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Resumen:
Palabras clave:
El preguntar filosófico
Algunos pensadores proponen que no hay “respuestas” pero que esto, por extraño
que parezca, justamente pone a salvo las preguntas filosóficas. Si hubiera respuestas,
diría este planteo, el alcanzar las mismas implicaría la finalización del preguntar, que es
–como se ha dicho– esencial al filosofar. Puesto que la pregunta es esencial al quehacer
filosófico y puesto que la respuesta da por terminada la pregunta, sería esencial a la
filosofía sostener la imposibilidad de alcanzar respuesta alguna que se pretendiese
“verdadera”. Es decir, habría que sostener que la verdad es inalcanzable, o mejor
inexistente, para poder mantener vivo el interrogar filosófico. La pregunta filosófica se
vuelve un fin en sí mismo, un fin para que justamente el preguntar no tenga fin.
El lector, con su sentido común, podrá objetar que aquí algo no cierra. Pero los
seguidores de la mencionada propuesta responderían: ¡Tanto mejor! La idea justamente
es que no cierre, sino que abra. La filosofía no puede ser algo cerrado, sino que tiene
una vocación a la apertura, a una aurora constantemente renovada. Para ello hay que
quedarse en las preguntas, sin buscarles una supuesta “verdad” que fuera a acallarlas
y cerrarlas. Tal sería posiblemente el alegato de este pensamiento post-(¿anti?)-
metafísico, que descarta toda posibilidad de que el hombre encuentre algún fundamento
último, estable, “real”. Encontrarlo, como pretende la metafísica, sería la culminación
del filosofar, no en el sentido positivo del alcance de su punto máximo, sino en el
sentido negativo de la finalización de su propia labor y la destrucción de su vocación
íntima. Entre las obras recientes que plantean ideas de este tipo podemos mencionar
¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición) del filósofo
argentino Darío Sztajnszrajber, exitoso divulgador de la filosofía en nuestros medios.
Dice al autor: “Hacer filosofía es un ejercicio de deconstrucción que desmonta toda
verdad para alcanzar la perplejidad existencial originaria en su estado de pregunta. Las
preguntas últimas no se responden. Son sólo formas de apertura…”3
Desde esta perspectiva, así como se propone la anulación de la verdad como
requisito para mantener vivo el preguntar filosófico, también se considera necesaria para
mantener la vitalidad del asombro.
3
SZTAJNSZRAJBER D., ¿Para qué sirve la filosofía?, Planeta/Booket, Buenos Aires, 2015, p. 138.
3
se hace del asombro la causa del nacimiento de la filosofía que sin embargo según
el planteo nace para que el asombro desaparezca. (…) Si la filosofía logra que el
asombro desaparezca, entonces ya no hay más asombro, pero por ello, tampoco
4
habría más filosofía.”
Algo análogo podría aplicarse a la duda como principio del filosofar. Desde esta
perspectiva la duda no debería apuntar al conocimiento que implicaría, en consecuencia,
el final de la duda misma:
Dentro de esta postura parecería entonces que la actitud cardinal del pensar
filosófico debería ser más bien un escepticismo de fondo porque, precisamente, se niega
que haya fondo.
¿Pero cómo? –insistirá el lector con sentido común– ¿Entonces la actitud
filosófica ya no tiene que ver con la búsqueda profunda de la verdad? ¿Cuál sería
entonces la finalidad de este “amor a la sabiduría”? Ciertamente no la de alcanzar el
saber6 sino más bien la de deconstruir, demoler (¿a martillazos?), desenmascarar
aquellos supuestos “saberes”, aquellas supuestas “verdades”, aquellos absolutos que, en
realidad, son inaccesibles para el conocimiento humano, no sólo por la limitación de
éste sino también por la inexistencia de aquellos. No hay verdad, por tanto lo que queda
es cuestionar las “verdades” establecidas, develar que – como decía Nietzsche – no hay
hechos sino sólo interpretaciones7, mostrar que la supuesta “verdad” no es otra cosa que
la mentira mejor contada. El filosofar habría de apuntar entonces a derribar los
prejuicios que se esconden tras todo afán de objetividad, exponer el carácter arbitrario
de todo supuesto saber metafísico, revelar que los relatos sobre lo real no son ni
verdaderos ni falsos sino que son eso, relatos, que más bien conforman lo “real”. La
misión de la filosofía sería, desde esta perspectiva, la sospecha y la refutación
permanentes como medio de liberación frente a propuestas que dan una visión cerrada
de la realidad y que, por tanto, aprisionan al hombre y su pensamiento.
