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Definición de Canon de Belleza

El término canon se emplea para designar una regla o un modelo de algo. La belleza
también tiene sus criterios y reglas. Desde una perspectiva histórica, el canon de belleza no
ha dejado de evolucionar y lo que hoy es considerado como bello en la antigüedad podía ser
feo y desagradable.
El canon de belleza en determinados periodos de la historia
Entre los antiguos egipcios las mujeres hermosas eran aquellas que mantenían su rostro
alejado del sol, maquillaban sus ojos y su cara, llevaban pelucas y realizaban todo tipo de
cuidados corporales para ensalzar sus encantos.

En la antigua Grecia una hombre era agradable a la vista o kaloskagathos si tenía un cuerpo
armonioso, proporcionado y simétrico, tal y como se pone de relieve con "El Discóbolo", la
célebre escultura realizada por Mirón de Eléutereas.
El concepto de belleza femenina en la Edad Media tenía los siguientes criterios: cabello
largo, blancura en la piel, labios finos, frente despejada, caderas estrechas y senos de
pequeño tamaño.
En la Belle Epoque la mujer considerada atractiva tenía una silueta en forma de S, con
generoso busto, cintura estrecha y amplias caderas. Para conseguir este efecto empleaban
corsés que mantenían su cintura comprimida.

Las geishas del siglo XlX y principios del XX representaban el modelo perfecto de belleza
femenina en la cultura japonesa. Su rostro tenía un aspecto muy blanco por el efecto
del maquillaje, sus pies tenían que ser muy pequeños y el cabello debía lucirse con
distintos adornos de gran tamaño (los kanzashi).
El ideal de belleza masculina o femenina está sujeto a cambios permanentes
y a todo tipo de modas que se acaban imponiendo en ciertos sectores de la
sociedad
Hace unas décadas los tatuajes en el mundo occidental eran vistos como un
adorno corporal de mala reputación y con un escaso valor estético y en los últimos años la
moda del tatuaje se ha convertido en un símbolo estético muy valorado.
En cualquier caso, el hombre o la mujer que cumple con el canon de belleza de cada época
se convierte en un modelo de belleza erótica y en el caso de ser un personaje famoso es
etiquetado como un sex symbol.
Como el amor, la idea de belleza es compleja de encuadrar
A pesar de ello, decimos que algo o alguien nos resulta bello si estimula nuestros sentidos.
En otras palabras, lo hermoso es todo aquello que nos produce una emoción intensa. Como
es lógico, la idea de belleza depende de la cultura en que vivimos, la edad, el sexo y la
apreciación subjetiva de cada individuo.

