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Sinagoga de Córdoba
Nacido como Miguel Daniel Leví de Barrios, era hijo de Doña Sara Valle,
alias Sebastiana, y de D. Simón de Barrios, nacido Iakok Levi Ca-
niso, judeoconverso cordobés que fuera contable del V Marqués de Prie-
go y VI Duque de Feria, Alonso Fdez. de Córdoba y Enríquez de Ribera,
de la Casa de Medina Sidonia. Pero a pesar de la conversión, los Barrios
fueron denunciados y perseguidos por la Inquisición -en el S XVII el asun-
to de la limpieza de sangre era una obsesión nacional- y hubieron de huir,
como tantos otros, a Portugal, donde se encontraron la misma barca en el mismo río; así que partieron para
Argel, donde ya había tal judería sefardita instalada que los frailes que circulaban el Magreb se hospedaban
en casas de los circuncisos.
Pero Miguel no estaba dispuesto en donde poco antes había estado cautivo Cervantes, Argel, reserva de
piratas mediterráneos con 250.000 cristianos cautivos, así que partió para Italia con el objetivo de asentarse
en Niza, entonces en todo su esplendor catedralicio y palaciego y al amparo de una tía suya que se había
casado con Abraham de Torres. Allí conoció a su primera esposa, con la que se embarcó -junto a muchos
más judíos de la Provenza- a las Américas, a las islas caribe de Trinidad Y Tobago, entonces aún territorio
del Rey de España en la capitanía General de Venezuela. Su esposa, Debora Vaez, z´´l, falleció tras contraer
unas fiebres y entonces, Miguel desolado, regresó a Europa.
Se acomodó en Bruselas, alistándose en los ejércitos españoles en Flandes -los tercios de Flandes-donde
rápidamente fue ascendido a capitán. La instrucción militar, como si de un
caballero renacentista se tratara, no era óbice para los versos y allí empezó
a componer su obra lírica más preciada, “Flor de Apolo” y también ideó una
exégesis del Pentateuco en doce partes. Las autoridades rabínicas no die-
ron el visto bueno a esta obra, que por eso no se imprimió. Frustrado, partió
hacia Ámsterdam con su esposa, Abigail de Pina, con la que tuvo un hijo al
que llamó como al abuelo cordobés, Simón.
Después fue nombrado mantenedor de otra academia, creada por Belmonte, la de los floridos, cuyos 38
miembros se recogen en la Relación de los poetas y escritores españoles de la nación judáica amsteloda-
na: lo más selecto de la vida social e intelectual de Ámsterdam. De hecho, tal era la fama de De Barrios, que
Rembrandt lo inmortalizó, junto a Abigail, en un cuadro titulado “La novia judía “
Además de su obra en poética y dramática, que recoge un panegírico de Abraham Athias, Jacob Rodrigues
Caseres y Rachel Núñez Fernández, que fueron quemados como mártires en Córdoba, o la Luna opulenta de
Holanda, en nubes que el amor manda.., escribió la “Historia Universal Judaica”, esencial trabajo para el es-
tudio de la historia de los sefardíes.
Falleció en febrero de 1701 y fue enterrado en el cementerio judío de Ámsterdam, junto a su esposa, que le
precedió. Para su tumba escribió un epitafio que reza: “Ya Daniel y Abigail Levi ajuntarse bolvieron. Por un
Amor en las Almas, Por una losa en los cuerpos. Porque tanto en la vida se quisieron Que aun después de la
muerte un vivir fueron.”