Especialistas mencionaron que en el Perú se ha dejado de aplicar la pena de muerte desde
que entró en vigencia la Constitución de 1979. En el texto aprobado en 1993 se amplió su aplicación única para casos de traición a la patria en caso de guerra al delito de terrorismo, pero nunca se reglamentó. A nivel internacional, mencionaron que es inviable porque Perú firmó el Pacto de San José o Convención Americana de Derechos Humanos. La indignación hacia los asesinos, los sicarios, los violadores de menores, es inevitable. El proceder de los psicópatas, homicidas y pedófilos genera tal rechazo que el ciudadano de a pie puede llegar a la conclusión de que la sociedad sería mejor si estas personas fueran eliminadas. Sin embargo, estas emociones que pueden respaldar la pena de muerte no justifican su implementación. Efectivamente, la pena de muerte no es un elemento disuasivo para que los sicarios dejen de matar, para que los violadores dejen de atacar a niños o para que el corrupto deje de lucrar con el dinero de miles de personas. El doctor Vladimir Padilla, especialista en derecho penal de la PUCP dijo al diario El Comercio: “No hay ningún estudio que diga que esta condena pueda disuadir al delincuente. Peor aún, quien hable de esto habla con ignorancia supina sobre cómo funciona el marco jurídico en el Perú”. El que viola a un niño y luego llega asesinarlo, se convierte en el ser más repudiable de la sociedad, los sentimientos de los familiares y del país se centra en reclamar justicia, pero en muchas ocasiones esta no llega como se espera, el asesino queda libre u obtiene una pena menor de lo establecido. Este se ríe de nuestro sistema de justicia, sin ánimos de resocializarse, por lo que surge sin duda, una necesidad, de detener y reducir las violaciones de menores, como forma disuasoria y ejemplar, y llevados más por el resentimiento que por la legalidad, se pide la pena de muerte. Sin duda alguna es permisible proponerla, pero es inviable aplicarla en nuestro país. A pesar de que el Perú en 1978, se adhirió a la Convención Americana Sobre Derechos Humanos o Pacto de San José, existe la propuesta legislativa de modificar el artículo 140º de la Constitución y aplicar la pena de muerte a los violadores de menores de edad que causen la muerte a sus víctimas, en virtud a que en la Constitución de 1933 y el Decreto Ley Nº 20583 de 1974, se sancionaba con pena de muerte a aquel que practicaba el acto sexual con un menor de siete años, por lo que se estaría sólo reanudando la pena, pero este punto contraviene al Artículo 4° inciso 3 del Pacto de San José, el cual menciona que no se restablecerá la pena de muerte en los Estados que la han “abolido”. Es cierto que la Constitución de 1933 contemplaba la pena de muerte para los delitos de traición a la patria y homicidio calificado, pero es con la Constitución de 1979 que se decide “abolir la pena de muerte”, por lo que no se puede restablecer dicha pena en nuestro país. La propuesta recogida en base a el clamor popular, justificado moralmente por cierto, sugiere someterlo incluso a referéndum o consulta popular, siendo imposible de plano, pues según el artículo 32° de la Constitución. ARGUMENTO DE AUTORIDAD Raúl Carranca y Trujillo, dice que "la pena de muerte es en México radicalmente injusta e inmoral, porque el contingente de delincuentes que estarán amenazados de condena judicial de muerte se compone en su gran generalidad, de hombres económica y culturalmente interiorizados; los demás delincuentes, por su condición económica o social superior no llegan jamás a sufrir proceso y menos llegarían a surgir la irreparable pena; pero además el delincuente de otras clases sociales delinque contra la propiedad y solo por raras excepciones contra la vida e integridad personales, y jamás tendrían como consecuencia la pena de muerte. Por lo tanto, esta pena se aplicaría casi exclusivamente a hombres humildes; delincuentes estos que son víctimas del abandono que han vivido por parte del Estado y la sociedad, víctima de la incultura, de la desigualdad y miseria económica, de la deformación moral de los hogares donde se desarrollaron, mal alimentados y tarados por herencia alcohólica, y degenerados. El Estado y la sociedad entera son los principales culpables de esto, y en lugar de la escuela de la solidaridad que los adapte a una vida social digna y elevar el nivel económico de la población. ARGUMENTO DE EJEMPLIFICACIÓN Como el artículo señala que la pena de muerte debe ser aplicada conforme a los tratados de los que el Perú es parte obligada, entonces para que se condene a muerte a alguien en el Perú por delito distinto al de traición a la Patria en caso de conflicto exterior, o bien tendremos que salir como país del Convenio de San José de Costa Rica (cosa que no sería deseable), o bien tendremos que lograr que se modifiquen las normas restrictivas de la aplicación de la pena de muerte que él contiene. En conclusión según los derechos humanos, cada persona tiene derecho a la vida y ser respetado con la pena de muerte, ¿Qué principio de justicia puede justificar la muerte humana? A nivel religioso, nadie tiene derecho a decidir por quitarle la vida a alguien, de eso solo se encarga Dios. CONCLUSIÓN: Aplicar la pena de muerte, se escucha hoy en todo lugar, comentarios de todo tipo; pero también las preguntas de todo el mundo. Resolverá la pena de muerte las violaciones de los niños, en todos los lugares del Perú; o de cualquier cosa, es decir, es una frustración como muchos en estos últimos 35 años. Le daremos la pena de muerte a este fenómeno, que transforma a la persona y lo convierte en adicto o en ciudadano lleno de traumas, que pierde sus valores poco a poco y termina en un violador, no sólo de niños sino de la ley y el orden, es decir en delincuente, que pasa a conformar la población de presos en las cárceles donde ya no hay sitio para más gente que están hacinados e involucrados entre todos los tipos de delitos, le damos la pena de muerte a la corrupción eterna de la justicia en Perú, le damos la pena de muerte a la indiferencia y desamparo de los niños que deambulan en la calles consumiendo terokal, a la falta de seguridad en las calles, a los secuestros de todo tipo; le damos la pena de muerte a la falta de seguridad, al tráfico de niños, de mujeres y de hombres. Al medio oriente, por un pago mísero, donde pierden la vida, porque saben que no cuentan con un trabajo aquí; le damos pena de muerte al racismo escondido, a la marginación de las personas, a los privilegios, a las “varitas” en las recomendaciones de los estamentos del Estado; le damos la pena de muerte a los partidos políticos que tantos años practicaron y acostumbraron a los ciudadanos , a una cosa llamada “recomendaciones” que después no cumplen y los adeptos a los partidos terminan frustrados, La pena de muerte, si bien tiene la intención de conseguir justicia para las víctimas. No es la mejor opción como una medida social de prevención del delito. La sociedad no solo necesita que sus criminales sean castigados en forma ejemplar y justa, necesita también que, simplemente, no sean cometidos más crímenes y es ahí donde la eficacia de la pena de muerte se torna dudosa.