Mientras muchas mujeres hacen verdaderos sacrificios con dietas y horas de


gimnasio demenciales para entrar y mantenerse en una talla 36 y así ajustarse
a los cánones de belleza impuestos por el mundo de la moda, otras muchas
han tirado la toalla y sueñan con despertarse algún día en el siglo XVII,
donde las mujeres rollizas eran de lo más apetitosas y anheladas. Rubens nos
lo dejó bien claro.
Al igual que las modas y las costumbres, el canon de belleza femenina ha
tenido una marcada evolución a través de los siglos. Hemos pasado de venerar
cuerpos regordetes y pieles de porcelana a querer tener la más oscura de las
teces cubriendo nada más que un montón de huesos.
Prehistoria
Qué se lleva: Ya desde la prehistoria, los hombres preferían a las mujeres de
grandes senos y caderas anchas, puesto que se asociaban a la fertilidad, la
abundancia y la capacidad de parir y criar hijos sanos y fuertes.
Renacimiento (siglos XV – XVI)
Qué se lleva: No hay más que fijarse en las pinturas de los artistas de la
época: cuerpos redondeados, manos y pies finos, pechos pequeños y firmes,
tez banca y mejillas sonrosadas, labios rojos, cabello rubio y largo, frente
despejada y ojos grandes y claros.
Barroco (siglos XVII – XVIII)
Qué se lleva: Se empiezan a estilar cuerpos más rellenitos: caderas más
anchas y cintura estrecha, brazos redondeados y carnosos, piel blanca y
pechos más llamativos que son resaltados por los corsés. Además, la figura
femenina se embellece con las populares pelucas, los perfumes, los lunares
postizos o pintados, los corsés de infarto, los encajes… Un dato, la palabra
‘maquillaje’ data de esta época.
Época Victoriana (siglo XIX)
Qué se lleva: Lo que verdaderamente llama la atención de ésta época es el
uso de los corsés para estrechar al máximo la cintura y realzar el busto y las
caderas. Estos apretados elementos dejaban sin aliento a muchas mujeres,
provocando desmayos o incluso la muerte por la deformación del tórax, que
acaba estrujando los órganos vitales.
Principios del siglo XX
Qué se lleva: El canon de belleza femenina lo marcan las caricaturas del
dibujante Charles Gibson. La Gibson Girl es el ejemplo a seguir por las
jovencitas de la época: sumisión y obediencia complementado con pechos
altos, caderas anchas y nalgas prominentes.
Años 1930-40
Qué se lleva: Es la década de la lencería, la mujer va cobrando protagonismo
y la belleza de la mujer, vestida como desnuda, se vuelve importante. Estas se
preocupan por su físico para resultar impactantes.
Años 1950-60
Qué se lleva: La exuberancia femenina se apodera de las pantallas. C urvas
marcadas, voluptuosidad, piernas infinitas, huesos bien forrados, cabellos
rubios… Pero a su vez, los cuerpos pequeños y delgados –niñas con cuerpo de
mujer- tipo Lolita, también causaban furor, aunque era menos público debido
a sus connotaciones pedofílicas.
Años 1970-80
Qué se lleva: Los cuerpos femeninos se van adelgazando y estilizando, y los
pechos cada vez van cobrando más protagonismo y espacio en el cuerpo de
las mujeres. Las redondeces empiezan a ser despreciadas y las mujeres ansían
lucir bellas en sus bikinis.
Años 1990
Qué se lleva: Las mujeres siguen evolucionando en delgadez y pechos
grandes y la cirugía estética ayuda a moldear los cuerpos de las que se
quedaron en el camino. Grandes o enormes pechos, cuerpos delgadísimos,
labios y pómulos prominentes… Asimismo, las mujeres se quedan
físicamente estancadas en los treinta y tantos, gracias a las operaciones que
estiran la piel para hacer desaparecer las arrugas. Destacan los cabellos
oxigenados, las pieles morenas y las prendas que dejan bien poco para la
imaginación.
Nuevo milenio
Qué se lleva: Si creíamos que las mujeres ya no podían estar más delgadas y
operadas, estábamos equivocados. Una nueva generación de modelos
esqueléticas (empujadas por las grandes firmas y diseñadores de moda) ha
plantado un canon de belleza femenina demencial e insano. Señal de que la
sociedad está perdiendo la chaveta. Vemos desfilar en pasarelas y posar para
revistas a auténticos esqueletos con pulso bajo el pellejo, cuerpos tan
delgados que parecen sacados de un campo de concentración nazi.
Década de 1910
Mujeres: se pusieron de moda las “Gibson girls”: bellezas de cuello largo, ojos
grandes y pelo ondulado. La figura también tenía sus propios estándares: la mujer
ideal respondía a una elevada estatura, esbelta y con una cintura antinaturalmente
delgada, pechos grandes y caderas anchas.

Década de 1920
Mujeres: esta etapa, denominada “Flapper”, vino marcada por peinados con pelo
corto, un físico delgado, juvenil, reinando las cejas finas y una forma de labios que
aparentaba ser toda una reverencia al arco de Cupido. Los ojos grandes, como los
ciervos, también se convirtieron en uno de los principales criterios a tener
en cuenta para catalogar la belleza.

Década de 1930
Mujeres: gracias a las magníficas divas del cine, las suaves curvas femeninas
volvieron a ponerse de moda. El canon de belleza respondía a rasgos correctos
en el rostro, cabello tipo Hollywood, con pestañas largas, altos pómulos, cejas
arqueadas y ojos hundidos.

Década de 1940
Mujeres: el mundo lujoso típico de Hollywood entonces se estrelló contra la dura
realidad que provocaba la guerra. Las mujeres seguían siendo elegantes, pero
la refinada belleza de la década anterior se esfumó, siendo reemplazada por
la imagen de una dama fuerte y concienciada con el conflicto bélico: se valoraba
una valiente figura deportiva con hombros anchos.

Década de 1950
Mujeres: los años 50 volvieron a poner en la palestra a las divas de Hollywood
y retornó la moda por las formas femeninas: un pecho firme, hombros estrechos,
piernas delgadas, caderas exuberantes y una cintura fina, imperaban. La imagen
similar a una “muñeca” se convirtió en una de las más populares: piel
de porcelana, un lunar dibujado, labios brillantes y con colores vivos, mirada
ingenua, peinados altos y rizos. Y el remedio más popular vendido en las
farmacias no era otro más que el agua oxigenada, básicamente, porque “los
caballeros las preferían rubias”.

