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JUICIOS ORALES EN MATERIA FAMILIAR

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS


Serie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 500
Coordinadora académica: Elvia Lucía Flores Ávalos
Coordinadora editorial: Karla Beatriz Templos Núñez
Edición: Miguel López Ruiz
Formación en computadora: Javier Mendoza Villegas
JUICIOS ORALES
EN MATERIA FAMILIAR

MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ


Coordinadora

UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO


MÉXICO, 2009
Primera edición: 29 de junio de 2009

DR © 2009. Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS

Circuito Maestro Mario de la Cueva, s/n


Ciudad de la Investigación en Humanidades
Ciudad Universitaria, 04510 México, D. F.

Impreso y hecho en México


ISBN
CONTENIDO

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . IX
María Antonieta MAGALLÓN GÓMEZ

La oralidad en las controversias del orden familiar reguladas en el


Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal . . . 1
Hugo Carlos CARRASCO SOULÉ L.
Los juicios orales familiares vistos desde la visión tridimensional
del derecho procesal familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Carina GÓMEZ FRÖDE
Juicio oral: breves comentarios del derecho anglosajón y su viabi-
lidad en México. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Juan Luis GONZÁLEZ ALCÁNTARA

Fundamentos jurídicos para establecer en México los juicios ora-


les en derecho familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Julián GÜITRÓN FUENTEVILLA

Aproximación a una construcción del proceso familiar oral en Mé-


xico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
María Antonieta MAGALLÓN GÓMEZ

Algunas propuestas para lograr los beneficios de la oralidad en los


procedimientos familiares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
Gabriel MORENO SÁNCHEZ

Racionalidad comunicativa y objetividad en la formulación de los


juicios orales en materia familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Alfonso Estuardo OCHOA HOFMANN

VII
VIII CONTENIDO

La oralidad en el proceso familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183


José OVALLE FAVELA

Análisis de la viabilidad de establecer el juicio oral en materia


familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195
Hilda PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

Destrucción vincular parento-filial en el contexto de falsas denun-


cias de abuso sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223
María Guisella STEFFEN CÁCERES

Propuesta para la reforma de los juzgados de familia . . . . . . . . 241


Carlos Luis VILLACAMPA ORÚS
PRESENTACIÓN

El anhelo humano de justicia es un factor universal, que nadie puede sos-


layar, y como muestra de la conscientización de aquellas cuestiones teó-
ricas y prácticas a resolver en materia familiar, en la presente compila-
ción vemos que destacados juristas analizan diversas aristas sobre la
oralidad, y estudian ciertas áreas del conocimiento jurídico, que influirán
decididamente en la elección de los medios procesales idóneos, que per-
mitan una mayor cohesión familiar y social.
El compromiso sobre una verdadera cultura de la legalidad se plasma
en el pensamiento y las ideas de los maestros del derecho, que con su va-
liosa aportación a la presente compilación participan en la construcción
de un sistema procedimental que alienta la búsqueda de aquellos elemen-
tos materiales y humanos que permitan el desarrollo de una impartición
de justicia en materia familiar, cada día más eficaz.
Muestra de la responsabilidad social que la justicia familiar hoy en
día reclama, es el apoyo decidido de tres grandes hombres del derecho,
que con su apoyo, sabia dirección y guía permitieron que la presente
obra salga a la luz; y por ello es indeclinable agradecer vigorosamente a
los doctores en derecho: Héctor Fix-Fierro, Fernando Serrano Migallón,
y Juan Luis González Alcántara y Carrancá, a quienes la historia habrá
de recompensar por formar escuela con sus ideas, obras con su trabajo, y
recto camino por su impulso al andar.

María Antonieta MAGALLÓN GÓMEZ

IX
LA ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN
FAMILIAR REGULADAS EN EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS
CIVILES PARA EL DISTRITO FEDERAL

Hugo Carlos CARRASCO SOULÉ L.*

La oralidad no es tan sólo una mera técnica


acabada, fruto del conceptualismo propio
de las grandes construcciones de la siste-
mática procesal; antes bien, constituye el
mecanismo de enjuiciamiento idóneo para
satisfacer el fin primordial transpersonal,
social del proceso, que persigue la justa de-
cisión de los conflictos y la tutela efectiva
de los derechos sustantivos a través de una
sentencia justa... Es precisamente en el pro-
ceso de familia donde adquieren particular
resonancia estos prin- cipios...

Roberto O. BERIZONCE**

SUMARIO: I. Cuestiones preliminares. II. Principios procesa-


les vinculados con la oralidad. III. Regulación de las contro-
versias del orden familiar y la oralidad. IV. Conclusiones.

I. CUESTIONES PRELIMINARES

Lato sensu, tomando en consideración la forma en que los procesos se


sustancian, éstos pueden ser de dos tipos: orales, o escritos.

* Catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de


México.
** Tribunales y proceso de familia, La Plata, Librería Editora Platense, 2001, p. 30.

1
2 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

No obstante lo anterior, es importante resaltar que, stricto sensu, en


nuestra legislación no se encuentran regulados procesos que sean exclu-
sivamente orales o escritos, sino que ambas formas coexisten predomi-
nando más una que otra.
Cipriano Gómez Lara1 sostiene que “...más que hablar de procesos
orales o de procesos escritos en sentido puro, debe hablarse de tenden-
cias; de tendencias hacia la oralidad y tendencias hacia la escritura”.
En este mismo sentido, José Ovalle Favela2 es enfático al recordar que

...la escritura propicia la documentación del proceso, y como consecuen-


cia, la certeza sobre su desarrollo. Para el proceso sólo existirá lo que
conste en el expediente: Quod non est in actis, non est in mundo... El jui-
cio oral, por su parte, ofrece otras ventajas: la concentración de etapas, la
inmediatividad entre el juez, las partes y terceros que participan en el pro-
ceso; la mayor dirección del proceso por parte del juzgador, etcétera.

Un juicio donde se refleja la tendencia hacia la oralidad es aquel que


se sigue ante los juzgados de paz, ya que el CPCDF dispone en el artícu-
lo 20 del título especial lo siguiente:

Concurriendo al juzgado las partes en virtud de la citación, se abrirá la au-


diencia y en ella se observarán las siguientes prevenciones:
I. Expondrán oralmente sus pretensiones por su orden, el actor su de-
manda, y el demandado su contestación, y exhibirán los documentos y ob-
jetos que estimen conducentes a su defensa y presentarán a los testigos y
peritos que pretendan ser oídos;
II. Las partes pueden hacerse mutuamente las preguntas que quieran,
interrogar a los testigos y peritos en general, presentar todas las pruebas
que se puedan rendir, desde luego...

De la lectura del precepto que antecede se desprende que el juicio se-


guido ante los jueces de paz se sustancia oralmente, y que existe la con-
centración de etapas, ya que en la misma audiencia se tiene la fase expo-
sitiva y la probatoria, suprimiéndose la conclusiva.

1 Gómez Lara, Cipriano, Derecho procesal civil, México, Oxford University Press-
Harla, 1998, p. 5.
2 Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, México, Oxford University Press-
Harla, 1998, p. 39.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 3

Otro elemento característico de los juicios con tendencia oral es la res-


tricción de los medios impugnativos. En el caso del CPCDF, el artículo
23 del título especial dispone que “contra las resoluciones pronunciadas
por los jueces de paz no se dará más recurso que el de responsabilidad”.3
No obstante lo anterior, la oralidad en el juicio no es absoluta, toda
vez que el artículo 44 del título especial del CPCDF dispone que “Para
cada asunto se formará un breve expediente con los documentos relativos
a él, y en todo caso, con el acta de la audiencia, en la que muy sucinta-
mente se relatarán los puntos principales y se asentará la sentencia”.
Por otro lado, en los juicios seguidos ante tribunales de primera instan-
cia prevalece la tendencia escrita, pues de acuerdo con el artículo 56 del
CPCDF todos los ocursos de las partes y actuaciones judiciales deberán
escribirse en español; no obstante lo anterior, existen dentro del proceso,
etapas que se desarrollan verbalmente, como es el caso de la fase conclusi-
va, al disponer el artículo 394 del CPCDF, que los alegatos serán verbales.
Queda evidenciado que en los procesos seguidos en el Distrito Federal
existen solamente tendencias hacia la oralidad y a la escritura, no siendo
absoluto ninguno de los dos sistemas.
En la legislación civil, específicamente, en relación con las controver-
sias del orden familiar, encontramos que este tipo de conflictos se sustan-
cian de manera especial, y sólo cuando no se opongan las reglas genera-
les al capítulo que les regula éstas pueden aplicarse. La siguiente tesis
ilustra el tema:

CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR SOBRE GUARDA Y CUSTODIA DE


MENORES. LA FALTA DE COPIAS DE TRASLADO PARA TRAMITAR UN INCI-
DENTE NO ES MOTIVO PARA DESECHARLO O TENERLO POR NO INTER-
PUESTO (LEGISLACIÓN DEL DISTRITO FEDERAL). Tratándose de contro-
versias del orden familiar, particularmente las que versan sobre la guarda
y custodia de menores, debe considerarse que la sola falta de exhibición
de copias para correr traslado a las partes del escrito por el que se promue-
ve un incidente, no puede traer como consecuencia el que se deseche o
tenga por no interpuesto, porque si el artículo 942 del Código de Procedi-
mientos Civiles para el Distrito Federal establece que no se requieren for-
malidades especiales para acudir ante el Juez de lo Familiar cuando se so-

3 La finalidad del recurso de responsabilidad en ningún caso será la de obtener la


modificación de la resolución, sino de fincarle al funcionario el deber de resarcir al de-
mandante por la infundada decisión tomada.
4 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

licite la declaración, preservación o constitución de un derecho o se alegue


la violación del mismo o el desconocimiento de una obligación, cuando se
trata, en general, de las cuestiones familiares que reclamen la intervención
judicial, y si incluso el artículo 941 del mismo ordenamiento faculta al
juzgador para intervenir de oficio en los asuntos que afecten a la familia,
cabe entonces entender que la simple omisión de algún requisito mera-
mente formal, como lo es el consistente en la presentación de copias del
escrito con el que se promueve un incidente, no debe constituir un obs-
táculo insalvable que venga finalmente a impedir la resolución del conflic-
to de fondo planteado, sino que el Juez, manteniendo un equilibrio entre la
exigencia legal de que se satisfaga aquella formalidad, y el interés público
que existe en la protección de los derechos familiares, debe prevenir al
promovente para que aclare o corrija el defecto, y sólo en caso de no ha-
cerlo sancionar la omisión en los términos autorizados por la disposición
relativa. Por tanto, no procede en tales casos la aplicación irrestricta de la
regla general consignada en el segundo párrafo del artículo 103 del Códi-
go de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, en el sentido de que
los escritos de demanda principal o incidental no serán admitidos si no se
acompañan las copias correspondientes.4
Amparo en revisión 493/2001. José Alberto González Blanco. 27 de fe-
brero de 2002. Unanimidad de votos. Ponente: Abraham S. Marcos Val-
dés. Secretaria: Rosa Elena Rojas Soto.

II. PRINCIPIOS PROCESALES VINCULADOS CON LA ORALIDAD

Aunados al principio procesal de oralidad, existen otros que hacen


más pronta la impartición de justicia, tales como el de inmediación y el
de concentración, entre otros.
La inmediatez procesal puede resumirse como la facultad para percatar-
se de los sucesos a través de los sentidos, y encuentra su esencia y justifi-
cación en los principios de la lógica elemental, la razón y la propia natura-
leza humana. En tal virtud, este principio tiene una estrecha relación con el
de la oralidad en los procesos, ya que el juzgador tendrá la posibilidad de
emplear de manera directa sus sentidos para que en su ánimo se construya
la convicción necesaria para dictar el fallo en uno o en otro sentido, pues
le es posible recoger vestigios probatorios sin intermediarios. Al respecto,
es aplicable la siguiente tesis asilada de la Tercera Sala de la SCJN:

4 Novena Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judi-


cial de la Federación y su Gaceta, XVI, agosto de 2002, página 1268. Tesis: I.8o.C.231 C.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 5

JUICIOS ORALES, PRUEBA EN LOS. La nueva ley procesal vigente en el


Distrito Federal, al establecer la oralidad en los juicios, ha tendido a per-
mitir al Juez, tener una impresión personal de la veracidad con que se
producen los testigos, y sobre la idoneidad de los mismos, variando el
sistema que regía la anterior codificación, tanto en lo que se refiere a esa
facultad, que hoy es más amplia, como en cuanto a la abolición del re-
quisito de que un hecho se considera probado únicamente, cuando sobre
sus existencia declararan dos o más testigos.5
Amparo civil directo 2273/35. Hernández Félix. 22 de abril de 1936. Una-
nimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.

En este mismo sentido se pronuncia Roberto Berizonce6 al sostener


que “la recepción directa y sin intermediarios, personalmente, de las
pruebas en la vista de la causa, le permite al juez tener una percepción in-
superable de ese material, que seguramente ningún medio técnico de re-
gistro puede transmitir”.
Derivado de la implementación de la oralidad en los juicios se actuali-
za la concentración de las etapas a efecto de satisfacer el principio de
economía procesal bajo el que descansa el principio de oralidad.
La concentración puede ser de diversos grados, ya que va desde aque-
llos casos en los que todos los actos procesales se verifican en una sola
audiencia, desde la demanda, pasando por la contestación misma, por la
etapa probatoria, por los alegatos y llegando hasta la sentencia,7 o bien
en aquellos en los que sólo se efectúan simultáneamente algunas fases
procesales.

III. REGULACIÓN DE LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN


FAMILIAR Y LA ORALIDAD

Para el legislador, las controversias inherentes a la familia son una


prioridad de orden público, cuya solución es de naturaleza urgente e ina-
plazable, por constituir aquélla la base de la integración de la sociedad.
Tomando como premisa lo anterior, el artículo 942 del CPCDF dispo-
ne que no son necesarias formalidades especiales para acudir ante el juez
de lo familiar cuando se solicite lo siguiente:
5 Quinta Época. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federa-
ción, XLVIII, página 1194.
6 Berizonce, Roberto, op. cit., p. 47.
7 Gómez Lara, Cipriano, op. cit., p. 11.
6 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

a) La declaración, preservación, restitución o constitución de un dere-


cho o se alegue la violación del mismo o el desconocimiento de una
obligación, tratándose de alimentos;
b) La calificación de impedimentos de matrimonio;
c) Dirimir las diferencias que surjan entre marido y mujer sobre admi-
nistración de bienes comunes;
d) Que se pronuncie sobre temas relacionados con la educación de los
hijos;
e) Que resuelva la oposición de padres y tutores, y
f) En general, cuando se reclame la intervención judicial en todas las
cuestiones familiares similares a las antes enunciadas.8

La exención de formalidades para la tramitación de este tipo de con-


troversias descansa esencialmente en el derecho subjetivo público de ac-
ceso a la justicia, consagrado en el artículo 17 de la Constitución Política
federal, el cual debe estar, en lo posible, libre de obstáculos innecesarios
atendiendo a la naturaleza de los conflictos cuya solución requiere de
evitar formalismos intrascendentes que impidan o retrasen su resolución.
En este mismo sentido se pronunció el primer Tribunal Colegiado en ma-
teria Civil del primer circuito al dictar la siguiente tesis:

ALIMENTOS, RECLAMACIÓN DE. NO REQUIERE DE FORMALIDAD ESPE-


CIAL ALGUNA. Conforme lo dispuesto en el título décimo sexto del Código
de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, todos los problemas in-
herentes a la familia se consideran de orden público, especialmente tratán-
dose de alimentos, debiéndose suplir la deficiencia de la queja en su caso
y sin que se requiera de formalidad especial alguna para su trámite, ya que
incluso puede solicitarse la fijación y pago de las pensiones alimenticias
mediante comparecencia personal, por lo que no es procedente resolver la
controversia en contra de los intereses del acreedor alimenticio con base
en la improcedencia de la vía, cuando dicha reclamación se efectuó ante
Juez familiar.9
Amparo directo 3201/84. Luz María Moreno Barrios y otros. 20 de
agosto de 1986. Unanimidad de votos. Ponente: Luz María Perdomo Juve-
ra. Secretario: Rodolfo Ortiz Jiménez.

8 Esta flexibilidad no es aplicable a los casos de divorcio o de pérdida de la patria


potestad.
9 Séptima Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación, 205-216, sexta parte, página 59.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 7

Asimismo, hay que resaltar que la actividad jurisdiccional en esta ma-


teria se encamina esencialmente a la conservación de un entorno familiar
saludable y favorable para el pleno desarrollo personal y emocional de
sus integrantes, por lo que la rapidez con la que se puedan resolver este
tipo de conflictos inherentes a la familia permitirá que el ambiente sea el
adecuado para lograr los fines antes señalados.
En la solución de las controversias del orden familiar se encuentra
subyacente el lograr la protección, estabilidad personal y emocional de
los miembros de la familia que se encuentran afectados, y que con la in-
tervención judicial pretenden obtener asistencia, respaldo y respeto a su
persona e intimidad, constituyéndose así como una cuestión de orden pú-
blico e interés social, dado que en su observancia está interesada la socie-
dad y el Estado, porque de su efectivo cumplimiento depende el desarro-
llo armónico e integral de la célula más importante del tejido social.
En este mismo orden de ideas, se faculta al juez para imponer las medi-
das necesarias para preservar los derechos y la seguridad de los miembros
de la familia, pero la adopción de medidas debe ser pronta y expedita, por
lo que para sustanciar este tipo de controversias se aplican principios pro-
cesales, tales como la oralidad, concentración de etapas y la actuación ofi-
ciosa del juzgador. Al respecto, es aplicable la siguiente tesis:

MENORES, TESTIMONIO DE LOS, EN LOS JUICIOS DE CONTROVERSIA DEL


ORDEN FAMILIAR. SU RECEPCIÓN Y DESAHOGO NO ESTÁN SUJETOS A LAS
FORMALIDADES QUE RIGEN LA PRUEBA TESTIMONIAL, PORQUE SE TRATA
DE UN ELEMENTO DE CONVICCIÓN QUE DEBE SER APRECIADO
LIBREMENTE PARA DECIDIR CON BASE EN EL INTERÉS SUPERIOR DEL NIÑO.
En los juicios de controversia del orden familiar en los que interviene un ni-
ño o niña no es prudente someterlo a responder un interrogatorio de prueba
testimonial con las formalidades estrictas que dicha prueba requiere, pues
precisamente por su corta edad, no está en condiciones de expresar sus co-
nocimientos en relación con las cuestiones debatidas, atendiendo al princi-
pio contenido en el artículo 12 de la Convención de los Derechos del Niño
que establece que los Estados partes garantizarán al niño que esté en condi-
ciones de formarse un juicio propio, el derecho de expresar su opinión li-
bremente en todos los asuntos que le afecten; de manera que es necesario
que su opinión sea escuchada libremente a fin de que el juzgador tenga ba-
ses para determinar si la convivencia del niño o niña con determinada per-
sona puede lesionar su interés superior; de ahí que será el prudente arbitrio
del director del proceso el que sirva de guía para establecer el mecanismo
8 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

del interrogatorio y su contenido, para lograr que se cumpla cabalmente y


de modo objetivo con la tutela especial del infante y el compromiso de diri-
mir la contienda relativa bajo el principio rector del interés superior del ni-
ño, pues las partes deben sujetar sus propios derechos procesales a la obser-
vancia de este alto principio, máxime que éste cobra mayor relevancia en el
sentido de que no sería deseable someter al infante a una estructura formal o
rígida de un interrogatorio que pudiera ocasionarle perturbación.10
Amparo directo 765/2002. 4 de febrero de 2003. Unanimidad de votos.
Ponente: Felipe Alfredo Fuentes Barrera. Secretaria: Cristina García
Acuautla.

De lo anterior se deduce que los juicios y procedimientos que versan


sobre derechos familiares no se rigen por los principios de estricto dere-
cho, propios de los juicios de carácter patrimonial, dado que el juzgador,
para solucionar las controversias de esta naturaleza, debe tratar de que la
verdad real prevalezca sobre la verdad formal.11
Dentro de este contexto, el artículo 943 del CPCDF dispone que es
posible acudir al juez de lo familiar por escrito o por comparecencia per-
sonal en los casos urgentes que hemos descrito anteriormente. Para tal
efecto, es suficiente con exponerle al juzgador, de manera breve y conci-
sa, los hechos de que se trate.
El hecho de que el legislador permita que una controversia de esta ín-
dole comience a través de una simple comparecencia ante el tribunal, se
traduce en que se actualice el principio de oralidad.
Las copias respectivas de la comparecencia y demás documentos se
toman como medios de convicción, y deben relacionarse en forma por-
menorizada con todos y cada uno de los hechos narrados por el compare-
ciente, así como los medios de prueba que presente.
Los hechos narrados son conocidos como la parte histórica de la con-
troversia; el actor en un juicio, al ejercitar determinada acción y reclamar
alguna pretensión, está obligado a precisar los hechos en que se funda la
demanda, a fin de que la parte demandada pueda preparar su defensa y
oponer las excepciones que sean procedentes, tal y como se aprecia de la
lectura de la siguiente jurisprudencia:

10 Novena Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judi-


cial de la Federación y su Gaceta, XVIII, julio de 2003, página 1153. Tesis: II.3o.C.55 C.
11 Novena Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judi-
cial de la Federación y su Gaceta, III, febrero de 1996, página 420, Tesis: VI.3o.25 C.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 9

ACCIÓN. NECESIDAD DE PRECISAR LOS HECHOS EN QUE SE FUNDA. Los


actores de un juicio, al ejercitar determinada acción y reclamar alguna pre-
tensión de los demandados, están obligados a precisar los hechos en que se
fundan, a fin de que tales demandados puedan preparar sus defensas y ex-
cepciones, así como aportar las pruebas consiguientes para destruir los alu-
didos hechos; de no proceder en los términos indicados, aun cuando en el
curso del procedimiento lleguen a comprobarse hechos no expuestos en la
demanda, no puede fundarse una sentencia en ellos, por no haber sido mate-
ria de la litis planteada.12
Amparo directo 22/90. Félix Salazar Bonilla. 7 de febrero de 1990.
Unanimidad de votos. Ponente: Gustavo Calvillo Rangel. Secretario: Jorge
Alberto González Álvarez.
Amparo directo 239/92. José Alberto López Camarillo. 26 de agosto de
1992. Unanimidad de votos. Ponente: Gustavo Calvillo Rangel. Secreta-
rio: Jorge Alberto González Álvarez.
Amparo directo 532/93. Lauro Cedeño Delgado. 5 de noviembre de
1993. Unanimidad de votos. Ponente: Gustavo Calvillo Rangel. Secreta-
rio: Jorge Alberto González Álvarez.
Amparo directo 625/93. Bancomer, S.A. 16 de febrero de 1994. Unani-
midad de votos. Ponente: Clementina Ramírez Moguel Goyzueta. Secreta-
rio: Gonzalo Carrera Molina.
Amparo directo 281/95. Jovita María de Lourdes Pacheco Gutiérrez. 9
de agosto de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Gustavo Calvillo Ran-
gel. Secretario: José Zapata Huesca.

Concluyendo, la parte actora debe narrar de manera clara en qué se


hacen consistir los hechos, cómo se manifestaron, en qué fecha y en qué
lugar se suscitaron, porque sólo así el demandado tiene oportunidad de
preparar su contestación y defensa, y de esta manera estar en la posibili-
dad de acreditar un hecho contrario que desvirtúe el invocado por el ac-
tor; pensar de otra manera propiciaría que el demandado quede en estado
de indefensión, porque no conoce los hechos y las acciones que se le im-
putan, ni el tiempo, lugar y condiciones en que acontecieron.
Aunado a lo anterior, se encuentra el principio de congruencia que ri-
ge en materia de prueba, y que consiste en que todo medio de convicción
que se ofrezca y desahogue en el proceso debe guardar relación con al-

12 Novena Época. Instancia: Segundo Tribunal Colegiado del Sexto Circuito. Fuente:
Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, tomo II, septiembre de 1995. Tesis
VI.2o. J/26, página 381.
10 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

gún punto controvertido, por lo que no es dable jurídicamente aportar


pruebas para acreditar aspectos que no son tema de discusión entre las
partes,13 por lo que es indispensable que se narren los hechos constituti-
vos de la acción que se ejerce a efecto de que puedan ser declaradas pro-
cedentes las pretensiones formuladas.
En la comparecencia, el juez debe informarle al interesado que puede
contar con el patrocinio de un defensor de oficio14 para conocer de su pro-
cedimiento, y como consecuencia, éste ordenará dar parte a la institución
de defensoría de oficio15 para que, en su caso, asesore o patrocine a éste.
El defensor público garantizará el derecho a la defensa y el acceso a la
justicia mediante la orientación, asesoría y representación jurídicas, que
sólo un profesional del derecho reconocido legalmente puede prestar. Lo
anterior es así, porque el espíritu del legislador no fue otro que el de
otorgar a los gobernados, acceso a la justicia, y tal prerrogativa se colma,
entre otros muchos aspectos, cuando se da la posibilidad a las personas
de escasos recursos económicos, de que durante el desarrollo del proceso
estén asesoradas por profesionales del derecho, por personas con capaci-
dad en la materia, que puedan defender con conocimiento jurídico y sufi-
ciente sus intereses, a fin de que su garantía de seguridad jurídica en las
controversias del orden familiar se vea respetada.
La intención con esta disposición es buscar el equilibrio procesal más
apegado a la realidad, disponiendo que en todo momento las partes con-
tendientes se encuentren en igualdad de condiciones; esto es, que tengan
la misma oportunidad de defensa en el juicio, pues el acceso a la justicia

13 Novena Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario Judi-


cial de la Federación y su Gaceta, XVII, marzo de 2003, página 1607, Tesis: XI.2o. J/26.
14 De acuerdo con la Ley de Defensoría de Oficio del Distrito Federal por defensor
de oficio se entiende el servidor público que con tal nombramiento tiene a su cargo la
asistencia jurídica de las personas. Para ocupar el cargo de defensor de oficio se debe reali-
zar un examen de oposición y acreditar: a) ser ciudadano mexicano en pleno ejercicio de
sus derechos; b) ser licenciado en derecho con la correspondiente cédula profesional expe-
dida y registrada por autoridad competente; c) tener cuando menos un año de ejercicio pro-
fesional en actividades relacionadas directamente con la defensa jurídica de las personas, y
d) no haber sido condenado por delito doloso considerado grave por la ley.
15 De conformidad con lo dispuesto por el artículo 4o. de la Ley de Defensoría de
Oficio del Distrito Federal, la defensoría de oficio del Distrito Federal tiene como finali-
dad la de proporcionar, obligatoria y gratuitamente, los servicios de asistencia jurídica
consistentes en la defensa, patrocinio y asesoría en asuntos del fuero común —civil, fa-
miliar y del arrendamiento inmobiliario—.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 11

no puede estar vedado o limitado por los problemas socioeconómicos


que le impiden a una de ellas contar con la instrucción de un postulante.
El artículo 943 del CPCDF dispone que una vez que se ha levantado
la constancia respectiva de la comparecencia o bien que se haya recibi-
do el escrito correspondiente, el juzgador debe ordenar que se “corra
traslado” a la parte demandada, la que deberá presentarse en la misma
forma dentro del término de nueve días. Técnicamente, el legislador se
refirió a la práctica del emplazamiento, ya que stricto sensu “correr
traslado” significa que hay que entregar a una de las partes, copias sim-
ples de los documentos y escritos que la otra parte haya presentado, sin
ningún tipo de formalidad, lo que atentaría contra el principio de segu-
ridad jurídica.
Hay que recordar que el emplazamiento constituye una formalidad
esencial del procedimiento (quizá la de mayor importancia), ya que será
a través de este acto como el demandado tendrá pleno conocimiento de la
existencia de un juicio en su contra, donde se le requiere el cumplimiento
de ciertas prestaciones. Este acto procesal se traduce en que el demanda-
do pueda defenderse oponiendo excepciones, impugnando determinacio-
nes, objetando y ofreciendo pruebas, o bien, simplemente, expresando
los hechos que estime pertinentes para que el juez tenga un completo pa-
norama sobre la controversia.

EMPLAZAMIENTO, ES DE ÓRDEN PÚBLICO Y SU ESTUDIO ES DE OFICIO. La


falta de emplazamiento o su verificación en forma contraria a las disposi-
ciones aplicables, es la violación procesal de mayor magnitud y de carác-
ter más grave, puesto que da origen a la omisión de las demás formalida-
des esenciales del juicio, esto es, imposibilita al demandado para contestar
la demanda y, por consiguiente, le impide oponer las excepciones y defen-
sas a su alcance; además, se le priva del derecho a presentar las pruebas
que acrediten sus defensas y excepciones y a oponerse a la recepción o a
contradecir las probanzas rendidas por la parte actora y, finalmente, a for-
mular alegatos y ser notificado oportunamente del fallo que en el proceso
se dicte. La extrema gravedad de esta violación procesal ha permitido la
consagración del criterio de que el emplazamiento es de orden público y
que los jueces están obligados a investigar de oficio si se efectuó o no y si,
en caso afirmativo, se observaron las leyes de la materia.16

16 Fuente: Semanario Judicial de la Federación, tomo: XI, febrero de 1993, página 249.
12 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

Amparo en revisión 245/92. Alfonso Alegría Gutiérrez. 28 de octubre


de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: Lucio Antonio Castillo Gonzá-
lez. Secretaria: Silvia Marinella Covián Ramírez.
Amparo en revisión 63/92. Jesús Antonio Espinoza Ruiz. 8 de abril de
1992. Unanimidad de votos. Ponente: José Nabor González Ruiz. Secreta-
ria: Ana María Bertha González Domínguez.

Visto desde esta perspectiva, el emplazamiento es una institución que


se encuentra ligada a las garantías de audiencia, legalidad y debido pro-
ceso consagradas en los artículos 14 y 16 constitucionales, pues es a tra-
vés de este acto como el demandado tiene conocimiento del proceso que
se sigue en su contra, y así podrá ser oído y vencido en juicio, tal y como
lo ordena nuestra carta magna.
Por todas estas razones, el emplazamiento17 o llamamiento a juicio se
considera de orden público, y por ende, para que surta efectos debe re-
vestir ciertas formalidades que den plena certeza de que el demandado
tenga conocimiento de la existencia del juicio seguido en su contra, ra-
zón en sí misma suficiente para sostener que en este tipo de controversias
es indispensable que se practique la diligencia en contra del demandado
bajo estos términos, y no simplemente “corriéndole traslado”.
Por otro lado, el CPCDF dispone que en las comparecencias las partes
deberán ofrecer las pruebas respectivas, situación que supone la aplica-
ción del principio de concentración de etapas, ya que las partes deben
ofrecer sus pruebas al comparecer, y no en un momento procesal poste-
rior, como sucede en el juicio ordinario civil, en el que se abre la dilación
probatoria después de que las partes formulan la demanda y su respectiva
contestación. Dicho en otras palabras, se busca “...la mayor compacta-
ción posible de los actos procesales a efecto de obtener mayor celeridad
en el fallo del asunto controvertido... Se pretende satisfacer el principio
de economía procesal...”.18
A través del ofrecimiento de medios de prueba las partes pretenden
hacer llegar al tribunal los diversos medios de convicción con los que se
17 El emplazamiento por regla general debe efectuarse a través de notificación perso-
nal; en caso de que el demandado no se encuentre en la primera búsqueda, puede hacerse
por medio de cédula que sea entregada a algún pariente, trabajador doméstico, o quien
viva en el domicilio en el que se le buscó. El último mecanismo para emplazar es el edic-
to; por ejemplo, cuando el demandado sea una persona incierta, o bien siendo persona
cierta se desconoce su domicilio.
18 Arellano García, Carlos, Derecho procesal civil, México, Porrúa, 1998, p. 78.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 13

supone constatarán o corroborarán lo que han planteado en sus compare-


cencias respectivas. Los medios de prueba que pueden ofrecer las partes
son, entre otros: la confesional, la testimonial, la documental, la pericial,
informes de autoridades o instituciones especializadas en la materia, et-
cétera.
Por otro lado, al ordenarse el traslado, el juez debe, además:

a) Señalar el día y hora para la celebración de la audiencia respectiva, y


b) Tratándose de alimentos, ya sean provisionales o los que se deban
por contrato, por testamento, o por disposición de la ley, el juez fi-
jará, a petición del acreedor, sin audiencia del deudor y mediante la
información que estime necesaria, una pensión alimenticia provi-
sional, mientras se resuelve el juicio. Al respecto, es necesario pre-
cisar que la finalidad que se persigue con este tipo de determinacio-
nes es similar a la mayoría de las providencias cautelares, que es la
de conservar la materia de litigio, evitar grave e irreparable daño a
alguno de los colitigantes o a la sociedad con motivo de la tramita-
ción de un proceso. Desde la perspectiva del tema en comento, para
decretarla deben reunirse las circunstancias siguientes:

1. Que la solicite el acreedor;


2. Ponderar las necesidades del acreedor y la capacidad del deudor, y
3. Que haya urgencia en la medida, entendiendo ésta como deter-
minar el peligro que correría el acreedor que de no recibir la pen-
sión durante el periodo que dure el juicio pueda verse afectada la
subsistencia de una necesidad esencial de éste.

Es optativo para las partes acudir asesoradas, y en este supuesto, los


asesores necesariamente deberán ser licenciados en derecho, con cédula
profesional.
En caso de que una de las partes se encuentre asesorada y la otra no, el
juez de lo familiar debe solicitar de inmediato los servicios de un defen-
sor de oficio, el que debe acudir, desde luego, a enterarse del asunto, dis-
frutando de un término que no podrá exceder de tres días para hacerlo,
por cuya razón se diferirá la audiencia en un término igual.
En la audiencia las partes aportarán las pruebas que así procedan y
que hayan ofrecido, sin más limitación que no sean contrarias a la moral
o estén prohibidas por la ley.
14 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

La audiencia se practicará con o sin asistencia de las partes. Para re-


solver el problema que se le plantee, el juez se debe cerciorar de la vera-
cidad de los hechos, y los evaluará personalmente o con auxilio de espe-
cialistas o de instituciones especializadas en la materia. Éstos presentarán
el informe correspondiente en la audiencia y podrán ser interrogados
tanto por el juez como por las partes.
La valoración de los medios probatorios aportados y admitidos deben
ser valorados en su conjunto por el juez, atendiendo a las reglas de la ló-
gica y de la experiencia, por lo que el tribunal debe exponer cuidadosa-
mente los fundamentos de la valoración jurídica realizada.
El juez y las partes podrán interrogar a los testigos en relación con los
hechos controvertidos, pudiéndoles hacer todas las preguntas que juz-
guen procedentes, con la sola limitación de que éstas no sean contrarias a
la moral o a las buenas costumbres19 o que estén prohibidas por la ley.
Respecto del concepto de “buenas costumbres”, la SCJN ha llegado a
la siguiente conclusión:

BUENAS COSTUMBRES. Las buenas costumbres constituyen un concepto


del cual los autores han buscado la precisión y se ha llegado a esta conclu-
sión: todo lo que hiera la moralidad es contrario a las buenas costumbres,
y la jurisprudencia poco a poco ha considerado que hay un criterio de mo-
ralidad en la sociedad y que es el ambiente social la fuente de aquéllas. De
manera que no es necesario precisar con toda exactitud en qué consisten
las buenas costumbres porque ningún legislador lo precisa, sino que se de-
ja a la apreciación de los tribunales.20
Amparo civil directo 476/54. Illiades viuda de Ize Elena. 25 de octubre
de 1954. Mayoría de tres votos. Disidentes: Hilario Medina y Mariano Ra-
mírez Vázquez. Engrose: José Castro Estrada.

Dado el carácter variable de la noción de “buenas costumbres” y de


“moral publica”, según sea el ambiente o grado de cultura de una comu-
19 Respecto del concepto de “buenas costumbres”, la Sala Auxiliar de la SCJN emi-
tió el siguiente criterio: “BUENAS COSTUMBRES. No son las que se apegan a las normas
científicas y técnicas necesariamente, sino las normas que forman la moral general y so-
cial de una colectividad humana en unos lugares y tiempo determinados” (Séptima Épo-
ca. Instancia: Sala Auxiliar. Fuente: Semanario Judicial de la Federación, 1983, séptima
parte, página 15).
20 Quinta Época. Instancia: Tercera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federa-
ción, CXXII, página 581.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 15

nidad determinada, es necesario dejar a los jueces el cuidado de determi-


nar cuáles actos pueden ser considerados como impúdicos, obscenos o
contrarios al pudor público. A falta de un concepto exacto y de reglas fi-
jas en materia de moralidad publica, el juez tiene la obligación de inter-
pretar lo que el común de la gente entiende por obsceno u ofensivo al pu-
dor, sin recurrir a procedimientos de comprobación, que sólo son propios
para resolver cuestiones puramente técnicas. Es el concepto medio moral
el que debe servir de norma y guía al juez, en la decisión de estos proble-
mas jurídicos, y no existe en tan delicada cuestión un medio técnico pre-
ciso que lleve a resolver, sin posibilidad de error, lo que legalmente debe
conceptuarse como inmoral o contrario a las buenas costumbres.21
Por otro lado, la audiencia se lleva a cabo dentro de los treinta días
contados a partir del auto que ordene el traslado, en la inteligencia de que
la demanda inicial debe ser proveída dentro del término de tres días.
Si por cualquier circunstancia la audiencia no puede celebrarse, ésta se
verificará dentro de los ocho días siguientes. Las partes deben presentar a
sus testigos y peritos. De manifestar bajo protesta de decir verdad no estar
en aptitud de hacerlo, se impondrá al actuario del juzgado la obligación de
citar a los primeros y de hacer saber su cargo a los segundos, citándolos,
asimismo, para la audiencia respectiva, en la que deberán rendir un dicta-
men. Dicha citación se hará con apercibimiento de arresto por hasta treinta
y seis horas, de no comparecer el testigo o el perito sin causa justificada, y
al prominente de la prueba, de imponerle una multa por hasta el equivalen-
te de treinta días de salario mínimo vigente en el Distrito Federal, en caso
de que el señalamiento de domicilio resulte inexacto o de comprobarse que
se solicitó la prueba con el propósito de retardar el procedimiento, sin per-
juicio de que se denuncie la falsedad resultante. Las partes, en caso de que
se ofrezca la prueba confesional, deberán ser citadas con apercibimiento de
ser declaradas confesadas de las posiciones que se les articulen y sean cali-
ficadas de legales, a menos que acrediten justa causa para no asistir.
La sentencia se pronunciará de manera breve y concisa, en el mismo
momento de la audiencia, de ser así posible, o dentro de los ocho días si-
guientes.

21 Quinta Época. Instancia: Primera Sala. Fuente: Semanario Judicial de la Federa-


ción, LVI, página 133.
16 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

1. La suplencia de la deficiencia de la queja

El juez de lo familiar está facultado para intervenir de oficio22 en los


asuntos que afecten a la familia, especialmente tratándose de menores, de
alimentos y de cuestiones relacionadas con violencia familiar, decretando
las medidas precautorias que tiendan a preservar la familia y proteger a
sus miembros.
Asimismo, en todos los asuntos del orden familiar los jueces y tribuna-
les están obligados a suplir la deficiencia de las partes en sus planteamien-
tos de derecho. Con esto se introduce una atenuación significativa al prin-
cipio dispositivo. Al respecto, Roberto Berizonce23 sostiene lo siguiente:

El juez, en este modelo aún no definitivamente contorneado, asume una


novedosa misión de apoyo y colaboración con las partes, particularmente
las más débiles, a través de la información, el consejo y el auxilio técni-
co... Proyección que se justifica plenamente, para la mayor tutela del inte-
rés social comprometido... El conflicto familiar exige una composición hu-
mana; que no se agota en el estricto marco de lo jurídico, que si bien le
brinda soporte a la decisión y aleja cualquier atisbo de arbitrariedad, no
impide la prevalecencia de criterios esencialmente discrecionales, para la
mejor tutela de los intereses generales comprometidos. No se trata de pres-
cindir del imperio de la ley, sino de aducir que también inciden en un pla-
no de equivalencia las razones de conciencia y de convencimiento perso-
nal del juez. Una suerte de justicia mixta de equidad y de ley, que no
excluye que excepcionalmente los jueces hagan prevalecer su íntima con-
vicción.

Por último, en los mismos asuntos, con la salvedad de las prohibicio-


nes legales relativas a alimentos, el juez deberá exhortar a los interesados
a lograr un avenimiento, resolviendo sus diferencias mediante convenio,
con el que pueda evitarse la controversia o darse por terminado el proce-
dimiento.

22 De esta manera, el juez de lo familiar asume ampliadas atribuciones, que van des-
de el poder de dirección e instrucción de la causa hasta la correlativa discrecionalidad en
la apreciación de los medios de convicción, todo ello bajo el común denominador del
ejercicio oficioso.
23 Berizonce, Roberto O., op. cit., pp. 48 y 49.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 17

2. Violencia familiar

Tratándose de violencia familiar, prevista en el artículo 323 ter del Có-


digo Civil para el Distrito Federal,24 el juez debe exhortar a los involucra-
dos en audiencia privada, a fin de que convengan los actos para hacerla ce-
sar, y en caso de que no lo hicieran en la misma audiencia el juez del
conocimiento determinará las medidas procedentes para la protección de
los menores y de la parte agredida. Al efecto, verificará el contenido de los
informes que al respecto hayan sido elaborados por las instituciones públi-
cas o privadas que hubieran intervenido, y escuchará al Ministerio Público.
Nuestro tribunales colegiados han fijado el siguiente criterio respecto
de lo que se debe entender como violencia familiar:

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR. INTERPRETACIÓN DEL ARTÍCULO 323 QUÁ-


TER DEL CÓDIGO CIVIL PARA EL DISTRITO FEDERAL. La interpretación
del artículo 323 quáter del Código Civil para el Distrito Federal, vigente a
partir del primero junio de dos mil, según lo dispuesto en el artículo pri-
mero transitorio del decreto por el que se derogan, adicionan y reforman
diversas disposiciones del citado ordenamiento, publicado en la Gaceta
Oficial del Distrito Federal el veinticinco de mayo de ese mismo año, que
establece que “por violencia familiar se considerará el uso de la fuerza fí-
sica o moral, así como la omisión grave que se ejerce contra un miembro
de la familia por otro integrante de la misma, que atente contra su integri-
dad física, psíquica o ambas, independientemente del lugar en que se lleve
a cabo y que pueda producir o no lesiones”, no debe limitarse a conceptuar
como tal sólo aquellos hechos a través de los cuales se materializan las
agresiones físicas o verbales hacia uno o varios miembros de la familia,
pues la intención del legislador al referirse al uso de la fuerza moral o a la
omisión grave que se ejerza sobre uno de ellos, propone una connotación
más profunda sobre el tema, que válidamente lleva a concluir que la vio-
lencia familiar es todo un estado de vida constituido por un continuo so-
metimiento, dominio, control o agresión física, verbal, emocional o sexual
dirigido por un miembro de la familia a otro u otros, a través de actos
concatenados y sucesivos que se van dando en el seno familiar y que con el
transcurso del tiempo van mermando tanto la salud física como mental del o
de los receptores de esos actos, que si bien tiene puntos álgidos durante su

24 Los integrantes de la familia tienen derecho a desarrollarse en un ambiente de respe-


to a su integridad física y psíquica y la obligación de evitar conductas que generen violen-
cia familiar. A tal efecto, contarán con la asistencia y protección de las instituciones públi-
cas, de acuerdo con las leyes para combatir y prevenir conductas de violencia familiar.
18 HUGO CARLOS CARRASCO SOULÉ L.

desarrollo (hechos agresivos), no son únicamente esos actos los que ocasio-
nan afectación, sino también el ambiente hostil y de inseguridad que ellos
provocan, lo que lesiona la psique de los sometidos, cuya integridad tam-
bién está protegida por el precepto legal en cita.25
Amparo directo 448/2004. 26 de agosto de 2004. Unanimidad de votos.
Ponente: Julio César Vázquez-Mellado García. Secretaria: Alicia Ramírez
Ricárdez.

Derivado de lo anterior, se puede sostener que por violencia familiar se


considera el uso de la fuerza física o moral, así como la omisión grave que
se ejerce contra un miembro de la familia por otro integrante de la misma,
que atente contra su integridad física, psíquica o ambas, independiente-
mente del lugar en que se lleve a cabo y que pueda o no producir lesiones.
También se considera violencia familiar la conducta antes descrita lle-
vada a cabo contra la persona con que se encuentra unida fuera de matri-
monio, de los parientes de ésta, o de cualquier otra persona que esté suje-
ta a su custodia, guarda, protección, educación, instrucción o cuidado,
siempre y cuando el agresor y el ofendido convivan o hayan convivido
en la misma casa.
En este tipo de controversias el juez de lo familiar debe dictar las si-
guientes medidas con la finalidad de salvaguardar la integridad y seguri-
dad de los interesados:

a) Ordenar la salida del cónyuge demandado de la vivienda donde ha-


bita el grupo familiar;
b) Prohibir al cónyuge demandado que se acerque a los agraviados a
la distancia que el propio juez estime pertinente, y/o
c) Prohibir que el cónyuge demandado vaya a lugar determinado, tal co-
mo el domicilio o el lugar donde trabajan o estudian los agraviados.

IV. CONCLUSIONES

Las corrientes procesales modernas visualizan al derecho en general


como una ciencia que permite resolver problemas prácticos, y no como
un mero conjunto de conceptos abstractos, por lo que se pretende priori-
25 Novena Época. Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Fuente: Semanario
Judicial de la Federación y su Gaceta, XX, septiembre de 2004, página 1903, Tesis:
I.7o.C.53 C.
ORALIDAD EN LAS CONTROVERSIAS DEL ORDEN FAMILIAR 19

zar el empleo de soluciones más apropiadas que satisfagan las necesida-


des de una determinada comunidad. Asimismo, la inercia mundial va en-
caminada a la revisión y modificación de los sistemas de justicia a efecto
de adoptar reglas procesales que sean más accesibles, económicas y efi-
cientes.
Dentro de este contexto, es que la oralidad dentro de las controversias
del orden familiar se constituye como un factor favorable de gran impor-
tancia en el adecuado desarrollo de este tipo de procedimientos —enten-
diendo que la implementación del sistema oral es bajo un esquema híbri-
do, debido a que se mantiene la expresión escrita en el proceso—.
La oralidad permite que se actualicen con firmeza los siguientes prin-
cipios procesales: inmediación, concentración de etapas, instancias más
expeditas, flexibilidad y desacralización de formulismos procesales, si-
tuación que necesariamente conlleva a tener un mayor y efectivo acceso
a la justicia en materia familiar.
Desde luego que eso implica no sólo un mayor grado de compromiso,
sino también de responsabilidad para los jueces familiares, ya que no
sólo deben contar con los conocimientos técnico-jurídico suficientes, si-
no que además deben desarrollar una sensibilidad que les permita adop-
tar las mejores decisiones para resolver controversias que inciden en el
crecimiento de las personas que integran una familia.
LOS JUICIOS ORALES FAMILIARES VISTOS
DESDE LA VISIÓN TRIDIMENSIONAL
DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR

Carina GÓMEZ FRÖDE*

El problema del proceso no es de elimi-


nación, sino de perfeccionamiento, es de-
cir, de saber combinar en la ordenación
de sus normas los principios que mejor
sirvan para la obtención de sus fines.

Niceto ALCALÁ ZAMORA Y CASTILLO**

SUMARIO: I. Introducción. II. Los procesos familiares con


tendencia a la oralidad en el plano científico procesal. III. La
legislación familiar contenida en el Código Civil y de Proce-
dimientos Civiles del Distrito Federal con tendencia a la ora-
lidad. IV. El fenómeno fáctico. V. Conclusiones. VI. Biblio-
grafía.

I. INTRODUCCIÓN

El mundo jurídico procesal familiar constituye un complejo interdepen-


diente en el cual se autoimplican tres elementos:1 el fenómeno familiar,
la regulación y la ciencia del derecho procesal familiar. He tomado esta

* Catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de


México.
** Nuevos estudios de derecho procesal, Madrid, Tecnos, 1980, p. 226.
1 Gómez Lara, Cipriano, Sistemática procesal, México, Oxford University Press,
2006, pp. 15-17.

21
22 CARINA GÓMEZ FRÖDE

idea del doctor Cipriano Gómez Lara. En este ensayo trataré de utilizar
esta dimensión tridimensional de los tres planos como método de estudio
y de análisis para ser aplicado al campo del derecho procesal familiar. Se
trata de un experimento motivado por ese tránsito que en mi vida diaria
como profesora de materias procesales en la universidad, como estudiosa
de las leyes y jurisprudencia y como abogada litigante en materia fami-
liar me ha dado la posibilidad de caminar plenamente de manera ascen-
dente y descendente por los tres planos. Los propios lectores deberán ca-
lificarlo en cuanto a su funcionalidad, su oportunidad y su operatividad.
Sería sumamente satisfactorio que esta visión tridimensional se aplique
en un futuro al análisis y estudio de muchos otros temas de nuestro uni-
verso jurídico.
Es decir, es necesario contemplar al proceso jurisdiccional familiar co-
mo un fenómeno jurídico social, así como a las normas que lo rigen, que
son el derecho procesal positivo, y por último a la rama de la ciencia jurí-
dica que se ocupa precisamente de esas normas y de ese fenómeno socio-
jurídico, la cual podríamos denominar como la ciencia procesal familiar.
Se trata de una concepción tridimensional, es decir, tres estancos comuni-
cantes que dan una noción de lo jurídico más amplia, más exacta que la
tradicional normativista, que se nos enseñó en nuestros cursos de introduc-
ción al estudio del derecho, cuando aprendimos que el derecho era solo un
conjunto de normas jurídicas bilaterales, heterónomas y coercibles.
Esta concepción nos parece actualmente reduccionista, pues se confun-
de a las normas o leyes con el derecho. En el campo de “lo jurídico fami-
liar” hay un primer plano, que es el conceptual; estamos aquí en el terreno
de la ciencia del derecho. Un sector de esa ciencia pretendemos que sea la
ciencia del derecho procesal familiar, lo que algunos autores han denomi-
nado el derecho procesal científico. Como toda ciencia, no es sino un con-
junto de conceptos ordenados y sistematizados que tiene por objeto el co-
nocimiento de las normas y las conductas referidas al proceso. Existe
aparte un segundo plano, lo que en ocasiones hemos llamado derecho ob-
jetivo, es decir, el derecho como un conjunto de normas con todas las ca-
racterísticas que puedan atribuírseles, para distinguirlas de otro tipo de
normas sociales, como pueden ser las morales, las religiosas y las del trato
social, y por último, un tercer plano, que es el de la conducta, es decir, el
de los hechos y los actos jurídicos. Estamos en el plano fáctico, de la reali-
dad, de los comportamientos y de las conductas concretas.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 23

El más importante discípulo de Cipriano Gómez Lara es Alberto Saíd,


quien nos ha relatado2 que su maestro solía poner como ejemplo en sus
clases, la actividad diaria de un juez. Si éste se hallaba leyendo plácida-
mente algún libro clásico de derecho procesal acompañado de un delicio-
so café, o si se hallaba impartiendo una cátedra o conferencia, este hom-
bre se encontraba en el plano del paraíso de los conceptos, de las teorías,
de los principios, de las instituciones y de las categorías procesales. Si
ese mismo juez procedía a consultar físicamente o por Internet el mundo
normativo, es decir, las normas contenidas tanto en la norma fundamen-
tal como nuestra Constitución, como los códigos sustantivos y adjetivos,
o las leyes, los reglamentos, o los tratados internacionales, así como la
jurisprudencia, para aplicarlos a un caso concreto y así dictar una senten-
cia que diera solución a una controversia, entonces el juez estaba en el
plano del purgatorio. Las normas esperan ser aplicadas, como las almas
también desean ser redimidas en este segundo nivel jurídico. Por último,
si este mismo juez presidía una audiencia en el tribunal o estudiaba un
expediente judicial para dictar una resolución, se encontraba en el plano
del infierno. Un jurista transita a veces en un mismo día del paraíso de
los conceptos, al purgatorio de las normas y al infierno de la realidad del
proceso; esto sucede de manera tanto descendente como ascendente. En
un afán sistematizador,3 pero comprendiendo la recíproca influencia de
unas zonas o esferas hacia otras, debemos descender del paraíso de los
conceptos al purgatorio de las normas y después, al infierno de los actos
de la cruda realidad. Pero el viaje del paraíso al infierno es de ida y vuel-
ta, y con paso forzoso por el purgatorio. El tránsito cotidiano del jurista
—modesto artesano intelectual— (idea original del abogado español José
Miguel Pavón Ruiz) de uno a otro extremo, es parte de la rica confronta-
ción, también cotidiana entre lo que Barrios de Angelis ha llamado el
proceso-programa y el proceso-experiencia.4 En ello está la dialéctica más
pura del quehacer humano. De los conceptos más abstractos (teoría gene-
ral del proceso) a los esquemas o planes de acción (textos legislativos) a
las realidades mismas (proceso), y de ahí, regresar de nuevo a los planos

2 Saíd, Alberto, La sistemática procesal del Dr. Cipriano Gómez Lara: su aporta-
ción al procesalismo científico en México, México, Ars Iuris, Universidad Panamericana,
31/2004, p. 137.
3 Sistemática procesal, op. cit., p. 160.
4 Barrios de Angelis, “El sistema del proceso”, Revista Procesal, México, año 2,
núm. 4, 1973.
24 CARINA GÓMEZ FRÖDE

superiores, en un infinito ir y venir. Dice Cipriano Gómez Lara en su Sis-


temática procesal: “...esta idea, en cuanto al paraíso y al infierno, se la de-
bo a Alberto Saíd, que me ha auxiliado enormemente en las investigacio-
nes. De mi propia cosecha es el agregado del purgatorio de las normas”.5
Cipriano Gómez Lara siempre recomendó la prudencia del justo me-
dio al explicar que

...la actitud no debe ser de desprecio a lo fáctico, de desprecio a la reali-


dad, pues no puede aceptarse ninguna posición extrema. Ni un conceptua-
lismo formalista (que vendría a ser la teoría pura del proceso a la que años
después se refirió el Profesor Federico Carpi) que ignore a las realidades;
ni un realismo sociologista que, por el contrario, pretende sepultar las con-
cepciones ideales en el olvido (como el enfoque que pretende que el dere-
cho son las sentencias, a las que les llama derecho vivo).6

Existen en el mundo del paraíso, profesores que han preferido hablar


del proceso jurisdiccional como una disciplina marginal, casi inactiva. Ba-
jo la perspectiva sociológica y filosófica de la teoría general de sistemas,
recordando a Niklas Luhmann, las sociedades deben funcionar inmersas
en sistemas y subsistemas que trabajan a la perfección, y gracias a la auto-
poiesis7 se reestructuran cuando se sienten amenazadas; es decir, como si
los seres humanos pudiéramos funcionar como meros robots perfectos.
Nada es más alejado de la realidad. La historia nos ha enseñado, y la reali-
dad actual, con igual énfasis ante los fundamentalismos y terrorismos aho-
ra en boga, que los seres humanos tenemos nuestras diferencias (cada ca-
beza es un mundo), y por ello nos adherimos al pensamiento del gran
profesor español Niceto Alcalá Zamora y Castillo: “...el proceso será den-
tro de sus imperfecciones humanas, el más perfecto medio de administrar
justicia entre los hombres”.8 Como muchos teóricos y prácticos del dere-
cho procesal, continuamos desplegando en nuestras obras la plena confian-
za y la lealtad hacia el proceso jurisdiccional, como el medio más seguro e
idóneo para obtener la solución justa y apegada a derecho; es decir, para
lograr la “justa composición del litigio”, de acuerdo con Carnelutti.
5 Sistemática procesal, cit., p. 160.
6 Ibidem, p. 228.
7 Gómez Fröde, Carina, Introducción a la teoría política, México, Oxford Univer-
sity Press, 2000, p. 27.
8 Alcalá Zamora y Castillo, Niceto, Proceso, autocomposición y autodefensa, 2a.
ed., México, UNAM, 1970, p. 226.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 25

Desde un punto de vista filosófico y con referencia al optimismo-pesi-


mismo del derecho procesal familiar, la pregunta que habremos de contes-
tarnos es: ¿es el proceso jurisdiccional familiar el instrumento idóneo para
resolver las controversias intersubjetivas en sociedad?9 ¿Será más reco-
mendable propiciar otro tipo de medios para la solución del litigio fami-
liar, como por ejemplo la mediación? Al final de este trabajo trataremos de
dar contestación a esta interrogante, siempre ubicándonos dentro de los
tres planos. Seremos optimistas si, en el plano de paraíso procesal, nuestra
ciencia procesal familiar cuenta con conceptos, categorías, principios y
teorías propios; con la producción de obras científicas, así como con la ce-
lebración de coloquios, jornadas y congresos dentro de los cuales se propi-
cie el diálogo e intercambio de ideas necesario y continuo para el desarro-
llo de la ciencia procesal familiar. Dentro del campo del plano normativo
seremos optimistas si contamos con un cuerpo legal sistemático, rigorista,
ordenado, congruente para la aplicación al caso concreto controvertido de
normas de carácter procesal familiar. Continuaremos siendo optimistas si
en el plano fáctico logramos que el proceso familiar cumpla realmente sus
fines, es decir, que logre la justa composición del litigio para bien de las
partes y de la sociedad misma.
Ahora bien, se observa especialmente en los medios de comunica-
ción, un movimiento intenso hacia el establecimiento de los procesos
orales, pero sin una comprensión precisa de la institución,10 debido a
que se le atribuye una función mágica de superación de todas las imper-
fecciones de la justicia en nuestro país, sin meditar de manera suficien-
te sobre los diversos elementos y presupuestos que requiere la implan-
tación de los procesos orales, para que puedan funcionar de manera
adecuada. “...Inclusive tengo la impresión que para algunos editorialis-
tas que se han entusiasmado con esos cambios, significaría la finaliza-
ción de la escritura y una simplificación radical del procedimiento en
beneficio de la concentración y de la celeridad”. Sin embargo, el tema
de la oralidad procesal para Fix-Zamudio es muy complicado. Para el
investigador emérito, es necesario examinar a la oralidad procesal des-
9 Saíd, Alberto, “Optimismo-pesimismo procesal”, Diccionario de derecho proce-
sal, México, Colegio de Profesores de Derecho Procesal de la Facultad de Derecho de la
UNAM-Oxford University Press, 2000, p. 183.
10 Fix-Zamudio, Héctor, “Aproximación al estudio de la oralidad procesal, en espe-
cial en materia penal”, Libro en homenaje a la memoria de Cipriano Gómez Lara, Méxi-
co, UNAM, p. 7.
26 CARINA GÓMEZ FRÖDE

de la perspectiva histórica, como la comparativa, si se pretende lograr


una reforma tanto procesal como judicial que pueda funcionar satisfac-
toriamente en México, y se superen los retardos evidentes en la imparti-
ción de justicia, sin producir desilusiones futuras. Las implicaciones de
una transformación del proceso escrito familiar a un proceso oral fami-
liar son enormes porque, necesariamente confluyen en la reforma a toda
la maquinaria jurídica. La ley física que establece que a toda acción co-
rresponde una reacción tiene también su correspondencia con una ley
sociológica; por ello, las reformas siempre deben prever las reacciones
y contrarreacciones que puedan producirse en el campo mismo de la
realidad social. El devenir social no es sino una constante y permanente
adaptación a los cambios sociales, una aproximación permanente a una
realidad eternamente cambiante. Algunas sugerencias se vienen presen-
tando desde principios del siglo XX, y desde fines del siglo XIX, las
cuales, sin embargo, no han sido cabalmente atendidas.
No podemos aún encontrar sustitutivos efectivos, sino meramente solu-
ciones esporádicas y excepcionales a las que regularmente brinda la ma-
quinaria judicial tradicional. La modernización más importante es la que
ha puesto énfasis en el principio de la oralidad, con sus características
reiteradas por la doctrina una y otra vez, de concentración de actuacio-
nes, identidad del juez de instrucción con el de decisión, inmediatez fí-
sica del juez con los diversos sujetos procesales, inapelabilidad de las
resoluciones interlocutorias y desechamiento de los trámites entorpece-
dores del desarrollo del proceso y libre evaluación de la evidencia. Estas
características predominan, desde hace décadas, en muchos procedimien-
tos judiciales de la Europa continental. Una primera versión la contuvo la
Ordenanza Civil austriaca de Klein de 1895, y existen avances importan-
tes, dignos de mencionarse en Estados Unidos, Francia y Alemania. Por
lo demás, en muchos de nuestros países, con grados de retraso considera-
ble, se postula el principio de la oralidad, académica y legislativamente.
El principio de que los jueces deben presidir las audiencias está presente
en todas las legislaciones procesales; sabemos, sin embargo, que esta dis-
posición es violada abierta y cotidianamente; los jueces casi nunca presi-
den las audiencias, y generalmente están aislados y enclaustrados en sus
oficinas. Nos hemos permitido proponer,11 en diversas ocasiones, una so-

11 Gómez Lara, Cipriano, El acceso a la justicia, inédito.


VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 27

lución un tanto radical y revolucionaria, en nuestro medio: es necesario


cambiar de tajo la estructura y el funcionamiento de nuestros juzgados de
primera instancia, para que en cada uno actúen varios jueces, y no sólo
uno. Esto no tiene nada de novedoso en otros sistemas; en cada corte
funcionan diversos jueces, tantos como sean necesarios, aprovechando
toda la infraestructura administrativa del juzgado, es decir, archivos, ofi-
cialía de partes, local, pero actuando personal y directamente en todo el
desarrollo del proceso respectivo.
La simplificación de los procedimientos judiciales es una aspiración
general, y mucho puede ser logrado en este rubro. Sin embargo, esto tie-
ne sus límites, pues dado lo complejo de muchas de nuestras leyes mo-
dernas y la necesidad de abogados y jueces para descifrarlas y aplicarlas,
parece claro que no es realista la idea de hacer sencillos y económicos
los tribunales regulares. Si los jueces están para cumplir con su función
tradicional de aplicar, moldear y adaptar leyes complicadas a las diversas
situaciones, con resultados claros y justos, parece que continuarán siendo
esenciales abogados sumamente experimentados y procedimientos muy
estructurados; aunque la opinión transcrita pecara de gremialista, lo cier-
to es que esa simplificación añorada parece tener sus restricciones en los
cauces tradicionales, como analizaremos más adelante. Redenti12 consi-
dera que sobre todo, la oralidad habrá de manifestarse en el sentido de
hacer más fáciles, más sencillas y más naturales las relaciones entre el
juez y las partes.

II. LOS PROCESOS FAMILIARES CON TENDENCIA A LA ORALIDAD


EN EL PLANO CIENTÍFICO PROCESAL

Existe un primer plano que es el conceptual, estamos aquí en el terreno de


la ciencia del derecho. Un sector de esa ciencia pretendemos que sea la
ciencia del derecho procesal, lo que algunos autores han denominado el
derecho procesal científico. Como toda ciencia, no es sino un conjunto de
conceptos ordenados y sistematizados que tiene por objeto el conocimien-
to de las normas y las conductas referidas al proceso.
Es el plano del paraíso, de los conceptos, de las teorías, de los princi-
pios, de las instituciones y de las categorías procesales.

