Fundamentos de las Ciencias de la Administración
Apunte: Lenguaje y ontología
(Versión 2016)
PRIMERA PARTE
Lenguaje y “lenguajes”. Entidades. Sistemas semióticos
El término “lenguaje” tiene varios sentidos diferentes,
aunque relacionados entre sí. Las lenguas humanas (o
“idiomas”), como el castellano, el japonés o el quichua,
son ejemplos del fenómeno universal del lenguaje
humano.1
En la jerga científica, al lenguaje humano se lo
denomina lenguaje natural o lenguaje ordinario. El
término “lenguaje natural” es de uso común en la ciencia,
y tal vez esta no sea una buena denominación, pues
basándonos en nuestro conocimiento científico
actualmente disponible, no resulta posible decir cuánto
tiene el lenguaje humano de natural y cuánto de producto
de la invención humana. Muchos lingüistas (como el
célebre Noam Chomsky) afirman enfáticamente el carácter
natural del lenguaje humano, y sin embargo otros le niegan
el carácter de natural, e incluso algunos (por ejemplo, Paul
Postal) se mantienen escépticos y prefieren
(razonablemente) no tomar partido hasta tanto tanto la
evidencia disponible incline la balanza hacia un lado o
hacia el otro. Tal vez por eso sea preferible el término
―no tan difundido― “lenguaje ordinario” (“ordinario” en
el sentido de “común y corriente”). El lenguaje ordinario
se opone por un lado a los lenguajes (¡indudablemente
naturales!) de los animales, y por otro lado a los lenguajes
artificiales inventados por el hombre (por ejemplo, el
lenguaje matemático o los lenguajes de programación
informática).
Dijimos en el párrafo anterior que el término
“lenguaje” tiene varios sentidos diferentes, siendo uno de
esos sentidos el de “lenguaje ordinario”. Pero también
existen los lenguajes artísticos, los lenguajes de señas, el
lenguaje corporal (gestos, posturas), o los lenguajes de
fórmulas de uso común en la ciencia.2 En este sentido más
amplio, llamamos “lenguaje” a cualquier conjunto de
objetos que se utilizan para representar otros objetos. Por
ejemplo, las señales de tránsito constituyen, tomadas en
conjunto, un lenguaje. (Cada señal de tránsito no es un
lenguaje, sino un mensaje perteneciente a ese lenguaje).
Un lenguaje es un conjunto de objetos que se utlizan
para representar otros objetos.
Los objetos que se usan para representar, entonces, son en
este caso carteles de chapa pintada, y los objetos que son
Apunte: Lenguaje y ontología
Pablo Usabiaga
representados por este lenguaje son curvas del camino,
pasos a nivel, cuestas en subida o en bajada, etc.
La palabra objeto puede prestarse a confusión, por lo
que será conveniente recurrir a un viejo término de la jerga
filosófica: “entidad”. Una entidad es cualquier cosa que
exista. Una piedra es una entidad, y son también entidades
los perros, las casas y los edificios, y también las células,
los átomos, los relámpagos, las moléculas y las partículas
subatómicas. Todas las mencionadas son entidades
concretas (es decir entidades materiales), pero también
existen las entidades abstractas: ejemplos de éstas son los
colores (el color rojo no es lo mismo que los objetos
materiales de color rojo: yo puedo tener en mi mano
objetos de color rojo, pero no puedo tener en la mano el
color rojo por sí mismo), las instituciones, las leyes y los
estados anímicos, las nacionalidades, la inflación, las
jugadas de ajedrez y los conceptos, el caudal de un río o la
altura de una montaña (que no son parte de la materialidad
del río ni de la montaña). Como se ve, las entidades
abstractas constituyen un conjunto de lo más variopinto.
Entidad es cualquier cosa que exista. Hay entidades
concretas (materiales) y entidades abstractas.
El término entidad es pues aproximadamente sinónimo
de “cosa” y de “objeto”, pero a diferencia de estas
palabras, no tiene asociada la idea de materialidad u
“objeto físico”. Muchos de los términos utilizados en
ciencia son nombres de entidades abstractas, como
“energía”, “energía eléctrica”, “código genético” y ―para
mencionar un término de la ciencia administrativa―
“organización”.
Las entidades concretas pertenecen entonces al
universo físico, y las abstractas son ideas o conceptos. Un
reloj es una entidad concreta, pero el tiempo es una entidad
abstracta. La clasificación dual entre entidades concretas y
abstractas puede dar lugar a dudas en el caso de muchas
entidades (lo que hace sospechar que se trata de una
clasificación borrosa). Por ejemplo: aunque está claro que
la educación y la prensa son entidades abstractas, es
discutible si una universidad o un diario son entidades
concretas u abstractas. Por no hablar de las personas. Está
claro que el cuerpo de cada persona, de cada ser humano,
es una entidad concreta. Pero la persona, esa entidad
sujeto de derechos, no es lo mismo que su cuerpo. Aun así,
ello no debería quitarnos el sueño: lo importante es saber
que al menos en el caso de algunas entidades, se trata sin
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duda de entidades concretas (como el teclado de mi
computadora), y en el caso de otras, se trata sin duda de
entidades abstractas (como las deudas); lo importante aquí
es darse cuenta de que lo que llamamos entidades no se
limita a las entidades concretas o a los objetos del mundo
físico.
Los fantasmas y los unicornios, ¿son entidades? Si me
lo preguntan a mí, diré que no lo son, dado que no existen
―al menos eso creo yo―. Pero alguien podría objetarme:
“Un momento. Yo cierro los ojos y veo la imagen de un
unicornio. Usted dijo que las entidades abstractas son
ideas, y yo tengo en mi mente la idea de unicornio en este
momento, por lo tanto es una entidad”. Para responder a
esta objeción hay que aclarar unas cuantas cosas. En
primer lugar, cuando decimos que las entidades abstractas
son “ideas” o “conceptos” no estamos usando estos
términos en un sentido psicológico o psíquico. Para aclarar
este punto, pensemos cuando una persona encuentra una
solución a un problema complicado y se la cuenta a otra
persona, quien le dice: “¡Justamente yo tuve la misma
idea!” Todo lo que sucede en la mente de una persona, es
decir, todo fenómeno psíquico, es privado, es decir, ocurre
pura y exclusivamente en la mente de una persona y es
inaccesible a las demás personas (nadie puede percibir lo
que ocurre en mi mente, salvo yo mismo: si me duele la
barriga, nadie, excepto yo, puede sentir mi dolor de
barriga). Por esta razón, cuando decimos que dos personas
tienen la misma idea, no podemos estar refiriéndonos a un
fenómeno psíquico, sino a una entidad ajena o “externa” a
las mentes de ambas personas. Y cuando un profesor dice
“hoy voy a explicar el concepto de polinomio”, no se está
refiriendo a ninguna idea o concepto entendidos como
entidades mentales, sino que está hablando de entidades
abstractas.
