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BIBLIOTECA DE ESTUDIOS BIBLICOS ..

ERNST KASEMANN .

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EL . TEST AMENTO

DE JESUS

El lugar histórico del evangelio de Juan

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TEOLOGADO S 0
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EDICIONES SIGUEME - SALAMANCA 1983

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CONTENIDO

Presentación de la edición castellana 9

Prólogo: : . 19
Título original: Jesu letzter Wílle nacb [obannes 17

Tradujo:" Faustina .Martínez Goñi .· ·


1. El problema . 23

Revisó el contenido.: Senén. Vida! García


2. La gloria de Cristo . 29

3. La comunidad bajo la palabra ... .. .. .. ..... . 77

4. Unidad c ri s t i a n a , . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131

5. Conclusión · . . . . . . . . . .. 165

© J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen 31971

© Ediciones Sígueme, S. A., 1983

Apartado 332 - Salamanca (España)

Printed in Spain

I.S.B.N.: 84-301-0903-X

Depósito legal: S. 51-1983

Imprime: Imprenta «Calatrava»

Libreros, 29-39. Salamanca, 1983


PRESENTACION DE LA EDICION
("

CASTELLANA
i

- 1

Siempre ha resultado una tarea compleja presen­

tar las aportaciones del profesor E. Kasemann. En su

personalidad, caracterizada por encima de todo por

la fe, se dan l a · mano el talante inconformista y la

agudeza crítica. Talante y agudeza que ha ejercitado


1 •

también en su compromiso eclesial y que le han

acarreado no pocas dificultades y disgustos por parte


, ·

1•
del sector conservador de su iglesia Muy a menudo

sólo si se tienen en cuenta las inevitables tensiones

de su talante profundamente libre, se pueden com­

prender el sentido y alcance de algunas de sus pu­


2
blicaciones •

l. Cf. J. R. Scheifler, Ernst Kdsemann: exegeta, teólogo,

hombre, en la obra en colaboración Jesucristo en la historia


y en la fe, Salamanca 1977, 89-110, especialmente la nota 1
de la página 90. · .

2. Este es, por ejemplo, el caso de su obra La llamada


de la libertad, Salamanca 1974. Como. nota el mismo Kase­

mann en la introducción;' la tercera edición ha suprimido

el prólogo y el epílogo, así como «toda clase de alusiones

provenientes de una problemática demasiado concreta», p. 12.


JO Presentacián Presentacián 11

En este marco conviene recordar que esta peque­ No es, por tanto, el campo por el que es. conocido.

ña obra sobre el cuarto evangelio fue calificada, en el Por otra parte .los lectores de habla castellana cono­

momento de su aparición, como «material inflamable cen algunas de sus obras traducidas, pero ninguna de
3•
o explosivo» La polémica a que dio lugar es am­ ellas dedica su atención a la parcela de los estudios
6•
pliamente conocida y son ínnumerables los trabajos [u á n i c o s , aunque por razones diversas

que la han . tenido como punto de referencia funda­ ¿Qué pretende Kasernann con esta obra y cómo

mental 4. Y es la reacción provocada lo que mueve al alcanza sus objetivos? La obra es un intento de res­

mismo profesor Kasemann a constatar que en vez de puesta a la· pregunta que el autor ha tenido planteada

haber saltado en el mismo charco ( como decía en la a lo largo de cuarenta años y que responde a la pre­

primera edición), se ha precipitado en un nido de ocupaci6n fundamental del maestro de Tubinga en

avispas. su trabajo como profesor: el desarrollo histórico del. l


Conviene decir, con todo, que 17 años después cristianismo primitivo. ¿Qué lugar ocupa, en la his­

las reacciones se han acallado y la obra puede consi­ toria, del cristianismo naci_en:e'. el evangelio de Juan?

derarse como «historia». Es precisamente por ello ¿Cual es el momento histórico en que surge esta

que resulta necesario intentar situar la interpretación obra? La pregunta tiene su razón de ser específica:

de E. Kasemanri en nuestros dias, cuando el público la diversidad del evangelio de Juan respecto no sólo

de habla castellana se enfrenta con una . obra de pu­ de los sinópticos sino también de los escritos pauli­

blicación aparentemente anacrónica. nos, pide a voces una explicación.

Hay una segunda razón de cierto peso que fuerza Kasernann aborda esta cuestión desde el ángulo �

a unas pocas líneas de presentación. E. Kasemann ha de la escatología: ¿de dónde sale una escatología que
5•
dedicado sólo tres trabajos a la literatura juánica parece romper los moldes de la escatología tradicio­

nal del nuevo testamento? ¿cuál es su cuna? Para

3. R. Schnackenburg, BZ NF 13 (1969) 143-144, cita en

p. 143.
4. No es este el lugar de dar una nota bibliográfica que, Gottingen 1964, 155-180 (original de 1957); el tercero es la

en cualquier caso, resultaría demasiado amplia. Quien esté obra que hoy presentamos. · · ·

interesado. en· algunas recensiones y trabajos puede ver: J. 6.· En la obra citada en la nota 2 supra Kasemann re­

O. Tuñí, El cuarto evangelio: balance de un decenio (1964, nuncia a tratar del contenido de los escritos juánicos: «El

1973): Actualidad Bibliográfica SelL 11 (1974) nota 135, problema de los escritos· de Juan es ·tan complicado que no

p. 263 y nota 191, p. 268; Algunas obras sobre los escritos nos podemos dedicar a él» ibid., 185 y se dedica a comen.

[oanneos: Actualidad Bibliográfica SelL 14 (1977) 92-105. tar la frase «la verdad os hará libres». En la obra Ensayos

5. Ketzer und Zeuge. Zum ¡ohanneischen Verfasserpro.. exegéticos, publicada por Sígueme, Salamanca 1977, no se

blem, en Exegetiscbe Versuche und Besinnungen I, Gottin­ reproduce ninguno de los artículos · citados en la nota 5

gen 1960, 168-187 (original de 1951); At¡fbau und Anliegen supra, opción plenamente justificada dada la prevalencia de

des {obanneiscben Prologs, en Exegetiscbe Yersuche . . . JI, estudios paulinos. ·


12 Presentacián
Presentacián 13.

contestar a esta pregunta recurre Kasemann a un es­


1 . · La interpretación que hace Kasernann del cuar­

tudio de la cristología (cap. 2), de la eclesiología


to evangelio no es un aerolito caído del cielo de Tu­
( cap. 3) y de .la soteriología ( cap, 4 ). En definitiva, 8,
binga en el que se ha movido. el autor. La historia

el estudio que presentamos es un trabajo sobre la


de la lectura del evangelio de Juan muestra bien cla­
cristología del cuarto evangelio. Es importante recor­
} ramente que, desde el comienzo, esta obra se ha in- ¡
dar que el autor renuncia explícitamente a tratar de
terpretado preferentemente en círculos gnósticos y
las cartas juánicas. Y en su interpretación del cuarto
que sus principales defensores han sido los represen­
evangelio tanto la escatología como la edesiología y 9•
tantes de una interpretación pietista del mismo Ade­

soteriología dependerán directamente de la cristolo­


más no andaríamos muy descaminados si atribuyése­
gía. La tesis cristológica es, por tanto, definitiva.
mos al evangelio de Juan la cristología prevalente en
Los resultados del estudio son suficientemente
los modernos -que no monofisitas contemporáneos­
claros: el cuarto evangelio ha surgido en los límites
tratados dogmáticos, cristología de marcados tintes
del cristianismo del siglo I, en su camino hacia la
monofisitas. En esta línea la interpretación de Kase­
«gran iglesia». Y en él se puede apreciar el influjo de
mann no sólo tiene antecedentés -como él mismo
la gnosis y, por tanto, de una ideología aparentemente
reconoce- sino que tendría en su favor una gran
ajena al carácter fundamental del cristianismo nacien­
parte de los lectores e intépretes del evangelio a lo
te. El cuarto evagelio resulta por tanto una obra lin­
largo de casi veinte siglos. Por tanto no podemos sim­
dan te con la herejía, que se trasparenta en una con­
plemente desautorizar la interpretación de Kasernann
cepción cristológica ingenuamente doceta. Su entr�da
apelando al sentir mayoritario. El sentir mayoritario
en el canon se produjo por un error histórico de la
estaría -consciente o inconscientemente- en favor
iglesia.
de la visión que ofrece el libro sobre el cuarto evan­
Hasta aquí un resumen apretadísimo de la inter­
gelio. y aquí conviene que nos preguntemos si la
pretación de Kasemann. Antes de que. el lector des­
interpretación de Kasernann no es la que damos nos­
califique a priori el trabajo, apelando al carácter pro­
otros mismos a esta obra del nuevo testamento. Pero
vocador de las aportaciones de Kasemann, le propon­

go una serie de reflexiones que pretenden situar la 8. Ni siquiera por las repetidas alusiones de Kñsemann
a F. Chr, Baur, principal representante de la escuela de la
contribución de esta obra a la exégesis del cuarto
famosa. ciudad alemana.
7•
evangelio 9. Justificar. críticamente estas afirmaciones sería una la­
bor prolija, Pero tal vez es innecesario. Baste recordar la
atribución del cuarto evangelio a Cerinto (históricamente ana­
7. Para un ¡u1c10 más crítico de la obra de Kasemann
crónica, pero hermenéuticamente significativa), los comenta­
puede verse el Boletín citado supra nota 4: Actualidad .Bi­
rios gnósticos al cuarto evangelio (por ejemplo el de Hera­
bliográfica SelL 11 ( 197 4) 263;27 4.
cleón, conocido a través de Orígenes).
14 Presentación Presentación 15

entonces El testamento de Jesús tal vez nos ayude a tiene una importancia muy notable. La oposicron a

percibir los peligros a que estamos expuestos en una la interpretación de Bultmann al cuarto evangelio se

lectura de este tipo. constituye eri clave de. lectura de la obra de Kase­

mann. Porque hay una contraposición sistemática de


2. Precisamente amparándose· en la historia de la
puntos de vista. Sin ser tal vez de interés para el
interpretación del cuano evangelio, reacciona Kase­
público en general, este aspecto continúa constituyen­
mann agudamente contra el sentir, al parecer muy
do uno de los grandes atractivos de la interpretación
extendido entre los exegetas más recientes,. de que
kasemanniana. Y es aquí donde se puede percibir el
el evangelio de Juan es el evangelio de la sarx (car­
tono unilateral que muchas veces se ha subrayado
ne) de Jesús (cf. Jn 1, 14a), de que es la obra del
como característico de la ·exégesis de Kasemann. Y,
V abajamiento de Jesús, de su kénosis, de su plena in­
. lejos de I constituir una dificultad para el lector, es lo
(. cardinación en l a . vida humana. En esta misma direc­
que más puede ayudarle a captar los grandes interro­
. ción está la tajante toma de postura de Kasemann:
gantes planteados por el evangelio de Juan y que la
la afirmación . del carácter antidoceta del cuarto evan­
exégesis de . detalle pasa por alto demasiado a me­
gelio es un puro postulado. Con ello pone en cuestión 10•
nudo
el autor no sólo un dejarse llevar por la moda o por

la sentencia común, sino también el carácter enorme­


4. Quisiera añadir a los aspectos mencionados una

mente acrítico de la exégesis al uso, que no es capaz sospecha personal, mucho. más subjetiva, ,pero que

de cuestionarse las cosas . más elementales. Creo que


puede ayudar al lector a captar mejor la aportación

hay aquí una llamada urgente que no debemos des­ del libro: la tesis de Kasemann en esta obra es fruto

atender: la exégesis no puede domesticar la palabra . de un intento sobrehumano de ser fiel a la .verdad

de Dios, no puede suavizar las aristas cortantes de (es decir, al sentido del texto). En efecto, todo lo, que

las cuestiones polémicas y escandalosas, En este sen­ eh ella se dice acerca del· cuarto evangelio va contra

tido la obra de Kasemann continúa teniendo una los m á s íntimos sentimientos del profesor emérito de

· actualidad innegable. Tubinga: el desinterés por el Jesús histórico, el co­

mienzo del catolicismo primitivo, la vía abierta a la


3. Conviene recordar en tercer lugar que Kase­
dogmática de la gran iglesia, la ausencia de la tbeo-
mann tiene como interlocutor principal a lo largo de
l
toda la obra a su maestro R. Bultmann. En el prólo­

go a la tercera edición se defiende, no sin sarcasmo, 10. Un intento de encontrar una salida a la alternativa
entre Kasemann y Bultmann en J. O. Tuñí, Pasión y muerte
de la acusación de haberse dedicado a cortar el cor­
de Jesús en el cuarto evangelio: pqpel y significación: Re­
dón umbilical que le unía a su maestro. Este aspecto vista Catalana .de Teología � (1976) 393-419.
16 Presentación Presentación. 17

logia crucis, la iglesia separada del mundo (la secta). C reo que sería injusto no acabar esta breve presenta­

Es bien sabido que Kasemann ha sido un defensor ; ci n con una co


ó n statación: el im p acto que ha te ni do

incondicional de un cristianismo auténticamente lute­ El testamento de Jesús h a marcado indeleblemente la

rano. Y, si bien es verdad que su búsqueda apasiona­ exégesis j uánica de los· úl imos
t quince a ñ os. E n cua l­

da. de un cristianismo auténtico es una búsqueda de quier caso para este p resentador la obra ha sido el

un cristianismo crístocéntrico (y, en este sentido, el inter lo cutor direct o de más de doce a os
ñ dedicados

cuarto evangelio es para él la interpelación acuciante =-intermitentemente-> _1aL estud o i del cuarto e an e­
v g

por la relectura de cada .generación de la pregunta: li o. Y, Dios mediante , continuará siénd ol o.

«¿tú quién eres?»), sin embargo también es verdad

que ve en el evangelio de Juan el comienzo seguro J. O. TUÑí, S.J.

del desastre histórico que lleva a la iglesia a posicio­ B ar elona,


c ene o r 1 9 8 3

nes dogmáticas que alejan cada vez más al Jesús exal­

tado de su vida terrena que fue «tan adoceta». Es

por ello que me parece percibir en las páginas de la

conclusión un cierto desencanto y titubeo sobre el

sentido de la aportación juánica. Pero, a pesar de

todo, Kasemann subraya su sentido positivo ál decir­

nos que el cuarto evangelio, a pesar de ser una obra

heretizante, fue admitida en el canon «providentia


j
Dei». '

i
l.
Con estos breves párrafos esperamos haber mos­
!

trado suficientemente que el libro de Kasernann con-


1
\
tinúa teniendo una actualidad innegable. Conviene, l

con todo, subrayar una última cosa: es inevitable re­ 1

r
conocer que la obra ha perdido parte de la agudeza !

· cortante que la caracterizó en el momento de su apa­

rición. Pero la h a · per di do p recisamente po que r alg ­


u

nas de sus a p ortaciones fundamentales han sido incor­


11•
poradas a la exégesis actual del cuarto evangelio sideracién muy fructuosa dentro de la exégesis juánica: la
relación entre el evangelio y la 1 Jn. Es aquí donde hoy en

11. La aceptación cualificada de las· tesis de Kasemann día se perciben mayores avances: Cf., por ejemplo, R . . E.

es uno de los factores que ha abierto el camino a una con- Brown, La comunidad del discípulo amado, Salamanca 1983. ·

2
PROLOGO

El origen de las conferencias que se publican aquí,

después ·de haber sido reelaboradas, corresponde a las

«Shaf!er-lectures» dadas · los días 26-28 de abril de

1966 en la «Yate Divinity School». Responden a algo

que me venia interesando desde hace casi 40 años:

, el espacio histórico en el cual se debe insertar.el eoan­

) gelio de Juan,· Ya mi conferencia inaugural en Got­

i tingen «Ketzer und Zeuge» (Hereje y testigo) en 1951

intenté esto mismo. El hecho de que mi tesis fuera

· generalmente rechazada e. incluso fuera juzgada por

mi amigo E. Haencben, .en ThR 26 (1960) 281, co­

mo «una locura genial», me dej6 inseguro durante

mucho tiempo y me oblig6 a . una autocritica que me

hizo abandonar algunas hipótesis demasiado atrevidas..

Sin embargo, la diligente lectura de otras interpreta­

ciones así . como la propia exégesis. me ' impulsaron

finalmente a volver de nuevo al planteamiento de en­

tonces; no sin modificarlo, ciñéndome ahora al evan­

gelio y, sobre todo, profundizando más'. No es nece­

sario ser una · rana para saltar -dos- veces a la misma

charca. Además mis argumentos no son generalmente


20 Prólogo PREFACIO A LA 3.' EDICIÓN

nuevos, sino únicamente puestos de nuevo a la luz:

y expuestos de forma más unitaria. Naturalmente, no

me propongo explicar todos los problemas del evan­

gelio y mucho menos resolverlos. La cuestián que me

planteo debe tener ante la vista el conjunto, pero no

es preciso · que trate sobre todas y cada una de las

particularidades. Me basta con penetrar en el núcleo

de la problemática histórica, ya sea por los caminos

trillados, ya por derroteros hasta ahora no descubier�

tos. La amplia campiña que se halla a ambos lados


He de confesar que estoy muy contento con el
puede ser examinada más tarde.
eco que. ha suscitado mi librito. Evidentemente, no
' Mi trabajo lo dedico en recuerdo de aquella mu-
salté a una charca, sino a un avispero. No me queda
. jer que, en los años 1947-1948; salvó a un desconoci­
otro recurso que huir hacia adelante. Si ordinariamen­
do totalmente para ella del hánibre y del fracaso total,
te una mano lava a la otra, con mi análisis se han
haciendo así posible mi labor teológica posterior. Ella
afilado muchas plumas. Entro en este mismo juego
representa aquella hospitalidad y amistad · que se me
en numerosas notas del libro, y tengo que agradecer
ofreció en América en 1965-1966 a lo largo de más
a mis críticos que me hayan hecho más consciente de
de ocho meses en mis viajes por ese país. Estas con­
mi causa. Apenas he cambiado nada en el texto, aun­
ferencias, por supuesto, pueden parecer a alguno de
que he explicado algunos detalles y he tratado de me­
mis nuevos amigos allá escandalosas y algo muy poco
[orar el estilo. Lo mismo antes que después de mi
apropiado para expresar mi agradecimiento. Pues pa­
viaje por América, impedido en .gran medida por lar­
ra los anglosajones el evangelio .de Juan es especial­
gas enfermedades y por obligaciones de todo tipo, no
mente valioso, y una crítica radical en este aspecto ·

pude consultar suficientemente nueva bibliografía. En


puede muy fácilmente herir. Sin embargo, el autén­

la medida de lo posible esto lo he reparado ahora.


tico diálogo surge de que nos encontremos y estimu­ 1

Especialmente me alegra mucho la amplia coinciden­


lemos donde entran en juego cosas muy importantes.
cia con J. Blank, Krisis 1964, a la que llegamos in­
La marcha a través de campiñas carentes de peligros
l.

dependientemente el uno del otro. H. Conzelmann,


no correspondería ni a la riqueza de las impresiones
. · 1

por mí recibidas, ni a mis esperanzas respecto a una


en Grundriss der Theologie des Neuen Testaments

1967, 375, juzga, indudablemente no sin fundamento,


impetuosa y .jooen generación de teólogos que está

aflorando. 1 que el trabajo bistorico de Blank se halla inspirado

í
j'
22 Prelacio

1
l
demasiado por la dogmática catálica. Pero, en este

caso, me parece útil incluso para el moderno historia­ 1


EL PROBLEMA
· I

!
dor, el que la dogmática cat6lica -¡y por lo demás,

también la protestante!- haga caer en. la cuenta sobre

posiciones olvidadas o abandonadas precipitadameme 1

·¡
de la tradición eclesial y [ilosájica. El lugar del cam­

!
bio no debería molestar a nadie, si las indicaciones

· son importantes, sobre todo cuando la· nueva inter­

pretacián alemana de Juan arraig6 ya en la pasada

· generaci6n. En cualquier caso, me complace que oca­

sionalmente los frentes confesionales. se hayan hecho

exegéticamente insignificantes. Por eso más dolorosa­


Una: confesión muy especial debo hacer al prin­

mente me afect6 el dictamen expresado en Evan­


cipio: voy a hablar sobre algo que todavía no entien­
gelische Kommentare J (1968) 51, y sin duda dirigi­
do con mucha profundidad, aunque, irónicamente, se

do contra mí, de que algu�os dedican toda su vida


puede observar a este propósito que en la interpreta­

a «cortar el cordón umbilical que les une al gran .


ción raramente ocurre de otra manera, tal como lo

maestro». Sin embargo, en el caso de que ser discí­


muestra la historia· de la exégesis. Si se hubiera. en­

pulo se apoyara en un sano y exbibible cord6n um­


tendido realmente algo alguna vez, no· se necesitaría

bilical, en vez de hacerlo en el Espíritu, muy a gusto


en cada generación acometer de nuevo los grandes

dejaría el derecho de primogenitura a mis críticos.


problemas. Ya la gran cantidad de libros y de artícu­

los que aparecen continuamente muestra; sin embar­

Ernst Kasemann go, que nosotros, en nuestra explicación de las .cosas,

solo ocasionalmente llegamos al objetivo deseado;

Cayendo en el terreno de lo patético y generalizando,

se podría añadir que en cualquier aspecto de la vida

la comprensión efectiva y real se· da raramente y con

dificultad. Ordinariamente los hombres se encuentran

en una situación de incomprensión mutua.

Sin embargo, al historiador no le es bueno am­

pliar demasiado sus horizontes y sustituir lo concreto

por estructuras. Por eso voy a formular mi problema


El problema El problema 25
.fJ

con mayor exactitud: la investigación crítica ha he­ poco comprenderse unos a otros. Pero esté es nues­

cho ameos la opinión tradicional de que el · cuarto tro problema: en cierto sentido, los exegetas se han j
evangelio . fue escrito por el apóstol Juan. Pero no e�fo:z�do,. d�sde el siglo II, e�, descubrir la �ituación

ha ofrecido ningún sustitutivo aceptable de esta vi­ histórica olvidada en que surgio este evangelio. Aho- ¡

sión desfasada. Andamos más. o menos tanteando en ra bien, la multiplicidad de interpretaciones que se l
la oscuridad cuando tratamos de dar sobre el tras­ contradicen entre sí y que son en sorprendente me­

fondo histórico del evangelio una información que dida opuestas muestran más que ninguna otra cosa

determine el conjunto. En ninguna parte del nuevo que esta tentativa ha sido hasta la fecha vana. Esto

testamento tiene esto validez con tanta fuerza como no quiere decir que no se hayan abierto constante­

aquí, si bien en todas partes nos encontramos con mente nuevas posibilidades de comprensión, que, en

enigmas. Las denominadas introducciones han de cata­ parte, han puesto en evidencia auténticos proble­

logarse en gran medida en el tipo de los libros de mas y, . en parte marcan progresos a los que no se

cuentos, por más que su tono y su contenido, secos y puede renunciar. Un análisis imparcial mostrará evi­

sobrios, les hagan parecer reportajes de hechos incues- dentemente que del mismo modo la fantasía y la ig­

l tionables. El evangelista, al que llamamos Juan, pare­ norancia vuelven a ocultar continua e imperturbable­

� ce ser un hombre sin un perfil claro y definido. Es- . mente lo que ya se ha descubierto. La razón y · la

.f cuchamos su voz, que s�bresale claramente por enci- sinrazón .de la investigación se reflejan aquí de igual
1.
ma de otras del primitivo cristianismo, y, sin· embar- · · manera Sin embargo, solamente unos pocos intere­
' ..

go, no vemos claramente su lugar histórico. Mucho sados se muestran afectados seriamente por ese he­

de lo que nos dice esa voz es totalmente comprensi­ cho. El evangelio· en . su conjunto, históricamente, )

ble, y por ello siempre nos sentimos fuertemente con­ continú� siendo un enigma, a pesar de la aclaración
2•
movidos al escucharla. Pero siempre aparece como de algunos detalles

extrañamente· alejada de lo terreno. Todas las épo­

l. En este aspecto, no se debería olvidar la obra de


cas· de la historia · de la iglesia han· tenido esa impre­
F. Overbeck. Das [obanneseuangelium. Studien zur Kritik
sión y, precisamente por ello, han valorado esté evan­ seiner Erjorscbung, 1911. De un modo sarcástico opinaba en

gelio de la manera más sublime. Pero, en cambio; el la p. 79: «la moderna investigación respecto al evangelio de
Juan puede compararse a la comida de los osos, es decir.
historiador no puede contentarse con esto: No· puede a la costumbre que tienen de. lamerse las patas para de esa

trabajar sin el presupuesto del tiempo y del espacio manera saciarse». De un modo semejante, J. Wellhausen,
Das Evangelium [obannis, 1908, 3: «se cuelan los mosquitos
y tampoco en un mundo sin contornos. Debe situar y se tragan los camellos».

los hechos si quiere reconocer su objeto. Sin .un suelo 2. R. E. Brown, The gospel according to ]ohn I-IL
1966/1970 (ed. cast. El evangelio según luan I-II; Madrid
b a j o · los pies, l o s : hombres no pueden· estar ni tamo
1979), p. CXXVI s, podría, sin mucha aprobación, afirmar

' 1

¡
26 El problema El problema 27
J
Mi análisis quisiera al menos contribuir a enseñar . Juan 17 ofrece la base y la dirección a mis refle­

a ver este estado de cosas como un . reto para nos­ xiones. Cualquiera que sea la respuesta a la cuestión

otros. Por otra parte, la experiencia nos puede decir acerca del lugar originario de este capítulo, es inne­

que hay poca esperanza de alcanzar. y doininar lo que ·\-


gable que constituye 'un sumario de los discursos de
3• 4•
todavía no se ha conquistado Sin, embargo, el his­ Juan y en este sentido algo equiparable al prólogo

toriador no puede resistir la · fascinación de tal reto, Merecería la pena desarrollar el problema de nues­

lo mismo· que el alpinista· que ve ante sí el picacho 1 tro evangelio de aquí para atrás. Esto, naturalmente,

inaccesible. Su experiencia le enseñará que debe bus­ no puede hacerse con una exégesis minuciosa. Yo

car caminos más arriesgados, si los qué han sido ho­ elijo más bien palabras o frases clave del contexto o

llados en el pasado no conducían al objetivo desea­ conjunto, las cuales reflejan temas característicos del

do. Tal vez incluso le harán descender más. Pero pue­ mensaje juamco. Mi análisis se ciñe a los siguientes l

den también abrir nuevos horizontes y; . cuando me­ temas: la gloria de Cristo, l a . comunidad bajo la pa­

nos, perfilar más agudamente el problema que se nos labra y ' la unidad cristiana. Se tratan de forma suce­

plantea. De este modo se ganaría mucho, puesto que siva, si bien en Juan 17, lo mismo que en todo el

el preguntar correctamente o · el plantearse adecuada­ evangelio, se hallan tan entrelazados entre sí que no
i

mente una cuestión, porque las dificultades se han . ! pueden aislarse unos de otros. Por eso, en la argu­
1

hecho más claras, es el comienzo necesario y, frecuen­ mentación, no pueden evitarse las repeticiones y las

temente, el resultado más importante de la labor cien­ pretericiones o vacíos. La escatología juánica se tra-¡
t
tífica. 1 tará bajo los aspectos de la cristología, la eclesiolo­
1
gía y la soteriología. Sin embargo, mi objetivo propio
que, fijándose en la diversidad neotestamentaría, sin embar­
go, no era difícil situar a Juan en la corriente principal del
no es la interpretación teológica. Más bien desarrollo

pensamiento cristiano. Más razón tiene . C. H. Dodd, en llt­ la problemática teológica únicamente en cuanto que
terpretacién del cuarto eoangelio, Madrid 1978, cuando dice:
ella se puede utilizar como la clave para la cuestión
«There is no book either in the new testamcnt or outside it,
which is. really like the fourth gospel» ( «No hay libro bien histórica de la situación en que surgió el evangelio.
é n · el nuevo testamento o. fuera de él que sea realmente
Porque esa problemática debe insertarse en un de­
semejante al cuarto evangelio») o también E. Hirsch, en Das
vierte Eoangelium . . . 1936, 145: «es realmente el libro del terminado espacio de la historia del cristianismo pri­
nuevo testamento que se halla cerrado con los más fuertes 5•
mitivo y, a la inversa, de ahí debe poder deducirse
sellos contra la superficialidad».
3. E. C. Hoskyns, The fourth gospel, 51954, 20.49s quie­
re mostrar fundamentalmente qué el encuentro con la eter­
nidad oculta la situación histórica y acusa a la investigación
crítica de no entender esto. Sin embargo, todo encuentro con 4. Así también R. E. Brown, o. c., 745.

la eternidad ·está vinculado a una determinada situación his- 5. Así también R. Schnackenburg, El evangelio según

tórica. · · san Juan I-III, Barcelona 1980.


2

LA GLORIA DE CRISTO

. En l a . composición de Juan 17 el evangelista uti­

lizó sin duda u n . esquema literario. Es algo corriente

en . la literatura �niversal y también es usual en el

judaísmo y en el nuevo testamento. Su forma nos re­

1
cuerda las palabras d� despedida de un moribundo •

Es.ta forma se halla representada en el judaísmo por

. r

r el Testamento de los 1 2 patriarcas, y en el nuevo tes­

tamento, por el discurso de Pablo en Mileto, en

Hech 20, en la. semblanza del obispo ideal de 2 Tim

y en el tratado escatológico de 2. Pe. Transferida esa

forma literaria a la pasión de Jesús, sirve, en Me U,


para introducir material apocalíptico. El Jesús que

camina hacia la muerte anticipa· el futuro de sus dis­

cípulos vaticinando proféticamente, amonestando y

consolando. El cuarto evangelio transformó evidente-

l. Cf. E. Stauffer; Die Theologie des Neuen Testaments,


O. Míchel, Das Gebet des scbeidenden Erliisers: . Z.Sys.Th.
41948, 321s; W. Bauer, Das [obanneseoangelium, 1933, 207s;
18 (1941) 521-534; R. ·E. Brown, o. c., 598s. ·· ·
30 La gloria de Cristo La gloria de Cristo 31

mente esta tradición en una forma desacostumbrada. Jes ú s n o desempeña el mismo papel que en l os si­

No se puede hablar ya en serio de una apocalíptica. nópticos, y 11, 41s da la razón de esto: Jesús no

Cuatro largos capítulos, por tanto una quinta parte . necesita pedir nada a _su Padre,· pues él si mpre· Ie
e

del total, están entrelazados por el motivo del· dis­ -. escucha. En realidad, é l sól o puede d r
a g ra c as.
i Así

curso de despedida. Ellos contienen un peso en el su oración se diferencia de l a nuestra en que ella d a

I
marco de la composición que ni siquiera · les sobre­ t st monio, como lo hacen sus discursos, de su un
e i ió n

pasan los siguientes relatos de la pasión y de la pas- con el Padre.

cua. El disfruta de aquella re ia


g libertad y conc enc i ia

Ahora bien, ¿qué es lo que movió al evangelista d e qui n e se halla asociado inmediatamente co n Dios

a destacar de tal manera esta forma de presentación? y por es o no se preocupa. Juan 17 contiene real m en ­

No basta la contestación de que con ello se le ofrecía te súpli as, c pero en último término no es ni ng n u a

una manera adecuada de transición . a la parte final de oración de petición. Todo se mueve a q í u a la som­

su obra. Porque con está forma de presentación se bra de Un mayestático «yo quiero». Una procl ama­

asocia uria :pat�dojt( En' efecto, todo el evangelio ción dirigida al Padre se hace en voz a lt
a de tal for ­

muestra a Jesús como el' taumaturgo que· cu r a ; que m a que los _discípulos pueden oírl a ta mbié n. No ha­

resucita a' los riluettos y que no p u e d é ser apresado . bla el qu e ne esita


c ayuda, sirio el re elador, yv a sí l a

por ' sus e nem i os.


g E� él apare en c la re u s rre c ció n y o ra ión
c se convierte en promesa, admon c i ión , co n­

l a: v ida e terna personificadas. 'Pero un testamento en sue lo y profe ía. c Vista desde su contenid , o es u na

bo a del c du e o de la
ñ vida 'e s sin dud a algoprofunda­ p eza
i de instrucción, Io mismo que los discu s r o s de

'mente si n g la ,
u r {n o cab e imaginarse qu é' el evarlgelis� d esp dida e en su conjunto. Ahora b en,i la f orm a de

tii · no hubie�a e
r fl e
xio nado acerca de ello. ' P or' eso presentación de la oración deja bien claro q ue el des­

de
' beinos preguntarnos • por el moti v o . y fun ción . dé tino de los discípulos no está en su . ms an os. Sobr e

t al f orm a de pr es entar las ' cosas. Lo pri me ro q e ' u te­ 1


¡
ell s o se h a : decidido ya . desde �I . cielo . . El Cr st i o

conocemos es que ' aq u í . el evangelista . �st�ba. seña l an ­ l


1
joánico intercede en su favor ante el tr on o de Dios
! .

do n o sólo un período de la act a ión de u c J e sú s, sin o · para qu e esta de ci sión siga eri vigor. Así ejerce a qu ­ e

ta mbiéri · al mismo tiempo· de l a histori a de l a · co m u­ lla i nt r esión que,


e c según Rom 8, 34 y según l a car­
1
nidad: Esto se refleja ya eri él hecho de' que Juan 17 ta a os
l hebreos, corresponde al sumo s cerd t
a o e de

se halla compuesto, a diferencia de los capítulos ¡ los c ie los, al que está elevado a la d e tra
i s d e Dios
2•
precedentes, en forma de oración. Nuevamente .hay P adr e Los discípulos son testigos de 'un a c rive sa-
o r
, '· • • . . • 1

que advertir que no se trata simplemente de un re­


curso literario. E n nuestro ,evan elio, g la, oración de 2. R . . E. Brown, · o. c., 747s.
La gloria de Cristo 33
32 La gloria de Cristo

Así este capítulo no e s · un testamento en. el sentido


ción entre Hijo y Padre, en la cual se fija y determina

de herencia, sino en el de una declaración última


su camino. Ellos se ven introducidos así en un acon­
3• de. voluntad. de aquél que tiene su verdadero lugar
tecimiento profundamente divino En· el fondo no
. ' .

junto al Padre y cuya voz en la tierra es él. En -cier­


habla' aquí el que va a morir. Porque la muerte de
to, aspecto, se da también aquí el anuncio del eterno
,Jesús solamente se tiene en clienta en cuanto que da
evangelio del que habla el Apocalipsis ( 14, 6): La
lugar a . la situación de despedida de este mundo 4.

situación, el contenido y los receptores se han modí­

3. R. E. Brown, o. c., 582. ' ficado. Pero, de la misma manera que allí; se resume
. ¡ .

�- G. Bornkamm, Zur Interpretation des [obanneseuan­


aquí definitivamente un mensaje celestial.'.
gelmms: Ev.'J:1ieol. 2� ( 1968) 16s se queja de que yo no
n�e haya explicado .mas extensamente sobre el. conjunto del Pero .de este modo surge un nuevo problema. Co­

discurso de despedida. Pero esto no era posible en unas


mo en general el discurso juánico de despedida ___. ¡ y
conferencias de suyo sobrecargadas. Una digresión suplemeh-.
taria que se hubiera introducido alargaría desmesuradamente en fuerte oposición, por ejemplo, al sermón de la

el rígido montaje de mi análisis. Además, pienso haber ca­


: \ .
montaña!- Juan 17 es una instrucción privada y
racterizado de un modo claro el problema y el significado
de. este discurso. La cuestión decisiva puede exponerse así: secreta a los discípulos. Su horizonte abarca toda la