12 Redenti, Enrico, Derecho procesal civil, Buenos Aires, EJEA, 1957.


28 CARINA GÓMEZ FRÖDE

La oralidad es uno de los principios fundamentales del proceso, aunque


a pesar de sus innegables ventajas todavía es uno de los más discutidos.13
Para Mauro Capelletti, el sistema de la oralidad procesal tenía sus lími-
tes, y consistía una ilusión considerar que puede establecerse un proceso
sin el apoyo de la documentación escrita, pues eliminar incluso los regis-
tros documentales del proceso implica caer en el otro extremo al conside-
rar que la oralidad es un principio absoluto y exclusivo. Por el contrario,
tanto la escritura y la oralidad deben convivir en el proceso moderno en
una proporción adecuada. Lo que debe establecerse es la relación más fa-
vorable de coexistencia entre la forma oral de los actos procesales y la for-
ma escrita de los mismos.14
Un proceso puramente oral solamente puede imaginarse en los tiem-
pos primitivos del desarrollo histórico del proceso, pues la escritura no se
había inventado. Las partes comparecían directamente ante el tribunal o
juez y de viva voz exponían su problemática; en ese momento se presen-
taban a los testigos y posteriormente de manera verbal se pronunciaba la
sentencia. Con el desarrollo de la humanidad los procesos jurisdicciona-
les adquirieron mayor complejidad y fue necesario formar un registro o
memoria de los actos procesales.
En los países del civil law el fundamento de la idea de la oralidad está
indudablemente en los defectos del tipo de procedimiento que fue domi-
nante, en el continente europeo, hasta la Revolución francesa y en las co-
dificaciones nacionales que se sucedieron durante el siglo último y hasta
nuestro siglo. La idea de la oralidad ha representado verdaderamente el
símbolo del movimiento de crítica y de radical reforma de aquel tipo de
procedimiento, caracterizado por el predominio del elemento escrito, que
se convirtió en monopolio exclusivo, cuando se impuso el principio quod
nan in actis non in mundo, por la conexa falta de relaciones inmediatas en-
tre el órgano juzgador y los otros sujetos del proceso (partes, testigos, peri-
tos...), así como entre el juez y los elementos objetivos de prueba (lugares,
cosas, etcétera), faltaba también en aquel proceso el carácter de publici-
dad. Los escritos provocan contraescritos, perdido el carácter de oralidad

13 Flores García, Fernando, “Oralidad”, Diccionario de derecho procesal, Colegio


de Profesores de Derecho Procesal de la UNAM-Oxford University Press, México,
2000, p. 184.
14 Cappelletti, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, Buenos Aires,
Ediciones Jurídicas Europa-América,1972, pp. 85-87.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 29

y de concentración, que fue típico del procedimiento ante el judex en el


derecho clásico romano, se convirtió así en una secuencia larguísima de
términos, faltando una intervención directa y, por consiguiente, un con-
trol del juez sobre el desarrollo del proceso; las partes por ellas y por sus
defensores vinieron a ser árbitros casi absolutos del mismo, difícilmente
limitados por “los términos preclusivos” abstractamente fijados por ley.
Por tanto, el proceso, y no solamente el objeto del proceso, sino el curso
mismo de él, se convierte en cosa de las partes, con todos los abusos que
podían derivar de ello. El fenómeno que acabamos de señalar resultó
agraviado por la regla de la impugnabilidad inmediata de toda providen-
cia judicial, con suspensión del proceso principal, a lo que se añade la
frecuente posibilidad de aducir nuevas pruebas en apelación. He dejado
como última característica quizá más significativa que representa el coro-
lario de todas las otras, y en cierto sentido la exasperación o la apoteosis.
Es el denominado sistema de la prueba legal, en virtud del cual una lar-
guísima lista de reglas se fueron imponiendo en materia de admisión y
valoración de las pruebas. La valoración de las pruebas se hace, así, no
por el juez, caso por caso, y en consideración de los elementos concretos
de credibilidad, de verosimilitud, de persuasión, sino apriorísticamente y
en abstracto por la ley. De ahí la consecuencia de que el juez, en lugar de
valorar la prueba, se limitara a contarlas: probatio nulla (no admitida),
probatio plena (vinculante para el juez); semiplena probatio: un tercio,
un cuarto o un octavo de prueba, etcétera.15
Un proceso moderno opuesto al que señala Cappelletti anteriormente
será aquel que reúna las siguientes características:

a) La armónica vinculación del predominio de las expresiones verbales;


b) La concentración de actuaciones;
c) La inmediatez física del juez con las partes;
d) La identidad entre el juez de instrucción y el juez de decisión;
e) La inimpugnabilidad de las resoluciones interlocutorias o incidenta-
les y el desechamiento de todos los trámites o recursos entorpece-
dores de la marcha del proceso;
f) La publicidad de las actuaciones, y
g) El sistema de apreciación probatoria del prudente arbitrio o de la
sana crítica.
15 Flores García, Fernando cita a Cappelletti, op. cit., p. 184.
30 CARINA GÓMEZ FRÖDE

La concentración de actuaciones significa la aplicación del principio


de economía, en el cual debe realizarse el mayor número de actos proce-
sales en el más corto tiempo posible. Esta concentración llevada a su má-
xima expresión se presenta con la celebración de una sola audiencia de
demanda, excepciones, pruebas, alegatos y sentencia. Es decir, todos los
actos procesales se desahogan en una sola audiencia. Estos actos proce-
sales deberán ser conducidos ante un mismo juez, quien deberá estable-
cer un contacto directo entre las partes y los demás sujetos procesales. El
juez oirá a las partes, recibirá sus escritos, estará presente físicamente en
la audiencia, oirá el desahogo de las pruebas confesionales, testimonia-
les, periciales; observará los objetos o los lugares que sean materia del li-
tigio. Por otro lado, evitará la existencia de trámites entorpecedores del
proceso, los cuales deberá desechar, y en cuanto a las posibilidades de
impugnación de resoluciones interlocutorias o incidentales, las reservará
para cuando se impugne la sentencia definitiva. Por lo que hace al siste-
ma de valoración de la sana crítica en materia probatoria, el juez debe
llevar a cabo su arduo y difícil quehacer con la ayuda de los datos obte-
nidos por su propia experiencia, por la aplicación lógica y razonada del
conocimiento adquirido de los factores humanos y de la interpretación
congruente de los elementos de hecho disponibles y analizados en cada
caso y su vinculación con el derecho alegado, que proyecten sobre su
ánimo la sana convicción acerca de la verdad, y así emitir su resolución
con prudencia, con justicia.16
El proceso liberal producto de la historia del siglo XIX propugnó el
establecimiento procesal de certezas formales y ficticias creadas por las
partes (sobre todo las partes poderosas en contra de las débiles). Al so-
cializarse el proceso se ha logrado atenuar esta tendencia, y el principio
lógico se orienta hoy en día no solamente a la obtención de la búsqueda
de la verdad formal en una sentencia, sino a encontrar precisamente y an-
te todo la verdad material. Al respecto, Antonio Salcedo Flores17 señala
que la verdad judicial se obtiene de la contienda de dos argumentaciones
rivales; de ellas, un tercero imparcial declarará cuál es la correcta. Esa de-
claración asume la forma de sentencia, y deberá convencer a los conten-

16
Ibidem, p. 186.
17
Salcedo Flores, Antonio, “La verdad procesal”, Alegatos, México, UAM, Departa-
mento de Derecho, núm. 58, 2004, p. 382.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 31

dientes, en principio, así como a la sociedad en que se ha producido. Para


ello señala que nos servirá la concepción de Jürgen Habermas,18 quien sos-
tiene que dentro de su teoría de la acción comunicativa, la pretensión de
verdad del proponente, si está justificada, deberá poderse defender con ra-
zones frente a las objeciones de posibles oponentes, y, finalmente, habrá
de poderse contar con un acuerdo racionalmente motivado de la comuni-
dad de interpretación en conjunto.
Es preciso tomar en cuenta varios presupuestos, sin los cuales no po-
dría realizarse en la práctica la oralidad procesal, aun cuando se estable-
ciera en los códigos respectivos. La doctrina19 ha señalado los más signi-
ficativos, entre los cuales podemos señalar: a) la modernización de la
organización judicial; b) la preparación profesional, académica y práctica
de jueces y abogados; c) el establecimiento o perfeccionamiento de pro-
cedimientos eficientes de selección y nombramiento del personal judi-
cial; d) la instalación de locales adecuados en la sede de los juzgados y
tribunales que permitan la celebración de las audiencias y con los recur-
sos técnicos y económicos necesarios.
Actualmente podemos afirmar que existen procesos con tendencia ha-
cia la oralidad o hacia la escritura, “...que se van manifestando por una
serie de rasgos o características que inclinan a los procesos hacia una u
otra de dichas direcciones”.20 Para dar el calificativo de oral o escrito a
un proceso, la calificación deriva del predominio de un carácter sobre el
otro, no existiendo en la práctica, en las legislaciones modernas, un pro-
cedimiento escrito que no deje lugar a la oralidad, y viceversa. No hay en
la actualidad un procedimiento exclusivamente oral o escrito, sino aque-
llos en los que la mayoría de las actuaciones se manifiestan por la expre-
sión verbal o por contraste a través de la escritura.
Ya desde los años setenta del siglo pasado se cuestionaba si el traer el
tema de la oralidad a los congresos y a la mesa de discusiones implicaba
un tema pasado de moda. “Podría parecer extraña esta propensión de la
academia a discutir, renovadamente un tema un poco demodé...”.21 El te-
ma de los procesos orales ha sido examinado en muchos congresos en

18 Habermas, Jürgen, Facticidad y validez, Madrid, Trotta, 1998, p. 66.


19 Fix-Zamudio, Héctor, op. cit., p. 18.
20 Gómez Lara, Cipriano, “La oralidad en el proceso civil mexicano”, Revista del
Instituto Colombiano de Derecho Procesal, vol. II, núm. 9-1990, p. 173.
21 Cappelletti, Mauro, op. cit., p. 5.
32 CARINA GÓMEZ FRÖDE

materia procesal, entre otros, las II Jornadas Iberoamericanas de Derecho


Procesal en México, en 1960; en el Congreso Mundial de Derecho Pro-
cesal en 1970, y en el XII Congreso en la ciudad de Tampico, en 1989.
Pese a los años transcurridos, el tema de la oralidad no puede dejar de ser
de actualidad, entre tanto la oralidad sigue siendo una meta no alcanzada
por algunos países latinoamericanos. Para Iván Lagunes, el juicio oral es
incuestionablemente el medio más humanitario y razonable para procurar
una justicia verdaderamente pronta y expedita, es decir, sin demora y a la
mayor brevedad posible, principalmente en beneficio de las clases débi-
les, como son los menores y los mayores incapacitados.22

III. LA LEGISLACIÓN FAMILIAR CONTENIDA EN EL CÓDIGO CIVIL


Y DE PROCEDIMIENTOS CIVILES DEL DISTRITO FEDERAL
CON TENDENCIA A LA ORALIDAD

En un segundo plano se encuentra lo que en ocasiones hemos llamado de-


recho objetivo, es decir, el derecho como un conjunto de normas con todas
las características que puedan atribuírseles, para distinguirlas de otro tipo
de normas sociales como pueden ser las morales, las religiosas y las del
trato social.
“En el plano del purgatorio” las normas esperan ser aplicadas como las
almas también desean ser redimidas en este segundo nivel jurídico.

Actualmente, en materia procesal familiar en el Distrito Federal se en-


cuentran reguladas muchas de las características de procesos con tendencia
a la oralidad. Sin embargo, existe un caos legislativo con regulaciones de
procedimientos familiares dispersas, carentes de una sistematización ade-
cuada. Algunas disposiciones en materia de derecho procesal familiar se
encuentran contenidas dentro del Código Civil para el Distrito Federal;
otras las encontramos en el Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal. Los jueces de lo familiar muchas veces fundamentan sus
resoluciones en criterios jurisprudenciales dominantes y en algunas dis-
posiciones contenidas en convenciones o en tratados internacionales
(Convención sobre los Derechos del Niño, Convención para la Elimina-
ción de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, Convención

22 Lagunes Pérez, Iván, “Oralidad y justicia”, Abogados para Familia, México, sep-
tiembre de 2006, p. 8.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 33

Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra


la Mujer, Convención sobre los Aspectos Civiles de la Sustracción Inter-
nacional de Menores, Convención sobre la Obtención de Alimentos en el
Extranjero, Convención sobre Protección de Menores y la Cooperación en
Materia de Adopción Internacional, etcétera). Algunas de las grandes con-
troversias familiares, como lo son el divorcio necesario, la pérdida, sus-
pensión, limitación y terminación de la patria potestad o la nulidad de ma-
trimonio, continúan rigiéndose bajo la vía de los procesos ordinarios
civiles, y, por tanto, continúan exigiendo el cumplimiento de formalidades
rígidas y especiales, a diferencia de las llamadas “controversias familia-
res”. Los trámites para promover el divorcio por mutuo consentimiento,
para pretender la adopción de un menor, para el nombramiento de tutores
y curadores, para la enajenación de bienes de menores, para los juicios de
interdicción, tienen sus propias reglas, y dichos procedimientos se diferen-
cian en sus principios y formalidades con aquellos establecidos para las
“controversias familiares”. Dentro de las disposiciones relativas a las ac-
ciones de divorcio contenidas en el Código Civil se han incluido medidas
provisionales que no se encuentran previstas ni mucho menos incluidas
dentro del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, en el
capítulo denominado “Controversias familiares”.
En fin, podemos afirmar, en principio, sin equivocarnos, que existe un
total desorden legislativo, una grave falta de sistematización. Las normas
procesales en materia familiar contenidas tanto en el Código Civil para
el Distrito Federal como en el Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal son desordenadas, vagas, imprecisas e incompletas, y,
por tanto, no hay armonía, y ello provoca una inseguridad jurídica y es-
casa funcionalidad.
La importancia y la necesidad de darle a la familia un tratamiento es-
pecial provocó que en 1971, por iniciativa del entonces presidente de la
República, Luis Echeverría Álvarez, se reformara la Ley Orgánica de los
Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal y se crearan
juzgados y salas en materia familiar, encargados de conocer exclusiva-
mente de litigios y conflictos familiares. El 26 de febrero de 1973 se re-
formá el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal y se
creó el título décimo sexto, denominado “De las controversias familia-
res”, que en principio regularía un procedimiento judicial familiar en el
que no se requerían formalidades, dotando al juez, de una participación
34 CARINA GÓMEZ FRÖDE

activa, facultándolo para incluso intervenir de oficio en los asuntos que


afecten a la familia, especialmente tratándose de menores y de alimentos.
Se consideraron de orden público todos los problemas inherentes a la fa-
milia, y se estableció la obligación de asesoramiento de un defensor de
oficio a la parte que no estuviera patrocinada por un licenciado en dere-
cho, cuando la otra parte sí lo tuviera. El 27 de diciembre de 1983 nueva-
mente el Código de Procedimientos Civiles fue reformado, y se introdujo
la figura de la suplencia de la deficiencia de las partes en sus plantea-
mientos de derecho (artículo 941 del Código de Procedimientos Civiles).
En 2000, al reformarse el Código Civil en su artículo 271, se consideró
la obligación del Estado, de afianzar el sano establecimiento y desarrollo
de la familia, célula básica de la sociedad, con el objetivo de mejorar el
régimen jurídico familiar; asegurar la igualdad real entre los cónyuges;
propiciar una mejor protección a los hijos, y preservar las relaciones fa-
miliares. El 6 de septiembre del 2004 se introdujeron en el Código Civil
para el Distrito Federal, dentro del capítulo X “Del divorcio”, una serie
de medidas provisionales que podrán decretar los jueces de lo familiar
desde la presentación de la demanda, como son, entre otras: la separación
de los cónyuges; fijar el monto de los alimentos; en caso de que existan
bienes, la facultad para ordenar anotaciones preventivas de la demanda
ante el Registro Público de la Propiedad del Distrito Federal; dictar me-
didas precautorias respecto de la mujer embarazada; resolver sobre la
custodia de los hijos; se estableció además que los menores de siete años
deberán quedar al cuidado de la madre, salvo peligro grave para el nor-
mal desarrollo de los hijos, la posibilidad de que los menores sean escu-
chados por el juez; en casos de violencia intrafamiliar, se previenen me-
didas como ordenar la salida del cónyuge demandado del domicilio de
los supuestos agredidos, decretar prohibiciones para que el cónyuge
agresor se acerque a los agraviados, etcétera También en 2004 se intro-
dujo la polémica figura de la “custodia compartida por el padre y por la
madre alternadamente”, así como la recuperación de la patria potestad
por cuestiones alimentarias, siempre y cuando el padre acreedor acredite
estar cumpliendo con dicha obligación.
Como el antiguo juicio sumario, el juicio especial para algunas contro-
versias familiares goza de una cierta tendencia hacia la oralidad y la conse-
cuente concentración de actuaciones, existe identidad entre el juez de ins-
trucción y el juez de decisión; sin embargo, no prevé la obligación de la
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 35

inmediatez física entre el juez y las partes, así como la inapelabilidad de


las resoluciones interlocutorias y el desechamiento de todos los trámites
o recursos entorpecedores de la marcha del proceso. El procedimiento re-
lativo a las controversias de orden familiar está previsto en los artículos
942 al 956 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
Actualmente el artículo 942 dispone que no se requieren formalidades
especiales para acudir ante el fuero de lo familiar cuando se solicite la
declaración, preservación o constitución de un derecho o se alegue la vio-
lación del mismo o el desconocimiento de una obligación tratándose de:
1) los litigios sobre alimentos; 2) la calificación de impedimentos para
contraer matrimonio; 3) las diferencias entre los cónyuges sobre la admi-
nistración de los bienes comunes, y la educación de los hijos; 4) las opo-
siciones de maridos, padres y tutores, y 5) “todas las cuestiones familia-
res similares que reclamen la intervención judicial”. En este último rubro
caben desde las controversias cada vez más frecuentes por los regímenes
de visitas y vacaciones a favor del padre que no goza de la custodia de
los menores; por la pretensión de uno de los padres de la custodia com-
partida de dichos menores; por el ejercicio de violencia intrafamiliar, et-
cétera. Es por ello que se disponen en los artículos 941 bis al 941 sextus
del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, una serie
de reglas para fijar la convivencia con los menores hijos. Incluso se han
introducido una serie de medidas de apremio para aquellos padres que in-
cumplan con el derecho de visita, como son el cambio de la custodia a
favor del otro progenitor, o la suspensión del ejercicio y goce de ese de-
recho. Se faculta a los jueces de lo familiar a ordenar que en algunos ca-
sos en los que se presente violencia intrafamiliar las convivencias se rea-
licen en el Centro de Convivencia Familiar del Tribunal Superior de
Justicia del Distrito Federal.
Para José Becerra Bautista,23 no es exacto que se hubieran eliminado
toda clase de formalidades en las llamadas controversias de orden fami-
liar, pues de acuerdo con el artículo 943 del Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal puede acudirse al juez por escrito o por
comparecencia en los casos urgentes a los que se refiere el artículo 942,
exponiendo de manera breve y concisa los hechos de que se trate. Para el

23 Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, 15a. ed., México, Porrúa, 1996,
pp. 550 y 551.
36 CARINA GÓMEZ FRÖDE

maestro, se requiere por lo menos esta formalidad, a fin de que el juez y


la contraparte puedan conocer los hechos planeados. También se estable-
ce la obligación de correr traslado a la parte demandada, con las copias
de la comparecencia y los documentos, a efecto de que se produzca la
contestación en el plazo de nueve días. En las comparecencias, además
deben ofrecerse las probanzas debidamente relacionadas y razonadas. El
juez deberá señalar día y hora para la celebración de la audiencia. “Con-
secuentemente, sí existen formalidades mínimas que en todo caso deben
de satisfacerse”.
En el auto de admisión de la demanda, el juez debe señalar la fecha
para la celebración de la audiencia de pruebas y alegatos, la cual se cele-
brará dentro de los treinta días siguientes, y se ordena el emplazamiento
del demandado, a quien se concede un plazo de nueve días para contestar
la demanda. Tratándose de alimentos, el juez fija, a petición del actor, sin
audiencia del demandado y mediante la información que estime necesa-
ria, una pensión alimenticia provisional, mientras se resuelve el juicio.
En la contestación de la demanda, que también puede ser escrita o ver-
bal, el demandado deberá ofrecer sus respectivas pruebas. La audiencia
se practicará con o sin asistencia de las partes. En caso de que una de las
partes se encuentre asesorada y la otra parte no, el juez solicitará los ser-
vicios de un defensor de oficio, y en ese caso procede diferir la audiencia
en un término de tres días. Se prevé además la preparación de las proban-
zas, sobre todo de las pruebas testimoniales y confesionales, habilitando
al secretario actuario a realizar las debidas notificaciones con los aperci-
bimientos de ley para el caso de que no se presenten a la audiencia. Se
obliga a que el juez se cerciore de la veracidad de los hechos planteados
en la demanda y en la contestación producida por las partes; las proban-
zas deberán evaluarse personalmente por el juez o con el auxilio de espe-
cialistas o de instituciones especializadas en la materia. Los medios de
prueba aportados y admitidos serán valorados en su conjunto por el juz-
gador, atendiendo a las reglas de la lógica y de la experiencia. La senten-
cia se pronunciará de manera breve y concisa, en el mismo momento de
ser posible o dentro de los ocho días siguientes. Las apelaciones serán
admitidas en efecto devolutivo tratándose de interdictos, alimentos y di-
ferencias conyugales. Los incidentes se sustanciarán con un escrito de
cada parte y sin suspensión del procedimiento; si se promueve prueba
deberá ofrecerse en los escritos respectivos, se citará dentro de ocho días
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 37

para una audiencia, que no podrá diferirse, y se dictará la resolución den-


tro de los tres días siguientes.

IV. EL FENÓMENO FÁCTICO

Toda teoría es gris, caro amigo, y verde


el árbol de oro de la vida.

Mefistófeles24

Existe un tercer plano que es el de la conducta, es decir, el de los hechos y


los actos jurídicos. Estamos en el plano fáctico, de la realidad, de los com-
portamientos y de las conductas concretas, nos encontramos en el plano
del infierno.

Analicemos ahora el hecho de implantar en nuestros códigos mayores


reglas relativas a la regulación de procesos familiares con tendencia a la
oralidad y valoremos en caso de que así fuera, ¿mejoraríamos la imparti-
ción de justicia en materia familiar? Los últimos datos arrojados por las
estadísticas del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal mues-
tran que entre 2004 y 2005 se presentaron más de 18 mil demandas de
divorcio y alrededor de 15 mil controversias del orden familiar, las cua-
les son atendidas por sólo cuarenta jueces de lo familiar, y estas cifras
van en aumento.25

Sería importante ponderar la posibilidad de crear tribunales federales espe-


cializados en la materia familiar, que cuenten con el personal apropiado de
acuerdo a un delicado perfil, toda vez que a la fecha, los juzgadores en di-
cha instancia resuelven por igual asuntos de orden estrictamente patrimo-
nial, y dado el cúmulo de trabajo, en no pocas ocasiones se olvidan que los
asuntos relativos al orden y a la estabilidad de la familia requieren de una
atención más emocional que jurídica.26

24 Goethe, Johann Wolfgang von, Fausto, México, Secretaría de Educación Pública,


1988, p. 82.
25 Informe anual del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, 2005.
26 Tenorio Godínez, Lázaro, La suplencia en el derecho procesal familiar, México,
Porrúa, 2004, p. 124.
38 CARINA GÓMEZ FRÖDE

María Fernanda Cánovas Pérez Abreu27 afirma que resulta imposible


para un juez conocer toda la problemática familiar en las condiciones en
las que se encuentran los cuarenta juzgados de lo familiar en el Distrito
Federal, pues carecen de las herramientas físicas, materiales y cognitivas
para poder determinar desde un punto de vista psicológico, social y eco-
nómico, incluso pedagógico, qué es lo más idóneo para los integrantes de
una familia, y sobre todo para los menores, cuando se decreta sobre su
custodia, o sobre la pérdida de la patria potestad de uno de sus progenito-
res. Es admirable la labor que desempeñan los jueces, secretarios de
acuerdos y demás empleados de los tribunales familiares, pero la realidad
es que se requiere de tiempo, mejor preparación y sensibilidad por parte
del tribunal para poder decidir de manera certera la solución que ponga
fin a las controversias familiares:

Desafortunadamente, suele haber jueces temerosos, indispuestos, o bien,


técnicamente mal preparados, que omiten realizar un esfuerzo extraordina-
rio por desentrañar dichas imperfecciones, olvidando que de su pericia
puede depender la tranquilidad y el bienestar de una familia... Lamentable-
mente, en México, la realidad es otra; nuestras normas jurídicas tienden a
ser imperfectas y están plagadas de lagunas que dañan seriamente a los pe-
ticionarios de justicia; prueba de ello, es la infinidad de criterios que dia-
riamente aplica y publica la autoridad federal algunas veces, incluso, dis-
crepantes... Los procedimientos suelen ser largos y costosos, provistos de
tecnicismos que impiden cubrir las expectativas de los justiciables. Lo
mismo sucede con la preparación ética y profesional de algunos abogados.
¿En quién podemos depositar la confianza para garantizar que los proble-
mas tendrán una solución real y no aparente desde la óptica estrictamente
jurídica?28

La realidad es que la mayoría de las controversias familiares se resuel-


ven por vías autotutelares. La violencia y el hacerse justicia por propia

27 Cánovas Pérez-Abreu, María Fernanda, Crítica sociojurídica a la figura legislati-


va de custodia de menores en el Distrito Federal, tesis profesional, México, ITAM,
2005, p. 65. Durante su tránsito por la pasantía de derecho, o como diría Mauro Cappe-
lletti (en un sentido más amplio) por el tirocinio profesional, María Fernanda adquirió
una amplia experiencia en el conocimiento del funcionamiento de los tribunales de lo fa-
miliar. Sufrió y vivió de cerca con menores y discapacitados vulnerables, los enormes
problemas producto del ejercicio de la violencia familiar.
28 La suplencia en el derecho procesal familiar, cit., pp. XXV-XXX y 256.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 39

mano siguen siendo “más efectivas” para “solucionar” todo tipo de situa-
ciones de conflicto. El común denominador de la población mexicana no
cree en la efectividad y funcionalidad de las sentencias que resuelven los
conflictos familiares. En no pocas ocasiones se recurre a la amenaza, a la
violencia doméstica, al robo y secuestro de menores. Muchas veces, si
bien, a las partes materiales del proceso familiar les fueron “resueltas”
judicialmente sus pretensiones en una sentencia firme, lo cierto es que la
problemática de fondo no se soluciona, y, por tanto, la parte afectada, si
todavía posee cierta confianza en el proceso jurisdiccional familiar, pro-
mueve infinidad de incidentes por incumplimiento ante los jueces que re-
solvieron el conflicto principal. Dichos incidentes, a diferencia de lo que
señalan nuestras leyes procesales, son largos, complicados, desgastan-
tes, y se tornan a veces más intrincados que el mismo proceso principal.
Nos dice Manuel F. Chávez Asencio que el abogado debe ser un amiga-
ble componedor y favorecer el arreglo mediante el diálogo entre las
partes contendientes para lograr un convenio en el cual “haciéndose re-
cíprocas concesiones, puedan resolver la crisis”.29 La firma de un con-
venio inducida y generalmente impuesta, para descargar de trabajo a los
tribunales no resuelve tampoco el problema de fondo.30 Sin embargo, el
presidente del Tribunal Superior de Justicia del D. F., José Guadalupe
Carrera, ha señalado que para que tenga éxito la oralidad y la rapidez en
los juicios se deben resolver la mayoría de los conflictos, por otras for-
mas alternas de solución, como la mediación y conciliación.31 No hay
que desconocer que muchas veces se hace tabla raza del plano inequitati-
vo en el que se encuentran las partes, el carácter protector no existe real-
mente, por más que se hable de género, de enfoque de género, de “interés

29 Chávez Asencio, Manuel F., Convenios conyugales y familiares, México, Porrúa,


1993, p. XV.
30 Cipriano Gómez Lara, en relación con la celebración de convenios en materia fa-
miliar, afirma en su texto de Derecho procesal civil, que “nunca nos hemos pronunciado
abiertamente a favor de la conciliación procesal, pues es cierto que puede representar una
válvula de escape a la conflictiva social y una significativa disminución del trabajo judi-
cial; por otra parte entraña el riesgo de que las partes débiles, mal asesoradas y torpes,
lleguen por su situación de desventaja a convenios que perjudiquen aquellos derechos de
los cuales son legítimos titulares y que si se continuara con el debido proceso legal se ob-
tendría el reconocimiento pleno de dichos derechos”.
31 Fernández, Leticia, “Urge Tribunal a consensuar juicios orales”, Reforma, México,

26 de diciembre de 2006, p. 6.
40 CARINA GÓMEZ FRÖDE

superior del menor”, ya que se deja de considerar la trascendencia y la


consecuencia que tendrán los acuerdos a los que se llegó. Todo ello se
traduce en un pantano de frustraciones, limitaciones, acciones fallidas sin
capacidad de cumplir los propósitos de la ley.32
En un interesante estudio de Gustavo Fuentevila,33 relativo al tema de
la percepción de usuarios del servicio de administración de justicia fami-
liar en el Distrito Federal, se concluye que

...el sistema legal es costoso, lento, excesivamente complejo y de mala cali-


dad para importantes sectores de la población que no pueden acceder ade-
cuadamente al servicio. Sin embargo, su trabajo realizado sobre la base de
una muestra no representativa de 200 entrevistas a usuarios y litigantes pa-
rece revelar que según su percepción del servicio existe un bajo nivel de de-
mora (58% resolución antes del año), un bajo nivel de complejidad (72%
sin procedimientos extraordinarios), trámites relativamente ágiles (60%: 4
veces - 79%: 2 horas), alto nivel de legitimidad del sistema judicial (54% -
jueces y 70% magistrados por parte de litigantes), alta participación de sec-
tores sociales de escasos recursos (38%), costos relativamente bajos de liti-
gio (38% menos de 5 salarios mínimos). Independientemente de sus causas,
estos datos cambian el panorama tradicional del litigio familiar. A su vez, el
estudio arroja otras cifras interesantes de la percepción de litigantes y usua-
rios para el análisis empírico del juicio familiar, como el alto nivel de liti-
giosidad privado (89% no hay arreglo), las serias deficiencias en la informa-
ción de las asesorías jurídicas privadas (55% no recomendó acuerdo), la alta
participación femenina (89%), la prevalencia de violencia intrafamiliar co-
mo motivo de litigio (34%), y el bajo nivel de corrupción en el sistema judi-
cial (4.6%).

Sin embargo, el “deber ser” no coincide con el “ser”. Así nos lo confir-
man jueces y secretarios de acuerdos en materia familiar,34 al afirmar que
el funcionamiento de los tribunales de lo familiar es “titanesco”, ya no es
adecuado, porque se han incrementado los procesos familiares, y resulta

32 González Ascencio, Gerardo, “El control social de la violencia intrafamiliar en el


Distrito Federal”, Alegatos, Departamento de Derecho, UAM, enero-abril de 2005, p. 19.
33 Fuentevila, Gustavo, Estudio de percepción de usuarios del servicio de adminis-
tración de justicia familiar en el Distrito Federal, México, CIDE, 2006.
34 Entrevistas sostenidas con el juez 17 de lo familiar, Carlos Rodríguez Martínez,
presentador de nuestro libro de cuentos El arte de litigar, editado por INDEPAC, en
2005, y con mi compañera de la carrera de derecho, Ma. de los Ángeles Villarreal, secre-
taria de acuerdos del juzgado Vigésimo Quinto de lo Familiar.
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 41

insuficiente el espacio (en diciembre de 2006, tanto las salas de lo familiar


como los juzgados familiares funcionan en un edificio ubicado en avenida
Juárez, que cuenta con mayores comodidades en cuanto al espacio requeri-
do para la celebración de audiencias) y el personal que labora en los juzga-
dos familiares, ante los cuales se ventilan cada vez con mayor frecuencia
asuntos relativos a alimentos, se promueven más procesos de divorcio y
controversias con respecto a la guarda y custodia de menores. Será necesa-
rio continuar con la capacitación del personal que integra el Consejo de la
Judicatura, las salas de lo familiar y los juzgados familiares, proveer multi-
disciplinariamente nuevas fórmulas que tiendan a evitar que los procesos,
pese a concluir con sentencias firmes, continúen por la promoción infinita
de incidentes de cumplimiento, los cuales, como ya apuntamos, resultan
más cruentos que el proceso principal mismo. Si tenemos la convicción de
que las principales causas del incremento de las controversias en materia
familiar las constituyen la pérdida de valores morales y los problemas so-
ciales y económicos en general, Cipriano Gómez Lara propone que un
cambio social de trascendencia para un mejor proceso jurisdiccional rom-
pe viejas estructuras y afecta intereses creados. Para la realización eficaz
del cambio es necesaria la fuerza social basada en una mentalidad nueva
que se sustente en la moral y por una educación revolucionaria y un mayor
sacrificio y solidaridad sociales.35

V. CONCLUSIONES

1. Desde hace más de treinta años Alcalá-Zamora pregonaba que la


oralidad por sí sola no extirpa de raíz los males de ningún enjuicia-
miento. Es más, si no se le encuadra en debida forma, lejos de corregir
yerros e inconvenientes, será ella misma, causa de graves daños, tan te-
mibles varios como los peores del procedimiento escrito. La oralidad ha
de plantearse como una de la finalidades a satisfacer por una buena re-
forma procesal, pero no como la única, ni siquiera como la principal o
más urgente.36
2. En el plano conceptual familiar debemos concluir que en efecto es
posible establecer conceptos que le son propios al derecho procesal fami-

35 Sistemática procesal, cit., p. 264.


36 Alcalá-Zamora, Niceto, Estudios de teoría general e historia del proceso (1945-
1972), México, UNAM, 1972, pp. 10 y 11.
42 CARINA GÓMEZ FRÖDE

liar, siempre reconociendo los principios de unidad procesal. Indepen-


dientemente de que por lo que hace a los principios procesales en materia
familiar existe cierta divergencia entre los exponentes de la doctrina, pe-
se a que no existe ninguna voz que prefiera que niegue que el proceso
procesal familiar deba ser publicista, con tendencia a la oralidad, gratui-
to, en donde impere la economía procesal.
3. En el plano normativo existe una falta de uniformidad y de sistema-
tización de normas procesales; sin embargo, se cuenta con figuras jurídi-
cas que posibilitan los procesos con tendencia a la oralidad. Se propone
no necesariamente la existencia de códigos procesales familiares, sino la
uniformidad de las disposiciones que se refieran a lo procesal familiar
aunque se encuentren reguladas dentro de los códigos procesales civiles.
4. Se propone unir todos los procedimientos y procesos de la familia
bajo un mismo apartado dentro de nuestros códigos de procedimientos
civiles, y se propone que todos estos procesos y procedimientos sean
promovidos por la vía sumarísima y estableciendo plazos más cortos pa-
ra el desarrollo de las diversas etapas; se propone, además, que exista
una verdadera concentración de actuaciones, que se eviten al máximo las
acciones entorpecedoras para conocer la verdad material de los hechos
controvertidos, y que verdaderamente los jueces estén presentes en todas
y cada una de las audiencias. Tomamos la propuesta de Cipriano Gómez
Lara en el sentido de que en un juzgado existan varios jueces que atien-
dan personalmente a las partes que verdaderamente se cumpla uno de los
requisitos de la oralidad, que significa la inmediatez física del juez con
las partes.
5. Se propone un real y efectivo auxilio entre el juez y las autoridades
ejecutivas, auxilio real de los cuerpos policiacos para hacer auténticamente
efectivas las resoluciones que se dicten por la autoridad judicial familiar,
pues de nada sirve una sentencia justa y equitativa si no existen los medios
materiales para hacerla cumplir.
6. Se propone la creación de tribunales federales en materia familiar
que estén capacitados para dictar resoluciones justas en bien de la so-
ciedad.
7. Aun cuando se han realizado reformas a códigos, y la mayoría de
los estados de la República cuentan con leyes para erradicar la violencia
intrafamiliar, todavía existen importantes lagunas legales, contradiccio-
nes y dificultades en la aplicación de dicha normas, que deben ser resuel-
tas para garantizar a las mujeres y a los menores bajo su guarda, la pro-
VISIÓN TRIDIMENSIONAL DEL DERECHO PROCESAL FAMILIAR 43

tección que requieren y el acceso efectivo al sistema de procuración de


justicia.
8. Se ha llegado a la consideración de que no es estrictamente necesa-
ria la promulgación de un código familiar y un código de procedimientos
familiares por cada estado de nuestra República mexicana, ya que con-
vertiría en un mayor caos legislativo a los estados. Se requiere urgente-
mente que los procesos de familia se encuentren regulados dentro de las
leyes procesales con un orden, rigor, sistematización y en un solo capítu-
lo especial que regule todo lo procesal familiar a aplicarse a los conflic-
tos familiares que surgen todos los días dentro de nuestra sociedad, y que
dichas reglas para su tramitación sean claras y sencillas.
9. La oralidad ofrece riesgos, sobre todo cuando se trata de litigios com-
plejos y complicados, que requieren tiempo y serenidad para ser solucio-
nados por el aparato jurisdiccional. La oralidad puede provocar malos en-
tendidos y posiciones exageradas. No se trata de cambiar por cambiar, y
tampoco puede sostenerse que deben sustituirse o suprimirse partes o insti-
tuciones de la vieja legislación, si éstas han funcionado satisfactoriamente.
Sin embargo, en casos como la violencia intrafamiliar o de alimentos es
necesario y urgente que el proceso familiar reúna todas y cada una de las
características con tendencia a la oralidad.

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JUICIO ORAL: BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO
ANGLOSAJÓN Y SU VIABILIDAD EN MÉXICO

Juan Luis GONZÁLEZ ALCÁNTARA*

SUMARIO: I. Nota introductoria. II. Antecedentes. III. Proce-


so del juicio oral norteamericano. IV. Principales caracte-
rísticas del juicio oral. V. El juicio oral en México. VI. Con-
clusiones. VII. Bibliografía.

I. NOTA INTRODUCTORIA

El derecho se rige por dos grandes sistemas jurídicos: el romano, de cuyo


origen lleva su nombre, y el common law, el cual tiene lugar en Inglaterra.
El sistema vigente en nuestro país es, sin duda, el primero de los citados;
también predomina en España, Portugal, Francia, Holanda, Japón, Turquía,
Escocia, en la mayor parte de África, Ceylán, las Indias orientales, Centro y
Sudamérica, la provincia de Québec (Canadá). Asimismo, lo encontramos
en el estado de Lousiana, zona del Canal de Panamá, Puerto Rico, las islas
Hawai y Filipinas, estos últimos norteamericanos, no obstante que en Esta-
dos Unidos predomina el common law.
Por otro lado, como ya se dijo, el sistema jurídico del common law pre-
valece en Inglaterra, en los Estados Unidos de Norteamérica y, en general,
en todos los territorios sujetos a sus respectivas soberanías: Irlanda, Gales
(en Escocia persiste el sistema de origen romano, como quedó apuntado en
líneas anteriores), Canadá (excepto Québec, en el que predomina el dere-
cho francés), Terranova, Australia, Nueva Zelanda, India (excepto Ceylán,

* Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y catedrático en la Facul-


tad de Derecho, ambos de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Magistrado
del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal.

47
48 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

donde impera el sistema romano), Gibraltar, Estados Unidos de América


(excepto el estado de Louisiana, Puerto Rico, zona del Canal de Panamá,
Hawai y Filipinas, por preponderar el sistema romano).
De esta manera, podemos precisar que aun cuando “cada uno de los
48 Estados de la Unión tiene, en efecto, un sistema propio de derecho
procesal, que regula los procesos ante las cortes del respectivo Estado; en
los procesos ante las cortes federales se aplican, además, normas de dere-
cho procesal diversas, que constituyen el denominado derecho procesal
federal (Federal procedure)”.1
Cabe aclarar, a pesar de que en el mundo predominan estos dos siste-
mas jurídicos, no son los únicos. Tal es el caso de las naciones musulma-
nas, llámese Turquía, Noráfrica, Persia, Turquestán y Afganistán, las
cuales se rigen por las leyes del Islam, y China, que sigue su derecho
consuetudinario peculiar.
Regresando al origen, cabe hacer mención que en aras de la imparti-
ción de justicia, los tribunales reales de la Inglaterra antigua se vieron
obligados, por la necesidad de aplicar el derecho no sólo a los nobles, si-
no también a la gente de los diversos poblados que conformaban su terri-
torio, a buscar lo que tenían en “común” todos ellos, partiendo como ba-
se en sus costumbres, para así crear un derecho único y uniforme, unido
por reglas, normas, sanciones y obligaciones, que aun cuando su base lo
fueran sus propias costumbres, serían éstas, las indicadas en adelante, pa-
ra aplicarlas como norma general coercitiva en todo el país, conformando
en un derecho común a todo el territorio inglés, dando origen con ello al
common law, conocido también por los normandos como la comune ley¸
cuya interpretación literal es “derecho común”.
En la actualidad, el término common law se emplea para determinar
o designar varios sentidos, como lo son: 1) el derecho angloamericano;
2) el elemento particular del derecho angloamericano, consistente en la
jurisprudencia de los tribunales angloamericanos, a distinción de las le-
yes promulgadas formalmente por el legislador; 3) el derecho formado
por las decisiones y precedentes judiciales, y que para el caso son muy
socorridas como fundamento en sus resoluciones, y 4) para denominar
el antiguo derecho en Inglaterra y en los Estados Unidos.

1 Sereni, Angelo Piero, El proceso civil en los Estados Unidos, Buenos Aires, Edi-
ciones Jurídicas Europa-América, 1958, pp. 26 y 27.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 49

Por otro lado, desde un punto de vista procesal, podemos precisar que
un típico proceso civil, en la primera instancia, de los Estados Unidos de
América, está constituido por cinco fases, etapas o estadios sucesivos, mis-
mos que más adelante se desglosan, denominados: service of process,
pleadings, pre-trial phases, trial, y judgment.
Es de llamar la atención que el juicio posee dos características esen-
ciales. La primera de ellas consiste en ser un sistema meramente acusato-
rio, en virtud de que los abogados litigantes hacen todo lo que está a su
mano para favorecer su posición, bien dicho de su cliente. La segunda, es
la potestad que se les otorga a las partes en los asuntos civiles para poder
decidir que su caso se juzgue ante un jurado.
Al respecto, Santos2 señala que

...la participación en audiencias orales nos permite, por un lado, observar a


las mismas como actos rituales en los cuales se dramatizan relaciones de
poder, vínculos asimétricos y jerárquicos y formas de pensar la verdad y la
justicia; y por el otro, detectar en estas representaciones, los marcadores y
artefactos físicos, discursivos y corporales sobre los que se sostiene la di-
visión entre conflicto real y conflicto procesal, característica fundamental
de la estructura legal en el derecho capitalista.

Por otro lado, cabe apuntar que la Constitución norteamericana, cuya


aprobación data desde 1776, puede considerarse como un documento cla-
ve para el mundo occidental, a raíz de la gran influencia que ha tenido, la
cual, a pesar de que ha sido varias veces reformada con la finalidad de
adaptarse a la realidad jurídica de su sociedad, jamás ha sido sustituida por
otra, sin que sea óbice que algunos Estados no hayan ratificado su aproba-
ción sino hasta que el Congreso aprobó las diez primeras enmiendas a la
Constitución en 1791, también conocidas como The Hill of Rights (Neu-
borne, 1997:83), mismas que significaron una limitación considerable de
los poderes del Estado sobre el individuo, razón por la cual estas diez en-
miendas se conocen como la primera carta o declaración constitucional de
derechos civiles (Bill of Rights) del mundo moderno.
De las diez enmiendas referidas cabe destacar la enmienda VI, cuya
importancia radica en las diversas garantías procesales del acusado en to-

2 Autor citado por Sarrabayrouse Oliveira, María José, Los juicios orales y la cons-
trucción del objeto judicial, en El Portal de Antropología en español, http://www.antro
pologia.com.ar.
50 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

dos los procedimientos penales que hace valer dentro de su contexto, mis-
mos que aun cuando los conocemos a través de los medios de comunica-
ción, vale la pena enunciar, dado el alcance jurídico que revisten dentro
del procedimiento, y los que sin más preámbulo consisten en que el acusa-
do gozará del derecho a juicio sin dilaciones indebidas ante un jurado im-
parcial, y tendrá derecho a ser informado de la naturaleza y los cargos de
la acusación, así como a carearse con los testigos de cargo. A fin de poder
defenderse, podrá servirse de citación obligatoria para conseguir la compa-
recencia de testigos en su defensa, y gozará de asistencia letrada.
En este orden, también se cuenta con la enmienda VII, cuyo contenido
abunda en un aspecto de la enmienda anterior: el derecho a juicio con ju-
rado, pero esta vez referido a los procesos civiles (suits at common law).
Tales enmiendas podemos válidamente compararlas con las garantías que
nuestra carta magna establece en sus artículos 14 y 16 constitucionales.
En fin, los juicios orales constituyen una notable eficacia de los proce-
dimientos civiles del derecho anglosajón, por lo que en el sumario del
presente habremos de enfocarnos al origen del mismo en Inglaterra hasta
la aplicación del juicio oral en Estados Unidos de América, para terminar
con el juicio oral en México, de la siguiente manera.

II. ANTECEDENTES

El punto fundamental de la estructura del derecho inglés es el procedi-


miento.3 Como es sabido, el common law no es creación del legislador ni
del jurisconsulto principalmente. Para una mayor precisión, dicho siste-
ma se originó en las costumbres de las tribus germanas que invadieron y
poblaron las islas británicas, y la evolución del mismo se divide en tres
etapas. La primera da inicio con la invasión —realizada por estas pobla-
ciones o tribus— del territorio que hoy conocemos como Inglaterra, las
cuales aparecieron en el continente europeo después de la caída del
Imperio romano. En el transcurso de los siglos V y VI los anglosajones
introdujeron sus costumbres y usos dando nacimiento al sistema socioju-
rídico que actualmente rige en dicho territorio. En el siglo IX se da la se-
gunda etapa, la cual se caracteriza por la invasión de la isla, por los mo-
radores de origen danés, quienes obviamente aportaron al rudimentario

3 López Monroy, José de Jesús, Sistema jurídico del common law, México, Porrúa,
2006, p. 107.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 51

sistema con sus costumbres y conocimientos elementales, los que sin du-
da se fusionaron con las de los entonces invadidos —anglosajones—; el
periodo culmina con una tercera invasión efectuada por los normandos
en 1066, dirigida por Guillermo el Conquistador, duque de Normandía y
primer rey normando de Inglaterra, quien hizo implantar las costumbres
de su pueblo, el cual revestía de naturaleza feudal sometidos a método
mixto, el cual estaba inserto de un toque franco-romano (siendo ésta la
fecha que comúnmente se invoca para señalar el inicio de la formación
del common law cuando los normandos derrotaron a los nativos de Ingla-
terra en la conocida batalla de Hastings).
La gran cantidad de invasiones al territorio inglés dio origen a un de-
sarrollo jurídico único, para convertirse en una amalgama en la historia
del derecho, total y completamente diferente a la ya existente y aplicada
en ese entonces por los romanos, cuya labor en gran medida se debe a las
sentencias elaboradas por los jueces que vivieron desde el siglo XII hasta
el XIV.
Así entonces, resulta válido sostener que los usos y costumbres rudi-
mentarios de los pobladores anglosajones, daneses y normandos, y que
hoy en día fundamentan o dan vida a la jurisprudencia de los jueces in-
gleses, constituyeron el denominado corpus juris llamado también com-
mon law.
En la historia de Inglaterra se recuerda la última conquista (normanda)
referida como la punta de lanza de la organización contemporánea de ese
país, ya que fue a partir de ésta cuando comenzó a formarse la centraliza-
ción del gobierno bajo el poder absoluto de Guillermo el Conquistador, y
con el fin de delegar su omnipotente autoridad decidió establecer los pri-
meros tribunales, los que en todo caso, los jueces, instituidos a su juris-
dicción, resolvían los asuntos sometidos a su potestad con base y funda-
mento en las costumbres, normas y reglas rudimentarias características
de su población, imponiendo sus resoluciones, las que poco a poco fue-
ron ocupando e influyendo sobre todo el territorio real, dando inicio al
origen a lo que hoy conocemos como derecho o sistema anglosajón.
Consecuentemente, el tiempo y la práctica convirtieron las costumbres
impuestas en jurisprudencia, que a su vez adquirió la fuerza de ley supre-
ma aplicable para toda Inglaterra.
Después del reino de Guillermo el Conquistador vinieron coaliciones
producidas por descontentos, y no fue sino hasta que el reino de Eduardo
I fue considerado como el Justiniano inglés, en el que por primera vez se
52 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

le dio al sistema de derecho general creado la denominación de common


law, o derecho común, ya que hasta ese momento dejó de considerarse
como un cúmulo de costumbres y usos locales diversos, para instituirse
en un régimen completo de ley común y suprema para toda la nación.
Como se ha dicho, el common law fue incorrectamente, pero poética-
mente, atribuido a la gente común de Inglaterra, siendo tales razones por
las que originalmente los ingleses denominaron al sistema the law of the
land: la ley de la tierra, la ley del país, la ley de la nación; de hecho, el
common law surgió como resultado de una disputa particular por el poder
político.
Como ya quedó asentado, antes de la tercera conquista de Inglaterra
(por los normandos en 1066) no existía un sistema legal nacional firme;
con el surgimiento del common law se impuso un sistema unitario bajo
el dominio y control totalitario de su rey en la forma de un poder cen-
tralizado.
En la historia se relata mucho acerca del circuito de los jueces ambu-
lantes, los cuales se trasladaban por todo el territorio estableciendo e im-
partiendo “la paz del rey”, y conforme lo hacían iban al mismo tiempo
seleccionando las costumbres más sobresalientes, y a su parecer las me-
jores para su aplicación, convirtiéndolas en la plataforma de su imparti-
ción de justicia, y con ello el origen de la ley inglesa, fomentando el ini-
cio de un procedimiento defectuoso, filántropo, torpe, amén de que era el
comienzo de todo un sistema que se iba construyendo poco a poco.
Sin darse cuenta, los jueces ambulantes iban transmitiendo y reafir-
mando la soberanía y autoridad del rey, autoridad que estaba representa-
da por los tribunales e instituciones reales firmemente constituidas en
comparación de las etapas que le antecedieron, como lo fue el periodo
feudal, cuyas instituciones se encontraban disgregadas y divididas.
Por consiguiente, el common law, aun cuando era común para todos
los gobernados, su aplicación no era común de todos, como se precisará
más adelante.
En efecto, a finales del siglo XIII la autoridad central, entiéndase co-
mo tal el rey, había fincado, a través de sus jueces, el common law; cabe
recordar que en su inicio los tribunales no eran más que un agregado del
Consejo del Rey (Curia regis); sin embargo, con el paso del tiempo los
tribunales del common law comenzaron a tomar mayor consistencia ad-
quiriendo una independencia institucional única en la forma de Exche-
quer, Common Pleas y King’s Bench. Empero, tal libertad fomentó un
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 53

sentimiento colectivo de parte de la autoridad, que se caracterizó por la


oposición a conocer de asuntos que no eran tramitados conforme a los li-
neamientos establecidos para tal efecto, lo que en la mayoría de los casos
se resumía en el hecho de que no se aplicaba bajo la acción apropiada.
Es de llamar la atención que el derecho de acudir a los tribunales rea-
les para iniciar un juicio con el fin de reclamar justicia y la solución de
una contienda no era un derecho que pudiera ejercitar cualquier persona,
sino que se trataba de un privilegio que concedía el rey. Todo aquel que
deseaba pedir justicia debía necesariamente dirigirse al canciller, con el
fin de que le fuera expedido un writ, lo cual consistía en una orden real
emitida a un funcionario ordenándole que llevara al demandado a los tri-
bunales, lo que en la práctica conocemos como llamamiento a juicio. Sin
embargo, el rey sólo expedía un writ por cada cincuenta solicitudes, ade-
más de que sólo extendía un writ para cada tipo de ofensa que se recla-
maba, ya que no existía la posibilidad de demandar por cualquier situa-
ción o causa que se presentara, lo que para el caso resultaba sumamente
ineficaz, si partimos del hecho de que no se podía accionar si no se con-
taba con la orden aludida.
En contadas oportunidades el rey expedía un writ a petición o instancia
de un litigante, en el que se obligaba a un noble que impartiera justicia en
su territorio, bajo la amonestación que de no hacerlo sería llevado al tribu-
nal para el efecto de ser juzgado por haber desobedecido al rey.
Al paso del tiempo el sistema fue desarrollándose y la writ pasó de ser
una orden del rey, a un mandato expedido por un juez.
Así las cosas, resulta válido colegir que la renuencia del propio siste-
ma a conocer de todos los asuntos que aclamaban y requerían de justicia
terminaron en forma antagónica en reconocer su propio y déficit alcance,
y con el fin de dar solución al problema causado por su exiguo rendi-
miento desarrollaron la idea de crear la equity, la cual se consolidó en to-
do un sistema.
A partir de la creación de la equity se contó con dos sistemas recípro-
cos; empero, cuando se presentaba alguna incompatibilidad entre las nor-
mas del common law y las de la equity, prevalecían estas últimas, lo que
es de llamar la atención si tomamos en cuenta que este sistema, como ya
se dijo, fue creado con posterioridad, circunstancia que, obviamente, tu-
vo lugar en razón a la limitación del primero. La división del common
law y la equity prevaleció hasta que ambas conjugaron las leyes de la ju-
54 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

dicatura de 1873-1875, donde se estableció que los dos sistemas serían


administrados por ambas jurisdicciones en forma concurrente.
Debe precisarse que aun cuando ambos estaban incorporados, cada
sistema conocía de materias distintas, de lo cual puede colegirse cierta
especialización, amén de que el common law trataba cuestiones relativas
al derecho penal y responsabilidad civil, en tanto que la equity conocía
de propiedad real (trust), sociedades comerciales, quiebras, interpreta-
ción de los testamentos y liquidación de sucesiones.
David Rene4 señala:

La distinción entre el common law y equity no es lo que fue antiguamente;


la equity tiende a convertirse, en el conjunto de materias que se estima
conveniente hacer juzgar según un procedimiento escrito, en tanto que el
common law es el conjunto de materias que serán juzgadas de acuerdo a
un procedimiento oral; ambos son sistemas jurisprudenciales, el primero
originado en los tribunales reales y la segunda en el Tribunal de la Canci-
llería. Aunque parece que al principio hubo cierta fricción entre ambas ra-
mas, después, coexistieron pacíficamente, complementándose, para lograr
juntas, el desarrollo armónico del sistema jurídico inglés.5

La unificación de tales sistemas permitió una organización tal que al


momento en que Inglaterra tuvo la oportunidad de pactar su Constitución,
específicamente en la declaración de sus derechos, instituyó lo tocante a
que ninguna persona será privada de la vida, de la libertad, de sus propie-
dades, posesiones o derechos, sino de acuerdo con the law of the land.
Cabe advertir que tal denominación también se reproduce en la peti-
ción de derechos de 1628, pero en forma análoga completa la denomi-
nación al adicionar una interpretación a la que denominó due process of
law, por lo que en el derecho inglés se utilizaron como sinónimos las
locuciones ya mencionadas, esto es, common law (derecho común), law
of the land (ley de la nación), due process of law (debido proceso le-
gal), todo ello para denominar al sistema general de derecho.
El common law, como ya se dijo, fue acogido por los Estados Unidos
de Norteamérica, lo cual obedeció a que los colonos ingleses que vinieron

4 Autor citado por Sirvent Gutiérrez, Consuelo, Sistemas jurídicos contemporáneos,


México, Porrúa, 2006, pp. 70-73.
5 Morineau, Marta, Una introducción al common law, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 2004, p. 18.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 55

a principios del siglo XVII y que se establecieron en el territorio norte del


continente americano trajeron consigo, además de sus usos y costumbres,
el sistema de derecho inglés, siendo éste el semillero del derecho nortea-
mericano que rige en nuestros días.
Obviamente, fue el sistema del common law el acogido por los colo-
nos británicos, quienes al practicarlo a través del tiempo conforme a sus
propias costumbres y nuevos hábitos adquiridos lejos de su territorio de
origen se caracterizaron por ser aplicable en estricto derecho.
La creación de este nuevo derecho fue tomando forma en razón de las
decisiones o resoluciones judiciales, llamadas también precedentes, que
fueron dictadas por los tribunales reales ingleses, a los que aún se encon-
traban sujetos. De lo anterior resulta válido colegir que el common law
introducido en el territorio norteamericano es eminentemente jurispru-
dencial, en virtud de provenir del Poder Judicial inglés, de ahí el surgi-
miento de la frase judge made law, lo que significa “el juez hizo el dere-
cho”, debido a que al dictaminar, el tribunal real creaba los precedentes
aplicables a casos posteriores, por lo que se estima que el sistema del
common law es práctico y concreto, ya que al momento de impartir justi-
cia lo hace atendiendo al caso en particular, fundándose en los preceden-
tes ya existentes al respecto, sin el interés de incursionar en nuevos senti-
dos, convirtiéndolo en un derecho estricto y seguro, amén de su solidez.
No obstante el tiempo y trabajo que costó la creación del sistema jurídi-
co inglés, a inicio del siglo XIX su administración de justicia civil alberga-
ba cinco inconvenientes, que aun cuando les eran esenciales para su “debi-
da” impartición de justicia no dejaba de causarles cierto retraso procesal:
El primero consistía en que el derecho y la equidad eran administrados
por tribunales total y completamente diferentes, lo que implicaba que el
litigante agraviado por la decisión de un tribunal de derecho común, y
que aspiraba continuar con el procedimiento con el fin de encontrar la
equidad, estaba obligado a iniciar un proceso apartado y diferente en el
Tribunal de la Cancillería, así que por cuanto a economía procesal se tra-
ta este método o sistema acostumbrado no hacía que se perdiera más
tiempo y dinero.
Segundo, la institución de la equidad se motivó con el fin de contar
con un procedimiento suplementario que pudiera servir de auxilio en las
lagunas del derecho común; empero, las reglas y normas de equidad se
contraponían con las reglas y normas supeditadas al derecho común.
56 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

Tercero, los tribunales canónicos o eclesiásticos establecidos con la fi-


nalidad de resolver contiendas derivadas con el matrimonio y testamenta-
rias, así como el Tribunal del Almirantazgo, al igual que los anteriores,
tenían un procedimiento independiente y diferente para la práctica de los
asuntos de su competencia.
Por cuanto hace al cuarto inconveniente, se advertía en el sistema de
apelación, mismo que utilizaban en contra de las decisiones que a criterio
del litigante no eran apegadas a derecho, en el cual se resolvía de manera
confusa.
El quinto y último inconveniente consistía en que el procedimiento que
utilizaban los tribunales de derecho común era arduo y rudimentario.

Un ejemplo extremo del penoso estado de la situación puede verse en el


caso de Knight contra Marquis de Waterford (1844), donde un infortuna-
do litigante tardó catorce años en llevar una apelación a la Cámara de los
Lores solamente para descubrir allí que, como había iniciado su acción en
el Tribunal de la Cancillería cuando la debería haber iniciado en el tribu-
nal de derecho común, tenía que ir hacia atrás y empezar de nuevo.6

Según Gary Slapper y David Nelly,7 “La equity es el conjunto de nor-


mas elaboradas y aplicadas (a lo largo del siglo XV y XVI) por la juris-
dicción del canciller, a fin de completar y, en su caso, revisar el sistema
del common law que había resultado insuficiente y defectuoso”.
Seguidamente, a la declaración de derechos y las denominaciones ju-
rídicas invocadas se convierten más tarde a formar parte de las enmien-
das V y XIV de la Constitución norteamericana, en el precepto que di-
ce: “no person shall be deprived of life, liberty, or property, without
due process of law”, es decir, nadie será privado de la vida, de la liber-
tad o de la propiedad sin el debido proceso legal; inspiración, como ya
se dijo, del precepto correlativo formulado por nuestros constituyentes
de 1857, que,

...al decir de Emilio Rabasa, en su obra El Artículo 14, fue malamente re-
producido en una disposición confusa que desvirtuó el verdadero concepto
original del precepto inglés reproducido en la Constitución norteamerica-
na. La disposición aludida es el artículo 14 de la Constitución de 1857,

6 James, Philip, Introducción al derecho inglés, Bogotá, Temis, 1996, p. 28.


7 Autor citado por Sirvent Gutiérrez, Consuelo, pp. 70-73.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 57

que decía: “Nadie puede ser juzgado ni sentenciado, sino por leyes dadas
con anterioridad al hecho y exactamente aplicada a él, por el tribunal que
previamente haya establecido la ley”.

Como puede colegirse, la denominación que se le otorgó a la declara-


ción inglesa se refleja en nuestra Constitución actual, en lo particular, a
nuestro artículo 14, que establece la garantía individual, explorada en to-
do el derecho, y socorrida por nuestra sociedad, en cuanto a que nadie
podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades, posesio-
nes o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales previa-
mente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del
procedimiento.

III. PROCESO DEL JUICIO ORAL NORTEAMERICANO

Como se ha mencionado en líneas anteriores, en Estados Unidos de


Norteamérica predomina el uso del juicio oral en aplicación al common
law. En este capítulo nos enfocaremos a analizar las características de su
procedimiento, el cual “se concibe como un medio para satisfacer intere-
ses esencialmente privados y no el interés del Estado”, a diferencia del
proceso en México, en cuyo caso es de orden social.
El fundamento del procedimiento en comento se encuentra inserto en
la Constitución Política norteamericana, que

...establece el derecho de someterse a juicio oral y público ante jurado en


muchas categorías de causas, incluyendo:
1. Todo encauzamiento con consecuencias graves en materia penal;
2. Todas aquellas causas en lo civil donde corresponda el derecho a jui-
cio oral y público ante jurado de conformidad con la ley inglesa vigente
cuando ocurrió la independencia de los Estados Unidos, y
3. Las causas en las que el Congreso de los Estados Unidos expresa-
mente dispuso el derecho de someterse a juicio oral y público ante jurado.8

En primer lugar, estudiaremos las características que destacan al jura-


do, tomando en cuenta que el proceso de la resolución tiene involucrados
a gobernados, por lo que es hasta cierto punto expresión del sentimiento
8 Casanueva Reguart, Sergio E. y Mancera Espinosa, Miguel Ángel, Juicio oral.
Teoría y práctica, México, inédito, 2007, pp. 34-36.
58 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

comunitario, dejando de lado el procedimiento mecánico, frío e insensi-


ble que acontece en los órganos jurisdiccionales del sistema romano para
la determinación de los hechos. Bajo tal tesitura, tenemos que para su
funcionamiento, los jurados deben ser representativos e imparciales.
La representatividad se logra con la elaboración de un listado de las
personas que pudieran ser jurados con base en el registro electoral, el re-
gistro de conductores con licencia, así como otras fuentes de información
relacionadas con un amplio segmento de la comunidad; posteriormente,
ya con esa lista elaborada se convoca a las personas que aleatoriamente
fueron escogidas, y que podrían fungir como jurados; aunado a lo ante-
rior, el juez tiene la facultad de aislar a los miembros del jurado bajo la
custodia del tribunal. Lo anterior, con objeto de impedir que los juzgado-
res sean manipulados, corrompidos o, en el último de los casos, que sean
influidos por los medios de comunicación.
Al respecto, Feinman nos ilustra al manifestar que “El atributo más
peculiar del jurado es que está compuesto por aficionados, no por profe-
sionales”.9
Cabe mencionar que en la antigüedad el jurado poseía más faculta-
des de las que posee en la actualidad. Esto tiene su razón de ser, en vir-
tud de que en las poblaciones donde se originaban los litigios contaban
con un menor número de habitantes, por lo que sus miembros no desco-
nocían en absoluto los hechos de los casos de los que se ocupaban, y
con frecuencia conocían personalmente a las partes, por lo que estaban
en aptitud de conocer de primera mano los hechos; además de que apor-
taban a la resolución de un caso en concreto su familiaridad con los
usos y costumbres locales. El jurado constituye uno de los elementos
fundamentales del proceso norteamericano, institución que está profun-
damente arraigada en el sistema jurídico anglosajón. Pero no por eso
escapa de las críticas por parte de los eminentes magistrados y aboga-
dos; sin embargo, la opinión mayoritaria es que la existencia del jurado
constituye una salvaguarda contra el peligro de injusticias y parcialida-
des por parte del juez.10

9 Feinman, Jay M., Introducción al derecho de Estados Unidos de América. Todo lo


que debe saber acerca del sistema jurídico estadounidense, México, Oxford University
Press, 2004, p. 122.
10 Sereni, Ángelo Piero, El proceso civil en los Estados Unidos, Buenos Aires,
EJEA, 1958, p. 118.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 59

Los jurados poseían autoridad y responsabilidad independientes, ca-


racterísticas que los ponían en aptitud para determinar el contenido de
los principios jurídicos por aplicar a un caso particular, de conformidad
con las circunstancias del lugar, siendo que en la actualidad ocurre lo
contrario, pues hoy resulta casi imposible que los jurados cuenten con un
conocimiento independiente de los hechos de un asunto, y en caso de que
sí lo tengan, es probable que se les impida actuar de acuerdo con los co-
nocimientos personales que tengan con respecto a las partes, ya que su
función se encuentra limitada a estudiar y analizar los elementos aporta-
dos por las partes ante la Corte de forma imparcial; asimismo, es impor-
tante recalcar que en la actualidad se tiene la idea de que la ley debe ser
elaborada por las legislaturas y las Cortes, dejando en segundo término
los valores de la comunidad, de modo que los jurados deben aplicar la
ley que el juez les suministra, y no tomando en consideración los valores
y rasgos de la persona sometida a juicio, dando como resultado una apli-
cación deshumanizada de la ley y la limitación de dictar resoluciones
apegadas necesariamente a derecho.
Ahora bien, y como preámbulo al estudio del procedimiento del juicio
oral norteamericano, es útil citar las palabras de María José Oliveira,
quien menciona: “La persona que era sujeto de una relación particular
(conflictiva) se convierte en objeto del procedimiento judicial”.11
Tomando como corolario lo anterior, se concluye que el procedimien-
to civil norteamericano es oral y contradictorio, lo cual significa que las
dos partes contienden entre sí de forma oral al encontrarse en algún in-
cumplimiento por alguna de las partes, y deben prepararse para que sus
tesis prosperen, y en un momento dado la resolución dictada en juicio le
sea favorable a sus intereses, de ahí que sea dable decir que las partes
contendientes son las que en realidad ejercen el control del proceso al
momento de acreditar o no sus afirmaciones.
Para el estudio del procedimiento del juicio oral en los Estados Unidos
de Norteamérica es necesario conocer las dos clases de juicios civiles
que existen:
Por un lado tenemos los llamados juicios con jurado, y por el otro los
juicios sin jurado. Además, hay que tomar en consideración la fuerza que
tiene la tradición del uso de jurado en el ordenamiento judicial norteame-

11 Sarrabayrouse Oliveira, María José, “Los juicios orales y la construcción del obje-
to judicial”, en El Portal de Antropología en español, http://www.antropologia.com.ar.
60 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

ricano, pues es sabido que en los procesos a los que son sometidas las
partes, éstas renuncian al derecho de que se les imparta justicia con au-
diencia del jurado; empero, aun cuando se actualiza dicha renuncia las
normas procesales siguen siendo las mismas, con la diferencia de que en
el juicio sin jurado corresponde al juez resolver tanto sobre los hechos
como sobre el derecho aplicable al caso en concreto.
En el juicio oral norteamericano las partes tienen un interés y derecho
a decidir el modo en que quieren hacer valer sus razones, el decidir cuá-
les son los hechos que quieren hacer del conocimiento del juez mediante
las pruebas, así como escoger —con cierto límite— las tesis jurídicas so-
bre las cuales deberá decidirse la litis, en cuyo caso el papel el juez asu-
me las funciones de un árbitro.
Siendo el juicio norteamericano oral, exige el dominio del uso del len-
guaje en el sentido de que sea competentemente comunicativo; que sea
comprensible en cuanto a que maneje la expresión del lenguaje jurídico
solemne, y que maneje la comprensión del lenguaje coloquial o vulgar, y
que además tenga conocimiento del habla utilizada por el hampa que se
oye en la sala de vistas.
La primera de ellas, la competencia comunicativa, se adquiere durante
la fase formativa, esto es, en los juicios simulados, siendo su objetivo
primordial el de no únicamente determinar los hechos, sino también la
honradez y la credibilidad de los testigos. Es por este motivo que a los
abogados norteamericanos se les enseña a sondear, provocar, repetir, re-
formular, insistir, y a incitar a los testigos; aunado a que se les explica
que las técnicas lingüísticas empleadas para obtener datos de los testigos
nunca son imparciales o inocentes. A manera de ejemplo, cuando un tes-
tigo aparece como sujeto de la oración, se le aplica el uso de la activa,
que va dirigida a inculpar al testigo.
Al comienzo de cada sesión del juicio el funcionario judicial llama al
orden con un golpe ligero del mazo o gavel; esto es, como solemnidad
para dar entrada al juez en la sala, y ordena que todos se pongan de pie
hasta que éste haya tomado asiento; acto seguido el juez anuncia la aper-
tura de la sesión, la cual se divide en cuatro secciones, a saber:

I. El discurso de apertura al jurado (opening statement).


II. La práctica de las pruebas (the presentation of evidence).
III. El discurso de clausura (closing statement).
IV. Las instrucciones del juez al jurado (charge to jury).
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 61

Sin embargo, también es factible dividir el juicio en una forma más


detallada, constando el mismo en ocho partes, las cuales son:

I. El discurso de apertura por la defensa del demandante.


II. El interrogatorio a sus testigos (examination) y práctica de la prue-
ba (presentation of evidence) para probar sus afirmaciones (prove
its case).
III. El contrainterrogatorio a los testigos del demandante.
IV. El interrogatorio por la defensa del demandado a sus testigos, tam-
bién llamados “testigos de refutación” (rebuttal witnesses).
V. El discurso de clausura por ambas partes (closing arguments).
VI. Las instrucciones al jurado (charge to jury).
VII. La deliberación del jurado (deliberation).
VIII. El veredicto (verdict).

