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Ya no te lamentes..

tu tristeza se convertirá en
Gozo
Silvia Maldonado septiembre 7, 2012 Predicas cristianas Deje un comentario 10,053 Vistas

Predicas Cristianas | Estudios Biblicos


Juan 16:20 “De cierto, de cierto os digo, que vosotros llorareis y lamentareis, y el mundo se alegrara; pero
aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.”
Jesús preparaba a sus discípulos para la hora en que él había de morir.. y les decía, vosotros llorareis y
lamentareis, y el mundo se alegrara. Aquellos que amaban a Jesús iban a llorar y lamentarse cuando llegara
ese día, mientras que aquellos que desearon su muerte estarían alegres, Pero Jesús consolaba a sus discípulos
con estas palabras: Pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. Siempre que
Jesús les daba lo que parecía una mala noticia, siempre terminaba con una palabra de aliento, de animo, con
una palabra de esperanza. Jesús sabia que al tercer día, él iba a resucitar y sus discípulos lo volverían a ver, y
entonces aquel lloro, aquel lamento, aquella tristeza se iba a convertir en Gozo.

Juan 20:19-20 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas
cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en
medio, les dijo: Paz a vosotros. 20 Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los
discípulos se regocijaron viendo al Señor.”

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Muchas cosas cambiaron cuando venimos a los pies de Cristo. Yo creo que la mayoría de nosotros cuando
aceptamos a Jesucristo, teníamos la impresión de que desde ese día en adelante, todo iba a ser diferente, y
teníamos razón, la Biblia dice: De modo que si alguno esta en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas
pasaron y he aquí todas son hechas nuevas. (2 Corintios 5:17.) Nuestra forma de pensar cambio, nuestra
forma de vivir cambio, nuestra forma de hablar cambio y muchas cosas que antes hacíamos cambiaron, se
fueron los vicios, se fueron las malas palabras de nuestra boca, se fueron las malas costumbres, y muchas
otros cosas, pero, hay algunas cosas que no se han terminado y esas son el llanto, el lamento, la tristeza, la
aflicción, y la angustia, los problemas que día tras día son parte de las vida de los creyentes. Jesús mismo nos
lo dijo: «Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad,
Yo he vencido al mundo.» Juan 16:33

El mundo se lamenta: La gente en el mundo se lamenta, llora, gime, y no hay nada ni nadie que les pueda
consolar.. Quizás por algún instante, encuentran aliviar su dolor con drogas, con alcohol, en el baile, en los
hombres, en las mujeres, en tantas cosas que el mundo ofrece. Pero todo eso no puede llenar el vacío que solo
Cristo puede llenar. Usted habrá escuchado en las noticias de personas que cuando han tenido crisis
financieros se han quitado la vida, Padres de familia que han matado a sus hijos y su familia entera porque
tuvieron un crisis en su hogar. Hace unos años un hombre se mato en el freeway porque le habían dado la
noticia que tenia SIDA y su seguro medico no le quería cubrir su tratamiento; no tenia a Cristo entonces no
había esperanza para él. El mundo busca la salida más fácil porque no tienen a Cristo. No hay consuelo para
ellos, no hay quien por ellos, porque la Biblia dice: “Sin mi nada podéis hacer” y por más que tratan de
encontrar algo o alguien que los consuele, será imposible si no se rinden a Cristo.

Quizás estas pasando problemas. Quizás últimamente, tu has estado teniendo muchos problemas y has llorado
tanto, has estado triste, ha habido lamento. Nosotros no somos como los que no tienen esperanza. Siempre
Dios tiene una palabra de aliento para ti, una palabra de consuelo, de animo de esperanza. Tu tristeza se
convertirá en gozo. Todos pasamos momentos difíciles. Todos pasamos momentos difíciles en nuestras vidas.
Momentos cuando tu tienes que llorar, momentos cuando la vida te da golpes tan fuertes que sientes que no
vas a soportar y tu tienes que llorar porque es algo bien normal, bien natural, pero viene Dios y te da palabra
de aliento, palabras de animo, de esperaza y tu empiezas a sentir nuevas fuerzas. Pero el problema esta en que
muchas veces aunque Dios venga y nos dé palabras de animo, de aliento, de esperanza, parece ser que
nosotros no queremos ser consolados sino que queremos pasar todo el tiempo lamentándonos por cosas que
ya pasaron, cosas que ya quedaron atrás y por más que Dios nos hable no queremos soltar nuestro pasado.
Aunque Dios dijo que tendríamos aflicciones, el propósito de él no es que nos pasemos toda la vida
lamentándonos por los problemas.