¿cómo se ha de conjugar con el mensaje cristológico funda­ historia terrena. Sin embargo, sólo los discípulos pue-
mental del· evangelio el que sólo aquí se explique in eaenso
den ser los oyentes y los que entienden. A ellos se
el tema antropológico de la fe impugnada? Yo contesto: la
marcha de Jesús permite constataciones fundamentales sobre les transmite una visión que el mundo no tiene ni
la presencia' del Cristo exaltado entre los suyos. La temática
I siquiera puede tener, aunque el mensaje, como tal,
«antropológica» sirve, por consiguiente, también a la cristo­
logía. Pero todavía más importante es el hecho de que .}a
muerte de Jesús ahí, tanto como los milagros y los' sucesos
de la pascua, no se consideran en sentido estricto histórico
o en el sentido usual «histórico-salvador» . . Simboliza más bien
es el reconocimiento operado por el Espíritu dé que la exalta:
en forma de modelo lo que · 1a fe experimenta siempre. É11
ción . . como meta es asimismo la clave para la · vida terrena
el plan. juánico, se vive también después de la pascua no
de. Jesús. Ya esta se halla en el signo de la gloria . . Contra
de aquello que ocurrió «una vez» o «una vez por todas».
ta .intención del evangelista, historiza Bornkamm la pasión
La fe se halla siempre situada de nuevo en· la lucha, en la - ¡
de Jesús. como el discurso de despedida y, por consiguiente
tentación de parecer haber sido abandonada . por su Señor.
la aseme¡a .a la presentación de los sinópticos. Esto vafe· tani'.
y orientada. a la venida del Paráclito en la palabra, si es que
· bién para las explicaciones de F. Mussner, Zoe, Die Ans­
quiere mantenerse. Así exactamente lo dijo ya, en 6, 66.s,
cbauung �om Leben imiviert!!n Evangelium, 1952, 8&: ,
del trato con el Jesús terreno. La· tribulación y la necesidad
5. As1, pues, la oración m es un acto de la entronización
permanecen aquí y allá, por tanto, iguales. Según eso, ¿cómo
· de Cristo como afirman T. Ar1:7edson, Das Mysterium Cbristi,
puede decir Bornkamm que el tiempo de' Jesús acaba con
1937, 132s; Dodd, Interpretact6n,. 419s, ni ha de restringirse,
su marcha? ¿Cóino pueden ser los discursos de despedida· una
con. Hoskyns, P. 494s, a una oración de consagración, El de­
«mirada retrospectiva», en vez de una promesa para el futu-
ducir con _W. Grundmann, .Zeugnis und · Gestalt des .: [oban­
1'0? También desde el recuerdo del Paráclito se proyecta so­
neseuangeliums, 1961, 76, del lenguaje relaciones eucarísticas
bre el· Jesús terreno lo permanentemente importante y lo que
sena: cuestionable aun cuando ese lenguaje fuera claro. Así
acontece de continuo. Tampoco lo «nuevo» después de la
también .R. E. Brown, p. 597, 746s, · ·
pascua es el encuentro con la gloria ·de jesúscomo tal. Nuevo

· ¡
34 · La gloria de Cristo La gloria de Cristo 35

no es incomprensible. De un modo característico; Juan, el cual lo hace incluso en la historia de la pa­

aparece ya en el v. 3, la palabra-clave «gnosis». Evi­ sión. Extrañamente, no obstante, en nuestro contex-

dentemente, con ello no se hace alusión a secretos o to, por una. parte se señala la gloria de Jesús como

misterios antropológico-cosmológicos, tal como los ya manifiesta, pero al mismo tiempo en cierto sentido

, transmite la predicación apocalíptica. Sin embargo, la como aún pendiente, es decir, completándose con· la
8•
verdad de cuyo conocimiento obligatorio y de cuya
I muerte de Jesús Pero no es de extrañar la tensión

aceptación se trata aquí, sólo se revela a los entendi­ como . tal entre ambas afirmaciones. Es algo normal

dos y elegidos, y por ello sé comunica en la-fol'má en gran parte del nuevo testamento. Allí nos encon-1
6•
� de un discurso secreto Esta comunidad a la que se tramos de continuo con el fenómeno de una doble

� dirige el discurso se halla más asociada al cielo que escatologí,a, a saber, a la. vez «pre�éntic�>: y «futúri­
9•
a la tierra. Aunque es terrena, se halla vinculada en ca» Ahi se expresa la idea o la intencron de anun­

su ser propio con el Padre y con el Hijo. ciar el fin del mundo como aflorando ya con Cristo

Estas notas introductorias pueden ser suficientes. en la presente realidad terrena. Con la cristología en­

Ellas deberían situarnos en la peculiar atmósfera de tronca asimismo en otras partes del nuevo testamen­

la que surge la problemática del evangelio. Ahora to esta doble escatología en cuanto que se diferencia

nos fijaremos en el texto mismo. El comienzo se ha­ el Jesús terreno del juez universal que ha de volver

lla determinado por la frase-clave de la glorificación o . el crucificado del resucitado o exaltado. Por consi­

de Jesús. Con ello nuestro capítulo .recoge nueva­ guiente, aunque Juan se halla aquí en una tradición

mente el mensaje de todo el evangelio. Y a 1 , 14 pre­ firme, sin embargo, la desarrolla, como en otras oca­
7•
sentó su contenido: «y vimos su gloria» Muy con­ siones, sorprendentemente e incluso de una manera

secuentemente, 20, 28s termina con la confesión de paradójica. También Pablo y los sinópticos saben de

Tomás: «Señor mío y Dios mío», y con la alusión la exaltación de Jesús terreno. Pero en el cuarto)

a los innumerables milagros y signos de Jesús que evangelio, domina en la presentación. en su c�njunto

podían contarse. Ningún · otro evangelio ha descrito y de antemano de tal manera la gloria de jesús, que

la confrontación de la tierra así como del creyente · la ordenación de la historia de la pasión puede con-

con la gloria de Jesús de un· modo tan intenso como

8. Este problema determina la investigación de W. Thü­

sing, Die Erbábung und Verherrlichung Jesu im [obannese-


6. Cf. sobre esto H. Leroy, Rátsel und Misverstiindnis. uangelium, 1960. .
Ein Beitrag zur Formgescbicbte des [obanneseuangeliums, 9. Traducimos. las palabras alemanas «prasentisch», «fu­
1969. . . turisch» por «preséntico» · y «futúrico». Aunque suenen a
7. Cf. mi artículo Auiba« und Anliegen des johanne­ barbarismo,. expresan mejor el sentido. Asf l o · haremos en
iscben Prologs, en Ex.Vers.tt.Bes. 11, 1964,· 155-180. adelante {NT).
La gloria de Cristo 37
36 La gloria de Cristo

de mostrarlo en la ignominia de la cruz y, nuevamen­


vertirse en un problema. Prescindiendo de unas po-·
10, te, en un repentino cambio, en la gloria y la resurrec­
cas observaciones que la señalan previamente se la
ción. Juan, naturalmente, encontró previamente esta
tiene en cuenta sólo al final. Casi se podría decir que
tradición y no desechó. su esquema, cuando le pareció
encaja sólo porque Juan no podía pasarla por alto y,
útil e incluso imprescindible. Sin embargo, la manejó
sin embargo, tampoco podía encajar en su obra su
con la mayor libertad y la quebrantó sin miramientos
forma fija transmitida. El se las arregló imprimién- . . '

11• cuando fo exigían sus intereses. Por eso la expulsión


dole los rasgos de la victoria de Cristo En todo
de los mercaderes y la purificación del templo tienen
caso, él no describe el camino de Jesús como un pre­
lugar ya al principio de la vida pública de Jesús, si­
ceso que conduce del anonadamiento a la exaltación.
l
guen múltiples viajes con ocasión de las fiestas a Je­
Cuanto más a menudo, particularmente en el es-
rusalén, el milagro de Lázaro inaugura y fundamenta
pacio anglosajón, se ha destacado la coincidencia del
la pasión, y unos concretos temas teológicos determi­
marco del evangelio con los sinópticos, tanto menos
nan la estructura del evangelio. Que la categoría del
sirve de base aquel modelo que hace entrar al Maes­
Maestro galileo no se ajusta a aquél que, como un
tro galileo con honor mesiánico en Jerusalén, antes
mistagogo, se enfrenta con el mundo con largos mo­

10. La estadística de Bornkamm en Interpretation, p. 18, nólogos, discursos simbólicos y predicciones misterio­

podría hablar más en · favor que en contra de mí. Un evan­ sas, que provoca falsas interpretaciones y propone la
gelio no puede pasar por alto evidentemente l a · muerte de

Jesús. No hay que preguntar con qué frecuencia se alude a crisis del mundo, es cosa evidente. Ni las reminiscen­

eso o a las circunstancias que la acompañan. Más bien se cias históricas, ni un pensamiento que hay que de­
trata de c6mo se la interpreta. En 7, 30; 8, 20 se mues­
12•
tra ante todo la exaltaci6n del Jesús terreno y s� preanun­
sarrollar Ciertamente, se puede y se debe plantear

cia el posterior arresto. En 12, ls.23s.32; 13, 1, se entiende

la muerte como el camino a la gloria del Exaltado. Esto


12. L. Schottroff, Der Glaubende und die [eindlicbe
vale también para 2, 19s; 3, 14, los cuales lo mismo que
Welt, 197�, 229s. va todavía más allá. Si la autora, en el ar­
_ 10, V, utilizan un material tradicional. Pues' con la f6rmula
tículo Heil als innenoeltliche Entweltlichung: Nov.Test 11
«entregar su vida» se designa· la acción extrema del amor.
(1969) 295, rechaz� ú_n\cament; . u n esquema temporal inter­
Para una tbeologia crucis, no se consigue nada con todo eso.
pretad? en. forma h1stonco-sa�v1fica, ahora en la p, 229s. 275,
_S� mue_strn. únicamente que Juan utiliza concepciones pre­
den<;>mma. m��ecua?o, t?do sis�ema temporal. En· cuánto que
viamente· dadas sobre la muerte· de Jesús como motivo para
su mvesngación histórico-religiosa permanece teológicamente
una interpretaci6n propia. No ocurre lo mismo con 1, 26.29,
en el marco de la. teología existencial de Bultmann y de H.
los cuales no los pone por casualidad en boca del Bautista y
Braun, y por ello · no por casualidad se orienta constante­
así se hallan caracterizados como una tradición de la comu-
mente al aspecto del creyente, debe interesarse ella en, ú n a

nidad. '
escatolog�a estrictamente «preséntica». y· puesto que para
11. Ahí puedo seguir yo totalmente l a · presentación de
mí .la primacía de la cristología y de la palabra ante la fe
W. A. Meeks, The propbet-king. Mases traditions and the
es importante, estoy yo por una más intensa diferenciación
[obannine cbristology, 1967, 63-81, a la vez que no compar­
:y u�a comprensi6n !11ás atenuada y suave · de la escatología
to su énfasis de la pasión en su recensión en Union Semi­
judníca, como todavía · está por explicar.
nary Quarterly Review 24 11969). ·
38. . La gloria de Cristo La gloria de Cristo 39

la cuestión de hasta qué punto el evangelio corre. empresa . Las sátiras a esta técnica de transformación

paralelo a los esquemas sinópticos y cómo refleja en da ñ a r ía n a las buenas costumbres. Ahora bien, el
13•
detalle sus. puntos más importantes Pero si esto evangelio de Juan es la palestra preferida para tal

se hace en interés de la posible aproximación, en praxis.

lugar de buscar .el contraste, y si se dislocan o des­ Lo que se trata de lograr metódicamente como

plazan los acentos juánicos propios;' entonces la inter­ armonización o como complementariedad a la tradi­

pretación se pasa al bando de la apologética. Aquí, ción sinóptica, está a la vista: encontrar, también en

lo mismo que en otras partes, se demuestra eviden­ el cuarto evangelio, una cristología del anonadamien­

temente que la marcha triunfal de la crítica histórica to. La polémica con aquella interpretación liberal,

en el campo de la ciencia neotestamentaria única­ que caracterizaba unánimemente al Cristo juánico co­
14,
mente fue posible de una manera limitada. No se mo al Dios que camina sobre la tierra se deja a un

explicaba suficientemente la problemática fundamen- . lado por lo general o se la destierra a la exégesis de

tal y se utilizaba el método únicamente en el campo d etalle. Pero aquí se trata de uno de los más impor­

de lo superficial. Se pretendía con él, no ya lograr tantes, si no el más decisivo, de los problemas de la ·

los distintos: matices y los casos discrepantes, sino interpretación. Si eso no se capta temáticamente, se

la armonización. La crítica histórica ha vencido hoy incurre en · 1a sospecha de no haberlo conocido siquie­

en toda la línea, porque se ha conseguido domesti­ ra. Los problemas no pueden ser sustituidos, sin em­
.}

carla ad usum Delpbini. Su tarea no es ya el hacer bargo, sencillamente como los vestidos, por las crea­

patentes las cosas extrañas y el mostrar las concepcio­ ciones de una nueva moda. El problema de la gloria !

nes tradicionales como problemáticas. Con mucha fre­ divina del Cristo que carnina sobre la tierra en el

cuencia, se intenta llevar el modo conservador de con­ cuarto evangelio no está. aún solucionado sino plan-

siderar las cosas a posiciones ventajosas en el campo

neutral de la· labor propiamente teológica y mostrar

los dientes venenosos, oportunamente, a la crítica ra­

dical. Entonces las batallas se libran en la sala del 14. Fr. Chr. Baur, Kritiscbe Untersuchungen über die

kaitonischen Boangelie» . . . , 1847, 87. 313; G. P. Wetter,


teatro y sólo se desarrollan con la utilización de. car­
Der Sohn Gottes, 1916, 149; W. Lütgert, Die [obanneiscbe
tuchos del fogueo. El happy end o final feliz es, no Cbristologie,
2
1916, 55s; Hirsch, o. c., 138, son representa­

solamente la ilusión, sino la estipulación tácita de la tivos. Como deuda de honor, hay que reconocer. aquí que
la interpretación. de Hirsch, comprensible por las circuns­
tancias de su aparición, sin razón se ha desatendido de múl­
tiples maneras. Ella pertenece a las grandes interpretaciones
13. Cf. C. H. Dodd, Tradicián bistárica en · el cuarto de Juan de nuestra época, puesto que representa de la ma­
evangelio, Madrid 1977., como representativo. nera más pura el tipo de la ·exégesis idealista.
40 .· La gloria de Cristo La gloria de Cristo 41

15•
teado de la forma más aguda, si se escuchan las pala-. de la encarnación? ¿Significa· la afirmación de que

bras del prólogo: «el Verbo se hizo carne». el Verbo se hizo carne algo más efectivamente que

¿Con· qué razón se hace de esta afirmación casi él bajó . al. mundo de los hombres, que se puso

siempre el centro y el tema propio. del evangelio? . en contacto con lo terreno y que así hizo posible el
16•
Naturalmente, que abre y fundamenta la posibilidad encuentro con él? ¿No se halla totalmente a la

de. escribir una historia terrena de Jesús. Sin embargo, sombra de aquella otra afirmación «y contemplamos
17,
se debe preguntar: ¿en qué sentido es carne ésa que su gloria» por la que sólo se ve llena de su conte­

camina sobre las aguas y que penetra por las puertas tenido? No me interesa negar totalmente los rasgos

cerradas, a- la que no pueden apresar sus esbirros, que del anonadamiento del Jesús terreno en el cuarto

en el pozo de Samaria, cansada y sedienta, al mismo evangelio. ¿Pero caracterizan la cristología juánica de

tiempo no necesita beber y que tiene otra comida dis­ tal manera que se hace creíble, a través de ellos, el

tinta de aquella por la que se preocupan sus discípu­ «verdadero hombre» de la dogmática posterior encar­
18•
los? -Jesús no puede ser engañado por los hombres, nacional? ¿Representan ellos algo más que un mí­

puesto que él conoce, incluso sin palabras, su interior, nimum indispensable del decorado para aquél que

que tan poca confianza merece. El discute con ellos

desde la infinita distancia de lo celestial, no necesita

el testimonio de Moisés ni del Bautista, se distancia


15. G. M. Davies, The humanity of ]esus in ]ohn: JBL
de los judíos, como· si no fueran· su pueblo, y de su
70 (1951) 109, establece, según eso: «there is no true hu­
madre como ·de aquella cuyo Señor es él. El permite; manity here» (aquí no hay verdadera humanidad). Por el
contrario, G. Bornkamm, lnterpretation 21; denomina la en­
sin inmutarse, que Lázaro quede cuatro días en el se- •
carnación no como un medio para la revelación, sino -corno

pulcro y se dirige; voluntariamente y como un vence­ la misma revelación. Si se afirma correctamente que en l.
14 no pretende caracterizarse a Jesús como Dios sino como
dor, hacia su propia muerte. En todo eso, de una
el Lagos de Dios, sin embargo esa · no parece la alternativa
manera desapercibida y sin motivo alguno, advierte con respecto a 1, ls; 20, 28. W. G. Kümmel, Die Tbeologie
des Neuen Testaments nacb seinen Hauptzeugen, 1969. ex­
el evangelista qué ese Jesús se halla siempre en el seno
plica, en P. 251s ·que, como Lagos, sería denominado Jesús
del Padre· y que los ángeles bajan . hacia él y suben el Dios que se revela, pero mantiene en la p. 241 que él es,

de nuevo desde él, que es una mism�· �osa con el Pá­ para Juan, sin restricciones un · hombre terreno.
· 16. Así Fr. Chr. Baur, p. 97.
dre. El que tiene ojos para ver y oídos para oír, .ve 17. uu., 94s.

y oye sin más y percibe, no sólo desde el prólogo · 18. De un modo ejemplar es afirmado esto por Hoskyns,
p. 17s; Dodd, Interpretación, p. 249; Mussner, Zoe, p. 82s;
y de labios. de Tomás; sino desde todo el evangelio, E. M. Sidebottom, The Cbrist of the [ourtb gospel, 1961,

aquella confesión: «Señor mío y Dios mío». ·¿Cómo 166s: Sin embargo, más o menos, toda la moderna interpre­
tación sigue esta línea, dominada por la idea de la encarna-
se ajusta todo . esto con una concepción �ealística ción. ·
42 La gloria de Cristo La gloria de Cristo
1 43
(

19
mora durante un breve tiempo entre los· hombres es al mismo tiempo el nuevo Adán y el anthropos
20, 23 •
y que parece ser su igual sin someterse, sin embar­ celestial De un modo correspondiente, para Juan,

go, a lo terreno? Su muerte tiene lugar esncruz • 1 la obediencia es la marca del Hijo del hombre, el cual
1

como lo exige la tradición. No obstante, est cru no · no sólo participa en la misión de Dios, sino que tam­
\
es ya el patíbulo de aquél que se hizo acorrí aña de ;
_

bién la realiza. El encuentra en el cumplimiento de

malhechores. Es la prueba del amor de Dios que se la voluntad de Dios su alimento, que le dispensa de

entrega y un retorno victorioso desde lugar ajeno al la comida terrena y le une con el Padre celestial.
21•
Padre que le había enviado Así esta obediencia del Jesús terreno, en Juan, de

Esta línea de argumentación no se contradice por un modo distinto a lo que ocurre en Flp 2, 9, no se
24,
el hecho de que el cuarto evangelio hable de una ma­ ve recompensada con la exaltación sino que ter-

nera clara de la obediencia de aquél al que ha enviado mina e�, el�� �lla es la f�rma y la 1 /

22•
el Padre No se puede negar que ahí aflora la tra­ concrecmn de a glona de Cristo en el tiempo de �

dición de una cristología del anonadamiento, tal corno su encarnación, en la cual, por otra parte, la divini-

la conocemos por Flp 2, 7s. Sin embargo, es discu­ dad afirmada por él es malentendida, provoca oposi-

tible si Juan nos permite montar sobre eso una inter­ ción y necesita de una revelación más definitiva. L?

pretación en el sentido de esta cristología del anona­ fórmula «el Padre que me ha enviado», no es, final­

damiento, Ni siquiera puede entenderse a Pablo en. mente, en nuestro evangelio, ni la única fórmula cris­

el . sentido de que, para él, la obediencia de Cristo tológica ni la más característica. También ha sido

fuera simplemente signo de su anonadamiento. Por­ enviado por Dios, según 1 , 6, el Bautista, y «ser en­

que, según Rom 5, 12s, Cristo, como el obediente, viado» no significa, en primer lugar, otra cosa que
25•
«ser autorizado» Con todo, según una sentencia

rabínica, el delegado es el representante del que en-

19. Cf. el «y habitó entre nosotros» 1, 14, que es re-. vía y debe ser equiparado por el receptor con éste.
cogido por la paradoja «un poquito» de los discursos de des­
Por eso, en el evangelio, la fórmula «el Padre que
pedida en 14, 19; 16, 16s y así como en 7, 33; 12, 35;

13, 33.
20. Los malentendidos en 6, 42; 7, 27.35s; 8, 48. 53: 23. Contra Bornkamm, Interpretation, p. 10, se halla
9, 29 proceden de la problemática de la humanidad de Iesús, totalmente apoyada mi interpretación en la cristología neo­
21. Cf. E. Haenchen, Historie und Geschichte in den testamentaria de otros lugares.
;ohanneiscben Passionsbericbten, en Ges.Au] s. II, 1968, 184. 24. La interpretación de Thüsing se orienta totalmente

207. por el esquema de Flp 2, 6s. En esta orientación puede estar


i
¡,
22. Contra E. Haenchen, Der Yater, der micb gesandt el error decisivo de su investigación, cf. p. 223. Blank,. p. 84.
· bat: NTS 9 (1962,63), 208-216; Sidebottom, p. 194, expre­ 268s igualmente censura esto. .
sado anteriormente por Dodd, Interpretacián, p. 254. En 25. Acertadamente, Blank, p. 70s, si bien yo no ha­
contra Lütgert, p, 23s; Blank, Krisis, p. 113. 123, entre 'otros. blaría de «expresión sacral-jurídica».
44 La glotia de Cristo
La gloria de Cristo 45

me ha enviado» se intercambia constantemente con


· ello, incluso en la tierra siempre está totalmente jun-
la otra . de ser uno con el Padre, la . cual es la que
to a Dios. .
únicamente le otorga su sentido cristológico especííi-
Así, pues, el camino del Cristo juánico no puede
26
� co • Jesús es el enviado celestial, que actúa a partir
representarse como el desarrollo desde el anonada­

' de su unión con el Padre y que, según 1, 1 8 , como miento hacia .la exaltación. ¿Se puede hablar, en lu­
su «exegeta», supera, en su especial dignidad, a to· gar. de eso, de la paradoja de una exaltación que se
do lo que ha podido ser enviado en otras ocasiones.
encubre en el anonadamiento, como se hace corrien­
A partir de ahí, en modo alguno se puede deducir 27
temente hoy? •

una cristología subordinacionista, aunque es relevante


Nuevamente hay que decir que extraña cuán raras
y notable la diferencia entre el Padre y el Hijo para
veces se consideran con esmero los problemas funda­
Juan. Sin embargo, lo es a partir de la idea de reve­
mentales de interpretación del cuarto evangelio. La
lación. En ella se deja bien establecido que no hay
interpretación, interesada en buscar componendas. en­
ningún acceso a Dios excepto por Jesús y, a la inver­
tre las posibilidades extremas de explicación, se agarra
sa y consecuentemente, Jesús no posee ninguna otra
con todo empeño a fórmulas con las que se deja cons­
función o autoridad que la de ser el revelador de 28•
tatar un estado dialéctico de indecisión Precisamen­
Dios. Si se aíslan las fórmulas del envío por el Padre
te de esta manera surge el mayor peligro. Las expli­
y de la unión con él, se llega al subordinacionismo
caciones unilaterales . cavan su propia fosa o, al me­
o . al diteísmo. Pero son correlativas y complementa­
nos, se desenredan de una discusión correctora. Fór­
rias, ya que sólo ambas juntas describen este hecho
mulas dialécticas como la de la paradoja anonadamien­
de que Jesús no es otra cosa que el revelador y, por
to-exaltación otorgan a la comprensión un campo de
otra parte, que es el único revelador de Dios y, por \
juego tan amplio que permiten asociar en ellas las
1

cosas más diversas. La claridad de pensamiento se ve


1

suplantada por la fascinación de los eslogans. Una

auténtica paradoja entre el anonadamiento y la exal-


26. Así también Blank, p. 113. En contra de nuevo ;E.
Haenchen Von Wandel des [esusbildes in der frühen Ge­
-meinde ;n Verborum Veritas. Festschrift G. Stáhlin, 1970,
27. Defendido de una manera característica por Hos­
3-14 c�n ayuda de una estadística, p. 12; lo .mismo Küm­
kyns, p. 81s; C. K. Barrett, The gospel according to st.
mel Theologie, 242s; F. Hahn, Der Prozess Jesu nacb dem
[obn, 1956, 77; Sidebottorn, . p . 80: John's theme is «glory
Joh�nnesevangelium, en Ev.-Kath.K:ommentar- zum NT. Vor­
in humiliation», - ..
arbeiten Heft 2, 1970, 23-96 armonizando en �a p. 95. Lo que
28. Esto se refleja de un modo muy _notable en T. W.
me parece decisivo es ver qué tipo de expresiones se desa.rr�­
Manson, On Paul and [obn, 1963, Uls. 152s, donde la his­
Ilan en cuanto al contenido y dan al evangelio su peculiari­
toria y la dogmática, la experiencia del amor y la metafísica,
dad. Pero eso no se descubre para nada en las estadísticas ·
la divinidad y lo humano sometido a ella se hallan equili­
y en las armonizaciones.
brados.
46 · La gloria de Cristo La gloria de Cristo
47

32•
tación del Jesús terreno sólo puede ser afirmada, si / la unión con el Padre En realidad, no se cambia a

se puede hablar en serio de la atribulada humanidad sí mismo, sino cambia su lugar. Se entrega al destino

de Jesús expuesta al mundo, al sufrimiento y a la humano para de un modo divino salir airoso de él
29•
muerte El encubrimiento de un ser divino en el y superarlo.

anonadamiento puede parecer paradójico, pero no es Un desarrollo, una transformación particular no


30•
real Es, en último término, la posibilidad de co­ puede darse en aquél que es él mismo el camino y,

municación entre lo desigual y, por ello, entre lo se­ por tanto, el comienzo y el fin para los que le siguen,

parado y, por consiguiente, algo · adecuado y lógico, el lugar firme para aquellos que sin él se ven entre­

y así también plenamente comprensible en el plano gados a la ifitranquilidad. Puesto que él es la vida y

racional. Este encubrimiento denota condescendencia, la resurrección, el mundo del sufrimiento y de la

pero no antinomia. Tiene sin duda sentido el advertir muerte, incluso en el acto de morir, no .tiene ningún

que en el cuarto evangelio se habla de un anonada­ poder sobre él, al que el Padre dio el poder sobre

miento de Jesús. Su envío le obligó a bajar del cielo todas las cosas. Ese mundo es, para él, morada de

1
a la tierra, y tal anonadamiento acaba por la exalta­ p aso , y el anonadamiento en él no significa otra cosa

ción en su retorno. Sin embargo, anonadamiento y que el sentirse en tierra ex trañ a. Su humanidad puede

31
exaltación no se hallan separados como etapas de . s u s citar de continuo malentendidos y .escándalo. Pero

· un camino. Se asocian y se vinculan mutuamente en no actúa ella como tal, sino como medio de su llama­

cuanto que el Cristo terreno que penetra en el mundo, da a reconocer al Creador, al creer al Hijo. Paradó­

en el sufrimiento y en la muerte, no se desvincula de jica no es la asociación de anonadamiento y exalta­

ción como tal, puesto que el anonadamiento única­

mente hace posible la epifanía y la presencia de la

29. En este sentido reflexiona y fija la idea de la paradoja


gloria y, por ta n t o , representa su concreción. Cho-\
R. Bultmann, cf. por ejemplo, Teología del. nuevo testamento,
cante y paradójica es únicamente la pretensión de
Salamanca 1981, 463s. Esto lo mejora todavía Conzelmann,

Grundriss, 355s: «theologia crucis in ·der scharfsten Pointie­ exclusividad con la que Jesús asocia la salvación a
rung» ( «la teología de la cruz en su acentuación más aau­
' su mensaje y a sí mism o . '
da»). Esto se desarrolla en la p. 379: «ahora no se presenta

nada... fuera de la impotencia. La fe entiende que precisa­ Los sinópticos, Pablo y también I� Carta a los
mente esto es la revelación de la gloria: la cruz es la exalta­
hebreos, se esforzaron por encontrar una conciliación
ción». Para mí esto es totalmente ininteligible, puesto que

el evangelio en ninguna parte habla de la impotencia de [e­ entre la cruz y la exaltación e hicieron esto de diver­

sús, y, por consiguiente, ella paradójicamente no puede iden­


sas m a ner a s . juan es , que nosotros sepamos, el primer
. tificarse con la gloria de Jesús; cf. asimismo L. Schottroff.

Der Glaubende, 274. 277s.


30. · Cf. Lütgerr, p. 21.
32. Cf. Blank, p. 92.
31. Contra R. E. Brown, p . . 541s.
48 La gloria de Cristo La gloria de Cristo 49

cristiano que utiliza la vida terrena de Jesús sólo nariamente, se parte de la preponderancia de· l a · de­

como un pretextó del Hijo de Dios que camina por nominada escatología «preséntica», que de hecho es

el mundo de los hombres y la describe como el espa­ especialmente característica de nuestro evangelio. Si­
33.
cio de 'la irrupción de la gloria celestial Jesús es el gue.discutiéndose, en el marco de esta comprobación,

Hijo del hombre en cuanto que en él el Hijo de Dios la cuestión de la frecuencia e importancia de los res­
34. 36:
se nos aproxima como terreno Y el que el cuarto tos de una escatología «futúrica» En cualquier ca­

evangelista con este título del juez universal apoca­ so, es cierto que Juan no conoce ninguna expectativa

líptico perfile la existencia terrena de Jesús señala · próxima y ningún drama final· cósmico en el sentido

su radicalidad. El Hijo del hombre no de la apocalíptica. Su pertenencia a la tercera genera­

es ni un hombre entre los demás hombres ni tam­ ción cristiana se muestra en la reducción de la -esca­

poco la representación del pueblo de Dios o de la t o l ó g í a .futúrica al , campo de la antropología. Esto es


35,
humanidad ideal sino Dios que baja a la esfera verdad incluso· cuando se considere el. estado actual

· /predsamente
humana y que allí se hace epifánico. Dieciocho siglos del texto 'como originario, es decir, aun cuándo no sé

quedaron fascinados por esta imagen del Cristo juá- rechacen como glosas posteriores aquellos pasajes que

nico y , · con su fe, hicieron justicia al prólogo y· a la tratan de la resurrección futura de los muertos .. Pues­

confesión de Tomás. La iglesia de .todos los tiempos. to que la revisión · redaccional del evangelio aparece

suscribe aquella frase: «vimos· su gloria» y acepta atestiguada en el cap. 21, no se puede rechazar de

por ello el evangelio que pone de manifiesto esa pro­ principio la posible presencia de tales glosas. En fa­

posición. vor de Una operación crítica habla el hecho de que

Hemos dado un largo rodeo para poder captar de se trata únicamente de unos· pocos versículos. que se

una manera adecuada el problema de la doble escato­ muestran en una formulación estereotipada, los cuales

logía y de la cristología que de ahí resulta. Ordi- no cuadran ni con elconjunto ni con el .contexto. Sin

embargo, aun cuando se deje al texto' su forma :tra­


. . . . .

dicional, sólo se conservan algunas reliquias pobres


33. Por eso se ha de hablar contra Barrett, 58 sin. duda·
de una cristología «más alta», si es que se puede destacar con 'de la concepción pre-juánica. Ellas no presentan nin­

Barrett, 77 la humanidad y la subordinación de Jesús a su


gún tipo de contrapeso vital contra la orientación es­
Padre;
pecífica juánica, sino que impiden s u , agudización más
34. Cf. R. Schnackenburg, Der Menschensohn im Johan­
nesevangelium: NTS 11 (1964-65) · 123-1:37); Blank, · .p. 82;
extrema.· El evangelista no se habría despojado del
Kürnmel, Theologie, p. 246s. R. Leivestad, Der apokalyptis­
todo . de los residu�s del pasado.' Habría ·.conservado
che Menschensohn ein tbeologiscbes Pbantom, en Annual'·of

tbe Sioediscb Tbeological Institute VI, 1968, 49-10.5.


35. Contra Dodd, Interpretación, p. 248; Sidebottorn; 36. Kümmel, Tbeologie, p. 262, la denomina incluso ne-
p. 97s. cesaria; d. p. 243. ·

4
50 La gloria de Cristo La gloria de Cristo 51

la esperanza individual de la resurrección futura, al de su crudeza, al tratar de c�nciliarlas con la expec­


40
abandonar la esperanza apocalíptica del próximo final tativa f u tu ra . de la iglesia • Así no se advierte su
37,
y dé un mundo nuevo futuro sobre la tierra Ya carácter a todas luces polémico que aparece, por ejem­

veremos más adelante que tal manera de ver las cosas plo, en el cap. 11. Pero sobre todo no se ve ahí,

no puede calificarse como totalmente imposible . . en general, o cuando menos no se presenta con cla­

La problemática que tocamos aquí nos obliga en ridad, que estas afirmaciones proceden de una tradi­

todo caso a reflexionar con mayor exactitud sobre la ción fija, preservada de diversas formas por el nuevo

específica predicación juánica en este punto. Ella pre­ testamento.

senta su especificidad en que del creyente se afirma Ellas, aparecen exactamente así e incluso asociadas

con gran énfasis en 5, 24: «porque pasó de la muerte con la entronización celestial, en el mensaje bautismal

a la vida». Y el versículo siguiente subraya: «llega de Col 2', 1 2s y en Ef 2, 5s . Su existencia prepaulina

la hora, y es ésta, en que los muertos oirán la voz del en el entusiasmo helenista se ve atestiguada por el

hijo de Dios y los que escucharen vivirán». Los pasa­ hecho de que Pablo modifica la misma . tradición en

jes 3, 36; 6, 47; 8, 51; 11, 25s, atribuyen, con la Rom 6, 4s. Efectivamente, traslada la resurrección y

misma firmeza, al creyente ya la vida eterna, la cual la vida con Cristo del perfecto al futuro. En relación
38
no se ve afectada por la muerte terrena • Jn 3, 1 8s al presente, vale eso sólo en el sentido figurado, a

asocia con ello la afirmación inaudita y radical de que saber, para la nueva obediencia del cristiano. De un

el juicio final, tradicionalmente esperado para el últi­ modo totalmente claro, aparece el Sitz im Lebem de

mo día, ya ha tenido lugar con la venida de Jesús. esa concepción, al rechazar los miembros fanáticos de

Por eso, en él, según 11, 2 5, se personifican la re­ la comunidad corintia no la resurrección de Cristo,

f surrección y la vida. Ha habido costumbre de enten­ sino la futura resurrección de los muertos. Esto lo

der tales frases en un sentido edificante, es decir, más hacen sin duda porque se forjan la ilusión de haber
39•
o menos espiritualísticamente Se trata de privarlas participado por el bautismo en la resurrección y en

la vida eterna y, por ello, se enfrentan con desdén

37. H. Strathmann, Das Eoangelium nacb [obannes: · con la muerte terrena. La cadena se cierra cuando en

NTD 4 ( 1 9 5 1 ) 18: «el pensamiento.escatológico ha alcanzado


2 Tim 2, 18 se ataca la predicación herética de que
su estado fijo eclesial».
38. De un modo fantástico L. van Hartingsveld, Die

Eschatologje des [obanneseuangeliums, 1962, hace que esto (1925) 27-42, interpreta de una manera· liberal en la p. 112:

valga sólo para el presente terreno de Jesús y sitúa, conse­ «para la comunidad que ama ha desaparecido la idea del
cuentemente, en la p. 60. 78s la vida del creyente simple- juicio». ¿Pero qué es lo que ocurre con la resurrecci ón de

mente bajo la promesa del futuro. · los muertos? · ·

39. E. Gaugler, Die Bedeutung der Kircbe in den ioban­ 40. Cf. C. F. D. Moule, The indiuidualism of tbe fourth
neiscben Scbrijten. I.K.Z. 14 (1924) 97-117. 181-219; 15 gospel, en Donum gratulatorium E. Stauffer, 1962, 174-182.
La gloria de. Cristo La gloria de Cristo 53
52

la resurrección de los muertos ya ha tenido lugar, 2 Tim 2, 18, la presencia actual y la realidad de la

Llama bastante la atención que el evangelista, en el resurrección general de los muertos, porque conoce

a Jesús sólo como el resucitado, y el poder de l a · res


centro de s u . predicación, se vea determinado por la

herencia entusiástica, contra la que Pablo se había surrección es la señal distintiva de su presencia. Juan

41
no ha aprendido todavía, como Lucas, a entender la
puesto en guardia y que fue señalada como herética

en la época posapostólica . resurrección de Jesús como algo individual, como un

. Juan era, sin embargo, demasiado independiente. hecho restringido a Jesús; permanece aún fiel a la

visión apocalíptica, por él superada, de que la resu­


y crítico como para tomar una herencia sin modificar·

la, la cual, ya en las cartas deutero-paulinas, había sido rrección de Jesús es el comienzo de la resurrección

general de los muertos. Supera, sin embargo, la apo ­


conciliada con la escatología eclesial. El la liberó del

contexto de una concepción mistérica del bautismo calíptica al no separar ya principio y fin, haciendo

coincidir' ambos, lo mismo que los fanáticos corintios,


y la puso al servicio de su cristología. La praesentia
42•
en él hoy de la presencia de Cristo. El' mundo de la
· Cbristi es el centro de su mensaje Después de la
j
resurrección se introdujo en la tierra con Cristo. Se
, pascua, esto significa la presencia del Resucitado. To­

da únicamente en el espacio de influencia de Cristo.


dos los evangelios presuponen la pascua· y desarrollan

Pero ahí está de tal modo presente que· también los


en torno a ella una cristología postpascual de Jesús .

creyentes son asumidos por él y nacen de nuevo por


como el hijo de Dios: Incluso se podría, sin duda,

é l . · La muerte terrena carece de importancia en donde


afirmar que todos los evangelios entienden los mila­

aparece Cristo. El que pertenece a él tiene ciertamen­


gros de • Jesús a la luz. . de la pascua, ya sea que se

te la muerte ante sí y en torno a sí, como el que


sitúe la curación corporal en el horizonte del nuevo

todavía debe dormir. Por eso es únicamente la apa­


mundo que aflora, ya s e a . que se explique la fuerza

rienda y la sombra del poder de la muerte que ha


del taumaturgo como la energía del Espíritu de Dios

y como el poder de la resurrección. La presentación . sido ya superado y vencido.

