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Autor: Alice Delarue (psicoanalista, miembro de la ECF)

Título: “El escándalo de la pulsión de muerte, 1920-…”


Fuente: La Cause du désir, revue de Psychanalyse, N° 96 : « Mort ou vif »
École de la Cause freudienne, Paris, Navarin Éditeur, junio 2017, pp. 171-
176.
Traducción realizada por Luis Volta, para uso interno de la Cátedra Teoría
Psicoanalítica - UNLP. (Abril de 2018)

“Corrijo y completo ahora Más allá del principio del placer. […] muchos van a
plantearse preguntas en relación a este artículo”1, le escribe Freud a Max
Eitingon el 18 de julio de 1920. Freud está advertido del escándalo que se
anuncia en la comunidad analítica con la introducción de la Todestrieb.
Más adelante dará testimonio por su parte, del modo en que él mismo encontró
inicialmente impensable la pulsión de muerte: “Recuerdo mi propia actitud
defensiva cuando por primera vez emergió en la bibliografía psicoanalítíca la idea
de la pulsión de destrucción, y el largo tiempo que hubo de pasar hasta que me
volviera receptivo para ella”2.

El preludio
Freud se refiere allí al texto de Sabina Spielrein, “La destrucción como causa del
devenir”3, presentado en 1911 durante una de las famosas Veladas de lo
miércoles, que reunían a los primeros miembros de la Sociedad psicoanalítica
de Viena. S. Spielrein, apoyándose en consideraciones surgidas de la mitología
junguiana, de la biología y sobre una clínica de la psicosis, sostiene allí que la
libido conlleva una pulsión de vida pero también una pulsión de muerte; ya que
la procreación, la conservación de la especie pasa por la destrucción de lo
antiguo para crear lo nuevo. A partir de esto, “Los pensamientos de muerte están
contenidos en la pulsión sexual misma; es solo que por momentos son los
componentes de la vida, y por momentos los componentes de muerte los que
toman el primer plano de la escena”4. S. Spielrein pone entonces en cuestión el
primer dualismo pulsional de Freud, que separa por un lado las pulsiones de
autoconservación y por otro las pulsiones sexuales, de las cuales ha mostrado
que se apartan decididamente de su meta reproductiva5.
Los debates que siguieron a la ponencia son vivos. Gastón Rosenstein le
responde que no se puede “captar la psique más que en una óptica biológica, y
no metafísica: pero entonces no queda sino el instinto de vida, mientras que de
la muerte sólo queda la angustia. Los deseos de muerte se revelarán

1
Freud, S. citado por E. Jones, La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud, t. III, Paris, PUF, 1969, p.45.
2
Freud, S, El malestar en la cultura (1929), Amorrortu, Tomo XXI, p. 116
3
Spielrein, S. “La destruction comme cause du devenir” (1912), Sabina Spielrein, entre Freud et Jung,
Paris, Aubier-Montaigne, 1981, p. 213-256.
4
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de
Vienne, t. III (1910-1911) Paris, Gallimard, 1980, p. 308.
5
Freud, S. Tres ensayos de teoría sexual (1905), Amorrortur, Tomo VII.
probablemente como una formación reactiva”6. Freud retruca a ambos al final de
la reunión: “En contra de nuestra concepción psicológica […] la oradora ha
intentado fundar la teoría de las pulsiones sobre premisas biológicas”7.
Freud no puede dejar de ver sobrevolar la sombra de Jung sobre este trabajo, y
le escribe a este último el día siguiente: “La Spielrein dio lectura ayer a un
capítulo de su trabajo […] Algunas formulaciones me vinieron al espíritu contra
vuestra (esta vez seriamente) manera de trabajar en mitología, que también le
formulé a la pequeña. Ella es además muy simpática y comienzo a comprender.
Lo que me parece más sujeto a discusión, es que la Sp(pielrein) quiere
subordinar el material psicológico a puntos de vista biológicos; esta dependencia
es tan rechazable como la dependencia filosófica, fisiológica o de la anatomía
del cerebro. YA farà da sè8”.
Freud y Jung ya se oponen desde hace varios años, tanto sobre la indicación de
Jung sobre recurrir a explicaciones biológicas, por ejemplo las toxinas 9, como
sobre la extensión que hace del concepto de libido 10. Sabemos que no tardarán
en romper definitivamente, pero Freud no omitirá en rendirle homenaje a S.
Spielrein en el Más allá del principio del placer: “Sabina Spielrein, en un trabajo
sustancioso y rico en ideas (1912), aunque por desdicha no del todo
comprensible para mí, ha anticipado un buen fragmento de esta especulación.
Designa allí al componente sádico de la pulsión sexual como «destructivo».11”

