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Ensayo
22 – septiembre – 2016
Todos estamos conectados. Con seis grados de separación y tres grados de
influencia, con emociones que se transmiten y enfermedades que se contagian
desde el amigo de un amigo de un amigo, por homogamia y homofilia, es decir, con
personas que se parecen a nosotros en algún aspecto (Christakis & Fowler, 2010).
Las redes sociales son esos vínculos entre individuos que nos ayudan a conseguir
lo que no seríamos capaces de lograr en solitario.
¿Pero son las redes sociales tan jerárquicas y con dicotomías tan simples?
Comprender el funcionamiento de esos vínculos e interconexiones nos permite
conocer la sociedad en la que estamos inmersos. Sin embargo, no basta con
analizar por separado cada grupo en el que se desenvuelve una persona
(trabajo/escuela/vecinos) sino relacionarlos entre sí; las redes sociales están
superpuestas, están en tres o cuatro dimensiones; las conexiones pueden ser de
varios tipos a la vez, durar poco o mucho, ser profundas o fútiles. Somos el resultado
de todas las conexiones.
Asimismo, ahora se deben tomar en cuenta vínculos que hace unos años
apenas se vislumbraban: las redes sociales electrónicas y virtuales. Trasladamos el
mundo real al mundo electrónico.
Por ejemplo, la invención del teléfono también cambió las dinámicas sociales
de comunicación en su época, significó una revolución para las conversaciones con
el otro, pero las sociedades lo adoptaron a sus prácticas y evolución. El desdén por
lo nuevo, por lo tecnológico, pareciera un choque generacional, añoranza por el
pasado en la que siempre nos inclinamos a pensar que antes estábamos mejor.
Pero es ahora que tenemos más esperanza de vida, las comunicaciones son más
rápidas y la retroalimentación inmediata y en tiempo real, podemos encontrar a más
personas y más personas pueden encontrarnos, la influencia y el contagio social a
través de internet nos permite hacer activismo y movimientos como el M15 en
España o TodosSomosPolitécnico en México.
En las redes sociales tangibles del mundo real solemos estar conectados
hasta en seis grados con personas fuera de nuestro círculo inmediato, barrera que
se rompe en el ciberespacio. Con internet podemos tener contacto e interacción con
personas alejadas geográficamente pero que, en muchas ocasiones, comparten
gustos e intereses con nosotros. Esta es una de las premisas de los navegadores y
las cookies, pues se van almacenando datos sobre tus gustos de acuerdo a tus
búsquedas. Dicho fenómeno puede y ha sido aprovechado por empresas para
segmentar cada vez más los mercados y mejorar así los productos y servicios
ofrecidos.
Pero hay casos en que la propia red social crece y se autoregula incluso en
el plano virtual, Wikipedia por ejemplo, donde la cooperación está fuertemente
vinculada con la red, pues lo que pasa a los que me rodean puede afectarme a mí.
Sin embargo, hay otras comunidades virtuales que lo reflejan de forma más
espontánea.
Las redes virtuales y la tecnología no acaban con las redes sociales reales,
sino que fortalecen las conexiones que ya existen entre las personas y crean
nuevas. Los teléfonos inteligentes no están consumiendo la creatividad de las
generaciones más jóvenes; iniciativas como booktube, que se sustentan en internet
y plataformas virtuales, son muestra del poder de la información y la fácil y rápida
transitividad de esta gracias a la tecnología.
Como nos sintamos depende de cómo se sientan las personas con quienes
estamos estrechamente conectados. La estructura de la red nos moldea, al mismo
tiempo que nosotros estructuramos las interconexiones.
Referencias
Christakis, N., & Fowler, J. (2010). Conectados. USA: Taurus.