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EVIDENCIA 2

1. INTRODUCCIÓN:

El trastorno de despersonalización es una experiencia límite en la que una persona siente


que es otra, como si estuviera separada de los propios procesos mentales o de su cuerpo y
fuera un observador externo de esos fen6menos. Los episodios de despersonalizaci6n hacen
estallar la certeza de ser uno mismo. "Yo soy yo" es la expresión que se emplea
corrientemente para referirse al sentimiento de identidad y es esta certeza tranquilizante la
que les permite a las personas transitar por las más diversas circunstancias vitales sin
sentirse extrañas a sí mismas, sin enajenarse. Es este "yo" cotidiano, idéntico a sí mismo,
seguro de su mismidad, el que se deshace en las experiencias de despersonalización recién
señaladas. El "yo" es un concepto que suele emplearse para designar una realidad
equivalente a "persona", "conciencia" o "identidad personal", y siempre enfatiza los
atributos de unidad, mismidad y constancia. El "yo" se sostiene si se sabe "uno" y claudica
muy dramáticamente cuando parece ser" otro".

Para Jacques Lacan (1901-1981), las vivencias de despersonalización, en apariencias tan


singulares y extraordinarias, descubren una verdad de estructura. Esta verdad es "Yo soy
otro". El estadio del espejo debe ser comprendido, entonces, como una "identificación", en
el sentido de una transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen. Esta
identificación es eficaz porque precipita la formación de un producto nuevo, inexistente
hasta entonces: el yo. Sin embargo, las diferencias notables que se comprueban entre la
realidad prematura y dependiente del niño, y las características ideales y autosuficientes de
la imagen justifican la fuerte afirmación lacaniana que sostiene "Yo soy otro". El ser
humano se aliena inevitablemente en la imagen, a la que toma por su legítimo yo, como si
el reflejo fuera un fiel calco de su ser. El psicoanálisis "altera" (o, para decirlo en palabras
de Lacan, "subvierte") el concepto de sujeto del conocimiento promovido por Descartes. A
partir de Sigmund Freud (1856-1939), y muy fuertemente desde Lacan, la teoría
psicoanalítica sostiene que el "yo no es amo en su propia casa". Esta cita de Lacan apunta a
diferenciar la noción de yo de la de sujeto, discriminación que puede esclarecerse desde los
fenómenos de la hipnosis. Sin embargo, para la teoría psicoanalítica, los seres humanos no
poseen plena conciencia de los motivos que subyacen a su accionar; es decir, ignoran parte
de las razones que justifican su modo de actuar. Una parte de aquello que motiva la acción
queda siempre fuera del saber consciente. Por ejemplo, cuando una persona se enamora de
otra, primero se siente atraída por ella y luego justifica su sentimiento diciendo que la ama
por sus atributos intelectuales y / o físicos, por su bondad, por su dinero o por las causas
que considere válidas. Pero la justificación racional siempre es posterior al enamoramiento.
No se ama por buenas razones; primero se ama y luego se busca una razón para que eso
ocurra.
Lacan realiza una distinción fundamental dentro del campo de la "otredad". Con el nombre
de "el pequeño otro" (el otro, con minúscula), alude a los semejantes del sujeto, a aquellos
otros que el sujeto considera sus pares, sus iguales. Con la denominación de "el gran Otro"
(el Otro, con mayúscula), acentúa la relación existente entre el sujeto y ese Otro al que se
encuentra sometido, con quien mantiene una relación claramente desigual, de
subordinación a su palabra y de alienación. El concepto de sujeto en Lacan no debe
confundirse con el concepto de yo. El sujeto es un sujeto del inconsciente y del lenguaje; es
esclavo de sus leyes, a las cuales, como su nombre lo indica, se encuentra sujetado. El yo,
en cambio, alude a una imagen de independencia y autodeterminación. Las diferencias
irreconciliables entre la noción de yo y la de sujeto pueden apreciarse en la infinidad de
ejemplos que pueblan los textos de Freud.

