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Batalla del Delta

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Batalla del delta del río Nilo

Invasión de los Pueblos del Mar

Batalla del Delta. Bajorrelieve del templo de Medinet Habu

Fecha c. 1178 a. C. o 1175 a. C.

Lugar Delta del Nilo

Coordenadas 30°54′00″N 31°07′00″ECoordenadas:


30°54′00″N 31°07′00″E (mapa)

Resultado Victoria pírrica egipcia

Beligerantes
Imperio Nuevo Egipcio Pueblos del Mar

Comandantes
Ramsés III, faraón egipcio Desconocido

Fuerzas en combate
Desconocidos Desconocidos

Bajas
Desconocidas Desconocidas
(considerablemente mayores)1

[editar datos en Wikidata]

La batalla del delta del río Nilo es la primera batalla naval registrada de la historia. Fue
un cruel enfrentamiento entre los Pueblos del Mar y la flota egipcia al mando de Ramsés
III , ocurrida en el año 1178 a. C. o 1175 a. C.2 Estos pueblos ya habían destruido a
los micénicos, al imperio hitita y habían sumido toda la actual costa turca en el caos más
absoluto y pretendían asentarse en Egipto. Eran de origen pelasgo y huían ante la invasión
dórica.3
El conflicto se produjo en algún lugar frente a las costas de la región oriental del Delta del
Nilo y en parte en las fronteras del Imperio egipcio en Siria, aunque su ubicación exacta se
desconoce. La batalla está registrada en los muros exteriores del templo funerario del
faraón Ramsés III en Medinet Habu.

Índice

 1Antecedentes históricos
 2La batalla

 3Consecuencias

 4Véase también

 5Referencias
o 5.1Notas

o 5.2Enlaces externos

o 5.3Bibliografía

Antecedentes históricos[editar]
Los Pueblos del Mar eran una amalgama formada tjeker, peleset, sherdan y otros. En
el siglo XII a. C. invadieron el Oriente Medio, arrasaron el Imperio hitita y destruyeron y
saquearon su capital, Hattusa. También atacaron Siria y Canaán, donde muchas ciudades
fueron incendiadas, así como Chipre y su capital, saqueada. Es evidente que su objetivo
final era encontrar una tierra rica, y Egipto parecía una elección perfecta. El ataque de los
Pueblos del Mar fue probablemente la mayor amenaza a que el Antiguo Egipto se enfrentó
nunca, ya habían destruido al imperio hitita cuando lo atacaron; Los relieves de Medinet
Habu representan a decenas de familias de los Pueblos del Mar en las fronteras del
Imperio egipcio en Siria, donde Ramsés III les hizo frente en tierra en la Batalla de Djahy el
año 8 de su reinado para poner fin a la marea de gente que arremetía contra la región
oriental de su imperio. Ilustra el hecho de que el conflicto estaba en parte producido por
una gran migración para conquistar y colonizar Egipto y su imperio asiático la opinión
del hititólogo Trevor Bryce:
"Los guerreros peleset y Tjekker guerreros que lucharon en la batalla terrestre [en
contra de Ramsés III, en Siria] están acompañados en los relieves por las mujeres
y los niños, que van cargados en carros de bueyes".4
La gravedad de la crisis a que se enfrentan los Estados del Cercano Oriente la resume
Ammurapi, el último rey de Ugarit, que escribió varias cartas pidiendo la ayuda de
Eshuwara, el rey de Alasiya. Amurapi pone de relieve la desesperada situación a que
se enfrenta en la carta Ugarit RS 18.147:
"Mi padre [Eshuwara], he aquí, que los barcos del enemigo vinieron (aquí); mis
ciudades (?) Fueron quemadas, e hicieron cosas malas en mi país. ¿No sabe mi
padre que todas mis tropas y carros (?) están en la tierra de Hati, y todos mis
barcos están en la tierra de Luka? ... Así el país está abandonado a sí mismo. Mi
padre debe saberlo: los siete barcos del enemigo que llegaron aquí nos han
causado mucho daño".5
Inscripciones en el muro del templo de Medinet Habu.

Ramsés III describe un gran movimiento de gentes en el este del Mediterráneo,


que causó una destrucción masiva de las antiguas potencias
del Levante, Chipre y Anatolia:
"Los países extranjeros se conjuraron en sus islas. Fueron desalojados y
dispersados en batalla todos los países a la vez, y ningún país podía resistir ante
sus armas, empezando por Hatti, Kode, Karkemisch y Alasiya (...) Se organizó un
campamento en un sitio de Amurru, y asolaron a su pueblo como si jamás
hubieran existido. Vinieron, la llama preparada delante de ellos, hacia Egipto. Su
confederación consistía en Peleset, Tjekker, Schakalesch, Danu y Ueschesch,
países unidos (...) (KRI V, 39-40)".
"Las tierras fueron asoladas en la refriega. Ningún pueblo podía ante sus
armas, Hati, Kode, Carchemish, Arzawa, Alasiya, es el momento de acabar con
ello".6
Todas las civilizaciones del Mediterráneo fueron destruidas por el ataque de
los Pueblos del Mar, y sólo los egipcios fueron capaces de resistir su ataque.
Sin embargo, resultó ser una victoria pírrica, porque Egipto quedó tan
debilitado que nunca volvió a ser tan poderoso como antes de la invasión. El
conflicto con los Pueblos del Mar también agotó su economía, por eso los
egipcios solían decir que la muerte viene desde el otro lado de los mares.

La batalla[editar]

Ramsés III venciendo a los Pueblos del Mar. Bajorrelieve del templo de Medinet Habu.
Peleset cautivos. Bajorrelieve del templo de Medinet Habu.

Después de derrotar a los Pueblos del Mar en Siria, Ramsés se apresuró a


regresar a Egipto, donde los preparativos para el asalto a los invasores ya se
habían ultimado. Las inscripciones de Ramsés III en su templo mortuorio
registran este acontecimiento épico con gran detalle. Cuando Ramsés miró el
mar vio una fuerza formidable, miles de enemigos, y el final del imperio
egipcio. Este fue un momento importante para el faraón, en particular por la
idea de tener que hacer frente a una batalla naval: los egipcios nunca había
tenido que hacerlo antes. Ramsés reaccionó con gran brillantez táctica, alineó
en las costas del Delta filas de arqueros preparados para lanzar oleadas de
flechas si las naves enemigas intentaban fondear. A sabiendas de que sería
derrotado en una batalla marítima, Ramsés atrajo la flota enemiga a la
desembocadura del Nilo, donde preparó una emboscada, ya que había
reunido una flota específica para esta ocasión. En una inspirada maniobra
táctica, atrajo la flota de los Pueblos del Mar hacia la orilla donde los arqueros
egipcios, desde tierra, les lanzaban cotinuamente flechas, lo mismo que otros
situados sobre las cubiertas de los barcos egipcios. Hundieron los barcos
enemigos e hizo muchos muertos y prisioneros, algunos incluso arrastrados a
la orilla para ser ejecutados. Así la invasión fue rechazada antes de que
pusiera pie en tierra egipcia. La batalla quedó reflejada en los siguientes
términos:
"Tracé mi frontera en Dyahi (territorios sirio-palestinos controlados por Egipto),
preparé frente a ellos a los príncipes locales, comandantes de guarnición y
mariannu (guerreros asiáticos). Hice preparar las bocas del río como un fuerte
muro con barcos de guerra, transportes y esquifes. Estaban totalmente equipados,
tanto a proa como a popa, con valientes soldados y con la infantería más escogida
de Egipto (...)".7
Ramsés relata la suerte de los Pueblos del Mar, que se atrevieron a atacar
Egipto:
"Para aquellos que avanzaron juntos sobre el mar, la llama ardía delante de ellos
en las bocas del río y una empalizada de lanzas les rodeaba en la orilla (...) Se
preparó una red para atraparles; aquellos que entraron en las bocas del río
quedaron encerrados y cayeron dentro de ella, clavados en sus puestos, muertos y
despedazados. Fueron arrastrados, anulados, yacían sobre la playa; muertos y
amontonados de popa a proa de sus naves mientras todas sus cosas eran
arrojadas al agua".7

Consecuencias[editar]
Si bien no hay documentación sobre alguna posible persecución de
los vencidos Pueblos del Mar, que huyeron a Levante, Egipto se salvó
del destino de una destrucción total que habían sufrido Hatti, Alasiya,
y otros grandes estados del Cercano Oriente (Carchemish sobrevivió
a los ataques de los Pueblos de Mar) en lo que se llama crisis de la
Edad del Bronce. Ramsés consideraba que había obtenido una gran y
decisiva victoria, pero, aunque había derrotado a los Pueblos del Mar,
el faraón no pudo evitar que los peleset, tjeker y denyen se asentaran
en la costa de Retenu. Otros grupos participantes en estas oleadas
darían nombre a Sicilia (shekelesh), a Cerdeña (sherdan). 8 Los
egipcios rechazaron el ataque, pero el conflicto agotó su Hacienda
hasta tal punto que nunca volvió a recuperarse tanto como para ser
de nuevo un poderoso imperio: a Ramsés III se le considera como el
último gran faraón del Imperio Nuevo.9

Batalla de Djahy
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Batalla de Djahy

Parte de las Guerras entre egipcios y los Pueblos del mar

Pueblos del mar en conflicto con los egipcios en la batalla de


Djahy

Fecha c. 1178 a. C. o 1175 a. C.1

Lugar Djahy

Coordenadas 32°46′00″N 35°20′00″ECoordenadas:


32°46′00″N 35°20′00″E (mapa)

Resultado Victoria egipcia

Beligerantes
Imperio Nuevo Egipcio Pueblos del Mar

Comandantes
Ramsés III, faraón egipcio Desconocido
Fuerzas en combate
Desconocidos Desconocidos

Bajas
Desconocidos Muchos muertos, y
prisioneros.

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La Batalla de Djahy fue una gran batalla terrestre entre las fuerzas del faraón Ramsés III y
los Pueblos del Mar que intentaban invadir y conquistar Egipto. El conflicto se produjo en
algún lugar de la frontera oriental del Imperio Egipcio Antiguo en Djahy o en el
actual Líbano meridional, en el octavo año del faraón Ramsés III o alrededor de c. 1178 a.
C.
En esta batalla, los egipcios, liderados personalmente por Ramsés III, derrotaron a
los Pueblos del Mar que intentaban invadir el Antiguo Egipto por tierra y mar. Casi todo lo
que sabemos sobre la batalla proviene del templo mortuorio de Ramsés III en Medinet
Habu. La descripción de la batalla y los prisioneros está bien documentada en las paredes
del templo donde también encontramos la inscripción jeroglífica más larga que conocemos.
Los relieves de los templos cuentan con muchos prisioneros atados derrotados en la
batalla.

Índice

 1Antecedentes históricos
 2Batalla

 3Consecuencia

 4Relieves que representan la batalla

 5Referencias

Antecedentes históricos[editar]
Véase también: Colapso de la Edad del Bronce Final

En Egipto, Ramsés III luchaba por salvar a su país y al Imperio en medio del colapso de
la Edad del Bronce, un período prolongado de sequías en toda la región, malas cosechas,
despoblación y colapso de los centros urbanos. Es probable que las tierras irrigadas
del Nilo siguieran siendo fructíferas y hubieran sido muy deseables para los vecinos
de Egipto. Durante este tiempo caótico, un nuevo grupo guerrero del norte, el Pueblo del
Mar, atacó y saqueó repetidamente varias potencias del Cercano Oriente.
Ramsés III había derrotado previamente un ataque de los libios en la frontera occidental
del Imperio egipcio, en su quinto año. Una amenaza mayor fue presentada por un grupo de
pueblos migratorios llamados Pueblos del Mar. Estos fueron tiempos de crisis en
el Mediterráneo, ya que muchas civilizaciones del siglo XII a. C. fueron destruidas por
los Pueblos del Mar y otras naciones migratorias. Cayó el gran Imperio hitita, al igual que
la civilización micénica, el reino de Chipre y Ugarit y otras grandes culturas.
Cualesquiera que sean sus orígenes, los Pueblos del Mar se movieron alrededor
del Mediterráneo oriental, atacando las costas de Anatolia, Chipre, Siria y Canaán, antes
de intentar una invasión de Egipto en la década de 1180 a. C. Sabemos que los Pueblos
del Mar eran grandes guerreros, y algunas pruebas sugieren que tenían un alto nivel de
organización y estrategia militar. Egipto estaba particularmente en peligro porque los
invasores no solo querían el botín y los bienes de la tierra, sino la tierra misma; y no había
un país con mejores suelos y acceso al oro que Egipto. Los egipcios dicen que ningún otro
país había resistido sus ataques, como atestiguan estas inscripciones del templo
mortuorio de Ramsés III en Medinet Habu:
Los países extranjeros (es decir, los Pueblos del Mar) hicieron una conspiración en sus
islas. De repente, las tierras fueron removidas y dispersas en la refriega. Ninguna tierra
podía pararse frente a sus brazos:
desde Hatti, Qadesh, Carchemish, Arzawa y Alashiya en adelante, siendo cortadas (es
decir, destruidas) al mismo tiempo. Un campamento fue creado en Amurru. Desolaron a su
gente, y su tierra fue como la que nunca ha existido. Avanzaban hacia Egipto, mientras la
llama estaba preparada delante de ellos. Su confederación
era Peleset, Tjeker, Shekelesh, Denyen y Weshesh, tierras unidas. Pusieron sus manos
sobre la tierra hasta el circuito de la tierra, sus corazones confiados y confiados: '¡Nuestros
planes tendrán éxito!2

Batalla[editar]
Antes de la batalla, los Pueblos del Mar habían saqueado el estado
vasallo hitita de Amurru, que estaba ubicado cerca de la frontera del Imperio egipcio. Esto
le dio tiempo al faraón para hacer preparativos para la embestida esperada por los
invasores. Como señala Ramsés III en una inscripción de su templo mortuorio en Medinet
Habu: "equipé mi frontera en Zahi (Djahy) preparada antes que ellos".3 Las fuerzas
terrestres de los Pueblos del Mar se movían hacia el sur a lo largo de la costa del Levante
mediterráneo y Palestina cuando fueron confrontados y detenidos por las fuerzas de
Ramsés en la frontera egipcia en Djahy, en la región de la posterior Fenicia", escribe el
hittitólogo Trevor Bryce.4
Ramsés III se refiere a su batalla con los Pueblos del Mar en términos estrictos e
intransigentes:
Los aurigas [egipcios] eran guerreros [...] y todos los buenos oficiales estaban listos. Sus
caballos temblaban en sus extremidades, listos para aplastar a los países [extranjeros]
bajo sus pies ... Los que llegaron a mi límite, su semilla no lo está; su corazón y su alma
están terminados por los siglos de los siglos.5

Consecuencia[editar]
Véase también: Batalla del Delta

Mientras la batalla terminaba con una gran victoria egipcia, la guerra de Egipto con
los Pueblos del Mar aún no había terminado. Los Pueblos del Mar atacarían Egipto con su
flota naval, alrededor de la desembocadura del río Nilo. Estos invasores fueron derrotados
en una gran batalla naval durante la cual muchos fueron asesinados por granizo de flechas
egipcias, o arrastrados de sus barcos y asesinados en las orillas del río Nilo por las fuerzas
bien preparadas de Ramsés III.
Aunque el faraón los derrotó, Egipto finalmente no pudo evitar que se establecieran en las
partes orientales de su imperio décadas más tarde. Con este conflicto, y una segunda
batalla subsecuente con las tribus libias invasoras en el año 11 de Ramsés III, el tesoro de
Egipto se agotó tanto que nunca recuperaría completamente su poder imperial. El Imperio
egipcio sobre Asia y Nubia se perdería permanentemente menos de 80 años después del
reinado de Ramsés III bajo Ramsés XI, el último rey del Imperio Nuevo de Egipto.

Relieves que representan la batalla[editar]


Los relieves egipcios que representan la batalla en el templo mortuorio de Ramsés
III en Medinet Habu proporcionan gran parte de la información sobre la batalla. Destacan
las tropas egipcias, carros y auxiliares que luchan contra un enemigo que también emplea
carros, muy similar en diseño a los egipcios.
Batalla de Megido (609 a. C.)
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Batalla de Megido

Fecha 609 a. C.
Lugar Megido, Israel

32°35′00″N 35°11′00″ECoordenadas: 3
Coordenadas
2°35′00″N 35°11′00″E (mapa)

Resultado Victoria egipcia

Beligerantes

Egipto Reino de Judá.