Primeros debates
Pero, antes de llegar a la redacción de Más allá…., es interesante demorarnos
un poco sobre las premisas de los futuros debates sobre la pulsión de muerte,
tales como nos son informados en las reseñas de las Veladas de los miércoles.
Así, el 20 de abril de 1910, la discusión concierne al suicidio, en la infancia y en
general. El suicidio puede ciertamente resultar de la identificación con la persona
amada, pero ¿cómo articularlo con la teoría de las pulsiones? ¿Puede resultar
de un conflicto pulsional, por ejemplo, el temor del incesto, donde “la pulsión de

6
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de
Vienne, t. III (1910-1911) Paris, Gallimard, 1980, p.322.
7
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de
Vienne, t. III (1910-1911) Paris, Gallimard, 1980, p. 325.
8
Freud hace referencia al lema de los garibaldianos, L’Italia farà da sè, para indicar que el psicoanálisis
no necesita de nadie (Freud, S.; Jung, C. Correspondance, t II, Paris, Gallimard, 1975, p. 229-230: carta
del 30 de noviembre de 1911).
9
Freud, S.; Jung, C. Correspondance, t II, Paris, Gallimard, 1975, p. 63, carta del 1 de enero de 1907.
10
“Temo que nos sucede un malentendido, como ya nos sucedió una vez, cuando dijo en un trabajo que
para mí la libido era idéntica a toda especie de deseo, mientras que yo hago la simple suposición de que
hay dos tipos de pulsión y que únicamente la fuerza pulsional de la pulsión sexual puede ser llamada
libido”, le dice por ejemplo en una carta fechada el 30 de noviembre de 1911 (Ibid, t. II, p. 203)
11
Freud, S. Más allá del principio del placer (1920), Amorrortu Editores, Tomo XX, Nota al pie N° 22, p.
53.
vida [sería] vencida por la libido?”12 ¿Pero por qué, entonces, el conflicto conduce
al suicidio y no a la neurosis? ¿Y cómo es que el sujeto llega al límite de las
resistencias que le oponen las pulsiones de autoconservación? Ya se ve lo que
volverá necesario más tarde las modificaciones, por parte de Freud, de su teoría
de las pulsiones. Concluye: “Una verdadera solución del problema […] no ha sido
encontrada”, “El acceso al complejo del suicidio […] reside en la melancolía, cuya
naturaleza nos es por el momento desconocida”13.
El 9 de marzo de 1910, a continuación de la exposición de Paul Federn, el debate
continúa sobre el problema del masoquismo, en aquel momento considerado
como secundario y resultante del sadismo vuelto contra el yo. Pero Freud
subraya en esta sesión que “el masoquismo crece extraordinariamente en
nuestra sociedad civilizada. Si examinamos las impresiones infantiles que están
en la fuente [de este fenómeno], descubrimos que se produce, a menudo en
niños que no han sido suficientemente castigados o que no lo han sido en lo más
mínimo”14.
En el Más allá …, que comenzará a redactar por otro lado justo después de haber
terminado “Pegan a un niño”15, la pulsión de muerte inaugurará la teorización de
un masoquismo primario. Freud volverá más tarde sobre este lazo: “no hemos
propiciado el supuesto de una particular pulsión de agresión y destrucción en el
ser humano en virtud de las doctrinas de la historia ni de nuestra experiencia en
la vida, sino que lo hicimos sobre la base de consideraciones generales a que
nos llevó la apreciación de los fenómenos del sadismo y del masoquismo”16. El
masoquismo se vuelve el garante de la existencia de una pendiente primera del
sujeto hacia la autodestrucción, y así “lo que constituyó la piedra del escándalo
para una teoría está destinado a proporcionar la piedra angular de la teoría que
la sustituya”17. El carácter primero, y no reactivo, de la pulsión de muerte es un
punto que provocará particularmente el rechazo de la comunidad analítica hace
ese concepto.

