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‘Lo más preocupante hoy es la muerte

del pensamiento crítico’


Franco Berardi plantea unas ‘condiciones para producción de futuro’. Ve posible
salvar el humanismo.
Por: Daniel Gigena - La Nación (Argentina) - GDA

27 de julio 2019 , 10:52 p.m.

Además de activista, escritor y filósofo, el italiano Franco ‘Bifo’ Berardi es uno


de los pensadores más comprometidos en examinar los modos como la
revolución informática acelera las transformaciones de la vida social bajo
el capitalismo actual, un reino de signos y bienes inmateriales
(‘semiocapitalismo’) gobernado por fuerzas disolventes y mortíferas
(‘necrocapitalismo’).

Si bien es pesimista respecto del presente, Berardi confía en que la


interconexión solidaria de trabajadores del conocimiento en una escala global,
como sucedió hace más de un siglo con el proletariado industrial, podría dar
lugar a un nuevo sujeto de la historia. Esa es una de las hipótesis que plantea
en ‘Futurabilidad. La era de la impotencia y el horizonte de la posibilidad’
(Caja Negra).
Temas relaciona dos
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Medio cr acia, o cómo lo s med iocres se tom aron el pod er

Para Berardi, en el presente se desarrolla la era de la impotencia, caracterizada


según su óptica por el retorno del fascismo, la apoteosis de las políticas
neoliberales, el imperio de las leyes financieras y la “guerra civil global
fragmentaria”, expresión con la que alude a la proliferación de conflictos bélicos
de diversa intensidad, como el terrorismo islámico, el supremacismo blanco y
las matanzas ‘espontáneas’ que ocurren en varias ciudades de Occidente.
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“La actual depresión (tanto psicológica como económica) silencia la conciencia


de que ninguna proyección determinista del futuro es cierta –escribe en
‘Futurabilidad’–. Nos sentimos atrapados en una maraña de automatismos
tecnolingüísticos: las finanzas, la competencia global, la escalada militarista...”.
Sin embargo, el filósofo advierte que en la realidad aún hay “condiciones de
producción de futuro”.

Berardi, gestor de varios proyectos colectivos desde el Mayo francés en


adelante, apuesta ahora por una plataforma tecnológica cooperativa que
agrupe a ingenieros, artistas, ‘hackers’, científicos, activistas e
intelectuales. “Los pocos individuos lo suficientemente fuertes como para
explotar y saquear lo que estaba a su disposición emergieron como los
ganadores del juego de la Modernidad tardía. El problema es que
prácticamente han destruido el mundo. Han empobrecido la clase trabajadora,
han devastado el medio ambiente y han empujado a la mayor parte de las
nuevas generaciones hacia el infierno de la precariedad, la soledad y la
depresión epidémica”, escribe.

Y agrega: “La única esperanza a la que podemos aferrarnos en esta época


oscurantista es la de crear solidaridad entre los cuerpos de los trabajadores
cognitivos del mundo y construir una plataforma de colaboración tecnopoética
entre ellos que nos permita liberar el conocimiento del dogma religioso y
también del dogma económico”. A esa nueva clase revolucionaria le da el
nombre de “cognitariado”.

A Berardi, que lee cinco o seis diarios por jornada, le preocupa menos la
difusión de noticias falsas que la pérdida de decisiones políticas y la ausencia
de pensamiento crítico. “La irracionalidad de la mente social no es un efecto
de malas intenciones, que seguramente existen, sino de la muerte del
pensamiento crítico”, señala.
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A distancia, y en una pausa entre sus lecturas y la reescritura de


‘Fenomenología del fin’, que Caja Negra volverá a publicar en una edición
ampliada, respondió algunas preguntas por correo electrónico.

¿Podría explicar el concepto de ‘futurabilidad’ y su relación con las


expectativas sociales acerca del porvenir?