Comandantes

Necao II Josías †

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En la batalla de Megido del año 609 a. C., los ejércitos de Egipto vencieron a los del reino
de Judá.
Como se describe en Reyes II 23:29, cuando acudían en ayuda de los asirios de Ashur-
uballit II, los egipcios bajo el mando del faraón Necao II, fueron confrontados en la Vía
Maris de Megiddo por el ejército de Judá, dirigido por su rey Josías, quien resultó muerto
en la batalla. A pesar de esta victoria, Egipto no fue capaz de impedir la derrota de
los asirios a manos del rey babilonio Nabucodonosor II cuatro años después en la batalla
de Karkemish.

Batalla de Megido (siglo XV a. C.)


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Batalla de Megido

Tutmosis III representado en Karnak

Fecha 16 de abril de 1457 a. C.


Lugar Megidó (Palestina)

Coordenadas 32°34′59″N 35°10′56″ECoordenadas:


32°34′59″N 35°10′56″E (mapa)

Resultado Victoria egipcia decisiva

Beligerantes
Imperio Nuevo de Egipto Canaán
Qadesh
Megido
Mitani

Comandantes
Tutmosis III Durusha, rey de Kadesh1

Fuerzas en combate
10 000-30 000 hombres2 10 00059-20 0005hombres
(posiblemente 10 000-15 000)34567 (posiblemente 10 000-15 000)57
68
2000 caballos 2000 caballos8
(~1000 carros de guerra)8 (~1000 carros de guerra)8

Bajas
Desconocidas, pero muy altas. 83 muertos, 340 prisioneros,
924 carros y 200 armaduras5

[editar datos en Wikidata]

La batalla de Megido (siglo XV a. C.) se libró entre las fuerzas egipcias bajo el mando
del faraón Tutmosis III contra una coalición cananea comandada por el rey de Kadesh,
para dirimir la soberanía sobre Retenu. La fecha más comúnmente aceptada de su
desarrollo es el 16 de abril de 1457 a. C (conforme a la Cronología del Antiguo Oriente
Próximo), aunque algunos autores la sitúan en el 1482 a. C. o en el 1479 a. C. Terminó
con una victoria egipcia, que obligó a los cananeos a retirarse a la ciudad de Megido,
donde posteriormente fueron asediados y vencidos. Con el restablecimiento de la
dominación egipcia en Canaán, Tutmosis III comenzó un reinado en el que el imperio
egipcio alcanzó su época de mayor expansión.
Es la primera batalla de la historia de la que existe una relación histórica detallada. En ella
se registra por vez primera la utilización del arco compuesto y se da el primer recuento de
bajas.10 Todos los detalles de la batalla proceden de fuentes egipcias, principalmente de
las escrituras jeroglíficas del templo de Amón en Karnak, Tebas (actual Luxor) hechas por
el escriba militar Tjaneni; también en la estela de Gebel Barkal, en una estela del templo
de Ptah de Karnak y en una estela de Armant.

Índice

 1Revuelta cananea
 2Campaña egipcia

 3Batalla y asedio

 4Consecuencias

 5Notas y referencias

 6Bibliografía
 7Enlaces externos

Revuelta cananea[editar]
Al final de la regencia de la reina-faraón Hatshepsut, los gobernantes de la
antigua Retenu intentaron liberarse del yugo de la hegemonía egipcia. Tutmosis III,
sucesor de su madrastra Hatshepsut, tuvo que lidiar desde el primer momento de su
reinado con estos levantamientos.
Retenu se alió con el reino de Mitani en las orillas del Éufrates, y con el de Kadesh, en
cuya fortaleza encontraban refugio. A esta alianza se unió también Megido, ciudad de
importancia estratégica por su situación geográfica en el valle de Jezreel, tras el monte
Carmelo y el Mediterráneo, desde donde se podía controlar la ruta principal
entre Egipto y Mesopotamia. El rey de Kadesh asumió el mando de esta coalición.

El Creciente Fértil en la época dorada del Imperio Nuevo. Principales ciudades.

Campaña egipcia[editar]
Tutmosis III reunió un gran ejército de carros de guerra e infantería que sumaba 10.000
hombres.11 Este alto número es coherente con la longitud de la línea de marcha descrita,
de varios kilómetros de longitud. Siguiendo el Camino de Horus, este ejército se reunió en
la fortaleza fronteriza de Tharu (llamada Sile en griego) y llegó diez días después a la
ciudad leal de Gaza. Tras un día de descanso, marchó hacia Yehem, donde llegó tras otros
once días. Desde aquí deberían seguir hacia el norte, y pasar por el monte Carmelo, tras
el cual se encontraba la ciudad de Megido, donde se habían reunido las fuerzas alzadas.
Había tres posibles rutas desde Yehem a Megido. Tanto la del norte, vía Zefti (o Dyefti),
como la del sur, vía Taanach, daban acceso seguro al valle de Jezreel.12 La ruta del medio,
pasando por Aruna, era peligrosa: seguía un cañón estrecho, y las tropas sólo podrían
viajar en fila. Si el enemigo esperaba al final del cañón los egipcios podrían ser fácilmente
divididos y atacados. Contra la opinión de los líderes de su ejército de tomar cualquiera de
los caminos más seguros, Tutmosis III decidió marchar por el camino más estrecho pero
más corto hacia Megido.13El propio Tutmosis III condujo a sus hombres hacia Aruna. La
ciudad estaba débilmente protegida: un rápido asalto egipcio dispersó a la guarnición
rebelde. Éstos, en la idea de que los egipcios marcharían por el camino más seguro,
habían dispuesto destacamentos acechando las rutas norte y sur, dejando descubierto el
valle por el que ahora el ejército egipcio avanzaba sin oposición. 12
Batalla y asedio[editar]

Maqueta de Megido.

Tutmosis ordenó acampar y durante la noche desplegó sus fuerzas cerca del enemigo. A la
mañana siguiente atacó. Los rebeldes estaban en la alturas junto a la fortaleza. La línea
egipcia se dispuso en una formación cóncava que amenazaba los dos flancos rebeldes,
con Tutmosis en el centro dirigiendo el ataque. La disposición de los egipcios, junto con su
número y la sorpresa del ataque deshicieron la formación de los rebeldes, que hubieron de
retirarse a la ciudad, cerrando las puertas tras ellos.
Las fuerzas rebeldes dispersas, incluyendo a los reyes de Megido y Kadesh, consiguieron
reorganizarse dentro de la ciudad, y ayudaron a los que habían quedado fuera a subir la
muralla. Los egipcios, entretenidos saqueando el campamento rebelde, perdieron la
oportunidad de una rápida conquista viéndose obligados a sitiar Megido durante siete
meses, tras los cuales la ciudad fue rendida, aunque el rey de Kadesh escapó. 14 El botín
conseguido por los egipcios quedó anotado en Karnak:15
340 prisioneros vivos y 83 manos. 2.041 yeguas, 191 potros, 6 sementales. Un carro trabajado en
oro, su vara de oro, de este vil enemigo; un hermoso carro trabajado en oro del príncipe de Megido,
892 carros de su miserable ejército; en total, 924 carros. Una hermosa armadura de bronce
perteneciente al príncipe de Megido, 200 armaduras de su vil ejército, 502 arcos, 7 varas de madera
del enemigo, trabajadas en plata. Además 1.929 cabezas de ganado grandes, 2.000 de ganado
pequeño, 20.500 ovejas.16

Posteriormente en Yenoam, Nuges, Herenkeru y otras ciudades rendidas en esta misma


campaña se tomaría más botín, incluyendo rehenes y esclavos.

Consecuencias[editar]
Siguiendo la costumbre de la época, Tutmosis III tomó como rehenes a los hijos de cada
uno de los reyes derrotados. Después de ser educados en la corte egipcia, fueron
devueltos a sus lugares de origen, donde gobernaron con el consentimiento de Egipto.
La victoria de Megido fue sólo el comienzo de la pacificación de Canaán y Siria. A esta
batalla seguirían una serie de campañas, con periodicidad casi anual, que supondrían la
expansión del poder de Egipto hasta el norte de Mesopotamia. 17

Batalla de Qadesh
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Batalla de Qadesh
Guerra siria de Ramsés II

Ramsés II guerreando. Bajorrelieve en el templo de Abu Simbel.

Fecha Finales de mayo del 1274 a. C.1

Lugar Valle del río Orontes, cerca de Qadesh (actual


Kinza, Siria)

Coordenadas 34°33′20″N 36°29′53″ECoordenadas: 34


°33′20″N 36°29′53″E (mapa)

Resultado Ambos bandos reclaman la victoria2


Táctico: victoria pírrica egipcia
Estratégico: victoria hitita (fin de la campaña de
Ramsés II y de la invasión del Imperio hitita) 3

Beligerantes

Imperio Nuevo Egipcio Imperio hitita

Comandantes

Ramsés II, faraón egipcio Muwatalli II, rey hitita

Fuerzas en combate
c. 20 000 hombres: c. 50 000 hombres:

16 000 infantesNota 1 40 000 infantesNota 1


2000 carros de guerra5 3700 carros de
guerraNota 1
4000
hombresNota 1 11 100
hombres6

Bajas

Desconocidas (considerablemente Desconocidas (considerablemente


mayores)Nota 1 menores)

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La batalla de Qadesh tuvo lugar entre las fuerzas del Imperio Nuevo de Egipto,
gobernado por Ramsés II, y el Imperio hitita, gobernado por Muwatalli II, en la ciudad
de Qadesh, en el río Orontes, en las proximidades del lago de Homs, cerca de la frontera
de Siria con el Líbano.7
La batalla está datada generalmente hacia el 1274 a. C. por la cronología egipcia. Nota 2 Es
la primera batalla de la que se conservan registros históricos detallados de las formaciones
y de las tácticas. Se cree que fue la mayor batalla de carros jamás librada, habiendo
participado entre 5000 y 6000 carros.8910
Como resultado de las múltiples inscripciones de Qadesh, es la batalla mejor documentada
de la Antigüedad.11
Los hititas atacaron primero y estuvieron a punto de derrotar a los egipcios, aunque
gracias al mando de Ramsés II los egipcios lograron contrarrestar el ataque y la batalla
acabó en un empate.12 Tras esto, Ramsés II y Hattusili III firmaron el primer tratado de paz
de la historia.13
Fue el último gran acontecimiento militar de la Edad del Bronce.14

Índice

 1Las fuentes antiguas


o 1.1Egipcias

o 1.2Hititas

 2El Tratado de Qadesh

 3Contexto histórico

o 3.1La importancia de Siria

o 3.2Entre dos potencias

 4Antecedentes
o 4.1El statu quo: Hatti y Mittani

o 4.2Alianza entre Egipto y Mittani

o 4.3Paz

o 4.4La estratégica región de Amurru y Qadesh

o 4.5Los estados satélites

o 4.6Los reinos amorreos

o 4.7Suppiluliuma I el Grande

o 4.8Akenatón

o 4.9Qadesh contra Egipto

o 4.10Akenatón fracasa

o 4.11Seti I

o 4.12Último intento

 5Mandos de ambos ejércitos

o 5.1Ramsés II

o 5.2Muwatalli

 6Los ejércitos enfrentados

o 6.1Ejército hitita

 6.1.1Organización

 6.1.2Utilización táctica

o 6.2Ejército egipcio

 6.2.1Organización

 6.2.2Utilización táctica

 7Prolegómenos

o 7.1La declaración de guerra

o 7.2Marcha de aproximación egipcia

o 7.3Víspera de la batalla

o 7.4Arribo al campo de batalla


o 7.5El escondite hitita

o 7.6El Segundo Cuerpo de Ejército

 8Primera fase

o 8.1Ataque hitita

o 8.2Asalto al campamento egipcio

o 8.3Ramsés organiza la defensa

 9Segunda fase

o 9.1Maniobra hitita de distracción

o 9.2Llegan los ne´arin

o 9.3Ramsés castiga a los suyos

o 9.4Final de la batalla

 10Consecuencias

 11Visita al campo de batalla

 12Controversias y puntos oscuros

o 12.1Sobre la fecha de la batalla

o 12.2Sobre las trayectorias de los ejércitos egipcios

o 12.3Sobre la duración de la batalla

o 12.4Disputa sobre la sorpresa del ataque hitita

o 12.5Identidad de los ne´arin

o 12.6¿Batalla o ejecución masiva?

 13Cronología

 14Notas

 15Referencias

 16Bibliografía

 17Enlaces externos

Las fuentes antiguas[editar]


Egipcias[editar]
Poco después de la batalla, Ramsés II ordenó su conmemoración en las paredes de varios
de sus templos, atestiguando la importancia del evento para su reinado. La batalla de
Qadesh se describe en cinco templos: algunos fragmentos en dos paredes del templo
de Abydos, probablemente los más antiguos; en tres lugares del templo de Amón de Luxor;
dos en cada uno de los grandes patios del Ramesseum, que fue el templo funerario de
Ramsés II en Tebas-Oeste; y, finalmente, una representación más breve en la primera sala
hopóstila del templo principal de Abu Simbel en Nubia.1516 También hay dos copias de
estos textos en papiros escritos en hierático.17
Tres textos patrocinados por Ramsés II y de los cuales existen muchas copias explican la
batalla.1819

 El Poema de Pentaur es un relato de la batalla que Ramsés II encargó al escriba


Pentaour. Es un texto extenso, del cual hay ocho copias en diferentes templos y otras
en papiros. Es la descripción más detallada y más poética del combate y se describen
la cualidades más destacadas del faraón, destacando su relación con el dios Amón.2021
 El Boletín de guerra es un texto más breve. Hay siete copias en bajorrelieve junto a
las copias del Poema.2223
 Los relatos de los bajorrelieves constituyen una tercera fuente escrita. Estos
comentarios de las representaciones figurativas de la batalla a veces proporcionan
información que no se encuentra en los otros dos textos. 24

Hititas[editar]
No se conoce ningún texto hitita que describa la batalla de Qadesh. Muwatalli II no dejó
ningún texto oficial en conmemoración de sus campañas militares, pero se menciona el
conflicto con Ramsés II en textos de sus sucesores: la Apología de Hattusili III (CTH 81) y
un decreto de Hattusili III (CTH 86), que fue el hermano de Muwatalli II y que estuvo
presente en el campo de batalla, así como la historia que aparece en el prólogo del tratado
firmado por su hijo, Tudhaliya IV, y el rey de Amurru, Shaushgamuwa (CTH 105). 25 La
batalla de Qadesh parece ser evocada en cartas enviadas por Ramses II a Hattusili III,
aunque hay poca información sobre eso.26

El Tratado de Qadesh[editar]
Tabla de arcilla conteniendo el Tratado de Qadesh, Museo de Arqueología de Estambul.

El documento que formalizó la tregua entre Egipto y el Imperio hitita, conocido


como Tratado de Qadesh, es el primer texto de la historia que documenta un tratado de
paz. Fue copiado en numerosos ejemplares escritos en caldeo babilonio (lengua franca de
la diplomacia de la época) sobre preciosas hojas de plata. Varios ejemplares se han
encontrado en Hattusa, capital hitita, mientras que otras copias se hallaron en Egipto.
Otros ejemplares escritos sobre materiales más viles, conteniendo el mismo texto, también
han llegado hasta nosotros, como por ejemplo el conjunto de tablas de arcilla conservado
en el Museo de Arqueología de Estambul, correspondiente a la versión hitita del tratado.

Contexto histórico[editar]
La importancia de Siria[editar]

Restos de Ugarit.

