anselmo (Roma) hasta alcanzar el doctorado en Filosofía en 1931; además obtuvo la
Licenciatura en Ciencias Eclesiásticas Orientales en el Pontificio Istituto Orientale (1940).
En 1942, tras la repentina muerte de su maestro Stolz, fue nombrado profesor ordinario de
Teología dogmática en San Anselmo, un cargo que no abandonará hasta 1978, sólo
interrumpido por su nombramiento como vice-rector y decano de la Facultad de Teología
(1952-1963) y, sobre todo, por su colaboración en la preparación, desarrollo y aplicación

1
Dom Cipriano Vagaggini, osb cam (1909-1999). In memoriam, «Ephemerides liturgicae» 113 (1999) 463.
2
Otros coinciden con este juicio y confrontan su obra y el texto conciliar sobre la liturgia: cfr. A. LAMERI, Un “perito” a
servizio del Concilio e della riforma liturgica promossa dal Concilio Vaticano II, «Rivista liturgica» 96 (2009) 348-361.
3
Para consultar su bibliografía actualizada: E. MASSIMI, Cipriano Vagaggini. Bio-bibliografia di un maestro del pensiero
teológico, «Rivista liturgica» 96 (2009) 437-448.

1
del Concilio: como miembro de la Comisión Litúrgica preparatoria (1959-1962), después
como perito conciliar para la Sagrada Liturgia (1962-1965) y, finalmente como miembro
del Consilium para la reforma (1963-1967). En 1967 se trasladó a Milán para poner en
marcha la Facultad de Teología Interregional de Italia Septentrional.
Su prestigio en Italia le hizo merecedor de otros nombramientos académicos y
pontificios: desde 1967 a 1971 trabajó como Profesor de dogmática en la Facultad de
Teología de Milán; en 1969 como Miembro de la Comisión Teológica Internacional. Su
nueva estancia en Roma (1971-1978) no hace sino acrecentar su carga administrativa y de
docencia: simultáneamente en 1974 fue nombrado Rector del Pontificio Ateneo de San
Anselmo y consultor de la Congregación para la Educación Católica y los Seminarios. En
estos años promovió la especialidad de Teología sacramentaria dentro de la Facultad de
Teología, pero con método, finalidad y contenidos diferentes de los del Instituto Litúrgico4.
Es un proyecto que impulsó junto a varios colegas suyos como Békes, Studer, Marsili,
Nocent, Neunheuser, y Triacca. En 1978 dejó el rectorado y se retiró al Monasterio de
Camaldoli, donde escribe su última obra, la voz Teologia, que recoge los trazos
fundamentales de su modelo de teología5.

Entre sus muchas líneas de investigación, ya en sus primeros años, quiso escribir
una Introducción a la Teología, interpelado por el debate en Francia sobre la naturaleza y
el método de la teología, y movido por su amor a la liturgia. Parte del material que recopiló
en aquellos años fue publicado en 1957 bajo el título Il senso teologico della liturgia.
Gracias a Manuel Garrido Bonaño esta obra fue traducida y publicada en España6. Es, sin
duda, su principal obra sobre la teología litúrgica.

2.- «El sentido teológico de la liturgia».

Es de sobra conocido el entusiasmo con que el Movimiento litúrgico acogió la


Constitución Sacrosanctum concilium: en sus textos se proclamaba solemnemente la
validez y la oportunidad de los anhelos de aquellos autores que, décadas atrás, habían
buscado una promoción de la liturgia de la Iglesia. En sintonía con esos autores, Vagaggini
tuvo la genialidad no sólo de preconizar algunas de sus líneas maestras, sino de recolocar a
la liturgia en el lugar que le es propio. Su obra de 1957 así lo demuestra: fundamentar el
sentido teológico de la liturgia significaba superar un concepto pobre que la reducía a un
conjunto de ceremonias del culto público de la Iglesia y de las reglas que lo regulaban, e ir
más allá de los estudios históricos sobre los ritos de Oriente y Occidente. Aunque estas
investigaciones ampliaban el objeto de la ciencia litúrgica y ponían de manifiesto aún más

