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Historia
Alain Coumont aprendió el arte de hornear cuando tan solo era un niño. Siendo demasiado pequeño
para alcanzar el mostrador, su tía Simone acercaba una silla para que Alain se subiera y así pudiera
verla preparar la masa para el pan. Los domingos horneaban no sólo hogazas, sino también una
docena de tartas.
Siendo un joven chef en Bruselas, Alain probaba y buscaba el pan fuese como el que recordaba de su
infancia. Volver una y otra vez con las manos vacías fue quizás el resultado más afortunado, ya que
Alain comprendió que la única manera de satisfacer su anhelo por el pan rústico de su juventud era
crearlo el mismo desde la memoria. Y así, nació Le Pain Quotidien de la búsqueda por el auténtico
sabor familiar.
El primer Le Pain Quotidien abrió sus puertas en 1990 en Bruselas, y en unos pocos meses, abrieron
10 locales más, todos ofreciendo los clásicos panes rústicos con los que creció Alain.
Siete años más tarde, el sueño de Alain por llegar a Estados Unidos se realizó con la apertura de
una panadería en Madison Avenue en Nueva York. A día de hoy, su visión de pan tradicionalmente
elaborado y recién horneado se ha convertido en una tradición para los vecinos y amigos de más de
250 locales de Le Pain Quotidien alrededor del mundo.
El nombre “Le Pain Quotidien” surge ya que Alain, recordó a su padre reclamar 'moi, ce n’est pas
mon pain quotidien' traducido literalmente “no es mi pan de cada día”.
“Le Pain Quotidien significa el pan de cada día. Y para nosotros, eso significa todo. Es
mucho más que mero sustento; Es un modo de vida. A medida que nuestros panes salen de
los hornos, cálidos y fragantes, los amigos se reúnen alrededor de nuestras mesas comunales
para compartir la tradicional tradición de romper el pan.”
Mi idea era sencilla: tener un lugar donde me puedo sentir como en casa...fuera de casa.”
Caso acerca de Molino Cañuelas
Para poder elaborar un plan integral que le permita a la empresa converger en una
estructura de capital viable, se contrataron lo servicios financieros del Banco
Francés Lazard y entre los principales acreedores del tramo local de la deuda se
encuentran el Banco Nación, el HSBC y el Banco Galicia. La empresa no informa
sobre los compromisos externos.
Este caso se podría relacionar con lo que René Lourau denominaba Implicación y
Sobreimplicación.
Por un lado, porque los directivos debieron tomar un compromiso, una participación,
una investidura afectiva para con la empresa como para los empleados de la misma,
ya que de no alivianar la deuda, podrían haber quedado desempleados muchos más
trabajadores, la empresa pudo haber caído del todo. La implicancia constituye
juicios de valor, ya sea sobre uno mismo o sobre los demás, destinados a medir el
grado de activismo, de identificación con una tarea o una institución, la cantidad de
tiempo-presupuesto que se le dedica, etc.
Por otro lado, la empresa tuvo una necesidad de implicarse para financiar la deuda,
se vieron en la necesidad de realizar una sobreimplicación, la cual hace referencia a
una ideología normativa del sobretrabajo.
Como bien menciona el caso, Molino Cañuelas debió cerrar una de sus plantas y
dejar a todos los trabajadores en la calle, por lo que podemos citar lo que Hegel
plantea. Este autor concibe al trabajo como actividad mediante la cual el espíritu
desarrolla sus potencialidades, y al mismo tiempo, actividad en que el espíritu
deviene algo distinto de sí mismo. Es decir que sin el trabajo el hombre no es nadie,
pero mediante el trabajo el hombre deja de ser lo que es originalmente; El hombre
mediante el trabajo se transforma a sí mismo en su propia existencia. A la vez,
plantea que el valor del trabajo está determinado por lo que el trabajo es para todos,
y no por lo que es para el individuo; por lo tanto se puede considerar que los
directivos de la empresa tendrían que haber hecho todo lo que tenían a su alcance
para llevar adelante de nuevo a la empresa, de modo tal que nadie se quede sin
trabajo, que no se tengan que cerrar ciertas plantas, etc.
Marx plantea, y en relación al caso, que el objeto que produce el trabajo se le opone
al productor como algo alienado, es decir, como un poder que se erige
independientemente y contra su artífice. Para este autor el producto del trabajo es la
objetivación del trabajo y que esta objetivación o realización del trabajo aparece
como pérdida de realidad de los trabajadores.