Pero hay otra razón más sencilla por la que los
unicornios o los fantasmas son cosas distintas que la idea
o concepto (ahora sí entendiendo estos términos como
entidades mentales) de unicornio o de fantasma que
alguien tiene en la cabeza. La razón es muy sencilla: si
fuera así, entonces también, las mesas serían lo mismo que
mi idea (mental) de mesa, y los caballos serían lo mismo
que mi idea (mental) de caballo. Lo cual es absurdo,
porque obviamente, no son la mesa ni el caballo material
los que habitan mi “mundo mental”, sino sus
correspondientes ideas (mentales). Mi idea de mesa es una
entidad, y cada mesa es otra entidad, y aun, si admitimos
que hay un concepto abstracto de mesa, este será entonces
una tercera entidad diferente de la idea mental de mesa y
de las mesas materiales. Con los unicornios sucede lo
mismo: debemos diferenciar el unicornio-idea mental del
unicornio idea abstracta; pero lo que no existe el el
unicornio-entidad (el unicornio material, digamos).
Por lo tanto, si yo tengo en mi mente la idea de
unicornio, lo que tengo en mi mente es esa idea (psíquica),
que puede ser una imagen, lo que no significa que yo tenga
un unicornio en la cabeza. La idea mental de unicornio es
una entidad, pero los unicornios no son entidades ―o
mejor dicho: no existe ninguna entidad denotada por el
término “unicornio”. Salvo, claro, que los unicornios
existan, a diferencia de lo que todos creemos.
Apunte: Lenguaje y ontología
Sistemas semióticos
En lugar de utilizar la palabra “lenguaje” en sentido
amplio (es decir, incluyendo el lenguaje gestual, el
lenguaje de las fórmulas químicas, los semáforos, etc.)
utilizaremos el término sistema semiótico. “Semiótico”
significa “relativo a los signos”. Un signo es cualquier
entidad (una entidad material, perceptible por los sentidos)
utilizada para representar a otra entidad (que puede ser
concreta o abstracta, y perceptible o imperceptible a los
sentidos).
Un signo es cualquier entidad que se utilice para
representar a otra entidad.
Un sistema semiótico es entonces un sistema de signos, es
decir, es un conjunto de entidades que se utilizan como
signos para representar otras entidades (en donde cada
signo representa una entidad).
Un sistema semiótico es un conjunto de entidades
utilizadas como signos para representar otras
entidades, en el que cada signo representa a una
entidad.
Las lenguas humanas son, por supuesto, sistemas
semióticos, pero también lo son ―como dijimos recién―
el conjunto de las señales de tránsito, o el conjunto de
dibujos que se colocan en las puertas de los baños de los
edificios públicos (que representan a varones, mujeres, o
discapacitados de cualquier sexo), el conjunto de las
banderas nacionales (que representan países), o el conjunto
de camisetas futbolísticas (que representan clubes). Los
sistemas semióticos son muchos y muy variados. Vivimos
tan rodeados de ellos (más bien habría que decir
sumergidos en ellos) que ni siquiera somos conscientes de
que están allí a nuestro alrededor: los utilizamos
automáticamente, sin siquiera darnos cuenta.
Analicemos un ejemplo: el conjunto de las señas del
juego del truco. Este conjunto de señas es un sistema
semiótico. El conjunto de entidades que lo forman son
unas pocas muecas faciales (levantar las cejas, guiñar un
ojo, levantar la comisura de los labios, poner los labios en
trompa, morderse el labio inferior, cabecear, cerrar ambos
ojos); las entidades representadas por esas muecas son las
cartas que se han recibido (respectivamente: el as de
espada, el as de basto, el siete de espada o de oro, un tres,
un dos, una combinación buena para el envido, ninguna
carta buena). Por supuesto, es posible mentir: yo puedo
levantar las cejas (seña del as de espada) y tener tres
cuatros en la mano. No por eso mi seña deja de representar
al as de espada, ya que quien me vea hacerla entenderá que
tengo esa carta (o en todo caso sospechará que estoy
mintiendo, pero no por eso dejará de saber que mi seña se
refiere al as de espada).
Las entidades que se usan para representar a otras
entidades se llaman, como hemos dicho, signos.3 Las
entidades representadas son los referentes de esos signos.
De un signo que representa a una entidad se dice que
denota o (se) refiere a esa entidad. Un cartel de la ruta
como éste, por ejemplo,
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denota una curva hacia la izquierda, que está un par de
centenares de metros más adelante.
Un signo puede estar formado por varias unidades
menores, que pueden o no ser signos. Así, en el lenguaje
ordinario, las letras (o sus correspondientes sonidos), que
no son signos pues por sí mismas, aisladamente, no
representan nada, al ser combinadas permiten formar
signos como las palabras, que a su vez pueden combinarse
con otras palabras (es decir, con otros signos) para formar
signos mayores como las oraciones.
Lo mismo sucede en los lenguajes formales que se
utilizan en distintas ciencias, en las que se pueden combi-
nar algunos signos con otros para formar signos más com-
plejos. Así, en química, el signo HCl se utiliza para denotar
a la sustancia llamada ácido clorhídrico, y está formada
por otros dos signos, H y Cl, que denotan respectivamente a
las sustancias hidrógeno y cloro. Y en aritmética, el signo
2(5+3) denota la operación de multiplicar por 2 la suma de
5 y 3 (o mejor dicho, denota el número que se obtiene
como resultado de esa operación), y está formado por
signos más pequeños, y también por paréntesis; estos últi-
mos ―al igual que las letras en el lenguaje ordinario― son
unidades que en sí mismas no constituyen signos (pues
aisladamente no tienen denotación, no representan nada),
pero contribuyen a la construcción de signos, de los que
forman parte.
Cada sistema semiótico tiene sus propios signos, pero
nada impide que la misma entidad sea utilizada como un
signo distinto en distintos sistemas semióticos; por ejem-
plo, el signo “:” se usa en el lenguaje ordinario (escrito)
para denotar una relación determinada entre lo dicho antes
y lo dicho a continuación, mientras que en aritmética de-
nota la operación de división. (Ejemplos: “Querido Carlos:
te escribo para...” / “8:2=4”). Aunque la entidad material
es la misma (dos puntos de tinta dispuestos uno arriba de
otro), en un caso se usa como signo en un sistema semió-
tico, con una denotación determinada, y en otro caso se usa
como signo de otro sistema semiótico, con otra denotación
diferente. Es en el marco de cada sistema semiótico que
cada signo funciona como tal: que cada entidad sígnica
representa (denota) a tal o cual otra entidad.
Significado
No hay que confundir la denotación de un signo con su
significado. 7 Más bien, como veremos en seguida,
podemos decir que es a través de su significado que los
signos denotan entidades.. La noción de significado es
bastante oscura y da lugar a no pocas confusiones; hace
siglos que los filósofos vienen discutiendo qué rayos es
eso del significado y todavía no se han puesto de acuerdo.
Apunte: Lenguaje y ontología
Otros ejemplos de signo que denota una entidad en un
sistema semiótico y otra entidad en otro sistema semiótico
los hallamos al comparar distintas lenguas (idiomas). 4 Por
ejemplo, la sucesión de letras m-a-n-t-e-l constituye en
español un signo, la palabra “mantel”, que denota en
español una tela que se coloca sobre la mesa para
protegerla, y en alemán la misma sucesión de letras
constituye otro signo, la palabra alemana “mantel”, que
denota una prenda de vestir. (“Mantel” significa “tapado”
en alemán). Del mismo modo, “chat” representa un animal
en francés (“gato”), y en inglés significa “charla” o
“charlar”. El dibujo de una calavera denota peligro en un
cartel de un tablero de electricidad, y denota piratería en la
bandera de un barco.5 Y así sucesivamente.