4 En su inauguración, Vagaggini pronunció un famoso discurso con las líneas maestras de un modo innovador de estudiar
la liturgia, que completa la obra que vamos a presentar: cfr. Liturgia e pensiero teologico recente. Discorso inaugurale
per il Pontificio Istituto Liturgico, Roma, 1961.
5 VAGAGGINI, C., Teologia, en G. BARBAGLIO – S. DIANICH (eds.), «Nuovo Dizionario di Teologia», Edizioni Paoline, Roma

1979, 1597-1711. Hemos tenido ocasión de profundizar en esto en A. BERLANGA GAONA, Liturgia y Teología. Del dilema a
la síntesis, Centre de Pastoral Litùrgica, Barcelona 2013, 84ss.
6 Existen varias ediciones en italiano; la cuarta (1965) tiene un valor añadido, porque fue revisada y actualizada por el

autor, y corresponde a la segunda edición en castellano. Usaremos esta última: C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la
liturgia, BAC, Madrid 1965.

2
cómo la liturgia pertenece a la Tradición viva de la Iglesia7, tampoco eran suficientes.
Todavía no se había alcanzado un «concepto integral» de la liturgia8.

Era necesario avanzar en tres direcciones y considerar su aspecto ascético (la


liturgia como fermento de vida espiritual), pastoral (para acercar el pueblo a la liturgia y
viceversa) y teológico. Sin duda las reformas litúrgicas ya emprendidas en el s. XX y
aquellas otras que auguraba el Concilio eran apremiantes; pero no había que perder de
vista que la reforma debía ser instrumento de la pastoral, y ésta a su vez debía ponerse al
servicio de la espiritualidad litúrgica, haciendo posible el encuentro de los fieles con Cristo
en la celebración litúrgica. El medio decisivo para alcanzar esta meta era una comprensión
teológica, «la penetración vital del alma en el mundo litúrgico», que exigía una revisión de
su método y su enseñanza. Se hacía urgente el nacimiento de una ciencia teológica sobre la
liturgia, a la que llamó «liturgia teológica», como un curso de especialización. Su
perspectiva particular era la de considerar «la realidad litúrgica a la luz de sus últimos
principios, dentro de la visión del mundo ofrecida por la revelación y estudiada por la
teología general»9. En nuestra presentación abordaremos, en primer lugar, la Parte I y II
sobre el concepto de liturgia y su lugar en la economía general de la salvación. Sus
afirmaciones constituyen una anticipación y glosa de los primeros números de la
Constitución Sacrosanctum concilium.

Desde las primeras líneas, Vagaggini se separa de la manualística preconciliar al


precisar el concepto de liturgia y, dejando a un lado la noción de culto, parte de la historia
de la salvación y la coloca en su dinamismo interior. La revelación aparece como una
historia de alianzas entre Dios y los hombres que, de modo unitario, nos muestra «el
misterio escondido desde los siglos en Dios» (Ef 3, 9), manifestado en Cristo y entregado a
la Iglesia. En la estructura última de la liturgia y en su dinamismo más profundo se
encuentra el designio de la Trinidad de salvar a los hombres –el mysterium paulino, cuyo
centro es el Misterio pascual de Cristo–, que incluye las misiones visibles e invisibles del
Hijo y del Espíritu Santo, y que se difunden en la historia a través del ministerio de la
Iglesia10.

Tras aclarar el marco de comprensión, el autor elabora una definición por género
próximo y diferencia específica: la liturgia es «el conjunto de signos sensibles, eficaces, de
la santificación y del culto de la Iglesia» 11. El resto del capítulo analiza con detalle los
términos de esta definición: recoge primero la doctrina clásica sobre el signo desde san
Agustín a santo Tomás. Los signos litúrgicos tienen la particularidad de ser siempre
«signos libres, es decir, determinados para significar las cosas que significan, por la libre y
positiva voluntad de Dios y de la Iglesia»12. En cuanto a las cosas significadas a las que
remite el signo, Vagaggini recurre a la doctrina tomista sobre el signo sacramental; entre

7 Cfr. Dei Verbum, 8.


8 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 3-5.
9 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 6.
10 El CEC ha hecho suya una terminología que subraya estos elementos: la liturgia como opus Trinitatis y actio Ecclesiae

y, siguiendo a la Patrística, distingue la “Theologia” y “Oikonomia” del misterio (n. 236), y su dispensación en la Liturgia
(nn. 1066.1076).
11 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 30.
12 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 50.