Punto de encuentro, cruce y negociación del tráfico y comercio de su tiempo, y área


dotada de inconmensurables recursos naturales, Siria era la encrucijada mercantil, cultural
y militar del mundo antiguo. No sólo producía ingentes cantidades de trigo, sino que por allí
pasaban las mercancías provenientes de los buques que cruzaban el Egeo y los de
lugares más lejanos, que llegaban al Asia Menor por el puerto de Ugarit, especie
de Venecia antigua que dominaba el comercio del Mediterráneo oriental, y se encontraba,
precisamente, ubicada en Siria. Los derechos aduaneros que percibiría quien dominase la
región eran enormes; sumados a su estratégica posición militar, la producción
agropecuaria y los derechos de tráfico y exportación, convertían a la zona en una de las de
mayor importancia estratégica del mundo antiguo.
Por la zona viajaban vidrio, cobre, estaño, maderas preciosas, joyas, textiles, alimentos,
artículos de lujo, productos químicos, loza y porcelana, herramientas y metales preciosos.
A través de una telaraña de rutas comerciales que comenzaban y terminaban en Siria,
esas mercancías se distribuían por todo el Medio Oriente, mientras que otros productos
llegaban allí desde sitios tan apartados como Irán y Afganistán.
Véase también: Ugarit

Entre dos potencias[editar]


Pero Siria sufría la desventaja de encontrarse en medio de las dos grandes potencias
políticas y militares de su época: el imperio egipcio y Hatti, el inmenso Imperio hitita. Como
es obvio, ambos ambicionaban dominar Siria para explotarla en su propio provecho. De
hecho, hoy se considera que, hace 3300 años, el mero hecho de controlar la tierra siria
significaba el automático ascenso de cualquier nación a la exclusiva élite de quienes
merecían llamarse "potencia mundial". Así parecieron entenderlo Mittani primero, Hatti y
Egipto más tarde, y Asiria y Nabucodonosor al final.
Es comprensible, por tanto, que Mittani, Hatti y Egipto derramaran, durante los siglos
anteriores a Qadesh, verdaderos océanos de sangre en sus desesperadas tentativas de
dominar la región, proporcionando así un violento escenario general donde se moverían
los factores concretos que desembocarían en la batalla.
Véase también: Hititas

Antecedentes[editar]
Tras las campañas del monarca hitita Suppiluliuma I contra el reino de Mittani, en el norte
de la actual Siria, entre los años 1340 y 1330 a.C., Mittani se desintegró y los hititas
llegaron a dominar la mayor parte de Siria. Varios vasallos egipcios cayeron en la campaña
hitita, como el reino de Amurru y Qadesh, pero no parece que el
faraón Akenatón considerase luchar para recuperarlos. Hubo un conflicto entre Egipto y el
Imperio hitita cuando, según fuentes hititas, la reina egipcia Anjesenamón, viuda
de Tutankamón, que le pidió a Suppiluliuma I a uno de sus hijos en matrimonio para
hacerlo rey de Egipto. El rey hitita aceptó la propuesta y envió a su hijo Zannanza como
prometido a la reina, pero fue asesinado por el camino. El rey hitita eligió enfrentarse con
Egipto a pesar del tratado de amistad que habían firmado los dos países hace mucho
tiempo.27 28
A comienzos del siglo XIII a. C. los egipcios y los hititas tuvieron más de veinte años de
relación conflictiva.29
Los conflictos, liderados por los hijos del anciano rey hitita, no dieron resultados
significativos. La respuesta egipcia del progreso hitita vino solo con Horemheb,
considerado el último faraón de la dinastía XVIII. Él apoyó una revuelta de varios vasallos
hititas, entre los que estaban Qadesh y Nuhasse, que fueron difíciles de someter por las
tropas hititas dirigidas por aquellos príncipes, incluida de la de Karkemish. El rey Mursili
II intervino más tarde en persona para restablecer la cohesión entre sus vasallos, firmando
con ellos varios tratados de paz.30
Pero la situación cambió, y los hititas se pusieron a la defensiva frente a los egipcios. Seti
I, el segundo faraón de la dinastía XIX, lideró un contraataque egipcio para recuperar a los
vasallos perdidos. Conmemoró su victoria contra los hititas con una inscripción y un relieve
en un templo de Karnak. Se apoderó de Qadesh y el rey Benteshina de Amurru se unió a
su campaña.313233 Las tropas hititas hititas estaban dirigidas por el virrey de Karkemish,
quien supervisaba la dominación hitita en Siria. El rey Muwatalli II estaba en el oeste de
Anatolia encargándose de una rebelión más grave que la situación en Siria, a pesar del
hecho de que los otros adversarios de la región, los asirios, también avanzaban. La
reacción hitita es lenta. Qadesh volvió al control hitita en los años siguientes por causas
desconocidas, ya que las fuentes hititas no mencionan este hecho. 3435
A finales de la dinastía XVIII de Egipto, las cartas de Amarna cuentan la historia del declive
de la influencia egipcia en la región. Los egipcios mostraron poco interés en la región a
finales de la XVIII dinastía.36
Esto continuó en la dinastía XIX. Al igual que su padre, Ramsés I, Seti I fue un
comandante militar que se propuso que el Imperio egipcio fuese como en los tiempos de
los reyes Tutmosis I, Tutmosis II y Tutmosis III, un siglo antes. Las inscripciones en los
muros de Karnak registran detalles de las campañas de Seti I en Canaán y en la antigua
Siria.37 Ocupó de nuevo las posiciones egipcias abandonadas y las ciudades fortificadas.
No obstante, esas regiones volvieron posteriormente a control hitita. 38
Con la llegada de Ramsés II, alrededor del 1279 a. C., solo Amurru permanecía como
aliado en la campaña egipcia pero Muwatalli intentó que se unieran a él. Los primeros tres
años del reinado del nuevo faraón estuvieron dedicados a los asuntos internos. En el
cuarto año de su reinado, el 1275 a. C., realizó una primera campaña a Amurru,
probablemente pasando por mar. Dejó una estela en Nahr el-Kelb, en la costa central del
Líbano.39 Esta expedición se hizo para mostrar el apoyo a su vasallo contra los hititas. 403841
En mayo del 1274 a. C., el quinto año de su reinado, Ramsés II comenzó una campaña
desde su capital, Pi-Ramsés (el moderno Qantir). El ejército se trasladó a la fortaleza de
Tjel y fue por la costa hasta Gaza.42
El statu quo: Hatti y Mittani[editar]
Dos generaciones antes de Ramsés, el decorado había sido diferente: las potencias
dominantes en la región no eran Egipto y Hatti sino Egipto y el gran reino de
Mittani. Tutmosis IV (1425-1417 a. C.) había logrado formalizar una paz duradera,
consciente de que, habiendo dos reinos grandes y muchos pequeños en la zona, los dos
poderosos sólo podrían dominar a los demás si no guerreaban entre sí.
El Creciente fértil en esta época: Egipto (verde claro), zonas de influencia egipcia (verde oscuro),
Hatti (amarillo) y Mittani (rojo). Asiria (gris) comenzaba a expandirse.

Conocedor de este hecho, el poderoso rey hitita Suppiluliuma I comprendió que, para
llegar a ser uno de los dos grandes, debía destruir al más débil de ellos y reemplazarlo.
Inició así un proyecto a largo plazo de destrucción completa y sistemática de Mittani,
prestando particular atención al proyecto de erradicarlo de sus posiciones militares,
comerciales e industriales del norte de Siria.
Los faraones Tutmosis III y su hijo Amenofis II no reaccionaron ante este hecho, porque
Mittani llevaba dos siglos quitándoles territorios sirios, y pueden haber creído que todo lo
que fuese malo para su enemigo sería bueno para ellos.
Así las cosas, el rey de Mittani, Shaushtatar, decidió acercarse a Egipto para ver si la
agresividad de los hititas se detenía. No quería verse obligado a luchar una guerra en dos
frentes, contra los egipcios al sur y contra los hititas al este. Ofreció a los egipcios un
tratado de "hermandad" que fue aceptado, y sus emisarios llegaron a Egipto en el año
décimo del reinado de Amenofis (1418 a. C.?) con tributos y saludos para el faraón.
Véase también: Mitani

Alianza entre Egipto y Mittani[editar]


Los sucesores de Amenofis II y Shaushatar —Amenofis III y Artatama I— formalizaron por
fin el pacto, añadiendo una unión de sangre a la amistad política entre Mittani y Egipto: el
emperador egipcio se casó con la hija del rey mittano, Taduhepa.
Logrados todos los objetivos de unidad, no agresión y libre comercio, llegó el momento de
demarcar minuciosamente las fronteras entre ambos imperios, que consistían,
precisamente, en la Siria Central, en territorios ambicionados por ambos y también por los
hititas.
Por medio de un tratado de límites —que nunca ha sido hallado—, Artatama reconocía los
derechos egipcios sobre el reino de Amurru, el valle del río Eleuteros y las ciudades de
Qadesh (la nueva, sobre un promontorio estratégico, y la vieja a su lado, en el llano).
Para compensar estas cesiones, Amenofis renunciaba para siempre a los territorios
entonces mittanos pero que habían sido egipcios por virtud de las conquistas de los
grandes faraones guerreros de la XVIIIª Dinastía: Tutmosis I y Tutmosis III.
El tratado fue tan satisfactorio para ambas partes, que a partir de su formalización
siguieron más de dos siglos de paz y prosperidad, de respeto y de amistad mutua. La
estabilidad de esas fronteras duró tanto que quedaron impresas en las mentes de todos
los que habitaban la región como límites estáticos e imposibles de modificar.
Véase también: Antiguo Egipto

Paz[editar]
La fructífera diplomacia de Amenofis III eliminó a los hititas de la ecuación: Hatti había
vuelto a ser un "pequeño reino" entre las grandes potencias. Los dividendos de la paz
fueron tan grandes, y tan poderosos se hicieron Mittani y Egipto, que nadie en Hatti podía
soñar en desbancar a ninguno de los dos. Sumado esto a la amenaza de una tercera
potencia que se alzaba a sus espaldas, en oriente —la Asiria kasita—, los hititas se vieron
forzados a aceptar su papel de figurantes en la gran obra de crecimiento que
protagonizaban las tres potencias que dominaron el mundo durante los dos siglos
siguientes: asirios, egipcios y mitanos.
La estratégica región de Amurru y Qadesh[editar]
Amurru era el nombre con que los egipcios llamaban coloquialmente al estratégico valle
del Eleuteros (gr.; "Río de los Hombres Libres"), especie de pasillo terrestre que les
permitía alcanzar desde la costa y sus puertos las posiciones avanzadas en la Siria
Central, localizadas en las riberas del río Orontes. Amurru era, pues, vital para los
faraones.
Pero Amurru no era importante solo para el comercio y la paz: los reyes anteriores habían
debido mantener el paso abierto para poder enviar a sus ejércitos al norte para hacer la
guerra a Mittani. Y sucedía que, para mantener el paso de Amurru a su disposición, Egipto
debía dominar la ciudad de Qadesh, sobre el Orontes. Caída Qadesh, caería Amurru y el
comercio y las comunicaciones egipcias se verían anuladas por entero. Este solo hecho es
la justificación de toda la guerra siria de Ramsés, y de los esfuerzos de sus predecesores
para mantener la zona en sus manos.
Véase también: Amorreos

Los estados satélites[editar]


La muy precisa demarcación de los límites entre Hatti y Egipto, consecuencia del tratado
de dos siglos antes, y la paz subsiguiente, posibilitaron el establecimiento de numerosos
reinos o estados "intermedios", vasallos de uno u otro de los poderosos imperios, que se
comportaban como los modernos "países satélites" que poblaron Europa y Asia en el siglo
XX.
Estos satélites suavizaban las posibles tensiones entre ambos, convirtiéndose en
"lubricantes" o intermediarios que, por interés propio, hacían lo que estaba en sus manos
para mantener la paz y la concordia. Al ser estados fronterizos, débiles militarmente pero
ricos y ubicados en posiciones estratégicas, sus gobernantes tenían claro que serían los
primeros en desaparecer si estallaba un conflicto. Sin ambiciones territoriales aparte de las
relativas a su propia supervivencia, los estados satélites tenían mucho que perder y nada
que ganar en caso de una confrontación militar en la región.
Los reinos amorreos[editar]
Sin embargo, el reinado de Amenofis III vio el nacimiento de un nuevo poder emergente:
una extraña unidad política que se autodenominó "reino de los Amurru" (o Amorreos) y que
comenzó de inmediato a causar problemas.
Este reino no existía en el momento de la delimitación de las fronteras, pero caía del lado
egipcio, por lo que los hititas no le reconocieron soberanía ni entidad jurídica de país
independiente. Un dirigente llamado Abdi-Ashirta, y más tarde su hijo Aziru, comenzaron a
organizar la heterogénea constelación de tribus que poblaban el lugar, y, con cierta pericia,
lograron cohesionarlos en una estructura política que dominó, a fines del siglo XIV a. C.,
todo el territorio crítico, es decir, el ubicado entre la playa mediterránea y el río Orontes.
No conformes con esto, Abdi-Ashirta y Aziru lograron expandir las fronteras de su pequeño
reino, explotando la indiferencia que la corte egipcia manifestaba respecto de la región.
Los estados vecinos, que veían menguar sus fronteras a expensas de las ambiciones
expansionistas amorreas, recurrieron al faraón para solicitarle que, mediante el envío de
tropas, impusiera disciplina a su vasallo, a lo que el emperador se negó.
Finalmente, fue Mittani el que se vio afectado por los despojos territoriales, y este reino no
tenía por costumbre permanecer impávido ante las invasiones. Mittani envió una
expedición para destruir el poder amorreo —se cree que Abdi-Ashirta murió en este
conflicto— y logró su objetivo, pero el daño ya estaba hecho. Como era de esperar, las
tropas mittanas no se retiraron tras la destrucción de Amurru, y el faraón, que no podía
tolerar que uno de sus poderosos vecinos tuviese tropas estacionadas en su territorio, se
vio forzado a emprender, también él, acciones militares.
Amenofis envió al ejército para desalojar a los mittanos, y este movimiento representó el
fin de dos siglos de paz y la licuefacción de las fronteras dibujadas con tanto trabajo y
mantenidas con semejante esfuerzo. Fue, también, el inicio de la controversia que
culminaría en el campo de batalla de Qadeš.
Suppiluliuma I el Grande[editar]
Artículo principal: Suppiluliuma I

Suppiluliuma I el Grande fue coronado rey de Hatti alrededor de 1380 a. C., y desde el
mismo día de su ascensión demostró que su principal interés era obtener y conservar el
control hitita de la Siria Norte y Central. De inmediato atacó a Mittani y le arrebató los
reinos de Alepo, Nuhashshe, Tunip y Alalakh. Este conflicto se conoce como Primera
Guerra Siria.
Diez años más tarde, Mittani intentó recuperarlos por la fuerza. Suppiluliuma consideró que
esta iniciativa lo habilitaba a volver a atacar, y así la Segunda Guerra Siria llevó
destrucción y caos al reino vecino. Waššukanni, capital y principal ciudad del reino de
Mitanni, fue saqueada e incendiada. Los hititas cruzaron el Éufrates y, virando al oeste,
capturaron Siria, algo que hoy se cree fue siempre su verdadero objetivo.
Hatti formalizó tratados con los reinos ex-mitanios capturados, los declaró vasallos suyos y
ocupó el sur, llegando hasta Carchemish y haciéndose dueña —además de los nombrados
— de los estados vasallos de Mukish, Niya, Arakhtu y Qatna.
Akenatón[editar]
Artículo principal: Akenatón

Amenofis IV Akenatón.
Mientras tanto, en su palacio de Aketatón, el joven faraón Amenofis IV, que pasaría a la
posteridad con el nombre de Akenatón, miraba el imparable avance hitita con aparente
desinterés. Muchos historiadores le imputan el hecho de haber tolerado la caída de la
importante ciudad comercial de Ugarit y del baluarte estratégico de Qadesh sin haber
intervenido para evitarlo ni para recuperarlas más tarde.
La teoría moderna explica, en parte, la actitud de Akenatón: vistas desde El
Amarna, Qadesh y Ugarit quedaban fuera de las nuevas fronteras establecidas para el
territorio egipcio, lo que convertía su conquista o pérdida en un asunto exclusivo del
conflicto mittano-hitita, en el que Egipto no intervendría mientras pudiese evitarlo. El faraón
tenía ya suficientes problemas con su resistida reforma al sistema de creencias y la
conversión de Egipto a una religión monoteísta como para preocuparse por lo que para él
eran pequeñas aldeas situadas a más de 800 km de distancia. Además, Suppiluliuma le
había dejado en claro que Hatti no traspondría las fronteras, y que la paz entre egipcios e
hititas estaría asegurada mientras él viviese.
De hecho, la conquista hitita de Qadesh había sido consecuencia no deseada de un
imponderable: nunca había estado en la mente de Suppiluliuma atacar a un estado vasallo
de Akenatón. Lo que sucedió fue lo siguiente: el rey de Qadesh, obrando por cuenta propia
y sin consultar a Amarna, había obstruido el paso a las tropas hititas por el valle del
Orontes, obligando a Suppiluliuma a atacarlo y capturar su ciudad. El rey y su
hijo Aitakama fueron llevados como prisioneros a la capital hitita de Hattusa pero
Suppiluliuma, hábilmente, pronto los devolvió sanos y salvos para no dar una excusa que
hiciese a Akenatón poner en marcha la temible maquinaria de guerra nilótica.
Qadesh contra Egipto[editar]
Suppiluliuma restauró, tras la guerra, el estatus de vasallo egipcio al reino de Qadesh y,
durante un tiempo, todo pareció regresar a la normalidad.
Pero a la muerte de su padre y una vez coronado rey, el joven Aitakama comenzó a
comportarse como si en realidad fuese un agente hitita. Algunos reyes vasallos vecinos
notificaron a Akenatón sobre su conducta, que consistió básicamente en adelantarles que
atacaría a la ciudad de Upe (otro importante vasallo egipcio y, por lo tanto, su igual),
"sugiriéndoles" que lo apoyaran en esa campaña.
Una vez más, Egipto decidió no intervenir. En lugar de enviar al ejército e imponer el orden
por la fuerza, Akenatón se comunicó con Aziru, rey de Amurru, y le ordenó proteger los
intereses egipcios en la región, defendiéndolos de la voracidad de Aitakama.
Fiel al estilo de su padre, Aziru aceptó el oro y los suministros del faraón pero, en lugar de
usarlos según le había sido mandado, los invirtió en comenzar su propio proceso
expansionista a expensas de sus vecinos.
Akenatón fracasa[editar]
Enterado de que Aziru de Amurru tenía en su corte una misión diplomática de Hatti,
Akenatón comprendió que el tiempo de las palabras había pasado por fin: con Qadesh en
el bando hitita y Amurru negociando con el enemigo estratégico de Egipto, era el momento
de adoptar una solución militar.
Aunque no se encuentran documentos que lo prueben, hoy se cree que el faraón envió un
ejército que fue derrotado. A partir de entonces la recuperación de Amurru, Qadesh y el
valle del Orontes se convirtió en un objetivo prioritario para los restantes faraones de la
XVIIIª Dinastía y comienzos de la XIXª.
De tal forma, la estratégica zona quedó bajo el dominio hitita hasta que Ramsés se decidió
a recuperarla.
Véase también: Dahamunzu

Seti I[editar]
Artículo principal: Seti I
Seti I.