La realidad de la muerte está ya detrás del ere·


juánica no es totalmente nueva. Sin embargo, es de

· yente, aun cuando muera como Lázaro. En la pre­


consecuencias radicales. Ella. no se presenta sólo des­

sencia de Cristo, no se da ya la muerte de una ma­


de l a ' perspectiva de l a . resurrección de los muertos,

anticipada en la resurrección de Jesús. Afirma, lo mis­ nera seria y realiter. Hay que tener siempre ante la

mo que los fanáticos en Corinto o los herejes de vista que esto no se expresa de una manera figurada,

edificante o espiritualista. El punto de partida no es

41. Esto se ve al menos como posibilidad en. Moule, la antropología, cuya esperanza se ha anticipado. El
Indioidualism, 184. . .
punto de partida es la cristología y su realidad, la
42. Cf. Blank, p. 136.
¡
54 . La gloria de Cristo La gloria de Cristo 55

cual se contempla y se ve, lo mismo que en los him­ el fin del mundo no sólo se ha aproximado, sino que I

nos neotestamentarios, en la victoria universal sobre se ha hecho permanentemente presente.


43•
todos los enemigos Donde se encuentra a Cristo, se Sin embargo, si se entienden así las cosas, la di­

entra en el reino de su condición victori�sa y se par­ ferenciación conseguida a partir de la cosmología y

( ticipa en ella en tanto que se permanezca, como cre­ de la antropología entre la escatología «preséntica» y

yente, en ella. Teniendo en cuenta la problemática «futúrica» en el evangelio de Juan solamente se pue­

de conjunto, ·hay que afirmar: la escatología del pri- de mantener en pie con mucho esfuerzo y, e n . último

mitivo cristianismo, preparada por el mensaje de Je­ extremo, no se ajusta a la realidad. Ella no carac­

sús y por su actuación, transformada por la pascua teriza ya el centro de la teología juánica, sino, en

en una esperanza próxima, se halla siempre orientada todo caso, su periferia. Por eso se ha debido constatar

. cristológicamente. Pero, en Juan, la escatología no es siempre el predominio de la denominada escatología

J ya el· horizonte de la cristología, sino al revés, la cris­ «preséntica», y considerar las afirmaciones «futúricas»
44•
tología es el horizonte de la escatología En Cristo, como últimos testimonios o reliquias que se han fil­

trado inorgánicamente de la tradición anterior o que

incluso se han introducido como glosas. La famosa

43. Esto se muestra en 3, .3-16: el nuevo nacimrento


formulación de Bultmann de que la pascua, pente­
es, en definitiva, la transformación en la vida del Señor exal­
45,
tado y, por ello, · no es obra humana. Pues el hombre no
costés y la parusía coinciden aquí es, partiendo de

puede transcenderse a sí mismo. El recibe la vida única­ la cristología juánica, totalmente correcta . . A lo sumo
mente a través de aquel milagro al que apuntan las curacio­
nes y la resurrección de Lázaro. El nuevo naciiniento pre­ se le debería reprochar porque no reconoce la com­

supone, sin embargo, la exaltación de Jesús. Según la con­ plejidad de la situación. Pues no permite reconocer
cepción común del cristianismo primitivo, solamente el Exal­
tado proporciona el Espíritu, que cambia la existencia en
que en el cuarto evangelio también la vida terrena

el bautismo. Juan varía. esto: para él el Espíritu es la fuer­ de Jesús cae dentro de esa enumeración. Bultmann
za de la palabra de Dios, Los que creen en esto son, según
no puede hacer esto, porque interpreta de una ma­
1, 2, hijos de Dios, y, según 1 Jn 3, 9, semilla divina. Así
el misterio del nuevo nacimiento en el fondo es el misterio nera radical la encarnación como ingreso en la. «pura
del Hijo del hombre como Lagos encarnado. En cuanto que
. humanidad»' por lo cual se mueve en el esquema del
el Encarnado anticipa al Exaltado, habla a través de la boca
del Jesús terreno el mismo Dios que da vida. Consiguiente­ anonadamiento y de la exaltación y trata de ver am­
mente, el nuevo nacimiento es la manifestación terrena de
bas cosas como paradójicamente asociadas. ¿Se puede
aquella realidad de la resurrección qué se da en la presencia
del Logos. soslayar de este modo nuestra interpretación? Esto
44. Esta es también la tesis fundamental de Blánk, cf.
parece posible y necesario aun cuando el camino de
p. 38s. 65, 124s. A ella aludió ya Lütgert, p. 212s; Muss­
ner, Zoe, p. 147. Hoskyns dice en la p. 123: «el resorte
de la cristología juánica no es la escatología, sino · 1a epi-
fanía». · . 45. Cf. Teología, 475.
56 L a gloría de Cristo La· gloria de Cristo 57

Jesús no puede entenderse como un proceso en des­ La segunda cuestión se responde por el hecho de

arrollo, y el uso de la expresión ingeniosa «paradoja» que la amplia y, para nuestro evangelio, caracterís­

eón respecto a la realzada divinidad de] esús es Cues­ tica descripción de la muerte de Jesús se presenta
47•
tionable. Pues sin duda se habla precisamente en Juan mediante el verbo «irse» En sí, abarca la exalta­

17 de la gloria de Jesús tanto de un modo «presén­ ción y la glorificación, en cuanto que significa la se­

tico» como. «futúri�o». Ahí aparece la pasión como paración del mundo y el retorno al Padre. Este es;

la hora propia de la glorificación. De hecho, la exé­ como tal, al mismo tiempo el retorno a la gloria del
48•
gesis que está interesada. en el anonadamiento del Lagos preexistente El aspecto de la obediencia no

Jesús terreno, se refiere a este 'hecho como a su ba­ se ve eliminado aquí. Por el contrario, es constitu­
46•
luarte más fuerte Pero no existe ninguna claridad tivo y debe serlo, puesto q u e . : por él, se establece

definitiva sobre la escatología y la cristología en el la asociación de la pasión con la vida terrena de Je­

cuarto evangelio, mientras . no se haya adquirido aquí sús. Lo inismo que en Flp 2, 6s, la muerte es así lo

una comprensión bien clara. Por consiguiente, retor­ que completa la encarnación. Sin embargo, de una

namos de nuevo a nuestra cuestión de entrada y for­ manera distinta a Flp 2, 9, no aparece ya la exalta­

mulamos de nuevo el problema: ¿en qué relación se ción como la recompensa divina de la obediencia

halla la vida .terrena de Jesús con su pasión? Y, a terrena, y hay que cuidarse de contraponer· .ambas
49•
1 la inversa, ¿qué carácter tiene entonces la pasión, si cosas El mismo Juan no utiliza la categoría «obe­

ya en el Jesús terreno aparecen la resurrección y la diencia» ni de una manera sustantiva ni verbal. El la

vida? sustituye por la fórmula «hacer la voluntad», , que

corresponde a la otra de «escuchar la palabra». Nos­

otros podemos describir· esto como obediencia, siern­


46. Esto .es especialmente visible enThüsíng, p. 46. 48s.
pre que aclaremos, no obstante, que ambas cosas; en
20ls, . el cual constata consecuentemente dos «espacios de
50
tiempo» de 'la gloria de Jesús, el primero, según las · p . : 100. último extremo, no se refieren al plano moral y,

292, totalmente en el signo de. la amuerte; . y e l . segundo,


especialmente, que no tienen nada que ver con lo
según la P. 207, en el signo de un «nuevo status» y por
51•
eso concibe necesariamente la gloria del preexistente como . que nosotros denominamos humildad En ambas

un problema. De un modo .sernejante Dodd, lnterpretacián


ocasiones, se trata más bien de la vinculación con el
p. 208, el cual interpreta la gloria terrena a partir ele!
amor, y · w . Bauer, p. 203; Barrett, p. 418. Incluso el mis­
mo Blank, p. 115. 125, tiene aquí dificultades con mi.jesís ' 47. C f
. De lling , T h W b VIII, 508s.

fundamental. Porque también él sostiene de �p modo tradi­ · . 4 8 . C . f Leroy, p. 57 . 66. 161. · 188.

cional · la historicidad del Ctisto juánico como un «dato fun­ 49. Co nt ra Ho s ky ns , p . 449 s , el c ua l hace. que la vida

'
damental». También la protesta d e . Bornkamm contra mi 1
terrena, segú n -Ia p . 464, sea una s e
paración del Padre.

. :
explicación se centra aquí sobre todo, según Interpretation, 5 0 . Con tr a B rrett
a , p . 6 0. 7 2; Thü sing, p. 239.

p. 16s. · 51. ·C ont a r B rrett,


a p. 263.
La gloria de Cristo 1
La gloria de Cristo 59
58 :,

ámbito celeste y de la permanencia en aquella ver­ en otros lugares del nuevo testamento, pudiera defi­

dad, que se contrapone a sucumbir al poder y al en­ nirse como su galardón. Por el contrario, la obedien­

gaño de lo terreno. Si queremos denominar a esto cia resulta de la gloria de Jesús ·y es su testimonio

obediencia, en este caso se expresa el anonadamiento en la situación de la oposición terrena.

únicamente en cuanto que tal vinculación con el ám­ Si se entienden las cosas así, la expresión juánica

bito celeste y con la verdad divina tiene lugar sobre de la hora de Jesús no puede interpretarse simplemen­

la tierra. Ella busca, oponiéndose a la rebelión terre­ te como si ahí constantemente y sólo se viera una

54.

na, la vida en Dios. La obediencia es aquí la manifes­ alusión a la pasión de Jesús En 2, 4; 4, 21. 23;

tación del señorío y de la gloria divinos en un lugar 5, 25. 28 , se piensa sin lugar a dudas primariamente

extraño a Dios, y, por tanto, cristológicamente la pro­ en la bota de la gloria de Jesús. Por el contrario, 7,

52•

clamación de la unión con el Padre Precisamente 30; 8, 20; 12, 23. 27; 13, 1; 17, 1 se refieren

por eso, la pasión de Jesús debe ser descrita en nues­ asimismo' con toda claridad a la pasión de Jesús. Am­

tro evangelio no ya como ignominia, sino como un bas series de c itas, sin embargo, no se hallan diso­

camino de victoria. El anonadamiento es · la esencia ciadas mutuamente. Jn 1 2 , 2 3 ; 13, l; 17, 1 muestra

o el ser de la situación en la que se sitúa Jesús. El a las claras que la hora de la pasión es, de un modo ¡¡

no se anonada, sino que conserva la altura o exalta­ señalado, la hora de la glorificación de Jesús. En este �

ción del Hijo, incluso en la cruz. Juzga precisamente sentido todos los pasajes del primer tipo se dejan

ahora una vez más a sus jueces, como siempre lo ha referir también realmente a esta hora. Pero, de nue­

hecho. Entregado por el Padre, muestra él, con mayor vo, esto no debe hacer que se vea realizada en la

claridad que antes, que la tierra no tiene ningún po- pasión la humildad de Jesús o su comunión de amor
55

der sobre él
53•
En suma: la gloria de Jesús no resulta con el Padre en grado sumo o, paradójicamente,

de su obediencia, de forma que, lo mismo que ocurre en el anonadamiento más profundo se vea el comien­
i

zo de la exaltación. Jn 13, 1 interpreta el estado de

52. Esta dialéctica determina 5, 17s. Los judíos consta­ cosas mencionado de un modo terminante: la hora I
tan correctamente que Jesús se arroga la divinidad, pero no
-de la pasión y de la muerte de Jesús es, en un sen­
entienden que precisamente la obediencia es la forma o fi.
gura terrena de su divinidad. Con todo derecho destaca tido destacado, al mismo tiempo la hora de su glo­
Blank p. 112s que el «no por sí mismo» muest�a la unidad
rificación, · puesto que en ella Jesús deja definitiva-
con eÍ Padre. El Hijo no tiene «iniciativa propia».
53. Por eso es imposible que yo asegure con R. Bult­
mann Das Evangelium des [obannes, 1941, 377, que el glo­
54. Thüsing, p. 76s; O. C ullmann, Urchristentum und
rificado sea siempre el encarnado, si. esto se interpreta: el
«

Gottesdienst, 1950, 6 7; G . B ornkamm, Interpretation, 18.


�xaltado es el anonadado, y el anonadamiento no se ext_i!1-
. 55. C ontra . Dodd, Interpretecián, 208. 262,· Thüsíng, p. .
gue con el etorno
r a la doxa c elestial». E sto alcanza también
182. · '
a Blank, p. 288 s. ·
La gloría de Cristo La gloria de Cristo 61
60

56.
\ mente el mundo y vuelve al Padre A �artir .de �?í pasion corno el retorno a ella. La gloria del Jesús

· · podemos ver el resultado de nuestra. mvesngacion . terreno se. manifiesta en el tiempo y . en el espacio y

realizada hasta ahora. Juan sitúa frente a la gloria en un . mund o · en rebelión c o n tra' Dios . Por esto se

terrena ele Jesús aquella glorificación que acontece en asocian a ella notas de anonadamiento, al que apunta

la pasión. Sin embargo, esto no lo hace en la forma de también el título juánico de «Hijo del hombre». Sin
1

un contraste ni tampoco lo puede hacer, puesto que; embargo, con la muerte de Jesús es superada la limi­

para él, el Jesús terreno personifica ya la resurrección tación terrena, abandonado el espacio del anonada­
60•
57•
y fa vida Pero la gloria terreria .no es para él sim­ miento y completada la gloria temporal de Jesús

plemente. la anticipación d e : la otorgada en la exalta­ Esto no tiene nada en común con la escatología «fu­

58 •
ción En todo caso, no lo es de tal manera que con túrica». El, que pasó por la tierra como un extraño,

ello se haya dicho lo decisivo. Las malas interpreta­ es decir, como el enviado del Padre, y que pasa por

ciones de los exegetas proceden de que ellos trans­ la muerte invicto y j ubiloso, porque es de nuevo lla­

fieren de una manera acrítica el esquema de la escato­ mado al reino de la . libertad, ha cumplido simple­

logía «preséntica» y «Iutúrica» a la cristología j u á ni c á . mente su misión, como lo muestra su última palabra

Se puede partir de ahí como . hipótesis de trabajo, e en la cruz, Ni la encarnación ni la pasión tienen aquí

incluso tal vez históricamente captar con ello el lugar aquellos acentos y contenidos, que se deducen. de· 1a
61•
originario de la cristología juánica. Sin embargo, todo tradición habitual de la iglesia Ellas no marcan

radica en cómo se considere la modificación adoptada una modificación de Cristo en su ser sino; como «ve­

aquí por el evangelista. El rompe este esquema cris­ nir» e «ir», «ba j ar» y «subir», el -carnbio de espa­

rológicamente al colocar junto a la . gloria del Jesús cio y, con ello, el alcance de su manifestación. En

terreno y la de su pasión la de la preexistencia. Con

60. De un modo semejante Blank, p. 338.


más exactitud todavía: él entiende la encarnación co­
61.. 'Puesto que Bornkamm, lnterpretation, · 18 no reco­
59
mo proyección de la gloria de la preexistencia y la noce esto; dice que la fe · juánica no se funda· primariamen­
te en el Jesús terreno, sino en el Jesús que se completa en
56. En este sentido l a . muerte de Jes\Ís,, contra, lo que la cruz.

dice Bultmann, Teología, 470, tiene un caracter 1e centro · · Yo no puedo aceptar esta antítesis o este desplazamiento.

de gravedad. Sobre esto trata Leroy, p. 59s Y passtm. ·. . . puesto que la encarnación y la cruz me parecen como «pro­
57. Cf. Blank, p. 139, el cual por ello. puede formular, yecciones» o manifestaciones del Preexistente. Por eso no

en la p. 271, que la tbeologia crucis de Juan es ya una tbeo- puedo hablar de esa manera destacada del «fruto de .la muer­

logia gloríae. . . te». Finalmente, no coincido con la frase de la p . . 17 de que


58. Contra J. Dupont, Essa�s sur la cbristologie de st, la muerte de Jesús sea «no sólo paso hacia la gloria.. sino;
[ean, 1951, 273; cf. L. Schottroff, Heil, 295, en confronta- en el sentido propio, su irrupción». Pues, como tal irrupción,

ción polémica con Cullmann ·Y Haenchen, . designaba ya 1, 14 la encarnación. La muerte de Jesús tiene
59. Utilizo esta expresión tomada de Dodd, Interpreta, especial significación sólo como retorno a .la gloria ilimitada,

cián, 262. · temporal y espacialmente.. del Preexistente.


62 La gloria de Cristo
La gloria de Cristo
63

cuanto que todas sus palabras y acciones, siempre y


que Juan depende de aquella piedad entusiástica, que

en todas partes, manifiestan su esencia y su ser, se afirmaba la resurrección de los muertos realizada sa­

revela· en ellas aquél que con el Padre es siempre· y cramentalmente. Por supuesto, que él desarrolló la

en todas partes uno, el Logos preexistente en su predicación de la realidad de la resurrección 110 a


¡
gloria celestial. · . partir del sacramento, sino de la cristología. Pero

Si se quiere caracterizar este estado de cosas a también para esto tenemos puntos de arranque en

partir del esquema de la d�ble escatología, no cabe la tradición del cristianismo primitivo. Ya antes que

contemplar ya su centro en la tensión entre el su­ él, algunos himnos que procedían de la misma pie­

friente y el exaltado. Entonces se debe situar e n · el dad entusiástica, presentaron a Jesús como el ser

centró la relación del Lagos eterno con la revelación celestial preexistente, cuyo ser terreno representaba

en el Jesús terreno. En la escatología juánica, en únicamente una etapa de su camino que llevaba al

cuanto que es cristología, la dirección ha sido inver­ cielo. Ellos completaron esta imagen mitológica espe­

tida. Ella no destaca ya el fin y lo futuro, sino el cialmente por el hecho de que traspasaron a Jesús
62•
comienzo y lo que permanece Por eso lo temporal, desde el mito judío de la sopbia el predicado o cali­
puesto que se mide por lo eterno, tiene carácter pa­ ficativo de mediador en la creación y de esa manera
63•
sajero y efímero El problema fundamental no con­ suministraron contenido y. peso a su preexistencia.

siste ya en hasta qué punto el Crucificado es hijo De este modo la escatología se confrontó con una
64,
de Dios, sino en por qué Dios se hizo carne y se protología en la cual se reflejaba aquélla. Funda­

entregó a la muerte. La contestación a esto se da con mentalmente con ello se establecía el presupuesto pa­

dos palabras: envío y retorno. ·


ra cambiar el centro de gravedad. Si en lugar de la

No podemos determinar este cambio de perspec­ escatología apocalíptica, se estableció un cierto equi­

tiva sin plantear la cuestión histórica sobre qué fac­ librio entre la escatología y la protología, pudo final­

tores hicieron posible ese cambio. A esto ya se .dijo mente la protología convertirse en el centro del men­

saje cristológico. Jesús debía,· por tanto, convertirse

62. Por eso Blank, p, 119 distingue la «fundamentación ·en el mediador divino de la creación, el cual, en la
cristológica» de la «explicación escatológ_ica». .
encarnación, se aproximó al hombre y en la pasión
63. Por eso los discursos de despedida, con una dureza
o agudeza inaudita para el· nuevo testamento, pueden incluso se retiró de él de nuevo. Precisamente esto se des-
privar a la muerte de Jesús de su condición de suceso único,
y pueden hacer de ella el ejemplo de un hecho que se repite
siempre. La despedida del Señor se realiza, lo mismo que su
venida siempre de nuevo. Es la situación· de la fe d e · ser · 64 . . Cf. H. Hegermann, Die Vorstellung vom Scbop.
dejado� incesantemente por Jesús, para encontrarse incesante­ [ungsmittler tm hellemsttschen Judéntum und Urchristentum
mente con él en la palabra del Paráclito. 1961. '
64
La
· La gloria de Cristo

gloria de Cristo

65

arrolló de una manera consecuente en nuestro evan­ en interés de un único tema, a saber, la cristología.

gelio y se convirtió en su leitmotiv dominante . . . f En todas partes domina sobre él el interés de que

l A partir de aquí se transforma la tradición de los ;'. Cristo mismo por nada debe ser puesto en la som­

f relatos de milagros. Los milagros, también para Juan, /} bra, ni siquiera por sus dones y realizaciones. Sola­

no son superfluos ni son puras concesiones a la de­ / mente Jesús es el verdadero don divino, al cual to­
65•
bilidad humana Si lo fueran, no habría sido nece­ ,
¡ dos los demás pueden y deben referirse. El milagro

sario destacarlos hasta el extremo, la pasión de Jesús aislado es precisamente, en este horizonte, tan inad­

difícilmente se presentaría ocasionada, con destacada misible como el sacramento aislado o que el antiguo

intencionalidad y · contra toda la tradición, por la re­ testamento se considere como algo independiente

surrección de Lázaro, y en resumidas cuentas se pa- frente a Cristo, o que a los padres y testigos se

, saría por alto �ue ellos son e�presamen;e}escritos atribuyera, un significado e importancia propios. No

como demostraciones de la gloria de Jesus . La ne­ se puede achacar la responsabilidad de los relatos de
l

' cesidad humana es. ciertamente su ocasión, pero su milagros narrados a la tradición. Juan, en último tér­

remedio, en el mejor de los casos, sólo un objetivo mino, hizo suya esta tradición, dejó a un lado, las
67•
adicional Dios no se · manifiesta en la tierra sin el curaciones d e . posesos intencionadamente, como . algo

resplandor de los milagros, que le caracterizan: como que, no era suficientemente característico, y seleccionó

I el Creador. Es cierto que Juan se opone a la búsque­ los hechos más milagrosos del nuevo testamento.

da de milagros. Sin einbargo, esto no lo .hace en ser- Ahora bien, esto no se hace si se pretende suminis­

vicio de una crítica fundamental de los milagros, sino trar puras ilustraciones a los discursos de Jesús· y si

68•
se carece de todo interés por el mismo milagro

65. Co�tra Bultmann, Teología, 474. Ya Lütgert, p. lOs

determinaba que los milagros no eran las pruebas más valio­ 68 . . Esto s i n . duda coincídiendo tanto con J. Becker,
sas sino las más efectivas de la filiación divina de Jesús. Wunder und Chrtstolog/e: NTS 16 (1969-70) 143, como con
66. ·L. Schottroff, Der Glaubende, 248. 250!\; 259s, aun­ Bornkamm, Lnterpretation, 19s. La dialéctica y la crítica de
que , aquí el peso de la cristología pierde en relación al dua­ los milagros del evangelio no se han de pasar por alto. Sin
lismo radical. Yo, lo mismo que el asunto mismo, __ me siento embargo, Bornkamm, en la P. 21, sitúa frente a frente los
mal interpretado por Haenchen, Wandel, l Os.: Yo no habla­ inilagros y la cruz, mientras que yo contrapongo los muchos
da «de dos evangelios teológicamente, diferentes», aunque. sí dones y hechos individuales con el único hecho y don. que
h e . visto el problema expresamente planteado por R. T. Fort­ se da en la persona de Jesús. De ahí se sigue, para mí, que
na, Tbe 'gospel · of signs, 1970, 22'1 contra' la afirmación de no se puede desprender la cristología juánica de la glorifica­
H�enchen. Si los milagros se denominan «acontecimientos ción, principalmente de la tradición juánica de las historias
intraterrenos», también esto vale para los discursos. Hasta de milagros. Esta tradición sin duda la preparó de antemano.
qué punto no son en modo alguno para n_ií los fundamentos Pero �s sobrepasada y superada por el evangelista. Para él.
de mi tesis sino también· «signos y alusiones· a 'algo total­ los milagros son sólo el resplandor de lo que es y aporta
mente· distinto», lo dejo bien claro en la nota 68. el mismo Jesús Y, por ello, al m i s m o · tiempo una alusión
67. En contra de Lütgert, p. 11. a eso. Juan no critica su tradición, porque dice demasiado,

;
66 La gloria de Cristo La gloria de Cristo 67

Si Tomás es remitido a la fe que no ve, esto se hace de ellos Ios diversos aspectos de la importancia uni­

únicamente después de que ha visto. y palpado. La versal de Jesús. Pero no se puede desconocer que

intención aquí es asociar su fe al oír, en el cual nue-. todos ellos . se condensan y se elaboran en un sentido

vamente se capta no ya un · hecho salvador aislado propio juánico al hablar de la unidad del Hijo con

sino a Jesús como la resurrección personificada. En I el Padre. La posibilidad de incomprensión de tal afir-·

general, se moderniza aquí más que lo permitido .al mación se pone de manifiesto · a las claras cuando los

historiador. Ningún cristiano a .finales del siglo I ha judíos la consideran como una blasfemia e incluso

pensado que Dios pudiera intervenir sin milagros o los discípulos no la entienden correctamente hasta el

de que . el nuevo nacimiento sea el único milagro final. Sin embargo, la comprensión equivocada no se

adecuado a él. La crítica juánica de los milagros co­ limita a ¡ la afirmación como tal. Ella es equívoca y

mienza y termina allí dónde Jesús mismo es buscado ambigua como lo son los mila gros. Porque aquí co­

u olvidado a causa de sus dones. Por otra parte, su mo en los milagros se revela el extraño, al cual el

gloria no se da sin sus milagros, y cuanto mayores mundo trata de captar siempre en la red de sus cate­

· y más demostrativos son éstos, mejor. Porque su co­ gorías y experiencias. Por muchos rasgos del tauma­
I
munidad confiesa de él: «de su plenitud hemos reci­ turgo helenista que se transfieran al Cristo juánico,

bido gracia sobre gracia». Aquí precisamente en el en cualquier. caso, él no es un hijo de Dios en el
69•
cuarto · evangelio no existe. ninguna reducción sentido que se le da en esa época. Porque entonces

Lo mismo que los milagros, también los discursos buscaría su propia honra y rompería su unión con

de Juan están proyectados hacia el tema cristológico, el Padre. Para él no se trata de ser aceptado como

que es su centro y en cierta medida su único conte­ un ser celestial en el círculo de aquellos fundadores

. nido. Evidentemente, el evangelista recoge precisa­ de religiones que vienen en nombre propio. Unica­

I mente los títulos cristológicos, para presentar a través mente como revelador de Dios, permanece uno con

el Padre. A través de él es glorificado Dios, porque

solamente en él se ve claro quién es Dios, es decir,


sino porque dice demasiado poco acerca de Jesús. Uno v otra
tratan de dar testimonio de la gloria de Jesús. Sin embargo,
· nuestro Creador. Su unión con el Padre tiene una

para aquella son importantes los muchos dones, y, para éste. función soteriológica. Unicamente el enviado anuncia
el único dador. Por consiguiente, la dialéctica juánica tiene
al que le envía, únicamente en el Hijo se muestra
una orientación distinta de la de los sinópticos, y no tiene
nada que ver con la teología de la cruz; cf. L. Schottroff, el Padre actuando y hablando. Cristo es el único exe-.
Der Glaubende, 252s. .
geta de aquél que ningún otro ha visto jamás; Ten­
. · 69. Conzelmann, Grundriss, 378, elabora con toda clari­
dad la concepción juánica. Sin embargo, en contra de él, dremos que preguntarnos más adelante qué es lo que
me parece que el problema . de los milagros permanecerá co- ·
esto significa en concreto. Ahora se trata no sólo de
mo «tema de la teología». ·
La gloria de Cristo
69
68 La .gloria de Cristo 1

La cuestión acerca del ser de Cristo se explica


tener la exclusividad de estas afirmaciones, sino tam­
ahora, sin duda . aún en el marco de la soteriología,
bién de percatarse ele que Juan en eso . n o se espanta
de un modo temático. Sin embargo, esto ocurre con
ante fa mitología. Una vez más, todas las tentativas
un peso y una independencia que no pueden expli­
de modernización en este punto sólo han servido pa­
carse exclusivamente desde un interés soteriológico,
ra captar de una manera inadecuada el mensaje juá­
ya q ue destacan tan fuertemente la relación intradi­
70•
nico Así tomo es correcta la constatación de que
vina del revelador como Hijo como la relación al
la unión con el Padre tiene una función soteriológica, 72•
mundo La exclusividad de Jesús como el revela­
es insuficiente contentarse eón eso. La función sote­
dor se ve fundamentada y asegurada de esa manera.
riológica sigue siendo la puma de lanza del kerygma,
Esto se refleja incluso en el estilo de los discur­
pero contiene ahora una profundidad infinita. Con
sos juánicos. A diferencia de los sinópticos, aquí no
el misterio cristológico se asocia lo que los tiempos j
se trata de colecciones de dichos aislados, sino de
posteriores denominan el misterio intratrinitario. Sin

embargo, s i · esto es correcto, la mitología utilizada

en el cuarto evangelio, en contraposición al resto del Más digna de reflexión es la dureza polémica en la recen­
sión, por otra parte muy amable, de W. A. Meeks, USQR,
nuevo testamento, no tiene ya sólo como tarea el
p. 420. Define casi como un piadoso contrasentido el que

proclamar la dimensión histórico-salvífica y universal la fe dogmática deba y pueda apuntar por encima de sí mis­
ma, y teme que los resultados, tan difícilmente conseguidos
del acontecimiento cristológico. Es al mismo tiempo,
en la investigación de la historia de las religiones sobre tales
expresión del comienzo de la reflexión dogmática en afirmaciones teológicas, vengan a perderse. Esto último difí­
cilmente podría aducirse contra mí, puesto que me crié en
el sentido estricto de la palabra y abre el camino
la investigación de historia de las religiones algunas décadas
71•
a la cristología de la iglesia antigua · antes que Meeks. Sin embargo, la primera frase muestra que
determinados exegetas protestantes sólo pueden explicar el
dogma desde el punto de visto religioso-histórico, pero no
pueden comprenderlo realmente. De que ellos de esa manera
incurren en un positivismo dogmático y que sirven a la es­
quizofrenia de un historicismo científico y a un incontrolado
activismo o fundamentalismo eclesial, apenas son conscientes.
70. Esto se vuelve incluso contra Dupont, Essais, 231.
· Casi alérgicamente se elimina de ver las cosas, al despachar
267s, 287s, el cual pone en juego el envío �ontra la natura.
- ¡nuevamente en el plano puramente histórico!- mi pro­
leza, y contra Bultmann, el cu�l ve. un obstaculo en la con­
blemática y sus conceptos clave como vestigios de la post­
cepción mitológica de la preexistencia; ante . todo,. contra to·
reforma alemana. Un poquito más de compenetración de la
da interpretación de la unidad como comunidad de amor.
labor histórica con la cuestión teológica e incluso con la
71. La del moderno exegeta la deja también aquí bien
herencia reformista sin duda que no causaría daño en la
clara T. W. Manson. Habla, en la p. 131, de una �eco�s­
América de nuestros días. Tal vez allí tengan que ser los
trucción dogmática cjue se expresa en la forma de historia.
católicos los pioneros en esto.
mientras destaca en la p. 134, que Juan se halla más cerca
72. Contra T. W. Manson, p. 135; Dupont, Essals,
de Pablo que de Nicea. Esa . . trivialidad no dice nada si en 287s. ·
absoluto Nicea anda ya por medio. ·
70 La gloria de Cristo La gloria de Cristo
l 71
'
·


largos monólogos, los cuales, bajo. diversos aspectos, 1
ble, si el evangelista realmente procede de los círcu­

. · siempre giran alrededor del mismo centro de la mi­ !·


los del entusiasmo helenístico, a los que se ataca en
¡ sión divina y de la esencia de Jesús. La reflexión es
i

1 Cor 15, así como en 2 Tim 2/ 1 8 . Nuestro evan­

su ocasión, la meditación su carácter, la definición su gelio no tuvo aún por eso que ser escrito contra los

característica más destacada. El movimiento les viene defensores de otra cristología. Juan bien pudo diri­

casi exclusivamente . a través d� la polémica, la cual girse contra una tendencia que se iba desarrollando

se exterioriza también en la forma estilística de mal­ en la iglesia, la cual, en su opinión, no tenía en

entendidos absurdos. Unicamente en Pablo se lleva cuenta de un modo suficiente la cristología o sólo

una discusión teológica con tanta pasión. Sin embar­ de un modo inadecuado. La disputa versaría más o

go, mientras que los sucesos· de la vida diaria de las menos acerca del solus Christus. De momento debe­

comunidades cristianas ocasionan los problemas de la mos dejar esta cuestión en suspenso, para desarrollar­

argumentación paulina, en cambio, nuestro evangelio la de nuevo en otro contexto.

les impone la problemática teológica a esos aconteci­ Si la unidad del Hijo con el Padre es el tema cen­

mientos diarios con una dureza desconocida. Está


73•
I tral de la predicación juánica, es también necesaria- ,

aquí en marcha una confrontación dogmática Se mente el objeto propio de la fe. En niguna parte del

dirige contra el judaísmo, como .no puede ser de otra nuevo testamento se describe la fe con tanto coraje,

manera, si la efectúa el Jesús terreno. A finales del con tal reiteración y con tanta crudeza dogmática co­
74•
siglo 1, no fue sólo en Siria donde se daría abun­ mo este único hecho: el reconocer quién es Jesús

dantemente ocasión para ello. Por otra parte, no sé Este reconocimiento no es un comportamiento teo­

puede pasar por alto que los judíos, en el cuarto rético. Pues únicamente se acredita en la permanen­

evangelio, son los portavoces de un mundo determi­ cia junto a Jesús. Y no se efectúa en un único acto,

nado por las tradiciones religiosas, de forma que la que se daría una sola vez, del cual, como adhesión

controversia con ellos tiene un significado ejemplar a Jesús, resultaría por su propio peso todo lo demás.

para un ámbito religioso más extenso. Se ha: de refle­ Porque significa el seguimiento en el camino, que es
)
xionar, al menos con más cuidado que hasta ahora, el mismo Jesús, a través de un mundo hostil. En

hasta qué punto se refleja y se oculta aquí, en esta esta preregrinación, se necesita que Jesús esté siem-

discusión con los judíos, también una confrontación pre prometiendo, recordando, enseñando, amonestan­

intraeclesial. Esto es todavía más indicado y razona- do y consolando, que se acerque así a nosotros y que

74. Barrett, p. 58; Brown, p. LXXVIII; G. Delling,

73. Correctamente ya Wellhausen, p, 53; Wetter, Sohn \Y/ort und Werk Jesu im [ohanneseuangelium, 1966, 26s;

Gotees, 96. 169s. pero ya ·Fr. Chr. Baur, p. 183.


