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Prefacio..................................................................................................................... 9
I. M E T A F IL O S O F IA Y M E T A C IE N C IA ........................................ 13
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Parte II
SEMANTICA Y EPISTEMOLOGIA
E n la P rim era P arte de este lib ro hem os d iscu tid o el lugar que
ocupa la filo sofía de la cien cia co m o d isciplina d en tro del co n tex to
más general de las d isciplinas filo sóficas y m etacien tíficas, hem os
exam inado la cu estión de cuál es su sen tid o y legitim idad. P o co se
ha d ich o , sin em barg o, acerca de los en foq u es co n creto s que se m an
tienen, o pueden m antenerse, d en tro de la actual filo so fía de la cien
cia, si exceptu am os el rech azo exp lícito y d irecto de un n om in alism o
o h isto ricism o extrem os, que harían la filo so fía de la cien cia sim p le
m ente im p osible (al igual que cu alq u ier o tro estudio teó rico de los
fenóm enos cu ltu rales). E n p rin cip io , co n la u b icació n y legitim ación
de la filo so fía de la ciencia que se han d efend ido hasta aquí son
com patibles la inm ensa m ay o ría de propuestas, escuelas y corrien tes
m etateóricas existen tes en el m ercad o. T o d a s ellas pueden p ro d u cir
espléndidas «ob ras de arte» m etateóricas. E llo no im plica, claro está,
que no pueda aportarse o tro tip o de argu m entos, más «internos» a
la disciplina p o r así d ecir, que lleven co n sig o una u lterio r selección
de las m etateorías existen tes según su m a y o r o m en or grado de plau-
sibilidad, según las d ificultad es lógicas y m etod o lóg icas co n que tr o
piezan, y so b re to d o según los fines co n c reto s que persegu im os con
ellas, de m o d o que pau latinam ente pod am os ir acercánd onos al en-
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Semántica y epistemología 107
U n a tesis filo só fica siem pre resulta cand ente cu ando intentam os
b ajar de las alturas del pensam ien to p u ro y aplicarla a la praxis. Esta
últim a no tiene p o r qué co n sistir necesariam ente en orientaciones
generales para la acción p o lítica, co m o se entiende a m enudo la pa
labra «p raxis»; puede tratarse tam bién de praxis cien tífica en un sen
tido estricto . E n este caso, la teoría filo só fica abstracta se convierte
en una m etod o log ía co n creta para una ram a cien tífica. E ste parece
ser ju stam ente el envidiable destino de una tesis que, si bien revela
p o seer sus raíces en la A n tigü ed ad , tan sólo en nuestra época se ha
con v ertid o en un program a m eto d o ló g ico digno de tom arse en serio:
me refiero al relativism o ep istem o ló g ico . U n a parte m uy considera
ble de los p ractican tes de toda una d isciplina cien tífica que ha que
dado firm em ente establecid a en las últim as décadas, a saber, los es
tudios sob re la cien cia, y en particu lar la ram a de este cam po general
que se suele designar co m o « sociolog ía de la cien cia», ha suscrito el
* relativism o ep istem o ló g ico co m o su p rin cip io m eto d o ló g ico básico.
A lgun os de estos autores inclu so han intentad o d esarrollar argum en
tos detallados en favor del relativism o y p o lem izar co n tra adversa
rios reales o p o ten ciales. A q u ello s filó so fo s que se lam entan con
frecu encia del escaso eco que sus tesis encuentran en el m undo ex-
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Las incoherencias del relativismo 111
A veces se le aplica a esta o rien ta ció n m etod o lóg ica tam bién la de
nom in ación «con stru ctiv ism o social», o sim plem ente «constructivis
m o », dado que defiende exp lícitam en te la tesis de que todos los
con cep tos sem án tico -ep istém ico s están con stru id o s social o cultural
m ente. E sta últim a d en om in ació n , sin em bargo, es algo confundente,
dado que b ajo el ep íteto «co n stru ctiv ism o » se subsum en también
o tro s enfoques m eto d o ló g ico s, p o r ejem p lo , en filo so fía de las ma
tem áticas, que no tienen nada que ver con la p o sició n de la que
tratam os aquí.
D e n tro de la historia m ilenaria del relativ ism o, su versión socio-
epistém ica representa sin duda su m anifestación característica del si
glo X X . Es cierto que en con tram os indicios de un relativism o cultu
ral, en particu lar p o r lo que respecta a cu estiones éticas, ya en la
A ntigü ed ad , p o r ejem p lo, en el caso de Sexto E m p íric o , quien in
tenta en los Hypotyposes aducir argu m entos en fav or del escepticis
m o partiendo de la con statació n de que pueblos diversos poseen
op iniones colectivas diversas. Sin em bargo, tan sólo al constituirse
la etnología y la sociolog ía co m o d iciplinas cien tíficas, alcanzó el
relativism o cu ltu ral su form a sistem ática y se p erfiló claram ente so
bre el trasfo n d o de con cep cio n es relativistas generales. E n la tradi
ción filo só fica, el h om bre del que se habla en el dictum protagórico
co m o p o rtad or de criterio s ep istém icos, se in terpreta norm alm ente
co m o un individuo (P rotág oras m ism o, N ap oleón o quien sea) o
bien, por o tro lado, co m o el género h u m ano e n tero , es decir, la
especie anim al homo sapiens. B a jo la prim era in terp reta ció n , el rela
tivism o ep istem o ló g ico no es otra cosa que so lip sism o ; b a jo la se
gunda, se con v ierte en una fo rm a de a n tro p o lo g ism o . E s sin tom ático
que Edm und H u sserl, en el p rim er to m o de sus Investigaciones Ló
gicas publicadas en 1900, d iferenciara y atacara só lo estas dos con
cep ciones del relativism o d en tro del co n te x to de la crítica general al
p sicolo gism o . A la prim era versión la d en om in ó él «relativism o in
dividual», a la segunda «relativism o esp ecífico» 2. P arece que a H u s
serl m ism o no se le o cu rrió que pudiera haber una tercera form a de
relativism o ep istem o ló g ico , cuyas unidades de referen cia se hallaran
ancladas en algún lugar entre el individuo particu lar y la especie.