Tras las muertes de Akenatón y de su hijo Tutankamon, Egipto se vio envuelto en una
sucesión de tres dictaduras militares conducidas por jefes del ejército. Esta situación, que
se prolongó durante treinta y dos años, fue consecuencia del caos institucional heredado
tras la tentativa de reforma social y religiosa de Akenatón. Cualquier ambición de estos tres
generales de recuperar Siria debió ser postergada por causa de la más terrible y urgente
necesidad de apaciguar el ámbito interno de la nación, amenazado por la guerra civil.
Sin embargo, el último de los tres, Horemheb, dejó bien establecida cuál sería la postura
egipcia en relación con Amurru de ahí en adelante: se abandonaría la política de gobierno
indirecto a través de los reyezuelos vasallos de la región, y se implementaría una
ocupación militar en toda regla.
Al iniciarse tras él la XIXª Dinastía, su sucesor, Ramsés I y más tarde el hijo de éste, Seti I,
quisieron recuperar las zonas disputadas. Seti I emprendió de inmediato (en el año 2 de su
reinado) una campaña que era una imitación de las de Tutmosis III. Se puso a la cabeza
de un ejército que se dirigió al norte, con el objetivo de "destruir las tierras de Qadesh y
Amurru", como explica con crudeza su monumento militar en Karnak.
Seti logró recapturar Qadesh, pero Amurru se mantuvo del lado hitita. El faraón siguió al
norte y se enfrentó a un ejército de leva hitita, que fue fácilmente destruido. Hatti no le
opuso fuerzas más conspicuas porque en ese momento su ejército profesional se hallaba
empeñado contra los asirios en la frontera oriental.
La solución fue temporal, no obstante: a la fecha de la muerte de Seti I (1279 a. C.),
Qadesh estaba nuevamente en manos hititas, y la situación se mantendría en equilibrio
inestable durante cuatro años más. Para ese entonces, había ya dos nuevos reyes
sentados en los tronos de los reinos enfrentados.
Último intento[editar]
En 1301 a. C., Ramsés II, hijo de Seti I, tomó una decisión drástica: para mantener Siria
necesitaba Qadesh, y ésta no se sometería a un mero mensajero. Se dirigió al norte, por lo
tanto, con un gran ejército, para recibir personalmente el juramento de lealtad del rey
amorreo, Benteshina, "motivado", tal vez, por la sombría visión de miles de soldados
escoltando al faraón. Está bastante claro que la intención de Ramsés II era someter a
Qadesh, de grado o por la fuerza43
Hatti tenía un nuevo rey, el inteligente y astuto Muwatalli II. Muwatalli no ignoraba las
intenciones del joven Ramsés, y tampoco olvidaba que para Egipto era imperioso dominar
Qadesh si quería recuperar alguna vez el control sobre Siria. En tales circunstancias,
comprendía que estaba obligado a actuar. Si Benteshina era secuestrado o dominado por
Egipto y si Amurru caía en manos del emperador del Nilo, los hititas se exponían a perder
todo el centro y norte de Siria, incluyendo puntos neurálgicos de su estrategia
como Alepo y Carchemish.
Sin embargo, los hititas podían ahora concentrarse en un solo frente, porque tratados
recientes habían eliminado la amenaza asiria a sus espaldas. De modo que en el verano
de 1301 a. C., Muwatalli comenzó a organizar un gran ejército que, esperaba, pondría fin a
la campaña egipcia. El campo de batalla estaba muy claro para ambos comandantes:
lucharían bajo las murallas de Qadesh. Egipto y Hatti se enfrentarían de una vez por todas
en un combate definitivo, una enorme batalla que, por fin, definiría si Siria quedaría bajo el
dominio faraónico o hitita.

Mandos de ambos ejércitos[editar]


Ramsés II[editar]
Artículo principal: Ramsés II

Ramsés II.

Príncipe heredero de la XIXª Dinastía, nieto de su fundador Ramsés I e hijo de Seti


I, Ramsés fue educado como todos los futuros faraones de su época. Se le enseñó a
montar carros de guerra al mismo tiempo que a caminar, a domar y
montar caballos y camellos, a combatir con lanza y —lo más importante de todo— a
disparar con arco con impresionante precisión desde la plataforma de un carro lanzado a
la carrera.
Los príncipes con posibilidades de alcanzar el trono eran separados de sus madres a muy
temprana edad —tal vez a los cuatro o cinco años— y enviados a pasar el resto de su
infancia y adolescencia a los campamentos militares, quedando a cargo de uno o
varios generales que los criarían y educarían en las artes de la guerra, como correspondía
a quienes, probablemente, debiesen desempeñarse en el futuro como poderosos reyes
guerreros.
Entre los dieciséis y los veinte años, Ramsés acompañó a su padre en las campañas
de Libia y Siria. Ante la inesperada muerte de Seti, la doble corona fue colocada sobre su
cabeza cuando Ramsés contaba entre veinticuatro o veintiséis años. Era ya un guerrero
experto, y estaba perfectamente convencido de la vital importancia de Qadesh y Amurru
para el futuro de su imperio.
Desde muy joven se preparó para este conflicto, despreciando en aras del interés nacional
los términos del tratado que su padre había firmado con los hititas. Tres años antes del
comienzo de la campaña, Ramsés realizó grandes y profundos cambios en la organización
del ejército y reconstruyó la antigua capital hicsa de Avaris (rebautizándola Pi-Ramsés)
para utilizarla como gran base militar en la futura campaña asiática.
Muwatalli[editar]
Artículo principal: Muwatalli II

Sabemos muy poco del soberano hitita: fue coronado cuatro años antes que Ramsés, y
era el segundo de los cuatro hijos varones del rey Mursili II, oponente de Seti I en la guerra
siria anterior.
A la muerte de Mursili II, heredó el trono su hijo primogénito, pero su prematura muerte
ubicó a Muwatalli en la posición de predominio que necesitaba para intentar conservar la
zona en disputa. Se trataba de un gobernante competente y fuerte, bastante honesto y
muy buen administrador: reorganizó toda la administración de su imperio para lograr reunir
el ingente ejército que se enfrentaría con los egipcios en Qadesh. Nunca, ni antes ni
después, ningún otro monarca hitita lograría juntar una fuerza semejante en número y
poder.

Los ejércitos enfrentados[editar]


Ejército hitita[editar]
Lo que actualmente se conoce como ejército hitita era, en realidad, la fuerza armada de
una enorme confederación reclutada en todos los rincones del gran imperio. Estaba
compuesta por tropas de Hatti y de otros diecisiete estados vecinos o vasallos. En la tabla
siguiente se muestran los mismos con sus comandantes (cuando se conocen sus
nombres) y las tropas aportadas por cada uno de ellos.

Reino Comandante Aporte al ejército

500 carros y 5000


Hat Muwatalli I
infantes

500 carros y 5000


Hakpis Hattushillish
infantes

500 carros y 5000


Pitassa Mittanamuwash
infantes

500 carros y 5000


Wilusa, Mira y Hapalla Piyama-Inarash?
infantes

Masa, Karkisa y 200 carros y 4000


Desconocido
Arawanna infantes

200 carros y 2000


Kizzuwadna Desconocido
infantes

200 carros y 2000


Carchemish Sahurunuwash
infantes

Mitanni Sattuara 200 carros y 2000


infantes

200 carros y 2000


Ugarit Niqmepa
infantes

200 carros y 2000


Alepo Talmi-Sarruma
infantes

200 carros y 2000


Qadesh Niqmaddu
infantes

100 carros y 2000


Lukka Desconocido
infantes

100 carros y 1000


País del río Seha Masturish
infantes

100 carros y 1000


Nuhashshe Desconocido
infantes

3700 carros y
Total
40 000 infantes

Organización[editar]

Carro de combate hitita. El artista egipcio —que obviamente no ha estado en combate— ha


representado el eje en la posición que ocupaba en los carros egipcios. En los hititas se ubicaba
más adelante.

Como la mayoría de los ejércitos de la Edad del Bronce, el ejército hitita estaba
organizado en torno a su eficiente fuerza de carros de combate y su
poderosa infantería.
Los carros constituían un pequeño y aguerrido núcleo en tiempos de paz, que era
rápidamente aumentado cuando se avecinaba una guerra, reclutando a numerosos
hombres de las reservas. Estos ricos campesinos combatientes cumplían al enrolarse
sus obligaciones feudales para con el rey. Al revés que muchos soldados de levas
feudales de la época, los carristas hititas cumplían sesiones periódicas de
entrenamiento, lo que los convertía en unidades temibles y temidas.
El arma de carros, antecesor de las caballerías posteriores, estaba constituida por
soldados de la pequeña aristocracia rural y la baja nobleza, de alto poder económico
—que era, evidentemente, imprescindible para poder atender al mantenimiento de los
carros, sus caballos y tripulaciones—. Los gastos que ocasionaban los carros eran
también parte de la obligación feudal para con la corona. Así y todo, para alcanzar las
grandes cifras de carros que Muwatalli consideraba necesarias para el éxito en
Qadesh, es indudable que debió recurrir a muchos aurigas mercenarios.
El gasto que significó para el estado hitita la organización de sus unidades de carros
obligó a los dirigentes a ordenar a sus tropas que donasen sus soldadas a la corona.
Esto sólo fue aceptado a cambio de que se les otorgara la totalidad del botín. El
apetito de los soldados hititas por el saqueo del campamento egipcio explica los
sucesos ocurridos en la primera fase de la batalla.
Los tres tripulantes del carro hitita —a los que Ramsés llamaba peyorativamente
"afeminados" o "mujeres-soldados" por su costumbre de llevar los cabellos largos—
eran el conductor —desarmado, ya que necesitaba ambas manos para conducir el
carro—, el lancero y un escudero, encargado de la protección de los otros dos.
Sin embargo, estos carros de tres (a los que P´Ra debió enfrentarse en la marcha de
aproximación) constituían solamente la fuerza nacional hitita. Sus demás aliados sirios
concurrieron al combate en carros de dos tripulantes denominados mariyannu,
copiados de la tradición bélica hurrita, más ligeros y de usos similares a los de sus
equivalente egipcios.

Guerrero hitita.

La infantería era, para los comandantes hititas, un arma subsidiaria y secundaria con
respecto a los carros. Sus uniformes eran muy variados, reflejando las diversas
condiciones físicas y meteorológicas en que combatía. En Qadesh utilizaron un largo
guardapolvos blanco, poco común en las otras campañas.
El infante solía llevar una espada de bronce en forma de hoz y un hacha de combate
también de bronce, aunque las armas de hierro ya comenzaban a hacer su aparición
en tiempos de Qadesh. Asimismo, la guardia personal de Muwatalli (llamada thr)
llevaba lanzas largas como las de los aurigas y las mismas dagas que ellos.
Si bien se sabe que los soldados hititas solían llevar cascos y cotas de láminas de
bronce, son muy escasos los relieves egipcios que los muestran con ellos. Respecto
de las armaduras de láminas, se ha sugerido que las utilizaron en Qadesh, pero que
quedaban ocultas por los guardapolvos.
Utilización táctica[editar]
Al revés que el ejército egipcio, los hititas utilizaban a los carros como arma ofensiva
primaria. Esta actitud se evidencia desde el propio diseño del carro en sí. Se la
consideraba un arma de asalto básica, creada para atravesar las filas de la infantería
enemiga y abrir en ella brechas que la propia infantería pudiese penetrar. Es por ello
que, aunque las tripulaciones estaban equipadas con potentes arcos recurvados, el
arma que utilizaban en toda ocasión era la lanza larga arrojadiza.
El carro hitita, a diferencia del egipcio, tenía el eje ubicado en el centro del chasis y era
más pesado, puesto que su dotación era de tres. Estas dos características lo hacían
más lento y menos maniobrable que el de su oponente, teniendo además una clara
tendencia a volcar si se pretendía que virase en ángulos cerrados. Por ello, necesitaba
amplísimos espacios vacíos para maniobrar. Su ventaja consistía en su
mayor masa e inercia, lo que lo hacía temible al lanzarse en velocidad. Cuando el
impulso y la inercia se disipaban (por ejemplo, al atravesar lomadas u obstáculos), la
ventaja del carro hitita se diluía.
La infantería, como se ha dicho, debía penetrar en las brechas abiertas por los carros
en la infantería enemiga, y por esto se la consideraba solo una fuerza secundaria.
Siempre que era posible, los generales hititas intentaban sorprender a su enemigo en
campos abiertos de dimensiones tales que les permitieran aprovechar la ventaja que
les otorgaban sus carros pesados, teniendo a la vez espacio suficiente para virar con
sus grandes ángulos de giro.
Ejército egipcio[editar]
Artículo principal: El ejército en el Antiguo Egipto

Infantería egipcia.

