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Texto de estudio: La guerra fría y la Doctrina de Seguridad Nacional.

1. Origen de la Guerra Fría como política internacional binaria.


El siglo XX trajo cambios significativos en el escenario mundial: el imperialismo de las últimas
décadas del siglo XIX produjo una creciente competencia entre las potencias capitalistas lo que
terminó produciendo la caída de los viejos imperios y la primera guerra mundial.

El primer conflicto bélico de carácter global significó también el ascenso de nuevas potencias
económicas como Estados Unidos y Japón, los que ampliaron su esfera de influencia mediante
la venta de material bélico y préstamos de dineros a los países en conflicto (según historiador
Hobsbawm, 1998).

La participación de Rusia en la primera guerra y las contradicciones existentes en la antigua


sociedad feudal, tuvo como consecuencia la caída del zarismo y la instauración del régimen
bolchevique (según historiador Hobsbawm, 2011).

El triunfo de los revolucionarios y la expansiva movilización popular como consecuencia de la


guerra, fortaleció al movimiento obrero, provocando una creciente presión democratizadora en
toda Europa. Sumado a ello, en 1929 se produjo la mayor crisis económica del capitalismo
moderno.

Estos factores determinaron el surgimiento y la consolidación del fascismo y, sobre todo, del
movimiento nazista alemán. Este régimen representó una respuesta de los sectores
tradicionales a la amenaza de la avanzada democratizadora. Ciertamente, era una respuesta
adaptada a los tiempos, que entendió la importancia del protagonismo de las masas y que
supo canalizar la frustración de la derrota del nacionalismo imperialista, el antisemitismo, el
descontento producido por la crisis económica y por las duras medidas decretadas por los
vencedores de la primera guerra mundial.

Esta situación llevó al desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, conflicto profundamente


ideológico, en el que el régimen nazi desplegó una agresiva avanzada expansionista y una
declarada guerra al liberalismo, la democracia y el comunismo.

En el marco de este contexto, y con el fin de defender los valores ilustrados ante la amenaza
creciente que significaba el avance de la derecha radical internacional, se produjo una alianza
entre el capitalismo liberal y el comunismo representado por la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas(URSS), con el objetivo de ir en contra del enemigo común (según Hobsbawm, 1998).

Este panorama político cambió al terminar la guerra: las principales potencias europeas -Reino
Unido, Francia y Alemania- perdieron decididamente el liderazgo y Estados Unidos se reafirmó
como potencia económica y política, ante una Europa devastada por los conflictos bélicos. Por
tanto, la guerra significó el desarrollo de un mundo menos eurocéntrico, producto del declive
de las grandes potencias europeas (según historiador Hobsbawm, 1998).
Por su parte, el comunismo venía desarrollando un reducido espacio de influencia que, sin
embargo, era visto como un peligro para su antiguo aliado, lo que dio inicio a la llamada Guerra
Fría (según historiador Hobsbawm, 1998).

Sobre este naciente período bélico, acuñamos las ideas planteadas por Hobsbawm (1998) y
Fontana (2011), quienes analizan este conflicto a partir de la amenaza que la URSS
representaba para la aspiración de hegemonía mundial de los Estados Unidos aspiraba y por el
temor norteamericano hacia una creciente influencia geopolítica o ideológica del “comunismo”

1
(Fontana, 2011). Este miedo no se correspondía con el nivel de influencia y poder real de la
URSS, ni con una amenaza inmediata y plausible (según historiador Hobsbawm, 1998).

Sin embargo, el pánico comunista, promovido a partir del miedo honesto o del cálculo político
estadounidense, llevó a que Norteamérica desplegara una política polarizadora, que buscaba
aislar a los soviéticos y que llevó a que ambas potencias -las dos en posesión de la bomba
nuclear- mantuvieran un enfrentamiento indirecto a través de guerras focalizadas, como las de
Vietnam y Corea. En tal contexto

“Los norteamericanos se lanzaron […] a contener las reales o imaginadas amenazas comunistas
en todos los rincones del planeta. Veían el peligro tras los movimientos izquierdistas y los
sindicatos europeos o tras los planteamientos nacionalistas de África, en el sudeste asiático o
en América Latina” (según historiador Fontana, 2011: 91).

De lo anterior se deduce que el estallido de un sentimiento descolonizador del continente


africano y asiático, junto con el desarrollo de movimientos progresistas en América Latina
implicó el aumento del intervencionismo estadounidense en el tercer mundo. Latinoamérica
fue una de las regiones en que más se aplicó dicha política.

2. Latinoamérica y la Doctrina de la Seguridad Nacional.

América Latina durante el siglo XX vivió diversos cambios producto de las transformaciones
políticas que experimentó el mundo. Esta región fue una de las zonas más intervenidas por la
acción estadounidense.