Ahora bien, los medios de prueba que pueden aportar las partes son
los documentos, expedientes, fotografías, testimoniales y periciales, entre
otras probanzas.
Por otra parte, la normatividad de procedimiento de los Estados Uni-
dos de Norteamérica tiene sus orígenes en el sistema procesal inglés, in-
tegrado, como ya se mencionó, por decisiones judiciales sobre el propio
procedimiento, autorreglamentación de los tribunales, estatutos y la cos-
tumbre. Bajo tal tesitura, cabe resaltar que a diferencia del sistema inglés,
el sistema norteamericano es más flexible en cuanto a formalidades y ac-
tuaciones, y brinda un mayor énfasis en la regulación del procedimiento
por parte de los poderes Legislativo y Judicial.
Fue desde la segunda mitad del siglo XIX cuando Nueva York inició la
tendencia de privilegiar una codificación en cuanto al derecho procesal, en
las materias tanto civil como penal, circunstancia que aún en nuestros días
se utiliza, siendo el caso que dichos códigos sirvieron de modelo para la
legislación procesal adoptada por la mayoría de los estados de la Unión
americana.
Debido a que en el sistema jurídico del common law, que es el utilizado
en la cultura anglosajona, la legislación procesal incurrió poco a poco en el
vicio de un extremo detallismo, lo cual resulta incompatible y contradicto-
rio con la tradicional independencia del Poder Judicial, en 1934, a través
de presiones por parte de jueces y abogados, se forzó al Congreso a dele-
gar en la Corte Suprema la facultad de establecer reglas generales del pro-
62 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

cedimiento, por lo que hacía a las cortes de distrito, lo cual culminó en que
se dictaran las Reglas Federales de Procedimiento Civil, que fueron pro-
mulgadas en 1938, y permanecen vigentes hasta el día de hoy, aunque con
numerosas modificaciones, siendo las últimas las adoptadas en 1993, y
que a su vez han sido la base para la formación de reglas locales en la ma-
yoría de los estados.
En forma general, y a pesar de la diversidad procedimental que impera
entre los estados y la Federación, es de hacerse notar que existen dos si-
militudes en el sistema estadounidense, a saber:

1. Su carácter adversarial
2. La participación del jurado.

Siendo su carácter adversarial, lo que lo distingue del carácter inquisito-


rial propio de la tradición neorrománica, que como recordamos es en la
cual el juez por su propia cuenta participa activamente en el acopio de in-
formación y examen de los testigos y las partes; sin embargo, en el sistema
adversarial el juez desempeña un papel relativamente menos intromisorio
y activo, siendo sus funciones similares a las de un árbitro que controla a
los adversarios; en este caso las partes, quienes tienen la responsabilidad
de probar su dicho, para lograr el esclarecimiento y presentación ante la
corte de las cuestiones de hecho y de derecho que integran el litigio.
Por lo que hace a la participación del jurado, se ha de resaltar que se
encuentra garantizado por la séptima enmienda para asuntos del common
law, sin que lo esté el equity, siendo utilizado en los juicios civiles, por
lo que es el jurado el que toma la decisión en lo relativo a los hechos, de-
jándole al juez, determinar en cuanto a las cuestiones de derecho; es por
estas razones por las que la etapa decisoria del procedimiento sea de no-
table brevedad, pues se exime al juzgador de analizar las cuestiones de
hecho, y únicamente se enfocará a las de derecho. En virtud de lo ante-
rior, la normatividad procedimental se ha visto en la necesidad de desa-
rrollar regulaciones propias para la labor del jurado, separándose de la
regulación de la labor del juez, así como del control que éste debe ejercer
sobre aquél.
Sin embargo, dada la peculiaridad que reviste el juicio oral, el papel
del defensor es de vital importancia, ya que el resultado depende en gran
medida de su habilidad para convencer al jurado y al juzgador, cuya res-
ponsabilidad es mayor que en otros países.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 63

Una vez visto lo anterior, es de tomarse en consideración la opinión de


José Humberto Zárate, quien manifiesta:

En un procedimiento civil típico, se da inicio a la acción con dos escritos:


la demanda (complaint) y el emplazamiento (summons). En la primera se
establece la naturaleza del reclamo de la parte actora (plaintiff) y su solici-
tud de reparación, y con el segundo se informa a la parte demandada (de-
fendant) que se ha dado inicio a una acción legal en su contra y que por
tanto debe dar respuesta a la demanda, cuya copia se anexa al emplaza-
miento; ambos documentos deben notificarse (service) al demandado, de
preferencia personalmente. La demanda, la contestación a la misma, así
como cualquier respuesta a la contestación, conforman el sustrato procesal
de todo asunto civil conocido como alegatos (pleadings), y a partir del
cual se desarrolla el litigio.12

En nuestros días se han simplificado las formalidades de los alegatos


en el sentido de que sólo es necesario que éstos contengan los hechos
esenciales del asunto, mismos que deberán expresarse en un lenguaje co-
tidiano, lo más simple y llano posible. En la siguiente etapa procedimen-
tal, llamada discovery, las partes emplean los medios de investigación
que crean pertinentes; esto, dentro de las reglas federales para la obten-
ción de información y pruebas que les sean útiles para acreditar su dicho,
pudiendo en un momento dado incluir aquellas que se encuentren en po-
der de la parte contraria. En esa misma etapa procedimental el juez dicta
un proveído, en el que se fija fecha para llevar a cabo una audiencia pre-
via al juicio, la que es llamada pretrial conference, la cual persigue dos
objetivos, siendo éstos:

1. Definir con precisión el conflicto entre las partes.


2. Invitar a las partes a que lleguen a un arreglo, evitando con esto la
necesidad de llevar a cabo todo el juicio y fomentando la economía
procesal.

Cabe mencionar que en algunas de estas audiencias se desecha la de-


manda, en virtud de que se considera que el actor fue incapaz de precisar
su acción o la reparación buscada, aunque esto no es común, pues el juez

12 Zárate, José Humberto et al., Sistemas jurídicos contemporáneos, México, McGraw-


Hill, 1997, pp. 140-142.
64 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

se encuentra facultado para admitir adiciones y modificaciones de la de-


manda, por lo que el actor puede corregirla, y por lo mismo ser admitida
a trámite.
Tomemos como ejemplo las reglas generales de la práctica de las cor-
tes del Estado, que menciona:

...algunos aspectos respecto de la oralidad en procesos en materia fami-


liar en los Estados Unidos de América, se advierten en las Reglas (nor-
mas) Generales del Estado de Minnesota para las Cortes de Distrito
(Minnesota General Rules of Practice for District Courts), que refieren
al derecho y registro a la audiencia y el derecho a presentar evidencia.13

No obstante que ya se encuentre integrada la litis, el juzgador tiene la


facultad de resolver en forma sumaria, la cual resulta ser una opción
cuando una vez actualizada dicha condición la contienda de las partes se
basa en una cuestión meramente de derecho; esto es, que el origen del
asunto sólo se debe a una cuestión de derecho habida entre el actor y el
demandado, guisa que permite deducir que no existe hecho que deban
acreditar; luego, al no existir carga probatoria alguna entre los mismos,
no hay razón que justifique la intervención del jurado, lo que da motivo
para que el juez resuelva sin mayor preámbulo (dicho supuesto también
se actualiza en el sistema de derecho mexicano).
La flexibilidad que proporciona el juicio por jurado se advierte en que
las partes pueden desistir del derecho que se les da a que la sustanciación
del procedimiento sea llevado ante un jurado, si ambas partes así lo
acuerdan, y tal puede ser preferente en los casos en que se sugiera que el
asunto debe ser del conocimiento único y preponderante del juez.
Empero, para el caso de que las partes prefieran la participación de un
jurado, se elegirán entre 6 y 12 residentes de la jurisdicción con el fin de
que lo conformen, quienes deberán cumplir con los requisitos de imparcia-
lidad, lo que significa que no deberán tener parentesco, negocio o interés a
favor de alguna de las partes, pues sólo así se garantizará que el jurado sea
lo más equitativo posible; deberán contar con la mayoría de edad; ello con
objeto de asegurarse de que el jurado cuente con la capacidad jurídica para
protestar bajo juramento; además, que con ello también se garantiza que
cuentan con la suficiente madurez para discernir sobre el asunto que se
13 http://www.courts.state.mn.us/documents/0/Public/Rules/General Rules of Practice
Title IV.doc.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 65

presente a su consideración, ya que por razones obvias el jurado se verá


sometido a estrés por el hecho de que al ser personas ajenas al derecho no
están acostumbradas al ambiente jurídico, lo que a muchas personas les in-
comoda, llegándolas incluso a estresar por el simple hecho de tener que
asistir al tribunal; además, se requerirá estar sentado y deberá estar presen-
te en todas las diligencias, por lo que no pueden faltar, salvo casos de ex-
trema urgencia. Una vez seleccionados, es posible que sean examinados e
impugnados por los abogados de las partes.
La función del jurado consiste en escuchar la versión de los hechos en
voz del representante de cada parte, y comparece al desahogo de todas y
cada una de las pruebas admitidas por el juez, en especial las testimonia-
les. Cabe destacar que la prueba oral en los Estados Unidos es el punto
torácico del procedimiento, debido a la íntima relación que guarda con el
resto del material probatorio al formar un nexo conectivo entre ellas. Así,
la prueba oral es un derecho de las partes, por lo que un testigo puede
rendir testimonio sin previa autorización, a diferencia del derecho italia-
no, en el cual un testigo no puede ser oído sino a condición de que haya
sido admitido con antelación, al igual que en nuestro sistema jurídico
mexicano. Sin embargo, el derecho de rendir testimonio no está limitado,
ya que las partes tienen derecho y el deber, a instancia del contrario, de
prestar testimonio, de tal manera que en muchos de los asuntos del orden
civil la causa se decide con base en el testimonio de las partes.
Al término de la etapa de prueba las partes tienen el derecho de solici-
tar al juez, que sea él, y no el jurado, quien emita un directed verdict, es
decir, que sin intervención del jurado sea el juez quien dicte la sentencia
o veredicto. Tal derecho se encuentra justificado por el supuesto de que
un jurado prudente no podría emitir más que un veredicto favorable a la
parte demandante.
Para el caso de que el juez asiente de conformidad, se da por termina-
do el juicio; pero para el caso contrario ambas partes ofrecen al jurado
una última versión de la contienda (que para nuestro caso llamamos ale-
gatos), ello, con la finalidad de persuadirlo de que le asiste la razón a ca-
da uno de ellos.
Para terminar, el juez da a conocer al jurado las reglas generales que
deben atender para deliberar y llegar a una conclusión entre todos. Dicha
solución la toman bajo el criterio denominado “preponderancia de la
prueba”, cuando la contienda versa sobre asuntos del orden civil, lo que
significa que el sentido del criterio se norma en virtud del material pro-
66 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

batorio aportado por las partes, donde en muchos de los casos el hecho a
dilucidar es rebatido.
Cabe hacer hincapié en que un documento no puede ser producido co-
mo medio de prueba en el procedimiento norteamericano sino a condición
de que la parte que quiere producirlo haya demostrado con antelación que
tiene relación con los hechos; esto es, que ya haya sido admitida, a dife-
rencia del derecho italiano, en el que las partes pueden presentar cualquier
documento siempre que a juicio del oferente tenga valor probatorio.
Desde un punto de vista ideal, los veredictos debían concluirse por
unanimidad; sin embargo, en la actualidad en la mayoría sólo requiere del
voto por mayoría.
Por obviedad, el veredicto da fin a la primera instancia a la que somete
el juicio. Así que a partir del momento en que el jurado deja ver el senti-
do de su veredicto, el juez toma el lugar del jurado respecto a sus obliga-
ciones y emite la sentencia basada en dicho veredicto.
Al concluir el juicio (primera instancia), las partes tienen derecho a
impugnar la sentencia siempre que estén inconformes con el sentido de la
misma, por estimar que el juez cometió errores durante la sustanciación
del proceso, pero no para revisar el veredicto del jurado, con la excep-
ción de que el tribunal superior considere que el mismo excede los lími-
tes de la experiencia y la razón.
Aquel que interpone el recurso de apelación se le denomina común-
mente apallant o petitioner, y su contrario, apelle o respondent.
Es importante resaltar que el recurso de apelación no implica otro jui-
cio, en primer término, porque en éste no interviene jurado, y, en segundo
término, porque tampoco se desahogan pruebas, amén de que éstas debie-
ron desahogarse durante la sustanciación del juicio en primera instancia;
únicamente se permite que las partes argumenten en forma oral cuestiones
de derecho.
Al resolver el recurso interpuesto, el tribunal de apelación tiene la op-
ción de confirmar, revocar o modificar la sentencia impugnada.
Según las circunstancias, el tribunal superior podrá confirmar, revocar
o modificar la sentencia recurrida, a consecuencia de las cuales ordena la
realización de un nuevo juicio, o bien da por concluida perentoriamente
la contienda.
En gran parte la estructura de los sistemas que constituyen los estados
de la unión americana coinciden en estar constituidas por tres niveles o
instancias. De esta forma, cualquier interesado en el juicio del que sea
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 67

parte tiene la oportunidad de poner su caso a disposición de una corte de


alzada una vez que haya concluido su juicio; para el caso de que no le fa-
vorezca la sentencia a alguna de las partes, podrá solicitar que el juicio
sea conocido y estudiado ante dos cortes de apelación.
Para mayor entendimiento, el modelo usado en el sistema de cortes está
constituido en tres niveles denominados: I. Cortes estatales de jurisdicción
general o limitada, II. La corte o cortes estatales de apelación, y III. La
corte suprema estatal.
Para el caso de que la contienda constituya una incompatibilidad de
orden constitucional federal y forme parte de una sentencia emitida por
una corte suprema estatal, cabe la posibilidad de que el afectado tenga la
oportunidad de acudir a otro nivel, en razón de que dicha decisión podría
ser apelada ante la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Por lo expuesto, el sistema estatal norteamericano puede constituirse
por cortes de primera instancia, cortes de apelación (denominadas tam-
bién cortes revisoras).

IV. PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL JUICIO ORAL

La principal característica que reviste un juicio oral típico es la econo-


mía procesal, siendo en este caso la autoridad quien se ve beneficiada por
el ahorro de recursos tanto humanos como económicos, sin mencionar el
tiempo que ésta invierte en cada juicio. Sin embargo, hay autores que
estiman que el juicio oral es más costoso.
Sin perjuicio de lo anterior, los juicios orales se caracterizan por funcio-
nar con base en ciertos principios denominados: a) públicos, lo que impli-
ca tener transparencia, evitando la corrupción de funcionarios judiciales;
b) oralidad, consistente en el predominio de la palabra hablada; c) impar-
cialidad, este principio es un supuesto básico para el juzgamiento, con-
sistente en la falta de designio anticipado o de prevención a favor o en
contra de alguien; d) concentración, permite al juez, resolver casi de in-
mediato, de cara al público, todo un proceso que actualmente lleva años
en tramitarse; e) continuidad, se refiere a la exigencia de que el debate
no sea interrumpido; f) inmediación, impone al tribunal la obligación de
decidir de acuerdo con las impresiones personales que obtenga del acusa-
do y de los medios de prueba rendidos en el juicio; g) contradicción, se
refiere a la posición antagónica que asumen las partes, pero no se limita a
la postura de la pretensión de la parte actora frente a la demandada, sino
68 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

en general al cierre de la litis; se enfoca precisamente en la tarea del juz-


gador; por último, h) igualdad, reviste la posibilidad de acceso a la justi-
cia en similitud de condiciones, cuyas ventajas son: legítima justicia y
garantizar la misma.14 De hecho, el permitir que el jurado asista a la prác-
tica de las pruebas y a la discusión de la causa se realizan los principios
de concentración, oralidad, inmediación y publicidad del proceso.
Lo que a diferencia del procedimiento escrito, para el jurisconsulto
alemán Kisch

...el procedimiento oral permite a las partes tener gran libertad de ataque y
de defensa y esa libertad la pueden emplear hasta la terminación de la vis-
ta: “las partes pueden emplear todos los medios de ataque y defensa, for-
mular peticiones, hacer afirmaciones, oponer las excepciones y aportar las
pruebas y contrapruebas que dejaron pasar en un período anterior, hasta el
momento en que el tribunal declara visto el asunto y en condiciones de ser
decidido el procedimiento no está sujeto a amarre rígidos, sino que se deja
adaptar a las necesidades del caso concreto; las partes observan toda la di-
ligencia por su propio interés”.15

Las deficiencias y defectos del juicio escrito han sido indudablemen-


te superados por el juicio oral, siendo éstos: insuficiente, abandono y
demora.
Los juicios escritos se han caracterizado por lo tardío e insufrible que
pueden llegar a ser, en razón de que el tiempo que los jueces tardan en re-
solver un asunto es casi interminable, haciéndolos insuficientes, pues a ve-
ces pareciera que los recursos no son bastantes para resolver un asunto.
Por cuanto hace a la demora, hay mucho de dónde cortar, ya que por
un lado tenemos a la burocracia, lo que implica papeleo, trámites y tiem-
pos, y por otro lado tenemos a los abogados litigantes, quienes en mu-
chos de los casos ponen más leña al fuego para que las partes conten-
dientes no lleguen a ningún arreglo, o en su defecto, que se inconformen
de todo y por todo, con el fin de conservar su trabajo, amén de que un
juicio vivo implica un honorario seguro. No puede pasar inadvertido el
desinterés jurídico, lo que da por consecuencia que los asuntos se reza-

14 Casanueva Reguart, Sergio E. y Mancera Espinosa, Miguel Ángel, op. cit., pp.
46-68.
15 Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, México, Porrúa, 1992, XIV,
p. 169.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 69

guen, y cuando alguno de los contendientes lo revive, sucede que el juez


ha olvidado el asunto, al grado de perder toda sensibilidad para impartir
con la seguridad de que se conoce el asunto, para terminar por convertir-
se en un completo extraño.
Por otra parte, en el juicio oral el juzgador vive el procedimiento, pues
al presidir las audiencias tiene la posibilidad de captar la verdad o false-
dad a voz propia de los testigos, lo cual puede apreciar a través de los
sentidos.
Así es, el procedimiento escrito está plagado de defectos y fallas, pero
tales deben atribuírseles no sólo al personal de los juzgados, sino tam-
bién a los litigantes, que por ignorancia o interés pecuniario entorpecen y
alargan los procedimientos según su conveniencia; a la burocracia que ri-
ge a las autoridades auxiliares del órgano jurisdiccional que van desde
autoridades bancarias, extranjeras, institucionales, gubernamentales, par-
ticulares, etcétera, quienes también de alguna manera contribuyen en la
mala administración procesal.
Bajo esa tesitura, sería de gran interés instaurar un juzgado piloto por
cada materia en nuestro país, con el fin de averiguar en forma tangible
cuáles son los vicios del juicio oral, los que a consideración del suscrito
serían insuficientes, amén del cúmulo de asuntos que recaen a diario para
resolver, pero si eso se antepone el hecho de que el juez tendría la opor-
tunidad de estar en contacto con las partes, que tendría a su disposición
un escenario en el que pueda advertir en forma tangible la reacción de los
sujetos del proceso, valdría la pena fomentar este tipo de sistema al juicio
escrito, sobre todo en la materia familiar, en razón de que ésta requiere
de una atención personalizada de parte del juzgador, en virtud de los in-
tereses que hay en juego, esto es, la familia y los menores. Es conocido
que en México ya contamos con la aplicación del juicio oral en materia
penal en los estados de Chihuahua, Nuevo León y el estado de México.
No obstante, aún no se ha incursionado en otras materias, lo que al caso
cabría preparar.

V. EL JUICIO ORAL EN MÉXICO

Durante las Segundas Jornadas Latinoamericanas, que se realizaron en


torno a la vanguardia del derecho procesal, se formuló la siguiente con-
clusión: se recomienda la creación, para la República mexicana, de un
juzgado “piloto” en el cual se ponga en experiencia el procedimiento oral
70 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

en materia civil;16 ello, en atención a que en la actualidad en algunos es-


tados del país se ha venido dando dicho sistema en materia penal. Este
voto es, según Becerra Bautista, la comprobación de la resistencia a la
oralidad por parte del foro mexicano, que encontraron los ilustres proce-
salistas reunidos en México en febrero de 1960.

La propuesta de reformar el sistema de impartición de justicia para imple-


mentar los juicios orales en nuestro país, tanto a nivel estatal como fede-
ral, impulsada por nacionales y extranjeros, se ha convertido en una de las
iniciativas más polémicas de los últimos años.
En donde sí ha sido bien recibida esta propuesta ha sido en algunas en-
tidades federativas, como Nuevo León, en donde se aplicó esta modalidad
por primera vez.
Además de Chihuahua y el estado de México, donde se han hecho las
reformas pertinentes para también poder instaurar los juicios orales en ca-
sos de delitos que no son graves.17

Específicamente,

...en el Estado de Chihuahua, ya se llevó a cabo la implantación del siste-


ma de los juicios orales, constituido por 6 jueces orales que integran el tri-
bunal colegiado, así como 12 jueces de garantía y 12 abogados defensores.
El primer juicio oral en la historia de Chihuahua se llevó a cabo el día
miércoles 03 de Enero de 2007, en punto de las 17:00 horas, según lo in-
formó Víctor González Castro, vocero del Supremo Tribunal de Justicia,
el cual fue llevado a cabo en la Sala Mayor del edificio de los juzgados ci-
viles y familiares del Distrito Morelos.18

Obviamente, el juicio oral referido se instituyó en el derecho penal,


conforme a los lineamientos que establece el Código de Procedimientos
Penales del Estado de Chihuahua, en el cual se establecen los principios
rectores del proceso penal —antes enunciados— al establecer:

En el proceso penal se observarán especialmente los principios de orali-


dad, publicidad, igualdad, inmediación, contradicción, continuidad y con-
centración, en las formas que este Código determine. Los principios, dere-

16 Ibidem, p. 172.
17 El Universal, 13 de julio de 2006, http//: www.eluniversal. com.mx.
18 La Opción, 3 de enero 2007, htpp://www.laopcion.com.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 71

chos y garantías previstos por este Código serán observados en todo


proceso como consecuencia del cual pueda resultar una sanción penal, me-
dida de seguridad o cualquier otra resolución que afecte los derechos de
las personas.19

Asimismo, en su artículo 327 en el ordenamiento citado dispone:

El debate será oral, tanto en lo relativo a los alegatos y argumentos de todas


las partes, como en todas las declaraciones, la recepción de las pruebas y, en
general, a toda intervención de quienes participen en él. Las decisiones del
presidente y las resoluciones del Tribunal serán dictadas verbalmente, con
expresión de sus fundamentos y motivos cuando el caso lo requiera, que-
dando todos notificados por su emisión, pero su parte dispositiva constará
luego en el acta del debate.

VI. CONCLUSIONES

De todo lo anterior se puede colegir que el sistema de derecho anglo-


sajón (common law) dista mucho del sistema romano, que ha sido adop-
tado en nuestro país, no sólo en la forma de su organización judicial, sino
también en la parte procesal.
Por tal motivo, es imprescindible profundizar en su análisis comparati-
vo con el fin de simplificar el procedimiento civil, y establer los juicios
orales. Eduardo J. Couture, en su proyecto de Código de Procedimiento
Civil, de 1945, propuso la implantación del procedimiento oral para los
juicios que reclaman una urgente solución, como son los negocios de ali-
mentos, las acciones posesorias, etcétera; incluso llegó a proponer que di-
cho método pueda ser adoptado voluntariamente por las partes que de co-
mún acuerdo prefieran este procedimiento al escrito. En la actualidad, en
nuestro país, en especial los estados de Nuevo León, Chihuahua y el esta-
do de México, han incursionado en la aplicación del juicio oral en el dere-
cho penal, por lo que la aplicación del juicio oral en otras materias ayuda-
ría no sólo a perfeccionar lo ya establecido y acotado en el tintero, sino
también para considerar la estructura con la que se cuenta para su debida
constitución, en especial en el derecho familiar.
La naturaleza que reviste y caracteriza al derecho de familia es mera-
mente humana y, por ende, requiere de una atención personalizada de
19 Artículo 3o. del Código de Procedimientos Penales del Estado de Chihuahua.
72 JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA

parte del rector del proceso. Así las cosas, el juez de lo familiar no sólo
tiene la responsabilidad de impartir el derecho a las partes contendien-
tes; de valorar con sensibilidad los hechos narrados por aquéllos, sino
también tendría la oportunidad de observar las reacciones y comporta-
miento de las partes, los menores, peritos, testigos, etcétera, ya que de
esta forma enriquecería su justipreciación al mostrarse ante él como
realmente son, logrando conocer en gran parte la verdad de los hechos
narrados por los mismos.
No existe mayor responsabilidad como el deber de impartir justicia.
Decidir quién tiene la razón es un reto que todo juzgador debe enfrentar
en cada asunto día con día. Difícil es asir la pluma, pero más lo es tomar
la decisión que la empuja ya sea para condenar o para absolver.
El trato con la ley es más fácil cuando la misma no se doblega; no
existe conciencia ni humanidad cuando la decisión se debe tomar en es-
tricto derecho; empero, el derecho de familia puede ser tan flexible como
el caso lo amerite; como suele decir el maestro Manuel Bejarano Sán-
chez, “cuando se trata de menores, nunca hay exceso”, postura que el
juez de lo familiar desafía cada vez que un niño lo encara para reclamarle
y preguntarle: “¿por qué…?”. Pues, qué respuesta hay que el niño pueda
comprender cuando se le explica que existe la ley, la que además debe
aplicar, muchas veces en contra de su voluntad.
De ahí que lejos de negarse a la aplicación del juicio oral en nuestro
país en el derecho de familia, se debería ponderar el beneficio que la pro-
porcionaría a la sociedad, amén de que con ello se acercaría de una for-
ma tangible la justicia a las manos de quien la pide, no sólo de una mane-
ra práctica, sino también humana, con el simple hecho de llevar en forma
el juicio oral, así como los principios que lo sustentan.

VII. BIBLIOGRAFÍA

1. Libros

ALCARAZ VARÓ, Enrique et al., El inglés jurídico norteamericano, Bar-


celona, Ariel, 2002.
BECERRA BAUTISTA, José, El proceso civil en México, México, Porrúa,
XIV, 1992.
BREVES COMENTARIOS DEL DERECHO ANGLOSAJÓN 73

CASANUEVA REGUART, Sergio E. y MANCERA ESPINOSA, Miguel Ángel,


Juicio oral. Teoría y práctica, inédito.
COUTURE, Eduardo J., Proyecto de Código de Procedimiento Civil, Mé-
xico, Tribunal Superior de Justicia, 2000.
FEINMAN, Jay M., Introducción al derecho de Estados Unidos de América.
Todo lo que debe saber acerca del sistema jurídico estadounidense, trad.
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JAMES, Philip, Introducción al derecho inglés, Bogotá, Temis, 1996.
LÓPEZ MONROY, José de Jesús, Sistema jurídico del common law, Méxi-
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SERENI, Ángelo Piero, El proceso civil en Los Estados Unidos, trad. por San-
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SIRVENT GUTIÉRREZ, Consuelo, Sistemas jurídicos contemporáneos, Mé-
xico, Porrúa, 2006.
ZÁRATE, José Humberto et al., Sistemas jurídicos contemporáneos, Mé-
xico, McGraw-Hill, 1997.

2. Legislación

Código de Procedimientos Penales para el Estado de Chihuahua.

3. Periódicos y páginas de Internet

http://www.courts.state.mn.us/documents/0/Public/Rules/General.
El Universal, Carlos Áviles, 13 de julio de 2006, http//:www. eluniversal.
com.mx.
La Opción, 3 de enero 2007, htpp://www.laopcion.com.
FUNDAMENTOS JURÍDICOS PARA ESTABLECER
EN MÉXICO LOS JUICIOS ORALES
EN DERECHO FAMILIAR

Julián GÜITRÓN FUENTEVILLA*

SUMARIO: I. Orígenes de la palabra “oral” y diferencias ge-


nerales entre juicio, proceso y procedimiento. II. Situación ac-
tual de los juicios en derecho familiar en México, Distrito Fe-
deral. III. Trascendencia del orden público para crear los
juicios orales en derecho familiar mexicano. IV. Orden públi-
co en el Código de Procedimientos Civiles del Distrito Fede-
ral. V. El procedimiento oral. VI. La oralidad en el Código de
Procedimientos Civiles del Distrito Federal.

I. ORÍGENES DE LA PALABRA “ORAL” Y DIFERENCIAS GENERALES


ENTRE JUICIO, PROCESO Y PROCEDIMIENTO

Aparentemente ésta es una palabra del dominio público, de la cual to-


dos conocen su significado; sin embargo, es importante, frente a una
aportación de esta naturaleza, ir al origen, a la raíz latina. “Oral” deriva
de os, -oris, que significa lo expresado con la boca o con la palabra, lo
cual marca ya una diferencia a lo que se hace por escrito. En otras pala-
bras, referido específicamente al establecimiento de los juicios o proce-
sos orales en derecho familiar en México, tendríamos que señalar que to-
do se llevaría con la palabra, hablando, ante el juez, y ahí expresar lo que

* Doctor en derecho por la UNAM. Profesor de derecho civil y derecho familiar en


la Facultad de Derecho de la UNAM y en su División de Estudios de Posgrado. Maestro
Emérito de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y de la Universidad Autónoma de
Chiapas.

75
76 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

las partes en conflicto pretendan exponer, y, en su momento, obtener co-


mo sentencia.1
Juicio y proceso son sinónimos. Ambos derivan del latín iudisium, y
al calificarse de privado o público surge iudisium privatum, juicio de de-
recho privado o proceso civil, y el iudisium publicum, juicio de derecho
público, ante público, verbigracia, el juicio penal.2
Juicio es conocer una causa, y en ella el juez debe pronunciar una sen-
tencia.3 Al hablar de proceso, jurídicamente se puede entender como
“agregado de los autos y demás escritos en cualquiera causa civil o cri-
minal”.4 En otras palabras, hacer y sustanciar determinadas conductas
hasta llegar al estado de sentencia; “Formarlo con todas las diligencias y
formalidades requeridas por Derecho”.5
Es importante aclarar que las palabras “juicio” y “proceso” son sinóni-
mos, para que al referirnos al derecho familiar, desde el punto de vista
oral, quede claro que se puede utilizar cualesquiera de esos términos. El
concepto de juicio, según el Compendio de términos de derecho civil, es-
crito por diversos profesores de derecho de la Universidad Nacional Au-
tónoma de México, en el cual el que suscribe tuvo a su cargo una parte
del mismo, es una

...serie ordenada de actos en la que una o varias personas presentan una


causa ante un Juez competente, caracterizada por la existencia de intereses
opuestos, consistentes en la pretensión de una de las partes y la oposición
o resistencia de la otra, para que mediante su sustanciación, a través de un
procedimiento, y siguiendo todas las etapas procesales, la autoridad emita
una resolución legítima o sentencia.6

Otro concepto de juicio es “la controversia y decisión legítima de una


causa ante y por el Juez competente; o sea, la legítima discusión de un
negocio ante el actor y reo ante el Juez competente que la dirige y termi-
1 Dicccionario de la lengua española, 20a. ed., Madrid, 1984, t. II, H-Zuzon, p. 981.
2 Nicoliello, Nelson, Diccionario del latín jurídico, Barcelona, J. M. Bosch-Julio Cé-
sar Faida, Editor, 1999, pp. 151 y 152.
3 Diccionario de la lengua española, cit., p. 802.
4 Ibidem, p. 1107.
5 Idem.
6 Güitrón Fuentevilla, Julián et al., Compendio de términos de derecho civil, coordi-
nador Jorge Mario Magallón Ibarra, México, Porrúa-UNAM, Instituto de Investigaciones
Jurídicas, 2004, pp. 311 y 312.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 77

na con su decisión o sentencia definitiva”.7 Es interesante saber que la


“J” no era una letra común en el latín, y por ello la palabra “juicio” se
define como iudicis, que tiene ese significado.8
Eduardo Pallares9 sigue el concepto anterior, y de él deriva por lo me-
nos seis elementos. Primero, que exista una causa, ya que lo que se va a
discutir o controvertir debe referirse a ella; en segundo lugar, que haya
una controversia o discusión sobre esta causa; tercero, que aquélla se rea-
lice, o ventile, ante un juez competente ante los tribunales, y que partici-
pe en esto, para que lo dirija y en un momento dado lo resuelva. Como
cuarto elemento, es necesario que el tribunal sea competente. Finalmente,
dictar una sentencia que termine con la controversia; defina el derecho de
cada quien y ponga fin al conflicto.10
Pallares cita a Niceto Alcalá y Zamora, quien al referirse al procedi-
miento da las siguientes acepciones “1. Sinónimo de juicio; 2. Designa
una fase procesal autónoma y delimitada respecto al juicio con que se en-
tronca. 3. Sinónimo de apremio; 4. Despacho de la ejecución en el juicio
mercantil. 5. Diligencias, actuaciones o medidas. 6. Tramitación o sus-
tanciación total o parcial”.11
El proceso jurídico es

Una serie de actos jurídicos que se suceden regularmente en el tiempo y se


encuentran concatenados entre sí por el fin u objeto que se quiere realizar
con ellos.
Lo que da unidad al conjunto y vinculación a los actos, es precisa-
mente la finalidad que se persigue, lo que configura la institución de que
se trate.
En su acepción jurídica más general, la palabra proceso comprende a
los procesos legislativos, administrativos, judiciales, civiles, penales, mer-
cantiles, etcétera.12

7 Lozano, Antonio de Jesús, Diccionario razonado de legislación y jurisprudencia


mexicanas, edición facsimilar, México, Lito Ediciones Macabra, edición a cargo del Dr.
Juan Luis González Carrancá, 1991, t. II, p. 691.
8 Rodríguez Castro, Santiago, Diccionario etimológico griego-latín del español, 4a.
ed., Estado de México, Esfinge, 1997, p. 169.
9 Pallares, Eduardo, Diccionario de derecho procesal civil, 21a. ed., México, Po-
rrúa, 1994, p. 466.
10 Idem.
11 Ibidem, p. 639.
12 Ibidem, p. 641.
78 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

II. SITUACIÓN ACTUAL DE LOS JUICIOS EN DERECHO FAMILIAR


EN MÉXICO, DISTRITO FEDERAL

Si analizamos detenidamente la realidad actual de los juicios en dere-


cho familiar que se ventilan en los tribunales mexicanos, específicamente
en el Distrito Federal, nos encontramos frente a un sistema mixto de ad-
ministración de justicia; es decir, escrito y oral.
Nuestra posición, con base en la actual legislación civil y procesal del
Distrito Federal, es proponer la modificación de determinados preceptos
y darle una plenitud de oralidad a todos los juicios, cuya materia sea la
familia.
Lo realizado hasta hoy en los tribunales mexicanos es admisible; em-
pero, la respuesta más adecuada sería establecer la oralidad definitiva pa-
ra administrar justicia en derecho familiar.
Es evidente que sería bueno por la prontitud, establecer la oralidad.
Seguramente, por las prácticas viciosas, habrá que desterrar cuestiones,
como la cantidad de recursos, que de manera excesiva plantean los liti-
gantes, con lo cual se le da a los juicios una deformación.
Los juicios orales traerían menos carga de trabajo para los jueces fa-
miliares. Las diligencias podrían desahogarse en una sola, sobre todo las
pruebas. En este caso hay que destacar la problemática planteada con la
petición de oficios, que finalmente no llegan a tiempo o nunca llegan, a
pesar de lo que las leyes ordenan al respecto.
Desde nuestro personal punto de vista, no sería necesario modificar la
Constitución general de la República mexicana, en virtud de que todas
las resoluciones deben fundarse en el artículo 14 constitucional.
El elemento constante, distintivo en esta propuesta, es la prontitud de-
rivada de la oralidad. Nuevamente, tendríamos que batallar con otro pro-
blema grave: la tardanza en remitir los estudios psicológicos, psiquiátri-
cos, médicos, sociales y otros, cuando éstos se requieran, cuando hay
demasiado trabajo, por lo que en un momento dado habría que considerar
en una reforma, como lo sugerimos más adelante, que el Tribunal Supe-
rior de Justicia del Distrito Federal tuviera sus propios órganos colegia-
dos, que auxiliaran a los jueces familiares y les proporcionara un panora-
ma más amplio en diversos campos profesionales, para profundizar y
comprender mejor la problemática familiar. En este caso, propondríamos
la creación de los consejos de familia, que desde 1983 están funcionando
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 79

en el estado de Hidalgo, y que hemos incluido en los proyectos de Códi-


go Familiar Tipo y Código de Procedimientos Familiares Tipo, ambos
para los Estados Unidos Mexicanos, que en esencia, en cuanto al tema
que nos ocupa, consisten en lo que a continuación transcribimos, y que
sería otra aportación nuestra, para resolver parte de la problemática plan-
teada en este trabajo.

1. Capítulo vigésimo quinto

DE LOS CONSEJOS DE FAMILIA

ARTÍCULO 324. Se establecen los Consejos de Familia, cuya competencia


es sólo familiar, en los términos señalados en la Ley Orgánica del Poder
Judicial del Tribunal Superior de Justicia del estado. Actuará como auxi-
liar en la administración de la justicia, en la medida técnica que a cada
miembro corresponda, en todas las cuestiones de índole familiar. Desem-
peñará funciones de mediación familiar, para evitar el mayor número posi-
ble de juicios en la materia.
ARTÍCULO 325. Entre las funciones de los miembros del Consejo de
Familia, está orientar e instruir el criterio judicial, basados en el conoci-
miento del medio social, y en la educación de los miembros de la familia,
para conocer las causas generadoras de los problemas suscitados en el am-
biente familiar. Igualmente, procurará celebrar las reuniones que sean ne-
cesarias con las familias que soliciten su consejo y orientación, para hacer-
les ver las verdaderas causas de su problemática y evitar en lo posible, los
conflictos jurídicos en los Tribunales respectivos.
ARTÍCULO 326. Los Consejos de Familia, están obligados a entregar a
la Jueza o Juez Familiar, un reporte de cada juicio ventilado en sus juzga-
dos, el cual contendrá:
I. Pruebas psicológicas o psiquiátricas de las partes contendientes;
II. Descripción detallada del medio ambiente de las partes en conflicto;
III. Un informe del nivel educativo de la familia; y
IV. Estudios sobre las posibles causas del problema familiar.
ARTÍCULO 327. Una vez entregado el reporte, la Jueza o Juez Familiar,
citará a las partes a una plática conciliatoria con el Consejo de Familia, a
fin de exponer sus problemas desde el punto de vista social y humano.
ARTÍCULO 328. Lo anterior evitará una posible ruptura en las relacio-
nes familiares, procurando la avenencia de las partes, logrando así la inte-
gración familiar.
80 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

ARTÍCULO 329. La Jueza o Juez Familiar, tratará de impedir en lo posi-


ble, el desquiciamiento del hogar, dictando sentencias conforme a derecho
y con los datos aportados por el Consejo de Familia.
ARTÍCULO 330. En el Tribunal Superior de Justicia del estado, y en los
Municipios del mismo, habrá los Consejos de Familia necesarios para la
asesoría en conflictos familiares, integrados con cinco profesionales, de
las siguientes especialidades:
I. Una licenciada o licenciado en Derecho, quien será la presidenta o el
presidente del Consejo;
II. Una sicóloga o sicólogo con dos años de ejercicio en su especiali-
dad, contados a partir del día siguiente de su examen profesional y fungi-
rán como secretaria o secretario del Consejo;
III. Una trabajadora o trabajador social;
IV. Una pedagoga o pedagogo; y
V. Una médica o médico general.
ARTÍCULO 331. Entre los objetivos del Consejo de Familia, está tener
contacto directo con la familia, para diagnosticar y resolver los problemas
familiares, evitando concurrir a juicio. La mediación en los conflictos fa-
miliares, será una práctica constante que realice el Consejo de Familia, pa-
ra evitar, en la medida de lo posible, el mayor número de juicios en los
Tribunales respectivos.
ARTÍCULO 332. Los Consejos de Familia, adscritos a los Juzgados Fa-
miliares, tendrán las siguientes funciones:
I. Proponer a la Jueza o Juez Familiar, los nombres de tres parientes o
conocidos, de la incapacitada o del incapacitado, dispuestos a desempeñar
la tutela, en la forma más conveniente para la pupila o pupilo;
II. Velar que los tutores cumplan con sus deberes, especialmente en la
educación de las o los menores, dando aviso a la Jueza o Juez Familiar de
sus fallas;
III. Avisar a la Jueza o Juez Familiar, si los bienes del incapacitado es-
tán en peligro de ser mal administrados;
IV. Investigar y poner en conocimiento de la Jueza o Juez Familiar,
cuando las incapacitadas o incapacitados carezcan de tutores para hacer
los respectivos nombramientos;
V. Aceptar o rechazar el informe entregado por la tutora o tutor. En su
caso, remitirlo a la Jueza o Juez Familiar, así como ejercitar la acción de
responsabilidad de la tutora o tutor, por el mal manejo de los bienes de la
pupila o pupilo;
VI. Intervenir en caso de mala administración de los bienes de las hijas
e hijos, sujetos a patria potestad;
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 81

VII. Intervenir cuando los titulares de la patria potestad, no cumplan


con la obligación de cuidar a las hijas e hijos;
VIII. Organizar conferencias de orientación a todos los miembros de
las familias, en cuanto a sus funciones, derechos, deberes y obligaciones;
IX. Vigilar a las o los incapaces que realicen conductas antisociales pa-
ra readaptarlos a la sociedad;
X. Recoger a las niñas y niños expósitos, abandonados o huérfanos, pa-
ra depositarlos en las instituciones públicas en los términos de esta ley; y
XI. Todas las demás funciones señaladas en este Código, cuando se re-
fiera a los Consejos de Familia, así como las mencionadas en cualquier
otra ley.
Especialmente las que a través de la mediación, permitan en todos los
órdenes, evitar que los conflictos familiares desemboquen en juicios ante
los Tribunales respectivos.
ARTÍCULO 333. Los Consejos de Familia pondrán en conocimiento de
las autoridades competentes, cuando una o un cónyuge abandone a la otra
u otro y a sus hijas e hijos, sin recursos económicos para satisfacer sus ne-
cesidades, a fin de ejercitar la acción penal correspondiente.
ARTICULO 334. Los Consejos de Familia vigilarán la integración fami-
liar, mediante programas de orientación familiar, dando a conocer a las au-
toridades competentes, la existencia de algún problema. Procurando avenir
a las partes en conflicto, para evitar los graves problemas que les pueden
ocasionar juicios largos y costosos que sólo deterioran la unidad familiar.13

2. Su importancia

Los consejos de familia sirven además, como un elemento funda-


mental en la oralidad para el Distrito Federal, al ofrecer oportunamente
información, así como diversos criterios objetivos del conflicto al juez
familiar, desde el punto de vista profesional de cada miembro que los
integra. Por el apoyo trascendente y eficaz que brindan, para auxiliar al
juez familiar en sus sentencias y decisiones, consideramos que lo más
conveniente para obtener resultados óptimos es constituir cinco conse-
jos de familia, adscritos a los cuarenta juzgados familiares del Distrito
Federal.

13 Güitrón Fuentevilla, Julián, Legislación familiar del estado de Hidalgo, México,


Litográfica Alsemo, 1983, pp. 67 y ss. y Proyecto de Código Familiar Tipo para los
Estados Unidos Mexicanos, México, Porrúa, 2004, pp. 134 y ss.
82 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Igualmente, debemos considerar que en esta oralidad, el desahogo de


pruebas tendría características semejantes a las del juicio sumario. Así,
debe anunciar en la audiencia inicial del proceso, aplicarlo a todas las
materias, dependiendo de las pruebas, y establecer sanciones severas pa-
ra aquellos que tienen la obligación de informar y no lo hacen a tiempo,
porque muchas veces estas circunstancias son las que impiden que una
vez lograda la audiencia, se tiene que suspender porque no llegan los ofi-
cios o no están los que deben declarar.
Asimismo, es importante que al crear el sistema oral en justicia fami-
liar en el Distrito Federal, se haga un programa especial de divulgación
de las normas, para que la gente las conozca y exija su cumplimiento. La
oralidad debe darse en la primera instancia, y, a partir de la segunda, de-
jar el sistema como está, por escrito.
Es evidente que hay que vencer la cultura que ha campeado en los
tribunales mexicanos del alargamiento de los procesos, lo que es grave
para la administración de justicia pronta y expedita. Aquí podrían sur-
gir los argumentos de los abogados que cobran por igualas mensuales y
que les conviene el alargamiento del juicio para seguir cobrando. La al-
ternativa podría ser cobrar por asunto, independientemente del tiempo
que tarde en resolverse.
Con una reforma de esta naturaleza tendría que pensarse que mien-
tras más pronto se resuelva el conflicto, será mejor para el abogado, pa-
ra el tribunal, para el Estado mexicano y, sobre todo, para la familia. En
términos prácticos, es excesiva la erogación de recursos, si se cuantifican
todos los juicios que se llevan por escrito y el tiempo que tarda un juzga-
do en resolverlos. Si se dividiera el presupuesto otorgado actualmente
para esto, llegaríamos a la conclusión de una cantidad de dinero impre-
sionante.
Es importante considerar que surgirán injusticias en este sistema, por-
que es un procedimiento falible, humano, pero al ser público, tendrá que
irse perfeccionando, y así, como decíamos, desde el escrito inicial de la
demanda, se deben poner todas las cuestiones elementales. Con relación
a las pruebas supervenientes, el abogado tendrá que ser cuidadoso, y de-
berán existir normas o sanciones drásticas contra las empresas que en un
momento dado no rindan los informes necesarios, considerándose que to-
do va a desahogarse en forma oral, la prueba confesional, la testimonial y
otras, para que esto sea una realidad.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 83

Habría que reformar las vías ordinarias y las controversias, plantear la


posibilidad de un procedimiento único, en cuanto a las audiencias, las
pruebas; unificar el capitulado, los plazos para contestar; se suprimiría la
conciliación, y así, las etapas del proceso oral en derecho familiar serían
la demanda, la contestación y reconvención y contestación de ésta, un
procedimiento único ofreciendo las pruebas, la admisión de la demanda
para que se absuelvan estas posiciones, y así llegar a algo importante.
Algunas de estas cuestiones ya se encuentran en la ley; sin embargo,
existe irresponsabilidad por parte de algunos jueces familiares, que por
circunstancias personales retardan los juicios, y en consecuencia, a pesar
de que haya muchas hipótesis en las que se podría hacer más rápido, se
evitan y se señalan plazos muy alargados para las audiencias. Éstas son
una serie de consideraciones estrictamente personales que trataremos de
llevarlas a lo que dice la ley, el Código de Procedimientos Civiles y el
Código Civil del Distrito Federal, para una propuesta concreta, que po-
dría ser el cuerpo y esencia del procedimiento oral en el derecho familiar
mexicano.

III. TRASCENDENCIA DEL ORDEN PÚBLICO PARA CREAR LOS JUICIOS


ORALES EN DERECHO FAMILIAR MEXICANO

Es importante para una propuesta de esta naturaleza, considerar la nor-


matividad actual que tanto el Código Civil como el Procesal tienen del
derecho familiar, de la familia, de sus miembros, y que todo lo vinculado
a ella es de orden público. ¿Qué se entiende por “orden público”? Para
Juan Palomar de Miguel, es la “situación y estado de legalidad normal en
que las autoridades ejercen sus atribuciones propias y los ciudadanos las
respetan y obedecen sin protestar”.14 Para Rafael de Pina y Rafael de Pi-
na Vara, es el

...estado o situación social derivada del respeto a la legalidad establecida


por el legislador.
Cuando se dice que tal o cual ley es de orden público, se ignora o se ol-
vida, que todas las leyes lo son, porque todas ellas tienen como fin princi-
pal, el mantenimiento de la paz con justicia, que persigue el Derecho. El

14 Palomar de Miguel, Juan, Diccionario para juristas, México, Porrúa, 2000, t. II


J-Z, p. 1093.
84 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

orden público se perturba cuando el Derecho no es respetado. Por eso pu-


do decir Benito Juárez: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
La tranquilidad pública, se suele confundir con el orden público, pero
en realidad, la tranquilidad pública no es otra cosa que uno de los efectos
que produce el orden público.15
Para nosotros, el orden público tiene una función normativa estricta,
que restringe la libertad individual, considerando la importancia y las fun-
ciones sociales de cada institución regulada. Tiene un sentido de equidad,
que rebasa los intereses particulares, privados, individuales, porque en rea-
lidad, el orden público, representa el núcleo íntegro de la sociedad, vincu-
lado al futuro para lograr un ideal de justicia; en ese sentido, el orden pú-
blico en el Derecho Familiar mexicano, está plenamente justificado,
porque está dirigido a la protección de la familia, sus miembros y todos
los vínculos y relaciones derivados del mismo.16

Para destacar la trascendencia del orden público, transcribiremos algu-


nos criterios de jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción, en el derecho familiar mexicano:

Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Octava Época. Fuente: Sema-


nario Judicial de la Federación. Parte: XIV-septiembre. Tesis: I.5º.C.556C.
Página 254. Alimentos. Pensión definitiva. Fijación del monto, previo análi-
sis de su proporcionalidad.
El Tribunal de segundo grado infringe el artículo 311 del Código Ci-
vil para el Distrito Federal, cuando al pronunciar su fallo se limita a fijar
arbitrariamente una pensión alimenticia equivalente a un salario mínimo
general mensual vigente en el Distrito Federal, sin analizar previamente
la proporcionalidad que se debe observar para su cuantificación, pues de
conformidad con el precepto citado los alimentos deben ser proporciona-
les a las posibilidades del que debe darlos y a las necesidades del que debe
recibirlos. Lo cual significa que dicho Tribunal de apelación no puede re-
ferirse al salario mínimo como base para determinar el monto de la pen-
sión alimenticia a cargo del hoy tercero perjudicado, sino que está obliga-
do a analizar los medios de prueba aportados, para de ahí determinar el
importe que habrá de cubrirse por concepto de pensión alimenticia, refi-

15 Pina, Rafael de y Pina Vara, Rafael de, Diccionario de derecho, 27a. ed., México,
Porrúa, 1999, p. 391.
16 Güitrón Fuentevilla, Julián, Panorama internacional de derecho de familia. Cultu-
ras y Sistemas Jurídicos Comparados, Rosa María Álvarez de Lara (coord.), México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, p. 20.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 85

riéndose a las necesidades del menor acreedor, frente a las posibilidades


del deudor alimentario; e incluso, el referido Tribunal responsable está en
aptitud de proveer oficiosamente, por tratarse de un asunto de orden públi-
co e interés social, sobre el desahogo de pruebas conducentes, en caso de
que las aportadas no fueren suficientes para colmar la finalidad persegui-
da, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 941 del Código de Procedi-
mientos Civiles. Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer
Circuito.
Precedentes: Amparo directo 3315/94. Sara Virginia Calderón Sánchez.
7 de julio de 1994. Unanimidad de votos. Ponente: Efraín Ochoa Ochoa.
Secretario: Walter Arellano Hobelsberger.

Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Octava Época. Fuente: Se-


manario Judicial de la Federación. Parte: VII-Enero. Página 341. Patria
potestad, estudio oficioso de las cuestiones relativas a la pérdida de la.
El tribunal de alzada correctamente se sujetó a lo previsto en el artículo
81 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, al estu-
diar de oficio la cuestión relativa a la pérdida de la patria potestad decreta-
da por el juez de primer grado, a pesar de que el apelante nunca alegó la
violación del artículo 259 del Código Civil, ni esgrimió agravio en rela-
ción a ese punto, porque los artículos 940 y 941 del ordenamiento legal ci-
tado en primer término, establecen que tratándose de controversias de or-
den familiar, los jueces y tribunales están facultados para intervenir de
oficio en los asuntos que afecten a la familia, de manera especial cuando
se trata de menores y de alimentos teniendo facultades para decretar las
medidas necesarias que tiendan a preservar la familia y a proteger a sus
miembros, así como para suplir la deficiencia de las partes en sus plantea-
mientos de derecho, por considerar la ley que tal materia es de orden pú-
blico, en virtud de constituir la familia la base de la integración de la so-
ciedad. Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito.
Precedentes: Amparo directo 132/95. Baldemar Moreno Espinoza. 27
de abril de 1995. Unanimidad de votos. Ponente: Francisco A. Velasco
Santiago. Secretario: Stalin Rodríguez López.

Instancia: Tercera Sala. Octava Época. Fuente: Gaceta del Semanario Ju-
dicial de la Federación. Parte: 56, Agosto de 1992. Tesis 3ª/J. 12/92. Pá-
gina 23. Divorcio necesario. No le son aplicables todas las reglas especia-
les de las controversias del orden familiar, pero sí la relativa a la suplencia
de la deficiencia de los planteamientos de derecho de las partes cuando de
ellas dependa que se salvaguarde a la familia, con independencia de que
86 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

permanezca o se disuelva el vínculo matrimonial. (Código de Procedi-


mientos Civiles del Distrito Federal).
Las reglas y formas especiales sólo pueden aplicarse a los casos especí-
ficos a que las destinó el legislador. Como el divorcio necesario no se en-
cuentra dentro de los casos que prevé el artículo 942 del Código de Proce-
dimientos Civiles para el Distrito Federal, ni tiene una regulación propia
para su tramitación dentro del ordenamiento citado, se rige por las disposi-
ciones generales del juicio ordinario y, por tanto, no le son aplicables, en
principio, todas las reglas especiales establecidas para las controversias de
orden familiar. Sin embargo, como excepción y por mayoría de razón, les
es aplicable la regla especial que prevé el segundo párrafo del artículo 941
del propio cuerpo legal, relativa a la suplencia de la deficiencia de los
planteamientos de derecho de las partes, cuando la aplicación de esta figu-
ra procesal dé lugar a salvaguardar a la familia, en virtud de que la inten-
ción del legislador al establecer esta regla para las controversias del orden
familiar, a saber, el preservar las relaciones familiares evitando que en es-
tos asuntos una inadecuada defensa afecte a esa institución, y la razón a la
que obedece su establecimiento, que expresamente consigna en el artículo
940, a saber que los problemas inherentes a la familia se consideran de or-
den público por constituir aquélla la base de la integración de la sociedad,
operan de manera más clara e imperativa tratándose del divorcio necesario
pues implicando éste la disolución del vínculo matrimonial, problema ca-
pital que afecta a la familia, debe garantizarse que no se perjudique a ésta
con motivo de una inadecuada defensa. Lo anterior se reafirma si se consi-
dera que la razón por la que el legislador no incluyó al divorcio necesario
dentro del procedimiento para las controversias de orden familiar fue por-
que rigiéndose aquél por las disposiciones del juicio ordinario, que exigen
mayores formalidades y establecen plazos más amplios para el ofrecimien-
to y recepción de pruebas, se tiene la posibilidad de preparar una defensa
más adecuada, lo que favorece la preservación y unidad familiar. Por la
importancia social de la familia, prevista en el artículo 4o., de la Constitu-
ción, se debe admitir la suplencia referida, lógicamente cuando la aplica-
ción de esa figura procesal tenga como efecto la salvaguarda de la familia,
independientemente de que ello se consiga con la disolución o no del
vínculo conyugal. Además justifica lo anterior el que al introducir esa fi-
gura procesal el legislador, no la circunscribió a las controversias de orden
familiar especificadas en el artículo 942 citado sino que usó la expresión
“en todos los asuntos de orden familiar”, aunque, respecto del divorcio,
que tiene su naturaleza debe limitarse a la hipótesis precisada, en que la
suplencia conduzca a proteger a la familia.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 87

Precedentes: Contradicción de tesis 11/91. Entre las sustentadas por el


Primer y Tercer Tribunales Colegiados en Materia Civil del Primer Circui-
to. 3 de agosto de 1992. Cinco votos. Ponente: Mariano Azuela Güitrón.
Secretaria: Maria Estela Ferrer Mac Gregor Poisot. Tesis de Jurispruden-
cia 12/92. Aprobada por la Tercera Sala de este alto Tribunal en sesión
privada celebrada el tres de agosto de mil novecientos noventa y dos. Cin-
co votos de los señores ministros: Presidente: José Trinidad Lanz Cárde-
nas, Mariano Azuela Güitrón, Sergio Hugo Chapital Gutiérrez, Ignacio M.
Cal y Mayor Gutiérrez y Miguel Montes García.

Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Octava Época. Fuente: Se-


manario Judicial de la Federación. Parte: XII-Noviembre. Página 377.
Matrimonio y de la familia. Naturaleza del.
El matrimonio es un instituto de orden público, porque el interés que en
él se tutela no es el particular o individual de quienes lo forman, sino un
interés superior: el de la familia; siendo ésta la célula de la sociedad, el
matrimonio es también de orden y trascendencia social y ya no meramente
privado. Por ello, la sociedad está interesada en que se mantenga perdura-
ble el instituto matrimonial y, sólo por excepción, la ley permite su disolu-
ción intervivos, siendo menester, en estos casos, que quien demande acre-
dite plenamente sus afirmaciones sobre los hechos que integran la causal
de divorcio y que éste se ejercite oportunamente, esto es, antes de su cadu-
cidad. Segundo Tribunal Colegiado del Décimo Tercer Circuito.
Precedentes: Amparo directo 315/92. Filemón Merino Cerqueda. 30 de
abril de 1993. Unanimidad de votos. Ponente: Rubén Pedrero Rodríguez.
Secretario: Carlos Gregorio Ortiz García.

Instancia: Tribunales Colegiados de Circuito. Octava Época. Fuente: Se-


manario Judicial de la Federación. Parte: IX-Abril. Página: 490. Divorcio
necesario. Le son aplicables las disposiciones relativas a las controversias
del orden familiar.
En los recursos de apelación derivados de un juicio de divorcio necesa-
rio, el tribunal de alzada debe suplir la deficiencia de los agravios por tra-
tarse de la conservación del matrimonio; apoyándose en los artículo 940 y
941 del Código de Procedimientos Civiles, que este Tribunal Colegiado
estima aplicables, aun cuando el juicio se hubiera seguido en la vía ordina-
ria civil, pues es indiscutible que la disolución del matrimonio es un pro-
blema inherente a la familia que se considera de orden público, por consti-
tuir aquélla la base de la integración de la sociedad, como lo establece el
segundo párrafo del artículo 941 del propio Código Procesal, al tratarse de
un asunto de orden familiar, los jueces y tribunales están obligados a su-
88 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

plir la deficiencia de las partes en sus planteamientos de derecho. Tercer


Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito.
Precedentes: Amparo directo 7173/91. Marcela Cruz Villagrán. 16 de
enero de 1992. Unanimidad de votos. Ponente: José Becerra Santiago San-
tiago. Secretario: Antonio Rodríguez Barajas. Amparo directo 1013/90.
Graciela Téllez Lores. 14 de junio de 1990. Unanimidad de votos. Ponen-
te: José Rojas Aja. Secretario: Enrique Ramírez Gámez. Octava Época.
Tomo VII-Mayo, página 190. Véase: Gaceta del Semanario Judicial de la
Federación, número 56, pág. 23, tesis por contradicción 3ª/J.12/92.

Entre otras resoluciones encontramos la que determina que los jueces


familiares, en determinados supuestos, pueden calificar y estimar la exis-
tencia del orden público con relación a una ley, y no pueden declarar que
no siendo aplicable una ley en los conceptos que la informaron por cues-
tión de orden público, conserva aún ese carácter y subsistan sus finalida-
des (Quinta Época. Tomo XXVI. P. 1533. Tomo XXXI. P. 570. 2807).
En abril de 1998, el Primer Tribunal Colegiado del Tercer Circuito en
Materia Civil determinó que los alimentos son cuestión de orden público,
y deben ser satisfechos inmediatamente; en este caso se busca que la ne-
cesidad se satisfaga de inmediato, de acuerdo con lo que haya ocurrido
en el juicio de primera instancia, y en ningún supuesto se debe esperar a
que se aporte en ejecución de sentencia la cuantificación de la pensión
definitiva, por lo que la responsable debe fijar en la sentencia el monto
de la pensión por alimentos que se reclamen al deudor alimentario.
Amparo directo 1481/97. Linet Padilla Barba. 16 de octubre de 1997.
Unanimidad de votos. Ponente Carlos Arturo González Zárate. Secreta-
rio: Arturo García Aldaz.
Igualmente, en enero del 2004 los tribunales colegiados de circuito en
la Novena Época, el Sexto en Materia Civil, con relación al artículo 417
del Código Civil para el Distrito Federal, determinó que

La eficacia del derecho de visita dándole efecto, calor humano, presencia


personal, respaldo espiritual y respeto a su persona e intimidad, es una
cuestión de orden público e interés social, dado que en su observancia
está interesada la sociedad y el Estado, porque de su efectivo cumpli-
miento depende el desarrollo armónico e integral del menor que, en oca-
siones, por causas ajenas a su voluntad, vive separado de uno o ambos
progenitores. Es por eso que el propio numeral contiene normas tenden-
tes a lograr dicha función, ya que el goce y disfrute determinará lo que
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 89

más convenga al interés preponderante del menor que sólo podrá suspen-
derse, limitarse o perderse por resolución judicial expresa y cuando se
haya perdido la patria potestad. Como se advierte, la teleología del ar-
tículo 417 en comento se encamina a la conservación de un entorno fa-
miliar saludable y favorable para el pleno desarrollo personal y emocio-
nal de los sujetos cuando no se encuentran bajo su custodia, si ejercen la
patria potestad, tendrán derecho a convivir y disfrutar de momentos en
común, en aras de tutelar el interés preponderante del menor, teniendo
sólo como limitante para que se suspenda, el ejercicio del derecho de vi-
sita y convivencia que exista peligro para el menor, caso en el que el juz-
gador podrá aplicar las medidas correspondientes a fin de salvaguardar
el interés superior del menor, contra alguno de los progenitores.
Respecto a este tema específico, el legislador en septiembre del 2004,
ha modificado este supuesto de la visita y convivencia para regular lo que
llama guarda y custodia compartida, autorizando al Juez Familiar a decre-
tar el cambio de custodia de los menores siguiendo el procedimiento res-
pectivo.17

IV. ORDEN PÚBLICO EN EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS


CIVILES DEL DISTRITO FEDERAL

En esta ley, el título décimo sexto, llamado “De las controversias de


orden familiar”, en un capítulo único, que va del artículo 940 al 956, or-
dena en el numeral 940 que “Todos los problemas inherentes a la familia
se consideran de orden público, por constituir aquélla la base de la inte-
gración de la sociedad”.18 Este precepto está íntimamente vinculado con
el 138 ter del Código Civil19 para el Distrito Federal, al que ya hicimos
referencia, y también se relaciona con el 895 del Código de Procedimien-
tos Civiles, que dice, siempre en la hipótesis del orden público, que en
todos los asuntos de la familia debe escucharse, considerarse la opinión
del Ministerio Público; en este sentido, el artículo en comento ordena lo
siguiente:

17 Op. cit., pp. 44-52.


18 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, 6a. ed. corregida y ac-
tualizada, México, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal-UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 2003, p. 255.
19 Güitrón Fuentevilla, Julián, Código Civil para el Distrito Federal. Revisado, ac-
tualizado y acotado, 73a. ed., México, Porrúa, 2005, p. 38.
90 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Se oirá precisamente al Ministerio Público:


I. Cuando la solicitud promovida afecte los interese públicos;
II. Cuando se refiera a la persona o bienes de menores o incapacitados;
III. Cuando tenga relación con los derechos o bienes de un ausente;
IV. Cuando lo dispusieren las leyes.20

También se vincula con el orden público el artículo 941, que es un


precepto fundamental para el juicio oral que proponemos, en el que se
habla de las facultades del juez familiar. En este sentido, el precepto cita-
do ordena:

El Juez de lo Familiar está facultado para intervenir de oficio en los asun-


tos que afecten a la familia, especialmente tratándose de menores, de ali-
mentos y de cuestiones relacionadas con violencia familiar, decretando las
medidas precautorias que tiendan a preservar la familia y proteger a sus
miembros.
En todos los asuntos del orden familiar los Jueces y Tribunales están
obligados a suplir la deficiencia de las partes en sus planteamientos de de-
recho.
En los mismos asuntos —de Derecho Familiar— con la salvedad de las
prohibiciones legales relativas a alimentos, el Juez deberá exhortar a los
interesados a lograr un advenimiento, resolviendo sus diferencias median-
te convenio, con el que pueda evitarse la controversia o darse por termina-
do el procedimiento.21

Podríamos hacer algunas consideraciones sobre esto, pero es necesario


citar otras disposiciones de las leyes mexicanas que se vinculan con esta
primera hipótesis del orden público, y, por supuesto, con las facultades
del juez familiar, para acercarnos a la propuesta de cómo en una sola au-
diencia el juez podría resolver los asuntos de derecho familiar como re-
gla, y por excepción, fijar nuevas fechas, en dos o tres audiencias, cerca-
nas a la primera, a efecto de que verdaderamente fuera pronta y expedita
la administración de justicia familiar.
También vinculado con el orden público y con la intención de dar los
fundamentos necesarios para establecer en el Distrito Federal los juicios ora-
les en derecho familiar, la Ley Orgánica de los Tribunales de Justicia del
Fuero Común del Distrito Federal ordena en el artículo 58 lo siguiente:
20 Op. cit., p. 238.
21 Ibidem, p. 256.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 91

Los Jueces de lo Familiar conocerán:


I. De los negocios de jurisdicción voluntaria, relacionados con el Dere-
cho Familiar;
II. De los juicios contenciosos relativos al matrimonio, a la ilicitud o
nulidad del matrimonio y al divorcio, incluyendo los que se refieren al ré-
gimen de bienes del matrimonio; los que tengan por objeto modificaciones
o rectificaciones en las actas del Registro Civil; de los que afecten el pa-
rentesco, a los alimentos, a la paternidad y a la filiación legítima, patria
potestad, estado de interdicción y tutela y las cuestiones de ausencia y pre-
sunción de muerte; de los que se refieran a cualquier cuestión relacionada
con el patrimonio de familia, como su constitución, disminución, extinción
o afectación en cualquier forma;
III. De los juicios sucesorios;
IV. De los asuntos judiciales concernientes a otras acciones relativas al
estado civil, a la capacidad de las personas y las derivadas del parentesco;
V. De las diligencias de consignación en todo lo relativo al Derecho
Familiar;
VI. De la diligencia de los exhortos, suplicatorias, requisitorias y des-
pachos, relacionados con el Derecho Familiar;
VII. De las cuestiones relativas a los asuntos que afecten en su derecho
de persona a los menores e incapacitados; así como, en general, todas las
cuestiones familiares que reclamen la intervención judicial.22

Igualmente, el Código de Procedimientos Civiles dispone, en cuanto a


las actuaciones y resoluciones judiciales y los aspectos de la obligatorie-
dad de la ley, en el artículo 55, que en el tema de la oralidad en los jui-
cios del derecho familiar mexicano

Para la tramitación y resolución de los asuntos ante los Tribunales ordina-


rios, se estará a los dispuesto en este Código, sin que por convenio de los
interesados puedan renunciarse los recursos ni el derecho de recusación, ni
alterarse, modificarse o renunciarse las normas del procedimiento.
Salvo en los casos que no lo permita la ley y no se hubiese logrado un ad-
venimiento en la audiencia previa, los conciliadores estarán facultados para
intentarlo en todo tiempo, antes de que se dicte la sentencia definitiva.23

22 Obregón Heredia, Jorge, Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Fede-


ral. Comentado y concordado, 11a. ed. actualizada, México, Servicios Tipográficos, pp.
542 y 543.
23 Op. cit., Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, 6a. ed. corre-
gida y actualizada, p. 16.
92 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Este precepto se relaciona con el artículo 272 A, que se refiere a la au-


diencia previa y de conciliación, que para los efectos citados es muy im-
portante, porque serán objeto de una modificación; en este sentido, el ar-
tículo citado expresa:

Una vez contestada la demanda, y en su caso, la reconvención el Juez se-


ñalará de inmediato fecha y hora para la celebración de una audiencia pre-
via y de conciliación dentro de los 10 días siguientes, dando vista a la par-
te que corresponda con las excepciones que se hubieren opuesto en su
contra, por el término de 3 días. En los juicios de divorcio necesario en
que se invoquen como causales únicamente las fracciones XI, XVII o
XVIII del artículo 267 del Código Civil, la audiencia previa y de concilia-
ción se fijará dentro de los 5 días siguientes a la contestación de la deman-
da y, en su caso, de la reconvención.
Si una de las partes no concurre sin causa justificada, el Juez la san-
cionará con una multa hasta por los montos establecidos en la fracción II
del artículo 62 de este Código. Si dejaren de concurrir ambas partes sin
justificación, el juzgador las sancionará de igual manera. En ambos ca-
sos, el Juez procederá a examinar las cuestiones relativas a la depuración
del juicio.
Si asistieran las dos partes, el Juez examinará las cuestiones relativas a
la legitimación procesal y luego se procederá a procurar la conciliación
que estará a cargo del conciliador adscrito al Juzgado. El conciliador pre-
parará y propondrá a las partes alternativas de solución en litigio. Si los in-
teresados llegan a un convenio, el Juez lo aprobará de plano si procede
legalmente y dicho pacto tendrá fuerza de cosa juzgada.
En caso de desacuerdo entre los litigantes, la audiencia proseguirá y el
Juez, que dispondrá de amplias facultades de dirección procesal, examina-
rá, en su caso, las excepciones de conexidad, litispendencia y cosa juzga-
da, con el fin de depurar el procedimiento.24

También es importante apuntar lo señalado en el artículo 133 del Códi-


go de Procedimientos Civiles, que dice lo siguiente: “Una vez concluidos
los términos fijados a las partes, sin necesidad de que se acuse rebeldía, se-
guirá el juicio su curso y se tendrá por perdido el derecho que, dentro de
ellos, debió ejercitarse”.25

24 Op. cit., p. 90.


25 Ibidem, p. 48.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 93

V. EL PROCEDIMIENTO ORAL

Para Giussepe Chiovenda, el procedimiento oral es aquel en que pre-


domina este elemento, sobre el escrito. Chiovenda desarrolló en Italia
una intensa campaña que duró varios años, para hacer triunfar esta clase
de procedimiento.
Características del proceso oral:

a) Predominio de la palabra hablada como medio de expresión, atenuada


por el uso de escritos de preparación y documentación;
b) Inmediación de la relación entre el Juez y las personas, cuyas declara-
ciones tiene aquél que recibir y valorar. (Artes, testigos, peritos, etcétera);
c) Identidad de las personas físicas que constituyen el tribunal durante
el juicio, o lo que es igual, que el Juez y los Magistrados que tramitaron el
juicio, sean los mismos que los Magistrados o Jueces que lo fallan;
d) Concentración de la sustanciación de la causa en un período único,
que se desenvuelva una audiencia única o en el menor número de audien-
cias próximas;
e) Que no sea lícito impugnar separadamente las sentencias interlocuto-
rias. Según Chiovenda, las principales ventajas del proceso oral son: eco-
nomía, celeridad y sencillez.26

1. Principios de oralidad

Para apoyar la posición ideológica que sostenemos en este artículo, es


decir los fundamentos jurídicos para que haya en México los juicios o
procesos orales en derecho familiar, surgen los principios de la oralidad;
éstos, de acuerdo con los procesalistas modernos, requieren determinadas
exigencias para su realización.
En primer lugar, la litis. El conflicto, la esencia del problema, debe
hacerse oralmente ante el tribunal correspondiente. Después, debe respe-
tarse el principio de inmediación, que consiste fundamentalmente en
mantener el juez el contacto personal con las partes en conflicto, que él
reciba las pruebas, que los escuche, las testimoniales, las confesionales,
etcétera. En este sentido, respetar el principio de inmediación significa
que “los debates, las pruebas y alegatos deben llevarse a cabo ante el

26 Ibidem, p. 640.
94 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Juez, procurando éste tener durante el proceso, el mayor contacto posible


con las partes”.27
Como tercer principio de la oralidad está la concentración, cuya esen-
cia es que todo lo que sea litigio y cuestiones inherentes a éste, donde ha
de recaer la sentencia, se vayan formulando no aisladamente, sino juntas,
para que “se concentren para su examen, prueba y decisión en una sola
audiencia y si esto no es posible, en las que sean necesarias, pero que
tengan lugar en fechas aproximadas y en el menor lapso”.28
Otro principio es “la audiencia de pruebas, alegatos y sentencia tiene,
por lo mismo, la mayor importancia en el proceso, ya que constituye su
núcleo y el medio fijado por la ley para que aquél realice plenamente su fi-
nalidad”.29 En este supuesto, el juez tiene facultades especiales, discrecio-
nales, poderes plenos, incluso, decidir si hubiera cuestiones penales; pero
esto se reduce a que lo haga, sólo por lo que se refiere a la decisión que en
un momento dado emita, y ésta sea un elemento esencial, para resolver las
cuestiones controvertidas.
Como quinto elemento surge el principio de concentración. En este
sentido,

...en el juicio oral no deben admitirse artículos de previo y especial pro-


nunciamiento ni atribuir a los recursos que se interpongan, efectos suspen-
sivos del procedimiento. Solamente cuando la cuestión incidental se refie-
ra a supuestos procesales como los de competencia y personalidad, o a
normas que deban respetarse porque fijan puntos esenciales del procedi-
miento, estará justificada la admisión de incidentes de previo pronuncia-
miento.30

Otro principio importante es el respeto a la publicidad y que las prue-


bas se rindan de manera oral, incluidos los alegatos.