72 _ La gloria de Cristo
La gloria de Cristo
13

75•
nosotros le reconozcamos siempre de nuevo - Tal minar quién es Jesús, porque, de lo contrario, pre­

descripción de la fides qua creditur no debería, sin cisamente entonces la concepción del mundo, las tra­

embargo, - inducirnos a determinar la �onfesión de_ fe diciones religiosas y las variables dogmáticas eclesiales

simplemente por la situación de decisión._ Ni nuestra · l.


se convertirían en algo suma_mente peligroso. La fe ¡
experiencia ni nuestra decisión constituyen quién es no se circunscribe a la teología, y tampoco la teolo- ·

Jesús. Nos .está ya dada de antemano como _ la fides gía garantiza la fe y mucho menos la sustituye. Sin

quae creditur y, por ello, es Iormulable también de embargo, sin teología, la fe no puede mantenerse vi­

una manera que trascienda la situación - personal de va, ni efectuarse adecuadamente la predicación.' En

decisión. Juan no ofrece ningún modelo de un cris- toda teología se trata, aun cuando no lo quiera re­

tianismo sin dogmas. Su característica consiste más conocer, del dogma, puesto que debe permanecer re­

bien en que ofrece un único dogma, a saber, el dog­ lacionada con el Jesús que se le ha dado previamente

/ ma cristológico de la unión de Jesús - con el Padre. y tiene que formular quién era y quién es ese Jesús.

No se debería barajar el kerygma para oponerlo a Juan hizo esto a su manera. Así se expuso al peli­
76•
esto Así como aquí no se proclama la veneración gro, que representa el elemento tanto de la vida como
;,-

de un nuevo Dios, así tampoco se exige el simple también de la teología. No se puede pasar por alto ¡

asentimiento a las pi-oposiciones doctrinales eclesia­ en modo alguno el peligro de su cristología de la

77,
les, si bien l a · revelación de Dios ha podido perma­ glorificación: dicho peligro es el docetismo el cual

necer oculta hasta ahora y la fe cristiana puede

formularse en proposiciones doctrinales eclesiales. El 77. Fr. Chr. Baur, p. 233. 286. 391. 373; Wellhausen,
p. 113; Overbeck, p. 30. 344. 364s; Hirsch,
creyente individual únicamente no se halla en peligro Das vierte

Evangelium, 80s. Davis, Humanity, 110, formula que se ha


de perderse en una concepción del mundo o en una introducido la dirección- hacia el docetismo, pero todavía no

tradición religiosa o en una dogmática eclesial, por­ de una manera consciente. El antidocetismo _ del evangelio
. que se afirma hoy casi corrientemente, es un puro postu�
que su salvación descansa y se apoya sólo en Jesús. lado.

Sin embargo, tampoco se le · puede dejar a él deter- Cuando Meeks, recensión, 419 se pregunta si el .calcedo­
nense, por ser fantástico, también fue doceta entra en el
campo de la caricatura. La afirmación de J. Be�ker, en Wun­

der und Cbristologle, 147s, de que yo apoyo mi tesis prin­


75. También ahí se reconoce la situación de un tiempo cipalmente en los milagros y en la presciencia divina de Je­
posterior, como el que, por ejemplo, aparece en la carta a sús, carece totalmente 'de fundamento. Parece, en efecto, que
los Hebreos. no se ha enterado de lo que se dice en los dos próximos
76. Contra Bultmann, Evangelium, 213. 298. 412. Cuan­ capítulos. El antidocetismo de las cartas demuestra a lo su­
do Haenchen, Wandel, 14, dice que el «Jesús histórico» ha­ ·�-
mo, que los discípulos del evangelista se deben gu�rdar con­
bla únicamente en· cuanto ya interpretado, esto vale para to­ tra la radicalización de la- doctrina de su maestro, el cual
dos los evangelios. Para lo específico de los discursos [uáni­ todavía defendió expresamente la encarnación, por lo cual vo
cos no se gana con ello nada. he hablado con toda conciencia de un docetismo ingenuo;
74 La gloría de Cristo La gloria de Cristo 75

aceptar este hecho o se pretende relativizarlo. Sin .embargo


se va abriendo camino todavía de un modo ingenuo .
esto significaría que el historiador se compromete a un pre�

y no es reconocido aún como tal peligro. El cristia- juicio dogmático, lo que no sólo· se da en la ortodoxia. En

segundo lugar, yo no niego hallarme interesado en aquellas


. nismo que siguió se sintió prendado precisamente por
tendencias neotestarnetarias .que conducen a la iglesia poste­

esa cristología juánica de l a ' glorificación. Así siguió rior. De esta manera me ·encuentro en el consenso general
en la crítica histórica, según el cual el canon no puede deli­
en él viva la pregunta: ¿quién es Jesús? Pero así
mitarse contra el pasado y el futuro. Este principio, cierto,
cayó también en las dificultades de. aquélla, debió des­ no sólo vale en el plano histórico-religioso, sino también en

el plano dogmático-histórico. ¿Hasta qué punto hay «censu­


arrollar su problemática y profundizarla y tomar ahí
ra» si se constatan desarrollos y pasos en esta dirección?
postura en pro o en contra del docetismo. La cuestión ¿No se debería manejar con más cuidado el término y el
hecho de la «gnosis»? Personalmente, no dudo de que exis­
acerca del centro del mensaje cristiano se nos plantea
tió una gnosis precristiana. Sin embargo, este problema se
también a nosotros. De Juan tenemos que escuchar discute duramente. Por desgracia, hoy - ¡a diferencia de lo
que yo denomino catolicismo primitivo o docetismo! - tam­
que es, ni más ni menos, la cuestión de la correcta
bién tal término se ha convertido en algo oscuro, puesto que
cristología. Debemos al mismo tiempo reaccionar a cada uno, con él, piensa cosas distintas. El mito central, de

que él no pueda decir esto de otra manera que en un modo distinto a lo que ocurría en tiempos de Reitzen­

stein, no se sostiene ya generalmente. Sin embargo, una con­


78•
la forma de un ingenuo docetismo Con ello nos cepción del mundo simplemente dualística apenas justifica el
',·,

vemos obligados a la dogmática. Una fe adogmática ' término «gnosis», Y al fin de cuentas, ¿no se tomó también
de la antigua historia de la iglesia y, por tanto, no es un
es, por lo menos, una decisión contra el cuarto evan­ «anacronismo»?

gelio. Si el dogma intratrinitario aparece en nuestro evangelio

! y hasta qué purito -naturalmente en su forma previa mito­


lógica en el campo lingüístico de la doxología cristiana pri­

cf. L. Schottroff, Der Glaubende, 286s, Evidentemente, la mitiva- se explicará en el capítulo 3. Respecto al «docetis­

dialéctica teológica, lo mismo que la fe, no es cosa de todos, mo ingenuo», puedo aludir en cualquier caso a una línea

y por eso mi librito resulta tan escandaloso para alguno; genealógica importante en el liberalismo protestante, que se

78. Era de prever que surgiera la oposición contra esta interrumpió hace una generación. S in · embargo, se admite

tesis. Bornkamm, Interpretation, 24, la· ha resumido, lo mis­ casi generalmente que las dos primeras cartas de Juan están

mo que la de contra mi modo de hablar de catolicismo pri­ orientadas en sentido antidoceta. ¿Es también esto un ana­

mitivo y de dogma intratrinitario, con el concepto clave de cronismo? ¿No presupone el antidocetismo una forma de

«arriesgados anacronismos». Debo defenderme contra lo que docetismo, cuyo origen tal vez puede verse en el anatema

me achaca de· que «censuro demasiado precipitadamente con litúrgico de Jesús· en 1 Cor 12, 3? Que las cartas no pro­

criterios de la iglesia posterior». La multiplicidad del men­ ·ceden del autor del evangelio, se va imponiendo cada vez

saje neotestamentario no puede sin embargo registrarse sim­ más. Que en una escuela, unas premisas, originariamente

plemente, sino que ha de ser puesta en su lugar, tanto his­ tomadas sin reflexión, se muestren como peligrosas y provo­

tórica como teológicamente. Puede ser que no agrade a un quen contracorrientes, también ocurre en nuestros días. Por

protestante el que en el cristianismo primitivo la eclesiología consiguiente, con el antidocetismo de las cartas no se de­

salte al primer plano, mientras que retrocede la teología muestra nada contra el docetismo en el evangelio respecto

originariamente apocalíptica. El hecho, como tal, no se puede


al cual yo, sin embargo, he aportado concretam�nte arzu­

ni negar ni atenuar. Mi nomenclatura pretende apuntar a este mentos de todo tipo. ¿Por. qué no se aceptan estos ar;u.

hecho. Si fuera inapropiada, habría que sustituirla por otra. mentes, sino que se cita para ello siempre a 1, 14a, si bien

Pero si no se hace esto, hay que sospechar que no se quiere yo puedo aportar, para ese pasaje, otra interpretación? En

1
76 . La gloria de Cristo j
¡

3
suma, yo renunciaría de. buena gana .a esta: n?menclatura:

si se propusiera otra mejor para el �echo al_ud1d?· Pero st

yo renunciara a los hechos, ya n o . sen� un .h1s!ortador. Que · LA COMUNIDAD BAJO LA PALABRA

esos hechos anuncian el paso a.Ia iglesia posterior, hace que,

para mí, sean tan importantes . . �u�s pr�ci�a�ente hay 9ue

ver hoy que el kerygma del pnmitrvo cnst�amsmo, n:iult!ple

en sí, prefigura al mismo tiempo_ la do�mátlca P?Stenor. En

estas- circunstancias sigo manteniendo incluso mi nomencla­

tura como razonabÍe. Como «anacrónico» sólo designaría yo,

en el estado actual de la investigación, aquello que sitúa el

múltiple kerygma del cristianismo en. ant�tesis con �l dogma


eclesial o lo separa del desarrollo histérico-dogmético, Pues

de ese problema se trata hoy, después de que nuestr?s pa­

dres hace unas décadas mostraron, acertadamente, la d1feren-.

cia entre kerygma y dogma. Por muy relativos qué puedan

set todos los progresos, nosotros no podemos quedarnos es­

tancados y parados. Si, a partir del nuevo _testamento,. he11;os

reblandecido y aireado un poco la. do�mát1�a de las 1gl�s1as,

tal vez la dogmática de nuestras iglesias tl�ne que dec1rn.os

algo en las paulatinamente evidentes neces1da�es de la m- . Una de las muchas sorprendentes características

terpretación. Y en este caso,. no s; p�ed,e. de¡ar d� . poner


de nuestro evangelio y tal vez la más sorprendente de

en juego nuevamente la terminología histórico-dogmática.


todas es que no parece desarrollar ninguna eclesio­

Iogía explícita. Con esta formulación, doy ya a en­

tender que no puedo concebir un mensaje cristiano

sin eclesiología. Esto vale también para un evangelio

cuyo centro lo constituye la cristología. En todo ca­

so Juan no desarrolla una eclesiología tal como la

espera el historiador de un representante d e l a comu­

nidad cristi a na a fi n a les del s g o I. N


i l o po dem s pasar o

p r o alto que ya Lu cas hi z o de · ti


l em p o d e l
a glesia
i

el cent ro del t
ie mp o y q ue a
l carta a lo s efesios

. f unda me ntó e sto teol óg ica m ente d e u n modo suma­

. m ente i mpr esionan t e. ¿P uede e l me n sa je juá ni co, que

destaca tan fuerte m ente la g loria de Je ús


s , y qu , por e

consi g uiente , p ie nsa a p art i r d el Seño r e x


al t ad o y que

h c a e r etroceder decisiva m n e te la e sp ranza


e a poca íp­ l

tica , y que por ta n to , debe ser c o nte m p l do


a e n· la

c o rriente del catolicis m o p ri m iti vo, de c s u idar l a teo-

\
78 La comunidad baio la palabra I La comunidad ba;o la palabra
79

logia de la iglesia? No se puede objetar en contra a la comunidad cristiana en el reino celestial. Todas

que eso no se debe esperar en una presentación de estas constataciones se encuentran amplia y frecuente­

la historia terrena de Jesús y que _en ella difícilmente mente. Y causa tanta mayor extrañeza el que tam-

puede realizarse. Quien del maestro galileo hizo el . bién aquí la interpretación en general se contente con

Dios que camina sobre la tierra 1, bien podía asimis­ esto, mientras que muy raramente acomete de un

mo describir el círculo de los discípulos a partir de modci temático la problemática histórica y teológica

la perspectiva de la organización posterior de la igle- . que encierra. Aquí también está más interesada en

sía. Mientras que esto ocurre de hecho inicialmente las componendas con lo corriente que en el análisis

3
en los sinópticos, este no es .a todas luces el caso del exigido con tanto empeño por Fr. Chr Baur de «lo

cuarto evangelio. Incluso 'los elementos fundamenta­ concreto; individual y característico». La crítica his­

les de la vida comunitaria, a saber, el culto, los sa­ tórica se; ha convertido en un instrumento que utiliza

cramentos y los oficios, desempeñan en él un papel todo el mundo. Ella, sin embargo, no muestra ya el

-tan poco destacado que cabe dudar de que tuviera carácter, la pasión y el horizonte espiritual del his­

interés en ello. Así como falta el concepto de iglesia, toriador, para el cual la tradición como tal es discu­

J faltan igualmente los atributos de familia o de pueblo tible, sino la manipulación de los textos por especia­

' de Dios, de edificio celestial o de cuerpo de Cristo. listas: Por eso, ya en el umbral de nuestro tema nos

A esto corresponde el que los discípulos parece que tenemos que guardar de la apologética, que tra:a de
2
son considerados sólo como individuos y que a ellos, nivelar lo singular.

como tales, se les atribuyen aquellos títulos honorí­ También en el cuarto evangelio aparece Pedro co-,

ficos que echamos en falta para la organización ecle­ °;º el represe°;ante del círculo hi.stórico de los dis- .

sial. Ellos son los amigos de Jesús, los amados de cípulos. Todavía en 20, 6s se vislumbra que esto

Dios, los elegidos por un decreto salvador, los san­ tiene que ver con la tradición sobre él como el pri­

tificados a través de la palabra. Ellos pertenecen al mer testigo de la resurrección. Pero, curiosamente,

.reino de la verdad, de la luz y de la vida, en una sin embargo, no se presenta como correspondería al

palabra, al cielo, así como la carta a los efesios sitúa · peso de esta tradición. Por el contrario, los relatos

· juánicos sobre la resurrección nos hablan de María

l. Así J. Grill, Untersuchungen über die Entstebung des Magdalena, de los discípulos en su conjunto y de To­

vierten Euangeliums I, 1902, 36; W. Heítmüller, Das [oban­


más, y guardan, sin embargo, silencio acerca de Pedro.
neseuangelium, en Die Schriften des NT IV, 31918, 11. 17.
2. D. Faulhaber, Das [obanneseuangelium und die Kir­

che, Heidelberg 1935, 51. 58s. 65; E. Schweizer; Der Kir­

chenbegrij] im Euangelium und den Briefen des [obannes.


3. Pág. 75.
Studia Eoangelica, 1959, 371; Bultmann, Teología, 510.

1
80 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra 81

Esto no se puede considerar como algo casual, si se · apóstoles. La interpretación es cierto que ha incor­

5,
· recuerda lo que se nos dice en 20, 4s: no es Pedro porado aquí frecuentemente al círculo de los doce

sino él otro discípulo que le acompañaba, que sin Pero Juan habla, en lugar de ellos; de los discípulos.

duda debe ser el discípulo amado, el que llega pri­ Para su evangelio, es característico que figuras como

mero al sepulcro; en el que, sin embargo, entra pri­ Felipe, Natanael, Nicodemo, Lázaro, Tomás y, lo que

mero Pedro.· Si esta última afirmación .tiene el sen­ · es más digno de atención, también mujeres como la

tido de establecer componendas con la tradición bis- . samaritana, María y Marta y María Magdalena apa­

tórica, sin embargo, esta tradición, por el contrario, rezcan en 'primer plano.

queda en la sombra por la introducción· del discípulo Mientras que esas figuras amplían el círculo de los

amado, como ocurre otras veces . . Sea lo que fuere lo apóstoles.. le restan al mismo tiempo su importancia

que hay que entender sobre este discípulo, la verdad· teológica. :El recuerdo histórico no queda eliminado,

es que al menos por él queda en la oscuridad la impor­ pero se reduce a algo borroso. Aquellos discípulos

tancia eclesial . del príncipe de los apóstoles \ Esto que reciben del Cristo resucitado la misión, el Espí­
I
tiene un significado importante, como se deduce de ritu y los plenos poderes, son simplemente los re­

20, 21s. Todos los discípulos reciben allí de igual presentantes de la comunidad cristiana. En ella cade

manera la misión, el Espíritu santo y el poder de uno es enviado, cuando es llamado a convertirse en

perdonar los pecados o de retenerlos. Así, pues, la discípulo. Jn J , 41s describe esto, así como 17, 18s

comunidad de Juan conoce y reconoce. un oficio actua­ lo confirma. Evidentemente, Juan representa una cris­

do por el Espíritu, 'con unos poderes específicos. El tiandad en la que las funciones de oficio no van aso­

encargo de Jesús no sólo conduce al mundo, sino tam­ ciadas aún a privilegios. Lo mismo que en Pablo, tie­

bién al servicio en la comunidad e incluso a la .dis-. ne aquí vigencia el sacerdocio de todos los creyentes 6,

ciplina eclesial. Nuestro evangelio presupone u n a . vida lo cual, a finales del siglo 1, es algo más que sorpren­
7•
comunitaria organizada y, con el perdón, al menos dente Y tiene vigencia incluso con mayor natura­

fundamentalmente, también un oficio instituido por lidad que en Pa.blo. Su doctrina diferenciada de los

el Señor resucitado. Sin embargo, ese oficio. no .se carismas demuestra ya que el apóstol conocía muy

confía ni a Pedro ni al círculo de los apóstoles como

tal y por ello no tiene por qué ser transmitido, como


5. Barrett, p, 79s; F. Mussner, Die iobanneiscben Para­

ocurre en las cartas pastorales, por delegación de los kletsprücbe und die apostoliscbe Tradition: Bibl.Z. (1961)
67s; R. Schnackenburg, Die Kircbe im Neuen Testament
1961, 30. . '

. 6. E. Hirsch, Das vierte Evangelium 114. 346. 451; E.


4. Cf. A. Kragerud, Der Lieblingsiiinger im [obannes­ Schweizer, Kirchenbegriff, 373. '
euangelium, 1959, 53s. 68s. · 7. Kragerud, p, 64.

6
82 La comunidad baio la -palabra La comunidad bajo la palabra
1 83

bien la problemática de tal concepción. Si Juan 3 , 34 los eclesiológicos. La fórmula, como tal, es totalmen­

polemiza contra el argumento judío de que sólo se te tradicional. Pero su utilización esterotipada deja

recibe el Espíritu parcialmente; con ello se muestra bien claro que se tomó reflexivamente y con toda

sustancialmente desinteresado por una diferenciación idea y que caracteriza profundamente el ser de la

de los dones del Espíritu y por un orden comunitario comunidad juánica. Los verbos asociados con esa

que se edifica sobre ello. En todo el nuevo testamento fórmula muestran que ella recoge los momentos del

no h a y . . sin embargo, ningún. otro escrito del que se aprender oyente así como el seguimiento servicial y

pueda afirmar esto. ¿Cuándo no .. tuvo que luchar la que, por tanto, se refiere efectivamente al «discípulo».

comunidad cristiana con la cuestión de su ordenación? Así el mismo Jesús puede ser designado como el

En la época postapostólica aparecen dichas cuestiones maestro, si bien esta denominación en él evangelio

en todas partes en primer plano. ¿Cuál es el lugar en naturalmente se pospone a la de hijo de - Dios. Con

el que, a finales del siglo I, no se estuviera afectado tal autocomprensión de la comunidad juánica, se ha­

por estos problemas? �Go�pletamente c�mprensible llan asociadas necesariamente unas consecuencias su­

que, a la vista de est(apor� se lea t�mbtén en nues­ mamente importantes. A partir de ahí, se comprende

tro evangelio la autoridad de los apostoles. En -todo que la comunidad no sea considerada primariamente

caso, es más .comprensible que el que no se perciba a partir de su conjunto, sino a partir de sus miem­

esa aporía y que se sitúe la comunidad juánica como bros individuales. Por el contrario, la tendencia de

uh espectro en el espacio entre el cielo y la tierra. la época posterior se encamina a ordenar los miem­

Con todo nunca puede ser una iglesia tan invisible, bros particulares organizativa, sacramental y cultual­

que pueda deducirse de ella ejemplarmente el theolo­ mente dentro del ámbito de la iglesia. Así se les ha­

gournenon de la iglesia invisible. Si los apóstoles son bla, bajo un aspecto raramente esotérico, en 15, 14s,

únicamente honrados, partiendo de un recuerdo his­ como «amigos» 8, y 3 Jn 15 atestigua que ésta es la

tórico como los iniciadores, debe aparecer otra es- . autodesignación más corriente y familiar de los «her­

tructura comunitaria en la que encaje_ esto. A partir manos» entre sí. Ahora bien, donde todos son dis-

de ella, se .debe explicar ese desinterés, anacrónico,

por las formas de organización eclesial. De hecho,


8. Con razón hace notar Gaugler, Bedeutung der Kircbe,
Juan nos insinúa esto cuando nuevamente, de forma
1925, 29, que sólo algunos círculos místicos de l a · época pos­

sorprendente y en cierto sentido anacrónica, llama terior adoptan esta predicación y se dejan determinar por la
comunión personal con Cristo. No menos importante es que
a los cristianos de un modo persistente los «discípu­
los «amigos» se entienden como los · libres, cf Bultmann,

los». Con esto se retoma la más antigua autopredica­ Evangelium, 418. El esoterismo, que domina el discurso de

despedida, se expresa ya en lenguaje oracular, por ejemplo,


ción cristiana y por ella se sustituyen todos los títu-
en 3, 3s.
· 1

84 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra


85

tras que los herejes se mantuvieron en la antigua tra­


. cípulos, hermanos y amigos de Jesús, las diferencia­
dición. Si· se dirige de nuevo la mirada a lo que se ha
'l dones no pueden ser ya decisivas. La relación res­
explicado hasta ahora bajo este aspecto, nuestras ob­
pecto al Señor domina de tal manera la imagen, que

así las diferencias de los individ�os pasan . a segundo ser�acio�es · se encadenan. La comunidad que se sabe ¡

regida vitalmente por el Espíritu, puede dejar que


término e incluso los apóstoles sólo caracterizan los
queden en la sombra el apostolado, el oficio y la [
comienzos históricos de la comunidad. Tal vez el ras­
• • , 1

go más interesante en este contexto es que sólo en el orgamzacion y .entenderse a sí misma a la manera \

de un conventículo que se constituye a través de sus


evangelio de Juan se presentan con toda· naturalidad

y sin prejuicios mujeres como María Magdalena como miembro s.individuales y que se designa como el círcu­

lo de amigos y hermanos. Puede recurrir a las más


testigos del hecho de la pascua o, como la samarita­

na; en el servicio de la predicación abierta de la pa­ antiguas denominaciones y tradiciones del primrnvo

cristianismo, las cuales a finales del siglo I parecían


labra. Ya Pablo en 1 Cor 14, 34s, pronunció un

importante veto contra la participación activa de · 1a ya pasadas de moda, y así entrar incluso en conflicto

con la gran iglesia que se estaba formando. Juan se I


mujer en el servicio religioso, y así ella· fue relegada
11•
halla en un · campo de tensión intraeclesial /
por él, como ocurrió en la época siguiente, a un ser­
Esto se exterioriza en su relación con lo cultual
vicio eclesial auxiliar y a la misión en el gineceo.
'
especialmente respecto a los sacramentos. La discu-
Sólo algunos círculos heréticos permiten, en los estra-

t o s · . tardíos del · nuevo testamento, la predicación .\il


sión enconada sobre esto puede haber agotado mo­

mentáneamente la argumentación de detalle. Es muy


abierta y pública o incluso la dirección de la comu- / .
inverosímil que las posiciones más extremas pudieran
nidad por mujeres . . Ahora bien, la falta de prejuicios 1� Jf'
12•

con la que Juan nada aquí contra corriente, caracte- l\ imponerse de un forma duradera El culto y los I

9•
riza su posición histórica Nuevamente se sitúa él

en la tradición entusiástica, cuyo eslogan era: « ¡ni


10• 1 1 . . . Sobre est?, ahora Leroy, p. 179. 193; altamente
hombre ni mujer!» Ya en Corinto se sacaron de
sugesuv.a, Y complicando por otra parte mi tesis, J. L. Mar­
ahí las conclusiones más audaces. La iglesia que se tyn, Htstory and theology in tbe [ourtb gospel 1968 el
cual, al menos para la materia narrativa, elabora 'convin�en­
fundaba sobre los apóstoles se apartó decididamente
temente un enfre.�tamiento c<?n la sinagoga de la diáspora.
de toda. emancipación operada por el Espíritu, míen- 12 . . Cf. H. Kost�r, Gescbicbte und Kultus im [obannes:

evangelzum und bei Ignatius von Antiochien: ZThK 54

(1957) ?6-69; E: Lohse, W'ort und Sakrament im [obannes­


evangelium_: �TS 7 (1960-61) 110-125; G. R. Beasley-Mu­
9. Hirsch, p. 305.
rra}'., Bapttsm, m tbe neto testament, 1962, 172s. 229s en po­
10. A esto pertenece asirrusmo el realce enfático de la
lér.mca con Cull�ann; Kümmel, Tbeologie, 275s; . H. Klos,
adoración en el espíritu y en la verdad frente a cualquier
culto. · . Die Sakramente un [obanneseoangelium, Stuttgart 1970.
86 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo ·ta palabra 87

16•
sacramentos no desempeñan en nuestro evangelio \ s e · puede demostrar en esta época Por lo demás,
13•
ningún papel preponderante Pero tampoco se ne­ aquellos secretos. en los que Juan de hecho se halla

cesita · en modo alguno atribuir todas . las alusiones interesado son tratados en las amplias reflexiones de
14•
a ello a. un redactor La elaboración redaccional un discurso· sobre misterios. Estas faltan, prescindien­

podría demostrarse a través de}n 21 y para pasajes do de 6, 51b-58, plenamente por lo que se refiere al

como 6, 51b-58 apenas se puede negar. Sin embar­ bautismo y a la cena, puesto que el objetivo, por

go, el evangelista sin duda no. sólo sabía acerca del ejemplo, de .3, 3s; · 6, .32s y 15, ls, no es precisa­

bautismo de Jesús, sino también presuponía eviden­ mente lo sacramental como tal. Por el contrario, se

temente el bautismo cristiano y la ceria del Señor. da una gran cantidad de escenas estructuradas de una

Si en .3, 3s; 6, 32s y en otras. partes, se alude a forma primitiva que sólo sirven de base de lanza­

ello, esto no es realmente sorprendente a finales del miento. Importantes características de la vida del cris-1

siglo l. Por el contrario; se puede esperar. de ante­ tianismo primitivo así como contenidos centrales de

mano en esta época gran cantidad de tales alusiones. la predicación cristiana primitiva se pasan por alto, :

Pero nada permite introducir nuestras expectativas como· lo muestra la comparación con los sinópticos y

en el texto, mientras sea posible una interpretación con Pablo. Esto quiere decir que la curiosa relación

de él no sacramental. No ganamos nada si hacemos de nuestro evangelio respecto a los sacramentos y al

eso, · sino sólo acrecentar el engma ·· juánico en este culto no puede ser estudiada y determinada de un

lugar: ¿por qué aquél que, supuestamente de un modo aislado. Es más bien un aspecto característico

modo incesante hace alusiones sacramentales y que en el contexto de conjunto de la relación juánica res­
17•
presupone manifiestamente la praxis sacramental en pecto a la tradición dada previamente Unas solu­

la comunidad cristiana, no nos refiere la institución ciones simples o extremas no dan razón de. ello, pues­

de los sacramentos? ¿Por qué suplanta él el relato to que el problema de la utilización de . la tradición

de la cena del Señor por el relato del lavatorio de los en el cuarto evangelio es complicado y debe ser asu­

pies? Es claro que esto ocurre intencionadamente. La mido de una forma dialéctica. La disputa exegética
15
disciplina del arcano aclararía esto. Sin embargó, no . acerca del detalle no puede terminar mientras se bus­

que disociar la necesaria dialéctica.

13. Contra O. Cullmann, Urcbristentum, 38; W. Wil­


kens, .Die Entstehungsgeschichte des vierten Eoangeliums,
1958; pero también Barrett, p. 69; Mussner, Zoe, · llls.

138s. 16. Cf. E. Lohse, p. 122.

14. Contra Bultmann. 17. Moule, Indioidualism, 185, formula acertadamente

15. Así J. Jeremías, Die Abendmablsuiorte [esu, 31960, que el evangelio interpreta lo sacramental más a través de

119s (ed. cast.: La última. cena, Madrid 1981). · otras categorías que a la inversa.

1
88 La coinúnídad baio la palabra La comunidad bajo la palabra 89

r En realidad, lo que entra en debate es la concep- páginas de su evangelio. Ahora bien, siendo las cosas

· c i ó n juánica de la historia y, concretamente, en el así, se da un planteamiento equivocado de la cues­

· I horizonte de la doctrina de la encarnación. Esto se tión si se estudia el significado de la historia, sin te­
19•
reconoce de hecho en todas partes, en cuanto que ner en cuenta este aspecto Naturalmente a nadie

en todas partes se plantean las. cuestiones de la igle­ se le impide el introducirse o enfrentarse con el

sia, del oficio, de los sacramentos, de la tradición en evangelio a partir de nuestras concepciones históri­

el evangelio de Juan, más o menos expresamente en cas, existencialistas o histórico-salvíficas. Sin embar­

relación con la doctrina sobre la encarnación y a ellas go, precisamente la premisa metódica es discutible.

se responde a partir de ahí. Por desgracia, la mayo­ Si en el mejor de los casos se descubre a partir de

ría de las veces no se tiene suficientemente en cuenta ella una. parte de la dialéctica j uánica , con ello, sin

lo que esto quiere decir fundamentalmente. Si efec­ embargo, no se hace justicia en conjunto a la inten­

tivamente la encarnación es el eje de toda la proble­ ción del evangelista. En la confrontación con el Crea­

mática señalada aquí, entonces también ahí se pone dor deja la historia de ser lo que nosotros nos re­

de manifiesto la primacía de la cristología,· la cual re­ p r ese n tam os · de . ella. Juan estableció esta idea como

presenta el inmutable distintivo de la teología juá­ fundamento · de toda su exposición dándole múltiples

nica. La· cristología y la historia no permiten, en variantes. Ella es la perspectiva a partir de la cual

nuestro evangelio, ser simplemente coordinadas, co­ él escribe y por eso al mismo tiempo la clave de. in­

mo si fueran factores relativamente independientes, terpretación para su evangelio. A partir de ella llega

que. se los pudiera bien juntar o separar.· Pero aún él a aquella dialéctica que nosotros ahora tenemos

hay más: la cristología no puede ser introducida co­ que desarrollar en detalle.

mo un nooam escatológico en el mundo de la histo­ Ninguna diferencia fundamental separa la afirma­

ria, conocido también sin ella, como si la encarnación ción: «la luz brilla en las tinieblas» de aquella otra

sólo significara un hecho admirable ocurrido


-�- e n · ella. de que el «Verbo se hizo carne»
20•
Sin embargo, con

Ella es más bien, según el prólogo, encuentro del la primera frase se dice lo que ocurre con e l · mundo

Creador con su criatura. Esto significa que la histo­

ria y el mundo deben entenderse a partir de ahí y


19. De un modo característico Sidebottom, p. 188s:
18•
que sin eso no pueden entenderse Precisamente Juan pretende escribir historia y enfrentarse con el mundo

esto es lo que demuestra Juan en cada una de las de los. hechos, evidentemente en la perspectiva correcta. No
se pregunta en modo alguno si tal perspectiva admite en
último extremo la «historia» y los «hechos» en· el sentido

r
,,
moderno-pragmático. . . .

18. Así también Blank, p. 126; L. Schottroff, Der Glau, 20. Cf. E. Kasemann, .Afbau und Anliegen des ioban­

hende, 255s. neiscben Prologs, en Exeg.V ers.u.Bes. II; 1964, 161s. .


