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Para dar respuesta a estos interrogantes, aludiré a tres aspectos complementarios: I) Las
condiciones que hacen posible la existencia de una ética correlativa a la sociedad
democrática; 2) el paradigma ético con el que puede funcionar moralmente la sociedad
en su conjunto (ética civil); 3) la nueva forma de ubicación de la ética cristiana en la
sociedad actual española.
2ndo . rasgo: Ética limitadora del pode. El "fervor adolescente" que los individuos y los
grupos sienten hacia la ley cuando descubren la experiencia democrática conlleva un
serio peligro en su ciega absolutización. El "poder", bajo capa de, formalidad
democrática, irrumpe en los ámbitos de libertad individual y grupa¡. Frente a este
absolutismo del extremado positivo jurídico es necesario mantener en activo la
"conciencia ética" en cuanto factor de salvaguardia de grupos y personas.
3er. rasgo: Ética integradora del pluralismo social. Aunque es cierto que el pluralismo
en las formas de vida o modelos de sociedad pertenece al grupo de indicadores de la
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madurez social, ese pluralismo es disfuncional si no actúa bajo la fuerza del otro polo
dialéctico: la convergencia hacia mínimos posibles o máximos ideales. Así, la ética en
una sociedad democrática ha de ser integradora del pluralismo social.
a) Nivel expresivo
b) Nivel conceptual
Se entiende por ética civil el mínimo moral común de una sociedad pluralista y secular,
en cuanto que es la convergencia moral de las diversas opciones mórales de la sociedad.
Este "mínimo moral" marca la cota de aceptación moral de la sociedad más abajo del
cual no, puede situarse ningún proyecto válido.
Para verificar esta noción se precisa apoyarla en la racionalidad humana, que es la que
da origen al pluralismo moral. Y es preciso que esa racionalidad ética sea compartida
por el conjunto de la sociedad y forme parte del patrimonio socio-histórico de la
colectividad. La aceptación de esa racionalidad no se identifica con un superficial
consenso de pareceres ni a través de pactos sociales interesados, sino con el grado de
maduración ética de la sociedad. Maduración y aceptación son dos categorías que
expresan la misma realidad: el nivel ético de la sociedad.
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c) Fundamentación
d) Contenidos básicos
Los contenidos de la ética civil se constituyen mediante los acuerdos morales por
encima de las divergencias del sano pluralismo y a veces en contra de lo dictado por el
derecho positivo o por la conducta real de los individuos y de los grupos.
El caudal moral de la ética civil se constituye mediante la afluencia de diversos ríos, uno
de los cuales es la sensibilidad moral de la humanidad. Dentro de esta sensibilidad,
algunos valores tardan en surgir (negación de la legitimidad ética de la esclavitud); otros
son afirmados globalmente pero rechazados parcialmente (valoración de la vida, pero
admisión de la guerra "justa"). Hay valores que sufren oscurecimientos, otros avanzan y
en otros se producen estancamientos o desviaciones. A la par de la sensibilidad moral de
la humanidad hay que situar otro afluente: la reflexión ética, que comprende las grandes
corrientes del pensamiento (aristotélico, estoicismo, kantismo) o las religiones con su
sabiduría moral (budismo, cristianismo), así como personajes históricos cualificados.
Todos ellos general valoraciones nuevas que acaban pasando al acerbo común de la
humanidad.
Una síntesis de los contenidos morales que componen la ética civil del momento
presente pueden ser las declaraciones éticas de diversos grupos humanos o de la
sociedad en general, y sobresale de manera especial la "Declaración Universal de los
Derechos Humanos", que en la actualidad viene a representar el contenido nuclear de la
moral civil universal.
Dentro de las estimaciones morales básicas no se pueden dejar de señalar las siguientes;
el valor absoluto de todo individuo humano, la libertad como primer atributo de la
persona, el postulado de la no discriminación (por motivo de raza, sexo, convicciones,
etc), y la exigencia ética de la igualdad y de la participación.
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Aceptar la existencia del pluralismo social supone, para la ética cristiana, vencer una
tentación que le acecha permanentemente: la tentación del "imperialismo social". Esta
procede de épocas no remotas, cuando el cristianismo español, configurado como un
proyecto histórico de "cristiandad' que desembocaría en el nacional-catolicismo, se
atribuyó el monopolio social en la justificación trascendente de la existencia humana. Y
aun hoy tenemos tendencias funcionalmente análogas al nacional-catolicismo, como por
ejemplo sustituir el monopolio confesional por el monopolio de la ética. Y este
monopolio ético se produce cuando el cristianismo pretende ser el "dosel ético" de la
sociedad, cuando se constituye en la conciencia moral exclusiva de la vida social.
Los mecanismos que utiliza la iglesia para ejercer el monopolio ético suelen consistir en
declararse a sí misma "guardiana" del orden moral (previamente sometido a las
instancias religiosas) y en constituirse a sí misma en "intérprete" auténtica de los valores
morales. Esta argumentación, además de no respetar la autonomía de lo humano, supone
una sacralización excesiva del orden moral, al tiempo que no está alejada totalmente del
afán de poder y de control político-social. En este sentido, el concepto de "ley natural"
suele ser empleado por los cristianos con una cierta pretensión de imperialismo moral.
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Es cierto que existe una comprensión de la ley natural que acentúa el valor de la
racionalidad humana, el valor de la ética frente al poder, la tendencia universal de la
familia humana o el ideal de justicia; pero no es menos cierto que la ley natural que
invocan los cristianos acentúa otra corriente distinta que conlleva una comprensión
sacral, reduccionista y cerrada de la realidad humana. Y de esta concepción de la ley
natural parte la tentación de monopolio ético dentro de la vida social, sobre todo en
temas relacionados con la sexualidad, el matrimonio, etc.
Por el contrario, la iglesia que apela a la ética desde el servicio de la fe ejerce una
función profundamente moralizadora. De esta forma, apoya los valores de la
convivencia, del respeto o del pluralismo y rechaza el monopolio ético de la existencia
humana.
"En este contexto histórico-social es necesario que los católicos españoles sepáis
recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica
iluminada por el amor profundo el hombre hermano. Para sacar de ahí fuerza renovada
que os haga siempre infatigables creadores de diálogo y promotores de justicia,
alentadores de cultura y elevación humana y moral del pueblo. En un clima de
respetuosa convivencia con las otras legítimas opciones, mientras exigís el justo
respecto de las vuestras".