Exige el principio de oralidad que el Juez o los Magistrados —en su ca-


so— ante los cuales se inició y desarrolló el proceso, sean los mismos que
pronuncien la sentencia definitiva, porque sólo ellos están en condiciones
de hacerlo con pleno conocimiento de causa. Si debido a cualquier cir-

27 Ibidem, pp. 632 y 633.


28 Idem.
29 Idem.
30 Idem.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 95

cunstancia no se satisface esta necesidad, el Juez de la sentencia está fa-


cultado para decretar que ante él se repita la rendición de pruebas y pro-
ducción de alegatos.31

2. Límites a la oralidad

Como corolario, si bien está entendido que el juicio oral tiene como
esencia las expresiones verbales, con preeminencia sobre las formas escri-
tas en todos los actos procesales, existen límites a esta regla, sobre todo
“los escritos fundamentales del juicio y a los llamados de documentación,
o sea las actuaciones judiciales en las que se haga constar la fijación del
debate, el resultado de las pruebas, las promociones de las partes durante
la audiencia, etcétera”.32

VI. LA ORALIDAD EN EL CÓDIGO DE PROCEDIMIENTOS


CIVILES DEL DISTRITO FEDERAL

Específicamente, el derecho positivo vigente mexicano, concretamen-


te el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, en el ar-
tículo 943 destaca, y en ello reside parte de lo que podría ser el juicio
oral, lo siguiente:

Podrá acudirse al Juez de lo Familiar por escrito o por comparecencia per-


sonal —éste sería un principio de oralidad— en los casos urgentes a lo
que se refiere el artículo anterior —este precepto el 942, también será apo-
yo de lo comentado y más adelante lo transcribiremos— exponiendo de
manera breve y concisa los hechos de que se trate.
En las copias respectivas de la comparecencia y demás documentos se-
rán tomados como pruebas, debiendo relacionarse en forma pormenoriza-
da con todos y cada uno de los hechos narrados por el compareciente, así
como los medios de prueba que presente, haciéndole saber el Juez al inte-
resado que puede contar con el patrocinio de un defensor de oficio para
conocer de su procedimiento y como consecuencia, éste ordenará dar parte
a la institución de Defensoría de Oficio para que, en su caso, asesore o pa-
trocine a éste. Una vez hecho lo anterior, se correrá traslado, a la parte de-

31 Idem.
32 Idem.
96 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

mandada, la que deberá comparecer, en la misma forma, dentro del térmi-


no de 9 días. En tales comparecencias —esto también es importante para
la oralidad— las partes deberán ofrecer las pruebas respectivas. Al orde-
narse ese traslado, el Juez deberá señalar día y hora para la celebración de
la audiencia respectiva. Tratándose de alimentos, ya sean provisionales o
los que se deban por contrato, por testamento o por disposición de la ley,
el Juez fijará a petición del acreedor, sin audiencia del deudor, y mediante
la información que estime necesaria, una pensión alimenticia provisional,
mientras se resuelve el juicio.
Será optativo para las partes acudir asesoradas, y en este supuesto, los
asesores necesariamente deberán ser licenciados en Derecho, con cédula
profesional. En caso de que una de las partes se encuentre asesorada y la
otra no, se solicitarán de inmediato los servicios de un defensor de oficio,
el que deberá acudir, desde luego, a enterarse del asunto, disfrutando de
un término que no podrá exceder de tres días para hacerlo, por cuya razón
se deferirá la audiencia en un término igual.33

Como ya subrayamos, citaremos otro precepto trascendente del Código


en comento. El artículo 942 ordena que no se requieran formalidades para
acudir ante el juez familiar, y destaca ciertos supuestos y excluye otros.
Por su trascendencia lo transcribimos; sin embargo, ante nuestra pro-
puesta se debe considerar que todas las materias de derecho familiar pue-
den ser objeto de juicio oral. Por excepción, dejándolo a juicio del juez,
por su trascendencia o lo dramático del caso, podrá considerarse tratarse
en más de una audiencia o definitivamente quedar excluidos de la orali-
dad. Hecha esta salvedad, el precepto en comento ordena lo siguiente:

No se requieren formalidades especiales —podría ser por escrito, por


ejemplo— para acudir ante el juez de lo familiar cuando se solicite la de-
claración, preservación, restitución o constitución de un derecho o se
alegue la violación del mismo o el desconocimiento de una obligación,
tratándose de alimentos, de calificación de impedimentos de matrimonio
o de las diferencias que surjan entre marido y mujer sobre administración
de bienes comunes, educación de hijos, oposición de padres y tutores y
en general de todas las cuestiones familiares similares que reclamen la
intervención judicial.

33 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, 6a. ed. corregida y ac-
tualizada, México, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal-UNAM, Instituto de
Investigaciones Jurídicas, 2003, p. 257.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 97

Esta disposición —como se dijo anteriormente— no es aplicable a los


casos de divorcio o a pérdida de la patria potestad.
Tratándose de violencia familiar prevista en el artículo 323 ter del Có-
digo Civil para el Distrito Federal en Materia Común y para toda la Re-
pública en Materia Federal34 —actualmente Código Civil para el Distrito
Federal— el Juez exhortará a los involucrados en audiencia privada, a
fin de que convengan los actos para hacerla cesar y, en caso de que no lo
hicieran, en la misma audiencia —esto ratifica los principios de orali-
dad— el Juez del conocimiento determinará las medidas procedentes pa-
ra la protección de los menores y de la parte agredida. Al efecto, verifi-
cará el contenido de los informes que al respecto hayan sido elaborados
por las instituciones públicas o privadas que hubieren intervenido y es-
cuchará al Ministerio Público.35

Con la misma intención de fundamentar el juicio oral en derecho fami-


liar, mencionamos también al artículo 294 de este Código, en lo referente
al ofrecimiento y admisión de pruebas, que en la parte sustantiva ordena:

Los documentos deberán ser presentados al ofrecerse la prueba documen-


tal. Después de este período no podrán admitirse sino los que dentro del
término hubieren sido pedidos con anterioridad y no fueron remitidos al
Juzgado sino hasta después; y los documentos justificativos de hechos
ocurridos con posterioridad, o de los anteriores cuya existencia ignore el
que los presente, aseverándolo así bajo protesta de decir verdad.36

Sin perder de vista que nuestro objetivo es reunir la información de


diferentes aspectos, sobre la oralidad e ir sacando de los mismos lo que
dice el Código de Procedimientos Civiles, debemos hacer hincapié en
que en el momento en que estos juicios se establecieran en México, ten-
drían que modificarse los artículos comentados.

1. Pruebas en la audiencia

El Código comentado se refiere en los artículos 944, 96, 278 y 279, a


la aportación de las pruebas en el juicio escrito. Nuestra intención es lle-

34 Güitrón Fuentevilla, Julián, Código Civil Federal. Revisado, actualizado y acota-


do, 4a. ed., México, Porrúa, 2005, p. 77.
35 Ibidem, p. 256.
36 Ibidem, p. 95.
98 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

varlo a lo oral. En este sentido, el primer precepto citado ordena, en rela-


ción con las pruebas, que “En la audiencia —para nuestro caso sería la
única en el caso de juicio oral— las partes aportarán las pruebas que así
procedan y que hayan ofrecido, sin más limitación que no sean contrarias
a la moral o estén prohibidas por la ley”.37 Por otro lado, la ley comenta-
da, en el capítulo denominado “De la presentación de documentos”, nos
da otro apoyo a la tesis del juicio oral, al determinar en el artículo 96, pa-
ra los efectos de que no hubiera una sanción o de que no se hubieran po-
dido presentar en esa audiencia los documentos, pero se haya cumplido
con el requisito, para exigir a la autoridad que actúe y éstos se remitan a
la audiencia multicitada. Al respecto, el artículo 96 dice:

En el caso que se demuestre haber solicitado la expedición del documento


al protocolo o Archivo Público, y dicha dependencia no lo expida, el Juez
deberá ordenar su emisión al encargado del Archivo con apercibimiento
de imposición de sanción pecuniaria, hasta por los importes señalados en
el artículo 62 —sesenta, ciento veinte o ciento ochenta días de multa de
salario mínimo, suspensión máxima de un mes y en su caso arresto por un
término de 36 horas— de este ordenamiento que se aplicará en beneficio
de la parte perjudicada.38

Asimismo, en el capítulo que se refiere a la prueba en general, existen


dos preceptos: el que se refiere a las facultades del juez y el otro, a la po-
sibilidad de practicar o ampliar diligencias probatorias, que sirven de
apoyo a nuestra propuesta del juicio oral en el derecho familiar mexica-
no. El primero de los artículos citados ordena: “Para conocer la verdad
sobre los puntos controvertidos puede —es potestad del juez— el juzga-
dor valerse de cualquier persona, sea parte o tercero, y de cualquier cosa
o documento, ya sea que pertenezca a las partes o a un tercero, sin más li-
mitación que las pruebas no estén prohibidas por la ley ni sean contrarias a
la moral”.39 Qué importante sería, al establecer el juicio oral, que estas fa-
cultades las ejerciera a plenitud el juez, para que hubiera una justicia pron-
ta y expedita, que siempre se fundamentara, como debe ser, en el artículo
14 constitucional, y que la administración de justicia sea en beneficio de la
familia y sus miembros.
37 Ibidem, p. 257.
38 Ibidem, p. 31.
39 Ibidem, pp. 91 y 92.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 99

Por otro lado, con el mismo criterio de apoyo a la oralidad, el artículo


279 determina que

Los Tribunales podrán decretar en todo tiempo, sea cual fuere la naturale-
za del negocio, la práctica o ampliación de cualquier diligencia probatoria,
siempre que sea conducente para el conocimiento de la verdad sobre los
puntos cuestionados.
En la práctica de esas diligencias, el Juez obrará como estime proce-
dente para obtener el mejor resultado de ellas, sin lesionar el derecho de
las partes, oyéndolas y procurando en todo su igualdad.40

2. Audiencia oral

En nuestra perspectiva, de la lectura de los artículos 945, 387, 398,


61, 59, 62, fracción IV, y 402, encontramos más apoyos para la posibi-
lidad de establecer el juicio oral en el derecho familiar mexicano. El
primero de ellos habla de la audiencia en general, como está actualmen-
te, y dice que ésta

Se practicará con o sin asistencia de las partes. Para resolver el problema


que se le plantee el Juez se cerciorará de la veracidad de los hechos y los
evaluará personalmente o con auxilio de especialistas o de instituciones
especializadas en la materia. Éstos presentarán el informe correspondiente
en la audiencia, y podrán ser interrogados tanto por el Juez como por las
partes. La valoración se hará conforme a lo dispuesto en el artículo 402 de
este Código y en el fallo se expresarán los medios de prueba en que se ha-
ya basado el Juez para dictarla.41

Para nuestro leal saber y entender, éste es un precepto fundamental


para el juicio oral en derecho familiar, porque prácticamente, si se lee
con cuidado y se observa con atención, nos está dando uno de los ele-
mentos esenciales del proceso oral en el derecho procesal mexicano. Di-
ce, en principio, que esta audiencia se lleva a efecto con o sin asistencia
de las partes; esto es importante, pero desde nuestro punto de vista, debe-
ría ya en un juicio oral exigirse, y en este sentido tendría que hacerse la
reforma, que las partes siempre estén presentes o un representante con

40 Idem.
41 Ibidem, p. 257.
100 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

suficiente poder para escuchar o para los efectos jurídicos que esa sen-
tencia pueda producir.
El texto que sigue es una obligación, un deber impuesto al juez, para
que verifique los hechos, los evalúe, y viene otra cuestión trascendente, que
es donde los consejos de familia, a los que nos hemos referido antes, se-
rían un apoyo invaluable para el juez. Él va a evaluar, pero en un momen-
to dado va a requerir de psicólogos, médicos, trabajadores sociales, un
abogado experto en derecho familiar o el apoyo de instituciones especiali-
zadas en lo que ahí se está resolviendo, y sería importante, ya en la orali-
dad, que estas personas o instituciones fueran conminadas, incluso con
vías de apremio, a entregar a tiempo para cada audiencia, los informes o
dictámenes, ya que sin ellos el juez no podrá emitir su sentencia.
Igualmente, para que el juez tenga todos los elementos y la ley le da
esa facultad, esos sujetos auxiliares de la administración de justicia ten-
drían que estar presentes para, en su momento, ser interrogados por el
juez o por las partes. Por otro lado, es importante destacar que el juez de-
berá valorar esas pruebas, en los términos del artículo 402, el que de una
manera explícita y en materia oral sería fundamental, ordena lo siguiente:
“Los medios de prueba aportados y admitidos, serán valorados en su
conjunto por el juzgador, atendiendo a las reglas de la lógica y la expe-
riencia. En todo caso, el tribunal deberá exponer cuidadosamente los fun-
damentos de la valoración jurídica realizada y de su decisión”.42
También debemos hacer referencia, siempre dentro de la hipótesis de
las pruebas y propuesta de crear el juicio oral en el derecho familiar me-
xicano, al artículo 387, que específicamente, en el rubro de la audiencia,
se refiere a la celebración de ésta, y así, ordena que

Constituido el tribunal en audiencia pública el día y horas señalado al


efecto, serán llamados por el Secretario, los litigantes, peritos, testigos y
demás personas que por disposición de la ley deben de intervenir en el
juicio y se determinará quiénes deben permanecer en el salón, y quiénes
en lugar separado, para ser introducidos en su oportunidad.
La audiencia se celebrará concurran o no las partes y estén o no presen-
tes los testigos y peritos y los abogados.43

42 Ibidem, p. 125.
43 Ibidem, p. 121.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 101

Este ordenamiento, modificado en su esencia, sería importante para el


juicio oral, ya que en él se debería establecer el deber, la obligatoriedad
de quienes ahí han sido señalados específicamente, tengan que estar, por-
que además van a intervenir en el juicio, y en su momento deberán esta-
blecerse sanciones fuertes, económicas, para que los mismos estén pre-
sentes, ya que no debemos olvidar que la audiencia, en el juicio oral, es
fundamental, porque en ella se dictará la sentencia de quienes han llega-
do hasta ese punto en el litigio. Igualmente, tendría que modificarse la
parte que dice que se celebrará la audiencia, concurran o no las partes y
estén peritos, testigos y abogados, porque en este caso específico sería
fundamental para esa celeridad y prontitud en la administración de justi-
cia que todos, quienes han intervenido y, sobre todo, a quienes va a afec-
tar el fallo, estén presentes.
Siguiendo con el tema de la audiencia, en la proyección oral, que que-
remos presentar, encontramos dentro de las reglas, que el Código ordena
en el artículo 398, cuáles deben seguirse, y así dispone lo siguiente:

Los Tribunales, —Juzgado o Juez Familiar— bajo su más estricta respon-


sabilidad, al celebrar la audiencia de pruebas y alegatos, deben observar
las siguientes reglas:
I. Continuación del procedimiento, de tal modo que no puede suspen-
derse ni interrumpirse la audiencia hasta que no haya terminado; en conse-
cuencia, desecharán de plano las recusaciones y los incidentes que pudie-
ran interrumpirla;
II. Los Jueces —Familiares— que resuelvan deben ser los mismos que
asistieron a la recepción de las pruebas y alegatos de las partes. Si por cau-
sa insuperable dejara el Juez de continuar la audiencia y fuera distinto el
que lo sustituyere en el conocimiento del negocio, puede ordenar la am-
pliación de cualquier diligencia probatoria en términos de lo dispuesto en
el artículo 279, de esta ley;
III. Mantener la mayor igualdad entre las partes de modo que no se ha-
ga concesión a una de ellas sin que se haga lo mismo con la otra;
IV. Evitar digresiones, reprimiendo con energía las promociones de las
partes que tiendan a suspender o retardar el procedimiento y, si fuere pro-
cedente, aplicarán lo ordenado por el artículo 61 de este Código, y
V. Siempre será pública la audiencia, excepto en los casos a que se re-
fiere el artículo 59 de este ordenamiento.44

44 Ibidem, pp. 123 y 124.


102 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

De este precepto es fundamental destacar, llevado al juicio oral en


derecho familiar, que el juez de la materia tendrá las más amplias facul-
tades para que esa audiencia se realice como lo ordena la ley; no debe-
mos olvidar, y eso sería uno de nuestros propósitos fundamentales, que
en el juicio oral el juez va a resolver en esta primera instancia, en forma
definitiva, el conflicto que sea sometido a su conocimiento y a su juris-
dicción.
Asimismo, es importante considerar que sea el juez quien inició el co-
nocimiento del asunto, el que recibió las pruebas y alegatos de las partes,
quien resuelva, porque él está imbuido de la verdadera problemática de
esa familia; sólo él, en su percepción y experiencia, puede, en un mo-
mento dado y con el auxilio del Consejo de familia, emitir la resolución
más equitativa y justa. Incluso, esa hipótesis en la que si él no puede es-
tar, es importante lo que en este caso dispone el artículo 279, al que ya
nos referimos en el inciso anterior, y que vale el comentario que hicimos,
en este caso para la posibilidad de que el juez no estuviera o que se orde-
nara la práctica o ampliación de diversas diligencias probatorias.
Mantener la igualdad es básico, como una regla de derecho procesal.
Siempre deberá prevalecer el interés de los menores, por lo que ellos re-
presentan para la organización familiar. También es trascendente, y de-
bería insistirse en forma más pública, sobre el tema de las actuaciones y
resoluciones judiciales, en lo que respecta a mantener el orden y respeto
debido a los tribunales, en virtud de que hay personas que no lo hacen
así, y en el caso del derecho familiar es fundamental contar con una he-
rramienta de esa naturaleza. En este sentido, el artículo 61 que por pri-
mera vez referimos en este trabajo determina:

Los Jueces, Magistrados y Secretarios tienen el deber de mantener el buen


orden y de exigir que se les guarde el respeto y consideración debidos, por
lo que tomarán, de oficio o a petición de parte, todas las medidas necesa-
rias establecidas en la ley, tendientes a prevenir o a sancionar cualquier ac-
to contrario al respeto debido al tribunal y al que han de guardarse las par-
tes entre sí, así como las faltas de decoro y probidad, pudiendo requerir el
auxilio de la fuerza pública.
La violación a lo mandado por este precepto se sancionará de acuerdo
con las disposiciones de este Código y, a falta de regulación expresa, me-
diante la imposición de multa, según las reglas establecidas en la fracción
II del artículo 62.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 103

Cuando la infracción llegara a tipificar un delito, se procederá en con-


tra de quiénes lo cometieron, con arreglo a lo dispuesto en la legislación
penal.
Las infracciones a que se refiere este precepto, se anotarán en el Regis-
tro Judicial y se considerarán para motivar la imposición de las sanciones
que procedan.45

La materia familiar es tan importante, que es necesario dotar al juez,


de los instrumentos jurídicos que hagan efectivas sus decisiones, y que
mantengan el orden, la dignidad, el respeto en las audiencias, sobre todo
en esa que es definitiva, donde se va a emitir la sentencia que va a resol-
ver el conflicto, para que se observe buena conducta y no haya agresio-
nes ni problemas con quienes intervienen en esas audiencias. Como ya
vimos, la ley, de manera unilateral, impone a jueces, magistrados y se-
cretarios el deber (no es algo potestativo ni facultativo, ni siquiera obli-
gación, es una carga impuesta por el Estado, en atención al orden públi-
co) para que a los funcionarios se les tenga respeto y consideración; por
ello, podrán, en un momento dado, imponer las diferentes sanciones, y
específicamente la de la fracción II del artículo 62, que ordena un máxi-
mo de sesenta días de salario mínimo general vigente en el Distrito Fede-
ral, cuando se comete la falta en juzgados de paz, en los de primera ins-
tancia, de ciento veinte días y en el Tribunal Superior, de ciento ochenta
días, duplicarlas, si hubiera reincidencia.
Por otro lado, es importante destacar lo que el artículo 59 establece en
cuanto a las reglas de las audiencias, porque aquí se habla de la publici-
dad o carácter público de las mismas, y en este caso se tendría que cono-
cer, primero, lo que dice el artículo, y luego, nuestra propuesta específica
para el derecho familiar, que desde ahora la avanzamos, ya que conside-
ramos que como regla, deberán convertirse en audiencias privadas, en lo-
cales adaptados especialmente en cada juzgado para ello, para que la de
por sí trascendente resolución, que se emita frente a un conflicto de dere-
cho familiar, no sea objeto de escarnio, burla o sólo curiosidad de terce-
ros que pululan en el juzgado, sino que en forma privada, ante el juez y
quienes deben intervenir, se dicte la resolución conservando la dignidad
de los involucrados.
El artículo 59 que trata sobre las reglas de las audiencias, ordena:

45 Op. cit., pp. 19 y 20.


104 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Las audiencias en todos los procedimientos —en este caso se entiende que
igual se aplicarían en el juicio oral del derecho familiar— se llevarán a ca-
bo observando las siguientes reglas:
I. Serán públicas, pero el tribunal podrá determinar que aquellas que se
refieren a divorcio, nulidad de matrimonio, o las demás que a su juicio
convenga, sean privadas. En todos los supuestos en que no se verifiquen
públicamente, se deben de hacer constar los motivos para hacerlo en pri-
vado, así como la conformidad o inconformidad de los interesados. El
acuerdo será reservado;
II. El Secretario, bajo la vigilancia del Juez, hará constar el día, lugar y
hora en que principie la audiencia, así como la hora en que termine;
III. No se permitirá interrupción de la audiencia por persona alguna, sea
de los que intervengan en ella o terceros ajenos a la misma. El Juez queda
facultado para reprimir los hechos de interrupción con medios de apremio
o correcciones disciplinarias, además de ordenar la expulsión con uso de
la fuerza pública de aquél o aquéllos que intenten interrumpirla; y
IV. En los términos expresados en la fracción IV del artículo 62, serán
corregidos los testigos, peritos o cualesquiera otros que, como partes o re-
presentándola, faltaren en las vistas y actos solemnes judiciales de palabra
o de obra o por escrito, a la consideración, respeto y obediencia debida a
los tribunales.46

En este caso, como lo apuntamos, una reforma a este precepto tendría


que ir en el sentido de que todas las audiencias de derecho familiar fue-
ran privadas, con las salvedades que ahí se han hecho, y reforzar al juez
con esas medidas, como lo ordena drásticamente la fracción IV del ar-
tículo 62, que se refiere a que quienes se resisten a cumplir una orden de
salir expulsados se les podrá incluso arrestar.
Otro supuesto destacado en la audiencia oral sería el valor de las prue-
bas, que menciona el artículo 402, ya que en derecho familiar es funda-
mental que el juez razone, valore y explique por qué ha resuelto en tal o
cual sentido, y en un juicio oral sería más delicado. Por ello, transcribi-
mos a continuación este precepto: “Los medios de prueba aportados y
admitidos, serán valorados en su conjunto por el juzgador, atendiendo a
las reglas de la lógica y de la experiencia. En todo caso, el tribunal debe-
rá exponer cuidadosamente los fundamentos de la valoración jurídica
realizada y de su decisión”.47

46 Op. cit., pp. 18 y 19.


47 Ibidem, p. 125.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 105

En el juicio oral del derecho familiar es más grave que en cualquier otra
materia la valoración hecha por el juez familiar. Incluso, los auxilios técni-
cos y apoyos que reciba de otros profesionistas serán fundamentales para
ello, ya que en su momento, al citar esta cuestión del derecho familiar, se
deberá profundizar, haciendo más detallada la valoración de las pruebas.

3. Testigos

Siempre con el ánimo de construir y dar los fundamentos para que se


establezcan en el Distrito Federal, por primera vez, los juicios orales en
derecho familiar, debemos abordar el tema de los testigos. En este caso,
el artículo 946, en relación con el 944, el 356, 357 y el 120, que habla de
peritos y testigos, están íntimamente vinculados, como se verá a conti-
nuación. El primero dice: “El Juez y las partes podrán interrogar a los
testigos con relación a los hechos controvertidos, pudiéndoles hacer to-
das las preguntas que juzguen procedentes con la sola limitación a la que
se refiere el artículo 944”.48 En este sentido, esa amplitud que se concede
al juez y a las partes para interrogar a los testigos es fundamental, porque
no debemos olvidar que lo que se pone en juego es la situación, la per-
manencia, el futuro, incluso el pasado y presente de una familia, con la
resolución del juez; por ello, los testigos son fundamentales, pero sobre
todo, que su veracidad pueda ser comprobada con amplitud. La limitante
que la propia ley ordena es que las preguntas formuladas por el juez y las
partes no sean contrarias a la moral o estén prohibidas por la ley. Fuera
de estos supuestos, los testigos podrán ser interrogados, para llegar a la
verdad histórica del conflicto en cuestión.
El artículo 356, en cuanto a la prueba testimonial, destaca prístina-
mente la obligación de deponer, de las personas vinculadas como tales, al
disponer: “Todos los que tengan conocimiento de los hechos que las par-
tes deben de probar, están obligados a declarar como testigos”.49 Es im-
portante que si alguien sabe, si tiene conocimiento de una circunstancia,
objeto del juicio, testimonie, y por ello, la ley la obliga a hacerlo. Inclu-
so, el artículo 357 tiene una serie de hipótesis para la presentación de los
testigos, apercibimientos de arrestos o multa, y cuándo se debe declarar
desierta la prueba testimonial. En este sentido, el numeral citado ordena:
48 Ibidem, p. 258.
49 Ibidem, p. 115.
106 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Las partes tendrán obligación de presentar sus propios testigos en términos


de lo dispuesto por el artículo 120 de esta ley, sin embargo, cuando real-
mente estuvieran imposibilitados para hacerlo, lo manifestarán así bajo
protesta de decir verdad y pedirán que se les cite, expresando las causas de
su imposibilidad que el Juez calificará bajo su prudente arbitrio.
El Juez ordenará la citación con apercibimiento de arresto hasta por 36
horas o multa equivalente hasta treinta días de salario mínimo general dia-
rio vigente en el Distrito Federal que aplicará al testigo que no comparez-
ca sin causa justificada o que se niegue a declarar.
La prueba se declarará desierta si no es presentado el testigo por el ofe-
rente o si ejecutados los medios de apremio antes mencionados, no se lo-
gra dicha presentación.
En caso de que el señalamiento de domicilio de algún testigo resulte
inexacto o de comprobarse que se solicitó su citación con el propósito de
retardar el procedimiento, se impondrá al promovente una sanción pecu-
niaria a favor del colitigante, equivalente hasta de 60 días de salario míni-
mo diario general vigente en el Distrito Federal, en el momento de impo-
nerse la misma, sin perjuicio de que se denuncie la falsedad en que
hubiere incurrido, debiendo declararse desierta la prueba testimonial.50

En esta materia, álgida por su propia naturaleza, llevada al derecho fa-


miliar, y más a una audiencia oral, debe ser vista de manera muy espe-
cial, independientemente de las medidas de apremio que se impongan,
para que la persona concurra, etcétera. Es fundamental que el juez consi-
dere las diferentes características de las personas que van a ser testigos
en materia familiar, como la capacidad, la imparcialidad, la probidad, el
conocimiento del asunto, así como circunstancias específicas en cuanto a
dependencia económica de los testigos que lo van a hacer o que sean pa-
rientes, porque en reiteradas ocasiones, como lo ha ordenado en su mo-
mento la Suprema Corte de Justicia de la Nación, “no sólo los amigos si-
no también los domésticos y los parientes, son aptos para ser testigos
especialmente en los juicios de divorcio, porque ninguna persona como
ellos puede estar más enterada de las desavenencias conyugales”.51
También es importante considerar que a pesar de que hubiera discre-
pancias entre los testigos, respecto a un hecho en derecho familiar, si es-
to no altera lo que ahí está ocurriendo, la esencia de lo que se está tratan-

50 Ibidem, p. 115.
51 Obregón Heredia, Jorge, op. cit., p. 262.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 107

do de probar, será para el juez suficiente para no tratar de modificar su


convicción a favor de una u otra hipótesis, que se esté manejando. Igual-
mente, todas estas cuestiones referidas al domicilio y a las diferentes
trampas de carácter legal que se pueden hacer habría que tener mucho
cuidado en esta prueba testimonial, para que en una reforma de esta natu-
raleza para el juicio oral en derecho familiar fuera preciso y que los testi-
gos, como serán fundamentales, tengan las características de que en un
momento dado se señalen en la ley.
Otro precepto vinculado a esta hipótesis es la forma en que de acuerdo
con la ley, que venimos comentando, se maneje el aspecto de las notifi-
caciones, a los testigos y peritos, para que estén presentes en las audien-
cias trascendentes. En este sentido, el artículo 120 ordena:

Cuando se trate de citar a peritos y testigos, la citación se hará por conduc-


to de la parte que haya ofrecido dichas pruebas, y será en su perjuicio, la
falta de comparecencia de tales citados a quienes no se les volverá a bus-
car, salvo que este Código o el Juez dispongan otra cosa. La entrega de la
citación por las partes, a peritos y testigos, tendrá como efectos para éstos,
la comprobación ante las personas que a los citados les interese, de su lla-
mamiento en la fecha y hora que se precise, pero su inasistencia no dará
lugar a la imposición de medida de apremio alguna a dichos terceros, sino
que se desechará tal probanza.52

En este caso habría que proponer una reforma trascendente, porque


los peritos serán fundamentales, sobre todo si consideramos que en una
sola audiencia se va a resolver el conflicto, de la misma manera ocurre
con los testigos; por ello, en materia de derecho familiar habría que
proponer no sólo una reforma que va a perjudicar a quien está señalan-
do a un testigo, y éste no va, porque la verdad no se va a encontrar.
¿Qué pasaría si el testigo en una prueba de ácido desoxirribonucleico,
es preciso que asista para una repregunta y él mismo no va? Por ello
pensamos de manera general, que sí habría que ordenar la imposición
de medidas de apremio y la cuestión de desechar esa prueba, que es
muy importante, en un momento dado, para la resolución oral que va a
emitir el juez, en su momento.

52 Ibidem, p. 43.
108 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

4. Término de la audiencia

En este caso encontramos varios preceptos, entre otros, los artículos 947
y 945 del Código de Procedimientos Civiles, que mencionan esta materia
específicamente. Incluso, los numerales 387, 398 y 402 ya los citamos,
cuando nos referimos a la audiencia oral. El artículo 947, que debe ser ob-
jeto de una reforma importante, dispone que “La audiencia se llevará a ca-
bo dentro de los treinta días contados a partir del auto que ordene el trasla-
do, en la inteligencia de que la demanda inicial deberá ser proveída dentro
del término de tres días”.53 En este caso, aun cuando estemos dentro de la
hipótesis de las controversias de orden familiar, al pensar ya en una sola
audiencia, sería importante analizar cuántos días se requerirían, a partir de
que se admitió la demanda, se contestó, se hizo todo para fijar la litis y en
un momento dado, está listo el juez, para esta audiencia en que se desaho-
guen las pruebas y alegatos y dicte la sentencia correspondiente. Si se ha-
bla de proveer en tres días la demanda inicial, sería conveniente establecer
un plazo máximo, que podría ser de diez, no de treinta, para recibir todas
las cuestiones por escrito, referidas al conflicto de derecho familiar, y en
ese lapso, citar a audiencia para la resolución.
Por otro lado, como ya lo habíamos mencionado, el artículo 945 dispo-
ne que la audiencia se realizará estén o no presentes las personas (ya co-
mentamos sobre esta hipótesis anteriormente).

5. Pruebas confesional y testimonial

Las pruebas van a ser un elemento fundamental para que el juez resuel-
va; por ello, tanto la confesional cuanto la testimonial necesitarán una san-
ción drástica, para que se puedan desahogar en forma adecuada. En este
caso se tendrán que aplicar las reglas de la audiencia de pruebas y alega-
tos; igualmente, las norma para los testigos y, por supuesto, las medidas
disciplinarias para llegar a buen término.
El artículo 948, en relación a este tema, expresa:

Si por cualquier circunstancia la audiencia no puede celebrarse, ésta se ve-


rificará dentro de los ocho días siguientes. Las partes deberán presentar a
sus testigos y peritos.

53 Ibidem, p. 258.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 109

De manifestar bajo protesta de decir verdad, no estar en aptitud de ha-


cerlo, se impondrá al actuario del juzgado la obligación de citar a los pri-
meros y hacer saber su cargo a los segundos, citándolos asimismo, para la
audiencia respectiva, en la que deberán rendir dictamen. Dicha situación
se hará con apercibimiento de arresto hasta por treinta seis horas, de no
comparecer el testigo o el perito sin causa justificada y al promovente de
la prueba, de imponerle una multa hasta por el equivalente de treinta días
de salario mínimo vigente en el Distrito Federal, en caso de que el señala-
miento de domicilio resultare inexacto o de comprobarse que se solicitó la
prueba con el propósito de retardar el procedimiento, sin perjuicio de que
se denuncie la falsedad resultante. Las partes en caso de que se ofrezca la
prueba confesional, deberán ser citadas con apercibimiento de ser declara-
das confesas de las posiciones que se les articulen y sean calificadas de le-
gales, al menos que acrediten justa causa para no asistir.54

Grave sería que en el proceso oral no se celebrara la audiencia, porque


no se desahogarían las pruebas confesional y testimonial. En el procedi-
miento oral tendría que fijarse el plazo, en cuanto se presentaran por
parte de las partes en conflicto, sus peticiones y todos sus alegatos, porque
recordemos que en esa audiencia el conflicto va a quedar resuelto. La pre-
sentación de los testigos y los peritos es, como ya se acotó, fundamental, y
seguramente en un proceso oral sería conveniente imponer medidas de
apremio más drásticas que las multas, para que las personas se vean com-
pelidas a acudir, sobre todo porque al haberse establecido algo tan tras-
cendente, como es en una sola audiencia resolver un asunto, será primor-
dial que estén presentes los citados para rendir su testimonio.
Agravar las cuestiones por falsedad, y además, establecer en derecho
familiar, que si la persona citada para la prueba confesional no lo hace
por eludir la acción de la justicia, se le declare confesa, como dice la ley,
de lo que ahí se ordene de las posiciones que se articulen y que sean cali-
ficadas de legales, porque de otra forma la administración de justicia fa-
miliar no llegaría, y nuevamente se estaría eludiendo el cumplimiento de
todas esas normas. Las medidas disciplinarias a las que ya nos referimos,
en la fracción II del artículo 62, para este caso, se mencionan multas de
hasta 180 días de salario mínimo diario, dependiendo de la cuestión que
tenga que aplicarse como corrección disciplinaria.

54 Idem.
110 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Por otro lado, encontramos la disposición en materia de pruebas en


particular, en cuanto a su recepción y práctica, lo que en la confesión de-
termina el artículo 308, que será fundamental para el juicio en estudio, y
que consideramos debe establecerse en el derecho familiar mexicano. El
artículo antes citado dice:

Desde los escritos de demanda y contestación a la demanda y hasta diez


días antes de la audiencia de pruebas, se podrá ofrecer la confesión, que-
dando las partes obligadas a declarar, bajo protesta de decir verdad, cuan-
do así lo exija el contrario.
Es permitido articular posiciones al procurador que tenga poder espe-
cial para absolverlas, o general con cláusula para hacerlo.55

Es clave este precepto, para el juicio oral en derecho familiar. El tér-


mino del ofrecimiento para la prueba confesional, que si bien se habla
de diez días y hasta antes de que se haga la audiencia de pruebas, en el
juicio oral de derecho familiar tendría que haber un cambio de 180 gra-
dos, para exigir que desde la presentación de la demanda, la contesta-
ción o reconvención, en su caso, se fije la fecha para la audiencia por la
trascendencia que ésta va a tener, y no dejar las pruebas abiertas a la hi-
pótesis, para que hasta diez días antes de la audiencia se pueda ofrecer
la confesional.
También se vincula esta norma con el artículo 310, que regula cómo
deben absorberse las posiciones. En este sentido, el precepto ordena:

Las personas físicas que sean parte en juicio, sólo están obligadas a absol-
ver posiciones personalmente, cuando así lo exija el que las articula —en
derecho familiar esto no sería admisible y tendría que irse desde el princi-
pio a la respuesta personal— y desde el ofrecimiento de la prueba se seña-
la la necesidad de que la absolución, deba realizarse de modo estrictamen-
te personal y existan hechos concretos en la demanda o contestación, que
justifique dicha exigencia, la que será calificada por el tribunal para así or-
denar su recepción.
Sin perjuicio de lo señalado en el párrafo anterior, el mandatario o re-
presentante que comparezca a absolver posiciones por algunas de las par-
tes —fijarse que esto es muy delicado en derecho familiar— forzosamente
será conocedor de todos los hechos controvertidos propios de su mandante

55 Ibidem, pp. 97 y 98.


LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 111

o representado, y no podrá manifestar desconocer los hechos propios de


aquél por quien absuelve ni podrá manifestar que ignora la respuesta o
contestar con evasivas, ni mucho menos negarse a contestar o abstenerse
de responder de modo categórico en forma afirmativa o negativa, pues de
hacerlo así se le declarará confeso de las posiciones que calificadas de le-
gales, se le formulen. El que comparezca a absolver posiciones después de
contestar afirmativa o negativamente, podrá agregar lo que a su interés
convenga. Tratándose de personas morales, la absolución de posiciones
siempre se llevará a efecto por apoderado o representante, con facultades
para absolver, sin que se pueda exigir que el desahogo de la confesional se
lleve a cabo por apoderado o representante específico. En este caso, tam-
bién será aplicable lo que se ordena en el párrafo anterior.56

Nuevamente estamos en una hipótesis trascendente, que es la absolu-


ción de las posiciones en derecho familiar. Tendrá que hacerse una re-
forma para no eludir, a través de un representante, la esencia del dere-
cho familiar. Señalar hipótesis específicas, en las que sólo los sujetos
del conflicto pueden intervenir, no debemos olvidar que en una sola au-
diencia el juez resolverá, y que puede haber muchos problemas con un
representante, aun cuando se trate de un representante bien proveído o
bien habilitado para el ejercicio de su mandato.
Así, vemos que todo lo referente a las pruebas confesional y testimo-
nial tendría que ser objeto de un estudio pormenorizado y en conciencia,
por la trascendencia que va a tener esta prueba. Incluso la presencia per-
sonal del sujeto en un divorcio, es fundamental, sobre todo si se están
tratando de acreditar hechos que sólo a éste le pueden constar, y admitir
en estos supuestos a un apoderado sería rebajar la importancia del dere-
cho familiar, por lo que tendría que irse por la hipótesis de que los suje-
tos tengan siempre que comparecer y absolver personalmente las posicio-
nes. Otras cuestiones en relación con los testigos, las reglas de audiencia
y las pruebas y alegatos ya quedaron señaladas.

6. Sentencia

En este caso la ley determina en el artículo 949, que “La sentencia se


pronunciará de manera breve y concisa, en el mismo momento de la au-

56 Ibidem, p. 98.
112 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

diencia, de ser así posible o dentro de los ocho días siguientes”.57 Si bien
es breve el precepto, es fundamental, porque haberle agregado la parte
que dice, “de ser así posible” se dicte la sentencia o se den ocho días
más, tendría que modificarse, y en derecho familiar, determinar que co-
mo ésta se tiene que dictar en el momento de la audiencia de pruebas y
alegatos, el juez, el secretario y todo el personal del juzgado tendrían que
haber trabajado antes, para que en el momento no haya falla, que estén
los testigos, los peritos, los oficios y todo lo que se requiere, porque no
debemos olvidar que en una sola audiencia se va a resolver un juicio de
esa magnitud. Por otro lado, si bien se dice que debe ser breve y concisa
la sentencia, encontramos, por ejemplo, que en el artículo 81, en cuanto a
los requisitos para las soluciones, las resoluciones y las sentencias, se or-
dena lo siguiente:

Todas las resoluciones sean decretos de trámite, autos provisionales, defi-


nitivos o preparatorios o sentencias interlocutorias, deben ser claras, preci-
sas y congruentes con las promociones de las partes, resolviendo sobre to-
do lo que éstas hayan pedido. Cuando el tribunal sea omiso en resolver
todas las peticiones planteadas por el promovente, de oficio o a simple ins-
tancia verbal del interesado, deberá dar nueva cuenta y resolver las cues-
tiones omitidas dentro del día siguiente. Las sentencias definitivas también
deben ser claras, precisas y congruentes con las demandas y las contesta-
ciones y con las demás pretensiones deducidas oportunamente en el pleito,
condenando o absolviendo al demandado, y decidiendo todos los puntos
litigiosos que hayan sido objeto del debate. Cuando éstos hubieren sido
varios, se hará el pronunciamiento correspondiente a cada uno de ellos.58

Hay que insistir en la letra de la ley, cuando destaca que la sentencia


debe ser clara, precisa y congruente, porque no debemos olvidar que las
partes van a recibir en un solo momento procesal, el de la sentencia, la
solución que en algunos casos será definitiva, si no se apela, y en otros
seguirá otro tipo de procedimiento, que a continuación destacaremos. Sin
embargo, es fundamental que así como señala esta hipótesis, en que las
sentencias sean claras, congruentes, etcétera, debe considerarse que en
materia familiar, es tanto la condena cuanto la absolución del demandado
o el actor, es complicada por todas las implicaciones que esto tiene.
57 Ibidem, p. 258.
58 Ibidem, p. 27.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 113

En el artículo 82 se destaca que no pueden mantenerse las fórmulas an-


tiguas de sentencia, y que hoy “Quedan abolidas las antiguas fórmulas de
las sentencias y basta con que el Juez apoye sus puntos resolutivos en
preceptos legales o principios jurídicos, de acuerdo con el artículo 14
constitucional”.59 En este sentido, el artículo 14 constitucional, que sería
un fundamento trascendente para los juicios orales en el derecho familiar
mexicano, bien sirve en sus diferentes expresiones, para entender que sería
muy importante establecer el juicio oral en esta materia, el cual dice:

A ninguna ley se le dará efecto retroactivo en perjuicio de persona alguna.


Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus propiedades,
posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante los tribunales pre-
viamente establecidos, en el que se cumplan las formalidades esenciales del
procedimiento y conforme a las leyes expedidas con anterioridad al hecho.
En los juicios del orden criminal queda prohibido imponer por simple
analogía, y aún por mayoría de razón, pena alguna que no esté decretada
por una ley exactamente aplicable al delito de que se trata.
En los juicios del orden civil, —en derecho familiar no sería la excep-
ción— la sentencia definitiva deberá ser conforme a la letra o a la interpre-
tación jurídica de la ley, y a falta de ésta, se fundará en los principios ge-
nerales del Derecho.60

Es de sobra conocido que aun cuando la Constitución habla de los jui-


cios del orden civil, en éste, por tradición, se ha incluido al derecho fami-
liar, hoy, al llevar todas estas cuestiones a un juicio oral, se le aplica el
último párrafo en cuanto a que esa sentencia definitiva que dicta el juez
siempre deberá ser conforme a lo que la propia ley señala, y si ésta fuera
omisa, a diferencia de lo penal, debe basarse en los principios generales
del derecho, principios de legalidad en esta materia. Por supuesto, habría
que considerar como otro fundamento, lo que dispone el artículo 4o. de
la carta fundamental, que al referirse a las garantías expresamente en de-
recho familiar habla de la igualdad entre el hombre y la mujer; la libertad
para procrear; el derecho a la salud; al medio ambiente; a la vivienda; los
derechos de los menores y las cuestiones de la familia y, por supuesto, al
patrimonio familiar al que se refiere el artículo 123, fracción XXVIII.

59 Idem.
60 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 150a. ed., México, Po-
rrúa, 2005, p. 15.
114 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

Esa sentencia será fundamental, aun cuando se dicte en una audiencia


de manera verbal, porque se estará, sin formulismos, buscando que se ad-
ministre justicia de acuerdo con la Constitución. Por otro lado, encontra-
mos el artículo 87 del Código de Procedimientos Civiles, que habla de
los términos para dictar las sentencias, en que no debe haber formulis-
mos, y los plazos, en el caso concreto del juicio oral, se debe considerar
una reforma importante. Pero analicemos lo que dice este último artículo:

Las sentencias interlocutorias deben dictarse y mandarse notificar por pu-


blicación en el Boletín Judicial, dentro de los ocho días siguientes a aquel
en que se hubiere citado para dictarse. Las sentencias definitivas deben
dictarse y mandarse notificar por publicación en el Boletín Judicial, dentro
de los quince días siguientes a aquél en que se hubiere hecho citación para
sentencia.
Sólo cuando hubiere necesidad de que el Tribunal examine documentos
voluminosos, a resolver en sentencia definitiva, podrá disfrutar de un tér-
mino ampliado de ocho días más para los dos fines ordenados anterior-
mente.
Tratándose de sentencias de segunda instancia de pronunciamiento co-
legiado, el Ponente contará con un máximo de quince días para elaborar el
proyecto y los demás magistrados con un máximo de cinco días cada uno
para emitir su voto. En el caso que se tengan que analizar documentos vo-
luminosos, el plazo para el Ponente se ampliará en ocho días más para tal
fin. En apelaciones de autos, interlocutorias y dictado de cualquier otra re-
solución de pronunciamiento unitario, el plazo será de diez días.61

En materia de derecho familiar, habría que considerar tanto las interlo-


cutorias cuanto las definitivas y, en su momento, las de segunda instan-
cia, para que haya una administración de justicia pronta y expedita. Estos
plazos de ocho días y quince para las definitivas tendrían que acortarse,
porque en este caso se trata de que en la misma audiencia se tenga que
emitir la resolución; en consecuencia, no sería posible que se hiciera en
estos plazos, si bien en la apelación y otras situaciones será un tratamien-
to diferente. Este precepto tendría que modificarse, incluso en cuestiones
de asuntos voluminosos, que el juez los tomara en cuenta desde antes,
para que el principio de la oralidad, de que en la misma audiencia de la
recepción de pruebas y alegatos se dicte la sentencia, se haga efectivo pa-

61 Ibidem, p. 28.
LOS JUICIOS ORALES EN DERECHO FAMILIAR 115

ra bien de todos, y fundamentalmente, para bien de la familia y sus inte-


grantes.

7. Apelación

Dado que estamos agotando el supuesto de la primera instancia, noso-


tros estaríamos de acuerdo en que la apelación se hiciera de acuerdo con
los términos ordenados en la ley, quizá considerar reducir los plazos, pa-
ra que en la segunda instancia, esto también fuera más efectivo y así, en
las cuestiones federales, hasta el caso del amparo o su revisión, etcétera.
En cuanto a la apelación, el artículo 950 del Código en comento ordena:

La apelación deberá interponerse en la forma y términos previstos por el


artículo 691.
Cuando la tramitación del juicio se haya regido por las disposiciones
generales del código, igualmente se regirá por estas disposiciones por lo
que toca a los recursos; pero en todo caso, si la parte recurrente careciere
de abogado, la propia sala solicitará la intervención de un defensor de ofi-
cio, quien gozará de un plazo de tres días más para enterarse del asunto a
efecto de que haga valer los agravios o cualquier derecho a nombre de la
parte se asesore.62

Aquí, habría que considerar lo que ordena el artículo 691, que en cuanto
a las revocaciones y apelaciones en el título de las apelaciones, en que ésta
se interponga ante el juez, en este caso, debería continuarse en esta forma,
y así el precepto ordena que

La apelación debe interponerse por escrito ante el Juez que pronunció la


resolución impugnada en la forma y términos que se señala en los artícu-
los siguientes, salvo cuando se trate de apelaciones extraordinarias.
Los autos e interlocutorias serán apelables cuando lo fuere la sentencia
definitiva.63

Al respecto, el artículo 693, que cita el trámite de apelación ante el


juez, quedaría en los términos en que está actualmente, que dice cómo
debe tramitarse ante la Sala, por lo que es necesaria la lectura de este pre-

62 Ibidem, p. 259.
63 Ibidem, p. 189.
116 JULIÁN GÜITRÓN FUENTEVILLA

cepto, así como del 704, que menciona la revisión, calificación y térmi-
nos para resolver la cuestión de derecho familiar. Para complementar es-
ta hipótesis, con el artículo 951, que dispone que sólo en el supuesto del
artículo 700 en que se admiten ambos efectos, sentencias definitivas en
juicios ordinarios, autos definitivos que paralicen o ponga término al jui-
cio o sentencias interlocutorias, de acuerdo con lo que dice el 951, siem-
pre el recurso de apelación se admitiría en el efecto devolutivo.64

8. Revocación

En este caso, también propondríamos que se quedara como está la cues-


tión de la revocación en el derecho familiar, como ordena el artículo 952:

Los autos que no fueren apelables y los decretos, pueden ser revocados
por el Juez que los dicta.
Son procedentes en materia de recursos, igualmente los demás previs-
tos en este Código y su tramitación se sujetará a las disposiciones genera-
les del mismo y además de los casos ya determinados expresamente en es-
ta ley, para lo no previsto al respecto, se sujetará a las disposiciones
generales correspondientes.65

Los otros preceptos que hablan de la recusación, de las excepciones


dilatorias, de los incidentes y de las reglas generales que se contemplan
en los artículos 953 al 956, estaríamos de acuerdo en que se queden en
los términos en que están, para la segunda instancia del juicio oral en de-
recho familiar mexicano.

64 Op. cit., p. 259.


65 Idem.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO
FAMILIAR ORAL EN MÉXICO

María Antonieta MAGALLÓN GÓMEZ*

SUMARIO: I. Nota introductoria. II. Construcción del proce-


so. III. Adecuación del proceso. IV. Validez del sistema oral.
V. Conclusión. VI. Bibliografía.

I. NOTA INTRODUCTORIA

El derecho familiar mexicano del nuevo milenio debe orientarse hacia el


nuevo orden global,1 que se materializa tanto en una nueva lógica como
en diversas formas de dominio, con el fin de apuntalar la estructura so-
cial-familiar mexicana, que representa una continua fuerza social sin
fronteras, y con la cual se habrá de fortalecer consecuentemente el poder
del Estado-nación. En el ámbito jurídico de la posmodernidad2 hay una

* Investigadora externa en el Instituto de Investigaciones Jurídicas; especialista en


derecho familiar por la Unidad de Posgrado de la Facultad de Derecho, ambos de la
UNAM, y catedrática de la misma máxima casa de estudios.
1 Hardt, Michael y Negri, Antonio, Imperio, trad. de Alcira Bixio, Buenos Aires,
Paidós, 2002, p. 13. Los autores consideran que la problemática del Estado está determi-
nada en un orden mundial expresado como una formación jurídica, de un poder mundial
supranacional.
2 Barone, Miriam, Globalización y posmodernidad: encrucijada para las políticas
sociales del nuevo milenio, http://www.ubiobio.cl/cps/ponencia/doc/p12.1.htm Época
en donde impera lo fragmentario, lo efímero, lo discontinuo, el cambio caótico, el plu-
ralismo, la coexistencia de mundos o espacios inconmensurables que se yuxtaponen o
superponen entre sí, produciendo esquizofrenia e inestabilidades que impiden proyectar
estrategias de producción de un futuro diferente; haciéndose necesaria la transforma-
ción social con una reconstrucción participativa, reflexiva y crítica de la práctica educa-
tiva y social.

117
118 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

nueva noción del derecho3 que trata de argumentar una superación de los
metarrelatos del siglo XX, y de inscribirse en un nuevo diseño de autori-
dad y de producción de normas e instrumentos legales de coerción, con
los que pretende tanto garantizar el cumplimiento de las obligaciones co-
mo la tutela del orden social. Para lograrlo, reta a los estudiosos del dere-
cho a impulsar la construcción de un sistema jurisdiccional dinámico,
que permita transitar del proceso normativo lento y seguro, a un proceso
veloz y eficaz.
Dicha expectativa surge —entre otros factores— porque el ser huma-
no ha quedado sometido a un ritmo de competencia y vida acelerados,
como efecto del fenómeno de la mundialización,4 la cual le ha impuesto
la necesidad de producir bienes y servicios, utilizando las actuales técni-
cas de información y los sistemas de comunicación, que han adquirido
una nueva dimensión y significación a partir de la existencia de la física
del nanotiempo;5 este fenómeno, en los albores de este nuevo milenio, ha
cambiado la percepción de la dinámica de la vida. Este acontecer ha obli-
gado al hombre a reducir constantemente la duración de los procesos de
adquisición y transformación de los bienes y servicios que requiere, con-
virtiéndose así el factor “tiempo” en un elemento de competitividad es-
tratégico. Asimismo, el individuo debe procurar obtener tiempo del tiem-
po, a fin de desarrollar tanto las actividades que le permitan trascender su
limitada dimensión6 como fortalecer sus relaciones familiares, favore-
ciendo así un entorno familiar óptimo.
Es un reclamo social del presente milenio, el proporcionar a las fami-
lias mexicanas un sistema judicial eficiente, lo que implica que se le per-
mita resolver rápida y eficazmente las controversias habidas entre sus
miembros, así como superar convenientemente los cuestionamientos que
sobre su institucionalidad le desafían los nuevos paradigmas, ya que, co-
3 Hardt, Michael y Negri, Antonio, op. cit., nota 1, p. 26. Los autores señalan que se
trata de una nueva inscripción de la autoridad y un nuevo diseño de la producción de nor-
mas e instrumentos legales de coerción, que garantizan los contratos y resuelven los con-
flictos.
4 Vilar, Sergio, La nueva racionalidad. Comprender la complejidad con métodos
transdisciplinarios, Barcelona, Cairos, 1997, pp. 184-186. Se refiere a una nueva civili-
zación, en la que considera que el tiempo de las nuevas tecnologías significa —para las
escalas temporales humanas— la simultaneidad.
5 Miller K., David, Intervenciones planetarias, http://www.elistas.net/lista/grupo40
/archivo/indice/4541/msg/4538/.
6 Vilar, Sergio, op. cit., nota 4, pp. 98 y 99.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 119

mo apunta Aída Kemelmajer de Carlucci,7 las familias enfrentan un futu-


ro inestable, al ser inexistentes las respuestas a las problemáticas que en-
frentan, tenida consideración de que han cambiado la mayoría de las
preguntas que le son inherentes, al haber abandonado la familia tradicio-
nal, tanto su vieja ocupación de centro de producción como las dos pie-
dras angulares sobre las que se sentaba el edificio de la sociedad: el patri-
monio y el matrimonio.
Por lo anterior, es urgente prestar la debida atención a las nuevas di-
mensiones universalizadoras de transformación que particularmente ex-
perimentan hoy las relaciones familiares que se desarrollan en el mundo,
y que mediante los diversos procesos de globalización se proyectan en
las actuales tendencias secularizadoras y en la transición a la que asiste
nuestra sociedad, y que se revelan en las nuevas figuras jurídicas que
emergen en el ámbito del derecho familiar, suministrando un marco jurídi-
co, el cual es posible interpretar como un síntoma de las modificaciones
que se manifiestan en la constitución de las familias, en sus relaciones in-
ternas, e incluso en su legitimidad y fuentes, poniendo de manifiesto, a la
vez, una serie de factores y problemas culturales, políticos y ontológicos.

II. CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO

El ámbito de reflexión concerniente a la garantía en la ministración de


la justicia pronta y expedita, consagrada en el artículo 17 de la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos,8 estimo requiere un bre-
ve análisis sobre ciertos aspectos de la instrumentalidad del derecho, y
del realismo sociológico,9 con la naturaleza jurídica de la familia, lo que
representa la atención de un problema metajurídico.

7 Kemelmajer de Carlucci, Aída (coord.), El derecho de familia y los nuevos para-


digmas, palabras pronunciadas por la coordinadora en la apertura del X Congreso Inter-
nacional de Derecho de Familia, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 1999, t. I, pp. 12 y 13.
8 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
9 Leclercq, Jaques, Del derecho natural a la sociología, cit. por Recaséns Siches,
Luis, Panorama del pensamiento jurídico en el siglo XX, México, Porrúa, 1963, t. II, pp.
885 y 886. Véase también García-Gallo, y Diego de, Derecho indiano e historia del de-
recho bajo la óptica de “realismo sociológico o sociologísmo jurídico”, consideran que
el análisis sociológico es un auxiliar indispensable para lograr que el derecho cumpla sus
fines, cuyo examen se incluye de modo decisivo en las funciones del jurista. http://www.
monografias.com/trabajos14/garciagallo/garciagallo.shtml.
120 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

Al respecto, puede decirse que cada época ha tenido diversas necesida-


des políticas, económicas y sociales, que estudiosos del derecho han plas-
mado en sus diversas obras, como la del prestigiado juez Oliver Wendell
Holmes,10 quien al cuestionar el formalismo jurídico abrió el horizonte ju-
risdiccional a la interpretación y argumentación jurídicas, legando una
muestra fehaciente del registro del progreso y transformación que ha teni-
do la ciencia del derecho. A la vez, el juzgador en cita señaló que la histo-
ria del derecho es necesaria para el conocimiento de lo que el derecho es,
considerando que las viejas herramientas jurisdiccionales deben adaptarse
a nuevos usos, a fin de que el progreso judicial no resulte lento, y pueda
responder a las nacientes necesidades del hombre.

1. Instrumentalidad del derecho

En el desarrollo del pensamiento jurídico se puede constatar cómo el


derecho ha sido concebido como un instrumento que debe beneficiar al
hombre. Al respecto, José Juan Moreso11 explica cómo Jeremy Bentham
señaló que el derecho debe ser utilizado por el ser humano para conse-
guir los fines que pretende, de conformidad con el principio de utilidad,
al cual consideró como “la maximización de la felicidad”. A la vez, co-
menta que John Stuart Mill12 preconizó que la posteridad recompensará
al nombre de Bentham, tanto por haber intentado ilustrar los principios
jurídicos (secundarios e intermedios) que rigen al principio de utilidad y
por haber establecido el método de investigación con el que se ha cons-
truido la ciencia del derecho, como por haber propuesto la adecuación de
los medios a los fines del derecho (al igual que en cualquier otro arte de la
vida) y por haber perfeccionado el derecho procesal sin comparación po-
sible; comenta que Bentham:

10 Holmes, Oliver W., The Common Law, 45a. ed., trad. de Fernando N. Barrancos y
Vedia, Buenos Aires, Litlle, Brown and Co., Tipográfica Editora Argentina, 1964, p. 45.
Véase también la edición publicada en su idioma original en 1991 por Dover Publica-
tions, Inc., Nueva York, con una introducción de Sheldon M. Novick.
11 Casanovas, Pomepeu y Moreso, José Juan (eds.), El ámbito de lo jurídico. Lectu-
ras de pensamiento jurídico contemporáneo, Barcelona, Crítica/Filosofía, 1994, p. 128.
12 Mill, John Stuart, Observaciones sobre la filosofía de Bentham, cit. por Pomepeu
Casanovas, Moreso José Juan, op. cit., nota 11, p. 153.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 121

Demostró mediante argumentos contundentes y desarrolló e ilustró la ver-


dad de cien formas distintas, que si eliminan la mayor parte de las reglas y
formas artificiales que se usan en todos los países llamados civilizados, y se
adoptan los modos simples y directos de investigación que todos los seres
humanos emplean para determinar los hechos en beneficio de su propio
conocimiento privado, es posible desembarazarse de al menos de un no-
venta por ciento de costes y del noventa y nueve de dilación en los proce-
sos judiciales; no sólo sin ningún incremento sino incluso con asombrosa
disminución de las probabilidades de una decisión errónea (sic).13

A mayor abundamiento respecto al sentido instrumental del derecho,


el maestro José de Jesús Ledesma14 consideró al orden jurídico como una
herramienta básica e insustituible, la cual debe estar al servicio de la per-
sona humana en su vida de relación, y por tanto negó la posibilidad de
que el individuo se subordine y sea sirviente de la ciencia jurídica. Agre-
ga el mismo autor, que en una sana visión filosófica, los fines del dere-
cho deben sujetarse a la obtención de las pretensiones de las personas,
sea que se les contemple en su vida comunitaria o en su existencia
individual.

2. Economía procesal

Acerca de la responsabilidad que tienen los juristas con su sociedad,


cabe destacar el compromiso cumplido por parte de Federico K. von
Savigny,15 quien utilizó la ciencia jurídica para diseñar —de conformi-
dad con las necesidades de su época (siglo XIX)— un procedimiento
tendiente a resolver las controversias surgidas de casos concretos, así
como un sistema de conocimiento teórico global de las categorías jurí-

13 Ibidem, pp. 155 y 156.


14 Ledesma, José de Jesús, “La irrupción del concepto de persona en el pensamiento
occidental y su itinerario hacia el derecho”, en Álvarez de Lara, R. M. (coord.), Panora-
ma internacional de derecho de familia. Culturas y Sistemas Jurídicos Comparados, Me-
xico, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, t. I, p. 8.
15 Savigny, Federico K., Juristische Methodenlehre, cit. por Pomepeu Casanovas, y
Moreso, José Juan (eds.), op. cit., nota 11, p. 12. Véase del mismo autor el vol. IV del
Sistema de derecho romano actual, en el que aborda la temática de la jurisdicción como
parte integrante del derecho público, trad. del alemán por M. Ch. Guenoux y vertido al
castellano por Jacinto Mesía y Manuel Poley y precedido de un prólogo de Manuel Du-
rán y Bas, Madrid, F. Góngora y Cía. Editores, 1879.
122 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

dicas; señalando que sólo la contemplación de la naturaleza (social y su


núcleo primario, especialmente aquella que sufre en su seno los emba-
tes de un litigio familiar) es lo que conducirá a la necesaria implemen-
tación de un método correcto.
Ahora bien, para lograr una construcción procesal adecuada que res-
ponda a las exigencias de la época actual, resulta oportuno señalar que
Rudolf von Ihering,16 en su obra La jurisprudencia de los conceptos,
describió la existencia de una gran disparidad entre procesos, al señalar
que unos son cortos y austeros, a la vez que son rápidos y eficaces, y por
el contrario, hay otros complejos por ser detallados al máximo —como
producto de larga experiencia—, pero interminables, con una riqueza que
se torna en lacra, y una minuciosidad que se convierte en fatalidad; agre-
gando a la vez que es un error el atribuir a las distintas “edades” del dere-
cho tanto los factores de simplicidad como los de aparatosidad e inope-
rancia; por lo anterior, se pregunta Ihering:

¿De qué sirve realizar el derecho de forma eficaz e inapelable, si la lenti-


tud y aparatosidad impiden que el que apela al derecho sólo llega a en-
contrarlo cuando esté en la tumba? [la realización del derecho] debe ser
ineluctable, por ende, regular y eficaz. Por otra parte, debe ser sencilla y
rápida (ya que) cuánto más pesada es una carga, tanto más cuesta aca-
rrearla.17

El mismo autor en cita se cuestiona además “¿qué principios, in-


fluencias, premisas, etcétera, son determinantes a la hora de realizar el
derecho?”, a lo que responde que estos factores se deben buscar tanto
en el ámbito de lo jurídico como fuera de él; refiriendo que son agentes
externos

...la situación cultural, intelectual y moral de la nación, así como su es-


tructura social y, sobre todo, el valor moral que los individuos de un pue-
blo otorgan a la noción de justicia, (de la cual) dependerán la imparciali-

16 Ihering, Rudolf von, Theorie der juristichen Technik, cit. por Pomepeu Casanovas,
y Moreso, José Juan (eds.), op. cit., p. 61. Véase del mismo autor la abreviatura del El es-
píritu del derecho romano, por Fernando Vela, 2a. ed., Madrid, Revista de Occidente,
1962, cuya sección III dedicó al “Arte jurídico”. Incluye un capítulo sobre el procedi-
miento, en el que expone su mecanismo analítico, las acciones y la defensa.
17 Idem.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 123

dad, integridad de los jueces —espejo del pueblo— insobornables y


fieles a sus deberes.18

Vista la dinámica procesal que enfrenta hoy la familia mexicana, se


debe recapacitar junto con Rudolf von Ihering que es necesario imple-
mentar un “método técnico”19 que permita aplicar el derecho con efica-
cia, para dar cumplimiento a la garantía de una ministración de justicia
pronta y expedita; debiendo simplificarse los procesos cuantitativa y cua-
litativamente, ya que cuanto más complejo y oscuro es un derecho, más
se dificulta la compresión del mismo a quien debe aplicarlo, y el facilitar
al jurista la compresión del derecho constituye una cuestión de enorme
interés práctico, que incumbe por igual tanto al juez como a las partes.
El mismo autor en cita propuso la reducción del volumen de la materia
(procesal), al señalar que dicha disminución no debe afectar los resulta-
dos que pudieran obtenerse en el proceso; surgiendo su máxima: “lograr
el máximo con los mínimos recursos posibles”. A la vez, consideró la
conveniencia de que la materia sea comprimida, para facilitar su manejo;
y aprecia tal beneficio, como una ley de economía (procesal). Asimismo,
afirmó que aquel derecho que incumpla el principio de economía proce-
sal referido sucumbirá ante el constante crecimiento de volumen, y pere-
cerá en su propia riqueza; propuso la implementación de los principios
de unión y concentración jurídicas, a la vez de la utilización de la lógica
(consistente en abstraer un principio a partir de fenómenos particulares)
para aglutinar el volumen exterior de una masa jurídica producida por el
derecho positivo, y obtener una situación jurídica determinada.20
La necesidad de observar el principio de una economía procesal
—prevista por Rudolf von Ihering— quedó reconocida en el XII Congre-
so Mundial de Derecho Procesal, celebrado en México en septiembre de
2003, cuando Ada Pellegrini Grinover21 evidenció cómo el procedimien-
to ordinario de conocimiento se ha corroído ante las nuevas posturas, que

18 Ibidem, pp. 61 y 62.


19 Ibidem, p. 66.
20 Ibidem, pp. 66 y 81.
21 Pellegrini Grinover, Ada, “Procedimientos preliminares o sumarios: alcance e im-
portancia”, en Storme M, y Gómez Lara (coords.), XII Congreso Mundial de Derecho
Procesal, Obtención de información y de asunción probatoria. Procedimientos sumarios
y familiares, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, vol. I, pp. 189
y 190.
124 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

refiere están preocupadas por la “efectividad de la tutela jurisdiccional” y


por un “proceso de resultados”. La ponente, a la vez, apreció que dicho
proceso ordinario no desaparecerá, por ser estimado como el más ade-
cuado para dirimir las controversias más complejas, y el capaz de llevar a
las relaciones jurídicas a una mayor estabilidad (con la cosa juzgada); sin
embargo, la oradora también puntualizó que recientemente se ha obser-
vado al modelo de procedimiento ordinario tradicional como inadecuado,
en razón de que no asegura una tutela jurisdiccional efectiva a todas las
situaciones de ventaja; y consideró que por tal inconveniencia no se debe
seguir apreciando tal proceso como la única técnica universal de solución
de controversias, por lo que propuso sustituirlo con otras estructuras pro-
cedimentales más adecuadas y convenientes a la especie del derecho ma-
terial, a fin de evitar el “costo” del proceso —en los casos en que éste no
se justifica— a la vez de asegurar que se cumpla efectivamente la tutela
jurisdiccional, evitando así el abuso del derecho.
Es indispensable repensar el método procesal, a fin de diseñar aquel
que permita resolver con eficacia —sin sacrificar la certeza de imparcia-
lidad y seguridad jurídica— las controversias familiares cotidianas, como
aquellas otras que seguramente habrán de surgir en casos concretos hasta
ahora no contemplados dentro de las categorías tradicionales de nuestro
sistema jurídico; de manera que se permita la autotransformación, a fin
de superar las limitaciones que han existido y de las otras que han venido
apareciendo como consecuencia de la rutinización y burocratización del
proceso judicial familiar.

