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PRESENTADO POR:
EMMY JHOANNA JIMENEZ MORENO
PRESENTADO A:
CHRISTIAN ANDERSON ALVAREZ
un rasgo esencial - indiscutido - de los regímenes democráticos. Esta es una convención básica que
comparten tanto los críticos como los defensores de las distintas formas de democracia. Sin embargo,
Para buena parte de la teoría liberal, la preocupación por la participación en la toma de decisiones ha
sido indirecta. Por tanto, el interés se ha centrado en responder adecuadamente cuanta participación
principal foco de interés (Eckstein 1966; Schumpeter 1961) En este marco, la democracia
partidos compiten ofreciendo sus “productos” a los ciudadanos y éstos emiten sus preferencias
mediante el voto. En esta contienda, las preferencias y demandas de los votantes pueden ser captadas
por los partidos en su afán de acceder al poder, pero probablemente sean manipuladas, una vez
alcanzada la meta. Para esta visión realista y, por momentos, descarnada de la política democrática,
toda alusión a una sujeción de la libertad de los representantes a los intereses de la ciudadanía es una
negación del concepto mismo de liderazgo político. La actuación política de los ciudadanos comunes
no tiene aquí un rol central. Pero mucho menos positivo. En primer lugar, éste es “...incapaz de acción,
excepto la estampida”. En segundo lugar, apenas se aleja el ciudadano normal de sus preocupaciones
donde la volición individual, el conocimiento de los hechos y la inferencia que utiliza en el ámbito
famila. En contraste, la teoría participativa en sus diversas versiones intenta recuperar el ideal de la
expresión efectiva de la voluntad general, fundamento último del ejercicio democrático. En este
marco, es posible distinguir tres estrategias destinadas a dar voz a la ciudadanía: la pluralista, la
deliberativa y la expansionista. La primera trata de aumentar la interrelación entre los grupos de
interés y las instituciones representativas, de modo, que los ciudadanos a través de éstos ejerzan un
mayor control entre periodos electorales (Kelso1978, Dahl 1982, Hirst 1994). La segunda postula la
creación de ámbitos en los que la ciudadanía puede llegar a definir los intereses de la comunidad
mediante la discusión democrática (Elster 1998, Habermas 1993, Cohen 1988, Barber 1984).
se ha señalado que estos planteos no se articulan en una teoría consistente sobre cómo organizar
inexistencia de acuerdo sobre el tipo de decisiones que debieran ser tomadas bajo criterios de
participación directa son algunos de los dilemas más recurrentes (Offe y Preur 1990; Sartori 1988;
entre otros.) También, más recientemente, se han hecho aportes que advierten sobre el peligro de
los efectos de una participación más (o únicamente) asociativa que ciudadana sobre la calidad de la
vida democrática. Contrariamente a los primeros postulados defendidos por Putnam (1993) se ha
argumentado que cierta clase de participación asociativa puede amenazar valores democráticos
más que profundizarlos (Rosenblum 1998, Ehrenberg 1999, Warren 2001, Fung 2003).
a participación política en general sino que se centra en un tipo especial de participación que es
aquella que se da a través de los mecanismos de intervención y decisión colectiva que ofrecen los
dado que estos mecanismos suelen ser utilizados mayormente por asociaciones civiles voluntarias,
diseño institucional de la oferta participativa. Somos conscientes que probablemente no sea del
todo adecuado hablar de diseño institucional cuando estamos comparando solo dos casos, pero
utilizamos el concepto en el sentido antes indicado de modelo o perfil más o menos formal de
y donde confluyen principios normativos como circunstancias empíricas contextuales (Goodin 1996
53:56).