Muchos se lamentan por cosas que pasaron hace tiempo, y toda su vida pasan lamentándose. Y empezamos
quizás a recordar cosas del pasado, cosas del ayer que no le permiten a Dios hacer las cosas que él quiere
hacer con nuestro presente y así nunca lograremos ver el futuro que Dios tiene para nosotros. Es por eso que
dice la Biblia:

«No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. 19 He aquí que yo hago cosa
nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad.»
Isaías 43:18-19

Dios quiere hacer cosas nuevas en nuestra vida, en nuestras iglesias, pero Mientras nosotros nos sigamos
acordándonos de las cosas pasadas, Nunca vamos a ver lo que Dios quiere hacer en nuestras vidas, en nuestra
iglesia.

Salmos 137:1-4 (Lamento de los cautivos en Babilonia) “Junto a los ríos de Babilonia, Allí nos sentábamos, y
aun llorábamos, Acordándonos de Sion. 2 Sobre los sauces en medio de ella Colgamos nuestras arpas. 3 Y los
que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían
alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. 4 ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová En
tierra de extraños?”

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Será que toda la vida vamos a estar lamentándonos diciendo: Recuerdo cuando yo oraba de esta forma,
Recuerdo cuando yo sentía la presencia de Dios, Recuerdo cuando danzaba y remolinaba ante la presencia de
Dios, Recuerdo cuando hablaba en lenguas, Recuerdo cuando predicaba con poder y unción, Recuerdo
cuando ponía mis manos sobre los enfermos, Recuerdo cuando profetizaba. Y puros recuerdos y lamento, asta
suspiramos cuando recordamos los viejos tiempos. ¿Como Dios va a ser algo nuevo hoy, si no podemos soltar
el ayer? Vivimos de puros recuerdos y recuerdos, y nos lamentamos y cuando venimos a la casa de Dios no
podemos gozarnos ante su presencia, porque mientras otros que han venido tristes, que han venido con
problemas, que han venido afligidos, se están gozando cantando Diciendo le a Dios, Has cambiado mi
lamento en baile. Otros que también traen problemas, que también están tristes, Se quedad en sus asientos
lamentándose por sus problemas.

¿No esta cansado usted ya de lamentarse tanto? Y usted dirá: es que usted ni se imagina los problemas que yo
tengo. Son muchos, si viera, he perdido a mi esposo, mis hijos están en las drogas, estoy enfermo, mi hermano
se levanto contra mi, el enemigo me ha hecho unas buenas; Es que le he fallado a Dios y no me puedo
levantar.. Es que ya no siento a Dios, y puro lamento y lamento y lamento, Pero que vas hacer para que tu
situación cambie. Con no alabar a Dios no vas a solucionar nada. Mas duro será para ti.. Porque cuando
nosotros abrimos nuestros labios para alabar a Dios, viene una fuerza sobrenatural sobre nosotros que nos
ayuda a sobrellevar nuestros problemas. Pero si no te fortaleces en Dios entonces con tu propia fuerza no
podrás porque la Biblia dice: que Nadie es fuerte por sus propias fuerzas: Nuestras fuerzas vienes de Dios y el
gozo del Señor mi fortaleza es, pero si no hay gozo si no solo lamentos, entonces no hay fuerza.

