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SFC – Problemas filosóficos contemporáneos

Laura Catalina Cortés Sierra

Protocolo sesión 8: Autenticidad

En la sesión anterior se comenzó por trazar el contraste existente entre la invención del tiempo
objetivo y la invención de la autenticidad personal. Siguiendo a Williams se afirmó que, por un lado, la
invención del tiempo objetivo estaba prefigurada ya en el Estado de Naturaleza, mientras que, por otro
lado, la invención de la autenticidad había surgido de manera totalmente contingente. En efecto, en los
seres humanos del Estado de Naturaleza ya estaba presente una concepción del pasado, lo que ocurrió
fue que con la creación de la escritura esa concepción se potenció hasta llegar a ser una concepción
objetiva del tiempo. Al contrario, la invención de la autenticidad está atravesada por cuestiones de
contingencia histórica tal que no se vislumbraba ni rasgo de ella en el Estado de Naturaleza, después de
todo parece que es una idea que no surge sino hasta la modernidad.
Frente a esto, sin embargo, se consideró que en la antigüedad podría haber ya una idea de
autenticidad, por ejemplo con Sócrates en su búsqueda por una vida digna de ser vivida. Ciertamente,
parece que la pregunta ‘¿quién soy yo?’ proviene desde la antigüedad y eso podría cuestionar si la idea
de autenticidad es realmente propia de la época moderna. Para aclarar esto habría que indagar más
acerca de cómo se entiende la autenticidad en la modernidad y, además, habría que ver si las preguntas
por la vida buena en la filosofía antigua involucran una preocupación por la autenticidad o no.
Respondiendo a esto se podría ver en qué sentido la autenticidad es un ideal puramente moderno o si
hay rasgos que podamos encontrar en la antigüedad. Ligadas a esta cuestión podrían plantearse
preguntas como la relación entre autenticidad y el sentido de la vida o si a los seres humanos se les
plantea la pregunta por el sentido de la vida de la misma manera. Todos estos problemas, no obstante,
quedaron abiertos para ulteriores consideraciones.
Como se señaló anteriormente, la consideración de la autenticidad como idea antigua no se pudo
sostener con certeza ya que no es claro si en el mundo antiguo se tiene la misma preocupación por la
autenticidad que podríamos tener nosotros. Una prueba de ello podría ser pensar en una comunidad
medieval con un orden social muy estático, allí el camino que alguien quisiera tomar para su vida es el
mismo que ha tomado su familia por generaciones y entonces la pregunta por la autenticidad no
surgiría. Pero sí es claro que eso se rompería con la modernidad porque ya entonces el sistema social es
más flexible y porque este tipo de vidas con un camino a seguir de antemano ocurre en comunidades
pequeñas donde no hay mucha pluralidad humana. Con la modernidad comienzan a surgir preguntas
sobre la posición que uno debe tomar frente a cosas nuevas que están pasando en el mundo, de modo
que las preguntas por cómo soy yo realmente, cómo me siento y cuál es mi posición, se vuelven
fundamentales. Dado este este recorrido histórico y si es correcto entonces podemos reforzar la idea de
que en el Estado de Naturaleza no estaba prefigurado el ideal de la autenticidad. Para que se diera la
invención de la autenticidad tuvieron que pasar cosas como la ruptura en occidente entre católicos y
protestantes, tuvieron que surgir los ideales de la Ilustración y de la Revolución francesa. Esos
desarrollos históricos son muy contingentes y no había forma de que estuvieran prefigurados en el
relato de Estado de Naturaleza, de modo que para los seres humanos de ese relato la preocupación por
la autenticidad simplemente no se plantea. Lo que sí veíamos en el Estado de Naturaleza es que las
personas podían ser sinceras: podían decir lo que creían, y en ese sentido se pudo afirmar que la
sinceridad era anterior a la autenticidad. En conclusión, la invención de la autenticidad está separada
del Estado de Naturaleza porque su surgimiento es producto de contingencias históricas reales, y lo
interesante es que esto pone de presente que para Williams la filosofía estaría vinculada a la historia en
algunos aspectos.
Ahora bien, vemos que en el surgimiento del ideal de autenticidad moderno hay dos concepciones,
la de Rousseau y la de Diderot. De acuerdo con Williams lo que hay son dos concepciones distintas del
yo y de la autocomprensión. Para entender el ideal de autenticidad de Rousseau y de Diderot tenemos
que entender en qué sentido la concepción del yo de Rousseau es diferente a la concepción del yo de
Diderot; en qué sentido tienen una manera distinta de entender la autocomprensión; en qué sentido eso
da lugar a nociones distintas de sinceridad y en qué sentido eso implica una relación distinta con los
demás.