Introducción del concepto


Es su rigor frente a la experiencia lo que conduce a Freud a introducir la hipótesis
de la pulsión de muerte en su artículo de 1920. Como le recuerda Lacan en su
segundo seminario, Freud nos conduce entonces a: “un dato punzante de su
experiencia, en un momento en que se empezaba a perder”18. En el famoso
juego del fort-da, observado en un pequeño niño de su entorno, por qué es el

12
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de Vienne,
t. II (1908-1910) Paris, Gallimard, 1980, p. 481.
13
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de Vienne,
t. II (1908-1910) Paris, Gallimard, 1980, p. 491.
14
Numberg, H; Federn, E.; Les premiers psychanalystes. Minutes de la societé psychanalytique de Vienne,
t. II (1908-1910) Paris, Gallimard, 1980, p. 439.
15
Cf. Jones, E. “La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud”, op. cit. p. 44. »
16
Freud, S. Conferencia 32: Angustia y Vida pulsional, Amorrortu Editores, Tomo XXII, p. 96.
17
Freud, S. Conferencia 32: Angustia y Vida pulsional, Amorrortu Editores, Tomo XXII, p. 97.
18
Lacan, J. El Seminario, Libro 2, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica analítica, Paidós, 1983, p. 62.
primer acto, el alejamiento del objeto, “la renuncia a la satisfacción de la pulsión”,
lo que es incansablemente repetido, mientras que el placer más grande está
indudablemente ligado al segundo?19 ¿Por qué en los casos de neurosis
traumáticas los sueños recurrentes de los pacientes los conducen sin cesar al
trauma, en vez de despertarse presos de un nuevo pavor – lo que entra en
contradicción directa con su teoría del sueño?20 Finalmente, ¿por qué los
pacientes repiten en la transferencia episodios vividos que “no contienen
posibilidad alguna de placer, que tampoco en aquel momento pudieron ser
satisfacciones”21? Esta repetición se manifiesta también fuera de la
transferencia, en sujetos inexorablemente perseguidos por el destino… Todo
esto demuestra según Freud que existe en la vida psíquica una compulsión a la
repetición “más originaria, más elemental, más pulsional”22, que el principio del
placer. “Esta manera de concebir la pulsión nos suena extraña – nos previene
Freud- ; en efecto, nos hemos habituado a ver en la pulsión el factor que esfuerza
en el sentido del cambio y del desarrollo, y ahora nos vemos obligados a
reconocer en ella justamente lo contrario, la expresión de la naturaleza
conservadora del ser vivo”23.
Siguiendo los desarrollos que ya había anunciado24, en las páginas siguientes
Freud se aferra a formalizar esta compulsión de repetición. Esta empuja, mucho
más que a la disminución de la tensión para producir placer, al retorno hacia lo
inanimado: es una pulsión de muerte. Freud apunta aquí al nervio de toda
pulsión, al retorno a un estado anterior –es lo que Lacan subrayará con la
fórmula: “Toda pulsión es virtualmente pulsión de muerte”25.
Como lo subraya Jacques-Alain Miller26, Freud intenta luego probar el carácter
universal de esta pulsión, de extenderla a todos los organismos vivos, antes de
plantear la hipótesis de que remonta a los orígenes mismos de la vida: “La
tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después
por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado”27. El
regreso de toda vida sería la muerte, el retorno al estado anterior al viviente; los
circuitos para alcanzar esta meta sólo se habrían complejizado con la evolución.
En contrapartida, no existiría pulsión universal de progreso.
¿Todo se resumiría entonces a la pulsión de muerte? No, ya que Freud, no
queriendo caer en el monismo junguiano, sostiene la idea de un dualismo, más
aún cuando las pulsiones sexuales parecen estar decididamente del lado de la
vida. Apela entonces a la distinción del biólogo August Weismann, en los
organismos sexuados, entre el soma, dirigido a la muerte, y el germen inmortal

19
Cf. Freud, Más allá del principio del placer, Op. Cit. P. 15
20
Cf. Freud, Más allá del principio del placer, Op. Cit. P. 31
21
Ibid, p. 20.
22
Ibid, p. 23.
23
Ibid, p. 36.
24
Sobre “el más acá” de la pulsión de muerte, Cf. De Georges, Ph., La Pulsion et ses Avatars, Paris, Éditions
Michèle, 2010, p. 37-60.
25
Lacan, J. “Posición del inconsciente”, Escritos 2, S. XXI, 2009, p. 807.
26
Miller, J-A, “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”, Colección diva, 2002.
27
Freud, Más allá del principio del placer, Op. Cit. P. 38.
para proponer una analogía con su propio binario, antes de intentar una “curiosa
prolongación” – según sus propios términos28 - para intentar mostrar que incluso
los organismos no sexuales, y que entonces son por esencia inmortales, podrían
estar sometidos a las pulsiones de muerte29. Para J.-A. Miller, este intento ilustra
que Freud está entonces tentado, contrariamente a sus primeras intuiciones, por
querer demostrar que las pulsiones están presentes en toda la naturaleza.
Sabemos que Lacan se opondrá categóricamente a él en este punto: la pulsión
de muerte no puede afectar más que a cuerpos parlantes. La muerte de la que
se trata en la pulsión de muerte “no es la muerte biológica, no es el simple retorno
del cuerpo viviente a lo inanimado. Es una muerte en la que se trata de un más
allá de la vida […] que se abre al ser hablante a través del lenguaje”30.

