Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
EL ESPÍRITU EN JESÚS
Pero una pregunta surge inevitable: antes de este nacimiento ¿qué era Jesús? Él vino a
salvar el mundo precedido por una larga preparación como testimonian las Escrituras.
No pudo, pues, haber salido de la nada el día de su concepción. Él había preexistido
ciertamente en Dios; pero ¿cómo expresar este misterio?
Centramos nuestra atención en los escritos paulinos y juaneos, no por ser los primeros
del cristianismo que abordan la preexistencia de Cristo, sino por ser los que la exponen,
con más claridad.
En el AT, la acción combinada de la Palabra y del Espíritu de Dios se nos aparece bajo
dos aspectos correlativos, pero distintos: el de creación y revelación. Pablo ha
subrayado principalmente el aspecto de creación, mientras que Juan se ha fijado más en
el de revelación. Son dos puntos de vista distintos pero convergentes.
PIERRE BENOIT
Creación
Desde el principio del Génesis, Palabra y Espíritu aparecen en Dios para describir su
acción creadora: "Al principio creó Dios los cielos y la tierra... el Espíritu de Dios se
cernía sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: haya luz, y hubo luz" (Gén 1,1-3). Un
poco más adelante Dios modela al hombre con el barro del suelo y le inspira en su
rostro un aliento de vida. Es una presentación concreta de la misma concepción: por su
Palabra o sus manos, Dios determina la estructura del ser que quiere crear; por su soplo
que es su Espíritu, da a este ser el poder de existir y de actuar. Antropomorfismo sin
duda, pero justificado porque se remonta a Dios. El hombre percibe en su propia palabra
y en su propio soplo las manifestaciones de su pensamiento y de su energía; pero todo
esto no lo tiene sino por su Creador; así, cuando habla de este Dios creador, no hace
sino devolverle lo que de Él ha recibido.
Está composición de Palabra y Espíritu creadores aparecen más de una. vez a lo largo de
la Biblia (cfr. Sal 33,6; 147,18; Is 34,16; Ez 37,4-10).
Revelación
Ahora bien, aunque creación y revelación son en Dios, ser infinitamente simple, dos
actos idénticos, no se nos prohíbe distinguirlos. Al contrarío, conviene hacerlo ya que
producen en la criatura efectos diferentes que conviene recibir de modo distinto. Una
cosa es recibir la existencia, la vida; otra recibir la luz, el conocimiento. Hay distintas
etapas en el encuentro con Dios. Esto es lo que intentamos mostrar al distinguir la
teología de Juan y la teología de Pablo.
PIERRE BENOIT
Parece que Juan se mueve preferentemente en una atmósfera de revelación. Para él,
Jesús es ante todo la Palabra (Jn 1,1; 1 Jn 1,1), venido de junto a Dios para dar a
conocer al Padre. No habla de sí mismo, sino que dice lo que Él ha visto y oído junto al
Padre. Su palabra se presenta como un testimonio (Jn 3,11.32) y nos invita a creer (Jn
2,11.23). El Espíritu está. estrechamente asociado a la Palabra en esta tarea de
manifestación: "Aquel a quien Dios ha enviado, habla palabras de Dios, pues Dios no le
dio el Espíritu con medida" (Jn 3,34). El papel del Paráclito después de partir Jesús, será
dar testimonio de Él, enseñar recordando todo lo que Él había dicho, e incluso añadir lo
que los discípulos no habían comprendido todavía, a fin de conducirles hacia la verdad
total (Jn 16,13).
