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Historia de la excavación

Siglo XIX
Rogelio de Inchaurrandieta
La Bastida fue excavada en 1869 por Rogelio de Inchaurrandieta, prestigioso
ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, atraído por noticias que referían el
hallazgo de huesos humanos y objetos de metal antiguos. Con La Bastida,
Inchaurrandieta hizo la primera referencia a la prehistoria de Totana y, de hecho,
la primera descripción monográfica sobre un yacimiento de lo que años después
sería conocido como Bronce Argárico.
Su intervención arqueológica en La Bastida duró sólo tres días. Con la ayuda de
18 jornaleros puso al descubierto 20 tumbas (18 urnas de cerámica y dos cistas de
piedra) y extrajo un buen número de objetos de cerámica, metal, hueso, concha y
piedra.
Louis Siret
Los hermanos belgas Henri y Louis Siret, ingenieros de minas afincados en
Almería,excavaron numerosos yacimientos prehistóricos, cuya publicación resultó
decisiva para la investigación y difusión internacional de la prehistoria del sureste.
De hecho, el impacto de sus descubrimientos sobre la Edad del Bronce en el
yacimiento de El Argar (Antas, Almería) dio nombre a una sociedad, la argárica,
cuyo descubrimiento científico aconteció en realidad años antes en La Bastida.
Louis Siret supo indirectamente de los hallazgos realizados aquí por
Inchaurrandieta tras consultar un resumen publicado por Émile Cartailhac en 1886.
Varias visitas a la zona le llevaron al descubrimiento de cinco yacimientos
prehistóricos, entre ellos el poblado igualmente argárico de Las Anchuras, donde
no se localizaron tumbas pero sí interesantes materiales muebles.
Entre finales de noviembre y principios de diciembre de 1886, Pedro Flores,
capataz de confianza de Siret, excavó en La Bastida y descubrió
trece tumbas.Las piezas recuperadas llevaron a Siret a comparar La Bastida con
el también yacimiento argárico murciano de Zapata. Sin embargo, parece que los
descubrimientos no colmaron sus expectativas y optó por detener los trabajos.
A las actuaciones de Louis Siret en Totana también se les ha de atribuir el
hallazgo de un hacha de bronce con dos anillas, característica de la Edad del
Bronce postargárica.