P ero precisam ente tales entidades sociales in term edias, generalm ente
llamadas «cu ltu ras», son , de acuerdo al relativism o socio-ep istém ico ,
los verdaderos portad ores de criterio s ep istém icos. Q u iz á s pensara
2 C f. Husserl [1 9 0 0 ], p. 122.
Las incoherencias del relativismo 113
Husserl que un relativism o cu ltu ral debe ser necesariam ente red uci-
ble ya sea a su p red ecesor individual o bien al relativism o a n tro p o -
logista, y que p o r esta razón estaba de más un tratam ien to particu lar
de esta form a interm edia de relativism o. Sin em bargo, esto no es
para nada eviden te: los argum entos que hablan en favor o en con tra
de tom ar las culturas co m o pu ntos de referencia o portad ores de
criterios ep istém icos, revelan sin duda p oseer sem ejanzas de fam ilia
con los argum entos que hablan en favor o en co n tra de las versiones
más antiguas de relativ ism o, p ero son al m enos en parte indepen
dientes de estos últim os.
La tesis básica del relativism o so cio -e p istém ico es pues que el
saber está to talm en te d eterm in ad o cu ltu ralm en te, y p o r lo tan to so
cialm ente. Sin em barg o, d ebem os precisar esta fo rm u la ció n , pues en
la presente fo rm a es am bigua. E n efe cto , ella puede interp retarse de
por lo m enos dos m aneras d istintas. B a jo una in terp retación , puede
significar que aquello que los seres hu m anos creen saber o c o n o cer,
o aquello que consid eran verd ad ero, aparece de m anera d istinta se
gún las co n d icio n es cu ltu rales b ajo las cuales viven d ichos seres h u
manos. A esta tesis la p od em os fo rm u lar de m anera más precisa de
la siguiente m anera:
Dado que las form as cu ltu rales cam bian m u cho según su lo caliza
ción en el espacio y en el tiem p o, se desprende inm ediatam ente de
la tesis ( T i ) que aquello que los seres hum anos tom an p o r c o n o c i
m iento cam biará tam bién en gran m edida según el d om in io esp acio-
tem poral en que ellos se en cu en tren . E sta aserción m e parece ser
verdadera pero al m ism o tiem p o banal. B asta con que abram os un
libro de texto so b re astrofísica de la actualidad y el Popol Vuh> para
constatar que aquello que d iferentes grupos culturales han tom ad o
com o co n o cim ie n to acerca de las propiedades de los cu erp os celes
tes, puede divergir de m anera extrem a de un caso a o tro . Si to d o lo
que el relativism o so cio -e p istém ico afirm ara fuera esto , entonces se
ría ciertam en te una co n cep ció n m uy razo n able, pero tam bién m uy
aburrida p o r trivial. E l relativism o se vuelve más interesan te cuando
afirm a la tesis m u ch o más fu erte:
D e ello se desprende evidentem ente que aquello que sea el con o ci
m ien to va a ser diferente según la región esp acio -tem p oral conside
rada. D e acuerd o a esto, el saber es una fu n ció n , en sen tid o mate
m ático, de las cu ltu ras. Si cam bian las cu ltu ras, cam bia tam bién el
saber, y no en el sen tid o trivial de que una cu ltu ra sabe más cosas
que o tra, sino en un sen tid o m u cho más fu nd am ental, a saber, que
el m ism o co n ten id o p ro p osicio n al aprehend id o p o r dos culturas di
ferentes será unas veces saber, las otras su p erstició n o falsa creencia.
E s m uy im p ortan te d istinguir co n claridad entre las tesis ( T i ) y
(T 2 ), pues ellas afirm an cosas radicalm ente d istintas. P arece que no
todos los d efensores del relativism o so cio -e p istém ico distinguen ne
tam ente siem pre las dos tesis. A veces parecen q u erer transferir el
alto grado de plausibilidad que efectivam en te posee ( T i ) sin mayor
com en tario a (T 2 ). P ero d ebería estar claro que ninguna inferencia
co rrecta nos con d u ce de ( T i ) a (T 2 ). A lo sum o podríam os aceptar
que ( T i ) sería un «síntom a» para (T 2 ), en caso de que (T 2 ) fuera
válida. E n to d o caso, la validez de (T 2 ) debe investigarse por sí
m ism a independ ientem ente de la validez de ( T i ) .
A d iferencia del caso de ( T i ) , lo que está en la base de (T 2 ) es
la relatividad de las n ocion es de verdad y ju stifica ció n . E sto es jus
tam ente lo que hace de esta tesis una tesis relativista en un sentido
genuino. L o que el relativista so cio -e p istém ico genuino afirm a no es
sólo que los co n ten id os de las creencias de los seres hum anos cam
bian según la cu ltu ra, lo que en sí sería una co n statació n universal
m ente aceptada y banal, sino que los con ten id os de las creencias
verdaderas y justificadas — y esto es ju stam ente lo que es el co n o
cim ien to de acuerdo a su d efinició n clásica — son d istintos según la
cu ltu ra en la que se dan.
E l relativism o expresado en la tesis (T 2 ) no es un h o m b re de paja
que se haya co n stru id o aquí para poder d estru irlo de inm ediato sin
esfu erzo. E s una tesis am pliam ente difundida en la literatu ra de la
sociolog ía de la cien cia. T a m b ién un nú m ero crecien te de historia
dores y filó so fo s de la cien cia se inclinan a fav orecerla. Algunos
inclu so han in tentad o p ro p o rcio n a r buenos argu m entos en favor de
ella y d esacreditar a sus adversarios agobián dolos b a jo los epítetos
de «realistas ing enu os», «racionalistas exagerados», «eurocentristas»
u o tro s calificativos por el estilo. C o n o cid o s so ció lo g o s de la ciencia,
agrupados en el círcu lo de lo s «con stru ctivistas» en sen tid o estrecho,
presuponen (T 2 ) o una fo rm u lación parecida sim plem ente co m o pre
m isa de su trab ajo , e intentan con firm arla m ediante estudios de casos
Las incoherencias del relativismo 115
A im plica n o - A
son relativas, en ton ces esta m ism a afirm ación , en caso de ser verda
dera, es relativa. P o r lo ta n to , a veces será falsa, o sea que tam bién
habrá verdades que no son relativas, sin o absolu tam ente verdaderas.