Década de 1960
Mujeres: la verdadera revolución en el mundo de la moda llegó de la mano
de Twiggy. Hace un par de años, nadie se tomaba en serio su imagen: con una
estatura de 1,66 centímetros, y 81-56-81 como medidas, el peso de la modelo
apenas era de solo 40 kilos. Pero fue con ella con quien comenzó la afición por
adelgazar y hacer dietas. El cuerpo que se valoraba tenía que ser delgado, los
peinado, cortos, los labios, claros, y los ojos, enormes.
.

Década de 1970
Mujeres: lo primero y más importante es cuidarse a sí mismo. En esta década, los
fabricantes de cosméticos comienzan a desarrollar sus primeros productos con
SPF (filtros solares). Las mujeres aspiraban a reflejar naturalidad, pero
no sacrificaban su sexualidad: cabello voluminoso, maquillaje con colores
naturales y faldas cortas reinaban en esta década.

Década de 1980
Mujeres: el mundo parecía volverse loco con el culto al cuerpo: formas aeróbicas,
polainas y las permanentes alcanzaron la cima de la popularidad. Esta moda
exigía de una silueta perfeccionada en el gimnasio.
encantador.

Década de 1990
Mujeres: es la moda de “heroin chic”: chicas muy delgadas con brazos y piernas
esbeltas, de mirada cansada y ausente, piel pálida y clavículas hacia fuera.

Década de los años 2000


Mujeres: después de que el mundo viera la película “Lara Croft: Tomb Raider”, las
bellezas atléticas se pusieron en tendencia. Los ojos, nariz, pómulos, labios
y cuerpo de Angelina Jolie, se convirtieron en esas características con las que
soñaban las mujeres para ir a la última moda.

Década de 2010
Mujeres: a Kim Kardashian le están saliendo una gran cantidad de enemigos,
pero muchos más fans a su alrededor. Gracias a eso, se imponen las caderas
anchas, la piel color aceituna, los labios gruesos, pómulos altos y pestañas
espesas.

Bono: año 2018


Mujeres: se imponen las Baby face en este 2018. La época de rasgos faciales
artificiales y partes hipertróficas del cuerpo ha llegado a su fin. En la moda,
la naturalidad, las mejillas regordetas, la sonrisa dulce, las piernas largas
y la delgadez vuelven a reinar.
De los cánones de belleza o de la exigencias
de ser mujer
Por Marisa Rubio Pedrero

La crítica implacable a la que está sometida la mujer físicamente es latente en


cada sector de su vida: en el laboral, en el social, en sus relaciones personales,
etc. Todo el mundo se cree con derecho a enjuiciar tu físico, porque has de ser
como se espera que seas. ¿Y cómo se espera que seas? Físicamente
perfecta. ¿Por qué? Porque has de resultar atractiva y bella; socialmente tienes
que tener buena imagen; has de gustar. ¿A quién?A ellos: los hombres que
ostentan el poder hasta en este campo. Imponiendo la imagen que la mujer ha
de tener para que resulte atractiva para que el género masculino te dé su
aprobación.

Como has de ser un bonito objeto de decoración concebido al antojo masculino,


se mina cualquier autoestima. Tú nunca podrás estar a la altura de sus exigencias.
Tú no puedes ser el cuerpo que eres y amarlo, si no tiene el canon requerido por
la sociedad machista con la que has de cumplir como “mujer, objeto de deseo”.No
tienes autoestima, no te gustas nunca porque nunca eres como se espera:
físicamente perfecta para ellos. No eres la mujer 10.

Pero esta crítica no acaba en tu propio malestar con tu cuerpo se extiende al resto
de tu genero. Y comparas tu físico al de otras mujeres. Sólo a las mujeres. Esta
crítica a lo mejor podría hacer que ya que tú no te gustas (aunque, no te gustas
por propia iniciativa, sino porque no eres esa mujer objeto bonito que se solicita
socialmente) te ayuda a sentirte mejor el cebarte con las otras mujeres que se
alejan todavía más de ese “aspecto” requerido para gustar socialmente. Con lo
cual las otras mujeres son: “Muy gordas”, “Muy bajas”, “Muy feas”, “Demasiado
delgada” y una extensa e inacabable lista de defectos físicos.