La palabra ‘futurabilidad’ es un neologismo que se refiere a una posibilidad


inscrita en el tiempo presente, una futuridad posible, pero no necesaria ni
probable. Mi nuevo libro está dedicado a afirmar que la posibilidad de salvar la
herencia progresista y humanista de la modernidad realmente existe en el
presente, no es borrada por el proceso neorreaccionario que se está
desencadenando como consecuencia de treinta años de violencia neoliberal y
financiera. Esta posibilidad, que consiste en la inteligencia colectiva, con un uso
igualitario y social de la tecnología, sigue existiendo, pero necesita una
potencia cultural, psíquica y política que parece faltar en el tiempo presente.
Una posibilidad se actualiza solo cuando hay una potencia capaz de
actualizarla. En este momento histórico esa potencia falta, pero la posibilidad
no desaparece. La posibilidad de la que hablo es la de una (posible)
desimbricación del conocimiento y de la tecnología de la forma capitalista que
conocemos.

¿Por qué afirma que vivimos en ‘la era de la impotencia’?

Lo digo por dos razones. La primera: el capitalismo financiero, en su


matrimonio con la tecnología digital, ha producido una máquina automática de
imposición. Mucho más que una dictadura política, el capitalismo financiero se
manifiesta como inscripción de automatismos tecnolingüísticos en el conjunto
de la comunicación. Lo que ha pasado en Grecia en 2015 es la prueba de eso:
el 62 % de los griegos votaron contra el memorándum financiero, pero Alexis
Tsipras fue obligado a aceptarlo por la fuerza automática de la imposición.
Cada día experimentamos nuestra impotencia al afirmar el interés social contra
el interés del capital financiero. Y cada día experimentamos la impotencia de la
democracia frente a las imposiciones tecnofinancieras. De manera similar, no
podemos parar la catástrofe ambiental porque todo el sistema de la vida
económica se funda sobre automatismos técnicos que destrozan
sistemáticamente los recursos naturales. Hemos trasladado la potencia del
cerebro humano a la máquina, pero la máquina ha sido programada según un
criterio antihumano: el criterio de la economía financiera. Hay un segundo nivel
de la impotencia que me parece significativo a nivel global, pero sobre todo en
el mundo blanco. Es el efecto del envejecimiento del género humano, de la
prolongación de la edad media contemporánea y el desplome de las tasas de
nacimiento. La impotencia senil masculina acompaña la pérdida de potencia
política y produce una mezcla psicocultural que, por sí sola, puede explicar la
ola de demencia nacionalista, supremacista, racista, y, al final, nihilista, que ha
tomado el poder desde las Filipinas hasta la India, de Turquía a Polonia, a
Italia, a Brasil, a Gran Bretaña, a Estados Unidos.

Ante ese panorama, ¿sigue siendo deseable un pensamiento humanista? ¿En


qué términos debería expresarse?

No soy capaz de dar una sola respuesta a esta pregunta fundamental. Por un
lado respondo que el humanismo está muerto, porque el futuro pertenece al
automatismo cognitivo global y al caos inhumano del etnonacionalismo. Pero,
por otro lado, pienso que solo desde el punto de vista del pensamiento
humanista podemos entender por completo el proceso poshumano y
antihumano que el capitalismo ha engendrado, y que solo desde ese punto de
vista se puede fundar una ética autónoma, una ética que nos permita salvar el
patrimonio del humanismo socialista. Solo el pensamiento humanista podría
permitir la actualización de la posibilidad humana que sigue existiendo a pesar
de la agresión inhumana.

¿Cómo se preserva lo táctil y lo sensorial en la era digital? ¿Cuál es su mirada


sobre los usos de internet?

Cuando imaginábamos la red en los años 80 y 90, nos parecía una tecnología
de liberación. Solo al final de los años 90, los efectos psicóticos vinculados a la
mutación digital empezaron a emerger. Al final, internet ha predispuesto las
condiciones técnicas para la construcción del automatismo cognitivo global,
para la transformación de la mente social en un enjambre automático. La
facultad conjuntiva, que se manifiesta en lo táctil, en el erotismo, en la
sensibilidad, no desaparece, pero sufre de una contracción, de una aceleración
patógena. Lo conjuntivo, subordinado a lo conectivo, se manifiesta
esencialmente como sufrimiento psíquico.