Rousseau

Comenzando con Rousseau, se planteó que su libro Confesiones es una obra que se escribe para
contar la historia de su alma; quiere contar su vida mental, lo que sintió, sus intenciones y la manera en
que vivió ciertas cosas. Pero ¿en qué sentido ese proyecto está vinculado con la autenticidad y con la
sinceridad? Resulta que Rousseau encontraba una distancia entre lo que eran sus motivaciones al actuar
y las motivaciones que le atribuían los demás. A pesar de ser sincero con los demás él tenía la
impresión de que los demás no lo entendían o no lo conocían como realmente era. Detrás de esto está la
impresión de que yo soy de cierta manera y no logro comunicar eso que realmente soy, así pues, habría
un desbalance entre cómo soy realmente y cómo me perciben los demás. Ante este problema la salida
de Rousseau fue escribir las Confesiones para tratar de mostrarse a los demás como se veía a sí mismo
con la esperanza de que, si eso era tomado enserio, entonces los demás podían conocerlo como
realmente era. Para ese proyecto necesitaba, por lo tanto, sinceridad y apertura.
Ahora bien, lo que hay detrás de esto es el supuesto de que se tiene una comprensión clara de uno
mismo, es decir, yo sé como soy. Se trata de una “primacía epistémica” sobre la propia mente que solo
tiene cada quien. En efecto, para Rousseau el conocimiento de sí mismo no se trata de un logro
cognitivo, sino que es obvio o inmediato porque está todo el tiempo consigo mismo y entonces ya sabe
cuáles son sus intenciones y deseos. Esto supone decir que hay algo así como un yo estable, real,
auténtico que conozco de forma privilegiada. Rousseau, además, dice que sabe cuándo sus estados
mentales son una expresión de su yo real y cuando es simplemente una contingencia. El problema que
se le presenta a Rousseau no es entonces la comprensión de sí mismo, sino transmitir ese conocimiento
de sí mismo a otros. Si los demás quieren saber cómo soy realmente lo que tienen que hacer es
comprenderme exactamente como yo me comprendo, tienen que creer lo que les cuento de mí, y una
vez es se logre entonces habrán descubierto mi yo real. En este punto se destacó en la sesión la
importancia que podría llegar a tener la precisión social, pues si lo que quiero es que los demás
conozcan mi yo real entonces es necesario que sea preciso sobre lo que digo de mí; sin embargo,
también hay un enorme compromiso con la sinceridad que consiste en no ocultar nada de mí, es decir,
un transparencia que muestre tanto las cosas buenas como las malas. De acuerdo con Rousseau, la
sinceridad no sería solo decir lo que uno cree, sino hacer todo lo posible para que los demás le crean a
uno. Contrario a lo que se dijo más arriba siguiendo a Williams, para Rousseau la autenticidad sería
anterior a la sinceridad, pues con base en su yo autentico que ya conoce es que puede ser sincero al
transmitir ese conocimiento a los demás.
Para Rousseau, no obstante, cuando a pesar de haber hecho el mejor esfuerzo de transmitir cómo
soy, pero los demás siguen sin creerme, entonces los demás tienen una falta de entendimiento o son
malvados. Son malvados porque a pesar de que les cuento mis intenciones piensan que esas no son; en
todo caso el fallo estaría en ellos. Según Rousseau, la única manera en que los demás pueden saber
cómo soy está en atender a lo que yo les digo. Pese al riesgo del autoengaño, lo que propone Rousseau
es unidireccional: yo sé cómo soy realmente y le cuento a los demás con la mayor sinceridad cómo soy,
pero el rol de los demás es solo escuchar y aprender; los demás no lo constituyen a uno como persona
ni pueden aportar conocimiento de cómo es uno.
El ponente sugirió que la idea de conocerse a sí mismo implica el ejercicio de la precisión, pues
nos protege del autoengaño. Pero se pensó que tal vez para Rousseau no cabría la precisión porque la
precisión no se exigía para las verdades obvias y hay un sentido en que el conocimiento de mí es obvio.
Ahí cabría la afirmación de Hume de que Rousseau sí quería mostrarse tal y como era solo que no sabía
cómo es, pues una forma de entender esto es que fue sincero pero no preciso, fue victima del
autoengaño y, por tanto, necesitaba de precisión.
A continuación se pasó a ver las tensiones a las que está expuesto el proyecto de Rousseau. 1. Hay
una tensión entre la autenticidad y la virtud social. En efecto, Rousseau piensa que su yo real es
benevolente. De hecho cree que los hombres son buenos por naturaleza y la sociedad los corrompe. Es
por eso que elabora el proyecto del contrato social: una sociedad en donde los hombres puedan seguir
siendo buenos, es decir, una sociedad en la que las personas puedan ser sinceras y auténticas. La
autenticidad unida a la sinceridad eran, por tanto, virtudes cívicas. El problema, dice Williams, es que
no hay nada que garantice que el yo real de las personas sea benevolente. 2. Hay una tensión entre la
autobiografía y la dimensión ética. Rousseau quiere escribir una autobiografía, mostrar su yo real, y
para eso debe creer que es una persona particular con peculiaridades específicas. Pero si resulta que su
yo real es benevolente entonces Rousseau no es distinto de cualquier persona buena y se pierde el
carácter de autobiografía, sería la historia de cualquier persona buena. 3. Hay una tensión en Rousseau
en los casos en que reconoce que cometió errores, por ejemplo por vergüenza, pero donde dice que
igual es buena persona. Es una forma de atenuar la acción incorrecta y es una forma de autoengaño;
hay un sentido en que una persona cuando se deja llevar así hasta cometer las equivocaciones es un
peligro ¿cómo creerle a alguien que es bueno cuando está dispuesto a hacer algo malo tan fácilmente?
Hasta aquí dijimos que la concepción del yo que tiene Rousseau es la de un ser estable. De la
autocomprensión: que tiene un acceso privilegiado. De la sinceridad: es mostrarse a uno mismo tal
como uno se ve. Y la relación que esto guarda con la sociedad es que los demás deberían limitarse a
creerme. Finalmente se mencionó que Rousseau termina en una vida solitaria y alejada como
consecuencia de su concepción de sinceridad y autenticidad. Si nadie le creyó porque son unos
malintencionados entonces para interactuar con ellos tendría que mentir, fingir o ser hipócrita, es decir,
la sociedad lo obligaría a no ser sincero y por eso prefiere retirarse.
Diderot

