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En cualquier caso, los poderes de los grandes feudatarios llegaron a ser tantos, que
los feudos acabaron por constituir auténticos estados en el seno de las monarquías
europeas.
El feudo más típico comprendía tierras cultivables, bosques, fincas, villas e incluso
varias parroquias.
La parte más importante del feudo era el castillo o fortaleza que lo delimitaba. Al
medio del castillo se elevaba una torre señorial con su atalaya. Además, contaba
con edificios y patios rodeados por gruesos muros provistos de almenas y un
profundo foso. Para entrar al castillo había que bajar un puente levadizo y subir un
grueso portón.
Los campesinos cultivaban la tierra en beneficio del señor o bien en beneficio propio,
pero pagando un censo (pago en especies). Los villanos (vecino que habita una villa
o aldea, a distinción de noble o hidalgo) elaboraban el pan, la cerveza y el vino,
hilaban y confeccionaban sus muebles.
El régimen feudal fue una organización del poder político que correspondió al
contexto especial de la Edad Media. Y aunque no pudo garantizar plena estabilidad
política en tiempos de escaso desarrollo económico y de mucha violencia, como
sucedió en esta época, ofreció ciertas condiciones de paz.
España también adoptó un tipo de feudalismo en el siglo XII, al igual que el sur de
Francia, el norte de Italia y los territorios alemanes. Incluso Europa central y oriental
conocieron el sistema feudal durante un período de tiempo y en grado limitado,
sobre todo cuando el Imperio Bizantino se feudalizó tras la Cuarta Cruzada.
La nobleza: estaba formada por el rey, los señores feudales y sus vasallos. Su
estado era hereditario. Los nobles constituían una pequeña parte de la población,
pero poseían la mayoría de las tierras cultivables y tenían grandes privilegios (no
pagaban impuestos).
El clero: compuesto por el alto clero (hijos de nobles con cargos de cardenales u
obispos) y el bajo clero (sacerdotes y religiosos de clase campesina). Este grupo no
solo cumplía con sus funciones eclesiásticas, sino también con importantes roles
sociales y culturales.
La sociedad en el feudalismo
La Edad Media fue una época donde la sociedad se caracterizó por la gran
desigualdad de clases. Solamente había un grupo reducido de personas que eran
libres; el resto se encontraba sometido y no podía abandonar la tierra donde había
nacido, sistema que se conoció como servidumbre.
También era frecuente que no pudieran cosechar, vender o comprar sus productos
sin la autorización del señor, y que se les prohibiera moler su trigo, estrujar la uva o
cocer pan en un horno que no fuera del señor.
El acto mediante el cual una persona se convertía en vasallo y recibía un feudo tenía
varias etapas. La primera, conocida como homenaje, era una ceremonia muy
solemne en la que el vasallo se arrodillaba con la cabeza descubierta y sin armas
ante su señor, y colocaba sus manos juntas entre las de este, diciendo: “Señor, yo
seré vuestro hombre”.
La negra muerte
A mediados del siglo XIV, una plaga conocida como la peste negra (una variedad
de peste bubónica) asoló a Europa, con un efecto devastador.
La peste negra se llamó así debido a uno de sus síntomas: las dolorosas lesiones
de color negro que exudaban sangre y pus.
Los vínculos del señor con las monarquías se fueron debilitando; al mismo tiempo,
se iban reduciendo los poderes reales y aumentando los de la nobleza. Así, por
ejemplo, los vasallos ya no se sentían obligados a prestar su esfuerzo militar al rey,
sino a su señor.
Fue así como, entre los siglos XII y XIII, se produjeron muchos conflictos entre los
señores y sus vasallos, por los servicios que estos últimos debían prestar.
Esta crisis afectó profundamente la vida de las naciones europeas y fue el motor
que desencadenó los grandes cambios del siglo XV que permitieron un nuevo
equilibrio económico y social.