Hay grandes hombres de la Biblia que pasaron momentos difíciles en sus vidas, lloraron, gimieron, pero no se
quedaron lamentándose sino que se fortalecieron en Jehová de los Ejércitos. El poderoso en batalla, El fuerte
y Temible. (1 Samuel 30:1:6) La Biblia dice que David y sus hombres llegaron a Siclag habían sido invadidos
por los Amalecitas, y dice la Biblia que habían asolado a Siclag y le habían prendido fuego. Dice la Biblia que
se habían llevado cautivas a las mujeres y a todos los que estaban allí, desde el menor hasta el mayor; Pero a
nadie habían dado muerte, sino se los habían llevado al seguir su camino. El enemigo a venido atacando tu
vida, tus hijos, tu hogar, a la iglesia, a nuestros jóvenes, pero no los a podido matar porque Dios no ha hecho
una promesa de salvarlos.. Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tu y tu casa. Cuando llego David y sus
hombres a la ciudad y se dieron cuenta que la ciudad estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían
sido llevados cautivos, dice la Biblia. v. 4: «Entonces David y la gente que con el estaba alzaron su voz y
lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.» ¿Cuanto tiempo has estado llorando, por tu familia, por
tu ministerio, por tus hijos? ¿Qué es lo que el enemigo te ha venido a robar? Quizás ya no te quedan fuerzas.

No puedes dejar que la circunstancia tumbe tu fe porque tu tristeza se convertirá en


gozo. Viene alegría, viene gozo y viene días de gloria para tu vida. Jesús estaba con
sus discípulos en el Getsemaní, antes de ser capturado para ser crucificado y en vez
de darles más tristeza a sus discípulos, les anima.

Eso que te hace llorar se va a terminar, eso que te tiene preocupado y angustiado se
acabará. Nada dura para siempre y lo que pasa en la tierra siempre termina.

Juan 16:20: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el
mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se
convertirá en gozo.”
Tu tristeza se va a convertir en gozo, el tamaño de tu tristeza será el tamaño de tu
felicidad. ¡Estamos seguros de esto porque Jesús lo dijo!, tu tristeza es temporal. El
día que menos esperes, llegará el milagro de Dios para tu vida. Toda tu tristeza se va
a convertir en alegría. Si no hay dolor, no hay un nuevo nacimiento; todo lo que está
por nacer, hoy causa dolor.

La victoria no proviene de lo externo sino de lo que crees, de tu fe, gracias a ella,


tienes la seguridad, que aunque la circunstancia se vea difícil, va a salir bien. En
lugar de quejarte, esfuérzate. Todo que está por suceder, es precedido por el dolor.
No hay manera de parir algo sin que te duela; sin dolor no hay un nuevo nacimiento,
ni novedad de vida. Aunque estés triste, esa aflicción se convertirá en gozo, porque
Jesús lo dijo y Él lo hará.

Juan 16:21: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora;
pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el
gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.”
Ha llegado la hora, la iglesia está en trabajo de parto. La iglesia no puede caer en
tonterías como la competencia, es el momento de hacer bien nuestro trabajo. ¡No
debemos perder el tiempo! Tenemos que seguir adelante y enfrentar los desafíos que
el cielo nos hace y la historia nos requiere. Hay que trabajar y hay que parir lo nuevo
que Dios nos quiere dar.

Cuando la hora llegue, Dios hará que todo suceda, por eso, la iglesia debe trabajar
para que esto ocurra. Si comenzamos a trabajar con nuestras fuerzas, las
posibilidades que nazca el milagro son mínimas, por eso tenemos que permitir que
Dios intervenga y abrirle paso a lo que viene del cielo.

En poco tiempo se va a generar un milagro en el país, es algo que nunca antes hemos
visto. Este milagro va a ocurrir cuando llegue la hora, por eso debemos obedecer,
para darle paso a lo nuevo. Cuando Dios quiere hacer algo coloca las cosas en orden
y cuando la hora llegue, Dios va hacer que todo suceda. A nosotros nos corresponde
seguir trabajando y cooperando para que se cumpla la voluntad de Dios en nuestro
país.
No hay forma de parir algo nuevo sin dolor. No importa cuánto sufras hoy, porque la
alegría del mañana te hará olvidar el sufrimiento del ayer. Si no olvidas el ayer, no
disfrutarás el mañana. Debemos gozarnos en la alegría que Dios nos ha dado. Olvida
la angustia que pasaste y sustitúyelo con lo nuevo que Dios tiene para ti. Viene un
cambio de circunstancia para tu vida, porque Jesús lo dijo: “tu tristeza se va a
convertir en alegría y gozo”. Vienen días de alegría y gloria para tu casa, prepárate
para la alegría que viene.