El ejército de Ramsés II con sus


incontables carros, infantes, arqueros, portaestandartes y bandas de música, era el
más numeroso reunido por un faraón egipcio para una operación ofensiva, hasta ese
momento.
Aunque la presencia militar egipcia en Siria había sido casi constante durante los
imperios Antiguo y Medio, la estructura del que fue a Qadesh es típica del Imperio
Nuevo y se diseñó a mediados del siglo XVI a. C.
La organización del ejército imitaba a la del estado, y fue consecuencia directa de la
victoria egipcia sobre los hicsos, que de improviso puso a los faraones a cargo de un
territorio que llegaba hasta el Éufrates. Para controlar semejante extensión de tierra
era necesaria la creación de un ejército profesional permanente, equipado con todas
las armas que la tecnología de fines de la Edad del Bronce pudiese procurar. Egipto se
había convertido, pues, en un estado militar. El hecho de que los príncipes fuesen
criados por generales y no por nodrizas es la prueba más lapidaria de este extremo.
La estrecha unión entre ejército y estado permitió, por ejemplo, que a la muerte
de Tutankhamón y su sucesor Ay, se estableciese en el gobierno una serie de
dictadores militares, tres generales que se autoproclamaron faraones y marcaron el fin
de la XVIIIª Dinastía. Al morir el último de estos —Horemheb—, el poder pasó
a Ramsés I, Seti I y Ramsés II, gobernantes legítimos, pero el concepto de que un
general podía erigirse en faraón había ya penetrado en la mente de todos los súbditos,
y principalmente de los militares. Dejando a un lado el golpe militar, era claramente
posible que un soldado creciera económica y socialmente a través de su participación
en el ejército, y muy bien podía ascender hasta la nobleza y aún llegar a la corte.
Normalmente, además, los oficiales que pasaban a retiro efectivo eran nombrados
asistentes personales de los nobles, administradores del estado o ayos de los hijos del
rey.
El ejército era visto, pues, como una importante herramienta de progreso social.
Particularmente para los pobres, presentaba oportunidades jamás vistas por el
campesino que se quedaba en sus tierras. Como no había distinción entre tropa,
suboficiales y oficiales —un soldado raso podía llegar a general de ejército si su
capacidad se lo permitía— y se les otorgaba una importante cuota de los ricos botines
obtenidos, la ambición de muchísimos trabajadores era pasar a las filas de la milicia
real tan pronto como fuese posible.
Los papiros de la época prueban que a todos los veteranos se les escrituraban
grandes extensiones de tierra que quedaban legalmente en sus manos para siempre.
El soldado recibía, además, rebaños y personal del cuerpo de servicios de la casa real
para poder trabajar las tierras recién obtenidas de inmediato. La única condición que
se le exigía era que reservase a uno de sus hijos varones para ingresar a su vez en el
ejército. Un papiro relativo a impuestos, fechado hacia 1315 (bajo Seti I), enumera
estas ventajas otorgadas a un teniente general, un capitán y numerosos jefes
de batallón, infantes de marina, portaestandartes, carristas y escribas administrativos
del ejército.
Cada soldado debía "luchar por su buen nombre" y defender al faraón como un hijo a
su padre, otorgándosele si combatía bien un título o condecoración llamado "El Oro del
Coraje". Si mostraba cobardía o huía del combate, se lo denigraba, degradaba y, en
ciertos casos, como Qadesh, podía incluso ser ejecutado en forma sumarísima y sin
juicio, al solo albedrío del rey.
Organización[editar]

El Dios Ra, patrono del Segundo Cuerpo de Ejército.

El ejército egipcio estaba organizado tradicionalmente en grandes cuerpos de


ejército (o divisiones, según la terminología empleada) organizados a nivel local, que
contaban cada uno con unos 5.000 hombres (4.000 infantes y 1.000 aurigas que
tripulaban los 500 carros de guerra agregados a cada cuerpo o división).
Si bien se cree que en tiempos de Tutmosis III existieron cuatro de estos cuerpos (en
la batalla de Megido, como parece indicar un pasaje en un único papiro), un decreto de
Horemheb ratificaba la estructura ancestral de dos cuerpos de ejército. Consciente de
la necesidad de amasar una gran fuerza para combatir a los hititas, Ramsés II amplió y
reorganizó el ejército de dos cuerpos que Seti había llevado a Siria, restituyendo el
esquema de cuatro cuerpos (o creándolo, como queda dicho). Es posible que el Tercer
Cuerpo existiese ya en tiempos de Ramsés I o Seti I, pero no existe duda alguna de
que el Cuarto fue fundado por Ramsés II. Esta estructura, sumada a la alta movilidad
de las unidades, proporcionaba a Ramsés una gran flexibilidad táctica.
Cada cuerpo de ejército recibía como emblema la efigie del dios tutelar de la ciudad
donde había sido creado, residía normalmente y le servía de base, y cada uno poseía
también sus propias unidades de abastecimiento, servicios para apoyo de combate,
logística e inteligencia.
La estructura del ejército en tiempos de Qadesh era la siguiente:
Cuerpo de Emblema - Dios
Nombre Basado en Fundado por
Ejército Tutelar

Primer Cuerpo "Poder de los Arcos" Amón Tebas Tradicional

"Abundancia de
Segundo Cuerpo P´Ra Heliópolis Tradicional
Valor"

Tercer Cuerpo "Fuerza de los Arcos" Sutekh (Seth) Pi-Ramsés Ramsés I o Seti I

Cuarto Cuerpo Desconocido Ptah Menfis Ramsés II

Los 4.000 infantes de cada cuerpo de ejército estaban organizados en


20 compañías o sa de entre 200 y 250 hombres cada una. Estas compañías llevaban
nombres sonoros y pintorescos, muchos de los cuales han llegado hasta nosotros,
como "León al acecho", "Toro de Nubia", "Destructores de Siria", "Resplandores de
Atón" o "Justicia Manifestada".
Las compañías, a su vez, se dividían en unidades de 50 hombres. En combate, las
compañías y unidades adoptaban una estructura de falange: los soldados
veteranos (menfyt) se ubicaban en la vanguardia, y los bisoños, reclutas y reservistas
(llamados nefru) en la retaguardia.
Las numerosas unidades extranjeras que combatieron junto a Ramsés (mercenarios y
también prisioneros de guerra a los que se ofrecía la vida, la libertad, parte del botín y
tierras si luchaban por Egipto) mantenían su identidad ordenándose en unidades
separadas por nacionalidad y adscritas a uno u otro cuerpo de ejército, o bien como
unidades auxiliares, de apoyo o de servicios. Tal era el caso de los
cananeos, nubios, sherden (guardia de corps del faraón, posiblemente habitantes
primitivos de la isla de Cerdeña), etc.
Los nakhtu-aa, conocidos como "Los del fuerte brazo" constituían unidades especiales
entrenadas para el combate cuerpo a cuerpo. Estaban muy bien armados, pero
sus escudos y armaduras eran rudimentarios.
El arma principal del ejército egipcio, utilizada en grandes números tanto por la
infantería como por las tripulaciones de los carros, era el temible arco mixto egipcio.
Estos arcos disparaban largas flechas capaces de atravesar cualquier armadura de la
época, por lo cual, en manos de un buen tirador, se convertían en el arma más letal
del campo de batalla.

Espada khopesh egipcia de bronce (Museo del Louvre).


Además del arco, los soldados egipcios llevaban khopesh, espadas de bronce
parecidas a guadañas, en forma de pata de caballo, dagas cortas y hachas de
combate con cabeza de bronce.
Las unidades de carros no estaban organizadas como cuerpos propios, sino al modo
de la artillería regimental actual: eran agregadas a los cuerpos de ejército, de quienes
dependían, en una proporción de 25 carros por cada compañía. A las versiones de
combate se sumaban dos variantes más ligeras y veloces: un tipo dedicado a las
comunicaciones y otro para exploración y observación avanzada.
Diez carros de guerra formaban una escuadra, cincuenta (cinco escuadras)
un escuadrón, y cinco escuadrones una unidad mayor llamada pedjet (batallón),
compuesto por 250 vehículos y comandada por un "Jefe de Huestes" que obedecía
directamente al jefe del cuerpo de ejército.
Por consiguiente, cada cuerpo de ejército tenía asignados no menos de
dos pedjet (500 carros) que, entre los cuatro cuerpos, hacían los 2.000 vehículos que
indican las fuentes contemporáneas a los hechos.
Aunque deben sumarse a ellas las unidades amorreas de carros llamadas ne´arin —
que, al igual que las unidades extranjeras de infantería, no pertenecían a los cuerpos
de ejército— es necesario decir que muchos de los carros egipcios estaban aún de
camino cuando comenzó la batalla y jamás llegaron a entrar en combate. Esto es
probablemente lo que sucedió con los carros de las divisiones Ptah y Seth. Si éste es
el caso, y arribaron cuando todo había concluido, esos 1.000 carros con sus
tripulaciones sanas y descansadas debieron disuadir a los hititas de intentar presentar
batalla otra vez.
Los carros egipcios tenían el eje en el extremo posterior y su trocha era mucho mayor
que el ancho del vehículo, lo que los hacía casi involcables y capaces de girar
prácticamente sobre sí mismos, cambiando de dirección en un tiempo brevísimo. Por
ello eran más maniobrables que los de los hititas, aunque su inercia no era tan grande
debido a su menor peso.
Estaban tripulados por solo dos hombres y no tres como sus enemigos: las
tripulaciones estaban compuestas por un seneny (arquero) y el conductor, kedjen, que
además debía proteger a aquél con un escudo. La falta de un tercer tripulante se
compensaba con un infante a pie que corría a la par del vehículo, armado con escudo
y una o dos lanzas. Este soldado cumplía la función de proteger a los seneny si era
necesario, pero principalmente estaba allí para rematar a los heridos que el carro
arrollaba a su paso —lo peor que podía pasarle a los carristas era dejar enemigos
vivos a sus espaldas, ángulo desde el cual quedaban completamente indefensos—.
Utilización táctica[editar]
Al contrario que sus enemigos, que basaban sus tácticas en el uso de carros pesados,
el ejército egipcio estaba centrado, ya desde el Imperio Antiguo, en la coordinación de
numerosas unidades de infantería organizadas en sus respectivos cuerpos de ejército.
La asimilación entre sociedad y estado y éste y el ejército permitió desde tiempos
remotos que los generales aprovecharan para sus tropas la capacidad de
coordinación, organización y precisión que los faraones antiguos habían logrado para
las grandes masas de trabajadores de sus notables proyectos arquitectónicos.
También la administración y la intendencia habían sido copiadas de los equipos de
trabajadores que habían trabajado en las pirámides de Guiza.
Los jefes confiaban en los altamente móviles grupos de carros, pero, hasta el final de
su civilización, el arma primaria y núcleo del ejército siguió siendo la infantería.
La función de los carros egipcios era atravesar las líneas enemigas, previamente
obligadas a abrirse mediante los potentes arcos de la infantería, arrollando todo lo que
encontraban a su paso. Aparte de su capacidad de choque, hacían las veces de
poderosas plataformas de fuego móviles, intentando evitar, en lo posible, trabarse en
combates de orden cerrado, donde los más pesados carros enemigos llevaban
ventaja. Esta táctica de "golpear y correr" fue implementada con éxito durante más de
tres siglos de guerra egipcia, y su versatilidad se vio colmada cuando la infantería
desarrolló la táctica del corredor de a pie que apoyaba a cada carro y sacrificaba a los
heridos. La seguridad a bordo del carro era tan buena que la mayoría de ellos podían
entrar y salir de las filas enemigas dos o tres veces por batalla con sus seneny ilesos,
multiplicando el número aparente de carros en el campo de batalla.

Prolegómenos[editar]
La declaración de guerra[editar]
Existen argumentos atendibles que indican que el campo de batalla de Qadesh se
eligió de común acuerdo entre ambos mandos enfrentados. La deserción
de Amurru en el invierno de 1302 a. C. fue considerada por los hititas como una
violación al tratado Seti-Mursilis, y así se manifestó a la corte de Ramsés en misión
diplomática al año siguiente.
Aunque no existe prueba documental, fuentes indirectas señalan que Muwatalli dio
todos los pasos legales necesarios, como acusar formalmente a Ramsés de haber
instigado la traición de su vasallo Amurru, planteando un juicio contencioso a través de
un mensajero que arribó a Pi-Ramsés a principios del invierno de 1301 a. C. Ese
mensaje, prácticamente copia textual del que su padre Mursilis había enviado años
antes, concluía que, ya que las partes no podían ponerse de acuerdo acerca de los
territorios en disputa, la contienda legal debía ser resuelta por el juicio de los dioses,
es decir, en el campo de batalla.
Marcha de aproximación egipcia[editar]

El dios Ptah, emblema del Cuarto Cuerpo de Ejército.

Habiéndose agotado todas las instancias de negociación pacífica, Ramsés II reunió a


su ejército en las dos grandes bases militares de Delta y Pi-Ramsés. En el noveno día
del segundo mes del verano de 1300 a. C. (ver la cuestión de las fechas), sus tropas
rebasaron la ciudad-fortaleza fronteriza de Tjel y se internaron en Gaza por el camino
de la costa mediterránea. Desde allí, tardaron un mes en llegar hasta el campo de
batalla previsto, bajo las murallas de la ciudadela de Qadesh. El faraón iba a la cabeza
de sus fuerzas, montado en su carro de guerra y empuñando su arco. [cita requerida]
Los cuatro cuerpos de ejército marcharon por rutas distintas: el Poema tallado en las
paredes del templo de Karnak dice que el Primer Cuerpo fue hacia Hamath, el
Segundo hacia Beth Shan y el Tercero por Yenoam. Ciertos historiadores modernos
han utilizado esta circunstancia para imputar a Ramsés la culpa de la sorpresa sufrida
por los dos primeros en la primera fase de la batalla, pero otros autores, como Mark
Healy, aseguran que enviar los ejércitos por diversos caminos era una práctica normal
y ajustada a las doctrinas militares de su época (ver controversia al respecto).
El Primero y el Segundo Cuerpos avanzaron a lo largo de la orilla oriental del Orontes,
mientras que los dos restantes lo hicieron en rutas paralelas por la orilla oeste, entre el
río y el mar. El Poema apoya esta teoría en su verso que dice que Ptah "...estaba al
sur de Aronama". Esta ciudad se encontraba, en efecto, en la orilla occidental. Ello
permitió al Cuerpo de Ptah acudir de inmediato en apoyo de Amón y Sutekh, sin
necesidad de perder un tiempo precioso en vadear el ancho río.
Víspera de la batalla[editar]
El arqueólogo y egiptólogo estadounidense Henry Breasted identificó hace más de 100
años el lugar donde Ramsés estableció su campamento inicial, la colina de 150 m
llamada Kamuat el-Harmel, ubicada en la orilla derecha del Orontes. Allí amaneció el
rey, acompañado de sus generales y sus hijos, en la mañana del día 9 del tercer mes
del verano de 1300 a. C.
Poco después de la salida del sol, el Cuerpo de Amón desmontó el campamento y se
dirigió, por terreno considerado "propio", hacia el norte, para llegar al campo de batalla
pactado (la planicie bajo Qadesh). La marcha, aunque difícil, contó con la ventaja de
que muchos de los veteranos conocían el camino, pues lo habían hecho anteriormente
bajo el mando de Seti I (como el mismo rey, que había acompañado a su padre en la
operación) o en la campaña anterior de Ramsés.
Los Cuerpos de Ejército de Ptah, Sutekh y P´Ra venían detrás, aproximadamente a un
día de distancia, y los ne´arin amorreos con sus carros tampoco habían llegado
todavía. Es lícito suponer que el faraón pretendía acampar frente a Qadesh y esperar
algunos días al resto de sus fuerzas.
El cuerpo de ejército, comandado por el monarca, ocupó toda la mañana en descender
de la montaña en la que se encontraba, atravesar el bosque de Robawi y comenzar el
vadeo del ancho y profundo Orontes unos 6 km. aguas abajo de la aldea de Shabtuna,
identificada hoy con la colina de Tell Ma´ayan. Cerca quedaba también el villorrio
de Ribla, donde Nabucodonosor II ubicaría, siglos más tarde, su puesto de mando
para sitiar a Jerusalén.
El Cuerpo de Amón y su tren de suministros eran mayores que cualquiera de los otros
tres, por lo que el cruce del Orontes tiene que haber durado desde media mañana
hasta media tarde. Poco después de cruzar el río, las tropas faraónicas capturaron a
dos beduinos shasu, los que fueron conducidos ante Ramsés para que los interrogara.
Para contento del rey-dios, los prisioneros aseguraron que Muwatalli y el ejército hitita
no estaban en la llanura de Qadesh como se temía, sino que se encontraban en
Khaleb, una localidad situada al norte de Tunip. El Boletín de guerra que acompaña
al Poema afirma que los dos hombres fueron instruidos por los hititas para suministrar
a los egipcios información de inteligencia falsa, haciéndoles creer que habían llegado
primero y tenían, por tanto, la ventaja. Sin embargo, es bastante ingenuo pensar que
los egipcios realmente creyeron a dichos informantes o que siquiera dichos
informantes existieran.
Llegar antes al lugar de la batalla tenía una importancia táctica enorme en la Edad del
Bronce, a tal punto que una diferencia de algunas horas podía definir el curso de una
guerra. Las enormes dificultades logísticas de la época hacían muy difícil la
preparación de un enorme ejército para combatir, con más razón cuando, como en
este caso, hombres y animales necesitaban tener oportunidad de comer y descansar
luego de una marcha forzada de 800 km que les había llevado más de un mes. Al
enterarse de que los hititas no se encontraban allí, Ramsés vio la oportunidad de
esperar un día a los otros tres cuerpos para enfrentar al enemigo con sus fuerzas al
completo, dándoles incluso dos o tres días para que se preparasen.
Increíblemente, ni siquiera las fuentes egipcias mencionan que el faraón hubiera
intentado comprobar la información que se le ofrecía, demostrando así su juventud y
falta de experiencia. Contradiciendo la opinión de sus generales y eunucos más
antiguos, Ramsés dio orden de que Amón se dirigiera de inmediato hacia Qadesh.
Arribo al campo de batalla[editar]

Detalle de un anillo de oro de Ramsés II, mostrando los dos caballos que tiraban del carro real
en la batalla de Qadesh (Museo del Louvre).