La verdad: he aquí un tema que, con los correlativos de luz y de gloría, expresa con
claridad el ambiente de revelación del cuarto evangelio. "Jesús es la Luz verdadera que
ilumina a todo hombre", "luz del mundo", "luz de vida", que "viene a disipar las
tinieblas". Los hombres se dividen -y aquí radica el juicio de Dios- según acojan la luz o
prefieran permanecer en las tinieblas (Jn 3,19-21). Jesús "dice la verdad". Él es la
Verdad; y el Espíritu que promete es el "Espíritu de Verdad" (Jn 15, 26). Por el pecado
los hombres son esclavos del padre de la mentira que es el Diablo; recibiendo la palabra
de Cristo, y haciéndose discípulos suyos conocerán la verdad y serán libres (Jn 8,31-
47). La salvación es, ante todo, un asunto de conocimiento, de iluminación, de fe. El
tema de la gloria, es muy parecido en sus perspectivas al de la luz y verdad; significa el
esplendor de la majestad divina, la irradiación de su fulgurante luz.. Se puede afirmar
que toda la vida de Jesús en el cuarto evangelio es una manifestación de la vida divina:
gloria del Padre, que Jesús busca al manifestar su nombre a los hombres; gloria del
Hijo, que tiene de su Padre desde toda la eternidad, aunque al manifestar esta gloria
progresivamente por medio de sus milagros-signos y, de un modo pleno, por la
exaltación de la cruz, es al Padre a quien glorifica, siendo, al mismo tiempo, glorificado
por Él (Jn 17,1-5).
La idea de una suprema Reve lación traída por Jesús, parece ser el centro del evangelio
de Juan.
En Pablo, en cambio, la idea motriz parece ser la de una re-creación. Cuando Pablo
habla de la obra de Cristo muerto y resucitado, no ignora los aspectos de expiación y de
sacrificio, de justificación, de redención, de reconciliación, pero a sabiendas insiste en el
matiz de nueva creación; y ésta es sin duda su aportación más personal. En sus escritos
se encuentra la transición entre dos mundos. Dios todo lo ha renovado en su Hijo. "De
suerte que el que es de Cristo se ha hecho criatura nueva, y lo viejo pasó, se ha hecho
nuevo" (2 Cor 5,17). Dios había creado el mundo por su Palabra y por su Espíritu; ahora
Él lo ha recreado en la persona de Jesucristo. En Jesucristo ha destruido sobre la Cruz el
mundo viejo hecho esclavo de la Ley por el pecado, el hombre viejo hecho "carne de
pecado"; y después de esta obra de muerte, ha reimprimido en el hombre el sello de. su
imagen y le ha reinfundido su aliento: ésta ha sido la obra de la Resurrección. Jesús es,
en efecto, la "Imagen de Dios", como el Primogénito y prototipo de una multitud de
hermanos que le deben reproducir (Rom 8,29). Dios, que creó en Él todas las cosas,
ahora resucitándole recrea en Él todas las cosas (Col 1,15-20). Él es "el Hombre Nuevo
creado según Dios en la justicia y en la santidad de la verdad" del que todo hombre debe
revestirse por la fe y el bautismo (Gál 3,27); entonces, como en un nuevo paraíso
PIERRE BENOIT
Concretemos esta distinta visión de matices, en algunos temas importantes tratados por
Juan y Pablo, y que están en la base de la ideología cristiana primitiva.
El pecado
En Pablo la hamartía (pecado) reviste el aspecto de una fuerza del mal, un poder
personificado que esclaviza al hombre, habita en su carne y lo destina a la muerte. Para
liberar al hombre y prepararlo a recibir el Espíritu, hay que destruir "esta carne de
pecado", siguiendo el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, que se renueva
en todos los que se incorporan a Él.
La ley
"Ley de la fe" (Rom 3,27), a la "Ley de Cristo" (Gal 6,2), a la "Ley del Espíritu" (Rom
8,2), cuya "justicia florece en el amor" por "la obediencia al Espíritu" (Gál 5,14; Rom
8,2).