3
las tres dimensiones habituales del significado del signo 13, el autor insiste en su carácter
supratemporal de hacer presente toda la historia sagrada en su presente, pasado y futuro, y
anuncia futuras explicaciones sobre esto unas páginas más adelante14.

La Parte II del libro presenta seis «leyes generales de la economía divina en el


mundo», es decir, las leyes supremas que rigen las relaciones entre Dios y las criaturas, y
que encuentran su máxima expresión en la liturgia. La brevedad de esta presentación nos
obliga a detenernos en las tres primeras que, por otro lado, son las más fructíferas, a
nuestro juicio.

La primera ley es denominada la ley de la objetividad, por la que Dios ha fijado cuál
es el camino para ir al encuentro del hombre y para que éste, uniéndose libremente a Él,
alcance la salvación. El camino es Cristo, el Hijo de Dios encarnado, la Escritura, los
sacramentos, la Iglesia, el Magisterio..., es decir, una vía que el hombre debe recorrer
poniendo los medios previstos por Dios mismo, y que le conducen a la intimidad divina. La
propuesta realista de nuestro autor se verifica en la liturgia, porque a través «del velo de
cosas sensibles y simbólicas» nos unimos a Cristo presente en la celebración de la
comunidad eclesial que ora y, por la eficacia ex opere operato de los sacramentos,
alcanzamos la salvación. Frente al subjetivismo de la Ilustración, la liturgia reconduce la
mirada del hombre hacia Dios y aplica una terapia que hace que los cristianos «vibren
nuevamente como subjetividades personales e individuales ante (...) la realidad crística,
sacrificial, sacramental, comunitaria eclesial, hasta hacerlas el propio mundo interior
(...)»15.

En segundo lugar, la ley del movimiento cristológico-trinitario de la salvación


muestra que las relaciones entre Dios y el hombre tienen un orden y un fin: «todo nos
viene del Padre, por medio del Hijo encarnado, Jesucristo, en la presencia en nosotros del
Espíritu Santo; y así en la presencia del Espíritu Santo, por medio del Hijo encarnado,
Jesucristo, todo retorna al Padre»16. Este énfasis trinitario de la vida cristiana es fácil de
entender en un nivel teórico; sin embargo, la realidad nos confirma que este misterio
central de nuestra fe tiene escasa implicación en la vida de los fieles. Para Vagaggini, la
liturgia tiene la potencialidad de salvar esta laguna. Este movimiento cristológico-trinitario
aparece en las oraciones, en las doxologías, en la plegaria eucarística, en los demás
sacramentos, en los sacramentales y en el ciclo del año litúrgico. Así el hombre aprende a
dirigirse a Dios, y trata al Padre de modo familiar, se une a Cristo que ora y se deja
interpelar interiormente por el Paráclito17.

Por último, la ley de único liturgo y de la única liturgia, objeto de un capítulo que el
autor amplió considerablemente respecto a la primera edición. Para muchos la centralidad
del Misterio pascual –Pasión, Muerte, Resurrección y Glorificación de Cristo– resulta un
tanto extraña a su vida: víctimas de una mentalidad historicista que separa pasión-
13 Siguiendo a Tomás de Aquino, los signos son rememorativos, demonstrativos y proféticos de las realidades
significadas.
14 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 81-82. Especialmente al hablar de la tercera ley conectaremos con

esta cuestión.
15 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 188. En esta misma línea se mueve Guardini: cfr. El espíritu de la

liturgia, Centre de Pastoral Litùrgica, Barcelona 2000, cap. 1.