Por otra parte, cada sistema semiótico tiene sus propias
reglas para combinar los signos. (Dichas reglas
constituyen la sintaxis del sistema semiótico en cuestión).
No toda combinación de signos es también un signo. Por
ejemplo, en el lenguaje de la lógica, “pq” no es un signo,
y de la misma manera, en castellano, la secuencia de
palabras “comprendes perro pipa las” tampoco lo es, ya
que estas combinaciones no cumplen con las reglas
sintácticas de los respectivos sistemas semióticos.
Nótese que cualquier entidad concreta puede ser
utilizada como signo (dado que cualquier persona puede
construir o establecer un sistema semiótico a su antojo).6
Por ejemplo, supongamos que Smith y Jones son dos
espías que comparten un departamento, y se han puesto de
acuerdo en que si uno de los dos debe salir, dejará un
sombrero colgado en el perchero si sospecha que lo están
siguiendo, pero si todo parece estar sucediendo con
normalidad, dejará el perchero vacío. Esto constituye un
sistema semiótico mínimo, cuyos signos son el sombrero
colgado y el perchero vacío, que denotan, respectivamente,
peligro y tranquilidad.
Lo que caracteriza a un sistema semiótico es: a) el
hecho de contar con un conjunto de signos, y b) la
posibilidad de construir mensajes con esos signos.
Los mensajes pueden estar formados por un solo signo
(es lo que sucede con el sistema de las señales de tránsito),
o estar formados por una combinación de signos de
acuerdo con determinadas reglas sintácticas (es decir,
reglas de combinación). El lenguaje ordinario es un
ejemplo típico de sistema semiótico en el que se combinan
signos para formar mensajes (por ejemplo, las oraciones,
son combinaciones de palabras que se concatenan
siguiendo ciertas reglas específicas: esas reglas hacen que
“gato el maúlla” no sea una oración, mientras que “el gato
maúlla” sí lo es).
De modo que evitaremos meternos (y perdernos) en ese
laberinto filosófico. (De paso sea dicho: el estudio del
significado recibe el nombre de semántica).
La disciplina que estudia el significado es la
semántica.
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 Para empezar, diremos meramente que el significado
de un signo es aquello que entiende, ante el signo, quien
domina el sistema semiótico al que ese signo pertenece
(como nosotros, que dominamos el castellano,
comprendemos el significado de las palabras castellanas),
lo cual le permite establecer a qué entidad se refiere dicho
signo. Yo conozco por ejemplo el significado de la palabra
“universidad”, y ese significado es aquello que me permite
reconocer a qué entidad se refiere este signo (o a qué
entidad se refiere quien usa este signo), y lo mismo puedo
decir de las palabras “Marte” y “oxígeno”.
En este punto, remitimos al alumno, para el estudio de
la noción de significado, a la lectura del capítulo 1 del
libro de John Hospers Introducción al análisis filosófico 8
Básicamente, la explicación de Hospers de la noción de
significado (¡que no es la única posible!) consiste en
afirmar que el significado de un signo es el conjunto de
características que tiene que tener una entidad para que la
aplicación de ese signo a esa entidad sea apropiada (para
quienes conocen y comparten el sistema semiótico
correspondiente). Esas características se llaman
características definitorias de la entidad en cuestión, y se
dice que el signo designa esas características definitorias,
y ―como ya vimos al principio de este apunte― denota a
la entidad en cuestión. Es decir, un signo denota su
referente y designa su significado. (Cabe señalar que no
todos los semiólogos están de acuerdo con lo aquí
expuesto).
Enunciados y proposiciones. Hechos
En las lenguas humanas, hay signos ―como vimos en
ejemplos anteriores― que llamamos palabras, y se que se
pueden utilizar para construir signos más complejos
llamados oraciones, entre las cuales se encuentran lo que
los lógicos denominan enunciados, que son aquellas
oraciones de las que tiene sentido decir que son verdaderas
o que son falsas. (Los lingüistas usan el término enunciado
en un sentido más amplio.) La oración “Buenos Aires es la
capital de Argentina” es un enunciado, porque es
verdadera; “Lula da Silva es el presidente de Francia” es
un enunciado, porque es falsa. Pero oraciones como
“Dejate de molestarme” no son enunciados (en el sentido
lógico del término), ya que no tiene sentido decir que sean
verdaderas, y tampoco tiene sentido decir que sean falsas.
Lo mismo ocurre con las oraciones “¿Qué hora es?” y
“Más vale que pagues la cuenta o sos boleta”, que por lo
tanto tampoco son enunciados. Por lo general, los
enunciados están formados por varias palabas, aunque hay
casos excepcionales en los que pueden estar formados por
una sola palabra, como “Llueve”. Pero salvo esos casos
excepcionales, las palabras por sí solas no constituyen
enunciados. “Juan” no es un enunciado, como tampoco lo
es “tremendo”, o “amarillo”. Las frases que no son
oraciones tampoco son enunciados; por ejemplo, no lo son
“el perro de Martina”, “la Universidad Nacional del Sur”,
“azul verdoso”, “grande y bello”, “Ministerio de
Educación de la Nación” ni “Bahía Blanca”. Estos
términos y frases no son enunciados; son signos, y como
tales pueden denotar entidades, por supuesto.
En realidad, no son los enunciados mismos los que son
verdaderos ni falsos, sino que es su significado lo que es
Apunte: Lenguaje y ontología
El significado de un signo es aquello que entiende,
ante el signo, quien domina el sistema semiótico al
que ese signo pertenece, lo cual le permite determinar
o reconocer a qué entidad se refiere dicho signo.
Así, para quienes conocemos el castellano, al
comunicarnos en este idioma nos resulta apropiado usar el
signo “caballo” para referirnos a los equinos, y nos resulta
inapropiado usar el signo “cerdo” para referirnos a los
patos, por la sencilla razón de que las características
definitorias que designa el signo “caballo” (que
conocemos porque entendemos el signo, ya que somos
hablantes de castellano) son efectivamente características
que tienen los equinos, mientras que las características
definitorias que designa el signo “cerdo” (que conocemos
también porque entendemos el signo, ya que somos
hablantes de castellano) no son (al menos no todas)
características que tengan los patos.
Todo signo designa a su significado y denota
(= refiere) a una entidad (que es su referente).
Su significado es el conjunto de características que
tiene que tener la entidad para merecer la aplicación de
ese signo como su “nombre”.
verdadero o falso. El significado de un enunciado es lo que
en filosofía del lenguaje se denomina proposición.
(Aclaremos que en lingüística este término se usa de
manera diferente que en filosofía del lenguaje). Así, los
enunciados del castellano “En Marte no hay oxígeno” y
del inglés “There is no oxygen in Mars” tienen el mismo
significado, ya que expresan la misma proposición. El
significado es lo que permanece igual cuando traducimos
adecuadamente una oración de una lengua a otra. (Una vez
más, aclaremos que no todos los semiólogos y semánticos
estarán de acuerdo con esta afirmación.) La proposición es
independiente de los usuarios de uno u otro idioma, y
seguirá siendo verdadera o falsa aun cuando no haya
ningún ser humano que pueda expresarla en tal o cual
idioma, del mismo modo que 2 + 3 seguirá siendo 5 aun
cuando no haya seres humanos sobre la faz de la Tierra
capaces de hacer la cuenta. Podríamos decir entonces que
todo enunciado designa una proposición, y a través de ella
denota un hecho o estado de cosas: 9 es indirectamente, es
decir, a través de las proposiciones, que los enunciados
representan (denotan) estados de cosas.10
Resulta particularmente difícil tratar de mencionar con
palabras ejemplos de hechos, porque no tengo manera de
referirme a los hechos, en el lenguaje ordinario, de otro
modo que utilizando enunciados, y entonces nunca se verá
con claridad si lo que estoy ejemplificando es un
enunciado o un hecho. Así, el hecho denotado por el
enunciado “Llueve” es el hecho de que llueve, pero este
ejemplo, expresado en palabras, seguramente resultará más
desconcertante que explicativo. Por eso recurriremos a otro
sistema semiótico, el de la fotografía, para dar un ejemplo.
