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MARCIANO VIDAL

LA ÉTICA CRISTIANA EN LA NUEVA


SITUACIÓN ESPAÑOLA
La ética cristiana en la nueva situación española, Carthaginensia, 3 (1987) 3-12

La sociedad española ha realizado un cambio espectacular en las dos últimas décadas al


pasar del anterior régimen político autoritario (sociedad cerrada) a la forma actual de
democracia (sociedad abierta). Los dos interrogantes a los que pretendo dar contestación
son los siguientes: ¿cuál ha de ser el modo de plantear la dimensión ética de la vida
humana? ¿Cómo ha de ser formulada la ética cristiana?

Para dar respuesta a estos interrogantes, aludiré a tres aspectos complementarios: I) Las
condiciones que hacen posible la existencia de una ética correlativa a la sociedad
democrática; 2) el paradigma ético con el que puede funcionar moralmente la sociedad
en su conjunto (ética civil); 3) la nueva forma de ubicación de la ética cristiana en la
sociedad actual española.

1. La ética correlativa a la sociedad democrática

Es evidente que, sin la ética, la aventura de la existencia de los hombres perdería su


rumbo al carecer de instancia crítica y orientadora. No es posible negar la existencia de
una instancia moral al interior de la realidad humana; para que sea auténticamente
humana, la vida social requiere la orientación ética.

La configuración de la vida social en la sociedad democrática es, al mismo tiempo,


efecto y causa de la ética, pero ahora me fijaré sólo en las variaciones que la
democratización socio-política introduce en la formulación y vivencia de la ética. Tres
rasgos básicos caracterizan a la ética que quiere ser correlativa con respecto a la
sociedad democrática:

1er. rasgo: Ética racional. La democratización social supone la aconfesionalidad de la


vida política, la secularización de la vida social y la mayoría de edad de los individuos y
de los grupos, con lo que toda ética confesional (religiosa o político-partidista) queda
descalificada. La única alternativa válida es una ética basada en la racionalidad
compartida por todos los sujetos humanos, aun sabiendo que el concepto de
racionalidad ha de ser sometido a ulteriores precisiones.

2ndo . rasgo: Ética limitadora del pode. El "fervor adolescente" que los individuos y los
grupos sienten hacia la ley cuando descubren la experiencia democrática conlleva un
serio peligro en su ciega absolutización. El "poder", bajo capa de, formalidad
democrática, irrumpe en los ámbitos de libertad individual y grupa¡. Frente a este
absolutismo del extremado positivo jurídico es necesario mantener en activo la
"conciencia ética" en cuanto factor de salvaguardia de grupos y personas.

3er. rasgo: Ética integradora del pluralismo social. Aunque es cierto que el pluralismo
en las formas de vida o modelos de sociedad pertenece al grupo de indicadores de la
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madurez social, ese pluralismo es disfuncional si no actúa bajo la fuerza del otro polo
dialéctico: la convergencia hacia mínimos posibles o máximos ideales. Así, la ética en
una sociedad democrática ha de ser integradora del pluralismo social.

En síntesis: la ética de la sociedad democrática en su conjunto se presenta con la


pretensión de "imparcialidad", basada ésta en la pretensión de la "razonabilidad", y
conducentes ambas a la pretensión de la "universalidad" o validez para el conjunto de la
sociedad.

2. La "ética civil": paradigma moral de la sociedad democrática en su conjunto

En la búsqueda de un paradigma moral que sea válido para la sociedad en su conjunto,


hace su aparición la propuesta de la "ética civil" como modelo moral correlativo al
estudio avanzado de la sociedad democrática del presente. A continuación expongo mi
manera de entender este nuevo paradigma ético, que sigue la línea de la "comunidad
ideal de comunicación entre seres racionales" (Apel, Habermas), y cuyo análisis ya he
pormenorizado en otro lugar.

a) Nivel expresivo

La expresión "ética civil" formula una peculiar instancia normativa de la realidad


humana (la "ética") que no se identifica sin más con otras normativas, como la del
civismo, la de la sociología o la del orden jurídico. Esta instancia normativa se refiere al
ámbito de la vida ciudadana, por lo que decimos que es "civil", en el sentido de "laica",
"racional", "humana". Así, la ética civil no se concreta únicamente en la moralidad
social o profesional, sino en toda la vida humana en cuanto ésta tiene una repercusión
para la convivencia ciudadana en general.

b) Nivel conceptual

Se entiende por ética civil el mínimo moral común de una sociedad pluralista y secular,
en cuanto que es la convergencia moral de las diversas opciones mórales de la sociedad.
Este "mínimo moral" marca la cota de aceptación moral de la sociedad más abajo del
cual no, puede situarse ningún proyecto válido.