Ahora hablando un poco de la “introducción a la lectura de Lacan” Esta Introducción a la


lectura de Lacan retoma los puntos esenciales de los argumentos expuestos en una serie de
conferencias, que, desde el comienzo, se realizaron fuera de los lugares rituales donde se
imparte habitualmente la enseñanza del psicoanálisis, es decir, las instituciones
psicoanalíticas, universitarias y psiquiátricas. En ese sentido, el retorno obligatorio a Freud
se imponía como la vía de acceso más favorable a la base de las elaboraciones
fundamentales del pensamiento de Lacan. Por eso, nos referimos a la doctrina freudiana
para circunscribir en ella el punto de apoyo de los conceptos lacanianos más cruciales,
como la inserción de estos en el desarrollo de las primeras articulaciones teóricas. Por eso,
también nos apoyamos en la clínica freudiana como referencia original a la cual hay que
volver para ilustrar el carácter heurístico de esas conceptualizaciones. Lacan retorna a
Freud, a la experiencia del inconsciente bajo una hipótesis: el inconsciente está estructurado
como un lenguaje. El sentido de un retorno a Freud es un retorno al sentido de Freud”.
En 1956 Lacan insiste en la importancia de la influencia de la dimensión de lo simbólico
que Freud supo extraer a partir de su experiencia del inconsciente: “Para saber lo que
sucede en el análisis, hay que saber de dónde deviene la palabra. Hay que conocer lo que
sirve de pantalla al advenimiento de la palabra“.

En 1957, Lacan circunscribirá de manera decisiva la incidencia de ese retorno a Freud cuya
esencia se encontrara directamente articulada en la noción del lenguaje. La experiencia
analítica descubre en el inconsciente toda la estructura del lenguaje.

Uno de los argumentos decisivos de Lacan en la perspectiva del retorno a Freud consiste en
volver a situar en el primer plano del campo psicoanalítico la dimensión de esa palabra, en
el cual uno puede introducirse realizando una distinción fundamental entre significante y el
significado.

Los primeros conceptos lacanianos que fundaron la hipótesis de que el inconsciente está
estructurado como un lenguaje pueden circunscribirse desde el inicio de la teoría freudiana
del sueño. El trabajo del sueño se basa principalmente en dos tipos de mecanismos
fundamentales: la condensación y el desplazamiento. Freud observo que por un lado, el
volumen del material manifiesto y de los pensamientos latentes era diferentes, y por el otro,
que el sentido de los pensamientos latentes del sueño aparecía obligatoriamente encubierto.
Freud llevo a distinguir casos de figuras de condensación. En primer lugar, la condensación
por omisión, donde la restitución de los pensamientos latentes es muy incompleta en el
campo del contenido manifiesto. Otro caso de condensación es el que se realiza a través de
la fusión, de la superposición del material latente, por ejemplo la creación de neologismos
obtenidos a través de combinaciones y funciones sucesivas. Por ejemplo Irma que
representa varios personajes.

Las ideas latentes pueden aparecer representadas en el campo del contenido manifiesto,
después de haber sufrido una modificación importante que Freud llama inversión de los
valores e inversión del sentido. En otras palabras, el trabajo del sueño se origina en un
desplazamiento. Proceso cuyo papel consiste esencialmente en oscurecer, en el campo del
contenido manifiesto, lo que era fundamentalmente significante en los pensamientos
latentes: esto nos lleva a pensar que en el trabajo del sueño se manifiesta un poder psíquico
que por un lado le hace perder intensidad a elementos de alto valor psíquico y por el otro,
gracias a la sobre determinación, le otorga un valor mucho mayor a elementos de menos
importancia de modo que estos pueden penetrar en el sueño. En el momento de la
formación del sueño, hubo transferencia y desplazamiento de las intensidades psíquicas de
los diferentes elementos.

Lacan utilizara sobre todo esos elementos de la teoría freudiana del sueño para fundar y
consolidar la analogía que se plantea entre el funcionamiento de los procesos inconscientes
y el funcionamiento de ciertos aspectos le lenguaje.

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