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 El enunciado “está nevando en Buenos Aires” denota
un hecho que puede apreciarse en la siguiente fotografía:
(Por supuesto, usted como lector no está observando el
hecho mismo, sino una fotografía de ese hecho.) El hecho,
el estado de cosas, es lo que realmente estaba sucediendo
delante de la cámara en el momento que se sacó la
fotografía. La oración “Está nevando en Buenos Aires”
denota este hecho, y la fotografía, en tanto signo, también
Es necesario notar que en la fotografía se aprecian
varios otros hechos más, ya que los hechos no se dan
asiladamente en el universo, sino inextricablemente
entremezclados con otros hechos (lo que, de paso sea
dicho, provoca no pocos dolores de cabeza a los
científicos, particularmente a los que trabajan en
experimentación u observación en general). Los
enunciados “Hay una mujer de blanco con un paraguas con
nieve”, “Hay un obelisco”, “Hay una aglomeración de
gente”, “Hay carteles luminosos encendidos en la Avenida
9 de Julio” denotan, todos ellos, hechos que podemos
percibir gracias a la foto (con las salvedades explicadas en
el párrafo anterior).
Enunciados analíticos y sintéticos
Los enunciados pueden clasificarse en analíticos y
sintéticos. Los analíticos son necesariamente verdaderos,
porque no aportan información: se limitan o bien a repetir
(“analizar”) en el predicado parte del significado del sujeto
(por ejemplo: “Los solteros son hombres que no se han
casado”), o bien resultan verdaderos debido a su estructura
interna (por ejemplo: “Si llueve, entonces llueve”). Las
tautologías, por lo tanto, son un tipo de enunciado
analítico. De los enunciados analíticos se dice que son a
priori, que significa “anterior(es)”: con ello se quiere decir
que podemos establecer su verdad antes de cualquier
observación (es decir, no necesitamos ninguna
observación, ninguna experiencia sensible, para saber que
son verdaderos). La matemática y la lógica son las dos
ciencias que exploran la analiticidad hasta sus últimas
consecuencias (y por ello, no se usa en ellas la
observación).
Los enunciados analíticos no son fácticos, no denotan
hechos. Como dijo (humorísticamente) el brillante filósofo
y matemático inglés Bertrand Russell, en la medida en que
Apunte: Lenguaje y ontología
Debemos aclarar que aunque hemos elegido hechos
observables para este ejemplo, no todos los hechos se
pueden observar. Por ejemplo, en este instante,
exactamente a 200 años luz del planeta Tierra, hay espacio
vacío o hay un cuerpo celeste (otro planeta, o una estrella,
o un cometa, etc.). O bien es un hecho que hay allí un
cuerpo celeste, o bien es un hecho que hay espacio vacío.
No sabemos cuál de los dos hechos está sucediendo ahí,
pero seguro que uno de los dos está sucediendo ahí,
aunque nadie puede observarlo. Del mismo modo, en este
momento es un hecho que en el espacio que separan mis
ojos de estas letras hay moléculas de oxígeno y nitrógeno
(que son las que componen el aire), pero ni yo ni nadie las
puede observar. “Hecho” no es sinónimo de “observable”,
si bien a veces, en el lenguaje ordinario, se usan ambas
palabras como sinónimos. En realidad, en el lenguaje
ordinario, la palabra “hecho” tiene muchos significados
distintos, que incluyen nuestro significado técnico de
“estado de cosas” pero suman varios significados más,
como el mencionado de “observable”, y también, el
significado de “verdad establecida” (como cuando los
abogados o el jurado en un juicio dicen que han quedado
establecidos cuáles son los hechos y que lo que falta es
juzgarlos) o “asunto que es conocido y aceptado por todos
que es así”. Es necesario estar advertidos que no es en
estos sentidos que usamos la palabra “hecho” en
epistemología. En particular, cuando el término “hecho” se
usa en el sentido de “verdad establecida” no se está
hablando de los hechos (en el sentido ontológico en que
nosotros utilizaremos el término) sino de nuestro
conocimiento de los hechos (que es una cuestión
epistémica).11
Pese a la distinción que hemos hecho en esta sección
entre enunciado y proposición, en nuestro curso, para
simplificar, utilizaremos ambos términos como si fueran
sinónimos, salvo que se preste a confusión.
los enunciados matemáticos dicen algo, son falsos, y en la
medida en que son verdaderos, no dicen nada. Por
supuesto, en este juego de palabras de Russell, el sentido
de la frase “decir algo” es “denotar algo”.
Los enunciados sintéticos “sintetizan” ―es decir,
unen― conceptos que no están entrelazados por el
significado de sus correspondientes términos. El enunciado
“Este objeto es verde”, por ejemplo, es sintético, ya que no
hay ninguna relación entre sus términos que haga que esta
oración sea verdadera; si es verdadera, se trata de una
cuestión fáctica, es decir, una cuestión de hecho. Es por
ello que decimos que los enunciados sintéticos son
fácticos.
La investigación de la verdad o falsedad de cualquier
enunciado fáctico siempre descansa, de modo directo o
indirecto, en la observación. Es por ello que se dice que
son a posteriori, es decir, “posteriores a la observación”.
En ejemplos como el mencionado (“Este objeto es verde”),
se puede investigar directamente, mediante la observación,
si son verdaderos o falsos; en cambio, en otros enunciados
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fácticos como “Todos los seres vivos tienen la capacidad
de reproducirse”, esta investigación debe hacerse por
métodos indirectos, ya que no podemos observar a todos
los seres vivos, sino solamente a una parte de ellos. Lo
mismo ocurre en el caso de enunciados fácticos referidos a
hechos inobservables (por ejemplo, cualquier enunciado
Términos
Los enunciados están formados por términos. “Término”
significa básicamente lo mismo que “palabra”, con la
salvedad de que hay términos que pueden estar
compuestos por más de una palabra, es decir, pueden ser
una secuencia de dos o más palabras. Por ejemplo, “tomar
el pelo” es un término, formado por tres palabras:
constituye una unidad en sí misma, con su propio
significado (no significa “agarrar el cabello” sino
“burlarse”). Por supuesto, “tomar”, “el” y “pelo” son
términos también, pero la razón por la que decimos que
“tomar el pelo” es un término (y no una mera frase) es que
el significado de “tomar el pelo” es independiente de los
significados de esas tres palabras: no puede inferirse a
partir de los significados de éstas. Es un término distinto
de los tres que lo componen.
En cambio, “tomar el whisky” no es un término, sino
una frase, cuyo significado se infiere de los de los términos
que lo forman, igual que sucede con “tomar el jarabe”,
“servir el whisky” o “secar el pelo”.