Para verificar esta noción se precisa apoyarla en la racionalidad humana, que es la que
da origen al pluralismo moral. Y es preciso que esa racionalidad ética sea compartida
por el conjunto de la sociedad y forme parte del patrimonio socio-histórico de la
colectividad. La aceptación de esa racionalidad no se identifica con un superficial
consenso de pareceres ni a través de pactos sociales interesados, sino con el grado de
maduración ética de la sociedad. Maduración y aceptación son dos categorías que
expresan la misma realidad: el nivel ético de la sociedad.
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c) Fundamentación

Dando ya por supuesta la justificación racional de la ética en general, se puede afirmar


que la fundamentación de la ética civil no descansa en cosmovisiones totalizantes ni en
opciones partidistas, sino en la racionalidad humana y en el consenso ético del cuerpo
social. Esta afirmación sumaria requiere una doble aclaración:

En primer lugar, la ética civil no puede apoyarse en cosmovisiones totalizantes, sean


éstas de signo religioso o de carácter laico, ya que la estructura y función de la
cosmovisión choca frontalmente con la noción de ética civil-. en cuanto "mínimo" ético
no puede ser totalizadora y en cuanto mínimo ético "común" no puede depender de
decisiones opcionales.

En segundo lugar, las opciones partidistas tampoco pueden fundamentar el edificio de la


ética civil, dado que conviene lograr la superación convergente del pluralismo social.

d) Contenidos básicos

Los contenidos de la ética civil se constituyen mediante los acuerdos morales por
encima de las divergencias del sano pluralismo y a veces en contra de lo dictado por el
derecho positivo o por la conducta real de los individuos y de los grupos.

El caudal moral de la ética civil se constituye mediante la afluencia de diversos ríos, uno
de los cuales es la sensibilidad moral de la humanidad. Dentro de esta sensibilidad,
algunos valores tardan en surgir (negación de la legitimidad ética de la esclavitud); otros
son afirmados globalmente pero rechazados parcialmente (valoración de la vida, pero
admisión de la guerra "justa"). Hay valores que sufren oscurecimientos, otros avanzan y
en otros se producen estancamientos o desviaciones. A la par de la sensibilidad moral de
la humanidad hay que situar otro afluente: la reflexión ética, que comprende las grandes
corrientes del pensamiento (aristotélico, estoicismo, kantismo) o las religiones con su
sabiduría moral (budismo, cristianismo), así como personajes históricos cualificados.
Todos ellos general valoraciones nuevas que acaban pasando al acerbo común de la
humanidad.

Una síntesis de los contenidos morales que componen la ética civil del momento
presente pueden ser las declaraciones éticas de diversos grupos humanos o de la
sociedad en general, y sobresale de manera especial la "Declaración Universal de los
Derechos Humanos", que en la actualidad viene a representar el contenido nuclear de la
moral civil universal.

Dentro de las estimaciones morales básicas no se pueden dejar de señalar las siguientes;
el valor absoluto de todo individuo humano, la libertad como primer atributo de la
persona, el postulado de la no discriminación (por motivo de raza, sexo, convicciones,
etc), y la exigencia ética de la igualdad y de la participación.
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e) Función de la ética civil

La ética civil tiene funciones generales que básicamente consisten en l) mantener el


aliento ético (la capacidad de "protesta" y "utopía") dentro de esta sociedad en la que
decrecen progresivamente las preguntas sobre los significados últimos de la existencia
humana, 2) unir los diferentes grupos sociales y las distintas opciones a fin de elevar la
sociedad a cotas más altas de humanización, y 3) desacreditar éticamente aquellos
grupos o proyectos que no respeten el mínimo moral común.

De entre las funciones más concretas de la ética civil destaco la de orientar


adecuadamente la moralidad pública, crear una plataforma no ideológica para la
educación moral en la escuela, insistir en la importancia de la ética profesional y
propiciar un auténtico "rearme moral" de la sociedad.

Mi intención a lo largo de estas reflexiones, más allá de lo puramente teórico, persigue


una apuesta a favor de la racionalidad ética de la sociedad democrática, racionalidad que
se construye sobre la base de la no confesionalidad, sobre el respeto al pluralismo, así
como sobre el diálogo y la conciencia universal de los seres racionales. Pero debemos
hablar también de la peculiaridad de la opción moral de los cristianos dentro de ese
mínimo ético común, y de esta opción hablaremos en el siguiente apartado.