III. ADECUACIÓN DEL PROCESO

En cuanto corresponde a los problemas de la tradición legislativa y ju-


dicial, refiero brevemente algunos aspectos de lo que la experiencia y re-
flexión jurídica norteamericana del siglo XX ha considerado, y para ello
menciono en primer lugar a Kart N. Llewelyn,22 quien apreció que el in-
terés social es un hecho que se centra en la existencia de factores cultura-
les que existen con independencia del derecho, a la vez que dicho interés
social tiene valor independientemente del orden jurídico, así como que

22 Llewelyn, Kart N., El realismo jurídico norteamericano, cit. por Pomepeu Casa-
novas y Moreso, José Juan (eds.), op. cit., nota 11, pp. 255, 256 y 280.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 125

existe sólo con una finalidad: la protección de los derechos sustantivos, y


su efectividad; resultando que el derecho es el medio para lograr la pro-
tección del reiterado interés social. Por ello, refiere que el derecho es al-
go hecho por el hombre, es algo susceptible de crítica, de cambio, y de
reforma, según los criterios internos del propio derecho —tanto de armo-
nía interna, consistencia lógica de las reglas, partes y tendencias, elegan-
tia juris— como de los criterios externos y más vitales que se encuentran
en la sociedad a la cual el derecho pretende gobernar y servir. A la vez,
comenta que la gente piensa acerca de lo que el derecho es, de lo que re-
sulta que en realidad éste es lo que la gente piensa que el derecho debería
ser, y de ello concluye que cualquier cambio en el derecho es en buena
medida un reflejo del deseo de alguien de producir una diferencia.
En la misma escuela de pensamiento realista, Roscoe Pound23 consi-
deró que para la determinación tanto del objetivo como del objeto mate-
rial del sistema jurídico se deben analizar los medios idóneos que permi-
tan al derecho proteger los intereses comunitarios cuando han sido
reconocidos y delimitados. A la vez, afirma que el derecho —en todos
sus significados— es un asunto práctico, y por ello afirma que toda so-
ciedad civilizada debe ajustar sus relaciones y ordenar su conducta para
resarcir sus demandas; permitiendo que se satisfaga la mayor parte del
esquema general de prestaciones, con el menor gasto y fricciones posi-
bles. Lo expuesto confirma la idea de que la realización de un “proceso...
es necesariamente teleológica, pues sólo se explica por su fin”.24
Ahora bien, para que los procesos familiares en México cumplan los
objetivos que a la sociedad le interesan es necesario reconocer la conve-
niencia de impulsar la economía que la propia naturaleza de los procesos
familiares permita, fortaleciendo así el desarrollo del derecho familiar.
En esta tesitura, se aprecia cómo H. L. A. Hart25 reconoció la trascenden-
cia en el pensamiento innovador del juez Oliver Wendell Holmes, quien
insistió en que tanto el cambio como el desarrollo del derecho se daban
como expresión de “preferencias instintivas y convicciones inarticula-

23 Pound, Roscoe, Mi filosofía del derecho cit. por Pomepeu Casanovas y Moreso,
José Juan (eds.), op., cit., nota 11, pp. 305 y 313.
24 Couture, Eduardo, J., Fundamentos de derecho procesal civil, 3a. ed., México, Ed.
Nacional, 1981, p. 121.
25 Hart, H. L. A., Una mirada inglesa a la teoría del derecho norteamericano: la pe-
sadilla y el noble sueño, cit. por Pomepeu Casanovas y Moreso, José Juan (eds.), op. cit.,
nota 11, pp. 333 y 334.
126 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

das” de los juzgadores en respuesta —como él afirmó— a las “necesida-


des percibidas” de su tiempo. A la vez, reconoció que la protesta del juz-
gador se realizaba para asegurar un reconocimiento consciente de los
poderes legislativos y judiciales que le permitieran la reforma y el cam-
bio reglamentario del derecho, previo un explícito balance de lo que él
mismo calificó como “consideraciones de utilidad social”. Por ultimo,
Hart aseveró que este pensamiento provocó el deseo de superar las divi-
siones estériles, arbitrarias y académicas, y de sustituir el formalismo por
una atención vital y real de la experiencia de la propia vida en su desa-
rrollo, proceso, contexto y función. De tales factores se comprende por
qué el maestro Luis Recaséns Siches26 comentó que Oliver Wendell Hol-
mes heredó del pragmatismo “el temple heroico” lleno de vapor, que im-
pulsa hacia adelante.

1. Limitación al individualismo

La demanda social de proveer protección judicial eficaz hacia los legí-


timos intereses de los grupos familiares, y el reconocimiento de su valor
institucional, está expresada en la conciencia jurídica que superó al indi-
vidualismo y que promueve los valores de solidaridad social en nuestro
ámbito comunitario, impulsando la reforma del formalismo jurídico. Al
respecto, Luis Recaséns Siches27 destacó —como uno de los aconteci-
mientos más importantes en el progreso de la estimativa jurídica de su
tiempo— la obra de Emil Brunner (1943), quien afirmó la precedencia
de los derechos familiares a los del Estado, y la dependencia que tiene el
individuo con respecto a su propia familia. A la vez, con referencia a la
justa construcción del orden jurídico positivo, destacó la limitación que
experimentó el individualismo al reconocer que el sujeto está avocado a
la familia como única agrupación, sin la cual no se hubiera podido pen-
sar la posibilidad de la vida humana; afirma, además, que la familia es la
comunidad originaria que precede incomparablemente en derecho a toda
otra sociedad, incluyendo al Estado. Asimismo, observa que la decaden-
cia de la idea occidental de justicia y la crisis del orden jurídico obligan a

26 Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, p. 596.


27 Ibidem, pp. 761 y 781. Véase del mismo Emil Brunner, La justicia: doctrina de las
leyes fundamentales del orden social, trad. de Luis Recaséns Siches, México, UNAM,
Centro de Estudios Filosóficos, 1961.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 127

proceder a su nueva construcción; observa preliminarmente que una cosa


es conocer los principios y otra cosa es aplicarlos.
Espejo de la adquisición de una conciencia social, es el reconocimien-
to constitucional de la familia, como organización primaria y nodal que
funciona como cimiento de la estructura social y estatal, tal como lo
apunta José Luis Serrano,28 ya que refiere que “la familia... aparece en la
Constitución como tarea de la política social y económica de los poderes
públicos, es decir, como fin de estado (sic)”. Por su parte, Encarna Ro-
ca29 comenta que en todos los ordenamientos jurídicos europeos la pro-
tección a la familia deriva de exigencias constitucionales, y que dicha
protección constituye en realidad una exigencia de un Estado social y de-
mocrático de derecho, que forma el sistema de apoyo a los intereses de
los particulares. En confirmación a los postulados señalados, constata-
mos que la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexica-
nos, en su artículo 4o. dispone que: “...Ésta protegerá la organización y
el desarrollo de la familia”.30 A la vez, el artículo 138 ter del Código Ci-
vil para el Distrito Federal preceptúa: “Las disposiciones que se refieran
a la familia son de orden público e interés social y tienen por objeto pro-
teger su organización y el desarrollo integral de sus miembros, basados
en el respeto a su dignidad”.31
La lectura de ambos preceptos nos permite apreciar que en ambos nu-
merales se da protección a la familia, tanto en lo particular como en lo
general. Por tanto, el orden jurídico le otorga un tratamiento de carácter
tutelar y califica su preceptiva de orden público e interés social, el cual
es “el conjunto de normas jurídicas que combinadas con los principios
supremos en materia política y económica, integran la moral social de un
Estado”.32 Consecuentemente, se debe considerar que el orden público se
encuentra ligado a la idea del interés, orden o moral social, que se integra
por la conjunción de acciones ejercidas por un todo social, que resultan
de la evaluación y jerarquización de principios supremos y valores socia-
28 Serrano, José Luis, “La familia como asunto de Estado. El matrimonio como dere-
cho del ciudadano”, El derecho y la familia, España, Revista de la Facultad de Derecho
de la Universidad de Granada, 3a. época, núm. 4, 2001, p. 55.
29 Roca, Encarna, “Globalización y derecho de familia. Los trazos comunes del dere-
cho de familia en Europa”, op. cit., nota 29, p. 25.
30 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
31 Código Civil para el Distrito Federal.
32 Magallón Ibarra, Jorge Mario, Instituciones de derecho civil, México, Porrúa,
1987, t. I, p. 155.
128 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

les sostenidos por la conciencia social, la cual se constituye en su propia


ley y en la característica que determina y moldea la vida del ser humano,
otorgándole una identidad.
A mayor abundamiento, debe señalarse que Demófilo de Buen33 con-
sideró a la moral social como un hecho de trascendencia normativa, y a
la conciencia colectiva como la voz que nos marca el camino; y por tan-
to, el hecho de que la ley fundamental reconozca a la familia dentro de su
preceptiva implica que la interpretación y aplicación del derecho familiar
tienen que realizarse de conformidad y con apego al texto constitucional.

2. Tutela de los valores familiares

La instrumentalidad y teleología del derecho deben permitir la cons-


trucción de un sistema jurídico familiar eficaz, que tutele principalmente
los valores que dan cohesión y certidumbre a los vínculos familiares, tal
y como se observa en la concepción jurídica del brasileño Miguel Reale34
(contraria a la de Kart N. Llewelyn sobre la independencia del interés del
derecho), quien al concebir al propio derecho como una unidad tridimen-
sional en la que refiere participan el hecho (como elemento fáctico del
que se ocupa la sociología del derecho), la norma (criterio del que se
ocupa la teoría del derecho) y el valor (componente axiológico de la esti-
mativa jurídica) consideró la necesaria integración del conocimiento jurí-
dico —ante la imposibilidad de abstraer cada uno de sus tres elementos,
sin razonar sus vínculos con los otros dos componentes— y puntualizó
que el valor es el elemento principal del concepto de derecho, aunque su
tridimensionalidad obligue a yuxtaponer sus conclusiones particulares.
Con respecto a la axiología jurídica en comento, se debe tener presente,
a la vez, la concepción iusnaturalista de Johannes Messner,35 quien sostu-
vo que el derecho tiene su fundamento en la naturaleza ética del hombre
y en las responsabilidades morales que ella le origina para el cumpli-

33 Buen, Demófilo de, La moral en el derecho civil, México, UNAM, Facultad de


Derecho, 2003, p. 12.
34 Reale, Miguel, Teoría tridimensional del derecho. Una visión integral del dere-
cho, trad. de Ángeles Mateos, Madrid, Tecnos, 1997, pp. 69 y 70, cit. por Torre Martí-
nez, Carlos de la, La recepción de la filosofía de los valores en la filosofía del derecho,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, pp. 302, 303 y 309.
35 Messner, Johannes, cit. por Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, t. II, pp. 804
y 805.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 129

miento de los fines de la misma naturaleza, y observa que tal ética es in-
variable, por lo que concluye que los principios jurídicos más generales
no dependen de la época, ni están condicionados por ésta, y agrega que
en tanto los fines esenciales del hombre y las responsabilidades morales
que le están vinculada dejen un espacio amplio para los propósitos perso-
nales y sociales, se constituyen éstos en una exigencia básica del derecho
natural. Por ello, asevera que en tanto que aquellos principios sean cum-
plidos, no se debe impedir a ningún pueblo que configure su vida social
como desee. Agrega que al derecho natural pertenecen esencialmente
tanto la validez intemporal de sus principios esenciales como el condi-
cionamiento histórico de su realización; afirma que el derecho puede rea-
lizarse en formas históricas, es decir, de maneras muy diversas y cam-
biantes, y que por ello está sometido al desarrollo o evolución tanto en lo
tocante a la conciencia ético-jurídica como también en cuanto a las for-
mas efectivas del derecho. Para demostrar lo primero invoca a Tomás de
Aquino, al considerar que la razón humana progresa “naturalmente” des-
de lo imperfecto a lo más perfecto, y para acreditar lo último exige en
particular aquello que corresponde mejor a la utilidad o al bien de todos
en las instituciones sociales.
Por último, Messner comenta que es necesario buscar la razón profun-
da de la evolución de la conciencia y de las formas jurídicas, en cuanto
que es una función esencial y básica de todo derecho el crear condiciones
para la realización del bien o de su utilidad, esto es: hacer posible el
cumplimiento de todas las responsabilidades que se fundan en los fines
de la vida humana. Al mismo respecto, agrega que dicho bien o utilidad
constituye la tarea fundamental del derecho en sus tres sentidos: 1. Como
orden y paz de la sociedad, mediante la seguridad jurídica; 2. Como el
bien común en tanto su participación proporcional de todos los grupos
sociales en el desarrollo de la cooperación social, y 3. Como progreso
cultural, al dar cumplimiento cada vez más fructífero a las otras dos ta-
reas precedentes. De lo anterior, el repetido autor advierte que esa utili-
dad o ese bien está determinado de un modo objetivo, porque deriva de
los fines esenciales de la vida; sin embargo —a la vez— comenta que el
cumplimiento de esas tres tareas presupone un conocimiento que se de-
senvuelve constantemente sobre lo establecido de modo general, para el
bien común, y —consecuentemente— sobre su virtual realización.
Tenida consideración de que en las familias se aprehenden el orden y
la paz, la fraternidad y el desarrollo que trasciende en bienestar social;
130 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

cumpliendo así la responsabilidad de fundar una sana conciencia de la


vida humana en sociedad, resulta inaplazable procurar la protección al
valor de la familia como el elemento primario del derecho familiar. Por
ello, la familia mexicana debe aprobar o reprobar los intereses y valores
individualistas que impidan la obtención de los fines y valores que ésta
misma conlleva en su naturaleza, ya que ella misma es trascendida en el
actuar de los individuos. Asimismo, la comunidad debe responder a la je-
rarquía de valores que se expresan y conforman como el orden público e
interés moral o social.

Orden social

El sistema de impartición de justicia familiar debe evolucionar al rit-


mo que la dinámica moral transforma al interés social, a fin de proteger
el carácter institucional de la familia. Se puede apreciar que la moral es
parte integrante del interés y del orden social, tal como lo expresó Mauri-
ce Hauriou en su obra Derecho público y constitucional:

El orden social de los pueblos civilizados es un individualismo ligado a


la ley moral, porque es individualismo desfalleciente. La ley moral, apo-
yada en un conjunto de ideas religiosas y filosóficas, es un factor inte-
grante del orden social, con los mismos títulos que la conciencia indivi-
dual y que el instinto gregario. El orden social civilizado es un equilibrio
de tres elementos. Si no fuese más que un equilibrio de dos elementos
—la conciencia individual y el instinto gregario— podría vacilarse al de-
terminar cuál de ellos predomina sobre el otro. Pero el tercer elemento
—la ley moral— arroja su peso en la balanza, a favor de la civilización,
en el platillo del individualismo. El orden social de los pueblos civiliza-
dos será, pues, individualista, con la reserva de un freno moral reforzado
con un freno jurídico.36

Dentro del estilo del autor en cita, encontramos además que el tercer
elemento antes considerado se determina o define a sí mismo como ley
moral o como institución, en virtud de que el mismo autor designa a la

36 Hauriou, Maurice, Principios de derecho público y constitucional, 2a. ed., Madrid,


Reus, p. III.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 131

institución como “todo elemento de la sociedad cuya duración no depen-


de de la voluntad subjetiva de individuos determinados”.37
En cuanto a la permanencia de una institución, el autor en cita aprecia
que es imposible destruirla, y la compara con las congregaciones religiosas
o los sindicatos profesionales, que considera surgen como cuerpos espon-
táneos y renacen igual que la hidra mitológica del Lago de Lerna.38 A la
vez, el maestro Luis Recaséns Siches39 aprecia que dichas instituciones
unen a su capacidad de duración, un poder de adaptación a las condiciones
nuevas de la vida con las que evolucionan al compás de las exigencias de
los hechos, logrando que la transubstanciación se produzca por la penetra-
ción de una idea objetiva —de la empresa a cumplir y de la justicia— en
un medio social, y que —a la vez— encuentra su soporte en el estableci-
miento de los equilibrios objetivos puestos al servicio de la idea.
Contraria a la concepción de permanencia de las instituciones, Sergio
Vilar comenta que cualquier realidad está sometida al principio de una
dinámica histórica (duraciones o temporalidades específicas), y afirma
que todo acabará siendo destruido por los engranajes del tiempo, al cabo
de unos pocos años o al término de millones de siglos, a la vez que con-
sidera cómo los conceptos de evolución, crecimiento, transformación y
otros análogos están ligados a unas y otras temporalidades, y que al ob-
servar cualquier realidad es indispensable tener en cuenta que en una u
otra medida nos proyectamos en ella. Por estas razones, el autor citado
invita a adquirir una conciencia planetaria,40 la cual —señala— ha de
considerar como propio el problema específico o aparentemente particu-
lar de la más pequeña de las partes o del pueblo menos influyente, lo que
refiere debe ser exigible a todo funcionario de las nuevas instituciones
supranacionales.
De las consideraciones expuestas puede apreciarse que se ha aposta-
do por la indestructibilidad de la familia, que se realiza jurídicamente
en nuestro medio social al ser aceptada voluntariamente por la mayor
parte de los individuos que conforman la sociedad, a través del someti-
miento y convencimiento propios; sin embargo, los efectos de la mun-
dialización están transformando y fragmentando a la institución fami-

37 Ibidem, p. 83.
38 Ibidem, p. 84.
39 Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, t. I, pp. 121 y 122.
40 Vilar, Sergio, op. cit., nota 4, p. 161.
132 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

liar, y por ello se le debe proteger con un sistema judicial firme y eficaz
que le permita mejorar las condiciones de vida de sus miembros y el
cumplimiento de los altos valores morales que la conciencia social exi-
ge a los jueces y a los enjuiciados, antes de que enfrentemos los estra-
gos de su posible quebrantamiento.
A la vez, debe precisarse que la ministración de la justicia familiar no
debe quedar sometida al arbitrio de tradiciones particulares, así como
tampoco debe residir en la voluntad subjetiva de los individuos ni en la
de los legisladores o en la de determinados individuos conformados en
grupos minoritarios, sino que debe determinarse de conformidad con la
propia naturaleza de las normas de orden público, es decir, del interés ge-
neral, del bien común y de las buenas costumbres, lo cual es y debe ser el
bien jurídico e interés superior a tutelar.

IV. VALIDEZ DEL SISTEMA ORAL

Tal como lo hemos expuesto, el fin jurídico aquí considerado resulta


ser tanto la justa protección jurídica de la institución de la familia como
la construcción de un proceso eficaz, que responda a la exigencia del or-
den social que aún se realiza en la propia familia, utilizando las bondades
de algunos principios procesales. Al efecto, es destacable cómo Félix S.
Cohen41 halagó la delimitación de la sociología jurídica de Ehrlich y el
análisis que éste realizó sobre el vacío existente entre el “derecho en los
códigos” y el “derecho en acción”, al considerar que las leyes y decisio-
nes deben su fuerza a acuerdos sociales. A la vez, comenta que a fin de
determinar cuándo las normas establecidas por el derecho han perdido
sus raíces sociales, y se hallan en situación de sucumbir, Ehrlich desarro-
lló una técnica, señalándola como una buena medicina tanto para los for-
malistas como para los realistas atomísticos, que contemplan el derecho
como producto de presentimientos judiciales.
Por su parte, Luis Recaséns Siches,42 al referirse al mismo pensamiento
de Ehrlich, comenta que los intereses no hallan expresión en las normas
jurídicas generales, y que los códigos contienen principalmente reglas ge-

41 Cohen, Félix S., Recensión de los principios fundamentales de la sociología del


derecho de Eherlich, cit. por Pomepeu Casanovas y Moreso, José Juan (eds.), op. cit.,
nota 12, pp. 324 y 325.
42 Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, t. I, pp. 105-107.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 133

nerales formuladas de modo abstracto. De ello, advierte que es necesario


otorgar a cada caso la protección congruente con él mismo, y “captar” la
auténtica índole de los intereses en cuestión, considerando que ello sólo
puede lograrse cumpliendo el principio de inmediación procesal.

1. Algunos principios de los procesos escriturario y oral

A fin de acceder a una construcción procesal familiar dinámica y


congruente con el reclamo social de justicia, los procesalistas estudian
las diferencias entre los principios que caracterizan los procesos escri-
tos tradicionales, y los orales, como factores categóricos que deben me-
ditarse para asegurar la ministración de una justicia pronta y expedita
en los litigios familiares; asímismo, que dichos agentes implican que
cada uno de estos procesos posea sus ventajas, requerimientos, cientifi-
cidad y manifestación procesal.
Al respecto, Roland Arazi43 explica que en la forma en que se exterio-
rizan los actos procesales de las partes, del tercero, y del tribunal, se dará
la forma escrita u oral del procedimiento. A la vez, el autor en cita co-
menta que un proceso oral —por lo general— no puede prescindir de
cierto grado de escritura, y de la misma manera, apunta que uno escrito
no puede dejar de lado cierta oralidad, por lo que considera que no exis-
ten procesos orales y escritos que sean puros; destaca que la oralidad pre-
senta la ventaja de que el procedimiento es más rápido, mientras que el
escrito desarrolla un mayor grado de seguridad, pero también ocupa un
mayor tiempo de reflexión tanto a las partes como al propio juez.
A mayor abundamiento, José Ovalle Favela44 —citando a Gustav De-
melius— refiere que el momento central del proceso, en el sistema oral,
viene a ser la audiencia y, en ésta —como en todo el proceso— corres-
ponde al juzgador un papel relevante, que sólo los jueces de gran prepa-
ración, inteligencia y honradez pueden desempeñar. Por su parte, Piero
Calamandrei dice que para saber si en un procedimiento predomina la es-
critura o la oralidad, el momento clave que se debe tener presente es el
de las deducciones de las partes:

43 Arazi, Roland, Elementos de derecho procesal. Parte general, 2a. ed., Buenos Ai-
res, Astrea, 1991, pp. 149-152.
44 Ovalle Favela, José, Derecho procesal civil, 7a. ed., México, Harla, 1980, p. 11.
134 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

...si la escritura es la forma necesaria de las deducciones, en el sentido de


que el órgano judicial no puede tener en cuenta las mismas sino en cuanto
sean presentadas por escrito, se dirá que el procedimiento se inspira en el
sistema de la escritura; cuando las deducciones sean válidas, aun cuando
se presenten en forma oral, entonces se dirá que en el procedimiento pre-
domina el sistema de la oralidad.45

Por último, con respecto a las ventajas que ambos procesos jurídicos
ofrecen a los justiciables, Giuseppe Chiovenda46 señala que en la mate-
ria es necesaria la reunión de todas las actividades procesales (que es-
tán dirigidas a la instrucción de la causa: pruebas y discusión de las
pruebas) en una sola sesión o en limitado número de sesiones, en todo
caso próximas unas de otras; señala que se denomina concentración al
principio con el que se aproximan los actos procesales en el tiempo y
en el espacio, y al carácter opuesto lo llama el de la descentralización o
del fraccionamiento.
Asimismo, el autor en cita asegura que el proceso oral requiere la
presencia del principio de inmediación; explica que al no quedar cons-
tancia en actas de las declaraciones realizadas por los llamados a juicio,
el juez tendrá que presidir fatalmente la o las audiencias; a la vez que
será necesario aplicar el principio de concentración, de modo tal que se
reúnan todas las pruebas en una sola audiencia o en unas cuantas fija-
das sucesiva y próximamente entre sí, aunadas al momento del dictado
de la sentencia. Asimismo, comenta que el proceso oral precisa del
principio de inmutabilidad del juez que presidirá la(s) audiencia(s) y
del que dictará la sentencia. A la vez, afirma que será necesaria la ins-
tancia única, ya que en caso de admitirse la revisión de la sentencia, el
tribunal superior carecería de los elementos probatorios que el inferior
tuvo en cuenta para fallar, salvo que la segunda instancia sólo se estable-
ciera estrictamente para el examen de la aplicación del derecho. Por últi-
mo, agrega que —al contrario de lo expuesto— el proceso escrito, para
ser eficaz, necesita fundamentalmente de la inmediación en la etapa pro-
batoria, no en cambio la identidad del juez, ni la inapelabilidad de la sen-
tencia, entre otros factores.

45 Calamandrei, Piero, Derecho procesal civil, México, Editorial Pedagógica Iberoa-


mericana, 1996, p. 72.
46 Chiovenda, Giuseppe, Instituciones de derecho procesal civil, 2a. ed., Madrid,
Editorial Revista de Derecho Privado, 1948, vol. I, p. 54.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 135

Del mismo modo, Giuseppe Chiovenda47 explica que el principio de


inmediación tiende a asegurar que la relación del juez con las personas
y cosas que interesan al proceso sea inmediata, lo más próxima posible y
sin intermediación; considera la exigencia de que el órgano se halle en
estrecha vinculación personal con las partes y reciba sus alegaciones y
aportaciones probatorias desde el principio del proceso, para que pueda
así conocer en toda su extensión el material sobre el cual habrá de pro-
nunciarse.
Visto que la perspectiva científica debe estar en continuo progreso, a
la vez de que no hay ni procesos orales ni escritos puros, se posibilita la
adecuación (según nuestra idiosincrasia) e implementación de un proceso
seguro y eficaz que permita resolver con prontitud los litigios familiares
que se presentan diariamente ante las instancias judiciales; destaca cómo
Chiovenda refirió que la cientificidad jurídica, al ensanchar constante-
mente su horizonte, se ve obligada a aumentar el campo de lo teórica-
mente admisible; también señala que en ese caso la jurisprudencia sólo
tiene como alternativa el someter el dogma reinante a lo nuevo, o modifi-
car los conceptos y proposiciones válidos hasta el punto de dar cabida a
lo desconocido, o a encontrar un aspecto que permita integrar lo ignora-
do en el dogma; comenta además que los romanos clásicos fueron maes-
tros consumados en el arte de conciliar las novedades prácticas con la
teoría antigua.
Los principios que rigen el proceso oral permiten construir un sistema
oral de ministración de justicia familiar seguro y eficaz, por lo que es
menester que todas las instancias públicas y privadas estudien la forma
adecuada de implementarlo, a fin de evitar mayores fricciones entre los
familiares que se encuentren en litigio, favorecidas por un cierto precio-
sismo procesal y su consecuente lentitud, y que en muchos casos permite
la preparación de recursos procesales retardatarios de la justicia; siendo
los menores de edad, las principales víctimas del sentimiento de impo-
tencia que se genera en sus progenitores, lo que redunda en una crisis fa-
miliar que impedirá que se cumplan de manera óptima los fines que legi-
timan su protección jurídica. En este punto cabe señalar lo que el mismo
Sergio Vilar48 advierte sobre la visión negativa de Cornelius Castoriadis
al indicar el riesgo al dominio de la apatía, del desánimo y del disgusto

47 Ibidem, p. 95.
48 Vilar, Sergio, op. cit., nota 4, p. 152.
136 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

manifiestos de una sociedad que se percibe en una creciente crisis envol-


vente, agravada por las actitudes políticas, que entrañan un riesgo mayor
de suscitar el entusiasmo por un salvador.
Visto que en la familia se da la génesis de la vida comunitaria (a pesar
de que ésta asiste a la secularización de los valores tradicionales) y que
en la misma todavía se cumplen los fines que legitiman su protección ju-
rídica, y para la cual no se ha encontrado sustituto comparable, es obliga-
ción de la comunidad jurídica, adaptar y superar la metodología procesal
compleja que se prolonga en el tiempo, y que por las dilaciones procesa-
les extenúa a los miembros de las familia que se encuentran en litigio, a
fin de cumplir la garantía constitucional de ministración de justicia pron-
ta y expedita.

2. Fenómeno social

Con respecto a la vigencia efectiva de un sistema jurídico, Luis Reca-


séns Siches49 —al criticar la norma fundamental propuesta por Kelsen
(siglo XX)— afirma que ésta no es expresión de su intrínseca justicia, si-
no que es consecuencia de su positividad, de su facticidad, y de su efecti-
vidad; agrega que todo el edificio jurídico descansa sobre “aquella reali-
dad social, que constituye la instancia suprema de decisión colectiva”. A
la vez, con respecto a la percepción de validez y obligatoriedad del de-
recho realizada por Gustav Radbruch, el mismo maestro invocado co-
menta que si el fin o el ideal jurídico, y los medios para alcanzarlo fue-
ran algo que pudiera fijarse con absoluta precisión científica —a salvo
de toda discusión— entonces habría que proclamar irremisiblemente
que sólo tiene validez el derecho natural reconocido por la ciencia, y
complementa que ante él, debería retroceder el derecho positivo discor-
dante, como ante la verdad debe perecer el error.
Recaséns Siches añade que el derecho es regulación de la vida común
con arreglo a un principio de justicia, y que la seguridad y certeza jurídi-
cas son el fin inmediato que dotan a la vida social de una instancia deci-
siva; asevera que el derecho cumple el fin de la justicia sólo cuando es
justo, y el de la seguridad y certeza jurídicas lo realiza siempre, por el
mero hecho de ser positivo; crea con ello un estado de orden y seguridad

49 Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, t. II, pp. 207, 208, 239 y 240.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 137

que representan la paz y el orden. Destaca asimismo que la seguridad no


implica una atribución incondicionada de rango preferente sobre la justi-
cia, ya que el derecho debe servir siempre a la justicia, y que la seguridad
debe ir acompañada del poder, y por ello advierte que si el ideal jurídico
precisa sacrificar preceptos de justicia en holocausto a la seguridad, o vi-
ceversa; seleccionando una, se debe escoger con arreglo al fin del orden
jurídico, el mal menor (como ocurre en el caso de Shylock expuesto por
W. Shakespeare en El mercader de Venecia). Aprecia, consecuentemen-
te, que la filosofía del derecho puede sacrificar la seguridad, el orden y la
paz, a la abolición de la injusticia, cuando ésta sea tan grave que desnatu-
ralice el valor del fin jurídico.
Por su parte, Edgar Bodenheimer,50 al analizar los problemas de un or-
den social justo, señala la necesidad de reconocer que en algunos casos los
requerimientos de eficacia y de adecuación de la justicia pueden presentar-
se con dimensiones tan imperativas, que no deben ser ignorados por los le-
gisladores y los ejecutores del derecho, ya que en tales opciones los órga-
nos jurídicos se deben guiar por la voluntad de que se cumplan los
mandatos de eficacia con el menor detrimento posible de la justicia. En es-
te orden de ideas, se debe agregar que el propio Hans Kelsen51 —quien
particularmente demostró tener gran capacidad de diálogo con quienes
sostenían tradiciones distintas a la propia— consideró que la satisfacción
de las necesidades derivadas del derecho primario de la vida —y las cuales
el ser humano las obtiene de manera natural a través de lo provisión fami-
liar— constituyen la seguridad del orden social:

La felicidad que un orden social puede asegurar, sólo puede ser felicidad
en el sentido colectivo, es decir, la satisfacción de ciertas necesidades,
reconocidas por la autoridad social como necesidades dignas de ser satis-
fechas, como son las de tener alimentos, vestidos y viviendas. Pero ¿cuá-
les son las necesidades humanas dignas de ser satisfechas, y cuál es su
jerarquía? 52

Con respecto al problema de la justicia y los medios para alcanzarla, a


pesar de que el mismo Kelsen aseveró que en muchos casos no tenemos

50 Recaséns Siches, Luis, op. cit., nota 9, t. II, p. 708.


51 Kelsen, Hans, cit. por Pomepeu Casanovas y Moreso, José Juan (eds.), op. cit., no-
ta 11, p. 131.
52 Ibidem, p. 204.
138 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

la experiencia adecuada que nos permita establecer cuál es la mejor for-


ma de alcanzar los fines sociales, que frecuentemente están determinados
por juicios subjetivos de valor, y que todo sistema de valores conforma
un fenómeno social, por lo que dicho problema no siempre puede ser ra-
cionalmente resuelto; sin embargo, hemos constatado que el derecho es
un instrumento que debe orientarse al servicio del bien común, y que por
ello está revestido con principios jurídicos que permiten una construc-
ción procesal responsable de la necesidad de obtener la justicia que recla-
ma la sociedad actual: segura y eficaz.
Es de destacarse que el mismo Hans Kelsen53 consideró que si el or-
den jurídico en conjunto es eficaz, existe una mayor probabilidad de que
los tribunales efectivamente decidan cómo deben hacerlo, asegurando la
paz social. A la vez, explica la importancia de crear un orden jurídico
que reduzca la posibilidad de que se generen fricciones entre las partes,
para que sea duradero:

...sólo un orden jurídico… que produzca una transacción tal entre los in-
tereses opuestos como para minimizar las posibles fricciones, tiene pro-
babilidades de una existencia relativamente duradera. Sólo tal orden es-
tará en condiciones de asegurar la paz social a sus ciudadanos sobre una
base relativamente permanente.54

En este último punto cabe ser solidaria con la pregunta que se formula
Magdalena Espinosa Gómez:55¿hasta dónde es la justicia una tarea exclu-
siva del derecho?, ya que hoy por hoy en México, al exigirse un Estado
de derecho, se reclama la “injusticia sentida”.
La comunidad que otorgue a la familia su justo valor debe confirmar,
reprobar o solicitar la desmitificación del formalismo jurídico, a fin de
que fluya la necesaria adecuación de sus normas, para atenderla y prote-
gerla, de conformidad con la movilidad permanente en que se encuentra
la sociedad, que —a la vez— modifica sus estándares de estructuración
social, moral y, por ende, jurídica; así como que se dé estricto cumpli-
miento a lo ordenado por el artículo 17 de la ley suprema.

53 Ibidem, pp. 204, 205 y 212.


54 Ibidem, p. 208.
55 Espinosa Gómez, Magdalena, “Qué es y para qué sirve el derecho”, en Cáceres, E.
et al. (coords.), Problemas contemporáneos de la filosofía del derecho, México, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2005, p. 167.
APROXIMACIÓN A UNA CONSTRUCCIÓN DEL PROCESO FAMILIAR 139

Atender las necesidades básicas de la justicia familiar implica recono-


cer que la base fundamental de la sociedad y del Estado es precisamente
la familia; y por ello la legislación, la doctrina, y la sociedad en su con-
junto, al reconocer la naturaleza institucional de la familia perteneciente
al orden público, y al interés social, demanda la construcción de un pro-
ceso moderno, apoyado con las nuevas técnicas de comunicación e infor-
mación, que permitan el mejor aprovechamiento del tiempo de todos los
entes involucrados en la ministración de la justicia, y que a la vez posea
la calidad jurídica y moral capaz de atender con justicia los procesos
familiares que se presentan diariamente en nuestra comunidad.

V. CONCLUSIÓN

Tenida consideración de que la familia ha sido y es la institución que


funge como cimiento de la civilización, y que, a la vez, las nuevas con-
cepciones y normatividad que regulan la vida íntima de la familia mexi-
cana son reflejo del nuevo orden mundial que desafía su permanencia so-
cial, resulta exigible a toda conciencia la búsqueda de los mecanismos
jurídico-procesales que fomenten y tutelen el fortalecimiento de su es-
tructura y el cumplimiento de sus funciones, ofreciendo soluciones jus-
tas, prácticas y eficientes a las desavenencias que se someten a la juris-
dicción.
Es posible y necesaria la construcción de un proceso familiar moder-
no, observando tanto los principios procesales que permitan resolver
con eficacia las controversias familiares, como la protección del orden
público, para el debido cumplimiento del interés social, de manera que
se prevenga la ineficacia, y se supere la rutinización y burocratización
que favorecen la desintegración de los valores y lazos afectivos de los
miembros de la familia que se encuentran en litigo, procurando una efi-
caz coerción destinada a reconstruir el equilibrio familiar y su justicia.
Se debe confirmar, repro bar o solicitar la desmitificación del for-
malismo jurídico familiar, a fin de que fluya la necesaria adecuación
de sus normas procesales, y se dé estricto cumplimiento a lo ordenado
por el artículo 17 de la ley suprema, para asegurar la abolición de la
injusticia.
140 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

VI. BIBLIOGRAFÍA

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142 MARÍA ANTONIETA MAGALLÓN GÓMEZ

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2. Legislación

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.


Código Civil para el Distrito Federal.
ALGUNAS PROPUESTAS PARA LOGRAR
LOS BENEFICIOS DE LA ORALIDAD
EN LOS PROCEDIMIENTOS FAMILIARES

Gabriel MORENO SÁNCHEZ*

SUMARIO: I. Nota introductoria. II. La oralidad y algunas


de sus manifestaciones diarias en los procesos familiares.
III. La oralidad en algunas normas procedimentales familia-
res. IV. La oralidad en algunos estudios de derecho proce-
sal. V. Propuestas concretas para lograr los beneficios de la
oralidad en el proceso familiar. VI. Bibliografía.

I. NOTA INTRODUCTORIA

La oralidad ha sido vista en los últimos años como una de las respuestas
acertadas a la exigencia de la expeditez en la administración de justicia, y
particularmente para encontrar en los procesos familiares la celeridad de-
seable en la solución de controversias jurídicas de esta índole. Sin em-
bargo, la oralidad no es el remedio absoluto: no puede englobarse en ésta
la solución a todos los problemas que dificultan la sencillez, la rapidez,
el bajo costo y, finalmente, la solución de conflictos familiares, que re-
quieren de la intervención de la autoridad jurisdiccional bajo las exigen-
cias mínimas de seguridad y certeza jurídicas.
La oralidad plantea problemas concretos en los que podemos encon-
trar más dificultades que alternativas para lograr sus beneficios en la so-
lución de los problemas a resolver en los procesos familiares.

* Catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de


México; miembro del Colegio Nacional de Profesores de Derecho Procesal, A. C.; miem-
bro del Instituto Mexicano de Derecho Procesal, A. C.

143
144 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

En estas breves líneas partiremos de un análisis enteramente social,


tratando de encontrar la diaria realidad de los procesos orales, para, en
segundo término, analizar algunos textos legales sobre este fenómeno, a
fin de arribar al ámbito conceptual, y así, desde el estudio de lo que la
verbalidad es en la realidad puramente social, qué debe ser en apego a las
normas vigentes y cuáles debieran ser sus manifestaciones diarias para
estar en aptitud de encontrar sus reales beneficios.
Este sencillo orden en el análisis nos lo impone la consideración míni-
ma de analizar el fenómeno desde tres ángulos (el social, el normativo y el
doctrinal), para advertir algunas diferencias de los fenómenos sociales con
el texto de la norma y con las consideraciones sistemáticas de los estudio-
sos del proceso; en qué momentos se unen y en cuáles se distancian. En
sentido figurado, si los tres planos coinciden, estamos en el punto de la
idealidad; entre más se distancien, tendremos un triángulo cada vez de ma-
yores dimensiones. Se observará entonces que no todas las respuestas se
encuentran en la implementación de procedimientos familiares orales, sino
que resulta imprescindible precisar cuáles son los otros problemas que im-
piden la expeditez deseable en todos los procesos familiares.
Comenzaremos así, con el análisis social del proceso familiar, para
tratar de avistar los demás factores que se relacionan con la oralidad, pe-
ro que evidentemente no están comprendidos dentro de ésta, para perca-
tarnos de aquello en lo que la oralidad puede ser un instrumento muy efi-
caz, porque si de lograr la expeditez en el proceso familiar se trata,
muchos otros son los elementos que debemos considerar.

II. LA ORALIDAD Y ALGUNAS DE SUS MANIFESTACIONES DIARIAS


EN LOS PROCESOS FAMILIARES

¿Cuántos matrimonios que debieran separarse no lo están, y cuántos


de los que han roto no debieron hacerlo? Y, sin embargo, pasaron por el
proceso de disolución sin ayuda ni orientación, y quizá nunca entendie-
ron la participación que tuvieron los elementos inconscientes que moti-
varon su conducta, su relación y su fracaso, los que no por involuntarios
menos dañinos y por inconscientes menos trascendentes. Tal parece que
aún falta mucho para que nuestra sociedad eduque en el camino de la ra-
zón, de cara a la verdad y sin temores; que se instrumente de la riqueza
del conocimiento que procura el devenir humano. Qué lástima que en
materia de matrimonio, siendo tan antigua la humanidad, sea tan igno-
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 145

rante, que tengamos tanta experiencia como desconocimiento, y por ello


aún continúen produciéndose elevados índices de conflicto que terminan
en separación e influyen nuevamente en la próxima generación.1
Sin pretender circunscribir el proceso familiar únicamente a los proble-
mas de disolución del vínculo matrimonial, estimamos que es, para desfor-
tuna social, una de las controversias más frecuentes a dirimir por los órga-
nos jurisdiccionales de lo familiar.
Hace pocos días, a inicios de diciembre de 2006, acudió a mi despacho
una mujer que, angustiada, me comentaba de su gran temor por no encon-
trar solución a los problemas graves de enfrentamiento constante e invaria-
ble con su cónyuge: la comunicación era nula, dormían en habitaciones di-
ferentes, e incluso el cónyuge varón se había postrado en la que servía
antes de habitación conyugal, sin dejarla entrar. Los problemas de violen-
cia se daban en cuanto trataba de encontrarles una solución, y los hijos, de
aproximadamente diez y doce años de edad, sufrían desde muchos meses
antes el maltrato, la falta de convivencia de su padre y su madre, y final-
mente estaban padeciendo los estragos de un hogar que en su esencia amo-
rosa se había fracturado, y cuya permanencia en ese estado anómalo, más
daños e incluso hasta malformaciones en la percepción sobre la familia ve-
nía provocando. En razón de que se acercaron las fiestas navideñas, y los
juzgados familiares entrarían en el periodo vacacional decembrino, al ha-
bérseme entregado la documentación necesaria el 10 de diciembre, ya no
existió la posibilidad de presentar la demanda, menos de lograr que se de-
cretaran medidas provisionales, como la separación de los cónyuges y la
conminación al más violento para que se abstuviera de causar molestias a
su cónyuge y a sus hijos, apercibido de la imposición de las procedentes
medidas de apremio. Al escribir estas palabras transcurre el periodo vaca-
cional, y la clienta ha tenido que soportar los embates de la ausencia de co-
municación con el esposo, pero sobre todo de la verdadera angustia de ser
posible víctima de agresiones psíquicas o incluso físicas. Ése no es un
problema de oralidad en el proceso familiar, pero sí de falta de presu-
puesto,2 de personal en los juzgados y de una reforma legal para que de-

1 Souza y Machorro, Mario, Dinámica y evolución de la vida en pareja, s. f., Méxi-


co, El Manual Moderno, 1997, p. 387.
2 García Domínguez, Miguel Ángel, “El presupuesto del Poder Judicial de los esta-
dos”, XVI Congreso Mexicano de Derecho Procesal, con Participación Internacional, s. f.,
México, Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Guanajuato, pp. 15-30.
146 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

terminados juzgados se encuentren “de guardia” en días inhábiles: en


asuntos familiares urgentes, como los relativos a la violencia familiar,
hay necesidad de que todos los días y horas sean hábiles.
De la necesidad social se ha de partir para encontrar no tanto la limitación
de la norma procesal, como la insuficiencia o en ocasiones la ausencia de
las normas procedimentales y administrativas para encontrar respuestas
prontas y expeditas a los reclamos de justicia: más juzgados, mayor perso-
nal, más capacitación, atención inmediata, resoluciones eficaces.
Actualmente, cada uno de los cuarenta juzgados familiares en el Distri-
to Federal reciben de siete a ocho demandas diarias: si a esto aunamos el
cúmulo de asuntos en los que no se han desahogado todas las pruebas, re-
suelto todos los recursos o incidencias ni celebrado todas las audiencias
necesarias a esos efectos, tenemos la innegable realidad de que cada juzga-
do atienda por lo menos siete audiencias al día (entre audiencias previas y
de conciliación, de ley o de su continuación e incidentales, así como com-
parecencias y juntas de avenencia). Si a esto adicionamos la diaria tarea de
acordar las promociones que día con día presentan los litigantes y las par-
tes, así como la rendición de informes previos y justificados a la autoridad
de amparo y la emisión de oficios, exhortos, cartas rogatorias, requeri-
mientos y demás actuaciones y resoluciones judiciales, entonces observa-
mos que los procesos familiares no pueden ser más rápidos, ciertos y se-
guros, con tan sólo una reforma legal que erija la oralidad como principal
rectora de los procesos familiares: antes es necesario ponderar esa diaria
realidad: el número limitado de juzgados, la necesidad de capacitar a su
personal, de proporcionar al juzgador reales y efectivos auxiliares de la
administración de justicia.
Peritos psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, y hasta sociólogos
de la familia, son quienes debieran estar más cerca del juzgador: cada juz-
gado debiera disponer de peritos en cada una de estas materias con tan só-
lo ser llamados a las audiencias, para percatarse de la realidad, de la fiso-
nomía de cada una de las familias involucradas en los procesos familiares.
En una ocasión un cliente fue citado a una junta en la que se determi-
naría el régimen de convivencias o visitas del padre con los hijos que es-
taban bajo la custodia de la madre; el juzgador nos llamó a su privado, y
en presencia de abogados, de las partes y del secretario de acuerdos, nos
pidió que propusiéramos las formas de convivencia del padre con los hi-
jos durante el procedimiento. Atendiendo a la violencia familiar genera-
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 147

da por el cónyuge varón, solicité al juzgador que escuchara a los meno-


res —de diez y once años de edad—, para tomar en consideración su
parecer. De inmediato me advirtió que entonces solicitaría la práctica de
periciales psiquiátricas a los cónyuges divorciantes para conocer por qué
los hijos no deseaban convivir con la madre, a lo cual accedí, sin encon-
trar una respuesta positiva del juzgador: me indicó que no escucharía a
los menores. Era el año de 1996; aún no se establecía el deber jurisdic-
cional de oír el parecer de los menores, y menos la custodia compartida.
Tampoco se señalaba específicamente a la violencia familiar como causa
de restricción, suspensión o pérdida de la patria potestad.
En otro procedimiento, habiendo ofrecido el testimonio de una de las
menores para acreditar la causa de pérdida de patria potestad en contra
del cónyuge varón (no tanto por la falta absoluta de convivencia con la
niña en los últimos dos años, sino por el incumplimiento en la ministra-
ción de alimentos durante un lapso mayor), al haber admitido tal prueba
sin haberse percatado de que se trataba de la menor hija de matrimonio,
la juzgadora me llamó a su privado y me preguntó por qué había ofrecido
el testimonio de la infante, advirtiéndome de los riesgos de afectar su au-
toestima al declarar en contra de su progenitor; le respondí que si tenía
doce años de edad, contaba ya con raciocinio para dar razón sobre los he-
chos, y que realmente no se le afectaba por no haberla predispuesto a de-
clarar en contra de su padre, sino que al ser quizá la más afectada ya por
la problemática familiar y al no disponer de otros medios probatorios,
ella era quien debía ser más escuchada. La juzgadora ordenó que se pro-
cediera al desahogo de su testimonio.
Los anteriores pasajes nos permiten observar que la oralidad no se lo-
gra con una reforma legal; la oralidad actualmente está en buen margen,
en función de la actitud del juzgador y de sus auxiliares, pese a los pro-
blemas de la norma, de su interpretación, de cuestiones administrativas,
de la “carga de trabajo” y del personal adscrito a cada juzgado. Hay juz-
gadores que dedican el tiempo suficiente para escuchar a las partes, para
proponer alternativas de solución a la conflictiva, no sólo a través del
conciliador, sino directamente. Éste es un logro en la administración de
justicia familiar que no podemos soslayar.
No obstante, la importancia en la atención de los problemas de la fa-
milia nos exige reconocer que no basta con esperar desde la oficina a que
los problemas se manifiesten para declarar o constituir un derecho, o
bien para imponer una condena. La administración de justicia familiar
148 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

debe asumir una función preventiva. Y en cierta manera la ha asumido


con la instauración del Centro de Justicia Alternativa: mediante el cono-
cimiento de la problemática se proponen alternativas de solución y se
previenen controversias futuras.

III. LA ORALIDAD EN ALGUNAS NORMAS


PROCEDIMENTALES FAMILIARES

En cierta medida, con las reformas del 25 de mayo de 2000 y del 17


de enero de 2004 al Código Civil para el Distrito Federal hemos avanza-
do en estos rubros, pero aún es difícil lograr los beneficios de la inmedia-
tez entre el juzgador, las partes y los demás miembros de la familia.3
Con la oralidad no necesariamente se logra la inmediatez del juzgador
con todos los involucrados en el proceso ni con la realidad del conflicto.
Parece que quienes proponen la oralidad como principal rectora de los
procedimientos familiares quieren señalar los beneficios de la inmedia-
tez, de la concentración, de la sencillez y la economía en las actuaciones
y resoluciones judiciales.
A nadie escapa que si en la actualidad, conforme al artículo 943 del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal,4 puede acu-
dirse al juez de lo familiar por escrito o por comparecencia personal en
casos urgentes relativos a controversias sobre alimentos, administración
de bienes, educación de hijos, oposiciones de padres y tutores, esa com-
parecencia ante el juzgado funciona de la siguiente manera: el peticiona-
rio acude a la oficialía de partes común, exhibe los documentos legiti-
mantes de su petición y se le asigna por turno un juzgado.
El promoverte por comparecencia acude al juzgado, y el personal del
juzgado lo atiende, escucha su petición y asienta en un acta los hechos en
que se funda. Posteriormente, habrán de seguirse las mismas formalida-
des: tres días para acordar la promoción, tres días para la práctica del em-
plazamiento al demandado, nueve días para que éste conteste se señala la
celebración de audiencia para el ofrecimiento y desahogo de pruebas
dentro de los treinta días siguientes al emplazamiento, y de no ser posi-

3 Código Civil para el Distrito Federal, disco compacto, s. f., México, Suprema
Corte de Justicia de la Nación, compila XII, 2006.
4 Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, disco compacto, s. f.,
México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, compila XII, 2006.
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 149

ble dictar sentencia al concluir la audiencia, ésta se pronunciará dentro


de los ocho días siguientes. La resolución definitiva es apelable, por lo
que el inconforme dispone de nueve días para interponer el recurso ex-
presando agravios; el juzgado cuenta con tres días para admitir o no el
recurso; si se trata de controversia sobre alimentos o diferencias conyu-
gales, el recurso se admite en un solo efecto, se dará vista a la contraria,
quien dispone del término de seis días para contestar los agravios, y el
juzgado, de tres, para tenerlos por contestados o para ordenar el envío del
testimonio a la Sala. Además, en este caso el juzgado dispone de cinco
días para formar el testimonio de apelación y enviarlo a la sala familiar,
autoridad que cuenta con tres días para confirmar la admisión del recurso
y la calificación del grado en que se admitió, y para citar a las partes a
oír sentencia en la segunda instancia dentro de los quince días siguientes:
en total, 97 días hábiles, o en otras palabras, cinco meses.
Todo esto bajo un criterio optimista de que no hayan surgido las muy
frecuentes e indeseables incidencias, que retardan aún más el procedi-
miento. Después, si una de las partes se inconforma con la sentencia dic-
tada en segunda instancia, dispone del término de quince días para inter-
poner una demanda de amparo directo ante la sala que resolvió.
En términos pragmáticos, de no surgir mayor contratiempo para el
emplazamiento a las partes por la autoridad responsable de la interposi-
ción de la demanda de amparo, la admisión de la demanda, el requeri-
miento y el envío de informes justificados, el listado del asunto para la
sesión más próxima, la votación de la resolución y su engrose, el juicio
de amparo directo se resolverá aproximadamente en un periodo de dos
meses a partir del emplazamiento. Esto, se reitera, sin contar las vicisitu-
des de cada procedimiento en particular ni las dificultades para la ejecu-
ción de sentencia. En resumen, tratándose de alimentos o de diferencias
conyugales, el procedimiento en las dos instancias y en amparo durará
por lo menos siete meses. Sin duda, algo más que oralidad se requiere
para lograr que la justicia familiar sea realmente expedita.
La realidad diaria también nos convence de que la oralidad por sí mis-
ma, así como está ideada en los procedimientos familiares regulados por
el Código de Procedimientos Civiles, no ofrece la eficiencia que esperan
los justiciables. Cuando se controvierten problemas de guarda y custodia
de los menores, y una de las partes no acepta propuestas durante el pro-
cedimiento, el juzgador poco puede hacer, por no contar con los medios
probatorios, con el auxilio de especialistas en la conflictiva familiar, por-
150 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

que las partes no hayan ofrecido dichas pruebas, o porque éstas, habien-
do sido admitidas, no sean idóneas para probar la necesidad o el riesgo
real de decretar un régimen provisional de convivencias o por lo menos
de visitas. Habrá que esperar a la sentencia incidental y a las resoluciones
sobre apelación y amparo, para lograr la convivencia de los menores con
el cónyuge que no ejerce la guarda y custodia.
Independientemente de lo anterior, si el juzgador ordena la recepción
de pruebas periciales para mejor proveer —como estudios psicológicos a
las partes y a los menores hijos—, las más de las veces los peritos adscri-
tos al Centro de Convivencia Familiar Supervisada, si bien tienen la pre-
paración deseable, no cuentan con otros colegas o con el personal de
apoyo para desahogar los estudios con la celeridad y el cuidado que se
requiere: los estudios se practican satisfactoriamente, pero es necesario
aguardar a que se proporcione cita uno o dos meses después, que las par-
tes accedan y colaboren para su práctica, y que el resultado del estudio se
envíe en un lapso semejante, para desahogar esa prueba.
Cúmulo de asuntos o carga de trabajo, falta de personal de apoyo, asun-
tos pendientes de resolver, son dificultades que traducen la necesidad de
mayor personal en los juzgados, mejores prestaciones laborales, mayor ca-
pacitación y actualización, mayor especialización de los juzgadores en la
materia, mayores espacios físicos (aunque esto en parte ya se está logran-
do, con el traslado de las oficinas de los juzgados a la “Plaza Juárez”).
Análoga conclusión podemos obtener del análisis de los juicios orales
implementados en los artículos 2o. al 47 del título especial de la justicia
del paz en el Código de Procedimientos Civiles, que si bien evidente-
mente no se refieren a controversias familiares, sí nos proporcionan ele-
mentos para ponderar si en realidad los juicios orales, así como están im-
plementados en la actualidad en el Distrito Federal, ofrecen la celeridad
deseable.
Los juzgados de paz en materia civil, para el año de 2007, conocen de
controversias sobre propiedad o demás derechos reales sobre inmuebles
con valor de hasta $211,762.86 (doscientos once mil setecientos sesenta
y dos pesos, 86/100, m. n.) y de los demás negocios de jurisdicción co-
mún o concurrente hasta por la cantidad de $70,587.97 (setenta mil qui-
nientos ochenta y siete pesos, 97/100, m. n.).5

5 “Acuerdo del Consejo de la Judicatura del Tribunal Superior de Justicia del Distri-
to Federal”, Boletín Judicial, México, 2 de enero de 2007, p. 1.
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 151

Se pretende lograr la rapidez mediante la celebración de una sola au-


diencia de ratificación de demanda, de contestación, de ofrecimiento, ad-
misión, desahogo de pruebas y de citación para sentencia. En algunas
ocasiones se logra este cometido, pero en otras la problemática se com-
plica, aunque la oralidad sea el principio que rija las actuaciones en estos
procedimientos: los exhortos, oficios comisorios de un juzgado para otro
en el mismo Distrito Federal, los problemas de las notificaciones, el ex-
ceso de trabajo para los notificadores, para los oficiales judiciales en la
elaboración de cédulas, instructivos, oficios, informes y otros, provoca
que la audiencia se difiera en múltiples ocasiones, al no lograr el empla-
zamiento del demandado. El exhorto, el oficio comisorio o incluso la car-
ta rogatoria se ponen a disposición de las partes para que se encarguen de
su debida diligenciación, y si alguna constancia faltó a tales instrumen-
tos, es claro que no podrán diligenciarse. Estos problemas provocan que
el juicio oral sea tan o más dilatado que un procedimiento en el que reine
la escritura. Esto, solamente por lo que hace al factor administrativo.
De cualquier forma, en el denominado juicio oral es casi imposible
que, como lo establece el artículo 7o. del título especial de la justicia de
paz del Código de Procedimientos Civiles, se cite al demandado dentro
del tercer día, porque después de la presentación de la demanda, el juzga-
do dispone de tres días para determinar si la admite; en este supuesto, se
ordena la citación del contrario. El notificador tiene tres días para practi-
car el emplazamiento. En el mejor de los casos, ya logrado el emplaza-
miento, deben mediar por lo menos tres días entre el emplazamiento y
la fecha de celebración de la audiencia. Por ello, entre la presentación de la
demanda y la celebración de la audiencia han de mediar, cuando menos,
nueve días hábiles, o en otras palabras, casi dos semanas. De no existir
las ineludibles incidencias fácticas o jurídicas, podría dictarse sentencia a
la conclusión de la audiencia, lo que resulta poco común, dado el cúmulo
de trabajo que también enfrentan los jueces de paz, y considerando que
estos juzgados reciben en promedio cinco demandas diarias, si el horario
de labores de un juzgado es de seis horas diarias, habrían de celebrarse
entre dos y tres audiencias diarias por cada una de las dos secretarías, en
las que se desahogaran todas y cada una de las pruebas ofrecidas, para
cumplir cabalmente con la oralidad que califica a estos procedimientos. Es
prácticamente imposible que el juzgador presida cinco audiencias diarias,
dado que ha de atender el acuerdo de las promociones, los exhortos, ofi-
152 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

cios y requerimientos que a diario se presentan. Se reitera: estamos en pre-


sencia de un problema que no se soluciona con la pura y llana oralidad.
Por otro lado, si analizamos el diseño técnico-jurídico del procedi-
miento, encontramos que en estos juicios orales reina la sencillez, pero
también la ausencia de recursos: el más mínimo error del juzgador o del
personal del juzgado puede propiciar que el actor, el demandado o un
tercero soliciten el amparo y protección de la justicia federal, en amparo
directo contra sentencias definitivas, o en amparo indirecto cuando se
trata de actos fuera de juicio, después de concluido, o incluso dentro de
ese procedimiento, que violenten formalidades esenciales del procedi-
miento, dejando sin defensa al afectado.
Trasladadas las experiencias del juicio oral de la justicia de paz a los
procedimientos familiares, podemos decir que es recomendable la instau-
ración de una audiencia única de conciliación, ratificación o ampliación de
demanda y contestación, resolución de excepciones dilatorias, ofrecimien-
to, admisión y desahogo de pruebas diferible por excepción cuando no se
desahoguen las pruebas por causas inimputables a las partes. La sentencia
como regla podría dictarse a la conclusión de la sentencia, siempre y cuan-
do el juzgador contara con los elementos del conocimiento específico del
asunto y con los recursos humanos y materiales necesarios al efecto. En
caso contrario, habrá de dictarse dentro del término de ocho días.
También en los procedimientos familiares el trámite de las apelaciones
contra resoluciones intermedias podría reservarse para el momento de estu-
diar la apelación contra sentencia definitiva, en caso de que ésta se impug-
nara; ya existe esta disposición tratándose de controversias del arren-
damiento inmobiliario, y ha funcionado correctamente, como lo establece el
numeral 965 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal.
Pero no olvidemos que

...los jueces, más que los abogados, deberían agradecer al procedimiento


sus complicados expedientes, que no parecen hechos para retardar su labor
(como se dice con frecuencia), sino para dejar su conciencia en paz. El te-
mor de haber pronunciado una sentencia injusta podría ser para un juez
con conciencia, tan inquietante, que le impidiera dormir por la noche. Pero
sabe que está la apelación; y la idea consoladora de que su error pueda te-
ner remedio, lo ayuda dulcemente a conciliar el sueño.6

6 Calamandrei, Piero, Elogio de los jueces escrito por un abogado, México, Oxford
University Press, 2004, pp. 157 y 158.
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 153

Nos hemos percatado en la práctica forense, de los peligros de una ex-


cesiva oralidad. En la justicia de paz, habrán de desahogarse las vistas
con las excepciones y defensas planteadas, así como con los incidentes
interpuestos, de manera oral, al momento de celebrarse la audiencia. Po-
co tiempo se dispone para hacer una cuidadosa objeción de documentos;
brevísimo es el momento para formular una impugnación de falsedad, ya
que estas incidencias han de fundarse en hechos claros, y habrán de ofre-
cerse desde luego las pruebas conducentes. Para la impugnación de false-
dad, habremos de ofrecer por lo común la prueba pericial en grafoscopía,
e incluso el cotejo con documentos matrices. Son múltiples los riesgos
que plantea esa oralidad, ese procedimiento de única instancia, que ha
llevado a los abogados dedicados a la materia laboral, a objetar todas y
cada una de las documentales, y para cumplir con sus delicadas respon-
sabilidades —o incluso en múltiples ocasiones, sólo para retardar el pro-
cedimiento—, ofrecer la citada pericial.
Con el incidente de objeción o de impugnación se da vista a la contra-
ria, y se procede a dictar auto admisorio de pruebas. Es claro que para la
notificación del nombramiento, así como para la aceptación y protesta
del cargo por los peritos designados, deban transcurrir por lo menos los
términos legales: tres días para notificaciones y tres días para la acepta-
ción y protesta. La emisión del dictamen habrá de hacerse en la fecha
señalada para la continuación de la audiencia de ley.
Si los dictámenes resultan contradictorios, deberá designarse perito
tercero en discordia. Otros tres días para la notificación del nombramien-
to, tres días adicionales para la aceptación del cargo y un nuevo señala-
miento de la continuación de la audiencia para la emisión del dictamen.
Y todo esto no garantiza la eficacia de la prueba, ni que el dictamen del
perito tercero proporcione luces del conocimiento útil al juzgador.
“Hable ahora o calle para siempre”, es la advertencia que nos hace es-
tar alertas —o quizá en ocasiones hasta alarmados—, de todo cuanto
acontece en esas audiencias de los juicios orales. El más mínimo descui-
do del litigante, o incluso del personal componente del órgano jurisdic-
cional, ha llevado al surgimiento de una verdad foral discorde y antagó-
nica con la verdad material. Esos son las consecuencias de erigir a la
oralidad en una supuesta fórmula para la rapidez de los procedimientos,
convirtiéndola inconscientemente en un aliado funesto de la injusticia.
A diario observamos que en cada secretaría de acuerdos de los juzga-
dos familiares el trabajo es muy intenso: el personal del juzgado no tiene
154 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

conocimientos especializados en psicología, psiquiatría y sociología fa-


miliares, porque sus labores son otras, y por su intensidad los abruman.
Así como ya existe el Centro de Convivencia Familiar Supervisada, y así
como se ha dado la reforma legal estableciendo como institución inci-
piente, pero que ya da más frutos que problemas, a la custodia comparti-
da, así debiera erigirse un oficina central de peritos en materia familiar
que auxiliara a cada uno de los juzgadores en el análisis y conocimiento
real de la problemática específica de cada familia, de cada cónyuge, de
cada hijo, no sólo en problemas de divorcio, antes bien, para prevenir el
desencadenamiento de conflictos más profundos, que sólo se atemperan
con el divorcio, con la custodia compartida, con la suspensión, la restric-
ción o hasta con la pérdida de la patria potestad. Estimamos como inapla-
zable la implementación de una reforma legal que establezca el deber del
juzgador de oír a los peritos del Tribunal Superior de Justicia en materia
de psicología (o de psiquiatría en los casos pertinentes), en sociología y
hasta en antropología familiar, cuando se controviertan problemas perso-
nales que trasciendan a los demás miembros de la familia, sea cual sea la
conflictiva que se presente. El juzgador debe disponer no sólo del tiem-
po, sino del personal capacitado que resulta necesario para conocer a
fondo la problemática de cada familia, de cada cónyuge o concubino, de
cada hijo y de cada uno de los demás miembros de la familia.
Habrá de idearse el procedimiento preventivo para la resolución de
problemas familiares, adelantándonos a las frecuentes e indeseables rea-
lidades y consecuencias del divorcio, de la suspensión, de la restricción o
de la pérdida de la patria potestad, de los interminables incidentes de di-
solución de sociedad conyugal. El Centro de Justicia Alternativa presta
funciones eficaces que quizá se adelantan a su tiempo, porque buena par-
te de la sociedad desconoce o desconfía de las funciones de la mediación.
Si mediante la oralidad se pretende celeridad, sin desdoro de la certeza
y de la seguridad jurídica, necesitamos mayor capacitación, más personal
con conocimientos especializados, más tiempo para las audiencias, inme-
diatez del juzgador con las partes y con los demás involucrados en el
procedimiento.
En los centros e institutos de estudios judiciales se necesitan progra-
mas especializados de formación, de capacitación, de actualización y de
evaluación constante en las ratificaciones de los servidores judiciales.
El Tribunal Superior de Justicia requiere de verdaderos especialistas
que coadyuven en las funciones del juzgador. Los servicios de estos es-
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 155

pecialistas son de inspección, vigilancia y evaluación de los sujetos del


procedimiento; por ello, en vez de plazas o puestos de base, se requieren
servidores públicos que en su situación laboral sean trabajadores de con-
fianza. Sus altas funciones no permiten pensar en su estancia eterna dentro
del tribunal; habrán de acreditar continuamente la aptitud en la prestación
de sus servicios. Son inaplazables los cursos de formación, capacitación,
actualización y evaluación continua de los servidores judiciales: jueces, se-
cretarios de acuerdos, conciliadores, notificadotes y proyectistas habrán de
nutrir su experiencia procedimental con los indispensables conocimientos
en las ciencias relacionadas con la solución de problemas familiares. Men-
tes nuevas, conciencias rectas, preparación profesional, darán al procedi-
miento una dinámica deseable. Antes de la rapidez en los procedimientos,
se requiere cuidado y conocimiento pleno de las causas en la realización
de cada acto procesal.7
Ya encontramos verdaderos avances para lograr no sólo la celeridad,
la concentración de actuaciones, la inmediatez y la oralidad en los proce-
dimientos familiares, sino también la unidad en su regulación en todas y
cada una de las legislaciones de las entidades federativas de nuestro país:
posibilidad de presentar la demanda por comparecencia, reducción de
términos procesales, ofrecimiento, admisión y desahogo de pruebas en
una sola audiencia, continuación del procedimiento pese a la interposi-
ción de recursos, son algunos de los logros de la Comisión Nacional de
Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos en la
elaboración del Anteproyecto de Código Procesal Civil Tipo para la Re-
pública Mexicana, y particularmente en la redacción de los numerales
733 al 857.8

IV. LA ORALIDAD EN ALGUNOS ESTUDIOS DE DERECHO PROCESAL

Luego de estos años, la psicotécnica ha adquirido un desarrollo que


convendría aprovechar: se utiliza cada vez más, en todas partes, para la
orientación profesional y la selección de los aspirantes, de acuerdo con

7 Gallegos López, Margarita, Entrevista, México, Tribunal Superior de Justicia del


Distrito Federal, diciembre de 2006.
8 Comisión Nacional de Tribunales Superiores de Justicia, Anteproyecto de Código
Procesal Civil Tipo para la República Mexicana, México, Tribunal Superior de Justicia
del Distrito Federal, 2003, pp. 180-210.
156 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

las aptitudes y disposiciones al buscar, por medio de diferentes tests, no


solamente el funcionamiento de las percepciones, de la atención, de la
memoria y de las reacciones motrices, sino también el de las facultades
superiores: como el juicio, y la aplicación de las cualidades intelectuales;
como la agudeza del discernimiento y la rectitud del espíritu, al mismo
tiempo que el grado de conciencia en el trabajo, el umbral de emotividad,
el dominio de los sentimientos y el espíritu de decisión: elementos todos
ellos que condicionan estrechamente el ejercicio de la justicia. Un exa-
men completo permite trazar un perfil psicológico del sujeto por la rela-
ción con un tipo medio, al hacer resaltar gráficamente los elementos que
se encuentran por encima y por debajo, las funciones predominantes y
las deficientes. Un examen bien comprendido permitiría eliminar a los
aspirantes que, aun capaces por otra parte, presentaran serios factores de
alteración o de desviación del juicio; como un desequilibrio mental, hi-
peremotividad, falta de ponderación, indecisión, sugestibilidad, carencia
de escrúpulos, disimulación, trastornos afectivos no compensados; por
último, lo que se llama un falso espíritu o, sencillamente, la falta de ese
sentido práctico de lo justo que con tanta frecuencia se invoca.9
La oralidad no ha de llevarse, de ninguna manera, al extremo de sacri-
ficar en lo más mínimo la escritura. Oralidad y escritura no se contrapo-
nen, cumplen finalidades diferentes. La oralidad permite la inmediatez, el
acercamiento del juzgador a la problemática para su mayor conocimien-
to; la oralidad se relaciona también con la sencillez, pero ésta no puede
prescindir de la escritura, porque es cierto que “…el rastro material que
el proceso deja tras de sí no es, en la mayoría de los casos, más que papel
escrito”.10
La oralidad impone la exigencia de escuchar a las partes de viva voz,
conocer cuáles son sus pretensiones, sus necesidades concretas, sus posi-
bilidades, pero esto no significa que el juzgador haya de escucharlas en
todos los casos: tratándose de alimentos, el juzgador puede decretar el
monto, el descuento y hasta el cobro de una pensión alimenticia provi-
sional sin audiencia del demandado. En cada caso varía la aplicación de
la oralidad e incluso la intensidad de la garantía de audiencia, tratándo-

9 Gorphe, François, Las resoluciones judiciales, México, Tribunal Superior de Justi-


cia del Distrito Federal, 2002, p. 175.
10 Carnelutti, Francisco, Sistema de derecho procesal civil, México, Tribunal Supe-
rior de Justicia, 2005, t. III, p. 236.
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 157

se de actos preparatorios, provisionales o cautelares, para asegurar su


eficacia.11
Es cierto que

...la principal distinción que puede hacerse, atendiendo al fin de los plazos,
es en aceleratorios y dilatorios. Los primeros tienden a hacer más rápida la
marcha del procedimiento, impidiendo que hayan de sufrir largos retrasos,
y son los más numerosos dentro del proceso. Los segundos son los que
tienen por objeto evitar que una excesiva rapidez pueda dificultar la defen-
sa de alguna de las partes, y exigen que medie un lapso mínimo entre dos
actividades determinadas.12

Los procedimientos familiares requieren del transcurso de ciertos tér-


minos que permiten no sólo al juzgador actuar de manera fundada y mo-
tivada, sino a las partes, preparar su debida defensa. De ahí los riesgos de
la audiencia única, de la reducción de los recursos, de la brevedad de lap-
sos entre demanda, emplazamiento, contestación, ofrecimiento, admisión,
desahogo, valoración de pruebas y resolución.
Efectivamente, antes de erigir a la oralidad como el remedio para la
sencillez y celeridad en los procedimientos familiares, lo que más hace
falta es una verdadera carrera judicial para la solución más deseable de la
problemática que se enfrenta en estos procedimientos13

V. PROPUESTAS CONCRETAS PARA LOGRAR LOS BENEFICIOS


DE LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR

1. Implementar la audiencia de conciliación, ratificación de demanda,


contestación, ofrecimiento, admisión y desahogo de pruebas, sólo diferi-
ble por causas fundadas, como el necesario desahogo de pruebas indis-
pensables para la debida solución de los conflictos
2. Establecer la reserva de las apelaciones a autos o resoluciones inter-
locutorias para ser resueltas junto con la eventual apelación a la sentencia

11 Alsina, Hugo, Derecho procesal. Parte procedimental, México, Editorial Jurídica


Universitaria, 2001, p. 672.
12 Guasp, Jaime, citado por Briseño Sierra, Humberto, Compendio de derecho pro-
cesal, México, Humanitas, 1989, p. 292.
13 Gómez Lara, Cipriano, Derecho procesal civil, México, Harla, 1991, p. 323.
158 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

definitiva. En caso de que no se apelara la definitiva, las resoluciones in-


termedias se entenderían consentidas.
3. Crear una oficina central de peritos de lo familiar del Tribunal Su-
perior de Justicia, dependiente de la presidencia del Tribunal, compuesta
por letrados en sociología de la familia, psicología general, psicología fa-
miliar, psicología infantil, psiquiatría, antropología social y antropología
familiar —entre las principales especialidades necesarias—, que preste
auxilio inmediato a los juzgadores en materia familiar para el análisis, es-
tudio y propuestas concretas tendientes a la solución de los conflictos fa-
miliares.
4. Instaurar la práctica de instrumentos de evaluación, de estudios de
trabajo social y de psicología familiar por los peritos mencionados en un
acto previo a la celebración de la audiencia única, que debieran ordenar-
se desde la admisión de demanda, tanto a las partes como a los terceros
involucrados, para determinar la situación personal y familiar de cada
asunto, y contar con una prueba idónea para resolver lo más conveniente
al sano y normal desarrollo personal y familiar.
5. Analizar la necesidad de la creación de más juzgados familiares o la
restructuración de los mismos con mayor personal para la pronta aten-
ción de los asuntos, garantizando la necesaria presencia del juzgador en
todas y cada una de las audiencias que se celebren.
6. Proponer al Consejo de la Judicatura Federal la modificación de la
materia para algunos juzgados de distrito y tribunales colegiados de circui-
to que se especialicen en la materia familiar y que tengan profundo cono-
cimiento en este rubro. De cualquier modo, los juzgados y tribunales fede-
rales en materia civil vienen resolviendo asuntos sobre dicha materia, que
difiere enormemente de los asuntos de índole estrictamente pecuniaria, al
controvertirse conflictos sobre guarda, custodia y convivencia con los me-
nores, capacidad de las personas, y de una forma u otra, recomposición de
las familias a las que aquejan problemas múltiples en su desenvolvimiento.
7. Fomentar el acercamiento de las instituciones sociales y educativas
relacionadas con las ciencias de la salud y la familia, con el Tribunal Su-
perior de Justicia. Son necesarios los convenios de colaboración, de auxi-
lio, de asesoramiento y seguimiento de la problemática, del desarrollo, de
la conclusión y la ejecución de las resoluciones dictadas en los procedi-
mientos familiares. Quizá no se requiera la creación de más dependen-
cias oficiales para la atención de los problemas que se ventilan en estos
PROPUESTAS PARA LOGRAR BENEFICIOS DE LA ORALIDAD 159

procedimientos; lo que es impostergable es que instituciones como el


Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia, la Facultad de Psicolo-
gía de la Universidad Nacional Autónoma de México y otras escuelas,
centros de investigación y entidades análogas, estén más cerca de la pro-
blemática familiar mexicana, le den seguimiento, desarrollen estudios,
investigaciones y estadísticas que redunden en la verdadera protección
del núcleo social fundamental.
Los abogados habremos de salir de la oficina jurídica para conocer la
profundidad de la persona que es parte de la familia y las dificultades na-
turales de sus relaciones; se nos impone el deber de auxiliarnos de otras
disciplinas para tener plena conciencia de que cada conflicto familiar es
diferente, que no se puede resolver con los mismos moldes ni con las
mismas formas, que antes debemos contar con los elementos del conoci-
miento necesarios para no proponer soluciones favorables a una sola de
las partes, sino para tratar de recomponer las bases del núcleo familiar
afligido por problemas de desunión, de desconocimiento o de irresponsa-
bilidades. Paralelamente, resulta impostergable crear conciencia en los
miembros de la familia de las grandes dificultades de las autoridades ju-
risdiccionales para resolver en breve tiempo, conflictos que se gestaron
en el núcleo social quizá muchos años antes de que se hicieran del cono-
cimiento de los juzgadores.