No se ha podido determinar con precisión la ubicación exacta del campamento egipcio


en el campo de batalla, pero había un solo lugar con agua potable y fácil de defender,
por lo que es posible que Ramsés lo haya establecido allí. Se trata del mismo lugar
donde Seti había edificado el suyo años atrás.
El campamento se organizó a la manera de un campamento romano, ordenándose a
la tropa cavar un perímetro defensivo que más tarde se fortificó con miles de escudos
solapados entre sí y clavados en tierra.
Previendo tener que pasar en ella muchos días, la base fue acondicionada para
ofrecer cierta comodidad durante un lapso: se construyó en el centro el templo de
Amón, se erigió una gran tienda para Ramsés, sus hijos y su séquito, e incluso se
descargó de un carro el gran trono de oro del faraón que lo había acompañado todo el
trayecto.
Los dos prisioneros shasu fueron apaleados y sometidos a otras graves torturas antes
de ser conducidos de nuevo ante el rey, quien les volvió a preguntar dónde se
encontraba Muwatalli. Ellos se mantuvieron firmes en su versión. Sin embargo, los
castigos los ablandaron un tanto, hasta hacerles reconocer más tarde que
"pertenecían" al rey de Hatti. De este modo, las preocupaciones reemplazaron la clara
confianza del faraón. Más palos y más tormentos, y los beduinos confesaron lo que
nadie en el campamento habría querido escuchar: "Muwatalli no está en Khaleb, sino
detrás de la Ciudad Vieja de Qadesh. Está la infantería, están los carros, están sus
armas de guerra, y todos juntos son más numerosos que las arenas del río, todos
prontos, preparados y listos para combatir". La Qadesh vieja se encontraba muy cerca,
unos pocos cientos de metros al noreste del promontorio sobre el que se encontraba la
ciudad.
Ramsés comprendió que había sido engañado y que, con toda probabilidad, un
desastre total era inminente: había que avisar a Ptah, Sutekh y P´Ra de la situación,
para reunirlos con Amón lo antes posible. La iniciativa había quedado ahora para los
hititas, por lo que el soberano envió a su visir al sur, al encuentro de P´Re, para
exigirle que redoblara la marcha. Aunque no ha quedado registrado, parece razonable
que enviara otro mensajero al norte para apurar la llegada de las unidades de ne´arin
amorreos.
El escondite hitita[editar]
El ejército hitita en efecto se encontraba tras los muros de Qadesh la Vieja, pero
Muwatalli había establecido su puesto de comando en la ladera noreste del tell (colina
o promontorio) en que se levantaba Qadesh, puesto elevado que, si bien no le permitía
observar el campamento enemigo, si le daba una clara ventaja de inteligencia.
Por motivos que se desconocen, Ramsés liberó a los dos beduinos espías en lugar de
retenerlos o ejecutarlos, y estos —como es lógico— corrieron a suministrar
información a su señor. El rey hitita había enviado también otros exploradores
avanzados para determinar dónde se encontraba exactamente el ejército enemigo, y
se puede establecer que a la caída de la noche del día 9 del tercer mes (no antes) el
monarca de Hatti había conseguido reunir toda la información necesaria.
Se dice en el Boletín que los hititas atacaron en medio de la última reunión de Ramsés
con su estado mayor. Si esto es cierto, tenemos que creer que lo que se describe es
un asalto nocturno. Si bien los ataques nocturnos existían, eran rarísimos, por varios
motivos: si se atacaba a ciegas se corría el riesgo de caer en una emboscada, y si se
llevaban antorchas para no perderse, las tropas atacantes se convertían en blancos
fáciles para los arqueros enemigos.
Más aún: Muwatalli no pudo atacar antes de disponer de su información de
inteligencia, y está demostrado que no pudo poseerla antes de que cayera la noche.
Para colmo, su ejército se encontraba en Qadesh Vieja, por lo que para atacar a
Ramsés en la oscuridad sus más de 40.000 infantes y 3.500 carros debieron tener que
vadear el río sin poder ver nada, lo que hubiese representado un seguro suicidio
colectivo. De esta manera, las fuentes modernas se sienten autorizadas a afirmar que
la batalla no se produjo ese mismo día 9, sino al día siguiente.
El Segundo Cuerpo de Ejército[editar]
El visir de Ramsés llegó al vivac del Cuerpo de P´Re, junto al vado de Ribla, al
amanecer del día 10. Como es lógico, nada estaba preparado aún: los soldados
dormían y los caballos, maneados, se encontraban desenganchados de los carros.
Ante la perentoria orden de acudir de inmediato al campo de batalla, las tropas
desmontaron las carpas, dieron de comer a los animales y cargaron los convoyes con
la impedimenta. Esta labor tuvo que durar varias horas.
El visir cambió los caballos de su carro de guerra y, en vez de acompañar al Segundo
Cuerpo al norte, se dirigió aún más al sur para dar la misma orden al Cuerpo de Ptah,
que se encontraba al sur de la ciudad de Aronama.
El Segundo Cuerpo tardó un tiempo considerable en vadear el río, ya que las orillas
estaban revueltas y pisoteadas por el paso del Cuerpo de Amón el día anterior y, en
apariencia, la cautela militar fue dejada de lado por culpa de la urgencia. La cohesión
de las formaciones se perdió en la orilla opuesta, y el ejército marchó hacia Qadesh a
paso redoblado, posiblemente enviando los carros por delante.

Primera fase[editar]
Ataque hitita[editar]
Mientras el Segundo Cuerpo apretaba el paso en dirección norte, apurándose hacia el
campamento de Ramsés en cumplimiento de las instrucciones llevadas por el visir, se
aproximó a la ribera del río Al-Mukadiyah, un afluente del Orontes que rodeaba la base
del monte donde se hallaba edificada Qadesh y luego discurría hacia el sur.
La visibilidad era muy mala, porque el tiempo había estado seco durante meses y el
polvo levantado por miles de pies y las ruedas de los carros flotaba en el aire y tardaba
mucho en asentarse.
Las márgenes del río estaban cubiertas de vegetación, llenas de matorrales, arbustos
y aún árboles que no permitían a los egipcios ver el agua ni lo que se encontraba más
allá.

Ataque al cuerpo de Ra.

Cuando P´Ra estuvo a 500 metros del río, sobrevino la sorpresa: de la línea de
vegetación de Al-Mukadiyah —a la derecha de los egipcios en marcha— emergió una
enorme masa de carros de guerra hititas, que se arrojaron sobre la columna. Los
carros egipcios que custodiaban la derecha de la fila fueron arrollados y destruidos por
la marea de vehículos, caballos y hombres que seguían surgiendo de entre los árboles
y no daban muestras de terminar. Lanzados al galope, los carristas hititas supieron
que debían aprovechar la enorme inercia de sus carros, y azuzaron aún más a las
bestias, que en loca carrera aplastaron la derecha egipcia. Atravesando las filas de
infantes como un fuego, los hititas siguieron hacia el oeste, destrozaron los carros de
la izquierda y dispersaron a los enemigos, alanceándolos desde los vehículos. Las dos
filas de carros egipcios se derrumbaron, su formación de marcha —totalmente
inadecuada para sobrevivir a un asalto lateral— se desintegró, y los pocos infantes
sobrevivientes se dispersaron para ponerse fuera del alcance de las picas enemigas.
La disciplina egipcia desapareció ante este ataque sorpresa (ver controversia), y antes
de que los últimos carros hititas acabaran de salir de entre los árboles, el Segundo
Cuerpo de Ejército ya no existía. De los sobrevivientes, los que iban en cabeza se
apuraron hacia el campamento de Ramsés, mientras que la retaguardia debe haber
corrido al sur en busca de la protección del Cuerpo de Ptah que venía aproximándose
en la lejanía.
Todo lo que quedaba de la formación egipcia era una senda sangrienta pulverizada por
las ruedas de los carros y los cascos de sus caballos, y varios miles de cadáveres
tendidos en las arenas del desierto.
Los carros egipcios de la vanguardia soltaron riendas y galoparon al norte hacia el
campamento para avisar a Ramsés del ataque inminente. Mientras tanto, los carros
hititas habían alcanzado la gran planicie al oeste, de un tamaño tal que les hubiese
permitido girar en ángulo abierto y regresar para cazar a los sobrevivientes. Pero en
lugar de hacer eso, viraron hacia el norte y se dirigieron a atacar el campamento de
Ramsés II.
Asalto al campamento egipcio[editar]
Ramsés había dispuesto que varias unidades de carros y compañías de infantería
permanecieran de guardia, listas para la acción, en el interior del recinto cercado por
escudos. A pesar de la confianza en que P´Ra y Ptah, en cumplimiento de las urgentes
órdenes del visir, llegarían más tarde ese día, y Sutekh al día siguiente, y tal vez el 12
los ne´arin que venían del norte desde Amurru atravesando el valle del Eleuteros,
muchos vigías se hallaban apostados en los cuatro lados del campamento observando
la lejanía. Su tarea se veía dificultada por el aire caliente del desierto que
distorsionaba las formas y por el polvo suspendido que refractaba la luz.
Los vigías del frente sur gritaron sus alarmas al mismo tiempo que los del lado oeste:
mientras que los primeros anunciaban la frenética carrera de los carros sobrevivientes
de P´Ra, los segundos acababan de ver la enorme formación de vehículos hititas que
se lanzaba hacia ellos.
Aún antes de que los senenys de P´Ra entraran al campamento y comenzaran a
explicar lo sucedido, todas las tropas se hallaban ya en zafarrancho de combate: en
pocos minutos, los carros hititas se abalanzaron sobre el ángulo noroeste de la pared
de escudos, la demolieron y penetraron en el campamento. La fila de escudos, el foso
y las numerosas tiendas, carros y caballos trabados que encontraron a su paso
comenzaron a detenerlos y a hacerles perder su inercia inicial, mientras que los
defensores trataban de atacarlos con sus espadas khopesh en forma de guadaña. El
asalto degeneró rápidamente en una salvaje melée lucha cuerpo a cuerpo. Los carros
hititas se empujaban unos a otros porque el espacio interior no era suficiente para
todos, de modo que muchos de ellos no pudieron ingresar y debieron luchar desde el
exterior de la muralla de escudos y el foso defensivo.
Muchos egipcios murieron, y también numerosos hititas que, derribados de sus carros
por las colisiones contra sus compañeros u obstáculos fijos, eran rápidamente
sacrificados en tierra con un golpe de khopesh.
La guardia personal del faraón (los sherden) rodeó su tienda, dispuesta a defender al
rey con sus vidas. Ramsés II, por su parte —según nos informa el Poema—, "se
colocó su armadura y tomó sus arreos de batalla", organizando la defensa con
los sherden (que disponían de carros e infantería) y varios otros escuadrones de
carros de guerra que se hallaban estacionados al fondo del campamento (esto es, en
su lado oriental).
La guardia del rey puso a los hijos de Ramsés —entre los que se encontraba el mayor
de los varones, Prahiwenamef, que en ese entonces era el heredero al trono ya que
sus dos hermanos habían muerto en la infancia— a buen recaudo en el extremo
oriental, que no había sido atacado.
El faraón se colocó la khepresh (corona) azul y, gritando órdenes a su
conductor (kedjen) personal, llamado Menna, montó en su carro de batalla.
Ramsés organiza la defensa[editar]

Bajorrelieve del templo de Abu Simbel que representa a Ramsés II derrotando a sus enemigos

Empuñando su arco y poniéndose a la cabeza de los carros sobrevivientes, Ramsés II


salió del campamento por la puerta este y, girando al norte, lo rodeó hasta llegar a la
esquina noroeste, donde los carros hititas se hallaban embotellados en incómoda
confusión y, por lo mismo, casi indefensos. La atención de los invasores no se dirigió a
los carros egipcios que los atacaban por retaguardia y el flanco izquierdo: estaban
absortos tratando de ingresar al campamento. Recuérdese que Muwatalli les había
quitado su paga, prometiéndoles solamente la parte del botín que pudiesen capturar.
Por lo tanto, la primera prioridad de los hititas era tomar los bienes posibles del
campamento egipcio, especialmente el enorme y pesado trono de oro del faraón.
Su ambición los perdió: el superior alcance de los arcos egipcios provocó una gran
masacre sobre las tripulaciones hititas que aún no habían conseguido entrar, blancos
fijos que se convirtieron en presa fácil para los experimentados tiradores egipcios. Tan
amontonados se encontraban los hititas, que los disciplinados arqueros egipcios no
necesitaban apuntar para hacer blanco en un hombre o un caballo.
Lentamente los hititas reaccionaron: espoleando a sus animales intentaron abandonar
el combate y darse a la fuga por la llanura del oeste, en sentido opuesto al que habían
venido. Pero sus caballos, al revés que los del enemigo, estaban fatigados, y sus
carros eran más lentos y pesados. Los que ganaron la planicie trataron de dispersarse
para no ofrecer un blanco tan obvio, pero los carros egipcios se lanzaron en su
persecución.
Muchos murieron bajo las khopesh de los menfyt al caer de sus carros, que chocaban
contra otros o se volcaban al tropezar con caballos muertos, y muchos otros cayeron
bajo la temible precisión de los arqueros enemigos.
Al cabo de escasos momentos, el desierto al sur y al oeste del campamento estaba
cubierto de cadáveres, a tal punto que Ramsés exclama en el Poema: "Hice que el
campo se tiñera de blanco [en referencia a los largos delantales que llevaban los
hititas] con los cuerpos de los Hijos de Hatti".
Derrotados completamente los hititas, con unos pocos sobrevivientes dispersos y en
fuga, los menfyt se dedicaron a recorrer metódicamente el campo de batalla,
rematando a los heridos y amputándoles las manos derechas. Este método, mostrado
muchas veces como un ejemplo de la crueldad de los egipcios, era en realidad un
recurso administrativo. Las manos cortadas se entregaban a los escribas, quienes,
contándolas meticulosamente, podían hacer una estadística fidedigna de las bajas
enemigas.

Segunda fase[editar]
Maniobra hitita de distracción[editar]
De acuerdo con la visión moderna sobre la batalla, el combate no estaba
desarrollándose como Muwatalli había previsto. Además de la precipitada acción de
abalanzarse sobre el cuerpo de ejército en marcha, la decidida reacción de Ramsés y
sus carros había puesto en fuga a los vehículos hititas y ahora los egipcios perseguían
a los carros atacantes.
Muwatalli debía aliviar la presión sobre ellos a como diese lugar: sabía perfectamente
que el grueso de la fuerza egipcia ni siquiera había llegado (Sutekh y Ptah estaban
aún de camino hacia Qadesh) y todo su plan se enfrentaba al desastre.
En consecuencia, eligió pasar a la acción con una maniobra de distracción que le
permitiese recuperar la iniciativa perdida, haciendo regresar a parte de las tropas que
perseguían a las suyas y obligando a Ramsés a regresar a su campamento.
En el puesto avanzado en el que se encontraba el rey hitita había muy pocas tropas:
aparte de su cortejo personal, lo acompañaban solo unos pocos nobles de su
confianza. En consecuencia, les ordenó que organizaran una fuerza de carros, que
cruzaran el río y que atacaran el campamento egipcio desde el lado oriental.
La respuesta fue poco entusiasta (la nobleza no acostumbraba entrar en combate),
pero las tajantes órdenes de su emperador dejaron poco lugar para la inacción. Así,
los hombres más importantes de la jerarquía política hitita —incluyendo a los hijos,
hermanos y amigos personales de Muwatalli— y de los comandos de sus aliados se
reunieron en una escuadra ad hoc y, con dificultades, cruzaron el Orontes hacia
poniente.
Llegan los ne´arin[editar]

Llegada de los ne´arin.