16 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 196.
17 Es un bello testimonio la exposición de textos litúrgicos que recoge el autor: cfr. pp. 200-237.

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resurrección y sacramentos, o de una mentalidad jurídica que entiende la salvación bajo la
categoría de rescate-satisfación-mérito donde la resurrección se reduce a argumento
apologético de la misión divina de Cristo; otros, afectados por un espiritualismo
desencarnado, no entienden el papel del cuerpo en nuestra salvación y les resultan ajenos
el valor de la encarnación, de la resurrección del cuerpo de Cristo y de nuestros cuerpos, en
el cielo nuevo y la tierra nueva; sucede lo mismo a los teólogos de corte conceptualista
abstracto que pierden de vista el aspecto histórico y concreto de las cosas 18. La Tradición –
dirá Vagaggini– nos enseña algo distinto: ni la catequesis apostólica de los primeros
tiempos olvidaba la profunda unidad de los misterios en la vida de Cristo, ni la Palabra de
Dios leída en la liturgia olvida que Cristo es el Kyrios glorioso que, sentado a la derecha del
Padre, intercede por nosotros y ejerce su sacerdocio eterno19. Ése es el fundamento para
comprender su presencia en la Iglesia, y, como ha puesto de relieve el Concilio Vaticano II,
de modo especial en las acciones litúrgicas20. A través del análisis de la Carta a los
Hebreos, el autor hace ver que toda la vida cristiana es santificación y culto de este pueblo
peregrino, en su camino hacia el santuario del cielo. Y esa comunicación con la divinidad
es posible gracias a la Mediación sacerdotal de Cristo, primero en su vida terrena y ahora
en su vida gloriosa. Hay una íntima unión entre la liturgia celeste y terrestre 21, sobre la que
debemos seguir reflexionando, y que el Catecismo ha recogido y proclamado 22. La liturgia
de la tierra es sombra y figura, en cuanto epifanía bajo el velo de los ritos y símbolos: son la
misma realidad, que difieren sólo en el modo de manifestarse y en su plenitud 23. Las
consecuencias son netas para la liturgia y el obrar del cristiano: Cristo glorioso está
presente aquí y ahora, «como una persona viva y como una fuerza viva que emana de una
persona también viva (…), y atrae a sí a todo hombre en la órbita de su acción sacerdotal,
sacrificial, mediadora, que trasciende todo espacio y tiempo» 24. Una intuición clarividente
que corroboramos: la moral cristiana no puede desentenderse de esta vida divina que
Cristo nos comunica en la celebración de los sacramentos25.

18 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 242.


19 La Carta a los Hebreos nos habla del Sumo Sacerdote “que ha entrado en los cielos”, “que se sentó a la diestra del trono
de la Majestad en los cielos” (Hb 4, 14), “para interceder ahora ante Dios en favor nuestro” (Hb 9, 24). Por su parte, el
Apocalipsis nos presenta a Cristo como “cordero inmolado” (Ap 5, 12), “que está en medio del trono” (Ap 7, 17), trono que
comparten Dios y el Cordero en la Nueva Jerusalén (cfr. Ap 22, 3).
20 Cfr. SC, n. 7.
21 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 244-249. A juicio del autor, la Carta a los Hebreos sólo aporta los

principios fundamentales para entender la relación.


22 Cfr. CEC, n. 1090.
23 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 250.
24 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 256. Entonces –prosigue el autor con ironía– dejan de verse como

exageraciones poéticas propias de liturgistas exaltados las afirmaciones fuertes de la liturgia como «actuación y
prolongación temporal y espacial de la misma acción sacerdotal de Cristo, que Él inició en la tierra y continúa ahora
siempre ante el Padre». O aquella otra tantas veces repetida: «por medio de la liturgia se ejerce la obra de nuestra
redención» (SC, n. 2).
25 Sería insuficiente –y acabaría convirtiéndose en «un moralismo puramente ético y natural»– una Teología Moral

Fundamental que no considerase el nexo entre Misterio pascual y obrar cristiano, haciendo valer en perspectiva pascual
esta inserción del cristiano en Cristo glorioso. Como señala Vagaggini, «el motivo próximo del obrar cristiano es, en el
Nuevo Testamento, Jesús muerto y resucitado, que nos comunica ahora la vida divina de la cual está lleno» (p. 241).
Recientemente se han publicado obras que buscan subsanar este olvido: J. SÁNCHEZ CAÑIZARES, Moral humana y
misterio pascual. La esperanza del Hijo, EUNSA, Pamplona 2011.