Claro que también puede ser que la mujer a la que hacemos referencia con
nuestros comentarios esté mucho más cerca del requerimiento social que yo
misma. Entonces no hay problema, porque si no puedo recurrir a la lista de
defectos físicos, siempre me queda la lista de defectos morales, porque “Es muy
guapa, pero seguro que es tonta” o “una puta” o cualquier otra cosa que la
degrade a ser peor que yo misma. Y así seguimos anulándonos a
nosotras mismas y al resto de nuestro genero, para ser lo que ellos esperan que
seamos: o “su bonita posición” o unas autenticas arpías.

Yo amo mi cuerpo, porque yo soy mi cuerpo. Pero este amor a mi cuerpo, no ha


surgido por generación espontánea, ni es algo innato a mi persona. No, la fuerte
presión social también me ha marcado, como a todas. El amor a mi cuerpo surgió
con el respeto a mi persona, con lo cuál, es algo recién aprendido.

Y me gusta mi cuerpo porque funciona como yo necesito que lo haga. Y porque he


aprendido a respetar sus límites, a conocerlos y a reconocer sus limitaciones, para
no exigirle algo que no depende de él. Y me siento bien en mi piel y con mi
condición femenina, porque me gusto. Y quizás, sea el único aspecto de
mi persona en el que he ganado una pequeña batalla al no necesitar la aprobación
de los demás, pero ésto socialmente está muy mal visto: una no se puede gustar a
sí misma. Tienes que gustar a los demás (que siguen siendo ellos y sus
necesidades).

Y si busco un trabajo tengo que tener “buen aspecto”, “mejor imagen” y “un
vestuario adecuado al gusto masculino”, que es el que sigue imponiendo: qué es
lo femenino y qué no lo es. Y la mujer no se puede declarar independiente a esa
demanda.

Y si no me pinto, es que no soy femenina, porque no tengo esa necesidad de


tapar en mi rostro los rasgos que no me gustan, no necesito corregir mi
naturaleza. Lo cual es inadmisible. ¿Cómo me puedo gustar tal y como soy de una
forma natural y sin ornamentos? Pero claro que me puedo pintar tranquilamente,
si me apetece hacerlo, sólo porque me apetece, no porque vaya a gustar, o a
sentirme más “guapa” si corrijo mi rostro.

Y he de soportar la crítica constante de mi aspecto físico: ahora “extremadamente


delgada”, y cuando no fue así “gorda”, con “mala cara”, con “ojeras”, o cualquier
otra cosa, pero esta crítica siempre viene hecha por mujeres, lo cual es bastante
triste por lo que he comentado anteriormente. Cómo olvidar el complejo de fea que
tuve en mi adolescencia, y todo animado por los comentarios de las que entonces
se hacían llamar mis amigas. Comentarios del tipo “Eres más fea que pegar a un
padre con un calcetín sudado”, etc.

Y cuando no son las mujeres, es tu pareja la que se siente obligada a hablarte de


tu imperfección, de esta manera te anula y doblega. En el caso del que fue mi
compañero, él esgrimía: “que estaba demasiado delgada” para justificar su
rechazo a mi cuerpo a la hora de su inactividad sexual (obviamente
conmigo). Pero yo sé que mi cuerpo no era el problema, nunca lo ha sido. Mi
cuerpo es mi propia persona física y funciona bien y soy yo. Ni más ni menos. El
rechazo a mi cuerpo es el rechazo a mi persona.

Pero, no obstante; aunque, me guste mi cuerpo, la valoración sobre mí misma


sigue las pautas de la falta de autoestima. Aspectos que tengo que trabajar día a
día: mi “negación” de los apetitos sexuales y emocionales, unido al “esfuerzo” que
me suponía el alimentarme, sin olvidar mi “necesidad de agradar o complacer” a
todo el mundo indiscriminadamente.
Barcelona. (Redacción).- La preocupación por la imagen cada vez afecta a
más mujeres y a edades más tempranas. Cumplir los cánones de belleza que
imponen las grandes industrias condiciona el desarrollo de complejos hacia el
propio cuerpo que pueden evolucionar a auténticas patologías de inseguridad.
Hoy en día, el 36% de las mujeres admite que empieza a sentir vergüenza
sobre algún aspecto de su físico entre los 11 y los 20 años, según apunta un
estudio realizada por la marca Dove. Ante esta realidad, la firma de
cosméticos ha decidido emprender un proyecto social que sirva para mejorar
y reforzar la autoestima de las mujeres cuando aún son jóvenes.