1

90 La comunidad baio la palabra : )


La comunidad bajo la palabra
l 91

en e l · momento de su encuentro· con su Creador.» debe precisarse esta frase en el sentido de · que sólo }

Todo su pasado, su presente y su futuro es puesto la revelación tiene historia. Porque marcadamente

con ello al descubierto, en cuanto que no se expone · Juan habla de la creación del mundo sólo en fórmu­

permanentemente al resplandor dé esa -l�z. Por eso las tradicionales, si s e . prescinde del prólogo. El no

el evangelio lo designa como el espacio· dé la im­ habla en absoluto de la caída de Adán, y sólo rara­

perfección, de la enfermedad, de la muerte, de la mente de figuras veterotestamentarias y únicamente

mentira, de la incredulidad; de la falta de compren­ de tal forma que carecen de contornos históricos.

sión, de la duda y de la maldad. Y esto· lo es tam­ E l l a s · son mencionadas, lo mismo que el Bautista,

bién, y tal vez incluso con más claridad que en cual­ únicamente en su función de testigos de Jesús. Las

quier otra parte; en su campo religioso, que se halla fórmulas: tradicionales hablan asimismo ocasionalmen­

representado por el judaísmo. Y puesto que las cosas te de · la resurrección general de los muertos como de

son así, no existe ninguna historia característica para la meta de la historia, si es que no se trata ahí de

este mundo, que le articule y que le señale su camino glosas. Finalmente, sólo .en los relatos de milagros
21•
inmanente El tiene padres a los que se refiere. Sin ,, tomados por Juan de la tradición se describen -las

embargo, éstos son para él mismo sólo la proyección ' personas individuales con calor · e individualmente.

de su propio pasado. Pero, a la inversa, la revelación Ninguna de las otras figuras posee una vida propia

de Cristo proyecta tal pasado en el ámbito metafísico efectiva, sino que caracterizan, consideradas funcio­

del diablo. Según eso, el fin del mundo se halla siem­ nalmente, la conducta del mundo o de la comunidad
22•
pre presente en la muerte· bajo diversas máscaras. La respecto a la revelación experimentada Ante este

historicidad no es realmente un atributo del mundo estado de cosas, el hablar de historia de salvación

corno tal. Solamente se da en cuanto que· el Creador es algo más que atrevido y sólo está permitido si se

interviene actuando en el plan. Solamente Dios esta­ distingue rigurosamente esta historia de salvación, por
23•
blece, manifestándose, en verdad la historia, así co­ ejemplo, de la de Pablo o la de Lucas Naturalmen­

mo es sólo él el que da vida. Sin embargo, también te, que cabe reducir Jo distinto a un denominador co-

. mún, s i · se formaliza y se nivela suficientemente. Sin

21. Con la interpretación corriente, asimismo Blank, p.


embargo, la tarea exegética exige que se perfile lo
3 lOs considera las cosas de una forma histórico-salvífica. Por

eso él antepone el proceso de Dios con Israel al proceso con

el mundo, aun cuando en el primero, reconoce el modelo

de la crisis general. Esto demuestra que su tesis fundamental 22. De un inodo fundamental;' pero exagerado mostró

no se ha desarrollado de modo radical. El interés histórico esto A. Loisy, Le quatriéme éuangile, 2¡921, '

no permite destacar consecuentemente la primacía de la cris­ 23. Sobre todo con .respecto a la interpretación de Cull­

tología también sobre la escatología y la consideración de la mann, la cual fue impugnada en bloque últimamente por

historia. · Conzelmann, 'Grurrdriss, 358. · · ·


La comunidad balo la palabra
92 La comunidad bajo la palabra 93

que es propio y que se pongan de manifiesto los pun­ Lagos, en cuanto que es el espacio de su epifanía \

tos más destacados: La historia de salvación· juánica 1


,
pasada, presente y futura. La preasentia Cbristi es su

es, si es que se pretende hablar de eso .con precisión, j , único tema.. Lo que de terreno aparece es decorado

constitutivamente la historia del Lagos, que supera \ } y escenario para ello y · sólo parcialmente se alude a

la oposición del mundo contra su- C��a,dor o que la \ ello o se esboza de un modo poco cuidado, de for-

potencia. El hecho de que esta oposícion y su supe­ ma que muchas descripciones se esfuman en una

ración se presenten siempre de una manera típica semisombra. La reflexión dogmática determina el m o n - 1 J
muestra nuevamente a las claras· hasta qué punto to- taje y articulación particular del evangelio. Según eso,

do el énfasis carga únicamente sobre la revelación el escenario de los acontecimientos puede ser una y

como tal. La historia que se describe aquí tiene lugar otra vez: Jerusalén, y muchas de las importantes tra­

sin duda sobre la tierra, y, por tanto, en el tiempo · diciones de los sinópticos, carecen de interés para el

y en el espacio, y por eso el Logos necesita de aso­ evangelista. Así la expulsión de los mercaderes del

ciados y de oponentes humanos que entren en juego. templo se sitúa al principio, el mi lagro de Lázaro

Sin embargo, su realidad se Iirnita, siempre que Juan abre la pasión y la materia narrativa es utilizada pa-

no se sirve de la materia tomada de la tradición, ra ilustrar la� palabras de Jesús y para introducir los

a la única función de su reacción. Esto explica por largos monólogos de los discursos. Si se mide esto

qué ellos aparecen y desaparecen tan de improviso. con la realidad de la vida diaria, es algo totalmente

Ellos son traídos de abajo o de arriba y son, en la artificial.

estupidez de su falta de comprensión, a veces casi Si se tiene todo esto ante la vista, se comprende

marionetas. La luz que se proyecta sobre ellos los también la relación juánica respecto a la tradición

pone en movimiento, y sólo en el círculo de esa luz en su conjunto. Un evangelista que pretende narrar

tienen vida. Así la historia que se presenta aquí es, I


'
I
la historia terrena de Jesús no puede naturalmente

por tanto, sólo en el sentido más externo, un pro-¡ J renunciar a las tradiciones. Ya lo que extraña es que

ceso: Jesús es descrito como aquel. que está de paso.¡ Juan, a finales del siglo I y, según parece, estable­

Esto se repite en un plano superior en cuanto que¡ cido no muy lejos de Palestina, tal vez lo más fácil

su camino es al mismo tiempo un retorno de la tie�! en Siria, difícilmente conoce a los sinópticos. El uti­
t
rra, pasando por la cruz, hacia el cielo. Todo el pa­ liza sin duda una tradición en su estado primitivo

sado es mencionado únicamente en cuanto que apun- tal como se ha conservado más originariamente en

ta a este presente suyo. Todo el futuro no es otra los sinópticos. Esto apunta nuevamente a un lugar

cosa que la ampliación glorificada y la repetición de en la historia del cristianismo primitivo, en el cual

este presente: la historia sigue siendo historia del todavía no habían hecho demasiada mella las corrien-
94 La comunidad baio la palabra J La comunidad bajo la palabra
95

tes del catolicismo primitivo de la iglesia que se iba . · ¡ f�ente de relatos de milagros, al menos en parte y

formando. Sin embargo, la característica propia del . sm profundas modificaciones. Esto mismo vale para

uso juánico de la tradición es que aquí se trata la su relato de la pasión y de la pascua en su núcleo

tradición con mayor libertad y con más violencia que principal. Con todo esto, nos hace reconocer que no

en cualquier otro lugar del nuevo testamento. No se podemos vivir sin tradición y que el Espíritu sin ella

puede afirmar que dicha tradición fuera despreciada se convierte en antiespíritu.

o que el evangelista hubiera ejercido una crítica No las alternativas sino los desplazamientos de

fundamental de ella, para lo cual . s e hubiera opuesto acento son también aquí de importancia. A ellos

el Espíritu a la tradición. Si esto sucedió a fin de corresponde el que la voz del Espíritu no s e . vea cir­

cuentas en el cristianismo primitivo en alguna épo­ cunscrita a la tradición y ésta no se vea fijada, como

ca; f u e · entonces relativamente pronto después de afirman 2 Pe 1, 12; 2, 2; Jud 3, una vez por todas

pascua. El Espíritu rompió la tradición, cuando; por en la transmisión apostólica. Jesús, que vuelve en el

ejemplo, el círculo de Esteban infringió la ley cúltica Espíritu, es identificado a través de la tradición, pero

judía en beneficio de la misión hacia los gentiles, o es más que ella. Que él conduce a toda la verdad no

cuando los entusiastas corintios rompieron, con su se puede desligar de la tradición, la cual da testimo­

escatología «preséntica» fundamentada sacramental­ nio de su obra en sus primeros discípulos, pero sin

mente, con la apocalíptica judea-cristiana tradicional. embargo, no se agota en ella. Pues su obra va cre­

A Juan no hay que ascribirlo a este estadio, si bien ciendo, y la gloria del tiempo posterior es mayor que

-algunas de sus raíces habría · que situarlas ahí. La la del principio. Finalmente, de la tradición de los

alternativa de tradición y Espíritu está muy lejos de apóstoles vale aquello de que ella en ninguna parte

él. También él hace que el Espíritu recuerde las pa­ se capta como tal directamente y sin malentendidos.
25
labras de Jesús y actualiza e s t o , . al escribir él mismo Siempre que la exégesis afirma esto piensa con las

un evangelio, que en forma y especialmente en su categorías de sus ilusiones y sueños. Así como los

construcción corre paralelo con los sinópticos. El no once representan la comunidad cristiana y, por lo
24,
rehusó la utilización del antiguo testamento aun­ . demás, tienen solamente importancia histórica, así su

que puede prescindir de él en grandes espacios y lo obra y su herencia no se diferencian fundamental­

sitúa· a la sombra de su tradición acerca de Jesús. mente. de la de la samaritana o de la de la época

El tomó muy probablemente las narraciones de una posterior por ejemplo entre los helenistas de 12, 20s.

La única cualificación de la auténtica tradición es

24. Cf. N. A. Dahl, The [obannine cburcb and bistory.


Current issues in neui testament interpretation, en Essays in
honor of O. A. Piper, 1962, 124-142. 25. Es representativo F. Müssner, Parakletsprücbe, 66s.
96 La comunidad bajo la palabra
La comunidad bajo la .Palabra
97

que e11 ella se asegura y se conserva la voz de Jesús. mucho o poco según le parecía útil para · su propósi­
27•
Ella no es un fin en sí misma, sino medio del testi­ . to La polémica es en él algo más que un puro es­

monio, el cual no se legitima por el nombre o por el J 28•


tilo li t�rario de sus discursos El profeta discierne

rango de sus portadores, sino por su objeto. Así co- ¡· los espíritus. Con eso concuerda también que él re-

mo la tradición sólo tiene la única tarea o misión de chaza lo anticuado, para ser fiel a lo. único que per­

conservar la voz de Jesús, así se ve limitada y rela­ manece. Para Juan vale en todos los momentos lo que

tivizada por ello. No se puede sustituir por la tradi­ dijo Zinzendorf: «sólo tengo una pasión: ·y ésta es
29•
ción la voz de Jesús, que conduce siempre de nuevo él, únicamente él» Por muy inclinados que este­

a la comunidad a la verdad plena. Por el contrario, mos a aceptarlo así, la verdad es que esta confesión

para la tradición cristiana primitiva vale, lo mismo no ha sido precisamente tan evidente en la historia

que para todo lo terreno, aquello de que «el Espí­ del cristianismo. Ella marca más bien las grandes ex­

ritu vivifica, la carne no sirve para nada». Lo que cepciones y no raramente la piedad de las sectas.

· no sirve al testimonio y sólo a él se hunde en lo Aunque no contiene necesariamente una crítica de l a ¡

ilusorio, por importante que· sea históricamente. In­ tradición, sin embargo, puede convertirse en ella y,

cluso lo reconocido se sitúa, como todo el evangelio en todo caso, garantiza la libertad del Señor frente

muestra, sin miramientos en nuevos contextos. Pues a la tradición eclesial. .'

no es el sagrado pasado lo que sanciona como tal, Hemos de. detenernos aquí un momento para ex­

sino su posible utilización en el presente. Muy rara­ presar la sospecha de que, con tales observaciones
'
mente se destaca que Juan sin duda ninguna debe se hace más reconocible el lugar histórico de nuestro

ser contemplado como seguidor de aquella profecía, evangelio. Si presupone más o menos naturalmente las

cuya característica, según 1 Cor 14, es la actualiza­


26•
ción del mensaje cristiano Así como aquélla, en­
, 27. J?or eso Juan diferencia más agudamente que los <le­
señando, amonestando, consolando, explicando lo tra- .
mas escnto!es del ?uevo testamento entt� Escritura y pala­

dicional a su propio tiempo, se ve determinada por . bra de Jesus, por ejemplo, en 5, 45s. jesús necesita de Moi­
sés ,como testigo tan poco como, según 5, 33s, del Bautista.
la situación de cada caso, así él aplicó el evangelio, 1
Según 3, 33s; 5, 32, a él le acredita sólo el Padre. La

c�n profética ausencia de escrúpulos.� con unila.t��a­ mis�a pretensión profética se encuentra en 1 Cor 2, 13s. A
partir de ese contexto, se debe entender también la fórmula
lidad, a su presente. Para eso se utilizó la tradición
«el Padre que ine envió». Ella no tanto tiene la finalidad
de subordinar a Jesús al Padre cuanto de mostrar con la
misión divina la pertenencia al mundo celestial. ·
26. Esto lo vio Kragerud, p. 114, con cuyo resto del 28. Acertadamente Barrett, p, lls; Mussner p. 64·
análisis, sin embargo, no puedo coincidir; cf. W. Grund­ Brown, p. LXXVIII (edición original). ' '
mann, · Zeugnis und Gestalt , d e s · [obanneseuangeliums, 1961,
29. Cf .. Lütgert, p. 170: «en el amor a Jesús radica . . .
19; Leroy, p. 194. · · toda la religión del evangelista».

7
98 La comunidad bajo la palabra 1 La comunidad bajo la palabra
99

circunstancias y las tendencias de finales del siglo I, .· J mera vez por los gnósticos, puede deberse a que es

sin dejarse asociar en su intención auténtica a ellas, . vestigio de una comunidad arrinconada del. primitivo

esto se ajusta óptimamente a un espacio marginal de cristianismo. Cuando menos, el historiador no se pue­

las corrientes generales. Si sólo unas miradas furtivas de cerrar a esta posibilidad. Cierto que frente a tal

ocasionales tratan como de refilón la situación de la posibilidad se halla la clara valoración del evangelio

iglesia, y, sin embargo, muchas cosas van en sentido en toda la historia de la iglesia, de forma que el

opuesto, esto apenas puede explicarse de otro modo teólogo solo difícilmente puede aceptarla. Porque la

si no es en forma polémica. ¿Se esclarece tal vez el labor histórica siempre se logra desilusionando y

hecho de que el lugar histórico del evangelio es tan desmitologizando. Hasta qué punto la cristología del/

difícil de determinar y que, en toda la historia de la evangelio habla en favor de un grupo eclesial singu­

iglesia, se consideró como extrañamente desvinculado lar, ya lo hemos visto. Las incomprensibilidades de

de la tierra, admitiendo que no surgió en el espacio la eclesiología y la particular relación dialéctica res­

de la iglesia conocida por nosotros en el· nuevo testa­ pecto a la . tradición se dejan también entender mejor

mento y por ello sólo ella tomada en consideración partiendo de este punto. El que se encuentra al mar­

por la exégesis? Ciertamente, a finales del siglo I no gen del desarrollo eclesial dominante puede oponerse

existe aún ninguna organización de conjunto de la. a él y, al mismo tiempo, estar sometido al mismo,

iglesia. Hay que representarse la independencia de como lo demuesta incluso su reacción. Orientado haci�

las comunidades y la diversidad de sus condiciones lo antiguo, puede al mismo tiempo preparar lo que

de vida tan amplias como · sea posible. Esto no ex­ viene, en cuanto que su reacción no es estéril, sino

cluye que las confederaciones separadas y diferencia­ útil y fructífera. Mientras que él, en la fidelidad al

das no tendieran a la unidad de múltiples maneras,. ayer, se opone al hoy, puede colaborar en la cons­

con diferente claridad y apresuramiento. Ya Pablo trucción del andamiaje del día de mañana. También

sé esforzó en esto, y los Hechos de los apóstoles y los partidarios de las sectas participaron en la cons­

la carta a los efesios proyectan el programa teológico titución de la iglesia católica primitiva y con mayor

para ello. El canon del nuevo testamento fue única­ influjo del que la ortodoxia desearía admitir. La ca­

mente posible porque se contempló ingenuamente y nonización. significa que se admite un escrito,. pero

tal vez incluso de una forma bastante ideológica el no su ambiente. Tanto los errores útiles como los

pasado en esta tendencia. Finalmente, la formación errores inútiles se encuentran ligados, en una histo­

de la gran iglesia realiza claros progresos hasta me­ ria de la salvación entendida realísticamente, a la

diados del siglo 11. Si el cuarto evangelio se. amolda ( prooidentia Dei.

lo menos a tal desarrollo y es descubierto poi" pri- \ .


La comunidad bajo la palabra 101
100 La comunidad bajo la palabra l

sin entenderse si no conduce a la fe propia. Es siem­


, Sería estúpido discutir que, naturalmente, también
pre peligrosa puesto que siempre sucumbirá a la ten­
Juan defiende una 'eclesiologfa. Pero ésta no se halla
1 dencia de colocarse a sí misma en · lugar de la voz
J proyectada por las formas de la organización eclesial.
del buen Pastor y d e · acallarla. No podemos hacer
Por eso; la institución como tal no se halla exaltada
que nuestra relación con Jesús se desplace a la dimen­
y magnificada por aquella mitología que no falta en
sión · histórica ni podemos hacerla dependiente de
el campo de la cristología. Para Juan, la iglesia es '
nuestra relación respecto a la iglesia, si bien la voz
constitutiva y exclusivamente la comunidad de los
del pastor se transmite en la iglesia y por medio de
hombres que escuchan la palabra de Jesús y que creen I

ella. Porque no es la transmisión eclesial lo que cua­


en ella, es decir, el rebaño que se halla bajo la pala-·
30• lifica esa voz, es ésta más bien, a la inversa y en una
bra Todas las demás determinaciones · se hallan
sucesión: incambiable, la que cualifica a la iglesia co­
orientadas a esto y sólo tienen importancia en cuanto
mo una comunidad bajo la palabra. Así se niega en
que expresan esto. Esto quiere decir al mismo tiem­
4, 39s, sin duda no sin intención polémica, que el
po que la iglesia aquí es contemplada d e · un modo
testimonio de fe simplemente humano cree una rela­
destacado y extraño bajo el punto de vista de sus
32•
31• ción suficiente con Jesús La fe correcta se halla
miembros particulares · Oír, creer y seguir debe¡·
asociada a que ella misma ha visto y oído, ella mis­
hacerlo insustituiblemente en cada caso el individuo,
ma ha encontrado a Jesús. De otro modo estaría aún
aun cuando él 1o haga en la comunidad de hermanos. ,.
en la situación de los judíos, que asimismo conser­
Dicho esto de una· manera aguda, pero de ningún
van la fe de sus padres y, precisamente por eso,
modo exagerada: se puede dar como sentado que
pueden mantenerse cerrados al Cristo.
Juan es el primero que apasionadamente rechaza la
Naturalmente, se despierta ahora la cuestión de
máxima de que basta creer con la iglesia y dejarse
cómo es posible después de la muerte . de Jesús ver
llevar por ella como la madre de cada uno de los
uno mismo y escuchar, y ser, en este sentido, iglesia.
cristianos. Por eso, él tampoco fundamentó la salva-\
Agudamente se responde a esto cuando se interpela
c i ó n en la tradición como tal. La tradición sirve para
I

a Tomás para que tenga una fe que no ve. La res­


llamar la atención acerca de Jesús y en esto es iri- ·
puesta no es propiamente paradójica, porque Tomás
dispensable. Sin embargo, permanece profundamente
ha visto efectivamente antes, y los discursos de des­

pedida en 14, T«. 19; 16, 16s; 17, 24 prometen a


30. De la manera más aguda se halla destacado esto
por A. Schlatter, Der Euangelist [obannes, 1948 y R. Bult­
32. Bultmann, Kommentar, 148s; Hirsch, p. 153; de
mann.
un modo nada convincente, R. Walker, Jüngerwort und
31. Moule, Indioidualism, 182, ha pretendido incluso
Herremoort: ZNW 57 (1966) 49-54. ·
ver en ello la característica del evangelio.

· I
· . [

102 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra 103

los discípulos un ver también para el futuro. Así, Jesús y que toda fe postpascual sólo surge sobre la I
· pues, no se .hallan contrapuestos dos grados, el pri­ base de tal predicación de la iglesia determinada dog-

mero de los cuales estaría determinad� por. el ver y . máticamente. · ,

Una de las tareas más importantes de la interpre­

t�:::�E. ;::::·:::::���{!!����!1 /'


denominamos el Jesús histórico
33
• La promesa de ver .
tación

problema
juánica

y
es plantear

contestar
de

claramente

puede afirmar que la interpretación más reciente haya


una manera

al mismo,
aguda

y no
este

se

a Jesús, incluso después de su exaltación, determina colaborado de una manera especial en este punto. En

claramente que la fe de la cristiandad posterior no general, ella ha ocultado uno u otro aspecto y, con

tiene necesidad de la predicación eclesial del mismo ello, sólo ha eludido el dilema en cuestión. Tuvo que

modo que la tiene un asentimiento a verdades dog­ hacer esto puesto que se hallaba fascinada o bien

máticas. La fe efectiva no' puede acabar en la pala­ por la idea de la encarnación, o bien por el presunto

bra del hombre, aun cuando sea la palabra del por­ espiritualismo juánico y, en ese caso, interpretó la

tador del Espíritu y de la iglesia. Aun cuando des­ cristología a partir de ahí. Sin embargo, aquí se

pués de la pascua la fe sólo es posible por la pre­ pone . de manifiesto que no se puede explicar la cris­

dicación eclesial, le es imprescindible aún llegar al tología · a partir de nuestras concepciones acerca

mismo Jesús, de la misma manera que los samarita­ de la encarnación o a partir de un supuesto espiri­

nos tuvieron que hacerlo después del anuncio de la tualismo juánico. Más bien la encarnación y lo que I
mujer. Así, pues, la fe está protegida por ambos se denomina espiritualismo o mística se han de en­

lados contra malentendidos: no es ni fides historica tender a partir de la cristología juánica. Sólo ella
34.
ni fides dogmatica ¿Pero cómo se puede sostener decide, en último extremo, sobre si la problemática

esta proposición? Por una parte, es verdad que la fe de nuestro evangelio se reconoce efectivamente y se

fue suscitada ya por el Jesús terreno y que tenía resuelve adecuadamente. Pero ambas cosas no son el

a él como contenido. Pero, por otra, se mostró an­ caso cuando se piensa, como de costumbre, a . partir

teriormente que Juan determina dogmáticamente la . de la alternativa o en esquemas de anonadamiento

esencia de la fe como la fe en la filiación divina de y de exaltación. También en el Jesús terreno se en­

cuentra el Logos, el cual es una sola cosa con el Pa- ¡


dre, y en la predicación eclesial postpascual no se
33. Contra Cullmann, p. 112; Barrett, p. 72.

34. Cf. Conzelmann, Grundriss, 381s. Por el contrario,


trata de otra cosa que del encuentro con ese Logos.

Mussner, Zoe, 139, entiende, a partir de su tradici6n, la


\ En el encuentro con el Jesús terreno, lo mismo que
fe como decisi6n humana que, mediante el sacramento es
ratificada de un modo divino, · '· ¡ en la predicación postpascual de la iglesia, el objeto

1
104 La · comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra 105

1 37•
y el contenido de la fe son idénticos, a saber, el la encarnación o que Juan Bautista Es extraordi­

·1 Revelador, el cual, como Logos, es uno con el Padre. nariamente importante que Jesús en todo momento
1

· La comunicación de hechos históricos confirmados se defiende de dar sólo testimonio de sí mismo y así

por el testimonio ocular de los apóstoles no sirve, · buscar su gloria. Se defiende igualmente mucho de
35,
como tal, para nada de la 'misma manera que el que la voz del Bautista o la de los padres del anti­

mismo Jesús, a pesar de todos sus milagros, encon­ guo testamento sea entendida como instancia última.

tró más falta de fe que fe. Pero la predicación dog­ Como testigos, ellos apuntan más allá de sí mismos.

mática de la iglesia tampoco sirve como tal para na­ La predicación dogmática de la iglesia postpascual

da, si no abre el camino hada el mismo Jesús. Sólo también: lo hace. Si ella no fuera dogmática, no cum­

puede fundamentar y dar origen a una religión, con pliría con la pretensión de Jesús. Si no apuntara por

unos hechos salvíficos específicos, junto a las otras encima de sí misma, no llevaría al mismo Jesús. No

religiones. En cambio, Jesús se aproximó a nosotros puede ocurrir entonces otra cosa con el Jesús terre­

sobre la tierra y nos quiere también visitar en el no, en cuanto que él se designa como testigo. Y así

Espíritu sobre la tierra. El, ya en su figura terrena, 1 él apunta por encima de sí mismo al Padre, así nun­

formuló dogmáticamente su mensaje como mensajero ca se puede prender y aprisionar la verdad en 1o

de su filiación divina. La iglesia no puede desvincu- . terreno, como tal. Ni siquiera se la puede fijar ex­

lar su predicación de esa vinculación dogmática, pues­ clusivamente en el Jesús terreno, al cual, partiendo

to que, de fo contrario, no recibiría su mensaje. El de tal intención, denominamos «histórico». Que él �-

encuentro terreno y la vinculación dogmática están

emparejados antes y después de la pascua. Y hacen 37. E. Schweizer, [esas der Zeuge Goues, en Studies in
[ohn, Festschrijt J. N. Seuenster, 1970, 161-168 sitúa de un
esto en cuanto que ambos se comprenden bajo ·el modo antitético al testigo contra el Revelador, hace caso

concepto del «testimonio», que tiene un sentido es­ omiso de la función jurídica del concepto y desarrolla, en
SI.\ lugar -para esto, en general, partiendo de la materia
tricto forense, y, por consiguiente, supone la situa- ·
narrat!'va, .qu; .el evangeli�ta tomó de la tr�dición-, una pe­
36•
ción del proceso judicial El mismo Jesús terreno dagogía dialógica del Jesus terreno combatido y que termina

en la agonía. O 'quae mutatio rerum, con relación a su diser-


no es · menos «testigo» que el Espíritu que habla
. tación E?o eimi, !939. En .el mismo tiempo, H. Hegermann,

desde y en la iglesia postpascual o que los padres Er kam m setn Eigentum, en Der Ruf [esu und die Antwort
der Gemeinde, Festschríft J. Jeremías, 1970, 114-131, p. 128
veterotestamentarios que dieron testimonio antes de
asocia el mismo interés por la unicidad y la significación de
la vida terrena de Jesús con la aceptación de mi tesis de una
pura cristología de la exaltación con motivación protognós­
. '· tica, El rechazo de· la expresión-clave «docetismo ingenuo»
35. Contra Cullmann, p. 48. no le induce en absoluto; por consiguiente, a una coinci­
36. As{ ya Heitmüller, p. 16; Dahl, p. 139s; Bultmann, dencia conmigo en lo real u objetivo. ¿Se me tomará enton-
passim. · ces a. mal si digo que ella no me ha impresionado? ·
1

1
La comunidad bajo la palabra 107
La c011;11nidad ba;o la palabra ; i
106

·¡ sentido . y la medida de la encarnación y no a la in­


sea el Logos, es su dignidad, y que, por medio de
. versa la encarnación, la ve��ad y el lí�ite del Lo­
·todos. los logoi, se llega a l . Logos, esa .es su preten­
39•
gos El le. otorga su función y · determina, precisa-
sión. En el Hijo, y mucho más en el mensaje de los

padres o' de la tradición eclesial, quiere y debe ser


cautivador y para mí en gran medida convincente de L.

reconocido el Padre, y sólo ahí selogra, según 1 7 , 3� Schottroff. Si según ella, en Der Glaubende, 280s, en la gno­
sis no· se da la encarnación del Salvador, sólo por eso es
la vida eterna. todavía menos evidente que entonces se haya producido un

Resumamos aquí el resultado de lo dicho hasta evangelio. Las explicaciones de la autora cuadrarían mejor
a un tratado o a una colección de dichos. Que este proble­
ahora: la indicación de los padres, la palabra Y la
ma no exista para ella, dice mucho contra su interpretación.
obra del Jesús terreno y la predicación dogmática de y la caracteriza, cuando menos, como una reducción. Del
craso dualismo de la realidad intramundana y extramundana,
la iglesia son Íos aspectos históricos de aquella única
p. 254s, 269, que no al azar permite hablar en p. 278s de
revelación, que permanece igual, del Logos, que es una «doble vía» de cualidades y que en p. 271s permite
separar violentamente los hemistiquios de 1, 14, se derivan
una misma cosa con el P ad re. Tienen en cada caso
necesariamente las más graves consecuencias: la existencia
su función. Pues muestran las dimensiones de la re­ intramundana no puede ser, en el sentido auténtico, objeto
del ver y del creer. Esto vale asimismo para Jesús, cuya tal
velación en su profundidad que se remonta a la crea­ " r

existencia y realidad se reconocen sin restricciones, el cual,


ción, proximidad de la salvación de la am­
'

de la y sin embargo, en ese sentido, p. 279, no es otra cosa que un

hombre y un taumaturgo corriente. De hecho, se convierte


plitud cósmica. Como aspectos históricos de la reve­
en un redentor que puede ser sustituido por otro y en su
lación, se ven sometidos a su vez al mismo peligro peculiaridad, como ocurre en la gnosis, en la llamada celes­
tial, que da ocasión a la fe o a la incredulidad. La salvación,
de verse mal interpretados, de que la aparición terre­
según la p. 293, es invisible y en definitiva sólo puede des­
na cierre la mirada a la verdad celestial que se mues­ cribirse de un modo negativo. Pues lo que de un modo
positivo se define como «vida», no es de hecho otra cosa
tra en ella. Así como los padres pueden ser utilizados
sino el distanciamiento del mundo que circunda al hombre.
como instancia de apelación contra Cristo, así ame­ En la p. 293, se destaca que tal distanciamiento no es la
consecuencia, sino la realización de la fe y de la salvación.
naza a la predicación eclesial el ponerse en lugar de
Queda sin explicar quién se puede entonces denominar en
Cristo. Pero también la pretensión del Jesús terreno serio un creyente y cómo se puede dar la certeza de la sal­

se convierte, por su encarnación, para algunos en in­ vación. Sin embargo, es comprensible el juicio de la p, 2 9 5:

.«Juan es el primer sistema extenso conocido por nosotros


creíble, y para otros, en seducción mediante sueños de una gnosís que se adapta tradiciones cristianas. Con el

terrenos de salvación. Incluso la encarnación se halla evangelio de Juan, la doctrina gnóstica sobre la salvación
ha conseguido introducirse en el canon». En el marco de
entre dos luces y en contradicción. Esto lo supera
la .teología existencial que se presupone y de una concepción

sólo la fe que descubre la gloria de Jesús y toda la de la fe circunscrita y reducida por ella, tal conclusión ape­

38 • il:
nas puede evitarse.
gloria sólo en Jesús La revelación del Logos es el í
39. En esta alternativa se decide el derecho de toda mi
interpretación. A partir de ahí, ataco cualquier explicación
38. A partir d� esta yroposici�11;,. se desprende .necesa­ historicista, ya parta de la cruz, de los sacramentos o de la
riamente una amplia crítica al análisis extraordmanamente historia de la salvación.
La comunidad ba;o la palabra La comunidad bajo fa palabra 109
108

mente así; la función del testimonio de los padres ¡ ce ninguna imagen del denominado Jesús histórico.

y de la tradición de la iglesia. Todos. ellos sirven a Tampoco los sinópticos hicieron esto, si bien pueden

su praesentia, la cual, sin embargo, en ninguno de mostrarse en ellos tendencias historicistas. Si se pres­

ellos puede ser fijada de forma duradera. Pues la his- cinde de los materiales tradicionales de los relatos

toria es el espacio . de la revelación, y lo terreno se j} de milagros y de la tradición de la pasión, . sólo se

convierte en su forma de aparecerse. Sin embargo, puede fundamentar el supuesto realismo juánico en

la historia. y lo terreno son, al mismo tiempo, el lu- la afirmación de 1, 14a, como se hace, por supuesto,

gar de la peregrinación de Jesús. Ellos no garantizan en general sin ningún reparo. Que la encarnación no

su permanencia y no tienen poder sobre aquél al que tiene por qué significar kenosis ni un entrar pleno en

ha enviado el Padre y el cual, a su vez, envía al nuestra condición humana, apenas se tiene en consi­

Espíritu, cuando, donde y como quiere. En lo his­ deración y, en cualquier caso, se rechaza hoy casi

tórico y en lo terreno, se realizan sus obras y sus unánimemente. Que el Cristo juánico diga no sólo· a

signos, pero su reino no es de este mundo. Donde su madre: «¿qué tengo que ver contigo, mujer?» y

esto tiene vigencia, tienen también el culto y los que se enfre nte como el incomparable a sus discípu­

sacramentos su lugar adecuado. También ellos apun- los y adversarios, no se considera fundamentalmente

tan por encima de sí mismos. Lo que importa es como algo pleno de significado. Así sólo raramente

permanecer junto a Jesús bajo su palabra. Así los se ve que él hace que los sacramentos sean un posi­

sacramentos se dirigen a la palabra y a su epifanía ble encuentro con el Logos, y por ello, precisamente

y son interpretados a partir de la palabra. Su verdad no algo ya «sacramental» en el sentido que nosotros

es el dominio o el reino de la pala bra. Prescindiendo desearíamos. El realismo histórico se ha convertido,

de esto, no aparecen. en la época de después de la ilustración, en uno de los

La exégesis corriente pone. de relieve · 1os sacra­ últimos bastiones de la cristiandad. Ella se sirve así

mentos y su importancia para el cuarto evangelio, por­ evidentemente más mal que bien de consignas origi­

que entiende la encarnación .a partir del sacramento nariamente hostiles, y entiende la encarnación ya en

y está interesada en el realismo antidoceta de nues­ plan moderno, concretamente, en plan histórico. Natu­

40•
tro evangelio Sin embargo, la tendencia juánica va ralmente que Juan sostiene que el encuentro con el

precis amente en sentido opuesto. Así como él no ha :


l
Revelador ha tenido lugar y así sigue teniéndolo en

bla de la iglesia como institución salvadora, no ofre- forma terrena. De lo contrario, sería un sueño reli­

gioso. Pero esto no significa que el mismo Revelad�r


//
· . 40. Cullmann, p. 38s. 56s. 112; Hoskyns, 17s; Barrett,
renuncie a su divinidad y así se convierta en terreno,
p. 69; W. Wilkens, p. 24. 9 1 ; con precaución frente a esto

tal como lo somos nosotros. Si se miden las cosas


Brown, p. LXXVls, CXls.. .
110 La comunidad baio la palabra La comunidad baio la palabra
111

con el concepto moderno de la realidad; nuestro evan­ más estricta de que la eclesiología se desarrolla aquí,

gelio es más fantástico que cualquier otro escrito del sin cortapisas, desde la cristología, a saber, a partir

nuevc:i testamento. Y se le hace un mal servicio y, del Lagos. Así como la iglesia es la comunidad bajo

por otra parte, eso no puede engañar a los auténticos la palabra, y todas sus características se refieren a la

realistas, cuando se le aplica el título de «antidoceta», palabra, también así es en Juan el Espíritu. Pues él

que debe garantizar la «historia que se da una sola designa en términos juánicos no . otra cosa que la po­
41•
vez» Los · títulos contrarios de «espiritualista» y . sibilidad y la realidad postpascuales de un siempre

«místico» tenían frente a esos cuando menos un va­ nuevo encuentro con Jesús como aquél que revela su

lor heurístico, aunque sean en sí inservibles y equí­ palabra a los suyos y, mediante ellos, al mundo. Por

vocos. De hecho, continúa todavía en la eclesiología, primera, vez en la historia cristiana, con la promesa

aquel ingenuo, irreflexivo y no sustancialmente cono­ · del Paráclito, se asocia el Espíritu exclusivamente a

cido docetismo que nosotros afirmábamos para la cris­ la palabra de Jesús. Ya Pablo se movió en esta di­
42•
tología juánica Precisamente por eso, la encarna­ rección cuando no entendió ya · el Espíritu preferen­

ción, la tradición, el pasado. histórico y los sacrarnen­ temente como el poder de hacer milagros y de tener

tos no tienen la significación que hoy se les atribuye éxtasis. Puesto que el Cristo exaltado se hace pre­

y que se podría espetar a finales del siglo I. Así tam­ sente de · un modo terreno en la predicación y el Es­

poco aparece la iglesia como una institución salvífica, píritu es el que transmite esto, los servidores de los

y la historia es únicamente el lugar de irrupción de ídolos se describen de forma antitética en 1 Cor 12


' '
su Creador, y no el campo donde pueda set él apre­ 2, como manejados espíritus mudos. Sin embargo, no

sado o limitado. es Pablo el que da el último paso. Para él la pala­

Donde dejan de funcionar o fallan de la misma bra sigue siendo medio y obra del. Espíritu, el cual

manera las fórmulas mágicas o de conjuro «realismo es, a su vez, poder celestial y es atestiguado así tam­

histórico» y «espiritualismo místico», queda aquella bién en milagros y en éxtasis. Juan, por -el contrario,'

tego -' que ya presenta el prólogo, a saber; la de identifica al Espíritu con la voz de Jesús, que sigue

la palabr . Ella es la que únicamente domina tam- 1 ; : hablando en la figura del Paráclito desde el cielo a

bien e a eclesiología juánica. Ella es la expresión los discípulos; cuando él ya no permanece. entre los

suyos. Uriicamente en esa palabra es accesible el Cris­


41. Contra H. Koster, p. 69, pero también Blank, p.
181. to celestial, así como, a la inversa, el poder de la

42. La argumentación presentada hasta ahora no mues­


resurrección y por ello el Espíritu traen siempre de
tra esto de un modo convincente, tal como lo hará el aná­
lisis de la relación respecto al mundo y de la unidad ce­ nuevo el evangelio a la comunidad. Así como la con­

lestial. Sin embargo, quisiera ya aquí ir preparando mi tesis signa del Jesús terreno. sonaba: «permanece en mí,
posterior.
112 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra
113

es decir, en mi palabra», así ésta es la única consig- ( entre sí a to das l as generacion s e . No ya la tradición

. na para el cristiano y para· la cristiandad después de como tal , ni s iq uier a el a m or a J e sús ni tampoco la

la muerte de Jesús. Pues seguimiento significa per­ org ani aciónz la s mantiene unidas , s ino s ólo la pala­

43•
manecer' en él Pero esto puede realizarse, puesto bra de esús
J q e elige,
u s nti
a fi ca y u nifica si empre de

que el tiempo y el espacio y la . vida cambian ince­ n ue vo . Po r eso , el escuchar es la cara ct er stí ica más

santemente, solamente en la escucha de la palabra i m po tante


r d e esa comunidad, q e u n o pu ede ser sus­

que siempre aparece nuevamente en forma profética tituid a, su p lantada o enso m bre ci d a por ningún otro

y, en este sentido, en el peregrinar· por el camino que c riterio . Co m o los que esc u cha n y siguen, los discí­

es el mismo Jesús. La misma temática aparece en 2 p ul os so n 'Ios a m ados, los amigos , l s o e l egidos, pues­

Pe 1, 1 9 , sin embargo, allí habla de la profecía, que t o qu e s ólo la palabra escuchada s al v a y conserva.

se halla incluida en la Escritura, que es predicada por E sto se ve con fir mado por el he ho c · de que Juan de­

los pneumáticos y que es expuesta por la iglesia co- fine tambi n é a p artir de ahí a l mu ndo como el ad­

mo la instancia d�cente decisiva. La diferencia es evi­ v er sario de la i g lesia : el mundo e s el que desea mila­

dente: en una inaudita reducción, Juan hace que el gros pe o se cierra, no queriendo o
r ír la voz de Jesús.