Siglo XX
Juan Cuadrado Ruiz
Juan Cuadrado Ruiz, arqueólogo vinculado personalmente con Totana y discípulo
de Louis Siret, realizó varias incursiones en las inmediaciones totaneras, las
cuales dieron a conocer una amplia serie de yacimientos paleolíticos como el Cejo
del Pantano, el Rincón de Yéchar, Los Mortolitos, Cabecico del Puesto de la
Perdiz, la Cueva de la Moneda y La Charca, y otros calcolíticos como Campico de
Lébor, Campico del Centeno, Barranco de Carboneros, Cabezo de Juan Climaco y
La Parrilla (La Hoya). También a él se le debe el mérito de haber recuperado un
contexto funerario con 92 individuos en la cueva sepulcral de Los Blanquizares de
Lébor I, en la que, entre otros elementos de ajuar, también se halló un hacha de
piedra que conservaba su mango de madera. Entre los yacimientos argáricos que
se le atribuyen figuran el Cerro del Sombrero, los Altos de la Sierra de Chíchar, la
Cabeza Gorda, El Morrón de Totana y el Cerro de la Cueva de la Palica.
Julio Martínez Santa-Olalla
Las excavaciones del Seminario de Historia Primitiva del Hombre (precedente del
Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid) se
sucedieron durante los años 40. Las campañas de los veranos de 1944 y 1945
estuvieron dirigidas por Julio Martínez Santa-Olalla y apoyadas, entre otros, por
Eduardo Del Val Caturla, Carlos Posac Mon y José Antonio Sopranis Salto,
mientras que los directores de la campaña de 1948 fueron Vicente Ruiz Argilés y
Carlos Posac Mon. Finalmente, Francisco Jordá y John D. Evans excavaron
durante el año 1950.
Las excavaciones de 1944 y 1945 proporcionan el mayor volumen de información.
Los trabajos se centraron en un área de unos 1788 m2 al pie de la ladera
suroriental del cerro, y permitieron sacar a la luz restos de 21 “departamentos”, de
perímetro trapezoidal-rectangular o absidal, cuyo estado de conservación era muy
heterogéneo. Además se localizaron 102 tumbas, la mayoría en urna y otras en
cista o fosa.
Entre los restos arquitectónicos destaca el departamento XI-XXI, que alojó un
taller de fundición donde se recuperaron pilas de lavado de mineral, hoyos llenos
de ceniza con restos de cobre adheridos a crisoles y un fragmento de molde para
fundir hachas. Tanto Inchaurrandieta como Martínez Santa-Olalla hallaron
escorias con un contenido en plomo de entre el 6-8%, lo cual se corresponde con
la fusión de mineral de galena. Esta composición fue confirmada por Hans-Gert
Bachmann a raíz del análisis de unas escorias recogidas en superficie en 1991.
Nuevos análisis realizados en el C2RMF de París y la Universidad de Tübingen
ponen en duda que estas escorias sean de época prehistórica.
En su estudio publicado en 1983, Vicente Lull concluyó que el departamento XI-
XXI también contenía un mayor número de instrumentos de trabajo y tumbas con
ajuares destacados. Una de ellas, la 58, pertenecía a un niño o niña enterrado con
valiosos adornos: un pendiente de cobre sobre el pecho y otro adosado al cráneo,
y una pulsera de cobre en el brazo izquierdo. Ello indica que algunos individuos
comenzaron a gozar de privilegios de cuna, es decir, propios de una estructura
hereditaria.
Vicente Ruiz Argilés y Carlos Posac Mon
Vicente Ruiz Argilés y Carlos Posac Mon dirigieron la campaña de excavación de
1948. Exploraron unos 160 metros cuadrados hasta una profundidad máxima de 2
m, y finalizaron la excavación de los departamentos XVIII, XIX, XX, XXI, al tiempo
que descubrieron 15 tumbas más.
El departamento XVIII proporcionó la mayor cantidad de hallazgos. Argilés y
Posac descubrieron aquí 11 tumbas, que se suman a las dos halladas por
Martínez Santa-Olalla. Este edificio conservaba su muro oeste en hasta 2 m de
altura, un banco adosado al mismo muro y una zona de cenizas en el espacio
interior. Por lo demás, el sector no había sufrido rebuscas y se recuperaron,
además de los ajuares de las tumbas, dos morteros, dieciséis molinos, un
machacador, un punzón de hueso, dos lascas de sílex y una vasija aplastada.
Joaquín Lomba Maurandi
En 1990, cuarenta años después de la última actividad arqueológica sistemática,
La Bastida volvió a ser objeto de estudio, esta vez en el marco de una prospección
intensiva a lo largo de la rambla de Lébor a cargo de un equipo de la Universidad
de Murcia dirigido por Joaquín Lomba Maurandi.
La prospección superficial del yacimiento permitió constatar la abundancia de
restos visibles y, así mismo, la importante extensión de las rebuscas clandestinas.
Durante estas actividades se localizó en la zona un importante poblado
correspondiente al Bronce postargárico, La Serrecica, donde el mismo Lomba
realizó excavaciones en 1991 y 1992.
Siglo XXI
Arqueotec
En 2003, la empresa ArqueoTec procedió a la limpieza superficial de parte del
área excavada en los años 40 del siglo XX (departamentos III, IV, VI, VII, VIII, IX,
X), a la reexcavación de los departamentos VIII y XI/XXI y a la restauración de
éste último.
Durante estos trabajos se constaron zonas “residuales” (por ejemplo, un pequeño
sector en el departamento XI que proporcionó hogares, enlucidos, pisos, agujeros
de poste) que Martínez Santa-Olalla dejó sin excavar y que hemos podido detectar
en nuestras intervenciones recientes.
Arqueoweb
En 2005, otra compañía murciana, Arqueoweb, repitió las labores de limpieza y
realizó las planimetrías del área previamente excavada.
Excavaciones actuales: Proyecto La Bastida
Las primeras actuaciones por parte del equipo de la Universidad Autónoma de
Barcelona tuvieron lugar entre finales del 2008 y principios del 2009. En estos
meses se realizó un reconocimiento general del terreno mediante técnicas de
prospección sistemática superficial y geofísica. La documentación superficial del
terreno a través de la fotografía aérea (mediante un zeppelín con cámara
incorporada) y la recogida de material arqueológico en superficie permitió registrar
los sectores afectados por las rebuscas clandestinas, así como caracterizar la
densidad sectorial de materiales de cara a la selección de nuevas áreas de
excavación. Además, el entorno de La Bastida fue objeto de prospecciones
geomineras, fundamentalmente en la zona de Los Picarios, a fin de localizar los
recursos minerales cercanos al yacimiento. Durante los tres primeros meses del
2009 se procedió a la limpieza y, en su caso, la “reexcavación” de la zona donde
se concentraron las excavaciones de mediados del siglo XX.
En marzo se abrieron nuevas zonas de excavación colindantes al norte y al
nordeste con el sector excavado entre 1944 y 1950. En los 2533 m2 excavados
hasta el momento se llegó a recuperar una treintena de ámbitos arquitectónicos y
unas 43 tumbas. Una vez concluida la excavación del piedemonte, el equipo de
restauración emprendió una campaña de varios meses con el fin de consolidar
todas las estructuras expuestas. Estas actividades se enmarcan en el programa
de musealización del yacimiento, que mostrará los restos arqueológicos en las
mejores condiciones de accesibilidad y preservación.

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