El significado de un término compuesto no puede
inferirse de los términos (simples) que lo forman, a
diferencia de las frases, cuyo significado se infiere a
partir de los significados de los términos (simples o
compuestos) que las forman.
En todos los idiomas son muy frecuentes estos
términos compuestos; otros ejemplos en castellano son
“hacer pelota” (que significa “destrozar”, no “convertir en
una pelota” ni “fabricar una pelota”) o “cada dos por tres”
(que significa “frecuentemente”). A veces podemos
reconocer el origen metafórico de estos términos, es decir,
podemos comprenderlos como frase y comprender la
metáfora asociada a esa frase, como sucede con el término
“dar en el clavo” (“acertar”), pero muchas veces la
metáfora que les dio origen se ha perdido en el tiempo y no
podemos ya inferir el significado del término como unidad
apelando a la comprensión de la metáfora; es lo que sucede
con la citada “tomar el pelo” así como con “dorar la
píldora” (“engañar con palabras bonitas”).
En los diccionarios encontramos definiciones de los
términos que son palabras, pero también de los términos
compuestos, justamente porque su significado no puede
inferirse de los términos que lo componen; generalmente,
estas definiciones aparecen como apartados dentro de las
entradas de alguna de las palabras que forman el término.
Así, en el Diccionario de la Real Academia Española,
dentro de la entrada “mesa” (cuya primera acepción es
“Mueble, por lo común de madera, que se compone de una
o de varias tablas lisas sostenidas por uno o varios pies, y
que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos.”)
encontramos la definición de “mesa redonda”: “Grupo de
personas versadas en determinada materia que se reúnen
Apunte: Lenguaje y ontología
referido a partículas subatómicas), cuyo valor veritativo
solamente puede investigarse infiriendo de dichos
enunciados otros enunciados que se refieran a entidades
observables, como se verá en detalle cuando estudiemos el
método hipotético-deductivo.
para confrontar sus opiniones sin diferencia de jerarquía
entre los participantes”.
Algunos términos denotan entidades singulares (por
ejemplo, “Carlos García” o “Viedma”: son los llamados
nombres propios). Y otros denotan clases de entidades,
como “perro” (que denota la clase o conjunto de todos los
perros), o “árbol” (que denota la clase de todos los
árboles), o “azul” (que denota la clase de todos los objetos
azules). Estos términos se llaman términos generales
(algunos autores los llaman “nombres comunes”). 12 Los
términos generales pueden usarse (combinándolos con
otros términos) para construir nombres de entidades
singulares, como por ejemplo “el perro que está detrás de
aquel árbol”, o “el cuadrado azul que está dibujado en el
pizarrón”, o “la capital de Río Negro”). También pueden
usarse para denotar una parte o la totalidad de una clase,
como “todos los perros” (por ejemplo, en el enunciado
“Todos los perros son mamíferos”) o “algunos árboles”
(como en el enunciado “Algunos árboles tienen hojas todo
el año”).
De los términos generales decimos que designan el
conjunto de características que tienen en común todas las
entidades de la clase que denotan. Por ejemplo, el término
“triángulo” designa las características de ser una figura
geométrica, de tener tres lados y de tener tres ángulos.
Para nuestra asignatura, la importancia de comprender
el concepto de término reside en el hecho de que para
comprender el funcionamiento del lenguaje científico es
esencial entender qué papel desempeñan en él los términos
y qué tipos de términos científicos existen.
El lenguaje técnico de cada disciplina científica es una
extensión del lenguaje ordinario. Esta extensión consiste
en la incorporación de neologismos 13 (con sus respectivas
definiciones) que no existían previamente en el lenguaje
ordinario (por ejemplo, “electrón” en física o “logaritmo”
en matemática), y de términos del lenguaje ordinario a los
que se les ha dado nuevas definiciones, por ejemplo,
“masa”, que en física se redefine como “magnitud que
expresa la cantidad de materia que contiene un cuerpo”;
“ausencia”, que en neuropsicología se redefine como
“forma en en que se manifiesta la epilepsia en su variante
llamada petit mal”; o “familia”, que en biología se redefine
como “la categoría taxonómica situada entre el orden y el
género; o entre la superfamilia y la subfamilia si estuvieran
descritas”.
En el lenguaje científico son sumamente comunes los
términos formados por más de una palabra. Por ejemplo:
“peso específico” (física), “producto bruto interno”
(economía), “sociedad anónima” (derecho y
administración), “responsabilidad social empresaria”
Pág. 6
(administración).14 Es muy importante conocer cuáles son
estos términos e identificarlos, particularmente cuando se
los pueda confundir con una frase. Si no sé que “peso
específico” es un término (y no una frase de dos palabras),
puedo creer que para entender de qué se habla cuando se
menciona el peso específico de una sustancia simplemente
La definición
Definir un término es dar su significado. Hay muchas
maneras de dar el significado de un término, es decir, hay
muchos tipos de definiciones. La principal razón de ello es
que hay muchos tipos de términos, y cada tipo de término
requiere correlativametne un tipo diferente de definición.
Por ejemplo, los términos lógicos (en el sentido de la
distinción de Klimovsky entre términos lógicos y términos
designativos),15 que no hacen referencia a ninguna entidad,
se suelen definir explicitando el modo en que se usan. Las
definiciones de las conectivas que consisten en explicitar
en qué condiciones la oración construida con ellas resulta
verdadera y en qué condiciones resulta falsa, son
definición en uso: se definen mediante las “tablas-
definiciones de las conectivas”. Las conectivas
correspondientes del lenguaje ordinario pueden definirse
de la misma manera.
No vamos a examinar todos los tipos de definiciones,
sino solamente dos tipos muy importantes:
 las definiciones por ostensión (u ostensivas), y
 las definiciones por características definitorias.
Las definiciones ostensivas consisten en mostrar una
entidad (por ejemplo, señalándola con el dedo), indicando
al mismo tiempo el nombre de dicha entidad. Por ejemplo,
se puede señalar una casa y decir al mismo tiempo “esto es
una casa”, o señalar un tomate y decir “esto es rojo”.
Las definiciones ostensivas adolecen de una incurable
ambigüedad y vaguedad. Supongamos que yo quiero dar el
significado de la palabra “perro” a alguien que no la
conoce. Si yo señalo un perro y digo “esto es un perro”,
para quien me escucha es imposible saber si el término
“perro” se refiere al animal o a la parte del animal hacia la
que apunta mi dedo (por ejemplo la cabeza), o a su color, o
si el término significa una clase más abarcativa (por
ejemplo, “collie”, o “cuadrúpedo”, o “mamífero”). Si el
término cuyo significado quiero ofrecer se refiere a una
característica (por ejemplo, “grande”), y señalo un objeto
grande diciendo a la vez “esto es grande”, es imposible
para el interlocutor saber si me refiero al tamaño, al color,
a la forma o a cualquier otro atributo. En parte, esto se
subsana señalando, por ejemplo, varios objetos rojos (para
definir “rojo”), varios perros (para definir “perro”), etc.,
confiando en que quien oye la definición es capaz de hallar
un único “elemento común” entre todos los objetos que
señalamos.
Pese a estas desventajas, es así como los niños
aprenden buena parte de los significados de los términos
de su idioma, e incluso es así como los adultos indicamos
cuál es el nombre propio de una persona o de
determinados objetos (“ésa es la Torre Eiffel”, “ése es el
Puente Avellaneda”, “éste es Carlos González).