Apenas asaltado el campamento por esta escasa fuerza, los carros hititas fueron
arrollados por una gran fuerza de carros que llegaba desde el norte. Se trataba de los
carros amorreos, los ne´arin, que aparecían providencialmente en ese momento de
zozobra egipcia. Más atrás venía la infantería pesada de Amurru. El reporte escrito en
las paredes del templo funerario de Ramsés, en Tebas, dice textualmente a este
respecto: "Los Ne´arin irrumpieron entre los odiados Hijos de Hatti. Fue en el momento
en que estos atacaban el campamento del faraón y conseguían penetrarlo. Los Ne
´arin los mataron a todos".
Como un dejà vu de la primera parte del combate, todo se repitió: los amorreos
asaetearon con sus flechas a los carros hititas que luchaban por ingresar a través de
una brecha en el muro de escudos. Al intentar retroceder para salir de allí y huir
nuevamente a la relativa seguridad de la orilla oriental del Orontes, ocurrió otro hecho
que selló la suerte hitita: mientras comenzaban a vadear las aguas, hicieron su
aparición desde el sur algunas unidades de carros que volvían de la caza y
persecución de la otra fuerza, acompañadas por los elementos avanzados de carros e
infantería pertenecientes al Cuerpo de Ptah que se hacía presente en el momento
preciso.
La muerte llovió sobre los hititas en el camino hasta el río, en las orillas y aún en el
centro del agua: muchos fueron asaetados, otros aplastados por los carros y los más
murieron ahogados al ser arrojados fuera de sus vehículos, agobiados y arrastrados al
fondo por el peso de sus armaduras.
Ramsés castiga a los suyos[editar]
Mientras los últimos carros hititas se ponían a salvo en su orilla del río y los infantes
egipcios amputaban las diestras de los caídos y las guardaban en sacos, Ramsés
reocupó los restos de su campamento para esperar la llegada de Ptah y el retorno de
los sobrevivientes de Amón y P´Ra.
Los prisioneros hititas, entre los cuales había oficiales de alta graduación, nobles e
incluso realeza, fueron conducidos también allí, y debieron esperar en silencio la
decisión que el faraón tomara sobre sus vidas.
El Poema dice que Ramsés recibió las felicitaciones de todos por su coraje y arrojo
personal en la batalla, y que luego se retiró a su tienda y se sentó en su trono a
"meditar lúgubremente".
Por la mañana del día 11, Ramsés hizo formar a las tropas de los Cuerpos de Amón y
P´Ra en una fila frente a sí. Haciendo comparecer a los dignatarios hititas capturados
para que presenciaran los acontecimientos, el faraón —tal vez personalmente— llevó
a cabo el primer antecedente histórico del castigo que más tarde los romanos
llamarían "diezmo": contando de diez en diez a sus soldados, ejecutó a cada décimo
hombre para escarmiento y ejemplo de los demás. El Poema lo describe en primera
persona: "Mi Majestad se puso ante ellos, los conté y los maté uno a uno, frente a mis
caballos se derrumbaron y quedaron cada uno donde había caído, ahogándose en su
propia sangre...".
Si bien no puede decirse que las tropas de Amón y P´Ra hayan combatido con
cobardía —recuérdense que las columnas en marcha fueron sorprendidas por una
fuerza de carros que, según la inteligencia del propio Ramsés no debía estar allí, y
que, además, salió de un lugar fuera de la vista—, hoy se cree que se los castigó por
haber violado la relación paterno-filial que se suponía debían mantener con su señor.
Además, es muy posible que tal escarmiento sirviera a los fines tácticos del faraón.
Los amigos y parientes de Muwatalli fueron, como se dijo, obligados a presenciar la
carnicería, y luego, liberados, corrieron a llevar a su señor las noticias del salvajismo
de los egipcios para con sus propias tropas. Este fue, sin dudas, uno de los factores
que impulsó a los hititas a firmar el armisticio más tarde ese mismo día.
Final de la batalla[editar]
Liberados los prisioneros hititas de alto rango, la línea de acción de Muwatalli quedó
muy clara. La principal fuerza ofensiva de su ejército —los carros— había sido
destruida, y, asimismo, muchos jefes y dignatarios habían muerto en el ataque de los
ne´arin.
No había podido explotar la ventaja táctica de haber llegado primero al campo de
batalla al ser obligado a combatir prematuramente tras el encuentro fortuito de sus
carros con la columna egipcia, por lo que estaba claro que la batalla se había perdido.
Ramsés tenía, en cambio, dos cuerpos de ejército frescos y completos, y los
sobrevivientes de los otros dos fuertemente motivados por las ejecuciones sumarias
que acababan de presenciar.
Sin embargo, las fuerzas egipcias de Ptah, Sutekh y ne´arin no eran suficientes para
mantener la hegemonía egipcia en la región, y el rey hitita se dio cuenta de ello. Los
deseos de Ramsés de sostenerse como potencia reteniendo Qadesh acababan de
esfumarse y, en esas condiciones de derrota táctica y posible empate técnico
estratégico, lo mejor era solicitar un armisticio. Qadesh quedaba en manos egipcias,
pero era imposible que Ramsés pudiera quedarse allí para cuidarla. Debería regresar
a Egipto para lamerse las heridas de sus grandes pérdidas y ello representaría la
restauración del dominio hitita sobre Siria.
Por lo tanto, Muwatalli envió una embajada a solicitar la tregua y Ramsés, al aceptarla,
reveló a los egipcios una debilidad que se confirmaría por los hechos posteriores.

Consecuencias[editar]

Tablilla de barro con el tratado firmado entre Hattusili y Ramsés. Versión encontrada en
Bogazköy (Museo de Estambúl).

Al proponer el inmediato cese del fuego, Muwatalli demostró su gran inteligencia. El


armisticio le permitió ahorrar pérdidas, ya que poco después de Qadesh debió enviar
los restos remanentes de su ejército a sofocar diversas rebeliones en otras partes de
su imperio.
Ramsés y su ejército retornaron cabizbajos a Egipto, abucheados y silbados
despreciativamente por cada poblado que atravesaban. Para mayor humillación, las
tropas hititas siguieron a los egipcios hasta el Nilo a pocas millas de distancia, dando
toda la impresión de que escoltaban a un ejército derrotado y cautivo.
La humillación de los supuestamente "victoriosos" soldados egipcios fue tan grande
que todas las partes de Siria que quedaron bajo su dominio tras Qadesh se rebelaron
contra el faraón (algunas de ellas incluso antes de que el ejército pasara por allí en su
marcha hacia Pi-Ramsés). Todas ellas buscaron el cobijo hitita y quedaron bajo su
órbita durante muchos años.
Si bien Egipto recuperó estas regiones más tarde, necesitó varias décadas para
conseguirlo.
Inmediatamente tras Qadesh, siguió una larguísima guerra fría entre las dos potencias,
una especie de equilibrio inestable que concluyó dieciséis años después con la firma
del célebre Tratado de Qadesh.
El Tratado de Qadesh —primer convenio de paz de la historia y que se encuentra
perfectamente conservado, ya que una de sus versiones se escribió en la lengua
diplomática de la época, el acadio (la otra en jeroglífico egipcio), sobre láminas de
plata—, describe minuciosamente las nuevas fronteras entre ambos imperios. Sigue
con el juramento de ambos reyes de no volver a luchar entre sí, y culmina con la
definitiva y perpetua renuncia de Ramsés a Qadesh, Amurru, el valle del Eleuteros y
todas las tierras circundantes al río Orontes y sus tributarios.
A pesar de las graves pérdidas humanas sufridas en Qadesh, por lo tanto, la victoria
final fue para los hititas.
Más tarde, concretamente en el año 34 del reinado de Ramsés, el faraón y el rey hitita
sellaron y consolidaron el estado de cosas establecido en el Tratado mediante lazos
de sangre: el hermano de Muwatalli y nuevo rey Hattusili III envió a su hija para que se
casara con el faraón. Ramsés II tenía 50 años de edad cuando recibió a su
jovencísima esposa, y tan contento quedó con el obsequio que la nombró reina, bajo el
nombre egipcio de Maat-Hor-Nefru-Re. De esta forma, algunos de los hijos y nietos de
Ramsés II fueron nietos y bisnietos de su gran enemigo, el rey Muwatalli de Hatti,
aunque, según se cree, ninguno de ellos llegó al trono real.
A partir de Qadesh, Egipto y Hatti permanecieron en paz durante aproximadamente
110 años, hasta que en 1190 a. C. Hatti fue completamente destruido por los llamados
"Pueblos del Mar".

Visita al campo de batalla[editar]


El campo de batalla se puede visitar hoy. El promontorio sobre el que se encontraba la
ciudadela de Qadesh se llama hoy Tell Nebi Mend y se puede visitar. El estado de
conservación de las ruinas y la recreación del ambiente son bastante malos, aunque
no es difícil llegar a él desde Damasco.
Sin embargo, la visita no está, hoy en día, justificada. Aunque se han desenterrado
varios artefactos asirios, las excavaciones arqueológicas están prohibidas debido a la
existencia de una tumba de un santo musulmán y una mezquita precisamente sobre la
cima del promontorio y varios otros sepulcros árabes en el campo de batalla.

Controversias y puntos oscuros[editar]


Sobre la fecha de la batalla[editar]
Todas las fuentes coinciden en afirmar que la batalla comenzó "en el día noveno del
tercer mes del verano del año quinto del reinado de Ramsés". Esto sitúa el combate
alrededor del 27 de mayo de 1274 a. C. si el año de coronación de Ramses II acaeció
en 1279 a. C.
Aunque se ha afirmado que el conflicto ocurrió entre 1274 y 1275 a. C., hay estudiosos
que estiman que ocurrió en 1270 a. C. o incluso en 1265 a. C., aunque algunas
fuentes modernas, por ejemplo, Healy (1995), datan la batalla en 1300 a. C., pero
muchos egiptólogos y estudiosos, tales como Helck, von Beckerath, Ian
Shaw, Kenneth Kitchen, Krauss y Málek, estiman que Ramsés II gobernó unos 66
años, de ca. 1279 a 1213 a. C., situando la fecha en torno al año 1274 a. C.
Sobre las trayectorias de los ejércitos egipcios [editar]
Mucho se ha escrito acerca del supuesto "error" de Ramsés II al enviar los cuatro
ejércitos por distintos caminos, y se ha imputado a esta decisión el cuasidesastre
sufrido por los dos primeros al ser sorprendidos por los carros hititas en el primer día
de la batalla.
Sin embargo, existen fuertes razones militares para que el faraón lo hiciera de esta
forma, y las principales consisten en el tamaño de sus ejércitos y la aridez del terreno
a recorrer. Estas dos circunstancias convertían en un gran problema la logística de
suministros para las tropas. Se trataba de recorrer desde Egipto unos 800 km al norte,
atravesando Canaán, hasta llegar a la Siria Central.
Si bien "la estación en que los reyes van a la guerra" (época en que se pactaban las
guerras) estaba claramente circunscrita al período posterior a las cosechas de trigo y
cebada para dar tiempo a los estados vasallos a que acopiaran grandes cantidades de
alimentos para el ejército que llegaría luego, una vez abandonado el territorio amigo
los cuerpos de ejército hubiesen quedado librados a sus propios medios. La única
forma de transportar los suministros hubiese sido la formación de enormes convoyes
de carretas de bueyes, de una lentitud tal que hubiesen retrasado a la fuerza entera
durante meses y meses.
Cada ejército debía, pues, una vez traspuestos los límites del imperio, abastecerse a
sí mismo mediante la requisa de alimentos de los vasallos del enemigo. Solo de esa
forma pudieron los egipcios llegar al campo de batalla en buenas condiciones físicas y
morales.
Si Ramsés hubiese enviado los cuatro cuerpos por la misma ruta, el Segundo hubiese
encontrado, en un punto dado, solo la devastación producida por las necesidades del
Primero. Tras él vendría el Tercero, hallando aún menos alimentos, y es muy probable
que los soldados del Cuarto se hubiesen muerto de hambre. Ramsés no deseaba
luchar solo con un cuerpo de ejército bien alimentado y otros tres débiles y al borde de
la inanición, por lo que diseñó cuatro rutas de aproximación paralelas de modo que
cada cuerpo nunca encontrase a su frente la gran carestía producida por el que lo
precediera.
Sobre la duración de la batalla[editar]
La única referencia a fechas concretas mencionada en fuentes antiguas es la
del Poema, que ubica el campamento de Ramsés al sur de Qadesh en la mañana del
día 9. Después no hay ninguna otra indicación cronológica, lo que ha llevado a los
historiadores clásicos a suponer que todo ocurrió ese mismo día 9.
Esto es altamente improbable, y el principal obstáculo consiste en que las fuentes
mencionan los vadeos del río como si se tratase de algo que se pudo realizar en
lapsos bastante breves.
La geología y la hidrología han demostrado que el ancho, la profundidad y el caudal
del Orontes no han cambiado sustancialmente en los últimos miles de años, por lo que
las dificultades que se encuentran hoy para vadearlo no tienen por qué haber sido
menores en tiempos de la batalla.
Se han hecho experiencias para reproducir el cruce del río por los lugares por donde lo
vadearon Amón primero y los hititas más tarde. Se utilizaron carros árabes modernos
tirados por asnos, que tienen ruedas de más o menos el mismo tamaño que los
vehículos que nos ocupan, y se ha visto que, apenas abandonada la orilla, el agua
llega hasta más arriba de los ejes. De esta observación surge la afirmación de que el
ejército egipcio (4.000 infantes y más de 500 carros de guerra, sin contar los de
suministros) tuvieron que tardar hasta la caída de la tarde del día 9. Los espías fueron
capturados después, torturados, interrogados y liberados aún más tarde, por lo que, si
se quiere justificar el ataque hitita una vez que su rey tuvo los datos, toda la batalla de
Qadesh ocurrió en noche cerrada.
Pero ni siquiera esta suposición considera que los hititas también tuvieron que cruzar
el río en sentido opuesto. Ya no se trata de un solo cuerpo de ejército, sino de la fuerza
completa, compuesta por más de 3.500 carros y 40.000 hombres. Aparte de la
circunstancia imposible de que esa enorme masa de gente esperara pacientemente
todo el día, bajo el tremendo sol del verano sirio, a que los egipcios llegaran, sólo para
tener que cruzar un ancho río en la oscuridad de la noche. Los que opinan así no
tienen en cuenta que el cruce hubiese llevado toda la noche y más de la mitad de la
mañana. Aparte de los muertos, ahogados y carros perdidos durante el cruce, los
egipcios los hubieran sorprendido aún cruzando al amanecer, y posiblemente los
hubiesen masacrado a pesar de la superioridad numérica hitita.
Es por ello que la teoría actual afirma que el ataque hitita se produjo durante el día
siguiente, 10, y no por la noche del 9.
Disputa sobre la sorpresa del ataque hitita[editar]
Es razonable suponer que por la noche del día 9, Muwatalli conocía la situación del
campamento de Ramsés pero no cuántos soldados albergaba, e indudablemente no
tenía forma de saber que el Cuerpo de P´Ra se aproximaba desde el sur, porque
incluso la columna de polvo que levantaba éste en su marcha quedaba oculta por la
colina de Qadesh a los ojos de su propio puesto de mando y por supuesto a los de los
vigías apostados en las murallas de Qadesh la Vieja.
Si bien su ejército estaba fresco y alerta, existen muy buenas razones para suponer
que ni el hitita ni el faraón tenían previsto comenzar una batalla total al amanecer del
día siguiente. No habían concluido el estricto protocolo que gobernaba las batallas de
aquel tiempo, procedimiento ineludible que debía llevarse a cabo antes de entrar en
combate y que incluía intercambio de delegaciones diplomáticas, parlamentos, toma
de declaraciones por los escribas, etc.
Si bien ésta era la primera vez que el joven Ramsés entraba en batalla, y por lo tanto
no sabemos cómo se hubiese conducido con anterioridad, sí consta que Muwatalli
siempre había cumplido con una legalidad extrema los protocolos de la guerra. En
todas sus intervenciones anteriores había acampado primero, parlamentado y atacado
luego de común acuerdo con su enemigo. De hecho, los hititas nunca utilizaban
el factor sorpresa, lo que consideraban deshonroso y digno de cobardes. Veían el
ataque sorpresivo contra un enemigo desprevenido como una ventaja ilegítima. Las
fuentes hititas consideran a Muwatalli como un gran jefe y un preclaro estratega,
lauros que no hubiese obtenido de haber atacado por sorpresa al Cuerpo de P´Ra.
Los que afirman que la intención del rey hitita fue destruir a P´Ra olvidan que no lo
logró, porque gran parte de las tropas sobrevivientes lograron llegar al campamento de
Ramsés y es posible que muchas otras (las de retaguardia) hayan retrocedido para
buscar la protección de Ptah. Para destruir a P´Ra necesariamente debió enviar a la
infantería junto con los carros —cosa que no hizo— y por cierto que, al atravesar la
columna egipcia, los tripulantes debieron haber girado en redondo y volver a atacar a
los sobrevivientes. No hicieron tal cosa. Girando en una amplia curva hacia el norte, se
dirigieron al campamento de Ramsés.
La teoría actual indica que Muwatalli no envió a sus carros a atacar a P´Ra porque,
como primera consideración, ni siquiera sabía que el ejército pasaba por allí. Los envió
a reconocer el terreno y el campamento de Ramsés, que era la verdadera utilización
táctica que se daba a una fuerza de carros carente de infantería. Es por ello que, hoy
en día, se piensa que egipcios e hititas no deseaban entablar combate ese día. Los
carros de Hatti cruzaron en efecto el río Al Mukadiyah y, al salir de la línea de árboles,
se dieron de manos a boca con las columnas de P´Ra que marchaban frente a ellos.
Ante esta sorpresa, no tuvieron más remedio que avasallarlas y, sin volver para
destruir completamente a su enemigo, se dirigieron, una vez atravesado el obstáculo,
al campamento del faraón que, como queda dicho, siempre había sido su verdadero
objetivo.
El inicio de las hostilidades el día 10 se considera hoy, pues, fruto de una casualidad
imponderable y no decisión de los mandos enfrentados. Así, puede afirmarse que una
simple expedición hitita de reconocimiento forzó a los egipcios a presentar una batalla
para la cual ninguno de los contendientes estaba preparado.
Identidad de los ne´arin[editar]
El hecho de que tanto el Poema como el Boletín hablen sólo vagamente sobre la
posición del Cuerpo de Sutekh y las controversias sobre el significado exacto del
término ne´arin ha llevado a los especialistas a preguntarse dónde estaba
exactamente uno y quiénes eran los otros.
Más allá de los innegables hechos de que el rey hitita lanzó el ataque de su séquito
personal para descongestionar la situación de sus carros en el llano y que esto tomó
completamente por sorpresa a los egipcios, también fue un impensado golpe de mala
suerte que los ne´arin llegaran desde el norte en ese preciso momento y lo
destruyeran.
Lo que sí es claro es que Muwatalli ignoraba completamente su existencia. La
llegada de tropas frescas desde el norte le tomó completamente por sorpresa.
El significado de la palabra ne´arin no está clara ni siquiera hoy: si bien las fuentes
creen que se trataba de unidades amorreas, también es posible que fueran cananeas,
que se tratase de un cuerpo de élite formado por los mejores soldados de los cuatro
cuerpos o que simplemente fuera un nombre, título o apodo para el Cuerpo de Sutekh,
al que Ramsés habría enviado cautelosamente al norte previendo una situación similar
a la que ocurrió.
Otra hipótesis más moderna nombra a dicha unidad como Naharina, curiosamente el
nombre que los egipcios daban a Mitanni.
¿Batalla o ejecución masiva?[editar]
Hasta hace pocos años, la ejecución masiva del 10% de los sobrevivientes egipcios de
los cuerpos de P´Ra y Amón (aproximadamente un 5% del total del ejército) fue
interpretada como una reanudación del combate el día 11. Ello no fue así.
La clave se encuentra en la terminología del Poema y del Boletín: durante toda la
extensión de los textos se llama a los hititas "el Venido de Hatti", mientras que a las
víctimas de los sucesos del día 11 se las nombra simplemente como "rebeldes",
utilizando el mismo término que se usaba para designar a un niño escapado de su
hogar. Es por ello que sabemos que el escriba se refiere en realidad a los soldados
sobrevivientes que, con su supuesta cobardía y falta de moral, habían destruido la
relación amorosa que su divino padre siempre había tenido con ellos.

