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¿Qué es el Espíritu Santo?

El Espíritu Santo no es un ángel guardián ni una fuerza en el sentido impersonal de esta expresión,
sino una Persona divina: la tercera persona de la Santísima Trinidad.

Decir “creo en el Espíritu Santo” es profesar que el Espíritu Santo es una de las personas de la
Santísima Trinidad; más precisamente, la tercera persona. Dios como el Padre y como el Hijo; que
merece la misma adoración que el Padre y el Hijo; como el Padre y el Hijo es creador, hacedor de
todas las cosas, santificador. Por eso cuando hacemos la señal de la cruz, nos santiguamos en el
nombre de cada una de las tres personas de la Trinidad, y cuando rezamos el Gloria nombramos a
cada una de las tres personas de la Santísima Trinidad.

Generalmente los cristianos hablan más y conocen más sobre Dios Padre y sobre Dios Hijo que
sobre Dios Espíritu Santo. Por eso, hubo uno que lo llamó “el Gran Desconocido”.

En el Nuevo Testamento se le dan varios nombres que nos muestran esto:

-Jesucristo lo llama “el Paráclito”, que significa “consolador”. En nuestros sufrimientos, en las
tribulaciones, el E.S. es quien nos consuela. Por eso uno de los antiguos himnos de la Iglesia le
pedía cantando: riega lo que árido, sana lo que está enfermo, ayuda lo que es débil, aligera lo que
es pesado.

-Abogado: porque nos defiende. Dice San Pablo: “el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pues nosotros no sabemos pedir como nos conviene; mas el Espíritu mismo intercede por
nosotros como gemidos inefables” (Rom 8,26).

-Espíritu de verdad: porque El es el que hace a los Apóstoles que se acuerden de todo lo que ha
dicho Jesucristo, y El es el que hace que los cristianos y especialmente el Papa entiendan las
Sagradas Escrituras sin equivocarse.

-Don de Dios: porque es el gran regalo que nos hace Dios; enviarnos al Espíritu Santo.

-Santificador: porque es el que produce la santidad en nuestros corazones; El suscita en nuestros


corazones las virtudes y las buenas cualidades que nos hacen santos y agradables a Dios. Por eso
dice San Pablo que los frutos del E.S. son: caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, templanza (Gal 5,22-23).

-Vivificante: porque El nos da la vida (cf. Gal 5,25). El nos engendra en el bautismo, nos hace hijos
de Dios y nos hace nacer espiritualmente.

No podemos ser cristianos si desconocemos al Espíritu Santo. Y no podemos ser buenos cristianos
si no amamos devotamente al E.S., si no lo invocamos y si no nos gozamos cuando El, por la gracia,
habita en nuestros corazones.

1. El Espíritu Santo nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de


Jesucristo
Primeramente nos inspira pensamientos y sentimientos conformes con los de Jesucristo. Está en
nosotros personalmente, mueve nuestros afectos, renueva nuestra alma, hace que Nuestro Señor
acuda a nuestro pensamiento. Es de fe que no podemos tener un solo pensamiento sobrenatural sin
el Espíritu Santo. Pensamientos naturalmente buenos, razonables, honestos, sí los podemos tener sin
él; pero ¿qué viene a ser eso? El pensamiento que el Espíritu Santo pone en nosotros es al principio
débil y pequeño, crece y se desarrolla con los actos y el sacrificio.

2. El Espíritu Santo ora en nosotros y por nosotros

La oración es toda la santidad, cuando menos en principio, puesto que es el canal de todas
las gracias. Y el Espíritu Santo se encuentra en el alma que ora (Rom VII,26). Él ha
levantado a nuestra alma a la unión con Nuestro Señor. Él es también el sacerdote que
ofrece a Dios Padre, en el ara de nuestro corazón, el sacrificio de nuestros pensamientos y
de nuestras alabanzas. Él presenta a Dios nuestras necesidades, flaquezas, miserias, y esta
oración, que es la de Jesús en nosotros unida a la nuestra, la vuelve omnipotente. Somos
verdaderos templos del Espíritu Santo, y como quiera que un templo no es más que una
casa de oración, debemos orar incesantemente.
3. 3. El Espíritu Santo nos forma en las virtudes de Jesucristo

La tercera operación del Espíritu Santo es formarnos en las virtudes de Jesucristo,


comunicándonos para ello la inteligencia de las mismas. Es una gracia insigne la de
comprender las virtudes de Jesús, pues tienen como dos caras. La una repele y escandaliza;
es lo que tienen ellas de crucifícante. Razón sobrada tiene el mundo, desde el punto de vista
natural, para no amarlas. Aun las virtudes mas amables, como la humildad y la dulzura, son
de suyo muy duras cuando han de practicarse. No es fácil que continuemos siendo mansos
cuando nos insultan y, no teniendo fe, comprendo que las virtudes del cristianismo sean
repugnantes para el mundo. Pero ahí está el Espíritu Santo para descubrirnos la otra cara de
las virtudes de Jesús, cuya gracia, suavidad y unción nos hacen abrir la corteza amarga de
las virtudes para dar con la dulzura de la miel y aun con la gloria más pura. Queda uno
asombrado entonces ante lo dulce que es la cruz. Y es que en lugar de la humillación y de la
cruz, no se ve en los sacrificios, más que el Amor de Dios, su gloria y la nuestra.

El Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad que procede del


Padre y del Hijo, y que recibe la misma Adoración y Gloria, que con Su Aliento Divino
nos da Santidad.
 Es la presencia de Dios con nosotros, y en nosotros que por gracia divina Dios
Padre nos concedió, para aspirar a la vida eterna.
 Es la Unción Espiritual que devuelve la gracia original, y la estatura primaria al
hombre, que tenía antes de la desobediencia de los primeros padres.
 Fuerza invencible que nos comunica Vida en e Espíritu para darnos a entender y
comprender la Divina Revelación de Dios, Uno y Trino a la vez.

 Renueva y Vigoriza al Alma, al Espíritu que nos mueve a buscar el alimento


espiritual, ya que falto de alimentos, puede perecer.
 Distinción de Dios para los hombres, pues solo al hombre se le concedió un Espíritu,
Santo porque procede de Dios.
 Es ese Huésped Amable del Alma que nos motiva con sus mociones a
encaminarnos al Bien, para que, experimentándolo con nosotros mismos,
deseemos darlo a conocer a los demás.

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