Recepción “tibia”
En su biografía, Ernest Jones describe – haciendo uso de un arte certero de
eufemismo – la recepción “tibia” hecha por los psicoanalistas a estas nuevas
tesis de Freud: “Algunos de ellos como Alexander, Eitingon y Ferenczi, las
aceptaron de entrada. Otros, que hubiesen deseado poder hacer como aquellos,
buscaban nuevos argumentos de apoyo”31.
Ferenczi hace especialmente uso del nuevo concepto freudiano en su artículo
“El niño mal recibido y su pulsión de muerte”32, donde sostiene que el hecho de
advenir “no bienvenido” al mundo refuerza en el niño la pulsión de muerte ya
presente. Apoyándose en casos agrega: “Todos los indicios confirman que
ambos niños captaron perfectamente los signos conscientes e inconscientes de
aversión o de impaciencia de la madre, y […] su voluntad de vivir quedó
destrozada. Por motivos fútiles, durante su vida posterior, se suscitaba en ellos
la voluntad de morir, incluso cuando estaba compensada por una fuerte tensión
de la voluntad”33. Pensamos por supuesto en las proposiciones de Lacan, en el
Seminario V, sobre la “tendencia irresistible al suicidio” de los sujetos que fueron
“niños no deseados”34. Lacan, que subrayó tempranamente la importancia de la
hipótesis de la pulsión de muerte35, la articula en este caso preciso al significante,
demostrando que se actualiza de manera estragante en la reacción terapéutica
negativa de esos sujetos no reconocidos: “Incluso a medida que se articula mejor
para ellos aquello que hará que se acerquen a su historia de sujeto, […] no

28
Freud, S, citado por E. Jones, La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud, op. Cit. P. 45.
29
Miller, J-A, “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”, Colección diva, 2002,.
30
Cf. Miller, J-A, “Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo”, Colección diva, 2002, p. 18.
31
Siegfried Bernfeld y Sergei Feitelberg hicieron investigaciones en este sentido, del lado de la
termodinámica y del concepto de entropía, sin encontrar base teórica biológica a la hipótesis freudiana
(cf. Jones, E. “La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud”, op. cit. P. 315)
32
Cf. Ferenczi, S. “L’enfant mal accueilli et sa pulsión de mort” (1929) OEuvres complètes, T.IV, Paris,
Payot, 1982, p- 76-81.
33
Ibid p. 78.
34
Lacan, J. El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, p. 253
35
Cf. Lacan, J. “Interventions à la SPP » (1938), Ornicar?, N° 31, 1984, p.12.
quieren saber nada de esa cadena significante en la que sólo a disgusto fueron
admitidos por su madre”36.
P. Federn es también uno de aquellos que recibe favorablemente la Todestrieb.
Deseará incluso ir un poco más lejos, sosteniendo que Freud “descuidó extraer
la conclusión inherente según la cual la satisfacción de la pulsión de muerte es
el dolor”37 y nombra mortido a la energía producida por la pulsión de muerte.
Pero edulcora sin embargo el descubrimiento freudiano defendiendo la idea de
un tripartidismo de las pulsiones en el cual reintroduce el instinto: “La pulsión
sexual que da la investidura en libido y la pulsión de muerte que da la investidura
en mortido se distinguen por las satisfacciones específicas de su cumplimiento,
que están ausentes en las pulsiones de autoconservación” 38. Además, en la
teoría freudiana la explicación económica no tiene sentido tomada aisladamente.
Pasemos ahora a los opositores. Algunos refutan este dualismo entre pulsiones
de muerte y pulsiones sexuales porque defienden con uñas y dientes el monismo
pulsional. Citemos por supuesto a Jung, pero también a Wilhelm Reich, para
quien la pulsión se resume en una única pulsión sexual y genital, una superlibido
que denomina orgón39, o incluso Sacha Nacht, que reduce la Todestrieb a la
agresividad de toda pulsión, lo que la conduce finalmente hacia el regazo del
principio del placer: “La aptitud para la reacción agresiva de todo lo que está vivo
se debe a la tendencia constante a eliminar lo que, por su estado de excitación,
y entonces de tensión, perturbaría el equilibro del organismo […] para evitar la
insatisfacción, tanto como para obtener la satisfacción de las necesidades; en
suma, la agresividad entra en juego para vivir”40.
Pero la mayor parte de las críticas recaen finalmente sobre el carácter primario
de la pulsión de muerte41. Esto lo convierte en un concepto escandalosamente
pesimista y trágico.
E. Jones es uno de los que rechazan admitir este carácter primordial, prefiriendo
pensar que los instintos de destrucción son reactivos42. Agregará más tarde:
“Que en los raros casos de melancolía tales anhelos puedan, por el juego de
mecanismos de identificación complicados, etc., conducir al suicidio, no
constituye de nuevo una prueba de que esos anhelos emanen de un deseo
primario de autodestrucción por parte del cuerpo”43. E invita entonces, a “encarar
la posibilidad de contribuciones subjetivas” en la elaboración de la pulsión de