Por lo tan to, no es verdad que todas las verdades sean relativas. P o r
lo tanto, la afirm ación del relativism o es sim plem ente falsa. E ste ha
sido el esquem a argu m en tativo, aunque con más detalles técn ico s,
que han seguido en la literatu ra reciente sob re el relativism o autores
como Jo rd á n y W ay n e Sm ith en el in ten to de refu tar de m anera
puramente lógica el relativism o individual 10. Si aplicam os lo esencial
de esta argu m entación al caso que aquí nos interesa, el del relativis
mo cu ltu ral, el argu m ento aparecería más o m enos así: Si tod os los
enunciados ju stificad os só lo pueden ser verdaderos relativam ente a
una cultura dada K> en ton ces ese enunciad o m ism o, en caso de estar
justificado, sólo puede ser verdadero relativam ente a una cu ltu ra K\.
Es decir, puede que haya una cu ltu ra K 2 en la cual el enunciad o de
la relatividad cu ltu ral de todas las verdades sea falso.
A h ora b ien, de la in feren cia a n terio r no se desprende ninguna
autocon trad icción . L o ú n ico que se puede in ferir es que, en caso de
que la tesis del relativism o sea verdadera, eventualm ente no será
verdadera en todas las cu ltu ras, sino sólo en algunas, a lo m e jo r sólo
en una. P ero si existe esa cu ltu ra en la que es verdadera, entonces
el relativista ya está salvad o; pues él no afirm a en efecto que su
afirm ación ha de ser verdadera en todas las cu ltu ras, sino sólo que
ella es verdadera en la cu ltu ra a la que él m ism o p erten ece; y esto
es suficiente para que él pueda m an ten er su afirm ación de que todas
las verdades son cu ltu ralm en te relativas. U n relativista prudente sólo
caería en a u to co n tra d icció n en el caso en que preten d iera que su tesis
es una verdad absolu ta. P ero un relativista inteligente evitará ju sta
mente afirm ar esto. L o que él no acepta es precisam en te el co n cep to
de verdad ab so lu ta — ni siquiera para sí m ism o.
P o r lo dem ás, de ello se desprende que un so ció lo g o de la ciencia
relativista que quiera ser con secu en te y ser tom ad o en serio debe
estar d ispuesto a aceptar la relatividad cu ltu ral de su propia d isci
plina. D e lo c o n tra rio , el so ció lo g o de la ciencia tend ría un estatuto
epistém icam ente privilegiado co n resp ecto a o tro s cien tífico s, esta
tuto que le p erm itiría alcanzar una especie de transrelatividad. Q u ien
tomara una p o sició n de este tipo ciertam en te no caería en una c o n
tradicción b u rd a; pues el relativism o so cio -e p istém ico podría d eb i
litarse de tal m anera que su tesis básica fuera la sig u ien te: «Todas
las verdades, excep to las de la so cio lo g ía de la ciencia, son cultural
m ente relativas». D esd e un pu nto de vista ló g ico , este enunciado es
in ob jetab le. Sin em barg o, no lo con sid erarem os m uy satisfactorio
desde un punto de vista m aterial. Sería un ejem p lo de lo que Mauricc
M andelbaum ha caracterizad o co m o la «falacia de la auto-exceptua
ción» n . E s co m o si E pim énid es el cretense hubiera afirm ado: «To
dos los cretenses excep to yo m ism o m ien ten ». E sto , sin duda, no le
habría con d u cid o a la lam osa au to co n trad icció n de los manuales de
filo sofía, pero tam p oco nadie lo habría tom ad o m uy en serio.
En con secu en cia, la gran m ayoría de los actuales sociólog os de
la ciencia relativistas tratan de evitar la (alacia de la auto-exceptua
ción y adm iten de buenas a prim eras, con todas sus consecuencias,
la autorreferencialidad de las propias tesis. N o sólo H esse y Bloor
para el caso del program a de la E scu ela de E d im b u rg o , sino también
otro s so ció lo g o s relativistas, co m o M u lk ay , han establecid o la auto-
rreferencialidad de la sociolog ía relativista de la ciencia incluso ex
plícitam ente co m o p rin cip io m etód ico básico de su tra b a jo 12. De
ahí que sea lícito partir de la prem isa de que un relativista socio-
epistém ico co n secu en te aceptará la validez ilim itada de la tesis (T3),
es d ecir, la aceptará tam bién para las aseveraciones de su propia
disciplina. E n tal caso , co m o he m ostrad o con la contra-argu m enta
ción que acabo de presen tar fren te a las o b je cio n e s del anti-relati-
vista, la relativ ización del co n c ep to de verdad y de ju stifica ció n a las
culturas no cond u ce en ab so lu to a una a u to co n tra d icció n , sino que
solam ente nos obliga a abandonar las versiones absolutas de los con
cep tos sem ánticos en favor de sus versiones relativas.
En el fo n d o , esta con statació n no sólo vale para el relativismo
cu ltu ral, sino tam bién para el relativism o individual. E l p ro p io Hus-
serl, a pesar de su fu erte ataque con tra esta últim a fo rm a de relati
vism o, no argum enta pretend iend o d em ostrar que hay una contra
d icción lógica en el sen tid o habitual en ese relativism o. E n vez de
ello, aporta una o b je c ió n lógica de o tro tip o, que d ebem os tomar
m uy en serio : el relativism o individual no sería ni siquiera contra
d icto rio , sino sim plem ente carente de sen tid o. Pues el sen tid o de una
aseveración presupone, según H u sserl, la validez absolu ta de las le
yes lógicas, tales co m o el p rin cip io de n o -co n tra d icció n . Si el rela
riendo a otra cosa, y toda la d iscu sión se con v ierte en una mera
disputa te rm in o ló g ica ; así lo cree H u sserl p o r lo m en os. D esde un
pu nto de vista fo rm al, esta o b servació n es natu ralm en te correcta. En
efe cto , el co n cep to de verdad p ro p io de una lógica in tu icion ista, por
ejem p lo , es, en rig or, d istin to del co n c ep to de verdad p ro p io de la
lógica clásica. P ero esto no significa que aquí se trate sólo de un
ju ego de palabras y de que sólo uno de los bandos tenga la razón
al hablar de verdad. T o d o s d isponem os de un co n c ep to intuitivo, no
del to d o elu cid ad o, de lo que es la verdad. Y de lo que se trata es
de elucidar de m anera adecuada y fru ctífera d ich o co n c ep to . El re
lativista lo hace ju stam ente de m anera d istinta a co m o lo hace su
adversario, pero quiere apresar la m ism a in tu ició n ; o dicho de ma
nera más exacta: él quiere apresar lo que hay de razonable en dicha
in tu ició n , y d isolver co m o carente de sen tid o la p o rció n irrazonable
en la que todavía cree el «racionalista exagerado».