Juan 16:33: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo
tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”
Dios ha dicho todo esto para que tengamos paz. La fe cambia las circunstancias; el
asunto consiste en hacer que el problema se vaya. Debe haber un cambio de actitud
en nosotros. No huyas, haz que las circunstancia huya de ti.

De la tristeza al gozo
«… lloraréis y lamentaréis, […] pero […] vuestra tristeza se convertirá en gozo»
(Juan 16:20).
Leer: Juan 16:16-22

23 de Julio: Salmos 103–104; 1 Corintios 2


El embarazo de mi hija Beckyta empezó a complicarse y terminó en el hospital;
más de una vez tuvo que parar allí para ser atendida y, después de un largo
trabajo de parto, los médicos decidieron hacerle una cesárea. Sin embargo,
Beckyta olvidó pronto su dolor al sostener en sus brazos a su bebé, un precioso
varoncito llamado Lucas René. La alegría había desplazado la angustia.

Los niños tienen la misma metodología de la vida: lloran un rato y después están
sonriendo, y empiezan a jugar, olvidando el dolor.
La Escritura afirma: «La mujer cuando da a luz, tiene dolor …; pero después que
ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya
nacido un hombre en el mundo» (Juan 16:21). Jesús usó esta ilustración con sus
discípulos para enfatizar que, aunque sufrirían porque pronto Él los dejaría, ese
dolor se transformaría en gozo cuando volvieran a verlo (vv. 20-22).

Jesús se refería a su muerte y resurrección… y a lo que seguiría. Después de su


resurrección, pasó otros 40 días con los discípulos antes de ascender al cielo
(Hechos 1:3). Sin embargo, no los dejaría sin consuelo. El Espíritu Santo los
llenaría de gozo (Juan 16:7-15; Hechos 13:52).
Aunque nunca hemos visto a Jesús cara a cara, como creyentes, tenemos la
seguridad de que, un día, lo haremos. Ese día, la angustia que sufrimos en esta
Tierra quedará en el olvido. Pero, hasta entonces, el Señor no nos dejó sin
alegría… nos ha dado su Espíritu (Romanos 15:13; 1 Pedro 1:8-9). (AK).
En la economía de Dios tenemos que pasar primero por la tristeza para
experimentar lo que es la alegría. David dijo de Dios: «Haz cambiado mi lamento
en gozo» (Salmo 30:11). Sí, Dios promete cambiar nuestra tristeza en alegría.

¿Qué hace que nuestra tristeza se convierta en gozo?


Primero, la presencia de Dios en nosotros y con nosotros. Él está con nosotros en
todo monte y en todo valle de la vida. No importa lo que podemos pasar, Dios
nunca nos dejará. David dijo: «…No temeré mal alguno, porque tú estarás
conmigo» (Salmo 23:4).

Segundo, la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas. El fruto del Espíritu
es gozo. Y cuando el creyente vive en el Espíritu, y anda guiado por él, la tristeza
se convierte en gozo.

Tercero, Jesús dijo: «En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido
al mundo» (Juan 16:33). Si él venció lo que nos produce tristeza, entonces él
sacará a luz el gozo. Saber que Cristo, el victorioso que vive en mí, ha vencido al
mundo, entonces la alegría viene luego.

Cuarto, las promesas de Dios nos llevan de la tristeza al gozo. Si confiamos en


ellas siempre, el Señor cumplirá su palabra, y eso nos llenará de gozo.

«Señor, gracias por no dejarnos solos, y por tu Espíritu que nos llena de gozo.

Un día, ¡nuestro lamento se transformará en gozo!