Apunte: Lenguaje y ontología
tengo que averiguar en qué sentido se están usando los
términos “peso” y “específico”, y nunca lograré
comprender que se está hablando de “magnitud que
consiste en el peso por unidad de volumen”, que es lo que
en física significa el término “peso específico”.
Las definiciones por características definitorias
consisten en señalar un conjunto de características del
objeto o entidad definida, de las que solamente él sea
portador. Es decir, otros objetos pueden ser portador de tal
o cual de esas características, pero solamente el objeto
definido puede ser portador de todas las características de
ese conjunto. Por ejemplo, puedo definir el término
“triángulo” indicando que posee la característica de ser un
polígono y la tener tres lados. Esas características se
llaman “características definitorias”. Este punto está
expuesto, más extensamente que aquí, en el capítulo 1 del
libro de John Hospers, Introducción al análisis filosófico.
Debemos advertir, sin embargo, sobre un error del texto de
Hospers, quien afirma que una definición debe mencionar
todas las características definitorias. Si esto fuera así, en la
definición de “triángulo” deberíamos hacer mención tanto
al hecho de tener tres ángulos como al de tener tres lados
(ya que tener tres ángulos es también una característica
definitoria del término “triángulo”), así como a todas las
demás características de los triángulos: dar una definición
sería entonces una tarea interminable. Sin embargo, a
diferencia de lo que dice Hospers, es suficiente con
mencionar algunas de las características, con tal que ellas,
tomadas en conjunto, sean suficientes para delimitar la
denotación del término. La aclaración de “en conjunto” es
importante porque por ejemplo, tomadas por separado, hay
entidades que son polígonos (que es una característica
definitoria de los triángulos) y no son triángulos (por
ejemplo los cuadrados, los pentágonos, etc.); pero
solamente los triángulos tienen la característica de ser
polígonos junto a la característica de tener tres lados.
Si definiéramos “triangulo” como “polígono”, nuestra
definición sería incorrecta (más precisamente: sería
incompleta), porque si bien ser un polígono es una
característica de los triángulos, esta característica es
compartida, como acabamos de decir, por los cuadrados,
los pentágonos, etc. Por eso debemos añadir otra
característica, como por ejemplo tener tres lados, que
juntamente con la característica de ser una figura
geométrica, resulta suficiente para limitar la denotación del
término a los triángulos y solamente a los triángulos.
Cualquiera de las dos definiciones “polígono de tres lados”
y “polígono de tres ángulos” es una definición correcta del
término “triángulo”, porque permite determinar la
denotación del término, sin que quede ninguna entidad de
la clase afuera de la definición, pero también sin que entre
en la definición ninguna entidad que no pertenezca a la
clase.
Pág. 7
Definiciones estipulativas y definiciones informativas
Hay dos tipos de definiciones: las que informan sobre
cómo una comunidad lingüística usa una palabra o término
(es decir, sobre el significado que esa comunidad le
Ontología
La palabra “ontología” tiene tradicionalmente un
significado en la filosofía: se llama así a la rama de la
filosofía que estudia el ser. La ontología, entonces, es el
análisis de en qué consiste que aquello que es (o que es
algo), y de en qué consiste ser.
Sin embargo, esas indagaciones filosóficas no nos
interesarán en el contexto de nuestra materia. En cambio,
usaremos el término “ontología” en el sentido adicional
que adquirió en el siglo XX, según la cual ontología es,
sencillamente, el conjunto de las entidades, es decir, el
conjunto de las “cosas” que existen, independientemente
de qué sea “el ser” (si es que existe algo que reciba ese
nombre). Hay una célebre frase del filósofo
estadounidense Willard Quine: “Una de las peculiaridades
del problema ontológico es que puede plantearse con dos
palabras monosílabas: «¿Qué hay?», y puede responderse
con una palabra: «Todo»”. Este es el sentido en que
utilizaremos el término “ontología” en nuestra materia.
Todo sistema semiótico presupone una ontología, que
es el conjunto de las entidades a las que los signos de ese
sistema semiótico hacen referencia (= denotan). El
lenguaje ordinario se caracteriza porque su ontología
coincide con el universo; es decir, la máxima ontología
que podamos imaginar. Otros sistemas semióticos, en
cambio, tienen una ontología mucho más limitada. La
ontología del sistema de señales de tránsito, por ejemplo,
se reduce a unas cuantas eventualidades de un camino o
ruta; la ontología del sistema semafórico se reduce a tres
órdenes: pase, peligro y deténgase. La ontología del
sistema de las banderas nacionales es el conjunto de países
que hay en el mundo. La ontología de la aritmética son los
números, y la ontología de la geometría, las figuras
geométricas, etc.
Podemos esquematizar la relación entre un sistema
semiótico y su ontología del siguiente modo:
Un sinónimo de “ontología” (en este sentido moderno, que
es el que nos interesa) es “universo de discurso”, por
constituir el “universo” acerca del cual tratan los mensajes
del sistema en cuestión.
Hemos dicho más arriba que los enunciados
representan (a través de las correspondientes
Apunte: Lenguaje y ontología
asigna), y las que establecen un nuevo significado para un
término (que puede ser un término ya existente, o un
neologismo, es decir, un término nuevo e inventado). Este
punto está extensamente expuesto en el mencionado libro
de Hospers.
proposiciones) estados de cosas (es decir, hechos). Uno
estaría tentado de representar esto mediante un gráfico
similar al anterior, sustituyendo donde dice “signo 1”,
“signo 2”, etc., por “enunciado 1”, “enunciado 2”, y
sustituyendo donde dice “entidad 1”, “entidad 2”, etc. por
“estado de cosas 1”, “estado de cosas 2”, etc. Pero esto
sería un error. ¿Por qué sería un error? Porque los
enunciados pueden ser verdaderos pero también pueden
ser falsos. Cuando un enunciado es verdadero, denota,
efectivamente, un estado de cosas en la ontología:
Pero si un enunciado es falso, no denota nada: no hay
ningún estado de cosas que le corresponda (vía
denotación) en la ontología. Solamente los enunciados
verdaderos tienen denotación. Los enunciados falsos son
como las palabras “centauro” o “unicornio”: aparentan
denotar algo, pero no denotan nada. Tanto los enunciados
verdaderos como los falsos designan estados de cosas
posibles, pero esos estados de cosas son existentes en el
caso de los enunciados verdaderos, e inexistentes en el
caso de los falsos. (Del mismo modo, los términos que
carecen de denotación, como “unicornio”, designan
objetos posibles pero inexistentes.)
De modo que los enunciados verdaderos son
expresiones que denotan estados de cosas, y los
enunciados falsos no denotan nada. Otra manera de decir
lo mismo es que para cada enunciado verdadero existe en
la ontología un estado de cosas que corresponde a este, y
para cada enunciado falso no existe ningún
correspondiente estado de cosas en la ontología. (Recordar
que los enunciados son parte del lenguaje, es decir del
sistema semiótico, y los estados de cosas son parte de la
ontología.)
En rigor, la idea de que un enunciado es verdadero si (y
solamente si) se corresponde con un estado de cosas es lo
que se conoce como teoría de la correspondencia. Hay
muchas teorías acerca de lo que es la verdad (o acerca de
qué significa la palabra “verdad”); la teoría de la
correspondencia (que se remonta al filósofo griego
Aristóteles y que ha sido desarrollada con precisión por el
lógico polaco del siglo XX Alfred Tarski) es una de ellas,
y es la que aceptaremos como válida en este curso.
