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LA PARTICIPACION CIUDADANA EN LOS GOBIERNOS

PRESENTADO POR:
EMMY JHOANNA JIMENEZ MORENO

PRESENTADO A:
CHRISTIAN ANDERSON ALVAREZ

UNIVERSIDAD NACIONAL ABIRTA Y ADISTANCIA


CIENCIAS POLITICAS
FLORENCIA CAQUETA
NOVIEMBRE 28 DE 2019
Como es sabido, la libre participación de los ciudadanos en la elección de sus gobernantes constituye

un rasgo esencial - indiscutido - de los regímenes democráticos. Esta es una convención básica que

comparten tanto los críticos como los defensores de las distintas formas de democracia. Sin embargo,

el debate se origina cuando se trata de valorar la conveniencia y la naturaleza de la participación.

Para buena parte de la teoría liberal, la preocupación por la participación en la toma de decisiones ha

sido indirecta. Por tanto, el interés se ha centrado en responder adecuadamente cuanta participación

es necesaria para que la democracia funcione siendo la estabilidad y gobernabilidad de la misma su

principal foco de interés (Eckstein 1966; Schumpeter 1961) En este marco, la democracia

representativa ha sido concebida exclusivamente como un procedimiento mediante el cual los

partidos compiten ofreciendo sus “productos” a los ciudadanos y éstos emiten sus preferencias

mediante el voto. En esta contienda, las preferencias y demandas de los votantes pueden ser captadas

por los partidos en su afán de acceder al poder, pero probablemente sean manipuladas, una vez

alcanzada la meta. Para esta visión realista y, por momentos, descarnada de la política democrática,

toda alusión a una sujeción de la libertad de los representantes a los intereses de la ciudadanía es una

negación del concepto mismo de liderazgo político. La actuación política de los ciudadanos comunes

no tiene aquí un rol central. Pero mucho menos positivo. En primer lugar, éste es “...incapaz de acción,

excepto la estampida”. En segundo lugar, apenas se aleja el ciudadano normal de sus preocupaciones

privadas y penetra en el campo de la política”...desciende a un nivel inferior de prestación mental”,

donde la volición individual, el conocimiento de los hechos y la inferencia que utiliza en el ámbito

famila. En contraste, la teoría participativa en sus diversas versiones intenta recuperar el ideal de la

participación y deliberación pública como elementos fundamentales de la democracia moderna. Así

como en la anterior tradición se manifiesta un interés secundario (e indirecto) por la participación y

se le adjudica un valor negativo, en ésta se sostiene que la participación ciudadana permite la

expresión efectiva de la voluntad general, fundamento último del ejercicio democrático. En este

marco, es posible distinguir tres estrategias destinadas a dar voz a la ciudadanía: la pluralista, la
deliberativa y la expansionista. La primera trata de aumentar la interrelación entre los grupos de

interés y las instituciones representativas, de modo, que los ciudadanos a través de éstos ejerzan un

mayor control entre periodos electorales (Kelso1978, Dahl 1982, Hirst 1994). La segunda postula la

creación de ámbitos en los que la ciudadanía puede llegar a definir los intereses de la comunidad

mediante la deliberación y la discusión pública y apunta a la transformación de los ciudadanos

mediante la discusión democrática (Elster 1998, Habermas 1993, Cohen 1988, Barber 1984).

se ha señalado que estos planteos no se articulan en una teoría consistente sobre cómo organizar

las instituciones y los procesos de decisión supuestamente alternativos, aunque el planteo de la

democracia asociativa sea un esbozo bastante concreto de propuestas de reforma institucional. En

este sentido, el cómo combinar en la práctica los mecanismos participativos y representativos y la

inexistencia de acuerdo sobre el tipo de decisiones que debieran ser tomadas bajo criterios de

participación directa son algunos de los dilemas más recurrentes (Offe y Preur 1990; Sartori 1988;

entre otros.) También, más recientemente, se han hecho aportes que advierten sobre el peligro de

los efectos de una participación más (o únicamente) asociativa que ciudadana sobre la calidad de la

vida democrática. Contrariamente a los primeros postulados defendidos por Putnam (1993) se ha

argumentado que cierta clase de participación asociativa puede amenazar valores democráticos

más que profundizarlos (Rosenblum 1998, Ehrenberg 1999, Warren 2001, Fung 2003).

a participación política en general sino que se centra en un tipo especial de participación que es

aquella que se da a través de los mecanismos de intervención y decisión colectiva que ofrecen los

gobiernos municipales. Dentro del universo de mecanismos existentes en la práctica, se han

considerado aquellos que suponen un intercambio bidireccional entre la ciudadanía y el gobierno,

y donde su principal función no es meramente informativa sino consultiva y decisoria. Asimismo,

dado que estos mecanismos suelen ser utilizados mayormente por asociaciones civiles voluntarias,

la investigación pretende iluminar algunos aspectos de la participación asociativa específicamente.


la dinámica real que asume la participación a escala territorial ambas ciudades logran delinear un

diseño institucional de la oferta participativa. Somos conscientes que probablemente no sea del

todo adecuado hablar de diseño institucional cuando estamos comparando solo dos casos, pero

utilizamos el concepto en el sentido antes indicado de modelo o perfil más o menos formal de

participación que es el producto de varias “superposiciones de diseños parciales” (Goodin 1996:46)

y donde confluyen principios normativos como circunstancias empíricas contextuales (Goodin 1996

53:56).

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