Ten mucho ánimo!!

de la tristeza al gozo

Lo que Dios le dice a


tus lágrimas
Article by
Scott Hubbard
Editor, desiringGod.org

Por siglos, los cristianos han llamado a este mundo un “valle de lágrimas”.

Sí, Cristo ha venido. Sí, ha resucitado. Y sí, volverá de nuevo. Sin embargo,
todavía pasamos por el duelo, nos dolemos y lloramos; y caminamos junto a
aquellos que pasan por el duelo, se duelen y lloran. Caminamos lenta y
pesadamente por el valle de lágrimas con corazones cargados, acongojados por
mil y una razones: nuestros deprimidos hijos, nuestros cónyuges distantes,
nuestras esperanzas truncadas, nuestros seres queridos fallecidos, nuestro
desastroso pecado.

A veces lloramos porque las penas de la vida se han vuelto crónicas, llenan
nuestra vida como visitas indeseables que no se van. En otras ocasiones, lloramos
porque algún sufrimiento inesperado llega como un meteorito y hace un cráter en
nuestra alma. Y otras veces, incluso lloramos y no sabemos bien por qué; el dolor
escapa a toda descripción y análisis.

Para aquellos que sufren, el mensaje de la Biblia no es que sequen sus lágrimas.
No, la Biblia afirma que llorar es parte de la vida en el valle, y su mensaje para
aquellos que sufren es mucho más compasivo (y más tranquilizador).

“Las veo”
Ni un pajarillo cae a tierra sin que Dios lo note (Mateo 10:29), y tampoco
ninguna de tus lágrimas.

Cuando Agar alzó su voz en el desierto de Beerseba, Dios fue a su encuentro


(Génesis 21:17). Cuando Ana lloró amargamente fuera del templo del Señor,
Dios lo notó y se acordó de ella (1 Samuel 1:10, 17). Cuando David se cansó de
gemir, Dios no se cansó de escucharlo (Salmos 6:6–9).
El Dios de toda consolación está atento a tu llanto. Él recoge todas nuestras
lágrimas y las pone en su redoma (Salmos 56:8, LBLA). Como una madre
sentada junto al lecho de su hijo enfermo, Dios se fija en cada suspiro de malestar
y dolor. Puede que tu angustia haya pasado inadvertida para otros, pero ni por un
momento ha escapado a la atención del Dios que no duerme ni se adormece
(Salmos 121:4, LBLA).

Así como Dios le dijo al rey Ezequías, le dice a cada uno de sus hijos: “He
escuchado tu oración y he visto tus lágrimas” (2 Reyes 20:5, LBLA).

“Me preocupo por ellas”


Muchos nos sentimos avergonzados de nuestras lágrimas, especialmente si otros
las ven. En una cultura que valora la fuerza y se siente poco cómoda con el
sufrimiento prolongado, muchos respondemos a nuestras propias lágrimas con un
rápido secado de la manga y un apresurado “supéralo”.

No sucede así con Dios, cuya paternal compasión lo obliga a acercarse a los
quebrantados de corazón y a sanar sus heridas (Salmos 147:3). El Dios que dijo:
“Bienaventurados los que ahora lloráis” (Lucas 6:21, LBLA) no te reprochará las
lágrimas que viertes mientras caminas por las ruinas de nuestro mundo caído.
Cuando Jesús reunió a una multitud afuera del pueblo de Naín y observó a una
viuda llorar junto al cuerpo de su hijo, “el Señor tuvo compasión de ella” (Lucas
7:13, LBLA). Después, cuando María se arrojó desecha a los pies de Jesús por la
muerte de su hermano, el varón de dolores fue un paso más allá: “Jesús lloró”
(Juan 11:35, LBLA). Jesús tuvo compasión y Jesús lloró, aun cuando estaba a
punto de arrancarlos de vuelta desde la muerte a ambos (Lucas 7:14, Juan 11:43).

Que Jesús nos ame y sepa cómo arreglar nuestros problemas no significa que
tome un atajo a través de nuestro sufrimiento. El mismo que resucita a los
muertos primero se detiene y se queda con nosotros en nuestra pena para
descender al valle de las lágrimas y caminar junto a nosotros.