Form u lad o con m ay o r p recisión , la propuesta del relativista con
siste en exclu ir el pred icad o «x es verdadero» co m o predicado in
servible, y su stitu irlo por el pred icad o «x es verdadero en K» (donde
K es una cu ltu ra). C o n el nuevo predicado d eberem os p o d er operar
con igual soltura en tod os aquellos casos en los que el viejo predi
cado tenía una aplicación razonable. E l resto se elim ina en su calidad
de m etafísica inservible. In clu so podríam os im aginar que un relati
vista lógicam ente bien preparado fuera capaz de elab orar una estruc
tura análoga a la de la sem ántica tarskiana para el nuevo predicado.
La fam osa con v en ció n V de T arsk i aparecería en to n ces, para un len
guaje dado, más o m enos así:
y
(S2) «S es fa ls o -e n -A V v
Puede que esta caracterizació n tan p o co com p rom etid a del con
cep to general de cu ltu ra le sea útil, p o r razones pragm áticas, al an
tro p ó lo g o que trabaja de m anera pu ram ente em pírica, co m o marco
de o rie n ta ció n ; p ero ella sería de m uy poca ayuda para los objetivos
m eto d o ló g ico s y sem án ticos de la d efinició n de un co n c ep to de ver
dad que fu n cio n e. Si nos atenem os estrictam en te a la convención
citada — ¿acaso direm os que el co n c ep to de verdad de la cultura
occid en tal es o tro que el de la cu ltu ra suava, y que este últim o, a su
vez, es d istinto del co n c ep to de verdad al que con d u ce la cultura de
los cam pesinos de la Selva N eg ra alred ed or de 1900? N o s movemos
aquí al borde del rid ícu lo.
H esse, B arn es y los dem ás relativistas so cio -ep istém ico s estable
cen con frecu encia com p aracion es entre los co n ten id o s de las creen
cias de grupos hum anos más o m enos «exó tico s» — tales com o los
indígenas de N ueva G u inea— y aquello que ellos llam an «nuestra
cultura». (B arnes a veces es algo más exacto y habla de la «cultura
b ritán ica».) ¿P ero cuál es esa m isteriosa «cultura nuestra» o «cultura
b ritán ica»? ¿A b arca ella todas las creencias fundam entales de la clase
m edia europea occid en tal, o sólo las de la b ritán ica, o sólo las de los
académ icos de E d im b u rg o ? ¿P erten ecen los punks de los barrios
b ajos de L iv erp ool a la m ism a cu ltu ra que la de los profesores de
les sean los criterio s de identidad para las cu ltu ras, tan to si los de
finim os de m anera precisa co m o im precisa, ellos se establecerán sin
duda en una determ inada cu ltu ra; es d ecir, de acu erd o a la validez
irrestricta de la tesis (T 3 ), su validez será relativa a una cierta cultura
K. E sto significa, a su vez, que la fo rm u lación adecuada y aplicación
válida de los criterio s de identidad para las culturas sólo es posible
cuando uno ya dispone del co n c ep to de cu ltu ra, o sea, cuando uno
ya dispone de los criterio s de identidad buscados. N o s movemos
aquí evidentem ente en un círcu lo vicioso.
D e este círcu lo todavía podría tratar de liberarse el relativista de
una m anera parecida a co m o la sem ántica form al clásica se liberó de
las antinom ias sem ánticas: a saber, d istinguiend o estrictam ente entre
un n iv e l-o b jeto y un m etanivel. E n to n ces, al m etanivel podríamos
form u lar criterio s de identidad para las culturas del n iv e l-o b jeto ; los
criterio s de identidad serían en ton ces relativos a las culturas del me
tanivel (o sea, a las «m etacu ltu ras»), las cuales deberían ser necesa
riam ente entidades distintas de las cu ltu ras a las que se han de aplicar
los criterio s de identidad en c u estió n ; si no lo fueran, entonces vol
veríam os a in cu rrir en el círcu lo m en cion ad o. Para las metaculturas
en cu estión d eberíam os in tro d u cir de nuevo criterio s de identidad
que provend rían , a su vez, de m etam etacu ltu ras, etc. Es decir, lo
m ism o que en el caso del análisis sem ántico clásico de los lenguajes
form ales, necesitaríam os aquí una jerarq u ía p o ten cialm en te infinita
de niveles cu ltu rales.
En to d o ello no se detecta de m o m en to ninguna incoherencia.
N o ob stan te, prescin d ien d o de que esta co n stru cció n form al de ni
veles cu ltu rales aparece co m o una co n stru cció n ad hoc , que por aña
didura chocaría con la aversión de la m ay o ría de so ció lo g o s relati
vistas de la cien cia, los cuales no suelen sim patizar precisam ente con
los m étod os fo rm ales, se presenta aquí una d ificultad más fundamen
tal ante la cual se d errum ba la analogía con el p ro ced im ien to clásico
de T arsk i. R eco rd em o s que el análisis sem ántico clásico del lengua
je -o b je to desde el m etalenguaje sólo es posible porqu e el metalen-
guaje es más rico p or lo que respecta a sus m edios lógicos de ex
presión que el len g u a je -o b je to . E sto significa que to d o lo que puede
decirse en el len g u a je -o b je to , puede trad u cirse tam bién al metalen-
g u aje; la inversa natu ralm en te no vale. E n este sen tid o, el metalen-
guaje con tien e siem pre el len g u a je -o b je to o una trad u cció n del mis
m o. Si el relativista estuviera dispuesto a aplicar la analogía con la
co n stru cció n jerárq u ica de la sem ántica al caso de las cu lturas, de
Las incoherencias del relativismo 125
bería ad m itir que la m etacu ltu ra desde la cual se consid era la cu ltu ra
del n iv e l-o b jeto a fines sem ánticos co n tien e esta últim a co m o caso
particular. La m etacu ltu ra d ebería ser más rica, en un sen tid o exacto ,
que la cu ltu ra -o b je to . La cu estión es, sin em bargo, si un relativista
consecuente puede to lerar una situ ación así. La m etacu ltu ra, en cu an
to que es cu ltu ra tam b ién, no será otra cosa sino una determ inada
entidad h istóricam en te dada, al igual que la cu ltu ra -o b je to , y esa
distinción traería con sig o la con secu en cia de que habría que d em os
trar que una de estas culturas es más rica en con ten id os que la otra.