Jesús que da testimonio de sí mismo se convierta en / L a fe y el pe cad , o la salvación y l a c o nde n ación se

el único contenido y criterio de la auténtica tradición · se p a an en la


r p alab a de Jesús
r . T al v ez se puede sos­

44.
del Espíritu Con eso, él sostiene la profecía vivien- pec ha r que p or eso aparecen lo s judíos comci los re­

te en una época en la que se había desvanecido y pr esentantes d l


e mundo . P or ue fu
q eron sólo los con­

en la que eran importantes la sana doctrina de una t a r d ictor es del J esús te rr eno. A sí l
o ve una manera

ortodoxia que se estaba formando y el relato edifi­ d e co ns derar las cosas posterior, re
i duc ie ndo y es qu ­ e

cante en el sentido historicista. Así para él el mismo m atizando las realidades histór ic as. Lo s j udío s son

Jesús es la continuidad de la comunidad cristiana en pa a r n estro


u evan elio, g al mismo tiempo; l o s re pr ­
e

45.
todas las épocas, cuyas características restantes en su sentantes de la tradición religiosa Por e o s e n ellos

conjunto deben ser juzgadas a partir de ahí. La his-1 ) p u do desarrollarse del mejor modo po ib s le e l pr ble­
o

toria de la salvación de Juan es la historia de Jesús, ; ma d l e es u ha c c r, que no quiere ni pue de e scuc ha .


r

transmitida y sostenida por la palabra, que vincula ·

43. Cf. J. Heise, Bleiben, Menein in den [obanneiscben . 45. E�to, naturalmente, no significa, corno a veces se me

Scbrijten, 1967, 6ls. ha entendido, que yo ponga en duda la ·auténtica enemistad

44 " . Blank, p. 140s reconoce esto, pero al mismo tiempo contra los judíos, que recientemente ha sido mostrada es­

atenúa el radicalismo juánico, cuando habla de uno de los pecialmente por L. Martyn; History and theology in the
«momentos estructurales fundamentales», de una «idea. con- [ourtb gospel, 168 y por Meeks. Ella sin duda, determinó

ductora». · aún más ampliamente la prehistoria del evangelio.

1
114 .· La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra 115

· Con ello se plantea una cuestión tan importante p arece imp ortante úni came n e t e l ha bl a ac tual de la
49•
como difícil: todo lo dicho hasta ahora carece de p ala b ra Por eso B ultma n n formul a q e el
u «que»

sentido si la palabra dé Jesús no posee un contenido [conjunciónee dass] del me nsa j e· e li mina su «que»
50• I
claramente determinable. Pues conduce necesariamen­ (p ronombre relativo e-wass) d e conteni do Con e sta

te a la anarquía, si sólo puede determinarse la palabra · · alternativa se inter p reta el f en ó meno caracte rí stico l
de Jesús . a través del Espíritu profético y en cada de q ue e l C risto ju áni co siempre y .en todas p artes

situación. Ya el cristianismo primitivo experimentó só lo se p resenta como el revelador de D io s. P or l o

que. los profetas raramente coinciden, si se les deja m enos el moderno protestantis m o no ha q ueri d o e n­

solos a sí mismos. Y las situaciones acostumbran a t e nder e sto como una fir
a mación do gmá tica , por ejem­

ser en general no tan claras como para que todo se pl , o e n _ el m arco de la doctrina acer c a de a T in
l r id a d.

solucione con el precepto del amor, y esto prescin­ S gúe n eso , necesariamente tiene que c on v ert ir este

diendo de que el precepto del amor, por su parte, testimonio de í


s mismo en una ci f ar a b re v d
ia a de l a

no tiene por qué ser algo específicamente cristiano. realidad di v ina y del amor q e
u a h í se auto m nifi a es ta n

.Y no son sólo los apocalípticos los que tienen que o del encuentro q ue siempre se produce de nue v o e n

preguntarse qué es lo que el Espíritu dice a la comu­ la p redicación cristiana con l a e x ge i ncia di vi na . Si la

nidad. Así, pues, ¿no os


.n de ja aq uí el evan gelio to­ .rnitología j u á n ic , a e n el pr im er caso , pu ede e ntender­

talmente e
n la estacada ? s e co m o e x presión sim bóli ca de un a v erdad me t fía si ­

· A p ri me ra v ista, parece que de hec h o así o c urre , c , a en el se gun do caso , vale como un re v est im ien t o

es decir , qu e no · nos com u nica nada « especial y con­ anti g uo. El debe ten er como o bj eti v o que el c a á te
r c r

46, 47•
cre to» ni n ingu n a d octrina palpa b le y e v idente decisivo del ll amamiento div i no que opera la v da i o
51•
L a e xég s e is ha tratado d e sa lir al paso a est e hecho l
a muerte q ued e bien a las claras co mo e vidente

de div ersas m aneras. Y esto va tan le jos q ue el car á c­ A eso corres p no de nue v amente de Un m d o o n e esari
c o

.t t
e de pala b a r d el Logos ju á nic o se dil uy e prof un­ q e u la f e, por una p arte, se descri b a co n la s c atego­

da m ente y es sustituido por la fijaci ó n de un con­ r í


as de v iv encia como « un cre y ente volv e rs e h ac ia el
48• 52 53
te n ido de sentido En c ontra de esto , a otros les esc h to
a n » o · como una f orma de v isi ón y, por

otra p arte , caracter izá ndola f orma lm ente desd e la vi-


46. Bultmann, Teología, 479-480.
47. Ibid., 480s; Kommentar, p. 42; Hirsch, p, 269 .
48. Dodd, Interpretacián, 330, habla del auto-descubri­ 49. Bultmann, Kommentar, p. 432; Teologia, 482; Con-
miento de Dios .en el sentido más amplio, incluso en la ac- zelmann, Grundriss, 382.

. ci6n silenciosa en el espíritu humano; Hirsch, p. 269, habla 50. Teología, 484s; L. Schottroff, Der Glaubende, 293 .
·del «poder» del amor . . . «que -transforma el coraz6n y la 51. Bultmann, Teología, 479s. · . .

. conciencia»; Gaugler, p. ·185s, de la comunidad mística; 52. Faulhaber, p. 32 .

Cullmann, p. 109, de la comunidad eucarística, 53. Dodd, Interpretacián, 186.


116 La comunidad baio la palabra l La comunidad baio la palabra ll7

sión existencial, como una siempre nu�va «superación ¿Pero ayuda para algo esta comprobación? Una
54.
del escándalo» afirmación dogmática de este tipo, puede, ciertamen­

Ya este dilema de uria interpretación que se mue­ te, como ocurre en el mismo evangelio, repetirse in­

ve en alternativas extremas debería plantear la cues­ cesantemente o describirse con sinónimos. Sin em­

tión si aquí no se . han introducido en el texto pre­ bargo, ¿no se la puede desarrollar asimismo profé­

misas modernas. ¿Tiene, de hecho, la mitología juá­ ticamente y actualizarla, amonestando, juzgando, con­

nica únicamente significado simbólico, de forma que, solando, enseñando, a las situaciones cambiantes y,
55
por medio de ella, sólo se muestre, o bien una deter­ por tanto, utilizarla como kerygma? • Un protestan­

. minada idea de Dios o una . concepción del mundo tismo que se ha convertido en adogmático necesaria­

que resulta de ahí, o la importancia de la situación mente se planteará esta pregunta. Por eso la alterna­

de decisión? ¿Cabe pensar en tal especie de desmiti­ tiva en la moderna exégesis no surge por casualidad,

ficación en el cristianismo primitivo del siglo I? Aho­ sino que se explica a partir de la tentativa de tra­

ra bien, si hay que negar esto, río queda, evidente­ ducción. ¿No hay una vía media entre ambos extre­

mente, otra cosa que renunciar a las premisas mo­ mos, hacia la cual nos oriente el mismo evangelio?

dernas. No convence que Juan o su comunidad no Aquí se ha de pensar primeramente en el curioso

hubieran podido decir lo que querían decir, que no juego que diferencia a la palabra en singular de las

haya que tomar en serio literalmente su mitología o palabras de Jesús, sin pretender separar ambas cosas.

que represente incluso una forma primitiva de pro­ Porque eso no significa que el uso en singular re­

posición doctrinal dogmática. El auto-testimonio cris­ presente la suma de las palabras en particular, es
56•
tológico del cuarto evangelio se halla formulado y decir, el contenido de sus ideas o su significación

expresado de un modo totalmente dogmático. El tes­ Más bien hay que observar el paralelismo y la iden­
57•
timonio de la gloria de Jesús, de su unidad con el tificación entre las obras y las palabras de Jesús

Padre, eri una palabra, de su divinidad, es, efectiva­ Las palabras de Jesús no son otra cosa que la conti-1·

mente, el contenido del mensaje juánico. La comu­ tinua testificación que se da de otra manera y en otra

nicación y la llamada se hallan, por tanto, asociadas situación de la única Palabra, que es él mismo. Usan-

tanto en él como en los sinópticos.


55. · Conzelmann, Grundriss, 381s, ha advertido la pre:

gunta, pero la contesta de una manera 'extraña: «Juan ad­

. 1
quiere la concreción . precisamente por la renuncia a imáge­

nes». ¿Pero cómo se puede afirmar esto teniendo en cuenta

· . · 54. Bultmann; Teología, 486-487. 494s. Blank, p. 308, el incesante lenguaje figurado, los milagros y la afirmación

se aparta, de una manera curiosa, de sus presupuestos hacia solemne de la unión con el Padre?

este aspecto y ve, naturalmente, en la libertad de · aceptar 56. Contra Dodd, Intrepretacion, 266.

la palabra, un «mérito de la "fe». · 5.7. Bultmann, Teologf«, 479s .

. 1
118 La comunidad bajo la palabra 1. La comunidad bajo la palabra 119

do de una frase atrevida, se puede formular esto así: de que el evangelista consideró como posible y ne- i
· ·¡es la interpretación: de la Palabra hecha espíritu a cesaria la actualización· del autotestimonio de Jesús

\¡ través de la palabra haciéndose carne del mensaje en cada una de las nuevas situaciones. El pudo re­

cristiano; que ingresa en un determinado. tiempo y vestir su dogmática de la forma dé un evangelio,

en un determinado. espacio. No se tiene esta única porque veía en ella no un objeto de simple asenti­

Palabra en la multiplicidad de · las diversas doctrinas m i e nto . Y asf como él no la separó del kerygma, exi-

o en una summa tbeologica, aun cuando ella debería ge su desarrollo kerygmático.

producirlas a partir de sí misma, sobre lo cual no Un paso más nos hace avanzar el juego termino­

se reflexiona evidentemente aquí. Tampoco se la tie­ lógico que encontramos en Juan 17. La participación

58•
ne en una pluralidad de prescripiciones éticas Sin que garantiza Jesús a sus discípulos en su gloria es

duda que el evangelio identifica las palabras de Jesús descrita en Juan 13 y 15 como una participación en

con sus mandamientos o preceptos. Sin embargo, és­ su amor. Esto puede tomarse en el sentido de que se

tos se resumen en el único mandamiento de perma­ habla de la participación en la palabra de Dios o de

necer creyentes junto a Jesús, y por consiguiente, por la revelación del nombre divino. Es claro que están

su parte, concretan también únicamente la pretensión íntimamente asociados la gloria de Jesús, su amor,

de Jesús. Que no cabe servirse del precepto del amor la revelación de · 1a palabra de Dios . así como la de la

contra ello, se demostrará más adelante. Así pues se verdad y del nombre divino. Designan el mismo he­

refleja la inaudita y enérgica reducción de toda la cho bajo diversos aspectos, como lo hacen también

teología al tema cristológico también en la dialéctica las fórmulas del envío por el Padre, de la unidad con

terminológica de palabra, palabras y mandamientos. él y de la elección. Fijándonos en eso, tenemos que

Esta única palabra, que es el mismo Jesús, se tiene preguntarnos cuál es el fundamento; el centro oculto

únicamente en las palabras de la predicación cris­ y el fin de esa multiplicidad. Su característica espe­

tiana. Y se tiene, por supuesto, en cuanto que ias cial la logran estas fórmulas en cuanto que con ellas

palabras de la predicación cristiana pueden ser única' se designa · la acción de Jesús como acción dé . Dios, \

mente testimonio sólo cuando uno se deja conducir ·Y la obra de Dios como obra de Jesús. En Jesús y

por ellas al mismo Jesús, esto es, en el estado de sólo en él, se encuentra uno con el mismo Dios. El

seguimiento e imperio de la palabra. Con esta com­ es, sin más, el Revelador y sólo él lo es. Esto aparece

probación se ha conseguido por lo menos l a . visión a las claras cuando Juan hace suya la expresión, que
. .

le ha dado previamente la tradición, de la revelación

del nombre de D ios. El nombre en la antigüedad es


58. W. Bauer, Kommentar, 191, habla, a propósito de
15, 7s, del aspecto moral de la relación con Cristo.
la manifestación de un ser, mediante la cual se le

[
120 ,' La comunidad bajo la palabra La comunidad baio la palabra ]'11

puede conocer y apropiarse de él. El nombre de Dios vida y resurrección, puesto que él revela al Padre

es Dios mismo, que se manifiesta de .un modo terre­ como Creador. y al Creador como Padre. El es la

no. Así, pues, Jesús anuncia, representa y trae en su donación dé Dios en persona al mundo, en cuanto

actuación al Dios que se hace manifi�sto. El es el que es una misma cosa con el Padre y al. mismo tiem­

enviado, el cual, según la máxima rabínica, es como po nuestro Señor, auxiliador y amigo. Su gloria, amor

el que le envía y tiene tras de sí todo el pode y elección se manifiestan en que coloca de nuevo al

divino. mundo en el estado de creación. Su continua pala­

Esto nos obliga a preguntarnos: ¿ quién es,· según bra nos llama a permanecer como renacida creación.

nuestro evangelio, el Dios que se manifiesta terrena­ Ya señalábamos anteriormente que en nuestro evan­

mente en Jesús? El lenguaje figurado de Juan nos da gelio la, escatología se transforma en protología, y así t

la contestación cuando habla de luz, verdad, vida, pan advertimos ahora el fundamento y la necesidad de

del cielo y agua. Bultmann interpreta esto de un mo­

do excelente: aquí se nombra lo que hace posible la otro contenido, y no ocurre otra cosa con las afirmaciones

vida humana. · Ahí se proclama la exclusividad y la acerca de la unidad entre Jesús y el Padre, según las cuales

el Padre se encuentra con nosotros como Creador. Así tam­


absolutividad. Porque tal don se halla situado frente bién la fe es del mismo modo la realidad del nuevo na­
cimiento a una nueva creación y el permanecer bajo la pa­
a las posibilidades humanas, las cuales, en el mejor.
labra, el permanecer en la unidad celestial, a la que apunta
de los casos, son reflejo, indicación y, de ordinario,
también Ef 1, 3. ¿Se puede, si se tiene en cuenta tal abun­

sólo sucedáneos de la posibilidad y de la realidad dancia, destacar demasiado la idea de la creación? Pero si

lo que se dice del Logos de Dios como mediador de la crea­


celestiales: sólo Dios es y da vida, luz y verdad, y¡ ción es el centro de la cristología y de la soteriología juáni­

sólo él puede apagar en todas partes y siempre el cas - [esta es precisamente mi tesis!-, abarca y penetra
I todo el .evangelio y no puede convertirse en un artículo de
hambre y la sed humanas. El puede hacer esto como I
fe aislado. Cuando menos se tendría que hacer este reproche

Creador que es. Si en Jesús se hacen manifiestos el� al mismo Juan. Naturalmente, entonces se le quitarfa la pro­

fundidad y la amplitud a su enseñanza acerca de la palabra,


ser y la obra de Dios, y esto es su envío, su pleria
la cu�l no sólo pone a la luz la nueva creaturidad, sino que;

autoridad y 'su propio ser, entonces en Jesús viene al mismo tiempo, con ello descubre la cósmica separación

59• entre la mentirá y la verdad, entre la vida y la muerte, Un


a nuestro encuentro nuestro Creador El es camino, j
disentimiento en este lugar manifiesta efectivamente otra con­

cepción de conjunto, y ahí está en juego el radicalismo de

nuestro evangelio, se lo puede criticar. Pero en ningún caso


59. Me ha extrañado el reproche de G. Bornkamm, se lo debería tomar superficialmente y equipararlo al restante
Interpretation, 23, de que yo destaco con demasiada inten­ mensaje cristiano primitivo. En toda la historia de la iglesia
sidad la idea de la creaci6n, y que la separo «más o menos» se ha destacado firmemente la peculiaridad del evangelio.
•i;
de «la· relación [uánica primitiva d e . la revelación y de la fe» Pero intransigentemente también y hasta hoy se choca con
',

y de que hago de ella «un artículo de fe aislado, e inde­ ella, desde la cual únicamente cabe determinar el lugar his­
pendiente». Ya el prólogo dirige la mirada al .Logos como i
tórico del evangelio. Debo mostrar mi admiración de que
creador. Según Bultmann, los discursos· parabólicos no tienen mis críticos tomen tan a la ligera este problema tan central.
122 La com�nidad baio la palabra La comunidad bajo la palabra 123

esta transformación: la última creación reconduce a r¡· separación definitiva del mundo y, con ello, la con-
\
de la libertad que se halla garantizada ya
· _ · l a prime1�a. �� que es e� fin de�cubre. al mismo tiem- ¡·· . _ fi r m a c i ó n

po el principio, es decir, a Dios mismo, que como ahor�. Falta; en otras palabras, aguell� ,pro:unda pa­

Creador es el Padre de su creatura. Lo que los him­ radoja de que el poder de la resurreccion solo se ex­

nos y las profesiones de fe del primitivo cristianismo perimenta a la sombra de la cruz y que la realidad

afirman de Cristo como el mediador de la creación, de la resurrección significa en la tierra el lugar bajo

fue trasladado por Juan; en la radicalidad que le es la cruz, En su lugar, aparece la afirmación dialéctica

propia, a nuestro vivir diario. Pablo también aludió de que no se puede permanecer junto a Jesús, si no

a esto, cuando hizo de la nueva creatura · la obra de se encuentra uno de una forma siempre nueva con él.

Cristo. Por el contrario, Juan no abandona · cierta­ Con él hay que estar simpre en camino, puesto que,

mente el aspecto escatológico de la afirmación pau­ de lo contrario, no se le alcanza. Para Juan, de mo­

lina, en cuanto que habla. de la resurrección y de la do distinto a lo que ocurre en los demás escritores

vida eterna como el don de Jesús. Sin embargo, él del nuevo testamento, el mundo no tiene ningún po­

no provee únicamente a este aspecto escatológico de der seductor, contra el cual sólo protege y defiende

un a profunda dimensión, que abarca la historia del la cruz. Así tampoco la existencia cristiana, como

mundo hasta la creación. Esto fue posible también ocurre en Pablo, se ve amenazada por la carne como

en Pablo, aunque más raramente. La diferencia pro­ nuestra propia· mundanidad. Por eso nuestro evan­

pia respecto a Pablo se caracteriza por la falta de · 1a gelio no necesita de ninguna antropología explícita.

tbeologia crucis. Puesto que, para Juan, la cruz es El problema del discípulo no consiste en que alcance ¡

la victoria de Jesús sobre el mundo, el poder de la la meta, sino en que permanezca junto a Jesús. Pero

resurrección no se manifiesta para él primariamente eso no es, como por lo general entre los sinópticos,\

en que la comunidad sea capaz y quiera llevar la cruz una cuestión de s u . propia fidelidad, sino del amor

en pos de Jesús. No se le ahorran la lucha y el su­ de su Señor que lo mantiene. Aquél que le ha crea­

frimiento. Sin embargo, .ellos no son ya los signos do por medio del nuevo nacimiento para la vida eter­

de los dolores de parto escatológicos, de: los cuales ·na, debe también conservarlo y sostenerlo. Eso es de

surge y nace la nueva creatura, sino la opresión de lo que se gloría Jesús al despedirse, que él no perdió

un extraño hostil. Según eso, el futuro no es antici­ a nadie fuera de aquél, Judas, que había sido pre- ·

pado en el presente por la conservación de la fe y destinado a la perdición por la Escritura. Como el

por la esperanza apasionada. El Espíritu no es ya buen pastor, él defiende a los suyos, y los mantiene

primariamente la fuerza de la esperanza y _ las . arras reunidos junto a sí. El · muestra así el poder pleno

� de la glorificación. El futuro aporta en Juan sólo la que le otorgó el Padre, en que nadie puede arreba-

\
124 La comunidad bato la palabra La comunidad bajo la palabra 125

tarle a los suyos de sus manos. El triunfa lo mismo la revelación que tenía lugar en el mismo Legos, con

en la congregación que en la conservación de su comu­ todo, los admitió también como «pruebas» del poder

nidad. Su existencia es y permanece como la manifes­ divino en e l . espacio de lo transitorio ro. Ellos de­

tación d e · su acción creadora única. . muestran por su parte la afirmación de 1 O, 1 O de que

Ya vemos que Juan, de un modo distínto a lo que Jesús da a los suyos la vida y todo lo necesario. Ta­

ocurría con los fanáticos corintios, toma en serio la les pruebas son, evidentemente, de doble significado

amenaza de los cristianos y del cristianismo por parte . y, si se las toma de un modo aislado, pueden condu­

del mundo. No soluciona la cuestión tan fácilmente cir a error, como se objeta contra la tradición pre­

como ellos, basando la invulnerabilidad de los discí­ juánica. El que en los dones no ve y no es condu­

pulos en la recepción de los sacramentos. La comu­ cido por: ellos al dador de los mism os, cambia lo

nidad está en él expuesta a ataques satánicos. Pre­ celestial por lo terreno y fracasa. Y a la inversa, el

cisamente por eso, no es capaz de resistir con las Logos que se acerca al hombre no sólo se designa

propias fuerzas. Ella sigue siendo· el rebaño, que de­ como el que da el agua, el pan, la luz, la vida, la

be ser defendido por su pastor. Pero de la misma verdad y la alegría del cielo, de forma que todo de­

manera, Jua� anuncia sobre. la comunidad la victoria pendería de la mera aceptación de ese mensaje. Tam­

lograda y ésta la funda en la divinidad de Cristo. bién actúa de tal modo que, incluso en el espacio de

Hay que contemplar los relatos de milagros del evan­ lo transitorio, se confirme su palabra y los signos

gelio también desde este punto de vista. Indiscuti­ hagan caer en la cuenta sobre su dignidad efectiva.

blemente, se trata en ellos primariamente de la glo­ Aunque estos signos pueden inducir · al mundo al

ria de Jesús. La historia de las bodas de Caná deja error, los suyos advierten en ellos al buen Pastor,

esto tan claro como la de la resurrección de Lézaro, y a la puerta para sus pastos. La palabra no perma- I
el cual tuvo que estar cuatro días en el sepulcro an­ nece sin los signos. ..

tes de que interviniera Jesús. Sin embargo, esto no · Resumiendo todo esto, podemos a firm a r: Juan,

puede inducirnos a excluir totalmente la idea de la con su mensaje del Revelador, que ha venido ya, el /

ayuda y de la misericordia divinas. Esto resuena por -cual es tina misma cosa con el Padre, sitúa a la cornu- ( r/
1 .

lo menos en los relatos de curaciones y en el de la nidad en el lugar del que hablan los primeros versícu- &·
1

multiplicación de los panes y de los peces. Está claro los : en el principio, en el que surgió la palabra de
i

cuán poco vio Juan en lo terreno la verdad, y hasta Dios y llamó al mundo de las tinieblas a la luz y a

.J
qué punto hizo que fuera, en e.l mejor de los casos,

un destello de lo celestial, y, por tanto, que todos los 60. Contra Hirsch, p. 124; Haenchen, Dei· Vater, 209;
Wandel, p. 10; de forma mucho más dialéctica Fr. Chr.
milagros fueran para él un signo y una indicación de
Baur, p. 14.3s. 183. 309.
126 La comunidad bajo la palabra La comunidad bajo la palabra .127

. \ la vida. Este principio no es un hecho histórico-sal­ es p acio y la hi s toria ; no se puede deli mit ar , si n em ­

vador que se haya esfumado o perdido. Es la reali-] b ar g , o por categoría s te m porale s , esp a ciale s e hi st ó­

dad que se descubre nuevamente de un modo escato­ ricas. P or e s o no se le predica ya de forma his tó rica ,

Iógico, 'que se abre diaria y terrenamente en la comu­ s n i o dog m t á ica. El ha c e es t alla r el e sp c a io de la his­

nidad con la palabra y que debe ser captada de una t o ria h u mana y tran s forma el ti em p o y el mun do en

61•
forma también diaria y terrena mediante la fe L c m a p os en lo s q ue la luz eterna pe n et r a en l a os cu­

comunidad bajo la palabra · vive de que ella se hall


ridad t errena .

situada en la presencia del Creador y siempre expe J uan de s r a roll ó e ilus t ó r es t e e st ado de c osas de

rimenta en sí el acontecer del primer día de la crea una manera e j emplar. El redactor q ue reinter p retó e n

ción. Este es el sentido de la cristología dogmátic [ 21, 25 a 20 , 30 lo entendi ó d e un m odo t t o al m ente

de nuestro evangelio. Con ello, la perspectiva histó­ c orrec t o : el acontecimiento del q ue d


a cu enta nu s­ e

rico-salvadora se ve acortada definitivamente, no sólo tro eva ng elio nu n ca puede s er narrado p lena m en t e.

· la de la cruz, la pascua, la ascensión y a


l par us ía , E l ev a n g elio es y si gu e siendo una abreviatura , y e st o )

sin o ta mb é i n la d e los tiemp os precri s tianos. Y ahí vale tambi é n para la do gmá tica j u án ica . El la e x g
i e

a p are c e d e un a manera . bien clara la difere n cia con in ter pr etación y desarrollo k er ygmát c i o , en l u gar d e

P b a lo . L a praesentia Christi do m n i a s obre todo el re co d rl . Ju


r a a an se sirvió d e mu chos med i os para pre-¡

ti em po , pues to q ue es la pre sencia del C reador . Ya . s nt


e ar es t o . El pre sen t a a J sús e en for ma he le ní stic a ·

Ab rah án y · Moi é s s vieron su d ía; que come nz ó · con co m o el t auma t u r go , el sal v ador del m u n d o y el se r

la creaci ó n . Lo q ue es t aba encubierto de una m aner a c eles t ial p r ee x istente. S in e m bar g , h


o ab í a ta mb én i en

ce l estial se ha acercado , s in embar g ,


o ahora y ya est á . el mundo helenístico mucho s tau m atur g os e h jos
i de

j nt
u o a l a c om u n idad en la vo z de J es ú .s Esto ten­ D ios , y J es ú s es más q ue ello s. T m a bi én e s de s rit ,
c o

d rá su compleción , de la mi s ma m n a era que tuvo un a la manera j udía, co m o el p rofe t ,


a el . m aes tr o y �I

p asado . P ro e al e terno ho y, en el que brill a la l uz, me sí s.a S in embar g o, e s to no c ara ct eri z a ufic
s ie n te ­
62•
s ól o co n . violen c ia se l
e puede divi di r e n época s mente la i mp or t ancia y la si gnifi ac ó c i n c ó sm i cas de

E l que D ios est é ahí y act ú e establece el tie m po , el J súe s. L s s m


o í bolos a g ua, pan, lu z, verdad , vi d , pa as ­

tor y puer ta son lo s a pr p o iados, pu es t o qu e t d o os ne ­

c s
e itan de e so y s in ello perece n. El qu e da la vida

61. Cf. Bultmann, Kommentar, 413; Brown, p. CXXI.


62. Acertadainente L. Schottroff, Heil, 296 . . Sin embar­ es al m ismo t
ie m po el j ue z d e l mundo qu e l
e r ec h za.a

. go, mantengo las diversas maneras de relevación en la pre­


N . o se la p uede recha z ar, sin ele gi r con ello la muerte

existencia, la encarnación, y la exalt�cióá de Jesús, a lo cual


me obligan, junto a 1, 14a, también la promesa de otro y sin · caer d e una m anera ob j etiva en el e ng ño y a en
Paráclito en 14, 16 · y los discursos de despedida en su con­ '\
.la oscuridad. La salvación y la p rdi ió
e c n s e hallan
junto y, de un modo especial, Juan 17.

\
128 La comunidad bajo la palabra
La comunidad bajo la palabra
129

aquí estrechamente relacionadas entre sí. El dualis­ - su propio derecho cuando se proclama el nonibre del
mo juánico adquiere su profundidad .y su agudeza Padre y nosotros · somos situados en el estado de la
a partir de que, frente al Creador, sólo se puede de­ creatura. La comunidad bajo la palabra es, por eso,
cir sí o 'no. Con ello sé ve negada o afirmada la exis­ también siempre la comunidad en la que se supera
tencia misma en sus 'últimos fundamentos. -
el escándalo de la tierra. La creación escatológica
Si la comunidad bajo la palabra confiesa la divi­ existe sólo en el alejamiento del mundo.

nidad de Jesús, tiene, según 17, 3, la vida eterna, pero

sólo mientras reconozca de nuevo. y afirme qué es lo

que eso significa. Nunca se entiende por sí misma y

nunca se conserva realmente, si no es continuamen­

te escuchada y captada de nuevo. Eso debe recordar­

se de forma polémica; puesto que el mundo no se

comprende a sí mismo a partir del Creador. El pre-

tende vivir de sí mismo y busca su gloria en sí mis­

mo. Esta polémica se vuelve críticamente incluso con­

tra la iglesia. Cabe defenderse contra la presencia

de Dios en la palabra invocando a los padres y a un

acontecimiento salvífico anterior. Cabe atrincherarse

contra la acometida profética del Espíritu en el cam­

pamento de la religiosidad, como lo hacen los judíos

según el evangelio. Entonces la historia de la salva­

ción y los medios de salvación se convierten en ba­

luartes del hombre piadoso contra el Creador, del

cual se tiene necesidad nuevamente cada día. Jesús

es siempre escándalo y lo es incluso para sus discí­

pulos. Y de modo distinto a lo que ocurre en Pablo,

no lo es por su cruz y por su anonadamiento. Lo es

. porque proclama, en medio de la tierra que se. en­

tiende a partir de sí misma, el derecho del Creador

a su creación y porque exige nuestra obediencia. 'Sin

embargo, lo mismo que en Pablo, el hombre pierde

9
. ,

UNIDAD CRISTIANA

La unidad del cristianismo siempre se vio amena­

) zada, a veces desde fuera y siempre desde dentro. Es

un hecho únicamente si permanece como una tarea

a realizar. Puesto que la uniformidad no puede ser

una consigna cristiana, hace esta tarea más difícil. No

se la puede solucionar con violencia, ni siquiera bajo

el punto de vista de la norma. Porque la tarea no

consiste en nivelar lo diferente. El mundo organizado

y estructurado de una forma múltiple sólo puede ser

penetrado en toda la plenitud de las posibilidades de

Cristo por la pluralidad de los dones y servicios. La

unidad nunca significa igualdad sino solidaridad, y,

. por consiguiente, la tensa asociación o vinculación de

los que son diferentes entre sí. La unidad cristiana

implica la libertad del individuo en el don que se le

ha otorgado y en el servicio que se le ha confiado.

Ella enseña a soportar las tensiones e incluso a afir­

marlas. No es lo importante el someterlo todo a un

denominador común, sino el garantizar la libertad has-


132 Unidad cristiana 1
Unidad cristiana 133

ta los límites de aquello que puede hacer estallar la ge. Así, pues, el cristianismo testimonia, en una pro­
1

comunión. De no ser así, el cristianismo sería estéril 1


fesión solemne, los factores fundamentales de su ori­

e inútil para el servicio. Así, pues, la unidad cristiana � 1


gen y de su. ser. Y puesto que · no se hallan sorne­
!

no sólo 'sé tiene que exigir, sirio que debe ser enten- · . tidos a ningún cambio terreno, garantizan la unidad

dida, ser bien fundamentada y correctamente ense­ de la comunidad determinada por ellos. Esta �clama­

ñada. En todas las épocas se ha intentado esto. Por . ción sólo tiene sentido si con ella hay que defenderse

eso Pablo describe ya la: iglesia como cuerpo de Cris- . de, un peligro amenazador. Si la iglesia confiesa su

to. La amonestación hacia la unidad constituía el cen­ unidad como una característica operada de manera

tro de la parénesis eucarística que él realizó. Con el celestial y garantizada de una manera permanente, se

crecimiento progresivo de la iglesia adquiere necesa- separa a todas luces de los herejes, los cuales trata­

. riamente más importancia. Ahora, por encima de la ban entusiásticamente de disolverla en comunidades

comunidad reunida para el culto, la mirada se fija en aisladas. Significativamente, aquí ya no se pronuncia

el cristianismo extendido por el mundo, cuya consis­ simplemente una amonestación a mantener la frater­

tencia en el tiempo y en el espacio debe ser expli­ nidad. Asi tampoco las divisiones tienen ya, como

cada. La carta a los efesios hizo esto apasionadamen­ por ejemplo en 1 Cor 11, 19, la función apocalíp­

te en un audaz proyecto. Juan 17 está estrechamente tica de signos de la grave confusión que se dar á al

vinculado a ella. La uriidad se convierte también aquí , final de los tiempos. Ellas son ahora un sacrilegio

en el criterio dominante de la verdadera iglesia, y las centra aquella comunidad anclada celestialmente, la

palabras-clave que la describen adquieren un carácter cual, según 1 Tim 3, 15, es el pilar y el fundamento

forrrial y técnico. de la verdad. A ella pertenece la unidad de un modo

Los fundamentos, así como las fuerzas impulsoras esencial, es decir, como carácter de la verdad. Así,

de la nueva fase de desarrollo con ello apuntada en en Ef 4, 5, se expresa la ortodoxia que se está for­

la' historia del cristianismo primitivo, pueden leerse mando, la cual se entiende a sí misma constitutiva­

en la aclamación cuidadosamente perfilada y estruc­ mente como asociada al cielo y, por eso, como una

turada en tres miembros de Ef 4, 5 : «un solo señor, instit ución de salvación, y no sólo como instrumento

una sola fe, un solo bautismo». A todas luces, 1� fe de la gracia. Su unidad coincide con la verdad de

significa aquí la profesión de fe formulada. El bau­ la recta doctrina, que tiene que administrar como

tismo, a cuya realización debe de haber perteneciao misterio de la divina revelación. Lo terreno puede

originariamente la aclamación, fundamenta ahora no prob�r su esencia .como �i�pe�s�ó?. Lo celestial, en f


sólo la vida individual cristiana. Es más bien, según cambio, es necesartamente indivisible y uno.