Cronología[editar]
NOTA: Como se ha explicado arriba, este artículo utiliza la cronología de la teoría
moderna, liderada por la Universidad de Cambridge. Fuentes más clásicas fechan la
batalla en años más recientes, llegando incluso a 1275 a. C.

 Hacia 1674 a. C.: Los hicsos invaden y capturan el Bajo Egipto y someten a
vasallaje al resto del país, haciendo de Avaris su capital.
 1570 a. C.: Amosis I es nombrado faraón, establece la Dinastía Tebana (XVIII) y
lucha con los hicsos en la llamada "Guerra de Liberación Egipcia".
 Aproximadamente 1565 a. C.: Egipto expulsa y destruye a los hicsos,
convirtiéndose de facto en propietario de Canaán y todo el Oriente Medio hasta el
río Éufrates.
 Entre 1546 y 1526 a. C.: Guerra Siria de Amenofis I.
 Hacia 1525-1512 a. C.: Primer ataque de Tutmosis I contra las fuerzas mittanas en
Siria. Su ejército coloca un mojón o estela a orillas del Éufrates para indicar la
frontera extrema septentrional del Imperio Nuevo.
 1482-1450 a. C.: Campaña de Amenofis II contra el norte de Siria y Canaán, en un
intento de imponer las leyes egipcias en la región. Le cuesta diecisiete
expediciones e innumerables bajas, hasta invadir en el año 33 de su reinado el
propio Mittani. La derrota mittana le granjea honores y prestigio, pero el vencido
renace incluso en vida del faraón, que no puede sino esperar que, a su muerte,
sus sucesores sean capaces de recuperarlo.
 Hacia 1450-1425 a. C.: Amenofis II pretende recuperar el dominio egipcio sobre
Mittani, pero es humillado. Un renacimiento del poderío militar hitita provoca
conversaciones entre las dos potencias, ya que tanto el faraón como el rey de
Hatti pretenden subyugar a la díscola región.
 1425-1417 a. C.: Tutmosis IV firma un tratado con Mittani, que permite, por primera
vez, una delimitación topográficamente exacta de las fronteras entre los imperios
en el norte de Siria. Egipto modifica sus leyes para considerar a estos límites sus
verdaderas fronteras asiáticas. Siguen a la firma del acuerdo dos generaciones
completas de paz, las primeras en dos siglos y medio.

Batalla de Qarqar
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Batalla de Qarqar

Expansión asiria
Fecha 853 a. C.

Lugar Qarqar a orillas del río Orontes, actual Siria.

35°44′34″N 36°19′50″ECoordenadas:
Coordenadas
35°44′34″N 36°19′50″E (mapa)

Casus belli Defensa de los territorios de la coalición ante


la amenaza asiria.

Resultado Indeciso.
Beligerantes
Reino arameo de Damasco Asiria
Reino de Israel
Hamath
Amonitas
Fenicios
Irqnata
Ke
Usanata
Arvad
Muzri
Árabes

Comandantes
Ben-Hadad II Salmanasar III
Acab

Fuerzas en combate
60.000 infantes 50.000 a 70.000 infantes
3.940 carros 5.000 a 8.000 jinetes
1.500 a 2.000 carros

Bajas
Según Salmanasar III fueron Desconocidas
14.000

[editar datos en Wikidata]

La Batalla de Qarqar o Batalla de Karkar se libró en el 853 a. C. cuando el ejército asirio,


dirigido por el rey Salmanasar III, se encontró con un ejército aliado de 12 reyes (coalición
de pequeños reinos de Siria e Israel) en Qarqar, dirigido por el rey
de Damasco Hadadezer (también llamado Hadad-idri e identificado como el monarca
bíblico Ben-Hadad II) y Acab, rey de Israel.

Índice

 1Egipto
 2Número de tropas de cada una de las fuerzas aliadas

 3La batalla

 4Resultado

 5Los aliados después de la guerra

 6Los asirios en la postguerra

 7Véase también

 8Referencias

Egipto[editar]
Artículo principal: Osorkon II

En 853 a. C., Osorkon II envío un contingente de mil mercenarios egipcios para prestar
ayuda a esta alianza y a Ben-Hadad II, el rey de Siria, con el fin de frenar la progresión
asiria. El combate tiene lugar en el valle del Orontes cerca del pueblo de Karkar. Esto
señala una nueva fase de la política exterior egipcia: la de apoyo a los reinos sirio-
palestinos. Egipto gracias a esta alianza con los hebreos y sirios, va a resistir a los
ejércitos asirios de Salmanasar III. Los reinos sirio-palestinos van a constituir en adelante
la última defensa que protege a Egipto de la invasión Asiria.

Número de tropas de cada una de las fuerzas aliadas [editar]


La inscripción de Salmanasar describe detalladamente las fuerzas de sus enemigos:

1. El rey Hadadezer comandó 1.200 carros, 1.200 jinetes y 20.000 soldados de a pie;
2. El rey Iruleni de Hamath comandó 700 carros, 700 jinetes y 10.000 soldados de a
pie;
3. El rey Ajab de Israel envió 2.000 carros y 10.000 soldados de a pie;
4. La tierra de KUR Gu-a-a (posiblemente identificada con Que - Cilicia) envió 500
soldados;
5. La tierra de KUR Mu-us-ra- (identificada como Egipto o Cilicia) envió 1.000
soldados;
6. La tierra de Arwad envió 200 soldados.

Estos números bien pudieron ser exagerados por los cronistas asirios para ensalzar su
triunfo sobre la coalición.

La batalla[editar]
Se tiene la certeza de que el combate tuvo lugar en el año de 853 a.C., debido a que en
otra inscripción asiria se tiene registrado, para la misma fecha, un eclipse de sol. El cual,
se calcula que ocurrió con exactitud en el año en cuestión.
Los asirios avanzaron cruzando los ríos Tigris y Éufrates, y llegaron a Anatolia y a Siria,
donde hicieron tributarios a los reyes de Karkemish y Alepo. En este momento el Reino
Arameo de Damasco, bajo el reinado de Ben-Hadad II (llamado Hadad-idri en los
documentos asirios), sugirió a los reinos vecinos que se unieran contra el avance asirio, e
incluso llegó a unirse con el rey Acab (llamado Ahabbu en los documentos asirios), el cual
lo había derrotado hace poco más de dos años en dos batallas. Así se formó la coalición
de reyes de Siria e Israel. Los reyes eran Ben-Hadad II, que aportó 1.200 carros, 1.200
jinetes y 20.000 soldados de infantería. Acab el israelita (Ahabbu mat Syri'la) trajo 10.000
infantes, 2.000 carros y 2.000 jinetes. Entre los otros reyes figuraban los
de Hamath, Muzri, Amón, Arvad, Usanata, Irqnata, Tiro (o mejor dicho de los fenicios), Ke
y los de dos reinos árabes, quienes hicieron aportes menores. En total sumaban 60.000
soldados y 3.940 carros de guerra.
Esta batalla es famosa debido a tener un mayor número de combatientes que en cualquier
batalla anterior y por ser la primera aparición de algunos pueblos en la historia, como los
árabes. El evento fue registrado en la Estela de Kurkh. La antigua ciudad de Karkar donde
ocurrió la batalla es identificada como el moderno sitio arqueológico de Dile Qarqur.
De acuerdo con una inscripción posterior erigida por Salmanasar III, que había comenzado
su campaña anual, dejando a Nínive el día 14 de Aiaru. Cruzó el Tigris y el Éufrates sin
ningún problema y recibió tributo de varias ciudades a lo largo del camino,
incluyendo Alepo. Tras pasar Alepo, encontró por primera vez resistencia en las tropas de
Iruleni, rey de Hamath, al que derrotó totalmente y saqueó los palacios y las ciudades de
Hamath.
Después de irse de Karkar, encontró a las fuerzas aliadas de Israel y Siria cerca del río
Orontes.

Resultado[editar]
Salmanasar se jacta de haber causado 14.000 bajas al Ejército aliado, la captura de un
sinnúmero de carros y caballos, y describe el daño que infligió a sus adversarios de forma
detallada. Sin embargo, las inscripciones reales de este período son notoriamente poco
fiables y nunca reconocen directamente las derrotas, y algunas veces reclaman victorias
obtenidas por los antepasados o predecesores. Si Salmanasar hubiera vencido claramente
en Karkar, no respondió de inmediato con otras conquistas en Siria. Los registros asirios
dejan claro que hizo varias campañas más en la región durante la década siguiente, con la
participación de Hadad-ezer 6 veces, que fue apoyada por Iruleni de Hamath al menos dos
veces. Los oponentes de Salmanasar se aferraron a sus tronos después de esta batalla:
aunque Acab de Israel murió poco después en una batalla sin relación; Hadad-ezer se
mantuvo en su trono hasta el 841 a. C.
Según Salmanasar III, obtuvo una victoria abrumadora, en la cual cayeron 14.000
hombres, pero Salmanasar regresó rápidamente a Asiria, lo que hace creer que sufrió un
revés en la batalla. Además, si fue un triunfo, fue sólo pasajero o de menor importancia, ya
que no pudo quebrantar la resistencia de la liga ni ocupar sus territorios por lo menos
hasta la época de Hazael. Aparte de que los asirios no añadían derrotas o fracasos en sus
inscripciones.
La batalla también es muy importante porque en ella se comprueba la existencia de
personajes bíblicos, como Acab y como Ben-Hadad II, aporta conocimientos sobre el
poderío que estos dos reyes tenían en aquel momento y también permite hacer el
sincronismo más antiguo entre historia bíblica y secular.

Los aliados después de la guerra[editar]


Los dos reinos más poderosos de los aliados eran el Reino Arameo de Damasco y
el Reino de Israel. Estos dos reinos se habían enfrentado hace casi dos años en la Tercera
guerra israelita-aramea, en la cual salió contundentemente vencedor el rey de Israel. Al
final de esta guerra hicieron una declaración de paz y amistad, en la cual Ben-Hadad II se
comprometía a devolverle ciertas ciudades que su padre había quitado a Israel. Esta paz
duraría tres años. A principios del tercer año, ocurrió la Batalla de Qarqar, en la cual estos
dos reinos se unieron para hacer frente a la amenaza común, pero terminado este
conflicto, volvieron a aparecer las hostilidades, indudablemente porque Ben-Hadad II faltó
a su trato. Esto desencadeanaría la Cuarta guerra israelita-aramea, en la cual moriría el
rey Acab y empezaría un largo periodo de saqueos y guerrillas cortas entre los dos
bandos, hasta que Hazael, sucesor de Ben-Hadad II, comenzó a hacer expediciones más
violentas. Los demás aliados no se beneficiaron mucho de la guerra, ya que sólo unos
pocos años después caerían bajo las tropas de Salmanasar III.

Los asirios en la postguerra[editar]


La Batalla de Qarqar se libró en el sexto año de Salmanasar III, el cual disfrutaría un largo
reinado de casi 35 años. Aunque probablemente perdió esta guerra, no se resignó, sino
que siguió intentando conquistar estos territorios. Por esto Salmanasar III es conocido
como el primer gran rey asirio. Desde entonces los reyes locales no pudieron detener el
avance asirio al Mediterráneo. Aunque Salmanasar III no pudo
ocupar Siria ni Israel mientras vivió Ben-Hadad II, sí lo pudo hacer en el reinado de su
sucesor y asesino Hazael, puesto que éste comenzó a oprimir a Israel en el reinado de
Jeh, ex general de Acab, el cual fue personalmente a ofrecerle ricos tributos y a hacerse
voluntariamente su vasallo para que atacara a los sirios. Salmanasar III respondió
haciendo vasallos a los arameos. Pero Salmanasar III fue sucedido por reyes débiles que
no pudieron mantener dominada a Siria.

Saqueo de Jerusalén
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Saqueo de Jerusalén. Grabado de Johann Christoph Weigel. 1875.

El saqueo de Jerusalén ocurrió durante el 5º año del reinado de Roboam,1 después del
fallecimiento de su padre2 Salomón. Tal suceso ha sido fechado entre 926 y 917 a. C.
El faraón egipcio Sisac (en hebreo, ‫שישק‬,; egipcio: Sheshonq I) llegó con su ejército —de
60.000 jinetes y 1.200 carros, el cual incluía aliados del Reino de Kush— al Reino de
Judá y después de tomar varias plazas3 llegó a Jerusalén y saqueó el Templo de
Salomón y la casa real llevándose todos los tesoros;4 Roboam reemplazó los vasos que el
faraón tomó y destrozó por otros de bronce. Pese a ello el arca de la alianza no fue llevada
ya que es mencionada durante el reinado de Josías5(ca. 640-609 a. C.)
En el templo de Amón en Tebas (Egipto) se encuentra un bajorrelieve que conmemora las
conquistas de Sheshonq I, figurando todos los pueblos dominados. Entre ellos se
encuentra el de Judá, y se toma como prueba del relato bíblico.

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