Para introducir las concepciones de Diderot comenzó a hablarse sobre su personaje Rameau, un
personaje que en un sentido es consistente y que en otro sentido no lo es. Es consistente en cuento que
en siempre expresa lo que piensa, lo que pasa es que lo que piensa está cambiando todo el tiempo en
función de la situación en la que está. Es un personaje sincero en tanto que dice espontáneamente lo
que piensa, siempre se está presentando tal y como es, y no hay lugar para el engaño porque está
dispuesto a afirmar incluso que está engañando. Rameau es como un actor, se convierte en el momento
cada uno de los personajes que interpreta; es un sujeto transparente en tanto que sabe en cada momento
en qué estado mental está y se comporta como tal
En un contraste entre Rameau y Rousseau se dijo que, mientras que el yo de Rousseau es estable
en el tiempo, el yo de Rameau es siempre cambiante. Si hay un yo cambiante entonces no hay algo
como conocerse a sí mismo, la única manera de saber quien soy es en el momento. Asimismo, se
planteó que la sinceridad en Rousseau es articulada, es decir, implica un ejercicio de retención de quien
soy. Para Rameau en cambio ser sincero es decir lo que le está pasando por la cabeza de manera
desinhibida y que lo lleva a poder decir tanto sus vicios como sus virtudes. Se consideró que Rameau
nunca se preocupó por reflexionar, esto se debe a que reflexionar implica volver sobre sí, pero él no
tiene sobre qué volver ya que siempre está cambiando. Esto quiere decir que reflexionar requiere de un
yo estable y que por eso Rousseau reflexiona en sus Confesiones. Se planteó también que de alguna
manera Diderot se está preguntando por las cosas que Rousseau simplemente dio por sentado como que
la autenticidad es una virtud ética o política ya que esa conexión no es obvia. Rameau por ejemplo es
auténtico ya que cada vez expresa su yo del momento, pero justamente porque está cambiando todo el
tiempo no se sabe qué esperar de él. Así por ejemplo, si todos fuéramos como Rameau entonces un
proyecto político sobre la autenticidad sería mala idea porque no sabríamos qué esperar unos de otros.
Con Rameau, además, podríamos estar seguros de que va a ser sincero, pero no podríamos confiar en
él, de nuevo porque dado sus cambios no sabríamos qué esperar de él. Se consideró también que
Rameau no es hipócrita, a diferencia de nosotros que somos selectivos frente a lo que decimos, él
simplemente dice lo que piensa; pero eso sería el exceso del romanticismo en donde se procura ser fiel
consigo mismo aún si eso va en detrimento de la sociedad. De fondo lo que muestra Diderot es que en
este caso la autenticidad no pude ser una virtud moral como quería Rousseau.
Finalmente surge la pregunta de si Rameau representa la perspectiva de Diderot, es decir, si eso es
lo que cree Diderot que es la sinceridad y la autenticidad, o si más bien usa a Rameau para ilustrar algo
distinto. Frente a esto se dijo que en efecto Rameau es solo una caricatura que hace Diderot para
ilustrar que los seres humanos son cambiantes. Y ya para concluir se estableció que había entonces dos
extremos el de Rousseau y el de Rameau, pero entre los extremos estaría la concepción de Diderot y
Williams que trataríamos la sesión de hoy.

Bibliografía
Bernard Williams. (2006). Verdad y Veracidad. Madrid: Tusquets Editores.

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