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Sin duda alguna la configuración de una sociedad como Estado o nación

descansa sobre dos pilares de pensamiento fundamentales y fuertemente


cohesionados: el sociopolítico y el económico. Por esta razón, podemos observar que
a lo largo del devenir histórico la especulación filosófica ha generado grandes
paradigmas, en algunos casos afines y otros en clara y abierta contraposición.
En este orden de ideas y a modo de ejemplo, podemos remontarnos al período
comprendido entre los comienzos de los siglos XVI y XVII de la civilización
occidental, cuyas características políticas, sociales y económicas han recibido el
nombre de mercantilismo ya que su particularidad fundamental es el papel que juega
el Estado en las diversas esferas de la actividad económica de la vida de la naciones
surgidas en ese momento histórico. Efectivamente, el mercantilismo como
concepción política, económica y social, se contraponía al antiguo orden feudal que
regía en la sociedad europea de entonces. Esta situación conllevó al quiebre y
resurgimiento de nuevas concepciones que configurarían el naciente estado de cosas.
Es por ello, que se ha acordado en considerar que la gran revolución ideológica
de la Europa Moderna se inicia precisamente en este período, surgiendo nuevas
necesidades para la concepción filosófica. Es decir, ya los viejos paradigmas acerca
de la realidad no tenían cabida y era necesario encauzar el pensamiento por nuevos
caminos prácticos y especulativos. De esta forma, se hacen patente dos paradigmas o
líneas de pensamiento que marcarán un hito: el naturalismo y el racionalismo donde
encuentran difusión las ideas filosóficas y científicas de conspicuos filósofos y
científicos entre los cuales se encuentran Pico de la Mirandola o un Leonardo Da
Vinci, quienes en su accionar y pensar ofrecieron concepciones científicas que
sirvieron como fundamentos para la nueva física. Asimismo, por el lado de la
reflexión filosófica, emergen las figuras de Locke, Descartes y Leibniz cuyas ideas
definitivamente marcarían una importante impronta en la configuración política,
social y económica de la sociedad, en este caso, la occidental.
Hechas las consideraciones anteriores, nos detendremos a referir algunas ideas
en torno al pensamiento económico y sociopolítico de dos filósofos que han
contribuido en la sustentación teórica del sistema económico denominado
Capitalismo moderno, uno sustentando y otro refutando de algún modo. El primero
de ellos, es el filósofo y economista escocés Adam Smith (1723-1790) cuya reflexión
filosófica dio origen al Capitalismo como sistema económico, político y social de la
era moderna. No obstante, es necesario aclarar que el capitalismo empezaba a
recorrer su camino evolutivo en la Europa del siglo XIII cuando se comienza a
sustituir el feudalismo, el cual se caracterizaba por un sistema ideológico, social y
moral donde el trabajo era una obligación sustentada en los vínculos de servidumbre
señorial.
Cabe destacar que el mérito otorgado a Adam Smith como el creador del
Capitalismo proviene de su obra principal y más influyente a lo largo de la historia:
La riqueza de las naciones cuyo título original nos ofrece una mejor descripción de
su contenido: Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las
naciones. En efecto, las ideas plasmadas en ella se convirtieron en la base
fundamental del llamado liberalismo económico o Capitalismo. Además, es preciso
señalar que Smith en esta obra funge como precursor en el uso de la investigación
científica en el campo de la economía lo que le imprime gran valor teórico. Así,
planteó la diferencia de la economía política de la ciencia política, la ética y la
jurisprudencia. Sin embargo, la agudeza de su análisis se centró en la crítica del
mercantilismo que según él, estaba más vinculado a los imperios coloniales que a la
revolución industrial.
De esta manera, la piedra angular de su pensamiento era que el bienestar
económico y la riqueza procedían del trabajo, debido a que la segunda se incrementa
cuando aumenta la destreza de la fuerza de trabajo, economiza tiempo y permite el
empleo de maquinarias. Esto lo lleva a plantear que es a través de la división del
trabajo donde se encuentra la clave del bienestar social, y en la medida en que dicha
división se profundiza, se amplía la extensión de los mercados, originando así la
especialización.
Esta idea de la división del trabajo sirve de enlace para asumir el análisis del
segundo filósofo que se aborda en este ensayo. Se trata del filósofo francés Auguste
Comte (1798-1857) su reflexión filosófica desarrolla la corriente de pensamiento
denominada positivismo además de crear la ciencia social o sociología. En este
sentido, para Comte es la ciencia positiva la que puede encontrar las leyes que
gobiernan tanto a la naturaleza como la historia social. Ésta última, le entiende el
filósofo como una sucesión llamados estados sociales.
De acuerdo con esta concepción, los problemas sociales y morales deben
asumirse y analizarse desde la perspectiva de la ciencia positiva fundamentándose en
la observación empírica de los fenómenos. Ahora bien, a sociología de Comte se
caracteriza por tener un enfoque biológico anticientífico de la explicación de la
sociedad. Su doctrina fundamental consiste en la afirmación de que es inútil el
cambio revolucionario del régimen burgués, por lo tanto con el capitalismo se
culmina la evolución de la historia humana.
Finalmente, en el punto de enlace entre el pensamiento de Smith y Comte se
encuentra el concepto de división social del trabajo donde sus ideas entran en
divergencia. Efectivamente, en la división del trabajo social, el supuesto es que hay
una primacía de la sociedad sobre el individuo y que lo que permite explicar la forma
en que los individuos se asocian entre sí es el análisis de los tipos de solidaridad que
se dan entre ellos: la solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica.
La conexión entre los individuos se obtiene sobre la base de su escasa
diferenciación. Es una solidaridad construida a partir de semejanzas y, por lo tanto, de
la existencia de pocas.

Así, La solidaridad orgánica, tiene que ver con la diferenciación entre los
individuos teniendo como consecuencia la recurrencia de conflictos entre ellos, que
sólo pueden ser solventados si hay se cuenta con una autoridad exterior que regule
los límites. Tal fuerza externa -moral, social, normativa- es la llamad conciencia
colectiva, que no está constituida por la suma de las conciencias individuales, sino
que es algo exterior a cada individuo y resume el conjunto de creencias y
sentimientos comunes al término medio de una sociedad. Es esta conciencia colectiva
la que modela al individuo, la que permite finalmente que la sociedad no se
transforme en una guerra de todos contra todos.

ADAM SMITH Y AUGUSTE COMTE: CAPITALISMO Y CIENCIA

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