4
Ibidem p. 149
5
Ibidem, p. 205
6
Dentro de esta perspectiva la etimología de philosophía (del griego “amor a la sabiduría”) es
reconsiderada. El elemento a subrayar no es la sabiduría sino el amor. Cfr. ¿Para qué sirve la filosofía?,
p. 70 y ss.
7
“Contra el positivismo que se queda en el fenómeno, «sólo hay hechos», yo diría no, precisamente no
hay hechos, sólo interpretaciones. No podemos constatar ningún factum «en sí»; quizás sea un absurdo
querer algo así. «Todo es subjetivo», decís vosotros: pero ya eso es interpretación, el «sujeto» no es algo
dado sino algo inventado y añadido, algo puesto por detrás. ¿Es en última instancia necesario poner aún al
intérprete detrás de la interpretación? Ya eso es invención, hipótesis. En la medida en que la palabra
«conocimiento» tiene sentido, el mundo es cognoscible; pero éste es interpretable de otro modo, no tiene
un sentido detrás de sí, sino innumerables sentidos, «perspectivismo». Son nuestras necesidades las que
interpretan el mundo: nuestros impulsos y sus pros y sus contras. Cada impulso es una especie de ansia de
dominio, cada uno tiene su perspectiva, que quisiera imponer como norma a todos los demás impulsos.”
NIETZSCHE F., Fragmentos póstumos, vol IV, 7 [60]. Ed. D. Sánchez Meca, Madrid, 2006, p. 222
4
Contrapropuesta
“El filósofo o, como me agradaría más decir, quien filosofa, la persona que filosofa
no es tanto alguien que ha elaborado exitosamente una visión acabada del mundo,
cuanto más bien alguien que se ocupa de mantener despierta una determinada
8
“Acerca del concepto de filosofía en Platón” (conferencia en la “Celebración anual” de la Academia
renano-westfala de Ciencias en Düsseldorf en 1955) editado en castellano en PIEPER J., Filosofía,
Contemplación y Sabiduría, Ágape, Buenos Aires, 2008, p. 52
9
Cfr. su conocido trabajo La verdad de las cosas publicado en El descubrimiento de la realidad, Rialp,
Madrid, 1974 pp. 101 y ss.
5
¿Deconstruir o develar?
10
“El posible futuro de la Filosofía”, palabras pronunciadas al recibir la Aquinas medal en un congreso
de Filosofía en New Orleans en 1968, editado en castellano en Filosofía, Contemplación y Sabiduría,
p.65
11
Ibidem, p. 66
12
Así, le reinterpretación de Sztajnszrajber de la célebre alegoría de la caverna platónica: el prisionero
liberado descubre en algún momento que el exterior de la caverna es el interior de otra caverna más
amplia y así sucesivamente. Cfr. ¿Para qué sirve la filosofía?, pp. 319-328. Cfr. también el capítulo 1 de
la tercera temporada del programa Mentira La Verdad, protagonizado por el mismo autor:
6
cercanas incluso están estas respuestas a la verdad, cuanto más éxito logran en su
objetivo de develar el ser de las cosas, más y mejores parecen ser las preguntas que
brotan a partir de ello. La experiencia filosófica de lo incomprensible no es una
experiencia de pura negatividad, sino que brota de la experiencia positiva de una verdad
que, sin embargo, se revela en última instancia como inabarcable.
La sabiduría, en su sentido más estricto, nos supera. Es inadueñable. Pero eso está
lejos de demostrar que no exista y que sea inexistente para nuestro humilde
conocimiento la posibilidad de acercarse a ella. Salvo que nuestro acercamiento
cognoscitivo nazca ya con un afán posesivo, incapaz de la humilde aceptación de sus
limitaciones.
13
Filosofía, Contemplación y Sabiduría, p. 50
14
Pieper J., “¿Qué significa filosofar?” en El Ocio y la vida intelectual, Rialp, Madrid, 1998, p. 145