Para tom ar un ejem p lo c o n c re to : supongam os que nos hu biéram os
planteado la tarea de in d rod u cir un co n cep to relativista de verdad
para la cu ltu ra m aya. D ad o que esta cu ltu ra sin duda no es idéntica
a nuestra propia cu ltu ra, d eberíam os p artir en cu alq u ier caso de la
suposición de que nuestra cu ltu ra posee una priorid ad sem ántica
respecto a la cu ltu ra m aya. D ic h o b rev em en te: nuestra propia cu l
tura d ebería adm itirse co m o una fo rm a su p erior de cu ltu ra. P ero
esto ch oca de fren te con una de las m o tiv acio n es más básicas del
relativismo so cio -e p istém ico , el cual es sabid o que defiende una es
pecie de d em ocracia de cu ltu ras. E n cu alq u ier caso , de aceptar esta
construcción, el relativista B arn es ya no podría d ecir que hay que
concebir a todas las culturas c o m o sistem as concep tu ales equivalentes.
R esu m ien d o: si se quiere evitar el círcu lo vicioso de la aplicación
de la autorreferencialidad relativista a los criterio s de identidad para
culturas sin echar m ano de enun ciad os ab solu tam en te válidos, hay
que in tro d u cir un co n c ep to fo rm al de cu ltu ra, desplegado en niveles
jerárquicos, que n o parece co n c o rd a r de m anera razonable ni con
las intuiciones básicas que poseem os acerca de lo que es una cu ltu ra,
ni tam p oco con la inclin ación cu ltu ral-d em o crática de los relativistas
usuales.
C iertam en te, estas o b je cio n e s no significan un rech azo d efinitivo
de cu alquier p ropuesta de fu n d am entación sem án tico-ep istem o ló g ica
del relativism o so cio -e p istém ico . N o se trataba de d em ostrar que el
programa es lógicam ente im p osible, sino sólo de argüir que d ificu l
tades m etod o lóg icas m uy fundam entales le quitan la plausibilidad
prima facie. C la ro que si el relativista estuviera d ispu esto, en prim er
lugar, a aceptar la validez sin restriccio n es de su propia tesis, es
decir, aceptarla tam bién de m o d o au torreferen cial, en segundo lugar,
indicar criterio s op erativos de identidad para cu ltu ras, en tercer lu
gar, hacer uso de una lógica de la vaguedad, y finalm ente y sob re
todo, in tro d u cir una jerarq u ía de niveles culturales cada vez más
126 Pluralidad y recursión
129
130 Pluralidad y recursión
16 Véanse, por ejem plo, sus respectivos ensayos Q uine [1981J y Davidson [19 \
132 Pluralidad y recursión
17 Y , de hecho, tam poco para casar el realismo con la lógica clásica; véase el caso
de Aristóteles, quien era un realista de pura cepa y sin em bargo estaba dispuesto a
admitir una lógica trivalente en los contextos tem porales. Pero este punto es harina
de o tro costal. Aquí se trata sólo de argüir que la m era admisión de la noción de
verdad no-epistém ica y de la lógica clásica usualmente asociada a ella es a todas lucr*
insuficiente para lo que quiere el realista.
18 Una distinción análoga a la establecida aquí entre realismo alético y referencu!-
aunque con otros m atices, la propone también Genova en el ensayo am b a citado
134 Pluralidad y recursión
la estrategia del realista con siste en argüir que la p o sició n rival — llá
m esela «in stru m en talism o», «p o sitivism o», «em pirism o» o lo que
sea— está equ ivocad a m ostrand o que ciertos ejem p los fav oritos de
térm inos cien tífico s, tales co m o « o ro » , «átom o» o «electricid ad », no
encajan d en tro de una supuesta sem ántica no-realista. P ero no está
en absolu to claro que, a partir de unos p o cos ejem p los escogidos ad
hoc, pueda generalizarse a toda clase de térm inos cien tífico s, y tam
p o co está nada claro si el realista debe o no com p rom eterse con
sem ejante generalización.
E n su d iscu sión del realism o c ien tífico , Jo se p h D . Sneed inter
preta la p resu p o sición básica de éste co m o la tesis de que todos los
individuos y propiedades m encion ad os en un c o n tex to cien tífico tie
nen el m ism o estatu to o n to ló g ico ,9 . Sneed califica esta tesis de com
p rom iso o n to ló g ico básico del realism o, pero creo que puede for
m ularse más perspicuam ente co m o la tesis sem ántica de que la refe
rencia de todos los térm inos individuales y relaciónales de las teorías
científicas viene determ inada siem pre de la m ism a m anera.
A h ora b ien, es d ud oso que un realista prudente esté dispuesto a
equiparar la sem ántica de térm inos tales co m o « o ro » , «átom o» o
«electricid ad » con la sem ántica de o tro s térm inos que tam bién apa
recen con frecu en cia en los textos cien tífico s y de los que no puede
decirse que su significad o sea de natu raleza estrictam ente lóg ico-m a-
tem ática, p o r ejem p lo , los térm inos « h am ilton ian o», «gas ideal» o
«líneas de fu erza». A fin de cu en tas, de lo que el realista nos quiere
con v en cer es de que el o ro y los áto m os «existen realm ente» — sea
lo que sea lo que esto signifique exactam ente— , pero no de que
«realm ente existen» h am iltonianos y gases ideales. Si se intentara
p ro p o rcio n ar argu m entos realistas para esta últim a clase de «entida
d es», se le haría al realism o el cam in o más difícil de lo ju sto . Por
o tro lado, tam bién parece claro que si d ebilitam os la tesis sem ántica
del realism o hasta tal pu nto que ésta sólo se aplique a m uy pocos
térm inos cien tífico s, de escasa im p ortan cia general — quizás solam en
te térm inos p roced entes de los restos del lenguaje com ú n que que
dan en los textos cien tífico s— , la sem ántica realista propuesta no
resultaría m uy atractiva, y m enos para el p ro p io realista cien tífico.
t D eb em os ad m itir pues que el o b je tiv o genuino del realista consiste
en d em ostrar que la mayoría de térm in os que juegan un papel cen-
(R II) La referen cia de los térm inos cen trales en cu estión perm anece
136 Pluralidad y recursión
20 C f. Q uine [1 9 7 4 ].
138 Pluralidad y recursión
21 Kuhn [1 9 7 6 ], p. 365.
22 feyerab end [1 9 7 7 ], p. 191.