Ef 5, 26, el acto desde el que la misma iglesia sur-

1 '
. ,

134 Unidad cristiana Unidad cristiana 135

'

Este análisis perfila el horizonte en el que debe nemos todos los motivos para considerar a te n ta m en e t

· contemplarse también a Juan 17. Si no se tienen en lo e tra


· x ñ o de esta manera de v er las cosas. N o b as a t

cuenta los enfrentamientos que se daban a finales sólo el inferir de e a


ll la fin alidad teoló ica g . A quí ,

del siglo I en todas partes en el interior de la igle­ . má s bien , a arece un


p pr o b lema que ha y q e e
u xp licar

sia, es difícil de entender todo el capítulo y, espe­ seg ú n la historia de las religiones, si n cuy a aclaración

cialmente, la oración con que termina para que se los más importantes conte x tos de todo el eva n gelio

conserve la unidad; La postura del evangelio se ha­ per m anecen en la oscuridad .

lla determinada por el hecho de que la unidad ecle­ i


S los dis cí pulos son establecidos en la un dad i

sial no sólo se funda de un modo celestial, sino que del P adre y del H i o,
j se muestra una ve z más que

también deriva de la relación del Padre hacia el Hijo, la eclesiolo gí a j uánica se desarrolla partiendo de la \ /J
del Hijo hacia el Padre y de ambos hacia los discípu­ c ristolo gí a . E sto y a ocurrió e n el moti o paul v in o de

los. Esto, naturalmente, puede entenderse. como una la i lesia


g como cuerpo de C risto . S in embar o, g Ju an

comparación patética procedente de una retórica que v a más a d lante al poner


e en uego
j ta m bi né al P ad e r

trata de edificar. Sin embargo, entonces no se fija un y no destacar ú nicamente la obediencia de los s e rv i -

difícil problema teológico, sino que se cubre con una dores y miembros de C risto . E l si no
g característico

piadosa niebla. El tono entonces descansa necesaria­ del cristianismo es la unión con su Se or ñ y co n su j

mente en el precepto de la unidad, que los discípulos P adre . E sto signi fi ca q ue el motivo de la unidad no

por .su parte tienen que reali ar


z . D e este modo n o se circunscribe a la cristología y ta mpo co a la soterio­

1,
se ve ya claro q ue el ll ama m iento a la reali aci z ón log a í . Si por e o
ll se denomina a Ju an un m stico
í

h umana retroceda p or completo e n nue s tro te x to . la c u estión a pla n tear se oculta · m edia te u a fórm la
n n u

Aquí se pide la unidad , no se e i e x g , y e idente


v m en ­ indeter m inada. ¿H asta qu é p u t
n o p uede n teoló i a g c ­

te no est á en manos de los dis cíp ulos e l h acerla rea ­ mente el P adre , el H i o j y los di scíp ul s considerarse
o

lid d. á i
S la oración ind rectament
i e es ta mb i n
é un co n unta j m ente ba o j la palabra clave - de la uni da d , y

mandato, lo es en cuanto q ue recuer d a a losdiscfpu­ en q ué lugar histó ico es r esto posi ble ? H ay que o h-

Ios su deber de conservar el don q e u se les h a co n ­ . servar que las diferencias entre ellos no desa p arecen .

cedido . Ese don puede perde se r p or cul p a de los U nicame n te el capricho podría pret nder e i den ti fi car ­

ho m bres. Sin embargo , lo decisi o v es que l a unidad los . A s


í como el P adre prevalece ante el H i o
j , au n

s loó p uede ser atestiguada como se ñ al terrena d e la cuando se desta q ue la divinidad de é ste , así el Pa ­

comunidad cristiana por · qu e ante s. ha sid o p re fig urada dre y el H i o


j · prevalece n ante la com uni dad , au n

en la relación del P adre y del H i o


j y por o br a de

a m bos ha sido trasladada a la c omunida d terr na e . T e -


l. Por ejemplo, aún Gaugler; p. 37.
136 Unidad cristiana Unidad cristiana
137

cuando ésta tenga que reflejar la relación intradivina do 3. No es lícito atenuar esto · explicándolo por la

de ambos. La unidad significa también aquí eviden­ situación del discurso de despedida, en el cual se

temente solidaridad de lo diverso. Sin embargo, ¿en trata de la . existencia del círculo de discípulos y de

4•
qué sentido se afirma esto? la conservación del don de Jesús en esa comunidad

Solemos restar fuerza a esta cuestión de un modo Nada habla en favor de que el amor fraternal abar­
5,
edificante reduciendo la unidad a lo que nosotros de­ que de una manera ejemplar el amor al prójimo
2•
nominamos amor Nos puede inducir a esto el mismo tal como se exige en otras partes del nuevo testa­

evangelio, el cual en 3, 35; 10, 17; 15, 9; 17, 23s mento. Por el contrario, aquí se trata de una eviden­

nos habla del amor del Padre hacia el Hijo, y, en 14, te restricción 6, tal como la advertimos asimismo en
7•
31, del amor del Hijo hacia el Padre, y de un modo la comunidad de Qumrán Y nuevamente hay que

correspondiente, del amor de ambos hacia la comu­ decir que esto caracteriza de una manera clara el lu­

nidad. El amor y la unidad se encuentran, por tanto, gar histórico de nuestro evangelio.

aquí en paralelismo e identificados: Nuevamente.apa- · No hay que pasar por alto que, según 3, 1 6 , Dios

rece aquí el juego dialéctico con determinadas pala­ ha amado al mundo. Sin embargo, es más que dudo­

bras, las cuales aluden al mismo hecho bajo diferen­ so que esta afirmación, que no se repite en ninguna

tes aspectos. Sin embargo, precisamente tal enfoque otra parte, nos permita interpretar a partir de ella el

nos· debería salvaguardar de entremezclar indiferencia­ conjunto de la predicación juánica. Según el contexto,

damente todo entre sí y de simplificar, sin deber ha-, se · tienen motivos suficientes para ver en ella una

cerló, lo que es complicado. Y en ningún caso es lícito fórmula tradicional del cristianismo primitivo tomada
8
restar importancia al motivo juánico de la unidad, a por el evangelista • Ella sirve así como sumario y

lo que nosotros llamamos de manera nada clara amor.

Si el amor es la exteriorización concreta dé la uni­ 3. Esto lo vio agudamente H. Montefiore, Thou sbalt
lave the neigbbour as tbysel], en Domon gratulatorium E.
dad, sin embargo, ésta sigue siendo su origen y fun­ Stauffer, 1962, 164s; cf. Sidebottom, p. 4; L. Schottroff,

damento. En nuestro evangelio también el amor es Der Glaubende, 294. G. Bornkamm, Interpretation, 14, de­
duce de .mi comprobación: «la exigencia del prójimo no sig-
ya un hecho muy problemático. No es, en modo algu­
. nifica aquí nada». Sin embargo, se trata para mí de que co­

no, algo natural que Juan mande amar a los herma­ mo prójimo sólo se considera el elegido, y por consiguiente
el hermano cristiano que lo es o que lo ha de ser. '
nos, pero no a los enemigos y de modo correspon­
4. Bultmann, Kommentar, 405; Teología, 501.

diente que Jesús ame a los suyos¡ pero no al mun- 5. Contra Hoskyns, p. 248; Barrett, p. 81 s.
6 . A sí W. Bauer, p . 248 ; G augler, p. 218s; E. Schwei­

zer, p . 37 5.
2. cr. H. Odeberg, The fourth gospel, 1929, 114; 7 . Brown, P. LXI II , 613 s.
Dodd, Interpretación, 194-199; Barrett, p. 428; Michel, p. 8. W . Bauer, p. 57; S .. Schulz, Untersucbungen zur
532; E. Schweizer.. Th\Y/b VIII, 390; Grundmann, p. 79s. Menschensohnchristologie im [obanneseuangelium, 1957, 140;
1

1
.,

J38 Unidad cristiana Unidad cristiana 139


1 �·

también como transición sólo para destacar la gloria evangelio. E l contrapone el odio del mundo con no

del envío de Jesús,' y, por consiguiente, la maravilla menor fuerza de· contraste al amor e n la comunidad.

de la encarnación. Tradicionalmente, el envío de Jesús E sto se hace to davía más claro sí se analiza el con­

culmina en su muerte. Juan destaca, Jo mismo que lo cepto de amor en el c uarto evangelio y · no se p re­

hace en todo el evangelio, menos este momento que supone de antemano y de un modo ingenuo que con

la encarnación del preexistente. Del mismo modo de­ ello o


ri se designa o t ra cosa q ue una conducta é tica
9•
limita la tradición del iristianismo primitivo, según normal

la cual el envío vale para todo el mundo, por ejem­ E n 15, 9 s, se define temáticamente el amor como

plo en 13, .l : el amor de Jesús vale para los suyos el cumplimiento de l os mandamientos, y ciertamente

que están en el mundo. Por eso la fórmula en 3, 16 tanto con m iras a Jesús como a los discípulos. S egún

ni se asume en el testimonio que da Jesús de sí mis­ 15, 15, el amor de Jesús a sus discípulos se mani­

mo ni en su mandato a sus discípulos. Con ella ocurre fi esta en que él les comunica la p alabra del Padre

lo mismo qu e con la denominación « salvador del y a, todas luces en eso consiste también el amor del

mundo» qu e aparece en 4, 42, sin caracterizar de un Padre a la co munidad. A p artir de ahí se .puede de­
'\'

modo adecuado al C risto j u áni co . Jesús ciertamente ducir q ue el amor eterno de Dios a J esús, ue
q le

fue enviado, s egún 3, 17; 6, 33; 1 2 , 47, a salvar al h izo, según 17, 4, H ijo y revelador, no significa otra

mundo y a d arle la vida, y es asimismo, según 9, 5; cosa sino qu e D ios siempre hab ló a Jesús: Po r eso

12, 46, la luz del mundo. i


S n embargo, el evangelio é l, es, decididamente y de una manera particularísi­

mu estra que ta l envío acaba en el juicio del mundo. m a, la palabra de Dios para el mundo. V istas as í

Según 14, 19, a p artir de la pascua, sólo será v isto las cosas, parece n ecesario sacar la conclusión: si Je­

por el g rupo de los elegidos, no por el mundo. P or sús envía a los suyos a l · mundo, para decir en é l la

eso, el pr ecepto d el mor


a fraterno p ertenece de un P alabra, y en esa p redicación se muestra el amor

modo no causal a la instrucción esotérica a los dis­ divino, entonces el envío de los discípulos al mundo

cípu los y no sin fu ndamento formula 1 Jn 2, 15, en así como el del m ismo C risto están en el signo de

cortante contraste: «s i alguno ama al mundo, no es­ · ese amor divino. S orprende q ue es t a consecuencia,

tá en é l e l amor del Padr e». S i ahí h abla la escuela n atural y lógica, no se exprese en n inguna parte. Nos

d e J uan, en este caso no se aparta de la opinión d el h allamos aquí ante una de las encrucijadas de la n­
i

terpretación j uánica . La comprensión de todo el evan-

:.•

en contra Bultmann, Kommentar, 110, n. 5; L. Schottroff


Der Glaubende, 284s. Blank, p. 80 hace observar que por lo 9. Contra Dodd, Interpretación, 398s; está acertado Bult­

menos la tipología en el v. 15 es corriente. mann, Kommentar, 403s.

1
140 Unidad cristiana Unidad cristiana 141

gelio depende de cómo expliquemos este hecho sin- en el mismo 15, 13 se entronca con el mandato de

. gular y en qué dirección nos movamos. Por eso, yo Jesús, y jesús sigue, según 10, 18, en eso el man­

repito de nuevo el resultado al que he llegado: el dato del Padre, en el cual se le muestra, según 5, 20,

amor en- Juan se halla asociado de u n . modo insepa­ su modo de actuar.

rable al acontecimiento de la palabra, es decir, a la Para Juan no existe una auténtica comunicación

proclamación de la palabra, por una parte, y a su sin palabra, conversación, diálogo y, viceversa, tal

recepción y conservación; por otra. Esto vale de igual conversación la entiende como comunicación del ser

manera para la relación del Padre con el Hijo, así y, por ello, es descrita como amor. Si se pretendiera

como para la relación de ambos respecto a la comuni­ alargar esta línea, se debería afirmar que la obedien­

d a d ' º · Tampoco debe confundirnos el que en 10, 1 7 s , cia, según eso, es para él en el fondo un «sí» que

el amor del Padre al Hijo se funde en que el Hijo responde, así como, de hecho, se insinúa por medio

da su vida en una libre entrega( Jo 15, 13 recoge del paralelismo con «escuchar». En todo caso, es cla­

una vez más, como un estribillo, esta idea y la sub­ ro que amor aquí designa algo distinto de un sen­

raya. Sin duda ninguna que. Juan no puede concebir timiento e incluso que trasciende el campo de las
11,
el amor sin entrega y también 13, 1 muestra da· decisiones éticas. El amor no sólo respeta el derecho

ramente que tal entrega de Jesús implica la muerte. y la necesidad del otro en la propia conducta. Habla

Se puede y se debe añadir que nuestro evangelio, al al otro y así se comunica a él o mantiene lo oído

aceptar esa idea, sigue la tradición del cristianismo y acepta la autocomunicación del otro incluso en su

primitivo, en la cual el amor siempre significa estar acción. Así en los discípulos coinciden de hecho la fe
12,
para los demás. Sin embargo, ésta no es la manera y el amor a saber, como aceptación, mantenimien­

característica· juánica de hablar del amor. Cuando el to o transmisión de la palabra. Sin embargo, se ha

evan gel ist a reflexiona sobre su esencia, precisa la en­ de reflexionar muncho sobre si esto puede interpretar­

trega de tal modo que la asocia con la palabra. Así se· como unidad real de la decisión de fe por la pala­

bra oída con la decisión de amor por la pretensión


13
· del hermano • Pues tal diferenciación no se puede
10. Este estado de cosas se ve suavizado, cuando Blank,
p. 116, destaca «la realidad .interna de aquella coincidencia
esencial» No es casualidad que Jesús, según la p. 150, se
convierta en «el exponente de una nueva ordenación». Esto 12. En polémica con Bultmann, Kommentar, 421 y C.

alcanza también a Liitgert, el cual, en las PP. 6. 51s, habla D. Morríson, Mission and etbic., Interpretation 19 (1965)

de la comunión del Espíritu, pero bajo Espíritu no. entien­ 268; de modo distinto Heise, p. 91, el cual generalmente

de la palabra de Jesús sino «todo lo que le llena interior­ designa el amor como el espacio concedido por Jesús a los

mente». En ambos casos la mística sustituye a la teología discípulos y que permanentemente determina su tiempo con­
creto.
de la palabra. .
11. Faulhaber, p. 37. 4 1 ; · Haenchen, p. 212. 13. Así sin duda Kümmel, Tbeologie, 270.

\.
142 Unidad cristiana .1
Unidad cristiana
143

deducir ya de la relación intradivina, como lo exige que Juan nunca hable del mundo nuevo nr siquiera
14,
· el contexto juánico. En él tampoco el amor tiene na­ de la nueva creación aurique la iglesia, que ya en

da que ver .con la· pretensión del otro, sino con la aquella época estaba misionando por todo el mundo,

palabra, 'que, naturalmente, incluye el envío y la en­ · podía ser llamada as í. · Para nuestro evangelio es ca­

trega. Así como la fe significa la aceptación para uno racterística la tensión entre universalismo y predes- j
15•
mismo de la palabra, así el amor significa la auto­ tinación Así como Jesús es denominado el Salvador

entrega en servicio a la palabra. Eso corresponde a la del mundo, que quiere salvarlo y no juzgarlo, así,

propia conducta de Jesús, el cual se deja conducir siri embargo, son sólo los creyentes; los elegidos, los

por la palabra del Padre. Por supuesto que él no es suyos, los que de hecho se salvan. ¿Se puede afirmar

un creyente sino el revelador, al cual la palabra de de ellos que representan al mundo, puesto que el oh-
16•
Dios no se le comunicó en el tiempo ni con la alter­ . jetivo de Dios . es el cosmos? Algunas fórmulas

nativa de la falta de fe. Así corresponde incluso a la apuntan sin duda en esta dirección, como aparece es­

acción misma de Dios, el cual desde el principio se to necesariamente donde la idea de la creación deter­

comunica en la palabra. Pues esta palabra es su auto­ mina de una manera: penetrante la predicación en su

manifestación y, por ello; se recibe en el evangelio conjunto. Pero, por el contrario, el dualismo juánico

como manifestación propia de Jesús. Y como nos si­ impide absolutamente afirmar esto. Las posibilidades

túa en Jesús ante Dios mismo, se llama verdad san­ de la apocalíptica no tienen validez ya, aun cuando

tificadora. Otorga la vida eterna, porque nos hace algunas fórmulas transmitidas y algunos giros aisla­

por Jesús reconocer al Padre, el cual es el único que dos la recuerden. Juan se halla a caballo de los tiem­

puede ser la vida eterna. Sin embargo, lo que sitúa p os. Vive en el espacio de la misión digirida a todo

ante Dios separa del mundo. Esto lo hace también el mundo. Sin embargo, no se trata ya, para él, de

ya cuando estamos en el mundo. Así los discípulos un mundo nuevo, cuya proclamación le parece a él

son simultáneamente los elegidos, los amigos y los

queridos y los que se hallan en el odio del mundo.


. 14. H. Hegermann en Er kam in sein Eigentum intenta,

El amor de Dios no puede asociarse con el amor del


en las p. 115s, asegurar este motivo con la referencia a la

mundo. Pues el amor caracteriza, en sentido juánico, actividad de juicio y purificadora de Jesús, y ve luego, según

la p. 126s, en la cruz el cumplimiento de este acontecimien­

la comunión que se halla fundada en la palabra y que


to ligado a la vida terrena de Jesús. Sin embargo, el juicio

se conserva con la palabra. Pero el mundo no está se muestra sentenciando al mundo, mientras que la purifica­

ción alude a la continua liberación de los discípulos del

en comunión con esa palabra, sino que, como des­


mundo mediante la palabra. Ambas cosas no están limitadas

c�ibe el evangelio, a lo sumo se halla bajo su juicio, a la vida terrena de Jesús;

15. Barrett, p. 428.

puesto que no la recibe. Por .eso tampoco es casual


16. Faulhaber, p. 29; Bultmann, Kommentar, 382.
144 Unidad cristiana Unidad cristiana 145

quizá ya algo fantástico y absurdo. La nueva crea­ creacion de Dios, el lugar de su llamada. Pero tam­
20•
sión sólo la conoce él en la figura de los nacidos de bién es inexacto hablar de un dualismo de decisión

17•
nuevo Ellos, sin embargo, no representan al mun­ El carácter de dicisión de la fe y de la increencia no
18
do terreno, sino al celestial y, por ello, tampoco· puede ser discutido. Sin embargo, nuestra decisión

representan una creación reconstituida. no establece la gran separación de ambos campos.

En ninguna parte del nuevo testamento aparece El dualismo juánico señala el efecto de la palabra

ante nosotros un dualismo tan fuerte como en nues­ en el mundo, en el �ual siempre brilló la luz en las
/l tro evangelio
19•
Y es uno de los muchos rasgos ex- tinieblas. La fe y la incredulidad confirman, como de­

traños y pintorescos, e incluso cómicos, de la historia cisiones concretas de cada hombre individual, actuali­

de su interpretación el que pudiera ser relacionado zándola, la separación que ya existe. Ellas siempre

con aquel presbítero efesino, el cual, ya medio cho­ se dan sobre la tierra, la cual, ya antes, por la pre­

cheando, sólo sabía hablar del amor. Ni siquiera Pa- sencia de la palabra, se hallaba dividida en dos cam­

. blo, con todo su temperamento, sus accesos de ira pos hostiles. Exactamente lo mismo que en Pablo,

y su ironía, posee aquella frialdad de acero del su­ por ejemplo en 1 Cor 1, 18s; 2 Cor 2, 15s, la pala­

puesto apóstol del amor, que muestra ya el estilo bra de Dios efectúa la separación definitiva entre vida

juánico. Por supuesto, no se puede afirmar que el · y muerte, verdad y mentira, luz y tinieblas, comu­

dualismo de nuestro evangelio se haya llevado hasta nidad y mundo. Como palabra del Creador, separa

el extremo más radical. La comunidad cristiana crece siempre, como en el primer día, la creación del caos,

incesantemente a partir del mundo, e incesantemente y por eso establece tanto a aquélla como a éste. En

son enviados los discípulos de Jesús al mundo, El J tal sentido, realiza todas las cosas. El dualismo juá­

mundo es el escena�io de la historia divina. Y pue- nico no es otra cosa que la doctrina de la omnipo­
21
de serlo porque fue creado por Dios. Pero, por el tencia de la palabra • Nunca se ha asociado de ma-

contrario, hay que librarse del mundo, y esto se da ·


20. Bultmann, Teología, 436. 495; Conzelmann, Grund­
mediante la escucha y · la aceptación de la palabra.
.riss, 385. 'En contra repetidamente está Blank.
El dualismo juánico no es sin duda metafísico. El L. Schottroff, Der Glaabende, 236s, reconoce ciertamen­
te representaciones de un dualismo cosmológico, sin embar­
delo y la tierra no se hallan de antemano e inmu­
go, hace que sea interpretado por Juan en el sentido de un
tablemente enfrentados. La tierra sigue siendo, como dualismo de decisión . .
21. Esto es más que la .«preponderancia de la palabra»
o «lo decisión previa de Dios de la salvación del mundo»,

17. El «todos» en 3, 15; 12, 32 se refiere, por ello, a de las que habla Blank; P. 308. 342s. De esta mrera elude
los redimidos como creyentes. él la necesidad de reconocer. el dualismo juánico. Por. otra

18. Cf. sobre esto Van Hartingsveld, p. 23s. 41. parte, contra Bornkarnrn, Lnterpretation, 23, no hay que afir­

19. De manera distinta Blank, p. 128. mar simplemente que el mundo en la rebelión sigue siendo

10
146 ' Unidad cristtana 1 Unidad cristiana 147

nera tan decisiva como en nuestro evangelio toda la . sólo es posible para los elegidos, así como, a la inver­

salvación y · toda la perdición a la escucha del men­ sa, en la fe se hace visible la elección y se ofrece ese

saje. Como la palabra antecede a la fe, cualifica a l a . don.

oscuridad existente siempre de nuevo y a la incredu­ El evangelista sacó de esto conclusiones radicales.

lidad como el permanecer en esa oscuridad. El nuevo La misión universal de la iglesia y el deber de cada

nacimiento es para la comprensión humana algo tan


j creyente en particular de participar en ella se presu­

imposible, e incluso para la concepción cristiana, un ponen con toda claridad. La vocación va unida en el

milagro tan misterioso, porque se ha abandonado la cristiano con esta misión, de la cual tampoco se ex­

idea de una creación restituida. A la fe se llega sólo ceptúa la mujer, y se dirige a cada uno sin excep­

en la fuerza y a la manera de la resurrección de los ción. El Cristo que se despide, describe en 17, 18

muertos. Esta no se impone en todas partes, sino que tal tarea, una vez más, expresamente como su vo­

choca, por ejemplo en el judaísmo como conjunto, luntad. El, como enviado del Padre, realizó su camino

con el dominio insuperable de la muerte. Se da no terreno bajo el mismo mandato y se presentó como

sólo esto: que no se quiere creer, s i n o . también lo modelo celestial para los suyos. La vida cristiana es,

otro: que no se puede· creer, y lo uno acredita lo en cuanto tal, misión. Esto no se puede expresar de

otro. El poder decidirse .por Jesús es un don divino y . un modo más contundente. Pero no responde todavía

a la cuestión de cuál es la intención y esperanza que

creación de Dios. Juan podría pensar aquí de Una manera se hallan asociadas a este encargo. Por el contrario,
más dialéctica. El mundo sigue siendo .creaciqn en cuanto
que ha surgido mediante la palabra. Sin embargo, su incre­
se debe ver con toda claridad que tampoco. aquí el

dulidad como rebelión contra su Señor manifiesta que su es­ escenario es al mismo tiempo el objetivo. La am­
tado presente tiene el carácter «de ser de abajo», es decir,
plitud universal del encargo no debe establecer y con­
de ser tinieblas, mentira y transitoriedad. Por eso los cre­
yentes están en el mundo, pero no son del mundo, De he­ formar un mundo nuevo. Mientras que los discípulos
cho, ellos, como los nacidos de nuevo, que vinieron de la ·.
son enviados a todo el mundo, se les recuerda al
muerte a la vida, representan únicamente a la creación.
Pues ésta se halla cuaffficada en Juan no por el acto crea­ mismo tiempo que ellos no son ni pueden ser del
tivo inicial, sino por la palabra creadora. Creación es, para
mundo. Ellos, en último término, pertenecen tan po­
él, el mundo en la esfera operativa de la palabra, pero no
fuera de ella en su pura existencia dada. A eso corresponde co al mundo que Cristo, al despedirse en 17, 15,
el que Juan, de forma distinta al mundo del primitivo cris­
tiene que mostrar expresamente su voluntad de no
tianismo que le rodeaba, no define un universalismo inque­
brantable. El «sentido proclamatorio» del «esoterismo juá­ verlos sacados del mundo. Así. pues, su tarea les lleva
nico», del que habla Bornkamm, p. 24, es indiscutible. Sin
a lo extraño, así como Jesús, según Juan, se halló
· embargo, no puede abstraerse de la doctrina predestinacio­
nista del evangelio. Más aún, la proclamación no abarca al .
mundo como tal, sino a los elegidos que se hallan desper­
digados por el mundo.
Unidad cristiana 149
148 Unidad cristiana 1

22: · ¡ objeto del amor cristiano no es tampoco el· prójimo


como un extraño en el mundo La comprension
como tal. Puede serlo de hecho, en cuanto que el
especial de la encarnación se prolonga . en la misión
mensaje se dirige a todos, y nunca se puede decidir
cristiana y asimismo recibe de ahí, de un modo re­
antes de la reacción quién se muestra potencialmente
novado, el sentido reconocido anteriormente. La en­
como hermano. Lo que, sin embargo, en la práctica
carnación no significa el pleno introducirse en la tie- /
se tiene que ir descubriendo se halla ya decidido teo­
rra, sino el. encuentro de lo celestial con lo terreno.
lógica y fundamentalmente: objeto del amor cristia­
El mundo es para los discípulos.: lo mismo que para
no es, para Juan, solamente lo que pertenece a la
Jesús, en cuanto que ellos representan el ámbito de ¡JI
comunidad bajo la palabra o es elegido para ella, es
lo celestial, el campo de su actuación que se recorre
decir, la fraternidad de Jesús.
sin que quepa insertarse en él. En realidad, según
También esto clarifica repentinamente el lugar
Juan, la misión cristiana no se dirige al mundo, co-
histórico de nuestro evangelista. La inflexibilidad y
mo · tal, sino a aquellos que en el mundo han sido
la estrechez dogmáticas apenas pueden dejar de re­
otorgados a Cristo por su Padre, y por tanto, a los
23 • conocerse aquí. En el transcurso de la historia de la
. elegidos y a los llamados a . la fe No se sabe de
iglesia, por lo general, los conventículos verán la re­
antemano quiénes ni cuántos son éstos. Se manifes­
1 lación de · la iglesia con el mundo bajo esta· misma
tará sólo en la reacción ante la palabra. Por consi­
perspectiva. El Jesús terreno, que fue a los pecado­
guiente, el mundo es objeto de la misión sólo en
·
I res y a los publicanos y que narró la parábola del
cuanto sirve para reunir a los elegidos. El pasaje de
buen samaritano, se· halla tan lejos como la predica­
11, 52 expresa esta idea de una . manera inequívoca
ción paulina acerca de la justificación del impío. Es­
y traduce. la antigua esperanza apocalíptica del judaís-
to no- quiere decir que Juan no hubiera hecho actuar
mo a un nuevo concepto: los hijos de Dios dispersos I

24• a Jesús como uri compasivo samaritano, que no pu­


deben ser reunidos de nuevo Y, así las cosas, el
diera hacer de él nuestro modelo, o que en su comu­

nidad no hubi�ra ningún lugar para el antiguo peca­

22. De distinta manera Kümmel, Tbeologie, 258s.


dor. La predicación acerca del nuevo nacimiento más
23 . . Con L . · Schottroff,. Der Glaubende, 283s, se puede
denominar a! . mundo no simplemente escenario, sino objeto bien supera a la paulina, en vez de situarse detrás

de la donación y de la oferta salvadora de Dios. Sin em­


de ella. La diferencia radica no en lo moral, sino en
bargo, se ha de afirmar con la autora, al mismo tiempo en

la p. 285, que sólo se reflexiona sobre el efecto de esa oferta otra relación resp�cto a lo terreno. Al mensaje del

de la salvación, y, con lo que dice en la p. 294, se ha de Dios que camina sobre la tierra corresponde la co­
considerar la separación del mundo y · de los creyentes como
tal efecto.
munidad que incluso en la conciencia de su misión,

24. Van Hartingsveld aplica esto de un modo fantástico no experimenta ninguna solidaridad con lo terreno.
en las p. 45. 94s a los judíos· de la diáspora.

'
·

1
.,

Unidad cristiana 151


150 Unidad cristiana
r

· en él reminiscencias veterotestamentario-judías y aun­


La omnipotencia de la · palabra se · destaca con toda

que · la acción creadora de Dios tenga gran importan­


la intensidad posible. Sin embargo, aunque se afir­
1

cia para su teología. La cuestión. religioso-histórica


me de la acción del Creador, no está refetida al mis­

no la podemos tratar aquí. Puede quedar sin decidir


mo tiempo al mundo. Aun cuando se le atribuya un
cuán intensas son las influencias de Qumrán en nues-
horizonte tan amplio: como el mundo, permanece res­
. tro evangelio y si presupone los principios de un
tringida a la experiencia del iridividuo y del grupo.
gnosticismo cristiano o si sólo ayuda a que se con­
La idea de la comunidad liberada sustituye a la del
figuren. La relación respecto al mundo es, en cual­
mundo nuevo. La superación significa aquí no ya la
quier caso, aquí y allá muy similar. La interpreta­
conquista y la transformación de la vida cotidiana
26
ción de Bousset puede en muchas cosas estar con­
terrena, sino, lo mismo que en la cristología, la se­
dicionada por la moda de su tiempo, no ser adecuada
parac'' e una tierra que, como tal, ya no pertene­

e incluso falsa. Con todo, notó acertadamente la at­


ce a Crist . A-> él pertenecen algunos hombres indi­

mósfera de una comunidad cristiana mistérica. Juan


vidua es, que pueden estar dispersos p o r . todas las

partes del mundo y, por ello, pueden constituir una

iglesia universal que abarque la amplitud del mundo. contrario, es esto último en su existencia fáctica. El dualis­
mo juánico no es pretemporal. Pero tampoco se puede sen­
Si se denominó, de un modo muy discutible, a este
cillamente reducirlo a la fórmula de un dualismo de deci­
evangelio espiritualista, por lo menos se vio algo de sión, puesto que la fe, según el evangelista, no es la libre
decisión del hombre, sino la' confirmación de la elección en
inanera correcta. Tampoco donde el Legos es descri­
la aceptación de la palabra. Desde el principio brilla la luz
t o · como aquél que, como sopbia, vino a los suyos en las tinieblas. Esto se verifica nuevamente siempre que se
llega a la fe y a la permanencia en ella y siempre que el
y los suyos le rechazaron se deja el camino libre al
mundo se somete a juicio al cerrarse a la oferta de la sal­
patbos del mensaje cristiano primitivo enraizado en vación. El dualismo juánico se halla determinado en último
término por la oposición entre reunión y separación. Esta
el antiguo testamento: «la tierra es del Señor y todo
concepción se halla modelada de forma apocalíptica, cuando
cuanto en ella se encuentra». Esto lo he señalado yo por ejemplo, el Apocalipsis de Juan, en el cap. 14, contra­
pone la congregación de los 144.000 en la Sión celestial al
con la expresión-clave de docetismo irreflexivo. Juan
mundo. Para el evangelio, es característico que ciertamente
no piensa aquí en privar a la tierra de su carácter· · no renuncia a la concepción tradicional de la creación, pero
se concentra y se · ciñe, conforme a su interés fundamental
de creación. Sin embargo, no le deja efectivamente
cristológico, a la proclamación del Creador. Ahí, como ob­
seguir siendo creación y orientarse a su nueva crea­ serva acertadamente L. Schottroff, Der Glaubende, 232, no
25• se separan la revelación del Creador y del Revelador. sino
ción Y esto sigue siendo válido aunque resuenen
que más bien se capta exclusivamente en el Revelador al
Creador, a saber, como aquél,· al cual, según 3, 35; 13, 3,
25. Con razón muestra Kümmel, Theologie, 25.6.s que todo le ha sido entregado por su Padre y el cual ejerce así

el concepto kosmos puede utilizarse de un modo neutral y también la función de juez.


que el mundo, para Juan, no es en sí mismo malo. Por· el 26. Ksrios Cbristos, 21921, 154-183.
152 Unidad cristiana Unidad cristiana 153
( 1

se halla separado, temporal y realmente, de la apoca" fícil definir la esencia de la personalidad celestial,

Iíptica postpascuaL y puede tomar· de ella a lo sumo cuando ya esto con respecto a la persona humana

algunos motivos, que luego, sin embargo, son trans­ no es tan sencillo, En boca de teólogos no se puede

formados, · El, al menos espacialmente y en la ten­ tergiversar. la palabra amor. El mismo Juan la uti­

dencia teológica, es ajeno al protocatolicismo aun liza de tal manera que el amor muestra y garantiza

cuando participa en gran medida de sus premisas. la unidad, y, a la inversa, la unidad es tanto el pre- /

Es, sin embargo, un désafío para todo cristiano que· supuesto como el resultado del amor. Por eso se ha

quiere instalarse sobre esta tierra. Irónicamente, se afirmado que el amor es la única manera de unidad
28,
debe añadir que precisamente este cristianismo no persona¡ que nosotros conocemos si bien los hom­

comprendió ese desafío o lo. sublimó hasta el extre­ bres se unen también en la conversación o en la

mo. S i , Juan fue o no espiritualista seguirá siendo acción común.· Que el amor es la vida y la acción

en amplia medida una disputa terminológica. Pero propias de Dios no debería asimismo contarse ya en-

apenas se puede negar que él debió suministrar en tre las verdades comunes, si se tiene en cuenta la
29•
todos los tiempos al espiritualismo de la iglesia y predicación bíblica del Juez y del Señor ¿Qué es

de· fuera de ella alimento y espacio vital. lo que se quiere decir, finalmente, cuando se habla

Sólo ahora se puede decir qué es lo que signi- de nuestro amor a Dios o a Cristo? Que se hable ·

fica la unidad en nuestro evangelio. Con ella se ex-¡· JJ de una comunión real con la vida y con la energía
I
30
presa la solidaridad de lo celestial. Pero enseguida de Dios es totalmente incomprensible. Si no se

se debe delimitar esto con absoluta precisión, ya opera. con la gratia infusa, esta concepción necesaria­

que los intereses de las diversas interpretaciones se mente queda diluida al menos en un sentido de tipo

manifiestan aquí de una . manera especialmente clara

y entrari mutuamente en conflicto. Por una compren- escatología». ¿No nos ha hablado la apocalíptica de una
manera personal de Cristo y de su relación respecto a nos­
sible reacción contra la interpretación anterior la in­ otros? Aquí de hecho se muestra que la tesis fundamental

terpretación protestante, aunque ya no sólo ella, se de Blank sobre la primacía de la cristología sobre la escato­
logía se fundamenta a partir de una dogmática previamente
esfuerza en rechazar una manera metafísica de . con­
dada y que no se reconoce el problema histórico ahí in­

siderar las cosas o al menos de limitarla. La catego- herente. Lo mismo vale para Mussner, Zoe, 63s, el cual
opina qué se puede contraponer la «decisión ética» y «la
ría de la personalidad parece adecuada para esto en
situación espiritual» al «enredo cósmico» de la gnosis. Cu­

múltiples aspectos v. Sin embargo, tiene que ser di- riosamente, las categorías existencialistas - o liberales ayudan
a algún investigador católico a eludir el problema histórico­
religioso.