VI. BIBLIOGRAFÍA

ALSINA, Hugo, Derecho procesal. Parte procedimental, México, Edito-


rial Jurídica Universitaria, 2001.
Anteproyecto de Código Procesal Civil Tipo para la República Mexica-
na, México, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, 2003.
Boletín Judicial, 2 de enero de 2007, México, Tribunal Superior de Justi-
cia del Distrito Federal.
CALAMANDREI, Piero, Elogio de los jueces escrito por un abogado, edi-
ción especial conmemorativa, México, Oxford University Press, 2004.
CARNELUTTI, Francisco, Sistema de derecho procesal civil, México, Tri-
bunal Superior de Justicia, 2005, t. III.
Código Civil para el Distrito Federal, disco compacto, México, Suprema
Corte de Justicia de la Nación, compila XII, 2006.
160 GABRIEL MORENO SÁNCHEZ

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pacto México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, compila XII,
2006.
GALLEGOS LÓPEZ, Margarita, Entrevista, México, Tribunal Superior de
Justicia del Distrito Federal, diciembre de 2006.
GARCÍA DOMÍNGUEZ, Miguel Ángel, “El presupuesto del Poder Judicial
de los estados”, XVI Congreso Mexicano de Derecho Procesal, con
participación internacional, México, Supremo Tribunal de Justicia del
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GÓMEZ LARA, Cipriano, Derecho procesal civil, México, Harla, 1991.
GORPHE, François, Las resoluciones judiciales, México, Tribunal Supe-
rior de Justicia del Distrito Federal, 2002.
GUASP, Jaime, citado por BRISEÑO SIERRA, Humberto, Compendio de de-
recho procesal, Humanitas, 1989.
SOUZA Y MACHORRO, Mario, Dinámica y evolución de la vida en pareja,
México, El Manual Moderno, 1997.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD
EN LA FORMULACIÓN DE LOS JUICIOS ORALES
EN MATERIA FAMILIAR

Alfonso Estuardo OCHOA HOFMANN*

A Andrea Campos, por llenar mi vida

SUMARIO: I. Introducción. II. Breve historia de los juicios ora-


les. III. Elementos de los juicios orales. IV. La racionalidad co-
municativa habermasiana. V. La racionalidad comunicativa y
el juicio oral. VI. Conclusiones. VII. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

En los últimos años ha existido una demanda creciente alrededor de re-


plantear la naturaleza y alcances del sistema judicial en México. Se ha
buscado generar un modelo que comprometa a los tres poderes, así como
a todos los ámbitos del gobierno; generar un modelo garantista y defen-
sor de los derechos humanos. La respuesta a este reto para muchos legis-
ladores, juristas e investigadores ha sido dar paso a juicios abreviados,
involucrar al juez con los afectados, sin que esto soslaye, de ninguna ma-
nera, la importancia y peso específico de los documentos. La idea es que
el juez tenga elementos para poder determinar la autenticidad o falsedad
de lo desahogado ante él, con miras a poder dictar sentencias más justas.
La preocupación de generar este tipo de juicios ha involucrado a la so-
ciedad civil, y se ha manifestado en organizaciones como la “Red Nacio-
* Catedrático en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de
México.

161
162 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

nal a Favor de los Juicios Orales”, la cual ha incorporado tanto a organi-


zaciones civiles como académicas y empresariales.
Este tipo de organizaciones han generado propuestas interesantes para
la transformación del proceso judicial; ven en la reforma de los juicios
orales un instrumento potente y real para la rendición de cuentas, ya que
consideran que es un tipo de proceso que puede exponer y ventilar públi-
camente el desempeño de la autoridad que investiga, así como ayudar a
distribuir la energía de las instituciones a atacar de manera efectiva los
delitos que lesionen el orden social.1
Asimismo, los legisladores consideran que en la implantación de los
juicios orales hay elementos que pueden dar confianza, confianza que ha
sido trastocada por varios aspectos, entre los cuales destaca el hecho de
que las sentencias sean dictadas casi en secreto; por esta razón, el legisla-
dor considera que el “trabajo judicial debe hacerse bajo la mirada de to-
dos los ciudadanos y, en particular, de los usuarios del sistema de justi-
cia”,2 pues, a decir de ellos, “existen varias pruebas que nos demuestran
que un sistema de juicios orales, en el que las pruebas se rinden bajo la
mirada del público y en el que el juez escucha a las partes, es más confia-
ble que un sistema opaco y escrito”.3
Los juicios orales en México, inicialmente están siendo propuestos pa-
ra instaurarse en el área penal, y los argumentos presumibles para su ins-
tauración por parte de algunos miembros de la academia, más allá de ser
claros y precisos, resultan ser de la más alta urgencia, pues para estos in-
vestigadores el proceso penal estadísticamente no sirve para atrapar a los
delincuentes, ya que vivimos bajo un tipo de proceso que permite altos
niveles de impunidad y de corrupción, y que en consecuencia no asegura
los derechos fundamentales ni de las víctimas, ni de los acusados.4
Los beneficios de los juicios orales en otros países donde se han insta-
lado han generado una reducción en la carga de trabajo de los tribunales,
toda vez que dan soluciones alternativas para los asuntos, tales como la
1Hernández Ruiz, Roberto, El objetivo de la reforma de los juicios orales, 15 de
enero del 2007, en http://www.juiciosorales.com/material/Roberto_Hernandez.pdf .
2 Cámara de Diputados, Sexagésima Legislatura, Comisión de Justicia y Derechos
Humanos, Exposición de Motivos, Anteproyecto de Reforma Constitucional en materia
de Juicios Orales y Debido Proceso Legal, 15 de enero del 2007, http://www.proderecho.
com/up_docs/Iniciativa%20Federal.pdf.
3 Idem.
4 Carbonell, Miguel y Ochoa Reza, Enrique, “Los juicios orales: una propuesta de
reforma”, El Mundo del Abogado, México, año 9, núm. 92, diciembre de 2006, p. 57.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 163

amigable composición o la mediación. Ésta sería, creo, la principal razón


por la cual empieza a surgir el interés en el ámbito académico de ver có-
mo podrían operar los juicios orales en el ámbito del derecho familiar.
Este ensayo gira alrededor de los juicios orales en materia familiar, y
en particular el problema filosófico del lenguaje, su correlación con la
realidad; busca observar si a través del lenguaje podemos tener un cono-
cimiento objetivo de los hechos empíricos, y a su vez determinar que
pueden existir criterios de objetividad en el razonamiento jurídico.
En particular, en este ensayo quisiera tratar ese problema a la luz de la
teoría de la racionalidad comunicativa de Jurgën Habermas, teoría que en
los últimos veinte años ha generado interés en los pensadores sociales;
esto, con el objetivo de analizar si realmente los argumentos en un juicio
oral se pueden colocar como reductores de complejidad, y generar en
consecuencia un entendimiento real de los argumentos tanto de las partes
como los del juez, tal y como se ha presentado por los diversos autores
que han tratado este tema.
Para poder lograr esto he decidido dividir este estudio en cinco ele-
mentos. Un primer elemento que explicará qué son los juicios orales y
cuál ha sido la historia de este tipo de procesos; esto, con el fin de poder
explicar cuáles son los elementos estructurales de un juicio oral. Paso se-
guido explicaré qué es la teoría de la racionalidad comunicativa, y explo-
rar, a la luz de esta teoría, si es que se puede alcanzar la objetividad en
un proceso discursivo como el de los juicios orales.

II. BREVE HISTORIA DE LOS JUICIOS ORALES

Uno de los antecedentes más antiguos de los juicios orales lo podemos


encontrar en el tribunal de los “heliatas”, nombre que adopta de la “he-
lia”, que no era otra cosa sino la plaza pública en la que se celebraban di-
chos tribunales. En este proceso judicial se le concedía a ambas partes en
pugna, hacer la exposición de su causa a través de la oratoria. En este
proceso existía un tiempo para la realización de su discurso, el cual era
casi proporcional para ambas partes, generando un balance entre los acu-
sadores y los acusados.5

5 Todd, Stephen C., “Law and oratory at Athens”, en Gagarin, Michael, The Cam-
bridge Companion to Ancient Greek Law, Cambridge, Cambridge University Press,
2005, p. 97.
164 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

El procedimiento utilizado en la antigua Grecia no era igual a los pro-


cedimientos orales actuales. En Atenas, los litigantes no sólo eran quie-
nes iniciaban el juicio, sino que se volvían los oradores principales; ante
el tribunal presentaban su caso (frecuentemente tendencioso y con inter-
pretaciones del derecho subjetivas). En este tipo de proceso no existía un
juzgado independiente que se guiara por las normas establecidas. El ve-
redicto del jurado era dado por mayoría de votos sin que existiera la
oportunidad formal de poder discutir el caso.6
Los discursos se volvían significantes en la realización del proceso ju-
dicial en Atenas. De ahí que posteriormente observemos trabajos profun-
dos en el pensamiento griego sobre la retórica, elemento fundamental en
la realización de dichos procesos, así como el principal nexo de una rela-
ción íntima entre derecho y literatura, misma que hoy nos permite cono-
cer el derecho griego.
Este tipo de procedimientos tuvo continuidad en Roma a la luz de las
legis actiones, las cuales eran declaraciones solemnes acompañadas de
gestos rituales, que el particular pronunciaba ante un magistrado.7
Si bien el procedimiento procesal civil en Roma contaba con elemen-
tos orales, éstos estaban supeditados a formas rígidas, tanto en los argu-
mentos como en la forma de presentarlas; el procedimiento se volvía un
“teatro de la justicia”.8
La cuestión de la oralidad permaneció en la tradición romanista aún du-
rante el periodo del procedimiento formulario y extraordinario, en donde
la constante era que las partes también recitaban lo que a su derecho con-
venía.
No sería sino hasta la fase del procedimiento extraordinario en que po-
demos observar que el proceso y las notificaciones se vuelven públicos:
la sentencia deja de ser una opinión de un árbitro y se vuelve un acto de
autoridad.
6 Esto puede ser observado en el canto XVIII de la Ilíada, analizando la forma en
que tanto Aquiles como Héctor arengan a ambos ejércitos con miras al enfrentamiento.
Cfr. Homero, La Ilíada, México, Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanurum Me-
xicana, 2005.
7 Existía la excepción de la pignoris capio. Cfr. Margadant, Guillermo Floris, Dere-
cho romano, 17a. ed., México, Esfinge, p. 145.
8 Margadant sostenía que en el proceso de las legis actiones cada parte tenía que re-
citar toda una letanía, rigurosamente prefijada, en donde los papeles estaban exactamente
prescritos, y el actor que representara mal su papel en el foro era sancionado con la pérdi-
da del proceso, ibidem, p. 146.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 165

El procedimiento de enjuiciamiento dejó de ser oral. En la Edad Me-


dia se volvió escrito o inquisitorial; esto, debido en gran parte al derecho
canónico; la Iglesia, usando la práctica romana como base en sus tribuna-
les, desarrolló reglas y métodos que tenían por objeto que el proceso fue-
ra por escrito, así como que la prueba fuera dada por testigos y con evi-
dencia escrita.9
Algunos autores asumen que esta reforma en gran parte es debida al
decretal del papa Inocencio III, “El vicario de Cristo”, quien en 121610
opinaba que “quod non est in actis, non est in mundo”, condenando la
oralidad a ser desechada del sistema procesal medieval, y que no fuese
sino hasta la Revolución francesa, en particular a través de los decretos
revolucionarios de 1789 y 1791, cuando se volvió a aceptar la oralidad
en el proceso.
Los decretos de 1789 y 1791 estaban sustentados en nociones que Mon-
tesquieu había planteado previamente; él sostenía que existían nexos en-
tre la difusión de la escritura y el paso de la forma pública a la forma se-
creta del proceso.11
Consideraba que si bien la forma oral era atractiva, tenía problemas de
conformación;12 sin embargo, independientemente de las dudas que tenía
Montesquieu sobre la validez o no del uso de formas orales, la publici-
dad se vuelve un elemento trascendente en esos tiempos convulsos; era la
opción aceptable para sistemas informados por el principio de la libre
convicción.13
Esta reforma, sin embargo, no durá mucho, ya que el 27 de enero de
1801 se elaboró un decreto en el que se declaraba que se anulaba el pro-
cedimiento oral, y no fue sino hasta 1808 cuando el Código napoleónico

9 Wormser, Rene A., The Story of the Law and the men who made it, from the ear-
liest times to the present, Simon and Schuster, 1962, p. 187.
10 Aunque algunos autores sostienen que es en 1215, ya que en 1216, dada la cerca-
nía de su muerte, no realizó decreto alguno.
11 Es importante que él observa esta transición alrededor de los duelos o de casos de
materia penal; sin embargo, es un elemento de análisis reiterado por los analistas de los
juicios orales.
12 Sostiene Montesquieu: “El uso de los escritos fija las ideas y permite el secreto;
pero no existiendo semejante uso, no pueden fijarse las ideas por otro medio que la publi-
cidad, y como puede haber incertidumbre acerca de lo juzgado por hombres, o según la
expresión de Beaumanoir, o de lo que se litiga ante los hombres”, Montesquieu, Carlos
Luis de Secondat, Del espíritu de las leyes, México, Porrúa, 2001, p. 509.
13 Ferrajoli, Luiggi, Derecho y razón, 6a. ed., Madrid, Trotta, 2004, p. 619.
166 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

instauró un sistema de media oralidad, es decir, de instrucción escrita y


juicio oral, tipo de proceso que fue llevado hasta el siglo pasado sin mu-
cho éxito a varios países europeos, entre ellos Italia.14
¿Qué es un juicio oral hoy por hoy? La respuesta se vuelve compleja,
ya que existen acepciones distintas. Para Miguel Carbonell, “los juicios
orales son modelos de justicia penal distintos a lo que tenemos hoy en
día en gran parte en México”,15 y los cuales pueden ser introducidos a
través del “debido proceso legal”,16 mismo que entiende

...como un proceso que consiste en asegurar para todas las partes que in-
tervienen en un proceso penal que sus derechos se verán salvaguardados
y que, en el caso de los acusados, solamente se verán afectados por órde-
nes judiciales y nunca por la actuación arbitraria de la policía o del órga-
no investigador de los delitos.17

Para Roberto Hernández, la noción de juicios orales se atribuye a “que


todas las decisiones de los jueces pueden sujetarse a un debate público
entre los abogados defensores y los ministerios públicos, en el que el
juez escuche a ambos y emita una decisión inmediatamente al final de la
audiencia”.18
Este tipo de definiciones no dejan clara una distinción entre juicio es-
crito y juicio oral, ya que en ambos tipos de proceso se presupone que el

14 Ferrajoli hace una seria crítica a la instauración de ese tipo de proceso y sus defi-
ciencias; cfr. Ferrajoli, Luigi, op. cit.
15 Carbonell, Miguel, op. cit.
16 Considero importante observar que el concepto de debido proceso legal o due pro-
cess tiene otro tipo de acepciones. La Enciclopedia Británica en línea lo define como “el
curso de un procedimiento de acuerdo a las reglas y principios establecidos por un siste-
ma jurídico para garantizar y proteger los derechos privados. En cada caso el debido pro-
ceso contempla un ejercicio de poderes de gobierno como el derecho permite y sanciona,
bajo las salvaguardas reconocidas para la protección de los derechos individuales”. De
ser así como está establecido en esta definición, no encuentro el rasgo que separe un pro-
cedimiento escrito de uno oral, pues ambos pueden garantizar, de estar bien establecidos
y regulados, el debido proceso, así como ambos pueden garantizar que éste no aparezca,
si es que ambos no son bien establecidos y regulados, razón por la cual no considero sea
la piedra angular de los juicios orales. El debido proceso sería la piedra angular de todo
proceso. Cfr. Encyclopedia Britannica Online, http://www.britannica.com/eb/article-903
1369/due-process (15 de enero del 2007).
17 Carbonell, Miguel, op. cit.
18 Hernández Ruiz, Roberto, op. cit.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 167

juez analiza todas las versiones involucradas para de ahí tomar una deli-
beración que se manifestará en una sentencia.
A fin de poder dar claridad a lo que a lo largo de este ensayo entienda
por juicio oral, que es aquel que se sustancia de viva voz ante el juez que
entiende del litigio. A diferencia del juicio escrito, en el juicio oral las
pruebas y los alegatos se efectúan ante el juzgador, de ahí que se consi-
dere que tanto la inmediación como la oralidad están estrechamente uni-
das en este tipo de proceso.

III. ELEMENTOS DE LOS JUICIOS ORALES

El sistema de juicios orales está conformado por una serie de princi-


pios esenciales que nos podrían ayudar a comprender la definición que
previamente ofrecí, principios que lo vuelven único y que permiten dife-
renciarlo más claramente del proceso escrito.
La diferencia fundamental entre el proceso escrito y el proceso oral se
identifica esencialmente en que se establece una metodología de audien-
cias en lugar de la integración de expedientes.
Este tipo de audiencias se sustenta en seis características fundamenta-
les, que son la oralidad, la publicidad, la inmediación, la continuidad, la
concentración y la elasticidad.19
Por oralidad se puede entender el hecho de que las pruebas, así como
todas y cada una de las declaraciones, sean hechas de manera oral. Se
considera que al brindar las pruebas oralmente el juez realmente se da
cuenta del verdadero significado de lo que quiere dar a entender el testi-
go, así como una información completa de lo que puede ser de vital im-
portancia para forjar su convicción al momento de dictar sentencia.
Obviamente, esta posición asume que las pruebas son enunciados que
expresan la realidad misma, olvidando que las pruebas no son otra cosa
que enunciados sobre los hechos, que no representan los hechos en sí, ni
la realidad en sí misma.20

19 En particular puede observarse la posición de José Borjón, quien agrega la no-


ción de elasticidad como principio esencial del juicio oral. Muchos autores no lo acep-
tan, pues implica no tener términos perentorios, y así ofrecer lo que consideren necesario
y hacer el juicio flexible. Cfr. Borjón, José, El juicio oral y su implantación en México,
http://www.colver.edu.mx/menu/revista/siete/articulo_2.pdf. (15 de enero del 2007).
20 Para una mayor indagación sobre esta noción confróntese Taruffo, Michele, La
prueba de los hechos, 2a. ed., Madrid, Trotta, 2005.
168 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

Un segundo principio esencial de los juicios orales es la publicidad, y


es que para poder lograr los efectos sociales que presume el juicio oral es
necesario que éste sea llevado a cabo en una audiencia pública, que cual-
quier peatón pueda ingresar a la audiencia sin tener que dar razón alguna
de su presencia, y hoy por hoy los tribunales en México no están hechos
para audiencias de este tipo.
La inmediación sería el tercer principio. Este principio obliga al juez a
estar presente directamente en el desahogo de las pruebas y en las decla-
raciones de los testigos. El grupo RENACE considera que de esta mane-
ra el juez se puede dar cuenta de si está mintiendo o no; aquel que busca
dar falso testimonio se ve intimidado a hacerlo.21
Obviamente, esta aseveración resulta ser un sofisma, pues para poder
determinar la realidad acerca de la honestidad o no de las actuaciones ju-
diciales tendríamos que presumir un dominio del juez, no sólo del dere-
cho, sino de cuestiones neurofisiológicas y psíquicas, pues la calificación
de validez o no de la prueba se sujeta a los hechos mismos, no a la
presunción subjetiva del juez sobre quien miente o no.
Esto no quiere decir que debamos desechar la propuesta de inmedia-
ción, pues ésta podría resultar útil en cuanto a que el juez no debe des-
cansar lo que entiende del juicio en versiones secundarias, como podría
ser la de su equipo de trabajo, el juez se entera de todo, porque estuvo
todo el proceso presente ante él.
El cuarto principio esencial del proceso oral es la concentración. Ésta
se refiere a que todos los actos necesarios para desarrollar el juicio se de-
ben realizar en una misma audiencia; implica que tanto la recepción de la
prueba como las peticiones que se realicen en el juicio deben ocurrir en
la misma audiencia o en las audiencias sucesivas.
Por último, está la noción de continuidad como principio esencial del
proceso oral, y la cual consiste en sostener que el debate no debe ser in-
terrumpido; todos los juicios orales deben realizarse ante un mismo juz-
gado o juez hasta su conclusión.
Estos tres últimos principios han sido la base de propuestas de reforma
legal a nivel constitucional, la cual, como observé previamente, princi-
palmente ha versado en materia penal, pero que pueden ser adoptados
como propuestas para la materia civil.

21 RENACE, Elementos Básicos del Procedimiento Oral, www.forosjudiciales.


com/material/Técnicas%20el %20 Oral%20 (Colombia).pdf (15 de enero de 2007).
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 169

En particular, resulta interesante observar las propuestas de reformas


constitucionales inscritas en el Anteproyecto de Reforma Constitucional
en Materia de Juicios Orales y Debido Proceso Legal.22
En este anteproyecto se plantean modificaciones a varios artículos de
la Constitución. Probablemente la reforma constitucional que puede tener
más impacto en materia civil es la que se plantea para el artículo 20 cons-
titucional, que se busca que sea completamente modificado, con miras a
poder incorporar las bases del debido proceso legal y el mandato preciso
para crear juicios orales en México, tanto en el ámbito federal como en el
ámbito local.
Se propone que en un plazo no mayor a un año de la expedición de la
reforma se apruebe una ley del debido proceso legal, en el que se expli-
cara de manera detallada la noción de debido proceso legal.
En la fracción IV del artículo 20 se busca incorporar la obligación de
rendir y desahogar todas las pruebas ante el juez.23 Asimismo, se modifi-
cará la fracción V, en la que se pueda garantizar la publicidad de los jui-
cios, dejando la salvaguarda para que el legislador determine si hay cier-
tos casos en los que las circunstancias hagan necesaria cierta reserva.
Se incorporará en la fracción VI una modificación que atiende a la ló-
gica de los juicios orales, en las que ordene que el juez esté presente en
todas las audiencias, de forma que pueda tomar conocimiento directo de
lo que aporten las partes, y de esa manera pueda obtener los elementos
necesarios para emitir su sentencia. La ausencia del juez debe dar lugar a
la nulidad de lo actuado en ellas.

IV. LA RACIONALIDAD COMUNICATIVA HABERMASIANA

La teoría de la racionalidad comunicativa es probablemente el más


grande legado epistémico de Jürgen de Habermas, que ha generado tanto
respuestas como nuevas dudas sobre el problema del lenguaje y la racio-
nalidad del discurso.
Habermas es considerado uno de los grandes representantes del pensa-
miento sociopolítico occidental moderno que desde los tiempos de Kant,
Hegel, Marx y Freud desembocó en la Escuela de Frankfurt.

22 Cámara de Diputados, op. cit.,


23 Idem.
170 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

Habermas sostiene que la racionalidad de intereses cognoscitivos puede


ser técnica o comunicativa y, en general, emancipadora, la cual constituye
el desarrollo mismo de la razón. Este interés emancipador está ligado ínti-
mamente a la autorreflexión individual, que engrana con la educación so-
cial, y ambas son aspectos de la emancipación social y humana.
La teoría de la acción comunicativa reúne los múltiples cabos en un
todo sistémico, en donde “las intuiciones contenidas en su tricotomía ori-
ginal de los intereses humanos están conceptualmente transformados en
un nuevo registro dentro del contexto de su teoría”.24
Habermas propone un modelo que permite analizar la sociedad como
dos formas de racionalidad que están en juego simultáneamente: la racio-
nalidad sustantiva del mundo de la vida y la racionalidad formal del sis-
tema,25 pero donde el mundo de la vida representa tanto una perspectiva
interna como el punto de vista de los sujetos que actúan sobre la socie-
dad, mientras que el sistema representa la perspectiva externa, entendida
como la estructura sistémica (la racionalidad burocratizada-weberiana de
las instituciones).
El concepto de mundo de la vida, Habermas lo obtiene de la sociolo-
gía fenomenológica, esencialmente de las teorías de Alfred Shütz, lo que
implica romper con la fenomenología tradicional, pues abandona las ca-
tegorías de la filosofía de la conciencia con las que Husserl trata la pro-
blemática del mundo de la vida.
Habermas sugiere representar a este (el mundo de la vida) “como un
acervo de patrones de interpretación transmitidos culturalmente y orga-
nizados lingüísticamente”26 con la adición de las ideas de G. H. Mead,
mientras que la idea de acción racional es claramente heredera de Weber
y Parsons.27
De esta forma, Habermas elabora una síntesis entre la visión del que
estudia a la sociedad como un conglomerado de sistemas complejos, es-

24 Bernstein, J. Richard, “Introducción”, en Guiddens, Anthony et al., Habermas y la


modernidad, Madrid, Cátedra, 1988, p. 34.
25 Habermas, Jünger, La teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, 1991, t. 2,
p. 176.
26 Idem.
27 Al final de los setenta y comienzos de los ochenta, estas dos corrientes eran cono-
cidas como “el marco teórico de la acción”, en oposición al “marco teórico de mí mismo
(self)”, representando este último por el interaccionismo simbólico de Mead y Blumer y
la fenomenología de Husserl y Schütz. Habermas los fusiona en su teoría.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 171

tructurados, donde el actor desaparece transformado en procesos (sistema


racional burocrático), y por otro lado, también incluye el análisis socioló-
gico que da primacía al actor como creador inteligente, pero a la vez su-
mergido en la subjetividad de los significados del mundo vital.28
Habermas sostiene que el estudioso no debe confundir sociedad con
mundo de la vida. La sociedad, dice Habermas, no es equivalente al mundo
de la vida, dado que la sociedad es, a la vez, mundo de la vida y sistema.29
La acción entonces se origina en el interés de diversos movimientos
filosóficos por el hombre como agente y en la búsqueda de una compren-
sión de la naturaleza y el contexto de la actividad humana, como esencia
de la sociedad humana. “Hace referencia al nivel micro, a los actores hu-
manos individuales, pero también puede hacer referencia a la actuación
de colectividades (macro)”.30
El concepto de acción es casi un producto de la Revolución Industrial;
comienza a aparecer en Marx como “actividad productiva” e irrumpe en
las ciencias sociales de los años treinta en Parsons (la estructura de la ac-
ción social) y en G. E. Mead y su concepto del acto en Mind, Self and
Society.
Hacia los años sesenta, según Richard Bernstein, se revelaría que la
naturaleza y significado de la acción, así como de los conceptos afines,
como intención, propósito, teleología, motivo, razones, etcétera, esta-
ban en primer término en la discusión filosófica.31 Durante los años
ochenta continúa siendo un concepto importante para diversos sociólo-
gos: en Giddens como “agencia” (referido a las instituciones), en Tou-
raine (actores sociales) y en Habermas en la teoría de la acción social,
“De manera que la sociedad se concibe desde la perspectiva del sujeto
en acción”.32 Dice Habermas: “Llamo acciones sólo a aquellas manifes-

28 Según el propio Habermas: “Yo utilizo «sistema» y «mundo de Vida» como con-
ceptos de esferas sociales que se distinguen por sus respectivos mecanismos de integra-
ción, es decir por los mecanismos de concatenación de interacciones”. Habermas, Jünger,
op. cit., pp. 193 y 194.
29 “Ambos paradigmas mundo de la vida y sistema tienen razón de ser, otro proble-
ma es asociarlos”, Habermas, Jünger, Problemas de legitimación en el capitalismo tar-
dío, Madrid, Amorrortu, 1991, p. 19, cit. en Melich, Joan Carles, Antropología simbólica
y acción educativa, Paidós, 1996, p. 47, nota 88.
30 Ritzer, George, Teoría sociológica contemporánea, Madrid, McGraw-Hill, 1993,
p. 491.
31 Bernstein, Richard, Praxis y acción, Madrid, Alianza, 1979, p. 240.
32 Habermas, Junger, La teoría de la acción comunicativa, Madrid, Taurus, t. 2, p. 117.
172 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

taciones simbólicas en que el actor... entra en relación al menos con un


mundo (pero siempre también con el mundo objetivo)”.33
Habermas contempla la acción comunicativa y el mundo de la vida co-
mo conceptos “complementarios”. En concreto, la acción comunicativa
puede considerarse como algo que ocurre dentro del mundo de la vida.
Por decirlo así, el mundo de la vida es el lugar trascendental donde se
encuentran el hablante y el oyente, donde de modo recíproco reclaman
que sus posiciones encajan en el mundo y donde pueden criticar o confir-
mar la validez de las pretensiones, poner en orden sus discrepancias y
llagar a acuerdos.34
Habermas pretende interpretar el mundo de la vida bajo las categorías
del Humboldt, suponiendo “una conexión interna entre las estructuras del
mundo de la vida y la imagen lingüística del mundo”.35 El lenguaje y la
cultura son constitutivos del mundo de la vida misma.
En la práctica comunicativa cotidiana no hay situaciones absoluta-
mente desconocidas. Incluso las nuevas situaciones emergen a partir de
un mundo de la vida constituido desde un acervo cultural de saber que ya
nos es siempre familiar.36 Por lo tanto, no es posible huir del mundo de la
vida: “...los agentes comunicativos se mueven siempre dentro del hori-
zonte que es su mundo de la vida; de él no pueden salirse”.37
El acervo de saber del mundo de la vida provee, según Habermas, a
los participantes de la acción de convicciones de fondo aproblemáticas,
que más adelante darán lugar a los procesos de entendimiento. En otras
palabras: si la acción comunicativa es posible, lo es sobre el horizonte
aproblemático del mundo de la vida. El mundo de la vida constituye un
“trasfondo moldeador y contextual de los proceso por lo que se alcanza
la comprensión” mediante la acción comunicativa. Esto implica una
amplia serie de suposiciones no expresadas sobre la comprensión mutua
que ha de existir y de suposiciones que deben ser mutuamente compren-
didas para que la comunicación tenga lugar. Bernstein sostiene que

33 Ibidem, p. 139.
34 Habermas, Jünger, Conocimiento e interés, Madrid, Taurus, 1987, p. 126.
35 Habermas, op. cit., nota 32, p. 177. Junto con este, los párrafos que vienen a conti-
nuación están extraídos de Melich, Joan-Carles, Antropología simbólica y acción educa-
tiva, Madrid, Paidos, 1996.
36 Habermas, op. cit., nota 32, p. 178 y t. 1, p. 104.
37 Ibidem, p. 179.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 173

Habermas quiere hacer justicia a la integridad del mundo vital y a los sis-
temas sociales, y demostrar cómo cada uno presupone al otro. No pode-
mos comprender el carácter del mundo vital a menos que comprendamos
los sistemas sociales que lo configuran, y no podemos comprender los sis-
temas sociales a menos que veamos cómo surgen a partir de las activida-
des de los agentes sociales.38

Otra forma de ver esta polaridad sociológica es a través del concepto


de racionalidad, porque mundo vital y sistema representan a su vez dos
formas distintas de racionalidad.
Habermas se preocupa por la racionalización del mundo de la vida
porque implica una comunicación cada vez más racional en el mundo de
la vida. Cree que cuanto más racional es el mundo de la vida, más proba-
ble es que la interacción esté controlada por una “comprensión mutua
motivada racionalmente”. Esta comprensión —el método racional para
alcanzar consenso— se basa en última instancia en la autoridad del mejor
argumento.
El supuesto de la teoría de la acción comunicativa es que existen tres
mundos, los que constituyen conjuntamente el sistema de referencia que
los hablantes suponen en común en los procesos de comunicación. El
mundo externo alude a los mundos objetivo y social, y el interno, al
mundo subjetivo. Es decir que, para esta concepción, el hablante, al eje-
cutar un acto de habla, entabla una relación pragmática con:

• Algo en el mundo objetivo (como totalidad de las entidades sobre


las que son posibles enunciados verdaderos), o
• Algo en el mundo social (como totalidad de las relaciones interper-
sonales legítimamente reguladas), o
• Algo en el mundo subjetivo (como totalidad de las propias viven-
cias a las que cada cual tiene un acceso privilegiado y que el ha-
blante puede manifestar verazmente ante un público), relación en
la que los referentes del acto de habla aparecen al hablante como
algo objetivo, como algo normativo o como subjetivo.

El hablante y el oyente se entienden desde y a partir del mundo de la


vida que les es común (porque está simbólicamente estructurado) sobre
algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo.
38 Bernstein, Richard, op. cit., p. 45.
174 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

De manera que, entender un acto de habla significa, para el oyente, saber


qué lo hace aceptable (en cuanto a cumplir las condiciones necesarias pa-
ra que el oyente pueda adoptar una postura afirmativa ante la pretensión
que a ese acto vincula el hablante).
Es decir, yo entiendo desde mi mundo de la vida, desde el entorno que
ha generado tanto mi sistema de creencias, mi forma de expresarme, mi
propia realidad, mis aproximaciones lingüísticas y comunicacionales de
lo que conozco y transmito están autorreferenciadas por mi mundo de la
vida.
De esta manera, la acción comunicativa se basa en el consenso simbó-
lico (de allí su aproblematicidad). Sin embargo, no se está sugiriendo que
todo acto de habla sea o deba ser a la vez verdadero, recto, veraz, ade-
cuado e inteligible, sino que sólo se trata de establecer que todo acto de
habla presupone tales pretensiones. Cuando alguna de ellas resulta pro-
blematizada39 se da lugar a una específica forma de comunicación: “el
discurso argumentativo”, cuya función es restablecer la acción comuni-
cativa entre los hablantes, resolviendo el cuestionamiento de una deter-
minada pretensión de validez.40
La verdad, la rectitud y la veracidad, respectivamente, son los criterios
de verdad. El mundo de la vida es el lugar trascendental en que el ha-
blante y el oyente se salen al encuentro planteándose esas pretensiones
de validez; es el horizonte de convicciones comunes aproblemáticas en el
que se da la acción comunicativa.41
Es conveniente observar que es de la noción de verdad, la rectitud y la
veracidad, que muchos han criticado la teoría habermasiana de ser una
teoría de buena fe, que se instala bajo la pretensión de que el hablante
siempre habla con verdad y honestidad.

39 Aunque en la filosofía contemporánea la voz “problematicidad” no tiene una de-


finición específica, para los efectos de este ensayo me afilio a la voz propuesta por
Abbagnano, en la que entiende por “problematicidad” el carácter de un campo de investi-
gación en el cual la solución de los problemas no elimina los problemas mismos. Los
problemas que se consideran resueltos no son más que posibilidades de soluciones pro-
yectadas anticipadamente, con alguna garantía de éxito, de los problemas que van sur-
giendo. Abbagnano, Nicola, Diccionario de filosofía, 4a. ed., México, Fondo de Cultura
Económica, 2004, p. 857.
40 En el tema de la verdad, aquí seguimos a Álvarez, Ricardo, Jünger Habermas:
verdad y acción comunicativa, Buenos Aires, Editorial Almagesto, 1991.
41 Vasilachis de Gialdino, Irene, Métodos cualitativos I: Los problemas epistemoló-
gicos, Centro de Editores de América Latina, 1993, pp. 28 y 29.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 175

En esencia, se trata de que, para comprender el significado de una ac-


ción —dentro de una concepción de acción comunicativa— se implica,
en principio, ser capaz de participar en la forma de vida en las que se en-
cuentra incorporada esa acción. Sin embargo, para Habermas, esto no
puede hacerse sin valorar, al menos implícitamente, los requisitos de va-
lidez que surgen dentro de esa forma de vida. Por tanto, la comprensión
no puede separarse de la valoración racional de la acción.
Concluyendo, podemos decir lo siguiente: Habermas considera que
existen tres mundos que confluyen en el entendimiento entre el emisor
del lenguaje y el receptor del mismo. Dichos mundos confluyen para po-
der dar lo que entiendo como mensaje, lo que racionalmente comprendo
de lo que el hablante emitió. Estos mundos son los tres entendidos como
el mundo de la vida, que es para Habermas la verdadera forma a través
de la cual nos entendemos, existiendo también la racionalidad del siste-
ma, racionalidad impuesta, y que no necesariamente implica que todos
tengamos el mismo entendimiento de ella.
El mundo de la vida se conforma con tres mundos; primeramente el
mundo objetivo, el mundo de la vida, entendido como la totalidad de las
entidades sobre las que son posibles enunciados verdaderos; en segundo
lugar por el mundo social, que es comprendido como la totalidad de las re-
laciones interpersonales legítimamente reguladas, y por último un mundo
subjetivo, que no es sino la totalidad de las propias vivencias a las que ca-
da cual tiene un acceso privilegiado, y que el hablante puede manifestar
verazmente ante un público.
Si partimos de esta noción, lo que comunicamos puede ser racionalmente
comprendido por aquel que corresponde en estos mundos al del hablante;
de otra manera tendríamos que asumir la existencia de esos mundos co-
mo ciertos, y por consiguiente como verdaderos.

V. LA RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y EL JUICIO ORAL

Aquellos que plantean la aparición de juicios orales, ya sea en materia


familiar o en materia penal, sostienen que el éxito de éstos reside en que
el juez escucha de viva voz y observa las circunstancias del proceso en
persona, pensando que al hacerlo se reducirán las circunstancias negati-
vas que se observaban en el proceso escrito.
Al pensar de esta manera olvidamos el hecho de que la aparición en el
mundo cotidiano que emerge del siglo XVIII al XIX aporta a cada indi-
176 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

viduo una biografía en la cual puede explicarse el sujeto, así como la


transición de una sociedad estratificada a la funcionalmente diferenciada,
es decir, provee de una estructura social estricta y con fronteras casi im-
posibles de rebasar (nobleza, guerreros, iglesia, siervos) a una moderni-
dad donde la función desempeñada diferenciaba al individuo y marcaba
la clase a la que pertenecía (burgués, campesino, político, entre otros).42
La transición de la sociedad ha permitido que el individuo pueda asu-
mir varios roles o múltiples dimensiones sin perder su sustantividad: el
sujeto privado en busca de su propia libertad, miembro de una sociedad
civil, ciudadano de un Estado y ciudadano del mundo, las sociedades
modernas se tornan un compuesto de individuos con biografías de múlti-
ples dimensiones, haciendo que las sociedades, sin las cuales es imposi-
ble la vida humana, se tornen sociedades más que complejas.
El dejar la apreciación de los hechos en un juicio oral a un solo obser-
vador (el juez) solamente podría ser operable si éste es capaz de encon-
trar consenso en el uso de los códigos y el manejo de la “base de validez
del habla” que le permita que cualquier intercambio entre sujetos sea
guiado por pretensiones de validez (o de proposiciones que busquen pa-
recer y ser verdaderas),43 que hagan entendible el mensaje o intención
del emisor.
El principal problema que tendrían los juicios orales para poder ser
validados por una racionalidad comunicativa parte del hecho de que todo
proceso de lenguaje tiene que guiarse por presuposiciones inevitables,
que sean compartidas por los miembros de la comunidad y reproducidas
al interior del lenguaje, desde la más temprana edad del hombre. Esta
presuposición inevitable es lo que Habermas denomina “corona de idea-
lizaciones”, las cuales permiten que el entendimiento trascienda para po-
der entender el código lingüístico utilizado por el “otro”. Es, entonces
esa trascendencia intramundana en la medida en que se trasciende del en-
tendimiento subjetivo, pero no a un mundo ideal de corte platónico, sino
a un cúmulo de presuposiciones fruto del consenso a través del lenguaje,
y por tanto presuposiciones del mundo social, la que permite a Habermas
42 La teoría de la complejidad de los sistemas es uno de los paradigmas de la física
contemporánea. Puede así observarse un punto más de cercanía entre los fenómenos que
antaño se denominaban propios de la física y el derecho.
43 Esta noción es también denominada por Habermas como “verdad proposicional,
veracidad subjetiva y rectitud normativa”. Habermas, Jünger, Facticidad y validez, Ma-
drid, Trotta, p. 56.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 177

hablar de una época posmetafísica (no hay accesos a mundos ideales por
fuera de los códices ideales, rechazando que los significados pertenecen
a una comunidad, para así afirmar que son propios al sujeto, y por ende
relativos).
Imaginemos un proceso oral en Oaxaca: un juez que se encuentra en la
capital, poco, si no es que nada, conoce de las tradiciones, usos y costum-
bres de la comunidad indígena. Los entendimientos comunicacionales del
juez se limitan a su mundo de la vida, no teniendo así elementos para po-
der entender el mundo de la vida de la comunidad indígena; los significa-
dos que el juez genera son propios a él, y el hecho de que se presente la
prueba por vía oral o por vía escrita no aleja ese presupuesto del tintero.
La decisión del juez seguirá siendo relativa a su mundo de la vida.
Lo que la publicidad de los juicios orales generará es hacer más visibles
las condiciones de otredad que hoy por hoy predominan en México, hacer-
la más clara y, por consiguiente, más hiriente para aquel que es el otro.
Entiendo por otredad una mezcla paradójica de presencia y ausencia,
de cercanía y lejanía; es una acción en donde observo a quienes me ro-
dean como el otro, al cual no lo defino por lo que es o lo que sé de él, si-
no que lo defino según su experiencia, de la cual obtengo acceso a lo que
originalmente era inaccesible.44
Y es que los sistemas jurídicos anteriores a la modernidad se funda-
mentaban en el encantamiento divino a que se veía sometido nuestro
mundo (siendo el derecho natural teológico un ejemplo) y una vez desen-
cantado empieza el derecho a perder rumbo. Habermas considera que
con su teoría de la acción comunicativa puede devolverle al Estado de-
mocrático de derecho el fundamento esperado.
Pero el análisis de la nueva fundamentación del Estado de derecho y
de la democracia exige clarificar la metodología a utilizar para tan ardua
tarea. En los principios de la modernidad empiezan a resquebrajarse las
relaciones entre la política y el derecho, en la medida en que se necesita-

44 En la otredad veo un pensamiento que nunca es total y completo, que no es transi-


torio, y que representa desde una posición social la esencia del mundo, así como un para-
digma difícil de resolver para el derecho, pues ante este huir a lo particular, y el aleja-
miento de lo general que se vuelve condición general tender a la otredad, las condiciones
de vida están bien si son para mi beneficio, y no del otro. Este fenómeno hace muy difícil
el planteamiento de normas generales destinadas a un consenso de las mayorías. La idea
de la legitimidad se vuelve un actor fundamental en la posible positividad de una norma
jurídica.
178 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

ba un nuevo orden estabilizador que en algunos momentos lo brindaba la


violencia, y en otros, la legitimación racional. Poco a poco se convirtie-
ron esos resquebrajamientos en fuertes choques a un punto tal que “se
disgregan hoy (la teoría del derecho y la teoría de la política) en posicio-
nes que apenas tienen entre sí nada qué decirse”.45 Este choque produjo
cambios fuertes en cuanto al método investigativo, pues la tensión entre
planteamientos normativistas (que sostiene la participación y no la obser-
vación, pero en una reconstrucción efectuada en términos de compren-
sión y de análisis conceptual y no sobre lo fáctico o realidad empírica) y
objetivistas (propios de algún sector de la teoría política que predica la
observación de la realidad mediante la descripción y explicación me-
ramente empírica) llevó al derecho a correr el riesgo de perder el contac-
to con la realidad social, y a la política el ignorar los aspectos normativos
presentes en cualquier sociedad.
Por tanto, la teoría de la acción comunicativa, promesa de fundamento
de los sistemas constitucionales europeos, exige, en cuanto al método a
utilizar, múltiples orientaciones en diversas disciplinas (inter y transdisci-
plinariedad), diferentes puntos de vista metodológicos (como el ser partíci-
pes, en un momento dado, y pasar sin mayores traumatismos a ser obser-
vadores, en otro), diversos objetivos teoréticos (análisis conceptual, por un
lado, y explicación empírica, por el otro), diferentes perspectivas fruto de
los diversos roles funcionales a los que se enfrenta el investigador y cual-
quier individuo (juez, ciudadano, político, cliente de las burocracias esta-
tales, ciudadano del mundo). Esta multiplicidad en el método permitirá
realizar una investigación y una lectura conducente a una sociología del
derecho (en el que queda incluida la política) junto a una filosofía tanto
de lo jurídico como de la justicia.
La pregunta clave sería determinar si es que los jueces que participa-
rían dentro de este proceso de juicios orales tienen la orientación en di-
versas disciplinas que le permitan absorber el mensaje comunicacional
en su totalidad, pues al final de cuentas no es acerca de generar nuevas
formas de sistema procesal, sino de primeramente generar elementos que
tengan las cualidades y aptitudes necesarias para poder comprender un
mensaje tanto conceptual tanto empírico de los hechos.
Habermas considera que toda sociedad donde se aplica el derecho ins-
pirado en la razón comunicativa tiene una doble faz que no puede ser ol-
45 Habermas, Facticidad y validez, cit., p. 68.
RACIONALIDAD COMUNICATIVA Y OBJETIVIDAD 179

vidada por cualquier científico social. Por un lado, las restricciones nece-
sarias para la convivencia social, y por el otro, la idea de autorregulación
consciente de mis propias conductas. Esta doble dimensionalidad de la
sociedad origina una fuerte tensión entre mi autoconciencia (autonomía)
y la sujeción a normas (heteronomía), para permitir la convivencia.
Esta tensión debe ser resuelta para permitir que el individuo acate las
disposiciones y a la vez se considere como un ser que aún tiene la potes-
tad autorregulativa. Habermas plantea que esta tensión se resuelve al in-
terior del lenguaje, el cual, plasmado en términos jurídicos, nos introduce
en el aspecto de la legalidad y la legitimidad de las normas.
Ahora bien, el derecho moderno se caracteriza por la protección de inte-
reses privados, de derechos subjetivos y de las “órbitas de acción” de los
individuos, protegiéndolos de intervenciones arbitrarias tanto del Estado
como de otros sujetos. Escribe Habermas: “Pues desde un punto de vista
histórico los derechos subjetivos privados, que definen ámbitos de liberta-
des individuales de acción y por tanto están cortados a la medida de una
persecución estratégica de intereses privados, constituyen también el nú-
cleo del derecho moderno”.46
Así las cosas, en el seno del lenguaje son promulgadas varias normas
jurídicas tendientes a la regulación social, normas que están respaldadas
por la fuerza o la coacción, como garantía de cumplimiento de ellas. Se
busca, por tanto, que las conductas de los individuos se acojan a lo dis-
puesto por la ley, y a esto se le denomina legalidad, que no necesaria-
mente está acompañada de una obediencia moralmente motivada, pues si
así lo está ya nos encontramos en el campo de la legitimidad, y como no
puede exigirse esta motivación moral, la coerción irrumpe fácticamente.
La validez (que se plasma en la legitimidad) y la facticidad (que se
manifiesta en las “condiciones de coerción”) señalan para el derecho la
tensión arriba mencionada entre regla social (heteronomía y facticidad) y
autorregulación consciente (autonomía y validez).
La legitimidad del ordenamiento jurídico, y por tanto la superación de
una permanente tensión entre facticidad y validez, no es otra cosa que un
juego de lenguaje, un juego de la acción comunicativa, una conciliación
de extremos.

46 Al respecto véase “Introducción al narcisismo”, que puede encontrarse en Freud,


Sigmund, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, vol. XIV, 1996, p. 94.
180 ALFONSO ESTUARDO OCHOA HOFMANN

VI. CONCLUSIONES

Más allá de buscar vías para ser más expedito un proceso que en sí mis-
mo tiene muchas fallas como el escrito, resulta necesario, como observara
Roberto Unger, evitar la desintegración de la sociedad, desarrollando rela-
ciones intergrupales. Si el objeto del proceso oral se avoca a esta labor de
integración social, los beneficios de dicho proceso serán superiores, pues
logrará una integración moral. De no ser así, la modificación de un proce-
so escrito a uno oral no generará mayor transformación.47
Por esto, es importante que al juez se le involucre en una comprensión
transdisciplinaria del derecho, un conocimiento que permita que el juez, en
un modo conversacional, pueda entender la plasticidad de esta forma de
comunicación, que exista, como sostiene Schauer, tolerancia para poder
suponer a partir del contexto hablado, ciertas precisiones implícitas, pues

...la belleza singular de la conversación —cuando su funcionamiento es


óptimo— consiste en su aptitud para suministrar las adiciones necesarias.
De esta manera, en la conversación pueden simultáneamente emplearse
generalizaciones no universales y, a la vez evitarse las confusiones que
provienen de considerar a esas generalizaciones ya sea como universales o
como excluyentes.48

En este contexto, la teoría de la acción comunicativa se transforma en


un elemento útil para poder resolver las dudas que varios miembros de
los critical legal studies han planteado, dudas como la indeterminación
del debate ideológico, en particular cuando considera que los jueces de-
claran y aplican reglas que ellos nunca votarían si fueran legisladores.49

VII. BIBLIOGRAFÍA

ABBAGNANO, Nicola, Diccionario de filosofía, 4a. ed., México, Fondo de


Cultura Económica, 2004.

47 Unger, Roberto Mangabeira, Law in Modern Society, Toward a Criticism of Social


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48 Schauer, Frederick, Las reglas del juego. Un examen filosófico de la toma de deci-
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49 Posner, Richard, The problematics of Moral and Legal Theory, 3a. ed., Harvard
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LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR

José OVALLE FAVELA*

SUMARIO: I. Los orígenes de la oralidad. II. El resurgimiento


de la oralidad. III. La oralidad en México. IV. La oralidad en
el proceso familiar.

I. LOS ORÍGENES DE LA ORALIDAD

En contra de lo que se suele afirmar con frecuencia, la oralidad no es un


principio moderno del proceso. La oralidad fue el tipo de forma de proce-
dimiento que prevaleció en la antigüedad. En la historia de la evolución
del proceso se han alternado los principios de oralidad y de escritura, de
acuerdo con la cultura y los medios de expresión que han prevalecido.1
En su significado original, el principio de la oralidad se traducía bási-
camente en el predominio de la comunicación hablada entre las partes,
los terceros y el juez en el proceso; lo que el juez debía tomar en cuenta
era la palabra hablada y no la palabra escrita, al contrario de lo que ocu-
rrió con el principio de la escritura, en el cual lo que el juez debía tomar
en consideración eran los escritos presentados por las partes y las prue-
bas practicadas y recogidas en el expediente del proceso.
El procedimiento oral nació en el proceso griego. En la época de los
tribunales del Areópago y de las Heliastas había oralidad, y en el ágora,
en la plaza, se celebraban en público los juicios.2 En la comedia Las avis-

* Investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas y profesor en la Facultad


de Derecho, en la Universidad Nacional Autónoma de México, y miembro de la Junta Di-
rectiva del Instituto Federal de la Defensoría Pública.
1 Wyness Millar, Robert, Los principios formativos del procedimiento civil, trad. de
Catalina Grossman y prólogo de Eduardo J. Couture, Buenos Aires, Ediar, 1945, p. 144.
2 Petrie, A., Introducción al estudio de Grecia, trad. de Alfonso Reyes, México, Fon-
do de Cultura Económica, 1974, pp. 93 y 94.

183
184 JOSÉ OVALLE FAVELA

pas, Aristófanes hace una sátira de este tipo de tribunales populares y de


sus procedimientos. Igualmente, en el procedimiento germánico medie-
val prevaleció el procedimiento oral, que se desarrollaba únicamente me-
diante la palabra hablada. Sólo hasta que el proceso, después de que se
había dictado sentencia, era remitido a un tribunal superior, éste recibía
un informe sobre el fallo impugnado, con base en “las declaraciones ora-
les de funcionarios judiciales que actuaban a modo de testigos”.3
A partir del derecho canónico y del proceso civil medieval intermedio
(que se conoce como proceso civil común, porque recibe la confluencia
del derecho romano, el germánico y el propio canónico), es cuando se
consagra el principio de la escritura, que se expresa en la regla según la
cual no puede haber nada en el juicio que no esté expresado en el expe-
diente, lo cual obliga al juez y a las partes a basar sus argumentaciones,
sus razonamientos, exclusivamente en lo que consta en el expediente es-
crito. Este principio se expresaba en el adagio quod non est in actis non
est in mundo.4
Como una expresión extrema del proceso escrito, conviene recordar
que en el derecho procesal civil español medieval, después de que se pre-
sentaban los escritos de demanda y contestación a la demanda, venía la
réplica del actor (que era una contestación a la contestación de la deman-
da), y a su vez el demandado producía su dúplica (que era una contesta-
ción a la réplica, es decir, una contestación a la contestación de la contes-
tación a la demanda); y todavía después, el actor podía hacer una tríplica
con la que contestaba a la réplica, y el demandado, a su vez, podía pre-
sentar una cuadrúplica, en la que contestaba a la tríplica.5

II. EL RESURGIMIENTO DE LA ORALIDAD

El principio de la oralidad resurge históricamente sobre todo a partir


de la Revolución francesa. Frente al procedimiento inquisitivo escrito,

3Millar, op. cit., nota 1.


4En este sentido, Kleinfeller, citado por Millar, escribía: “A través del derecho ca-
nónico, este precepto resultó ser el fundamento del imperio del principio de escritura,
tanto en dicho sistema como así también ante los tribunales seculares de Alemania, des-
pués de la recepción del derecho romano. Bajo su dominio, cada medida esencial del jui-
cio —demanda, contestación, examen de testigos, resoluciones judiciales— llegó a ser
objeto de un documento especial”, op. cit., nota 1.
5 Millar, op. cit., nota 1, p. 157.
LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR 185

secreto, sin inmediación y disperso que rigió en la Edad Media, durante


la Revolución francesa surgió un procedimiento penal acusatorio, oral,
de carácter público, con inmediación entre el juzgador, las partes y los
demás sujetos procesales, y con prueba valorada libremente por el juez,6
que son exactamente los principios contrarios a los que rigieron durante
el ancien régime, antes de que hiciera explosión ese gran fenómeno jurí-
dico, político y social que fue la Revolución francesa.
Los revolucionarios franceses trataron de establecer un procedimiento
penal acusatorio, oral, público, concentrado y sujeto a la libre valoración
de las pruebas. Que lo hayan logrado o no, ésa es otra cuestión. Las recla-
maciones de las clases sociales ante los Estados generales que preceden a
esa gran Revolución política y económica, contenidas en les cahiers de
doléances, expresaban la necesidad de un procedimiento penal mucho más
civilizado que el procedimiento penal inquisitivo. A todo esto, los pensa-
dores de la Ilustración francesa agregaron el jurado popular.7
Había muchas voces, muchas quejas, muchas obras escritas en contra
del procedimiento inquisitivo. En Italia, un gran pensador, Cesare Becca-
ria, escribió un libro formidable, De los delitos y de las penas, en el que
hace una crítica incisiva, profunda, al derecho penal y al procedimiento
penal del antiguo régimen. Sin duda, De los delitos y de las penas consti-
tuye el más avanzado programa de reforma penal que jamás haya existi-
do. Todavía cuando leemos a Beccaria en muchos temas, como en el de
la tortura, la libre valoración de las pruebas, etcétera, encontramos un
programa que está vigente para América Latina. El programa de Beccaria
era un proyecto para transformar el derecho penal autoritario de la Edad
Media, en un derecho penal liberal, un derecho penal de signo humanis-
ta.8 A Beccaria lo seguirían después los grandes pensadores de la escuela
penal clásica, como Carmignani y Carrara, que van a expresar el sentido
liberal del derecho penal, que se sustenta en el respeto a los derechos
fundamentales de la persona.

6 Esmein, A., Histoire de la procédure criminelle en France, Frankfurt am Main,


Verlag Sauer Auvermann, 1969, p. 419; y Zappala, Enzo, Il principio di tassatività dei
mezzí di prova nel processo penale, Milán, Giuffrè, 1982, pp. 1-46.
7 Ovalle Favela, José, “La crítica de la Ilustración al sistema de la prueba legal”,
Estudios en homenaje al doctor Héctor Fix-Zamudio, México, UNAM, 1988, t. III, pp.
2295-2305.
8 Beccaria, Cesare, De los delitos y las penas; Voltaire, Comentario al libro De los
delitos y de las penas, trad. de Juan Antonio de las Casas, Madrid, Alianza Editorial, 1968.
186 JOSÉ OVALLE FAVELA

Así como Beccaria escribe su gran crítica al sistema de enjuiciamiento


penal, otro gran escritor francés, Voltaire, el gran crítico de las institucio-
nes monárquicas y de las convenciones de época, también celebra el libro
de Beccaria, De los delitos y de las penas, y hace su propia crítica. Voltai-
re no sólo fue un gran filósofo; no sólo fue un pensamiento civilizador; fue
sobre todo una actitud permanente de crítica ante las instituciones que so-
juzgan y someten a los hombres. Pero no sólo era un filósofo, un pensa-
dor, sino que también era un abogado. Fue uno de los grandes defensores
de los derechos humanos en el siglo XVIII; él llevaba causas específicas y
defendía a muchos procesados y juzgados en forma injusta por el sistema
inquisitivo de aquella época.9
Además de Beccaria y de Voltaire hubo otros grandes pensadores del
siglo XVIII, que influyeron para que el procedimiento penal se transfor-
mara y se volviera más racional, más humano; toda esa pléyade de pensa-
dores se conoce como la Ilustración. En el Siglo de las Luces, se libera el
pensamiento de los dogmas religiosos, se libera de las ataduras de la Igle-
sia católica, que era la que prevalecía, se libera de todos esos elementos
que impedían la libertad de expresión, de pensamiento e investigación, y
alcanza los más altos niveles de desarrollo. Nunca en la historia de la hu-
manidad ha habido una época como el Siglo de las Luces; no hemos teni-
do pensadores como Voltaire; juristas como Beccaria; filósofos como
Rousseau, como Montesquieu, hombres que están todavía iluminando
nuestro presente y nuestro futuro. Todavía en nuestra época ir al pensa-
miento de la Ilustración no es volver al pasado; es mirar hacia el futuro.
En materia penal, el Código de Instrucción Criminal de Napoleón, de
1808, trató de recoger estas ideas. Pero en materia civil también ocurría
algo parecido con el Código de Procedimiento Civil de 1806, igualmente
de la época de Napoleón, que es la época de los grandes códigos. Napo-
león, aparte de ser un gran militar, un gran estratega, impulsó los trabajos
para preparar y expedir la codificación que lleva su nombre, y que se ex-
presa en los grandes cinco códigos: el Código de Comercio, el Código
Civil, el Código Penal, el Código de Procedimiento Civil y el Código de
Instrucción Criminal.

9Los comentarios de Voltaire al libro de Beccaria se incluyen en la op. cit. nota 8.