Solo desde el punto de vista del pensamiento humanista podemos entender por

completo el proceso poshumano y antihumano que el capitalismo ha

engendrado
 FACEBOOK
 TWITTER
¿Qué piensa de los resultados de los partidos de izquierda en Europa y a qué
se debe que ya no interpelen a los trabajadores? ¿Y qué piensa de la
izquierda en general?

La izquierda está muerta, y lo merece. Los partidos de izquierda, en Europa,


como el Partido Laborista de Tony Blair, el Partido Democrático Italiano, el
Partido Socialista Francés de François Hollande y la socialdemocracia de
Gerhard Schroeder han actuado como punta de lanza de la agresión neoliberal.
La decisión de los trabajadores europeos de votar partidos fascistas,
nacionalistas y racistas se puede entender solo como una venganza contra la
izquierda culturalmente subalterna y políticamente traidora. ¿Habrá una nueva
izquierda en el futuro? No creo que el problema se plantee aún en términos de
izquierda y de derecha, porque no creo que la democracia política sea un
territorio eficaz. El futuro no se decide en la esfera de la voluntad política. Se
decide en la esfera psíquica, lingüística y tecnológica. El único espacio en el
cual se podrá determinar una transformación es el espacio de la creación y de
la invención. No es la voluntad política, sino la inteligencia social, la que podrá
actualizar esa posibilidad si es capaz de desarrollar la potencia necesaria, lo
que no es tan seguro.
¿Cuál es el sentido de practicar la filosofía en el siglo XXI? ¿Para qué sirve esa
disciplina?

Qué es la filosofía lo han dicho muy bien Gilles Deleuze y Félix Guattari en su
último libro: es la creación de conceptos que permiten capturar mentalmente el
mundo, transformar el caos en algo comprensible y fundar la conciencia ética.
Filosofía es la creación de puentes sobre el abismo del no ser, del sinsentido,
el abismo del no existir de la verdad. La filosofía es la amistad del cerebro con
el caos.

¿En qué trabaja actualmente?

Estoy escribiendo la nueva versión del libro ‘Fenomenología del fin’, que ha
sido traducido al español por Alejandra López y fue publicado por Caja Negra.
Es un libro que he terminado de escribir en 2014, pero los últimos cinco años
han expandido tanto el campo de la mutación que me veo obligado a
reescribirlo completamente. ‘Fenomenología del fin’ era y es un libro
interminable; entonces, lo desarrollo sin esperanza de terminarlo en vida. Este
trabajo de escritura es mi actividad principal y me consume muchísima energía.

Usted participó en importantes luchas estudiantiles y obreras en la segunda


mitad del siglo XX. ¿Cómo es su vida cotidiana hoy?

Vivo en Bolonia casi seis meses cada año, pero en los últimos tiempos he
viajado continuamente. Ahora me doy cuenta de que puedo viajar cada vez
menos porque estoy un poco cansado. Soy jubilado, no enseño de manera
regular, ya no doy clases. ¿Qué leo? Cinco o seis periódicos cada día; es como
una forma de toxicomanía, un deseo maníaco de captar señales del devenir del
mundo. Pero también leo gran cantidad de novelas. He leído mucho a Jonathan
Franzen, Michel Houellebecq, Amos Oz. Y veo muchísimo cine, también. Las
películas de Jia Zhang-ke, de Nadine Labaki, de Matteo Garrone me ayudan a
entender el presente, tanto como el cine de Aki Kaurismaki, Emir Kusturica y
Gus van Sant me ayudó a entender la mutación tardomoderna.
DANIEL GIGENA
LA NACIÓN (Argentina) - GDA

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