27 Blank, p. 156 la pone como último término de la 28. Dodd, Interpretación, 199; cf. Sidebottom, 146s.

sabiduría: «Juan piensa consecuentemente de una · manera 29. Dodd, 196.

personal. Este personalismo debe repercutir también eh la 30. tu«, 197.

• ¡
Unidad cristiana Unidad cristiana 155
154

liberal. Se intenta además salir del paso enfrentan­ eso en antítesis a lo terreno, cuya característica son

35•
do entre sí los patrones «metafísico» y «ético», o · los aislamientos, -las diferencias y las oposiciones

entremezclándolos, cuando, por ejemplo, s e · preten­ Si hay unidad en la tierra, se da· únicamente como

de fundamentar la unidad ética en el plano meta­ proyección del cielo, es decir, como característica y

físico 31•
Donde no se pase por alto el problema tri­ objeto de la revelación.
32
nitario se hace de la unidad de la voluntad la ca­ Ahora bien, Juan 110 se contenta con constatar

racterística decisiva y se presenta enfáticamente la la unidad. La asocia más bien a relaciones, y la in­

33,
obediencia de Jesús a la cual tiene que correspon­ terpretación de e s as relaciones representa el proble­

der la nuestra. Si, por el contrario, se destaca la idea ma peculiar de nuestros textos. Es característico qu e ,

34,
del revelador se rechaza enérgicamente la concep­ en orden jerárquico, se asocie respectivamente algo

ción ética para determinar la identidad del Padre y superior a algo inferior. El mismo hecho se advierte

del Hijo. Entonces, evidentemente, se tiene que se­ en la car t a a los efesios. Así, el discutido pasaje de

parar de ésta la afirmación acerca de la unidad de Ef 3, 15 adquiere fuerza argumentativa sólo si toda

la comunidad, y describirla como unidad interior eh paternidad terrena está prefigurada en la divina y

la tradición de la palabra y de la fe o incluso como deriva de ella. Todavía con mayor claridad ofrece en

uniformidad. Sin embargo, no se puede separar la 5, 25s, la relación entre Cristo y la iglesia el modelo

unidad de la comunidad de · 1a que existe entre el para el matrimonio cristiano, que, a su vez, repre­

Padre y ei Hijo, en la cual aquélla está fundada. La senta el misterio de la unión perfecta mostrado en

unidad para Juan no es menos una característica de Gén 2, 24. La expresión «modelo» es , evidentemen­

lo celestial que la verdad, la luz y la vida. Por eso t e . . demasiado moderna para indicar lo que aquí se

no se la puede explicar partiendo de las analogías quiere expresar, que es algo más que el simple ejem­

terrenas, como la amistad o la alianza, o . reducirla plar o nor ma: concretamente, el . reflejo de lo celes­

a una conformidad de voluntad. La unidad sólo se tial en lo terreno y la graduada participación de lo

\ J
da para nuestro evangelio en el ámbito celeste y por terreno en el ser de lo celestial. Por eso no es casua­

lidad que la serie establecida por Pablo en 1 Cor

11, 3s de Dios-Cristo-hombre-mujer hable de reflejos


31. Hoskyns, 398s; W. Bauer, 84; Mussner, Zoe, 154s,
de la gloria celestial. Lo celestial no es representado
16
1. . A · h· d d T h
32. Chr. Maurer, Ignatius con nuoc ten un as o .an- aquí como un campo cerrado en sí mi s m o . Con fuer-
nesevangelium, 1949, 60s; Michel, 532; Barrett, 428; �1de­
!.K.

bottom 146. C. D. Morrison habla en. p. 264s de la urudad

del en�ío.
35. Cf. la excelente interpretación histórico-religiosa en
33. Hirsch, 377s; Haenchen, 215s.
Odeberg, 113s.
34. Bultmann, Kommentar, · 187s, 392s.

. \ .
156 Unidad cristiana Unidad cristiana 157

za explosiva, irrumpe/ sobre la tierra, para desple­ de continuo. Ella no puede vivir de sí misma, como

garse en copias. Sí tales copias no poseen ya toda . tampoco la primera creación. En cuanto que vive

la realidad del origen, al· menos participan de él. Las de la palabra, vive incluso en l a . tierra a partir del

series de emanaciones de las gnosis posterior atesti­ cielo, introducida en la comunión del Padre y del
37•
guan la misma concepción. Sin. embargo, en ninguna Hijo y haciéndose por ello celestial Este hecho

parte del nuevo testamento tiene una importancia encuentra su expresión más sorprendente en 10, 34s,
36•
mayor que en nuestro evangelio Sus discursos sim­ cuando se justifica el ser dioses del Sal 82, 6 por

bólicos están determinados constantemente por el he­ la recepción de la palabra divina. Esto se aplica sin

cho de que lo terreno tiene su verdad en lo celestial. duda ,en sentido cristológico, pero, sin embargo, no

Por eso se convierte en fantasma de la salvación · puede restringirse fundamentalmente al sentido cris­

cuando aparece él mismo como objeto del deseo hu­ tológico. Porque vale ya también para la comunidad
38•
mano. El reflejo no puede ser aislado de la plena veterotestamentaria La palabra recibida hace celes­

realidad de su origen. No posee fuerza· vivificadora tiales, como formula con toda claridad 1 Jn 3, 9.

en sí mismo. Su sentido radica en que puede ser sig­ Porque es e l . medio que da participación en la comu­

no, es decir, indicación de lo celestial.. nión del Padre y del Hijo. En ella se proyecta la

A tal marco pertenece asimismo lo que Juan dice unidad, que es el distintivo del mundo divino, sobre

acerca de la unidad cristiana. Se · da siempre como la tierra. Ella crea así aquella comunidad que, a la

reflejo de la realidad celestial y, por ello, siempre en I vez que el nacimiento de lo alto, posee el carácter

el espacio en que se puede reflejar la realidad celes­ inalienable de lo celestial, esto es, la integración en

tial, es decir, en el campo de la palabra divina. La la unidad de Padre e Hijo. Se deberá denominar

relación del Padre con el Hijo y del Hijo con el Pa­ gnostizante ésta sorprendente autocomprensión de la

dre es el modelo de toda auténtica solidaridad. Pues comunidad juánica, y advertir · también con toda cla­ JJ
allí se pronuncia y se acoge la palabra, que es el ridad aquí el docetismo ingenuo de la eclesiología

principio y el fin de toda salvación, puesto que en juánica. Gnostizante es también sin duda la interpre­

ella se muestra el mismo Dios. Desde allí esa pala­ . ración del antiguo testamento, lo cual, por otra par­
39•
bra es revelada al mundo en Cristo, en el cual Dios te, no vale únicamente para nuestro pasaje Esto

mismo se manifiesta como el creador. La comunidad

bajo la palabra es su creación y permanece como tal


37. Contrariamente afirm·a Sidebottom, 53: «Nuestra
mientras permanezca en la palabra que le sobreviene
filiación es a todas luces puramente ética». R. E. Brown, 565s,
contradice esto partiendo de 13, 8.
38. Ya Lütgert, 58s.
36. Cf. Sidebottom, 59s. · . 39. Cf. Dahl, 141s.
158 Unidad cristiana Unidad cristiana
159 .

decididamente no tiene nada que ver con el Jesús sin embargo, la designación de escatología «presén­

histórico. En nuestros versículos habla aquél al que tica» no le .hace plenamente justicia. El desarrolló,

en 1, 18, de una manera muy aguda, .se denomina a partir de. sus premisas, algo así como una escato­

el exegeta del Dios invisible, en cuyo seno. y unidad logía «futurística» propia, y Juan 17 muestra que el

permanece él mismo mientras está en la tierra. El es evangelista en modo alguno mira sólo al pasado y
40•
el Logos que franquea la mirada al cielo y al cual, al presente sino que también tiene una esperanza

según 1, 51, incluso �n su existencia terrena, bajan· No es ya la esperanza de los comienzos postpascua­

los ángeles y del cual suben otra vez hacia arriba. les. Con la gran iglesia que se está formando, com­

Ellos demuestran a los ojos · del creyente su ininte­ parte Juan la perspectiva de una época que no se ve

rrumpida vinculación con el mundo celestial. En es­ ya dominada por el final que se va a presentar in­

ta su función como' revelador él es todo lo que dicen mediatamente. Lo decisivo tanto para él como para

de él las afirmaciones encabezadas por �<yo . . . », de ella ya ha sucedido y ahora se desarrolla en el cam­

forma que la comunidad terrena participa a través po de irradiación de la cristiandad. Que eso no .se

de él, que le habla, en lo celestial. Si esto vale para desarrolle en forma de una organización eclesiástica,

toda la cristiandad, no · menos para sus miembros sino como encuentro con Jesús y con su palabra, es

como individuos y para su relación mutua. Sólo se ya muy importante. Sin embargo, esto no cambia la

necesita aquí el amor fraterno. Pues éste significa. el comprensión de la situación en la que se encuentra

ver al otro bajo la palabra de Dios, el aceptarle con el evangelista. Por el contrario, sería erróneo decir

esta palabra y darle la posibilidad de permanecer que esta comprensión tiene en cuenta simplemente el

· bajo la palabra. El es la solidaridad celestial aplica­ tiempo en su extensión histórica y en sus inevitables

da a cada uno de los cristianos. La misión cristiana desarrollos. Esto no lo hace incluso la gran iglesia,

· es finalmente la misma solidaridad, sólo que aún en que nunca renunció a su idea del fin, aunque fre-

cuanto búsqueda de los hermanos y anunciando .pa­

ra este fin la palabra, que vino de Dios a Cristo y


40, Esto lo .impugna Conzclmann, Grundriss, 358: «La
luego a la comunidad. Para esta búsqueda vale, se­
escatología está concentrada en todo caso en su sentido, la

gún 4, 35, aquello de que el campo ya está maduro explicación de la situación de la fe en el mundo». También
L. Schottroff, Heil, 294. 297. 317, rechaza una compleción
para la cosecha. .
postmortal o postmundana. Ahí resulta que la fórmula de

Tal constatación es de nuevo una variación de la desmundización intramundana es desafortunada, y su plan­


teamiento antropológico permite describir la salvación en su
un motivo apocalíptico. Así puede servir de transi­
sentido profundo sólo negativamente. Por el contrario, bajo

ción a la afirmación de que Juan sitúa ciertamente la perspectiva cristológica se debe hablar de «unificación»,
la �ual puede también completarse, como lo exige la impug­
la praesentia Christi en el centro de su. mensaje, y,
nación terrena.

1
160 Unzdad cristiana Unidad cristiana
161

cuentemente palideció en ,ella. El pasaje de 17, 20s «un solo rebaño, un solo pastor». Con una ligera

deja bien claro que Juan, desde las premisas de su . variación de la expresión, repite 17, 23: «que lle­

propia teología, abriga una esperanza del futuro de guen a una unidad completa». En sentido juánico
1

tipo escatológico, que es diferente de l a . de la tradi­ complecíón significa la victoria y la superación del
i

41• i

ción de la iglesia," pero, sin embargo, vehemente peligro. La reunión de la comunidad apunta, por
1

La petición por la unidad varía ahora, ya que se consiguiente, a una meta, en la cual no se da ya la

mira a aquellos que en el futuro se harán creyentes. amenaza terrena. Por eso, 17, 24 puede modificar lo
1

por el .mensaje cristiano. De ellos se habla utilizan­ mismo una vez más: es voluntad de Jesús que todos

do la fórmula que caracterizaba en 4, 39 la predica­ los suyos lleguen con él al lugar celestial y que allí

ción a los samaritanos. La primera y la posterior contemplen su gloria imperecedera. Sobre ese lugar

generación están asociadas bajo l a . palabra, y cada ya constató 14, 2s que Jesús no necesita prepararlo

una de ellas tiene sus ventajas y sus riesgos espe­ para los suyos, puesto que el Padre ya lo hizo desde

cíficos. Si los primeros discípulos podían llegar cor­ hace mucho tiempo. Finalmente, 12, 32 promete a

poralmente a Jesús, no percibieron, sin embargo, el los discípulos que su · Señor exaltado los arrastrará

testimonio de la comunidad lanzado a todo el mun­ tras de sí a su gloria celestial.

do, en el cual se expande la gloria de Jesús. Y si . Como se ve, son más bien pocos los pasajes que

éste abre a los posteriores más fácilmente el acceso presentan la singular escatología futurística del cuar­

a Jesús, estos, por su parte, se hallan más expuestos to evangelio. Sin embargo, tienen una importancia

· a los peligros de una predicación que, según 4, 42, extraordinaria, si los comparamos con los de la es­

puede convertirse en palabrería. Por eso Jesús debe catología futurística de Pablo y de los sinópticos. La

rogar por todos, y esto lo hace con aquellas cele­ naturalidad de esta esperanza, que se expresa casi de

bérrimas palabras: «que todos sean uno». Hay que pasada y de manera destacada sólo al final de Juan

guardarse de entender esto en sentido edificante, co- · 1 7 , la hace todavía más importante. La meta del ca­

mo ocurre por lo general. Si el análisis que he hecho mino terreno en el seguimiento de Jesús es la unión

hasta ahora es acertado, se trata de la reunión de lo definitiva de la comunidad en el cielo, donde ella,

celestial bajo el imperio de la palabra, así como en lo mismo que su Señor, ha sido arrebatada de la per­
42•
10, 16 se describe lo mismo mediante la fórmula secución terrena Porque en 14, 2s no se piensa,

41. Conzelmann, Grundriss, 371 piensa que en estos ver­


sículos.: según su concepción global, no se habla del ascenso , 12, w: Bauer, 178s; Barrett, 429. De un modo caracte­
hacia Dios, sino de que «los suyos en él tienen una relaci6n risu�o �eise, Bleiben, 98s, 103, puede hablar sólo en una
inmediata con Dios» explicacíén precisamente alegorizante, .del «ámbito del amor».

11
16i Unidad cristiana Unidad .cristiana 163

43,
naturalmente, en la hora de la muerte en la que lugar del pueblo· de Dios disperso, entran en juego

Jesús· llama a sí a los suyos. Si no, se tendría que los hijos· de Dios dispersos por todo el mundo· en
44•
entender 17, 24 también así Por el contrario, Je· lugar del reino terreno con la Sión escatológic�,. la

sús tampoco habla de un proceso cósmico; .en el cual unión en el cielo; en lugar de la parusía para el jui­
45,
la' humanidad estaría llamada ' a .la unión con Dios cio universal, como en 2 Pe 1, 11, la recepción de

Aquí más bien se espiritualiza una antigua tradición los piadosos en el reino eterno. En todo este proceso

apocalíptica. El punto de partida de la apocalíptica de transformación se mantiene la idea de la congre-


1

del primitivo cristianismo y especialmente de la ecle­ . gación escatológica de los elegidos. Ella .se asocia en

siología postpascual era la esperanza de que las tri­ nuestro · evangelio con aquella otra idea, bien cono­

bus dispersas de Israel habrían qe ser reunidas · o re­ cida por la carta a los efesios, de que en la · iglesia

construidas a partir de un resto. De momento no · ha tenido ya lugar la unión celestial y que crece a lo

podemos decir cómo se llegó desde allí a la reinter­ ancho del mundo. Así pues, la plenitud de la unidad

pretación juánica · de esta tradición. Sólo· podemos constituye sólo la conclusión del acontecimiento es­

comprobar que la . esperanza judía . judea-cristiana se catológico que está en proces o. Lo celestial no puede

46•
ha traspasado del campo terreno ál metafísico En permanecer como terreno, si bien debe ser reunido

en la tierra. Si se formulan así las cosas, es también

43 . : Bultmann, KóÍn1mntar, 465, n�ta 1; Mussner, Zoe,


claro que Juan prepara la predicación gnóstica o que } j
180 . se halla ya. bajo su influjo. Puesto que ésta ve en la
. 44, Esto lo hace Bultmann, Kommentar, 399.
congregación -de . las almas dispersas . por lo terreno
45. Faulhaber, 58; Michel, 533; es absurda la aplicación
a la. reunión en la cruz e n · Thüsing, 23s; cf. H. Gundry, ,$!1..la-p�celestial la meta de la historia universa].
!n my Fatber's house are many monai (John 14, 2): ZNW
�1 probiema �no aflora sólo cuando hay que
58 (1967) 68-72. . .

' . 46. De un modo distinto Bultmann, Teología, 510, que tener en cuenta los comienzos de la difusión de nues­
habla de la realización de la iglesia invisible en la visible.
tro evangelio. Está ya planteado en la escatología \
De. un modo semejante, si bien partiendo de otras 'premisas,
Gaugler, 209s, 216. Me parece demasiado simple 'que Born­ juánica en su conjunto. Su transformación en · proto­
kamm, Lnterpretation, 23 destaque la concepción antignóstica
logía, la consecuente presentación de Jesús como el
de la fe y eche en falta la idea del origen celestial de los
redimidos así cómo de· la reunión de las chispas de luz. Por­
que la afirmación mencionada últimamente . está preparada
«acontecimiento cósmico». Si no se acepta .la fuente de los
o· ·expresada de otro modo juánicarnente por el motivo de
discursos de Bultmann, ya no se puede atribuir la termino­
la reunión de los dispersos. De la misma manera, la idea de
logía '!, la m�ti;>a�ión gnostizantes sólo o principalmente a la
elección expresa de otro modo la afirmacióri del origen celes­
tradición prejuamca, E_l evangelio es más · «gnóstico» de lo
tial de los redimidos: ellos han nacido «de arriba». Final­
que Bornkamm está dispuesto a conceder. Curiosamente. él
mente, hay que tener en cuenta que la fe e n ' sentido [uánico
me achaca sin embargo .no haber presentado de una manera
significa el permanecer en la unión celestial. Por otra· parte,
suficientemente clara el estado de cosas religioso-histórico.
esto es, en contra de una interpretación existencia!ística, Uh
164 Unidad cristiana 1

1
5
Dios que camina sobre la tierra, la eclesiología de 1

l.

· los nacidos de nuevo por la llamada divina, la co­ CONCLUSION

munidad que vive de la palabra y que. representa en

la tierra· la unión celestial, la concepción de la mi­

sión y del mundo, la reducción de la parénesis cris­

tiana al amor fraterno y, finalmente, la esperanza en

la plenitud celestial son los rasgos característicos de

esta escatología juánica . . Se ensamblan entre sí sin

fisura alguna y por eso no se los puede tratar aisla­

damente. El problema juánico debe ser visto como

un todo indivisible. Cada detalle es, naturalmente,

importante. Sin embargo, el conjunto no puede di­

luirse en ef detalle de tal manera · que no se vea ya Con las últimas afirmaciones queda formulado el

el bosque a causa de los árboles.· Y el conjunto no resultado del análisis que hemos realizado anterior­

señala únicamente la distancia temporal con respecto mente.· Se diferencia notablemente tanto de la opi­

a la cristiandad postpascual y la proximidad del pro­ nión tradicional de la iglesia, como también del jui­
47,
tocatolicismo incipiente sino, al mismo tiempo, el cio de la· interpretación de Juan que domina en la

contraste con aquel desarrollo posterior. en un con­ actualidad. Si se tiene en cuenta la desesperada lucha
48•
ventículo con tendencias gnostizantes que en los últimos cien años ocasionó en la investi­

gación sobre este problema, el más difícil del nuevo

testamento, de continuo nuevas· acometidas y tesis,

habrá que mantener una distancia crítica también

con respecto a la propia tentativa de solución. Nos­

otros sólo podemos decir lo que· hemos visto en

cuanto a cuestiones y posibilidades. El que nos lo­


47. Gaugler, 42 notó esto del modo más intenso cuando
gremos imponer con nuestra visión y con las conclu­
habla del pionero de un catolicismo, «puro» evidentemente.
48. Conzelmann, Grundriss, 387 concede que la comu­ siones sacadas de la misma, nunca es decisivo para
nidad juánica tiene «el aspecto de una secta que cultiva su
la ciencia. Lo importante es únicamente que las cues­
vida religiosa retirándose del mundo». A esto contrapone,
sin embargo, la «constante confrontación de la revelación con tiones suscitadas nos obliguen a una nueva reflexión
el mundo». ¿Pero no se puede afirmar lo mismo, si se ha­
y a escuchar de huevo los textos. Pero para que esto
bla de un modo tan formal, también de los serios investiga-
dores bíblicos? · se haga correctamente, habrá que darse cuenta, natu-
/66 Conclusión .Conclusián
.167

ralmente, de la envergadura de tina interpretación · tuvo. lugar . errare hominum et provídentía Dei. .Con­

que se aparta de lo corriente. A esto impulsarán al­ tra. todas sus intenciones, la iglesia aquí, seducida por

gunas observaciones que vamos a ofrecer para ter- la �rnagen del Dios Jesús que camina sobre la tierra,

minar. a�r1buyó a los apóstoles la . voz fuera de aquí silen-

Apenas existe otro escrito en el nuevo testamen­ ; ciada de aquellos que, una generación más tarde de

1•
to que haya irradiado tal fascinación dentro y fuera i nuestro evangelio, fueron condenados como herejes

de la iglesia a través de todos los siglos como el Se asentaba como celestial lo que no se podía locali­

cuarto evangelio. Se encontró en él la auténtica voz zar en lo terreno. Y no se podía localiz�r en lo te­

de Cristo y se le denominó, a diferencia de los si­ rren? lo que había surgido al margen de los grandes

nópticos, el evangelio espiritual, reconociendo así su �ammos que conducían a la iglesia protocatólica . e

misma pretensión. En su admisión en el canon está incluso q�; contradecía a este proceso. Sin embargo,

latente ciertamente una profunda ironía: apareció co­ la r.ecepc1on del evangelio de Juan es simplemente

mo celestial lo que no podía ya adscribirse a· ningún e� e¡emplo más claro y más importante de la integra­

lugar terreno. Las leyendas ayudaron, lo mismo que ción en la tradición eclesial de . ideologías. original­

en otras partes, a enmascarar esto. Sin embargo, aun mente en�ontradas entre _sí. Ya Pablo asumió en par­

cuando la tradición eclesial . hubiera tenido mejores te expresiones de sus opositores. Que los entusiastas

informaciones acerca d e l . autor y de la patria del helenísticos suministraron material para las concep-

evangelio, no habría podido ·hacer ningún uso de elio.

Decididamente, él no se deja medir por la norma de l. Esta· tesis . . se expone conscientemente· a aquella críti­

cBa, que, bcon ocasión de la nueva edición de. la obra de Wf.


lo apostólico. Esto, por supuesto, no impide que la
auer so re la ortod . l h ., . l . . . . .
. oxia Y a · ere JI a · en e antiguo cns tia-
apologética se· haya aferrado hasta hoy en aplicar es­ 1
rusmo �96D4 ), hizo sintomática, fundamental e impresionante­

mente · : Altendorf en su recensión de ThLZ 1966, 192s


ta· norma y . en aceptarlo como legítimo, recurriendo
contra ·':l mismo Bauer '!, espedalme1:te contra sus .seguido.
a alguna argunientación sutil. Pero este criterio · se res, evi entemente también contra mi. Hay que contestarle

opone · a la concepción juánica de que la tradición qu_e ; t�mpoco la pretendida historia santa del cristianismo

. �Iimi_gvo s� desprendió 1;otalmente de lo ordinario de cada


terrena, 'como tal, nunca puede legitimar el testimo­ ª· Sta vida de cada día aparece · ante nosotros, 'por · ejem­

nio cristiano. Por el contrario, s u · derecho se com­ t1º' den las _cartas a los corintios. En honor de la claridad.
e e , ª.nadir que yo adopto las categorías de «ortodoxo»
probará de continuo en si sirve· a la voz de Jesús. Y «heréticos de la tradición, sin justificarlas con ello. No las

Si en este evangelio· se refleja históricamente aquel \ utilizo como términos del. derecho eclesiástico.' Sin embargo,

_no se pue�e pasar por alto que ya . 2 Tim 2, 18 se juzga


desarrollo que desde los entusiastas de· Corinto y des-
como her�uco lo que en nuestro evangelio -se defiende sin

de 2 Tim 2, 18 conduce al gnosticismo cristiano, . reparos, S1 sitúo a Juan en este campo de tensión, con ello
. · ¡
apunto al P�oblema del canon y de las divisiones de la igle­
entonces su aceptación en el canon de la gran iglesia
sia en el cristianismo primitivo.
Conclusión Conclusión 169
168 9
.

2•
dones y tesis de argumentación al· partido contrarío do Históricamente, la iglesia se equivocó cuando

. se advierte con claridad eri las cartas deuteropaulinas lo declaró ortodoxo. ¿Pero fue esto, teológicamente

y especialmente en la carta de Judas. El protocatoli­ hablando, un afortunado error? No podemos respon­

cismo y el canon no surgieron sin la. colaboración 'de der a tal pregunta, sin saber qué es lo que significa

aquellas corrientes que, ya desde finales del siglo I, J evangelio. Por otra parte, el círculo hermenéutico no

fueron consideradas y rechazadas como heréticas. nos permite conocerlo, sin que dejemos decírnoslo

Con esto, hemos topado con la problemática in- . de continuo, y precisamente también a través de

terna del canon neotestarnentario. Este no se da más nuestro evangelio. Esto, por supuesto, no significa

que como . pluriforme y con muchas contradicciones que, saltando de una situación a otra, debamos man­

reales, en las que se refleja la complicada historia del tener siempre en suspenso nuestra decisión y por ello

cristianismo primitivo. Al aceptarlo, reconocemos a la dejar a un lado las afirmaciones dogmáticas.

vez sus tendencias divergentes en muchos aspectos No sólo existe el peligro de una seguridad dog­

e incluso sus oposiciones. Esto, evidentemente, no mática, sino también el de una existencia teológica

puede significar que situemos. todo en el mismo plano {'


que está expuesta· a todo ataque eventual y, en de­

y que lo pongamos uno junto al otro dándole la mis­ finitiva, no sabe nada más que lo que puede encon­

ma valoración o que podamos armonizarlo y .nivelarlo trar tan bien fuera del canon. El predicar tiene sen­

en una teología estándard. Así como no tenemos de­ tido sólo si, en cierta medida, está claro qué es lo

recho a reducirlo a antiguo o nuevo testamento, así que se debe predicar y qué es lo que no se debe pre­

tanto más estamos obligados, por sus diferencias y dicar. El temor ante el dogmatismo condujo al neo­

sus expresiones antitéticas, a una interpretación siem­ protestantismo a la arbitrariedad de la interpretación.

pre nueva y a una decisión continua desde la propia Este peligro es hoy, a pesar de toda la restauración,

escucha. Su autoridad es siempre únicamente la del mayor que el del dogma, que, por su parte, tampoco

evangelio que en él se percibe. surgió del ciego asentimiento y del sacrificium inte­

Así, pues, ¿qué autoridad corresponde al evange­ llectus. Hoy sacrifican en muchos altares a la sinrazón,

lio de Juan? Tampoco esto está decidido de antema- · · e incluso en nombre de la ilustración, aquellos que

no y de una vez para siempre por su admisión en el sólo coinciden en olvidar sea como sea uno solo,

canon. El mismo no reconoce que la revelación esté a saber, el del Dios desconocido por ellos. De to­

cerrada. Incluso frente a sí mismo hace valer los de­ dos modos, la fe y la interpretación no se dan más
.,.

rechos del testimonio del Espíritu que sigue actuan- que dentro de la complicación humana . . Esto' vale,

2. Gaugler, 193.
TlO Conclusión Conclusión. 171

. sin embargo; tanto pai:a aquellos que sacan la ver- ·


comunidad · universal bajo la palabra y a conser v ar l a

dad de una sistemática bien determinada y fi j a , como e n s u unidad , la q ue alaba s u gl oria ? La c rí tica hi ­ s

para aquellos que se dejan inducir, por la aventura t órica d fíc lm n


i i e te p e u de ad m it i .
r est o. ·

de la exégesis, hacia el vagabundeo teológico. La su­ L a cr ít ica teol óg ic a har á valer el · hecho d e qu e

perstición triunfa aquí como allí. Se habría ganado esta comunidad crece e h el s g
e uimiento d el C ruci fi­

mucho si hubiéramos mantenido el dilema y nos hu­ cado , y, s in embargo, l a t eolo g ía de la c ru z n o co ns ­

biéramos visto situados e n . un doble frente. Por lo tituye el tema juánico. N o fue casualidad q u , e pr c ­ e i

menos esto caracteriza a la mayoría de. los escritos s amente en nombre de nuestro evan g elio , s e e n u­ c

neotestamentarios, y así también a nuestro evange­ briera siem p re e s ta t eolo g ía de un modo místico · e

lio. El. transmite, tanto mirando, hacia atrás como idealista . T al h s i toria d e la interpretaci ó n no p uede

hacia ade l ante , su men s j


a e de forma - dogm ático -po é­ l p asarse p or alto i m pune m en t ,
e si no s e quiere a l

m c i a y prof ét ic amen te a c pt
e ando .t ra d ición · original ­ mismo ·t iem p o p erder de vi s ta la pro blem á tica .de la

men te entusiástica. Com o f enómeno hi s ó ic


t r o se hall a m is rri a interpr etaci ó n . Ah í s e cae m ás pro fun d m na e te

tamb ié n, por su p arte , entre do s luces , a lo c ual no


. ·� en la confu s ió n y en la ironía que c on res p ect o· a l a

:
-

pue de sustraer l e nun ca la e x is t encia teol óg ica. ¿Es el


c anoni z c ó
a i n d el evan g li e o. J uan n o q uiso p redicar l

do c etis m o inge n uo e n el q ue c ae más inofensivo qu e otra co s a · q ue a J es ús, y l o · hi zo con una concentra ­

la i ns titu c óni sacra m enta l de la q ue se se p ara ? ¿Có­ ci ó n i


nau d t i a en el nuevo testa m n o. e t ¿ Pero p re di có

mo se s l a e de un . m o do cristiano de l a id e olo g a í y .
correctamente a J sú ?
e s H y a que que s it u ar s e d e u n a

de l a i lusi ón? ¿H a co n oci d o n ue stro evan g el io al me ­ m aner a rad ical a n te e s ta c ue stió n, s


i s e qu iere hac er

no s e l camino c uan do ex g i e que nos entreg u emos justicia de a


l radicalidad del e van g elista . E l alaba

co lis ant m n
t e e te a l a p la abr a de J sús,
e y cua n do mid e ine q uívocamente con T o más a J sú
e s como a su Se ñ or

a c da a igl esia po r a q ue lla ú nica pregunta: co n ocem os y su D io s . A eso le imp u sal b a no s ó lo el mundo q ue

a Jesú ? · s le ro d e aba , q u e conocía a muc hos .señores y d io s es

•·. Co n es t o a fl r o a un ú lti m o pr ob e l m a: Juan 17 no¡ de mis t erio s. E l entusias in o de l cristiani s mo primitivo

trae a n uestro o ído sin d ud a la vo z del Jes ús terre ­ y la tendencia · de la do g m át ca i p ro t ocatólica que ya

no , qu e e ra d l
e t o o d contrario al docetis m o. ¿C ómo a fl
oraba le o fr ec ían só lo el · am b ien te y el mate ri l a

se vinc la el Cri u st o ex l a ta d o ·q ue a q u í se a n u ncia con p ara é sa fe .·. E videntement e, a l m ismo tiempo q ue el

el t er reno ? ¿S e p uede al -rnenos de f ender la pr eten ­ nuevo nacimien t o · e xp rime


e ntó la pred es tinación di ·

si ón j á u ni c
a de q ue aq í u s e e x presa la ú ltim a y d fi­ e vina. E n l a p ermanenci a j unto .a J es ú s t om ó- co n cie n­

ni t va
i v o lu nta d de este J sús?
e ¿E st uv o orie nt d a a cia de q ue sin ese Se ño r no se · puede hac e r nada ,

e f c
e ti vamente la vo lun tad .d e J es ú s a fundar a q uella
no se p uede dar fru t o , no s
e puede l o gra . r nin g un a

.!

f
Conclusión Conclusión 173
172

alegría, no se puede pertencer al ser celestial. El L�­ está en Jesús mismo y sólo en él. Por consiguiente,

gos creó todo lo que merece colocarse bajo el . epí­ . la fe cristiana se halla ya a partir del nuevo testa­

grafe de vida y resurrección. Siempre se debe decir mento en un continuo diálogo. Eri él se ha de incluir
,.
'

.
-

con Pedr�: «Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes no en último lugar, al Jesús terreno, como sabían

palabras de vida eterna». Sólo Jesús es la puerta ha­ hacerlo aún muy bien nuestros padres liberales. Jesús

cia el Padre, el camino hacia la salvación, todo lo nos ha proclamado el reino de Dios que irrumpe so­

que puede satisfacer a los suyos. Por eso� el evange­ bre nosotros, y nos ha mostrado en el Creador al

lista parafrasea incesantemente aquella confesión de Padre y en el Padre al Creador. ¿No podríamos,

fe: «tú, Señor, lo eres todo». En el lenguaje teoló­ después de todas las reservas críticas, todas las ano­

gico esto significa: la divinidad. Pues el tener un Dios taciones irónicas y con todas las cuestiones abiertas,

no significa otra cosa que poder abandonarse a al­ afirmar, para terminar, que precisamente la fascinan­

guien en todas las necesidades Y tener que ensalzarle te y peligrosa teología de Juan nos llama con su

sobre todas las cosas. Los peligros de esta confesión mensaje de Cristo a nuestra condición de creaturas,

quedan de manifiesto. ¿Pero qué teología carece de en la que Jesús nos vio establecidos y que anunció

peligro? La teología de la cruz de Pablo debió ser­ sobre nosotros? ¿No nos llama así, nuestro evangelio

vir para fundamentar el culto del sacrificio cruento de hecho a la única y última voluntad también del

del Gólgota, la mística de la pasión y la piedad de Jesús terreno y, precisamente así, a su gloria?

la imitación. La misma cruz pudo convertirse en un

símbolo de la reconciliación, tras el cual ·Jesús se

hizo invisible. Cuando menos Juan deja claro qué la

fe cristiana no se refiere a hechos, a realidades neu­

tras, a objetivizaciones. A partir de él se han visto

siempre fortalecidas aquellas corriente de .la iglesia

que confesaban al solus Cbristus. ¿No quiere decir

esto que se debe escuchar todo el nuevo testamento,

si se quiere captar y comprender el centro del men­

saje? Tampoco en el nuevo testamento tiene ninguno

el Espíritu él sólo y totalmente. Si frente a Juan se


·.�

ha de tener en cuenta de un modo crítico la teolo­

gía de la cruz paulina, también, a la inversa,· se ha

de aprender a partir de Juan que la salvación sólo

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