3. Ubicación de la ética cristiana en el nuevo contexto histórico-social de España

La "crisis moral" por la que ha atravesado la sociedad española ha repercutido de varios


modos en los planteamientos teológicos-morales, de tal manera que el proyecto moral
cristiano tiene que ser reformulado en una sociedad pluralista y democrática. Esto
supone nuevos matices para la moral cristiana, que en España ha dado lugar a los
siguientes tres rasgos:

a) Superación del "imperialismo moral"

Aceptar la existencia del pluralismo social supone, para la ética cristiana, vencer una
tentación que le acecha permanentemente: la tentación del "imperialismo social". Esta
procede de épocas no remotas, cuando el cristianismo español, configurado como un
proyecto histórico de "cristiandad' que desembocaría en el nacional-catolicismo, se
atribuyó el monopolio social en la justificación trascendente de la existencia humana. Y
aun hoy tenemos tendencias funcionalmente análogas al nacional-catolicismo, como por
ejemplo sustituir el monopolio confesional por el monopolio de la ética. Y este
monopolio ético se produce cuando el cristianismo pretende ser el "dosel ético" de la
sociedad, cuando se constituye en la conciencia moral exclusiva de la vida social.

Los mecanismos que utiliza la iglesia para ejercer el monopolio ético suelen consistir en
declararse a sí misma "guardiana" del orden moral (previamente sometido a las
instancias religiosas) y en constituirse a sí misma en "intérprete" auténtica de los valores
morales. Esta argumentación, además de no respetar la autonomía de lo humano, supone
una sacralización excesiva del orden moral, al tiempo que no está alejada totalmente del
afán de poder y de control político-social. En este sentido, el concepto de "ley natural"
suele ser empleado por los cristianos con una cierta pretensión de imperialismo moral.
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Es cierto que existe una comprensión de la ley natural que acentúa el valor de la
racionalidad humana, el valor de la ética frente al poder, la tendencia universal de la
familia humana o el ideal de justicia; pero no es menos cierto que la ley natural que
invocan los cristianos acentúa otra corriente distinta que conlleva una comprensión
sacral, reduccionista y cerrada de la realidad humana. Y de esta concepción de la ley
natural parte la tentación de monopolio ético dentro de la vida social, sobre todo en
temas relacionados con la sexualidad, el matrimonio, etc.

Por el contrario, la iglesia que apela a la ética desde el servicio de la fe ejerce una
función profundamente moralizadora. De esta forma, apoya los valores de la
convivencia, del respeto o del pluralismo y rechaza el monopolio ético de la existencia
humana.

b) Colaboración en el rearme moral de la vida social

La ética constituye el horizonte común y de diálogo entre creyentes y no creyentes, tal


como ya puso de relieve el concilio Vaticano II: "La fidelidad a la conciencia une a los
cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los
numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad".

Aceptando la necesaria dialéctica entre la opción religiosa y la no religiosa de la ética,


"podrán sentarse las bases de una civilización y de una historia que no tiene por qué ser
formalmente religiosa o atea, sino que ha de ser sencillamente humana". Esta postura
presupone que la moral cristiana se sienta "limitada" intramundanamente por la moral
arreligiosa y pierda su carácter totalizador, pero presupone también que la moral de los
creyentes se sienta "limitada" por la moral de los creyentes. De esta forma, una y otra
encontrarán caminos convergentes para expresar el dinamismo ético que tienda hacia la
única meta de la liberación humana.

c) Oportunidad para el planteamiento adecuado de la incidencia ética de los


cristianos en la sociedad

Por su propia urgencia, la fe cristiana se siente impelida a ofrecer la peculiaridad de su


proyecto, una vez superada la tentación del imperialismo moral. La ética cristiana ha de
reconocer que no tiene la exclusiva competencia sobre el campo de la normativa ética ni
es la única justificación de opciones morales válidas.

De esta forma, los planteamientos y las formulaciones de la moral cristiana resultan


intramundanamente parciales, lo que obliga a una crítica continua proveniente de esta
"limitación". Así, por ejemplo, se deberá pensar en dos "versiones" de los valores
morales: una para el interior de la comunidad cristiana y otra para ser proclamada hacia
el exterior del grupo creyente.

Esta nueva ubicación de la ética cristiana, consistente en la aceptación de la sociedad


democrática y pluralista, fue señalada certeramente por Juan Pablo II en el primer
mensaje dentro de su viaje apostólico por España (Barajas, 31 de octubre de 1982):
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"En este contexto histórico-social es necesario que los católicos españoles sepáis
recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe vivida, la lucidez evangélica
iluminada por el amor profundo el hombre hermano. Para sacar de ahí fuerza renovada
que os haga siempre infatigables creadores de diálogo y promotores de justicia,
alentadores de cultura y elevación humana y moral del pueblo. En un clima de
respetuosa convivencia con las otras legítimas opciones, mientras exigís el justo
respecto de las vuestras".

Extractó: JOSEP SOLS I LUCIA

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