36
Lacan, J. El Seminario, Libro 5, Las formaciones del inconsciente, Paidós, Buenos Aires, p. 253.
37
Federn, P. « La réaction du moi à la douleur », La Psychologie du moi et les Psychoses , Paris, PUF,
1979, p. 283
38
Federn, P. « La réaction du moi à la douleur », La Psychologie du moi et les Psychoses , Paris, PUF,
1979, p. 285
39
Cf. Reich, W, La fonction de l’orgasme (1952), Paris, L’Arche éditeur, 1970.
40
Nacht, S. “Les manifestations cliniques de l’agressivité et leur rôle dans le traitement
psychanalytique », Revue française de Psychanalyse, vol 12, N° 3, 1948, p. 311-365.
41
Cf. por ejemplo Balint, M « L’amour et la haine » (1951), Amour primaire et technique
psychanalytique, Paris, Payot, 2001, p. 167-184.
42
Cf. Freud, S., Jones, E. Correspondence complète (1908-1939), Paris, PUF, 1998, p. 764 (Carta del 1 de
enero de 1930)
43
Jones, E. “La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud”, op. cit. p. 317
muerte por parte de Freud44. Se refiere con eso, a todo lo que pudo haberse
dicho durante los años previos, sobre el hecho de que Freud había escrito este
artículo en la época de la muerte de su hija Sophie45, y al mismo tiempo que
acababa de enterarse de que estaba enfermo de un cáncer. E. Jones, si bien
sostiene que “ha sido establecido de manera indiscutible que Más allá del
principio del placer fue escrito muchos meses antes […] de esos
acontecimientos”, no se priva sin embargo de describir largamente a un Freud
“habitado por pensamientos de muerte”, que teme la enfermedad, y que detesta
“el hecho de envejecer”46, etc.

Necesidad
A todas esas críticas que apuntan a negar, edulcorar o restaurar su teoría, Freud
responderá por el lado de la necesidad: “No puedo prescindir, ni psicológica ni
biológicamente, de la hipótesis de esta pulsión fundamental”47. No cesará de
afirmar, no por pesimismo sino por lucidez que: “la creencia en la «bondad» de
la naturaleza humana es una de esas miserables ilusiones que, según los
hombres esperan, embellecerán y aliviarán su vida, cuando en realidad sólo les
hacen daño”48.
Jacques Lacan continuará la vía abierta por Freud, conduciendo a la pulsión de
muerte más allá de la biología y de la dimensión económica, más allá de la
cadena significante, hasta hacer de ella el fuego en el que forjará su concepto
de goce.

44
Cf. Ibid, p. 318.
45
Freud había anticipado esas interpretaciones psicobiográficas, pidiéndole a Eitingon en una carta del
18 de julio de 1920, confirmar en caso de ser necesario que Más allá… “estaba casi terminado en la
época en que Sophie vivía y estaba floreciente” (Freud, S., Eitingon, M, Correspondance 1906-1939,
Paris, Hachette littérature, 2009, p. 230: Carta del 18 de julio de 1920.)
46
Jones, E. “La vie et l’oeuvre de Sigmund Freud”, op. cit. pp. 319-320.
47
Cf. Freud, S., Jones, E. Correspondence complète (1908-1939), Paris, PUF, 1998, p. 765-766 (Carta del
26 de enero de 1930).
48
Freud, S. Conferencia 32: Angustia y Vida pulsional, Amorrortu Editores, Tomo XXII, p. 96.

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