Sobre la vida y la obra de Voltaire existe una excelente reconstrucción filosófica y litera-
ria hecha con base en una imaginaria comunicación epistolar, pero basada en los trabajos
de Voltaire, escrita por Fernando Savater, El jardín de las dudas, México, Planeta, 1993.
LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR 187

En el Código de Procedimiento Civil de 1806, Napoleón y sus colabo-


radores intentaron desde luego establecer un procedimiento civil de ca-
rácter oral, pero en dicho Código únicamente se introdujo la oralidad en
la etapa de los alegatos, no en la etapa inicial, porque la demanda y la
contestación a la demanda tenían carácter escrito, al igual que las prue-
bas. Esta reforma influyó en buena parte de Europa. En Italia, en el Códi-
go de Procedimiento Civil de 1865 también se da este cambio. Habría
que recordar que hay una obra magnífica de Piero Calamandrei, Elogio
de los jueces escrito por un abogado, en donde describe esa etapa final
del juicio, el informe ante los magistrados, donde los abogados de mane-
ra oral exponen sus propias conclusiones. Claro que no falta la mordaci-
dad, la ironía de Calamandrei, cuando describe lo aburrido que pueden
llegan a ser algunos abogados, y del sueño que producen en algunos los
magistrados cuando los escuchan.10
Ésta fue la primera etapa del resurgimiento de la oralidad en la época
moderna. El segundo gran impulso, y quizá el más importante, es el que
se dio en la Ordenanza Procesal Civil austriaca de 1895, de Franz Klein.
Este procesalista fue ministro de justicia en Austria, de 1890 a 1900, diez
años que fueron un periodo muy largo para un jurista dentro de una acti-
vidad política, pero que Klein pudo aprovechar muy bien para redactar
su Ordenanza, para dictar las medidas necesarias para transformar la
organización judicial y para ponerla en vigor.
Desde que era profesor de la Universidad de Viena, Klein había publi-
cado críticas muy severas al sistema de enjuiciamiento civil austriaco,
que tenía todos los rasgos de procedimiento civil europeo común que ri-
gió desde el siglo XIII hasta el siglo XIX, en el cual prevalecía la escritu-
ra, no había inmediación entre el juez y las partes, el juez no conocía a
las partes, ni a los testigos, ni a los peritos; sólo conocía el expediente.
No había tampoco una concentración de los actos procesales, sino que
había una gran dispersión en diversos actos del procedimiento.11

10 Puede leerse sobre todo el capítulo IV, que Calamandrei dedica a la llamada orato-
ria forense, la cual es uno de los graves riesgos y desviaciones de la oralidad. Cfr. Elogio
de los jueces escrito por un abogado, 2a. ed., trad. de Santiago Sentís Melendo, Conrado
Finzi y Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, México, Oxford University Press, 2001, pp.
33-48.
11 Cappelletti, Mauro, “Aspectos sociales y políticos del procedimiento civil”, Proce-
so, ideologías, sociedad, trad. de Santiago Sentís Melendo y Tomás A. Banzahaf, Buenos
Aires, EJEA, 1974, pp. 35-45.
188 JOSÉ OVALLE FAVELA

A partir de 1890, Klein empezó a preparar el proyecto de la nueva


Ordenanza Procesal Civil, la cual, una vez aprobada por el Parlamento,
se promulgó en 1895, para entrar en vigor en 1898, tres años después. Es
una amplísima vacatio legis, que permitió al ministro Klein, por un lado,
promover una reforma sustancial al Poder Judicial, y por el otro, preparar
a los nuevos jueces para que conocieran, interpretaran y aplicaran la nue-
va Ordenanza.
El nuevo proceso civil tuvo como característica fundamental el que se
desarrollaba fundamentalmente a través de dos audiencias: una audiencia
previa, a la que se denominó audiencia preliminar, en la que el juzgador
debía analizar y resolver sobre todas las cuestiones procesales planteadas
(los requisitos de admisibilidad de la acción, las excepciones y los presu-
puestos procesales, tales como la competencia, la litispendencia, la cosa
juzgada, etcétera), con la finalidad de depurar los obstáculos que pudie-
ran impedir la continuación del proceso; una vez resueltas las cuestiones
procesales, se pasaba a la audiencia de fondo, en la que se practicaban
los medios de prueba admitidos u ordenados por el juzgador.
El proceso que surge de la Ordenanza es sobre todo un proceso que se
desarrolla por audiencias. Pero, a diferencia del procedimiento germáni-
co medieval, que tuvo un carácter exclusivamente oral, el proceso ideado
por Klein no excluyó en modo alguno a la escritura, pues la demanda y
la contestación a la demanda, el ofrecimiento de pruebas y la sentencia,
entre otros actos procesales, se deben expresar por escrito; y aunque las
audiencias preliminar y de pruebas se celebran en forma oral, se debe le-
vantar un acta en la que se hagan constar tales actos. Éste es el gran mo-
delo del proceso civil que va a influir en Europa en el siglo XX.12
En el Congreso Internacional de Derecho Procesal que se celebró en
Viena, en septiembre de 1999, uno de los temas que se expusieron fue
precisamente el de la Ordenanza Procesal Civil de Franz Klein, la cual,
con más de un siglo desde que fue promulgada, sigue vigente en Austria
con excelentes resultados. Por ejemplo, de acuerdo con Mauro Cappellet-
ti, el periodo de duración de los juicios en Austria es el siguiente: más
del 40% termina en un mes; más del 50% dura entre uno y seis meses (es
decir, más del 90% dura entre uno y seis meses); y entre el 0.4 y el 1.2%

12 Sobre la reforma de Klein, véase Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, “Proceso oral y

abogacía”, Estudios de teoría general e historia del proceso, México, UNAM, 1974, t. II,
pp. 9-28.
LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR 189

termina en un poco más de un año. Esto nos indica cómo se ha logrado


avanzar realmente en ese país con una Ordenanza Procesal Civil muy
evolucionada aun para nuestra época.13

III. LA ORALIDAD EN MÉXICO

En nuestro país han existido algunas manifestaciones del proceso oral.


Por lo que se refiere al proceso penal, en la Ley de Jurados en Materia
Criminal, que el presidente Benito Juárez promulgó en 1868, se intentó
establecer un procedimiento penal acusatorio, oral, público, sin secreto y
con una gran participación de la defensa. El sistema de enjuiciamiento
previsto en esta ley estuvo vigente desde 1868 hasta 1929. El jurado po-
pular en materia federal y en la ciudad de México fue durante esos años
el juzgador de primera instancia ordinario de la mayor parte de las causas
penales. El sistema implicaba la existencia de la oralidad, la publicidad
de las audiencias y el funcionamiento del jurado popular, que formó par-
te del pensamiento liberal.
Los liberales normalmente han tratado de establecer el jurado, porque
consideran que es una base esencial de la democracia, aunque en sentido
estricto no tenga nada que ver aquél con ésta. En nuestro país, como en
general en todos los países de origen latino, el jurado popular no funcio-
nó adecuadamente. El jurado ha funcionado durante siglos en Inglaterra
y en Estados Unidos, en donde ha desempeñando un papel relevante en
el desarrollo del derecho de esos países, aunque ese papel se ha venido
reduciendo cada vez más y ha sido objeto de serios cuestionamientos.
En México, el jurado popular definitivamente no funcionó. La baja
preparación cultural de nuestro pueblo durante el siglo XIX (se tuvo que
exigir que los jurados supieran leer y escribir, como todavía lo prevé el
artículo 20, fracción VI, de la Constitución) y su poca disposición para
integrar los jurados impidieron que este órgano funcionara con normali-
dad. Además, en las diversas leyes que regularon esta materia se previó
que el jurado sólo intervendría al final del proceso, en la fase conclusio-
nes, por lo que normalmente no presenciaba la práctica de las pruebas.
Los abogados mexicanos del siglo XIX (como lo son los del siglo XX
y lo seguirán siendo los del XXI) eran muy elocuentes; eran abogados
13 Cappelletti, Mauro, La oralidad y las pruebas en el proceso civil, trad. de Santiago
Sentís Melendo, Buenos Aires, EJEA, 1972, p. 55.
190 JOSÉ OVALLE FAVELA

que tenían grandes dotes histriónicas; eran verdaderos maestros en el arte


de conmover hasta las lágrimas al jurado, y lograban regularmente la ab-
solución de los inculpados, por muy peligrosos que fueran. El jurado se
convirtió en un órgano que se encargaba de absolver a los inculpados.
Seguramente ésta fue una de las razones principales por las que el jurado
popular fue suprimido como juzgador ordinario de los delitos comunes
por el Código de Organización, de Competencia y de Procedimientos Pe-
nales para el Distrito y Territorios Federales de 1929.14
En materia civil, la reforma del 26 de febrero de 1973 al Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal intentó establecer la for-
ma oral para la práctica de las pruebas en el juicio ordinario, pero sin
prever todas las condiciones indispensables para que funcionara realmen-
te la oralidad, como son una reforma judicial que provea jueces con la
preparación que requiere la técnica del proceso por audiencias; la inme-
diación, la concentración de los actos procesales, la identidad física del
juez, la publicidad de las audiencias, las instalaciones materiales necesa-
rias, como una sala de audiencias, etcétera.
Aunque nominalmente el artículo 299 del Código de Procedimientos
Civiles para el Distrito Federal estableció que la recepción de las pruebas
debe llevarse a cabo en forma oral en una o dos audiencias (con anterio-
ridad a la reforma de 1973 se otorgaba al juez la facultad de elegir entre
la forma oral o escrita para la práctica de las pruebas si las partes no
habían optado previamente por alguna de tales formas), en la práctica
lo que ha ocurrido es que el juez señala una fecha para la audiencia, a la
que comparecen las partes que van a absolver posiciones, los testigos que
van a declarar en el juicio, los peritos que van a rendir su dictamen y los
demás sujetos que deben intervenir. Sin embargo, por el tiempo limitado
que se destina cada audiencia, en ésta sólo se practica una o algunas de las
pruebas, por lo que al concluir se señala una nueva fecha para que conti-
núe la audiencia, dos o tres meses después, en la cual tampoco se practican
todas las pruebas y se señala de nueva cuenta otra fecha, con la misma di-
ferencia de tiempo, y así sucesivamente. Además, contra lo que dispone el

14 Ovalle Favela, José, “Los antecedentes del jurado popular en México”, Boletín
Mexicano de Derecho Comparado, núm. 39, septiembre-diciembre de 1980, pp. 747-786;
publicado también en Criminalia, año XLVII, núms. 7, 8 y 9, julio-septiembre de 1981,
pp. 61-94, y en Estudios de derecho procesal, México, UNAM, 1981, pp. 299-337. De
esta última obra remitimos al lector en particular a las pp. 333-335.
LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR 191

propio Código, las audiencias no son dirigidas realmente por el juez, sino
por el secretario de acuerdos, con muy contadas excepciones.
En consecuencia, a pesar de la reforma nominal al artículo 299 del
Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, no se introdu-
jo en forma efectiva la oralidad, pues no existe inmediación entre el juez
y los sujetos del proceso, concentración de los actos procesales, identi-
dad física del juez, publicidad de las audiencias ni las instalaciones mate-
riales necesarias para tal fin.

IV. LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR

El título décimo sexto del Código de Procedimientos Civiles para el


Distrito Federal, que regula un juicio especial para algunas controversias
familiares, fue introducido con la misma reforma de 1973. A diferencia de
lo que había ocurrido en los códigos de procedimientos civiles que sigie-
ron al Anteproyecto de 1948 (antes de 1973, los códigos de Sonora, More-
los y Zacatecas, y con posterioridad los de Guerrero, Tabasco y Coahuila),
en los que se regulan en forma sistemática todos los procesos familiares, en
el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal sólo se prevé
un juicio especial para sustanciar algunos litigios familiares, que son los
que se mencionan en el artículo 942 de dicho ordenamiento. Quedan fuera
de ese título, entre otros, los juicios de divorcio, los de nulidad de matri-
monio y los de pérdida de la patria potestad, los cuales se tramitan en la
vía ordinaria civil.
Cualquier reforma que se intente llevar a cabo al título décimo sexto
del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal debe tomar
como base el análisis del título que los códigos que siguen al Antepro-
yecto de 1948 dedican a los juicios sobre cuestiones familiares y el esta-
do y condiciones de las personas, tanto en la parte de disposiciones gene-
rales como en la regulación de cada juicio.
El juicio sobre algunas controversias familiares, que se introdujo en
1973, es muy similar al llamado juicio sumario, que se suprimió con la
misma reforma de 1973. En él se advierte una tendencia hacia la orali-
dad, pero con la misma falta de inmediación entre el juez y los sujetos
del proceso, de concentración en los actos procesales, identidad física del
juez, así como de las instalaciones materiales necesarias para tal fin.
192 JOSÉ OVALLE FAVELA

Los actos con los que se introduce y define el litigio familiar —la de-
manda y la contestación— son, por regla, escritos, como deben serlo aun
en los procesos orales. Sin embargo, se prevé que la demanda y contesta-
ción pueda expresarse de manera verbal, “por comparecencia personal”
en el juzgado, en la que deben hacer el ofrecimiento de las pruebas (ar-
tículo 943). No parece que ésta sea la forma más adecuada de presentar
la demanda y la contestación a la misma, pues simplemente para dictarla
cada parte requerirá del asesoramiento de un abogado, el cual bien podría
llevar preparado por escrito el acto respectivo.
Es claro que el principio de la oralidad, el predominio de la palabra
hablada sobre la palabra escrita, no excluye en lo absoluto la escritura,
porque, salvo en la época germánica medieval, en la que no había nada
escrito, no había constancias; en épocas posteriores y en la época actual
todo debe constar por escrito. Recuerdo, por ejemplo, el caso de los juz-
gados de pequeñas causas en Brasil, con los que se quiso establecer la
oralidad total, y se dijo que no iba a haber nada por escrito, por lo que to-
do quedaba registrado en la cinta de una grabadora. En primera instancia
todo funcionó muy bien. Las partes hacían su demanda y su contestación
de manera verbal, las pruebas se practicaban de manera oral y el juez
dictaba la sentencia de la misma manera.
El problema se presentó en la segunda instancia, en la apelación, por-
que a los magistrados de apelación no les gustaba escuchar las grabacio-
nes, y entonces ordenaban a sus secretarias que transcribieran todo. A
partir de ese momento se perdía la rapidez que se había ganado; se perdía
la inmediación, la concentración de los actos procesales, etcétera.
Los actos con los que se introduce y delimita el litigio familiar —la
demanda y la contestación— deben ser escritos, aun en los procesos ora-
les. En este caso la escritura da certeza jurídica a las partes, y al juez, so-
bre el litigio sometido a proceso. La expresión oral de estos actos contri-
buye a que se pierda o se reduzca esa certeza, y no ayuda en nada a
agilizar el proceso. Lo que se debe practicar en forma oral es la audiencia
de pruebas, como lo previenen los artículos 944 y 945 del Código de
Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, así como la audiencia
previa, de conciliación y de excepciones procesales. Pero es evidente que
la regulación actual de la audiencia de pruebas es completamente
insuficiente para propiciar la oralidad, con todas las condiciones que la
hacen posible.
LA ORALIDAD EN EL PROCESO FAMILIAR 193

La inmediación supone que el juez está presente y dirige las audien-


cias, que escucha personalmente lo que las partes afirman en las au-
diencias, lo que los testigos declaran, lo que los peritos responden a sus
propias preguntas y a las de las partes, etcétera.
En nuestro derecho procesal, por regla, no hay inmediación, porque el
juez no está presente en las audiencias, no conoce a las partes, a los testi-
gos, a los peritos; no conoce, en fin, a las personas que participan en el
proceso, y sólo juzga con base en el expediente que lee. No hay esa in-
mediación, no hay ese conocimiento personal directo de las partes, de los
testigos y los peritos; no hay un conocimiento inmediato, sino mediato.
La inspección judicial, que debería ser la prueba directa por excelen-
cia en la que el juez presenciara personalmente los hechos, se ha conver-
tido en una prueba indirecta en la que el secretario de acuerdos o el ac-
tuario va a dar fe de los hechos. El juez no está frente a los hechos, sino
frente al acta que levanta el secretario o el actuario, quienes le dicen
cómo son los hechos.
En el caso de la prueba testimonial, los testigos no son las personas
que narran los hechos, pues el juez no los conoce, no sabe qué expresio-
nes tienen, no sabe cuál es su actitud; el juez sólo conoce lo que el secre-
tario de acuerdos dice que dijo el testigo; no conoce las palabras que ex-
presa el testigo, sino la traducción que hace el secretario de esas palabras
al lenguaje forense, al anticuado estilo de la curia, que acaba por ocultar
o deformar las palabras del testigo.
Tampoco hay concentración, porque el principio de concentración su-
pone que los actos procesales se deben concentrar en una, dos o muy po-
cas audiencias. En Austria solamente hay dos audiencias: la preliminar y
la de fondo, y en Estados Unidos y en Inglaterra también hay básicamen-
te dos audiencias: el pretrial y el trial. Pero entre nosotros tenemos no
una, ni dos audiencias, sino numerosas audiencias, que se llevan a cabo
en tiempos muy distantes y en forma muy dispersa.
También se requiere la identidad física del juez, lo cual significa que el
juez que recibe las pruebas, que ve y escucha a los testigos, que ve a las
partes confesando, debe ser el juez que resuelva. Lamentablemente eso no
ocurre siempre en nuestro medio, porque en ocasiones el juez que inicia en
el conocimiento del proceso no es el mismo que dicta la sentencia.
Estamos todavía realmente muy lejos de desarrollar adecuadamente el
principio de la oralidad y de conjuntarlo con los principios de la inme-
diación, la concentración, la identidad física del juez y la libre valoración
194 JOSÉ OVALLE FAVELA

razonada de las pruebas, los cuales continúan siendo un programa de po-


lítica procesal para los países iberoamericanos. Se debe tomar en cuenta
la experiencia de otras reformas, como la austriaca de 1895 o la uruguaya
de 1988, que han implicado reformas judiciales de gran relevancia y am-
plios periodos de preparación. Como lo demostró plenamente la reforma
de 1973 al Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, la
peor adversaria de la oralidad es la improvisación.
Por último, el título décimo sexto no contiene disposiciones específi-
cas sobre los alegatos, a pesar de que constituyen una de las formalidades
esenciales del procedimiento a que se refiere el artículo 14, párrafo se-
gundo, de la Constitución Política,15 por lo que su omisión podría impli-
car una violación a la garantía de audiencia consagrada en ese precepto
constitucional. Por esta razón, estimamos que, de acuerdo con lo que dis-
pone el artículo 956 del propio título décimo sexto, se deberá aplicar su-
pletoriamente lo que prevén los artículos 393 y 394 el Código de Proce-
dimientos Civiles para el Distrito Federal, los cuales regulan de manera
muy deficiente los alegatos. En tales preceptos se establece que los ale-
gatos se llevan a cabo de manera verbal, pero que no se deben hacer
constar en el expediente, salvo que se presenten conclusiones por escrito;
sólo que en este caso las conclusiones se deben presentar en la misma au-
diencia de pruebas, lo cual supone un esfuerzo de imaginación de quien
alega, pues debe preparar su escrito antes de que se practiquen las prue-
bas. Pienso que la mejor solución sería que los alegatos se presentaran
por escrito, dentro de un plazo determinado a partir de la terminación de
la audiencia de pruebas, para evitar el abuso en la audiencia de lo que
Alcalá-Zamora llamaba el abogado torrente (o el abogado rollero, diría-
mos ahora) frente al abogado tortuga,16 o, en todo caso, los excesos de la
llamada oratoria forense, de los que hablaba Calamandrei.

15 Cfr. tesis de jurisprudencia P./J.47/1995 en Semanario Judicial de la Federación y


su Gaceta, novena época, t. II, diciembre de 1995, pp. 133 y 134, “FORMALIDADES ESEN-
CIALES DEL PROCEDIMIENTO. SON LAS QUE GARANTIZAN UNA ADECUADA Y OPORTUNA
DEFENSA PREVIA AL ACTO PRIVATIVO”; la cual aparece publicada con el número 218 del
Apéndice al Semanario Judicial de la Federación 1917-2000, t. I, pp. 260 y 261. Sobre el
tema, véase Ovalle Favela, José, Garantías constitucionales del proceso, 2a. ed., México,
Oxford University Press, 2002, p. 120.
16 Alcalá-Zamora, op. cit., nota 12, p. 25.
ANÁLISIS DE LA VIABILIDAD DE ESTABLECER EL JUICIO
ORAL EN MATERIA FAMILIAR

Hilda PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO*

SUMARIO: I. Introducción. II. El juicio oral. III. Viabilidad del


juicio oral en los diversos procedimientos del orden familiar.
IV. Procedimientos civiles. V. De las controversias de orden
familiar. VI. El juicio de alimentos. VII. El divorcio necesario.
VIII. Los juicios controvertidos de la paternidad. IX. Los jui-
cios sucesorios. X. Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

Recientemente se ha planteado en México la necesidad de establecer el


juicio oral en los asuntos que resuelven los jueces familiares, con objeto
de agilizar su trámite en beneficio de los miembros que integran la fami-
lia. En tal virtud, se ha tratado de que la administración de justicia se en-
cuentre más acorde a la realidad de nuestros días, a través de reformas a
preceptos legales, creación de instituciones y supresión de normas que
resultan ahora obsoletas. En esa necesidad de innovar se encuentra el es-
tablecimiento de normas que armónicamente puedan ser aplicadas en los
procedimientos en materia familiar que actualmente se encuentran esta-
blecidos en el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal,
así como en todos los códigos de los estados del país.
La familia es considerada la base de la sociedad; esto es, se le confiere
una función esencialmente social, no obstante que se encuentra regulada
por el derecho civil. En este sentido, el jurista Jorge Mario Magallón Iba-
* Catedrática en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de
la Universidad Nacional Autónoma de México, y funcionaria judicial en el Tribunal Su-
perior de Justicia del Distrito Federal.

195
196 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

rra, citando a Jorge Jellinek, manifiesta que “La familia puede ser conce-
bida como una institución de Derecho Público, en el sentido de institu-
ción que reposa sobre el imperium estatal”.1 Para el maestro Antonio
Cicu: “La familia es un conjunto de personas unidas por un vínculo jurí-
dico de consanguinidad o afinidad”.2 En tal virtud, el individuo puede
obrar no sólo en su propio interés, sino en el interés de la colectividad.
Al respecto, en el Código Civil para el Distrito Federal, título cuarto
bis, “De la familia”, en su capítulo único, se establece lo siguiente:
“Artículo 138 Ter. Las disposiciones que se refieran a la familia son
de orden público e interés social y tienen por objeto proteger su organi-
zación y el desarrollo integral de sus miembros, basados en el respeto a
su dignidad”.
Por lo anterior, se deduce que la naturaleza jurídica de la familia es
esencialmente social, no obstante que el derecho de familia se encuentra
comprendido dentro del derecho privado.
Desde el derecho romano se concibieron las dos especies de uniones
familiares: la justae nuptiae y el concubinato, que fueron socialmente
aceptadas y no requerían de ningún tipo de formalidad; eran uniones du-
raderas y monogámicas entre un hombre y una mujer, establecidas con la
intención de procrear hijos y apoyarse mutuamente en la vida.3
A lo largo de la historia los hombres han organizado sus relaciones se-
xuales y familiares de formas diferentes, tales como la poliandria, poliga-
mia, patriarcado, matrimonio monógamo, matriarcado, repudio, divorcio,
homosexualismo, amor libre, promiscuidad, etcétera; sin embargo, es la
familia la que ha conservado la unión entre las personas, por lo que se
puede sostener que la sociedad necesita de la familia para sobrevivir.
Es en la familia en donde se nace y se vive desde una perspectiva hu-
mana, y en la unidad familiar se ponen las condiciones y los valores que
permiten el crecimiento de la personalidad y, por consiguiente, de la li-
bertad del hombre.
Por la gran importancia de los asuntos relacionados con la familia y
debido al incremento de los conflictos familiares, en nuestro país surgió
la necesidad de crear los juzgados y salas de lo familiar, mediante el De-

1 Magallón Ibarra, Jorge Mario, Instituciones de derecho civil. Derecho de familia,


México, Porrúa, 1988, t. III, p. 23.
2 Sentís Melendo, Santiago, El derecho de familia, Buenos Aires, Ediar, 1947, p. 27.
3 Diccionario Jurídico, Cd rom, 2005, Informática Mexicana.
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 197

creto del 24 de febrero de 1971, el cual reformó la Ley Orgánica de los


Tribunales de Justicia del Fuero Común del Distrito Federal y Territorios
Federales, en su artículo 58, en el que se prevén las atribuciones otorga-
das a los jueces de lo familiar en los asuntos relacionados con el matri-
monio, divorcio, alimentos, paternidad, filiación, patria potestad, tutela,
interdicción, adopción, juicio sucesorio, y todas las controversias del or-
den familiar.
Estos conflictos familiares se tramitan de acuerdo con su naturaleza
mediante los juicios ordinarios, y también por medio de un trámite espe-
cial, en las controversias del orden familiar y en los juicios sucesorios,
surgiendo incidentes dentro de estos juicios. Ahora bien, los juicios ordi-
narios son aquellos que están destinados a la decisión de las controver-
sias judiciales que no tengan señalada en la ley una tramitación especial.4
Las controversias del orden familiar se asemejan a los juicios suma-
rios, que eran los procedimientos que requerían un trámite con la breve-
dad de plazos o de formalidades. Fue mediante la reforma del 26 de fe-
brero de 1973, en la que se derogó el juicio sumario, convirtiendo estos
juicios sumarios en ordinarios, con excepción de los que se denominaron
juicios especiales. Esto se realizó en virtud de que el legislador tuvo la
idea de dar agilidad a los procesos civiles, y para lograrlo estableció el
juicio ordinario único, abolió los juicios sumarios cuyos plazos eran bre-
ves, y al convertirlos en ordinarios amplió los plazos, logrando que todos
se unificaran en la ampliación de los términos judiciales, y se establecie-
ron como días inhábiles todos los sábados y domingos del año. Sin em-
bargo, no pudieron entrar al juicio ordinario único todos los juicios su-
marios, por lo que se establecieron juicios especiales, que finalmente se
consideraron controversias de orden familiar y el trámite sucesorio.5
En el presente trabajo se realiza un análisis de la viabilidad de tramitar
los juicios que resuelven los jueces de lo familiar a través de procedi-
mientos orales, tomando en cuenta la complejidad de cada tipo de con-
troversia, que en el caso que analizamos son: alimentos, guarda y custo-
dia, visitas y convivencias, divorcio voluntario y necesario, juicios
controvertidos de la paternidad y maternidad, y juicios sucesorios.

4 Pina, Rafael de, y Castillo Larrañaga, José, Instituciones del derecho procesal ci-
vil, México, América, 1946, p. 349.
5 Cervantes M., Daniel, La oralidad y la inmediatez en la práctica procesal mexica-
na, México, Ángel Editorial, 2000, p. 62.
198 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

II. EL JUICIO ORAL

Dentro del ámbito de la administración de justicia, principalmente en


materia familiar, la duración y costo del litigio ha sido motivo de gran
preocupación, razón por la cual se creó dentro del Código de Procedi-
mientos Civiles del Distrito Federal, el capítulo relativo a las “Controver-
sias del orden familiar”, que son en sí juicios que contemplan un trámite
más rápido, en el que incluso no se requieren de formalidades para acudir
ante el juez de lo familiar cuando se solicite la declaración, preservación,
restitución o constitución de un derecho o se alegue la violación del mis-
mo o el desconocimiento de una obligación, tratándose de alimentos, de
calificación de impedimentos de matrimonio o de las diferencias que sur-
jan entre marido y mujer sobre administración de bienes comunes, edu-
cación de los hijos, oposición de padres y tutores, y, en general, de todas
las cuestiones familiares similares que reclamen la intervención judicial,
a excepción de los casos de divorcio o de pérdida de la patria potestad.
En tal virtud, aunque el juicio oral no sería la única solución para lo-
grar la protección de los derechos relacionados con los miembros de la
familia, sí podría facilitar la resolución más rápida de las controversias
del orden familiar, toda vez que el juez de lo familiar estaría en posibili-
dad de tener contacto directo con los contendientes, allegarse de mayores
elementos probatorios, e incluso interrogar en una forma directa tanto a
las partes como a sus testigos.
Si bien es cierto que en los juicios civiles y familiares el procedimien-
to es mixto, esto es, combinándose la forma escrita y oral, de acuerdo
con la manera en que se lleva a cabo la audiencia dentro de la cual se de-
sahogan las pruebas aportadas por las partes, también lo es que en mate-
ria familiar se pretende que el debate en el proceso sea preponderante-
mente oral, aunque no se excluya en forma total la forma escrita.
Al respecto, se estima que la oralidad implica la simplificación del pro-
cedimiento, con la celebración de una audiencia, que sólo podrá diferirse
en una o dos ocasiones, de acuerdo con la complejidad de las pruebas
aportadas por las partes, considerándose que los incidentes que surjan den-
tro del proceso se resuelvan conjuntamente con la cuestión principal, por
lo que el juez que dicte la resolución definitiva debe ser el mismo que co-
nozca del juicio o controversia desde su inicio. Por lo anterior, las pruebas
deben rendirse ante el ese juez, a fin de que tenga la autoridad en la direc-
ción del proceso, tomando en cuenta que todos los asuntos inherentes a la
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 199

familia se consideran del orden público. Asimismo, debe darse publicidad


a las audiencias en la mayoría de las controversias del orden familiar, con
excepción de las que se refieren a divorcio, nulidad de matrimonio y las
demás en que a juicio de tribunal sean secretas.
Las ventajas del juicio oral son múltiples, pudiéndose señalar las relati-
vas a la posibilidad de las confrontaciones entre las partes, testigos y peri-
tos, que permiten al juzgador apreciar mejor las pruebas por el hecho de
recibirlas directamente, por lo que obtiene un mayor número de elementos
de convicción con menos trámites, eliminando formalidades innecesarias,
que significa una gran economía procesal. De igual forma, se obtiene un
mayor control de la administración de justicia, a través de la observación
directa de su funcionamiento, y con ello, el mejoramiento de dicho servi-
cio público, reduciendo el número de trámites que en el procedimiento es-
crito son indispensables, además de que se disminuye el volumen de los
expedientes. También puede tener como resultado una mayor confianza
en la labor de los tribunales.
Cabe mencionar que si bien dentro del juicio oral el desahogo de las
pruebas se procura en el menor número de audiencias, existen casos en
los que de acuerdo con el tipo de juicio, la prueba pericial es admisible, e
incluso indispensable, por lo que en ocasiones la audiencia tendría que
diferirse.

III. VIABILIDAD DEL JUICIO ORAL EN LOS DIVERSOS


PROCEDIMIENTOS DEL ORDEN FAMILIAR

El divorcio por mutuo consentimiento, las controversias del orden fa-


miliar, la perdida de la patria potestad de menores acogidos por una insti-
tución pública o privada y los juicios sucesorios, pertenecen a los juicios
especiales previstos en el Código de Procedimientos Civiles vigente para
el Distrito Federal. Con excepción de los juicios sucesorios, los demás
juicios antes citados contemplan un trámite sumario, que tienen como re-
sultado un trámite más corto y con menos complicado.
Por lo que se refiere a las controversias del orden familiar sobre asun-
tos de alimentos, guarda y custodia, visitas y convivencias, entrega de
menor y violencia familiar, el juicio oral podría ser de gran utilidad para
la resolución pronta y expedita de dichos conflictos, tomando en cuenta
que el juez de lo familiar puede tener una intervención más directa, e in-
200 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

cluso con una función de mediación para lograr una solución amigable
entre las partes.
Por lo que hace al divorcio por mutuo consentimiento o divorcio vo-
luntario, su trámite es especial, ya que es un procedimiento instado por
voluntad de las partes.
Se puede hablar de la factibilidad que en la práctica tendrían los jui-
cios orales en lo relativo al parentesco, la nulidad del matrimonio, el con-
cubinato, el divorcio necesario, la adopción, todo lo referente a la patria
potestad y la tutela, así como lo relativo a las acciones derivadas del esta-
do civil de las personas (nacimiento, defunción, filiación, reconocimien-
to, emancipación, ausencia y nulidad o rectificación de actas), toda vez
que estas instituciones familiares regidas en la vía ordinaria civil alcan-
zarían los beneficios que ofrece el juicio oral, como lo son la prontitud,
celeridad en cuanto a los términos y plazos, convicción del juzgador en
el resultado de las pruebas y resolución inmediata del juicio.
La desventaja que en todas ellas se presenta, es la que se deriva del
principio de la suplencia de los planteamientos de derecho en materia fa-
miliar, tal como lo plantea Bejarano Sánchez al considerar que

El juez autorizado para actuar de oficio puede, obviamente sustituir la im-


propiedad de una defensa insuficiente, trátese de la aplicación de la norma
jurídica invocada o trátese de la vaga relación de los hechos o alegatos de
derecho, sin que alcance su poder discrecional para variar los hechos
—aunque sí a interpretar y profundizar los narrados— por que de hacerlo
habría de producir un fallo incongruente, violatorio del artículo 81 del Có-
digo de Procedimientos Civiles.6

De igual forma, el ex ministro de la Suprema Corte de Justicia de la


Nación, Sergio Hugo Chapital Gutiérrez, opinó que:

El alcance legal de la Suplencia se referirá a que el juzgador tiene que re-


visar la esencia de los hechos no para sustituir a las partes, sino para de-
terminar lo que exactamente quisieron decir, deberá resolverse la contro-
versia conforme a los hechos que realmente aparecieron probados en la
contienda.7

6Bejarano Sánchez, Manuel, La controversia del orden familiar. Tesis discrepantes,


México, Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, 1994, p. 193.
7 Chapital Gutiérrez, Sergio Hugo, citado por Tenorio Gódinez, Lázaro, La suplencia
en el derecho procesal familiar. Fuero común-fuero federal, México, Porrúa, 2004, p. 49.
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 201

IV. PROCEDIMIENTOS CIVILES

De acuerdo con lo previsto en los artículos 55, 56, 57, 74, 95, 255, 260,
272-A, 277, 290, 298, 393, 395, del Código de Procedimientos Civiles pa-
ra el Distrito Federal, en los juicio que deben seguirse en la vía ordinaria
civil, el procedimiento judicial es fundamentalmente escrito, además de
considerarlo de orden público; por lo tanto, las partes no pueden alterar las
normas del procedimiento, actuaciones en las que se deben cumplir in-
cluso con requisitos de forma al presentarse todos los escritos y actuacio-
nes judiciales en idioma español, sin abreviaturas, llevando la forma que
establece el Código de Procedimientos Civiles, ya que en caso de que no
se cumplan las normas del procedimiento podrá declararse la nulidad de
las actuaciones. Se ordena, además, que los documentos deberán acom-
pañarse junto con el escrito inicial de demanda, a excepción de los que se
refieran a pruebas supervenientes, de los que se hayan solicitado con an-
terioridad o de aquellos que no puedan obtenerse, sino por conducto de
la autoridad judicial, llenándose los requisitos que toda demanda y con-
testación deben contener.
Resulta importante tomar en cuenta que el sistema escrito es acorde
con el artículo 14 de la Constitución Política de los Estados Unidos Me-
xicanos, precepto que en lo conducente establece:

Artículo 14. Nadie podrá ser privado de la vida, de la libertad o de sus


propiedades, posesiones o derechos, sino mediante juicio seguido ante
tribunales previamente establecidos, en el que se cumplan las formalida-
des esenciales del procedimiento y conforme a las leyes expedidas con
anterioridad al hecho.

Ahora bien, habiéndose mencionado en forma breve lo relativo a las


normas generales que rigen el procedimiento de vía ordinaria civil de
acuerdo con lo previsto en el Código de Procedimientos Civiles para el
Distrito Federal, será necesario que en los casos en los que se estime la
procedencia del establecimiento del juicio oral, se deberá hacer una re-
forma en forma integral, considerando todas los ordenamientos, inclu-
yendo a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
202 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

V. DE LAS CONTROVERSIAS DE ORDEN FAMILIAR

No obstante que en materia familiar existen juicios que, como se ha he-


cho mención, deben tramitarse en la vía ordinaria civil, precisamente por
la complejidad e importancia de este tipo de asuntos, tales como los juicios
de reconocimiento o desconocimiento de la paternidad, se encuentran to-
dos aquellos asuntos que no requieren de un trámite largo y complicado,
como lo son los relativos a las controversias del orden familiar, dentro de
las cuales el juicio oral no sólo es viable, sino aconsejable.
En efecto, dentro de este tipo controversias, el juez de lo familiar tie-
ne la obligación no sólo de allegarse de todos los elementos probatorios
a fin de conocer la verdad sobre los puntos controvertidos, sino que de-
be procurar tener un mayor contacto con las partes, y sobre todo en los
casos en los que se encuentren involucrados menores o mayores incapa-
citados, por lo que el juicio oral en esta clase de asuntos vendría a com-
plementar y mejorar el trámite especial contemplado en el Código de
Procedimientos Civiles en sus artículos 940, 941 y 942, que a continua-
ción se transcriben:

Artículo 940. Todos los problemas inherentes a la familia se consideran de


orden público, por constituir aquélla la base de la integración de la sociedad.
Artículo 941. El juez de lo familiar estará facultado para intervenir de
oficio en los asuntos que afecten a la familia, especialmente tratándose
de menores, de alimentos y de cuestiones relacionadas con violencia fa-
miliar, decretando las medidas precautorias que tiendan a preservar la fami-
lia y proteger a sus miembros.
Artículo 942. No se requieren formalidades especiales para acudir ante
el juez de lo familiar cuando se solicite la declaración, preservación, resti-
tución, restitución o constitución de un derecho o se alegue la violación
del mismo o el desconocimiento de una obligación, tratándose de alimen-
tos, de calificación de impedimentos de matrimonio o de las diferencias
que surjan entre marido y mujer sobre administración de bienes comunes,
educación de hijos, oposición de padres y tutores y en general de todas las
cuestiones familiares similares que reclamen la intervención judicial.
Esta disposición no es aplicable a los casos de divorcio o de pérdida de
la patria potestad.
Tratándose de violencia familiar prevista en el artículo 323 ter del Có-
digo Civil para el Distrito Federal en materia común y para toda República
en materia Federal, el juez exhortará a los involucrados en audiencia pri-
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 203

vada, a fin de que convengan los actos para hacerla cesar y, en caso de que
no lo hicieran, en la misma audiencia el juez del conocimiento determinará
las medidas procedentes para la protección de los menores y de la parte
agredida. Al efecto, verificará el contenido de los informes que al respecto
hayan sido elaborados por las instituciones públicas o privadas que hubie-
ren intervenido y escuchará al Ministerio Público.

Como se desprende de los preceptos legales antes transcritos, en rela-


ción con el artículo 943 del Código de Procedimientos Civiles, en las
controversias del orden familiar existe la posibilidad de acudir ante el
juez de lo familiar por escrito o por comparecencia personal en los casos
urgentes, exponer los hechos de forma breve y concisa, presentar junto
con la demanda los medios de prueba, y correr traslado a la parte contra-
ria, la cual deberá comparecer en la misma forma dentro del termino de
nueve días, es decir, ya sea por escrito o por comparecencia personal, se-
ñalando en ese mismo traslado la fecha para la audiencia respectiva; asi-
mismo, dictará las medidas provisionales que considere pertinentes, por
lo que si este trámite se llevara a cabo en forma oral, después de la com-
parecencia inicial de la parte actora en la que se ofrecieran pruebas, y
una vez emplazado a juicio el demandado, en la audiencia a la cual se ci-
tara a las partes, el demandado podría ofrecer las pruebas de su parte y
éstas, con la intervención directa del juez, y en su caso del secretario
conciliador, podrían dar por terminado el procedimiento, logrando una
solución rápida y con menor trámite, conveniente para los miembros de
la familia, principalmente para los menores, en el supuesto de que exis-
tieran éstos.
Si los contendientes no llegaran a un avenimiento, el juez de lo fami-
liar, dentro del juicio oral, tendría la posibilidad de auxiliarse de especia-
listas o instituciones especializadas para cerciorarse de la veracidad de
los hechos, los cuales presentarían un informe por escrito, con la posibi-
lidad de interrogar a los testigos ofrecidos por las partes, probanzas que
se desahogarán en una audiencia, ante la presencia del juez y de los au-
xiliares de la administración de justicia que fueran necesarios, los testi-
gos y peritos, debiendo el juez de lo familiar, resolver la controversia
en esa misma audiencia. Aun cuando existen términos establecidos para
la prosecución del procedimiento, el cual daría la posibilidad de que és-
tos se terminaran en un corto plazo; de no celebrarse la audiencia, ésta
se verificaría dentro de los ocho días siguientes.
204 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

En el Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal no se


contempla un procedimiento por medio del cual se establezca la tramita-
ción de los juicios orales; sin embargo, como anteriormente se señaló,
existen disposiciones que permiten la celebración de audiencias, como la
previa y de conciliación, y como se ha mencionado, con la posibilidad de
que las partes lleguen a un convenio, discutido en forma oral.
Es en materia penal, en la que se han iniciado los procedimientos ora-
les, con el argumento de que el sistema de justicia mexicano es lento, os-
curo e ineficiente, en donde la integración del expediente puede ser de
miles de hojas para sustentar un planteamiento, cuya lectura es tediosa, y
que en la mayoría de los casos los implicados en el procedimiento jamás
conocieron al juez.
El estado de la República mexicana que está a la vanguardia en la im-
plementación de juicios orales es el estado de Nuevo León, en el que en
el año de 2003 fueron aprobadas reformas al Código de Procedimientos
Penales, con las que entraron en operación los juicios orales para delitos
culposos no graves. En marzo del año 2006 se incluyeron los delitos do-
losos no graves. Está contemplado que todos los delitos, a partir de octu-
bre de 2006, también sean resueltos mediante juicios orales; sin embar-
go, es necesaria una reforma integral, para que esta posibilidad pueda ser
establecida.
En el título décimo cuarto del Código de Procedimientos Penales del
Estado de Nuevo León se regula la tramitación del juicio oral penal, de
manera selectiva para ciertos delitos, como se cita a continuación:

Artículo 553. Las normas contenidas en el presente Capítulo serán aplica-


bles para el procesamiento de los siguientes delitos previstos en el Código
Penal para el Estado de Nuevo León:
I. Los cometidos por culpa;
II. Los de querella previstos en los artículos 189, 262, 280, 282, 284,
285, 291, 338, 342, 344, 360, 381 en relación con el 382 fracción I, 383
en relación con el 382 fracción I, 384 en relación con el 382 fracción I y
385 fracción I;
III. Los de oficio previstos en los artículos 166 fracción I, 168, 171,172
primer párrafo, 178, 180, 182, 183, 184, 198, 205, 215 en relación con el
216 fracción I, 217 en relación con el 218 fracción I, 220 en relación con
el 221 segundo párrafo, 222, 253, 255, 278, 323, 332, 336, 353 bis y 373.
Este procedimiento ante los Órganos Jurisdiccionales será preponde-
rantemente Oral, se realizará sobre la base de la acusación y se regirá por
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 205

los principios de oralidad, inmediación, concentración, continuidad, con-


tradicción y publicidad, salvo las excepciones previstas en este Código y
las Leyes aplicables. En lo no previsto por este capítulo, se aplicarán su-
pletoriamente las normas comunes de este Código, siempre que las mis-
mas no contravengan los citados principios.

En este caso, el proceso penal difiere del procedimiento civil, pero aún
así, del contenido de los artículos 553 al 551 del Código de Procedimien-
tos Penales del Estado de Nuevo León se infiere que en los juicios orales
forzosamente debe quedar registro de las actuaciones (sean escritas, au-
diograbadas, videograbadas, etcétera), además de que el proceso es sus-
ceptible de suspenderse, o incluso de dilatarse, si se presentan los recur-
sos respectivos.
El 29 de marzo de 2004 el presidente Vicente Fox presentó a la Cáma-
ra de Senadores un proyecto de reformas a diversos preceptos de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia pe-
nal, denominándola en la exposición de motivos como “Reforma estruc-
tural del sistema de justicia penal mexicano”, y refiere al “modelo acusa-
torio”, en donde es considerada la oralidad y la economía procesal como
principios rectores del proceso penal.
También en el estado de Nuevo León, en el Código de Procedimientos
Civiles, se contempla la existencia de los juicios orales, en los siguientes
casos:

Artículo 989. Se sujetarán al procedimiento oral:


I. Las controversias que se susciten con motivo de arrendamientos;
II. Las controversias que se susciten con motivo de alimentos, y convi-
vencia y posesión interina de menores, cuando éstas constituyan el objeto
de la acción principal, y
III. Las solicitudes de divorcio por mutuo consentimiento.
Artículo 990. El procedimiento oral se realizará fundamentalmente con
base en los principios de oralidad, inmediación, abreviación, publicidad,
contradicción, concentración y continuidad. En lo no previsto en este Li-
bro, y en cuanto no se oponga a lo dispuesto por el mismo, se aplicarán las
disposiciones comunes de este Código.
Artículo 991. Salvo lo dispuesto en este Libro, las promociones de las
partes deberán formularse oralmente durante las audiencias, siendo aplica-
ble al efecto lo dispuesto en el artículo 41 de este Código.
206 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

Artículo 992. El Juez proveerá, en el momento y oralmente, toda cues-


tión que le sea planteada durante el desarrollo de las audiencias, con ex-
cepción de lo dispuesto en este libro.
Artículo 993. Las partes no podrán invocar, leer, ni incorporar como
prueba al procedimiento oral, antecedente alguno relacionado con la pro-
posición, discusión, aceptación o rechazo, procedencia, o revocación de
un método alterno hecho valer.
Artículo 994. Las diligencias de desahogo de pruebas que deban verifi-
carse fuera del juzgado, pero dentro de su ámbito de competencia territo-
rial, deberán ser presididas por el Juez, videograbadas por personal técni-
co adscrito al Poder Judicial del Estado y certificadas de conformidad con
lo dispuesto para el desarrollo de las audiencias en el juzgado.
Artículo 995. La nulidad de una actuación deberá reclamarse en la au-
diencia subsecuente, bajo pena de quedar validada de pleno derecho. La
producida en la Audiencia de Juicio deberá reclamarse durante ésta, antes
de que el Juez pronuncie la sentencia definitiva.
Artículo 996. Las resoluciones judiciales pronunciadas en las audien-
cias se tendrán por notificadas, sin necesidad de formalidad alguna, a
quienes estén presentes o debieron haber estado.
Artículo 997. Las tercerías que surjan dentro del procedimiento oral, se
sustanciarán en forma separada, con los mismos trámites y procedimientos
de éste, salvo lo dispuesto en el artículo 602 Bis del presente Código.

En tal virtud, los casos en que procede el juicio oral en Nuevo León
quedan reducidos a las controversias de arrendamiento, de alimentos y al
divorcio voluntario, debiéndose destacar que debe quedar también regis-
tro de las actuaciones en el procedimiento oral, y que aunque no lo diga
específicamente el código, la audiencia es susceptible de diferirse.
En el estado de Hidalgo encontramos también la posibilidad de llevar
a cabo juicios orales, y de hecho se contempla la posibilidad de ventilar
en esa forma las diferencias conyugales sobre obligación de la esposa de
vivir al lado del marido, educación de los hijos, y la administración del
patrimonio de la sociedad conyugal, voluntaria o legal, pero no el juicio
de divorcio. Al respecto, el Código Procesal Civil de ese estado establece
lo siguiente:

Artículo 44. Son materia del Juicio oral:


I. La tramitación de la suplencia del consentimiento y la calificación de
impedimentos;
II. La solicitud y dispensa de impedimentos;
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 207

III. Las diferencias conyugales sobre obligación de la esposa de vivir al


lado del marido, educación de los hijos, y la administración del patrimonio
de la sociedad conyugal, voluntaria o legal;
IV. La oposición de cónyuges, padres y tutores;
V. Las autorizaciones necesarias para contratar entre sí los cónyuges en
los casos previstos en los artículos 54, 55 y 56 del Código Familiar;
VI. Tramitación de pensión alimenticia y de adopción.

También es pertinente mencionar que a pesar de que existen procedi-


mientos de carácter oral en México, tales como el juicio agrario o en el
juicio laboral, tienen a su vez constancias escritas de lo que en los mis-
mos se actuó.
Este mismo criterio es compartido por el maestro José Becerra Bautis-
ta, al sostener:

Esa exclusión a rajatabla de la oralidad respecto del juicio ordinario resul-


ta por lo menos, discutible: si a grandes males, grandes remedios, es muy
probable que una oralidad bien planeada y que se asiente en una organiza-
ción judicial eficiente, corrija en gran parte las deficiencias de la justicia
civil mexicana, una de cuyas mayores lacras, y otro tanto acontece con la
penal, estriba en su desesperante lentitud.8

Efectivamente, en teoría, la justificación del procedimiento oral con-


siste en los vicios o deficiencias del juicio escrito, que pueden reducirse
a insuficiencia, aridez y demora. Respecto a la insuficiencia y demora, se
dice que en los procedimientos escritos el juez sólo toma conocimiento
de los hechos a través de largas y fastidiosas sesiones. Por el contrario,
en el juicio oral el juez está en contacto con las partes y los testigos, los
escucha y puede apreciar su sinceridad y valorar sus convicciones. En
cuanto a la demora, se alega que los interrogatorios a los testigos se pro-
longan indefinidamente en virtud de la tendencia irresistible de los abo-
gados de explayarse en pormenores sin importancia, que prolongan los
juicios, y el juez se encuentra frente a un proceso que no conoce y al que
fue absolutamente extraño.
Existen propuestas, como el incorporar a la fracción V del apartado A,
del artículo 20 constitucional, la necesidad de que sea el juzgador quien
constate ciertas actuaciones, precepto en el que actualmente se establece:
8 Becerra Bautista, José, El proceso civil en México, 15a. ed., México, Porrúa, 1996,
p. 170.
208 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

Artículo 20. En todo proceso de orden penal, el inculpado, la víctima o el


ofendido, tendrán las siguientes garantías:
A. Del inculpado:
V. Se le recibirán los testigos y demás pruebas que ofrezca, concedién-
dosele el tiempo que la ley estime necesario al efecto y auxiliándosele para
obtener la comparecencia de las personas cuyo testimonio solicite, siempre
que se encuentren en el lugar del proceso.
El proyecto pretende implementar lo siguiente:
Derecho a que todas las audiencias se desarrollen en presencia de un
Juez, que escuchará a quienes intervengan en el proceso, lo que afirma el
principio de inmediación, el cual está vinculado con la oralidad. Resultando
reprochable el hecho de que sea el Secretario de Acuerdos o la escribiente,
que lleve a cabo el desahogo de las pruebas, en lugar del Juzgador.9

Los juicios orales no son implementados sólo en los Estados Unidos


de Norteamérica, en virtud de que países como Argentina, Chile, Co-
lombia, Costa Rica y El Salvador resuelven en forma oral algunos de
sus juicios.10
Al no ser de un rigorismo estricto, el procedimiento de las controver-
sias del orden familiar, en la búsqueda de la verdad, existe la posibili-
dad de que en la práctica, y una vez implementada una reforma estruc-
tural, pueda adaptarse de una manera rápida un procedimiento por el
cual se suprima el sistema escrito por el oral, en el que se otorguen a
los jueces de lo familiar, facultades para tomar en consideración he-
chos, incluso no alegados por las partes, y servirse de pruebas que no
hayan pedido, atendiendo a la protección de la familia. Efectivamente,
la oralidad implica que las actuaciones del juicio se desarrollen en for-
ma verbal, sin perjuicio de que se recojan en documentos los resultados
de las actuaciones en el proceso, y serán esas actuaciones las que el juz-
gador tomará en cuenta para pronunciar su resolución. Evidentemente,
no hay proceso totalmente escrito, como no lo hay completamente oral,
de ahí que únicamente deban adecuarse las normas existentes a un pro-
ceso oral más ágil y efectivo, que traiga consigo una resolución que
tienda a proteger a los miembros más débiles de la familia, como lo son
los menores.

9
Ibidem, p. 11.
10 Melchor Guerrero, Perla, Juicios orales, rapidez y transparencia, http://portal.
exatec1.itesm.mx/vinculacion/Edi_72/edi72_revista_1.htm.
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 209

En apoyo a la implementación del juicio oral en las controversias del


orden familiar, el jurista Jaime Daniel Cervantes11 señala que “El juicio
oral es un juicio brevísimo en que el juez, oídas la demanda y respuesta
que las partes hacen de palabra, vistas las pruebas y oídas las alegacio-
nes, pronuncia su sentencia definitiva”.
De igual forma, Enrique Ramírez Martínez12 señala que “La oralidad
en el juicio consiste en que los argumentos de las partes, la presentación
de la prueba y el dictado de la sentencia deben expresarse verbalmente,
pero no por ello significa que todo lo dicho en la audiencia no quede re-
gistrado por escrito o que la sentencia no conste en documento”.
Antonio Francoz Rigalt,13 al respecto, dice que

Toda controversia judicial es hoy en día hablada y escrita; en resumen,


mixta y su naturaleza oral o escrita depende de la prevalencia que tenga en
el proceso un elemento sobre el otro y principalmente de la forma en que
se realice la oralidad. No hay que juzgar solamente de la exterioridad de la
oralidad y de la escritura para determinar si el proceso es oral o escrito.
Además, la oralidad es un concepto que compendia una serie de principios
que son su consecuencia y complemento. El principio de la oralidad no só-
lo es discusión oral en la audiencia, sino debate oral en el proceso y no ex-
cluye la escritura, que tiene como función la preparación y documentación
del pleito.

Por su parte, Clemente Valdez14 manifiesta lo siguiente:

El aspecto menos conocido de lo que es el procedimiento oral es el contac-


to directo personal, del juez con los abogados de las partes en el Procedi-
miento oral, después de los escritos de demanda y de contestación en los
asuntos civiles, y del escrito de consignación, y en algunos países de la
contestación de la defensa en los asuntos penales, el juez, cuando necesita
tener alguna información, requiere alguna aclaración, o cuando alguna de
las partes le hace alguna petición sobre la cual el juez debe escuchar el pa-

11 Cervantes M., Jaime Daniel, La oralidad y la inmediatez en la práctica procesal


mexicana, México, Ángel Editor, 2000, p. 96.
12 Ramírez Martínez, Enrique, Reforma Judicial. Revista Mexicana de Justicia, Mé-
xico, 2005, p. 97.
13 François Rigalt, Antonio, Hacia la oralidad en el proceso civil, México, Comaval,
1957, pp. 9-98.
14 Valdez, Clemente, El Mundo del Abogado, México, año 7, núm. 68, diciembre de
2004, p. 15.
210 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

recer de los abogados de las partes, simplemente los cita para que vayan a
su oficina a cierta hora y ahí sostiene una reunión personal con ellos, sin
formalidades, solemnidades y sin intercambio de cartas o mensajes. De es-
te tipo de reuniones, en las cuales el juez les pide a los abogados de ambas
partes sendas opiniones o las aclaraciones que él necesita, se levanta una
pequeña acta, con los puntos de vista de los abogados, de la manera más
sintética, y registrando cual fue la decisión del juez para resolver el punto
sobre alguna prueba, o alguna dificultad para obtenerla, o bien señalando
simplemente que el juez tiene ya la información suficiente acerca de lo
que necesitaba aclarar.

VI. EL JUICIO DE ALIMENTOS

Dentro de las controversias del orden familiar que con mayor frecuen-
ta se presentan ante los juzgados de lo familiar en el Distrito Federal, son
los llamados juicios de alimentos que por su naturaleza son considerados
de orden público, ya que tanto los menores como el cónyuge que se dedi-
ca al cuidado de los hijos o a las labores del hogar tienen la presunción
de necesitar los alimentos, y deben recibirlos en forma inmediata para po-
der subvenir a sus necesidades alimentarias, precisamente por el carácter
urgente y perentorio de los alimentos. Por tal razón, sería conveniente que
este tipo de juicios se tramiten en forma oral, pues se agilizaría aún más la
forma de hacer efectivo el pago de la pensión alimenticia. En la actualidad,
en esta clase de juicios, al haberse establecido la posibilidad de reclamar
los alimentos mediante comparecencia personal, sin tener que cumplir
con la formalidad de la presentación de una demanda por escrito, se con-
templa un procedimiento con mayor contenido oral que escrito, máxime
que tratándose de alimentos para menores, procede incluso decretar el
monto de la pensión en forma provisional inmediatamente, sin necesidad
de que la parte demandada haya contestado la demanda, lo cual ya brinda
en parte la celeridad o economía procesal que se busca con los juicios ora-
les en matera de alimentos.

VII. EL DIVORCIO NECESARIO

Uno de los juicios que resuelve el juez de lo familiar es el juicio de di-


vorcio necesario, que debe tramitarse en la vía ordinaria civil, debido a
que sólo por excepción procede decretar la disolución del vínculo cuando
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 211

alguno de los cónyuges o ambos incurren en una de las causales conteni-


das en el artículo 267 del Código Civil para el Distrito Federal, toda vez
que el matrimonio es la base de la familia, y ésta a su vez la base de la
sociedad.
De acuerdo con lo previsto en el artículo 266 del citado Código Civil,
el divorcio disuelve el vínculo del matrimonio y deja a los cónyuges en
aptitud de contraer otro. El divorcio se clasifica en voluntario y necesa-
rio. Es voluntario cuando se solicita de común acuerdo por los cónyuges,
y se sustanciará administrativa o judicialmente, según las circunstancias
de los cónyuges; es necesario cuando cualquiera de los cónyuges lo re-
clama ante la autoridad judicial, fundándose en una o más de las causales
previstas en el Código.
En el artículo 267 del Código Civil para el Distrito Federal se señalan
las causales que dan motivo a que el juez de lo familiar decrete, mediante
una resolución judicial, el divorcio necesario de los cónyuges, indicándo-
se como causales las que a continuación se transcriben:

I. El adulterio debidamente probado de uno de los cónyuges;


II. El hecho de que durante el matrimonio nazca un hijo concebido, an-
tes de la celebración de éste, con persona distinta a su cónyuge, siempre y
cuando no se hubiere tenido conocimiento de esta circunstancia;
III. La propuesta de un cónyuge para prostituir al otro, no sólo cuando él
mismo lo haya hecho directamente, sino también cuando se pruebe que ha
recibido cualquier remuneración con el objeto expreso de permitir que se
tenga relaciones carnales con ella o con él;
IV. La incitación o la violencia hecha por un cónyuge al otro para co-
meter algún delito;
V. La conducta de alguno de los cónyuges con el fin de corromper a los
hijos, así como la tolerancia en su corrupción;
VI. Padecer cualquier enfermedad incurable que sea además, contagio-
sa o hereditaria, y la impotencia sexual irreversible, siempre y cuando no
tenga su origen en la edad avanzada;
VII. Padecer trastorno mental incurable, previa declaración de interdic-
ción que se haga respecto del cónyuge enfermo;
VIII. La separación injustificada de la casa conyugal por más de seis
meses;
IX. La separación de los cónyuges por más de un año, independiente-
mente del motivo que haya originado la separación, la cual podrá ser invo-
cada por cualquiera de ellos;
212 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

X. La declaración de ausencia legalmente hecha, o la de presunción de


muerte, en los casos de excepción en que no se necesita para que se haga
ésta que proceda la declaración de ausencia;
XI. La sevicia, las amenazas o las injurias graves de un cónyuge para el
otro, o para los hijos;
XII. La negativa injustificada de los cónyuges a cumplir con las obliga-
ciones señaladas en el Artículo 164, sin que sea necesario agotar previa-
mente los procedimientos tendientes a su cumplimiento, así como el in-
cumplimiento, sin justa causa, por alguno de los cónyuges, de la sentencia
ejecutoriada en el caso del Artículo 168;
XIII. La acusación calumniosa hecha por un cónyuge contra el otro,
por delito que merezca pena mayor de dos años de prisión;
XIV. Haber cometido uno de los cónyuges un delito doloso por el cual
haya sido condenado, por sentencia ejecutoriada;
XV. El alcoholismo o el hábito de juego, cuando amenacen causar la
ruina de la familia o constituyan un continuo motivo de desavenencia;
XVI. Cometer un cónyuge contra la persona o bienes del otro, o de los
hijos, un delito doloso, por el cual haya sido condenado por sentencia eje-
cutoriada;
XVII. La conducta de violencia familiar cometida o permitida por uno
de los cónyuges contra el otro, o hacia los hijos de ambos, o de alguno de
ellos. Se entiende por violencia familiar la descrita en este Código;
XVIII. El incumplimiento injustificado de las determinaciones de las
autoridades administrativas o judiciales que se hayan ordenado, tendientes
a corregir los actos de violencia familiar;
XIX. El uso no terapéutico de las sustancias ilícitas a que hace referen-
cia la Ley General de Salud y las lícitas no destinadas a ese uso, que pro-
duzcan efectos psicotrópicos, cuando amenacen causar la ruina de la fami-
lia o constituyan un continuo motivo de desavenencia;
XX. El empleo de métodos de fecundación asistida, realizada sin el
consentimiento de su cónyuge; y
XXI. Impedir uno de los cónyuges al otro, desempeñar una actividad en
los términos de lo dispuesto por el artículo 169 de este Código.

La anterior enumeración de las causales de divorcio es de carácter limi-


tativo; por tanto, cada causal es de naturaleza autónoma. En este tipo de
juicios también los jueces de lo familiar están obligados a suplir la defi-
ciencia de las partes en sus planteamientos de derecho, sin cambiar los he-
chos, acciones y excepciones o defensas, como se establece en el artículo
271 del Código Civil para el Distrito Federal, y las limitaciones formales
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 213

de la prueba que rigen en la materia civil, no deben aplicarse en las causa-


les previstas en las fracciones XI, XVII y XVIII del artículo 267.
Asimismo, el divorcio necesario sólo puede ser demandado por el
cónyuge que no haya dado causa a él, y dentro de los seis meses siguien-
tes al día en que tenga conocimiento de los hechos en que se funde la de-
manda, excepto en el caso de las fracciones XI, XVII y XVIII del artícu-
lo 267 del citado Código, en el que el plazo de caducidad es de dos años,
así como con las demás salvedades que se desprenden de ese artículo; sin
embargo, la reconciliación de los cónyuges pone término al juicio de di-
vorcio en cualquier estado en que se encuentre, si aún no hubiera senten-
cia ejecutoriada, por lo que los interesados deben comunicar su reconci-
liación al juez de lo familiar.
Debe hacerse notar que de acuerdo con lo previsto en el artículo 282
del Código Civil para el Distrito Federal, desde que se presenta la de-
manda y sólo mientras dure el juicio, el juez de lo familiar que conozca
del juicio debe dictar las medidas provisionales pertinentes conforme a
las disposiciones siguientes:

I. La separación de los cónyuges. El Juez de lo Familiar determinará con


audiencia de parte, y teniendo en cuenta el interés familiar y lo que más
convenga a los hijos, cuál de los cónyuges continuará en el uso de la vi-
vienda familiar y asimismo, previo inventario, los bienes y enseres que
continúen en ésta y los que se ha de llevar el otro cónyuge, incluyendo los
necesarios para el ejercicio de la profesión, arte u oficio a que esté dedica-
do, debiendo informar éste el lugar de su residencia.
La separación conyugal decretada por el juez interrumpe los términos a
que se refieren las fracciones VIII y IX del artículo 267 de este Código;
II. Señalar y asegurar las cantidades que a título de alimentos deben dar
el deudor alimentario al cónyuge acreedor y a los hijos que corresponda;
III. Las que se estimen convenientes para que los cónyuges no se pue-
dan causar perjuicios en sus respectivos bienes ni en los de la sociedad
conyugal en su caso. Asimismo, ordenar, cuando existan bienes que pue-
dan pertenecer a ambos cónyuges, la anotación preventiva de la demanda
en el Registro Público de la Propiedad del Distrito Federal y de aquellos
lugares en que se conozca que tienen bienes;
IV. Dictar, en su caso, las medidas precautorias que la ley establece
respecto a la mujer que quede embarazada;
V. Poner a los hijos al cuidado de la persona que de común acuerdo hu-
bieren designado los cónyuges, debiendo ser uno de éstos y pudiéndose
214 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

compartir la custodia. En defecto de ese acuerdo; el Juez de lo Familiar re-


solverá lo conducente, previo el procedimiento que fije el código respecti-
vo y, tomando en cuenta la opinión del menor.
Salvo peligro grave para el normal desarrollo de los hijos, los menores
de siete años deberán quedar al cuidado de la madre. No será obstáculo
para la preferencia maternal en la custodia, el hecho de que la madre ca-
rezca de recursos económicos.
VI. El Juez de lo Familiar resolverá teniendo presente el interés supe-
rior de los hijos, quienes serán escuchados, las modalidades del derecho
de visita o convivencia con sus padres;
VII. En los casos en que el Juez de lo Familiar lo considere pertinente,
de conformidad con los hechos expuestos y las causales invocadas en la
demanda, tomará las siguientes medidas, con el fin de salvaguardar la inte-
gridad y seguridad de los interesados, que tratándose de violencia familiar
deberá siempre decretar:
a) Ordenar la salida del cónyuge demandado de la vivienda donde habi-
ta el grupo familiar.
b) Prohibición al cónyuge demandado de ir a lugar determinado, tal co-
mo el domicilio o el lugar donde trabajan o estudian los agraviados.
c) Prohibir que el cónyuge demandado se acerque a los agraviados a la
distancia que el propio Juez considere pertinente.
VIII. Revocar o suspender los mandatos que entre los cónyuges se hu-
bieran otorgado, con las excepciones que marca el artículo 2596 de este
Código;
IX. Requerirá a ambos cónyuges para que le exhiban, bajo protesta de
decir verdad, un inventario de sus bienes y derechos, así como, de los que
se encuentren bajo el régimen de sociedad conyugal, en su caso, especifi-
cando además el titulo bajo el cual se adquirieron o poseen, el valor que
estime que tienen, las capitulaciones matrimoniales y un proyecto de parti-
ción. Durante el procedimiento, recabará la información complementaria y
comprobación de datos que en su caso precise; y
X. Las demás que considere necesarias.

Otro aspecto importante en este tipo de juicios consiste en que el juez


de lo familiar, en la sentencia que se pronuncie en definitiva, fijará la si-
tuación de los hijos, debiendo resolver todo lo relativo a los derechos y
deberes inherentes a la patria potestad, su pérdida, suspensión, limitación
o recuperación, según el caso, y deberá procurarse en lo posible el régi-
men de custodia compartida del padre y la madre, pudiendo los niños y
niñas, permanecer de manera plena e ilimitada con ambos padres; en ca-
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 215

so de que algún ascendente tuviera la custodia, el otro que no la posee,


después de los siete años podrá demandar en lo posible la custodia para
ambos padres. Lo anterior, según de las posibilidades de éstos y aquéllos,
así como que no exista con alguno de los progenitores, peligro alguno
para su normal desarrollo, fijándose también en dicha sentencia lo relati-
vo a la división de los bienes, tomándose las precauciones necesarias pa-
ra asegurar las obligaciones que queden pendientes entre los cónyuges o
con relación a los hijos.
De todo lo anterior se infiere que el trámite del juicio ordinario civil
de divorcio necesario no resulta tan factible para llevarse a cabo median-
te un juicio oral, tomando en cuenta las etapas que deben seguirse en el
procedimiento, a saber:

1. Demanda.
2. Emplazamiento (el cual, en caso de imposibilidad de hacer llegar al
demandado la cédula de notificación con las copias de traslado,
puede verificarse por medio de edictos).
3. Contestación de demanda (y reconvención, si así lo estima necesa-
rio el demandado) en términos del artículo 260 del Código Civil
para el Distrito Federal.
4. Audiencia conciliatoria (para tratar de avenir a las partes a llegar a
un arreglo, y de no existir el mismo, se verifica si las partes se en-
cuentran legitimadas, y se resuelven las excepciones procesales de
previo y especial pronunciamiento, y concluida la audiencia se
abre el juicio a prueba), de acuerdo con el artículo 272-A, del Có-
digo de Procedimientos Civiles. Sobre el particular, debe indicarse
que una vez contestada la demanda, y en su caso, la reconvención,
el juez señalará de inmediato fecha y hora para la celebración de
una audiencia previa y de conciliación dentro de los diez días si-
guientes, dando vista a la parte que corresponda con las excepcio-
nes que se hubieran opuesto en su contra, por el término de tres
días. En los juicios de divorcio necesario en que se invoquen como
causales únicamente las fracciones XI, XVII o XVIII del artículo
267 del Código Civil, la audiencia previa y de conciliación se fija-
rá dentro de los cinco días siguientes a la contestación de la de-
manda y, en su caso, de la reconvención.
5. Ofrecimiento de pruebas (por el término común a las partes de diez
días, acorde al artículo 290 del Código de Procedimientos Civiles).
216 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

6. Desahogo de pruebas (esta etapa dependerá de las probanzas que


fueron admitidas a las partes, y si las mismas se desahogan por
propia y especial naturaleza, la etapa de desahogo queda concluida,
no así si existen pruebas que impliquen actuaciones diversas, como
la pericial, la inspección judicial, la confesional o la testimonial; y
de no ser posible llevar a cabo el desahogo de todas las probanzas
el día y hora que al efecto señale el juzgado, entonces se señalará
un nuevo día y hora para que tenga continuación la audiencia para
el desahogo de pruebas).
7. Alegatos (esta etapa se verifica en la misma audiencia de desahogo
de pruebas, una vez que ya no exista probanza pendiente por de-
sahogar; pudiendo las partes alegar verbalmente y presentar sus
conclusiones por escrito, en términos del artículo 394 del Código
de Procedimientos Civiles).
8. Sentencia definitiva.