La justificación
Juan presenta la justificación en parte bajo la forma de juicio, encargado por el Padre al
Hijo, y que se ejercita por la misma manifestación de la Luz (Jn 3, 18-21), el que
escucha la palabra del Enviado tiene la vida eterna y no está sometido al juicio, el que
no la escucha tiene su juez que le condena: "La palabra que yo he hablado, ésa le
juzgará en el último día" (Jn 12, 48). Juan vincula al horizonte de la revelación el juicio,
que justifica o condena al hombre: "Yo he venido al mundo para un juicio, para que los
que ven, vean; y los que no ven se vuelvan ciegos" (Jn 9, 39). Otro aspecto de la
justificación en san Juan es el de la lucha entablada entre Jesús y el príncipe de este
mundo: éste quiere suprimir a su antagonista y condenarlo a la cruz (Jn 6, 70); pero en
definitiva "no puede nada contra Él" y será a su vez condenado por la misma cruz,
porque Jesús levantado de la tierra atraerá hacia sí a todos los hombres (Jn 12, 32).
La fe
Tanto Pablo como Juan entienden por fe una adhesión de todo el ser, del corazón y del
espíritu, pues de lo contrario no sería ni auténtica ni cristiana. Pero esta fe aparece más
contemplativa en Juan, más creadora en Pablo. Juan la asocia estrechamente: a la visión:
"vio y creyó" (Jn 20, 8). Incluso tomada bajo la forma "dichosos los que sin ver
creyeron" (20, 29), esta dialéctica de "ver" y "creer" manifiesta claramente el horizonte
de luz donde se sitúa la fe juanea.
Los sacramentos
En Juan estos mismos sacramentos aparecen más bien como contactos reveladores con
la Vida-Luz. La eucaristía es introducida en el cap. 6 por un largo discurso sobre Cristo
Pan del cielo y maná de Sabiduría, ya que la carne y la sangre que él ofrece como
manjar y bebida darán la "vida eterna", que consiste en conocer al único Dios verdadero
y a su enviado Jesucristo (Jn 17, 3). El bautismo nos hace nacer de lo alto, depositando
en el hombre regenerado un "germen" que no és sino la Palabra (1 Jn 3, 9). En esta
concepción, el germen de vida sembrado en el bautizado no aparece tanto como una
potencia creadora que hace resucitar de entre los muertos a la manera de Pablo, sino
como una potencia iluminadora que va a guiar al renacido por los caminos de la verdad.
La escatología
Insinuemos una última confrontación. En Juan, los dos mundos de pecado y gracia, de
muerte y de vida, se sobreponen; mientras que en Pablo se yuxtaponen. En los dos casos
estos mundos se oponen, pero de modo distinto: vertical y horizontalmente. Juan ve dos
mundos, el de arriba y el de abajo, el de la luz y el de las tinieblas, el de la verdad y el
de la mentira. Jesús desciende del primero al segundo, del cíelo a la tierra, para
manifestarse luz y verdad por su Palabra y su Espíritu; nos muestra el camino por su
retorno al Padre, a través de la exaltación de la cruz; creer en Él es seguirle, es liberarse
del mundo bajo, renunciar a su príncipe y a sus mentiras, y adentrarse en el
conocimiento del único Dios verdadero. Con Pablo, uno se siente, ante todo, sobre una
trayectoria continua, pero de línea rota, donde el acontecimiento de la cruz marca la
ruptura y el nuevo alcance decisivo; uno se encuentra ante un "antes" y un "después",
entre los que es necesario escoger. Antes, es el mundo viejo, nacido de la primera
creación, con su carga de carne y de pecado, de ley, de muerte, de esclavitud y rebelión;
después, es el mundo nuevo, nacido de la nueva creación, donde reinan el Espíritu y la
gracia, la libertad y la vida, el servicio amoroso de hijos. Para Juan y Pablo, Dios ha
hablado en Jesucristo y ha inspirado por su Espíritu; la resultante es un mundo salvado.
Conclusión
Dos temperamentos
Dos experiencias
En resumen, dos ángulos de visión que se completan el uno al otro. Escuchando a Pablo
y a Juan, nuestra fe encontrará al Dios Santo que nos re-crea y nos ilumina por la
Palabra de Cristo y por el poder de su Espíritu.