142 Pluralidad y recursión
«Al considerar dos de estas teorías, escogidas desde puntos que no sean
demasiado cercanos a sus orígenes, debería ser fácil elaborar una lista de
criterios que permitieran a un observador imparcial distinguir, en cada pe
riodo, la teoría anterior de la más reciente. Entre los criterios más útiles
estaría el de exactitud en la predicción, en particular en la predicción cuanti
tativa» 24.
-M I eyerabend [1 9 6 2 ], p. 75.
Kuhn [1 9 6 2 ], p. 122.
144 Pluralidad y recursión
A h ora b ien, está claro que sólo podem os aplicar este criterio de
pred ictibilid ad si las pred iccion es en uno y o tro caso se hacen sobre
los m ism os o b je to s , de lo co n tra rio la com p aración en la exactitud
de las p red icciones no tend ría ningún sen tid o : nuevam ente necesita
m os un d om in io com ún para am bas teorías, que só lo puede ser des
crito p o r una tercera teoría, cu ya existen cia, según la tesis de la
inconm ensu rabilid ad , es im p osible.
A n te estas in coh erencias es p o sible que alguien pierda la pacien
cia y co n clu y a que ellas m uestran q u e, a fin de cu entas, no hay que
to m ar la tesis de la inconm ensurabilid ad m uy en serio , que ella no
es más que un m odo exagerado de d escrib ir ciertos cam b io s semán
ticos m enores que ocu rren de vez en cu ando en la historia de la
ciencia. Se podría argüir que si inclu so los cam peon es más famosos
de la tesis de la incon m en surabilid ad a la h ora de la verdad se ven
obligad os a adm itir que cu alq u ier par de teorías supuestam en te in
conm en su rables T y T ’ se refieren a c ierto d om in io com ú n de ob
je to s, en ton ces es que no hay que to m ar la tesis más que co m o una
h ip érbo le engañosa para sorp ren d er a incautos. U n crítico más be
n evolente podría quizás ad m itir que lo ún ico que los inconm ensu-
rabilistas han h ech o plausible es que, en ciertos pares de teorías que
tienen el m ism o ám b ito de referen cia, o al m enos ám b itos aproxi
m adam ente iguales, ocu rren cam b io s d rásticos en el modo com o se
d elim itan d ichos ám b itos. A cep tan d o la co n stru cció n debida a Frege
del significad o co m o un com p u esto de sen tid o y referen cia, podría
d ecirse que las teorías in conm en su rables lo son en cu an to al sentido,
p ero no en cu an to a la referencia. E l p rin cip io de d ivergencia sem án
tica radical d ebería entenderse co m o p rin cip io de d ivergencia radical
en cu an to al sen tid o solam ente. D ic h o en una term in olog ía más tra
d icional, la inconm en surabilid ad de las teorías inconm ensu rables se
aplicaría a las in ten sion es, no a las extensiones de los térm inos res
p ectivos. C o n ello , a su vez, quedaría salvado el realism o sem ántico,
al m enos al nivel referen cial (que es el que nos interesa aquí), tanto
en su versión o n to ló g ica co m o inclu so en la ep istem ológica.
E sta in terp retación intensional de la tesis de la inconm ensu rabi
lidad la haría p ro bab lem en te más aceptable para un gran nú m ero de
filó so fo s y cie n tífic o s; sin em bargo, co n ella perdería fuerza e interés
co m o m odelo de exp licación m etacien tífica. Pues si, sean cuales sean
los sentid os que los cien tífico s ad judican a los térm in os que usan,
su referencia es un ívocam ente d eterm inab le p o r to d o s, en ton ces bas
taría co n cen trar la atención en ésta y d ecid ir así cu alq u ier c o n tro
Problemas con el realismo 145
25 A parte de los escritos del propio Q uine pertinentes al tema (Q uine [19 6 0 ] y
Quine [1969J sobre tod o) pueden consultarse dos antologías que contienen num ero
sos ensayos sobre la semántica de Q u ine: D avidson & H intikka [1969] y A cero &
Calvo M artínez [1987].
26 C f. Q uine [1 9 6 0 ], C ap. 2, pp. 29 ss.
148 Pluralidad y recursión
27 Q uine [1 9 6 0 ], p. 59.
150 Pluralidad y recursiói
su form a más aguada (al ad m itir «térm inos teó rico s» cu ya referencia
sólo en parte quedara fijad a p o r los estím u los sensoriales y su ela
b o ració n ló g ico -m atem ática, quedando el resto « a b ierto » ) al empi
rism o lógico co rrie n te y m o liente. A h ora bien, si hay algo en este
m undo que el realista sem ántico ab orrece en lo más profun d o de su
co razó n , es tanto el fen om en alism o co m o el em p irism o lógico. La
salida de fijar la referencia de los térm inos cien tífico s en base a es
tím ulos sensoriales u otras entidades análogas dependientes del apa
rato p ercep tor del ob serv ad or cien tífico está ab solu tam ente excluida
del h o rizo n te del realista. El p ro blem a es que la existen cia fáctica de
inconm ensurabilid ades referencialcs y n o-triviales entre las teorías
no parece d ejarle al realista e p istem o ló g ico , que quiere fijar y conocer
la referencia de los térm inos de una teoría dada Y, ninguna otra
alternativa.