Como puede observarse, estamos en presencia de un procedimiento


relativamente largo, el cual únicamente podría reducirse si el demandado
se allanara al escrito de demanda, tal como se encuentra previsto en el ar-
tículo 274 del Código Civil para el Distrito Federal, en el que se prevé
que cuando el demandado se allane a la demanda en todas sus partes o
manifestando el actor su conformidad con la contestación de ella, se cita-
rá para sentencia, previa ratificación del escrito correspondiente, ante el
juez de los autos, si se trata de juicio de divorcio, sin perjuicio de lo pre-
visto en la parte final del artículo 271 del referido código.
Por lo tanto, en lugar de tramitar un juicio de divorcio en forma oral,
resultaría más conveniente manejarlo en vía de controversia, obligando a
las partes a ofrecer sus pruebas desde el escrito de demanda y de contes-
tación a la demanda y suprimiendo la audiencia conciliatoria, para que
únicamente se lleven a cabo las audiencias de desahogo de pruebas res-
pectivas, en las que las partes pueden convenir mientras no se emita la
sentencia definitiva.

VIII. LOS JUICIOS CONTROVERTIDOS DE LA PATERNIDAD

Actualmente los juicios controvertidos de la paternidad se tramitan en


la vía ordinaria civil ante los jueces de lo familiar, con fundamento en los
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 217

artículos 24 y 159 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito


Federal, en los que se establece que las acciones de estado civil tienen
por objeto las cuestiones relativas al nacimiento, defunción, matrimonio
o nulidad de éste, filiación, reconocimiento, emancipación, tutela, adop-
ción, divorcio y ausencia, o atacar el contenido de las constancias del Re-
gistro Civil para que se anulen o rectifiquen, cuestiones de las que deben
conocer los jueces de lo familiar.
Ahora bien, la acción de investigación de la paternidad tiene por obje-
to el que los descendientes acudan ante los tribunales a efecto de aportar
las pruebas de su filiación paterna, a fin de que el juez de lo familiar de-
clare si se acreditó o no dicha acción y se obligue al padre demandado a
cumplir con los deberes impuestos por la relación paterno-filial y el hijo
haga valer sus derechos. Al respecto, procede señalar que la maternidad
forma parte de la institución jurídica de la filiación, es decir, del vínculo
natural y jurídico que une a los descendientes con sus progenitores.
Al respecto, las acciones de impugnación de la paternidad, desde el
punto de vista del supuesto progenitor, se pueden reducir a cinco supues-
tos, consistentes en la acción de negación de la paternidad legítima o de
impugnación de la legitimidad, acción de desconocimiento de la paterni-
dad o de denegación de la paternidad, acción para impugnar el reco-
nocimiento, acción para impugnar la legitimación, impugnación de la pa-
ternidad de los descendientes concebidos mediante el uso de técnicas de
reproducción asistida. La acción de negación de la paternidad legítima o
de impugnación de la legitimidad tiene la finalidad de contradecir que el
descendiente fue concebido durante el matrimonio de sus progenitores. En
cuanto a la acción de desconocimiento de la paternidad o de denegación de
la paternidad, esta acción no excluye la concepción del nacido durante el
matrimonio, haciéndose notar que la acción de impugnación de reconoci-
miento ataca el contenido del acta del Registro Civil, en la cual se hizo el
reconocimiento de la paternidad o maternidad de un individuo; es decir,
controvierte el presupuesto biológico implicado en la misma. Por lo que se
refiere a la acción para impugnar la legitimación, esta acción tiene lugar
cuando el descendiente es concebido antes del matrimonio y nacido des-
pués de su celebración, controvirtiendo el carácter de hija o hijo nacido
dentro del matrimonio, por el hecho de una nueva unión conyugal entre
sus progenitores.
Otro supuesto se presenta en la actualidad con los descendientes naci-
dos mediante el uso de los métodos de reproducción asistida, por lo cual
218 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

se genera entre ellos el parentesco por consanguinidad, de acuerdo con el


artículo 293 del Código Civil para el Distrito Federal.
Existen múltiples controversias que pueden surgir en relación con la
paternidad, maternidad o filiación, que como se ha mencionado, se trami-
tan en la vía ordinaria civil, por la complejidad e importancia de sus con-
secuencias, de ahí que las acciones para impugnar la paternidad en la vía
oral requeriría que se derogara parte de la legislación vigente, principal-
mente porque la prueba pericial, como lo es la prueba del ADN, resulta
indispensable en este tipo de juicios, y por ende, su desahogo requiere de
más tiempo y preparación, razón por la cual se considera que el juicio
oral en este tipo de juicios no es viable.

IX. LOS JUICIOS SUCESORIOS

Si bien es cierto que ante el juez de lo familiar se tramitan los juicios


sucesorios, también lo es que la naturaleza de estos juicios es compleja,
ya que dentro de ellos no sólo se resuelve la declaratoria de herederos o
de validez del testamento, sino también dentro de dichos juicios se admi-
nistran bienes, se liquidan deudas mortuorias o hereditarias, se distribu-
yen productos de los bienes de la herencia, se acumulan juicios de toda
índole relacionados con deudas que en vida adquirió el autor de la heren-
cia, o bien se defiende a la sucesión en juicios en los que se ejercen ac-
ciones en su contra.
Los juicios sucesorios constan además de cuatro secciones, a saber:

a) La denuncia del juicio sucesorio.


b) La segunda sección, de la presentación del inventario y avalúos
realizados por el albacea.
c) Administración y rendición de cuentas.
d) Partición y adjudicación de los bienes hereditarios.

El procedimiento testamentario o intestamentario concluye con la sen-


tencia definitiva que aprueba el proyecto de adjudicación de la herencia;
sin embargo, dentro del procedimiento pueden surgir infinidad de contro-
versias, tales como oposición al inventario y avalúo que debe presentar el
albacea dentro de los diez días de haber aceptado dicho cargo, o bien
oposición a la rendición de cuentas y al proyecto de partición; incidentes
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 219

de remoción de albacea e incapacidad para heredar, entre otros. Por tal


razón, en materia de juicios sucesorios resulta imposible que se lleven a
cabo de manera oral, toda vez que el juicio sucesorio es sui géneris, ya
que implica una masa hereditaria, que en muchos casos no se sabe exac-
tamente cuál es; contiene la declaración de herederos y legatarios o reco-
nocimiento judicial de los mismos; tiene no sólo interés procesal para de-
terminar con exactitud quiénes son los herederos, sino también un interés
civil por lo que se refiere a los problemas que el juez habrá de resolver
para llegar al reconocimiento de herederos y legatarios. Los avalúos e in-
ventarios no pueden efectuarse en un solo momento para desahogarse en
una audiencia. Por todo lo anterior, por seguridad jurídica, resulta conve-
niente que el juicio sucesorio se trámite en forma escrita.

X. CONCLUSIONES

1. Con el afán de agilizar los procedimientos en materia familiar que


actualmente se encuentran regulados en el Código de Procedimientos Ci-
viles para el Distrito Federal, así como en todos los códigos de los esta-
dos del país, se ha contemplado la posibilidad de establecer el juicio oral,
lo cual también tendría como consecuencia el lograr una mayor protec-
ción de los derechos relacionados con los miembros de la familia, toda
vez que el juez de lo familiar estaría en posibilidad de tener contacto di-
recto con los contendientes, allegarse de mayores elementos probatorios,
e incluso interrogar en una forma directa tanto a las partes como a sus
testigos. Sin embargo, no en todos los juicios que resuelve el juez de lo
familiar resulta viable el establecimiento del juicio oral.
2. El divorcio por mutuo consentimiento, las controversias del orden
familiar, la pérdida de la patria potestad de menores acogidos por una
institución pública o privada y los juicios sucesorios, pertenecen a los
juicios especiales previstos en el Código de Procedimientos Civiles vi-
gente para el Distrito Federal. Con excepción de los juicios sucesorios,
los demás juicios antes citados contemplan un trámite sumario, que tiene
como resultado un procedimiento más corto y menos complicado.
3. Por lo que se refiere a las controversias del orden familiar sobre
asuntos de alimentos, guarda y custodia, visitas y convivencias, entrega
de menor y violencia familiar, el juicio oral podría ser de gran utilidad
para la resolución pronta y expedita de dichos conflictos, tomando en
220 HILDA PÉREZ CARBAJAL Y CAMPUZANO

cuenta que el juez de lo familiar puede tener una intervención más direc-
ta, e incluso con una función de mediación para lograr una solución ami-
gable entre las partes.
4. No obstante que se ha planteado la posibilidad de tramitar, me-
diante juicio oral, los asuntos sobre parentesco, la nulidad del matrimo-
nio, el concubinato, el divorcio necesario, la adopción, y todo lo refe-
rente a la patria potestad y la tutela, así como lo relativo a las acciones
derivadas del estado civil de las personas (nacimiento, defunción, filia-
ción, reconocimiento, emancipación, ausencia y nulidad o rectificación
de actas) en este tipo de casos se estima que resultaría poco viable el
juicio oral, precisamente por la complejidad e importancia de esta clase
de asuntos, tales como los juicios de reconocimiento o desconocimiento de
la paternidad.
5. Es en materia penal, en la que se han iniciado los procedimientos
orales, en el estado de Nuevo León, desde el año de 2003, en el que fue-
ron aprobadas reformas al Código de Procedimientos Penales, con las
que entraron en operación los juicios orales para delitos culposos no gra-
ves; en 2006 se incluyeron los delitos dolosos no graves, y existe con-
templado que todos los delitos también sean resueltos mediante juicios
orales, por lo que aun cuando el proceso penal difiere del procedimiento
civil, en las controversias del orden familiar resultaría factible y benefi-
cioso el juicio oral, toda vez que en los procedimientos escritos el juez
sólo toma conocimiento de los hechos a través de escritos y largas au-
diencias, y en cambio en el juicio oral el juez está en contacto con las
partes y los testigos, a quienes escucha y puede apreciar su sinceridad y
valorar sus convicciones.
6. Aun cuando no hay proceso totalmente escrito, como no lo hay
completamente oral, en las controversias del orden familiar únicamente
deben adecuarse las normas existentes a un proceso oral más ágil y efec-
tivo que traiga consigo una resolución que tienda a proteger a los miem-
bros más débiles de la familia, como lo son los menores.
7. Dentro de las controversias del orden familiar que con mayor fre-
cuenta se presentan ante los juzgados de lo familiar en el Distrito Federal
se encuentran los llamados juicios de alimentos, que por su naturaleza son
considerados de orden público, ya que tanto los menores como el cónyu-
ge que se dedica al cuidado de los hijos o a las labores del hogar tienen la
presunción de necesitar los alimentos, y deben recibirlos en forma inme-
EL JUICIO ORAL EN MATERIA FAMILIAR 221

diata para poder subvenir a sus necesidades alimentarias, precisamente


por el carácter urgente y perentorio de los alimentos. Por tal razón, sería
conveniente que este tipo de juicios se tramitaran en forma oral, pues se
agilizaría aún más la forma de hacer efectivo el pago de la pensión ali-
menticia.
8. El trámite del juicio ordinario civil de divorcio necesario no resulta
tan factible llevarse a cabo mediante un juicio oral, tomando en cuenta
las etapas que deben seguirse en el procedimiento, por lo que resultaría
más conveniente manejarlo en vía de controversia, obligando a las partes
a ofrecer sus pruebas desde el escrito de demanda y de contestación a la
demanda y llevándose a cabo las audiencias de desahogo de pruebas res-
pectivas, en las que las partes pueden convenir mientras no se emita la
sentencia definitiva.
9. Si bien es cierto que ante el juez de lo familiar se tramitan los jui-
cios sucesorios, también lo es que la naturaleza de estos juicios es com-
pleja, ya que dentro de ellos no sólo se resuelve la declaratoria de here-
deros o de validez del testamento, sino también dentro de dichos juicios
se administran bienes, se liquidan deudas mortuorias o hereditarias, se
distribuyen productos de los bienes de la herencia, se acumulan juicios
de toda índole relacionados con deudas que en vida adquirió el autor de
la herencia, o bien se defiende a la sucesión en juicios en los que se ejer-
cen acciones en su contra, de ahí que su trámite en forma oral resulta in-
viable.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL
EN EL CONTEXTO DE FALSAS DENUNCIAS
DE ABUSO SEXUAL

María Guisella STEFFEN CÁCERES*

SUMARIO: I. Introducción. II. Estatuto filiativo. III. Proceso


desvinculativo parento-filial. IV. Falsas denuncias de abuso
sexual. V. Intervención testimonial del niño. VI. Conclusio-
nes. VII. Bibliografía.

I. INTRODUCCIÓN

El principio del interés superior del niño singulariza la afectividad rela-


cional que envuelve a progenitores e hijos, vinculación que intensifica la
dinámica intrafamiliar en las constelaciones íntegras y diálogo emocional
imprescindible para dinamizar la interacción familiar en las configuracio-
nes disueltas.
No obstante esta reflexión en torno al concepto del bienestar supremo
del niño, el desacierto de algunos profesionales de la salud mental, la ri-
gidez jurídica y la falsedad de un ex cónyuge en el contexto de las falsas
denuncias de abuso sexual instrumentalizan a la niñez obstruyendo su
memoria afectiva y destruyendo el núcleo emocional paterno-filial, he-
cho que simboliza el compromiso postergado que todos los actores inter-
vinientes mantienen con la infancia y con la paternidad ingrávida y con-
culcada de muchos padres chilenos.
Es incuestionable que familia y justicia son instituciones sociales, pe-
ro los cambios socioculturales han permeado mayoritariamente a la fami-
lia, la cual plasma en la actualidad una multiplicidad de configuraciones

* Magíster en ciencias de la educación con orientación en relaciones humanas y fa-


milia; licenciada en familia, perita y mediadora familiar.

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224 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

de estructura variable, nuevos modos de uniones conyugales y nuevas


prácticas familiares.
Desde este lineamiento, es necesario un derecho flexible que esté en
correspondencia con estas nuevas representaciones y con la emergencia
del nuevo rol socioafectivo cristalizado y desplegado por la nueva pater-
nidad, derivado de las innovaciones plurales que han reformado el eje re-
lacional pareja-familia.
En este aspecto, el derecho en Chile se ha detenido en el tiempo, dado
que el

...ordenamiento jurídico existente a fines del siglo XIX fue el marco legal
en la que se formularon e implementaron las políticas públicas en torno a
la familia durante el siglo XX.
En el Código Civil primitivo de 1855, los aspectos determinantes para
la tuición eran la edad y el sexo de los hijos, este criterio de división según
sexo y edad permaneció vigente hasta 1889, posteriormente con la ley
5.680 de 1935, se elevó a 10 años y la ley 10.271 la elevó a 14 años. En
1989, a través de la ley 18.802, Chile hizo su primera gran modificación,
la tuición fue entregada íntegramente a la madre.1

Esta normativa legal continúa vigente, y origina una alta intensidad


emocional en la etapa de disolución de la pareja y en las vivencias
post-separación conyugal, inducida por la custodia monoparental y el
conflictivo tema de las visitas, desde las cuales no existe una disposición
colaborativa e integral que responda al bienestar de los hijos.
En este sentido, y no obstante las modificaciones legales que han ido
entroncando nuevas normas civiles y procesales orientadas a la familia,
es indiscutible que el terreno donde se fraguan situaciones de facto lesi-
vas es en este ámbito, dado que las visitas, por su condición efímera, de-
tonan estados ansiógenos en la dinámica interactiva paterno-filial. Este
entorno se convierte en una instancia estresora y configura un espacio
distractor que paulatinamente permite la entrada de conductas inapropia-
das del progenitor custodio, para asediar y lograr la difuminación del la-
zo vinculativo que relaciona afectivamente a padres e hijos.
Desde este escenario, si bien es cierto que las visitas son regulaciones
de derecho, concita situaciones de hecho, que alteran la destreza y res-

1 Olavaría, J., Y todos querían ser (buenos) padres. Varones en conflicto, Santiago
de Chile, Flacso, 2001, pp. 22-32.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 225

ponsabilidad socioafectiva parental, escindiendo la interacción comuni-


cacional entre los miembros de la familia disuelta.
Asimismo, aun cuando por la normativa legal el niño es escuchado, el
personal que opera en los tribunales de la familia no es el más idóneo por
falta de conocimientos y especialización en la temática familiar. Esta
apreciación es notoria en el proceso, por supuesta denuncia de abuso se-
xual, causa penal que adjunta habitualmente el antecedente del “perma-
nente impedimento del contacto provocado por el progenitor custodio. A
pesar de que este referente detona en el tiempo conductas orientadas a las
denuncias abusivas”, el tribunal y sus ejecutores no manifiestan intencio-
nalidad alguna por investigar su origen y para tramitar la evicción de las
mismas.
Este trascendental hecho revela la ausencia de profesionales especiali-
zados en la complejidad de los lazos familiares, las dinámicas del síndro-
me de alienación familiar y el daño que ocasiona entre las redes y el so-
porte relacional de sus miembros.
A su vez, referencia la ausencia de equipos interdisciplinarios, cuya
jerarquía reside en la aportación estructural de pericias y análisis exhaus-
tivos de las dinámicas a investigar. Esta experticia profesional es indis-
pensable, porque suministra al juez una aproximación diagnóstica de la
familia desde un informe evaluativo, posicionando la real dimensión del
impedimento y obstrucción vincular. Estos lineamientos coadyudan a la
sentencia que emana desde el juez, y exponen la connotación emocional
que estos pleitos ocasionan a los menores, porque atentan indiscrimina-
damente el interés superior del niño.
Conceptualmente, este principio nos sitúa frente a cada niño como
un ser único y particular, lo que precisa el interés superior del niño co-
mo un suceso casuístico, procesado en la dinámica vincular del núcleo
interactivo que constituye su propia familia. El suceso refleja el ritmo
participativo en el espacio de sus redes familiares, y el proceso nos si-
túa frente a un niño con capacidad instalada de respuestas emancipadas,
situación que deviene de las innovaciones socioculturales y de las vi-
vencias familiares que han universalizado a la niñez actual.
Sin embargo, entre la vivencia del concepto y la singularidad del niño
se implanta un espacio que corresponde a su autonomía, aspecto que im-
plica entender el interés superior del niño desde el propio niño. Esta orien-
tación implica respetar su independencia de criterio, tomando en conside-
ración dos aspectos: la etapa evolutiva de su ciclo vital y la necesidad de
226 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

compartir con sus dos figuras parentales, en todos los ámbitos de trascen-
dencia significativa canalizados a su desarrollo como individuo.
Al respecto, en la mayoría de las situaciones postdivorcio se evidencia
que las decisiones parentales y las disposiciones judiciales no armonizan
con sus necesidades y demandas afectivas que devienen de su propia as-
piración, para evitar antagonismos y resolver de acuerdo con la lógica de
sus preferencias emocionales.
Esta situación plasma el doble discurso imperante. Por un lado, el ám-
bito jurídico considera al niño como un sujeto de derecho íntegro que im-
pregna su soberanía, y, por el otro, el ámbito familiar lo considera un
proceso potencia beneficiario de derechos vivenciales orientados a su
progreso socializador y a su perfeccionamiento integral en el aspecto fí-
sico, psicológico, afectivo, moral y espiritual.
En el escenario de las artificiosas denuncias de abuso se patentiza este
enlace familiar y jurídico. Desde ambas vertientes se instrumentaliza a la
niñez, en consideración a que se programa a un niño para ejecutar como
interventor directo de esta monstruosa estrategia, vulnerando su potestad
jurídica e infravalorando su derecho filial a mantener la cotidianeidad
dialógica vinculante con el padre.
El entorno dinámico de ambos contextos refleja el nivel de oscurantis-
mo del interés superior del niño a nivel familiar y de la ciencia jurídica.

II. ESTATUTO FILIATIVO

En Chile, el interés superior del niño está irreductiblemente ligado a la


directriz teórica articulada y erigida como uno de los principios vectores
que inspiraron la reforma e incluido preceptivamente en la ley 19.585 del
Estatuto Filiativo, el cual consignó la protección del interés superior de
niño tal como se prescribe en el artículo 222, inciso 2, del Código Civil:
“la preocupación fundamental de los padres es el interés superior del hi-
jo, para lo cual procurarán su mayor realización espiritual y material po-
sible y lo guiarán en el ejercicio de los derechos esenciales que emanan
de la naturaleza humana de modo conforme a la evolución de sus faculta-
des”. Esta norma constituye una declaración de principios que sirve para
ilustrar todo lo que tenga relación con las obligaciones paterno-filiales,
pero también con las normas que regulan la patria potestad, el derecho de
alimentos y cualquiera otra en que esté en juego el beneficio del hijo, el
que debe tomarse en cuenta por sobre el interés de los padres.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 227

Entre las reformas que incorpora el estatuto filiativo es necesario re-


mitirse al nuevo concepto de visitas y a la ley 19.711, que precisa las
nuevas regulaciones orientadas al niño.

1. Visitas: derecho de mantener una relación directa


y regular con el hijo

La ley 19.585 señala que

Es un derecho y deber del padre o madre que no tiene el cuidado del hijo,
eliminando el concepto actual de visitas que se ha prestado para limitar en
algunos casos esta comunicación, tanto en cuanto a su sustancia como a la
forma en que puede ejercerse. La entrega al tribunal de la facultad de deter-
minar la frecuencia y libertad con que ha de mantenerse esta relación, se
mantuvo siempre dentro del marco que ella sea directa con el hijo y efec-
tuada con periodicidad regular, pero sólo en acuerdo con quien tiene a su
cargo el cuidado personal del hijo. Se acotaron, en relación con la norma
vigente, las ahora extensas atribuciones del tribunal, en el sentido que esa
frecuencia y libertad será la que el juez estime conveniente para el hijo y
que la comunicación entre el padre o la madre y el hijo sólo se suspenderá
en forma manifiesta, declaración que el tribunal deberá hacer en resolución
fundada, cuando las visitas afecten manifiestamente el bienestar del niño.2

2. Modificaciones

En este contexto

Se observan tres innovaciones respecto del tema visitas:


1. Se entiende ya no como visitas, lo que da una idea de transitoriedad
y lejanía, sino que consiste en mantener con el hijo una relación directa y
regular, la que ejercerá con frecuencia y libertad acordada con quien lo
tiene a su cargo o decretada por el juez. Es decir, aquí se recoge la idea de
que ambos padres tienen responsabilidad en la educación de sus hijos, que
ésta es permanente y supone una relación regular.
2. El juez resuelve en función de la conveniencia del hijo. Este es el
criterio definitorio.

2 Etcheberry, L., El nuevo estatuto filiativo y las modificaciones al derecho suceso-


rio, a la luz de las normas y principios de la ley No. 19.585, 2000, pp. 17-107.
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3. No se habla sólo de un derecho del progenitor, sino que se dice expre-


samente que: no será privado del derecho ni quedará exento del deber. Es
decir, se mira básicamente el tema desde le hijo, no desde el progenitor.3

3. Ley No. 19.711

Esta ley modificó el


Artículo 48 de la Ley No. 16.618, de menores en lo que respecta a la fija-
ción del régimen de visitas a los hijos sometidos a la tuición de uno de los
padres. Modifica las normas procesales que deben aplicarse en la regula-
ción del derecho del padre o madre que no tiene el cuidado personal del
hijo para mantener con éste una relación directa y regular, de manera ar-
mónica con lo que dispone el artículo 229 del Código Civil. Con dicho ob-
jetivo la ley reguló, entre otras, las siguientes materias principales:
1. Abrevia los plazos para que quede determinado judicialmente el ré-
gimen a que estará sometido el ejercicio de esta relación entre el hijo y el
padre o madre que no lo tiene a su cargo.
2. Deja establecido que siempre se debe escuchar la opinión del niño,
de acuerdo a los criterios de la Convención sobre Derechos del Niño y el
articulado del Código Civil.
3. Prioriza, como medio de regulación, el acuerdo entre los padres y la
conciliación entre ellos, antes que a la resolución del tribunal.
4. Admite la posibilidad que el padre o madre que no tiene el cuidado
personal recupere el tiempo no utilizado, mediante resolución judicial y da
reglas sobre el incumplimiento en que se incurra.
5. Faculta al tribunal para hacer extensiva a otros parientes la posibili-
dad de vincularse con el menor cuando sea conveniente para éste.
6. Ordena que el juez, cada vez que confíe el cuidado personal de un
menor a una determinada persona, resuelva de oficio la forma mediante la
cual se relacionará con el padre o madre que quede privado de su cuidado
personal, si no se ha debatido esta materia.4
Desde estas especificaciones legales, el sustrato del bienestar del niño
es un principio que debe ser propulsado por los progenitores, pues les in-

3 Veloso, P., El nuevo estatuto filiativo y las modificaciones al derecho sucesorio, a


la luz de las normas y principios de la ley No. 19.585, 2000, pp. 24 y 25.
4 Arellano, J., “Ministro de Justicia Subrogante. Solicita al Sr. Presidente de la
Excma Corte Suprema, adoptar medidas para obviar problemas de aplicación de la ley
19.711” (D.O. 18 de enero de 2001) que regula el derecho a visitas a los hijos sometidos
a la tuición de uno de los padres.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 229

cumbe a ellos participar en la crianza y socialización, desarrollar y po-


tenciar la ligazón afectiva, otorgar estabilidad psicosocial y salvaguardar
los derechos e intereses que son inalienables a su persona, aspectos que
plasman en definitiva el significado del interés superior del niño tanto en
una constelación intacta como disuelta.

III. PROCESO DESVINCULATIVO PARENTO-FILIAL

1. Trayectoria

La trayectoria vivencial del tipo de interacciones que las figuras pa-


rentales sostienen postseparación conyugal gravitan en el comportamien-
to presente y futuro del hijo.
En este sentido, es posible detectar que si la pareja denominada como

...asociados enfadados, está resentida y amargada por el matrimonio y pro-


ceso de divorcio, discutirán horarios de visita y custodia. Y aún cuando
cada uno de ellos sigue siendo un padre activo, suelen empujar a los hijos
a un conflicto de lealtades. A su vez, los enemigos feroces no son capaces
de cooperar, ven al otro como el enemigo y mientras dura el combate le-
gal, suelen poner a los hijos en el medio de sus peleas y los exhortan a to-
mar partido. En estas condiciones, el padre que no se quedó con la custo-
dia de los hijos los ve cada vez con menor frecuencia a medida que pasan
los años. Quedando en definitiva la pareja disuelta, en que el contacto en-
tre ambos cesa y a todos los efectos, esta es una familia de un solo padre.5

La plataforma confabuladora de disputas respecto de las visitas, custo-


dia y alimentos potencia el accionamiento de mecanismos restrictivos,
que actúan como directrices conducentes del alejamiento paulatino y
posterior supresión del progenitor no custodio en la vida del hijo.
Desde esta mirada, estamos en presencia del síndrome de alienación pa-
rental, concepto en permanente evolutiva por el desarrollo y seguimiento
que perpetran diversos investigadores. Pero en distinción a que esta idea
fue acuñada por R. Gardner, tras formularla en 1985, se recompensa su
aporte, especificando el síndrome desde su propia definición.

5 Ahrons, C., y Rodgers, R. citado por Hass, A., El don de ser padre, 1995, pp. 170
y 171.
230 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

Es una respuesta de contexto familiar típica al divorcio, en la cual el niño


resulta alienado respecto de uno de sus progenitores y acosado con la de-
nigración exagerada y/o injustificada del otro progenitor, hecho que pro-
duce una perturbación en el niño y que definitiva, obstruye la relación con
el progenitor no custodio y resulta destruida en los casos más severos.6

Desde este precisamiento conceptual, operó como antecedente


...la norma dictada por la experiencia, que los hijos luego del divorcio man-
tenían una buena relación con ambos padres cuando no había intención de
la que ejercía la tenencia de eliminar al otro progenitor de la relación. Esta
pauta se desfiguró a partir de los ochenta, cuando el padre tuvo acceso a la
tuición, pero con consentimiento previo de la madre.
Y en situaciones de divorcio destructivo, el padre que ejercía la tenen-
cia manipulaba en forma consciente o inconsciente al niño para causar el
rechazo y obstruir la relación. En este posicionamiento, la programación
y/o lavado de cerebro efectuada por el progenitor puede ser más o menos
consciente, sistemática y/o sutil, pero, en todas sus formas, el adulto es el
responsable de crear o transmitir un conjunto negativo de creencias res-
pecto del progenitor objeto y la característica del hijo en la campaña de
denigración, es su contribución activa a la programación, factor que con-
tribuye a retroalimentar y mantener el flujo de refuerzo mutuo y que en
definitiva justifica su rechazo al padre alienado.7

2. Propulsores de la alienación parental

No obstante que desde la observación terapéutica es posible percibir


que los inductores de la alienación parental se interpenetran con patrones
conductuales de la dinámica familiar, los profesionales de la salud men-
tal, el ámbito judicial y el entorno social, su origen se apoya en tres re-
presentaciones.
La primera dice relación con la emergencia de la nueva paternidad,
que representa un nuevo modo de ser y hacer de padre expresado en el
ejercicio relacional del paternaje cotidiano y en el establecimiento de
vinculaciones desde las vivencias emocionales compartidas, solidifican-
6 Rand, Conway D., “El espectro del síndrome de alieneación parental”, (partes I y
II), Periódico Americano de Psicología Forense, 1997, vol. 15, núm. 3.
7 Pedrosa, S., Denuncias falsas como método de obstrucción de la relación pater-
no-filial, 2002, Seminario organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de
Buenos Aires.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 231

do el apego afectivo con sus hijos. No obstante esta realidad, a nivel so-
ciojurídico y familiar subsiste una suerte de desconocimiento, descon-
cierto y desapego respecto del rol socioafectivo del nuevo padre en la
familia disuelta, situación que visibiliza el desgaste paternal por preser-
var el vínculo afectivo con el hijo.
La segunda de ellas sintomatiza el escalonado deterioro comunicacio-
nal e interaccional de base que arrastra la ex pareja conyugal, potenciado
por la circunstancia de la separación y/o divorcio, que frecuentemente
conlleva la característica destructiva y/o conflictiva. Este condiciona-
miento pre y postdisolución vinculativa expresa la incapacidad de sepa-
rar conyugalidad de parentalidad, para ejercer la reciprocidad de roles en
la dinámica relacional de la configuración familiar disuelta.
La tercera surge de la custodia monoparental, contexto vivo que mate-
rializa la inexistencia de correlato entre el derecho y los profundos cam-
bios societales que se reflejan en la plataforma conductual de nuestra fami-
lia chilena y en las diversas constelaciones derivadas que la conforman.
En este aspecto, se considera que la mayoría de los hombres y las mu-
jeres pasan por divorcios traumáticos, y desde esta circunstancia y con el
propósito de proteger el bienestar de los hijos y cautelar sus intereses, se
toman medidas precautorias, pero “el problema surge, cuando uno de los
miembros de la pareja o a veces ambos, padecen algún tipo de trastorno
de la personalidad”.8 Asimismo, y/o derivado del hecho situacional en
que “los padres se quedan enquistados durante la transición, en una situa-
ción psicológica que no es ni de matrimonio, ni de separación ni de di-
vorcio, un patrón que puede surgir incluso cuando sólo uno de los proge-
nitores sufre perturbaciones significativas”.9
Estas características individuales y o de la pareja en conjunto pueden
magnificarse abierta o encubiertamente y desarrollar la obstrucción del
vínculo en la relación paterno-filial.

3. Percepción terapéutica del síndrome de alienación parental

El eje del síndrome de alienación parental implica manipular versus


imposibilitar para alejar, odiar y dañar la imagen del progenitor no custo-

8 Pizzey, E., Fragmentos de correspondencia, 11 de agosto de 2001.


9 Johnston, J., Children of divorce who refuse visitation, in Nonresidential Paren-
ting: New vistas in family living, 1993.
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dio, siendo su destino final la aniquilación de la presencia física y afecti-


va del padre en la vida del hijo.
Los matices observados desde la experiencia terapéutica permiten de-
terminar que el impulso instigador que provoca alienación entre padres e
hijos se ancla en experticias vivenciales que imponen el detrimento men-
tor del padre.

1. La tiranía de los afectos, que desarticula las fronteras familiares en


la utilización de estrategias represivas, punitivas y retentivas por el
progenitor custodio.
2. La resolución práctica ejercida por abogados en connivencia con la
madre.
3. La evaluación diagnóstica errada emitida por profesionales de la
salud mental, quienes a través de entrevistas persistentes en con-
junto con líneas directivas giraran la experiencia y la narrativa del
niño.
4. La participación de los propios hijos cuyas motivaciones convierten
al síndrome de alienación en algo catastrófico en consideración a:

• La perspectiva hedonista por las gratificaciones inmediatas.


• Al deseo de evitar lo incómodo, como las situaciones ansióge-
nas, que los hace aliados vulnerables para situarse al lado del pa-
dre alienador.10
• “Los niños que asumen un papel de espía, tratan de obtener
ventajas mediante el chantaje, pero pueden minar progresiva-
mente la actitud favorable del padre, alejándolo física y emo-
cionalmente”.11

4. Proceso alienador

El procedimiento alienador implica funcionalmente el uso y abuso del


dominio materno, progenitor que ejerce la programación desde su propia
convicción, por cuanto tiene a su favor el dominio del clima, espacio,
historia y cultura familiar, aunado a la potestad otorgada vía legal que la
convierte en tutora de sus hijos.
10 Darnall, D., Consecuencias del sap sobre los niños y sobre el padre alienado, 1998.
11 Ezquerro, G. M., El conflicto entre los padres y sus efectos sobre los hijos, 2002.
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 233

Esta penetrante influencia materna en el ejercicio del maternaje coti-


diano provoca en sus hijos, cambios a nivel emocional y conductual, ob-
teniendo como recompensa a su intención personal: vuelcos afectivos,
contactos estancados y recuerdos biográficos borrados. La urdimbre de
sus estrategias le asigna el compromiso y la asociación de ellos, quienes
colaboran por amor y por temor a perder otra de sus figuras centrales de
apego. De esta forma se erige como estandarte de su propia familia revo-
cando la autoridad del padre y de la familia paterna.
En el escenario de las falsas denuncias, el procedimiento alienador se
ejecuta a través de un proceso ideacional reiterativo en el tiempo, en el
uso de preguntas recurrentes y sugestivas, con las cuales alecciona a sus
hijos para repetir una aseveración inexistente y convencerlos del nuevo
relato que transforma el episodio inicial. Este adiestramiento dinámico se
proyecta en un clima de hostilidad que vigoriza el daño en la frágil men-
te infantil, porque el niño, al internalizar esta vivencia, lo experiencia co-
mo una realidad concreta, motivo que le impide distinguir entre la auten-
ticidad y la afectación de sus sentimientos.
En definitiva, la madre tamiza la relación paterno-filial al mediatizar
el eje afectivo-valórico, siendo su propósito titánico, instrumentalizar la
presencia psicosocial y el rol socioafectivo del padre, a quien gradual-
mente lo desapodera de sus derechos, quedando en el vacío emocional
derivado de la obstrucción vincular con el hijo.
La nocividad de la experticia alienadora no sólo destruye definitiva-
mente el lazo del niño con el padre, sino que enferma su mente y que-
branta sus emociones, con lo cual perturba su infancia y su evolución fu-
tura, la adultez.
Desde el proceso inductor y en consideración a que el síndrome de
alienación parental es considerado un abuso psicológico al niño, la me-
diación del juez debe circunscribirse a resguardar sus derechos íntegros y
auspiciar la coparentalidad, salvo en aquellas situaciones límites que
agredan su normal desarrollo biopsicosocial.

IV. FALSAS DENUNCIAS DE ABUSO SEXUAL

En Chile, las falsas acusaciones de abuso sexual se perfilan como


escenarios imborrables, y constituyen un problema sociojurídico y fami-
liar, que afecta la probidad del progenitor víctima de la demanda y lesio-
na a los miembros de la constelación dinámica disuelta.
234 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

En este lineamiento, la concepción inicial de R. Gardner sobre el sín-


drome de alienación parental se basó

...en la obsesión del niño por denigrar al padre objeto, pero, posteriormen-
te vinculó el problema del síndrome con las acusaciones falsas de abuso
sexual, siendo éstas una derivación y que emergen cuando fracasa el es-
fuerzo de excluir al progenitor objeto, e incluso pueden aflorar con ante-
rioridad a la separación matrimonial. Consideró que involucrar a un niño
en falsas acusaciones de abuso, es una forma de abuso en sí mismo y un
indicador de problemas graves en el sistema legal del divorcio. Rand,
Conway D. (1997: I-II).

A su vez se denominan como12 “acusaciones virtuales de abuso sexual,


porque los padres a menudo utilizan las insinuaciones de abuso para desa-
creditar al otro progenitor y su objetivo mayor, es activar un proceso pro-
gresivo de exclusión parental, cuya última instancia es la interrupción y
deterioro del vínculo”.

Inductor de la falsa denuncia

Los casos clínicos registran una presunción respecto de la negación


concreta y compulsiva de compartir el hijo. El eje articulador e inductor
de las falsas denuncias de abuso sexual, sean éstas de abuso con penetra-
ción, tocaciones, insinuaciones, incitaciones, se relaciona con la temida
ampliación de visitas requerida vía judicial por el padre. Esta solicitud se
orienta a aumentar el flujo del contacto, a través de la pernoctación noc-
turna con el hijo, hecho que explicita la necesidad sentida de ejercer el
paternaje a niveles más coloquiales, cercanos y permanentes.
El acento de esta táctica radica en la interrupción de la paternidad en
forma abusiva, soslayando sus derechos y deberes, provocando la ruptura
dialógica afectiva de la relación y la desintegración de la familia disuelta.
Este eficiente proceso es ejecutado tanto por el progenitor alienador y su
familia, como por la distancia impuesta y generada por la sentencia judi-
cial. Esta realidad representa a muchísimos padres no custodios chilenos,

12 Cartwright, G. F., 1993, citado por Rand Conway, D., “El espectro del síndrome
de alieneación parental”, parte II, Periódico Americano de Psicología Forense, vol. 15,
núm. 3, 1997, 21:3, pp. 205-215.
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que lidian insistentemente vía tribunales, para ser una presencia perma-
nente en la vida de sus hijos postseparación conyugal.
Por tanto, la falsa denuncia de abuso sexual edita una táctica punitiva de
acoso a la relación emocional paterno-filial, orientada a deshonrar la ima-
gen afectiva y presencial del padre, para disfuncionar la nueva correspon-
dencia amorosa que se establece en la dinámica relacional con el hijo. Esta
práctica es sustentada desde la experticia coactiva de la madre, y se encu-
bre como las fortalezas del amor y del cuidado, y la condena al padre tra-
duce la violencia interna que deviene de la desvinculación conyugal.
En este aspecto, no procede que los tribunales suspendan el contacto
entre padres e hijos, a menos que se pruebe lo contrario, porque el cese
de los encuentros amputa la relación y forja una orfandad artificial con
un alto deterioro psicológico y afectivo.
Las sentencias judiciales y las órdenes que emanan respecto de esta te-
mática desarticulan de raíz a la familia, lo que significa su desperfila-
miento como comunidad de personas unidas por procesos afectivos y co-
municacionales en permanente evolución.

V. INTERVENCIÓN TESTIMONIAL DEL NIÑO

El suceso presencial y testimonial de los niños en los juicios orales de la


defensoría penal originado por litigios contenciosos temporo-espaciales
procedidos por la de-construcción belicosa de parejas de derecho, de con-
senso y/o de no cohabitación, patentiza el criterio privativo, unipersonal e
irreverente de la madre, para retener al hijo como posesión patrimonial.
Desde este escenario, la intervención del niño en los tribunales orales de
la familia y penales es un hecho deplorable que moviliza a ultimar su par-
ticipación judicial, para impedir la obstrucción de sus recuerdos afectivos,
y que desembocarán de acuerdo con la naturaleza de las falsas acusaciones
de abuso sexual y/o abusos deshonestos, en la destrucción vincular con el
padre, que también constituye una figura representativa de apoyo emocio-
nal y relacional.
La situación que vivencia el niño en la instancia judicial lo transporta
entre la realidad y la fantasía, lo verdadero y lo falso, y se convierte en el
eje protagónico de una confabulación sexual ininteligible dada su edad
biológica. Este escenario lo convierte en un promotor de abuso inducido,
con base en una experiencia insana e innecesaria que indiscutiblemente
violenta su propia infancia. Este abuso lo reproducirá inter-generacional-
236 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

mente y portará las secuelas psicológicas desde su inicio y/o las imprimi-
rá a futuro, situación que experienciará toda la comunidad familiar.
La valoración práctica del principio respecto al interés del niño ame-
rita su desinstalación en los procedimientos y procesos legales relativos
a situaciones de falsas denuncias de abuso sexual, porque la oralidad
participativa en este tipo de juicios le genera un severo duelo interno.
El quiebre emocional y duelo afectivo que sobrelleva el niño a poste-
riori lo instala en un severo riesgo psicosocial, porque al fortalecer un
falso abuso construyen uno verdadero. Esta situación demanda la pre-
sencia de personal calificado en familia y salud mental para restaurar su
parcela emocional, para recuperar su memoria afectiva y para resguar-
dar la relación vincular con el padre.
La mediación e intervención del niño impulsada por el progenitor cus-
todio y amparada por el procedimiento judicial reseña la lesiva simbiosis
jurídico-materno, asociación que no obstante la ausencia de intervención
sistémica intrafamiliar y la recepción de informes psicológicos y evalua-
ciones diagnósticas inexactas, decreta la veracidad de la artificiosa de-
nuncia de abuso y declaran culpable al presunto culpable.
El ejercicio profesional como perito en la defensa oral penal me ha per-
mitido revisar expedientes, diagnósticos y evaluar terapéuticamente al pre-
sunto culpable. La legitimidad de esta experiencia expone la clara directriz
inductiva materna y de algunos profesionales de la salud mental, en el uso
y abuso del adiestramiento infantil orientado a testificar contra del padre.
Estas conductas cuentan con mi más absoluto repudio, dado que he te-
nido la posibilidad, no frecuente, de acceder vía audio al interrogatorio
de naturaleza sexual de un niño pequeño frente a tres jueces y a los abo-
gados respectivos. Esta situación instala a la infancia en un contexto que
no puede ni debe legitimarse jurídicamente.
Como corolario, la contribución de profesionales, expertos y peritos
forenses no calificados viabiliza nuestra realidad, e impugna la interven-
ción firmante a nivel país, con respecto a la Convención sobre los Dere-
chos del Niño.

VI. CONCLUSIONES

De cara a la obstrucción de la memoria afectiva y a la destrucción de


la vinculación parento-filial en situaciones de falsas denuncias de abuso
sexual, en los juicios orales de familia y de la defensoría penal versus
DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 237

oscurantismo del interés superior del niño, se requiere la implementa-


ción de políticas que desarticulen la letalidad de la custodia monopa-
rental que potencia conductas alienadoras que aniquilan la paternidad,
desestabilizan emocionalmente al niño y legalmente conculcan sus de-
rechos esenciales como sujeto jurídico para convertirlo en un objeto de
proceso.
En este sentido, es imperativo reconvertir los siguientes indicadores:

1. Falsa denuncia

La falsa denuncia de abuso sexual, que se ha convertido en una aguda


pandemia, requiere ineludiblemente:

— La formación y actualización de los profesionales de la salud men-


tal, que trabajen como peritos a nivel de tribunales de menores.
— Un debate social a través de los medios de comunicación, con ba-
se en los problemas éticos emergentes y su vinculación con la obs-
trucción del vínculo.
— Sentar jurisprudencia en esta temática, para resguardar los dere-
chos del niño en el lineamiento práctico, y no sólo desde el con-
cepto teórico.

2. Intervención testimonial de los niños

Al respecto, es necesario impedir que los niños testifiquen en las au-


diencias de los tribunales de la familia y en los juicios penales, dado el
daño psicosocial a presente y futuro. Si no existiera unanimidad con res-
pecto a los diagnósticos varios de especialistas en la materia, sólo podría
declarar en áreas aledañas al tribunal y bajo supervisión de expertos en el
área de la familia y de la salud mental.

3. Interés superior del niño

Respetar el interés superior del niño, que se registra en la potenciación


de sus competencias y en custodiar su integridad física, sexual, emocional,
afectiva, económica y social, vale decir, la sana evolución de su perfeccio-
238 MARÍA GUISELLA STEFFEN CÁCERES

namiento pleno, es un principio que debe ejercitarse necesariamente desde


el lineamiento práctico. Este precisamiento traduce nuclearmente al hijo
como una responsabilidad humana compartida; por tanto, ambos progeni-
tores deben canalizar sus aspiraciones emocionales como aliados parenta-
les, para prolongar la parentalidad en la familia disuelta, por medio de la
tuición compartida.

4. Tuición compartida

La tuición compartida, en el ejercicio del modelo coparental, plasma


una alternancia física legal conjunta, en que ambos progenitores suscri-
ben a la custodia y patria potestad. Se constituye en la única vía tutelar
del vínculo socioafectivo del niño con ambas figuras parentales para res-
guardar la presencia psicosocial de ambos progenitores, en el marco vin-
culativo del paternaje y maternaje para participar equitativamente en la
crianza socioafectiva.
Desde las conclusiones, es evidente que la ciencia jurídica se instituye
en la instancia adecuada para legitimar este modelo coparental, que se
configura como el paradigma respuesta al siglo XXI, plataforma que im-
plica un salto cuántico frente a la parálisis del modelo tradicional.
Este modelo plasma los nuevos requerimientos postdivorcio que ema-
nan desde la dialógica relacional de la familia y desde la profunda con-
vicción vinculante, los hijos no se negocian y las parentalidades no se
transan.

VII. BIBLIOGRAFÍA

1. Referencias bibliográficas

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DESTRUCCIÓN VINCULAR PARENTO-FILIAL 239

2. Seminario

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lación paterno-filial, 2a. ed., 2000. Seminario organizado por la Facul-
tad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

3. Documentos

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Presidente de la Excma Corte Suprema, adoptar medidas para obviar
problemas de aplicación de la ley 19.711. 2001” (D. O. 18 de enero de
2001) que regula el derecho a visitas a los hijos sometidos a la tui-
ción de uno de los padres. División jurídica depto, asesoría y estudios.
ORD. No. 590 Int.03. Santiago de Chile.
CARTWRIGHT, G. F., Expanding the parameters of parental alienation
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Edited by Depner, CE, Bray JH, Sage Publications, 1993.

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GARDNER, Richard, Addendum 2, http://rgardner.com/refs/addendum2.html
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1997 (partes I y II), Periódico Americano de Psicología Forense, vol. 15,
núm. 3, http://www.geocities.com/apinpach/aarticulos/pas1.htm.
PROPUESTA PARA LA REFORMA DE LOS JUZGADOS
DE FAMILIA

Carlos Luis VILLACAMPA ORÚS*

Dedicado a mis hijos Daniel y Raúl

SUMARIO: I. Prólogo. II. Introducción. III. La persona, la pa-


reja y sus vínculos. IV. La pareja, el juez y el mediador. V. El
juez de familia y la separación. VI. El mediador y la pareja.
VII. Diferencias entre el procedimiento ante los juzgados y la
mediación. VIII. Propuesta de reforma de los juzgados de fa-
milia. IX. Epílogo. X. Bibliografía.

I. PRÓLOGO

Tener la posibilidad de participar en una publicación del Instituto de


Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de Mé-
xico es para este humilde profesional, español, un honor, un privilegio y
una satisfacción.
Antes de comenzar el desarrollo de mi propuesta deseo expresar todo
mi respeto por el sistema judicial y sus actores. La reforma que planteo,
como idea, poco conocida, no es original, pero sí la reflexión y el desa-
rrollo, en cuanto hace a su concepción, extensión y plasmación escrita.
No pretendo una reforma integral de los juzgados ni que los jueces de
familia tengan que abandonar esta práctica profesional, sino una reor-
ganización de las funciones al tener que adecuarse a la entrada de los
mediadores.
* Maestro nacional; mediador familiar; especialista en mediación familiar y con me-
nores.

241
242 CARLOS LUIS VILLACAMPA ORÚS

La primera parte de mi trabajo va a estar dedicada a analizar a las per-


sonas y sus diferencias, a las vinculaciones de pareja, tan distintas unas
de otras, y a los efectos de la práctica judicial observados y el descubri-
miento, hace unos cuantos años, de la mediación familiar como un siste-
ma más adecuado para resolver los conflictos familiares, en la nueva rea-
lidad social familiar, que ha sufrido y está sufriendo de tantos cambios y
modos de organizarse. Esta parte servirá para la justificación de mis
planteamientos para la propuesta final, donde surgirán mis ideas sobre la
mediación familiar y la importancia de pensar en las necesidades y dere-
chos de los menores y los deberes de los padres, para establecer la custo-
dia compartida.
Los sufrimientos que describo y las situaciones adyacentes no son, en
modo alguno, gratuitos, sino fruto de mi dilatada experiencia profesional
y voluntaria.

II. INTRODUCCIÓN

Van a cumplirse los trece años que he dedicado a orientar en mi país,


España, y en Madrid, donde resido, a padres de familia que están pensan-
do tomar la decisión de separarse, que se encuentran en pleno proceso o
que tienen problemas a causa del incumplimiento, por la otra parte, de al-
guna de las medidas establecidas en las sentencias.
Dedico a ello, de forma voluntaria, en la Asociación de Padres de Fami-
lia Separados (A. P. F. S), entre una hora y media y dos y media, todos los
jueves del año, excepto los festivos y el mes de agosto, por vacaciones.
Los atiendo en grupo, porque estimo que escuchar las situaciones de
los otros ayuda a relativizar las propias y a entender que las dificultades
no son sólo las de uno mismo. Y a lo largo de estos años he visto mucho
sufrimiento. Las perspectivas para los padres, varones, son poco halagüe-
ñas, puesto que el elevado número de concesiones de la custodia de los
hijos a las madres, en exclusiva, la considerable cantidad de incumpli-
mientos de los regímenes de visita y la presión del feminismo, política y
económicamente interesado, y opresor, suponen un muro muy difícil de
superar.
Hay padres que se convierten en pagadores de pensiones para poder
ver a sus hijos dos fines de semana, al mes. Los padres que van perdien-
do el contacto con sus hijos aumentan día a día.
PROPUESTA PARA LA REFORMA DE LOS JUZGADOS DE FAMILIA 243

En los últimos tiempos, las denuncias, aunque falsas, por malos tratos
llevan a los padres a pasar de veinticuatro a cuarenta y ocho horas arres-
tados en los calabozos de las comisarías de policía y al establecimiento,
por el juez correspondiente, violencia de género, de una orden de aleja-
miento del domicilio familiar.
Quizá puedan imaginar, al leer estas líneas, las frustraciones, los senti-
mientos de pérdida de la relación con sus hijos, el dolor que les produce
verlos usados, por la otra parte, para defender intereses personales y ven-
garse del otro. Y, ¿cuándo un padre observa cómo sus hijos quieren per-
manecer algún tiempo más con él y no lo pueden hacer para no traspasar
los límites establecidos? ¿Cómo los niños se callan tantos deseos por
miedo, por temor a las reacciones, que ya conocen, de la persona con la
que conviven de forma permanente?
Pongámonos en el lugar de aquel padre que tiene que soltar a su hijo,
agarrado fuertemente a la pierna de sus pantalones, para que nadie se lo
lleve de allí, porque ese padre tiene que entregarlo a la madre para no in-
cumplir la sentencia. Y el dolor de los hijos que ven sufrir a sus padres,
que temen perder su amor y que ven cómo se van alejando, poco a poco,
de sus vidas.
Por otro lado, les he de manifestar que desde 1996, en que comencé a
formarme como mediador, y vistas estas realidades, fui descubriendo y
conformando cómo debería ser un juzgado de familia. Todo lo que voy a
seguir escribiendo, como ya indiqué, será un preámbulo, un marco para
presentar a ustedes una propuesta, en este sentido.

III. LA PERSONA, LA PAREJA Y SUS VÍNCULOS

Los seres humanos somos personas, pero somos personas sexuadas:


mujer y hombre. Y los unos tendemos hacia los otros.
Cuando acudimos al encuentro del otro lo hacemos por una primera
percepción, por una llamada de atención que, según el psiquiatra espa-
ñol, Enrique Rojas, se produce porque los varones nos vinculamos por la
vista, y las mujeres, por el oído.
La pareja, al comenzar su relación, establece acuerdos, a veces dichos,
y en otras ocasiones supuestos, que van conformando unos vínculos es-
pecíficos entre ellos, que tienen que ver —como dijimos anteriormente—
con normas, creencias, costumbres, apetencias, compromisos, responsa-
244 CARLOS LUIS VILLACAMPA ORÚS

bilidades, afectos, demandas, concesiones, depositaciones en el otro de


necesidades, de carencias, que ese otro nos satisface, el modo de enten-
der y comprender al otro, de gustos tan distintos y, a veces, contrarios.
Hay un dicho en Europa muy expresivo de los gustos opuestos, y que
viene bien, como ilustración: “A monsieur le gustan las corrientes de ai-
re, y madame las detesta”.
Estas diferencias y desacuerdos muestran, en cada pareja, toda una
gradación de situaciones que tienen que ver con la capacidad, o no, de
gestionarlas adecuadamente: de forma pacífica, creativa y generadora
de satisfacciones. Los desacuerdos que se dan en todas las parejas, y en
todas las relaciones, a lo largo de su vida marital, tan difíciles de mane-
jar, se han ido resolviendo, mal que bien, por algunas de ellas, pero en
otras se han enquistado, sin resolver, y rebrotarán, ahora, junto a este
traumático trance de la separación.

IV. LA PAREJA, EL JUEZ Y EL MEDIADOR

Cuando nos sentamos frente a la pareja, justo antes de comenzar el


juicio de divorcio o la primera sesión de mediación, nos encontramos
ante un marco temporal comprimido, donde se reúnen como en un rito
de transición:

— lo pasado.
— la despedida.
— el acuerdo de futuro.

Comprimidos en el escaso tiempo en que se celebrará el juicio y el


juez tome su decisión o transcurrirá la mediación, estarán presentes las
historias personales, vivencias, experiencias, creencias, ideas, necesida-
des e intereses, sentimientos de cada uno, diferentes de los del otro y, los
años de relación vincular entre ellos, también única y distinta de otras
vinculaciones. Y este pasado se acaba, repentinamente, con la ruptura de
la relación, y comienza la despedida, con toda la carga emocional, con
dudas, temores, dolores, frustraciones, sentimientos de abandono… Ade-
más, hay que dar el paso hacia el futuro, que en estos momentos de pre-
sión psíquica y emocional se hace tan difícil de adivinar.
Por otro lado, tener que dejar la situación de comodidad y con todo
bajo control, para encarar un horizonte nuevo y desconocido, que no ape-
PROPUESTA PARA LA REFORMA DE LOS JUZGADOS DE FAMILIA 245

tece, que no se desea, produce desgana, zozobra, descontrol personal,


miedo, temor…

V. EL JUEZ DE FAMILIA Y LA SEPARACIÓN

Los jueces de familia tienen una formación en derecho, amplia y cua-


lificada, profesional, pero desconocen, en profundidad, salvo casos ex-
cepcionales, los temas emocionales y psicológicos, que son tan determi-
nantes a la hora de resolver el conflicto en que se encuentra la pareja, y
aplicando estrictamente la legislación, en los procedimientos, el juez no
puede tomar sus decisiones en justicia, al no tener competencias, no estar
capacitado para atender a esa realidad, presente, en la que cada pareja es
única y distinta de todas las demás y con una vinculación, que mostrará,
en el momento de la separación, toda su específica complejidad.
Por ello, basándose en la ley, el juez, tomando decisiones por dos ciu-
dadanos adultos, cuando parece que debieran ser ellos los que pudieran
tomarlas, se dan las dolorosas consecuencias para los niños y para los pa-
dres, que, al no resolver el conflicto, lo irán reproduciendo en el futuro,
llegando, en ocasiones, a pelear, ya cercanos a la ancianidad, por las pen-
siones de jubilación. Y, sin olvidar los sufrimientos de los abuelos y del
resto de la familia, que temen la pérdida del contacto con sus nietos, pri-
mos, sobrinos, que se da, realmente, en demasiadas ocasiones.

VI. EL MEDIADOR Y LA PAREJA

El mediador, en su calidad de técnico especializado en la resolución


de conflictos y profesionalmente formado, ayudará a las personas a si-
tuar, en su lugar habitual, las posiciones emocionales. No tomará ningu-
na decisión, puesto que éstas pertenecen y corresponden a las partes in-
tervinientes. Tan sólo controlará el proceso y, por medio de sus técnicas
de comunicación, moverá los discursos de la pareja, hará que circulen,
entre todos, en todos los sentidos, para que lleguen a conseguir el ser ca-
paces de reconocerse el uno al otro, pues sólo entonces podrán comenzar,
en mi opinión, con efectividad, la negociación.
En mi práctica profesional yo utilizo un rotafolio y rotuladores de co-
lores vivos, para que puedan ver, con claridad, escrito, frente a ellos, el
trabajo que les encargué, previamente. Divido la hoja en dos mitades, y
les pido que reflejen, cada uno, las necesidades, de todo tipo, de su/-s hi-
246 CARLOS LUIS VILLACAMPA ORÚS

jos, cuantificadas económicamente, para ir comenzando a acordar en esa


valoración. Se sientan, y tienen tiempo para visualizarlas y para tomar
conciencia de lo que observan, pasando a hablar de las responsabilidades
que tienen para satisfacerlas en beneficio de sus hijos. Se ven, a conti-
nuación, los ingresos pasados o presentes y los del futuro, para decidir
cómo van a satisfacer monetariamente las necesidades de sus hijos y las
suyas propias y para ir acordando el reparto de sus bienes, tratando de
que no haya un ganador ni un perdedor. Voy tomando nota de los acuer-
dos a lo largo del proceso, que se plasmarán en un escrito que los recoja.
Como en Madrid, España, no está legalizada la mediación, hoy, a princi-
pios de 2007, el acuerdo final de la pareja deberá ser presentado en el
juzgado de familia, por medio de su abogado o del letrado del servicio de
mediación, y ratificado por el juez con una sentencia.

VII. DIFERENCIAS ENTRE EL PROCEDIMIENTO ANTE LOS JUZGADOS


Y LA MEDIACIÓN

A continuación voy a exponer, en una tabla comparativa, algunas de


las diferencias entre el procedimiento ante el juzgado de familia y en el
servicio de mediación, para que puedan observarse con una sola mirada:

En el juzgado de familia En el servicio de mediación

El juez decide por la pareja Decide la pareja


El conflicto se hace público Permanece privado
Apenas se da la comunicación La comunicación es básica
Se negocian los intereses Las necesidades y los deberes
Priman, para los hijos los derechos, Y, las necesidades afectivas, los apo-
más elementales: vestido, alimen- yos, educarlos en la responsabilidad,
tación, escolaridad y sanidad en los límites
Las emociones deciden por el pensa- Se contienen las emociones para des-
miento pejar la mente
Uno gana, el otro pierde Ni un ganador ni un perdedor

Hemos ido constatando, en los últimos tiempos, las consecuencias, tan


problemáticas, que se derivan de la aplicación del procedimiento judicial
en los procesos de separación o divorcio familiar:
PROPUESTA PARA LA REFORMA DE LOS JUZGADOS DE FAMILIA 247

En el estamento judicial una extensa, en el tiempo, costosa, para las pa-


rejas y para la propia judicatura, y lenta judicialización de los procesos.
En los hijos y sus padres, la concesión de la custodia, en exclusiva, a
uno de ellos, trae efectos negativos, como la pérdida, por parte de los hi-
jos, de la referencia del padre con el que sólo convive unas pocas horas
al mes; la imposibilidad, para ese padre, de cumplir con los deberes para
con ellos, que no debiera ser, tan sólo, el de pagarles una pensión; los in-
cumplimientos de los regímenes de visita y el uso, como objetos, de los
hijos para defender intereses personales de alguno de los padres, que pro-
ducen dejación de las responsabilidades, más conflictividad, violencia,
en ocasiones, y aparición en los niños, cada día aumentando, del síndro-
me de alienación parental inducido por los manejos de los que detentan
la custodia en exclusiva, para vengarse del contrario, pensando que así
podrán superar el odio que le tienen. Los padres utilizan a sus hijos, a
veces, como mensajeros, sin darse cuenta de que el niño mensajero sufre
en los dos lados.
En lo social, podemos observar cómo crece el número de jóvenes que
no se casan, que conviven de hecho, para no pasar la experiencia que tu-
vieron en el seno familiar y el sufrimiento de sus padres y el suyo propio,
con la separación. En otros casos, los jóvenes deciden convivir así, por-
que este modo de estructura familiar se ha ido convirtiendo en una vigen-
cia social.
Por todo ello, concluyo que debe reformarse el procedimiento de se-
paración o divorcio. Tiene que ser el mediador familiar el que gestione el
conflicto en lugar del juez, que lo hace hasta ahora.
La mediación familiar no debe ser un método alternativo; es el modelo
que se debe implantar.

VIII. PROPUESTA DE REFORMA DE LOS JUZGADOS DE FAMILIA

No propongo la desaparición de los juzgados de familia, nada más le-


jos de mis intenciones. La justicia de familia tiene como objeto ser ga-
rantía de los derechos de las familias en lo concerniente a los aspectos
económicos, al buen cuidado de los hijos y a la forma de organizar la
nueva estructura familiar que surge de la separación o del divorcio. Y en-
tiendo que así debe seguir siendo, pero con algunos cambios que me pro-
pongo explicar.
248 CARLOS LUIS VILLACAMPA ORÚS

La reforma atañe al ámbito del procedimiento judicial, y más exacta-


mente a la figura del profesional, que, en mi opinión, debiera ser la auto-
ridad ante la que se presentarían las personas que desearan la separación
o el divorcio. Los ciudadanos seguirían acudiendo al juzgado de familia,
pero en lugar de presentarse ante el juez, se personarían ante el media-
dor. El juez seguiría asumiendo la garantía legal de los acuerdos, y el
mediador sería el encargado de gestionar los procesos de separación. Las
parejas que, habiendo llegado a acuerdos en la mediación, quieran legali-
zarlos, tendrán que remitirlos al juez de familia, para ser ratificados en
una sentencia. Las personas que no sean capaces de mediar o que, pre-
sentes en la mediación, manifiesten su deseo, fundamentado y con firme
convicción, de no utilizar este servicio, serán enviadas al juez para que,
con el procedimiento habitual, pero con una formación más adecuada a
los tiempos presentes, tome sus decisiones, en beneficio de los hijos y de
sus padres.
La garantía legal de la mediación familiar viene expresada claramente
en los deberes profesionales del mediador, que se formará y conocerá la
legislación familiar, de su ámbito territorial, para que, en el proceso de me-
diación, ésta sea un límite, que ningún acuerdo puede sobrepasar. El me-
diador tiene el deber de dar a conocer a la pareja la posible violación de la
norma, para que, al presentar el acuerdo final para su legalización, no sea
rechazado por el juez, con el consecuente perjuicio para ella. El mediador
enviará a la pareja, directamente, al juez cuando detecte alguna situación
ilegal en la relación, tales como violencia, uso ilegal de los hijos…
Todos los ciudadanos, en mi propuesta, acudirán a la mediación. No
cabe pensar en obligatoriedad, puesto que sería un servicio ofrecido por
el Estado a sus ciudadanos para dirimir sus diferencias. Hoy deben acu-
dir al juzgado y presentarse ante el juez; mañana seguirán acudiendo al
juzgado, pero los recibirá y atenderá el mediador.
Voy a presentarles a continuación una estructura organizativa de cómo
sería el jugado de familia, y voy a hacerlo como si fuera una imagen vi-
sual que aparezca ante ustedes con meridiana claridad:
En la planta baja los servicios sociales, encargados de recabar infor-
mación de la pareja.
En el primer piso, el servicio de mediación, formado por un equipo in-
terdisciplinar de mediadores, psicólogos, abogados y administrativos.
En el piso superior, el juez de familia, con los cometidos citados más
arriba, que recibiría a las personas enviadas desde la mediación, y que po-
PROPUESTA PARA LA REFORMA DE LOS JUZGADOS DE FAMILIA 249

dría manifestarles algo, como esto: si ustedes, ciudadanos, con los dere-
chos que conocen que les asisten, adultos, no son capaces de tomar una
decisión por ustedes mismos, pues, ahora, yo la voy a tomar por ustedes.
Esta descripción, así estructurada, puede organizarse, supongo, de
otras maneras, pero lo que no debería perderse de vista son los fines: la
mediación es el sistema, el método. Los jueces intervendrán para ratificar
los acuerdos tomados en la mediación, a petición de la pareja y para en-
juiciar a las que no acepten mediar o no sean capaces de hacerlo. Los pa-
dres, independientemente de la ruptura como pareja, en cumplimiento de
los deberes para con sus hijos, pensando en ellos, amándolos, tienen que
seguir educándolos de la forma lo más ampliamente compartida posible.
La mediación familiar, según mi criterio, es un método, un camino no
adversarial, que tiene dos objetivos fundamentales: uno de carácter gene-
ral, que persigue la resolución del conflicto, y otro de carácter particular
que sería, tal como acabo de insinuar, la custodia compartida, como for-
ma de poder satisfacer las necesidades de sus hijos, y cuyo modo de or-
ganización se analizaría en la mediación. No creo que sea erróneo pensar
que si los padres la tuvieran como norte, si tuvieran la posibilidad de ob-
tenerla, ilusionados asumirían sus responsabilidades, y, si fuera necesa-
rio, se capacitarían para mejor atenderlos, porque lo que no se ha sabido
hacer en el pasado no se pudo o no se quiso, se puede aprender para el
futuro, se querrá y se podrá.

IX. EPÍLOGO

He presentado, tal vez, un sueño, pero si todos los que tengan la opor-
tunidad de leer estas líneas están de acuerdo con los planteamientos, to-
man decisiones, ayudan, empujan, lo hacen suyo, conseguiremos que el
sueño se convierta en realidad.
México, en una apuesta decidida y eficiente como pocas, ha implanta-
do, prácticamente en toda la nación, la mediación familiar, como un sis-
tema alternativo al judicial, y sea, posiblemente, el país en el que se halla
más extendida territorialmente.
Voy a plantearles un nuevo reto, que las autoridades políticas, jurídi-
cas, sociales y, en fin, todos los mexicanos, mujeres y hombres, sean va-
lientes, como estimamos que es ese pueblo y pensando, en conciencia, en
las necesidades educativas de los niños y en los deberes de los padres,
250 CARLOS LUIS VILLACAMPA ORÚS

apuesten por las propuestas que les hago, la mediación familiar, como el
método a aplicar, no alternativo, y la custodia compartida, y, así, tendría-
mos padres colaboradores en la educación de sus hijos y responsables,
con lo que irían apareciendo ciudadanos más pacíficos, más maduros y
más satisfechos de sus responsabilidades y de verse capaces de asumir-
las. Repito: sean valientes; adelante, yo espero y deseo que ustedes los
mexicanos lo conseguirán, ese pueblo, del que este humilde español se ha
ido enamorando poco a poco.

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