Bajo el nombre de 'Proyecto Dove para la Autoestima' se desarrolla una


iniciativa orientada a chicas de entre 11 y 13 años basada en talleres de
confianza corporal y autoestima. Este programa se está presentando en varios
centros educativos y en cada uno de los encuentros se invita a los estudiantes
de ambos géneros a reflexionar sobre los estereotipos que imperan en el
contexto actual. Con ello, se pretende concienciar a los jóvenes de que las
etiquetas son una invención social que afectan a la percepción de uno mismo,
que provocan perder la autoestima y que pueden conllevar a enfermedades
graves, como lo son los trastornos alimenticios.

El número de casos de estas patologías no ha dejado de crecer en los últimos


años. El mundo de la moda se ha hecho eco de esta realidad y cada vez hace
más hincapié en cambiar la imagen de sus modelos. Así lo han demostrado
varias firmas, algunas apostando por subir a mujeres reales sobre la pasarela y
otras fichando a nuevos prototipos de belleza en sus campañas. Otras, no
obstante, siguen ejemplificando que la extrema delgadez sigue siendo el perfil
de belleza ideal, tal como hizo Giorgio Arman en el desfile de su colección
primavera-verano 2015 en Milán.

Esta divergente realidad ha llevado a varios psicólogos y expertos de la


imagen a determinar que es necesario que los jóvenes reciban una
buena educación emocional para reforzar su autoestima. La marca Dove ha
contratado a varios de estos profesionales para impartir los talleres del nuevo
programa, obteniendo resultados satisfactorios. “Es una experiencia muy
gratificante, ya que te das cuenta de que a los chicos les interesa mucho este
tema y les ayuda a reflexiona y a no juzgarse ni compararse”, apuntan Eva
Cilleros y Juan Antonio Cañada, dos de los expertos que han participado en el
proyecto.

Con esta iniciativa, la marca refuerza un poco más su apología por la belleza
real, tal como lleva haciendo desde hace años en todas sus campañas. El
objetivo final es conseguir potenciar la autoconfianza en la sociedad y la
aceptación del individuo tal y como es. “Creemos que es importante llegar a
los jóvenes de hoy, ayudándolos a reflexionar sobre el aspecto físico y los
estereotipos para que construyan una relación positiva con su cuerpo”, ha
explicado María Meonidou, portavoz de la firma en España y responsable de
la iniciativa. También ha comentado que tras el éxito percibido, en vísperas al
próximo año esperan ampliar el número de talleres para así llegar a más
adolescentes.
¿Por qué los estereotipos de género y belleza son
un tipo de violencia contra las mujeres?
La industria del marketing y la publicidad ha sido la que dicta los contenidos que
reproducirán los medios de comunicación masiva, al ser la representante de quienes
mueven altas cifras de dinero y, por lo tanto, de quienes tienen el poder. Se nos olvida,
constantemente, que la relación entre publicidad y libertad de expresión no es tan
democrática como el consumo defiende sino que reside en el juicio de los propietarios de
medios de comunicación y agencias de publicidad (quienes, muchas veces, privilegian sus
intereses económicos por sobre su rol social).

Es difícil imaginar en qué momento nacieron los cánones o estereotipos de belleza y


género. Probablemente no se trate de un momento único sino de un proceso gradual, en el
cual los estereotipos mismos variaron junto al establecimiento de sociedades patriarcales.
Lo que sí tenemos más claro es que, en el contexto actual de la ubicua comunicación de
masas, el principal blanco de estos conjuntos de características socialmente aceptadas,
deseadas y exigidas somos nosotras: las mujeres.

En la actualidad, los medios de comunicación masiva juegan un rol esencial ya que se


han transformado en el agente socializador más importante. Como su definición lo
indica, tratan de un único emisor, quien en este caso dicta y define cómo deben ser las
mujeres- , con un receptor masivo, heterogéneo y anónimo.

La industria del marketing y la publicidad ha sido la que dicta los contenidos que reproducirán los
medios de comunicación masiva, al ser la representante de quienes mueven altas cifras de dinero y,
por lo tanto, de quienes tienen el poder. Se nos olvida, constantemente, que la relación entre
publicidad y libertad de expresión no es tan democrática como el consumo defiende sino que reside
en el juicio de los propietarios de medios de comunicación y agencias de publicidad (quienes,
muchas veces, privilegian sus intereses económicos por sobre su rol social). Entonces, ¿cuál es el
estereotipo de mujeres que nos presentan? Una que se destaca por su cuerpo joven, bello, delgado,
de piel uniforme y tersa, senos firmes, cintura pequeña, caderas contorneadas, extremidades largas y
tonificadas y sin defectos físicos como cicatrices o marcas y, por supuesto, heterosexual y
obediente, que basa su valor personal, su éxito y su felicidad en alcanzar o no este parámetro de
belleza.
Volviendo a la pregunta que titula este artículo, ¿cuáles serían las razones que nos
hacen considerar la perpetuación de estos estereotipos de belleza y género como una
forma de violencia?