La única salida viable para el realista sem án tico ante el fenómeno
de la in conm ensu rabilid ad , si no quiere acercarse peligrosam ente a
su enem igo a b o rrecid o , el em p irism o, co n siste en ton ces en abando
nar la versión ep istem o ló g ica, y quedarse sólo con la versión onto-
lógica del realism o referen cial. Se trataría de adm itir que nunca te
nem os la m en or garantía de co n o c e r el verdadero o b je to al que se
refieren los térm in os de las teorías cien tíficas que se suceden en la
h istoria, pero que al m enos podem os garantizar, b a jo ciertas condi
cion es, que tales o b je to s existen y que, de algún m o d o , podemos
«aproxim arnos» a ellos.
U n realism o sem ántico que sólo afirm ara la existen cia de objetos
independientes de las teorías que se refieren a ellos, sin la menor
garantía de que en el cu rso del «p rog reso cien tífico » nos acerquemos
a ellos, sería un realism o m uy p o b re. E n realidad, esa form a de
realism o sería apenas d istin guible de la teoría kantiana de los noú
meno, — un pariente p o co grato al realista au tén tico . P o r ello, el
realista o n to ló g ico trata de e n co n tra r un aliado p o d eroso en el «con-
vergentism o» propugnad o p o r prim era vez p o r C h arles S. Peirce en
el siglo X I X 28, y que ha tenido am plia resonancia en la filosofía de
29 Popper, M iller, N iiniluoto, O ddie son algunos de los autores actuales que
defienden diversas versiones del convergentism o. C f. Rivadulla [1985], para una ex
posición sucinta y clara de las ideas de estos autores, así co m o , más recientem ente
Niiniluoto [1 9 8 7 ] y O ddie [1988].
30 Q uine, por ejem plo, en Q uine [1960J, p. 23
31 Para una reciente sinopsis de los diferentes intentos de elucidar form alm ente
la noción de verosimilitud y los problem as con que se enfrentan, véase Brink [1989].
154 Pluralidad y recursión
35 C f. Kripke [1 9 8 0 ], p. 50.
160 Pluralidad y recursión
u’ Vcase, por ejem plo, W olíf |I978|. liste estudio muestra de manera particular
mente perspicua com o puede trazarse una línea de desarrollo ideográfico desde el
ím petus de la Antigüedad tardía (o incluso antes) hasta el concep to new toniano de
fuerza, sin que por ello deba admitirse un «objeto-fuerza» perm anente com o causa
de esc desarrollo histórico. Tal supuesto representaría una grotesca deform ación de
la historia de la m ecánica.
37 C f. Putnam [1 975J, pp. 20 0 ss.
38 C f. Hund [1 9 7 8 ], p. 197.
Problemas con el realismo 161
39 Y así replicó de hecho a esta objeción en una discusión con este autor hace
algunos años.
40 C f. Kripke [1 9 8 0 ], p. 48.
162 Pluralidad y recursión
41 Recuerdo al lector que N ixon ganó las elecciones a Presidente de los Estados
Unidos en 1968.
Problemas con el realismo 163
A u nque Frege nunca llegó a p u blicar este escrito (red actad o proba
b lem ente en la década de 1 880), ni lo in sertó en alguna otra obra
suya, el pathos alético que rezum a de esta d eclaración de principio
está en p erfecto acuerdo co n la filo so fía general que se filtra de su
o b ra publicada. E xp resad a de fo rm a ligeram ente m en os dram ática,
en con tram os la m ism a idea sob re la estrecha relación entre la em
presa cien tífica y la verdad en otro s escrito s suyos m uy posteriores,
p o r ejem p lo, en «D er G edanke», una de cuyas p ro p o sicio n es inicia
les reza: « D escu b rir verdades es la tarea de todas las ciencias» 43.
A lo largo de su carrera filo só fica , Frege m antuvo de manera
m uy decidida el p rin cip io de que la em presa cien tífica, a diferencia,
p ongam os p or caso, de la em presa artística o de la p o lítica , ha de
ser definida ju stam en te co m o aquel tip o de actividad hum ana cuyo
o b je tiv o últim o es el hallazgo de la verdad («die Wahrheitsfindung»)
y nada más que esto. Puede que el artista, el p o lítico y m ucha otra
gente estén interesad os, de vez en cu an d o , en averiguar la verdad
sob re algún a su n to ; no o b sta n te, lo estarán siem pre p o r razones
instrumentales , pues la verdad no es para ellos un fin en sí, sino sólo
un m edio para alcanzar la m eta que realm ente les interesa, digamos
la belleza o el p od er, respectivam ente. E l cien tífico genuino, en cam
b io , de acuerdo a la co n cep ció n fregeana, se caracteriza p o r no que
rer nada más, ni nada m enos, que la verdad. I{n con secu en cia, hacer
ciencia, para F reg e, no es o tra cosa que em prend er la búsqueda de
* la verdad, y esto im plica más con cretam en te el in ten to de hallar el
m ay o r nú m ero posible de ju icio s que nos esté perm itid o afirmar
42 C f. Frege [1 9 6 9 ], p. 2.
43 C f. Frege [1 9 1 8 ], p. 342.
Problemas con el realismo 165
través del m étod o cien tífico . N e w to n exp resó este convencim iento
con la bella alegoría au tob iog ráfica del final de sus días, cuando
caracterizó la o b ra de su vida co m o la de un m u ch ach o jugando en
la playa y en co n tran d o a veces algún g u ijarro esp ecialm ente herm o
so, m ientras el gran océan o de la verdad («the great ocean o f truth»)
se extendía fren te a él.
V ale la pena cita r sus palabras in extenso:
L o p rim ero que hay que ob servar con respecto a esta co n cep ció n
es que las verdades se d escu bren , n o se inventan, y que aun cu ando
no hubiera seres hu m anos, habría sin em bargo verdades, co m o ha
bría igualm ente el O cé a n o de N e w to n . F reg e es bien claro al resp ecto :
45 C f. Frege [1 9 1 8 ], p. 359.
168 Pluralidad y recursión
«De aquello que yo acepto com o verdadero, de ello juzgo que es verdadero
con total independencia de mi aceptación de su verdad e incluso con inde
pendencia de si pienso en ello. El ser verdadero de un pensamiento [ = de
una proposición] no incluye el ser pensado» 47.