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3.- La liturgia y su relación con la fe.

El segundo aspecto que queremos abordar está muy relacionado con el momento
actual que vive la Iglesia en este Año de la fe. Podríamos formularlo así: ¿cuál es el papel
de la liturgia en la fe del creyente en general, y del teólogo en particular?

La respuesta de Vagaggini podemos rastrearla en la Parte IV del libro, bajo el título


«Liturgia, fe y teología», donde el autor quiere poner de relieve cómo aquélla instruye,
acrecienta y robustece la fe del creyente. El punto de partida sin embargo es
desconcertante; se trata de la célebre afirmación de Pío XI: «la liturgia (...) es el órgano
más importante del magisterio ordinario de la Iglesia»26. En efecto, la liturgia puede ser
considerada como tal órgano, siempre que se respete su propio modo de ser, es decir, como
un lugar privilegiado de encuentro entre el hombre y Dios 27. Categoría esta del “encuentro”
absolutamente pertinente: por tratarse de una acción vital de toda la Iglesia en unión con
Cristo-Cabeza, la liturgia no puede quedar reducida a un simple ejercicio de enseñanza, ya
que en ella están llamadas en causa las otras dos misiones del magisterio, el munus
docendi y el munus sanctificandi28. Los tres munera miran a la unión vital del hombre con
Dios, pero es en la liturgia, donde, de hecho, es posible alcanzarla. Con ello prevalece el
aspecto cultual y de santificación sobre el fin didáctico, porque la liturgia sobre todo «hace
vivir la doctrina»29 y suscita en ese encuentro la respuesta adecuada del hombre, a saber,
el acto de fe, de esperanza y de caridad30. Es entonces, en este momento de fe en acto en un
contexto orante, cuando la liturgia puede considerarse un medio para enseñar que, por su
propio modo de ser, se convierte en un acceso popular, intuitivo y universal31.

Una toma de conciencia de este encuentro de la fe que se pone en acto vacuna a la


teología de algunos excesos heredados de la historia32. La teología, tal como la concibe
Vagaggini33, tiene una función primaria a la que llama función irénica, penetrativa,
contemplativa, expositiva34. Esta función irénica permite apreciar el quid proprium que la
liturgia ofrece al teólogo, ya que en ella se refleja cómo la Iglesia ha vivido y vive su fe en el
encuentro actual con Dios bajo el velo de los signos sensibles y eficaces. Con esta actitud
contemplativa el teólogo podrá completar las distintas cuestiones tratadas por la teología
sintética, mediante la peculiaridad del dato litúrgico35. Efectivamente –concluye– sólo
desde la liturgia se comprenden algunos aspectos de la vida de la Iglesia, porque el
catolicismo es, ciertamente, una doctrina y un sistema, pero que al mismo tiempo es «vida
siempre en acto: Cristo viviente en la Iglesia; la Iglesia viviente en Cristo»36: ¿y qué es esto
sino la misma liturgia en acto, momento de la historia de la salvación? De este modo se

26
B. CAPELLE, Carta de Pío XI al abad B. Capelle, «Les questions liturgiques et paroissiales» 21 (1936) 134.
27 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 476.
28 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 477.
29 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 481.
30 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 478-479.
31 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 481-482.
32 El autor examina tres modelos de teología (modelo escolástico-positivo, el modelo de santo Tomás de Aquino, y el

modelo de los Padres) y su modo de asimilar el contenido de fe que se encierra en la liturgia: cfr. caps. XVII-XIX.
33 Para una profundización en su pensamiento de madurez: cfr. nota 2 y la exposición de M. Löhrer: Il modello gnostico-

sapienziale della teologia. La prospettiva di base della metodologia di C. Vagaggini, en G. J. BÉKES – G. FARNEDI, (eds.),
«Lex Orandi - Lex Credendi. Miscellanea in onore di p. Cipriano Vagaggini», Editrice Anselmiana, Roma 1980, 19-48.
34 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 531.
35 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 533.
36 C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, 534.