Razón 1: Consideramos que dichos estereotipos son violencia simbólica ya que presentan e
imponen un único modelo de cómo debe ser una mujer, invisibilizando la diversidad de
identidades, cuerpos, gustos y elecciones que representan y hacen valiosas a todas las
mujeres.

Razón 2: Este estereotipo único destaca la apariencia física como único valor de una mujer,
posicionándola según cuán alejada o cercana esté de este ideal de belleza y dejando de lado
otros aspectos más relevantes. Esto tiene una doble consecuencia: por una parte cualquier
otro tipo de características o cualidades de la mujer son subordinadas a una belleza que
debe seguir un canon principalmente comercial, y por otro lado dichos mecanismos actúan
directamente y cada vez más en la formación de niñas y adolescentes que buscarán cumplir
dichas expectativas y restarán atención de otros aspectos de sus vidas.

Razón 3: Del punto anterior se desprende una situación preocupante, ya que está
comprobado y respaldado por cifras serias que los estereotipos creados por los medios de
comunicación masiva afectan de forma negativa la percepción y construcción de la mujer,
sobre sí misma y sobre sus pares (hijas, hermanas y compañeras incluidas), atentando
contra la autoestima y salud mental de éstas y lucrando con su inseguridad, a través del
consumo de productos o servicios para “verse mejor”, “estar flaca”, cumplir sus deberes de
esposa o madre, y un lamentable etcétera. La gran mayoría las mujeres piensa que la
publicidad afecta la construcción de la identidad femenina; imponiendo cuerpos poco
reales, valorando el exitismo de cierto tipo de belleza, incluso haciéndonos sentir que por
ser diferentes, seremos menos queridas, posicionando el aspecto físico como la
característica más importante de una mujer y que por lo tanto influye directamente sobre su
seguridad personal, pero como apuntaba Bourdieu, ello no impide que sean parte de dicha
normalización. Una cifra escalofriante y que por desgracia no nos sorprende es que el 61%
de las mujeres declara haberse sentido ‘avergonzada’ de su cuerpo durante la última
semana (LRC). No es el único dato: recopilando información seria, sabemos que las
mujeres pasan alrededor de 3,6 horas diarias pensando en su cuerpo.

Los hombres sólo 1,8 horas diarias (LRC); el 85% de las mujeres declara haber evitado
alguna vez visitar lugares, dar su opinión, o realizar actividades que disfruta porque no le
gustan cómo se ve o cómo se siente con su apariencia física (LRC); tres de cada 10 mujeres
señala que su apariencia física es la principal fuente de preocupación en su vida diaria
(LRC); los trastornos de la conducta alimentaria como la tercera enfermedad crónica más
común entre adolescentes (después de la obesidad y el asma) (Anuario de Estadísticas
Vitales, Ministerio de Salud, 2013), el 71% del total de consultas por salud mental en el
sistema de salud público tienen a mujeres como pacientes (Departamento de Estadísticas e
Información en Salud, Ministerio de Salud, 2014).
Razón 4: Debido a que este tipo de violencia atenta contra la seguridad de las mujeres y
está presente de forma continua e ineludible en el contexto actual de “estar siempre
conectados”, afectando especialmente a las niñas y jóvenes, quienes son un grupo
particularmente vulnerable, se crea un problema social ya que reduce el potencial, las
capacidades, talentos y aspiraciones de éstas, construyendo las bases que sustentan la
desigualdad de género estructural. En palabras de Naomi Wolf: “Las mujeres somos
cotidianamente objetivizadas lo que nos lleva a aprender desigualdad todos los días”
(Naomi Wolf, en “El mito de la belleza”).

¿Qué hacer? Nuestra apuesta es reivindicar la autoestima como capital político y, así,
desestabilizar las bases socioemocionales de la desigualdad de género estructural. La
urgencia de los cambios necesarios es evidente. Las cifras mencionadas son la
consecuencia de décadas de influencia de los estereotipos comerciales sobre varias
generaciones de mujeres. Todas hoy sabemos que las niñas y jóvenes de hoy necesitan una
sociedad distinta que comience a gestarse ahora mismo

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