Desde luego, no todas las lágrimas despiertan la compasión del Señor. Dios
muestra poca paciencia cuando lloramos lamentándonos por los ídolos que saca
de nuestras vidas, como cuando Israel prefirió la carne de Egipto por sobre la
presencia de Dios (Números 11:4-10). Pero cada lágrima que derramas en fe –
destrozado pero confiando en Dios, abatido pero creyendo— tiene este anuncio
colgado encima: “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón” (Salmos
34:18, LBLA).

“Las convertiré en gritos de alegría”


Algunas horas antes de que Jesús fuera traicionado, enjuiciado, golpeado y
crucificado, le dijo a sus discípulos: “En verdad, en verdad os digo que lloraréis y
os lamentaréis, pero el mundo se alegrará; estaréis tristes, pero vuestra tristeza se
convertirá en alegría” (Juan 16:20, LBLA). La tristeza y el gemido huirán. Tus
lágrimas se secarán. La tristeza perderá su poder. Así sucedió con los discípulos
de Jesús, cuando una resurrección al amanecer disipó las sombras de sus
corazones. Y así sucede para todo hijo de Dios.
Cada lágrima que viertes te prepara “un eterno peso de gloria que sobrepasa toda
comparación” (2 Corintios 4:17, LBLA). Cada gota de agonía y sufrimiento
desciende a la tierra como una semilla y espera brotar como un árbol de risas.

Tal vez eso suene imposible. Tal vez te preguntes:


“¿Cómo este sufrimiento, este dolor, esta pena puedan dar lugar a la alegría?
Está bien si no puedes entender el cómo en este momento. Los caminos de Dios
a menudo son demasiado altos y maravillosos para que los entendamos. Pero
¿puedes creer, aun cuando no haya motivos para tener esperanza, que lo
imposible para los hombres, es posible para Dios (Lucas 18:27; Romanos 4:18)?
Creer que Dios transformará nuestras lágrimas en gritos de júbilo no significa
que ya no sufriremos. Significa que nos aferramos a Él a través del dolor, y
dejamos que las desgracias nos arrojen a sus brazos. Significa que aprendemos a
llorar delante de Dios en vez de maldecir su nombre.

Seguiremos leyendo nuestras Biblias, aun cuando nos sintamos muertos ante la
palabra de Dios. Seguiremos clamando ante Dios, aun cuando nos parezca que no
nos oye. Seguiremos reuniéndonos con el pueblo de Dios, aun cuando ellos no
entiendan lo que estamos pasando. Seguiremos sirviendo a otros, aun cuando
llevemos nuestro dolor dondequiera que vayamos. Y seguiremos plantando
semillas de verdad y gracia en nuestras áridas almas, esperando el día cuando
Dios nos lleve a nuestro hogar.

“Enjugaré toda lágrima”


Así como canta Andrew Peterson en su canción “Después de que caiga la última
lágrima (After the last tear falls)”:

Al final . . .
Veremos que las lágrimas que han caído
Las recogió en sus manos el Dios amante y dador de amor.
Y recordaremos estas lágrimas como viejas historias.

Nuestro llanto puede durar una noche muy, muy larga. Mientras atravesemos este
valle, seremos vulnerables a los ataques de la pérdida, la decepción y la muerte.
Pero el gozo vendrá a la mañana, cuando Dios transforme este valle de lágrimas
en una ciudad de gozo eterno.

Ese día Dios mismo se inclinará hacia cada uno de sus afligidos hijos y, de algún
modo, secará sus lágrimas para siempre. “Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y
ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras
cosas han pasado” (Apocalipsis 21:4, LBLA)

Y entonces tu resquebrajada y fatigada voz estallará en un grito de alegría cuando


declares con las multitudes en los cielos: “Pues tú has rescatado mi alma de la
muerte, mis ojos de lágrimas, mis pies de tropezar. Andaré delante del Señor en
la tierra de los vivientes” (Salmos 116:8–9, LBLA).

Y en un momento, las lágrimas se convertirán en tema de viejas historias.

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