6
apunta a la génesis de una ciencia teológica cuyo campo de especialización, conforme al
dictado de Optatam totius 16, sea el misterio de Cristo en cuanto celebrado, es decir, vivo y
operante en las celebraciones litúrgicas de la Iglesia, con un esquema dialógico similar al
del conjunto de la Revelación: Dios se dirige al hombre para manifestarle y hacerle
partícipe de su vida íntima, y éste, oyendo el mensaje divino y contando con la ayuda de la
gracia divina, responde libre y personalmente mediante el acto de fe. Si mantenemos la
analogía con equilibrio, hay en esto una profunda verdad que la celebración litúrgica
manifiesta y hace posible. Se ha podido decir con razón que en la celebración la fe se pone
en acto: no sólo la fe en cuanto contenido de la Revelación que la Iglesia custodia (fides
quae), sino además en cuanto actividad y respuesta del sujeto que, en el encuentro
celebrativo –la liturgia como fe celebrada–, intenta penetrar el Misterio y así manifiesta,
actualiza y robustece su fe (fides qua).

Esta conciencia que comparten otros autores del momento 37 permite ahondar en la
misma celebración y en la respuesta de quien participa, del fiel en general o del teólogo.
Por un lado, en esta interacción de los sujetos de la celebración litúrgica (Dios, la Iglesia,
cada fiel), aprendemos algo más de cómo debería ser la respuesta del fiel cristiano. Ésta no
se puede reducir a un acto de fe frío e individual: en la medida en que ni la búsqueda de
Dios ni la fe son cuestiones meramente intelectuales, sino que implican totalmente a la
persona, y en cuanto que la persona es una unidad de cuerpo y alma con una apertura
nativa a la relación, la respuesta adecuada debe realizarse y manifestarse a través de la
participación interior-exterior de todas las potencias humanas. No sólo el cuerpo, sino
también lo más íntimo de la persona –el corazón38–, que está llamado a actualizarse a
partir de las potencias superiores, mediante el acto de la esperanza y la caridad teologales,
como decíamos más arriba. Para el teólogo además, el encuentro de los sujetos en la
celebración es un elemento clave, pues ilumina el fundamento de un estudio teológico
sobre la celebración. En efecto, quien ha participado entra en un contacto vital con los
misterios de su fe, y adquiere un conocimiento más perfecto de los mismos. Vagaggini
hablaba del conocimiento por connaturalidad que hacía posible una «penetración
intelectual y vital», siempre sub specie celebrationis, bajo el velo de los signos, del darse de
Dios. Se subraya así un principio inherente a la celebración: en la liturgia hay realidades
que no son accesibles a nuestros sentidos, pero que apuntan siempre a la presencia del
Misterio. Gracias a los esfuerzos del Movimiento litúrgico y las intuiciones de Vagaggini, la
acción litúrgica se convierte en un lugar teologal, que hace posible el ejercicio de las
virtudes teologales durante la celebración y en el desplegarse de la vida cotidiana tras la
celebración39.

[Publicado en: PHASE (ISSN 0210-3877 ) Vol. 316 2013 págs. 429 – 440]

37 Cfr.A. G. MARTIMORT, La Chiesa in preghiera, Desclée, Roma 1966, 213-225.


38 CEC, n. 368: «La tradición espiritual de la Iglesia también presenta el corazón en su sentido bíblico de "lo más
profundo del ser" (Jr 31,33), donde la persona se decide o no por Dios (...)».
39 Cfr. C. VAGAGGINI, El sentido teológico de la liturgia, Parte V: Liturgia y vida.

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