Pág. 8
 Los filósofos y cientistas sociales llamados
posmodernos, por ejemplo, no aceptan esta teoría.
Sostienen que la verdad es “una construcción social” y que
cada enunciado puede ser verdadero para una sociedad y
falso para otra, sin que pueda afirmarse que ninguna de las
dos sociedades “tenga razón”. Aun más, dentro de una
sociedad, distintos grupos o clases pueden sostener
creencias opuestas sobre qué enunciados son verdaderos y
cuáles son falsos, y, una vez más, de ninguno de esos
grupos puede decirse que esté en lo cierto. El hecho de que
cualquier enunciado sea considerado verdadero o falso en
una sociedad depende ―afirman los posmodernos― de la
sociedad misma, y más precisamente, de lo que los
sectores o clases sociales más poderosos imponen como
verdadero o como falso. Los posmodernos son en este
sentido relativistas: el relativismo ―concretamente, el
relativismo epistémico― es la doctrina de que no hay
verdades objetivas, sino verdades relativas a las
sociedades o a los grupos sociales, y sobre todo, que no
hay criterios universalemente válidos para separar lo
verdadero de lo falso. Así, lo que es verdadero en una
época o para una sociedad resulta falso para otra época o
para otra sociedad, y ninguna de estas sociedades está en
lo cierto ni equivocada.
Podemos hallar una crítica al relativismo, en los textos
de Dawkins “Qué es verdad” y “El salón de los duques”.
Dawkins dirige sus críticas al relativismo cultural, que es
la concepción general según la cual todos los fenómenos
de una cultura ―lo que abarca desde las creencias
compartidas hasta los valores aceptados como positivos en
una sociedad― tienen exactamente el mismo valor.
Podemos precisar que las críticas de Dawkins hacen
hincapié en el aspecto epistémico del relativismo, es decir,
en las creencias que la sociedad acepta como acertadas
(verdaderas) o erróneas (falsas), ya que es este aspecto el
Lenguaje y metalenguaje, uso y mención
En algunos sistemas semióticos, es posible construir
mensajes que hagan referencia a otro sistema semiótico.
Esta característica es muy común en el lenguaje ordinario:
por ejemplo, cuando decimos que H2O es la fórmula
química del agua, estamos haciendo una afirmación en
castellano referida al lenguaje (o sistema semiótico) de las
fórmulas químicas. Y cuando decimos que en inglés no se
puede omitir el sujeto en las oraciones porque en inglés no
existe el sujeto tácito, estamos haciendo una afirmación en
castellano referida a la lengua inglesa.
Los signos de un sistema semiótico A pueden hacer
referencia ya sea a elementos de otro sistema semiótico B
(por ejemplo a sus signos, o a los mensajes que pueden
construirse con esos signos) e incluso al sistema B como
un todo (como cuando alguien dice que el chino es una
lengua difícil de aprender).
Cuando usamos un sistema semiótico para hacer
referencia a otro, decimos que el primero es (o funciona
como) un metalenguaje con respecto al segundo, que
constituye su respectivo lenguaje objeto. En otras palabras:
un lenguaje que habla de otro lenguaje es un metalenguaje,
y ese otro lenguaje acerca del que habla el primero es el
Apunte: Lenguaje y ontología
que es relevante para la ciencia; es por eso que podemos
decir que las críticas de Dawkins apuntan sobre todo al
relativismo epistémico (“epistémico” significa “relativo a
las creencias”). El relativismo epistémico no es otra cosa
que un aspecto de la concepción más general del
relativismo cultural, del cual es parte. (Es importante
señalar que aquí la noción de “creencia” no es exactamente
la del lenguaje ordinario, sino meramente lo afirmado por
cualquier enunciado que un individuo ―o conjunto de
individuos― consideran verdadero. Así, una cosa tan
trivial como que la nieve es blanca constituye una creencia
mía, siempre y cuando yo considere que ello es así. Este es
el sentido que tiene la palabra creencia en lógica y
epistemología, y es en este sentido que Jesús Mosterín
utiliza el término en el artículo “El concepto de
racionalidad”.)
El malentendido en el que, a nuestro juicio, caen los
posmodernos es la confusión entre la afirmación de que
dado cualquier enunciado hay un valor de verdad absoluto
y objetivo para él (ya sea verdadero, ya sea falso), con la
afirmación de que se puede establecer objetivamente si es
verdadero o falso. Por supuesto, nadie tiene la posición
privilegiada de saber de modo absoluto y objetivo si un
enunciado es verdadero o falso, pero ello no invalida la
afirmación de que dicho enunciado tiene un valor de
verdad objetivo, aun cuando nadie pueda arrogarse la
potestad para afirmarlo con absoluta certeza. Los
posmodernos dan el paso en falso de que a partir del hecho
incuestionable de que nadie puede decir que sabe con
certeza el valor de verdad de un enunciado, llegan a la
conclusión de que por lo tanto no existe ese valor de
verdad fijo y objetivo. Confunden, de este modo, un asunto
ontológico (que la realidad sea de un modo o de otro) con
un asunto epistémico (nuestras limitaciones humanas para
conocer la realidad).
lenguaje objeto. En los tres ejemplos anteriores, el
metalenguaje es el castellano (en los tres), y el lenguaje
objeto es, respectivamente, el lenguaje de las fórmulas
químicas, el inglés y el chino.
No debemos olvidar que los signos son, también,
entidades. El lenguaje ordinario, como hemos dicho
previamente, tiene la particularidad de que su ontología
abarca el universo entero (incluyendo tanto entidades
concretas como abstractas). Por lo tanto, los signos de una
lengua son, también, parte de la ontología de dicha
lengua. Esto tiene como consecuencia que el lenguaje
ordinario puede funcionar como metalenguaje de sí
mismo. Un ejemplo de ello lo constituyen las definiciones,
que hablan acerca de términos, es decir, de signos.
Cualquier afirmación referida al mismo lenguaje es
metalingüística: por ejemplo, si decimos “la palabra
«gato» tiene cuatro letras”, estamos refiriéndonos al signo
“gato”, es decir que estamos usando el castellano para
decir algo acerca de un signo del castellano.
En el lenguaje ordinario y en el lenguaje técnico, es
muy frecuente que queramos decir algo acerca de un
Pág. 9
término o expresión. Para ello, lo que hacemos es usar el
mismo término como “nombre” de sí mismo, pero
encerrándolo entre comillas o bien poniéndolo en otra
tipografía, especialmente, en cursivas. Así, si estoy
hablando de un gato, por ejemplo Félix, diré
siemplemente:
Félix es un gato muy travieso.
En tal caso, solamente estoy usando el término “gato”.
Pero si de lo que quiero hablar es sobre el término “gato”,
es decir, si lo que quiero es decir algo acerca del signo
–por ejemplo, si quiero decir que está formado por cuatro
letras–, lo que hago (como hemos hecho en esta oración)
es poner el término entre comillas (o en otra tipografía, por
ejemplo en cursivas). En este caso, digo que estoy no
usando sino mencionando el término:
La palabra “gato” tiene cuatro letras.