46 C f. Frege [1 9 69 ], p. 2.
47 Cf. Frege [1 9 1 8 ], p. 359.
Problemas con el realismo 169
48 C f. Frege [1 9 6 9 ], p. 3.
170 Pluralidad y recursión
49 C f. Frege [1 9 1 8 ], p. 342.
50 C f. Frege [1 9 6 9 ], p. 4.
Problemas con el realismo 171
cio-tem porales y o tro s facto res de tip o e m p írico ; p ero dichas leyes
para nada intervienen a la hora de d eterm inar el segundo c o n ju n to ,
del que el p rim ero es parte propia, a saber, el co n ju n to de las ver
dades sin más.
La idea de que la verdad, o sea, el c o n ju n to de todas las p ro p o
siciones verdaderas, es inm utable e im perm eable a cu alq u ier cam b io
em pírico puede aparecer, a prim era vista, co m o la expresión de un
platonism o exagerado y trasn o ch ad o, que extendería al cam po de las
proposiciones co n co n ten id o em p írico o factual una d eterm inación
que a lo sum o es plausible para las verdades puram ente form ales de
la lógica y las m atem áticas. Puede ser, se o b je ta rá , que la verdad de
« 2 + 2 = 4 » sea inm utable y ajena a cu alq u ier cam b io em p írico , pero
¿acaso p od em os ad m itir esa d eterm in ación para la verdad de la p ro
posición «E l M o n t B lan c es más alto que el T ib id a b o » o «L a noch e
del 9 de nov iem b re de 1989 se ab rió el m u ro de B erlín » ? ¿A caso la
verdad de esas p ro p o sicio n es no depende de estados de cosas c o n
tingentes y circu n stan ciales, que bien podrían h ab er sido de otra
manera?
P o r supuesto. Y p o r supu esto que, sea cual sea la dosis de pla
tonism o que pueda atribu írsele a F reg e, ésta no llega al extrem o de
que él haya negado la existen cia de verdades con tin g en tes, o de que
haya asim ilado las p ro p o sicio n es em píricas a las de la lógica y las
m atem áticas. La idea de la verdad co m o entidad inm utable y ajena
a cam bios em p írico s no es equivalente a la idea de la verdad co m o
necesidad a priori. La segunda im plica la prim era, pero la prim era
no im plica la segunda. E n realidad, ésta es una d istin ción trivial,
pero que al parecer se olvida en m uchas discu siones. F reg e no se
hizo cu lpable de esta co n fu sió n . Para F reg e estaba bien claro que,
si bien «2 + 2 = 4 » expresa una verdad necesaria a priori , eso no es el
caso para los o tro s dos ejem p los m encionad os de verdades. P o r su
puesto que el m undo podría h ab er sido de tal m anera que ju n to a
B arcelona se levantara una m ontaña, llam ada « T ib id a b o » , que fuera
más alta que la m ontaña llam ada « M o n t B lan c» situada en los A lpes.
Y p o r supuesto que la n och e del 9 de nov iem b re de 1989 habría
podido ser la más aburrida de la h isto ria de B erlín . T o d o lo que
Frege nos quiere hacer n o ta r es que el co n cep to genuino de verdad
es tal, que si es verdad que el M o n t B la n c es más alto que el T ib i
dabo y si es verdad que el 9 de n ov iem b re de 1989 se ab rió el m uro
de B erlín , en ton ces estas p ro p o sicio n es son verdaderas para siem pre,
lo fu eron antes de que se form aran los A lpes y el T ib id a b o , y se
172 Pluralidad y recursión
1,1 La visión fregeana del proceso científico no implica un cum ulativism o, como
a veces se cree.
Problemas con el realismo 173
54 C f. 1 rege [1 9 6 9 ], p. 7.
55 C f. Frege [1 9 1 8 ], p. 3 43.
176 Pluralidad y recursión
matemáticas, usam os las prim eras co m o crite rio y para todas las
demás aplicam os la segunda.
El p ro blem a co n la teoría de la co rresp o n d en cia co m o crite rio
de verdad es que no nos perm ite d ecid ir nada que no haya sido
decidido de an tem an o ; representa un p se u d o -criterio . E s to lo vio el
propio F reg e, y p o r eso d escalificó la teoría de la corresp o n d en cia
como cand id ato a resolver nuestras cuitas aléticas. E l pasaje en el
que argum enta en su co n tra es algo o scu ro y co m p rim id o , y en
momentos se anda un p o co p o r las ram as. N o o b sta n te, podem os
entresacar de él lo esencial p orqu e creo que es un argu m ento m uy
serio:
56 C f. Frege [1 9 1 8 ], pp. 3 4 3 -3 4 4 .
178 Pluralidad y recursiór
57 C f. C arruthers [1 9 8 1 ],
Problemas con el realismo 179
59 C f. Tarski [1936].
60 U n análisis detallado de las vacilaciones e inconsecuencias de Tarski con res
pecto al im porte filosófico de su propia teoría se encontrará en Fernández Moreno
[1991],
Problemas con el realismo 181
A sí, pues, no hay m anera, ni exten sional ni in ten sion al, de apre
sar el co n ju n to V, ni siquiera de apresar una parte de él su ficien te
mente grande e im p ortan te a efectos ep istem o ló g ico s, p o rqu e nadie
pretenderá que el su b co n ju n to de las verdades lógicas es suficiente
en este resp ecto. Sabem os que V existe (si existen p ro p o sicio n es) y
con o cem os algunos de sus elem en tos. P ero esto es to d o , una m in ú s
cula p o rció n del inm enso O c é a n o de N e w to n . ¿B asta esa p o rció n
para d eterm inar los co n ju n to s C¡, com p ararlos entre sí y ver si la
em presa cien tífica m archa bien o m al? O b v ia m en te n o . Sabem os tan
poco de V que con eso no pod em os d eterm inar los bord es de C¡ y
C ¡+, y averiguar si los unos caen d en tros de los o tro s.
¿Q u é resulta de to d o ello para la caracterizació n inicial de la
ciencia co m o actividad encam inada a e n co n tra r verdades, ca ra cteri
zación p roced ente de tan ín clita trad ició n ? D e las d ificultad es rese
ñadas en la d eterm in ación de V se desprende que, co n esta cara cte
rizació n , d efiniríam os la cien cia (al m enos las ciencias em píricas y,
a lo que parece, una buena parte de las m atem áticas) co m o una
184 Pluralidad y recursión