En este sentido, Harry Truman, presidente de Estados Unidos, levantó una política de
contención del comunismo en Latinoamérica desde el año 1947, relacionando esta ideología a
la esfera de Unión de repúblicas Soviéticas. En este contexto se condicionó el apoyo
económico a los países que siguieran los lineamientos norteamericanos. Por su parte, los
gobiernos que no adhirieron a los intereses de Washington, debieron sufrir la amenaza del
intervencionismo político y desestabilización económica.

Esta política se vio incrementada luego del triunfo de la revolución cubana de 1959, proceso
que rápidamente adquirió un carácter antiimperialista. A partir de aquí, en toda Latinoamérica
se desarrolló un proceso de radicalización de los movimientos sociales, expresado en el
surgimiento de diversos movimientos guerrilleros y el nacimiento de grupos reformistas o
populares, entre otras expresiones. Igualmente, se pensó que era posible el desarrollo de una
revolución de carácter continental, siguiendo los postulados de José Martí (según historiadores
Pozzi y Pérez, 2012).

El triunfo de la Revolución cubana implicó cambiar la perspectiva y profundizar el


intervencionismo en la región: se estableció, en todo Latinoamérica, un programa de ayuda
económica, sindical, educacional y política, lo que se conoció como Alianza para el Progreso. El
fin de este plan era evitar nuevos focos revolucionarios producto de estructuras económicas
atrasadas y desiguales, dos elementos que habían influenciado el inicio de la revolución en
Cuba, según diagnóstico de EE.UU.

No obstante, esta forma de intervencionismo no consiguió sus objetivos inmediatos: el alto


nivel de agitación en América Latina continuó expresándose en diversos movimientos sociales y
en nuevas alternativas políticas que, dada la crisis que evidenciaba el desgaste del modelo de
sustitución de importaciones, plantearon la necesidad de implementar reformas estructurales

2
que rompieran con la dependencia y el atraso económico (según economista Manuel Riesco,
2012).

En tal escenario, Estados Unidos dio énfasis a un segundo proyecto, que se venía creando de
forma paralela, conocida como Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).

Este concepto, hacía referencia a una política de formación de militares latinoamericanos bajo
el mandato norteamericano, siguiendo la hipótesis de guerra cuya base era la lucha contra la
subversión del enemigo internacional (según historiador Roitman, 2013)1. La lógica de este plan
afirmó que existía una disputa constante en donde “[…] la subversión y el comunismo roían la
democracia” (Roitman, 2013: pág. 146). El enemigo principal, estaba representado por el
comunismo internacional, el cual se encontraba en los espacios nacionales “[…] introduciendo
el desorden social y político” (según Historiador Igor Goicovic, 2012: 41). En este sentido,
quienes fueron considerados como un enemigo interno fueron los partidos comunistas de cada
país, y las organizaciones que seguían políticas parecidas.

Así, comenzó a “[…] gestarse una cuasi uniformidad de los golpes de Estado” (Roitman, 2013:
146) en manos de militares educados en la Escuela de las Américas, centro de formación
militar estadounidense.

Este período se inició con la instauración de la dictadura en Brasil el año 1964 y culminó con el
golpe de Estado en Argentina el año 1976. A partir de aquí, se dió comienzo al período
denominado como época dorada de la dominación de Estados Unidos sobre América Latina. Lo
que se expresó, como se advierte, en el establecimiento de dictaduras por todo este espacio
geográfico.

El desencadenamiento de golpes de Estado, programados desde la Casa Blanca, se desarrolló


con el objetivo de articular un espacio geográfico latinoamericano afín a los lineamientos
políticos norteamericanos. En este contexto, Chile no estuvo al margen de dichos procesos e
incluso representó el país que más dificultades trajo a las pretensiones imperialistas
estadounidenses, ejemplo de esto es la política de desestabilización de la economía del
gobierno de la Unidad Popular y el apoyo a través de la CIA a los sectores proclives al golpe de
Estado de 1973.

Bibliografía:
Goicovic, Igor (2012) Movimiento de Izquierda Revolucionaria, Concepción Chile, Ediciones Escaparate.
Pozzi, Pablo y Pérez, Claudio (2012) Historia oral e historia política. Izquierda y lucha armada en América
Latina, 1960-1990, Santiago de Chile. LOM.
Roitman, Marcos (2013) Tiempos de oscuridad. Historia de los golpes de Estado en América Latina,
Madrid, AKAL.
Riesco, Manuel (2012) Parto de un siglo, Santiago de Chile, USACH.
Fontana, Josep (2011) Por el bien del imperio: una historia del mundo desde 1945, Barcelona, Pasado &
Presente.
Hobsbawm, Eric (1998) Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica.
Hobsbawm, Eric (2011) Como cambiar el mundo. Buenos Aires, Crítica.

1 Este representó un giro de una defensa hemisférica (muy característica antes de 1959) a una
protección nacional.

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