ó especial atención para que quede perfectamente claro
La palabra gato tiene cuatro letras.
A lo largo de este apunte hay muchos casos de
mención, dejamos al lector el ejercicio de detectar algunos
y señalarlos.
Es importante no caer en la confusión de creer que todo
uso de comillas o cursivas significa que se está ante un
caso de mención. Por ejemplo, en la primera oración de
este párrafo, la palabra “todo” está en cursiva pero no está
siendo mencionada; las cursivas se usan en este caso para
Ambigüedad y vaguedad
El lenguaje ordinario tiene que pagar cierto precio a
cambio de su enorme poder expresivo (el poder expresivo
de un sistema semiótico es el conjunto de entidades que
permite denotar). Con un sistema formado por una
veintena de sonidos (o letras en la escritura) y unos pocos
miles de palabras y reglas para combinarlas, podemos
hacer referencia a cualquier entidad del universo. El costo
que hay que pagar por ello es cierta pérdida de precisión y
claridad.
Dos “defectos” típicos del lenguaje ordinario son la
ambigüedad y la vaguedad. Se llama ambigüedad al hecho
de que una palabra, término u oración tenga más de un
significado (lo que puede provocar confusión). Por
ejemplo “vela” o “Se hacen carteras de cuero de niña”. Un
término aproximadamente sinónimo de ambigüedad es
polisemia. (Si bien no significan exactamente lo mismo,
podemos usarlos como sinónimos en el contexto de esta
asignatura sin riesgo alguno).
Vaguedad, en cambio, se llama a la delimitación poco
clara de la denotación de un término. Por ejemplo, el
1Decimos que el lenguaje humano es universal porque no hay, ni se tiene noticia de que haya habido en el pasado, ninguna sociedad humana
conocida que carezca de lenguaje, es decir, que no hable alguna lengua.
2
A los lenguajes de fórmulas se los denomina “lenguajes formales” o “lenguajes formalizados”.
Apunte: Lenguaje y ontología
dar énfasis. (En la oración anterior a esta, y en esta oración
también, la palabra “todo” sí está mencionada). Del mismo
modo, las comillas se utilizan no sólo para mencionar, sino
también, entre otros usos, para indicar el carácter irónico
con el que se utiliza una palabra o frase, por ejemplo
cuando alguien dice:
El cobrador te dejó un “regalito”.
y con la palabra “regalito” se refiere a una cuenta que hay
que pagar. En este caso, la palabra “regalito” no está
siendo mencionada, sino sólo usada irónicamente.
Cada vez que afirmamos que determinado enunciado es
verdadero o falso, o que tiene cualquier otra característica,
estamos haciendo una afirmación metalingüística. Por
ejemplo (¡prestar atención a las comillas!), “el enunciado
«todos los metales se dilatan con el calor» es verdadero” es
una afirmación metalingüística, en la que estamos
mencionando un enunciado. Y “el enunciado «todos los
metales se dilata con el calor» es una ley física”, también
es una afirmación metalingüística. Hay que prestar
cuándo estamos hablando de cosas y cuándo de las
palabras que usualmente se utilizan para referirnos a esas
cosas. En el análisis de la ciencia esta distinción es
fundamental, porque muchas veces queremos referirnos a
las entidades acerca de las que habla determinada
disciplina científica, pero a veces de lo que queremos
hablar es de las palabras, términos o enunciados científicos
mismos que normalmente (es decir, “sin comillas”) se
refieren a esas entidades.
adjetivo “alto”: todos estamos de acuerdo en que una
persona que mide 1,50 no es alta y que una persona que
mide 1,85 es alta, pero ¿cuál es la medida a partir de la
cual ya no podemos decir que es alta? ¿1,80? ¿1,75?
¿1,74? Como puede apreciarse, no hay un límite claro, y
ello conspira contra la precisión.
En el párrafo anterior pusimos la palabra “defectos”
entre comillas. No lo hicimos porque estuviéramos
mencionando la palabra (¡la mención no es el único caso
en que se usan comillas!), sino para señalar que solo desde
cierto punto de vista son defectos. Precisamente porque las
expresiones del lenguaje ordinario presentan esta
elasticidad en su significado, es que podemos “estirarlas”
para hacerlas denotar prácticamente cualquier cosa que
queramos denotar. (Nótese que también la metáfora es un
recurso con la misma finalidad que nos permite el lenguaje
ordinario: por ejemplo, en la oración anterior, usamos una
metáfora (elástico, estirar) para referirnos al significado de
las expresiones).
Pág. 10
3En la literatura semiótica también se los denomina a veces símbolos: se habla de los “símbolos lógicos” o de los “símbolos matemáticos”;
nosotros nos quedaremos con el término “signo”.
4Aunque las distintas lenguas son variantes del mismo fenómeno (el lenguaje ordinario o lenguaje humano), cada lengua es un sistema
semiótico diferente de los otros sistemas semióticos que son las otras lenguas.
5 Lo expuesto en los últimos dos párrafos puede prestarse a confusión. Según cómo utilicemos el término signo, diremos que “:” es un signo
que se utiliza en matemática con un significado y en la escritura del lenguaje ordinario con otro significado, o bien diremos que son dos
signos distintos. Esto último sería más correcto, dado que normalmente se entiende por signo a la combinación del “dibujo” mismo con la
entidad que denota. En un sentido más ingenuo, diríamos que son “el mismo” signo, solamente en el sentido de que son el mismo “dibujo”,
es decir, la misma entidad material que se usa para representar, en sistemas distintos, entidades distintas.
No hay inconveniente en usar la palabra “signo” de cualquiera de las dos maneras, siempre que se lo haga de modo de evitar, en cada
caso, que se produzca una confusión.
6 Digo cualquier entidad concreta, porque no se me ocurre de qué modo podría utilizarse como signo a una entidad abstracta, dado que para
funcionar como signo, una entidad debe poder ser percibida.
7Algunos filósofos del lenguaje consideran que el significado es la denotación; sin embargo, esa teoría, si bien presenta ciertas ventajas, no
parece ser demasiado defendible.
8
Hospers, J. (1956) Introduction to Philosophical Analysis. Londres, Routledge & Kegan Paul. (Trad. española: Introducción al análisis
filosófico,Madrid, Alianza, 1980)
9 Hecho y estado de cosas son sinónimos.
10 En rigor, solamente los enunciados fácticos, que son sintéticos denotan hechos. Los enunciados analíticos no denotan hechos. (Ver sección
siguiente)
Ontológico significa “referido a las entidades que existen”, mientras que epistémico significa “relativo al conocimiento o a las creencias”.
11

Ver la sección “Ontología”, más adelante en este apunte.

12Al decir que los nombres comunes denotan clases, me aparto, en esta consideración, de lo que afirma Hospers, quien sostiene que no es
correcto decir que la denotación de los nombres comunes son clases.
13Un neologismo es un término inventado. Por supuesto, los neologismos son neologismos solamente después de un tiempo, hasta que se han
difundido y son conocidos por toda la comunidad.
14Un término compuesto del lenguaje científico puede estar formado por neologismos (como “ARN ribosómico”), por términos prestados
del lenguaje ordinario (como “peso específico”), o por una combinación de ambos (como “ARN mensajero”).
15 Klimovsky, G. (1994) Las desventuras del conocimiento científico, Buenos Aires, AZ.

Apunte: Lenguaje y ontología Pág. 11